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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Maeniel Mar Dic 19, 2017 11:45 pm

La primera vez que lo vio, fue en una pesadilla. Ahí estaba, en una noche en que dormitaba, una pesadilla en la que se ve alguien enamorándose de un asesino, recordando y plasmándolo en aquel lienzo; un beso derrochando linfa de estos, otorgando un suspiro muerto sobre el hombre quien le asesinó, porque estaba asfixiando, derramando lágrimas de miedo dentro de un oscuro lugar, el terror es que solo ellos dos se encontraban, y parecía ser que toda alma se podría morir de hambre en esa jaula, reinando un silencio de las tumbas, pero nada es silencio, ese parece ser un cementerio de agonía, donde no dejan de gemir por tanto dolor insoportable, millones son los muertos que han llorado, sumándose un cántico más, y era ese, el de esa desdichada mujer, pero nadie puede oírle, nunca oyen, nadie puede oírle, excepto los muertos, ellos gritan: ¡Corre, sálvate! pero ya es demasiado tarde, pero no puede morir ella, o él, no se distingue su identidad, es monstruoso el rostro, ¡da pavor, pobre, está tan desfigurado! parece que los golpes le han borrado el rostro, parece que su propia tumba no la puede ni proteger, porque ella corre, se esconde, y se presenta en su sueño de Maeniel, ¡que locura! ese sueño parece ser familiar de la muerte, Maeniel no puede dormir, y su trance hizo que se levantara de su cama, empapado de sudor y temblando, sintiéndose afligido y necesitaba plasmar esa pesadilla. (Porque a base de estos sueños, es que él pinta, un reconocido artista por los miedos que en la noche le acechan)  Así es como tumba ese esqueleto sueño bajo un lienzo, entre pinturas y líneas, manchas y figuras, la frialdad en esa habitación le hace acelerar el ritmo de la acción al pintar, es caótico lo que sus ojos ven, la mente no borra ese sueño, y se repite una y otra vez en esta hasta dejarlo tal cual en esa hoja.

Su estudio parece ser un perfecto lugar para guardar sus pinturas, pero hay rostros que jamás ha dado a relucir, porque los ha visto en carne y hueso sin haberlos visto antes que fueran plasmados. Solo así es como se mantiene a salvo y el deseo de conciliar el sueño, no se escucha nada más que el roce de los pinceles, y la luz tenue que sale del orificio de la puerta, enterrado esa pesadilla silenciosamente, que en ese estado, parece estar poseído por el diablo, más son sus irises grisáceas las que detonan su intranquilidad. Muy a pesar de que estuviese protegido por ridículas cadenas de ajo adornadas en las pareces, (no hay olor, más son los símbolos los que importan) crucifijos, y encendido el incienso, espantando a los espíritus para que no puedan poseer su templo, (pero es su instinto quien lo hace, porque no sabe que es médium como tal, sus recuerdos hicieron volverlo temeroso sin saber quién es, y la maldita culpa son de ellos; los espíritus que osan de poseerlo).

Más no termina esa imagen, presiente que hay huecos de desesperación, su angustia. Y todas las noches es de nuevo lo mismo, sin concluir, porque si el artista no sabe quién es, ¿cómo podría decir que su obra es perfecta? ¡Maldito patético! Se queda con los brazos cruzados, observando su obra, es aterradora, y sus hinchados ojos desean cerrarse, el cansancio parece ser eterno, y el ruido se escucha de unos pasos, es él, porque su vela parpadea, lo siente tan cerca, su fuerza interna hace siempre que se apaguen sus velas, y en la oscuridad queda, con el sonido de la puerta abrirse, escenificando su dolor, convirtiéndolo en efímero. Y corre como niño asustadizo, abrazándose fuertemente contra Bartolomé, es claro que tiene miedo, y solo él puede brindarle esa tranquilidad, ¿por qué? no lo sabe, pero mientras sea Maeniel, lo necesita a su lado.

— De nuevo las pesadillas, no logro conciliar el sueño, por favor déjame dormir, no quiero soñar más, alejalo...

Habló el joven, más solo en su mente lo hizo y movió los labios, pero jamás produjo palabra alguna, no emitió sonido alguno, es evidente que es solo Maeniel; el humano que ahora se ve, pidiendo su sangre, porque él sabe como se siente, conoce de sus miedos por las noches, y la manera en la que se despierta por estos, es por ello que le fue a buscar al estudio, porque comienza a conocerlo aunque en realidad no se sabe a quien.


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Mensaje por Bartolomé Nazgul Vie Ene 19, 2018 9:31 am

Estaban unidos, conectados, ¿desde cuándo? No lo sabía. ¿Por qué? Mucho menos. Lo cierto era que desde que lo había visto, Bartolomé había sentido a Maeniel dentro suyo. Si supiese como o qué sentía una mujer al estar en cinta… Estaba casi seguro de que así sentía a Maeniel, como si fuese su hijo, un frágil ser al que debía cuidar y alimentar. Unidos por un amor inentendible –porque era difícil de explicar- que no era amor de pareja, sino que se asemejaba al de familia.

