Impasse ~#The World War of the Black Swans

Salió por la mañana a cabalgar, tenía ya mucho tiempo sin hacerlo. Alondra se mantuvo distante de todo mundo, lo que aprovechó Arley para enviar una carta al hombre que se encargaría de inhabilitar a Camile la única que podría combatirlo y derrotarle. Se reuniría con él dentro de un mes en Aragón. Su escolta, un cambiante de raza de las aves le consiguió valiosa información. El obispo había mandado una orden al vaticano, pues entre los hombres se encontraba un brujo y hereje que hacía sus hechicerías, engañaba a la gente y propagaba fe pagana. A suerte de Arley, Camile se encargaría de la situación, según los tiempos que él previó ella llegaría una semana después de la reunión entre Arley y Stéfano Tiersen.

Pero eso no era lo único que pasó en la distancia de Alondra. Gyöngyvèr Kovàc se presentó ante él para asesinarlo, mas la inteligencia de él y la psicopatía de ambos hizo que desertara la asesina al menos por un tiempo. Arley accedería a morir a cambio de que ella matara a Scott y Chelsea White, Gyöngyvèr quedó fascinada de los planes de Arley y no dudó en hacer el pacto mortal. Arley ahora tendría que lidear con una psicópata totalmente impredecible, el caballo del ajedrez que no tiene un movimiento fijo. Así como llegó matando al escolta y amante de Hilary tomando por sorpresa a Arley, del mismo modo se fue sin dejar rastro. La única que sabía de la muerte del escolta era Hilary quien no pudo más y confesó ante su hermano haber contratado a la asesina. Arley la abrazó y sólo le dijo «sabía que lo ibas hacer» Hilary lloró en su hombro, pues como Arley predecía que no sobreviviría a la guerra. «Prométeme que serás un buen líder, que unirás a los Cisnes Negros» le había dicho sosteniéndole el rostro y besándolo después. Arley no dijo nada ni hizo otra cosa que verla marchar.

Sin embargo, Arley no pensaba en ello cuando estaba cabalgando. Tenía su mente despejada, mientras contemplaba el ducado en un trote elegante. Llegó el medio día y a lo lejos pudo observar la silueta de Alondra. Ya le había dado mucho espacio y tiempo, no podía permitirle meditar más, el tiempo alejaría a Alondra de las intenciones de Arley, pero también éste se encargó de rechazar los sentimientos experimentados ante ella. Con su rostro inexpresivo la vio ir al mausoleo de su hermano, una rutina que hablaba mucho de ella y que terminó por decifrar la mente y alma de Alondra. El cisne negro no iba a caer de nuevo en esos encantos y arrebatos de sentimientos, ya no más. Los primeros encuentros falló al conocer a una persona que rompió con todo estereotipo de persona. Sin embargo; ya sabía quien era ella, tal vez para desgracia de Alondra, el haber puesto distancia dio oportunidad a Arley de ponder de nuevo la mesa de ajedrez y analizar todo cuanto sucedió. Ella era ahora una pieza más y con la frialdad que lo carácteriza ante su servidumbre la manipularía.

Fue a su encuentro con el mismo trote a caballo de toda la mañana. Bajó del animal a unos cuantos metros observándola como contemplaba el mausoleo de su hermano. Su ídolo, la máxima persona en su vida y que no fue más que un patán, un reflejo de Scott y Killian. Pero eso no le interesaba realmente si bien es cierto que era una carta que podía usar, no lo consideró un as y lo descartó. Después de casi quince minutos fue a su encuentro. —Alondra —susurró como si no deseara espantarla pero consciente de que eso conseguiría por simple instinto humano—. No es mi deseo interrumpir, pero no he podido dejar de pensar en el último encuentro que tuvimos, he fracasado porque no pude soportar más tiempo tu ausencia. Soy un egoísta que sólo quiere estar junto a ti. Mira, en este tiempo tan sagrado para ti te he venido a interrumpir. Soy un desdichado, pero siento que me sofoco, es como una tortura que sólo tú puedes sosegar o ponerle un fin —Arley le sonreía con hipocresía, mostraba un rostro ubicado en dos tonos, el tímido y el desesperado.

