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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por James Ruthven Lun Mar 14, 2016 5:08 am

Fears & Pain



La nueva condición de James alteró de manera negativa su forma de ser, no por las ambiciones y el temperamento del rey, sino porque aun la relación con su mujer se encontraba construida sobre pilares de arena que se habían desmoronado y ahora, a pesar de la reconstrucción, el viento soplaba con fuerza para desestabilizarlos. James perdonó a su mujer en el momento que estaba a punto de morir, pero el rencor tardaría en guardárselo y el rey, era vengativo y tirano en muchos aspectos. El grado de presión que tenía era altísimo, como conde de Escocia había dedicado toda su vida a la política, mientras que los últimos años lo intentó a la familia, él era un vampiro y como le recordó Milenka, su creadora, en el vasallaje al monarca, James tenía una naturaleza lúgubre, siniestra y fetichista. Una faceta que tuvo toda su vida y que al conocer a Rania enterró por completo en lo más profundo de su ser. El deseo de sangre, el deseo de la pasión por el dolor y la sangre. Su mazmorra había sido uno de los motivos por los que Rania huyó de su lado, pero para él era algo normal, algo necesario. En la cabeza de su mujer no cabía imaginar la sensación de beber agua sin ser saciado, comer la comida más deliciosa  y que se deshiciera en su boca como ceniza. Probar la sangre de mortales moribundos o que se lo merecieran en justicia a un crimen cometido, era como si todos los días ingirieras un vaso de agua en el cuerpo, pero los dulces los banquetes copiosos y deliciosos del vampiro, eran las últimas cenas de las mujeres.

Normalmente los monarcas tenían varias amantes de entre la corte, concretamente del círculo de damas de compañía de la reina. Pero James no se fijó en ellas con intención de satisfacer sus instintos sexuales, algo que recorría el cuerpo de todos los hombres volviéndolos desdichados y recurrentes a las camas y mujeres usadas de los burdeles, algo que James conocía bien. El monarca no tenía el alma limpia, era un demonio, criado por la reina del infierno y de la lamentación, fue un instrumento de satisfacción y todos los vampiros tienen sus fetiches, la de James eran las mujeres guapas, llevadas al extremo del miedo y del éxtasis del sexo para devorar hasta la última gota de sangre de su cuerpo. La mazmorra que construyó en su residencia de París era testigo de los horrores cometidos y lejos de la decencia que Rania obraba sobre él, no podía evitar por mucho tiempo algo que para él era normal. Así es como eligió a su presa: Leia Fergusson.

James tenía unos gustos excéntricos, ya siendo humano poseía una atracción fatal por el tema de la oscuridad, los sueños y la muerte. Si no hubiera sido así, probablemente Milenka no se habría fijado en él. Cuando se transformó en Vampiro no sólo seguía sintiéndose atraído por la muerte, sino que era un heraldo a su servicio y su vida no podría ser vida si no matara. La única luz que tenía en su vida era Rania, la única fuente de amor, calidez y bondad. Sin embargo Milenka era una losa de piedra, que ataba sus pies a la fría y oscura realidad cada vez que quería volar o dejarse llevar, y Leia, sería aquella bruja, que le recordara lo bueno que era ser vampiro, enamorarse de la sangre y la muerte nuevamente, recaer en sus fetiches poco morales y desde luego rechazador por la sociedad.
Aún no habían estado a solas, pero James se las ingeniaba para hablar con ella en los espacios de tiempo en los que todos dormían, puesto que él no lo hacía. Escribió varias cartas y mantuvo correspondencia con ella, evitando firmarlas y usar su propia letra, para evitar malentendidos en un futuro o que sea poco demostrable, y ordenaba a Leia quemar cada trozo de papel que le enviaba. Sin embargo, la tensión entre los dos se hizo patente en los espacios reducidos, sobre todo cuando se cruzaban por el salón y el tacto electrizante de su piel y el aroma de su sangre picante, le azotaban las fosas nasales haciéndole salivar en exceso.

Un hombre de confianza de James, que un esclavo de sangre, al que mantenía a su lado día y noche, para aplacar el apetito y que no fuera visible para la corte, había llamado a Leia a una habitación recóndita, en la que solo podía entrar el rey.  Parecía un torreón por la altura, pero las ventanas eran estrechas y pequeñas, cubiertas de telas opacas para que la luz natural no entrara, a un lado había una pequeña puerta de madera que seguramente diera lugar a una gran cámara. La estancia estaba iluminada y caldeada por la chimenea que había a un lado y las antorchas y velas en candelabros barrocos y ricos en detallismo.

