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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Vie Jun 06, 2014 5:17 pm

Podria simular una pasion que no sintiera, pero no podria simular una que me arrasara como el fuego.
Oscar Wilde
28 horas atrás Londres, Inglaterra
El fuego arde frente a mis orbes azules, incesante, llamas trémulas rojizas y quemantes frente a mí, tiré la carta que me había llegado por parte de uno de los miembros de mi familia en París, la presencia de Gaél había desaparecido hace tanto tiempo que ya no me importaba, tenía poder sobre algunas de mis cuentas aún así no me interesaba buscarlo, algo en mí se había roto desde hace tanto que ya no le tenía el amor que una vez le tuve como creador, era hora de volver a la tierra que me vio nacer, de deleitarme con sangre parisina, de volver a deleitarme con rostros conocidos, uno más que los demás, sonreí de lado porque era una mezcla de sentimientos, deseo, rabia, entusiasmo, tantas caras conocidas y sobre todo llevar de nuevo a aquellas calles  todo el odio que se había acumulado en mis manos durante más de un siglo, quería desquitar todo mi sadismo que habían provocado esos actos de los bastardos que teníamos como enemigos, deseaba tanto atrapar uno a uno como ratas y llevarlos a la sala de tortura que tenía en aquella mansión para mostrarles lo mucho que había esperado para destriparlos, fruncí el ceño con la llama del demonio clavada en mi mirada, rojo sangre y escuché la voz detrás de mí –Joven d’Auxerre ya está todo preparado para el viaje como lo había ordenado- le miré de reojo con molestia al sirviente, la hemokinesis me ayudaba a mantenerlos al filo de la situación, tan fieles a mis órdenes y tan inocentes de mis intenciones sanguinarias cuando el capricho me tomaba como suyo y decidía alimentarme como un miserable de algún plebeyo –Ya salgo en un momento Steven- musité con voz ronca y escuché como se largaba, dejando en el aire su olor delicioso, podía irme esa noche usando mis habilidades y estar en París sin tardar mucho pero me gustaba por veces aparentar ser un hombre común y corriente, después de todo mi vida había sido una completa mentira en estos últimos 400 años, ya estaba acostumbrado a fingir, además de que no quería que mi llegada fuera tan ramplona, tomé de la repisa el vaso con whisky y lo incliné sobre mi rostro bebiendo el último sorbo, agarré las solapas de mi saco y acomodé ajustando el nudo de mi corbata –Bien- susurré para mí mismo con el eco de mi voz retumbando en las paredes de aquella mansión que me había acobijado por todos esos años que parecieron una eternidad, miré los cuadros de pinturas originales colgados en las paredes, muebles, libros, licores todo lo que la llenaba y que ahora estaba abandonando, no tenía planeado volver al menos no hasta que viera a los responsables de las bajas de mi familia sumidos en la miseria, sonreí cínico y negué dándome la vuelta tranquilo y encaminándome hacia la salida con elegancia, en la puerta estaba esperándome Emily con las manos juntas contra el regazo y la cabeza gacha, una completa sumisión, la miré desde arriba con autoridad –Hay un sobre en el escritorio de mi habitación Emily, mañana por la noche vendrá Sam, quiero que se lo entregues en sus manos- la tomé de la barbilla para que me mirara –Espero no haya ningún problema con lo que te estoy ordenando porque no quiero regresar solo por una estupidez tuya- escuché como el latido de su corazón se aceleró evidentemente y asintió lacónicamente, sonreí de lado y salí de la mansión viendo el carruaje con el cochero esperando, me detuve en seco y me giré viéndola de nuevo –Ah y te lo vuelvo a repetir, tú quedas encargada de todo el manejo de la mansión, puedo volver en cualquier momento Emily y espero que todo esté en perfecto orden sabes que odio el caos y así como tú quedas al mando así pagaras cualquier inconveniente que me moleste más de la cuenta- alcé la ceja -¿Entendido?- ella asintió rápidamente, quité mi vista de manera fría de la de ella y subí al carruaje escuchando el saludo del cochero pero recibiendo una mirada fulminante como respuesta, ya mi malhumor por lo que me esperaba en Paris se estaba mostrando, antes de entrar me dirigí al hombre –Ya lo sabes pero te lo repito, es mejor que vayas con cuidado, tu mal manejo a los caballos por veces me da dolor de cabeza no quiero hacer una parada innecesaria en el camino- le miré fijo a los ojos con el ceño fruncido, el hombre murmuró con la mirada hacia el suelo –Si señor- tensé la mandíbula y alcé mi vista viendo el féretro que usaría para descansar cuando paráramos en algún hotel antes de que la luz del alba descubriera mi naturaleza para los demás mortales y entré al carruaje, deslicé mis ojos por todo el interior, era un habito porque conocía el carruaje a la perfección quizás solamente me causaba gozo el hecho de que tuviera buen gusto hasta para el medio de transporte, nunca lo había negado, era orgulloso y arrogante, el mástil de mi carácter, saqué la caja de puros de mi saco, tomé uno y cortándolo con el cortapuros antes de encenderlo, dándole caladas y soltando el humo al aire mientras en mi cabeza pasaban un sinfín de imágenes y recuerdos que suplicaban por ser develados lo más pronto posible.


Actualidad París, Francia
Finalmente el aire a mi alrededor cambia, las mujeres en trajes elegantes y caballeros con gabardinas se pasean de un lado para otro, los farolas iluminan las calles dándome una mejor vista de cualquier presa que pudiera llenarme de calor antes de llegar a la mansión pero la sangre que había tomado de un niño en el ultimo hostal en el que me había quedado me había saciado, no necesitaba beber de alguien más, había aprendido con los años a no alimentarme por mera gula aunque ese habito por ciertas noches se perdía dentro de mi cabeza, matando por puro capricho, orgullo o diversión, sobre todo con imbéciles que osaban con desafiarme, crucé la pierna y me recosté contra el asiento del carruaje sonriendo con arrogancia, las ansias por volver a ver a los de mi sangre aumentaban de manera rauda, sobre todo por la niña caprichosa que había dejado atrás por tanto tiempo, esperaba no hubiera cambiado mucho porque lo que más me gustaba de ella era su arrogancia y rebeldía, las cosas y asuntos difíciles después de todo eran retos irresistibles, el sonido de los casquetes de los caballos retumbaba en mis oídos y el olor a prole y aristocracia parisina seducía a mis fibras olfatorias.
El cochero abrió la puerta y salí dándole indicaciones que bajara el féretro, ya afuera me esperaban sirvientes de la mansión con expresiones amables, no me importaban, ayudaron al cochero a bajar las maletas, miraba a Rohan que había sido mi hogar durante muchos años, la que había abandonado por una orden de Gaél sin ningún fin en concreto, la que ahora volvía ser  mi hogar por tiempo indefinido, la prisión que sería testigo de todo lo que no había podido perpetuar durante todo ese tiempo que estuve en Londres, París recibía de nuevo a un d’Auxerre, sonreí de lado y alcé mi vista a las ventanas que sabía eran de mis hermanos, imaginando sus rostros al verme pero sobre todo a la ventana de la habitación que recordaba era de mi “hermanita menor querida y caprichosa” –Pero que gozo estar en casa de nuevo- dije con sarcasmo –Hermanitos ansío verlos pero sobre todo a ti querida y rebelde hermanita nos vamos a divertir mucho mientras esté acá, tu hermano mayor ha vuelto a casa- negué con una expresión divertida imaginando la cara de aquella fiera que llevaba mi misma sangre, otro vástago del desgraciado Gaél y que no era nada más que una dulce y linda gatita para mis ojos.

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Mensaje por Denisse d'Auxerre Lun Jun 30, 2014 4:05 pm

El demonio es el único animal capaz de hacer fuego. Esto le ha procurado su dominio sobre la Tierra.

Conde de Rivarol
Esa noche desperté no como las otras. Siempre tenía presentimientos cuando sabía que algo iba a suceder y esta no era la excepción. La resequedad en mi garganta era ostentosa y molesta. Fruncí el ceño tratando de no parecer una desquiciada, recién mis ojos habían sido abiertos para notar la soledad en mi habitación. La que siempre me acompañaba. Una sonrisa de dibujó de manera rápida en mi rostro. Sabía que sería una estupenda noche o haría que sucediera por cambios de la luna sentía la leve necesidad de hacer travesuras y hundirme en el mundo del placer. Siempre conseguía un consuelo que hacía palpitar lo que hace más de cuatrocientos años había dejado de funcionar. Bizarro pero cierto. Siempre se había a algo que aferrar y yo tenía mis cartas escondidas bajo la mesa por simple artilugio.
Después de sesiones placenteras bajo el agua traté de tardarme lo más posible, necesitaba estar perfecta y el narcicismo  me lo permitía, como si el libro se escribiera sólo para mí. Un vestido color blanco perla de grandes encajes y ajustado de la cintura con el apretado corsé agradeciendo al cielo por no tener que respirar más un peinado bastante elegante cubriendo mi cabello con un moño rosa pálido que entonaba perfecto parecía cual virgen salida de un cuento para niños. Me miré en el espejo mientras espolvoreaba mis mejillas con un poco de colorete y en la penumbra de la oscuridad, en una de las esquinas de la habitación noté la presencia de alguien. Giré levemente el rostro, quizás había alucinado, de cierta manera me sentí vigilada. Tal cual él solía hacer cuando me espiaba al vestirme. Era imposible, habían pasado más de doscientos años sin saber nada de la existencia de mi otro hermano, el mayor, el d’Auxerre perdido. Alcé mi ceja y aventé uno de los cepillos de cabello hacia ese extremo. Sonriendo como una infantil niña a ver como en seco pegaba en la pared y después caía al suelo lo que hizo que mis ojos se tornaran amaranto puro, el infierno en sí. El odio que por él me consumía era más grande que los deseos de encamarme con todo París –aunque casi lograba la meta- dulce refugio.
Salí de la habitación bajando las escaleras hacia la sala de estar, como siempre la soledad de la mansión era un hueco en el espacio. No me sorprendía, cada uno de nosotros tenía sus metas nocturnas y  jamás eran el uno con el otro. Antes de llegar al living avancé un poco más por el pasillo, cruzando por inercia unas puertas y otras que ni me di cuenta cuando las pasé. Con una sonrisa dibujada de par en par noté una puerta que me conocía muy bien. Aspiré aire a mis pulmones fuertemente y de repente la oscuridad volvió al color.
El sitio había permanecido desde su partida clausurado. Como quien rompe las reglas de lo prohibido abrí el lugar en donde la oscuridad era la reina y señora. En mis ojos se dibujaban fragmentos de recuerdos de siglos anteriores y el olor a óxido me llenó el bulbo olfatorio. Sabía que no era posible pues todo estaba impecable y limpio, tal cual gustaba de ese ser. Los gritos y torturas eran ecos en las paredes, como si esperaban a ser liberados por una mano imprudente –la mía como siempre.- Un dedo comenzó a delinear las mesas de metal. Ese cuarto de tortura era uno de mis sitios preferidos, en donde había compartido sangre y gemidos con ese vampiro.
Las cadenas que guindaban del techo, esposas y grilletes era tétricos, yo lo miraba como mi casa de muñecas. Mordí uno de mis labios al notar el espejo de frente a una de las sillas donde habían unas mordazas y látigos de un lado. Si alguien pudiese escucharme en ese momento. Soy una alma deseosa de lo único que merece- las palabras como salidas de mi boca se dejaron oír a mi par. Mi propio reflejo me jugaba una broma y miré como aquel espectro precioso atravesaba mi vientre dejándome de lado. —Castigo- sonreí por las memorias que se venían como olas chocando al mar. Pronto necesitaría una buena dosis de por lo que enloquecería a cualquiera.
Sonriendo de lado pasé hacia otro extremo de la habitación y viendo una de las mesas no pude evitar sentir el deseo inequívoco de recostarme en ésta. Posé ambas manos encima de mi pecho y cerré los ojos. El ardor en la piel se dejó venir como volcán estallarse y un gemido hizo retraer mis piernas. Los colmillos comenzaron a dolor tanto que mis ojos perdieron el azul profundo y se dibujó un amaranto ardiente y arqueé la espalda y tiré de mi cabello deshaciendo el perfecto peinando dejándolo suelto  cuando algo hizo contacto con mi realidad. Una presencia que me hizo volver en sí se escurrió en el viento y negué cerrando los ojos de nuevo. Debía de estar alucinando. —Basta de torturarme- dije en voz alta volviendo a la posición de fallecido en vela. Mi piel de porcelana no dejaba mentir. —¿Qué te trae por París, Sébastine?- sabía la respuesta pero quería oír a su fantasma, uno que en su invisibilidad tomó de mi mano y yo con habilidad asentí su tacto, recorriendo mi abdomen hasta llevarla a mi pecho sin soltar su agarre.
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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Miér Jul 02, 2014 9:03 pm

¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios.

