Luz fracturada ~#The World War of the Black Swans

Arley abrió los ojos. No sabía que hora era pero el cielo estaba oscuro lo que significaba que no había dormido mucho, lo que realmente no era nuevo para él. Se levantó y vistió sin tener que fingir o emular una actitud que no sentía. Cerró sus ojos un momento o quizás un tiempo prolongado, no le interesaba conocer el tiempo, cuando volvió abrir los ojos caminó a la ventana de su alcoba, se encontraba en una de las orillas del castillo en una especie de torre y desde ahí podía ver el puerto de Cádiz con la gran flota de los Yorkshires apoderándose de la costa, sus ojos vacíos veían como llegaban cada vez más navíos, podía incluso ver las figuras humanas desembarcar recursos y los soldados ingleses fieles a la casa, fieles a Hilary.

Percibió entonces un sonido, su agudo sentido sobre desarrollado anticipó que se acercaba alguien. No era por la puerta, pero la dirección si duda era su alcoba. En breves momentos rememoró la conversación privada con Alondra y quiso evocar esa sensación que ella le generó, sin embargo, le fue imposible. Arley viajó más allá de su memoria para aterrizar en un momento muy particular en su vida. La única ocasión en la que tocó el piano a dúo con su hermana. Era una mañana de diciembre, una brisa helada caía sobre las tierras de los Yorkshires y a un costado de la fina chimenea se encontraba el piano Érard de cola larga. Hilary y Arley se encontraban tocando una de las canciones que él mismo compuso. Aunque más virtuoso que su hermana, Arley reinstringuió sus dotes para satisfacer a sus padres. Desde temprana edad, siendo un niño de ocho años tenía claro que él no sería para su padre más que la sombra de su hermana. «Hilary está destinada a grandes cosas, a ella le tocará administrar a los Cisnes Negros cuando sea mayor y tu Arley, tu te encargarás de que no fracase» eso le dijo cuando tenía siete y desde entonces no hizo más que complacer a su padre. Pero aquella mañana, Arley tuvo una extraña sensación. Regularmente se encontraba encerrado en su habitación, sus padres llegaban a tener miedo a la ausencia de vida que parecía demostrar pero preferían eso a tener que encerrarlo en el psiquiatrico, no solamente por el sufrimiento que pasaría su hijo allá, también por lo que dirían las clases sociales. Sería un problema para Hilary en un futuro. A pesar de ello tocaban por primera vez juntos. Como siempre Hilary mantenía su hermosa sonrisa, su espalda totalmente erguida y su cabello majestuosamente peinado, Arley llevaba un frac y sólo veía las teclas, entonces escuchó como un susurro la voz de su hermana proponiéndole que tocara el solo que a ella correspondía. Arley la miró de reojo y ella le guiñó el ojo. Arley sonrió como nunca lo había hecho en su vida e inició el solo, Hilary dejó de tocar para que su hermano tomara posesión de la mayor cantidad de teclas, para que liberara su virtuosidad que al parecer Hilary sospechaba era superior al de ella, pero siempre en su cabeza estaban las palabras de su padre y se mesuró, tocó lo suficientemente bien para recibir los aplausos de sus padres y a la vez dejar en evidencia que está por debajo de Hilary.

La imagen de ambos en el piano se desvaneció y de igual modo fracasó al creer que podría saber que fue esa sensación, sí ya lo había sentido o no. Escuchó los pasos a unos metros y los idéntificó provenientes de la pared a su derecha, se giró y observó como desde el otro lado empujaban levemente para revelar que no era más que un pasaje secreto. Y ahí estaba Alondra como él estaba seguro que sucedería, tal vez no tan pronto, pero ella iría a él. El rostro de Arley se transformó radicalmente, contemplaba a Alondra con ternura y una sonrisa. —Buenos días, eres bastante gentil —se acercó lentamente a ella, el cielo seguía oscuro pero ya se asomaba la delgada línea del día—. Agradezco tu cordialidad y el que hayas venido hasta aquí —tomó los libros asegurándose de que primero hiciera contacto con las manos de ella, al hacerlo fingió timidez separando las manos y cogiendo los libros con cuidado—, lo siento, yo... —se interrumpió manteniendo su cabeza agachada.