Oh, Maeniel, asustadizo y débil, pero de alma generosa y sensible. A veces, Bartolomé sentía que estaba junto a un alma vieja que dominaba un cuerpo joven. Un alma que conocía mucho de la vida, que lo había vivido todo ya alguna vez, pero que había ido a habitar el cuerpo de alguien débil y que se abrumaba antes de poder poner en palabras lo que sentía. Por eso pintaba, unos cuadros tan aterradores como liberadores, Bartolomé podía verlo, veía lo bien que le hacía liberarse de aquella forma tan artística.

Pero Maeniel vivía abrumado, estaba asustado siempre, era así desde que Bartolomé lo había conocido. Y si bien en principio lo único que había visto en él era una oportunidad de aprovecharse –pues no dejaría jamás de ser el estafador que era-, ahora que Maeniel le había dejado vivir en su casa, mandar a su servidumbre y administrar su dinero, Bartolomé debía reconocer que lo quería profundamente, que se había encariñado con él y que lo veía como si fuese un hijo… Aunque a veces se dejase llevar por el deseo físico y los pedidos que el muchacho le hacía.


-Shh, estoy aquí –lo abrazó, acunándolo, y le habló al oído-. ¿Qué ha sucedido? ¡Qué fuerte es lo que has hecho! –le dijo, y era su forma de felicitarlo por la pintura a la que no podía calificarse como bonita, pues no era belleza lo que Maeniel había querido transmitir en ella-. Me parece excelente. ¿Por qué estás mal? Es hora de dormir, ¿estás cansado ya?

Eso era para él, su niñito consentido. Alguien a quien deseaba cuidar con todo su corazón. Bartolomé depositó un beso en la frente del muchacho y se separó de él, dirigiéndose a la mesa de trabajo en donde sabía que él guardaba la filosa daga. Se la había regalado hacía algunos meses, Bartolomé tenía muchos enemigos y a eso se sumaba que debía ausentarse durante algunos días –por su condición de licántropo- y la idea de dejar a Maeniel sin su protección no le gustaba. Por eso le había regalado una daga, con mango decorado con incrustaciones y oro, con el pedido de que la usase sin pensarlo si sentía que alguien quería dañarlo. Afortunadamente, Maeniel no la había usado hasta el momento y el arma solo servía para cortar la piel de Bartolomé que con su sangre alimentaba a Maeniel, pues solo así hallaba algo de paz. Hacía varios días que no se veían, siempre que la luna llena estaba pronta a llegar Bartolomé prefería estar lejos, en las zonas no habitadas. Tal vez fuera por eso que Maeniel estaba así, hacía al menos una semana que no bebía de su sangre.

Fue a sentarse en uno de los silloncitos que Maeniel tenía en su estudio. Bartolomé abrió las piernas y tiró el cuerpo hacia delante con el brazo izquierdo extendido y la daga en la mano derecha. Hacer aquello no le daba dolor, sino todo lo contrario, y la herida –luego de que Maeniel mamara de ella- se cerraba rápidamente.


-Ven aquí, Mae –lo llamó, con dulzura, para que se acomodase como solía hacerlo antes de beber-. Ya sabes que estarás mucho más tranquilo después de esto.


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Mensaje por Maeniel Lun Ene 22, 2018 9:26 pm

¿Se puede escuchar el silencio de una demencia dolorosa? Porque la oscuridad hace que le recorra el miedo por sobre la piel, asustado, aferrándose a los brazos de él,  mientras está escondiéndose en esa seguridad que percibe pero el temblor no cesa, ¡imposible! Con el deseo de estrujarlo, al punto de clavar las uñas de ser necesario. Porque sigue golpeando la pesadilla en su mente. (Si supiera que en realidad eso sucede, y ni lo sabe, ni lo siente) tan caótica existencia le hace la vida un peligro hasta para sí mismo. Sin siquiera tener una idea de lo sucedido, ¡pierde la razón y olvida!, ¿por qué? Y ¿cómo?... Ya pronto se terminó la sensación de perderse en esas cuatro paredes cuando la luz fue encendida, y Nazgul se hallaba a su lado, horrorizado de que algún día le viera como un monstruo. Que todo lo que pinta llegue un dia a plasmarse en él (en carne y hueso) y no a ese maldito lienzo, porque al echar un vistazo a lo que pinto (escondiéndose un poco de lo que fue capaz de hacer), asintió, sin poder pronunciar alguna palabra, la voz no salía. (¿Y qué tan malo estaba entonces, si ni cuenta se da, que solo hace lectura de labios?) No sabe porque razón, pero solo cuando se trata de Maeniel es así, ¿gracioso? Para nada.

