To [Brandon]

por **Marian Sanders** Lun Nov 16, 2015 6:17 am

"WHORE! How do you call heaven?" The Crucible

¿Cómo se llama al dios de la miseria? Ni idea. Misera-algo traducido al Latin probablemente. Tan trivial como sea el dios de la miseria, el dios cristiano me sonaba igual. Jamás me había ayudado, y ahora en mi miseria era claro que jamas lo haría. Pero eso no se podía quedar así. No podía ser que había sido creado por puro chance. ¿Qué tenía ademas de mi miseria? ¿Qué tenía para hacerme seguir? ¿Qué haría que me levantara todos los días con un sentido de propósito?

La brujería era algo con lo que Marian había pensado por un tiempo. Inconscientemente sabía que cosas como la magia y lo sobrenatural no existían, pero su consciencia necesitaba algo a lo que aferrarse. La actual miseria y soledad era más de que podía aguantar.

Ahora, Marian ni siquiera quiestionó su sanidad. Ya sabía que no tenía sanidad alguna. Así que, sin nuevamente questionar su sanidad, se dirijió hacia el bosque a pié, bolso con hiervas en mano.

Luego de estar lo suficientemente alejado de la civilisación, me senté en un arbol caído, y comencé una hoguera. Recojí piedras y madera de alrededor de mí, y lo planté justo alfrente de mi sillón natural.

Me senté nuevamente en el arbol capido, y rezé. Rezé fuerte y alto, mientras corría en el circulo alrededor de la hoguera, brincando y bajandome del tronco muchas veces en el proceso. Y por tan tonto que fuera, estaba desesperado por una señal. Algo que me sacara de la miseria y me diera una razón para vivir.

por **Brandon Amnell** Lun Nov 16, 2015 6:24 pm

Aquel día Brandon estaba de bueno humor. Había ido al mercado por la mañana, había limpiado gran parte de su casa y había hecho numerosos recados que lo mantuvieron ocupado durante casi tres horas. Después de eso, se sintió llamado a leer un libro de política y derecho francés, y así estuvo durante toda la tarde, echado en uno de sus sillones favoritos, junto a la chimenea, enriqueciendo su espíritu.

Desde luego, no entendió ni la mitad. Para él, que había estudiado derecho anglosajón, las leyes francesas eran algo completamente nuevo y desconocido. Se planteó volver a la universidad, estudiar en París. Pero rechazó la idea. Eso le dejaría poco tiempo para trabajar, no trabajar le quitaría dinero, y el dinero era lo que necesitaba para vivir y estudiar. Al cuerno con los estudios.

Se tomó un baño relajante, se puso ropa cómoda y salió a pasear. Anduvo ensimismado por las calles de París hasta que se alejó de estas. Normalmente sus pasos solían llevarle a la playa, donde recordaba las costas de Inglaterra, o al bosque, cuya vegetación difería un poco de su lugar de origen, pero era igual de hermosa.

En invierno, los árboles de París siempre tenían una pequeña capa de escarcha, que brillaban como estrellitas bajo la luz del sol poniente. En su cabeza, Brandon fantaseaba con subir y romperla para empaparse de ese rocío congelado y sentirse un poco más cerca de casa, donde siempre llueve y hace frío. Extrañaba mucho su hogar.

Su cabeza empezaba a fantasear de tal manera que apenas se dio cuenta de que se había alejado bastante de París. Si no quería que la noche se le echara encima, tendría que correr de vuelta a casa. No obstante, no temió por ello, sino que se encogió de hombros y dio una última vuelta… justo para ver algo que lo dejó un poco atónito. Un chico de pelo largo y edad temprana (al menos más joven que él), hacía… algo en un árbol.

—¿Hola? —dijo Brandon mirándolo con cara de disculpa por haberlo interrumpido en su… quehacer.

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