AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
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Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
Recuerdo del primer mensaje :
La noche había caído hacía varias horas, Emilia, frente a la mansión de Rasmús, la contemplaba desde la seguridad del coche. Su cochero, un cambiante canino permanecía estoico en el asiento del conductor, aunque por su condición, podía olfatear que aquel lugar guardaba a un vampiro y aquello no le hacía ninguna gracia, mas luego de mucho intentar convencer a su señorita que no era una buena idea presentarse en la casa de un inmortal, terminó dándose por vencido y sabiendo que si debía defenderle del vampiro, él, estaría dispuesto a dar su vida por ella.
Emilia, estrujó su pequeño bolso, allí llevaba un pequeño presente para el vampiro, era un reloj, en el que había hecho grabar en la tapa, un pequeño mensaje, "Ni el tiempo lograra apartarme de ti... si logras perdonar a mi alma, que siempre será tuya". suspiró, leyendo nuevamente aquel grabado, - ojalá logres perdonarme - susurró, mientras las lagrimas surcaban sus mejillas.
Noches atrás....
- Señorita, usted está loca si piensa que le daré la dirección de mi amigo - la mirada del vampiro mostraba la rabia contenida, era obvio que la culpaba por la situación en que había dejado a su amigo y no pensaba ayudarla a llegar a Rasmús. - Gustaff, se que puedes pensar que fui una tonta, o que jugué con los sentimientos de Rasmús, pero te juro que no fue así - sabía que no le creería, por eso se acomodó en la butaca de la barra de la taberna, que ya a esa hora de la madrugada se encontraba vacía, y decidió descubrir a ese vampiro cual había sido la razón para su huida, - déjame que te explique -, - no, no necesito que lo haga -, la detuvo el inmortal, mas ella estaba decidida - es que sino lo hago, si no lo intento, jamás podré perdonarme -, sin decirle mas, usó su don, el que comenzaba a dominar mejor - yo no sabía que podía hacer ésto... disculpa por mi intromisión - dijo en el momento que su alma entraba al cuerpo del vampiro, quien se quedó paralizado - tuve miedo, pues en ese instante, por la ira, o por el destino, aquel don se despertó en mi, y cuando Rasmús empujó a esa vampiro... también me empujó a mi -, su alma volvió a su cuerpo, despertándose, para luego mirar al amigo del vampiro que la contemplaba atónito, - lo siento, no encontraba la forma de explicarlo mejor -. El vampiro asintió con la cabeza, aun sin forma de expresar verbalmente la sensación de ser invadido. Mas cuando la impresión pasó, vampiro y bruja, pudieron hablar tranquilos, por horas él le contó de lo que pasaba con su amigo, mientras las lagrimas inundaban el rostro de Emilia, - Gustaff, te juro que he vuelto para no dejarle jamás... si él me perdona -.
Presente...
Inspiró, secándose las lagrimas con un pañuelo, - bueno, es hora de afrontar mis miedos... amor, mi dulce Rasmús... déjame que te explique porque huí aquella noche - susurró. Golpeó suavemente el techo del carruaje, Bruno, descendió del pescante y le abrió la puerta, - señorita, ya sabe, estaré aquí, cualquier peligro, solo grite, que yo apareceré a salvarla -, Emilia sonrió con dulzura, - Bruno, él no me hará daño, no mas del que yo le he hecho -, giró sus pasos y se encaminó a la entrada de la mansión. Tocó la puerta, golpeando el aldabón y esperó, en su mirada se podía observar como el miedo, mezclado con la angustia de perderle, se habían apoderado de su ser.
La noche había caído hacía varias horas, Emilia, frente a la mansión de Rasmús, la contemplaba desde la seguridad del coche. Su cochero, un cambiante canino permanecía estoico en el asiento del conductor, aunque por su condición, podía olfatear que aquel lugar guardaba a un vampiro y aquello no le hacía ninguna gracia, mas luego de mucho intentar convencer a su señorita que no era una buena idea presentarse en la casa de un inmortal, terminó dándose por vencido y sabiendo que si debía defenderle del vampiro, él, estaría dispuesto a dar su vida por ella.
