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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Arno V. Dorian Jue Mar 17, 2016 8:59 am

Fears & Pain



Notó el dolor en cada fibra de su cuerpo, los músculos entumecidos impedían el movimiento grácil que el lupino solía poseer. Por mucho que quisiera hablar, sus labios no respondían a la orden que le daba su cabeza, ni sus ojos se abrían ya que no estaban preparados para ver la luz de ese nuevo día y la segunda oportunidad en la vida de Arno.

Habían pasado varios días desde que calló inconsciente, tenía un montón de heridas que se cicatrizaron con una lentitud pasmosa. Marie se encargaba de limpiar su cuerpo herido con agua y jabón perfumado. Los olores sacudían las fosas nasales del hombre que yacía en aquel camastro improvisado, las telas de sangre se iban amontonando en la esquina y los nuevos vendajes se cerraban y aprisionaba el pecho de aquel guerrero destrozado por un monstruo inmortal. Tragó la poca saliva que tenía en la boca, la saliva espesa que caía por su garganta en un pírrico intento de lubricar sus cuerdas vocales. Hasta que articuló- Agua- y tosió naturalmente, al hacer ese esfuerzo. Gracias a que Marie se encontraba allí logró dejarle un cazo de madera en los labios con agua fresca y dejar que cayera por ahí- Nina..-musitó una vez que el agua bajó por su esófago fresca y revitalizante, recordó que logró ponerla a salvo de aquel ser inmundo y que todo eso había terminado. Mala suerte la suya, pues por muy preparado que estuviera el lobo, el vampiro también lo estaba y salió con vida de milagro. Se incorporó levemente notando las heridas en el torso y una bastante fea que le rodeaba hasta la espalda junto a dos tajos más pequeños. Se palpó las heridas por encima y cerró los ojos notando la punzada de ese dolor candente-Nina- llamó de nuevo mirando a Marie, mientras esta, temblorosa se esforzaba por terminar los vendajes sobre cuerpo de Arno.

-Está arriba descansando- dijo después Marié y le miró con severidad- Y tu deberías seguir durmiendo y descansando- Ella está bien- intento tranquilizar al hombre, aunque en vano, puesto que no estaba ni en su mejor momento ni en sus cabales- Dime que está bien…-se refirió a Nina la mano de Marie- Que logré salvarla íntegra- dijo con sus ojos antes siempre firmes cargados de lágrimas. Pues hasta la más fiera de las bestias podía llorar por amor. Cerró los ojos recordando cómo había llegado hasta esa situación y que en cuanto pudiera, no dejaría a Nina seguir trabajando en eso, porque no podía permitirse el lujo de perderla. Había creado con ella un vínculo irrompible, se había enamorado y lo había hecho perdidamente por ella, aunque no sabía cuánto era correspondido al menos sabía que lo era. La fuerza le flaqueaba y antes de dejarse caer derrotado en el camastro vio una pequeña vasija llana con agua ensangrentada y retos de metal en ella- ¿Eso es plata?- preguntó con su ceño fruncido y sus características cejas inclinadas en forma de enfado- Si, tardamos ocho horas en sacártelas todas- dijo Marie con una sonrisa de triunfo en los labios y satisfacción personal por haber sido útil en la causa de salvar a Nina- Gracias, Marie- dijo Arno dejándose caer rendido y cerrando los ojos suavemente para dormir. Sabía entonces que Nina estaba bien y que sus heridas iban a perseguirle toda la vida. Los licántropos podían cicatrizar con rapidez y eran inmunes a muchas armas y municiones, pero no con la plata. Eso les abrasaba la carne y la sangre y al recordar ese dolor y debilidad sintió una punzada en la herida del torso que tanto le dolía- Despiértame cuando pueda verla…-le pidió nuevamente- Tengo que asegurarme de que está bien, tengo que decirle que la quiero…-continúo hasta que Marie acarició la frente del lobo con un paño húmedo quitándole el sudor que provocaba la fiebre en su organismo y se levantó para ir escaleras arriba a cuidar a Nina.

La mujer entró con sumo cuidado en la habitación, en su mano llevaba un candelabro con velas, para que la luz no fuera fuerte ni despertara o molestara a Nina- Pequeña…- cantó mientras acariciaba su mejilla con su índice diestro y la despertaba con suavidad- Te he subido algo para comer, después sigue durmiendo, pero tienes que comer mucho y bien, pequeña- le dijo una vez se encontró con aquellos ojos azules y esperanzadores, llenos de luz, que meses antes no tenía. Al fin era libre de los deseos de muchos hombres, se daría cuenta del peligro que correría si se dedicara a eso  y ahora tenía el futuro en sus manos- Tienes que hablar con él y decírselo-.


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Mensaje por Nina Petrova Vie Abr 15, 2016 5:11 am

Los días pasaban lentos entre la penumbra que generaban las cortinas cerradas del cuarto de Nina. La dureza con que había sido tratada por aquel vampiro siempre dejaría un rastro en su mente y su cuerpo, aún dañado por sus manos. Pero no era la herida que más temía una de aquellas, sino un mordisco que más bien parecía ser del propio Arno. No tenía muchos recuerdos de cómo había acabado aquella fatídica velada con Aleksandr, pues cuando Arno llegó ella ya se encontraba totalmente agotada; pero sí había recordado un dolor en el muslo que la había hecho gritar de dolor y desmayarse. No le había hablado a Marie acerca de su temor de que esa marca de colmillos fuera de Arno pues eso significaría algo que aún no estaba dispuesta a aceptar, no podía haber decidido acabar con la maldición de la prostitución y comenzar su vida como mujer libre atada a cada luna llena. Sabía que era uno de los tema que antes debería hablar con el lobo pero las fuerzas fallaban en ella tanto físicas como mentales. Marie, sin embargo, ajena a todo eso, estaba preocupada por la confesión de Nina acerca de su estado. Por suerte el vampiro había decidido no atacar esa zona de la joven, aunque la amenaza de hacerlo cuando su estado de embarazo avanzara la mantendría alerta a todas horas en un constante estado de nerviosismo. Calculaba estar de unos tres meses más o menos, y sólo había yacido con un hombre en todo ese tiempo por loco que sonara para alguien como ella. Arno había sido el único en estar con ella en una cama y capaz de dejar su simiente en el vientre de la rusa.

Las pisadas de Marie aventuraron una nueva charla entre ellas acerca del tema. Solían pasar horas charlando en la habitación de Nina pues era el único lugar en que se sentía segura por el momento, daba cortos paseos entre la cama y el sofá y tomaba todo lo que el ama de llaves le llevaba para comer. Nada podía reprochar a esa santa mujer sin la cual estaría desprotegida y sola. Alzó los ojos hacia la mayor y asintió, sabía que tenía razón y más aún ahora que Arno comenzaba a inquietarse por ella y cómo estaba. Durante días fue al revés, pues si bien es cierto que Nina estuvo bastante grave por las fiebres y la sangre que había perdido, Arno estuvo prácticamente inconsciente durante días, tendido en la cama con la única ayuda de su naturaleza luchando contra las heridas.  -Sé que tengo que hablar con él Marie, lo sé…-, era cuanto menos gracioso para Nina cómo aquella mujer había acabado cogiendo cariño al lobo, nunca jamás le habían gustado los hombres posiblemente por el trabajo de la joven, pero con Arno había llegado a conectar de una manera peculiar pues le trataba ya casi con la misma devoción que a ella. -¿Cómo está hoy?-, preguntó con gesto de preocupación mientras comía despacio la fruta de la bandeja y algún trozo de vianda. Sonrió al escuchar la respuesta y descubrir que tenía fuerza ya para levantarse. Pidió a Marie que abriera las cortinas dejando entrar la luz grisácea de un día lluvioso, se daría un baño y bajaría al salón para hablar con él y por fin volver a verle después de todos esos días separados.