Gilbert Keith Chesterton

Caminando tranquilo, cabizbajo mirando mis pasos, ocultaba una risa llena de placer, de satisfacción, de orgullo, en pocas palabras de ansías por ver las caras de todos, me pasé el pulgar por el labio inferior y arrugué la frente, sentía su presencia que me ardía en la piel, me dolía en los colmillos me consumía desde mis orbes azules, era como un cubo de hielo que se tiene mucho tiempo en la mano y después de cierto tiempo quema, eso era lo que sentía al imaginarme estar de nuevo bajo el mismo techo que mis hermanos, aclarando una en especial, los sirvientes me seguían y escuchaba sus quejidos por cargar las maletas, pero para eso estaban para ser como perros fieles a nuestros mandatos, no solo por el hecho del dinero, era cuestión de superioridad, la ley del más fuerte, finalmente entré a la mansión, inhalé profundo extendiendo mis brazos a los lados de mi cuerpo y alzando la cabeza al aire con los ojos cerrados ¡Mmm! Las esencias mezcladas de todos se hicieron notar en mis fibras olfatorias, prácticamente imaginaba sus pasos, sus movimientos, sus parloteos, buscando la de mi querida “hermanita” sonreí victorioso y abrí los ojos mirando hacia la segunda planta, imaginándomela parada ahí viéndome tan cínica como siempre y tan hermosa como una flor venenosa que me podía herir con sus espinas sin yo oponer resistencia, más placer que todo aquello, gruñí bajo y agité la cabeza un poco, no podía dejarme poseer por el demonio de la lujuria y seducción, aunque claramente eso es lo que ocasionaba el pensar en esa vampiresa, que era una más una fiera que eso, escuché a uno de los sirvientes preguntarme qué hacía con el féretro, alcé la ceja y lo miré por encima de mi hombro –A la sala de tortura- musité con un tono grave y autoritario y de repente una de las criadas apareció con una actitud sumisa –Buenas noches joven d’Auxerre, bienvenido- fruncí el ceño y la miré –Déjeme tomo su abrigo- extendió sus delgadas y pequeñas manos sin mirarme, le di la espalda para que me despojara de la prenda ella misma, sintiendo sus cálidas y temblorosas extremidades en mis amplios y tonificados hombros sonreí de lado con los cerrados disfrutando lo que provocaba mi presencia en cualquiera, me pasé la mano por el cabello peinándome y me giré de vuelta a ella -¿Dónde están mis hermanos? - pregunté con un tono tosco viéndola desde arriba, ella seguía sin levantar la vista –Solo está la señorita Denisse y…- antes de que terminara de aclarar mis dudas uno de los sirvientes apareció en la puerta haciendo una estrepito porque se le habían caído dos maletas, cerré los ojos y solté un poco del aire que no necesitaba para vivir, calmándome –¡Incompetente con más cuidado!- dije con la mandíbula tensa, el hombre asintió lacónicamente y no se atrevió a levantar la vista, por mi parte de esa forma era mejor, las ganas por despedazar y hacer estallar a esa bolsa de sangre eran abrumantes, se retiró en menos de lo que canta un gallo y lo seguí con la mirada molesto, una incompetencia más y ya cobraría mi primer muerte en París de nueva cuenta, le volví a ver a la criada –Ese abrigo quiero que esté limpio a más tardar mañana antes de que despierte de mi revitalizador sueño ¡¿Entendido?! - ella asintió rápidamente y se fue dejando el olor a su exquisita sangre en el ambiente, de reojo la miré con un aire malicioso, me estaba tentando demasiado, recordando sus palabras la sonrisa se convirtió en algo más arrebatador, en algo lleno de travesura, de gozo y ardor por roce corporal, esa pequeña y seductora hermana que tenía estaba en casa, talvez Dorian o Adriel andaban por ahí, pero me interesaba hablar sobre todo con Adriel para escuchar de sus labios lo que estaba pasando con esas ratas de la familia rival, pequeñas y pestilentes ratas que ya tendría el momento de verles el rostro antes de que estallaran como bolsas de pus frente a mis ojos, suspiré un poco y caminé hacia la sala de estar a servirme un trago de whisky o vino, deseaba humectar mis labios con el otro liquido al que era adicto mi paladar, claro, todo después del elixir de la inmortalidad, tomando un pequeño vaso de vidrio abrí la botella de whisky y serví un poco inclinándolo sobre mi rostro bebiéndolo de un sorbo, saboreé mis labios y tomé otro trago, antes de subir a saldar cuentas con alguien especial quería revisar mis juguetes en la sala preferida de la mansión, mi cuarto de juegos, mi palacio divino, me quité el saco y lo colgué en mi antebrazo y luego mis dedos se movieron a mi cuello moviendo la corbata para aflojarla, caminé tranquilo cruzando un par de puertas y bajando unas pequeñas escaleras de mármol que hacían un molesto sonido al momento que mis zapatos las tocaban, un eco quejumbroso, tomé el picaporte de la puerta y antes de entrar la energía me embargó la cabeza, la sentía en los colmillos y prácticamente parecía que el pecho me quería estallar como un globo inflado hasta la coronilla, gruñí un poco y sabía que se trataba de uno de mi sangre y Gaél había desaparecido hace tanto, además que no se molestaba en profanar mi salón exquisito, así que solo quedaba una opción en la lista, la otra de mi sangre, la traviesa e insolente hermanita que tenía por nombre Denisse d’Auxerre, sonreí de lado porque de alguna forma este era el sitio donde menos había esperado encontrármela a mi regreso, abrí la puerta despacio y su imagen en medio de la oscuridad, solo dejando entrar un poco de luz de luna por una ventanilla a un lado me llenó los globos oculares, se paseaba de un lado para otro como dueña por su casa, dejando su aroma en mis objetos de tortura, cerré la puerta con el mayor sigilo de espaldas a mí ¿Había notado ella mi presencia? Sonreí y negué porque estaba claro que estaba más al tanto de sus actos de niña terca, fisgona y narcisista que en la compañía de su sangre, me recosté contra la puerta y los brazos cruzados viéndola desde las penumbras, escuchando sus palabras que parecían las de una mortal en trance entrecerré los ojos y la palabra “castigo” hizo que el ardor en mi piel aumentara raudamente y mis ojos se ocultaron bajo un bermellón lleno de pasión -¿Castigo? Oh no Denisse en estos momentos es lo último que se me cruza por la mente hacerle a ese delgado cuerpo hermanita y como tú lo pediste, te haré rogar por él- se me cruzó por la mente, cuando miré que se acostaba como una virgen inmaculada en una de las mesas en las cuales descuartizaba poco a poco a mis enemigos, con los labios entreabiertos y la punta de mis blancos colmillos mostrándose la aprecié como un vulgar fisgón, era exquisita, su piel tan pálida, parecía una muñeca de porcelana, lista para que la rompiesen con el mayor de los cuidados y placeres existentes, y eso era lo que en este momento quería, tenerla y reprenderla por haberme olvidado como un miserable perro en los últimos 200 años, me dolían los colmillos de imaginarla encamada con algún cavernícola con poco cerebro, parecía algo planificado y viniendo de ella no me sorprendería, era tan malvada como hermosa, parte de mi maldita obsesión con esa vampiresa, mis ojos sombríos estaban posados en su entera presencia, aunque había estado fuera de París lo demás parecía en orden, pero era ella la que daba ese toque caótico a mi habitación de ensueño, me volvía loco, me hacía rabiar, sacaba un Sébastine que gozaba como un vil pecador y en este momento en que finalmente después de tanto tiempo la tenía frente a mí, quería beber de ella, beber hasta que gritara mi nombre, que gimiera bajo mis colmillos, la boca se me secó y ella era el agua para el sediento para mí, tragué un poco y caminé tranquilo hacia la fiera sin dejar de ver su delicada silueta, quedándome parado frente a ella coloqué el vaso de whisky en una de las mesas que contenían una colección de fustas y grilletes y dejé caer el saco al suelo, deslicé mis ojos lentamente por todo su entero cuerpo y me detuve en sus labios, quería besarlos hasta hacerlos sangrar, cerré los ojos momentáneamente para sacar al demonio de mi ser –Nadie te está torturando Denisse, ya despierta déjate de juegos de niña, mírame- arrugué la cara un poco al escucharle como me interrogaba –¿Qué me trae? - cuestioné con la ceja alzada –Tú sabes esa respuesta- susurré y la tomé de la mano estrujándola para hacerla despertar de ese trance que no estaba seguro si era algo real u otro de sus juegos para hacerme caer –Denisse- susurré con los ojos cerrados cuando sentí su pequeña mano abrazar la mía y abrí los ojos un poco con los labios entreabiertos viéndola como hacía que mi tacto le acariciase el tórax y abdomen, estaba sucumbiendo, ella tenía esa maldita facilidad, tragué un poco y abrí la mano posándola sobre su delicado escote –Despierta y mírame, no hagas esto, soy tan real como esta maldita mesa en la que estás acostada- volví a tragar y arrugué la frente deseoso y mis dedos casi autónomamente se afianzaron al cuello de su vestido queriéndolo arrancar –Denisse deja de provocarme, porque sabes que lo haré sin ninguna culpa si sigues con esto- enderecé mi mano y pasé el dorso por en medio de su escote deslizándola lentamente hasta llegar a su abdomen y tomar con esa mano su delgada cintura levantándola bruscamente hacia mi cuerpo –¡Basta! que las ganas de poseerte en cada rincón de esta habitación son infinitas hermanita, te voy a reclamar como mi premio, como mía, como el templo que voy a profanar como un vil demonio, voy a dejar marcado mi nombre en tu piel y tus palabras Denisse- sonreí victorioso y bajé mi rostro a sus labios -¿Lo recuerdas hermanita? Mi nombre saliendo en gemidos y balbuceos de tus labios suena tan exquisito- gruñí en sus labios y pasé la punta de la lengua por su labio inferior –¿Qué quieres que te diga? ¿Qué vine a Paris solo para recordar los viejos tiempos? ¿Para sentir como tu cuerpo se estremece por mi tacto, por mis besos? ¿Eso es lo que quieres hermanita? - junté mi frente con la de ella –Pues no es así, me olvidaste como un pedazo de carne y aunque parte de mi ser ansíe este momento no voy a sucumbir porque no soy uno de los típicos imbéciles de los que usas y olvidas, hay cosas más importantes que están sucediendo- mentí en sus labios, el deseo que por ella sentía me consumía como una avalancha de lava, atrapé su labio inferior con mis dientes y lo jalé separándome sabía que ya la fiera había reaccionado con esas palabras y sino no era así al menos dejaría el juego para después, solté un resoplido y la miré por última vez con una pose autoritaria, dándome vuelta volví a tomar mi vaso de whisky y levanté el saco del suelo dejándolo sobre la mesa y caminando hacia el espejo me miré, apreciando mi buen físico, llevaba una camisa negra y una corbata blanca con dos tirantes blancos saliendo del pantalón a la cadera y que entrecruzaban en la espalda, era vanidoso y no lo podía negar –Bien Denisse ahora que ya estás despierta y sin soñar acerca de mis manos “castigándote” - enfaticé en la última palabra y la miré por encima de mi hombro –Uhm hermanita sigues siendo la misma masoquista de siempre- alcé la ceja y susurré –Me agrada- sonreí cínico y tomé un sorbo de whisky –Pero volviendo a temas más serios y antes de que me cuentes lo que ha pasado por aquí y cuál es la artimaña que están llevando a cabo esos miserables me vas a contestar una pregunta ¿Qué haces metida en mi sala cuando di orden precisa que no quería a nadie en este recinto eh? - mi tono serio me di la vuelta y la vi, caminando de nueva cuenta a ella y tomando una fusta de la mesita la pasé por una de sus piernas deslizando el vestido un poco más arriba de medio muslo –Tendré que enseñarte modales hermanita de nueva cuenta- deslicé la fusta hacia el dorso de su pie y sonreí travieso mirando el recorrido –Pero no esta noche- dejé caer el objeto y la tomé de ambas pantorrillas y jalé hacia abajo mientras me quedaba en medio de sus piernas –Levántate de ahí que me haces recordar a uno de esos ineptos que descuartizaba- deslicé las manos rodeando sus rodillas y solté esperando sus palabras, dándole la espalda miré hacia unas cadenas que estaban ahí y sonreí de lado –¿Y bien? - susurré mientras miraba con cierto aire de maldad aquellos objetos que colgaban ahí.
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Mensaje por Denisse d'Auxerre Lun Jul 14, 2014 6:25 pm

Aquellos que reprimen el deseo, lo hacen porque es lo suficientemente débil para ser reprimido.
William Blake


La noche seguía su andar con el paso de los segundos, yo estaba soterraba bajo los recuerdos del verdugo que brindaba castigos por ser una condenada por las noches y su sala sólo era el escenario perfecto para rememorar lo que deseaba. Fruncí el ceño algo molesta, no era algo que a menudo me pasara, no me gustaba vivir del pasado, para mí todo había quedado enterrado desde que desapareció hacia Londres y con esto nuevos planes se clavaron en mis colmillos y mi piel. Traté de ignorar mis pensamientos, odiaba lo sentimental de los años había aprendido a auto protegerme de eso y él definitivamente para mí había muerto pero un fragmento de mi ser recordaba perfectamente su piel poseerme de una manera blasfema y bestial, algo que no estaba permitido a los ojos de nadie y que, seguramente nos hubiese la sociedad, mi creador y la familia quemado en la hoguera en aquellos tiempos, para mi fortuna sólo eso había quedado –recuerdos – unos que no iban a volver por más que quisiese porque eran otros que llenaban ese vacío profundo e insaciable brindándome placer. Cerré los ojos con una sonrisa, no soy de las que sufre por el pasado y claramente él tampoco lo era, ambos nos encerramos en el infierno de los placeres.
La sala se estaba tornando en fuego, podía sentir el olor del metal derretirse, como si el dueño, su diablo, hubiese llegado. Sonreí otra vez en el trance precioso sobre aquella mesa que me había atraído como holocausto en donde yo era el sacrificio. Todo comenzaba a converger en un solo punto hasta donde yo misma me llamé loca, comencé a oír su voz con mayor claridad e incluso su tacto se hizo más profuso en mi piel. No podía ser cierto pero quería seguir el juego, iba a ganar a como dé lugar y no tenía qué perder. Me gastaba las noches buscando diversión y esta había llegado a casa por sí sola, vestida como oveja que ocultaba al demonio en un refinado traje. Sin abrir los ojos reí como niña traviesa que es descubierta en plena fechoría y sus dedos bajo mi piel fueron hielo quemándome casi era real, me tenté a abrir mis orbes  y que mi mar se convenciese de la soledad pero aquello, su tacto se sentía tan bien que no e iba a dar ese lujo de desperdiciar sus caricias, sólo un poco más…
—No quiero   abrir los ojos y ver que sólo eres producto de mi imaginación, Sébs, así que por favor sigue haciendo lo que haces, es lo más acercado a la realidad que he sentido en estos siglos contigo, me parece justo que no me abandones de nuevo y por un complazcas a tu hermana menor- sonreí con un toque divertido imaginándome su rostro, ese endurado como piedra pero a la vez cálido y pasivo que en su momento me hizo enloquecer. Sus caricias se hicieron cada vez más pronunciadas  y su tacto dominante como siempre, tal cual siempre gustaba que me reprimiera y sus palabras me hicieron torcer los labios frunciendo el ceño —Siempre has sabido hacer todo tan impecable pero no es hora de que me des órdenes, entiéndelo, la pequeña niña ha crecido- su mano se escurría por mi ropa con facilidad, como si esperara a que dejara la piel abierta a su merced. Un hábil tirón de su mano sobre mi cintura me hizo soltar un jadeo. ¿Podía ser real? Ningún fantasma me había azotado de manera tan placentera y no me lo creía así que la curiosidad me ganó y mis ojos se inundaron chocando su mar con el mío, el azul estaba tan vivo que brillaba.
La garganta comenzó a doler así como las ganas de querer golpearlo que nacieron de manera inmediatamente, estaba soñando o enloqueciendo en su defecto y tomaba la segunda como la posibilidad probable, no era extraño, había visto más aberraciones convertirse en realidad —Hazlo- rete a sus labios su propuesta de escandalizar la mansión con mis gritos por ser una presa cazada por su verdugo. Mi nariz chocó contra la suya y musité las palbras sobre su boca agarrándole del cabello fuertemente haciendo que chocaran ambas frentes, él y yo juntos siempre todo era agresión y placer pero sus palabras me hicieron recapacitar, no era una visión de la que me podía escapar así como así. Dios debía de estar de muy buen humor para darle a su creación un regalo maldito. Sonreí por eso, no podía creer la falta de cordura de mis pensamientos. —No me interesa de dónde has salido ni por qué has venido, ya deja los protocolos, Sébastien d’Auxerre, dame lo que te pido porque no soy de las que espera con paciencia.- mordí su labio en un regaño desesperado ¿Cuánto más estaría su presencia pétrea y corporal?
Recostándome de nuevo en la mesa noté como su cuerpo fantasmagórico se alejaba de mí, sabía que estaba perdiendo de nuevo la oportunidad pero el olor a whisky me saludó tal cual él acostumbraba, sus besos siempre tenían ese sabor o un menta suave y eso me hizo dudar de nuevo si realmente era él o no pero para mí bienestar mental tomaría como que estaba desvariando de placer por el olor a sangre borrada y gemidos inconclusos. Pero sus palabras seguidas de regaños no eran parte de mi trato mental lo que me hizo fruncir el ceño y apoyando el peso de mi cuerpo en los codos levanté mi cuerpo y le miré directo a toda su masculino y perfecto cuerpo. —No puede ser- dije en voz arrogante alzando la ceja con un tono pedante —¿Cómo te atreves a venir tan campante y decirme que me vas a dar placer?- sonreí algo malhumorada cosa que no era usual en mí y mis palabras no eran nada de lo que concordaba con lo que él me preguntaba.
—Vine aquí porque quise revivir viejos tiempos ¡¿qué no ves!?- sentí la fusta pasar por mi piel y luego como dejó caerla a un lado para cuando me tomó de las pantorrillas  y me acercó a él haciendo quedarme sentada frente a él, le miré fijamente  sin quitarle el ojo de encima guardándome las ganas de arrancarle los labios.  Noté cómo me daba la espalda , fruncí el ceño, empujándole para darme espacio y bajar de allí. Dando un pequeño salto acomodé mi inmaculado vestido de virgen puritana y me limpié los labios —Te han llamado ¿quién?- no me interesaba saberlo pero era la mejor manera de ignorar sus preguntas de sus ‘’castigos’’ que conmigo siempre funcionaron ahora era historia pasada. —Espero estés listo porque París no es lo mismo desde que has decidido irte como un buitre hacia Londres a buscar carne nueva- mis ojos se encendieron con fuego pintándose de un rojo negruzco y cerré los parpados apoyando la espalda en una de las mesas —Aunque claro, sé que después de tanto el río siempre encuentra su cauce, estás tan emocionado de verme- una sonrisa divertida se dibujó en mi rostro —¿Qué tal el viaje? Iba de salida, siento como voy a enfermarme- era imposible —Pero para todo hay medicina. Voy por ella- me acerqué a su espalda y apreté la tela de su camisa con los dedos y susurré a su oído —Bienvenido a Francia- mordí el lóbulo de su oreja derecha —Hermanito- le rodeé y pasé por su lado queriendo correr de ahí lo más pronto posible pero no iba a dejárselo saber así que mi paso era lento como si fuera a quebrarme en el piso del subsuelo, donde el infierno estaba por encenderse.
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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Mar Jul 15, 2014 1:59 am

Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.
François de La Rochefoucauld

De espaldas a ella le escuchaba, no recordaba este dolor que me taladraba las sienes, ella era la única que provocaba todo un fino temblor en mi cuerpo como si el mismo fuera placas tectónicas chocando entre sí causando un terremoto doloroso y a la vez placentero, era una fiera, mi fiera, mi hermanita, mi vampiresa y aunque lo negara era bastante testarudo en cuanto a asuntos que me complacían mucho, todo reto era miel celestial, sonreí y negué soltando un resoplido para darle menos importancia a sus palabras cargadas de sarcasmo y a la vez odio ¡Ódiame más para que el fuego te consuma desde tus entrañas hermanita! Todo mi ser gritaba eso mismo porque en cuanto a mí, el odio jamás había formado parte de los sentimientos que alguna vez tuve hacia ella, desgraciadamente algunos seguían vivos pero estaba dispuesto a ocultarlos, a enterrarlos porque toda debilidad mía podía convertirse en una poderosa arma para esa fiera vampiresa.

Por el rabillo del ojo le miraba mientras tomaba pequeños sorbos de whisky, era tan solo para humectar mis labios porque su entera presencia me hacía añicos mi inmortal y bien forjado cuerpo, los labios parecían mármol que en cualquier momento se terminaba de resquebrajar, un arañazo cualquiera y la tela que me protegía caía como telaraña mal hecha, fruncí el ceño un poco negándome a la idea, jamás le volvería a mostrar a ese patético que alguna vez conoció, aunque ese dolor me traspasase hasta el tuétano, pero todo intento fallido era batalla perdida por mi lado -¿Quién me ha llamado? - reí con autosatisfacción –Eso es lo de menos Denisse, lo que importa es que estoy acá hermanita, otra vez vamos a convivir juntos, vamos a hacer de nuestras presencias un infierno exquisito y doloroso incluso para el que se acerque demasiado a curiosear- alcé una ceja y sonreí de lado, me gustaba verla y escucharla molesta, era tan satisfactorio para mi ser el verla poco a poco derrumbarse frente a mí que me parecía adorable, toda una ironía, con dos dedos de una mano me masajeé una sien, cansado, eso era poco, su parloteo me desesperaba con cada segundo que pasaba, pero estaba tratando de mantenerme lo más calmo posible ¿Hasta cuándo lo soportaría? Cuando cierta frase me hizo molestar un poco, gruñí por lo bajo y le miré de reojo -¿Qué acabas de decir? - dije con un tono bastante fuerte y de reprimenda, apreté el vaso de whisky en mi mano y tensé la mandíbula –¿Dices que como me atrevo a venir tan campante? - una risa irritada salió de mis labios –Cada día que pasó junto a ti Denisse me sorprendes más- asentí –Tengo el mismo valor de regresar y hablarte de placer como tú has tenido el valor y la poca gentileza de entrar a mi salón de torturas a fantasear con cosas del pasado- apreté más el vaso en mi mano –No me hables de atrevimientos cuando tú hermanita…- sonreí y negué llevándome de nuevo el vaso a mis labios –Encabezas la lista en ese tipo de actos- saboreé mis labios –¿Y placer? - mi sonrisa se hizo más amplia, completa satisfacción –Eso es lo único que deseas hermanita, lo recuerdo perfecto, nuestras noches en donde el placer era el amo y señor de nuestros cuerpos, no te hagas la puritana en estos momentos que ese papel Denisse no te queda- mi tono tosco, pero realmente ya la ira se estaba adueñando de todo mi inmundo y longevo ser, era momento de callar porque si continuaba su juego solamente haría de la sala algo para recordar y claro estaba, no usaría ninguno de los instrumentos que habían ahí, al menos no contra ella, para esa fiera tenía mejores métodos y con los cuales ambos podríamos pasar de un resentimiento irracional a algo lleno de lujuria y seducción.

Sentí que puso sus pequeñas y delgadas manos en mi espalda, alcé la ceja y le por encima de mi hombro, negándome a caer en sus toques y juegos, lo intentaría y tenía que convencerme de poder lograrlo, gruñí al sentir como mordía del lóbulo de mi oreja, los músculos de mi abdomen y mis brazos se tensaron, ella parecía tirar de mi cuerpo con su tan marcada presencia y juego seductor, suspiré cansado –Bien hermanita- enfaticé en la última palabra –Vamos a hablar como mejor te gusta, con sarcasmos, con patanerías- alcé la ceja y la tomé de la mano acercándola a mí –¿Si? - susurré y le golpeé suave con mi dedo índice la frente, le solté y volví a dar la espalda mientras caminaba a través de mi santuario, pasando mis dedos por mis objetos que estaban impecables, esas criadas se merecían un premio por cuidar tan bien mis pertenecías, pero jamás habría tal agradecimientos, las gracias no estaban en mi diccionario ni vocablo –¿Dices que me fui a Londres como un buitre? - chasqueé la lengua y negué mientras tomaba un látigo negro de cuero y lo azotaba en mi muslo con algo de fuerza midiendo su poder –A buscar carne fresca ¿uhm? - sonreí de lado y dejé el vaso de whisky en la mesa tomando con ambas manos la longitud del látigo, me giré y le miré con ojos sombríos –Deja de hacerte la desentendida de que no sabes porque me fui a Londres hermanita- tensé la mandíbula –Si nuestro sire y tú se entienden muy bien- mis dientes crujieron debido a la presión a la que eran sometidos –Ustedes dos idearon que me fuera para Londres ¿No? - fruncí el ceño –Para que no me interpusiera en su camino- me pasé la mano por la barbilla masajeándome la cara con fuerza –No hables de lo que pasó allá que tú no sabes nada y tampoco es mi intención contarte, me cansé de mandarte cartas donde te contaba esas cosas pero al parecer tú te olvidaste de mí en cuanto puse un pie fuera de París- inspiré profundo sin ocuparlo pero era la reciente rabia la que me obligaba a hacer tal pérfido acto –Tranquila, el único culpable fui yo por haber sido tan iluso en ese momento, pero se acabó, querías conocer a un Sébastine sin sentimiento- sonreí y extendí mis brazos a los lados de mi cuerpo tan cínico –Aquí está, tú y Gaél lo han logrado, tienen que sentirse orgullosos- mentí, en el fondo seguía habiendo vestigios del Sébastine que fui con ella todos esos años y en estos momentos quería salir y encantarla de nueva cuenta, pero tenía un estoico orgullo.

Caminando inquisitivamente hasta ella me detuve a unos pocos centímetros de su cuerpo, imponiendo estatura y complexión –Pero veo que has aprendido muy bien de él y la demencia es lo que más se ha arraigado a tus actitudes hermanita- pasé la punta del látigo que tenía unas tiras en la punta por su escote ladeando la cabeza viendo con atención su trayecto hasta llegar a su firme abdomen y ahí subir rápidamente hasta llegar a su barbilla y levantarla –¿Demencia y locura te caracterizan en estos tiempos eh? - me acerqué a sus labios mientras tenía su barbilla alzada con el látigo –¿Por qué no me sorprende uhm? - le solté y azoté el látigo en mi mano mientras hablaba –Sigues siendo esa misma neófita que conocí esa maldita noche, una necia, arrogante, impulsiva y con unos juegos que pueden atrapar a cualquiera- sonreí –Menos a mí, porque ese cauce fue sellado hace mucho, no estoy emocionado de verte Denisse, estoy simplemente tratándote como más te gusta- me encogí de hombros –¿Y por qué habría de emocionarme por ver algo que sigue siendo lo mismo de siempre? - esas palabras me quemaban pero era esto lo que necesitaba, tenerla bajo mi dominio y no darle ventaja ¡No debía! Azoté por última vez el látigo en mi mano con tal fuerza que el sonido de mi piel retumbó en las paredes y un ligero ardor me recorrió la palma, suspiré tranquilo y tomé un mechón de su rubio cabello envolviéndolo en mi dedo suavemente –El viaje estuvo bien, ya sabes sangre, mujeres en el camino, dormir como si fuera un maldito cadáver y por ultimo tener que regresar acá y para mi grata sorpresa tener que encontrarme contigo- solté su mechón y le miré a los ojos divertido –¿Ibas de salida? - le di la espalda caminando a la mesita de nueva cuenta –¿Enfermarte uhm? - me palpitaban los colmillos porque los pensamientos no iban dirigidos a la supuesta enfermedad que jamás presentaría sino a la medicina que estaba claro, tenía complexión, altura y otras cosas que harían más énfasis a la situación –Por lo mismo tanto no debes salir Denisse, no hay mejor medicina que quedarte en casa, en cama cuidada de tu familia y ya que estoy acá por fortuna o infortunio tuyo no vas a salir a ningún lado, al menos no hasta que yo quiera esta noche, porque vas a decirme como han estado las cosas por acá y lo que ha estado sucediendo con las ratas rivales- tomé el vaso de whisky –Así que te guste o no, seas adulta o no…- me giré recorriéndole con la mirada –Porque aparentas ser una vampiresa pero sigues siendo la impulsiva neófita, así que esa última opción no es factible- torcí los labios con un deje desinteresado –Dime antes de que empieces con el cuento melodramático que se está llevando a cabo aquí- alcé una ceja –¿Qué clase de medicina ibas a buscar? - de pronto el vaso estalló en mi mano haciendo que la misma se cortase y la sangre se derramo por la misma cayendo de manera lasciva sobre el suelo –Mira hermanita que descuidado he sido- lamí mi mano un poco –Whisky y sangre- hice una ligera mueca de asco –Nunca me ha gustado el sabor de mi sangre, para que querría probar lo mío cuando puedo tomar lo ajeno- llegando hasta ella con velocidad le tomé con una mano de la cintura acercándola a mí y pasando mi mano por su mejilla embarré un poco de sangre desde el final de la curva de sus labios hasta su pómulo afiancé más el agarre tanto así que parecía que mi cuerpo se quería fundir con el de ella y la herida se cerró en ese momento, la mano que sujetaba su cintura subió tentadoramente por su espalda hasta llegar a su nuca y la sostuve con firmeza acercándome a ella y lamí la sangre desde su pómulo hasta llegar a un lado de sus labios y terminar de borrar cualquier vestigio de rojo carmesí que manchaba su pálido y perfecto rostro, di un pequeño beso a un lado de sus labios y le miré divertido a los ojos –Todo sabe mejor viniendo de ti hermanita- susurré con un aire provocativo y acerqué su rostro más al mío acariciándole la nuca son la yema de mis dedos -¿Quieres golpearme? - cuando miré ese color que era sinónimo de ira plasmado en su iris sonreí de lado –Aquí estoy Denisse, golpéame- masajeé con más fuerza su nuca –¡Vamos fiera! - con mi mano libre la tomé de las mejillas apretando suavemente –Contigo todo es lenguaje cavernícola o carnal, es la única forma en la te entiendes- negué –No es mi método preferido pero contigo hermanita es infalible- susurré con algo de rabia y le solté de las mejillas, quería que se enojara conmigo, que sacara toda esa supuesta furia que estaba mostrando contra mí, quería que ella misma me dijera las razones por las que no había respondido mis cartas y yo iba a ser un fiel espectador a su derrumbe para luego convertirme en un celoso escultor dispuesto a reconstruir todo desde el mínimo escombro para volverlo a destruir, era hora de cobrar los años de olvido y la noche… la noche era demasiado joven para ambos.
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Mensaje por Denisse d'Auxerre Mar Jul 15, 2014 10:34 pm

Nos damos bien a la pena y nos imponemos privaciones para curar el cuerpo; se puede, pienso, hacer lo mismo para curar el alma.
George Sand

