Alejandro Moldoveanu

- Oficio: Hoy en día, Lonescu, trabaja como Bibliotecario en la enorme biblioteca de París. Su pasión por la lectura lo llevó a buscar aquel trabajo para poder mantenerse en ésta nueva tierra.

Personalidad: Alejandro es una persona sencilla, humilde, seria la mayor parte del tiempo. Es un joven cerrado pero amigo de sus amigos, sobre-protector con quien se ha ganado su cariño y confianza. Lleva esa azulada mirada tranquila y fija en los puntos en los cuales se concentra. Cuando está en confianza puede ser una persona alegre, que vive y disfruta de los pequeños, gratos, momentos. Como también puede mostrarse vulnerable cuando algún problema lo acongoja, llegando incluso a llorar frente a sus semejantes sin pudor alguno. Sin embargo, cuando está en desconfianza o simplemente en su diario vivir, suele ser una persona fría y sin expresión, ajena e indiferente al mundo que lo rodea.

Virtudes: Es una persona que se entrega por completo a sus amigos, parejas, familiares o seres queridos. Compasivo, alegre, comprensivo, alguien en quien se puede confiar a ojos cerrados. La mayor virtud de Alejandro es ver en las personas su potencial con solo una mirada, y sacar a relucir o pulir la bondad de las personas, viendo en ellas alguien como bien para con la sociedad.

Intereses: Le gusta todo tipo de arte, la fotografía, la pintura. Le gusta también la música, acordes y melodías, aunque es un pésimo bailarín y tampoco toca algún instrumento musical. Un joven creyente y casto, que busca el amor verdadero para poder entregarse en cuerpo y alma. Aunque hoy en día también le atrae mucho la magia negra y obras de Satán.

Defectos: El exceso de confianza que normalmente suele jugarle malas pasadas.

Gustos: La gente esforzada, que ha salido adelante de la forma más digna posible. Aquellos son signos de admiración y respeto.

Disgustos: La vida fácil, acomodada o pecaminosa.

Orientación Sexual: Heterosexual, por el momento.

Manías: Suele buscar un lugar tranquilo en sus ratos libres para dibujar el paisaje, con sus trocitos de carbón, pan y hojas de dibujo, o en su defecto, fotografiar todo lo que le parezca atrayente.

Apariencia física: Alejandro suele vestir de camisas y pantalones nada formales. Solo algo que le acomode y ningún color en particular. Aunque el color de la vestimenta suele demostrar el estado anímico de éste, por ejemplo: Cuando sus ánimos no son de todo agradables para su gusto suele llevar camisas y pantalones negros. Pero cuando se siente lleno de energía y cómodo con su diario vivir suele llevar ropas de todos colores e incluso demasiado coloridas a momentos, combinando o mezclando los trajes al lote, demostrando claro desinterés en la apariencia.

Altura: Un metro setenta y seis.

Contextura: Fornido, de brazos firmes y torso amplio. Un físico envidiable que procura cultivar trotando al aire libre o practicando cualquier tipo de deporte.

Cabello: Cuando niño solía tener un cabello castaño de color relativamente oscuro, pero con el tiempo se fue aclarando, llegando a un rubio como los rayos de sol sobre el lago, liso pero abultado y para nada fino. Suele llevarlo desordenado y lo suficientemente corto como para que no estorbe su vista al pintar.

Ojos: Azules, pequeños, pero intensos y vidriosos.