—Pero si soy sincero me gustaría más su compañía que la lectura, no pienso cuestionar el por qué está aquí porque me ha hecho... no sé como expresarlo, mi corazón late más fuerte y siento que mi cuerpo está moviéndose, es extraño. Dime, ¿puedes quedarte conmigo un momento más?, ¿o es que tienes que retirarte pronto? —preguntó con curiosidad.

Su falsa pero convincente sonrisa apareció en aquel rostro que no gesticulaba emociones, y que, sin embargo encantaba, hasta el momento, a las personas con las que trataba. Y no eran los meses en alta mar o llegando a Cadiz. Era apreciado desde Escocia con la esplendidas negociaciones que concluyó de manera magistral. Como sea, tal parecía que aunque Alondra dudaba de su interés totalmente distinto al que presentaría cualquier otro, esa misma actitud evidentemente la desconcertaba, cosa que Arley quería. No convenía correcto sostener los libro por tanto tiempo así que los puso en una mesa auxiliar acariciando languidamente la portada del que estaba hasta arriba. —Quizás después —complementó y aguardó para que ella siguiera hablando, analizando cada movimiento, escuchando la entonación de cada una de sus palabras y la rápidez con la que las decía; estaba al pendiente a alguna manía o tip nervioso. Sí, sus ojos la miraban con ternura pero al mismo tiempo la veían a ella y el entorno, si el viento entraba por la ventana moviendo los dorados cabellos y erizando su piel, eso también lo observaba con minuscioso detalle. Todo cuando hiciera ella, todo, le servía para saber el mejor camino para convertirla en la esposa que esperaba y no sólo ello, le salvara la vida cuando Hilary mandara a su asesino por él..

Alondra era inteligente, había deducido que primero la buscarían a ella antes que a él. Arley dudaba que el motivo era una anticipación a la charla que Hilary pedirá con ella en privado. Plan que ella leyó en el HS Yokshires, instrucciones de Arley que debió haber quemada después de leerla y que confiaba así lo había hecho. Pese a que Hilary no era la más inteligente de las tres Cisnes. No era una estúpida y en el plan de Arley no se notaba ningún margen de error. Sí ella no quería echar a perder nada sólo tenía que hacer todo lo que él quería y luego matarlo. Ese era el camino que Arley supo que tomaría ella en el momento en el que mató a su amante frente a toda la servidumbre.A Arley no lo iban a molestar, su escolta personal era precisamente el que estaba encargado de que nadie entrara y no saliera; por lo tanto, si Arley no deciaba que fuera interrumpido no lo sería. El movimiento de Alondra fue muy ingenioso y Arley la siguió después de darle una ventaja de un par de metros.

Esta era la primera ocasión en la vida breve del joven en recorrer un pasadizo secreto, y era justo como se leía en libros. Si había una peste en el lugar él no la percibía por la carencia de olfato pero con su aguda vista podía ver el moho de las paredes, la húmedad que tenía que causar un olor no tan grato, telarañas cerca de las antorchas algunas prendidas algunas no. Movía sus ojos de un lado a otro, de arriba a abajo. El empedrado de granito no era para nada liso lo que significaba que realmente era secreto al no ser muy trascurrido. En algunas piedras Arley incluso vio sangre pese a la poca vista. Pronto logró ver la salida y llegaron hasta una capilla. Allí no apartó su vista de ella y la escuchó, en silencio, sin sonrisa y sin expresión alguna. Luego, caminó con ese gesto ausente, carnte de sentimientos.

—Quiero lo mismo que tu... una razón para vivir —dijo centrándose en mirar sus ojos con una tristeza sin precedente—, pero no en el sentido que cualquiera pueda interpretar. Sé que sabes a que me refiero, sabes que significa tener vida, es lo que has querido porque tus ojos son un reflejo del mío. Hay desesperación en ti pero no es como la mía, yo vivo en un tormento, si hago el mal a alguien no manifiesto ninguna emoción soy un psicópata que no comprende las actitudes de los demás. ¿Si sabía cómo iba a reaccionar mi hermana?, tal vez pero de saberlo no me hubiera importado porque no disfruto llevarle la contraria. No solamente soy sincero, también soy directo y eso es lo que me aleja de las personas. Posiblemente te libero del compromiso porque no me causaste la impresión que buscaba. Quizás por eso quería verte a ti primero para saber si tu podrías salvarme la vida —Arley se acercó a la capilla poniéndose en cunclilas y suspiró.