Arley hizo la finta de querer interrumpir pero dejaba que aquellas palabras que no tenía pensado expresar se mantuvieran en su boca; tomó el anillo sintiendo el calor de Alondra y a las últimas palabras de Alondra, Arley desvió la mirada. Cuando sus miradas se volvieron a encontrar, Arley liberó el anillo de la cadena y tomó la mano de Alondra, luego, colocó la alianza que los comprometía oficialmente. —Pensar que acepta ser mi esposa por la presión que ejercí al manipular a mi hermana para que actuara como lo ha hecho, no me hace ser digno de ti, sin embargo, no abandonaré mi obsesión de que seas mía —hizo una pausa y soltó su mano, luego miró hacía el mausoleo y caminó un par de pasos como si fuera a éste deteniéndose cuando estaba atrás de Alondra, el rostro de Arley se volvió inexpresivo y cerró los ojos mientras respiraba con fuerza—. ¿Qué puedo hacer para que crea que mis sentimientos son verdaderos?, sólo actuar, los hechos manifiestan más que las palabras —Arley se giró y caminó hasta Alondra, con sus manos le tomó de los brazos acercando su boca a su oído derecho.

—Todo cuanto preguntes te lo confesaré, no te mentiré. Puedo empeñarme en que nuestro sueño se mantenga sublime y blindado para que nada nos arebate la felicidad; pero no es algo que pueda prometer cuando iniciaré una guerra, hecho que sabes porque yo te lo he comentado —susurró con su voz fantasmagórica, ausente y metálica. Lentamente sus manos bajaron por los niveos de ella encontrándose con sus manos a las que se afianzó para retenerla así, sin que mirara ese rostro inexpresivo y sin cambiar su tono de voz continuó—, no pido tu confianza, la ganaré y así sabrás que tan fuertes son mis sentimientos por ti —Arley la soltó avanzó hacia adelante y se giró para mirarle, no cambió su rostro, lo mantuvo inexpresivo—. Este es mi rostro Alondra, tu conseguiste cambiar mi expresión en los anteriores encuentros pero no estoy seguro de que lo vuelvas a conseguir. Pero confío en que sabrás distinguir, con el tiempo, cuando no interpreto ante otra persona la falsa hipocresia en la relaciones sociales. Soy un psicópata, nací, crecí y he aprendido a vivir como soy; no espero que lo comprendas.

Arley miró a donde estaba el caballo observándoles, extendió las manos hacia el animal y sonrió con dulzura, el caballo cabalgó hasta Arley deteniéndose frente a él, el Cisne le acarició la cabeza y cuando se volvió a Alondra su sonrisa desapareció. —Es una tristeza que uno deba ser hipócrita hasta con los animales, de no haberle sonreído no habría venido, de no transmitirle soledad y desesperación no hubiera podido domar. Los Cisnes Negros aprendimos a domar a caballos, somos una familia de alcurnia conocida por su gala en la equitación. Este es un hermoso caballo y pese a que lo engañé me será fiel pues veo en sus ojos que ya conoce mi verdad y aunque actúe sabe que en mi ser hay desesperación, se ha establecido una gran conexión porque cree ser similar a mi —observó de nuevo a Alondra.

—¿Hace usted equitación?

Reflexionó las palabras que Alondra mencionó sobre la psicopatía de Arley y sobre los caballos. Aparentemente escondió su mirada enfocándola en la crin del caballo, una sonrisa fue formándose y aunque por un momento dudó en su propia teoría no podía permitirse cavilar en si tenía razón o no. —Si me entrego a las emociones, ¿me dará una oportunidad? —Arley no era un hombre que repitiera lo que decían, lo comprendía a la perfección; sin embargo, en ese momento creyó que sería lo más conveniente hacerle pensar que acababa de entrar en un conflicto con su persona y para impulsar esa impresión consiguió que sus ojos transmitieran la esperanza y su sonrisa la euforia de querer hacerlo—, gracias, te demostraré lo certero que es mi amor —se plantó frente a Alondra y con su mano derecha acarició su mejilla mientras daba un paso más a cortando la distancia, rozando sus cuerpo.

