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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Catalina De Aragón Vie Oct 30, 2015 4:18 am

Las palabras son duras, las verdades son duras. La vida es dura y yo era dura. Pero, mediante la rudeza encontraremos la luz.
La miraba, curiosa, entornando ligeramente la cabeza, vislumbrando hasta que punto mis palabras calaban dentro de su joven y confundida mente. Intentando encontrar ese punto donde sus límites pierden la partida, donde su lucha deja de ser un modo por el cual seguir y un manto de duda lo envuelve todo.

Creó que finalmente alcanzo ese punto del que habló. Ese epicentro donde las evidencias salen pero no en forma de palabras, si no de manera involuntaria, superando la frontera del consciente y haciéndose dueña del inconsciente.

Un rubor dentro de una mirada pérdida en los pensamientos...

Pensamientos en los que recorro el frágil cuello de otra dama, en los que mis manos se internan bajo las efímeras telas y acarician suavemente sus pechos haciéndole que el aire se le acumule en la garganta y se escape entre sus labios como un gemido lastimero. Pero quizás el rubor se deba a que son sus pechos los que son recorridos por mi tacto frío y sutil. Quizás su mente ya esté jugando con esa idea aunque ella intente demonizarla.

No obstante es tarde y la decision: inminente. Me separó de ella, colocó mi rumbo en algún punto lejos de allí. Camino en dirección contraria. Pero siempre hay más opciones y, en este caso en concreto, hay tres: Puede asumir que la huida es imposible, que su destino está sellado y simplemente esperarle allí, en el lugar en el que acabará todo su sufrimiento. Puede huir hacia el único lugar donde queda lejos de nosotros, hacia el lugar donde siempre es acogida y donde, al parecer, la historia se repite una y otra vez: su hogar. O puede tomar mi proposición y intentar luchar contra su yugo, contra su condena, contra aquella que se vuelve y vuelve.

Casi puedo escuchar su duda en el aire, casi puedo ver su frustración a mis espaldas. Pero es una frustración manchada de curiosidad, rasgada con el filo de los sentimientos encontrados, provocados. La sensación de querer acercarse más a mi, más a lo desconocido, pero a la vez sentir el temor de recibir un trato similar, duro y despiadado. Pero no todos somos así, no todos vivimos por y para el odio y la sumisión de la raza humana. No al menos todos los días...

Escuchó sus pasos y, lejana a su mirada, sonrío: Sabe que el infierno es más llevadero cuando eres amiga de un demonio. Y la muerte, es una opción que, aunque se puede llegar a plantear como un escape, es una salida que no tiene vuelta atrás y, por lo tanto, una decisión de tanto peso que no se puede tomar así como así.

Siento el impulso de su cuerpo cuando me toma por el brazo. Fue violento pues no esperaba ese contacto y, de no ser por mi situación y condición sobrenatural, seguramente hubiera hecho que mi equilibrio peligrara. No obstante, ni tan siquiera me moví. Giré el rostro y le dirigí una mirada. Ella, sin embargo, se apartó y se disculpó como buenamente pudo con una reverencia que no estaba acostumbrada a hacer.

Pensé que quizás había llegado a esa capa en la que aquella relación cambiaría, en la que finalmente aceptaría lo ofrecido y se plegaría a mis deseos, los cuales siempre habían sido en pro de ella. Omitiendo, claro está, los daños colaterales...

Pero fue un pensamiento pasajero...

De nuevo atacó. Era gracioso como pasaba de ser su refugio a su enemiga en cuestión de momentos, como se creía capaz de atacarme aunque supiera que podía matarla con sólo mover la mano. Sus palabras eran duras, hirientes pero en el fondo, su moralidad pesaba y hacía que no terminara ni las propias amenazas que ella misma había iniciado.

Respiré hondo de manera innecesaria y le dediqué una mirada de desprecio y decepción. No era el camino que debía tomar, no si quería que todo siguiese fluyendo, no si deseaba no acabar con mi paciencia.

- ¿Quieres que me quede a contemplar como mis esfuerzos han sido vanos?¿Qué hubiera conseguido lo mismo sentándome en el sillón hasta ver como te desangraban hasta caer con los ojos en blanco muerta en el suelo? - quizás, todo aquello carecía de sentido. Al menos, le estaba dando una última oportunidad de recapacitar. Una oportunidad ligada al hecho que, entre las tres opciones, había escogido el camino que iba a mi lado.

- ¿Quieres que contemple como separas tus piernas y gritas porque no dejen de hundirse en ti, porque no paren de fornicar contigo? - seguramente un lenguaje tan vulgar llamaría más su atención - Tengo trescientos años, si quieres que te vea morir puedo hacerlo. Pero eso no quitara que yo mañana seguiré aquí y pasado mañana. Y, si no eres tú la que me acompaña, lo hará otra persona ¿Eso quieres?

Para, recapacita, pide disculpas, seguramente ha conseguido poner en orden sus ideas y piensa que la opción correcta es la que yo la ofrezco. Acepta mi ayuda, acepta lo que ofrezco pero con peros, siempre con peros. Cuando termina de hablar, tengo la impresión de que realmente está tan obcecada en si misma que no es consciente de lo que la llevó diciendo desde el principio. Bueno, cabe decir que mi evolución en la conversación ha pasado por varias fases y que quizás eso ha sido lo que le ha confundido.

- Yo no quiero una esclava, tampoco deseo retenerte en contra de tu voluntad. Si te ofrezco esto es por que creó que es el modo más seguro de que sigas viva - aunque también, en cierto modo, la idea de tener alguien entregado a mi me tentaba, pero aún no lo suficiente. Ella tenía cosas que llamaban mi atención, que incluso me atraían, pero tendría que esforzarse un poco más - Si algún día quiero que seas mía será porque tú lo elijas y te entregues a mi de manera voluntaria - luego hice una pausa, no todo es así de fácil, no podía darla tanta sensación de control - Y siempre que yo te considere digna de tenerte a mi lado - en cuanto al pago, en el que recaía una y otra vez la conversación - Ya encontrarás un medio de pagarme, por el momento seras mi invitada - de nuevo cabía puntualizar cosas ya que esa joven era muy dada a desvariar y llevar la cosas a su terreno - Siempre que seas una buena chica.

Paré un carro de caballos que pasaba por la zona y invité a la joven a subirse para salir de allí. Después de que hubiera indicado al cochero donde ir, me uní a ella. Me senté frente a ella y la contemplé durante unos instantes: su pelo alborotado, su cuello ligeramente marcado de sangre reseca, su figura a través de un vestido suave y ligero, sus piernas más allá de lo que cubría la tela.

Comenzó a hablar y la conversación me sorprendió un poco pues tocaba temas más íntimos, más profundos. El rubor marcado en sus mejillas me mostró la inocencia de su corazón y su inexperiencia en todo lo que ello acontecía. Me levanté y me quité el abrigo, tapé su hombros desnudos y con mi tela, la cubrí hasta las pantorrillas. Aunque no estaba cálido, su cuerpo pronto le daría ese calor y le pasaría el frío. Luego me senté de nuevo en el lugar que estaba.

- Eres joven y el deseo es fuerte. Si quieres permanecer fiel a tus principios es digno de elogio - podía hablar más tranquilamente ya que el peligro había pasado - También te digo que, para poder alcanzar la plenitud, antes deberias conocerte a ti misma - era algo que realmente descubrí muy joven, mucho antes que ella - Y eso sólo lo encontrarás explorando tus propios límites y acariciando lugares que sólo tú conoces - hablar de aquello era como dar una clase a una hija. El problema es que había saboreado esos labios y me había gustado.

Desvié la mirada a la ventana conociendo las calles por las que nos movíamos y sabiendo que la llegada era inminente. El coche paró poco después y el cochero nos abrió la puerta.

La mirada del hombre rápidamente buscó la ligereza textil que tenía mi compañera, encontrándose con que su vista iba a ser privada de la misma. Sonreí ante su frustración y le pagué el viaje. Luego marchó hacía su siguiente destino.

- Mi nombre es Catalina - le dije finalmente - Catalina de Aragón - añadí - Este es mi hogar y el tuyo si así lo quieres - le dije - Aún estás a tiempo de huir. Yo dejaré la puerta abierta para que te tomes un poco más de tiempo para pensar - no pensaba forzarla - Tomes la decisión que tomes, tendrás que vivir con ella.

Entonces me adelanté y entré en mi casa dejando la puerta abierta.
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Mensaje por Invitado Jue Nov 05, 2015 9:15 pm

¿Quieres que me quede a contemplar como mis esfuerzos han sido vanos?
Solo he sido eso, un esfuerzo para ella, pero ¿Por qué me duelen esas palabras?
¿Quieres que contemple como separas tus piernas y gritas porque no dejen de hundirse en ti, porque no paren de fornicar contigo
No, jamás. ¿por qué quiero llorar?
Tengo trescientos años, si quieres que te vea morir puedo hacerlo. Pero eso no quitara que yo mañana seguiré aquí y pasado mañana. Y, si no eres tú la que me acompaña, lo hará otra persona ¿Eso quieres?
Eso quiero…¿eso quiero?...yo no…no lo sé.

Sus palabras aun cuando eran las más duras que en mi vida había escuchado tenían algo que comenzaban a romper mi ser, sentía como todo lo que yo era, o creía que era, se estaba trizando hasta caer y deslizarse en el aire como polvo de nada, así comencé a sentirme con sus palabras. Era nada comparado a ella y la triste soledad me acogió por vez primera era consciente de mi realidad.

Mis ojos se abrieron de par en par con miedo de todo aquello que mi mente comenzó a imaginar, temblaba ¿de frío?, no era más profundo y visceral aquel miedo, imaginarme a ella viéndome sufrir, siendo solo una observadora de actos atroces y sonriendo por ello estaban carcomiéndome la mente una y otra vez, verla tomar a otra joven en sus piernas mientras yo yacía en el suelo con aquellos ojos desorbitados y sin vida.

NO.

Grité mentalmente con un sonrojo tan indigno e impropio de mi persona, yo era, no, no era, soy una hija de la luz, una hija de dios que ha seguido paso a paso sus enseñanzas a través de los libros santos y de los propios escritos, aunque también es cierto que en aquellos escritos he encontrado una fascinación oculta y pecaminosa como el amor entre iguales, hombres y hombres y mujeres con mujeres. NO, no debo pensar en ello, no en aquel momento.

Y lo peor aun, no lograba comprender porque sus palabras me lastimaban tanto, porque sentía como mi corazón latía a mil por segundo con una mirada, con un ligero toque de su mano, o con la sola cercanía, pero nuevamente sus palabras me hundían hasta ahogarme y buscar lo primero que fuera, y eso eran palabras hirientes. Siempre será así, siempre fui así.

Yo no quiero una esclava
tampoco deseo retenerte en contra de tu voluntad

Aquella mujer estaba jugando conmigo, lo sabía, era todo un juego y eso me duele más, odio no poder saber por qué, odio no saber nada. Lo único que sabía era que aquella mujer me trataba de la forma más ruda y luego me ofrecía su mano cálida como un oasis para llevarme a un sueño y de ahí arrojarme de las alturas para que le suplicara.

Eso era, ella quería que me volviera su esclava por mi voluntad —Así que tendré voluntad— susurré con unos ojos llenos de tristeza, aunque no me desagradaba ello había algo en lo que encerraba sus palabras que no me gustaba —Pensé que disfrutaban quebrar voluntades de cualquiera…y…— el deje de tristeza se dejó ver en mis ojos y el tono de voz. Lo que me ponía así no era el carecer o no de voluntad si no el que ella no me considere digna, ¿de qué? De ser su esclava, su sirvienta, su…NO. No lo diré. No caeré en aquellos juegos.

Durante el viaje permanecía abstraída en mis propios pensamientos, haciéndome preguntas y buscando esas repuestas de manera que pudiera entenderlas, si estaba dejando a mi imaginación volar pero no tenía el valor para hacerlas en voz alta no después de toda aquella demostración de poder, de idiotez de mi parte: “si me disculpo con ella nuevamente” ese era mi pensamiento principal, pero luego recordar sus palabras y las ideas que eso desencadenaron en mí no me parecía buena idea hacerlo.

Está decidido

Demostraré que soy digna de cualquier persona, le haré que se retracte de aquello, ahora estoy decidida, esto se volvió en una batalla y no pienso perder, he leído muchos libros, gracias a mi encierro, y eso será mi fuerte, ella veré que soy digna para ser doncella de cualquier jovencita adinerada, de cualquier persona que desee tener a una doncella a su disposición para conversar de cualquier tema, para cuidarle, para atender la casa, incluso para hacer los trabajos más duros de la casa, aunque no tenga la menor idea de lo que me espere, haré mi mayor esfuerzo para que ella reconozca que soy digna, la pregunta era ¿digna de que mismo?

Su cercanía me ponía nerviosa, mi respiración estallaba y aunque la tranquilizaba siempre demostraba aquellos nervios alejándola de mí, tome con las manos aquel abrigo que me ofrecía, tenía su aroma, uno de naturaleza, era como el aroma de los árboles frescos en otoño, solitarios y con tintes sombríos pero que atraen por tener una belleza única que pocos pueden entender. Me ruboricé por ello hasta la punta de las orejas.

Por qué pienso en ello y me regodeo con aquellas sensaciones
No, no. Cálmate Aimee fue solo un pensamiento de poeta como los poemas que solías leer

Trago en seco al verla de perfil explicarme palabras que no entiendo, pero que suenan en eco en mi mente, sus labios se mueven perfectamente, hasta ese momento no me había percatado de su perfil y su semblante más serio y lejano como si buscara aquella mujer por cualquier fuerza alejar a todos, como si no deseara que nadie la conociera realmente en el fondo, se oculta en las sombras, eso me dicen sus pequeñas facciones como cuando arruga la frente y se le forma una V ahí, cuando piensa y pone esa mirada distante y fría. Sonrío por mis pensamientos pero esa risa se convierte en segundos en un sonrojo y una gran O.

Que acababa de decirme, algo sobre explorar mis límites. Un sin fin de imágenes vinieron a mi mente que lograron que baje la mirada y cerrara las piernas con mayor fuerza —A…A que.que se refiera con li…limi…limites, mis límites los conozco muy bien y se que si los traspaso tendré un castigo por ello nunca he roto ningún límite que me han impuesto para no ser jamás castigada, pero si a lugares se refiere he ido a un restaurante y cafetería elegantes, además de ir a galerías, la museo y la teatro con mi madre, no sé a qué se refiere— quizás si lo sabía pero me da mucha vergüenza decir aquellas palabras.

Ella es Astuta, muy astuta a este paso terminaré mal y eso me pone contenta.

Al llegar observé su mansión, ahí estaba ese era el final de todo no habría vuelta atrás y si diera un paso en falso todo acabaría y terminaría muerta, si quizás ella no lo vea como una relación contractual de “patrona y empleada” pero así lo veré, es mejor y muy necesario. Tomé un respiro sopesando sus palabras y mis propios pensamientos discordantes para pensar bien lo que iba a hacer.

Seguir a la mujer ciegamente me supondrá muchos retos
Alejarme me hará ver como una cobarde e indigna
Aun cuando dije que le demostraría lo contrario
Pero, tengo miedo.
No, ya estoy aquí no voy a darme a correr, ya no soy la misma mujer de hace unos minutos atrás.
Esa Aimee murió en aquella mansión.

Una larga y profunda bocanada de aire para dar los primeros pasos, rogaba en mi mente que no me fallaran las piernas del miedo, quería mostrarme como una mujer valiente. Con ojos cerrados me adentro a aquella mansión segura de mí, aunque eso solo fuera una actuación —La pregunta o mejor dicho no es “si yo pueda vivir con ella” aquí debería decir usted Madame Catalina ¿usted podrá vivir con las consecuencias de esta decisión?— pienso que aquello la sorprendería o quizás no, estoy lejos de conocer lo que son aquellos seres, pero no me rendiré.