— ¡No me dejes, no te vayas más! Es esa cosa de nuevo, vino otra vez a mi sueño y no quiero verlo más, me duele sentirlo, verlo. ¡Es horrendo! Sangre, muerte, horrorosidad y aquél, todo es doloroso. ¡Me duele, sigo sintiendo ese dolor! No, no quiero dormir más, lo estoy, estoy cansado de todo,— el pequeño Maeniel se alejó un poco de ese pecho, expresándose con gestos y sus labios, (no se sabe si es por instinto, pero siempre cuando habla hace que le miren al rostro) preocupado, angustiado de que no se vaya esa pesadilla. Desesperado se toma la cabeza entre sus manos, presionando con fuerza, quiere apaciguar el dolor, no quiere seguir así. Y es que el beso otorgado, hacía que le punzara el pecho, dificultándose el respirar, sofocándose, presionando sus puños y queriendo aguantar la lejanía que se marcó. Él se iba, al parecer buscaba algo, y en el tiempo en el que han estado juntos, ha aprendido a conocer a Maeniel, no hay algo que no sepa de él, y eso le aliviaba, al menos él lo hace, al menos alguien sabe quién es porque él no tiene ni idea, y eso es el terror. Y cuando vio en su mano la daga que él mismo le otorgo, solo quedo acercarse lentamente a él. Moviendo los dedos para tranquilizarse, ansiando que ya hiciera el acto íntimo y egoísta que podría ser. Pues cada vez que esa daga se expone es porque necesita protegerse y ahora, era de él mismo. Y la cura (por no decir tranquilizante) es la sangre de Nazgul. Que al llegar a él, cuando fue llamado, cuando estaba sentado, (hiriendo su brazo), por dentro se sintió ansioso, con deseos de lamer, hasta se le hace agua la boca, tragándose la propia saliva, yendo a él, y termino sentándose en sus piernas, tomando su brazo con ambas manos, refugiándose como un pequeño en espera de que espantaran su pesadilla. Mirándolo con los ojos lagrimosos, aceptando el hecho de que se iría, ¡siempre lo hace!, desaparece después de que le da sangre, de que la pesadilla llega. ¡No quiere que se vaya! Pero no puede decírselo, solo asiente, llevando el brazo a su boca, y en la herida donde la sangre se acumula, desliza su lengua, lamiendo con una sed inexplicable porque es una sed de dormir, de no sentir nada…

Comenzando a apaciguarse, succiono un poco hasta que dio la última lamida, y deposito un beso en aquella zona, girando el rostro para estar frente al ajeno, soltando su brazo y enreda los brazos en su cuello, por un instante se quedó observando su rostro, y terminó por acercarse lentamente sobre sus labios, desprendiendo un corto beso mientras se alza, pasando las piernas ajenas en medio de las propias. — No te vayas... —. Pidió, con el alma, y con el cuerpo, no podría permanecer sólo, no en esa noche. No, cuando pasan días sin verlo…— ¿Podrías dormir conmigo?

¿Cómo decirle que lo necesitaba? No solo que le sujetara, quería sentir su piel sobre la propia, unirse como otras noches, ¿cómo podría pedirle que le tocara? Le avergonzó esa petición, y solo se abrazó por completo, apretando los labios con fuerza al esconder el rostro en su hombro.


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Mensaje por Bartolomé Nazgul Vie Ene 26, 2018 9:32 pm

Mentiría si dijese que solo lo hacía por Maeniel, que solo para que él se tranquilizara lo alimentaba así. A él le gustaba, lo disfrutaba perversamente. ¿El joven se había hecho adicto a él? Bartolomé no lo ayudaría a corregirse, no podría porque amaba sentir que era vitalmente necesario en la vida de alguien, en la vida de su Maeniel. Le daba su sangre con un placer que rozaba lo obsceno y el licántropo no llegaba a recordar cómo había comenzando todo aquello, pero ya no importaba. Se necesitaban mutuamente, se servían -Maeniel de su sangre, Bartolomé del dinero- y eso era lo que contaba en verdad. Además lo quería, no quería ni imaginarse sin él, sin su dulce Mae.

Cuando él acabó de beber y se reacomodó en sus piernas, Bartolomé le despejó el rostro, acomodando su cabello oscuro detrás de las orejas pues quería verlo bien. Los ojos de Maeniel brillaban satisfechos, aunque no calmos y eso le extrañó porque solía tranquilizarse luego de ingerir su sangre bestial.


-No me iré, Mae. Dormiré contigo si intentas decirme qué te ocurre –le dijo y lo acomodó de manera que el muchacho descansase una de sus mejillas en su pecho.

Algo lo asustaba, ¿habría visto algo? ¿Alguien lo habría molestado? De solo imaginar que alguien estuviese molestando al muchacho Bartolomé enfurecía… pero no tenía sentido, ¿quién y dónde si él a penas salía de esa casa? Pero no hablaba, al menos no con palabras, por lo que Bartolomé resolvió que lo mejor que podían hacer era irse a la cama ya, era muy tarde.


-Vamos, Mae. ¿Has comido bien estos días que me ausenté? Estás delgado –observó y se dispuso a apagar las velas del estudio en el que Maeniel pintaba-. Mañana puedes seguir con esto, con tu pintura. Y me gustaría que pensases en cómo me dirás lo que te sucede, pero debes hacerlo, quiero saberlo, pero podemos hablar mañana al respecto.