Los ojos de Arley se dulcificaron, la miró como nunca a nadie había visto y lentamente acercó sus labios a los de ella. —Tu eres el motor que impulsa estas emociones, ¿será acaso que vivan también en ti? —susurró en esos labios tan maravillosos y la besó; cerró sus ojos dejando que el razonamiento dejara el camino libre para que la pasión hiciera presencia, sin embargo, aparentemente no ocurría, sintió que aquel beso era frío y separó los labios y justo en ese momento sintió un estremecimiento. Un calor en su corazón, en su cuerpo que, aunque no le quemaba, notaba como ardía y a eso lamó pasión, lo qué, sin duda era la representación de una pasión que no catalogó en lo que sus primos si podrían hacerlo... Una pasión sexual. La careta de Arley se quebró, sus ojos se abrieron con sorpresa y no pudo cerrar la boca, respiraba de ella y de hacerlo ese calor le quemaría; la única reacción que creyó era adecuada ante la mismísima sorpresa de Alondra era volver a besar esos labios y antes de que ella lo rechazace la volvió a besar, en esta ocasión toda esa pasión se liberó, los labios se compenetraron y como un puzzle las bocas encajaron. Arley la tomó de la cintura y la acercó más a él, con una de sus manos en la espalda y la otra tirando los cabellos de Alondra por encima de los hombros femeninos.

Sí dejó de besarla no fue porque el razonamiento hubiera tomado posesión del momento; fue porque el aliento se le terminó. Separó su cuerpo del de ella e inmediatamente le invadió un terror que en sus ojos vividamente se vio reflejado, jadeaba  sin control alguno, con desesperación y mientras caminaba hacía atrás cayó; las lágrimas llegaron a él y com o si fuera un niño empezó a llorar. —¿Qué es lo que he hecho? —sollozó con una nueva pasión —¡No!, nooo —llevó sus manos a la cabeza y sujetó con firmeza sus rubios cabellos, luego, gritó totalmente aterrado, desesperado, llorando sin ver alguna consolación implorando que llegara la razón, mas ésta no llegaba a él, había soltado las riendas del control que ya no encontraba una forma de detenerse—. ¿Qué he hecho?, ¿acaso te ofendí por mi atrevimiento?, ¡quiero esta oportunidad y lo he fastidiado!, ¿por qué duele, porque tengo esta sensación que me conduce al llanto, a la desesperación? —sus palabras empezaron a perder sentido hasta que no se entendía nada de lo que decía, sus ojos se perdieron en la locura; le parecía imposible respirar y los jadeos se hicieron más constantes, se sofocaba y en reacción a eso desabotonó su camisa como si esa acción le ayudase a respirar.

—Duele... duele... duele —dijo hasta que perdió el conocimiento, cayendo su cuerpo a un costado, los jadeos desaparecieron y su respiración comenzó a ser regular.

Oscuridad, y nada más, en el inconsciente Arley se encontraba completamente desnudo, desplomado con las manos abiertas y mirando hacía un infinito oscuro. Podía moverse, mas no lo hacía encontraba una paz en ese lugar, un sosiego que se fue aminorando con una sonata que reconoció inmediatamente. Arley se reincorporó mirando hacia la izquierda, lugar donde no solamente emergía la música con un esplendido clamor, sino también una luz cálida se formaba como una estrella. Esperó un par de minutos, luego, caminó a la luz, largo sendero de noche que parecía no tener fin; empero, la música le decía que no tardaría en llegar. Abrazado por la luz quedó cegado unos minutos hasta que como si se tratara de un umbral se transportara a la habitación del piano en la mansión Yorkshires. Arley tocaba el piano, su primera composición y que sólo escuchaba Hilary, la pequeña niña adorada por todos que observando frente a su hermano contemplaba el rostro inexpresivo. A su edad, Hilary comprendía que Arley era un prodigio, un virtuoso y que ésa sonata que le arrancaba lágrimas no sería la primera composición.

El Cisne se adentró a la habitación y reconoció la calidez del fuego en la chimenea, Hilary volteó a ver a Arley, no al pequeño que tocaba, sino al joven que como un intruso había penetrado en el recinto de música. Arley ladeó la cabeza, la pequeña se acercó mirándole con tristeza. La música continuaba y el Cisne se agachó para que Hilary pudiera tocar su rostro y así lo hizo, sus níveas manos puras recorrieron el rostro con amabilidad, sus hermosos ojos azules le decían a Arley que lo reconocía mas la tristeza no desaparecía. «Eres grande y aún estás solo» dijo y una lágrima cayó por las mejillas claras; Arley quizo decir algo pero no se atrevió, cerró sus labios limpiando la lágrima de su hermana, «¿En qué fallé?» volvió hablar con esa voz que nunca creyó volvería escuchar, la voz de un ángel. —No lo has hecho hermana, sólo que... no he aprendido a sentir la vida, pero es cuestión de tiempo —sonrió haciendo que su hermana lo imitara; de pronto, un vórtice arrastró a Arley fuera de la habitación, regresó a la oscuridad pero no permaneció ahí, empujado por un  desconocido viento voló al cielo de Cádiz, el sol le obligó a cerrar los ojos y cuando los abrió encontró a Alondra junto a él acariciando sus cabellos.

