Diario de Nerine

Lamudanza había sido mas rápida de lo que ella esperaba, tal vez porque pocas eran las pertenencias que la habían acompañado desde la casa en la playa, al apartamento de su amigo. Ahora que tocaba dejar aquel refugio, apenas si llevaba alguna que otra maleta y nada mas. Debería comprar las mayorías de los utensilios necesarios para llevar una casa, pues el hogar que otrora fuera de su familia, había sido incendiado, pocas noches después de aceptar la invitación de Johan a mudarse a su hogar. ¿Había sido acaso eso un accidente? la verdad, Nerine lo dudaba, mas bien pensaba que los mismos delincuentes que estaban tras su secuestro,, habían sido los responsables de aquel desagradable suceso. Tal vez, lo habían hecho, con la esperanza de hacer desaparecer cualquier prueba que los pudiera incriminar. Algún papel, que su padre pudiera haber tenido como medio de chantaje, algo que lo hacía sentirse seguro aún manteniendo relaciones de negocio, con gente de dudosa reputación. Fuera aquello verdad, o solo suposiciones, poco importaban ya. Nerine, no volvería a ese lugar, no reconstruiría la mansión. por un lado porque le traía inquietantes recuerdos, de la última vez que estuvo en ese lugar, y que salió indemne gracias a la astucia y la valentía de su amigo. y por otro lado, porque era una zona bastante despoblada, y en la que no se podía sentir segura.

Todos aquellos motivos, la llevaron a elegir el lugar que desde mañana, podría comenzar a llamar hogar, un hermoso y moderno chalet, en el que podría vivir placidamente, acompañada por un pequeño grupo de criados y dos guarda espaldas, dos policias elegidos por su amigo, gente de su entera confianza y que lo mantendrían informado de cualquier posible peligro. Nerine se sentía alagada, ya que a pesar de los escasos momentos que podían pasar Johan y ella, podía sentir que un verdadero sentimiento de amistad se había forjado entre ellos y eso le devolvía la fe y la esperanza en las personas.

En todo aquello pensaba, cuando el coche se detuvo frente a su nuevo hogar. La portezuela se abrió y el chofer le extendió la mano para ayudarla a descender, - bienvenida a su hogar, señorita Donald - dijo con voz cantarina y alegre, a pesar de ser un hombre entrado en años, pero tan feliz de volver a servir en la casa de la familia Donald, como cuando siendo un mozo de veinte años, había dejado Escocia, para acompañar al exilio al padre de la joven. Nerine sonrió con ternura y agradeció el gesto del anciano. No pudo dejar de emocionarse, pensando en su padre, y en cuanto hubiera aprobado la elección de ese chalet, - aunque no tenga vista al mar - caviló, como si pudiera escuchar aquel comentario típico de su padre, - lo sé papá, pero te seguro que aquí, llegaré a ser feliz, ya lo veraz - sentenció, era una afirmación, mas para ella, un deseo que esperaba que el destino, los hados, le permitieran cumplir. Era tiempo de seguir adelante, de vivir una vida mejor.

Desde hacía varias semanas, en la cabeza de Nerine, surgía la idea de volver a su natal inverness. Demasiado tiempo había pasado, de la última vez en que depositara una flor, sobre el sarcófago en el que reposaban los restos de su madre. ¿Porqué su padre se había negado, una y otra vez, en regresar a esa ciudad? ¿cual era el motivo que  había llevado, a un hombre de mar, amante de los paisajes de su tierra natal, abandonarlo todo y radicarse en una ciudad como París, tan distinta, en cuerpo y alma, a la bella, somnolienta y bucólica Inverness? Estas y otras preguntas, surgían en la cabeza de la escocesa, y como cada vez, que aquello sucedía, se encontraba con un muro de secretismos, que se habían vuelto imposible de resolver, tras la desaparición de su padre.

Fue por la añoranza, de sus años de infancia, por el miedo de perder los últimos recuerdos de su vida lejos de Francia, que tomó la decisión de volver a Escocia, por el momento, solo como una simple y corta visita, pero de encontrar el motivo por el cual su padre le había estado alejando de aquel país, se prometió dejar todo lo que la unía a París y volver a radicarse en Inverness.

Con esa idea en mente, escribió una carta, dirigida al único amigo de su padre, que aún vivía en la ciudad escocesa, esperando que a  vuelta de correos, algunas de sus dudas fueran resueltas. Pasó toda la mañana escribiendo, arrugando una y otra hoja, cuando las palabras que creía mas oportunas para usar en aquella carta, no llegaban a su mente. Era lógico, que sino había recibido una nota, de parte del señor Noxfort, era porque no se había enterado de la muerte de su padre, o porque él también había dejado de existir, si ésta última opción, era la verdadera, nada podría hacer y viajar a Inverness, sería un tiempo perdido. Nerine golpeó suavemente su labio inferior, con el cabo de la pluma, mientras pensaba, - No, aún que la muerte hubiera cerrado también aquel camino, aún me quedaría la oportunidad de buscar a los albaceas de mi abuelo materno, ellos deberían saber algo, ademas, ya es tiempo que vuelva a visitarte... mi querida y olvidada madre - caviló, al tiempo que firmaba la carta y la doblaba para introducirla en el sobre.