Salieron del lugar y subieron las escaleras hasta el área de habitaciones, pero no entraron en la del joven sino en la de Bartolomé que hacía días que no dormía en la comodidad de su cama y la extrañaba. No tardó en quitarse la ropa y ponerse en cambio el pantaloncillo ligero con el que solía dormir. Antes de meterse en la cama, Bartolomé se lavó la cara y las manos con el agua fresca que el servicio le dejaba siempre en la mesa de noche. Se había dado un baño antes, pero le gustaba dormir siempre con la cara fresca.

-Me gustaría que alguna vez hicieses una pintura mía –le dijo a Mae y se puso de costado en la cama, pegando la espalda del muchacho a su pecho-. Una pintura de mi rostro. Y luego otra de lo dos, ¿te gustaría hacer algo así, Maeniel? –le preguntó y, tal como sabía que él quería, comenzó a acariciarlo pasando con suavidad su mano izquierda por el abdomen de él y más abajo también-. Pintar te hace tan bien, Mae… Pintar y estar conmigo, yo te hago bien –le dijo, pecando de soberbio.


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Mensaje por Maeniel Dom Feb 18, 2018 12:52 am

Esa mirada, Maenial podía enviar sus sueños en ella, único lugar al que podría esconderse y ser completamente él, siendo una sensación que jamás se podría describir porque Nazgul llegó a su vida en el momento justo; él lo halló cuando se vio perdido, le brindo paz a un mundo inseguro por cuestiones inimaginables y desconocidas por él, que le hicieron aprender a exteriorizar sus emociones, porque no conocía el tacto, y ahora aprende hablar como un pequeño que con la mímica se enseña. Él llegó a salvarlo, y es lo que hace justo en ese instante, encontraron la forma de que no se sumerja a un olvido, el permanecer consciente y ser ese pintor que vive de sus obras, de sus pesadillas que va dejando atrás y son guías para recordar lo que estaba olvidando, ya que hay episodios en los que duerme y el tiempo jamás dejó de transcurrir, y se percata de ello cuando vuelve a despertar y se ha perdido de mucho. Así es esto, lo estaban matando poco a poco, el llego a desear que el óbito le abrazara como ahora lo hace con Nazgul, se aferra a su cuerpo, no quiere separarse de él, intentando que no se percatara de ello, pero fue demasiado tarde, se dio a notar, y lo descubrió cuando le apartó al ser acariciado por esos traviesos cabellos, descuidados andaban y el despejo ese rostro, aprovechando para ocultarse en su pecho. — Siento un enorme vacío que cada día va creciendo más y más, y se hace insoportable. Deberíamos aumentar la dosis, no quiero sentirme así, creo que ya no es suficiente, ¿por qué? No sé qué sea lo que este sucediendo, pero el apetito estoy perdiendo, y si ingiero algo, no encuentro sabor alguno, no sé qué sea, no sé si pueda explicarlo.

Mencionó un quiebre en ese hogar, aunque quisiese escapar con la ayuda de la sangre sobre su trágica vida, era inútil que resultara siempre así, llegó el momento en que la soledad dominaría el aura, en que los espíritus le susurren cosas, y se refugie en los objetos religiosos para asustarlos, no comprendía por qué le seguían, la memoria era perdida y solo quedaba una opción para no olvidar (que alguien siempre estuviera a su lado, eso es lo que más necesitaba, pero Nazgul, no merecía tal carga), y no hizo mención de nada, se dispuso a ponerse de pie, siguiéndole cuando sopló las velas, adelantándose a la salida hasta que espero del otro lado de la puerta cuando abrió esta, perdiéndose su sombra cuando las luces fenecieron.

Entonces, se cerró esa oscura habitación; un terrible lugar lleno de pesadillas. Desprendiendo de sus labios una media sonrisa, el que accediera a su petición era la mayor dicha de la noche, estaría con él, y por lo visto en su alcoba, pues el camino tomado conducía a este, siguiéndole en pleno silencio hasta llegar a la cama donde se vuelca boca abajo y aspira el aroma, pero su olfato no está muy desarrollado, y nada capto, o quizás la ausencia de él hizo que perdiera el perfume. En lo que espera, fue más de lo esperado, ya se sentía desmoronarse en lo que aguarda su presencia, esté se alistaba para dormir y en lo que llegaba, se abrazó a una almohada, haciéndose ovillo con esta, llegando al grado de no captar las pisadas, se estaba durmiendo y parecía en verdad un niño, sin querer que eso sucediera, la sensación que lleva es extraña, pero aquella voz le devolvió al lugar, sintiendo como la cama se movía, y el ser tomado por la espalda, hizo que soltara un ligero gemido, abandonando la almohada, alza los brazos y los une entorno a su cuello, pegándose lo suficiente a él. — No sería suficiente mi labor como pintor, me temo que soy pésimo, y no seré capaz de hacer el honor a tal belleza. — Confesó lo que siempre ha pensado sobre el hecho de plasmar su figura en lienzo, es a él a quien no se atrevería a insultar con un bajo trabajo. Espero que le leyera en aquella posición, estirando su cuerpo por esa bendita mano que le acariciaba, ahogando un gemido por el calor que comenzaba a abrazarlo, intensificando los roces al irse restregando contra él, metiendo y sacando la cadera. — Podríamos pedir que nos hagan el retrato —, su boca permaneció abierta, su respiración se entrecortaba, inhalando y exhalando, en lo que su bulto comenzaba a notarse, y se presionaba contra el ajeno. — Haz que todo lo que resta de la noche me siga sintiendo así, y que sea igual para tí.