El aseo le vino de lujo al cuerpo de Nina, se liberó así de parte de la tensión acumulada. No era momento todavía para salir de casa por lo que simplemente se cambió de camisón y se cubrió con una bata que ciñó a la cintura. Una última mirada a Marie para coger fuerzas y emprendió el camino hacia la planta baja, esta ya había avisado al lobo de que la esperara en el salón y allí estaba, a los pies de la escalera listo para recogerla entre sus brazos una vez más. -Lobo…-, se ponía nerviosa cada vez que le veía pero en esa ocasión era sin duda la que más lo estaba. El abrazo fue largo y fuerte, ambos necesitaban tener el contacto ajeno y Nina sobre todo sentir el calor que siempre desprendía Arno, los brazos de ese hombre eran como un escudo tras el que ahora –de nuevo- estaba la joven. -Tengo que hablar contigo, hay… cosas que tienes que saber-, murmuró debiendo terminar con ese momento. Tomaron asiento ambos en el sillón y esta tomó las manos ajenas para comenzar una explicación para la que había estado practicando durante días y que ahora no sabía por donde empezar, -sabes que en estos últimos meses me había tomado un descanso en el trabajo para pasar tiempo contigo-, comenzó con calma esperando a ver un gesto de asentimiento de parte de Arno antes de proseguir, -bien… pues hace tres meses que no tengo el periodo-, al no ver reacción alguna ni mala ni buena en el rostro ajeno lo dijo de otra manera, -estoy embarazada Arno. Vamos a tener un bebé-.
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Mensaje por Arno V. Dorian Lun Abr 18, 2016 5:03 am

Después de lo que había pasado en aquel encontronazo y de que Arno recuperara la consciencia, ver a Nina sana y salva, hablando, moverse era un alivio para él. Había cumplido su palabra de que a su lado nada malo le pasaría, y a pesar de los daños colaterales para ambos, estaban los dos vivos y juntos. Arno era parco en palabras, caminaba de forma taciturna pero en aquella ocasión estaba muy contento, algo que manifestó en la primera oportunidad que tuvo de estrecharle entre sus brazos. Aspirar ese aroma que le enloquecía y que no podía aplacar ni con el tabaco más lujoso de aquella tierra, ni con el peor. Nina era la verdadera maldición de Arno y no su licantropía. No había nada que aplacara el humor de Arno de verla sana y salva, vivaracha y reponiéndose gracias al cuidado de Marie. Pero desgraciadamente de esos labios carnosos y sugerentes aparecieron las palabras de “tenemos que hablar”. En cualquier época, en cualquier relación eso auguraba un mal presagio para ambos, cuando una mujer tenía que hablar, no era malo, sino que llevaba días dándole vueltas a algo, lo había estudiado con detenimiento desde todos los ángulos posibles y luego de eso, se había dignado a compartir sus conclusiones. Es decir lo que dijera aquella mujer era como tenía como tenía que ser y punto, no había opciones al replica.

Escuchó las palabras de Nina sin apartar los ojos de los azules de ella, consciente de la importancia de la conversación. Por el momento todo iba bien, el retiro que había tomado Nina de su trabajo duró desde que empezó a estar acechada por aquel vampiro, cuando su seguridad peligró, Arno y ella empezaron una relación que ninguno de los dos se atrevió a ponerle nombre y ante aquella situación Nina hablaba de un inconveniente ante todo ello y cuando las palabras “vamos” y “bebé” salieron de su boca el mundo tal  y cómo lo conocían se ralentizó y parecía pasarse durante un momento como el corazón de Arno, haciendo que el oxígeno no llegara bien a su cerebro y se tambaleara ligeramente y la mano de Nina que sujetaba la suya. En ese momento el silencio se adueñó de la estancia pero las preguntan inundaron la cabeza de Arno ¿Un bebé?¿Cómo no se dieron cuenta antes?¿Qué debían hacer?¿Estaba preparado para ser padre? El lobo interior de Arno se puso a aullar, manifestando su alegría por la vida, que es por lo que realmente aullaban los lobos, no por la luna, sino por la libertad y la vida que tenían y ahora él la había traído al mundo.

Necesitó dos llamadas de atención de Nina para mirarla y en silencio lanzarse a por su boca, para besarla y sellar aquel momento y que fuera la mejor declaración de amor por ella que podía tener- Es maravilloso, inesperado. Pero maravilloso, Nina. Hemos estado a punto de morir los dos, casi no podríamos estar aquí hablando de eso, así que el hecho de que estemos juntos y vivos. Y eso  sería la mejor noticia del mundo, pero esta oportunidad es nuestra. Para que salgas de ese trabajo que te oprimía y podamos formar una familia. Es nuestra oportunidad de estar juntos, Nina- la miró a los ojos para tranquilizarla- Me da igual lo que digan los demás, haré lo que haga falta porque todo continúe y tú… eres libre de elegir. No quiero que te sientas atada, no voy a decirte que seas mi mujer, hasta que estés tranquila y segura de seguir con esto. Pero me gustaría…-lo pensó mejor y la miró a los ojos- Eres la madre de mis hijos y quiero estar a tu lado por siempre- le confesó esperando la misma respuesta aunque sabiendo cómo era Nina aquello no sería un cuento de hadas ¿Por qué? Porque Nina era una mujer independiente que hasta ahora no había dependido de nadie que no fuera ella misma, de hecho todos , incluso Marie dependía de ella. Y por primera vez se veía en la tesitura de abandonar aquel trabajo de opresión sexual y tener que buscar nuevas metas, aprender a cuidar de un bebé que dependería de ella y por supuesto, del dinero y la fortuna de Arno, hasta que encontrara qué hacer. Arno pensó en que pagarle la formación que necesitara para que trabajara en algún sitio, pues sabía que necesitaba sentirse realizada. El asesoraba a la policía por aburrimiento, porque la ineptitud y sus dones sobrenaturales le procuraban una ventaja sobre los humanos del departamento de policía. Pero Nina sólo sabía hacer una cosa, y si no hubiera sido con Arno, le hubiera podido pasar accidentalmente con un hombre al que no tuviera ni respeto ni afecto y sería una perdición. Todo recaía ahora en Nina y lo que quería hacer- Nina, ya sabes como soy. De hecho me atrevería a decir que eres la única persona que me conoce realmente. Si estás dispuesta a estar conmigo a elegirme para que comparta tu vida, lo haré encantado. Pero eres tu la que debe aceptarme. ¿Lo harás?
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Mensaje por Nina Petrova Dom Mayo 15, 2016 12:21 pm

El silencio se volvió pesado. La lentitud de Arno para analizar lo que Nina le estaba diciendo era como una losa sobre sus hombros, una losa que le obligó a llamar la atención del lobo dos veces antes de obtener de él respuesta alguna. Con sinceridad pensaba que su reacción no iba a ser del todo buena, temía que no creyera ser el padre, que no se viera preparado para lo que se les vendría encima si decidían seguir adelante… Una infinidad de razones por las que Arno finalmente ignorara la noticia y como otras tantas mujeres tuviera que dar al niño en adopción o aceptar el ser una madre soltera además de prostituta.

Sin embargo, Arno siempre había poseído la capacidad para sorprender a Nina, desde que le conoció este le había demostrado que no se parecía en nada a cuantos hombres hubieran pasado por su vida. Era distante e incluso taciturno y sin embargo no dejaba de encontrarle allá por donde iba. Pensó en un principio que se trataba de algún hombre al que le habían recomendado sus servicios y no era capaz de iniciar tal conversación por vergüenza o falta de trato con mujeres pero nada más lejos de la realidad… Resultó ser el único que demostró por ella un interés más allá del sexual, el único que la protegía y advertía de los problemas que acarreaba ser una prostituta. No tardó en enamorarse de él, aunque sí en confesarlo. Toda la vida como la conocía desde niña comenzó a tambalearse desde el momento en que notó esa sensación en el vientre, la conexión con Arno y ahora tenía a su hijo creciendo en su interior.