Alejandro nació una gélida madrugada, en Bucarest, Rumania, un doce de Agosto de mil setecientos setenta y cuatro. Entre los brazos de su padre, Adrian Lonescu, lloraba con fuerza, iluminando con aquel llanto el espíritu de Mihaela Moldoveanu, su madre, quien lo crió la mayor parte del tiempo en casa, mientras Adrian se esforzaba cada día en su trabajo como profesor.
De niño creció bajo las comodidades que sus padres pudieron entregarle. Mimado y consentido a cada momento. Siempre apegado al lado aventurero y emprendedor que su madre le demostraba. Una niñez cómoda y feliz, con todo lo que un niño necesitaba para forjar su imaginación e intelecto, rodeado de amigos, querido por sus vecinos, enviado por pocos. Si bien su estatus socio-económico nunca fue el de la clase alta, siempre tuvo los ingresos incluso para poder estudiar en el colegio de Bucarest, desarrollando aún más sus conocimientos. Guiado siempre por la fé Cristiana.
Así su niñez fue plena y feliz. A la edad de 10 años descubrió sus dotes para la pintura. De niño solía rayar las paredes con trozos de ladrillos o carbón, hasta que poco a poco fue mejorando sus bosquejos, creando incluso un crepúsculo perfecto en el muro exterior de su patio trasero. Aquella obra de arte fue apreciada por su madre, quien lo incentivó a plasmar aquellos dibujos a una hoja de papel. Guiado el uso de su imaginación y las clases que comenzó dar aprendió también a leer aproximadamente a los 12 años. Aquello le abrió puertas a un nuevo mundo, llevándolo a leer toda clase de libros e ilustraciones hasta el día sin parar. Procura leer constantemente cada libro que se le pone en frente para generar mayor conocimiento e imaginación y así poder inspirarse en cada dibujo, cada trazo, cada detalle...
Su niñez fue descolocada no solo por la pubertad y la aparición de espinillas o protuberancias poco agradables en su rostro, sino también por el inesperado "viaje" de ida, pero no de vuelta, ha Francia, que sus padres habían planeado ya de mucho antes que él naciera. El sueño de Mihaela era viajar a Francia y conocer lugares como la Catedral de Notre-Dame, o el Luna-Park, entre otros lugares. Así fue como sin previo aviso alejaron a Alejandro de sus amigos, compañeros, e incluso sueños ya formados en Rumania, para llevárselo a un mundo nuevo y desconocido a la edad de dieciséis años.
Su juventud no fue tan agradable como su niñez en un nuevo país. Le costaba congeniar con las personas, no solo por no tener mucho conocimiento del idioma, sino también porque los estatus sociales estaban muy marcados y eran algo discriminadores para su gusto. Se llevaba bien con los de la clase media, pero nunca pudo congeniar con la clase alta, quien en su mayoría los miraban en menos o con la clase baja que solía robarles lo que su padre con tanto esfuerzo había ganado.
Pasó varios años de su juventud sumido en el dibujo, dejando de lado sus estudios, hasta que cumplió la mayoría de edad y decidió buscar empleo para ayudar a su familia, quien con el ritmo de un país nuevo había perdido gran parte de sus ingresos y ahorros. Así buscó empelo en la biblioteca de Francia, donde suele vérselo leer algún libro caminando por los pasillos y acomodando éstos mismos.
En Francia conoce a muy pocas personas, pero que han marcado su vida de sobremanera, la primera fue la joven y hermosa Fabienne de Borbón, quien lo encantó con solo una sonrisa. Su primera impresión fue la de una chica amable y sencilla, con quien compartió gratos momentos de amistad y cariño mutuo por cierto tiempo, hasta que un día Fabienne decidió contarle su lugar de procedencia; La clase alta. En un principio Alejandro no veía el inconveniente de haberse enamorado de una de Borbón, pero su pronto, su primer amor se encargó de dejarle en claro cual era su lugar. En el momento en que Alejandro le pidió que fuera su pareja la chica huyó y jamás volvió a saber de ella. ¿Vergüenza? o quizás él era muy poca cosa para ella. Eso él jamás lo supo ya que nunca volvió a tener noticias de su primer y único amor. Un odio y despecho embargó su corazón, dándolo a notar no solo en su estado anímico sino también en su manera de vestir y trato con las demás personas.
La segunda persona que marcó su vida fue [...] con quien formó una agradable amistad, y le enseñó el oculto Circulo de la Bruja, lugar donde toda clase de personas se reunían para pasar en un momento agradable sin diferencia de clase social, fuera de toda ley y prejuicios. Su lugar soñado.
Hoy en día pasa gran parte en su lugar de trabajo, pintando, escribiendo, leyendo o en su lugar de retiro; El Circulo de la Bruja.