Mirarla y sentir sus dedos entre sus cabellos hizo que se estremeciera, su corazón sosegado bombeó sangre más a prisa y antes de que ella alejara su mano él la retuvo. —No, quedate conmigo, deja que te contemple; me hace feliz —sonrió con sinceridad mientras llevaba la mano delicada de Alondra a sus labios besándola con ternura. Cerró sus ojos manteniendo la sonrisa y pudo verse así mismo de niño, éste se acercó «¿eso es la felicidad?» preguntó con voz carente de sentimientos. El Cisne le sonrió y afirmó con la cabeza; «se siente bien» dijo el niño y desapareció cuando Arley volvió abrir los ojos. Observó los ojos azules de Alondra y levantando su mano acarició las mejillas virgenes. —Tus ojos me dicen que tienes preguntas —el Yorkshires se reincorporó— mas como yo silencia tus palabras y resuelve el enigma con mis acciones —se mordió por vez primera su labio de manera sensual, su mano que aún se mantenía en la mejilla descendió al mentón y fue el guia para que sus labios se volvieran a unir.

Las manos buscaron posiciones diversas, una corrió apresuradamente a la nuca, la otra bajó por la espalda. Arley movía sus labios de forma distinta, un tercer beso ajeno a los demás, inyectado de pasión, con un fuego lujurioso, una atracción que lo aterraba pero le daba la adrenalina para no retirar sus labios, continuar con sus bocas unidas. El Cisne inclinó su cuerpo hacia adelante recargándolo sobre Alondra haciendo que finalmente cayera encima de ella. Arley rió en los labios de Alondra, su primera risa honesta, pura, llena de sentimientos que le era imposible creer que conocería. Abrazó a Alondra y giró para que ella estuviera encima de él, no dejó de reír, sus manos sujetaron sus mejillas con suavidad mientras que sus ojos buscaban los ajenos. —No habrá fuerza humana que consiga a lejarme de ti... Te quiero Alondra, eres la mujer más maravillosa que haya conocido y yo el hombre más afortunado, tanto que no comprendo como es que me aceptaste —mantuvo su sonrisa, Arley no quería dejar de sonreír.

Arley acarició la mejilla derecha de Alondra, la mano de deslizó tocándole el cabello y en un recorrido sutil bajó por la mandibula hasta el mentón que sostuvo con su dedo índice. —En nuestro primer encuentro te dije quien era, lo que era y más tarde mis intensiones. ¿Crees que en estos momentos me reconozco?; nunca he sentido esto, y no solamente lo que estoy seguro que sientes, también la alegria que de niña debiste de tener con tu hermano. Mi concepción del mundo me indicaba que el mundo era gris, pero tu me has hecho cambiar la perspectiva, iluminaste mis ojos. Lo que menos quiero es tratar de explicar esto que nos pasa, no lo quiero hacer porque lo echaré a pensar. No soy un hombre normal y si permites que piense en este sentimiento se perderá el momento y no quiero que eso suceda. Has visto mis ojos ausentes dime... ¿quieres verlos de nuevo? —el Cisne agachó la cabeza y recordó a su hermana días antes cuando le dio el beso y él no correspondió con una sonrisa o algo.

—Sé que el mausoleo es un lugar especial para ti, pero algo me dice que tienes un escondite secreto al que acudes para relajarte. ¿Quieres compartirlo?, escucho que se acerca una escolta, nuestra intimidad será violada o podemos entrar a tu castillo —se levantó y ayudó a que ella también lo hiciera; Arley contempló a su prometida el tiempo en que tardó para decidirse, para ese momento tal como dijo Arley; una escolta de los Yorkshires pasó a escasos metros de ellos deteniéndose para saludar a la duquesa y a su amo. La expresión de Arley cambió, la sonrisa se borró y sus ojos se volvieron vacíos, en una transformación totalmente radical.