La explosión de felicidad la dejó fuera de juego por un momento. Tan hermosa fue la reacción de Arno que le entraron ganas de llorar de pura felicidad, ese instante les pertenecía, tan solo existían ellos y la promesa de una vida juntos. Los abrazos y los besos fueron la mejor manera en que ella podía expresar lo que sentía, ya no tenía escapatoria alguna ninguno de los dos. Estaban unidos de por vida y ya no parecía una amenaza sino la mejor de las promesas. -Te quiero Arno y no sabes lo feliz que me hace escucharte. Llevo meses sin trabajar y no tengo intención de regresar a ello, me dedicaré a mi, a ti, a nosotros… Nunca había tenido una oportunidad de ser realmente feliz, lo que tenía antes era tan solo una mentira ideada por mi misma para no sentirme sola-, la fortaleza que había tenido toda su vida era una coraza para protegerse del mundo, para evitar que nadie la alcanzara y lograra dañarla. Ahora no necesitaba ser esa Nina por más tiempo y se sentía tan aliviada como asustada. -Creo que es la petición de matrimonio menos romántica que conozco-, se echó a reír con nerviosismo pero una carga de vitalidad que no tenía desde hacía varios días. -pero no esperaba otra cosa viniendo de ti, se que ahora mismo prima la madurez al romanticismo-, se cambió de sitio en el sofá y se recolocó sobre las piernas de Arno. -No es que quiera o no aceptarte, es que soy tu mujer. No me hace falta una boda para sentirme como tal…-.

Ahora, muy a su pesar, debían cambiar de tema y abordar otro igualmente importante. Cuando la exaltación del momento hubo pasado y ambos parecían estar más tranquilos comenzó de nuevo a hablar sin separarse de su abrazo ni un solo centímetro, -tengo… tengo otro tema del que hablarte y no sé si este es incluso más complicado que el anterior-, despacio se levantó y elevó la falda hasta dejar al descubierto la marca de los colmillos de Arno. -No sé si es lo que parece…-, si el lobo lo reconocía no harían falta más palabras por su parte y por la expresión de su cara supo que todos sus temores eran ciertos. -Oh dios, es cierto-, toda la ilusión y alegría que minutos antes inundaba su pecho ahora se había convertido en miedo, en pavor por lo que aquello significaba. -Para eso no estoy preparada Arno, ¿qué va a pasarme? ¿Qué pasará con el bebé? Por dios, yo no quiero esto para mi, tiene que haber una manera de deshacerlo, dime que la hay-, sabía antes de preguntar que no había manera alguna de contrarrestar el efecto de aquel mordisco de Arno pero la desesperación que esa noticia le generaba hizo que comenzara a hiperventilar, el ataque de pánico se tornó un ataque de ansiedad, no conseguía respirar y el cansancio y tensión acumulado hicieron que cayera al suelo sin siquiera tiempo para que Arno reaccionara. Aquello era demasiado, ¿embarazada y casada? Vale. Pero, ¿licántropa? Eso ya era superior a sus fuerzas.
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Mensaje por Arno V. Dorian Lun Mayo 16, 2016 3:23 am

Nada hizo más feliz a Arno que las palabras que salían de las bocas de Nina, tan firmes y contundentes como sinceras. Por primera vez, Nina parecía haberse desnudado de toda la farándula de mujer dura, incansable y luchadora. Por primera vez en su vida, aquella mujer colgó los guantes de boxeo que había estado usando durante toda su vida y cedía sus brazos al hombre que ahora amaba. Aunque lejos de ser una historia de amor convencional, ellos tampoco lo eran, de hecho Nina habría sido lo opuesto a lo que Arno pensaría como “prototipo” de mujer y Arno había sido el primero en hacerse un hueco en el corazón de aquella mujer.

La efusividad del momento pareció inundar el aire, de hecho para Arno se le hizo aún más denso por momentos, ya que en aquellas circunstancias no sabía cómo actuar, ¿Debía besar a Nina?¿Abrazarla?¿Ir corriendo a una joyería para encargar una buena pieza para su dedo anular? Gracias a Dios, toda aquella pregunta que asaltaba los pensamientos de Arno se vio dilapidada por la efusividad que Nina le expresó. Se dejó besar, abrazar y aún adolorido se permitió el lujo de devolverle todo lo que le había dado hasta el fatídico momento en el que las confesiones continuaban. Arno paró su efusividad y todo su cuerpo se puso en alerta, pero en alerta severa, su cuerpo entero se tensó al ver por dónde iban los tiros de aquella conversación y cuando Nina descubrió la zona de su cuerpo mancillada por una cicatriz provocada por Arno, la losa de la culpabilidad cayó a plomo sobre él. Los ojos del gran lobo feroz se abrieron como platos, casi desorbitados por encontrarse con aquella sorpresa que parecía más una broma de mal gusto. No la había conseguido salvar de las garras de aquel vampiro, no. Lo único que había conseguido era condenarla, infundir la única cosa que Arno despreciaba de él y a la vez más odiaba. Se quedó callado contemplando aquel mordisco, aunque poco profundo, pues seguramente el lobo interior de Arno conociera el olor y la sangre de Nina lo suficiente como para no querer hacerla daño, aunque en vano. Después de analizar la herida miró a Nina respirando entrecortadamente junto a él- Nina- la llamó y cogió su rostro con ambas manos. Sus ojos vacíos de consciencia se iban cerrando lentamente en cada parpadeo, su cuerpo empezó a relajarse de forma preocupante hasta el punto en el que Nina se desmayó por completo. Sus temores eran ciertos y Arno había repetido de nuevo la peor experiencia de su vida, perder el control de su cuerpo, perder la consciencia y dañar a su ser querido. Aunque la primera vez salió bien parado, ahora era un padre de familila y no solo eso, el macho alfa de su camada. Era un giro dramático de acontecimientos que parecía no cesar, incluso Arno pensó en que el mismo se desmayaría pero la razón de su cabeza, como siempre, articuló todos los hilos haciéndole pensar exhaustivamente si había algún tipo de solución y bien sabía que no lo había.

Cogió a Nina en brazos y la recostó en la cama- ¡Marié!- llamó gritándola mientras cogía una pequeña toalla y la metía en un cuenco con agua para pasárselo por la frente. El ama de llaves no tardó en llegar a la habitación, con gesto preocupado y se acercó a la pareja con intención de ayudarles- ¿Qué le ha pasado?- preguntó destapando el cuerpo de Nina y dejando su pecho abierto. Cogió un par de ungüentos de los frascos de cristal y comenzó a frotárselo, el aire entero se llenó de un olor fresco como a eucalipto o menta y Arno estornudó, era un olor muy fuerte para él- Esto hará que se despierte poco a poco y despejada- le explicó mientras Arno sin mediar palabra con ella la observaba hacer. A los pocos minutos Nina fue abriendo los ojos con la tez pálida y el rostro perlado de sudor mirando algo desorientada  los presentes. Marié sonrió y aplaudió un par de veces contenta por la vuelta de Nina y la llenó la cara de besos antes de levantarse y coger el cuenco- Ahora vuelvo, voy a preparar más agua- les indicó desapareciendo por la puerta y bajando las escaleras.

Arno miró a Nina ahora recostada y por instinto, sin mirar a Nina a los ojos, como si aún estuviera dormida y él solo en la estancia, alargó la mano hacia el vientre ajeno y dejó su mano cálida donde estaba el que sería su linaje. Estuvo un rato quieto y después miró a Nina, poco a poco clavando su mirada en la de ella- Tu maldición camina ahora con la mía de la mano, Nina. Empecemos esto juntos, y yo te enseñaré a dominar tus sentidos ahora. Pero para…el problema lupino, yo lo que hago es inyectarme una dosis elevada de morfina que me deje K.O. Y después me encierro en el desván, que tiene la puerta reforzada y cubierta de plata lo cual nos abrasa la piel- le relató pero cuando paró miró de nuevo al vientre- Tendremos que encontrar a alguien que tenga las respuestas que buscamos, porque no sé si podrías inyectarte la morfina suficiente para no sufrir ni hacer sufrir a la gente sin que afecte al bebé- le dijo recostándose en la silla que había colocado al lado de su cama en el momento que Nina se desmayó y alargó la mano buscando la suya- Pero no te preocupes por la trasformación, al bebé durante eso no le pasará nada, tu embarazo estará presente en todo momento y se acomodará a tu cuerpo. No lo perderás por mucho que te transformes, así que ese es el trabajo que tenemos que hacer ahora. Encontrar a alguien que nos de la solución para aplacar a la bestia sin que salgáis perjudicados ni tu, ni el bebé. Y tenemos que ser muy precavidos, yo siempre lo soy con estos temas- le dijo y después de todo aquel drama, por primera vez en el rostro de Arno surgió una sonrisa con la única intención de tranquilizar a su mujer.
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Mensaje por Nina Petrova Lun Mayo 30, 2016 10:32 am