Leia estaba esperándolo en la estancia, y James entró después. Cubierto con su capa de pieles que le subían por el cuello, y caía de forma ligera hasta sus pies, de forma solemne y dando una perspectiva más alta de lo que era, siendo un metro noventa la estatura del vampiro. Cerró los ojos apartando la culpabilidad de hacer eso a espaldas de Rania, pero su instinto diabólico tenía que salir tarde y temprano y mejor no hacerlo con ella- Lady Fergusson- anunció y le ofreció la mano James a la mujer, para que besara el anillo con el rubí característico de su casta y símbolo también del poder del país- Es agradable intercambiar palabras con usted, lejos de un trozo de papel. Y un placer visual tenerla frente a mí- dijo analizando los gestos de la mujer, en búsqueda de un atisbo de incomodidad. Para sorpresa del vampiro, lo único que encontró fue firmeza y decisión en cada uno de sus gestos y de sus palabras. Así que sonrió abiertamente- Creo que tú sabes lo que yo soy, pero yo no tengo muy claro lo que tú eres. Nunca he olido una sangre como la tuya y tengo una tremenda curiosidad por descubrir qué eres…-dijo mirándola a los ojos- y a qué sabes- añadió finalmente- Te diré lo que haremos, puesto que no se trata de una relación convencional porque clarísimamente nosotros no lo somos- se sentó frente a ella y entrelazó sus manos posando sus codos en la mesa- Si tu consientes y estos encuentros te transmiten la misma curiosidad que tú a mí, pasaremos por la puerta que hay detrás. Ya que no es apto para cualquier mente, ni para cualquier persona. Antes de eso. Tendremos que conocernos ¿Está conforme con ello?-




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Mensaje por Leia Fergusson Lun Mar 21, 2016 9:07 am

No se puede decir que la vida de Leia Fergusson haya sido dificil precisamente, como hija mayor del barón de Lynedoch –Escocia- siempre disfrutó de los lujos de una vida adinerada. Tan sólo las disputas con su hermana quebraron para ella esa felicidad en que nada se resistía a la pequeña bruja. Fue con el paso de los años que Leia comenzó a descubrir y usar sus poderes, si ya anteriormente era conocida por la tenacidad con que enfrentaba los retos, ahora sonreía triunfal antes siquiera de empezar una lucha. Se sabía una mujer ganadora, aunque esto pusiera a muchas personas –sobre todo hombres- en su contra. Mezcla de su carisma, fuerza, poderes y apellido llegó a la corte inglesa en el mejor momento posible. El cambio de reinado era demasiado favorable para ella, con facilidad se hizo un hueco entre las damas de la reina dados sus modales y fingidos buenos propósitos. No hizo falta mucho tiempo para conocer al rey. Tan solo una mirada le bastó a la joven para que este frunciera el ceño. No fue más de un segundo lo que duró el contacto visual pero ella no era como las demás y él lo había notado. Se había informado sobre él, sabía lo que era y cómo vivía su inmortalidad por lo que la vida a la que se había atado junto a Rania de Valois era imposible que le llenara por completo, ahí es donde entraba Leia. Toda la pasión, la falta de tacto y sensualidad que le faltaba a su relación con la reina lo pondría ella, así como el constante reto que existiría entre el vampiro y le hechicera por sus respectivos poderes. Le devolvería la sensación de ser un vampiro, un ser sediento de sangre.

Los encuentros entre ambos se hicieron más frecuentes día a día, James sabía la agenda de su esposa y que con ella estaban siempre sus damas. Las miradas entre ambos aumentaban, así como las sonrisas y algún que otro roce efímero al cruzarse. Ambos fueron bastante cautelosos al llevar el tema, sobre todo el rey como era de esperar, pero Leia no se quedaba atrás; aún no tenía atado a ese hombre como para codearse como su amante oficial. Las cartas dejaban patente el interés de James por conocerla, por saber más de una mujer que en cierta manera le había descolocado y corrompido de nuevo. Esta contestaba sus misivas una tras otra, asegurándose fiel sierva de su rey. No podía sino reír cada vez que escribía semejantes firmas, pues nadie sino ella misma era su dueña. Cínica como ella sola y la mejor de las mentirosas diría lo que fuera necesario para llegar hasta él, hasta el punto de que dependiera de su cuerpo, mente y sangre.

La llamada del rey  no tardó en llegar. Un vestido negro fue el escogido para esa ocasión, nada mejor representaría el pecado y la oscuridad en el corazón del rey. Poco maquillaje pero necesario para realzar las facciones de Leia, pelo recogido y tan solo una pulsera de rubíes en su muñeca derecha. Por último un velo que le daba el aspecto de ir de completo luto e imposibilitaría a cualquiera que la viera junto a su guía saber quién era. Llegó antes que James y paseó por la estancia hasta llegar a situarse junto a un sofá individual en cuyo respaldo apoyó la diestra mirando al fuego y así esperó la llegada del varón. Giró tan solo la cara cuando escuchó la puerta, mas al hablar James se dio la vuelta completamente e hizo la reverencia correspondiente. -Majestad…-, besó el anillo antes de volver a alzarse y asintió a sus palabras con una sonrisa. Dado que él había pasado a tratarla de tú, ella continuó la charla de la misma manera-sí, se lo que eres al igual que tu lacayo, debería taparse mejor las marcas…- señaló su propio cuello para darle a entender que tuviera más cuidado en donde le mordía pues si ella había visto las heridas alguien más podría hacerlo también.