—La realidad es que disparaste en mi una, tal vez emoción, no sé como describirlo, pero creo que es eso, y como te dije en los jardines. Cuando era niño y estaba recluído en mi habitación viendo como Hilary tocaba el piano para mis padres me preguntaba que sentían ellos al escucharla tocar, que se sentía reír, yo llegué a llorar pero como respuesta al cuerpo no a un sentimiento. No sé amar, no sé nada y cuando sentí esa manifestación quise aferrarme con ella con desesperación y te rogué que me ayudaras a responderme, al niño que aún vive conmigo como se sienten esas emociones. Pero no deseaba que lo hicieras porque tuvieras que hacerlo sino porque querías hacerlo. No quiero que estés conmigo por el compromiso que está impuesto y aunque pienses que mi hermana lo manipula no es así. Dentro de unas horas tendrás una entrevista con ella, yo la planeé y todo cuanto te diga son cosas que Hilary interpretará a partir de una serie de cartas predispuestas. —Arley se levantó y había llanto en su rostro sin embargo él no se percató de ello—, Dentro de dos años el imperio de los Cisnes Negros entrará en una guerra interna que se expandirá, se pelearán más que rutas e industrialización, se luchara por la unificación del Imperio. Tu familia era una pieza más del ajedrez que he desplegado porque esta guerra la dirijo yo —confesó con su voz metálica, pero fue entonces cuando una lágrima tocó su mano. Arley se exaltó, su corazón se agitó, su agudo oído lo percibía y era casi tormentoso, por primera vez en su vida sollozo y perdió el equilibrio. Cayó hacía enfrente pero no se desplomó pues se alcanzó a sujetar del pilar de la salida—, ¿qué es esto?, qué es este dolor que siento en mi pecho, por qué las lágrimas no dejan de salir y mi voz se ha transformado a la de un niño desconsolado. Alondra qué es esto... —comenzó a respirar con difícultad y el llanto se hizo más agudo—. Lo siento Alondra, todo cuanto te he dicho es verdad, pero nunca preveí que me iba... iba... —alzó la vista para encontrar la suya, «¿qué podía decirle ahora, no previó qué?»

—Así como te he sido honesto con todo esto, escucha mi interior decirte que quiero estar contigo. No importa que me duela estar contigo, estaré en la gloria sintiendo tu odio porque sentiré y es un privilegio que sólo tu me has concedido —se reincorporó, no consiguió regresar a su voz metálica pero ya no sollozaba, el llanto se había secado en esas mejillas palidas y ya se le habían hinchado los ojos. —¿Qué piensas ahora?

Sus piernas sentían un cosquilleo que le hacían imposible caminar por lo que una mano descansaba en el pilar por si ocurría de nuevo ese derrumbe de su cuerpo. Escuchaba con atención a Alondra, observándola como cuando niño oía a sus padres hablarle. En aquel entonces no comprendía todo lo que le decían y no se trataba de que fuera tonto, simplemente algunas cosas que le pedían le parecían absurdas o innecesarias; pero estaba Alondra y todo cuanto decía era confuso, no era la reacción que esperaba. Empero, qué era lo que esperaba en realidad; en ese momento no lo sabía y por primera vez le ocurrió algo que nunca le sucedió, perdió un fragmento de su memoria, siempre tenía motivos para realizar algo y ahora no lo recordaba. Si bien era cierto que él no podía mentir por su naturaleza psicópata, bien podía manipular la información, cosa que no hizo.