El malestar no había desaparecido cuando despertó. Un olor intensó perforó sus fosas nasales haciendo que reaccionara y volviera a tener consciencia, se incorporó en la cama apoyada en los almohadones que tenía apilados en el cabecero de forja. Tuvo que parpadear varias veces para enfocar correctamente y poder visualizar a Arno y Marie, sonriendo cansada a la mujer cuando se mostró feliz al verla despierta de nuevo. Nunca podría pagarle todo el amor y la devoción con que la había tratado tantos años, la sentía como a una madre y quizás fuera momento para que dejara de trabajar para ella y simplemente viviera su vida, fuera en su casa o en una para ella. Pero sabía que algo debía hacer por Marie y pensaría sobre ello. El peso que suponía para ella encontrarse con la mirada afligida de Arno era muy superior a cualquier otro. Sabía que se sentía culpable por haber sido él el artífice de tan fatídico accidente, que se culparía durante toda su vida por haberla mordido y debía liberarle de esa sensación de alguna manera. Suavizó la mirada de una manera especial al sentir la mano del lobo en lo que dentro de poco sería un abultado vientre, era consciente de lo que significaba para alguien como Arno saber que iba a ser padre. Su parte humana estaba tan aterrorizada como Nina, sin idea alguna sobre qué hacer y cómo actuar, primerizos en aquel espectáculo de vida. Mas su lobo interno se encontraba eufórico por crear su propia manada, se había convertido de la nada en el macho alfa y así lo sería por muchos años si todo iba bien. En cambio para Nina las sensaciones, por el momento, se limitaban a su parte humana; no había tenido su primera transformación por lo que los sentidos y su parte lobuna no estaba siquiera esbozada en ella.

- No creo que pueda inyectarme nada estando embarazada, además de que no puedo ir al médico y preguntarle algo así Arno…-, la situación era cuanto menos complicada pues ningún médico asimilaría que Nina fuera a preguntar si sería sano para ella en su estado inyectarse morfina por su problema lupino, negó varias veces y se mantuvo en silencio buscando una respuesta o solución que no parecía llegar a ellos. Suponía que encerrarse era lo menos dañino para ella misma y para los demás, si resistía las embestidas de alguien como Arno para ella sería más que seguro. Tomó la mano que este le tendía y suspiró realmente cansada,- no creí posible jamás que pudiera haber tantos cambios en mi cuerpo y mi vida en un periodo tan corto de tiempo-, confesó. Su gesto sin embargo se había relajado tras las palabras del lobo y ver nuevamente esa sonrisa que tanto amaba. Creo que -necesito un baño-, se había dado uno precisamente antes de reencontrarse con él en el salón pero era una de las cosas que más la relajaban y además tras su desmayo había sudado, cosa que odiaba. Se aferró a Arno para bajar de la cama y dirigirse a la puerta del baño, ¡oh no! Un olor a pescado inundó la habitación por completo, Marie estaba preparando la comida pero Nina no podía soportar ahora ese olor, las náuseas llegaron una vez más desde su estómago hasta la garganta y poco tiempo tuvo de reaccionar y llegar a la jofaina. No pudo parar las arcadas hasta que nada quedaba ya en su estómago. Si antes estaba cansada, en ese instante ya no sabía si reír o llorar. Tomó la toalla que le tendía Arno preocupado y se limpió los labios, odiaba que la viera de esa manera que tanto difería a cómo la había conocido, pero nada podía hacer al respecto.

Una de las jóvenes que allí trabajaban se ocupó de retirar la palangana y se disculpó al salir de la habitación dejándolos nuevamente a solas. Los ojos de Arno parecían aún más preocupados que antes por lo que le sonrió cansada y acarició su barba,-los vómitos son normales, a veces en los primeros meses del embarazo, otras durante todo él…-, no debían preocuparse por eso pues era la parte más natural de todo el proceso por el que pasaría Nina. De nuevo, ahora ya sin nada que les pudiera interrumpir, se encaminaron al baño. Arno se ocupó de preparar la tina mientras ella enjuagaba su boca hasta que notó que el sabor agrio tras el vómito había desaparecido. Una vez el agua estuvo caliente ambos lobos se quedaron mirando, como si un momento así hiciera años que no lo tenían. Y esa sensación de paz realmente hacía mucho que no la sentían ninguno de los dos. En ese instante no importaba nada ajeno a esas cuatro paredes, hacían sobrevivido a una situación que bien podía haber acabado en tragedia y sin embargo, estaban a punto de formar una familia juntos. Nina se había encontrado de frente y sin filtros con el amor, un amor duro y tan cruel que le había desbaratado todas las ideas preconcebidas sobre la vida, al igual que Arno; hombre serio y taciturno al que le era incapaz relacionarse de una manera normal con los demás. Bien les había costado llegar hasta allí, pero de la misma manera, bien merecería la pena.
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Mensaje por Arno V. Dorian Dom Ago 14, 2016 6:55 pm

Es cuándo más cerca estás de la muerte cuando valoras los pequeños detalles de la vida. Para Arno la vida era el cómputo de pequeños detalles, todo a su manera hablaba por si solo dándole toda la información que necesitaba, las obviedades lo eran por no ser difíciles de deducir, pero el don de Arno consistía en ir más allá, a lo elemental. Y fueron esos detalles los que hicieron que Arno cayera rendido a los pies de Nina. Algo tan sencillo como el olor, el aroma que desprendía era una condena perpetua para su bestia interior y suficiente para doblegar al taciturno hombre. Da igual si hubiera sido, alta, baja, flaca, de clase alta o de clase baja. Si hubiera sido morena, pelirroja, o rubia, todo eso eran trivialidades, atributos físicos que cualquier podía engañar con un buen maquillaje o un buen disfraz, pero la esencia de las personas auténticas no se podía ocultar, y el gran lobo feroz se topó con la esencia de Nina Petrova.

Ahora en aquel cuarto de baño, el mundo parecía haberse destruido, parecían viajeros de otro planeta, que se habían pasado la eternidad vagando sin rumbo y finalmente, en el más recóndito lugar se habían encontrado. El cuerpo desnudo de Nina, presentaba los claros síntomas de que estaba embarazada, sus senos se habían hinchado, sus labios también, sus hormonas infestaron un halo mayor de lo que solían ser y Arno se sintió estúpido por no haberse percatado antes. Le había cegado siempre el deseo irrefrenable y el amor incondicional e inexperto que había sentido por aquella mujer. Le nublaba el juicio.

Alargó la mano hasta ella, la rodeó en silencio, manteniendo esa intimidad en la estancia, una estancia que salvo por el murmullo del pequeño calefactor a carbón y el agua caliente que aún se movía en la pila, aguantaba con júbilo y nerviosismo el aliento, esperando al contacto de esos dos seres. Arno entrelazó sus manos en las de ella y después entró tras ella, sin separarse, necesitaba el contacto de sentirla junto a él. Pero cuando Nina separó los muslos para entrar en la pila, Arno advirtió la cicatriz de su muslo y su gesto cambió por completo. La penitencia de ese hombre sería eterna, siempre se sentiría culpable y mediocre por haber dado ese don a Nina. La había arrancado completamente de su vida mortal, de su vida tal y como la conocía, había puesto su mundo patas arriba. Se quedó en silencio pensando y compadeciéndose de sí mismo, pues el victimismo no era un de sus atributos, pero su cara era expresiva y por supuesto para Nina , Arno se trataba de un libro abierto-Creo que nunca me acostumbrará a ver eso- rompió el silencio Arno, tras la mirada interrogante que esta le había brindado- Me siento tan impotente, tan….-por primera vez, el hombre que tenía contestación para todo, se quedó sin habla- He puesto tu mundo patas arriba…completamente Nina- dijo desnudo delante de ella, que se había sumergido ya en el agua tibia- Adelantó una pierna y apoyó los brazos en ella inclinándose- Haré lo que pueda, buscaré a quien sea para ayudarte con esto- le prometió y sus ojos no daban lugar a dudas.