Al entrar el aire a limpieza pura me inundó completamente, un lugar tan bello que solo se compara con los corredores de los museos, tantos silencio y muy iluminado, la madera y las baldosas pulidas y bien lustras, el candelabro del centro tan hermoso como si fuera digno de la nobleza. Todo digno para una reina.

—Wow— es lo único que hago al entrar, me siento cohibida un poco por tanto lujo —Dice que nuestros hogares representan nuestras almas y quizás tengan razón— me acerco a uno de los muebles de la entrada un pequeño descanso donde hay un florero con unas pequeñas magnolias —Por fuera se ve triste pero por dentro es solitario y hermoso y con colores que uno no imaginaría. Tiene una belleza única y especial— sonrió observando a Catalina frente a mí, tengo que recordar no tutearla.

En aquel momento un pensamiento me invade; aquella mansión es digna para alguien de la realeza, que aunque sobria no pierden la elegancia; trago en seco petrificada — Disculpe, Madame De Aragon, este, usted acaso es alguien de la realeza— susurro bajando la vista al suelo completamente, porque de ser así había cometido el mayor error de mi vida, pelear con un vampiro de la realeza.

Estaba cavando mi tumba al firmar aquel contrato.

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Entra en mi vida || Aimeé Empty Re: Entra en mi vida || Aimeé

Mensaje por Catalina De Aragón Dom Nov 08, 2015 3:38 pm

Veo como su mente se debate, como sus pensamientos fluyen hacia todos lados. Como su mente juega con su cuerpo y provoca sensaciones que son visibles para todos. Sonrío, no puedo hacer otra cosa. Es fácil ver lo que se piensa cuando te muestras como un libro abierto para que se te vea. Cuando hablo siempre intento buscar una reacción, un principio que lleve a otro y luego a otro más. Una sucesión de emociones y pensamientos que finalmente acaben en un rumbo que yo he marcado y que, a ojos de la víctima, ha sido por su propia decisión.

Se sonroja y por un momento deseo que ese rubor no se evada, deseo incrementarlo hasta el límite que la razón humana puede soportar. Deseo ver como se deshace entre mis brazos, como suplica por que no me aparte. Pero no me muevo, sólo observo y espero ver como es capaz de mostrar con palabras lo que muestra con miradas y suspiros. Con su respiración acelerada y sus pensamientos turbios, oscuros.

Habla. Y el gesto se me tuerce en el rostro. No voy a volver a este juego, no me voy a dejar provocar más, no esta noche. Quizás mañana si es que me levanto de buen humor. Ella estaba allí y eso hacía que aceptara todas mis premisas. Que hubiera tomado mi mano aunque le hubiera ofrecido más alternativas, más salidas. Unas que se alejaban de mi hasta el punto de no volver a verme. No, ella estaba allí, ella deseaba estar ahí sentada y, lo único que pretendía era sacarme de nuevo de quicio.

- Un sabio dijo una vez: No es más listo el que más habla, si no el que sabe cuando debe hablar - seguramente la frase le sonara extraña en esa situación, pero mi consejo siempre tienen un filo doble que venía a continuación - Quiero decir que, si sólo tienes que decir esas cosas, es mejor que mantengas la boca cerrada. Por mucho que quieras luchar contra mi voluntad y aquello que represento para ti, no vas a conseguir nada faltándome al respeto - entorné un poco los ojos - La próxima vez que vuelvas a hacerlo, me encargaré que recuerdes tu falta - no tenía aún muy claro como lo haría pero si que lo haría.

Su mente piensa pero sus labios no le siguen, no habla, no dice nada. Se mantiene callada a esperas de que sea yo la que siga con la conversación. Pero no hablo, no comento nada más, no pienso seguir alimentando sus palabras para que las retuerza y me las lance de nuevo a la cara, como cuchillos de papel que nunca dan en el blanco, que nunca calan profundamente en la carne, que nunca llegan a hacer sangrar.

Le coloco el abrigo y notó como su cuerpo lo recibe con agradecimiento, como busca mi aroma entre las telas, como anhela el contacto conmigo que le proporciona la prenda que antes me cubría a mi. Me observa mientras hablo como si pretendiera asimilar todo aquello que digo. Su postura a cambiado, su percepción a cambiado, está cediendo y se está plegando a lo que digo. Lo se, lo puedo notar, lo puedo sentir. Bien...

El tema la sorprende, la inunda, la hace sonrojar. Parece tan inocente... pero hasta las almas más inocentes sienten, desean y piensan, sobre todo piensan. Dudo mucho que, en la juventud de esta chica, sus manos no hayan buscado su cuerpo sin querer, su mente no haya acariciado otra piel, y en sus sueños no haya yacido hasta colmar su deseo con otra persona. Es más, me atrevería a decir que pretende ocultar todo ello bajo una falsa castidad, una devota entrega a un Dios que sólo hará más que marchitar sus atributos y desperdiciarlos por el tiempo.

Rio, no me queda otra ante su intervención. Levanto incluso la cabeza mostrando mis dos colmillos perfectamente colocados a ambos lados de mi dentadura. Es una risa ronca, gutural. Algo que seguramente consiguiera hacer estremecer a un niño. Luego, finalmente, comienzo a hablar.

- Puedes maquillar tus pensamientos con palabras evasivas - comencé a decir - Pero hasta la monja más recatada y devota, ha sentido la llamada del instinto y ha mojado su ropa interior mientras dormía plácidamente en su alcoba - me acerqué un poco a ella y puse la mano en el interior de su rodilla, apretando suavemente para que cediera a mi contacto y dejara de apretar sus piernas la una contra la otra - No las juntes con tanto ímpetu, no conseguirás calmar el fuego que arde entre ellas - luego corrí mi mano unos centímetros hacía el interior de las mismas, bajo su falda, sin llegar mucho más allá pero lo suficiente para ver una reacción aún mayor en su rostro - Es un fuego que sabes muy bien como se calma aunque no te atrevas a decirlo. A mi puedes decírmelo, si quieres considérame tu confesora. Cuéntame tus secreto - le dije antes de volver a mi posición y volver a reír ante su respuesta.

Bajamos y le di la opción a recapacitar, a huir si lo deseaba, a correr si era lo que realmente esperaba hacer tarde o temprano. También le mostré que, si daba un paso más hacia mi, tendría que asumir las consecuencias que ello conllevaba, tendría que ser, en cierto modo mía. Aunque realmente tendría que asumirlo y ser capaz de aceptarlo para poder decírmelo. Pero eso sólo era cuestión de tiempo.

La dejé atrás y entré en la casa. Me mantuve a un lado de la puerta hasta que sus pasos cruzaron el umbral. Tras ellos, sólo empujé ligeramente la madera para que se cerrara, dejándonos en silencio entre mis paredes.

Camina unos pasos y contempla todo lo que hay allí, lo poco que tengo parece llamarla la atención y lo elogia de un modo muy visible. Parece más tranquila y calmada y eso también me calma a mi.

- No es más que decoración. Yo no vivo realmente aquí, intento mantener una casa normal para las visitas - admito abiertamente - Yo vivo en una cueva que queda aquí debajo, me cuelgo del techo y duermo por el día - dije bromeando aunque con rostro serio - ¿No es eso lo que piensas de mi? - le lancé un reto para probar hasta que punto estaba comprometida con la decisión que acababa de tomar y si realmente iba a ser una convivencia fácil o realmente dura.

- No, no soy de la realeza - le admito - Tampoco me considero de clase alta. Si todo está tan limpio y ordenado es porque tengo una doncella que se encarga de ello semanalmente - no tenía muy claro como se tomaría el hecho de que hubiera más mujeres merodeando por la casa - Ya te hablaré de ella y de cuando viene para que no os crucéis. No quiero que os crucéis ¿Entiendes? - mi tono de voz no daba lugar a dudas ni a réplicas - Ven - la indiqué mientras comenzaba a andar.

Caminé por la entrada hasta llegar al salón y, desde allí, giré a la derecha llegando a otra sala. Encendí la luz y el tenue brillar describió una habitación más triste que las anteriores. Tenía un sillón, una silla, un espejo y un armario. También disponía de enseres para poderse asear llegado un momento dado.

- Esta será tu habitación - la indiqué una vez que había entrado en la misma - Tiene lo básico, pero puedes decorarla como quieras - añadí.

Caminé hasta el armario y saqué de el un vestido de color rojo con tonos dorados. Lo dejé sobre el sillón y volví mi vista hacia ella.

- Quítate esas ropas y vístete como es debido. Luego seguiremos hablando.




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Mensaje por Invitado Mar Nov 17, 2015 4:48 pm

Sus palabras eran duras y ciertas, no había ápice de equivocación en la selección de frases que me brindaba, y eso era algo que conseguía ponerme nerviosa, porque con una sola mirada, con sus gestos y sus frases conciliadoras solo me hacía sentir como una infante regañado por haber sido vista metiendo la mano en el frasco de galletas, como me molesta ello pero más que nada mi enojo es porque no sé cómo hace ello, lo hace ver tan fácil el poder regañar e intimidar a alguien pero es realmente difícil. Quizás solo sea la experiencia de la vida y de eso ella debe llevarme mucha ventaja ¿Cuánto será?

Quería responder a su sentencia pero sabía que si lo hacía estaría cometiendo un grave error, comprendía la situación así que opte por morder mi lengua y solo manifestarme a través de mis pensamientos al menos ahí sería libre. El dolor que sentí por morder la lengua fue tanto que una pequeña lágrima corrió; disimulándola a través de una pequeña sonrisa con un gesto como una mueca ante la dicha de aquellas palabras, como las aceptara de buen grado.

Aunque debía admitírselo que ella me ponía tensa, cuando comentó el “hacerme recordar mi falta” hace que me tiemblen las piernas y el sonrojo aumente más, siento el rostro quemarme ante la sola idea de un castigo, jamás lo habían hecho porque siempre he sido buena chica, jamás desobedecí las reglas de madre y cuando lo hacía sentía un gran alivio al no ser pillada en mis aventuras a la biblioteca general ¿Seria con Catalina lo mismo? . Mordí mi labio imaginando cual podría ser el castigo y si dolería en caso de que fuera físico.

Moví la cabeza abruptamente negando por mis pensamientos descarriados, solo tome una actitud sería hasta que lentamente la apacigüe por algo más sumiso. Catalina tenía un aire muy duro, tajante con sus palabras desarmando a todas las personas solo con la mirada ¿siempre habrá sido así? ¿Qué espera realmente de mi ella?

No vayas por ahí Aimee, como dijiste deja que todo sea su curso.

Miraba de soslayo sus explicaciones, pero no dejaba de pensar en la tentación que me suponía decirle algo solo para probar si de verdad Catalina me castigaría por mi insolencia. Recordaba lo que me dijo de ser mi confesora, pero el recordar su mano tocando mi piel de aquella manera sugestiva evocaba que mi cuerpo reaccionara diferente, mi corazón latía y por mi mente pasaba imágenes de mujeres dándose aquel placer que en las pequeñas novelas y cuentos prohibidos marcan. Sus rostros rojos, sus cuerpos sin gota de pudor.

Como sería estar con alguien de manera consciente
Un hombre o una mujer

Volví a negar, no quería decir más aun cuando mi lengua se moría por dar contestaciones mordaces.

La seguía como un pequeño borrego, pensando en cada una de sus palabras, sus acciones, sus gesto incluso sus bromas, no podía quedarme más tiempo callada, sentía que la respiración me faltaba —Creo que ahora si tengo algo que hablar— mordí un poco mi lengua cerrando los ojos —o le parece que ha sido todo inútil, yo no lo creo, creo que ha sido gratificante nuestro contrato, aunque algo fuera de lo común— respira, respira. Tome una buena bocana de aire, era lo primero sin pensar, solo para probar si habría castigo o no, y ver de qué manera ella podría sancionar mi falta de respeto.

Aunque me consideraba una señorita muy respetuosa, con valores muy altos también debía admitir que cuando me dejaba llevar por la ira y aquellas emociones de impotencia mi peor lado salía, como solía decir mi madre “al final termino mostrando los dientes tras el dulce rostro” sobre todo cuando despertaban mi defecto de la curiosidad

— ¿por qué no me debo cruzar con ella?— pensé un poco en eso, porque alguien no quería que otra joven que sería doncella se cruzara con la anterior ¿celos? Acaso…mi mente comenzó a jugar nuevamente conmigo con imágenes de Catalina mordiendo a la otra doncella y yaciendo con ella, me sonrojé solo con ello, la bilis comenzó a hacer estragos en mi humor — Ja, no creo que esa mujer me vaya a comer, o quizás si, pero si lo hace me aseguraré de limarle primero los colmillos antes que me toque, hará bien en recordarlo Mi señora de Aragon— masculle molesta sin motivo aparente.

Ingrese a la habitación observando detenidamente, era modesta, tranquila y con aromas estivales, una sonrisa fue lo que expresé porque aquello me gustaba de verdad como lucía completamente ayudando a bajar mi mal humor —Es muy bonita así, se ve perfecta creo que me sienta muy bien ya que se parece a mí, y no digo por lo modesta si no porque como luce, tan bella con tan poco— sonreía acercándome a la cama acariciando las suaves telas que la cubrían.

Cierto era que una joven con dinero, pero no era mío si no de mi madre, si le quitasen todo eso estaría en la calle con una mano al frente y otra atrás y por vez primera, luego de la confesión de “límites” me atreví a hablar aunque sin mirar a la mujer.

Mis dedos jugaban con aquella tela blanca raída, estaba nerviosa ante lo que iba a decir —No sé si todas las mujeres tienen esa capacidad para, ya sabe, mojar sus bragas, pero yo no lo he sentido en mucho tiempo— mi respiración se agitaba —Recuerdo que una vez frente al espejo quise ver mi cuerpo como era si tenía algo extraño o era normal, pero mi madre me dijo que no debería hacerlo que era malo que lo hiciera, que era cosas del demonio si me tocaba, y aun cuando pasaba mi mano por encima de la tela jamás experimente eso de los límites y por ello me da, me da— como decirlo de manera tranquila “nervios” “vergüenza” porque es con usted que estoy hablando estas cosas.

—Hace que me sonroje solo de imaginar algunas cosas, pero creo que está bien es parte del despertar de las mujeres y gracias a usted lo tendré porque esta vez nadie tocará mi mente para hacerme olvidar, quizás hasta ya no soy doncella pero no lo sabré hasta que no lo intente por mi cuenta o por alguien más— no podía creer lo avezada que estaba siendo en aquel momento, hablar de aquellas cosas con tanta naturalidad, no, porque estaba sonrojada, tenía la cara completamente roja, y no quería tocar aquel tema por vergüenza.

Tome el vestido riéndome forzadamente, buscaba cambiar el tema de las confesiones y del hecho que aún estaba inquieta por Catalina, sin saber porque, quizás porque aun quería saber todo de ella y a la vez me daba miedo hacerlo sobre todo al recordar la parte del castigo.

— Bonito color aunque creo que el negro va más conmigo, como el tono de mi cabello— reí acariciando la tela de aquel vestido, no solía usar aquellos tonos con escote generalmente era ropa casi infantil la que solía vestir, tosí un poco desviando la mirada —No creía que vivías en una cueva y te colgaras del techo a dormir ¿lo haces? Pensé que a lo mejor podrían dormir bajo tierra enterrados o se iban a los cementerios a destapar tumbas para dormir, no sé es lo que mejor se me ocurre— una nueva risa esta vez con gusto y gracia pero luego negué — No sé mucho de los tuyos, digo, de los suyos señora Catalina y quizás lo que ante tenía en mente haya cambiado un poco, pero solo un poco aún sigo pensando que son seres malvados que solo quieren beber sangre hasta estar satisfechos pero nunca lo están y siempre van quitando la libertad a otros— tome un poco de aire como en un suspiro — Pero igual debo darle las— baje el decibel de mi voz — gracias—

Con vergüenza algo de nerviosismo retiré aquella tela que cayó abruptamente al suelo dejando mi cuerpo menudo y descubierto a la vista, no había marcad alguna más que de algunos lunares, la piel blanca de la espalda que revelaba que jamás tomaba demasiado sol. Fui acercándome hasta tomar la prenda y comenzar a colocármela, se veía linda y me daba algo de pena usarla porque sabía que no era mío y en el fondo me hacía sentir enojada y triste pensar que era de otra mujer.