Giro el rostro en dirección al ajeno, soltando el aire sobre su oreja, lamiendo su mejilla con el mismo fervor que solo él conoce de ese pequeño.


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Mensaje por Bartolomé Nazgul Miér Feb 28, 2018 10:08 pm

Le gustaba, y mucho, que el joven Maeniel fuese dependiente de él, pero eso era algo que no sabía como manejar. No querría que él solo se moviese por su sangre, que solo eso ingiriese, sino que quería ser deseado pero no vital. No podría estar siempre con él, de hecho había semanas enteras en las que lo dejaba solo, ¿qué sería del pobre si no se valiese por sí mismo? Ah, pero también estaba el hecho de que le costaba negarle sus deseos, Maeniel pedía muy pocas cosas y ellas eran simples: mimo y sangre. No tenía corazón para negarle nada, ese muchachito era su debilidad.

-¿Quieres más sangre entonces? –le preguntó, muy cerca de su boca-. Tengo y mucha, Mae, y por suerte para ti disfruto de dártela. –Se acercó a sus labios y los saboreó, succionó durante un momento el labio inferior del muchacho, pues le gustaba que le quedase bien enrojecido, aunque en la penumbra no pudiese advertirse del todo. –Te daré un poco más en un momento, pero debes prometerme que comerás bien. Ya no habrá sangre si no hay alimento, comerás bien antes de dormir –decidió, porque haría de eso un hábito-. No te enojes y no te pongas triste, por favor. ¿Entiendes lo que quiero con eso? Es por tu bien, porque me gusta que estés fuerte y con energías.

Tal vez tendría que haberlo hecho comer en ese mismo instante, estaba muy delgado –y ya se lo había dicho-, había perdido mucho peso en esos días en los que Bartolomé se había ausentado; con su sangre estaría bien y podía esperar un poco más, de hecho podía oír como se había normalizado su ritmo cardíaco con la primera ingesta de hacía unos minutos.

-Mae, si no me retratas tú no quiero que lo haga nadie –le mintió, porque lo que quería realmente era que notase lo valioso que era su arte-. Claro que si quieres uno nuestro, de los dos, podemos pedirle a alguien más… pero me gustaría que tú hicieras un retrato mío –le insistió y profundizó sus movimientos sobre la piel de él-. También sería una forma de pasar tiempo juntos, ¿te lo pensarás al menos?

Y ya dejó de hablar, pues notó que sus constantes caricias hacían efecto en Maeniel. Sin más se llegó a la entrepierna del joven y comenzó a manipular su sexo con mano firme, buscando provocarle un alivio al que no le costó llegar. Posteriormente pasaron unos momentos de silencio, pero el joven no dormía, ¿en qué estaría pensando? A veces le gustaría poder leerle la mente, que representaba para él todo un enigma. De pronto recordó lo del alimento:

-Maeniel –susurró a su oído y le besó la sien-, límpiate. Iré a buscarte comida –se incorporó y, como sabía que estar solo le daba miedo, agregó-: volveré pronto, te lo prometo: no me iré esta noche a ningún lado. Te traeré manzanas, algo de pan y vino. ¿Quieres vino? –le sonrió, antes de atravesar la puerta.


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Mensaje por Maeniel Dom Mar 18, 2018 10:06 am

Apetecía más, más de su sangre, de su tacto, y de él mismo, la necesidad de tenerlo cerca, el sentirse atraído a su presencia, y el querer yacer entre sus brazos, le hacían sentirse seguro de ser él mismo, ya que es tan inmenso el sentir que ansía aferrarse a ello, a no perder la conciencia, y el estar lúcido de quien es sin temor a despertar y no ser ese pequeño Maeniel quien despierte. Porque de sus labios, de la forma en la que es besado, y tomado, le hacen decir sin titubeo que es él, Maeniel; deseándolo, disfrutando de la carnosidad de esos labios al igual que de su atención, teniendo algo el lobuno, algo que sabe cómo mantenerlo en su estado real, excitado por supuesto, pero eso es síntoma de esa maldita necesidad de que lo cuiden, lo protejan hasta de él mismo, pero había algo más que lo motivaba para insinuarse a él, no era solo el deseo de su sangre, sino que ya era la pretensión de un hombre, algo que jamás creyó que fuera, su cuerpo reaccionaba a sus caricias, queriendo más, como si su miedo, y la desesperación explotaran confundiéndolo.