Una vez se adentró en el agua, se acercó a Nina y buscó sus labios, quizá como un símbolo de promesa por lo que le había dicho- Bueno… sé que no ha pasado mucho tiempo, pero ya sabes que mi mente va a otro ritmo- aventuró el lobo- Pero creo que lo mejor sería, para tener el bebé vivir en mi casa, en el bosque. Sería todo más íntimo y personal, no habría miradas, puesto que no estamos casados y todo sería más sencillo en caso de que el bebé y para tu nueva condición.- esa última frase la dijo con la boca pequeña, casi más como un gruñido que como su voz varonil- Marie tendría su propia habitación y podremos trabajar en un ala para ampliar la casa, si decides venir conmigo- desde luego, si algo sabían ambos con certeza, era que Arno no era un hombre convencional, ni era un hombre que siguiera el protocolo, pero un hombre precavido y justo y generoso, sobre todo con Nina, así que la proposición de vivir junto en el bosque y formar allí su familia no había sido de la mejor manera y seguramente no había pensado en los inconvenientes que tendría aquella situación, empezando por que no se le había pasado por la cabeza que Nina, siempre se había dedicado a su trabajo y a que ahora lo primero que tendría que hacer para sentirse normal, es encontrar uno de acuerdo a sus preferencias, porque aquella mujer no era de las que se dedicaban a complacer a su marido y prestarse en la cama para procrear sin razón ni conocimiento, esa mujer era de otra pasta y más ahora.
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Mensaje por Nina Petrova Dom Ago 28, 2016 11:01 am

*Seis meses después*


La pareja se había establecido ya en la casa que Arno poseía en el bosque, era el lugar perfecto para criar al bebe o bebés que fueran a llegar al mundo en los próximos días y por suerte para ambos la buena de Marie había accedido a mudarse con ellos. Nina la había sugerido que continuara la vida sola si así lo deseaba pero tanto para la recién convertida licántropa como para la mayor se consideraban familia y no les entraba en la cabeza separarse. Arno siempre había comprendido la relación de ambas mujeres y fue quien las animó a realizar la mudanza y preparar un cuarto ajeno a la casa para que Marie estuviera tranquila pero aún con ellos. Tardaron meses en adecuar la casona de Arno para el aumento de la familia, realizaron un añadido para poder sumar dos habitaciones más, una de ellas sería para la mujer y la otra la habitación de los cachorros –como Arno la llamaba-. Este hizo todo el trabajo de carpintería y Nina se dedicó a amueblar y decorar todo, por suerte o por desgracia el lobo apenas tenía decoración en la casa y eso facilitó las cosas para Nina. El toque femenino quedó impregnado en el hogar y cuando todo estuvo acabado la pareja se pudo dedicar a comprar la ropa para el bebé que estaba en camino, así como el lobo tenía poca idea y prefería dejar esa tarea a Nina, ella –que tampoco tenía mucha idea- disfrutaba comprando los diminutos trajes y patucos. Para cuando tuvieron todo preparado Nina estaba ya embarazada ya de ocho meses y medio por lo que las visitas del doctor eran casi diarias.

Por esos días Arno ya estaba más que nervioso, Nina le descubría dando paseos por la noche, preocupado por el cansancio de su mujer. Todas las mañanas se encontraba un zumo recién exprimido, tostadas de tomate y un vaso de leche. La idea de Nina de preparar en la parte trasera un terreno que dedicar a la huerta y la compra de una vaca y su ternero había sido realmente genial. No tenían que ir a la ciudad a por fruta o verdura y la vaca les daba leche más que de sobra, teniendo incluso la posibilidad de preparar quesos. Nina ya se encontraba terriblemente cansada después de casi los nueve meses, el parto estaba previsto para cualquier momento. Según el doctor al –aparentemente- estar embarazada de más de un bebé sería bastante difícil que llegara a completar todos los meses de gestación, ya que su cuerpo necesitaría liberarse de esa carga lo antes posible. Ese sería el día en que ocurriera y ningún miembro de la familia lo sabía… Marie había ido a la ciudad para revisar la casa de Nina, como cada cierto tiempo, y comprar algo de comida y las flores favoritas de “su niña”. Arno estaba en la parte trasera arreglando la huerta y recogiendo los tomates que habían madurado completamente. Por lo que Nina se encontraba en el interior de la casa a solas, el dolor la despertó de la siesta que se había acostumbrado a echar después de comer. Instintivamente se llevó la mano al vientre y se sentó en la cama, descubrió así la mancha en la cama, había roto aguas.

-Oh Dios…-, se encogió cuando el dolor se repitió. Y no pudo moverse hasta que este cesó, tenía que llegar a la ventana, necesitaba alarmar a Arno para que fuera a buscar a doctor aunque eso significara quedarse sola en la casa. No podría traer al mundo a los bebés ella sola o con alguien igualmente inexperto como era el lobo. Aguantando el dolor de la parte baja de su vientre se acercó a la ventana, por suerte Arno estaba justo bajo ella, -Arno, ve a buscar al doctor, coge el caballo y volved rápido estoy de parto-. Sabía que si ella dudaba en sus palabras él lo haría aún más, Arno se ponía histérico con el tema de los bebés, el embarazo y con el parto imaginaba que sería aún peor. No podía dejar espacio para que este tomara otra decisión, por lo que antes de que dijera nada regresó a la cama y colocó las almohadas para estar lo más cómoda posible hasta que alguien pudiera ayudarla…
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Mensaje por Arno V. Dorian Miér Sep 14, 2016 5:55 pm

La llegada del bebé era inminente. En cuanto se percató de las señales de Nina y de su gesto pálido y de dolor, sintió cómo la energía cinética del mundo se detenía en cuestión de segundos. Si antes era consciente de cada olor, sensación, temperatura y detalle. Ahora todo se convirtió en nada. Su sangre ardiente se había helado, su rostro estaba petrificado y casi cómo un autómata montó sobre su caballo y salió en galope tendido hacia la ciudad en busca del doctor. Lo que tendría que haber sido una celebración y una gran bacanal para el regocijo de todo el mundo dejó de serlo pues todo parecía haber vuelto en su contra. El médico no estaba ahí cuando lo necesitaban y Nina y Arno acostumbrados ambos, al vaivén y la reorganización de su vida marital por el bebé neonato. Oh dios mío, todo aquello era real. Las contracciones, el dolor de Nina, su piel empapada en sudor y las respiraciones sonoras y rápidas que había intentado para sofocarse y alejar el dolor, en vano claramente.
Arno se bajó torpemente del caballo, a duras penas logró sacar la pierna izquierda de la montura del caballo. La clínica del doctor era un lugar algo recogido entre los demás edificios neoclásicos. Cuando Arno llamó a la puerta con cierta impaciencia, su sangre caliente empezaba a hacerle consciente de la situación en la que se encontraba. Iba a ser padre. Ni más ni menos, ese era el momento. No importaba nada más que salvaguardar la seguridad y la vida de Nin, comprobar que el niño no saliera con algún problema heredado, como por ejemplo su licantropía y comprobar que estaba sano. Lo importante era su familia ahora y por primera vez sus emociones habían tomado la voluntad y no podía dejar que eso le sucediera a alguien como él. ¡Por Dios! Si trabajaba y ganaba dinero por su raciocinio.

Fue la voz del doctor la que lo trajo de vuelta al mundo de la consciencia y le hizo hablar por primera vez, sin dudar dijo- El niño está de camino, necesito que acuda inmediatamente. Por favor se lo ruego- dijo Arno con un gesto de cachorro desamparado y desesperado. Pero el doctor, reconocía los rostros de los padres primerizos y se dio prisa en parte, por tranquilizar una situación.

