~ Soy lo que soy ~ [Aimee]

La vida le sonreía eso era un hecho innegable, después de cuatro años su vida había vuelto a estar llena de luz: había encontrado a su hermano.
Con el recuerdo de sólo dos noches atrás en la que sucedió el reencuentro, Angeliqué, vestida con un jeans apretado, un swetter que la abrigara del frío otoñal y una cartera algo grande en la que llevaba su ropa diminuta, se dirigía con paso seguro hacia el burdel, recién se había enterado de que existía uno y ya llevaba cuatro días sin trabajar, no podía seguir desperdiciando el tiempo como si tuviera plata de sobra, sus ahorros se le estaban acabando y lo último que quería era vivir a costa de su hermano, había sobrevivido en las fría calles desde los catorce años y no sería ahora, en un viaje de aventura, luego de escapar de una prisión, el momento de entrar en otra en la que el carcelero fuera Anuar.

Desde pequeños que él la cuidaba y ayudaba en todo, pero ya no más, la niña se había ido cuando aquellos delincuentes se la habían arrebatado sin pensar en las consecuencias que podían ocasionar, el dolor ya se habia ido, la herida había sanado, pero la cicatriz había dado paso a un rabia y odio que ni con el más sincero amor podía ser apagado, la muchacha ya en nada podía ver sinceridad o afecto, todo para ella se reducía a cosas materiales, vendía su cuerpo por plata, engañaba por plata, respiraba por plata ¿por qué? Muy simplre, sin plata no comía, no tenía un techo sobre su cabeza, no era independiente, no sobrevivía.

Todos aquellos sueños de amor y del "felices por siempre" se partieron en mil pedazos cuando era apenas una niña, ahora ya no tenía ninguna razón para volver a soñar, su corazón estaba podrido, podía encapricharse, podía sentir interes por un chico, pero después de obtener lo que quería de su presa la obsesion se iba, el aburrimiento llegaba y el capricho parecía no haber existido nunca. Era una cortesana aunque se alejara de aquel sendero, siempre lo sería y en ese camino había aprendido una cosa: el amor no existe ¿Cuántos esposos, novios, prometidos, padres, abuelos había tenido que satisfacer? Ya había perdido la cuenta... ¿dónde había quedado el amor en aquellas relaciones? En ninguna parte porque realmente nunca había existido. "No te enamores de tu cliente" es lo primero que te enseñan las calles y esa lección no tuvo que aprenderlas por las malas.

Aquellos pensamientos habían hecho que la rabia se apoderara nuevamente de ella por sentir como su vida se había arruinado, desesperada rebuscó dentro de su cartera un cigarro, pero al igual que la noche en la que se había reencontrado con su hermano, no llevaba encendedor.
- ¡Mierda! - el vicio ya se había apoderado de ella.