En mi rostro se mostraba el mal humor, pero tenía que terminar de vestirme para hablar con la Señora Catalina de Aragón, sobre mi futuro de ahora en adelante estaba en sus manos..

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Mensaje por Catalina De Aragón Jue Nov 19, 2015 2:35 am

Finalmente, conseguí que, de un modo quizás ligero, estuviera callada durante un rato. Las amenazas no eran el camino para conseguir lo que se quería. Más que nada porque lo único que se conseguía es que, tarde o temprano, terminaran en algo así como una rebelión: Una persona que se repliega por miedo sólo acumula odio hasta que este explota. Esperaba que este no fuera el caso y que, aunque mínimamente, estuviera entendiendo por donde iban los palos en aquella relación que habíamos iniciado la una con la otra.

Sabía también que tarde o temprano tendría que castigarla pues su mente joven no hacía otra cosa que vivir en continua rebeldía. La pregunta era: Si sabía que un acto suyo iba a repercutir en una consecuencia directa y, aún así, lo hacía ¿Acaso deseaba ser castigada?. Durante los trescientos años que llevaba morando por la tierra de los vivos, había encontrado demasiadas peculiaridades y "rarezas" que tener en cuenta. Una de ellas era las personas que alcanzaban un climax físico cuando se les administraba dolor. No parecía que aquella joven fuera de ese tipo de personas. Pero, por otro lado, había visto como aceptaba lo que le venía encima en la fiesta y tampoco podía descartarlo. Además, había dicho abiertamente que pensaba llevarme la contraria por lo que... bueno, ya se vería.

Hablaba pero no dejaba de mirarla de un modo directo o indirecto, viendo su mirada perdida, sus gestos y como su mente se debatía entre hablar o callar. Noté el movimiento en su boca y como la lágrima descendía por su mejilla aún cuando ella intentaba por todos los medios ocultarla tras una sonrisa cargada de tristeza. ¿No quería estar allí? Seguramente nadie quisiera el destino que le había caído. No obstante, era la mejor solución que se le había propuesto en mucho tiempo y, por ende, difícil de rechazar. Más allá, atrás en la lejanía ya, aquellos que habían violado su piel quedaban atrás. Hacía delante, estaba yo.

Mi mano subió lo suficiente por su muslo hasta que el calor que se fraguaba un poco más arriba llego acariciándome los dedos, pero no llegué a tocarla, no me atrevería, sería como darle la satisfacción que ella buscaba después de tanto dolor. Quizás incluso hubiera hecho el esfuerzo de resistirse, pero finalmente habría cedido a la sensación y me hubiera pedido más. Su cuerpo lo deseaba y su rostro mostraba como su mente ya estaba funcionando sobre la sugestión que había provocado.

Llegamos a mi hogar y me sentí satisfecha de como se había comportado después de todo. Entramos y el calor de un hogar muerto me envolvió: tenía demasiadas cosas que hacer antes de poder descansar por la mañana. Tenía demasiado que ordenar y demasiado que explicar. Era una mujer en un lugar que siempre había considerado un templo para mi y que había abierto ya a uno no, si no a dos humanas ¿Estaría haciendo una locura? Seguramente, de encontrarme con mis viejos amigos españoles, dirían que si. Pero allí, tan lejos de mi tierra y mi verdadero hogar, necesitaba tener algo o alguien cerca. Sólo intentaba proteger a mi mente de la locura.

Sus palabras volvieron a vetar el silencio apartándolo a un lado y desafiando de nuevo mi postura, rompiendo aquello que la había impuesto minutos antes. No la critiqué por ello, ni siquiera me enfadé. Me giré y con la velocidad endiablada que tenemos los vampiros, di una bofetada en su lechoso rostro haciendo que se tornara rojo manzana. Seguramente, sería una bofetada diferente para ella si es que había recibido otras antes. No era dolor lo que sentiría, sólo escozor y el calor creciente en esa parte de su cara.

Obviamente, su pregunta no obtuvo respuesta. ¿Gratificante para ambas partes? Ella se llevaba la posibilidad de sobrevivir a aquellos que no miraban demasiado por su vida. ¿Y yo? Sólo problemas y más problemas. Además de una niña maleducada que se esforzaba por llevarme la contraria. Esperaba que quizás así pudiera volver al cauce que había tomado en el carruaje y que, claramente, era el correcto.

- ¿Porqué no tienes que cruzarte con ella?¿Me lo estás preguntando en serio? Pensaba que no tenía que darte ningún tipo de explicación y que tú iba a acatar todo aquello que te dijera - le dije con cierto escepticismo a que realmente me estuviera preguntando eso - Debería ponerte la otra mejilla igual sólo por tu insolencia.

Por lo que decía, pensaba que Golnar era un vampiro y que, si se encontraba con ella, la iba a tratar como lo habían hecho todos los míos (exceptuando yo). Pero no, aquella otra mujer era parte de otra de mis vidas, muy diferente a la que le había tocado vivir a Aimeé y, para nada quería que mis vidas se mezclaran, no deseaba que nada ni nada interfiriera en cada una de ellas.

- Créeme que no te morderá, sólo yo lo haré - volví a recalcar ese punto pues, al parecer, no le había quedado claro - Y ella, además de por otras cosas que no son de tu incumbencia, no lo hará porque no la vas a ver ¿Lo has entendido? - me acerqué lo suficiente a ella para que sintiera el peso de mi mirada directamente en la suya.

Cuando le mostré el lugar donde iba a dormir y vivir, pareció conforme con lo que allí había. Era así hasta el punto de que no quería ni modificarla lo más mínimo. Caminó y se sentó sobre la cama acariciando unas sábanas que nadie más había tocado. Yo, simplemente me quedé en la puerta y observé sus movimientos con cierta curiosidad.

- Como gustes. Ya te he dicho que puedes disponer de ella a tu antojo - volví a repetir cuando ella expresó su opinión - Lo único, si alguna vez deseas que entre la luz, te quitas esa idea de la cabeza. Las cortinas sólo pueden estar descorridas por la noche. Si por el día echas de menos ese calor y esa luminosidad, tendrás que salir a la calle - señalé las cortinas gruesas que cubrían las ventanas y que raramente dejarían pasar ni un rayo de luz.

Su mirada se desvió, alejándose de la mía cuando comenzó de nuevo a tocar el tema íntimo, cuando a su cabeza retornaron mis palabras, mis proposiciones para con si misma y mis manos acariciando el interior de sus muslos, avivando sus sensaciones.

Hablaba de su experiencia, de su vivencia. De la represión que sufría y las lagunas mentales de las que hacía gala su memoria También de la carencia de haber sentido ese tipo de estímulos antes. En el fondo parecía una triste niña de 8 años que ni siquiera sabe que tiene algo escondido y que, algún día despertará.

- Es algo normal que tu madre te prohíba ese tipo de cosas si eres una completa devota, hasta el punto del que "parece" que haces gala - comencé a decir de algún modo recalcando sus palabras y lo que parecía haber vivido - En cuanto a lo de mojar la ropa interior... creo que la tuya debe estar algo húmeda en estos momentos, creo que lo que te he hecho te ha estimulado bastante en ese aspecto - seguí diciendo sin ningún tipo de represión en mis palabras - Si dices no haberlo sentido antes, quizás debas comprobarlo ¿no crees? - terminé diciendo.

Luego, ante lo siguiente, sonreí sin llegar a la risa. Aunque, en cierto modo, parecía como si le hubiera abierto una puerta que había permanecido cerrada durante décadas. Una puerta que la habría un mundo nuevo, un mundo pecaminoso y que, al parecer, estaba dispuesta a explorar.

- ¿Me estás diciendo que, mientras duermo, estarás dándote placer entre las sábanas? - le dije directamente y sin ningún tipo de censura - Quizás pueda darte algún que otro consejo si es lo que quieres hacer - seguí diciendo - Aunque puede... - caminé unos pasos hasta ella - Que si lo pienso... no pueda controlarme y tenga que venir a hacértelo yo ¿Te gustaría? - pregunté esperando una reacción de ella que seguramente habría.

Ante el vestido, se quejó. Siempre se queja. Nunca está conforme. No iba a dedicarle un minuto a tonterías.

- Ponte ese, me da igual que te guste o no. Tienes dos opciones, o te lo pones o vas sin ropa. No pienso hacer concesiones caprichosos - dije de modo tajante.

Luego surgió de nuevo una ola de insolencia, de falta de respeto y broma. Nunca creí haberla dado la oportunidad de bromear conmigo, no tenía ese privilegio. Aún así ella se creía en la posibilidad de hacerlo y lo hacía. Cuando ya estaba lo suficientemente enfadada como para saltar, se disculpó y aplacó un poco mis ánimos.

- Tendrás tiempo de aprender de los que son como yo si esta relación perdura en el tiempo. Quizás no vivamos tanto como para que adquieras esos conocimientos. Pero, no esta noche, pero tendremos charlas al respecto - luego, al ver que iba a comenzar a desvestirse, decidí darla un poco de privacidad - Vístete tranquilamente y aséate un poco si lo deseas. Hay agua en aquel recipiente de allí - le dije un jarrón que había al lado del espejo y de una palangana - Estaré fuera.











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Mensaje por Invitado Vie Nov 27, 2015 12:45 am

Suspiros marcados por el sonido de un golpe seco que se escucha por todo el luga como un eco muerto, los ilustrados suelen llamar a aquel momento “la revelación” porque luego de ese acto todo cambia para las personas que se han visto sujetas a tal punto. Suspiro y más Suspiro con la mano sobre la mejilla que va tornándose rosácea hasta el grado de quedar roja con la seña del golpe.

Ojos vidriosos con que observó a la mujer, con la boca abierta en una gran O cargada de sorpresa, el corazón late tan fuerte como caballos corriendo a rienda suelta. Aquello no me esperaba realmente, aunque había pensado en el castigo jamás pensé en recibirlo de manera tan directa y dolorosa, si aquello dolía más, la mano de Catalina era fría pero firme, aun con la suavidad de su piel y la fragancia que desprendía tenía la mano rígida para dar el golpe. No podía pensar en nada más que en aquel momento en que su mano se alzó, chocó contra mi rostro que se cruzó aun lado y el sonido del golpe muriendo en todo el lugar. Sonaba fuerte, sonaba doloroso, sonaba humillante y a la vez me hizo comprender mi situación más claramente.

Apreté la mejilla con fuerza cerrando los ojos con fuerza, no iba a llorar, tenía que ser fuerte y soportar aquello ¿me lo había buscado, verdad? Bien ahora no iba a demostrar mi debilidad aunque mi piel cosquilleara, aunque ardiera la piel, no lo haría.

Su voz era catártica, no puede hacer más, solo asentí a sus comentarios con resignación, tenía que guardar mi curiosidad para mi soledad.

Pide tu sumisión, esto será como las novelas de misterio que has leído donde el investigador finge por las noches ser alguien y por las mañanas es él mismo.

Tragué en seco sin verter ningún comentario solo asintiendo, le estaba dando la razón por el momento. Inhalé el aire fuertemente y lo exhalé de manera lenta contando mentalmente para tranquilizarme y no tirarme a llorar como lo hacía antes, no más, ya no era aquella chiquilla ahora era una doncella y debía comportarme como mi nuevo papel lo indicaba.

Miedo

Las piernas me fallaban, temblaba completamente embargada por el miedo, pero había algo más dentro de ese temo que me estaba llenando y me asustaba aún más, pero era mejor no pensar en ello. Tomé todo el acopio que requería aquello y con voz temblorosa me dispuse a mostrar mi nueva cara.

—Si, si mi ama— murmuré por lo bajo con los ojos cerrados fuertemente —Si así lo desea no me cruzaré con ella en ningún momento, me ha quedado claro ahora, mi señora— respira, respira. No dejes que las palabras te fallen ahora.

Repetía todo ello mentalmente, sin dejar de mirar de suelo, temía que si la enfrentaba con la mirada terminaría llorando y no quería mostrar más de mi debilidad, ya era suficiente por una noche, y más una como esa.

El camino fue silencioso y en la habitación Catalina no expresó nada más de lo que había expresado, estaba claro que era su empleada y debía acatar sus requerimientos, aun cuando cada una de sus palabras abrían más mi curiosidad. Mordí mi lengua cuando mencionó las cortinas y su estado, solo asentí con una reverencia muy educada.

—Si, señorita. ¿Algo más que deba saber?— la voz se me iba en un hilo realmente. Quería un momento a solas para poder pensar, para poder recoger ese momento en el que me pegó y meditar por ello, reflexionar sobre la que sentí. Incluso luego de decirle ello mi rostro seguía sonrojado y no solo por el golpe si no de la cercanía de su persona que me ponía nerviosa, de sus palabras que hacían que la sangre se me fuera y latiera todo mi cuerpo, de imaginar cosas en mi cabeza, cosas que harían a cualquier monja sonrojarse y pasar de rodillas siete noches rezando.

— NO— grité abruptamente sonrojada —No quise decir ello, yo, lo que quise decir es que— como decirlo sin sonar tan inocente o puritana —No creo que sea digna para que la señora se tome esa molestia— mi voz fue casi un chirrido por la vergüenza que significaba ello.

La respiración era intranquila cuando ella se apartó con el ceño fruncido ¿la habría molestado?, pero claro si no te callas, no dejas de hablar y expresar tu opinión, como no quieres que se moleste. Tragué en seco dispuesta a disculparme pero enseguida me cortó con sus palabras ante el vestido.

no era capricho

Mis ojos se abrieron al ver su reacción. ¿Cómo explicarle el porqué de mis palabras?. Quería hacerlo ¿por qué? No lo sabía pero quería explicarle que jamás pensé en ello como un capricho, pero callé. Solo me limité nuevamente a sentir con tristeza.

Pensé que íbamos a conocernos, saber nuestros gustos, tus gustos Catalina, que al menos así llegaría a conocerte algo más

Suspiré con una falsa sonrisa, aceptando sus palabras —Si mi señora— fue todo lo que dije cuando ella se retiró dejándome sumida en la oscuridad de la habitación. Volvió a observar mejor aquel lugar que sería mi refugio de ahora en adelante, al verlo realmente no me placía cambiar nada quería tenerlo tal cual, quizás solo llenarlo de libros o de algún cuadro pequeño, quizás incluso un poco de sol de vez en cuando, pero eso no era permitido, o tal vez una jaulita con algún gorrión, pero tampoco sería posible. Suspiré tragándome las lágrimas y las tristezas.

Al retirar las prendas íntimas recordé sus palabras.
Si dices no haberlo sentido antes, quizás debas comprobarlo ¿no crees?
Miré hacia la puerta observando asustada, como quien comete una travesura indecente y no quiere que se le descubra. Con los dedos acaricie la tela de aquella prenda encontrándola ligeramente humedecida, inmediatamente solté la tela enrojeciendo, viniendo a mi sus palabras.
Mientras duermo, estarás dándote placer entre las sábanas
Si lo pienso... no pueda controlarme y tenga que venir a hacértelo yo ¿Te gustaría?
Con manos temblorosas comencé a limpiar mi cuerpo y mis partes pudendas deteniéndome ahí para volver a emular aquel recuerdo.

