Abyssus abyssum invocat. [Briza Muller]

por **Perbidius** Jue Sep 30, 2010 7:59 am

La inercia y quizás el destino habían llevado los pasos de un inmortal a contemplar el horizonte negro que se cernía en la laguna. Un horizonte olvidado y caído en la nada para Perbidius. Incapaz de recordar la visión del mundo en las horas solares, incapaz de revivir en su mente la visión de un mar azul e infinito. Ahora tan solo escuchaba el rumor de las negras olas, el rumor de unas olas consumidas por el vacío en el infinito. De noche todo se torna más oscuro y estrecho, más pequeño e inseguro. La mirada celeste del inmortal tan solo podía fingir sentir la belleza de la visión que acontecía ante él, pero lo cierto es que no veía más que una mancha nublada de lo que podría haber sentido milenios atrás. Demasiado tiempo desde el último rayo de luz, demasiado desde el último amparo de calor y humanidad.

Dejó caer levemente el rostro, contemplando su mano diestra, la cual alzó con deliberada paciencia, sujetando en ella un reloj de bolsillo bañado en plata. Lo abrió con un gesto sutil, comprobando que era medianoche, marcado el tiempo en sencillos números romanos, exentos de estética, simplemente racionales. Había acudido el lugar tras haberse saciado de un modo mecánico y profundamente insatisfactorio en las calles de París. Aún calzaba sus lustrosas botas, relucientes a la luz argéntea de la luna, y aún vestía sus pantalones oscuros, debidamente arreglados y conjuntados con un chaleco azabache. El pañuelo rojo, sobresaliendo de su camisa blanca marcaba la elegancia por encima del indiferente color sombrío, terminando su sutil opulencia en una casaca de un rojo oscuro e interior negro.

Su mirada abandonó el reloj a la par que lo guardaba en el bolsillo, volviéndose lentamente hacia la oscuridad de la costa, olvidando la laguna a sus espaldas en tanto que contemplaba las tinieblas en busca de algo que pudiera extirparle esa extraña melancolía. Acababa de decidir que odiaba esa laguna por haberle recordado el mar de un modo falso, como una mentira dulce y amarga a la vez. Sus orbes iridiscentes buscaban con parsimonia, manteniendo una postura estoica y recta, practicando una de sus únicas y escasas virtudes, la paciencia.