-Y respecto a mi, soy hechicera, bruja como prefieras llamarlo-, explicó para sacarle de dudas. Si bien era cierto que pretendía alargar su relación lo máximo posible hasta dejarle probar su sangre, saber que tenía ganas de ello era excitante. -Estaré encantada de poder conocer a mi rey y por supuesto dejarme conocer completamente-, respondió de manera que no quedaba claro si estaba siendo sumisa o descarada. -Creo que ambos tendremos límites, por lo que empezar por ese tema me parece lo más correcto-, propuso sin dejar de analizar los gestos caso imperceptibles en el rostro ajeno. -Mi sangre de momento no es negociable, sé que puede parecerte una locura que te pida que no me muerdas pero tú mismo has dicho que jamás probaste algo así por lo que no tengo seguridad de que puedas parar si empiezas y soy joven para morir-, mezclo la jocosidad con la seriedad pues imponer algo a ese hombre no iba a ser tarea fácil en absoluto. -Si accedes a esa petición te prometo que volverás a ver el sol cada vez que desees-, y así era Leia, negociadora nata, manipuladora, un demonio en el cuerpo de un ángel. Ahora le tocaba el turno a James, ¿cuántas normas impondría?y…¿pasarían ya a esa sala que tanto parecía agradar al rey?
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Mensaje por James Ruthven Mar Abr 12, 2016 6:41 am

Aquel súcubo se había sacado las castañas del fuego de la forma más elegante posible, había negociado por lo único que a James le había llamado la atención y este lo sabía. La sangre era la moneda de cambio más valiosa que un mortal tenía con un vampiro y más cuando se trataba de James. Sin embargo el rey tenía un fetiche alejado de lo convencional o lo políticamente correcto y precisamente por su perversión y corrupción Leia se encontraba frente a él. Era dura negociando, era una manipuladora pero por suerte para James conocía a la reina de ellas y su relación con Milenka le había preparado para momentos como esos. No se dejaría amedrentar por nadie, pero en este caso. No era una mortal a la que podía utilizar su persuasión para tomar de ella lo que quisiera, o mejor aún obligarla. Hacerla sufrir y gritar asustarla y devorar no solo su sangre sino su cuerpo y su voluntad como el depredador que era. Pero si antes era caprichoso, ahora siendo rey lo era aún más.