La eternidad debía de estar jugando celosamente conmigo de una manera exquisita y temible. Estaba poniéndome en frente al demonio del castigo frente a mis ojos dispuesto a azotarme por ser una alma descarriada –al igual que él- éramos de cierta manera muy parecidos y a la vez muy diferentes, una lucha de egos y banalidades en busca por saber quién es el mejor. Definitivamente no estaba dispuesta a perder y contra él tenía mis ventajas sólo necesitaba una señal divina que me alertara que después de doscientos años aún seguían vivas pero estaba segura, mis marcas una vez se clavan en la piel son imborrables y él tenía múltiples cicatrices con mi nombre. Tenté una sonrisa a sus palabras que venían cargadas de labia y golpes fortuitos, las cosas pasarían pronto a otro nivel si me descuido de un momento a otro. Cerré los ojos aguantándome las palabras, no era tan buenas con ellas cuando iban con emociones explícitas en éstas por eso no quería hablarle en este momento era un volcán el que estaba estallando dentro de mí a punto de destruir lo que fuese a su paso consumando la venganza que por muchas noches contra él había planeado.
Los siglos habían pasado y  tal parecía ambos éramos otros, claro, después de su huida fugitiva a Londres dejando un siglo de relación en estas paredes me había refugiado en la depredación de las pieles humanas y no, él, no tenía idea pero conociendo sus métodos de someter todo lo que a su alcance le rodea estaba segura en un cien por ciento que era de la misma manera, quizás no como yo.  El olor del whisky era cada vez más fuerte, me concentraba en esos labios que escupían fuego y me repudiaban, estaba hasta cierto punto feliz de tenerlo de nuevo para fastidiarle la existencia, si no era yo, ¿quién? Solté un poco de aire por mera costumbre al preludio de un drama y negué cuando le oí hablar con arrogancia y le respondí de la misma manera —Entonces vamos a quemarnos en el Hades juntos, Sébs, como los viejos tiempos, ¿recuerdas?  Prometo ser la misma insensible que era, las cosas siguen siendo igual, no te emociones- susurré a su tono exaltado, iba a ser una maldita  hermanita sin pelos en la lengua, la vampiresa que conocía de sus artimañas y juegos. —No te creas, Sébastien- mencioné con un tono despreocupado —He llegado aquí por curiosidad no porque esté fantaseando con que estemos juntos de nuevo- torcí la boca —Aunque, hermano, me has sorprendido un poco, entre tu y yo las conversaciones no duraban más de dos minutos sin después estar sin ropa- le aplaudí con malcriadeza y una enorme sonrisa en la cara dibujada —Al parecer has crecido tanto, no me quedo atrás eh!- exclamé rodando los ojos y me crucé de brazos sintiendo como todo dentro de mí se aceleraba.
Si hubiese sido humana probablemente ya me hubiese explotado cada vena pequeña de la piel, mis labios se remojaron un poco al ser succionados por consuelo con mi lengua negando. No, no le iba a permitir ganar terreno conmigo así que me acerqué a él de manera lasciva tratando de recortar distancias —Me conoces bien, tal cual te conozco a ti. No juego a ser una virgen a la que puedes venerar pero te gusta hacerlo, cualquiera gusta de hacerlo. Mírame- le exigí con una sonrisa —¿Quién no caería? Tú fuiste uno y aunque digas que no, sé que despertarte en ese diván solo, te ha hecho más miserable los días- alcé la ceja y mis manos se fundieron con su ancha espalda y tragué pesado, el llamado de la sangre era doloroso casi como los recuerdos y nuestras palabras.
Jugué un poco más con su tensa musculatura que parecía reconocerme aun con las telas puestas.  Pero el contacto duró poco y él se giró para verme de frente a lo que esperé con ánimo, hasta ahora nuestros ojos no se habían acercado tanto como nuestras palabras —Llegó la hora del desahogo, bien, Sébs, dilo- abrí ambas manos como dando la bienvenida y fruncí el ceño cuando golpeó mi entrecejo y nuevamente me privaba de su infernal cielo dándome la espalda lo que me hizo irritar, parecía que huía de mí y me hizo molestar. Cerré los ojos oyéndole, quería que se desahogara porque yo me estaba quemando por tanto tiempo llevar esto por dentro  apreté los dientes cuando mencionaba de manera palabras claves que se marcaron en mi cabeza. ‘’Unión’’ ‘’Gaél’’ ‘’Felices’’ y entonces abrí los ojos como platos fuera de mis cabales, si había rogado porque el demonio se apaciguara más bien lo había alimentado. —¡¿Qué dices?!- el azul murió en fundición con el rojo amaranto que ardía —No repitas, ¿Qué tienes en la cabeza?- exigí señalándole con un dedo y tragando fuerte —¿Eres capaz?- abracé mi cuerpo a mí misma, él más que nadie sabía lo que exactamente había sucedido con nuestro Sire y aun así se dedicaba a reclamarme su partida hacia Londres. —Esos papeles que dices haber enviado jamás llegaron a mis manos, ni siquiera supe la verdadera razón de tu partida, simplemente, tú sire- dije con rabia lo último —Se limitó a decirme que habías decido partir porque París había dado todo lo que tenía para ti y que era hora de que nuevos olores cautivaran tu paladar- sonreí con aires a desquicio  cerré los ojos —Así que no te hagas la víctima, ni te atrevas a reclamar lo que tampoco sabes y a diferencia de ti, yo no pienso victimizarme- el sabor amargo se apareció en mi garganta inundándome  y dejándome seca, quería beber de él pero me detuve despegué mi cuerpo lo suficiente de su cercanía aun cuando venía tras de mí por eso necesitaba irme.
Como siempre siendo un necio se acercó tanto que las telas de nuestras ropas se rozaron y entreabrí los labios pero el mágico tacto se borró. Él seguía enfrascado en soltar sus espinas y rasgarme, yo me había creado la coraza perfecta y había aprendido a enterrar. Impulsivamente mis ojos volvieron a suavizarse aunque la gana de estrellarle la palma en la cara no faltaron —Prefiero ser una loca demente a un amargado sufrido. Las mujeres de Londres no han sabido controlarte hermanito, tranquilo-palmeé su mejilla —Estás en casa, voy a conseguir cambiar ese concepto- sonreí e ignoré sus comentarios, podría pasar la noche con él discutiendo para siempre, yo solo quería largarme a inundar mi cuerpo con lo gélido de otro para sacarme la rabia que me había provocado ladeé el rostro al notar como tomaba el mechón de mi cabello y yo agarré su torso con ambas manos. —No me ha quedado de otra que refugiarme en el placer, Sébastien, no iba a ser una amargada vampiresa toda mi vida, gozo con diversión con otros, revivo cuando sé que puedo encontrar en otros lo que alguien no pudo darme- relamí mis labios y otra vez volvió a huir de mí.
Le miré hacer el ritual con el látigo y el vaso de whisky, de manera malcriada me imaginé siendo yo la que soportaba esas reprimendas por haber sido una mala niña y negué justo cuando el cristal cedió a  su tacto y la sangre comenzó a mezclarse en el aire. Gruñí a lo bajo y suspiré de formar  rebelde —No te hagas el inocente, sabes qué medicina iba a buscar- un tono burlesco salió con aquellas palabras cargadas de nocivas intenciones —Me gusta descargar mis penas en cuerpos ajenos - aspiré con fuerza el olor a su sangre —¿No lo hueles?- sonreí —Mi piel ha olvidado su propio y se ha tatuado con el que comparto cada noche- pero su agarre me tomó por sorpresa y tensé el cuerpo a su agarre viendo como me manchaba el rostro de sangre y cerré los ojos —Aún puedo sentir mi olor en la tuya- acaricié un poco su cuello mientras limpiaba el desastre que me había hecho y negué —Voy a cazar, hermanito, de pronto y hacer alguna travesura- sentí su beso de lado y ladeé para juntar ambos labios. —No necesito un padre inquisitivo, hago lo que quiero- recalqué mientas relamía sus labios con malcriadeza me afincaba más a su cuerpo quemándome en el acto. Entonces su verborrea cargada de dolor estaba a flor de piel y negué. —No Sébs, antes quería hacerlo, ahora como dices tú- crucé ambas manos encima de sus hombros amarrándolas en su cuello- —Solo con carne se entiende mi cuerpo- confronté sus carmesí con el amaranto de los míos me dirigí directo a por su mejilla hasta su oreja —Dímelo, miénteme y dime que no quieres estallar de placer en contra de mí. Dime que has podido borrar el sabor de mi piel de tu boca y te aseguro que si eres convincente por ser un buen niño voy a compensarte de buena manera, me conoces. No miento. Dime que has conseguido llenarte con otras viendo en ellas mi rostro. Anda, dímelo, dime y aquí se acaba todo.- sentencié con dulzura esperando su respuesta, una que seguramente me llevaría a la locura.
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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Sáb Jul 19, 2014 7:24 pm

Menudencias leves como el aire son para el celoso pruebas irrefutables como un testimonio de las Sagradas Escrituras.
William Shakespeare
Trataba de mantener un rostro sereno pero era imposible, sabía que poco a poco mis facciones se iban desfigurando, me volvería un desquiciado el tenerla de frente, quería callarla a besos, que nos entendiéramos como mejor sabíamos, quería poseerla y llevarla a nuestro paraíso doloroso, a nuestro Edén del placer, pero contaba con tanto orgullo que era capaz de negarme a los placeres carnales e incluso algunos que no solamente significaban eso, nada que debiera discutir con nadie porque era un asunto que solo me concernía a mí, no era un hombre de flores y corazones pero a pesar de poseer un maldito corazón argentado ella sabía darle un toque de calor y viveza y sus palabras solamente hacían que ese endurecimiento se empezara a quebrar, un dique que dejaría fluir todo lo que contenía en cualquier momento ¡No! El gusto no debía dárselo, me negaba y así quedaría ¡Fiera incitadora! Durante un breve momento teniéndola de frente cerré los ojos, ya la naciente furia mezclada con un placer por verla tan llena de arrogancia me ardía en mis orbes azules convirtiéndolas en dos pozos de lava caliente, quería beber de ella, tomar su cuerpo y dejar mi nombre plasmado en cada centímetro de su pálida y tersa piel ¿En qué momento me había vuelto tan desesperado? ¿Cuándo había empezado a perder el autocontrol? Estando con ella siempre me dejaba llevar por los impulsos pero ahora que estaba de regreso la caja de Pandora había sido abierta y todo la locura y delirio por su toque estaba cubriéndome poco a poco, haciendo de mí un Sébastine tan patético que daba pena –¿Emoción? - susurré y tomé de un extremo a otro su delgada cintura apretando un poco, quería romperla por la mitad como si se tratase de una vara fuerte y tierna –No soy un hombre que muestra muchas emociones hermanita y lo sabes, aunque…- abrí los ojos y la miré ceñudo en las penumbras –Volviendo a tener enfrente lo que a pesar de sus palabras desdeñosas me sigue perteneciendo me complace demasiado- susurré en su oído con sumo cuidado y le miré a los ojos acariciando con mi pulgar sus labios y viéndoles atento, saboreé mis labios un poco y pasé mi pulgar por ellos luego sonriendo tan cínico que sabía que sus ganas por abofetearme aumentaban raudamente.

Escuchaba claramente sus palabras pero no me creía ni una artimaña que decía aquella fiera experta, nunca había creído algunas de sus palabras desde que la conocí, era como todas las mujeres que tratan de parecer muros impenetrables cuando internamente sabía que quería gozar como dos demonios lascivos –¿De verdad? - alcé ambas cejas –Eso es un problema Denisse- fingí una cara de tragedia –Aún no has aprendido a mentir hermanita, sé que quieres que te acueste en alguna de esas mesas y haga gozar tu piel con mi piel, con mis toques, con mis besos lascivos, quieres sentir como las corrientes de placer recorren tus entrañas, eso es algo que ni el mejor mentiroso puede ocultar y tú hermanita…- sonreí y negué –No eres tan buena como te piensas- me acerqué a sus labios fingiendo que los mordería deteniéndome al último instante y solo dejando mi boca entreabierta sobre sus labios –¿Lo ves? - alcé una ceja y jalé su labio inferior con la carnosidad de mis labios –Esta conversación ha durado más de lo que crees hermanita porque así lo he querido, de lo contrario…- rocé mis labios en los de ella con más fervor –Todos los empleados y nuestros hermanos estarían escandalizados con tus alaridos mortales Denisse- separé mi rostro del de ella sin soltarle de la cintura y ya mis facciones se tornaron más divertidas. Fui realmente un idiota porque eso no duró mucho su siguiente frase empezaba a despertar la ira en mi ser, el maniaco que gozaba con la sangre, vísceras y gritos de suplica, el dolor me recorría las venas con éxtasis, imbéciles que  no merecían ver la luz del mañana jamás en sus vidas,  gruñí por lo bajo imaginándome a algún osado que se atreviera a tocar su cuerpo, queriendo tener a cada uno de frente a mí para bañarme en sus sesos y su sangre, hacer de sus cuerpos una obra de arte difícil de ignorar, ella sacaba todo el sadismo que se encadenaba como el demonio dentro de mi infierno y sus palabras solamente lo harían explotar en algún punto infinito de “no retorno”.

De reojo miré como sus manos se cruzaron encima de mis hombros, esos toques, arañazos divinos que dejaban la telaraña débil, subí la mano que aprisionaba su cintura delineando su silueta en el trayecto hasta llegar al costado de su escote y rodear con esa misma mano debajo del mismo acercándola más a mí sonreí de lado y negué viéndole directamente a su cielo azul convertido en un infierno angelical –¿Tus marcas en mi piel? - dije con un tono un tanto divertido –No Denisse, eso desde hace tanto desapareció de mi cuerpo y mi mente que…- torcí los labios fingiendo amnesia –Que me es tan desconocido como la ubicación de Gaél- alcé la barbilla sin separarme, tenía que ser convincente y estaba seguro de haberlo logrado.

Un suspiro algo hastiado salió de mis labios, maldita y adictiva tortura, no la odiaba, simplemente me causaba bastante rabia el verla que se comportaba tan cínica, pero después de todo era una de las cosas que más me gustaba de ella la poca seriedad con la que se tomaba los asuntos, en cambio yo la seriedad en asuntos importantes era valiosísima, quizás me atraía la contraposición, no lo sabía y por el momento era mejor que quedara así, sonreí de lado al escucharla –¿Amargado? - negué lentamente con el dedo índice –Déjame confesarte algo hermanita- quité el cabello de su oreja descubriendo su perfecto cuello que parecía tan virginal como su apariencia engañosa que me mostraba, rocé con mis labios su pabellón suavemente al hablar –Mientras estuve en Londres gocé como un adicto a la carne humana y femenina en lo que va de mis más de 400 años- otra mentira más a la lista, pero prefería hacer eso a admitir que tenía razón porque nadie, ninguna mujer daba la talla para mí, me separé de nueva cuenta, agitando su mirada con mis ojos –¿Inocente? - la solté y tomé sus muñecas quitándolas de mis hombros y di dos pasos hacia atrás negando con una sonrisa arrogante –Denisse sabes que ese adjetivo sería el último en mi lista, la inocencia quizás nunca existió en mí- la recorrí de pies a cabeza sin vergüenza –Ni en ti- alcé la ceja desafiándola con la mirada, una rabieta más y la colgaría de esas cadenas que guindaban en el techo. Estaba volviendo a ser una malcriada, esa malcriadez tan absurda que no entendía por veces -¿Padre inquisitivo? - solté una carcajada –No, hermanita- dije con una sonrisa –Yo jamás he querido ser ningún padre inquisitivo para ti- inspiré profundo para restarle importancia a cualquier sandez que saliera de mis labios –Ni tu hermano- dije con sarcasmo lo ultimo –Es simplemente que te comportas como una niña malcriada que quiere atención- entrecerré los ojos –Eso es lo que quieres ¿no? - fruncí ligeramente el ceño –Qué vuelva a ser el mismo papanatas que con solo chasquear tus dedos me tenías rendido a tus pies como un imbécil- doblé la boca de lado –Ya te dije eso acabo y no volverá, se lo llevó el viento junto con todo el deseo que alguna vez tuve hacia ti- era una clara mentira porque cada célula dentro de mí quería reclamarla y llenarla con mi olor, mi sabor, con mi dominancia, la sentía mi propiedad aunque eso pudiera no ser cierto.

