Pasajes de Cuentos que la mente crea para hacer más real la vida pasajera

por **Constance A. Zaïre** Mar Dic 08, 2015 7:45 pm

Cuidando Querubines

La suave brisa que juega con los cabellos castaños de aquella joven con mirada suave y cálida que dedica pequeñas y sutiles gestos a los querubines que le rodean alrededor del viejo árbol en el jardín botánico de la ciudad parisina. Los delicados y largos dedos se alargan hasta acariciar los cabellos de uno de los pequeños que se aferra a las faldas de la joven cuentista.

Con una sola caricia el pequeño se calma regalándole una sonrisa sincera que arranca otra desde el fondo del corazón de la castaña que se acomoda el vestido para continuar con aquel cuento.

–Entonces la pequeña caperuza solo tiene una oportunidad para poder salir, pero se dejó engañar por aquel lobo feroz, que le mostraba sus fieros colmillos– movía sus manos como si fueran fauces –El lobo se acercaba a donde ella estaba con aquellas enormes y grandes patas cuyas garras se rasgaban contra la madera del suelo, saboreaba ya a la pobre niña que golpeaba la puerta pidiendo ayuda, se acercaba más y más el lobo a la joven relamiéndose por poder comerla– un pequeño salto de uno de los pequeños logra que el cuento quede a medias.

La suave sonrisa de aquella joven que extiende los brazos al pequeño que se acerque, pero en vez de correr a los de su cuidadora, un hombre aparece tomando el brazo del pequeño ángel en una actitud de enojo, la castaña con un gesto de su mano pide que aguarden los pequeños curiosos por más de aquel cuento, mientras se acerca a donde el caballero se encontraba.

–Ocurre algo– su mano delicada acaricia el brazo que era tomado con suma fuerza.

–No es de su incumbencia señorita, no se meta donde no le han llamado– el hombre arremete contra la joven que dedica una sonrisa al pequeño alejándolo de ahí, pidiéndole que regrese a donde están los demás niños.

–Lamento que lo vea así, pero no es bueno señor que trate así al pequeño, aunque su familiar. No está dando buen ejemplo a los demás y como adultos responsables es nuestra obligación mostrar algo de decoro y educación– evita con su mano que el hombre le responda –Puede que para usted no sea educada por meterme en sus asuntos, pero en este momento el pequeño está aquí bajo mi cuidado, si tiene algo que decir dígale a la madre algo al respecto, pero le pediré que por ahora se marche–

–Pero que te has creído tú...– el hombre enfurecido se acerca a la mujer tomándole del brazo con fuerza pero al verle a los ojos la suelta mirándole con detenimiento.

La castaña solo sonríe indicando al caballero la salida mientras ella regresaba donde los niños.

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por **Constance A. Zaïre** Jue Mayo 19, 2016 11:03 pm

Cuentos de hadas reales.

Poco a poco de entre la bruma de la incertidumbre, de entre las olas de la percepción entre la claridad de las sombras y la conciencia de aquello que es real, de entre los recuerdos y los ilusiones, mis ojos comenzaron a abrirse poco a poco, pesadamente dejando un rastro de somnolienta después de aquel sueño tan prolongado en el que el tiempo fue relativo sin ser consciente de todo aquel tiempo regrese a este mundo.

El aire llena mis pulmones y vivo de nuevo una vez más.

Todo es real, cada ruido es perceptible a mis sentidos, el pasador de la puerta truena mientras la madera rechina permitiéndome saber que se abre la puerta, los pasos firmes, pesado de una ser humano se escuchan acercándose a mi aposento… es él… sus amplios hombro, sus obscuros ojos tan impregnados de todo aquello que no soy, sus labios firmes pronuncian con aquella voz varonil mi nombre –Estas aquí –susurro dándome cuenta que por fin ah llegado el clímax de mi cuento de hadas –Estuve esperando mucho por ti –sonrío mirándole. Mi cuerpo aun se siente pesado, incomodo pero logro acercar mi mano a él, aquel que me rescatara de la las garras de mi captor.

Pero lo que sucederá continuación será algo que jamás creí, sintiendo los fuerte labios devorando los míos, obligándome a abrirlos, las manos de él recorren mi cuerpo… Experimentare aquello que ni en sueños creí remotamente sentir alguna vez.

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por **Constance A. Zaïre** Sáb Jun 24, 2017 8:21 pm

El cuento se volvió pesadilla.

La mañana, un buen momento para comenzar con alegría los trabajos a la que cada uno está acostumbrado a realizar, de entre ellos en la esquina de una de las calles más transitadas se encuentra una florería algo pequeña pero de buen gusto donde su dueña siempre atienda a sus clientas de la mejor manera, el lugar parece más un invernadero que es el deguste de las damas para tomar algo te mientras esperan los arreglos de la dueña del lugar. Un fragante y agradable lugar en todo Paris.