Así el Doctor, cogió el instrumental, se vistió con su típico traje y chaleco y después salió corriendo junto a Arno. Este subió con velocidad al caballo e hizo que el doctor subiera tras él. En silencio espoleó el caballo que echó a correr de vuelta hasta las afueras, en el bosque al que él mismo había bautizado como “el Valle de los lobos”.

-Nina, Nina- la llamó dos veces, la joven parecía tener incluso fiebre, estaba sudorosa y se había recostado como buenamente pudo en la cama para estar algo relajada. Arno la había despertado humedeciendo el trapo en agua fría y el doctor empezó a remangarse para colocarse entre las piernas de Nina- Ahí vienen- dijo mientras comenzó a palpar la dilatación de Nina. A lo que Arno abrió los ojos de par en par y se sintió desfallecer- ¿Cómo que vienen?- miró a Nina que había agarrado su mano con fuerza y se daba pequeños cabezazos contra los almohadones. Aquella mujer había ganado fuerza y vida, y ahora mismo era lo que más les hacía falta, puesto que no venía solo un integrante sino más de uno.
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Mensaje por Nina Petrova Miér Sep 28, 2016 4:50 am

El tiempo que tuvo que esperar a que tanto Arno como el médico llegaran a la casa se le antojó eterna, pareciera como si no fueran a llegar a tiempo para aliviar el dolor que cada contracción acarreaba a Nina. Estas se iban juntando cada vez, el tiempo entre unas y otras se acortaba y eso quería decir que estaba dilatando con rapidez y por tanto que no tardaría horas en dar a luz. Por una parte era una buena noticia pues no tendría que soportar el dolor durante mucho tiempo –sabía que muchos partos se alargaban hasta doce horas, pero por otro lado si su lobo no lograba llevar a tiempo al doctor tendría que hacer ella todo y no estaba segura de poder hacerlo. El sudor empapaba ya su frente y hacia que los mechones dorados de su melena se quedaran pegados, su temperatura corporal –ya alta de por sí dada su reciente licantropía- había aumentado y notaba todo su cuerpo arder, en las pausas de las contracciones se obligaba a relajarse y palpar su tripa para asegurarse de que todo iba bien, de que ese dolor era el normal, ¿pero qué iba a saber una madre primeriza? Fue en una de esas pausas cuando llegó la pareja de hombres, Arno la encontró medio derrotada, cansada del esfuerzo y con ganas de que todo aquello finalizara. Ya fuera por instinto o por consejo del doctor la puso un paño humedecido en la frente y el frescor alivió levemente el agobio de esta.

-Ya te dije que esta barriga no era normal…-, masculló cuando el doctor confirmó que no se trataba de tan solo un bebé. Nina había tenido esa sensación desde el quinto o sexto mes, acudió a la consulta y la sospecha parecía confirmarse, llegaría una pareja de bebés en lugar de solo uno. A Arno tan solo se lo dejó caer, como una posibilidad, pero verle tan nervioso durante meses por la llegada de su hijo; hizo a Nina tratar el tema de los gemelos o mellizos tan solo por encima. Cuando nacieran ya se vería todo de otra manera, habría que adaptarse a lo que fuera pero no tenía por qué agobiarse durante meses. Una de las opciones es que uno de los dos bebes naciera muerto, era algo bastante común en esos días y una de las cosas a las que más miedo tenía la loba. De nuevo las oleadas de dolor hicieron a Nina apretar los dientes y cerrar los ojos, era frustrante no poder hacer nada para que todo eso desapareciera, tan solo se podía esperar que todo fuera bien y rápido. “Es la hora de empujar”, esas palabras del doctor hicieron que la cara de Arno palideciera, casi como si no entendiera que habían estado haciendo todo ese tiempo de espera con Nina tendida en la cama. La rusa tragó saliva y sujetó la mano de Arno con fuerza esperando la señal del doctor para que empezara el trabajo duro de aquello.

El doctor, remangado, entre las piernas de Nina palpaba la apertura de esta valorando entre las contracciones cuando sería mejor y más efectivo que esta empujara y fue a la primera señal de este que la loba comenzó a hacerlo. Tuvo que detenerse para coger aire y recuperar fuerzas ya que rara vez daba resultado a la primera, pero parecía ser que el bebé ya estaba colocado y el doctor sonriente avisó a Arno para que viera que la cabeza del niño ya se apreciaba. Si Nina hubiera estado en mejores condiciones seguramente hubiera reído por la cara del lobo, por desgracia no era así y debía seguir empujando. El trabajo duro era hacer salir la primera parte del cuerpo del bebé, una vez que salía la cabeza el resto del cuerpo le seguía prácticamente solo. Agarró las sábanas con la misma fuerza con que empujó esa vez, necesitaba ver a ese bebé, ver que estaba sano y fuerte. “Un poco más…”, de nuevo las palabras del doctor la instaron para un nuevo esfuerzo que pudo finalizar cuando escuchó el llanto del niño. Aún le quedaba la mitad del trabajo pero se tomó un respiro y cayó nuevamente contra los almohadones de la cama mientras veía al médico junto a Arno y en sus brazos la criatura más diminuta que había visto nunca. Estaba blanquecino, incluso algo morado, cubierto de sangre y aun así se enamoró de él nada más verle.

Una de las ayudantes del doctor había acudido tras el caballo de Arno y estaba ahora lista para ayudar en esas tareas. Cogió al niño y se fue con él para asearlo debidamente y dejar a Nina acabar con tan tediosa tarea. “El siguiente será más fácil señorita Petrova, un último esfuerzo”, estaba encantada con haber acudido a ese hombre, parecía tener siempre la palabra exacta para que las madres no desfallecieran en esos momentos tan crudos.
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Mensaje por Arno V. Dorian Vie Oct 14, 2016 5:37 am

No fue consciente de todo el dolor que experimentaba Nina al traer al mundo a dos criaturas. Sus sentidos siempre alerta y al servicio de toda la comunidad de París, ahora estaban opacos. Además todo parecía ir a cámara lenta, el pestañeo de la enfermera, la voz del doctor y las gotas de sudor en el rostro de Nina que resbalaban poco a poco, acariciando su piel. Estaba aturdido emocionalmente y totalmente paralizado físicamente. No entendía que estaba pasando, sus ojos pasaron al niño que había nacido y que tembloroso se acurrucó en los brazos de la enfermera. Y todavía había más.

Empujó Nina nuevamente y el terreno, ya allanado por el primero de sus hijos, salió después de un par de empujones de Nina que calló derrotada en los almohadones exhausta. Arno ni sentía el apretón que su mujer le estaba haciéndole en su mano, estaba totalmente fuera de órbita y fue el llanto agudo de su hija lo que le hizo despertar de sopetón. Cuando recibió la niña en brazos, del Doctor estaba pálido, sus ojos llenos de lágrimas inconscientemente y la enfermera acercó al pequeño a los brazos de su madre. Arno levantó los ojos hacia Nina y sonrió por primera vez, consciente de la diminuta criatura que tenían en sus manos – En mi vida había visto una cosa tan pequeña como esta…- dijo embelesado por su hija pequeña. Después miró a los ojos de Nina buscando respuesta a los sentimientos que le inundaron a él de forma devastadora y reparó en el bultito que tenía Nina en sus brazos. El bebé era silencioso, tenían ambos los ojos de Nina pero apuntaba a que el pelo castaño era del padre, los labios y las orejas eran suyas. Suspiró aliviado al comprobar que ambos bebés estaban sanos y ninguno tenía marca alguna, ni una temperatura extrema o poco natural. Se acercó hasta la frente de Nina sin separarse de la niña y la besó varias veces. El doctor y la enfermera hicieron los certificados de nacimiento y esperó a que los padres firmaran- ¿Han decidido ya los nombres de los retoños?- preguntó con una sonrisa abierta, llena de felicidad por haber ayudado a traer dos vidas al mundo. Arno miró a Nina y se mordió el labio- Mi segundo nombre es Viktor, por mi abuelo. No sé si te gustaría… llamarle así, sería un honor para mi familia- dijo haciendo una mueca con los labios y después miró al bebé que tenía él mismo en sus brazos- Luna de mi vida- dijo pasando el dedo índice por la punta de la nariz del bebé- La niña…¿cómo quieres que se llame?- dijo mientras la enfermera recogía todos los utensilios utilizados por el doctor.