Antes de que me separara su proposición me dejó en desconcierto ¿Estaba ella consciente de que lo que provocaba en mí iba más allá de toda maldad que se me cruzara hacerle a su cuerpo? Parecía que solamente se dejaba llevar por lo que sus reacciones viscerales querían mostrarle, pero después de todo su conversión había traído ese maldito premio como algo extra, no le creía su amnesia en cuanto al asunto de que no estaba al tanto de mis cartas o de lo que Gaél había hecho conmigo, era mentirosa, eso ninguna estupidez que sintiera por ella lo cambiaría y tampoco lo seguiría discutiendo porque solamente me causaba más resentimiento hacia su entera existencia –De acuerdo- susurré y caminé inquisitivamente hacia ella tomándole de la muñeca jalándola más hacía mí y quité los cabellos dorados que le caían en el rostro delineando con un dedo su mejilla -¿Quieres que te tomé en este lugar? - alcé una ceja y tomé suavemente su barbilla con dos dedos levantándole la mirada –¿Quieres gozar con mi dominancia y fervor esta noche Denisse? - le miré los labios –¿Quieres que te bese como no lo han hecho desde que me fui? Porque lo sé…- deslicé mi mano por sus dedos, subiendo caudalmente por su brazo hasta llegar a su nuca y jalar su cabello suavemente hacia atrás –Miénteme y dime que alguno de los papanatas con los que te has encamado te ha hecho llegar a la locura como lo hacía yo hermanita- sin pensarlo ni queriéndome detener a hacerlo llevé mis labios a los de ella deseando devorar su boca, hacer de esas estructuras parte de la mía, la solté del cabello y deslicé mi mano por su espalda tomándole de la cadera y alzándola un poco del suelo mientras mis labios seguían besándole lenta y pausadamente llegando hasta la mesa la coloqué en ella y abrí sus piernas deslizando mis manos por el interior de sus muslos levantando un poco el vestido y apretando su piel con algo de fuerzas, gruñí en su boca y jugueteé con su lengua en algunas ocasiones, bañándome con su sabor, con su frio, con su fiereza, sonreí contra sus labios y me separé –Nadie, Denisse, nadie sabe hacerlo mejor que yo y nadie lo sabrá, aunque puedes convencerte de lo contario, puedes engañar a tu mente pero tu cuerpo…- di una palmadita en su muslo derecho y masajeé luego –A esto no le puedes mentir, tu piel clama mi nombre, clama mi cuerpo, clama mi deseo- lamí la comisura de sus labios y negué –Pero no esta noche- tomé su mano y besé sus nudillos dando dos pasos hacia atrás y me crucé de brazos –Ya es hora de que hablemos como los adultos que aparentamos ser… ¿Qué sabes de las fechorías de los de Bordeaux?- fruncí el ceño –Y quiero saber todo lo que sepas porque por mi parte la hora de desquitarme todos los años de rabia y odio hacia ellos apenas comienza y este…- deslicé mis ojos por mi salón de juegos –Será el escenario perfecto para que bramen como los perros amantes de sangre que son- me saboreé los labios mirándole fijo, la cordura había vuelto a mí y el ángel impúdico estaba encadenado en su cielo de perversión.
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Mensaje por Denisse d'Auxerre Dom Ago 03, 2014 12:34 am

El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.
Alexander Pope
 
Mis ojos no se despegaron ni un segundo de su cielo vuelto infierno, éramos dos demonios sin poder saciar el ahogo del fuego pero era claro que ni hoy ni nunca volverá a apagarse. Solté el aire que no necesitaba en busca de más drama para aquella ‘’pequeña’’ discusión. Entre él y yo las cosas siempre eran así, solo que se me había olvidado, la ausencia que en su presencia en la mansión quedo hace doscientos años era efímera en comparación con las ganas de querer tirar todo por la borda y hacer un borrón y cuenta nueva, cosa que, es imposible, en mi lista de cosas por tener su nombre había sido tachado para siempre y era otro quien ocupaba su lugar, mi querido hermano, mi Sébastien  que siempre pertenecería a mí sería solo un muñeco más que jugó mi juego en un tétrico espectáculo que por desgracia, para ninguno de los dos terminó bien. Cerré los ojos apretándolos, quizás esto era lo que necesitaba, despedirme de él y  todos aquellos recuerdos que algún día hicieron alguien diferente a lo que era ahora, ¿él me reconocía? Creo que no, tenía la perfecta y maldita imagen que quería que se guardara de mí porque así es mejor.
Aunque me ardía que fuera así entre él y yo nuestros cuerpos no estarían ni un centímetro a estar tan cerca de como realmente ambos lo queríamos. Un ojo se abrió para reconocer su juego. Esperaba que él también lo entendiera, de mi parte todo había acabado y claro, las cosas serían para él un averno, porque sería yo quien se lo recordaría de la manera más dolorosa así como cuando me dejó tiempo atrás para que buscase placer en pieles inglesas. Sería la sal de su herida que, cuando buscara sanar estarían mis dientes, mis garras, mis labios, mi piel, para abrirla sin piedad y hacer que rogara por jamás haberme conocido en su defecto haberme dejado como él lo había hecho. Puedo ser el demonio, hija de la lujuria encarnada pero cuando me lo propongo la pesadilla de cualquier, incluyendo la de mi querido hermanito. Todo deje de deseo logré reprimirlo aunque era difícil, debía de admitir que amante como él no había podido encontrar pese a que tenía el candidato perfecto y vivía en nuestro mismo techo. Faltaba de unas cuantas cosas más y podría dar fe de ello, mientras tanto él serían quien encabezaría mi lista por un buen tiempo.
En un momento creí que mis fracciones se perderían en sus palabras, por un momento fui solo yo en esa habitación, donde claro, no lo estaba. Quizás él pudo notar la ausencia de mi presencia, el ablandamiento de mis gesticulaciones, la falta de palabras al querer contradecir las suyas y relamí mis labios sonriendo de lado negando, no podía dejar de verme ante él tan vulnerable, si iba a despedirme de él no quería que fuese así, sino que una de las maneras que mejor sabía hacer. De volverme la vida a punta de gemidos, aunque  no sería ni aquí ni ahora, por el momento sería la hermanita caprichosa que quiere que den todo lo que pide sin excepción alguna, y que mientras sería una maldita molestia, no esperaba que él lo entendiera así serían las cosas. —¿Terminaste ya tu ridículo recital? - le miré de pies a cabeza —Me están comenzando a dar dolor de cabeza tus palabras, Sébs, recuerda, tengo problemas con mantener la atención en una sola cosa- torcí los labios mintiendo, era imposible —Y tú, con tus palabras que no guardan relación con nada me están aburriendo. Entiende, no te quiero cerca de mí, aunque claro sé que tú así lo deseas, veremos qué hacemos para ese pequeño problema, Sébastien- seguían las falacias saliendo de mi boca y sabía que mi cuerpo de mostraba lo contrario, realmente sí lo deseaba.
Su tacto bajo mi brazo y después su agarre me hizo soltar un leve jadeo -¡maldito!- dije en mis adentros con el ceño fruncido y negué a sus palabras, no volvería a tocar el tema de nosotros dos, quedaría olvidado y enterrado. —Creo haberlo dicho, no quiero nada tuyo- sonó débil y vino tardé mucho en acortar las palabras cuando ya nuestros labios estaban unidos de nuevo, devorándose sin darse tregua alguna. Mis manos se enlazaron detrás de su nuca y el agarre fue más violento de lo común, justo como ambos sabíamos hacerlo. Sus manos se colaron a mis muslos y pronto dejé de tocar el suelo, quise separarme pero todo se sentía demasiado bien en aquella postura y el metal frío se fundió a mi piel cuando choqué con ella en donde me sentó y tiré de él con fuerza para estar sin separarnos.
Sabía duraría poco, se aprovechaba de mi piel y daba sorbos cortos de ella, porque si la degustaba con rapidez podría morir de una sobredosis, esa era su condena y yo me aseguraría de que se cumpliera hasta que lo quisiera —No seas idiota y ya deja de jugar- fruncí el ceño repitiéndome cientos de veces que entre ambos no había un ‘’nosotros’’ nunca más y que por supuesto no valía la pena seguir con la jugarreta. Cruzando la pierna y meciéndola de arriba hacia abajo me limpié los labios con todo el dorso de la mano como si lo que hubiera pasado fue lo peor que hubiese probado y asentí chocante a su proposición de finalmente jugar a ser grandes, la idea no me parecía pero tenía que adaptarme a lo que había. —Pues las alimañas regresaron a París, tengo en cuenta tres de ellos- mis ojos se volvieron algo sombríos. —Tengo que comentarte que Dorian tiene un hermano gemelo- dije con la rabia brotándome por los poros —Y esa calaña, es un de Bordeaux- rodé los ojos —Lastimosamente me he dado cuenta de la peor forma, así que él es mío.- murmuré enterrando las uñas en el metal de la mesa haciendo un sonido horrendo —Tiene descendencia, ¿sabías? Y robó el anillo que Gaél me entregó cuando me transformó- alcé la ceja y el amaranto se dibujó en mi piel, solo pensé en venganza en ese momento, cualquier deje de deseo se borró —Por suerte Adriel, Dorian y tú y obviamente yo estamos trabajando en hacer algo por esta familia, diferentes maneras pero mismos resultados- soné fastidiada —Ahora…- mordí uno de mis dedos mirando una de las cadenas que colgaban del techo —Me preocupa alguien más y creo que tú también deberías de estarlo- pensé inmediatamente en Brönte, nuestro hermano de sangre real y una sonrisa malévola se dibujó en mi rostro, Sébastien desconocía de su existencia y la conocería de la peor forma. —Tengo a alguien a quien presentarte, Sébs. Alguien a quien amo- soné tan bizarro que dio miedo —Y que protejo con el alma obsesivamente, un d’Auxerre al que no conoces- bajándome con velocidad sobrehumana de la mesa de tortura susurré a su oído y robé un corto beso de sus labios saliendo de ese cuarto como ráfaga de viento dejándole atrás, era hora de que conociera al pequeño de la casa, al perro de los d’ Auxerre y lo mejor estaba por venirse.
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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Dom Ago 24, 2014 3:52 pm

La fuerza y el engaño son, en la guerra, las dos virtudes cardinales.
Thomas Hobbes
No entendía de razones, tampoco se las iba a mostrar, era demasiado orgulloso y con la rabia que me consumía la boca del estomago y cada una de las venas que componían mi ahíto cuerpo eso era algo demasiado efímero, lejano para mi forma de ver, si lo hacía le daba ventaja en todo aquel juego que se había llevado a cabo entre los dos desde que ella llegó a Roham siendo una inexperta, una pequeña neófita que me sacaba de mis casillas, a la que envidiaba, tenía celos porque Gaél la había condenado junto conmigo a una eternidad llena de altibajos, lo había presenciado, su forma de poseerla, de lastimarla, de hacer de ella una rosa negra que hería a su paso, que quería succionar el néctar de todo aquel que quisiese conocerla más allá de unas inocentes palabras y luego estaba yo, era un maldito genio, un brillante idiota que no había podido olvidarla, me inmiscuía en otras pieles, desquitaba todo mi resentimiento en las pieles de otras mujeres, fervientes e insípidas, nada como ella, era el agua de mi manantial, un manantial que poco a poco se secaba pero yo aún me aferraba a beber de lo poco que quedaba ¿Hasta cuándo lo soportaría? Me crucé de brazos y la miré fijamente un tanto divertido, sabiendo que como la típica y la siempre orgullosa que era podía escupirme fuego como un hermoso dragón y no se hizo esperar no había que ser muy listo para premeditar su acciones, su fiereza, su arrogancia plasmada en ella oculta por la apariencia de una bella mujer con la seducción emanando de los poros de su exánime cuerpo, sonreí divertido cuando miré como se limpiaba con un falso repudio el sabor de mi boca sobre sus labios –Es la única manera en que entiendes- me pasé la mano por el cabello peinándome –Con juegos, con tratos de niña ¿Cuándo maduraras Denisse? - alcé la ceja viéndole fijo a los ojos -¿Cómo pretendes que te trate como la adulta que aparentas ser si sigues siendo inmadura- me señalé con el dedo índice la sien, no había necesidad de aclarar a lo que me había referido, bajé la cabeza y caminé hacia las cadenas alzando mi brazo y tocándolas viendo como se habían oxidado algunas con el paso de los años, debía reponerlas porque odiaba la suciedad y lo que no era impecable a mi alrededor debía desaparecer, fruncí el ceño y me miré los dedos algo teñidos de oxido y los limpié los unos con los otros molesto –¿Así que las ratas han regresado a apestar con su presencia todo a su paso? - tensé la mandíbula porque les tenía un odio irracional, los deseaba, estaba deseando tener sus vísceras en mis mesas, su sangre haciendo líneas exquisitas y placenteras en el suelo de mi salón, deseaba cortarlos con el mayor de los gustos existentes, lo siguiente me dejo algo estupefacto pero sin cuidado, no me interesaba el gemelo de mi “hermano” su existencia no representaba ninguna ventaja, solo lo podría ocupar para escucharlo bramar como perro amante de sangre, más allá de eso no existía para mi sentido –No te preocupes, no me interesa el gemelo de Dorian aunque…- me di la vuelta viéndola con un aire de venganza –Podemos jugar con él a pintar de un color más vivo las paredes de aquí, hermanita- susurré con aire de maldad -¿Descendencia? - suspiré y me rasqué la ceja porque su oración tenía dos puñales que me estaban perforando –Dato extra y de mucho interés, aunque un vástago- sonreí de lado –No es de mucho desafío y sobre todo pudiendo ser un debilucho de carácter y de cerebro como todos los de su familia- me relamí los colmillos con un lado de mi cara oculto por la oscuridad que nos acobijaba a ambos.

Caminé hacia ella escuchándola sin verla enteramente no había necesidad de aparentar interés en ese momento -¿Cómo te robó el anillo? - murmuré sin poder ocultar mi molestia, una ira nacía como roca caliente dejándose caer en mi piel, ese tipo viviría dentro del propio huracán que había formado -Sabes lo que eso significaba a pesar de que el que te lo dio es un bastardo arrogante- negué lentamente –Que descuidada has sido- me paré frente a ella toándole de la barbilla para levantarle la mirada –Y así esperas tanto- susurré fríamente tomando mi abrigo y le solté dándole la espalda de nuevo, lo colgué en mi antebrazo y me acomodé la corbata y las mangas de la camisa frente al espejo de cuerpo completo –Por el momento tengo citas concretadas para dejar que el trabajo sucio lo hagan manos ajenas, solo me interesa que desaparezcan uno a uno y borrar la suciedad que representan, pero no todo se hace a la ligera hermanita- le miré de reojo –Espero estés siendo cuidadosa esta vez- sonreí de lado y me coloqué el abrigo encima –¿Alguna novedad que me interese además de esos bastardos? - me quedé parado a un lado de la puerta -¿Sabes la ubicación de tu sire?- alcé la ceja –Debes saberlo después de todo el entendimiento entre ustedes va más allá de un lazo sanguíneo-me mordí la lengua y tensé los músculos de los brazos por las escenas tan precarias que se dibujaban en mi mente, ese maldito debía pagar caro lo que me había hecho y era otra cosa a tachar en mi lista de regreso.