Alondra decía que no le precupaba ni él ni sus intenciones, nada. Y aunque le estuviera mintiendo su familia ya estaba condenada quisiera o no. Pero que en Alondra no se vizlumbrara el brillo de la mentira o el engaño le parecía algo sospechoso. Una mujer no podía hablar así y mirar como lo hacía ella, Arley dudó en el extraordinario control de las emociones que Alondra demostraba y creyó que se encontraba frente a su igual... otra psicópata. Bajó su mirada inexpresiva pese a que estaba meditando en realidad. Entonces citó los jardínes y su corazón volvió a bombear la sangre de forma presurosa «los jardines» y conforme hablaba se dio cuenta que era la mujer con la que quería estar. Alondra no era como la materialista Hilary o la posesiva Chelsea. Su futura esposa -porque ya no renunciaría a ella- era inteligente, llena de vida, frágil pero con determinación. Sí Arley pudiera sentir la presunción la consideraría digna de él; mas como no lo sentía fue su cuerpo que reaccionó acercándose a ella.

Se detuvo al escuchar ese ruego que apelaba a la seguridad de su familia. Quizás él planeó cada movimiento de debía hacerse pero no involucraba a familias que no necesitara; Arley podría parecer un hombre perverso y aunque quizás actuaba de esa forma él no lo hacía con esa intención. Si bien es cierto que los Montero representaban un fuerte apoyo para la guerra al apoderarse de su puerto y tomar su flota, él planeaba enviarlos a dirigir los puertos de Venecia, lejos de la guerra que se libraría en el atlántico. —Ellos estarán a salvo —dijo antes de que ella pudiera continuar, no volvió a interrumpirla. Sus palabras se volvieron eco no en los oídos de Arley si no en esa alma que por mucho tiempo creyó no tener.

Retomó su camino hasta que se encaró a ella a un par de pasos, la respiración de ambos se podía sentir, no sólo escucharse, sus ojos se miraban unos a otros. Ella llenos de vida y él carente de ello. La sorpresa quizá más para Alondra que para Arley fue el abrazo que él dio a ella. Sus manos se deslizaron por la nuca, debajo de los dorados cabellos e hizo que posara su cabeza en su hombro. —Todo lo que dice es cierto, he descubierto que puedo sentir y que depende de mí seguir sintiéndolo, pero no quiero hacerlo sin ti. No es por experiencia propia, tan sólo es por simple observación y sé que cuando un hombre ama a una mujer tiene deseos de estar con ella, no puedo transmitir ese amor a otra, es imposible —suspiró escondiéndose en los dorados cabellos donde suspiró. Luego, se reincorporó e hizo que ella lo mirara guiándole al tomarle la barbilla. Sus ojos volvieron a encontrarse—. No preveí que me causarás estás emociones, no puedo precipitarme y decirle que ya la quiero porque ¿cómo sé que este sentimiento que me quema por dentro es amor? —sonrió, pero esta vez fue su sonrisa, no una que hubiera usado para el momento y tampoco era una sonrisa fría y sin sentimientos. Le sonreía con amabilidad, con cariño y sus ojos brillaron con ilusión—. No preveí que no pudiera controlar mis impulsos, que existieran en mi emociones que tú, Alondra, las desataras, creí que no tenía alma, que era una persona vacía y ahora me doy cuenta de que estaba equivocado. Y Alondra, Si quiero estar contigo y si estás rota yo quiero sanar ese corazón porque a pesar de todo lo que ya te he confesado no has renunciado a ayudarme. No me importa que no me quiera, pero me aseguraré de que serás feliz te lo prometí, no permitiré que vivas en soledad de nuevo. Ambos conocemos eso y aunque en su momento yo no lo sufrí tu si lo hiciste. Me has traído aquí por una razón. En nombre de la persona que aquí descansa te prometo que cumpliré cada promesa que te haga porque es lo que quiero y no lo que pienso querer.