Su mujer le había dejado y se había marchado de la corte. Sin comprender siquiera las necesidades de su esposo como vampiro, nada le hubiera gustado más a James que presionar cada centímetro del cuerpo de Rania, llevarla al límite físico entre la delgada línea del dolor y el placer y beber de ella en el éxtasis final. Pero la quería demasiado como para que eso ocurriera así que Leia estaba ahí para servirle en aquello- Eres dura de pelar- dijo reconduciendo su cabeza a la conversación que tenían en guardia- Pero bueno, espero que tengas ese carácter para todo porque lo vas a necesitar- le objetó el señor dejando claro que compartía los términos de ello- Veremos a donde llega esto, pero el único aliciente de que estés aquí sentada tú y no otra mujer de la corte es precisamente por ese sabor picante que parece tener tu sangre- le respondió con total sinceridad- Pero no veo nada malo en que tengamos que adecuarnos y medirnos el uno al otro para ver hasta donde aguantas para complacer a tu rey- y dicho esto, James se puso en pie. Dejando que la silla de madera hiciera ruido al resbalar hacia atrás y ofreció su mano hacia Leia- ¿Qué poderes tienes, bruja?- preguntó ahora cogiendo su mano y guiándo sus pasos por la estancia. Sacó de debajo de su camisa una llave antigua y engarzada en el mismo rubí que llevaba en su anillo y miró a Leia a los ojos- Estaré a tu lado en todo momento- el James galán salía de su escondite, pues seguramente cualquier mujer en el mundo se sentiría incómoda ante la situación en la que estaría. Al abrir la puerta de madera que no chirrió al contrario de lo melodramático que podría resultar, había una pequeña escalera de caracol iluminaba por las antorchas y sin ninguna ventana al exterior. Por eso era un pasadizo interno que James había mandado construir como tenía en París su sala de arte particular donde estaban las pinturas y los grabados más oscuros, o su mazmorra en el fondo de su residencia Parisina, ahora en el palacio de Buckingham también tenía su particular habitación oscura y en el momento que llegaron hasta abajo, y empujó la segunda puerta, la estancia se abrió ante los dos. Esta vez sin horno para quemar a las victimas la habitación había evolucionado del James del principio a uno con mucha más clase. La piedra cruda y de las paredes se fusionaba con una chimenea amplia y de mármol oscura. Había cortinas rojas y suaves por todas partes y los muebles de tortura de la habitación eran de madera de nueva construcción impecables. Como los grilletes de la cruz de San Andrés, del potro de terciopelo. Y la pared del fondo, lisa y oscura con una decoración de cuadros de diferentes tamaños rectos y ordenados de forma casi enfermiza entre los que había figuras nocturnas, sangre y escenas de muerte. Pero también de desnudos de depravación y diferentes formas. Ojos que te seguían por las instancia, perniciosos y deseando ver el pecado de esa habitación. Todo coronado con una enorme cama al lado de la chimenea con pilares en los cuatro ángulos y de sábanas livianas de algodón egipcio- No voy a mentirte, porque aquí sufrirás. Leia- le dijo cerrando la puerta tras ellos, pero sin lave alguna, la cual la dejó descansando nuevamente en su pecho debajo de la camisa- Cuando yo te mande estarás aquí abajo. Esperándome y tendrás que esperarme ahí- señaló a un lado de la puerta donde había una alfombra persa tejida a mano- De rodillas y completamente desnuda. La melena suelta- le dijo omitiendo el detalle de los zapatos en la cama, pues er aun fetiche de él, que a menudo en diversas actividades le obstaculizaban el hacer- Me llamarás Señor en todo momento, Leia- le dijo aún detrás de ella esperando a que se aventurara por la habitación- No podrás decirle a nadie de este lugar. Soportarás el dolor al que te expondré no sólo porque me excita sino porque es cuando mejor sabe la sangre. Y a ese punto llegaremos los dos, hasta que pueda beber de ti. Porque lo haré- le aseguró y su voz fue la más segura que en mucho tiempo. No había dejado marchar a la mujer que amaba si no podía tener a una persona como Leia para desquitarse lo que no podía con su mujer- Y a cambio de todo esto te daré todo lo que esté en mi mano. Dinero, poder, influencia....-se cruzó de brazos esperando una respuesta de aquella mujer tan bella. Porque no puede negarse, Leia quitaba el aliento de muchos hombres y provocaba la seda de otros tantos. No negaría en su interior que el diablo, el demonio se frotaba las manos pues codiciaba a aquella mujer en lo carnal.

Ese era el trato. El Físico y lo carnal, lo prohibido para ambos por lo que ella pidiera. James le estaba ofreciendo lo que muy pocas mujeres adquirían pero estaba en manos de Leia convencer al rey de que tenía que ser ella y no otra la que estuviera ahí- Yo acabo de enseñarte el infierno- le espetó acercándose hasta ella mordiéndose el labio inferior- Ahora enséñame tu de lo que eres y serías capaz de hacer- le retó a que le mostrara sus poderes, sus condiciones y si aceptaba o no la sumisión a su rey como súbdita y como mujer. Que se entregara por propia voluntad sin que James tuviera que obligarla, por primera vez en la vida. Sería la única que saldría con vida de aquella mazmorra, y la primera en conocer los términos y aceptarlos. Sería la primera vez que James tuviera una relación en esos términos y contemplar aquella idea, hacía que el demonio amordazado y castrado por el amor de Rania se zafara de todo ello, abriera sus alas dispuesto a traer de nuevo la oscuridad y el infierno a la vida de James.


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Mensaje por Leia Fergusson Mar Abr 19, 2016 5:18 am

La sonrisa que se instaló en los labios de la bruja haciendo que estos se alargaran alzando las comisuras no fue pequeña ni sutil. Sí, sabía que la sangre y peculiaridad del olor que desprendían quienes poseían magia era uno de los alicientes para haber sido escogida por él pero no el único; ya se había ocupado ella de estar ante sus ojos la mayor cantidad de tiempo posible, de haber cruzado las miradas justas para despertar la atención de James y hacer que quisiera cada vez más de ella. Él pensaba que todo dependía de él y sus decisiones pero Leia sabía bien cómo hacer para conseguir sus propósitos. Dejar que él creyera que todo eso se estaba llevando a cabo por una decisión únicamente del rey era parte del plan, los hombres siempre debían sentir que llevaban la voz cantante en una relación y cuando se hablaba de alguien tan egocéntrico e iracundo como James con más razón.  -Te lo dije en las cartas que te respondí, soy una sirvienta de mi rey. Te serviré lo mejor que pueda-, junto a él se puso de pie cogiendo por primera vez la mano ajena. Más allá de todo lo planificado Leia notaba la tensión entre ellos, tenían química y quién sabe qué habría pasado si él no hubiera estado casado. No iba a contestar a esa pregunta por el momento pues estaba demasiado interesada en conocer los secretos de aquella sala como para relatar los poderes que poseía. Comenzó a bajar la senda de escalones que se encontró frente a ella, sin duda había adecuado el lugar para que nadie pudiera encontrarlo con facilidad, y allí estaba el gran secreto de James. Lo primero que hizo fue pasear la mirada por cada uno de los rincones de la sala para luego empezar a caminar despacio entre cada artilugio. La decoración del lugar era oscura, como lo era él, y todo parecía estar medido al milímetro para que el espacio tuviera las dimensiones justas para abarcar todo.