Ella de inmediato se levantó haciendo que mi boca se hiciera agua por su cercanía y el contacto intimo entre nuestros labios casi logró que mis manos volvieran a ser débiles y la tomaran para llevarla a mi habitación y finalmente concretar lo que había estado deseando toda la charla, pero de nuevo mi orgullo era el más fuerte y de cierta manera eso me protegía de todo juego al que me quisiera someter, su frase “alguien a quien presentarte” hizo que mi entrecejo se frunciera, me saboreé los labios y miré al suelo pensando de quien podía ser, yo no me preocupaba por nadie que no fuera mí mismo y ella, aunque eso ultimo solo era menester mío, claro que tenía un sentido de la protección hacia los demás d’Auxerre pero jamás lo sentí tan propio como con ella –Espero no sea una de tus jugarretas Denisse- me apreté el puente de la nariz –Eso juegos poco meticulosos de palabras que has estado usando me están dando jaqueca- hice una mueca fingida de dolor pero fue cuando dijo algo de amor y un d’Auxerre al que no conocía ¿Qué estaba pasando? Yo conocía a todos los miembros de la familia, así que esa posibilidad se esfumaba, debía ser un neófito o neófita, ahora teníamos que cargar con un nuevo, nunca eran suficientes vástagos en mi familia, odiaba cada que escuchaba que había una nueva creación, no debía ser muy viejo y eso era una molestia por lo que se estaba construyendo con rapidez en París, debía ser hermano o hermana de sangre de Adriel o Dorian en ese primero todo parecía favorecedor, Adriel se había encargado de Denisse y eso era un aditivo al respeto que le tenía, era el único por el que sentía ese lazo sin compartir sire en su totalidad, suspiré cansado y tomé el picaporte de la puerta tranquilamente saliendo de mi salón no sin antes darle una mirada orgullosa y me metí las manos a los bolsillos siguiéndola, mis ojos no se apartaban de su figura a pesar de que estaba jugando a ser niña en casa de muñecas y en un impulso tomé velocidad  subiendo al segundo piso, llegando hasta ella y tomándole del codo con algo de fuerzas haciéndola girar -¿Alguien a quien amas? - sonreí irritado -¿Quién? - estaba empezando a ser posesivo -¿Tendremos que acabar con él tan pronto? - susurré y la jalé hacia mí –Pero no me sorprende- la solté metiendo un mechón de su cabello por detrás de la oreja –Eres tan dadivosa para dar amor que me sorprendes, hermanita- incliné mi rostro cerca del de ella y le recorrí con la mirada –No me interesa conocer a nadie- susurré con tono seco y fue cuando se hizo escuchar el estrepito de la puerta del living y mis ojos automáticamente se dirigieron a ella, esa energía me carcomía los huesos, me ardía en las venas y casi me hacía llorar de la intensidad, como cuando la miré a ella por primera vez, tensé la mandíbula y abrí los ojos un poco viendo una figura masculina que estaba haciendo arder del frío a mi tempano de hielo.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Mar Ago 26, 2014 6:03 am

"La vida, fotografía del número, posesión en las tinieblas
(¿mujer, monstruo?), la vida, proxeneta de la muerte,
espléndida baraja, tarot de claves olvidadas que unas
manos gotosas rebajan a un triste solitario. "





Su costumbre natural al llegar la noche era pasar las horas en la biblioteca de la Mansión familiar, ni siquiera él sabía cuántas noches había pasado en aquel lugar, sentado en el diván de cuero, con sus piernas cruzadas con comodidad, disfrutando de tres de sus mayores placeres; la lectura, un licor añejo y el silencio. Todos sus hermanos sabían de su manía acerca de su momento de tranquilidad, aunque en su mayoría respetaban su deseo de permanecer solo, frecuentemente era buscado por sus hermanos para alejarlo de sus “horas muertas”. La persona que más solía incordiarlo era su hermana. Denisse era como uno de esos niños a los que hay que dedicarle tu más absoluta y dedicada atención. Ella absorbía todo el tiempo que consideraba necesario, exigiendo que se alabase su persona y se hiciera todo lo que ella deseaba, de la forma que deseaba y como ella lo indicase. Madona malcriada, sí, pero terriblemente hermosa.

Sin embargo había noches en las que su tranquila persona se volvía ansiosa, necesitando la compañía de otros. A pesar de lo que pudiera parecer, él no era un ser antisocial. Acudía a reuniones de alta clase; bailes enmascarados, conciertos u obras de teatro, sesiones interminables de debates en los diversos grupos masculinos a los que se había abierto un espacio para conocer todas las nuevas ideas que inventaban esos astutos humanos. Le divertía ver cómo todos esos eruditos idolatraban el pasado o lo criticaban tan duramente que cualquiera podría decir que realmente vivieron en un tiempo así. Más, era todo lo contrario, meras suposiciones de mentes aún demasiado jóvenes y soñadoras que con el tiempo, la falta de dinero y la toxicidad de la sociedad, los volvería seres amargados destinados a pensar nuevos términos con los que enriquecerse a costa de nuevas filosofías para los jóvenes.  

Pero en algunas ocasiones, unas tan escuetas que podría contarlas con los dedos de su mano, él ansiaba más. Para alguien tan cambiante como él, ése más podía significar cualquier cosa. Sólo hacía caso a su instinto y a la ansiedad devoradora que crecía cada vez más en su interior. A veces se preguntaba si sería algún defecto de su sangre, pues no había conocido un vampiro tan egoísta, avaricioso y voraz como su maestro. El vampiro no sólo lo había convertido, sino que le había mostrado un mundo tan distinto, en el que él podía ser el rey de todo lo que tocase, que había quedado profundamente marcado por su personalidad. Fue la primera persona que vio algo más en él que un mero despojo humano o una pieza manipulable que colocar en el tablero de ajedrez sólo para salvar a una ficha.

Ése calor abrasador había llenado su cuerpo desde el mismo instante en que despertó. Las ansias de devorar la vida de humanos habían sido tan intensa, que se dobló con dolor sobre su estómago, teniendo que susurrarle a su demonio que le diera tiempo para asearse y cambiarse antes de darle aquello que pedía. Corrió como alma que lleva el diablo, siendo uno de los primeros en, no sólo vestirse perfectamente, sino en bajar las escaleras centrales de la Mansión para simplemente saltar sobre uno de sus caballos  y partir al galope. Sabía que había dejado a los criados con la boca abierta por la sorpresa y eso lo satisfacía, a veces, una parte muy oscura de él, sonreía cuando todos lo miraban con incredulidad. Como si el comportarse con brusquedad, maldad o incluso presura no fuera algo acorde con su personalidad. Las pobres criaturas no sabían que todo lo que veían era sólo una máscara. Una pesada losa de piedra que había creado para ocultar lo que realmente era. Ni siquiera sus hermanos sabían cuál era su verdadera personalidad, porque él era alguien atroz. Se atrevió a ser él mismo con Gael, pero la imagen que percibió de sí mismo lo perturbó tanto, que jamás volvió a dejar libre a su “bestia”.  Su maestro no había estado satisfecho con ello, pero cuando lo dejó en la Mansión con los demás, le advirtió que jamás volvería a verlo hasta que no mostrara su verdadera cara. Hasta ahora, él había conseguido mantenerse a flote entre su locura recurrente. Pero había días en los que sólo deseaba mandar todo al demonio y ser quién era, pesara a quien le pesara.

Esta noche había dejado a la bestia sacar su hocico fuera de la puerta que había hecho. Sólo recordar cuántos cuerpos había seducido, cuantas bocas había besado o lo habían besado, se echaba a temblar. Dulce néctar cayendo sobre su cuerpo; sangre, sudor y lágrimas. El intenso olor de los dulces líquidos que sus amantes le habían obsequiado después de su orgasmo. Tantas horas perdidas entre cuerpos que jamás recordaría de nuevo. Nombres perdidos entre gemidos que no volvería a pronunciar. Descaro y decadencia mezclado con el amargo opio. Durante unas horas, no pensó en quién era, a quién no pertenecía y quién no lo quería. Sólo él, su bestia y cualquiera que quisiera meterse en medio.  

Después de saciarse, sólo se separó de los cuerpos cansados por el arduo ejercicio y la falta de sangre que tenían todos ellos. Sólo tuvo que dejar un montón de billetes en la mano de la dueña del local. Por supuesto, como buen hombre de alta clase, se bañó y limpió su cuerpo de todos los olores ajenos que no deseaba llevarse con él. Uno podía buscar una botella de vino barato una vez, incluso emborracharse con ellas si se era humano, pero no te la llevabas a casa con una sonrisa orgullosa. La basura se dejaba atrás.

Se vistió con la ropa que había ordenado comprar a uno de los muchachos del local. Todos sabían lo que él deseaba cuando llegaba con esa mirada azulada cargada de hambre. La dueña del burdel lo llevaba a la planta alta y después de librarse de los clientes, preparaba a todos sus chicos y chicas para él, junto con un gran baño de agua cálida, numerosos jabones y ropa de alta calidad recién comprada. Solía dejar pago un modelo completo en su tienda favorita sólo para casos de emergencia como estos. Así, cuando abandonaba el recinto, dejaba atrás una pequeña parte de él con su fachada intacta.


Pero hoy parecía ser un día maldito en su historia personal, pues cuando llegó a la Mansión familiar, montado en su caballo con una pose orgullosa, los criados se apresuraron a ayudarlo e informarle que tenía una visita de un familiar. Su ceño se frunció, pensando en quién podría haber llegado. Quizás fuera el creador de Dorian,  cosa que le agradaría ya que su hermano había hablado con él con cierto respeto. Para alguien tan libertino y siempre despreocupado como su amado hermano, eso sólo quería decir que el vampiro debía ser una criatura excepcional.

- Atended al caballo, he dado un largo viaje con él y debe estar sediento. – Le dio una sonrisa cordial al mozo de cuadras y se preguntó si habría sido contratado por Adriel. El muchacho era hermoso y tenía una complexión física fuerte, era uno de esos hombres que deseabas desnudar sólo para ver si sus músculos eran realmente tan hermosos como parecía insinuar sus desgastadas ropas. Cuando se dio cuenta de que sus ojos estaban fijos en el chicho, haciéndolo retorcerse de incomodidad, apartó su vista y se quitó los guantes y el sombrero para alejarse de allí sin cometer ninguna idiotez. ¿Qué demonios pasaba hoy con él?. Nunca había estado así de descontrolado desde que Gael había estado a su lado. Sólo esperaba que su visita nada tuviera que ver con su maestro. EL vampiro no era uno de esos hombres paternales que hiciera visitas a sus hijos para llevarles un regalo y preguntarles por su vida. Era más bien de llegar, matar a tus amantes y meterse en tu cama para violarte.

Uno de los lacayos se hizo cargo del sombrero y sus guantes, felicitándolo por su ropa nueva. Sus botas altas y negras con el borde marrón, hacían juego con sus pantalones beige oscuro y su chaleco negro atado en uno de sus costados con botones negros. Su camisa blanca hacía que su corbata marrón contrastara contra la tela. Era un reflejo de riqueza, seguridad y dominio. Un perfecto caballero de alta clase que caminaba con seguridad hacia la puerta de su Mansión.



Cuando te das cuenta de que no puedes explicar ese sentimiento, Prepárate.




Pero cuando los sirvientes abrieron la puerta, todo su cuerpo se detuvo, quedando completamente rígido ante las escaleras centrales que enfrentaban la puerta de la entrada. Se sintió como si le hubieran asestado un poderoso puñetazo en la boca del estómago. Sus colmillos se deslizaron en el interior de su boca, listos para el tirón poderoso que había calentado su sangre en un instante. Sus ojos azules brillaron con la intensidad de un ser de la  noche, acechando con una mirada intensa y hambrienta al hombre que había sacudido a su bestia interior. Durante un instante, uno breve y fugaz, creyó ver a su maestro allí.

Se adelantó tres pasos, caminando hacia él como una criatura hipnotizada por verse reflejado en otro ser. Eran tan parecidos, pero a la vez tan diferentes, que apenas pudo hacer frente al canto de sirena de su sangre. Uno que sólo había sentido en presencia de Denisse o Gael. Se detuvo en la parte inferior de la escalera y le dio una mirada altiva y segura. Toda su espalda se enderezó con elegancia, casi como el movimiento de un felino dispuesto a saltar sobre su presa. Aunque aún no entendía si lo que deseaba era comérselo o lamerlo de pies a cabeza.

- Denisse, tan hermosa como siempre. Ése tono rosado realza la exquisita palidez de tu piel.- Sus ojos se separaron del hombre con renuencia, centrándose en la persona que había considerado hasta hacía unos segundos, como la única capaz de acariciar ésa parte que ocultaba en su interior, con tan sólo estar cerca de ella en la misma habitación. Su hermana realmente parecía un ángel, aunque él prefería llamarla sirena. Era una criatura mitológica más acorde con su devastadora personalidad. Ella era su reina, la mujer capaz de ahogar a todo hombre que se atreviera a bañarse en sus ojos azules y escuchar el cántico de su voz. Pobres marineros, pobre de ellos. Pobre de él.

- Hermano.- Dijo con un susurro mientras realizaba una reverencia cortés  para ambos, mientras se alzaba de nuevo y miraba al hombre que llevaba su misma sangre dentro de su cuerpo. Muchos decían que era estúpido, pero él reconocía que tenía una debilidad hacia la sangre de Gael, su maestro le había enseñado que era un perro dispuesto a hacer cualquier cosa por él. Por ella. Por su familia. Sólo un D’Auxerre podría sacudirlo así, sólo uno con su misma sangre.

Bienvenido a casa.- Dijo con una mirada fría, apartando sus ojos de él como si de repente hubiera perdido todo interés por su persona y lo que lo había llevado allí. Tenía que alejarse con rapidez de ése dúo. Ya le costaba demasiado controlarse cuando Denisse estaba cerca de él, tener a dos personas calentándole la sangre, iba a ser un maldito infierno. Felicidades Brönte, feliz jodida navidad. Maldito Gael y sus sorpresas.
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Mensaje por Denisse d'Auxerre Sáb Sep 06, 2014 12:07 am

Odio al cinismo más que al diablo, a menos que ambos sean la misma cosa.
Robert Louis Stevenson

Me quedé un rato quieta como esas niñas que son descubiertas haciendo travesuras. Él siempre tenía esa peculiaridad de hacerme sentir de esa manera, expuesta. Escuché sus quejos y de nuevo me repetí en varias ocasiones en la cabeza –Tranquilizate Denisse, este tonto que tienes como hermano no es más que un hablador- una y otra vez hasta que me convenciera que no quería estar bajo sus garras aunque no podía negar que sentía como la piel se me despegaba del hueso para irse tras él, era patético. Cerré los ojos contando hasta diez mientras movía los pies de una lado al otro meciéndolos en aquella mesa donde muchas veces había corrido la sangre de más de algún inocente. Pasé una mano por la misma notando como la frialdad de la textura se pegó y fruncí el ceño. Pensando en cuál sería la forma correcta de hacerlo explotar. Desgraciadamente mi querido Sébastine conocía hasta el último de tus secretos y sabía el punto preciso en el cual podía hacerte perder la cabeza sonreí maliciosamente para mí misma mientras él y su bla, bla me ponían de un mal humor y fue cuando comencé a hacer memoria, el desconocía la existencia de Brönte, el menor de los tres vástagos de Gaél.

—Sébastine- susurré su nombre —Basta- inquirí con voz de aturdida a media morir y fruncí el ceño por sus regaños, nunca se le quitaría el complejo de padre protector.  —Sabes que actúo como mejor me convenga. En un momento puedo ser un volcán y quemarte y después un maldito témpano de hielo que no te dejaría ni respirar- alcé la ceja murmurando con ironía —¿Cuándo vas a dejar de querer comprenderme?- cruce la pierna —Soy una vampiresa que solo tiene como objetivo una sola cosa- entrecerré los ojos y me tiré una pequeña carcajada —Bien, dos- corregí rápidamente —En la primera siempre nos hemos entendido bien, hermanito- rodé los ojos —Y la segunda es la razón  que mantiene unida este familia- miré los dedos de mi mano y torcí la boca en señal de cansancio asintiendo a su manera de interrogarme sobre las ratas podridas de los de Bordeaux —Han vuelto.- le aseguré con frialdad y sonreí casi sin poderlo evitar. De cierto punto amaba la manera con la que él destilaba su odio por ellos, sus manos trabajando en hacerlos pedazos serían una terrible obra de arte.

Esa era una de sus virtudes, cautivarme con esa maldad al despedazar  a los enemigos, justo como cuando lo espiaba en este mismo lugar al desangrar a sus víctimas y cortarlos en pedazos. Era un demonio. —Sabes que siempre he sido fiel creyente de tus ideas para torturar a la basura- le aplaudí sus palabras y mi vista se ennegreció —Lo quiero en bandeja de plata, servido antes del té de las nueve- susurré volviendo el azul a mis ojos en uno más frío y suspiré bajando el vestido —¿Qué mejor que ir por la sangre de esas escorias? Aunque claro que no es el golpe de gracia que me gustaría darle a Lorian- repetí su nombre haciendo una cara de asco. Mis ojos estaban fijos en él, me recordó los viejos tiempos, juntos planeando hacer de las nuestras en París. Sacudí mi cabeza rápidamente, me había prometido que nada de sentimientos, él se había encargado de sacudirlos y enviarlos directo por el caño sin boleto de retorno. Y nuevamente el papel de padre volvía a resaltar en él, lo detestaba. Además, no quería a un padre, quería a mi hermano el incestuoso con el que podía hacer estallar las paredes de gemidos.