Emilia, estrujó su pequeño bolso, allí llevaba un pequeño presente para el vampiro, era un reloj, en el que había hecho grabar en la tapa, un pequeño mensaje, "Ni el tiempo lograra apartarme de ti... si logras perdonar a mi alma, que siempre será tuya". suspiró, leyendo nuevamente aquel grabado, - ojalá logres perdonarme - susurró, mientras las lagrimas surcaban sus mejillas.
Noches atrás....
- Señorita, usted está loca si piensa que le daré la dirección de mi amigo - la mirada del vampiro mostraba la rabia contenida, era obvio que la culpaba por la situación en que había dejado a su amigo y no pensaba ayudarla a llegar a Rasmús. - Gustaff, se que puedes pensar que fui una tonta, o que jugué con los sentimientos de Rasmús, pero te juro que no fue así - sabía que no le creería, por eso se acomodó en la butaca de la barra de la taberna, que ya a esa hora de la madrugada se encontraba vacía, y decidió descubrir a ese vampiro cual había sido la razón para su huida, - déjame que te explique -, - no, no necesito que lo haga -, la detuvo el inmortal, mas ella estaba decidida - es que sino lo hago, si no lo intento, jamás podré perdonarme -, sin decirle mas, usó su don, el que comenzaba a dominar mejor - yo no sabía que podía hacer ésto... disculpa por mi intromisión - dijo en el momento que su alma entraba al cuerpo del vampiro, quien se quedó paralizado - tuve miedo, pues en ese instante, por la ira, o por el destino, aquel don se despertó en mi, y cuando Rasmús empujó a esa vampiro... también me empujó a mi -, su alma volvió a su cuerpo, despertándose, para luego mirar al amigo del vampiro que la contemplaba atónito, - lo siento, no encontraba la forma de explicarlo mejor -. El vampiro asintió con la cabeza, aun sin forma de expresar verbalmente la sensación de ser invadido. Mas cuando la impresión pasó, vampiro y bruja, pudieron hablar tranquilos, por horas él le contó de lo que pasaba con su amigo, mientras las lagrimas inundaban el rostro de Emilia, - Gustaff, te juro que he vuelto para no dejarle jamás... si él me perdona -.
Presente...
Inspiró, secándose las lagrimas con un pañuelo, - bueno, es hora de afrontar mis miedos... amor, mi dulce Rasmús... déjame que te explique porque huí aquella noche - susurró. Golpeó suavemente el techo del carruaje, Bruno, descendió del pescante y le abrió la puerta, - señorita, ya sabe, estaré aquí, cualquier peligro, solo grite, que yo apareceré a salvarla -, Emilia sonrió con dulzura, - Bruno, él no me hará daño, no mas del que yo le he hecho -, giró sus pasos y se encaminó a la entrada de la mansión. Tocó la puerta, golpeando el aldabón y esperó, en su mirada se podía observar como el miedo, mezclado con la angustia de perderle, se habían apoderado de su ser.
Última edición por Emilia Borromeo el Miér Abr 04, 2018 8:44 pm, editado 1 vez
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Re: Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
En todos aquellos milenios, quienes habían conocido a Ramus, dirían de él que tenía una tendencia a ser taciturno y era poco dado a mostrar demasiadas emociones. Sin embargo, como cualquier ser que habitara sobre la faz de la tierra, tenía un lado oscuro. No podía negarlo, nunca lo haría. Y es que el vampiro, no sabía si por ser un inmortal, o simplemente por ser demasiado viejo, era excesivamente territorial. A pesar de ser un rasgo que había poseído en sus días como humano, éste se hubo acentuado considerablemente cuando pasó a formar parte de los no muertos. Eso lo hacía peligroso cuando el dique que contenía sus emociones más explosivas era eliminado. Su paciencia era grande, pero no absoluta. Y si la perdía, era probablemente mucho más letal que cualquier neófito. Rasmus no mataba sin motivo, pero una vez hecha la sentencia, jamás le temblaría la mano. En aquella ocasión, no había sido diferente. La ofensa era lo bastante grave para suponer la muerte del atacante, así que su conciencia ni siquiera se vio alterada cuando hubo de ejecutar el castigo. Nadie tocaba aquello que le pertenecía, y mucho menos si, en el proceso de hacer eso, también rompía alguna de sus normas. Emilia no sólo era suya, sino que también era humana. Y el chico había intentado arrebatársela.