¿Por qué era tan inteligente?, por qué hablaba de esa forma, por qué tenía esa elocuencia y sabiduría. Arley consideraba a Camile la única digna de representar a los Cisnes por su experiencia, su determinación, inteligencia y la toma de decisiones tal vez arriesgadas pero certeras, con un propósito y siempre realizadas con limpieza y efectividad. La elocuencia de Chelsea para los negocios era afectada por su ambición y el amor incestuoso con Scott. Ya ni hablar de Hilary, la menos calificada pese al estudio en administración que su padre dedicó en ello; el caso de Hilary era especial, aunque para Arley nadie superaría a Camile, Hilary pudo aspirar a ser mejor que Chelsea y Scott, mas los deseos carnales y la diversión la volvieron mediocre y sin aspiraciones reales, con una ambición hueca, el maquillaje de la envidia sobre los Nottinghams. Pero Alondra era distinta a todas las mujeres de sociedad que conoció en la universidades y jóvenes orgullo de padres de alta sociedad que llegó a conocer. ¿Cómo alcanzó tanto conocimiento?

No creía que a Alondra la hubieran educado como a una Cisne, como si ella fuera un hombre y no una mujer. Era española, la educación recibida para las White no se veía en muchas sociedades, era una revolución social que impuso Charles que confiaba en que las mujeres podían ser tan capaces que los hombres, aunque Arley sabía que no sólo eso, la voluntad de una mujer podía superar la de un hombre y trascender mucho antes que él. —No todos comprenden las cosas en un principio —quiso ser amable aunque en su caso él siempre comprendió. Después vino la hipótesis de Alondra, pese a que parte de lo que decía tenía atizbos de razón no todo lo era. Pues, una persona ruin y despreciable ya manifiesta sentimientos; porque un sentimiento no es el ser bueno o el estar triste o molesto. Arley es consciente de que existe una gran gama como lo hay en las tonalidades que la luz genera y da color a las cosas. Arley no era ruin, no era despreciable, nunca hizo el mal a nadie y aunque al parecer la guerra iba direccionada a la muerte de su familia su visión era de que era necesario sin sentir lastima, alegria, tristeza o cualquier sensación. Era justamente como un tablero de ajedrez, él sólo movía las piezas lejos de disfrutar el juego. Pero pese a ese desacuerdo dejó que continuara hablando así él podría descifrar a Alondra.

La sonrisa de Arley desapareció y volvió a su semblante inexpresible. Así que ella intentó pertenecer a la sociedad algo que él no hizo. Alondra quiso ser parte de ella y Arley sólo la estudió lo que generaba en él una interrogante que esperaría a que ella misma se la respondiera sin que él la sugiriera. «¿Errores?, ¿honestos?, ¿humildes?» esas palabras no significaron nada para él, pues eran emociones que no experimentaba al no comportarse como un Cisne o un hombre de realeza o clase alta con el poder que él tenía. —Creo que comparto esa visión sobre la experiencia del amor entre hombres y mujeres, y me a pena que haya estado en la situación de que la trataran como objeto —Arley sabía que esa era parte de la condición humana, pero siempre tenía duda de ¿por qué lo hacían?, lo tenía claro, no solamente por los filosofos que había estudiado, también por sus propios estudios y sus tesis doctorales sobre el comportamiento y la condición humana. Empero, eso no significaba que comprendía el sentimiento de un hombre al ver como objeto a una mujer y el capricho de querer obtenerla como si de un trofeo se tratáse. No era lo mismo la teoria que la practica y en sus trabajos de estudio nunca hubo practica, las hipótesis nunca las comprobó consigo mismo, sin embargo, estaban correctas.

—Sus palabras son dulces y muy consoladoras —Arley recobró la sonrisa y pestañeó láguidamente—, ¿sabe? Dicen que la envidia es el peor pecado capital; lo es porque inflige un daño contra la propia persona que posee tan nefasto sentimiento, nada lo tiene, nada consigue, sólo anida en su corazón un odio, un rencor por no tener lo que la persona ajena tiene. Por supuesto, sé que así es el concepto pero pregunto ahora, ¿existe una envidia sana? —instintivamente acarició un mechón dorado que no hubiera hecho nunca bajo el uso de su razón. Justo en ese instante Arley tuvo una regresión no sin antes repetir en voz audible y melancólica las palabras de su prometida —con el cariño y la adoración de una hermana a su consentidor hermano mayor.