—No, no. Ni hablar, debo estar lista. Además, la señora Catalina de Aragón debe ser una noble casada con hijos en alguna parte de este mundo y solo esta torturándome para satisfacción propia de ella, eso es.— me di golpecitos en la mano, tomando todo el acopio de mi propio cuerpo para evitar pensar en...

Cómo se sentiría ello…

Comencé a cantar, tararear realmente, una melodía que de niña había aprendido que relajaba el cuerpo en momentos como el de aquel. El vestido ceñía el cuerpo y no era de mi agrado porque no solía usar ese tipo de vestidos, generalmente eran sencillos y llanos, sin tallar al cuerpo. Observé aquella mujer que se terminaba de colocar aquel vestido, sin reconocerla.

Una mujer ojerosa, flaca y pálida asomaba por aquella visión, con un rostro demacrado y marcado por un tono rojizo que hacía juego con el vestido, unos cabellos negros que caían hacia atrás y estaban despeinados. Tomé un poco de agua del jarrón que había sobrado para con la tela de aquella prenda blanca lavar mi rostro y cabello al que trencé luego.

Estaba lista para salir, los zapatos los encontré el ropero, no eran tan altos y agradecí por ello, ya que de lo contrario parecería venado recién nacido al andar.

Al intentar salir de la habitación me percaté que me había olvidado de haberle preguntado

¿A dónde iría? Y ¿cómo debía presentarme? …

Respiraba profundamente agradeciendo por todo en mi mente y dejando la puerta en completo silencio que se cerrara. Caminé unos pasos mirando por todos lados. Quizás podría explorar o quizás solo debería bajar y acercarme al salón para esperar por mis órdenes, ello era lo más sensato y que me dispuse a hacer al abrir la puerta y salir de la habitación.

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Mensaje por Catalina De Aragón Sáb Nov 28, 2015 2:54 pm

Siento su sorpresa ante la bofetada inesperada, ante el castigo físico. ¿Qué esperaba que hiciera? Si dejaba que entrara en el terreno de la confianza tan pronto, Enseguida intentaría pedir más cosas, tener más libertades. Ese es un camino que tendrá que recorrer poco a poco. Un camino marcado por los tira y afloja, por las recompensas y los castigos, por las bofetadas y las caricias. Un camino que como finalidad tenía el hacerla dependiente de mi.

¿Era egoísta por mi parte intentar tenerla sólo para mi? Puede. Pero era algo que no pasaba a menudo, algo que ella pedía inconscientemebte: Cuando no eres capaz de llevar las riendas de tu destino, cuando otros lo gobiernan y, en consecuencia, sufres. Entonces es el momento de cambiarlo, de mejorarlo.

Quizás, llegado el momento y a sabiendas que ha madurado y es capaz, la liberara de la cárcel que ella misma había elegido, una cárcel que me daba la batuta de carcelero y el control sobre su destino. Había confiando en mi pues en mucho tiempo, nadie le había ofrecido una mano con la cual salir del hoyo. Pero en el fondo no dejaba de ser un monstruo, uno que se alimentaria de ella como pago por la protección, uno que robaría su vítae alguna que otra noche, de un modo sutil, otras de un modo violento hasta que finalmente fuera ella la que buscará entre mis sabanas mi abrazo y beso inmortal. Por que el mordisco duele, es como un pinchazo que, dependiendo de la brusquedad con la que se de, puede ser un dolor agudo o un placer supremo. ¿Llegaria aquella joven a gozar de mi mordisco?¿Llegaria a amarlo?¿A amarme a mi?¿Me pasaría lo mismo a mi?¿La amaría?

El deseo... esa parte ya la había ganado aunque no la supiera. Deseaba a aquella joven, deseaba su inocencia, su frágil y delicada piel, su rebeldía, el olor de su  cabello.

Había mucha sorpresa en su rostro, también frustración ante la imposibilidad de hacer nada. Tristeza en sus ojos que se esfuerzan por evadir mi mirada sobre ellos. Pero también había más cosas... cosas escondidas, ocultas.

Su sumisión acrecentó mi posición, llevándome muy por encima de donde me encontraba antes, si cabe. Aunque sigue pensando en si misma como una esclava cuando siempre he intentado evitar ese término, en todo momento y incluso le había propuesto elegir: ella estaba allí por propia voluntad.

- Aunque te he dicho que no quiero una esclava, tú sigues comportándote como tal - comencé a decir - ¿Es que acaso deseas ser mi esclava?¿Deseas que vuelva a tirar de la cadena que anida tu cuello? - haciendo referencia a lo que había ocurrido en la fiesta anteriormente.

- Me alegra que al final hayas entendido la posición que ocupas y las posibilidades que se abren ante ti - luego señalé la marca incipiente en su mejilla - Si no, siempre puedo volver a recordártelo - luego hice referencia a su pregunta, esta vez formulada de modo correcto - Si, hay más cosas que debes saber. Pero a su debido tiempo.

Notaba su tensión, su falta de conocimiento en temas íntimos. Pero, a la vez, como la curiosidad y su edad hacía que todo suscitará tentaciones. Yo pensaba jugar con esa baza y ver hasta donde iba a ceder. Por suerte para ella, sólo estaba tocando un poco el tema.

Su negación, seguida de un excusa sacada deprisa intentando capear la situación, hace que me ría, que me muestre más sugerente y sensual, que utilice la atracción que la resurrección me proporcionó, que me acerqué un poco más y pregunté.

- ¿No?¿Te he entendido mal?¿Qué es lo que querías decir entonces? - abrí un poco la boca mostrando mis colmillos y bajando mi mirada a sus labios - ¿Molestia?¿Es eso lo que te preocupa? - dije sorprendida ante lo evidente que acababa de ser, seguramente sin quererlo - Te seré sincera, me gustan las damas - no tenía claro si lo había mencionado antes pero aún así lo recalcaba - ¿Crees que acariciar tu piel y empapar mis dedos en tu intimidad es una molestia para mi? - añadí y me acerqué a su oído hasta que mi aliento lo acariciara con mis palabras - Si es por eso... llámame... - le susurré.

Finalmente me separé y repliqué su opinión sobre el vestido a lo que, de nuevo, pareció plegarse.

Salí de la habitación dejándola sola con sus pensamientos, un hogar, un vestido y muchas preguntas.

Caminé por mi hogar hasta la cocina. Busqué un poco entre los armarios y encontré una hogaza de pan algo endurecida y un poco de vino que creía que realmente ya no estaba allí. A continuación tomé también un vaso y lo dejé todo sobre la mesa del salón contiguo a la habitación donde la había dejado.

Me dirigí hacia la puerta del fondo y caminé por el pasillo bajando al llegar al final. La escalera se me antojó más larga qjue de costumbre. Finalmente, el tenue tintineo de una vela a puto de extinguirse me reveló el espacio que acogía mi lecho y mi sueño. Pero no venía a dormir, todavía no. Dejé caer mis ropas y limpié los restos de sangre que aún permanecían resecos tatuados en mi piel. Busqué mi ropa de casa, del hogar y retiré los zapatos de mis pies. El vestido era de tela lisa, sin ningún bordado ni adorno. Tenía un escote palabra de honor, sin tirantes y con mangas largas que comenzaban por debajo del hombro, dibujaba mi contorno hasta ceñirse en mis caderas y finalmente volar sobre mis piernas un poco por debajo de mis rodillas. No coloqué zapatos en mis pies y caminé descalza hasta la escalera para volver al salón donde esperaría a mi invitada.

El pasillo me devolvió a la realidad de que no estaba sola. Llegué hasta la puerta y la cerré tras de mi. Saqué la llave y comencé a girar la misma en la cerradura cuando la puerta donde había dejado a la joven se abrió. Terminé de girar la llave y la saqué encarando a mi adquisición. Caminé unos pasos y colgué la llave de mi cuello, dejando que esta se perdiera en el canal que formaba la unión de mis pechos. Después seguí caminando hasta estar más cerca de ella y poder verla bien.

- Espera ahí un segundo - le ordené con una voz neutra mientras llegaba a su altura y contemplaba como le quedaba el vestido.

Chasqueé la lengua al comprobar que no estaba perfectamente colocado y, estirando la mano, deposité el bote que traía sobre uno de los armarios que quedaba más cerca. Después volví a mi posición, colocándome a sus espaldas.

- El corsé debe estar más apretado si quieres que te quede bien - le indiqué mientras sujetaba los cordones del mismo y tiraba ajustándole la ropa al pecho - La finalidad de esto no sería igual si no lo ajustas bien - estiré un poco más y lo anudé dejando el espacio sufiente para que pudiera respirar pero quedara bien - Tienes que notar el pecho ajustado y que sobre todo, no se mueva al caminar ¿Lo entiendes? - busqué la aprobación en sus palabras - Es como si no te hubieras puesto algo así nunca.

Dejé que tomara aire mientras volvía a tomar el bote que previamente había dejado sobre el armario, lo abrí y me coloqué delante de ella - Estira los brazos - la indiqué. Una vez que lo hubo hecho, dejé caer mi cuerpo para colocar una rodilla en el suelo y estar a la altura de su vientre. Hunté mis dedos en el ungüento y, con suavidad, cubrí con el las incisiones que la habían provocado esa noche los otros vampiros.

- Esto es un remedio que he aprendido con el tiempo. Está hecho a base de aceites y hierbas aromáticas. Te ayudará a cicatrizar y te aliviará el dolor. Puede que escueza ligeramente - cuando terminé: cerré el bote y lo volví a dejar retomando mi posición ergída a su lado.

- Se que tienes preguntas y esperas directrices - le dije intentando parecer suave, quizás había sido muy ruda por aquella noche y era probable que lo hubiera sido poco para las noches que vendrían a continuación - Pero has perdido mucha sangre y apenas te mantienes en pie - le señalé la mesa y la silla que había al lado. Sobre ella estaba la comida que había sacado - No es un banquete ni nada por el estilo pero al menos calmará tu apetito.

Esperé a que comenzara a andar hacia allí para hacerle la pregunta que llevaba toda la noche reconcomiéndome la cabeza aunque no me había decidido a pronunciar hasta ese momento.

- Y bien... ¿Cuál es tu nombre? - pregunté - O ¿Prefieres que te llame esclava?




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Mensaje por Invitado Lun Dic 07, 2015 10:31 pm

Una palabra puede contener muchas cosas, tantos significados que haría sonrojar a alguien, pero todo dependería de la connotación en la que se use aquella palabra, y aquella mujer, Catalina, sabía muy bien usarlas para poderme sonrojar de manera frecuente ¿Por qué?, Acaso yo se lo estaba permitiendo. Si, debe ser ello porque de no ser así no podría explicar que todo mi rostro, mis mejillas y hasta las orejas ardieran cuando sentía el susurrar de sus palabras, la más mínima me llevaba por laberintos interminables de oscuridad y luz, una luz que me cegaba obligándome a ocultarme en las sombras donde el brillo de sus colmillos me llaman y su mano cálida me tira hacia la luz nuevamente.

Era doloroso, todo ello, ¿Cuál fue mi pecado? Eso me pregunto, para estar sufriendo en aquel camino de espinas sangrando, sintiendo el sufrimiento silencioso, pero claro aún en mi mente puedo ser libre, puedo gritar, romper y tirar de estas cadenas cuantas veces desee aunque no lo pueda hacer tan libremente. Este es el pago por mi pecado, he sido una niña mala, muy mala y ahora estaba pagando por ello.

¡He aceptado mi destino! Esto es lo que me espera ahora, madre lo sabía y por ello me entregó a esa condena eterna del olvido para no confundir mi mente, pero ya era tarde, estaba más que confundida, aterrada, atraída, no me sentía yo misma pero lo era, podía ver mi reflejo en los ojos de Catalina, podía verme temblar y sonrojarme cuando ella repetía aquella palabra

Esclava

No era una esclava pero solo imaginar su mano de una cadena y que ella era la que tiraba de esta para atraerme o castigarme nuevamente me hacía temblar y a la vez sonrojarme por ello, pero me decía en la mente mismo que todo era producto del miedo que no era porque lo deseaba, pero entonces no puedo explicar por qué se me eriza el cuerpo completamente cuando la escuchó en sus amenazas, cuando su voz resuena tan cerca.

Es porque no estoy acostumbrada a ella ni a la cercanía con otros

Es mi mente que me responde ello, aunque sé que no es verdad, pero no quiero pensar en ello en aquel momento. No podía darme el lujo de pensar en ello más, ya no era la niña consentida de antes, había un límite para todo y era hora de conocer los míos de ahora en adelante aunque eso me lleve por abismos tan densos y oscuros igual iré por ellos.

Inspiré profundamente ejerciendo toda la educación que había recibido durante todo ese tiempo con la mujer que se hacía llamar “mi madre”, una reverencia ante Catalina mientras mi rostro se mantenía bajo observando el suelo, no podía evitar tener la mirada triste realmente y me frustraba no saber la razón.

—Si mi señora— los labios me temblaban al pronunciar esas palabras —Si la señora desea ponerme una cadena y tirar de ella lo aceptaré, pero, si la señora no desea que me vea como una esclava no me veré así— el pecho se me oprime completamente y nuevamente comienza a arderme la mejilla que recibió aquel golpe —Será un honor si la señora me castiga por mis faltas cometidas, en cuanto usted vea que las he cometido no dude en corregirme, estoy para servirle— sentía que la voz se me iba quebrando lentamente.

Cerré los ojos con fuerza evitando que alguna lágrima cayera, pero fue mi mente la que gritó en busca de mis verdaderas palabras.
NO, no soy una esclava, pero si una persona agradecida por los favores y molestias ocasionadas.
Si pones una cadena en mi cuello tirare de ella mil veces, agitaré tu mano para que la sueltes y si me castigas por ello no lloraré no gritaré, solo agitaré más las cadenas hasta que se rompan.
Pero, no sé por qué me emociona todo ello. Estoy mal, soy alguien malo muy mala.

Suspiré profundamente, pero su cercanía seguía inquietándome deseaba desde lo más profundo de mi ser encontrar la razón de ello pero no lo hallaría, no aquella noche de eso estaba más que segura más, fueron sus dedos que alzaron mi rostro para acercar sus colmillos a mis labios que temblaban de solo verlos.

Mis pupilas se dilataron completamente, estaba aterrada pero no era miedo lo que me embargaba en aquel momento y aunque no podía moverme podía sentir todo lo que ocurría alrededor parecía ser que la temperatura había bajado drásticamente, sentía mucho frío alrededor de todo, pero a la vez algo que quemaba, era un frío que quemaba completamente.

Son sus palabras.
BASTA. No me confundas más, no juegue conmigo así.

Aquellas palabras tan intimas y pecaminosas no deberían acelerar a mi corazón, no deberían obligar a mis piernas cerrarse con tanta fuerza que dolían, no deberían hacer lo que hacen ahora al ponerme roja y tensa, no era tensión, era algo diferente pero mi mirada cambió con aquellas intimas palabras.

Entrecerré los ojos, recordándolas en mi mente cuando ella me dejó, y ahora que salía de la habitación y la veía nuevamente con aquel vestido que mostraba su piel blanquecina, su cuello, sus hombros lisos y el inicio de aquel escote el que me obligó a desviar la mirada hacia otro lugar, que mejor que le suelo, pero sus mostrándose así tan calmada y ligera, muy distinta a la mujer fiera y poderosa que vi hace momentos anteriores, nuevamente sus palabras regresaron todas a mi mente de golpe sonrojándome.

—Lo siento— murmuré al verla, ¿por qué? No estaba segura, pero era más que obvio que era por mi presencia tan estrepitosa a diferencia de la de Catalina que parecía como un ángel y yo la sirvienta, ya estaba haciendo nuevamente todo mal.