No, nunca había tenido problema alguno al ser verdugo. Pero los verdaderos problemas venían después. Y es que a pesar de ser capaz de atrocidades cuando trataba de imponer justicia, una vez llevado a cabo el acto, venían las consecuencias. No pudo evitarlo. Cuando la sangre ajena manchó sus manos, los ojos se le llenaron de lágrimas. Había fallado. A pesar de que el plan era descubrir al traidor, y a pesar de que acabar con él estaba más que justificado, eso no lo hacía sentirse menos culpable. Y esa culpabilidad se incrementó exponencialmente una vez fue consciente de que Emilia estaba allí, a sus pies, a escasos centímetros del resultado de su crimen. Algunas gotas de sangre le habían salpicado incluso, y sintió que todo su ser se removía de la peor forma posible. Quiso golpearse a sí mismo, quiso huir de ahí, pero apenas se movió, creyendo que en caso de hacerlo la joven saldría espantada. Y no podría culparla.
Se quedó así, inmóvil, durante algunos minutos, hasta que notó el frenético palpitar del corazón de la joven a sus pies. Entonces sí, en un rápido movimiento, la tomó por las muñecas para que se incorporara, y luego la cogió en brazos, manteniéndola bien sujeta contra su pecho, para mirarla más de cerca. Su rostro estaba más pálido de lo normal, y parecía demacrada. Y todo era culpa suya. Sus helados dedos recorrieron el semblante ajeno borrando los rastros de la sangre ajena, y luego, delicadamente, como tratando de ser lo más gentil posible, la llevó hasta el lecho donde la depositó con extremo cuidado, como si fuera una pieza de porcelana o algo por el estilo. Depositó un beso en la frente ajena, y le dedicó una sonrisa vacía, para luego salir rápidamente de la habitación y volver con alguno de los sirvientes, a los que dio órdenes de limpiar todo en finlandés. En todo momento intentó que su cuerpo bloqueara la imagen del vampiro fallecido a los ojos de Emilia, y sólo cuando todos se hubieron marchado, y la habitación recuperó su olor neutro, fue cuando se dejó caer en la cama, junto a ella.
Un largo suspiro escapó de entre sus labios cerrados, y sus párpados, apretados con fuerza, acentuaban el aspecto cansado que imperaba en su rostro. - Lo siento, pero estoy en mi límite. Si quieres huir, este es tu momento. Pero si no lo haces, espero que estés preparada, porque pienso poseerte. En todos los sentidos de la palabra. -Si era para descargar tensiones o porque estaba desesperado, era algo que no sabía responder. Sentía el desconsuelo crecer en su interior, el vacío, pero también la sed y la rabia. La garganta le ardía. Los colmillos le dolían. Sus iris se habían tornado de un color parecido al escarlata. Estaba al límite. Y si Emilia era lo que necesitaba, la tendría. Ya era muy tarde para pensar en las consecuencias. De hecho, incluso aunque intentara huir, dudaba que la dejase marchar. No sin una estaca atravesándole el corazón.
No, nunca había tenido problema alguno al ser verdugo. Pero los verdaderos problemas venían después. Y es que a pesar de ser capaz de atrocidades cuando trataba de imponer justicia, una vez llevado a cabo el acto, venían las consecuencias. No pudo evitarlo. Cuando la sangre ajena manchó sus manos, los ojos se le llenaron de lágrimas. Había fallado. A pesar de que el plan era descubrir al traidor, y a pesar de que acabar con él estaba más que justificado, eso no lo hacía sentirse menos culpable. Y esa culpabilidad se incrementó exponencialmente una vez fue consciente de que Emilia estaba allí, a sus pies, a escasos centímetros del resultado de su crimen. Algunas gotas de sangre le habían salpicado incluso, y sintió que todo su ser se removía de la peor forma posible. Quiso golpearse a sí mismo, quiso huir de ahí, pero apenas se movió, creyendo que en caso de hacerlo la joven saldría espantada. Y no podría culparla.