El pequeño Arley se encontraba sentado en un rincón, la consentida y agraciada hermana mayor entraba a su cuarto con una mortecina vela. —Hermanito, ven —decía sentándose frente al tren de juguete, pertenencía de Arley y único juguete que poseía en su cuarto. Arley se ponía en pie, miraba a Hilary y caminaba a ella sin apartar sus aletargados ojos de los encantadores de ella. Se sentaba a un costado, Hilary echaba andar el trenecito y ambos veían como iba y venía. En ocasiones Hilary dejaba caer objetos en los vagones y mientras reía le decía a Arley que también lo hiciera. Mas Arley sólo tomaba los objetos y volvía a ver como iba y venía el tren, sin reír, sin sonreír siquiera; tan sólo tenía un pensamiento «¿por qué divertía a Hilary algo tan simple?». Así como Alondra había intentado entrar en sociedad, del mismo modo lo intentó Hilary. Su hermana, al menos antes de alcanzar los catorce años, buscó integrarlo con los demás, intentó jugar con él, intentó entenderlo.

Las palabras de Alondra de nuevo giraron en su cabeza y las lágrimas se desparramaron por sus mejillas, marcando gruesos surcos que bifurcaban en la comisura de sus labios. De nuevo el intinto lo guió y la abrazó buscando el consuelo que un niño busca en su madre. «Inconscientemente, ¿será por eso, por el gran esfuerzo y detalle que tuvo Hilary con él cuando niños, que Arley está dispuesto a destruir a los Nottinghams y neutralizar a Camile para dejar un sólido Imperio Comercial a su hermana, poder que sabe terminará por consumirla?» nunca lo vio por esa perspectiva pero sintió algo que le pulzaba en el pecho, era doloroso y se aceleraba, La mente de Arley perdía control en la razón y de sus bolsillos sacó el anillo de compromiso que tenía sujeto a colgante. Sin separarse de Alondra, Arley le colocó el anillo en el cuello y al separarse se lo mostró. Era un extraordinario círculo de oro, como joya tenía una amatista tallada en forma de un cisne con las alas abiertas. Pero no hubo palabras, Arley no dijo nada.

Arley aprovechó el prolongado silencio para meditar las justificaciones que él en ningún momento exigió, pero que indiscutiblemente le hicieron ver a Alondra de otra forma. Nuevamente sus ojos brillaronn con falsedad y, pese a que sonrió con hipocresía era imposible decifrar que ese sentimiento no era la presuntuosa felicidad. —El matrimonio —rompió el silencio con un tono ausente cubriendo perfectamente su fachada del psicópata que lucha entre la ausencia de emociones y la explosión de éstas—, es un convenio social, un arreglo dictaminado para enriquecer a las familias nobles o de abundantes recursos. La esposa sólo está destinada a dar un heredero y nada más. El único amor que puede tener es el amor cortés, el del amante; las mujeres y hombres aspiran a eso como una disposición a la felicidad. Es triste pero cierto —Arley dejó que la mano que Alondra tenía sobre la suya descansara sobre el anillo de compromiso y retrocedió dos pasos como si amenazara retirarse.

El cielo ya no era oscuro, amanecía muy rápido y se escuchaban a los primeros criados iniciar sus labores fuera del castillo. Arley cerró sus ojos peresosamente haciendo que su falsa sonrisa desapareciera y la máscara se rompiera mostrando al psicópata. —No entiendo a las personas que toman la mano de la amanda y la postran sobre el pecho, suponiendo la ubicación del corazón y aseguran que sus promesas no serán falsas y que su amor es verdadero porque el corazón late con intensidad demostrando que éste es el que habla. Entiendo la intención de hacerlo, la condición social. Empero, creo que tu también me creerías falso si hago semejante ritual —su voz ausente se fue convirtiendo en un vacío metálico, denotándose inclusive ecos, como si varias voces se emitieran desde la boca de Arley.