Me sentía mal por ello, ver cómo se tomaba tiempo de explicarme como colocar el vestido, pero lo que dijo era cierto, nunca usaba corsés porque no solía salir de casa y cuando lo hacía generalmente mis vestidos no los traían y eran sin escotes muy pronunciados —Yo, nunca usé un corsé, mi señora— tragué un poco de mi nerviosismo al sentir como iba atando aquellos cordeles ajustando mis pechos que subían y bajaban atacados por mi irregular y acelerada respiración —Lo siento mi señora se ha molestado en explicarme, de ahora en adelante me vestiré mejor— me sentía muy avergonzada por ello.

Era mujer como las demás pero no solía usar esas prendas, no solía vestir aquellas telas tan vistosas y elegantes optaba por lo más sencillo y que hiciera que no me notaran en absoluto. Más ahora era todo lo contrario, podía ver mis pechos que se mostraban en el inicio junto a la V que se formaba entre ambos al igual como la que se formaba en el cuerpo de Catalina, no le estaba viendo ahí, pero aquella llave llamó mi atención y no pude evitar ver donde terminó y como se movía lentamente con sus movimientos gráciles.

Nuevamente el sonrojo, deberé aprender a evitar hacerlo delante de ella o de lo contrario me reprenderá por mi extrema ingenuidad. Sonreí en agradecimiento cerrando los ojos y obedeciendo cada una de sus palabras, trataba de no verla o de lo contrario mi mente comenzaría a jugarme ilusiones innecesarias.

El sonido muerto de su sus pasos y su respiración contra mi vientre me hizo esbozar un pequeño gemido de susto pero rápidamente lo callé mordiéndome la lengua para mostrarle las heridas causadas anteriormente; buscaba concentrarme en lo que hablaba hasta que el ardor hizo que olvidara todo ello, no soy buena ocultando mis emociones o sentimientos, mi madre siempre me decía que en mi rostro se podía ver claramente lo que pensaba o lo que sentía en ese momento, mis ojos realmente eran el espejo del alma quizás por ello fueron los primeros en mostrar que aquello ardía un poco pero no me quejé, lo soporté en silencio asintiendo a las palabras de ella.

—Gracias— susurré de forma inaudible, a lo mejor ella no me escuchara pero al menos dejaría que las paredes de su hogar se llevaran mi agradecimiento, uno que de corazón salía, quería abrazarla y decirle lo agradecida que estaba por todo ello, que era demasiado para mí, que no había hecho nada para merecerlo y que se lo agradecería eternamente, pero me contuve solo con una sonrisa y una mirada triste que se fijaba en el suelo.

Sere una sirvienta muy eficiente

Ver aquella comida fue todo lo que necesité para sentirme hambrienta, negué ante la negativa del banquete, me acerqué al asiento mirándola pidiéndole permiso para tomar asiento, no quería insultar en lo más mínimo y cuando hubo aprobado me senté a devorar, realmente tenía hambre y aquel pedazo de pan me supo a gloria —Está delicioso, es mejor de lo que tenía en casa— no mentía sobre ello.

En casa, siempre había comida pero nunca se acababa y mi señora madre no dejaba que se la diera a las personas más necesitadas o al servicio, siempre se empeñaba en tener comidas tan lujosas cada día y jamás me permitía comer bocados o porciones pequeñas, el pan “común” como ella lo llamaba estaba prohibido, el agua o el vino que no fuera de los viñedos Italianos no podía servirse en la mesa, y ahora me parecía lo mejor un pedazo de pan y un poco de vino, que tomaba cualquier persona.

— Aimée Wickham, Aimée es mi nombre mi señora— dejé a un lado el pan tomando la copa para beber un poco, no debía beber mucho porque estaba en mi primera noche en lo que respecta a mi nuevo futuro, así que debía estar atenta a las órdenes que recibiría y lo que sería mis obligaciones...más, el silencio me mataba — Es el mejor banquete mi señora, lamento que haya tenido que prepararlo para esta doncella, la próxima vez preparé su cena mi señora—

Estaba nerviosa y el apetito iba mermando

No sabía que más decir o que más hacer, estaba en blanco realmente necesitaba una guía porque la tensión me mataba, ver a Catalina a los ojos me ponían nerviosa y tenía miedo de cometer alguna imprudencia que la hiciera enojar y luego…luego, sentir su mano nuevamente en mi rostro quemándolo...levante nuevamente la copa con el vino pero la emoción o los nervios hicieron que se regará sobre la mesa a la que observé con ojos atónitos llenos de …emociones
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Mensaje por Catalina De Aragón Vie Dic 11, 2015 7:13 am

Sumisión, excitación, miedo, rencor, dolor, rebeldía... ¿Cuantas sensaciones diferentes y completamente dispares podía recibir un cuerpo humano en tan poco tiempo?¿Cuantos estímulos harían falta para que esa joven se quebrara del todo?.

Se mantenía en su posición, estoica. Mientras le organizaba la vida, su presente, su futuro, su día a día. Que debía vestir, como se tenía que mostrar. Era algo así como una educacion. O mejor dicho: Una segunda educación. Una educación basada en la subyugación, en el complacimiento. Una educación que, además de todo eso, la haría sobrevivir en un mundo que ella no había elegido vivir. Una guerra que no había elegido luchar.

El labio le temblaba a la vez que sus ojos hacían lo mismo. Sentía como mi cercanía, mis palabras hablando de temas prohibidos, de roces pecaminosos, obligaban a su pecho a subir y bajar más rápido, tomando el aire de fuera con mayor presteza intentando sofocar las sensaciones provocadas más allá de la apariencia de tranquilidad.

Su mente barajas las opciones propuestas pero no responde, no se atreve. Yo siento un deseo perdido, un deseo en el que mis dedos se humedecen en el interior de sus muslos y ella gime pidiendo más mientras su mente y su voluntad le siguen diciendo que esta mal, que no debe gozar con mis movimientos sutiles y rápidos entrando una y otra vez en ella. Era una lucha de titanes que finalmente cederían hacia uno u otro lado. Sólo que, dada en la situación que se encontraba, las posibilidades se vencían hacía el lado que me placia a mi.

¿Cuanto tiempo llevaría aquella chica bajo el yugo de su verdugo? La miraba mientras de nuevo la palabra esclava salía de mi boca y era consciente de la reacción de rebelión que se formaba en ella. Pero también del leve sonrojo que eso provocaba. ¿Acaso gozaba bajo una mano firme?¿Sentiría la necesidad de revelarse y eso, la atraía? Sea como fuere, estaba claro que la idea, aunque no fuera una cosa que anhelara, en cierto modo despertaba su curiosidad y llamaba su atención.

Su posición en la conversación cambió de nuevo, mostrándose tan sumisa como no lo había hecho en ningún momento anteriormente. Me daba, en cierto modo, control absoluto sobre su libertad y la posibilidad de privarla de ella si era mi menester.

No quería eso. ¿Porqué se esforzaba en querer que fuera yo la que gobernara su destino cuando, hasta el momento, siempre había tenido dos opciones? Si estaba en ese momento allí había sido porque lo había decidido ella. Yo nunca la obligué a entrar en mi vida, en mi hogar. Sólo le ofrecí una posibilidad. No deja de ser cierto que la otra opción tarde o temprano acabaría con ella desangrada en alguna otra fiesta venidera como en la que la había encontrado. Pero siempre tuvo opción.

Por eso, cuando me pidió que la castigará por sus faltas si lo consideraba oportuno, levanté su rostro con mi mano y la abofeteé de nuevo, esta vez en la otra mejilla. Con la misma intensidad que le había ejercido en la contraria, provocando una irritación similar y reforzándola con una mirada reprochadora que no la iba a explicar. Ya lo haría más tarde.

Después de todos los preámbulos posteriores y viendo que su sumisión no había cambiado. Me mostré un poco más suave cuando la ajusté el vestido y se disculpó por no saber muy bien el modo concreto en el que debía ser colocado. Suspiré mientras anudaba de nuevo los cordones a sus espaldas y me impregnaba del olor de su cuello, de la juventud de su piel. Por un momento sentí la necesidad de aferrarme a ella y robarle unas gotas de su sangre, saber cual era su sabor. Pero, finalmente, controlé los impulsos.

- No eres culpable si no te han enseñado. Nunca es tarde para aprender - hice un par de giros más para terminar el nudo y lo solté - Me gustaría que, más adelante y cuando se haya solucionado el tema que nos concierne, puedas acompañarme a eventos sociales. Algunos de ellos son de una clase más distinguida que la que estamos acostumbradas a diario - hice una pausa mientras giraba hasta estar frente a ella - Para dichos eventos, me encargaré personalmente de tu vestuario, peinado e incluso de lo que has cenado. No permitiré ningún error ya que, una mala imagen me perjudicaría tanto a mi como a ti ¿Entiendes?

Relaje un poco la posición y, dediqué un segundo a comprobar que la había vestido como era debido - Así mucho mejor ¿Ves? - con la yema de los dos dedos acaricie la curvatura de su pecho que escapaba por encima de la tela - Tiene que estar bien ajustado.

Mostró sus heridas sin ningún tipo de  oposición. Le apliqué el ungüento indicándola que le escoceria y, miré a su rostro para comprobar que, aunque se esforzará por ocultarlo, sentía el dolor.

- No lo hago por ti - le dije en respuesta a su agradecimiento - Lo hago por mi. No quiero que quede rastro de ninguna otra persona en tu piel. Las próximas incisiones que se marquen en ella serán las mías - era un acto más de control que añadir a todos los que había hecho ya. Y a los que me quedaban por hacer...

- Además, cuando acabe esta noche y vayas a dormir, llevaré una bañera para que te des un baño y elimines todas la impurezas e inmindicia que ellos hayan dejado en tu piel.

Di por terminada mi cura de emergencia y le ofrecí algo de comer a lo que se lanzó sin preámbulos, agradeciendo de nuevo todo lo que le había preparado. Yo reí, no había hecho otra cosa que sacar los restos que quedaban por ahí.

- Te necesito fuerte, y esta noche casi te matan así que alimentarte es primordial para mi - caminé unos pasos hasta el borde de la mesa medio metro a su lado y me senté sobre la madera. La falda se me subió hasta un poco por encima de la rodilla mostrando un poco de piel lechosa de mis muslos. Crucé una sobre otra mientras veía como seguía comiendo.

- Yo no como, es por eso que no necesitó preparar cena - le expliqué aunque suponía que eso ya lo sabía - Y eso era lo poco que tenía en casa - añadí - Mientras estés aquí, recibirás un dinero que deberás gastar en tu manutención. Serás la encargada de hacerte la compra y mantenerte fuerte y sana para cuando sea mi menester - empecé a informarle de lo que esperaba de ella.

- Tendrás libertad para moverte por donde quieras, salir de casa y retornar a tu gusto. Siempre y cuando, en el momento en el que el Sol se ponga, estés ennesta habitación para recibirme - ciertamente tenía mucha libertad y su vida, más allá de todo lo que había pasado ya, no se vería afectada siempre que siguiera mis directrices - Si eres obediente, quizás te de más responsabilidades.

A continuación señale la puerta del fondo - Esa puerta de allí es infranqueable - hice una pausa y endurecí la mirada - JAMAS - luego volvi a mostrarme más calmada - Recibirás un castigo muy severo de entrar ahí si, por un descuido, me olvidará de cerrarla con la llave que al parecer tanto te gusta mirar - no había pasado por alto sus miradas fugaces a la llave que se perdía entre mis pechos.

Luego me lleve un dedo a los labios pensando que me había dejado algo por el camino. Al poco, continué hablando.

- Intenta no moverte por los sitios donde solías hacerlo o podrás encontrarte con problemas de los que yo no te puedo salvar - le expliqué - Por el día estás sola. Tendrá que aprender a cuidar de ti misma.

- Y otra cosa... - tomé de nuevo si mentón y la forcé a mirarme a los ojos acercándome a su rostro hasta casi rozar la punta de nuestra nariz - A partir de ahora, de este momento... Nadie, y digo nadie, puede tocarte - le ordené - Ni la mano, ni el pelo. Ni tan siquiera la ropa. Nadie - matizaría aún más por si no había quedado claro - N quiero que impregne tu piel más olor que el tuyo propio y el mío marcado a fuego. Nadie te mancillará.

Parece que la situación la puso nerviosa pues, al ir a beber, vertió el vino sobre la mesa impregnándola del líquido y llenando el ambiente del olor. Miré enmarcando una ceja y mojé mi índice en el líquido que corría sin barreras. Luego lo llevé a mi boca y, sacando la lengua, lo deposité en la misma.

- Es el segundo error esta noche... - le comenté - ¿Cómo debería castigarte? - seguí diciendo - Quiero que limpies esto y vuelvas a tu habitación - hice una pausa y el grito salió bde mi garganta - ¡¡Ahora!!




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Mensaje por Invitado Lun Dic 21, 2015 11:50 pm

Su movimientos gráciles, delicados, finos y certeros, todo en Catalina era un enigma, incluso aquella media sonrisa que dejaba entrever con cada movimiento del vestido a cada paso que daba, como si fuera dejando que su imaginación corriese en el momento, como si no hubiera un plan si no que fuera en la marcha dándose las cosas. Su cabello oscuro y sus ojos de igual tonalidad pero de una mezcla castaña, no tenía permitido o prohibido verla a los ojos pero lo hacía, como afrenta o quizás por valentía propia, pero, así como la observaba regresaba al suelo la mirada por miedo, miedo a que mi alma se perdiera entre sus ojos, en sus manos.

Sin esperar alguna advertencia o una especie de atención, sentí el golpe seco de su mano contra mi rostro, nuevamente era marcaba como castigo ¿lo era? Tenía que serlo. No sabía que había cometido de mal, sopesaba alguna falta a los parámetros de comportamientos o de palabras pero no encontraba la respuesta solo el dolor que comenzaba a acentuarse en la enrojecida mejilla. Mi mente divagaba por rincones de las acciones y palabras que pudieron haberla ofendido buscando en ellas alguna razón por aquella acción de castigo, pero no había respuesta alguna.

Mis ojos quedaron atónitos, abiertos de par en par por el asombro de lo que había ocurrido. Estaba absorta en el tiempo que no sé qué pasó después de ello, quedé en blanco solo asintiendo por inercia a sus palabras. Aunque para ser sincera conmigo mismo, sus palabras hacían mella en mi mente creando ilusiones, llevando a mi imaginación a volar y divagar por los rincones más oscuros de perdición.

Sus palabras eran mi perdición, porque realmente mi mente volaba a imaginar situaciones extrañas y que no debería pensar, que eran prohibidas, pecaminosas, malas, muy malas para una jovencita como yo. Cerraba los ojos con fuerza obligándome así a evitar sus palabras, pero era imposible.

Me encargaré personalmente de tu vestuario, peinado e incluso de lo que has cenado.
Me vestirá como si fuera una muñeca sonrojo
Me verá sin ropa respiración agitada
Solo lo hace por su propio beneficio

No permitiré ningún error ya que, una mala imagen me perjudicaría tanto a mi como a ti ¿Entiendes?
Seguro me castigara nuevo sonrojo
No, no es así, es solo porque no quiere problemas con nadie


Trataba de calmar mi respiración buscando pensamientos y recuerdos del santo libro, la biblia, entre mi mente repasaba las oraciones a los santos y ángeles pidiendo el perdón de mi alma, quizás por ello me descuidé tanto de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor…incluso el leve cosquilleo que en mi nuca ocurría al sentir unos dedos finos pero filosos cruzar por la piel nívea de mis pequeños pechos.

Temblaba completamente al pensar en el dolor de sentir nuevamente colmillos enterrándose en la piel de mis muñecas, bebiendo hasta la saciedad para dejarme como un cadáver, pero, imaginar que quien lo hacía era Catalina dejaba en mi algo de ¿tranquilidad?. Negué, no podía pensar en ello, era malo hacerlo. No estaba para nada bien ni correcto en imaginar o esperar aquello debía negarme, negar aquella situación cuando se diese.