Una vez apuntados los nombres y la partida de nacimiento firmada por el médico, una testigo y los padres, Arno despidió al médico que apuntó su visita los tres días siguiente y a partir de ahí una vez cada semana para ver la evolución de los bebés. Normalmente existía el riesgo de muerte de cuna hasta los años de edad y por eso casi todas las familia corrían para bautizar a sus hijos. Mera superstición, ya que se creía que las almas de los bebés estaban depositadas en el cuerpo a partir de los dos años de edad. Una locura para alguien tan pragmático como Arno, que siempre había sido ateísta y seguramente como Nina.

Subió las escaleras y vio a Marie junto a las dos cunas, una de ellas improvisada sobre la marcha, ya que solo estaban esperando a uno de esos inquilinos y se acercó a dar la enhorabuena a Arno- Dios Marie, es el momento más feliz de mi vida, tenga, tenga- dijo sirviendo dos vasos de Whysky- Esto hay que celebrarlo- dijo y se acercó hasta Nina, que quizá estuviera dormida por el esfuerzo y el cansancio, pero que al ver la felicidad de la que había sido su madre y la de Arno no dudó en pedir también algo para brindar y celebrarlo- ¿Cómo estas amor?- dijo acercándose hasta ella eufórico. Todo el tiempo que había estado petrificado ahora se le estaba subiendo a la cabeza de forma exponencial.
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Mensaje por Nina Petrova Vie Oct 28, 2016 5:18 am

Por fin había acabado. El dolor iba disminuyendo y la presión en su vientre era infinitamente menor, el llanto de ambos niños inundaba la habitación pero Nina estaba derrotada como para poder mantenerse despierta. El cansancio de las horas de parto la había dejado derrotada y fueron Marie y Arno quienes se ocuparon de todo lo pertinente. Tan solo reaccionó a la pregunta de Arno por el nombre de los pequeños, Viktor era bonito y sabía que era importante para él por lo que asintió y acabó por decir el de la pequeña -Elise-.

Tras ello la dejaron sola, durmió durante la mayor parte del día, de vez en cuando la despertaban las risas de su “marido” y Marie en la planta baja seguramente celebrando el nacimiento de los dos bebés.  Sonreía al recordar la cara que puso el lobo cuando pudo sostener por primera vez a su cachorro, pareciera que el mundo le estuviera dando otra oportunidad, casi como si hubiera vuelto a nacer en ese momento. Ninguno de los dos había planeado jamás tener esa vida, Arno había sido un lobo solitario siempre, que prefería la compañía de un puro a la de cualquiera; y Nina… bueno, debido a su trabajo y estilo de vida no había pensado en el amor o en la posibilidad de una familia real.

Sonrió con cansancio a Arno cuando se acercó hasta ella, al menos la había dejado descansar y se había contenido, estaba claro que no podía más en sí mismo de alegría. -Con agua no se puede brindar pero tengo mucha sed…-, automáticamente Marie fue a la cocina a exprimir unas naranjas y subió el zumo para Nina. Al poco rato de felicitarles los dejó a solas cerrando la puerta de la habitación al salir, -todo esto es real… Tenemos a dos bebés de los que hacernos cargo el resto de nuestra vida…-, susurró apoyada en el pecho de Arno mirando las cunas. Por el momento ambos estaban dormidos, tapados con mantitas diminutas, -nunca imaginé que aquí residiese mi felicidad.- Y llegaron los besos, esos que Arno se moría por darla pero se habían visto reducidos durante el embarazo. El deseo entre ellos había permanecido intacto pero por petición de Nina habían respetado un espacio mínimo, ella no quería sexo en esos meses y Arno era experto en calentarla y hacer que sucumbiera a él. Ahora, en unos días, podrían devorarse de nuevo y nada querían más que eso.

El llanto de Viktor les obligó a volver a la realidad, -¿puedes traérmele?-, miró a Arno y se acomodó de nuevo entre los almohadones del cabecero de la cama. Supuso que tendría hambre por lo que le colocó de tal manera en que estuviera cómodo y pudiera alcanzar su primera comida. No tardó en aprender a tomar su leche y Nina miró a Arno enternecida por completo, -¿te lo puedes creer?-. Nunca había visto nada más bonito en su vida y mucho menos sentido esa conexión con nadie. Era como si pudiera pasar un tornado frente a ellos que haría lo que fuera por preservar esa paz que tenía el bebé al estar contra su pecho.
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Mensaje por Arno V. Dorian Mar Nov 15, 2016 11:48 am

El cachorro sollozó desde la cuna y mamá loba no tardó en pedir que trajeran a su retoño para que le colmara de besos y cariño, incluso estaba calmando su hambre. Mientras Arno observaba la conexión que tenía Viktor con Nina sus ojos se pasearon lentamente, casi con disimulo hacia la cuna en la que descansaba Elise. Se acercó hasta allí y miró la pequeña y redondita nariz del bebé que descansaba. El gran lobo feroz no pudo eludir el aroma de Nina entre las calles pestilentes de París, y por si el destino no hubiera sido tan dramático con él, hizo que el de Elise tampoco se disipara. Estaba enamorado del aroma de ese bebé en el sentido platónico de la palabra, claro. Se sentía tan endeuda con Nina… Aquella niña se había convertido en el tesoro que más ambicionaba Arno y por supuesto no había nadie que la mereciera y eso él lo sabía desde el primer momento que tomó aire por la boca y salió del vientre de Nina. Esa era la luna del lobo, si Nina ahora era la mujer de su vida y bebía los vientos por ella, ahora la luna se había convertido en un bebé menudo y pequeño con el nombre de Elise.

Casi perdía la noción del tiempo contemplando a sus hijos. No había nada que quisiera más en el mundo, una vida simple y llana en el bosque con sus cachorros y con Nina. Todo tan idílico y perfecto, pudiendo ser ellos mismos. Aunque Arno era un lobo solitario toda su vida, se había encontrado de bruces con aquello que muchas veces había leído, aquello que muchos llaman “amor”.

Se acercó con paso lento de nuevo al umbral de la cama para recoger a Viktor en brazos y dejarlo en la cuna. Tenía las manos diminutas pero tenía gesto fuerte, como él. Se notaba en la forma en el que el bebé fruncía el ceño- Si hubiera salido con más pelo, sí que sería igual que yo. El gesto de enfadado y gruñón ya lo tiene- dijo divertido y dejó un beso en la frente- Será un gran hombre, respetuoso e inteligente. Y ella será una digna dama, inteligente y versada en todas las disciplinas- dijo orgulloso volviendo al lado de Nina y cogiendo una manzana del frutero que Marié había subido y cortando varios trozo de una manzana roja y brillante. Se los dio a Nina que le miraba hambrienta y después cogió una para él- El médico ha dicho que te vendría bien ir al lago a darte algún baño, ejercitarías las piernas y la espalda….- dijo pensando que estaría muy adolorida- El día que brille el sol, vamos al lago a darnos un chapuzón- dijo con una sonrisa empática por su situación.
Nina…- dijo ahora rebuscando en su cabeza el orden exacto para expresarle sus pensamientos- No niego tener cierto miedo a esta situación- dijo señalando a la cuna- Y no me refiero por ellos, tengo suficiente dinero para mantenernos durante cien vidas. Lo que me refiero es que no quiero que te aburras… de esta vida que tienes conmigo- dijo algo azorado pensando que quizá le sentara mal- Tienes plena libertad para hacer lo que quieras. Tienes dinero para hacer tu propio negocio o impartir clases o lo que desees. Es solo que no quiero que seas como esas amas de casa amargadas que viven a través de sus hijos y su marido- dijo finalmente preocupado- Sé que tienes un alma indómita, pero te quiero. Y no soportaría ahora perderte.
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Mensaje por Nina Petrova Mar Dic 13, 2016 1:08 pm

Para Nina no podría pasar desapercibida la manera en que el lobo miraba a su hija. Nunca había visto a Arno temblar de esa manera y eso que con ella había sido notablemente intenso, se le caía la baba el simple hecho de verla respirar. Durante todo el tiempo que ella estuvo dando el pecho a Viktor, Arno se dedicó a controlar el sueño de la pequeña, quizás temiendo que alguna pesadilla la fuera a hacer llorar. Sonrió hacia él, sin que la viera, con infinito amor. Ninguno de los dos se había planteado ese estilo de vida jamás, y ahora no podían concebir otra manera de pasar sus días. Dejó que Arno se le llevara de nuevo a la cuna una vez le sacó los gases, ahora dormiría al menos unas horas antes de reclamar de nuevo el regazo de su madre. -Así que ya has decidido cómo serán-, comentó cansada pero divertida. Agradeció tener los trozos de manzana a mano, el azúcar la sentaría demasiado bien después de todo el esfuerzo del parto. -Me parece una buena idea pero no podemos pasar mucho tiempo lejos de casa, aunque Marie sepa hacerse cargo de ellos son demasiado pequeños y no estoy cómoda si no estamos ninguno de los dos-, no creía tener que discutir eso con Arno pues él pensaría parecido a ella.