Leia había visto muchas cosas y experimentado otras tantas pero no había llegado a ver un sitio así, no para el sexo. Conocía algunas máquinas de tortura empleadas por la Santa Inquisición, pues muchos brujos eran torturados hasta la muerte en ese tiempo y se había informado concienzudamente sobre ello. El fetiche de James era cruel y le iba a costar mucho trabajo someterse a un hombre de esa manera sin sacar el poder que llevaba dentro pues su instinto de supervivencia clamaría por ello, pero esa sala era el camino hacia todo lo que anhelaba y así lo recalcó James como si estuviera leyendo su mente en ese preciso momento. Tuvo que concentrarse en sus palabras para poder memorizar las indicaciones del vampiro. Sí había aceptado convertirse en la concubina del diablo y ya no había vuelta atrás, dudaba seriamente de que la dejara salir de allí sin una promesa habiendo visto  todo eso. -Sí señor-, respondió al vampiro girando para enfrentar sus ojos, sólo me queda otra pregunta -¿debo ser tuya en exclusividad? Porque de ser así, me gustaría poder exigir lo mismo-, no metía a la reina en esa petición pero puesto que esta había abandonado la corte Leia deseaba complacer a James sin que nadie pudiera romper la relación que desde ese momento tenían. El ser la única amante del rey, el saber enfrentarle cuando era preciso y rendirse ante él en otros momentos le daría un poder no solo en la corte sino con el mismo vampiro que nadie podría quitarle. Poco a poco se ganaría la confianza de James y con ello este le comentaría algún asunto pudiendo ella mover ciertos hilos como el tema de la Iglesia que tanto le hacía hervir la sangre.

Ahora sí era el momento de hablar de sí mismo y los poderes que tenía, aunque no todos saldrían a la luz en una primera instancia. Leia era de lejos una de las mujeres más precavidas que podía haberse encontrado James y como tal actuaría. -Bien, tengo el don de la hechicería, como el poder de percepción de las auras. Todos los brujos lo tenemos más o menos desarrollado pero es innato en nosotros-, comenzó pues no sabía hasta que punto sabría James de los poderes mágicos. -La hechicería nos permite hacer que las cosas sucedan a favor o en contra de alguien-, le sonrió pues sabía cuan valioso era ese poder para alguien de la posición de James, comenzaba a hacerse necesitar y ese era su momento favorito sin lugar a dudas. Omitió el hecho de que también podían realizar pociones curativas pues eso a él en poco le beneficiaba, -en cuanto a la percepción del aura me permite saber el estado de las personas presentes, puedo notar su humor, su nerviosismos y su naturaleza-. De nuevo otro poder que le sería útil teniendo en cuenta que no quería más vampiros en la corte salvo de los que él tuviera constancia, por ejemplo. Y ahora venían los poderes por los que realmente James preguntaba y podía llegar a sentirse incómodo, -tengo tres poderes personales, pero de momento solo desvelaré dos pues el tercero es demasiado complicado y aún no te conozco como para exponerlo-, si bien le explicaría dos de ellos, la posesión era el poder que se guardaría en la manga por lo que pudiera pasar. -Tengo la habilidad de crear barreras, campos de fuerza que me permiten detener ataques y la de crear ilusiones, puedo entrar en tu mente y hacerte ver lo que yo deseo que veas-, en un principio esos dos poderes le hacían más mal que bien si se tenía que enfrentar a ella pero la idea era que fuera confiando en la bruja que tenía al lado por lo que sin avisar comenzó a crear la ilusión de un amanecer. Para alguien como James el poder disfrutar nuevamente de la sensación de ver el sol salir entre las montañas sería lo más añorado del mundo, el notar el calor sobre su piel sin abrasarse. Todo era poco para que James confiara y se dejara llevar con Leia.
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Mensaje por James Ruthven Lun Mayo 02, 2016 4:33 am

No querría nunca a Leia. Nunca podría suplantar ni el amor sentimental que tenía por Rania, ni el amor platónico que tenía por Milenka. Todos sus amores estaban y estarían ocupados por siempre por ambas féminas. Sin embargo por muy poco favorecedor para James como hombre, jamás querría a aquella mujer de melena dorada. Porque además de no ser su arquetipo de mujer, el único interés que tenía por ella era el de haber encontrado un juguete nuevo, y además no solo una raza con la que no había podido tratar antes, sino que era un juguete con el suficiente carisma y la ambición de arrodillarse y hacer lo que James le propusiera siempre que él le ordenase. Rania no tenía tanta ambición era mucho más tranquila y de buena razón y conducta, pero James no podía sodomizarla por temor a dañarla. Porque la amaba de verdad y a pesar de ello había hundido el demonio en el interior del pecho de Rania, y entre sus dedos afilados y muertos apretaba su corazón controlándolo, a pesar de que ella pensara que no fuera así.