Se quedó así, inmóvil, durante algunos minutos, hasta que notó el frenético palpitar del corazón de la joven a sus pies. Entonces sí, en un rápido movimiento, la tomó por las muñecas para que se incorporara, y luego la cogió en brazos, manteniéndola bien sujeta contra su pecho, para mirarla más de cerca. Su rostro estaba más pálido de lo normal, y parecía demacrada. Y todo era culpa suya. Sus helados dedos recorrieron el semblante ajeno borrando los rastros de la sangre ajena, y luego, delicadamente, como tratando de ser lo más gentil posible, la llevó hasta el lecho donde la depositó con extremo cuidado, como si fuera una pieza de porcelana o algo por el estilo. Depositó un beso en la frente ajena, y le dedicó una sonrisa vacía, para luego salir rápidamente de la habitación y volver con alguno de los sirvientes, a los que dio órdenes de limpiar todo en finlandés. En todo momento intentó que su cuerpo bloqueara la imagen del vampiro fallecido a los ojos de Emilia, y sólo cuando todos se hubieron marchado, y la habitación recuperó su olor neutro, fue cuando se dejó caer en la cama, junto a ella.
Un largo suspiro escapó de entre sus labios cerrados, y sus párpados, apretados con fuerza, acentuaban el aspecto cansado que imperaba en su rostro. - Lo siento, pero estoy en mi límite. Si quieres huir, este es tu momento. Pero si no lo haces, espero que estés preparada, porque pienso poseerte. En todos los sentidos de la palabra. -Si era para descargar tensiones o porque estaba desesperado, era algo que no sabía responder. Sentía el desconsuelo crecer en su interior, el vacío, pero también la sed y la rabia. La garganta le ardía. Los colmillos le dolían. Sus iris se habían tornado de un color parecido al escarlata. Estaba al límite. Y si Emilia era lo que necesitaba, la tendría. Ya era muy tarde para pensar en las consecuencias. De hecho, incluso aunque intentara huir, dudaba que la dejase marchar. No sin una estaca atravesándole el corazón.
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/07/2013
Re: Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
¿Debía sentirse espantada? ¿Temerle acaso? no, ella sabía que no podía sentir miedo, puesto que Rasmus era su alfa y su omega, en él comenzaba su vida y terminaba también, pues no existía poder humano, ni sobrenatural que lograra apartarla de él. En el momento en que la noche atrás, había descendido del coche y golpeado en la puerta de entrada de la mansión del vampiro, Emilia había tomado una decisión inapelable, ella, se entregaba al vampiro, en cuerpo y alma, en vida y después de ésta. Si él se lo permitía, sería la novia del inmortal, la esposa, amante y fuente de alimento, ella deseaba ser su todo, al igual como él lo significaba para su existencia.
Su corazón latía desbocado, tras la sentencia y ejecución de aquel inmortal, a manos de su señor, de su amado, no le culpaba, no lo juzgaba, solo deseaba sentir sus brazos rodeando su cuerpo, su pecho pegado al propio y dejarse acunar, descansando en los fuertes brazos de Rasmús. El tiempo se había detenido, al instante en que él tomó sus muñecas y tiró de ellas, acercando el cuerpo de la bruja al suyo. Emilia suspiró y cerró sus ojos al contacto del cuerpo de su amado, sus manos recorrieron el fuerte pecho del vampiro, deslizándose luego hasta la espalda y aferrándose a ésta.
Cuando sus miradas se encontraron, todo su cuerpo tembló, no de miedo, sino de la emoción que él provocaba en su ser. Dejó que él limpiara su rostro, la contemplara con meticuloso afán, buscando en ella, posibles consecuencias del ataque recibido. Suspiró al sentir como él la cargaba entre sus brazos, para depositar delicadamente su cuerpo en el lecho. Mordió su labio inferior, al sentir que él se alejaba de ella, no deseaba que él se apartara de su lado, lo necesitaba, tanto como al aire que respiraba, mas se mantuvo en silencio y dejó que él hiciera y deshiciera según sus deseos. Comprendía que no quería que aquel lugar, ese santuario personal en el cual la mantenía escondida, permaneciera mancillado.
En todo el tiempo en que se demoró la limpieza del lugar, su amado cuidó que nada perturbara su animo. Cuando por fin quedaron solos, él se acostó a su lado. Emilia, giró su cuerpo, colocándose de costado, apoyando su cabeza en su mano izquierda y llevando su mano derecha al rostro de su amado. Sonrió con dulzura y escuchó atenta lo que él decía. Todo su cuerpo se estremeció ante las palabras del inmortal. Desde que había entrado en aquella habitación, ella decidió que su amado podría tomar de ella, lo que necesitara, ¿huir? ¿Temer? no, no estaban en sus planes, y él provocaba esos sentimientos en ella. Volvió a sonreír, ésta vez con alegría, sus dedos recorrieron la barba y los cabellos del vampiro, para terminar delineando sus cejas nariz y labios, - Amado mio, tómame, soy tuya en cuerpo y alma, he nacido para ti y volvería a nacer mil veces, solo para permanecer a tu lado la eternidad completa - susurró en los labios del inmortal, para luego besarle dulce e interminablemente.