Frunció el ceño al ver el cambio de gesto y tomo del lobo y se quedó seria esperando para ver qué le estaba pasando por la mente. Entendía perfectamente que esa situación le asustara pero habían decidido seguir adelante y juntos por lo que no había nada negociable en el hecho de ser padres primerizos. -Ya hemos hablado de eso, cuando tenga ese problema te lo diré y buscaré un oficio en la ciudad o lo que me haga falta; pero ahora no es el momento. Mi sitio está aquí con vosotros y eso no va a cambiar, tendré mucho trabajo con dos bebés, la casa, la huerta y ahora la vaca que he comprado…-, quisiera o no tendría muchísimas cosas que atender cuando Arno no estuviera en casa y aún más cuando este llegara. Se había acostumbrado a prepararle la cena para cuando llegaba de la ciudad, de seguir dando apoyo a la policía parisina y realmente –a pesar de haber renegado de ello desde bien pequeña- disfrutaba atendiendo a tan solo un hombre, mimándole y cuidándole, entregándose a él en todos los sentidos posibles. Arno había tenido una paciencia infinita con ella durante esos meses de embarazo, no la había presionado en ningún momento y en cuanto se fuera recuperando quería agradecérselo. Echaba de menos las veladas que solían pasar los dos solos, las cenas en el porche con velas y hacer el amor en el suelo, la mesa o donde quiera que les encontrara el deseo. -No deseo otra cosa que disfrutar de mi familia, estoy descubriendo cosas de mi misma que ni sabía que existían y es todo gracias a ti y tu perseverancia por conseguir que aceptara que me gustabas-, se acercó a él para besarle con suavidad y sin prisa, -ahora no es que me gustes, es que te adoro. Eres lo mejor que ha pasado en mi vida y el que me ha regalado lo mejor que tengo-, señaló ambas cunitas. Esperaba que eso le tranquilizara de una vez por todas y dejara de cuestionar lo que Nina quería de su vida con él.

-Voy a aprovechar ahora que están dormidos para darme un baño y mudar la cama, ya ha estado demasiado tiempo así. Tiraré estas sábanas-, no había retirado las sábanas tras dar a luz por el agotamiento, se durmió casi inmediatamente pero ahora debería hacerse cargo de ese tipo de cosas y no era agradable que Arno lo viera todo así. -No te imaginas no extraño que es para mi levantarme y no notar el peso en la tripa-, dijo llevándose la mano a la zona que aún estaba hinchada y tardaría en recuperar su forma habitual.
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Mensaje por Arno V. Dorian Sáb Dic 17, 2016 3:07 am

Aprovechó a retirar las sábanas mientras Nina se preparaba para la excursión al lago. Sería ir y venir, algo rápido, pero el aire fresco de la montaña y el bosque vendrían bien para que Nina se despejara. Además Arno solía pasar más tiempo en el bosque que en la casa, ahora había más ruido más respiraciones, más movimientos y todo eso había sido un cambio demasiado drástico para alguien que solo podía estar consigo mismo y a ratos. Lobo esperaba en el porche tumbado sobre sus patas que rápidamente al escuchar los pasos de Arno se puso en pie a saltarle alrededor. Arno cogió las sábanas y lo llevo al pequeño cobertizo de su lado, las echó en el horno de leña y se deshizo de ellas en el método tradicional, no tardó en desintegrarse entre las brasas. Cuando volvió al porche, Nina ya estaba preparada, aun le costaba caminar y era algo lógico, pero Arno no quiso cogerla en brazos, debía caminar ella misma, familiarizarse con el camino, con sus nuevos dones y con su naturaleza- Nos vas a llevar tu hasta el lago- dijo sonriendo- Está oscuro y no vamos a llevar ninguna luz- le explicó-Tus ojos se acostumbrarán a la oscuridad verás en ella y podrás moverte por el bosque sin problemas. Vas a notar la humedad, los sonidos, los olores del bosque- aventuró entrelazando su mano izquierda a la derecha de Nina esperando a que tomara el camino hacia el lago.

El camino desde su finca hasta el bosque estaba dibujado por el ir y venir de los años del detective, pero una vez en el umbral negro que separaba esos enormes árboles y la maleza de la finca Arno sonrió abiertamente-Ahora empieza lo bueno- dijo adentrándose con ella poco a poco, aunque aún tenía un oído puesto en su casa, controlando la respiración de los niños en sus cunas y los pasos ajetreados de Marie haciendo la cama donde había estado Nina con delicadeza de no despertar a los niños.

Un búho se posó majestuosamente sobre una rama junto a ellos, la luna iluminaba con un filtro azul la poca luz que había en el bosque, proyectaba sombras más oscuras todavía y los ojos del ave les observaba desde lo alto- El bosque es más interesante de noche- dijo tirando de la mano de Nina para que viera el ave. Quizá estuviera tan interesada en buscar el lago con sus sentidos que se olvidaba lo que más cerca tenía- Tranquila- apretó su mano para infundirle valor- Vas bien- dijo siguiendo los pasos, entre las raíces y troncos de árboles caídos.

A lo lejos se escuchó el aullido de un lobo y al cabo de segundos, varios aullidos que respondían. Arno sonrió y tiró de ella ligeramente alterando el camino, sabía que se quejaría pero no quería perder la oportunidad de que Nina, la chica de ciudad, viera una manada de lobos, quizá incluso podría sentirse familiarizada. No tardaron más de 10 minutos caminando entre la maleza cuando se asomaron entre los arbustos, a lo lejos dos lobeznos se mordían el uno al otro, un tercero seguía a uno de sus padres dando saltitos sobre sus patas traseras con intención de tumbarlo, en vano. Arno sonrió y buscó la reacción en la mirada de Nina- No sé si podremos acercarnos a tocarlo, son muy escurridizos. Sería tentar mucho a la suerte, hay muchos cazadores por el bosque...-Cuando vio al que parecía el lobo más grande que había visto arrastrar un trozo de carne grande. El olor a sangre y muerte inundó su nariz y en un movimiento del animal descubrió que se trataba de una pierna humana. El gesto tranquilo de Arno cambió radicalmente y se irguió para descubrir la dirección desde donde venía el lobo- Vuelve a la casa- dijo mirando a Nina- Sigue la luz y el calor hasta ella, tengo que mirar una cosa en el bosque, Nina- dijo con gesto serio. Sabía que ella le diría que qué pasaría, pero no tardaría en verlo- Necesito que lo hagas y que llames a la policía. Antes de que vengan, quiero encontrar el cuerpo y sin que lo contaminen buscar pistas sobre ello. Una vez lo hagas traeles hasta mí- Sabía que de igual forma que el olor de Nina del que no pudo desprenderse nunca, Nina tampoco podría olvidarse del mismo. Tomó a su mujer y le dio un beso en los labios, fuerte e intenso- Ten cuidado al volver, grita si necesitas algo no tardaré- Y así era, porque el lobo conocía el bosque como la palma de su mano.
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