Solo mi mente era la que se mantenía más consciente, preguntándose la razón de aquella nueva bofetada. No podía pensar con claridad y no dejaba pasar aquello por mi mente, incluso cuando llevaba un pedazo de pan a la boca seguía repasando las razones por las cuales había recibido un nuevo castigo.

Fue acaso por haberme quedado pensando en otras cosas.
Quizás fue el hecho de haber estado rezando sin prestarle atención, si, debió ser ello
.

Tragué en seco mirándola unos segundos para luego bajar la mirada, me dolía la mejilla pero no me la toque, aunque tenía las ganas, mis manos picaban por acariciarme la piel escocida por aquel golpe el cual sabía que dejaría una marca roja, muy roja.

Trataba de controlar mi respiración, mi mirada, mis manos temblorosas y el mismo latir de mi corazón que comenzaba a dejarme sorda de tanto que retumbaba en mi cabeza. Los trozos de comida que llevaba me servían para tener en algo ocupada mi mente, al menos que no esté tan despistada como hace unos momentos, la oía, esta vez le estaba prestando atención repitiendo en mi mente cada una de sus ordenes.

Estar aquí antes de que anochezca, puedo hacerlo.
El dinero no será problema, podré incluso ahorrarlo para que no gaste tanto. Será fácil.
No entrar a ese lugar, más que entendido, aunque será difícil controlar mi curiosidad. Quizás en la mañana cuando ella no esté pueda echar un vistazo en secreto.

Me sonroje un poco por ello, por el castigo y lo que imaginaba en la cabeza que sería ello. Ya había recibido dos bofetadas el mismo día y con aquella fuerza con pequeñas cosas era así, ¿Cómo sería con afrentas graves? ¿me gustará? ¿lloraré? ¿me romperé? De seguro todo eso pero no me gustará, saber que me harán sentir dolor como aquel, que hará que mi piel se enrojezca bajo sus manos esperando que le pida clemencia.

JAMÁS

Gritaba en la mente, alzando la mirada para enfrentar la realidad. Ella tenía razón miraba la llave que colgaba en su cuello y se perdía entre su pecho, pero no por razones impropias o inmorales —Disculpe mi señora no era mi intención ofenderle, yo…yo solo estaba repasando lo que…lo que me decía que no debo hacer y por eso vi la llave, nada más— sonríe forzosamente y era más que evidente que era falsa aquella risa. Solo esperaba no ganarme otra bofetada por ello.

Repasaba cada una de sus órdenes, anotándolas y repitiéndolas tres o cuatro veces para no olvidarlas.

No andar por donde solía hacerlo, tarea más que sencilla, solo espero…No perderme cuando salga a curiosear la ciudad por otros lugares
Todo estará bien, tendré bastante libertad para hacer con mi vida lo que sea, incluso llegar a encontrar a un espo…

Mi mente quedó en blanco, el líquido rojo de aquel vino que corría por mi pecho, parte de la mano, la falda del vestido, la mesa; mi boca casi se me desencajona al abrirla con el estupor del momento. Su cercanía nuevamente ponían a mi cuerpo temblar, se erizaba y un hormigueo en la nuca sentía, el sonrojo que atacaba el cuerpo y rostro junto a la tensión que se sentía en aquel preciso momento. Aquella mujer, Catalina, debía estar bromeando con aquellas palabras, quería saber porque lo hacía, que ganaba ella con todo eso.

Quise controlarme pero fue tarde, las palabras salieron antes de que pudiera decir nada más, o hacer:

—Por qué— pregunté en un murmuro—Por qué la señora pide eso, ¿acaso no va a encontrarme un esposo para que me vaya rápido de su vida? No sería más como una criada o un encargo, ¿por qué? No lo entiendo— tomé los vuelos del vestido con fuerza en puños sin mirarle a los ojos, si lo hacía recibiría nuevamente un regaño en grito para que me fuera a la habitación, ya estaba desobedeciéndola en ello.

Abruptamente levanté de la mesa sin mirarle, seguía viendo al suelo, el ceño lo tenía fruncido en clara muestra de que también me podía enojar —Entiendo que soy su empleada, no su esclava, me quedó claro pero no puedo aceptar que me imponga aquellas condiciones, si no soy su esclava ¿por qué tendría que hacerlo?— busque el valor que me hacía falta y por vez primera no me callé asintiendo y haciendo todo en silencio —NO— alcé un poco mi voz también.

Caminé con una sonrisa en los labios, las manos y piernas me temblaban al haber dicho una simple y corta palabras, fui a la cocina con parsimonia en busca de algo para limpiar mi desorden, al volver la observé de pie molesta, pero mi atención fue a la mesa a la cual comencé a limpiar el resto de vino, el suelo también lo limpie para al final recoger los platos y llevarlos a la cocina. Al volver de ahí con el trapo nuevamente limpio el cual por segunda ocasión pasaba sobre la mesa, comencé a dejar salir mi verdadero ser..

Cerré los ojos, así no la vería y no sería capaz ella de intimidarme o ponerme más nerviosa de lo que estaba —Soy una carga para usted, ya que ha hecho mucho, lo lógico y natural es que consiga un esposo y le pague luego lo que ha hecho por mí, al poner ahora que nadie puede tocarme ni una sola hebra de cabello incluso ¿no cree que limita mis posibilidades? — sostuve aquel trapo entre mi puño diestro con fuerza —o espera tenerme como una esclava de sangre, como me tenían los otros. No cree señora Catalina que eso es contradictorio. Usted dice una cosa pero hace otra opuesta, no parece lo que es con lo dice y hace es muy contradictorio, al final también va a utilizarme a su antojo, solo que ahora no se les dará fácil— alce unos pocos decibeles en mi tono de voz.

Algo haré, algo, lo que sea, me inventaré lo que sea para evitar que haga lo que ella quiera conmigo, sobre todo en lo que ha...ha dicho.

Ni mi propia mente podía encontrar la tranquilidad por las palabras de ella. Estaba exaltada y al abrir los ojos la contemple, ella lucía, luce diferente, tiene un brillo un algo que la hace ver de manera extraña y eso me invita a mi curiosidad a que quiera descubrir pero en ese momento, mi rebeldía se estaba haciendo evidente.

Tiré el trapo sobre la mesa dando media vuelta.
—Me retiro, que tenga una nefasta noche señora Catalina— una reverencia muy educada de mi parte y luego corrí hacia lo que era mi habitación. No iba a permitirle ni a mí misma el sabotear lo que había hecho, el poco deje de valentía que estaba teniendo lo iba a disfrutar, aunque sea por unas horas.

Busqué refugio en la oscuridad de la habitación con mi corazón desbocado que latía fuertemente.

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Entra en mi vida || Aimeé Empty Re: Entra en mi vida || Aimeé

Mensaje por Catalina De Aragón Lun Dic 28, 2015 9:57 pm

Su rostro era como un libro abierto de emociones y sensaciones a vista de unos ojos experimentados como los mios. A lo largo de los años, décadas, lustros, incluso siglos, la experiencia de un vampiro iba creciendo y, un simple parpadeo en un momento determinado, carente de cualquier tipo de intencionalidad por parte del humano, nos podía brindar un abanico de posibilidades entre las cuales, seguramente, ni siquiera el mismo mortal era consciente de que sentía.

Mis directices eran claras y la finalidad de las mismas no se dejaban esconder entre metaforas absurdas con la intencionalidad de confundirla. Sabía que quería, como lo quería y en que momento lo quería. Lo explicaba sin miramientos, directamente y a la cara, esperaba que así, al menos no hubiera preguntas absurdas que contestar más tarde.

Sus mejillas adquirían tonalidades dispares, siempre acercándose al rojo, al sonrojo. Por suerte para ella, no tenía la posibilidad de ahondar en lo que su mente divaSu rostro era como un libro abierto de emociones y sensaciones a vista de unos ojos experimentados como los mios. A lo largo de los años, décadas, lustros, incluso siglos, la experiencia de un vampiro iba creciendo y, un simple parpadeo en un momento determinado, carente de cualquier tipo de intencionalidad por parte del humano, nos podía brindar un abanico de posibilidades entre las cuales, seguramente, ni siquiera el mismo mortal era consciente de que sentía.

Mis directices eran claras y la finalidad de las mismas no se dejaban esconder entre metaforas absurdas con la intencionalidad de confundirla. Sabía que quería, como lo quería y en que momento lo quería. Lo explicaba sin miramientos, directamente y a la cara, esperaba que así, al menos no hubiera preguntas absurdas que contestar más tarde.

Sus mejillas adquirían tonalidades dispares, siempre acercándose al rojo, al sonrojo. Por suerte para ella, no tenía la posibilidad de ahondar en lo que su mente divagaba. De haber sido así, tendría todo el control de la situación y el sonrojo terminaría convirtiéndose en un sofoco para finalmente ser algo más.

No me quedaba claro que era lo que hacía que su sonrojo se acrecentara: Si era el hecho de haber sido castigada y, finalmente después de haber sido mancillada en imnumerables ocasiones, había encontrado placer más allá del dolor. O quizás el hecho de mis insinuaciones y provocaciones que buscaban una reacción en ella. Lo cierto era, que de ser esta segunda opción, estaba resultando mucho más ferrea a sus principios de lo que en un principio hubiera podido llegar a imaginar. En cierto modo, quebrar aquella voluntad, sería más divertido. De momento, el juego ya lo era.

Observaba su apetito, su modo de engullir algo tan simple como un trozo duro de pan y un poco de vino. Como, en aquel momento, el hambre había sido tan fuerte que había hecho que sus animos se aplacaran hasta el punto de mostrarse servicial y sumisa ante mi. Una sumisión de la que no había sido consciente a ese momento, de la que ella misma parecía incluso haberse sorprendido de ocultar bajo capas y capas de rebeldía. Una sumisión que haría que los caminos fueran más llanos y más llevaderos ahora que había elegido el que seguía yo, el rumbo que marcaban mis pasos.

Seguí comentando lo que sería su vida a partir de ahora, lo que podía y debía hacer. Lo que no. Había cosas que consideraba que eran de una lógica aplastante. No obstante, dado la represión a la que había sido sometida su mente y debido al maltrecho estado en el que se debía encontrar esta. No estaba demás dejarlos claro para que, en un momento dado, evitaramos esa misma conversación en otros términos más inadecuados.

Me refería a la llave de nuevo y noté como se ruborizaba aún más, como el lugar donde mis manos habían golpeado sus mejillas, se ponía aún más rojo, de un color casi sangriento. Parecía que había sentido necesidad de más allá del lugar del que pendían la llave y decidí jugar un poco más con esa baza. Más que nada para ver cual sería su reacción.

- No es ofensa. Sólo es algo que recalco porque no quiero que pase por alto - la miré y sonreí de medio lado - ¿Entiendes?

Los vampiros eramos seres muertos, todo el poder que teníamos estaba en la sangre que ingeríamos, en el modo en el que la utílizabamos. Con ella, podíamos hacer funcionar los poderes de los cuales habíamos sido dotados cuando nos convertimos en inmortales. También era la responsable de nuestros atributos mejorados así como de nuestra capacidad sobrenatural para curarnos de heridas realmente graves. Además de eso, bien canalizada, podía ser capaz de despertar partes de nuestro cuerpo que, en tiempos en los que nuestro corazón latía, tenía respuestas naturales a estímulos externos. Ahora, una vez muertos, sólo podíamos forzar su funcionamiento desde dentro. Por suerte, corría suficiente sangre por mi interior para poder hacer uso de ella, aunque fuera derrochándola.

- Entonces... - comencé a decir mientras tomaba la cadena que rodeaba mi cuello y tiraba ligeramente de ella haciendo que resbalara de nuevo por el escote - Si en un momento dado te encontraras con esto - mandé la suficiente sangre a mi piel para que el efecto del roce de la llave marcara mis pezones a través de la fragil tela que los cubría y, después de sacar la cadena por mi cabeza, depositarla a su lado - ¿Qué deberías hacer con ella? - pregunté mientras la miraba dubitativa por saber cual sería la contestación y más después de haber evidenciado respuestas en mi cuerpo.

Luego entramos en otro tipo de terminología, una más restrictiva. Una en la que ponía unas condiciones que privaban su vida de ciertas libertades que, hasta aquel momento, parecía que si habían sido de su disfrute. Tenía claro al hacerlas, que suscitaría rechazo y sobre todo disputas entre nosotras. También sabía que podía llorar y patalear pero, en el fondo, terminaría aceptándolas. No le quedaba otro remedio.

- ¿Buscarte un marido? - la contesté con los ojos abiertos de par en par a causa de la sorpresa que eso me producía - ¿Y porqué debería hacer eso? - seguí con la pregunta intentando saber como había llegado a esa conclusión basándose en nada - Además, si te quisiera fuera de mi vida no estarías aquí. Seguro que eres más de utilidad de lo que piensas - añadí.

Pero ya era tarde. La bestia en su interior se había elevado de nuevo y el poder de su rebeldía había estallado para plantarme cara de nuevo, para luchar contra mi. Estaba visto que no aprendía de las lecciones o quizás sólo pretendía volver a alterarme para que la golpeara de nuevo.

- Las aceptarás porque yo te lo pido y te lo ordeno - contesté a su muestra de descontento - Hace un momento, sin ir más lejos, has dicho que harías lo que ordenara. Pensaba que deseabas tenerme contenta. ¿Acaso estaba equivocada?

El NO rotundo me pilló por sorpresa. Tanto así que fui incapaz de replicarla antes de que se marchara a la cocina en busca de lo que le había ordenado que hiciera: limpiar lo que acababa de tirar. Pero aunque su voluntad fuera ferrea, sus pasos denotaban lo que le había costado decir eso. Un no forzado era algo así como un si encubierto. Terminaría cediendo, ella en si quería ceder ante lo que le pedía... sólo era cuestión de tiempo.

Cuando comenzó de nuevo a hablar de esposo comencé a calentarme y a empezar a sentir la furia en mi interior a causa de su desacato, también a su falta de cuidado y respeto. Dejé que terminara la primera parte para comenzar a hablar. Obviamente, mi tono no era tan amigable como antes y el tono de voz había subido un par de tonos.

- Cuando quiera que me pagues, te lo haré saber. Si quisiera que encontraras un esposo,  sería fácil pero no es mi intención y ¿sabes porqué? - le dije mientras me acercaba de nuevo a ella - ¿Sabes lo que hago yo con los hombres? - mi sonrisa se tornó torcida mientras pensaba en la escena - Los cuelgo del techo boca abajo y dejo que se desangren. Esa será la suerte que correra el primero que se acerque a tí - lo dejé claro desde un principio para que no hubiera más malentendidos.

Soltó toda la mierda que llevaba dentro. Todo el odio guardado durante el tiempo que había sido esclava de otro de mi especie. La soltó y notaba como la sangre bombeaba en mi cabeza a causa de la rabia. La bestia en mi interior clamaba porque la tomara del cuello y acabara con su miseria, porque no le diera ningún tipo de oportunidad más. Por dar por finalizada la noche regando el suelo con su sangre...

Y entoncés se marchó y me dió la espalda. Me deseó una nefasta noche con una reverencia muy conseguida incluso para la falsedad con la que había sido engendrada y caminó a su habitación ce4ando la puerta tras de si haciendo caso omiso a mis peticiones.

No se que pasó en ese momento. Quizás fuera su rebeldía, quizás la osadía de obviar algo que la había ordenado hacer o quizás el hecho de que acabara de compararme con los sujetos que la tenían subyugada y la utilizaban como una "esclava de sangre". En el fondo aquella chica no tenía ni idea de lo que significaban esas palabras...

Caminé con decisión y rechinanando los dientes hasta la puerta cerrada y de un empujón la abrí. Los goznes rechinaron ante la fuerza ejercida en algo tan nimio y la oscuridad de la que gozaba la habitación se vio privada de su supremacia debido a la luz que había fuera.