Su corazón latía desbocado, tras la sentencia y ejecución de aquel inmortal, a manos de su señor, de su amado, no le culpaba, no lo juzgaba, solo deseaba sentir sus brazos rodeando su cuerpo, su pecho pegado al propio y dejarse acunar, descansando en los fuertes brazos de Rasmús. El tiempo se había detenido, al instante en que él tomó sus muñecas y tiró de ellas, acercando el cuerpo de la bruja al suyo. Emilia suspiró y cerró sus ojos al contacto del cuerpo de su amado, sus manos recorrieron el fuerte pecho del vampiro, deslizándose luego hasta la espalda y aferrándose a ésta.
Cuando sus miradas se encontraron, todo su cuerpo tembló, no de miedo, sino de la emoción que él provocaba en su ser. Dejó que él limpiara su rostro, la contemplara con meticuloso afán, buscando en ella, posibles consecuencias del ataque recibido. Suspiró al sentir como él la cargaba entre sus brazos, para depositar delicadamente su cuerpo en el lecho. Mordió su labio inferior, al sentir que él se alejaba de ella, no deseaba que él se apartara de su lado, lo necesitaba, tanto como al aire que respiraba, mas se mantuvo en silencio y dejó que él hiciera y deshiciera según sus deseos. Comprendía que no quería que aquel lugar, ese santuario personal en el cual la mantenía escondida, permaneciera mancillado.
En todo el tiempo en que se demoró la limpieza del lugar, su amado cuidó que nada perturbara su animo. Cuando por fin quedaron solos, él se acostó a su lado. Emilia, giró su cuerpo, colocándose de costado, apoyando su cabeza en su mano izquierda y llevando su mano derecha al rostro de su amado. Sonrió con dulzura y escuchó atenta lo que él decía. Todo su cuerpo se estremeció ante las palabras del inmortal. Desde que había entrado en aquella habitación, ella decidió que su amado podría tomar de ella, lo que necesitara, ¿huir? ¿Temer? no, no estaban en sus planes, y él provocaba esos sentimientos en ella. Volvió a sonreír, ésta vez con alegría, sus dedos recorrieron la barba y los cabellos del vampiro, para terminar delineando sus cejas nariz y labios, - Amado mio, tómame, soy tuya en cuerpo y alma, he nacido para ti y volvería a nacer mil veces, solo para permanecer a tu lado la eternidad completa - susurró en los labios del inmortal, para luego besarle dulce e interminablemente.
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Re: Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
Por un momento se sintió inmensamente agradecido de que Emilia fuera de aquellas personas que no tenía reparos a la hora de usar sus palabras. No sólo no era tímida, sino que no le alteraba en absoluto decir lo que sentía, como lo sentía, sin importarle el momento. Rasmus dejó escapar un suspiro de entre sus labios, aliviado, cuando notó las cálidas yemas de los dedos ajenos recorrer su rostro con casi adoración. No había motivos para dudar, Emilia lo amaba, casi tanto como él la deseaba a ella, o puede que incluso más. Porque al fin y al cabo, ella sólo tenía una vida, muy corta, y decidir pasarla con una criatura como él era algo que requería una valentía y fortaleza incomparable. Una leve sonrisa complacida se adueñó de su semblante, mas permaneció inmóvil, con los ojos cerrados, por unos instantes más, dejando que la mujer delineara sus facciones como gustase mientras recreaba en su mente aquello que estaba a punto de suceder. También era ese su modo de buscar la calma necesaria para no dañarla: a pesar de su desesperación, del deseo que lo invadía, sabía que no podría perdonarse si la memoria de su primera noche juntos fuera motivo de penurias para la joven en un futuro.