—Este soy yo Alondra, soy un psicópata que ha rechazado al mundo porque no lo comprende, una persona que ha trascendido sobre el resto y que observa a la humanidad como material de estudio porque no se cree parte del mundo. Un hombre que es consciente de su subconsciente, cuyos actos siempre están justificados y tienen un porqué. Mentira es decir que no soy malintencionado, que la circunstancia que me ha aventajado no fue provocada con intención. Ninguna de mis acciones se ocultarán en pretextos porque soy consciente de todo cuanto hago. Todo esto te lo digo porque quiero que sepas, que estés segura y no tengas la menor duda de que el amor que te presento y declaro es amor cortés, el amor de un amante y no el simbólico que representa el matrimonio. Seré cortés porque te protegeré tanto de agresiones como injurias, amaré tu cuerpo tanto de lo espiritual como de lo carnal sin exceder mi placer sobre el tuyo, me mantendré fiel, leal y puro a tu amor, a tu cuerpo y a tu alma donde radica la inteligencia y esencia de tu ser; si lejos me han de llevar en mis pensamientos te he de llevar, no comeré en mi cautiverio pensando en ti y sobre ti mi mente divagará al momento de dormir y así, de ese modo demostraré mi amor por ti y así podrás saber ¿qué es el amor?

Arley recortó la distancia y sujetó las manos de su prometida. —Alondra Montero, tú que bien sabes el simbolismo del matrimonio, ¿aceptas ser mi esposa, renunciando al código que establece la sociedad y la cultura; contraer nupcias pero convertirnos en amantes y así juntos vivir fingiendo un matrimonio que la sociedad nos demande pero vivir felices disfrutando los sabores de la vida que el amor cortés es capaz de ofrecer a los enamorados, si es que acaso compartes mi sentimiento de enamoramiento? —sus ojos volvieron a brillar pero esta vez vez no fingiendo, brillaban de alegría porque su cuerpo así reaccionó.

Percibió el descontrol en el cuerpo de Alondra. De nuevo prestó atención a las reacciones que éste generase, cada estímulo, un movimiento de ceja, una curvatura de la comisura de los labios, el rubor en las mejillas o cualquier manifestación de su cuerpo. De antemano Arley anticipó sus palabras y la forma en como las dijo, la sonrisa del cisne disminuyó sin desaparecer aparentando una comprensión, que aunque sí existía, Arley no supuso que él sintiera realmente, al menos más allá del concepto que delimita la comprensión.

—Me aparece adecuado duque Montero, la explotación que ameritará nuestro negocio enriquecerá su tierra. Debo de asegurar que convertirse en la mano derecha de un Cisne no es sencillo. Nuestra familia es muy selectiva —con su agudo oído Arley escuchó la voz de su hermana, vio los cielos y se percató de que había amanecido. Pero aún así no pensó que Hilary tuviera una entrevista tan temprano con el duque. Estaba la posibilidad de que éste la concretara, pero también la posibilidad de que Hilary aún estuviera decidida a tomar las riendas para recorrer por ella propia el sendero que encaudaló su hermano.

Arley pestañeó y miró a Alondra una vez más y la que sería la última de ese día, pues, era tiempo de marchar. —Como dije, no puedo mentirte así que lo único que diré es que no tienes mucho tiempo para tomar tu decisión y lo siento —se acercó a ella llevando una de sus manos a sus dorados cabellos despejando su oreja derecha y acercándose a ella le susurró —gracias por estos momentos, gracias por hacer que sienta algo, gracias por hacer que me enamoré de ti —sus mejillas se rozaron y sus labios besaron la comisura de los labios de Alondra, entre abrió sus boca acercándola a la de ella, su aliento tocó los labios pero se reincorporó y besó su frente, luego comenzó a caminar hacia la entrada escondida sin darle la espalda y cuando tocó la piedra sonrió con ternura.

Con un movimiento de cabeza hacia el frente se despidió, se dio media vuelta y entró al pasadizo que lo llevó después de varios minutos a su cuarto, una vez llegando caminó hasta la ventana. La sonrisa ya había desaparecido y el rastro de emociones no existía en él más. Contempló a Alondra que seguía ahí y pensó «has caído Alondra, tu serás mi reina, mi respaldo», se dio media vuelta y se detuvo antes de llegar a la cama y echarse. —¿Estás seguro Arley, ¿ha sido ella la que cayó? —habló como si fuera otra persona, Arley ensombreció sus gestos y no se respondió, sólo se echó en la cama y cerró los ojos mientras lágrimas manchaban las almohadas.