— Quiero más, pero no lo hagas ahora, quiero que...— no había temor en el movimiento de sus labios, pero si en su mirada, temblando su cuerpo por las reacciones que producía, removiéndose contra su bulto, alzando las falanges para sujetarse con fuerzas a sus hombros con ambas manos, y mirándolo de reojo,— comeré, lo haré, solo es, tan solo quiero que me toques, no se a que se deba este enorme vacío, no me quiero sentir así, me da miedo, demasiado—.  Lo insinuaba como si se fuese despedazando poco a poco, moviéndose contra él, impidiendo que le alejara o que le dejase ahí, (durmiendo como solía hacerlo después de brindarle sangre),— Prometo que comeré, haré lo que me pidas, pero no me alejes, y si el retrato es lo que quieres, lo haré, creare este hermoso rostro, y uno de ambos si así puedo tenerte.

Ya no podía esperar, lo quería, de una forma que ni él mismo sabe, necesitaba compartir algo más esa noche, y no podía pedirle más, fue su mano quien terminó con su alteración, le había tomado la entrepierna, y trato de no llorar, no quería ahogarlo con sus malditas necesidades, que ni él mismo controlaba o sabía que eran con exactitud, pero tenía que liberar la esencia, estaba explotando, que esa masturbación, apenas unos instantes hizo que se corriera, respirando con dificultad, pero con disimulo le fue liberando, no era capaz de afrontar una petición sumamente íntima, ¿en que estaba pensando en tan siquiera pedirle aquello? Apretó sus ojos, sin mirarlo, hundiendo la cabeza sobre la almohada, asintiendo a sus palabras, limpiarse era lo que menos esperaba, y cuando se levantó, solo quedo una resignación, aceptando el vino y la comida. Más tenía que desterrar la posible idea de una entrega total, se levantó, yendo al baño, despojándose de la vestimenta, quedando completamente desnudo con la intención de ducharse, para que el agua sea el reflector de un relajamiento, que le hagan liberar las tensiones y sus obscenos pensamientos. Con tal de apaciguar esas alocadas sensaciones, extrañas y tan ajenas a él, que apenas podía reconocer el anhelo por Nazgul.


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Mensaje por Bartolomé Nazgul Sáb Mayo 05, 2018 10:08 pm

Maeniel no bebía nunca vino, pero esa noche lo haría. Bartolomé no planeaba emborracharlo, por supuesto, pero sabía que una buena copa de tinto le calentaría el pecho al joven y lo ayudaría a conciliar el sueño. Y era lo que en verdad necesitaba… un sueño reparador, plácido y sin temores. Un sueño relajado, liberado y completo. Descanso, después de sabía Dios cuántos días encerrado en la habitación que utilizaba de taller.

En la cocina tomó una botella de vino y una copa ancha. Trozó dos manzanas en finas rodajas y las dejó en un platillo. Lo mismo hizo con el pan y el queso, ambos olían tan bien que tuvo deseos de comer él pese a que ya había cenado fuera. Subir las escaleras con las manos llenas fue un desafío pero, afortunadamente, Bartolomé no perdió nada por el camino.

Lo encontró con la piel húmeda producto del baño rápido, su pelo más largo de lo normal -para la sociedad parisina- caía pesado a un costado de su delicado y joven rostro y Bartolomé reprimió el deseo de peinarlo. Aunque le gustaba que fuese tan dependiente de él, sabía que en un futuro no sería conveniente para ninguno de los dos que Maeniel no tuviese autonomía, tenía que saber valerse por sí mismo.


-He regresado, ¿has visto? Yo siempre vuelvo, Maeniel. Ven, vamos a comer en la cama. Vamos, vamos, luego puedes vestirte si gustas… pero primero quiero verte comer. ¡Mira cómo se te ven las costillas, Maeniel! –exclamó con preocupación.

Se sentó en la cama y lo llamó para que se ubicase junto a él. Le pasó los platillos de alimentos, para luego destapar el vino y llenar la copa. La fragancia era dulce y seca, Bartolomé cerró los ojos anticipando el disfrute y se llevó la copa a los labios para saborearlo, aunque finalmente se bebió la copa entera y tuvo que rellenarla. Ah, era delicioso.


-Toma, Mae, bebe un poco de esto. Deja que el vino te caliente el pecho… Vamos, sé que no te gusta pero este está dulce.

Le pasó la copa a Maeniel y mientras él bebía, Bartolomé encerró entre dos rodajas de pan un trozo de queso. Sin preguntar nada la llevó a la boca del muchacho esperando que él mordiese, que se alimentase… Quería que recobrase su fuerza, que volviera a tener la energía que el ayuno se había llevado.

-Si comes todo te prometo que beberás un poco más de mí –le dijo, porque al final sabía que su sangre también lo nutría, y se acercó a su cuerpo- y que dormiremos juntos, abrazados. Vamos, Mae. Come, por favor.