Entre su canto y delicadas manos que acuden a armar los arreglos de pedidos que ha tenido, unas que otras aves se reúnen al dejar la ventana abierta, atraídas por las flores y el canto de la castaña junto a esa dulce y amable sonrisa que mantiene en su rostro. El cabello atado con un listo en tono pastel y su mandil blanco que resalta el tono de su falda celeste como el cielo y la blusa en un tono más pastel un tono cielo que resalta más el color blanco de su piel y sus sonrosados labios.

La campanilla suena ligera y antes de atender a su nueva clienta, un hombre ha aparecido tras la puerta, un ser cuya apariencia grita “peligro” “mantente alejada”, pero su bondad y modales le impulsan a atenderlo con toda la cordialidad posible, más su atención se ve ofuscada por el fuerte agarre del hombre. Alza la mano frágil de la castaña buscando verle los ojos y en su intento de salvarse de ese hombre uno de los floreros cae en pedazos.

–Lo siento, señorita. No era mi itención asustarla– solo con decir esa palabra y al soltarla la pone más tensa a ella, más nerviosa

–Pero aun así no debió tomarme de esa manera ¿Qué busca?– la castaña no sabía que hacer y aun así no quería huir del todo, quizás porque sus piernas estaban paralizadas ante la presencia del hombre.

–Nada, usted me recordó a alguien y quise corroborarlo por mis propios ojos, eso es todo pero no, usted no es ella ¿Cómo se llama?– la campanilla volvió a sonar

Los niños del orfanato habían venido todos entusiastas a ver a su mejor cuidado y la más querida por ellos

–Cony, hemos venido a verte– corren a abrazarla y cuando ella va a ver al hombre para responderle un cuervo ha quedado parado en la ventana de su establecimiento sin pista ni señal del anterior hombre, dejándola consternada.

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por **Constance A. Zaïre** Miér Sep 20, 2017 11:58 pm

El cuento se volvió pesadilla.

Y entre tanto, en medio del orfanato junto alrededor de los pequeños que con sus risas aquella noche esperaban con ansias que se les contara un cuento. Con sus dulces manos y las manualidades que cortaba en aquel momento con papeles y con una vela mientras oscurecia la habitación. Todos los pequeños la miraban con ansias de saber que era lo que estaba haciendo con la lámpara y aquella botella a la que pegaba las fiburas.

La vela la acomodó con la botella al poner sus figuras en ellas moviendo la botella, girándola haciendo resplandecer la luz con las sombras de las figuras. Los niños maravillados se sentaron en el suelo con sus mantas y pequeños osos, todos mirando a las paredes al ver como la historia cobraba vida en la dulce y melodiosa voz de la cuentista que se hacía más y más acorde de la historia que contaba a los pequeños.

Uno de ellos se acercó hacia atrás abrazando a la dulce y joven cuentista, quien tomó al pequeño a sentarse sobre sus piernas cubriéndole los ojos con uno de sus pañuelos que entre risas comenzaron a correr y subirse sobre sus pequeñas camas. El pequeño riéndose trataba de agarrar a alguno de sus amigos y solo encontró la risa, hasta que la luz volvió a la monja mayor, aquella mujer de edad avanzada apareció tras la puerta con una cara tan seria de molesta y enojo por el ruido que estaban haciendo los niños. La miró con regaño llamándola por parte.

Los pequeños protestaron pero la mirada de la monja los puso a temblar de miedo quedándose en silencio. En el pasillo la monja regañaba con severidad a la pobre ovejita que no había hecho más que traer algo de felicidad a los pequeños, luego de una media hora de su sermón la dejó irse pero antes de partir debía pasar por la oficina de la dueña. Se acercó a la habitación de los pequeños haciendo que descansen uno por uno con un beso en la frente a cada uno, al salir directo a la oficina de la dueña, solo encontró a la joven sola riéndose y la monja por una esquina protestando por la actitud de la cuentista. La dueña la miró por la puerta y con una seña la llevó a que se marchara sin regaño más.

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por **Constance A. Zaïre** Mar Dic 26, 2017 11:37 pm

El cuento se volvió pesadilla.

Tenía mucho frío, sus manos le dolían, quizá fuera porque sentía las heridas, los moretones creados con los golpes que había recibido al paso del tiempo. De ese secuestro que ya llevaba casi dos meses había sacado algunas hipótesis respecto de su prometido y quién era en realidad. Sabía con quién estaba a punto de casarse, pero no qué tan importante era. Curiosa la forma en que se había enterado y sobre todo, dolorosa. Cerró los ojos aspirando con dificultad aire, sentía cómo su pecho se hacía cada vez más pequeño. ¿Moriría ahí sin ver a sus padres o bien, a quién llamar? Sus piernas se afianzaron más al piso y tragó con dificultad.

Tenía mucha hambre y sed, no había comido desde hacía muchos días atrás, rechazando el bocado si eso significaba tener que darle a ese hombre su cuerpo. Tenía dignidad y nadie se la quitaría así tuviera que morir de inanición.