La justificación no podía ser mundana, a ojos de Rania era un marido siéndole infiel a su mujer porque no es capaz de lidiar con sus responsabilidades. Pero es que James no era un marido ni ejemplar ni normal. Era un demonio y bebedor de sangre voraz y letal, tenía una cuenta de sangre bastante larga y tenía una tasa de muertes de una cada tres días. Pero ahí estaba Leia dispuesta a todo por su rey y eso le conmovía, quizás podría incluso perdonarle la vida al final si aguantaba, que seguro que lo hacía. La contempló mientras hablaba y se explicaba, se abría ante él una nueva raza con sus respectivos poderes y para ser mortal, tenía que decir que eran demasiado extraordinarios sus poderes, quizás los hechiceros eran los mortales a los que tendría que mantener más respeto que a los demás, pero al fin y al cabo eran mortales. Su cuerpo era un conjunto orgánico en descomposición que día a día se hacía más plausible para los vampiros- ¿Sabes?- dijo paseando a su lado- He conocido a lo largo de mi vida a muchos humanos con habilidades y poderes especiales. De hecho tengo alguna cicatriz que otra por ellos. He visto a hombres transformados en bestias, otros como yo que se dedican a cazar a su propia raza, como traidores. He visto a mortales hacer aciertos premonitorios, aunque sigo siendo escéptico porque sé que no existe el destino y que cada uno posee su libre albedrío. Pero jamás había conocido a una hechicera- pasó el dedo por un mueble de madera, que tenía unas invertibles motas de polvo que cogió con sus dedos y los frotó dejando que volaran en el aire- Pero por lo que me has dicho, eres inmune al ataque físico, lo cual es bueno porque podrás mantener tus límites en caso de que me exceda. Pero lo que no me gusta es que pueda indagar o entrar en mi mente y crearme una ilusión. Porque podrías hacerme perder la noción de la realidad. Y eso no me gusta- se plantó frente a ella y la miró a los ojos- Claro que también yo tengo mis recursos, poseo la habilidad de que imperativamente hablándote, de doblegue tu voluntad y actúes según mis deseos, ya sea detenerte, influenciarte o coaccionarte a hacer algo. Por ejemplo el degollarte de tu propia mano- le explicó ahora sus habilidades- Así que creo que como yo tengo un poder que no te gusta, y tú tienes uno que no me gusta a mí, tendremos que hacer un pacto. Y establecer que bajo ningún concepto utilizaremos esa ilusión ni mi persuasión en esta relación- la miró a los ojos- ¿Por qué tu poder es de tiempo limitado aunque puede que mi recuperación de la cordura no lo sea? Pero las consecuencias de mi poder no lo son- le dijo mirándole a los ojos- Así que establecidos los límites de la relación, ahora- pasó la mano por la mejilla acariciándola, apartando su melena tras la oreja y clavando sus ojos carmesí en los ajenos se atrevió a preguntar- ¿Qué deseas tú de tu rey?- preguntó abiertamente porque James no era estúpido, aprendió las artes de las mujeres de Milenka y toda mujer que se deje sodomizar, pisotear, ultrajar y lo haga con tanto brío tenía un plan en mente. Tenía una razón y por supuesto un objetivo- Sinceridad ante todo ¿Por qué estarías dispuesta a todo esto?

Al acabar de hablar con ella, James expectante miró los labios ajenos moverse al hablar, sus ojos y gestos corporales decían que todo lo que decía era verdad y quedó conforme. Conforme con su sinceridad, entrega y devoción- No se me ha olvidado tu petición de exclusividad. Pero tengo que decirte algo. En mi caso, no puedo proporcionarte la exclusividad, puesto que mi sire es una mujer, por la que profeso un amor platónico e incondicional. A pesar de odiarla, pero no puedo mentirte. Va más allá de mis decisiones. Es algo de mis impulsos naturales. Y por supuesto la reina. Pero no creo que tengas que preocuparte por ella, está a millas de aquí. Hace tiempo que no yacemos en el mismo lecho de la forma que esperas. Así que por el momento eres la única mujer a la que tomaré de forma íntima. Espero que sea suficiente para ti.