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Mensaje por Maeniel Sáb Mayo 19, 2018 11:30 pm

¿Cómo era posible que ni el agua le relajara el templo? Sentía como le recorría por todas partes, imaginando más allá de gotas, y viendo unas manos, exactamente las de Nazgul tocándole, recorriéndole cada segmento, siendo era una verdadera vergüenza. ¡Era como si tuviese un sueño húmedo!, pero con los ojos abiertos y al parecer cegado más allá de excitación, siendo inexplicable ese anhelo, mientras se percata que está caliente, (en el sentido de temperatura, su cuerpo ardía, quizás era fiebre, pero interna), aceptando el hecho de que entre más quisiera despejarse, se estaba hundiendo en esa proyección insana, y al concluir que no cambiara el hecho de la atracción, terminó la ducha, tomando la toalla para secarse, colocándose una especie de batín. Saliendo, donde recién llegaba el culpable de sus alteraciones, llevando consigo alimentos y esa bebida sin sabor y disgusto para él, más al ser llamado y que tomara asiento a su lado, se cerró la cintilla del batín cuando le comentó sobre sus costillas, no quiso que le mirara de aquella forma en lo que hacía, y solo bajó la cabeza, obedeciendo, sin querer ofender su gesto o rechazar su esfuerzo para que probara algo de bocado, no se negó, (a pesar de que no le produjera hambre, ni estuviese deseoso de probarlos) no existía nada, ni el olor, ni el sabor cuando tomo los platillos y los sobrepuso en la cama. — Tú también debes comer, demasiado vino no te hará bien. —, se quejó al instante en que probó el vino y al final terminó bebiéndose la copa entera, y con la incertidumbre de no concluir su protesta, tomó el pan con queso y le dio una mordida, ¡realmente no tenía sabor! pero era obvio que no se lo diría, no a él. Sin embargo fue más el momento de impedir beber de aquel vino, pero tomó la copa y solo dio un pequeño sorbo, y de nuevo ahí venía la invitación a que comiera, mordió de nueva cuenta el pan llevado a su boca por manos de Nazgul, sometiéndose a sus peticiones por complacerlo y que permaneciera a su lado.

— Ya fue suficiente de vino, realmente no puedo beberlo, pero es todo tuyo, solo esta copa y ya, no bebas demasiado;— estiró la copa inclinándola un poco sobre su boca para que bebiera, si fingía comer con cierta delicia, era mentira, si se pasaba el trago con un sabor sorprendente, es que evitaba dar preocupaciones. Ya que no producía gusto alguno el bocado, y por más que mordiese o masticara, seguía siendo lo mismo, sin sabor. — Tramposo, es demasiado, sabes que no podré acabármelo, ¡ayudame! ... — le suplico al final, al tomar con los dedos un trozo de manzana, alimentando al lobuno, que claramente le atraía lo dulce, todo lo contrario a él. — Estoy comiendo, eso intento—, se llevaba los trozos de manzana a la boca por la necesidad de dormir juntos, como un niño condicionado a su felicidad, así tal cual estaba, que al acabarse la comida sería premiado, demasiado cruel sabiéndose que Maeniel no gusta de lo dulce, pero con tal de obtener beneficio, acabo terminándose la manzana, porque el pan fue lo primero que se terminó, y simplemente sonrió, satisfecho por su reto, ahora quería tenerlo, por lo que se levantó con la bandeja, dejando los trastes sobre el mueblecillo situado alado de la cama, y se aventó a la cama, gateando sobre esta y lo abrazó, depositando un beso en su mejilla.

— Quiero mi premio por portarme bien y obedecerte, no puedes irte, lo prometiste, y lo esencial, estaremos abrazados—. Feliz el pequeño, se hizo un poco para abajo, y mordió su cuello jugueteando, insinuando que finalizara en darle la dosis exacta para que pueda dormir sin hacer alguna queja, siendo ese el motivo por el que no haya servido antes.


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Mensaje por Bartolomé Nazgul Mar Jun 05, 2018 9:57 pm

Bartolomé rió con ganas y en libertad, le gustaba que Maeniel quisiera cuidarlo, aunque se le hacía realmente extraño ya que él era el protector de ambos -el que siempre procuraba la estabilidad del muchacho- y de ese extraño vínculo que tenían. Que Maeniel, que no podría lastimar ni a un bicho pequeño por la honda bondad que había en él, se mostrase tan deseoso de cuidar de él lo halagaba, sí, pero también le hacía reír.

-Sabes que me gusta beber vino, permíteme este placer, no me lo niegues –le pidió, y disfrutó de la copa que él le llevaba a los labios nuevamente.

Maeniel hacía trampa y estaba comiendo menos de lo que Bartolomé tenía pensado para él, pero ¿qué más podía hacer? Su delgadez le preocupaba, pero sabía que no era nada que un poco de su sangre no pudiese solucionar, aunque tampoco quería que fuese completamente dependiente de él. Se llevó una mano a la sien, estaba confundido en verdad y no era la primera vez que pensaba en que el vínculo era tóxico para Mae... ah, pero no podría dejarlo, a esa conclusión ya había arribado, lo demás era rondar los mismos pensamientos una y otra vez.