 —No me regañes por ese anillo- soné fastidiada —Pasé una semana completa en ello. Claro para esas alimañas no será de utilidad pero, Gaél se lo merece- fruncí el ceño —Por ahora lo único que quiero es explotar-  susurré asintiendo —No tropiezo dos veces con la misma piedra, Sébastine. Esto se está hundiendo si no unimos fuerzas por muy ridículo que se escuche, no podemos trabajar por separado. Por una parte es bueno que hayas vuelto- solté sin reprimir una sonrisa pero la misma se esfumó haciendo de mi cara un feo monstruo por mencionar a nuestro creador, el maldito Gaél y fue cuando justo pensé de manera retorcida buscar a Brönte, siempre buscaba pasar el dolor a través de otros, ése era el origen de mi maldad —Si te sirve de consuelo pasé la noche bajo sus sábanas ayer- rodé los ojos cuando le tomé de la camisa apretándola y robándole un beso —Casi saben igual- sonreí  desproporcionalmente a la ira que nacía en el medio de mi pecho y fue cuando por fin salí de aquella habitación avanzando por el pasillo corriendo por las escaleras.

Mi libertad fue presa de su mano, duré poco suelta de su yugo cuando me hizo estar en un movimiento rápido de frente a él. Entreabrí los labios a sus palabras y acaricie sus mejillas, me mostré dócil sólo para engañarlo una vez más. Asintiendo a sus palabras sonreí —Lo cuido locamente, es como una obsesión con proteger su cordura- revelé contra sus labios no por hacerlo sentir celoso sino porque era la verdad, eso era mi pequeño hermano, mi protegido. —No podrías- susurré en su boca —No tendrías la fuerza suficiente para  hacerle daño- sonreí con autosatisfacción cuando justo la puerta se abría y no podía ser todo perfecto como estaba sucediendo. Su energía inundó el lugar, tan potente que quise saltar directo a su cuello pero que contuve. El azul de los ojos de Sébastine se fundió contra el mío y luego su vista se perdió en Brönte. Sonreí escuchando la voz masculina que desde abajo alababa mi atuendo, definitivamente Sébastine debería de aprender algo de él. —No podrías tocar a nuestro hermano. Hijo de Gaél- susurré tomando con ambas manos su rostro y besé sus labios con impertinencia incluso una mortalidad ponzoñosa con lengua y me separé de él soltándome de su agarre, comencé a bajar las escaleras una a una dejándolo atrás mirando los ojos del pequeño Brönte recortando uno a uno los escalones.

Y cuando justo estuve de frente a él sin dudarlo besé sus labios compartiendo aquella saliva que hace unos segundos en aquel beso había Sébastine obsequiado. Me separé lentamente observando hacia arriba a mi hermano el mayor, mi ex todo. —Gracias- mil años después agradecí por el cumplido del vestido y abracé el torso de Brönte como si de un oso de felpa se tratase —Ahora oficialmente se conocen. Vamos Sébastine, no seas tímido. Di algo- enderecé la espalda extendiendo ambas manos sonriendo con cinismo porque ahora en adelante me había convertido en  la mujer de judas.
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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Lun Sep 08, 2014 6:31 pm

Lo verdadero es siempre sencillo, pero solemos llegar a ello por el camino más complicado.
George Sand
Desde mi altura le miré a esa vampiresa fiera que era mi “hermana” ¡Qué va! Nada era así, pero el incesto era emocionante y jamás había sido alguien que goza de las penas, era un maldito descarado cuando me lo proponía y nadie se atrevía a cuestionarme, sentí sus delgadas y frías manos en mis mejillas sin mostrar ni una pizca del deseo que provocaba en mi cuerpo -Deja de jugar a ser la protectora incansable, Denisse- susurré de igual manera sobre sus labios la tomé de las muñecas con algo de fuerza –Parece que no me conoces- confesé mientras simulaba que iba a morder sus labios –¿Se te ha olvidado que en tierra del diablo los ángeles no tiene voz ni voto? - alcé una ceja y rocé mis labios con los de ella –No hables por mí- susurré y les sostuve de la cintura con fuerza pegándola a mi cuerpo manteniendo la pequeña pero imponente distancia entre nuestros rostros, fui realmente un tonto, había llegado la noticia como balde agua fría ¡Maldita zozobra! ¿Acaso era lo que se me estaba cruzando por la mente? ¡Lo destrozaría poco a poco dejando sus entrañas en mis mesas de tortura si era así! ¡Maldito Gaél! No podía creer que si lo que se estaba cruzando por mi perversa mente era cierto, pudiera meter a otro vástago a la mansión, mandándome a mí como un perro miserable a Londres y así él crear una manada de hombres y mujeres que gozaban de lo mismo que me había concedido a mí, apreté los dientes sintiendo que los colmillos me palpitaban, ya no éramos dos, ahora éramos tres, tres insulsos que habían caído en las garras de ese desgraciado que me había regalado la inmortalidad, otro dedo más que estaba siendo ocupado en mi mano y quizás allá afuera hubieran otro idiotas que habían sido engañados por su habilidad para seducir ya sea físicamente o a través del otro placer que me hacía gozar, el dinero, me había alejado de la vampiresa que era la dueña de mi cama y otras cosas más las cuales no eran necesarias de mencionar y ahora esto, un hermano varón que compartía sangre conmigo, le miré de reojo a ella lo más seguro es que ese “amor” que decía tenerle también tenía que ver con el buen aspecto de ese ser que estaba abajo en las escaleras, suspiré y cerré los ojos tratándome de tranquilizar, si era así me encargaría de cortarlos en pequeños cubos para dárselos a los perros en luna llena, si yo no podía tenerla, nadie tenía derecho de tocarla, siempre me iba a pertenecer, ahora más que nunca, ahora con mi llegada todo iba a caer en la marca que había dejado, las piezas se moverían en este ajedrez en el cual yo sería el ganador –Deja- susurraba la voz de la razón en mi cabeza, tenía que dejar de ser tan posesivo, ella ya no me pertenecía, esas emociones que alguna vez habíamos compartido se habían desvanecido y ahora me traspasaba las entrañas y los huesos una desconocida e intensa, ese vampiro que había entrado era el dueño en toda la extensión de la palabra de eso que estaba experimentando.

Tragué pesado y alcé la barbilla mirando al vampiro, quizás había sido paranoico y no era mi hermano de sangre, tal vez solamente era la fuerza de nuestra naturaleza la que me estaba aturdiendo, apreté los puños, había algo muy en mi interior que me decía que estaba totalmente errado, no me podía equivocar en ese tipo de llamado, en ese lazo, eterno, en esa unión maldita, pero la mentira fue borrada de mi mente, era lo que había supuesto desde un principio, ella misma me lo había confesado, esa fiera insaciable que me estaba tentando con su hermosura y seducción toda la noche –No- dije en un susurro impotente –No puede ser- murmuré con la mandíbula tensa –¡Cállate! - murmuré entre dientes mientras los músculos de mis brazos se tensaban, inflando las mangas del saco un poco, empecé a soltar aire por la nariz, la furia se fundía en mis orbes azules, no podía dejar de ver a mi “hermano” no lo odiaba a él, odiaba a Gaél por ser un desgraciado, por regalar este tipo de condición como si fueran dulces a los niños y sentí sus manos en mi rostro, besando mis labios no correspondí pero tampoco me rehusé, deje que la fiera hiciera de esto su faena, otro día me encargaría de reprenderla como más gusto y placer le diera a mi cuerpo e instinto,  le miré de reojo irse y me saboreé un poco los labios negando y cerrando los ojos, estaba hastiado ¿Por qué teníamos que formar un extraño trío? No importaba en estos momentos, le iba a enseñar a ese pequeño quien era el hermano mayor y con la ventaja entre los tres.

Me giré y noté como besaba los labios de nuestro pequeño hermano ¡¿Cómo se atrevía?! Me llevé los dedos a los labios y limpié con molestia, seguramente ese tipo de muestras se daban entre ambos y a mí me estallaba el pecho de imaginarlos a ambos gozando como dos salvajes, no lo iba a permitir, porque ella me seguía obsesionando y él llevaba mi misma sangre, era un d’Auxerre, así que era hora de enseñarle al niño modales y lecciones de fraternidad no incestuosa, ese papel ya era mío –Gracias- murmuré bajando un escalón acercándome a ambos, con la espalda erguida y las manos en puño –Hermano- susurré terminando de llegar a ambos colocándome al mismo nivel, hice una reverencia, evitando dar una bienvenida afectuosa, los afectos jamás habían estado en mi carácter y las sorpresas… mucho menos –Antes de que pueda decir algo y como supongo nuestra tan afectuosa hermanita ya te ha dicho quien soy- sonreí de lado tratando de disimular el enojo -¿Cómo te llamas hermanito? - le recorrí el rostro con la mirada y miré su atuendo solo para percatarme qué clase de vida es la que llevaba, antes lo había mencionado, odiaba el desorden pero él parecía tener todo bajo control ¿Hasta dónde era cierto? Me pasé la mano por el cabello y me apoyé de espaldas contra el pasamanos de la escalera cruzándome de brazos –¿Así que nuestro querido Gaél también decidió regalarte la vida eterna? - bufé una risa –Tan dadivoso nuestro sire, es un hombre excepcional- sentencié con sarcasmo y le miré de reojo a ella –Y saben que es lo mejor de la noche?- alcé una ceja –Que me agrada que se llevan tan bien, como amigos íntimos- se deslizó por mis labios lo ultimo con cierta irritación –Pero vamos- tiré la cabeza hacia atrás cerrando los ojos y sonriendo de lado –Somos hermanos y no creo que ese tipo de saludos tan afectuosos…- abrí un ojo viéndolos de reojo a ambos –Sean del agrado de París- dije con total seriedad que cualquiera que me escuchase hubiese jurado que yo era un hombre intachable y que nunca ha gozado de hacer lo prohibido lo más divertido –Pero por si acaso no lo saben, creo que he llegado en mejor momento, ya que Gaél no les ha dicho que esas muestras de afecto son realmente grotescas creo que tengo esa responsabilidad- metí la mano dentro de mi saco y saqué un pañuelo negro con mis iníciales bordadas con hilos de oro y a ella la tomé del codo acercándola a mí y limpié su boca con cuidado, como si se tratase de un bebé que se ha manchado de papilla –Perfecto- volteé hacia mi hermano y tomé su mano apretujándola un poco y entregué el pañuelo haciendo que cerrase los dedos sobre el mismo –Ahora tú, hermanito- sonreí un poco sin dejar de verle a los ojos ¿Hasta cuándo sería tan posesivo? Las cosas cambiarían mientras yo estuviera cerca y si era del gusto de ellos no era algo que fuera de mi interés en ese momento, aquella cercanía dolía, sabía que mis ojos estaban hundidos en el amaranto que me gustaba degustar, de aquel que recorría a los humanos y mis colmillos parecían crecer dentro de mi boca, sabía que la punta de ellos se dejaba notar cuando hablaba o cuando sonreía –Y bien hermanito ¿Dónde andabas? - alcé la ceja y sonreí de lado –¿También andabas investigando acerca de las ratas de los de Bordeaux? - gruñí bajo apretando los dientes –Espero tú si seas cuidadoso, no como nuestra querida Denisse, que ha sido tan descuidada que un vampiro con más colmillos que cerebro le quito algo preciado- sonreí cínico hacia ella acariciándole la mejilla con el dorso de los dedos –Hermanita, tan bella pero poco cuidadosa- suspiré -¿Qué nos depara el futuro contigo? - evité reírme de manera bastarda en su cara porque la ira era más poderosa que cualquier estúpida broma que saliera de mis labios.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Vie Oct 17, 2014 1:39 am

Un monólogo lento de diamante
calla detrás de lo que voy diciendo,
un actor su papel mal repitiendo
sin fin, en soledad gesticulante.




La escena que sucedía ante él en las escaleras le dijo más de lo que querría llegar a saber nunca de sus hermanos. Muchos durante años lo tacharon de estúpido, un pobre retrasado mental que se negaba a hablar, pero lo cierto es que él desde su niñez ya sabía qué querían los demás. Siempre tuvo una habilidad innata para saber qué se ocultaba bajo las acciones de todos aquellos que lo rodeaban, por eso siempre sabía qué querían sus padres antes de que lo expresaran en palabras. ¿Por qué iba a usar él una forma de comunicación tan grotesca y elemental?. Suspiró e inclinó su cabeza sólo unos centímetros hacia un lado.


No podía evitar dejar de mirarlos, porque él sabía perfectamente qué se sentía al estar tan cerca de Denisse. ¿ Le quemaba a su hermano tanto la sangre cuando ella estaba junto a él?. ¿ Reaccionaba su carne con la misma posesividad y hambre que la suya propia cuando Denisse simplemente decidía ofrecerle una sonrisa, una que indicaba que aquella noche él sería su juguete?. Quizás, sí. Por eso dolió ver el beso que compartieron entre ellos, quemó en lo más profundo de su ser, sabiendo que aquella imagen volvería a repetirse cuando cerrase sus ojos dentro de su habitación. Él siempre había negado toda la proximidad entre ellos, jamás había tocado a Denisse con tanta libertad, sólo ahora se preguntaba si habría hecho lo correcto.


Bajó sus ojos, siguiendo a Denisse ir hacia él con una expresión vacía de sentimiento. Y es que nunca podría haberle salido mejor aquella mueca ensayada durante siglos, ya que toda su alma parecía haber huido de su cuerpo en el mismo instante en que ella lo besó a él. Pero no pudo evitar abrir sus ojos con sorpresa al ver que no sólo se había acercado a él como una diosa pidiendo un sacrificio humano ante sus pies, sino que además lo había besado. Todo su cuerpo se tensó al percibir el aroma del otro hombre mezclado con el de ella, manchando sus labios, ensuciando la boca que había estado horas atrás ocupada con satisfacer a todos los hombres y mujeres que habían aceptado meterse en su cama. Un escalofrío lo recorrió por completo, el único indicio de que la ira comenzaba a quemar dentro de él al responder ante el olor de alguien que apenas acababa de ver, más sabiendo que aquella mezcla, unida a la de Denisse, sólo podía darse con un beso íntimo y arrollador. Era un alcohólico que ahora tenía dos botellas de coñac ante él, dos ediciones especiales que lo llamaban a perderse.


- Denisse.- su voz salió tensa e irritada, mientras sus manos fueron a las de ella para alejarlas de su cuerpo, rechazándola con crueldad por haber tocado a otra persona ante sus ojos. Ella ya sabía que odiaba que lo tocaran, más cuando lo hacía sólo para jugar. Aunque esta vez quería golpearla por usarlo como instrumento para darle celos al otro hombre que los observaba de las escaleras. La voz de su hermano atrajo sus ojos de nuevo a él, ignorando la forma en la que Denisse se abrazaba a él de nuevo. Al parecer su hermana no sabía lo que era un no.


No pudo evitar mirar los puños cerrados con tanta brusquedad que podía oír su piel emitiendo un sonido similar al del cuero cuando se arrugaba, aquello lo llenó de curiosidad por el desconocido; dejando a un lado el hecho de que se había excitado al encontrar el aroma de él junto al de denisse sobre sus labios.