—Mi señor, el comandante de brigada tiene listo a los hombres que lo acompañarán en su viaje. Preciso su presencia lo antes posible para que salga a tiempo a su destino —habló George con su inglés americano, era de los pocos soldados de las 13 colonias que se incorporó al ejército Yorkshires. Arley abandonó su español para responder. No porque se tratara de un secreto, era porque la mayoría de sus soldados hablaban sólo ingles incluyendo a George. —El carruaje debe de estar al caer la noche afuera del castillo; el duque nos ha proporcionado sus mejores caballos, los quiero preparados, bien alimentados y con provisiones para viaje largo —miró de reojo a Alondra sin mudar de expresión y regresó su vista al soldado—. Puedes retirarte, me encuentro en compañía de la duquesa y no quiero faltarle tomándome más tiempo dándote órdenes —George se retiró con la escolta.

Arley soltó un languido suspiro y giró hacía Alondra retomando el español. —Discúlpame eso fue muy inoportuno, ¿aún quieres ir a alguna parte o regresamos al castillo? —evidentemente la magia se había perdido, para Arley le fue imposible mudar de expresión, pensó que quizá haciendo contacto físico podría regresar al momento pero no se atrevió, no quería ofenderla.

Arley sintió una extraña apatía en el momento en que ella rehuyó a su mirada; pero no tardó en asimilar el sentimiento y disiparlo como se fue la felicidad momentos antes. El Cisne prestó mucha atención a sus expresiones y al tono de su voz; ella demostraba un temor pero a la vez una necesidad de querer estar con él; de otra forma no podía explicarse porque con ese nerviosismo simplemente no optó por ir al castillo. Aquella determinación de Alondra consiguió que a Arley se le generara una sonrisa. —Y yo no quiero que estés sola —susurró regresando el brillo de vida a sus ojos; empero, no se atrevió a dar un paso, ya lo había hecho y ahora esperaba que Alondra se aventurara. Si pudo medir el grado de simpatía que presentaba Alondra, el Cisne aprovecharía el momento para llevarla al límite y saber si estaba preparada para el siguiente y último paso... la entrega de su corazón.

Cuando Alondra tomó la mano de Arley, éste buscó su mirada, un impulso hizo que aprisionara la mano de Alondra con la suya sin ejercer una presión, tan sólo un gusto de que se entrelazaran. —Entonces deberemos ir pronto, el atardecer llegará y no quisiera que el tiempo cruel nos haga separarnos —dijo en suave voz y elevando la mano que tenía sujeta a la suya, depositó un casto beso—; es una suerte que no estemos muy lejos del establo, ¿no lo crees así? —soltó una pequeña risa, de esas que los enamorados liberan en los momentos de tensión y que auguran una pasión. Entonces Arley se preguntó si los intelectuales ojos de Alondra no lo estudiaban como los de él a ella; «Alondra pensará que los sentimientos que estoy demostrando luego de que mi guardia se fue son falsos, o verá que son verdaderos».

Eran escasas las veces en que Arley no alcanzaba a ver más allá de lo que la sociedad demostraba, de ir más adelante, de deducir lo que otros pensaban y anticiparse; y ahora, en ese justo momento no tenía idea de lo que Alondra podía pensar y eso le preocupaba. Su facilidad con la que mantenía sus expresiones intactas le permitieron mantenerse con una sonrisa y un brillo en sus ojos pese a que en su interior reinaba una inquietud. No tener las riendas de la situación le causaba un sentimiento de a sosiego; su psicopatía invadía a gran escala su cuerpo y lo llevaban al borde de la esquizofrenia, de la locura. Debía apaciguarse y tenía que hacerlo pronto.

Antes de que pudieran hacer otra cosa, Arley tomó la cintura de Alondra acercándolo a él, sus ojos brillaron aún más con pasión y su boca daba indicios de querer depositar el fuego en los labios de ella; se mordió ligeramente el labio inferior y buscó los labios de Alondra. Soltó su mano y con ambas sujetó la cabeza de Alondra, no para obligarla a continuar el beso, más bien coo una reacción instintiva, Arley prolongó el beso y sus manos bajaron por el largo y dorado cabello hasta llegar a la espalda baja. Soltó los labios de ella mordiéndolos levemente mientras sus bocas se separaban. El Cisne depositó su frente en la de ella. —Vayamos por ese caballo, mi cuerpo arde y si seguimos estando en este lugar no podré controlar estas emociones que tú has liberado, emociones que no pensé que tenía.