Cuando acabaron de comer, Bartolomé corrió todo para despejar el área de descanso. Algunas cosas quedaron en la mesilla de noche, la copa y la botella en el suelo junto a la cama. Se acomodó contra los almohadones, sentándose, y disfrutó de Maeniel. A veces lo sentía un niño pequeño, otras como si fuese una mascota e incluso había noches en las que lo necesitaba como hombre… esa, particularmente, estaba siendo una extraña mezcla de los tres aspectos perfectamente combinados.


-Ven, Mae, te daré lo que quieres. Has comido, no todo lo que me hubiera gustado, pero has comido. Luego de beber hazme unos masajes en el cuello, te lo ruego, mi cabeza no para de pensar y ya me duele. Ven, ven –lo instó a acomodarse.

Hacía poco que había reparado en que le gustaba alimentar a Maeniel como una madre lo haría con su bebé. Claro que lo había hecho de muchas maneras, pero siempre prefería sentarlo en su regazo, rodearlo con un brazo mientras con la muñeca contraria lo alimentaba. Era algo sumamente íntimo, poderoso y extraño –eso no iba a negarlo-, pero afortunadamente secreto. Solo ellos dos sabían y entendían de la fuerza de lo que compartían.

Tomó la daga y cortó la cara interna de su muñeca derecha. Abrazó a Maeniel y le llevó la sangre -que ya salía tibia- a la boca, como si en efecto fuese un bebé y ese corte un pezón del que fluía alimento. Para él era hermoso aquello, aunque sabía perfectamente que ambos estaban demasiado enfermos ya; pero Bartolomé no podía dejarlo y si él no podía, Maeniel mucho menos.


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Mensaje por Maeniel Sáb Jun 23, 2018 3:15 pm

Se reía, ¿por qué será que los mayores creen tener solo la capacidad de proteger? Estaba demostrando Maeniel cuán protector resulta ser, aunque esté desviándose de esta situación por tenerlo. Siendo su culpa que cayera a ese círculo vicioso, se convirtió en más que una necesidad para él,  Nazgul lo era todo en el pequeño y solitario mundo de Maeniel. Uno que comienza a desvanecerse cuando lo tiene en cuerpo y sangre, por ello pide a gritos silenciosos su sangre, que lo abrazara y permaneciera así hasta que se quede dormido. Tanto es su conmoción, que la manera en la que bebe el vino, y el cómo come el pan, le gustaba, le hacían sentirse alegre (sombríamente quizás, porque no lo demuestra, siempre se ve melancólico), notando que se siente a gusto y no que represente una carga para él. Lo sentía y veía, el ir a gatas hacia él, aferrándose con lo que tiene a su alcance, ¡ya estaba todo libre para ellos dos!, se estaba sentando aquel y él se acomodó como si fuese un bebé, lo miraba, le estaba pidiendo comer con los ojos, con los labios que se mantuvieron medio abiertos, ansioso, asintiendo a su petición, esperando que su cuerpo realmente se tranquilizara porque de no ser así no quiere ni pensar lo que un cuerpo demuestra cuando está sumamente alterado, tal idea le estaban poniendo nervioso, acomodándose en ese regazo, ahí estaba, lo tenía y con él la sangre tibia humedeció sus carnosos labios, en el que primeramente se relamió los labios y después la herida, en la cual prosiguió a succionar, emitiendo sonidos placenteros, como cuando a un alcohólico le dan a probar el licor después de haber sido depurado, así mismo sonaba ese pequeño. Adictivo, desquiciante por cómo siente el recorrido de esta en todo su cuerpo, tomando entre ambas manos ese brazo, cerrando los ojos por la delicia que le dominó la sensación.

Extremadamente exquisita, refugiante, que a poco se va alejando de la herida, terminando por lamerla y se voltea a mirarlo, frente a frente quedó, pasando una pierna por las ajenas y eleva las manos a sus hombros, presionando estos y soltando en brevedad, estaba masajeando, relajando los músculos. Sin percatarse de que su cintilla del batín había sido desatada, pero se enfocó en él, después de haber sido atendido…

Se merecía toda su atención que se esmeró en dejarle complacido, siendo algo curioso porque mientras lo masajeaba, y con el calor de la linfa en su templo, se fue desvaneciendo, quedando lentamente sin energías, de una u otra manera se había relajado, y al ver a Nazgul, se había quedado completamente dormido, sin hacerle algún ruido para evitar que despertara, se alzó con cuidado, tirando de sus tobillos para que descendiera y quedara acostado, lográndolo lo cubre con las sábanas y toma la charola, colocando todo lo que se empleó para la cena y lo lleva hacia la cocina, limpiando la habitación y al final, se retiró el batín, quedando desnudo y se metió a la cama a lado de él, colocándose de un lado y lo miró hasta quedarse dormido.

FINALIZADO


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