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Mensaje por Leia Fergusson Miér Mayo 18, 2016 4:58 pm

Por la curiosidad que despertaba en él sabía que sus palabras eran sinceras cuando le confesaba que nunca había conocido a una mujer como ella. Lo cierto es que no sabía hasta que punto desconocía como era ella, ante él siempre aparentaba ser la súbdita perfecta y entregada, deseosa de complacer a su rey… Nada más lejos de la verdad más pura, pues para Leia nada se comparaba con el poder, con el manejo de los más poderosos. El estar en su posición ahora era por lo que siempre había peleado en su vida, tanto ella como su familia, pero no podía relajarse pues ahora tocaba la tarea más dura de todas. El autocontrol y el control de James no iba a ser tarea fácil para Leia, debía ser muy consciente en todo momento de los peligros que acechaban entre las sombras de la corte, del mismo peligro que corría entregándose a las manos del vampiro y del odio que iba a despertar en todas las cabezas de la Iglesia tras empezar a sembrar la semilla del anglicanismo en la mente del rey.

Desvelar los poderes no le había agradado en absoluto pues la sorpresa en ese caso hubiera sido la mejor de las defensas pero de haberse negado a colaborar James habría tomado medidas más drásticas y como mínimo perdería la poca confianza que había depositado en la bruja. Menos aún le gustó la negativa del rey a que usara el poder que de más problemas le había sacado y más controlado tenía de todos, pero nuevamente le tocaba a ella ceder, de eso se trataba ese juego; de controlar cuando tensar y cuando aflojar la cuerda que ahora les unía. La obediencia sería premiada por él, lo sabía. -Conocía ese poder del que hablas, me he cruzado con vampiros que lo manejaban como tú-, respondió al mencionar este la habilidad que mantendría a raya a cambio. -No usaré mi poder salvo que vea que mi vida corre peligro-, acordó un punto medio entre las dos partes, pues era más que consciente de que era plausible que en un momento dado una visión hiciera más por su propia vida que cualquier otro poder.

Inclinó el rostro hacia el lado en que la palma de James acariciaba su mejilla y le sonrió ante su pregunta. Ahí estaba, el quid de la cuestión. ¿Qué deseaba una mujer de su clase y condición al someterse a la voluntad de un ser como James ruthven? -Mentiría si dijera que mi único deseo es complacer a mi rey-, comenzó a sí a responder a su pregunta. Un paso en falso y todo el trabajo quedaría hecho cenizas y ella muerta. -Deseo tener mi lugar junto a ti, sé que no soy la reina y no pretendo usurpar su lugar, aunque es cierto que la envidio por ello-, prosiguió en un susurro cadencioso acercándose a los labios ajenos y dejando en ellos el tacto de un suave roce. -Quiero tener voz en la corte, quiero que se sepa quien soy y que se me respete. Es decir, tu protección y favoritismo-, durante toda su petición mantuvo el contacto con las manos ajenas moviendo los dedos y dejando caricias furtivas. Apretó levemente la mandíbula ante la negativa de James de exclusividad, aunque en el fondo sabía que era prácticamente imposible en un rey. No eran celos, nada más lejos de la realidad, todo giraba en torno al control, quien estuviera cerca de James tendría el mayor poder de Inglaterra y esa tenía que ser ella. Ya había conseguido separarle de su esposa, ahora solo quedaba otra mujer que pudiera dar problemas pero por el momento estaba lejos de él por lo que asintió a su explicación y extendió las palmas ante él. -¿Me permitirás mostrarte una ilusión?-, le preguntó con cautela. -No verás nada que te dañe, al contrario pero tienes que confiar en mí, ¿eres capaz?-. Era tanto una duda que ella tenía como un reto para él. Decir que no dejaría claro que la relación entre ambos no era de confianza y además que James temía aquel poder tanto como para no querer experimentarlo por primera vez.

El silencio de James fue tomado por esta como el visto bueno para que continuara con aquello y así lo hizo. Poco a poco se centró en controlar la mente de James, en hacer que él se relajara lo suficiente para dejarla entrar y no hacerlo por la fuerza. Una vez tuvo el poder necesario cerró los ojos y el contacto con él fue lo único que notaba salvo la imagen que estaba proyectando en la mente del rey. ¿Qué era sino un amanecer lo que más podría extrañar un vampiro como él? Así poco a poco todo lo que le rodeaba cambió, dejó de ser aquella habitación oscura y siniestra, apareció un paisaje de montañas, con un pinar majestuoso y entre dos colinas a lo lejos el sol comenzaba a despertar. Los rayos anaranjados del alba llenaron todo y notó la respiración de James detenerse por un momento. Sabía que había acertado con aquello y que sin duda la confianza de James aumentaría, así como el hecho de que los poderes de la bruja le parecerían atractivos para él mismo y para su reinado. Dejó que disfrutara unos minutos del olor, el calor de los rayos sobre su piel, el sonido de los pájaros piando… antes de ponerle fin y dejar la mente de este libre una vez más. No había sido un gran esfuerzo para ella pero sí el suficiente para sentirse levemente mareada y buscar apoyo en una de las paredes.
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Mensaje por James Ruthven Vie Mayo 27, 2016 6:37 am