Miré dentro en busca de Aimeé y, aunque en un principio no la encontraba, finalmente la vi agazapada como un animal herido en una esquina. Quizás temía mi ira o quizás sólo se había acostumbrado a ser un ser servir y dominado. La verdad es que ahora me daba igual.

- ¿Acaso piensas que puedes dejarme con la palabra en la boca y marcharte sin más después de ofenderme co tus acusaciones? - lle dije en un tono claramente enfadados y mientras me dirigía hacia ella - No conozco a ningún ser más desagradecido que tú.

Respiré airadamente sobre ella pues deseaba controlar mis impulsos asesinos en aquel momento. Unos impulsos que en ocasiones llegaban a cegarme de tal manera que nublaban mi juicio.

- No puedes esconderte de mi. No en mi propia casa - estiré la mano y la sujeté del pelo tirando de ella y arrastrándola por el suelo hasta tirarla en la cama - No conoces mi mundo ni la magnitud de tus palabras. Tienes tu mente pervertida - caminé un par de vueltas por el borde de la cama sin dejar de mirarla. Luego me subí a las sabanas y la volví a coger del pelo obligándola a mirarme.

- ¿Esclava de sangre? Ellos sólo bebían de ti y te usaban a su antojo como si fueras una prostituta - di una dentellada a la muñeca que me quedaba libre de la cual comenzó a brotar sangre de manera copiosa. Se la dejé cerca de los labios sin llegar a dársela y obligándola a mantener erse separada de ella - Sería tan fácil como obligarte a beber de mi sangre y acabaría con tú rebeldía. Te  convertirías en un perro fiel que cerraría su estúpida boca en pro de lamer mi muñeca una vez más - separé el brazo que ya estaba de nuevo casi sano y me levanté obligándola a ponerse de pie delante mío.

- Te he sacado de un nido, te he ofrecido un techo, ropa, higiene y alimento ¿Así me lo pagas? - mis ánimos parecían más calmados pero mi rostro seguía torcido a causa de la ira - Creó que he sido demasiado buena contigo - dije solemnemente - Tendré que dejarte que seas tú la que, con tus méritos, consigas las cosas - me quedé un momento parada, pensando en que hacer.

- De momento - tomé el vestido que la había dado a la altura del cuello - Ya que no valoras mis cosas - observé la mancha que brillaba en su tela, la mancha de vino - Es mejor que no lo tengas.

Tiré de el rasgando la tela por la mitad y rompiéndolo en dos trozos, haciéndolo caer en el suelo hecho jirones y dejando a Aimeé completamente desnuda. Después, haciendo caso omiso al hecho de que su piel estaba al descubierto , me ergui y la miré a los ojos una última vez aquella noche.

- Puedes ponerte lo que tenía cuando te encontré tirada en la calle hasta que te ganes algo mejor - la dije refiriéndome a las ligeras telas usadas por los vampiros para su "ritual".

- Espero que recapacita - dije antes de marcharme por la puerta dejándola ahí.

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Mensaje por Invitado Sáb Ene 09, 2016 11:02 pm

Aquello parecía ser irreal, cada movimiento de ella que se contrastaba con mi nerviosismo y miedo, debía admitir tenía mucho miedo de lo que podría pasarme o mejor dicho de lo que podría terminar haciendo, ya que de por sí, mis pensamientos estaban desbocados en algo que no parecía normal y adecuado para una señorita. No eran aptos para alguien como yo, ya estaba impura y corrompida por la ambición y la miseria de un pasado, estaba sucia por mis propios actos, ya no había nada bueno que ofrecer.

Mis ojos se entrecerraron un poco apartando la mirada por unos segundos de aquella llave, aunque enseguida regresaron a ella cuando rozaban la pálida piel de la mujer, de Catalina. Sabía que no debía pero no podía apartar la mirada de cada uno de los movimientos de los dedos, incluso cuando se retiró la llave dejándola a un lado sobre la mesa, el solo saber que aquel pedazo de metal había estado entre sus pechos y que mostraban algún secreto oculto, un secreto oscuro que llamaban a mi corazón aventurero y curioso no hacía más que sonrojarme, incluso las manos picaban por tomar aquella llave y salir corriendo hasta aquel lugar.

Pero no, no podía hacerlo ya que la orden era muy sencilla.

Jamás acercarme ahí, aunque me muera de curiosidad, miente, miente Ai

Tragué en seco alzando la mirada que realmente temblaba ante los ojos de ella, ante el cuerpo de Catalina tan sugerente y atractivo, la voz se me quebraba internamente, podía sentirlo y por ello tuve que tragar varias veces para tomar el valor que requería, un valor que me estaba obligando a sentir, un valor mal encaminado.

No podía estar más sonrojada y por ello sentía nervios y la torpeza se hacía evidente —Yo…Yo se lo devolvería mi señora— cerré abruptamente los ojos para evitar que viera que mi alma estaba mintiendo, que no sería capaz de devolverla a la primera si no luego de haber curioseado unos segundos, aunque fuera posible, aunque con ello me gane un regaño o castigo.

Sus palabras confundían a mi mente, pero hacían que mi corazón latiera rápidamente. Todo eso era contradictorio para mi al punto de molestarme completamente con ella, conmigo, con todo. Quise decir algo más pero sus palabras me callaron

No es justo, ¿por qué me confunde tanto?

Asentí a sus palabras, aunque no las comprendiera, y sabía que estaba lejos de hacerlo, ella y yo éramos muy diferentes lo que era muy notorio. Bajé la mirada al suelo sin mostrar alguna emoción más que la confusión que en ese momento sentía por lo que había pasado entre nosotras ¿Realmente quería servirle? ¿De corazón?. Mi mente comenzó a preguntarse todo eso, pero quedaron esos pensamientos rezagados cuando sus labios se movieron trayendo a lo que estaba ocurriendo, sus palabras tan oscuras y siniestras que asustarían a cualquiera.

A cualquiera menos a mí, no creía que lo que decía, en mi mente repetía “mentira, es todo mentira” pero ver su sonrisa y con la seguridad de su ponencia ante otros hombres logró lo que quería, tenerme temblando de miedo de solo imaginar que ellos e podría dar, el pensar que una persona termine de esa manera tan atroz no puede ser perdonado a quien lo ejecuta como a la que origina todo ello. Abrí los ojos lo suficiente en shock imaginando todo ello, llenando de imágenes sangrientas que envolvían a Catalina.

Es lo que ella es

Sabía que eso podría darse con otras personas, pero el constatarlo de esa manera dolía mucho más; no tuve otra opción más que marcharme por mi enojo, miedo, frustración, desesperación, valentía, idiotez, rebeldía, atisbo de coherencia. Todo eso era parte de lo que sentía en ese momento, o quizás solo me era confusión por no saber nada realmente.

Al marcharme, no pude hacer más, no quería contestarle, porque ni yo misma sabía que decirle a sus palabras, me encontraba en un debate sobre “mi deseo”, por ello enojada me refugié en la oscuridad de mi habitación que al parecer era la única que tenía claro su vida; el silencio era agradable que podía escuchar a mis pensamientos, que estaban desordenados ¿por qué?.

Calmate Ai, Calmate y respira profundo. ¿Qué mal puede ocurrirte? Ya te ha dicho de todo que eres una desagradecida, una maleducada, también te ha golpeado una por tu ofensa y otra sin razón

Pensar nuevamente en ello no era bueno.

Negué acurrucándome en el suelo unos momentos, abrazando mis piernas para poner en orden mi cabeza, necesitaba enfriarla, aunque ello no duraría mucho.

La sombra que vi, junto al estruendoso ruido hizo que me diera cuenta de lo que había realmente hecho, la había enfurecido hasta los límites de la racionalidad. Nuevamente el miedo me invadió, ver sus ojos llenos de cólera, sus manos arrastrándome, sus palabras dolorosas, pero ciertas, su sangre que goteaba cerca de mi boca, incluso sus manos que rasgaban el vestido, lo único que hice fue gritar y tratar de alejarme de ella, pero todo esfuerzo era inútil, inútil realmente.

Mis gritos de negación, mis palabras contenidas en la garganta ante su acusación, estaban revueltas, confusas entre sí porque yo no sabía que era lo que quería o deseaba de corazón.La vi marcharse dejándome sola y desnuda en la habitación con el eco de aquella palabra.

Espero que recapacites

Las lágrimas salían solas en silencio, mis ojos estaban bien abiertos ante lo que acaba de ocurrir. Eso estaba mal, muy mal —NO, no soy una pervertida, no soy desagradecida, no soy nada de eso, pero no sé, estoy confundida, tantas emociones y no las entiendo porque siempre hubo alguien que lo hacía por mi, siempre había alguien que me decía que hacer, como comportarme, que decir, y aunque desobedecía siempre era para irme a leer libros, pequeñas cosas que consideraba grandes aventuras, puedes ver lo aburrida que era mi vida, y ahora saber que no tengo nada bueno, que estoy corrupta por dentro y por fuera, que no soy más que suciedad y que no podré limpiarla por mucho tiempo…¿cómo crees que me siento? Y más contigo, que haces y dices cosas dispares— sollozaba viendo a la puerta, diciendo entre aquellos murmullos las palabras que mi mente y corazón sentían iguales.

No sé cuánto tiempo pasó, hasta el punto de caer en la ensoñación larga y profunda a la que los rayos del sol tuvieron que cortar, el ruido de las personas de los alrededores llegaba de manera lejana, era como si se tratara de un sueño. Instantáneamente abrí los ojos sin reconocer la habitación.

¿Dónde estoy?
¿Podría ser mi casa?
No, no lo es. No era un sueño todo era verdad, estoy en la casa de Catalina de Aragón.

Abracé mi cuerpo desnudo tristemente meditando en todo lo que había ocurrido la noche anterior, todo lo que nos dijimos, hizo, hice. Todo. Dejé pasar unas horas mientras meditaba en lo que tenía que hacer. Parecía ser casi el medio día, así que opté por salir de ahí, tenía que refrescar mi mente. Lo único que me acompañaba era aquel vestido que traje el principio, un vestido blanco que no se vería bien con el cual andar por las calles, pero no podía hacer nada, tenía que volver a casa y aunque sea tomar alguno de mis vestidos para luego salir de ahí, necesitaba ropa.

A ello me dedique, a conseguir un poco de mi dignidad pisoteada. Sabía que mi madre estaría por fuera así que aproveché eso para entrar a la casa y llevarme algunas de mis pertenencias, aunque solo fueron cuatros vestidos en tonos pasteles, verde y azul, un cepillo de cabello, dos pares de zapatos y lo más importante, la ropa íntima. Con ello sería más que suficiente para sentirme bien. Regresé a casa de mi “Señora” a dejar todo lo que había tomado debajo de la cama, para que ella no pensara que le he desobedecido

Salí de casa nuevamente luciendo un vestido sencillo en tono verde claro, mis pasos fueron por las calles que no conocía saludando a las personas que pasaban, entrando a alguna que otra tienda, sobre todo a las de antigüedades o libros. Hasta quedarme en uno de los parques del vecindario observando a los niños jugar, a las personas pasar. Encontré un lugar en el cual podría pensar, un lugar como un jardín donde podría asimilar todo.

El quedarme divagando y conociendo a las personas hizo que el tiempo se fuera volando hasta que el sol se puso, si no fuera porque aquella mujer con la que había estado hablando no me hubiera alertado de la hora, todavía seguiría ahí conversando y aclarando mis dudas, pero en vez de ellos salí corriendo porque la noche ya se acercaba y tenía que estar en aquel salón antes, antes que ella, que ella despertara.

Corrí lo más que pude hasta llegar a casa, para ahorrar tiempo comencé a desvestirme mientras corría a mi habitación donde oculté el vestido y tomé las telas con que llegué al inicio, estaban lavadas y olían diferente, pero aún me traían el recuerdo sucio de lo que era. Con resignación bajé a toda prisa rezando que no se hubiera despertado.

En el salón, oí un pequeño ruido, pero no la vi ya que tenía la cabeza baja, solo hice un saludo muy educado con una reverencia —Buena noche mi señora ¿desea algo?— esa palabra, esa frase en sí, por ella me castigué mentalmente porque sabía lo que pediría y eso me hacía temblar.


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Mensaje por Catalina De Aragón Miér Ene 13, 2016 1:29 am

Caminé sin mirar atrás, sin ceder ni un ápice, aunque sus gritos más de rabia y frustración que de dolor me acompañarán a cada paso. Caminé dejándola atrás, con sus pensamientos, con sus decisiones aún por tomar y, sobretodo, aún por asimilar. No se me iba de la cabeza la certeza de que, si estaba ahí, había sido porque ella misma lo había elegido, ella misma había decidido tomar mi mano, solicitar mibasilo y mi protección. ¿Tan difícil de entender era que para que esa convivencia fluyera, eran necesarias unas directrices que había marcado?

Supongo que, para un alma que quería ser libre como la de Aimée, cualquier intento de coartar su libertad, la provocaba hasta el punto de encararse con quien fuera. Pero quizás había errado al pensar que ella, al estar tan subyugada ya por sus verdugos, iba a ser más dócil. Ahora me enfrentaba también al reto de conseguir que me aceptara, que se sometiera y, sobretodo, que no me obligara a hacerla servicial mediante la sangre.

Me quedé un poco retirada. Lo suficiente para que no me viera, para que no supiera que estaba ahí, pero no tanto para poder escuchar aquello que salía de su boca.

Dolor e incomprensión eran las palabras que definirían su estado del ser. Se castigaba a si misma por todo lo que le había ocurrido. Se autoculpaba de un hecho que, a mi parecer, distaba mucho de haber sido provocado por su parte. También se quejaba de mis cambios de parecer: En un momento le daba libertad y, al siguiente, se la retiraba ¿Cómo podría entender eso? Era raro si, pero la incomprensión y la desorientación eran armas que necesitaba para la guerra que habíamos iniciado. Necesitaba su lealtad ¿Por mi? No. La necesitaba porque era el único modo de salvarla de todo aquello que la amenazaba.

Si hacia lo que le requería, me estaría allanando el camino que llevaba hasta su liberación de su anterior amo.

Amo... ¿Quéria decir eso que yo me consideraba el presente en su vida? Sonaba bien... más aún si la misma palabras salía de los labios de la joven. Pero no quería una esclava, sólo alguien complaciente y agradecida conmigo.

- Quizás mañana... - susurré mientras me impulsaba con la palma de las manos sobre la pared para seguir mi camino.

Entré por mi puerta privada y caminé hasta la escalera. La bajé y llegué a mi habitación. Ahí, me tumbé sobre mi lecho y cerré los ojos: El sol estaba a punto de salir y no me costó conciliar el sueño.

Pero no duró... o si, realmente no tenía consciencia del tiempo que había pasado. Escuché ruido de pasos arriba y me desperté. Miré al techo como intentando deducir donde se iba a posar los pies a continuación. Hice lo mismo hasta que escuché los pasos que se alejaban de la casa y volvían a dejarla en vacío. Sin darme cuenta, volví a caer dormida...

Los nuevos pasos me volvieron a agitar en mi descanso, evidenciando el hecho de que había regresado de su tránsito matutino. ¿Iba a ser siempre así? No tenía claro si sería capaz de soportar tanta perturbación. Estuvo un rato haciendo ruido y se volvió a marchar. Me giré en la cama y intenté conciliar el sueño de nuevo. No obstante, era incapaz de volver a reposar pacíficamente. Di una vuelta, otra, y otra... Finalmente me senté en la cama y suspiré resignada ante todos los cambios.

Me levanté y caminé por la casa hasta llegar de nuevo a la habitación que le había cedido a Aimée. No estaba. Pero sin embargo, noté algún olor que no reconocía, un olor nuevo. Caminé para comprobar que, de donde provenía era de unos vestidos que seguramente hubiera ido a buscar a su casa, saltándose de nuevo lo que le había pedido.