- Lo cierto es que ella jamás ha hablado de ti, así que no sé siquiera tu nombre. - Le ofreció una minúscula sonrisa cordial y lo recorrió de cabeza a pies. Todo en él desprendía dominación, posesividad e ira. Él era indudablemente más viejo que Denisse, lo sabía porque teniéndolos a los dos cerca, sus ojos seguían prendidos sobre los de aquel desconocido, aún incluso sabiendo que no debía hacerlo. Por alguna razón parecía no gustarle. Y precisamente fue eso lo que le hizo que se ganara una de sus sonrisas inocentes. Su hoyuelo se reveló en una de sus mejillas, dándole el encanto de un querubín de cabellos oscuros y colmillos ocultos en el interior de su boca.


- Brönte D'Auxerre.- Respondió a su pregunta manteniendo su sonrisa, aunque ésta se vio frustrada cuando no pudo extenderle una de sus manos a modo de saludo por culpa del abrazo de Denisse. Le dio una mirada fría que indicaba que lo soltara, ella sabía perfectamente que no le gustaba sentir sus dedos arrugando la tela de su ropa.


- Gaél sin duda es un hombre capaz de hacer que todo aquel que se cruce en su camino, lo recuerde por siempre, independientemente de cuán extensa sea su existencia. - Observó a su hermano y su sonrisa se borró para llenar su rostro de seriedad antes de que se quedase como un muñeco sin expresión al verlo tomar a Denisse con brusquedad. No le importaba verlos juntos, pero no podía evitar fruncir el ceño al ver cómo la agarraba con tanta fuerza, como si ella fuera sólo una muñeca de trapo y no una hermosa pieza de porcelana.


Su ceño se frunció aún más al ver que la limpiaba y luego le ofrecía el pañuelo a él. La idea de toda la suciedad que podría haber en él, le hizo soltarlo en el suelo con una expresión de asco. Sus ojos miraron a su hermano con cierto alivio. Al parecer él sabía tratar la manía de Denisse de ensuciarse no sólo a ella, sino también a los demás. Agitó su cabeza y se rió con suavidad, encantado con aquel ser que había aparecido de la nada, pensando en lo irónico que era tenerlo allí, demostrando que los lazos de sangre compartían sus obsesiones, monstruos y manías.


- No deberías preocuparte por las muestras de afecto de nuestra hermana, ya debes saber que ella es así siempre. Le he dicho en muchas ocasiones que mantenga las distancias, pero parece adorar ignorar cada una de mis palabras. - Sonrió a Denisse y le inclinó su cabeza hacia ella por preferencia, mostrando unos modales tan exquisitos como toda su persona. Aunque la última palabra de su hermano hizo que se paralizara durante varios segundos, haciendo que su sonrisa se borrase de golpe al no saber cómo contestar a ello. Así que hizo lo que mejor sabía, huir antes de que algo en él revelara el más mínimo detalle de su excursión.


- Lamento decir que he llegado cansado de mi paseo nocturno, si me disculpáis, creo que necesito un refrigerio.- Les ofreció una expresión tan inocente que podría haber sido usado en el altar de cualquier iglesia como la imagen de cualquier Dios. - Por supuesto sois invitados a tomar una copa si queréis, no podría negarme a la presencia de mis hermanos.- Los quemó con sus ojos azules, pasando de Denisse a los de aquel hombre que la aferraba contra él, sintiéndose mejor que el otro al poder huir con tanta destreza sin ser aquel que demostraba su debilidad por su hermana como un niño caprichoso. Y, sin más, comenzó a alejarse para buscar una copa de vino. Cualquier cosa que le hiciera tragar el gruñido que se había atascado en su garganta cuando vio a Denisse encajar tan bien entre los brazos del otro.

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Mensaje por Denisse d'Auxerre Vie Nov 14, 2014 9:18 pm

Relamiendo mis labios mientras me mantenía aferrada a Brönte miraba la cara de Sébastine. Tuve que aguantarme las ganas de querer tirarme tremenda carcajada por sus expresiones tan infantiles. En este momento no podía distinguir bien qué sabor era el que más gustaba aunque claro por calidad de beso ambos perdían pues estaba más que claro que a ninguno de los dos había correspondido como quería, se habían limitado a solo ceder  a mi empedernido comportamiento. Apreté con fuerza el agarre a mi hermanito el menor y olfateé su aroma, no olía como usualmente él olía por lo que levanté los ojos para encontrarme con los suyos que se encontraban completamente fascinados con Sébastine o al menos eso era lo que creía pues podía sentir una especie de tensión en el ambiente. Me quedé sin bajar la mirada hasta que finalmente se volvía  concentrar en mí y fue cuando vi la desaprobación que había dado a mi acto tan ciego por lo que seguí manteniendo ese contacto. En cualquier momento me aventaría a un lado como siempre lo hacía pero por razones que no me importaba me mantuvo allí finalmente la energía del vampiro más añejo se dejó sentir y fue cuando enderecé la espalda sin dejar como escudo el cuerpo de Brönte.

Los miré a ambos y cerré los ojos oyendo sus presentaciones. Vaya que si eran aburridos. Estos dos necesitaban un par de lecciones de cómo divertir a una mujer y fue cuando mis pensamientos se fueron más allá del suelo donde estaba. Por un instante imaginé situaciones maléficas con uno, luego con el otro, con ambos. Apretándome los ojos negué con una sonrisa arrogante. ¿Cómo podía estar pensando en esto? Mi consuelo era que aunque quisiera no tendría compostura. Volviendo a mi realidad el toque de Sébastine me hizo volver a tierra y le dediqué una mirada rencorosa. ¿Cómo se atrevía a tocarme después de lo que había dicho? Las ganas de bofetearlo aparecieron más lo que exterioricé fue otra cosa. Todo lo que tuviera que ver con Gaél me ponía de muy mal humor. El perfume de su pañuelo se fundió contra mi piel como si estuviera marcando su territorio. Fruncí el ceño y volteé a ver a Brönte que parecía querer asesinarme y le resté importancia. Era como una manzana podrida que gustaba de estropear a los demás. —Te imaginas bien Sébastine. Brönte es un buen hermano y hace su trabajo impecable — mordí mi labio con cinismo, ya hubiera querido que esas palabras fuesen ciertas pero igual Sébastine no lo sabría.

—Te dije que sería una gran sorpresa. ¿No te lo esperabas? Siempre estuvo en mis pensamientos este encuentro. Es muy emotivo — fingí nostalgia en la voz así como una cara que conmovería a cualquiera.  —Sólo falta su creador — lo señalé a ambos —¿No será que nos da una sorpresa? — extendí una mano señalando la puerta como quien anuncia una llegada —¡Finalmente seremos una hermosa familia! — celebré con falsedad lo que el agarre fuerte de Sébastine me hizo callarme y me solté porque dolía y miré a Brönte como respondía cual caballero a punto de querer salir corriendo por lo que negué — ¿Qué dices Brönte? Yo hago lo que mejor me conviene, sabes que el no es un si al inverso— respondí con fastidio porque no quería estar allí. Sébastine me había detenido en el momento en el que saldría de cacería y me había hecho revivir cosas que según yo ya había enterrado hace tiempo pero aun permanecían en latencia. No todo era tan sencillo después de todo él llevaba las de ganar aunque ahora yo había aprendido tanto que sería incapaz de alcanzarme.

Separándome de la cercanía de Sébastine y Brönte apoyé mi cuerpo en una de las paredes en donde estábamos los tres, a ambos teniéndolos de frente. Acomodé mi vestido dedicando sonrisas sigilosas solo para aparentar estar interesada en su plática. —Te dije que ese anillo no importa ya.— fruncí el ceño —Además a Brönte no le importa — rodé los ojos con fastidio por sus palabras sin sentido, era tan tosco. Londres le había hecho mal, en su tiempo el dedicaba poesía tras esa fachada de niño malo aunque claro podía sentir el ardor de su piel contra la mía y apuesto que de esa misma forma Brönte lo sentía por la rabia que pasaba en venas. —¿Te vas tan pronto? — hice un puchero oyendo lo de su paseo y cansancio. Imposible. Estaba mintiendo. — Qué lástima— un puchero mal hecho se plasmó en mi cara y le despedí con una mano — Gracias por la invitación, hermanito menor— susurré con inocencia —Pero paso — le guiñé el ojo antes de que se girara y comenzara a desaparecer.

Dando medio paso encaminándome en a la salida, era mi momento para huir de la posesividad paternal de Sébastine —Bienvenido a París, hermano — me detuve y le vi de reojo guardándome su cara unos segundos más para pensar que no estaba soñando —Los d’ Auxerre estamos complacidos nuevamente de recibir a la oveja negra perdida — murmuré con ironía y con algo de frialdad abriendo la puerta principal de la mansión tratando de no girarme para hacerle sentir que era el peor vampiro del mundo.
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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Miér Dic 17, 2014 8:52 am

Recuerdo incluso lo que no quiero. Olvidar no puedo lo que quiero.
Cicerón
Que escena, que castigo, que deseoso estaba de ambos, de Brönte podría decir que lo primero que quería hacer era tomarlo del cuello y estrangularlo contra la pared y perforarlo con mis cuchillas orales hasta que pudiera ver con claridad por qué Gaél lo había convertido y de Denisse, oh Denisse, de ella me ocuparía de una forma en la que no voy a entrar en detalle, para eso necesitaba de actos, eso solo era una bomba de tiempo porque aunque quisiera verse firme ante mí, no solamente ambos cualquiera que nos conociera y hubiera presenciado nuestra “relación” sabía exactamente que las riendas del juego las llevaba yo, era el hombre, su hermano mayor y sí, era un maldito machista, no es que fuera inferior a mí pero tenía que tener en claro que si yo la quería la iba a tener, devolviendo mis ojos a mi recién conocido hermanito le miré detenidamente, era un libro cerrado para mí, uno que abriría para profanar como un bastardo sin control, parecía un día soleado antes de que un huracán haga acto de presencia, estaba tan calmo de el encuentro que teníamos que hizo que una sonrisa divertida se plasmara en mi boca, tenía que tener tiempos a solas con él para hojear el libro del que se trataba, la noche ya me regalaría la oportunidad.

Fue cuando cerré los ojos que un olor algo imperceptible pero presente entró a través de mis fosas nasales, olisqueé el aire un poco viéndole ceñudo a Brönte, él lo había traído y de cierta forma para mi gusto apestaba ¿Podía ser cierto? Se muraba pulcro ¿Qué había estado haciendo? Alcé la ceja queriéndole preguntar pero me percaté como dejaba caer el pañuelo en el suelo y sobre todo su cara de horrorizado, estaba asqueado, claramente, sonreí y negué –Que desconsiderado hermanito- alcé la ceja y señalé con los ojos el pañuelo –Pero da igual- me encogí de hombros –Lo iba a tirar de todas formas, se ha ensuciado- deslicé mis ojos hasta la figura femenina de mi hermanita intensificando mi mirada, poco a poco llegaba a la cúspide de mi “calma” realmente quería beber de ese pequeño y delgado cuerpo, esta noche no tenía deseos de sangre humana, era mi sangre la que quería robar como un vil bastardo -¿Gaél? - pregunté al escuchar sus palabras de niña mimada -¿Pero de qué hablas hermanita? - me pasé una mano por la barba viendo hacia un lado -Sabes que Gaél no es de los que goza de encuentro familiares- le miré de reojo a Brönte –Mira nada más como se ha ido sin siquiera dejar una nota de adiós- en mi interior me reía como un desquiciado, ya no me importaba lo que hubiera pasado con él, para mí había muerto… por segunda vez –Así que no te hagas ilusiones de que pueda aparecer- sonreí de lado –Confórmate por ahora con ver a tu querido y deseado hermano- suspiré fingido y evité verles a alguno de los dos, era demasiado cínico cuando me lo proponía –Tú tampoco lo pienses Brönte, confórmate con haberlo visto cuando te convirtió- susurré con tranquilidad.

La voz masculina me sacó del trance que estaba construyendo en mi memoria, acerca de él mismo, había aparecido como un rayo a cegare con su presencia ¿Cansado? ¿De qué hablaba? No lo podía estar porque podíamos pasar en actividad las horas que quisiésemos sin que necesitáramos de ablandar los músculos como los humanos, claro tampoco nuestros cuerpos eran de piedra pero la ventaja aún era abismal –Oh hermanito tan pronto- alcé ambas cejas interrogante –No seas tan poco…- miré hacia el techo indagando la palabra correcta –acogedor- susurré divertido y me mordí el labio inferior mientras sonreía, sí que me estaba comportando como un inmaduro, pero ¿Qué podía hacer? Cuando me lo proponía ni el mismísimo diablo podía competir conmigo –Pero de acuerdo, si necesitas “descansar” - hice la señal de comillas con mis dedos –Ve entonces porque tú y yo tendremos una larga charla y la iré a cobrar con prontitud. Y no gracias el vino sería lo último que te aceptaría, prefiero algo más… tibio- sentencié con suavidad y malicia y puse mi mano en su hombro inclinándome cerca de su oído –Toma un baño hermanito- susurré y le palmeé el hombro con algo de fuerzas dejándole en claro que sabía bien de lo que se trataba su pronta huida y le miré irse sin dejar de sonreír, esto había sido la sorpresa colosal de la noche, otra vez me quedaba con la pequeña fiera ¿Con qué saldría ahora para hacerme desvariar? Pero al parecer ya se había aburrido y yo de igual forma, no quería hablar, quería calmar mis demonios interiores, se dio la vuelta y le miré de reojo cruzando los brazos -¿Qué clase de bienvenida es esa? - alcé la ceja –Esperaba que nos diéramos un baño juntos y luego que el diván se encargara de una bienvenida más amena- me reí por lo bajo mirándome los zapatos –Aunque pensándolo bien- me metí las manos a los bolsillos –No es algo de lo que deba pedir permiso ¿no? - murmuré y le seguí con la mirada –No soy la oveja negra- susurré –Solo sabes que soy el más apasionado entre todos los d’Auxerre Denisse. No te confundas- alcé la barbilla orgulloso de aquello, conmigo las etiquetas y protocolos no servían de nada si se trataba de mis intereses, el que osaba con tocarlos sería una magnífica obra de arte en mis manos –Pórtate bien, Denisse- susurré viéndole desde mi altura mientras abría la puerta –Han llegado las cadenas para tus caprichos- fruncí el ceño –Así que no me obligues a comportarme como si fuera tu papá- escupí con sarcasmo, ese tipo de relación era tan bizarra entre ambos que me daba jaqueca, me giré en mis talones subiendo las escaleras mientras movía el nudo de mi corbata para aflojarla –Y no se te ocurra pasar la noche fuera de la mansión- me detuve viéndole de reojo –No quiero empezar a asesinar en París siendo mi primera noche de vuelta- musité suavemente y volví a caminar dejándole que fuera a hacer de esta noche su faena porque era lo último que París viera de la incestuosa fiera que compartía mi misma sangre.

Llegando a mi habitación una de las criadas salía con unas sabanas en las manos -Joven Sébastine- susurró sumisa, me palpitaban los colmillos esos dos insulsos eran los culpables de lo que estaba imaginando hacer –Buenas noches- susurró e hizo una reverencia con la cabeza a lo que negué y me acerqué totalmente serio a ella llevando mis dedos a su mentón y levantando su rostro, sus ojos violetas centellaban con algo de miedo –Prepárame un baño- susurré viendo sus labios y ella abrió los ojos algo amplio tensándose –S-sí d-de inmediato joven- le seguí con la mirada mientras entraba a la cueva del lobo y viendo a ambos lados de pasillo adentré mi cuerpo a la habitación cerrando la puerta con el pie suavemente, era la hora del banquete.


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Sébastine d'Auxerre
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