Así que lo que deseaba esa mujer no era solamente al rey, sino un estatus social alto, con sus requisitos y sus reverencias. Quería tener su voz en la corte y ser invitada a todas las reuniones y celebraciones. Pasearse por sus anchas, ser la favorita y sentarse a la izquierda en su mesa de banquete. James se lo tuvo que pensar dos veces, de concederle eso le estaría dando la llave del poder, pero que siempre estaría limitado, los súbditos se deben a su rey, como ella lo haría al demonio. Ese era el trato con el diablo. Su cuerpo a merced de James a cambio de poder, y en lo más profundo de su ser, aquella oscuridad que siempre acompañó a James clamó victoriosa otro alma que atesorar- De acuerdo. Se te concederá un lugar en la corte, asistirás a las reuniones, las fiestas y otras estancias emblemáticas. Tendrás mi beneplácito y se te darán diez mil libras anuales de por vida- le indicó cómo era aquello, tampoco podía darle un título nobiliario pues no correspondía, aquello tenía y debía de ser por méritos y por mucho que se esforzara, sus lores no lo aprobarían.

En silencio y después de haber acordado los términos de la que sería su relación, Leia no fue consciente como James de que le había vendido su alma al diablo. Y aunque la fachada de aquel rey fuera bondadosa y tranquila en su interior, tenía una sonrisa siniestra que deseaba que aquello terminara cuanto antes. Rania se había ido de su lado, Abel descansaba y creía a ritmos vertiginosos y Leia había llegado simplemente para complacer la parte más oscura y enterrada de James.

Y entonces Leia volvió a pronunciarse. Se pronunció firme y segura sobre el poder de la ilusión, algo que James había advertido que no utilizara con él por temor a perder el control de sí mismo. Pero al mirar sus ojos intentando advertir sus intenciones, se decidió por confiar en ella por dos motivos. El primero que sería un paso de él hacia ella, en el que se consideraría como confianza mutua y que se entregaba a ella recíprocamente. Y el segundo de sus motivos era, que calibraría exactamente hasta donde llegaba el poder de aquella bruja.  Se dejó hacer por ella en silencio y lo que pasó a continuación le desestabilizó.

Cuando Leia obró su magia James volvió a ver el amanecer. La tensión de su cuerpo se acentuó cuando en su mente se encontraba en un paraje entre montañas, en el oeste aún se advertía la oscuridad de la noche que se iba alejando para dar paso en el Este con aquel cielo claro e iluminado por los primeros rayos de sol. La primera reacción que tuvo Jame fue la de cerrar los ojos y llevar las manos frente a ellos, pues aquel haz de luz era demasiado para alguien que llevaba sin ver la luz del sol más de tres siglos. Y de pronto todo cambió. La sensación térmica se caló en su piel de forma placentera, todo había ampliado su espectro visual dándole los colores de un paisaje entre montañas que se abría paso con las primera luces del amanecer. La hierba y los árboles de alrededor empezó a respirar y James sintió que la nostalgia le invadía. El problema era que si llevabas tanto tiempo sin ver una cosa que te gustaba que es exactamente lo que más echabas de menos de ser humano, se concediera durante unos minutos, James se derrumbó debilitado por la congoja de aquella sensación. Cuando la ilusión se disipó solo pudo elevar la mirada hacia Leia, recobrando en sus pupilas la oscura realidad y necesitó sentarse. Le había derribado, en unos escasos momentos, se convirtió en una maraña de sentimientos nostálgicos y humanos que hacía tiempo había rechazado. Sólo Rania había conseguido aplacar a la bestia de su interior y por primera vez, por el arte de la brujería le habían vuelto a abofetear con la humanidad en las narices-  Gracias- le dijo a Leia cerrando los ojos recordando ese momento- Era lo que más he echado de menos desde el día en que fui convertido. Es lo único que recuperaría de mi humanidad- le explicó absolutamente derrotado, sin barreras. Su demonio interior había sido aplacado y estaba encogido sobre sí mismo lloriqueando. Solo en ese momento James comprendió con lo que estaba jugando, un poder muchísimo mayor de lo que conocía y comprendía y por eso se dijo así mismo que tenía que controlar a aquella mujer, de todas las maneras posibles. Entre ellas adulándola- ¿Qué puedo hacer para compensarte este regalo, Leia?- le dijo ya más recompuesto y acercándose a ella con paso lento dispuesto a besar sus labios de forma intensa. A escasos centímetros de ella rodeó su cintura menuda y la besó. Con pasión, como dos amantes lo harían. La besó con delicadeza, recordando que el calor de aquellos besos podía derretir el corazón de una mujer, lo que no sabía. Es si el corazón de Leía necesitaba amor u oscuridad para derretirse.


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