Un sonido la alerta y de inmediato busca un lugar más alto. Sus manos se hacen de los barrotes de la celda, en pos de subir las pocas cajas que se encuentran y que fueron, irónicamente, un obsequio por su "buen" comportamiento. Sentada en lo más alto, mira con horror y pánico las ratas cuyos ojos brillan en la oscuridad. Sus dedos viajan de inmediato hacia sus pies, sobre todo el derecho. Se pasean por los lugares en que las ratas alguna noche se dieron un festín. Un "regalo" de su captor también. Simplemente las dejó salir cuando ella intentó escapar la primera vez. No hubo una segunda. Aspiró aire una y otra vez esperando que las malditas ratas se fueran, eran asquerosas, pero sobre todo tan peligrosas que temía que volvieran a tocarla, pero él las hacía salir para recordarle cuán prisionera estaba.

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por **Constance A. Zaïre** Jue Feb 22, 2018 11:42 pm

El cuento se volvió pesadilla.

Le parecía un chico callado y bueno, a decir verdad todo lo contrario a ella y a la primera impresión que daba, él tenía pinta de ser el típico chico que todo padre querría para sus hijas, bueno, menos el de ella seguramente, su padre tenía cierta obsesión con que ella no tuviera pareja. Siempre le había dicho que esperara al chico ideal para ella, que no se precipitara, claramente Cony jamás le hizo caso, pero nunca le decía nada, ya que comprendía que al ser la única fémina siempre acompañada con niños, por lo que ella sabía lo que buscaba era protegerla y todo ese rollo de querer mostrarse como el padre que nunca fue. Seguramente aquel chico le cayese bien a sus padres, pero ella resultaba tener gustos totalmente distintos a los que se esperaban de ella, aunque tenía que admitir que el moreno tenía su atractivo, que no la disgustaba del todo, en resumen, que no se avergonzaría de dejarse ver con él por la calle por algún conocido y esas cosas. Pensando en él se le ocurrió preguntarse que tipo de hombre sería realmente, porque a decir verdad se había encontrado con pocos hombre que valgan la pena, y ella no iba pregonando lo que era por temor del rechazo a una florista, por lo que tampoco lo iba preguntando a lo que se dedicaban las otras personas, solía esperar a que la preguntaran y la dijeran, pero ella nunca epseraba más de nadie; incluso ni siquiera recordaba el nombre de aquel pobre muchacho que quiso jugar con demonios, pero dio con la familia equivocada y ella lo sabía y se lamentaba ahora con sus pequeños entre los cuentos y las lágrimas

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por **Constance A. Zaïre** Jue Abr 26, 2018 12:00 am

El cuento se volvió pesadilla.

Todas estas tareas las hacía sola la castaña, pero mientras hacía uno de los adornos para la iglesia que tendría que entregar en la tarde sintió una pesada mirada sobre ella. Miro por la puerta y vio a un hombre vestido de negro mirando fijo a donde estaba ella, incluso, la castaña pensó que el joven la miraba a los ojos, eso le produjo una sensación extraña erizándose y sintiendo nervios. No pasaron unos minutos hasta que la obra de aquel ángel de flores blancas y lirios estuvo completada la campanilla de la ventana sonó –Bienvenido monsi…– no terminó la frase cuando quien entró era aquel hombre que había estado viendo su negocio. Se mantuvo tras el mostrador paralizada de miedo hasta que el hombre comenzó a mirar a las flores entonando una conocida melodía pero que en ese momento de nervios no reconoció –yo, ¿le puedo ayudar señor?– sonrió la castaña acercándose al caballero pensando que todo había sido producto del silencio del hombre.

Ya por la tarde la joven humana pasaba los minutos caminando por las calles hasta llegar al orfanato pero no llegó con las manos vacías al contrario llevaba bolsas y una canastilla con pétalos de flores de varios colores, en las fundas llevaba pan, queso y varias golosinas, la monja del orfanato habla con la castaña sobre los dulces tratándolos como contrabando pero los ruegos de la jovencita le admiten, aunque la dueña del lugar permite con una cálida sonrisa la monja no le convence mucho pero aun así le permite aquellos pequeños abusos.

Los niños piden a ruegos el poder salir de ahí en compañía de la castaña que solo les sonríe y acepta llevarlos a un lugar mágico a contarles un cuento, aun cuando la monja, por la hora que se trataba, no permitía aquello sin que fueran con alguna compañía y que mejor que ella mismo para cuidar las almas de los pequeños y de la misma castaña a la que consideraba imprudente. El lugar era hermoso, un lugar al que ya antes habían asistido en secreto los pequeños con aquella mujer, aquel jardín con tanto color y vida; en aquel viejo árbol se sentaron alrededor de la castaña que comenzó con un cuento –La mamá le pidió a la pequeña caperuza que no se desviara del camino, que siguiera el que le había dicho ella y que no se entretuviera con otras cosas y menos que hablara con extraños, pero la joven no acató y mientras iba con la cesta de comida apareció lo inesperado– la expectación de los pequeños queda en lo más alto, pero antes de continuar con la historia, la monja, interrumpe aquel cuento.
lágrimas

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