No me alteré, no en ese momento. De haberlo hecho le hubiera dado demasiadas vueltas y eso hubiera conseguido que se enquistara y no pudiera verlo de un modo racional.

Caminé hasta un gran salón y encendí una vieja chimenea. Cuando el crepitar de las llamas me indicó que podría mantenerse sin más ayuda, dejé de stizarla y di un paso para atrás hasta toparme con un sillón en el que me senté y me quedé estática contemplando la belleza de las llamas.

Aún así, seguía atenta a los ruidos de mi alrededor, esperando el retorno de mi adquisición. Pérdida entre pensamientos inconclusos.

En ello me encontraba cuando escuché la puerta abajo y los pasos acelerados que siguieron al cierre de la misma.

Fuera ya había caido el Sol y el frío poco a poco iba gobernando el clima.

No me giré, tampoco me moví. Me dediqué a seguir mirando el fuego mientras sentía como se acercaba.

Me preguntó si deseaba algo y la verdad es que la hubiera tomado, me habría alimentado de ella. La hubiera descubierto los placeres y sensaciones que escondía mi mordisco o mi beso, como a mi me gustaba llamarlo.

Pero no lo iba a hacer, no le daría ese gusto. No en ese instante al menos.

- ¿Desear? - dije permaneciendo con la mirada al frente - Desearía que cumplieras con lo que te dije - seguramente no entendiera a lo que me refería - De haberlo hecho, los vestidos de tu habitación no estarían ahi,. No habrías ido a buscarlos a tu hogar a sabiendas de que no quería que te movieras por lugares conocidos - mi tono era apático, desganado - ¿Qué hubiera pasado si te hubieras encontrado con tu madre?¿Hubieras vuelto al círculo del que te saqué?

Agité la cabeza negando y un mechón amplio de pelo cayó sobre mi rostro. Con delicadeza lo retiré acomodándolo detrás de la oreja.

- Quizás la has visto y ahora estás jugando conmigo a ser la niña buena. Quizás la has dicho donde vivo para que, mientras duermo, acaben con mi miseria... - todo eran conjeturas que no tenían una base.

- No deseo nada Aimée - dije finalmente - Haz lo que quieras el resto de la noche... - estiré la mano señalando una caja que reposaba en una mesilla de madera oscura - Ahí tienes dinero si lo necesitas. Yo, tomaré un baño y iré a alimentarme de la primera dama que me encuentre.




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Mensaje por Invitado Mar Feb 09, 2016 9:46 pm

Estupefacta quedé, atónita sería poco en describir, saber que quien era mi tutora y protectora sabía de cada uno de mis movimientos me llenaba de miedo, pero ¿cómo sabía ella todo lo que hice? Trague en seco pensando en una excusa que no sonara a mentira, o al menos no tanto, pero, era inútil si ella sabía lo que había hecho seguramente mentir no era buena idea.

Suspire observándola y luego agachando la mirada; mis pies se movieron lentamente tomando la falda de su vestido evitando que se alejara con alguna mala impresión o concepto errado de lo que había hecho; la mente humana puede jugar trucos malo y ya viendo que no era humana aquella mujer, Catalina, debía ser aún más peligrosa.

Solté sus ropajes reverenciándola, aceptaba que debía decir la verdad, pero antes debía controlar mis ganas de llorar, sin razón alguna, no si había una razón no quería imaginar a Catalina bebiendo de otra persona ¿y de mí? Cerré los ojos tomando el aire suficiente para llenar mis pulmones de valentía.

—Mi señora no me mal entienda— tosí un poco manteniendo aquella postura que había aprendido con las doncellas —Yo deseo cumplir y acatar todas sus disposiciones, pero, no quería que me viera con harapos de mi ahora pasado, quería estar presentable para usted para que al menos pueda sentirse orgullosa de su doncella al ver que no es una simple mujer, lo hice pensando en usted— susurre aquellas palabras con la esperanza de que en verdad creyera lo que le decía, puesto era sinceras.

Por mi cabeza pasaban muchas cosas, pensaba en todas ellas sin un orden establecido pero, poco a poco iban tomando forma de manera sistemática y ordenada; gracias a la plática que había tenido con aquella mujer en la tarde mi mente se despejó dejando atrás a la antigua Aimee para dar paso a una nueva, ¿sería igual de rebelde y luchadora? Sí, pero de otras maneras, había encontrado un nuevo camino y lo seguiría sin importar nada, ya no era prisionera, ahora me comportaría como lo que era, alguien libre.

Negué ante las palabras duras con aquella indirectas, no sonreí en lo más mínimo porque no me parecía digno de hacerlo, solo tomé un semblante serio y algo molesta por las insinuaciones que acaba de dejar Catalina.

—¿Por qué haría algo así?— pregunté mirándole a los ojos con un deje de tristeza de que ella pensara eso de mi —No haría nada de eso señora Catalina, ¿cómo podría? O peor aún ¿A quién? Jamás dejaría que le hiciera daño a mi señora, sería imperdonable, además no soy como el perro que muerde la mano que le dan de comer, al contrario soy el perro agradecido que será leal y confiable con el amo que le alimenta— una reverencia muy bien ejecutada con una inclinación de cabeza.

Alce la mirada con una falsa sonrisa, ante las palabras de que saldría aquella noche, no podía hacer más ni menos, asentí educadamente acordándome de lo que me solían decir mis doncellas, no podía objetar o simplemente impedirle algo a la señora de la casa, sería un insutlo.

—Si la señora va a salir procure abrigarse, esta noche está helando y podría contraer un resfrió; vaya con cuidado para que no le ocurra nada malo y regrese a casa, la estaremos esperando mi señora De Aragón— camine en dirección a la habitación de ella mis pasos eran lentos y pensados para no cometer alguna falta, pero más que nada para no delatarme a mi mismo.

Mis manos jugaban con la tela del vestido apretándolo mientras seguía..

Sea lo que sea, lo haré con dignidad, sin lágrimas y sin fallar, y si lo hago aceptaré el castigo, eso es lo que debo hacer.

—Prepararé su baño, mi señora— ladea la cabeza unos pocos grados para mirarle con la misma falsa sonrisa de que “todo está bien” —Alguna petición tiene mi señora para que pueda escoger la mejor de sus ropajes, así podrá seducir mejor a las damas que la alimenten, será la atención de todas las miradas tanto de hombres como de mujeres— mi sonrisa se iba perdiendo por ello solo agaché la mirada siguiendo el camino hasta la habitación de mi señora.

Era lo menos que podía hacer, en silencio, sin fallar…al menos a simple vista, porque lo haría solo por sentir nuevamente el calor en la piel.




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Mensaje por Catalina De Aragón Dom Feb 21, 2016 12:44 am

No quería mirar, no me interesaba lo que su rostro pudiera transmitirme. Lo que su mente rebuscaria para intentar solventar aquel destape de intenciones. Aquel descubrimiento que le había sido revelado: la mayoría de las cosas que hiciera, no pasarían desapercibidas. Era imposible que algo se modificada en mi hogar sin que lo supusiese, llevaba demasiado tiempo viviendo sola para conocer hasta la última mota de polvo que danzaba por el suelo.

Por otro lado entendía que hubiera caído en el topico de que los vampiros, al ser seres nocturnos, por el día estaban completamente muertos. Y, en la mayoría de las ocasiones es así. Pero ya fuera por h o por b, no había podido conciliar un sueño como era debido y, de ahí, que la situación se hubiera precipitado hasta el punto en el que nos encontrábamos.

Finalmente alegó a su favor. Palabras absurdas que no rozaban ni tan siquiera la lógica, carentes de fundamento. Unas palabras que habían surgido de manera apresurada. Una excusa, como otras tantas que pretendían ocultar una conducta rebelde, desobediente y sobretodo propia.

- Por favor, no tienes lengua de serpiente para poder mentir tan bien que yo te crea - comencé a decirle - Soy más vieja que tú. Bastante más. Y conozco todas y cada una de las tretas que pueden pasar por tu cabeza y salir por tu boca - hice una pausa mientras mantenía mi mirada alejada de ella - Aprende a callar si no tienes nada que decir o algún día te arrancaré esa lengua y decidiré si algún día la dejó crecer de nuevo.

No era consciente de si realmente ella conocía el poder curativo de la sangre de un vampiro además de la capacidad regenerativa que proporcionaba al que lo portaba en sus venas. Simplemente me salió sin más.

- No finjas que todo es para tener una apariencia más correcta ante mi - había cierto desprecio en el deje de las palabras - Yo te vestí con mis ropas. Ropas que ni siquiera habían nacido tus abuelos cuando fueron bordadas. Y las despreciastes. Hiciste que la hiciera pedazos para demostrarte que no había concesiones si no aprendías a comportarte - respiré hondo - No me vengas con pantomimas ahora.

Ante la muestra de desconfianza por mi parte ella se defiende. Alega lealtad, fidelidad y un montón de cosas que previamente había mostrado no hacer gala. De echó, la noche anterior había mostrado todo lo contrario: que sería capaz de venderme con tal de escapar de mi. ¿Sería posible que en un día todo eso cambiara? la verdad es que lo dudaba mucho.

- No creo que fuera necesario que te contestará a eso dado que, aunque elegiste estar aquí, no pareces confome y no es lo que deseas - en cierto modo era así - Nadie desea lo que tiene, sólo se intenta vivir con lo que a uno le toca. En tu caso parece que el destino te ha jugado una mala pasada - o no, todo depende de  como se mirara - Y quien sabe, quizás todo fuera una treta por parte del que te tenía bajo tu yugo para que te acercaras a mi y revelarás mi lugar de descanso - era una idea aburda y precipitada que se me había pasado por la cabeza y la habia soltado sin más.

A raíz de aquello pareció que la perspectiva de Aimee cambió intentando ser más sumisa, más afectiva. Aunque parece aceptar la decisión de mi salida, no lo hace de buen grado.

- No puedo resfriarme. Estoy muerta ¿Recuerdas? - me rostro luchaba por tornarse cómico después de lo que la joven había dicho, no obstante me mantuve serena y sería.

- Sólo prepara el baño, no necesito que busques ropas. Me vestía sola antes de tu llegada y lo seguiré haciendo aún estando tú aquí - le indiqué mientras esperaba en el mismo lugar un tiempo prudente para que le diera templos a prepararlo todo.

Pasado ese tiempo, me levanté y caminé hasta donde estaba preparado ese descanso en forma líquida. El agua humeaba ligeramente y la ambientación de la sala parecía reconfortante, acogedora. Aimee estaba por ahí también.

Descorría el nudo que afianzaba las ropas a mi cuerpo y lo aflojé. Lo saque por uno de mis hombros y luego por el otro. Lo solté y la tela cayó al suelo arrugándose y dejando toda mi piel al descubierto.

Mis curvas se hacían más presentes sin vuelos y telas mancillandolas. Toda mi piel era pálida y de apariencia fría. Exceptuando un par de pezones sonrosados y un poco de vello que cubría mi sexo. Caminé y me introduje en el baño sintiendo un ligero placer debido a la temperatura acondicionada. Me sumergí un segundo y empapé todo mi cabello.

Ahora si que dediqué algo de tiempo a mi adquisición. La miré y observé durante unos momentos.

- Necesito que me laves - la ordené - Desnudate, entra en el baño - le añadí a continuación. El recipiente era lo suficientemente grande para que entráramos las dos.




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Mensaje por Invitado Miér Mar 09, 2016 11:49 pm

Lo que ella decía era verdad, no podía refutar nada de lo que la señora de la casa planteaba, no tenía elementos de convicción para poder negar aquello y pedir disculpas sonaría aún más falso y ella no creería; estaba cometiendo errores peor ya no era tiempo para retroceder, había hecho todo aquello que me encaraba Catalina y debía afrontarlo de la mejor forma, no sería cobarde ya, aquella mujer del pasado quedó ahí de ahora en adelante sería una nueva mujer.

Mantuve la mirada fija en el suelo, mordiéndome la lengua para no decir nada que pudiera perjudicar la situación, escuchando todo atentamente pero negando en mi mente, negaba ello porque en el fondo era verdad, sabía que había cometido una estupidez la noche anterior y por ello quería empezar con el pie derecho de nuevo, comenzar otra vez, un borrón y cuenta nueva pero como siempre lo había estropeado, había errado en lo que quería.

Tragué en seco pensando en sus palabras.
No tienes lengua de serpiente
Mentir
No finjas que todo es para tener una apariencia más correcta ante mi
Trataba de no llorar y sonreía en mi mente, buscaba un ápice, un recuerdo que me hiciera sonreír y olvidar así lo que esas palabras provocó pero solo encontré gritos en mi cabeza, gritos que decían lo que callaba.

Estaba arrepentido y por ello mi silencio, no diría una palabra sobre ello porque lo arruinaría nuevamente, me limitaría a obedecer ciegamente, a no hacer nada más de lo que se me ha pedido, esa era mi nueva determinación, demostrarle que no, que no mentía que yo si quería estar presentable ante ella como disculpa por lo del anterior vestido, que yo quería estar bien vestida y arreglada.

Pensar ello me sonrojó bastante al punto que abrí los ojos de par en par por el rumbo de mis pensamientos y palabras ¿era real lo que dije?. Mis pies se movieron por inercia arreglando el baño de Catalina, solo pronunciar su nombre me hacía sonrojar, recodar lo de las dos noches anteriores me hacía sentir vergüenza; terminé haciendo todo como me lo había pedido, manteniendo la postura de una doncella, pero con una sonrisa de satisfacción.

En mis manos tenía una botella de cristal de aceite con esencias para el baño, parecía algo fino y que no se encontraría tan fácilmente, y quizás por ello lo tenía firmemente en las manos, al menos hasta oír aquel comentario. Solo pude oír el estruendo de la botella contra el suelo y mis ojos abiertos, el labio temblándome con el sonrojo en todo mi rostro y orejas.

Tengo que cumplir
Tengo que cumplir
…………………………….

Repetía en mi mente viendo a Catalina en la bañera sin ropa alguna pidiéndome estar en igual condición; reír nerviosa —Claro tal como lo haría una doncella— tosí un poco corriendo a limpiar los vidrios rotos —Lo siento, aun soy un poco torpe mi Señora, discúlpeme por este error— murmure al termino de limpiar mi desastre.

Inexperta me pueden llamar.

Mis dedos temblaban al retirarme las prendas lentamente, no podía mirar a Catalina por la vergüenza que sentía al estar desnuda frente a ella y era por ello que mi rostro quemaba, ardía de solo mostrar mi cuerpo poco proporcionado y menudo frente a una mujer que pudo ver mejores especímenes que el que ahora estaba frente a ella. Despacio entre a la tina acercándome con una esponja. Mis ojos estaban fijos en el agua que se mecía conforme avanzaba.

Su piel es tan suave y tersa, parecía de porcelana, tan fina y blanca. ¿A que olerá su piel?

Me regañé por aquel pensamiento tomando todo el valor al comenzar con la tarea encomendada, los dedos rozaban la piel, tomaba agua frotando sus brazos hasta sus hombros a los cual masajee lo más despacio que podía, una clara muestra de mis nervios por la situación —¿Está bien de esta manera, Catalina?— susurre su nombre pasando la esponja por su espalda y cuello sonrojándome de ver su piel y aquella parte que no debería ver pero que no podía dejar de hacerlo.

Era obvio que la Señora Catalina tendría a cualquier hombre o mujer a sus pies, pues su cuerpo era hermoso al igual que su fuerza, aunque sus palabras fueran duras ella debía llamar siempre la atención a donde vaya.

Tendría mucho en que trabajar para poder estar a lado de ella, peor no me rendiría lo haría, le demostraría lo agradecida que estaba por darme una vida, una nueva vida, un comienzo diferente.
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