Luego, de forma repentina, se giró sobre sí mismo hasta quedar con su cuerpo parcialmente encima de ella, buscando profundizar el beso que la mujer había iniciado, de forma necesitada, cargada de antelación. Su diestra se enredó en los cabellos rojizos, mientras que su mano izquierda aferraba el rostro ajeno de forma casi posesiva, como si buscase evitar que ella rompiera la conexión que ahora los unía. Su lengua se movía de forma apresurada entre los labios ajenos, recorriendo cada hueco, cada ápice, invadiéndola. Al mismo tiempo, una de sus rodillas se había colocado entre las piernas de la joven, separándolas de forma brusca. Hacía tanto tiempo que había deseado aquello, que había soñado con aquello, que su anhelo era demasiado fuerte como para tratar de ser caballeroso. Tuvo la suficiente paciencia como para desabrochar unos cuantos botones, pero al llegar al cuarto abandonó sus intentos desgarrando los ropajes de la fémina sin demasiados miramientos. Allí estaba, ante él, la piel pálida con la que tanto había soñado, que tanto había deseado tener para sí, entre sus brazos. Era un regalo de los dioses, un milagro. Algo que jamás dejaría escapar ahora que lo tenía.
- Casi no puedo creerlo... Estás aquí... Eres mía... -Musitó contra la piel ajena, sus labios descendiendo de los de ella hacia sus mejillas, para luego recorrer su cuello, la frialdad de su aliento provocando que el vello se erizara allí por donde pasaba. Sentía, sin embargo, como si llamaradas lo recorrieran de arriba abajo de forma intermitente. La presión en su pantalón resultaba casi dolorosa. Pero quería saborear más, descubrir más de aquel regalo, antes de culminar con aquel acto. Cuando finalmente su boca llegó a la altura de los senos, atrapó uno de ellos entre sus fauces, mientras la mano que antes acariciaba el rostro ajeno comenzó a masajear el otro. Quería investigar, provocar tantas reacciones como le fuera posible. Quería que la pasión los quemara a ambos del mismo modo. Quería que los engullera para siempre. - Dime qué quieres, diosa de mi universo, y te daré todo cuanto pidas... -Sus palabras cada vez tenían menos sentido, a medida que iba cayendo más y más en la excitación del momento. Sus ojos se habían oscurecido aún más. La sangre ajena lo llamaba. Por fin. ¡Por fin la tendría para sí!
Luego, de forma repentina, se giró sobre sí mismo hasta quedar con su cuerpo parcialmente encima de ella, buscando profundizar el beso que la mujer había iniciado, de forma necesitada, cargada de antelación. Su diestra se enredó en los cabellos rojizos, mientras que su mano izquierda aferraba el rostro ajeno de forma casi posesiva, como si buscase evitar que ella rompiera la conexión que ahora los unía. Su lengua se movía de forma apresurada entre los labios ajenos, recorriendo cada hueco, cada ápice, invadiéndola. Al mismo tiempo, una de sus rodillas se había colocado entre las piernas de la joven, separándolas de forma brusca. Hacía tanto tiempo que había deseado aquello, que había soñado con aquello, que su anhelo era demasiado fuerte como para tratar de ser caballeroso. Tuvo la suficiente paciencia como para desabrochar unos cuantos botones, pero al llegar al cuarto abandonó sus intentos desgarrando los ropajes de la fémina sin demasiados miramientos. Allí estaba, ante él, la piel pálida con la que tanto había soñado, que tanto había deseado tener para sí, entre sus brazos. Era un regalo de los dioses, un milagro. Algo que jamás dejaría escapar ahora que lo tenía.
- Casi no puedo creerlo... Estás aquí... Eres mía... -Musitó contra la piel ajena, sus labios descendiendo de los de ella hacia sus mejillas, para luego recorrer su cuello, la frialdad de su aliento provocando que el vello se erizara allí por donde pasaba. Sentía, sin embargo, como si llamaradas lo recorrieran de arriba abajo de forma intermitente. La presión en su pantalón resultaba casi dolorosa. Pero quería saborear más, descubrir más de aquel regalo, antes de culminar con aquel acto. Cuando finalmente su boca llegó a la altura de los senos, atrapó uno de ellos entre sus fauces, mientras la mano que antes acariciaba el rostro ajeno comenzó a masajear el otro. Quería investigar, provocar tantas reacciones como le fuera posible. Quería que la pasión los quemara a ambos del mismo modo. Quería que los engullera para siempre. - Dime qué quieres, diosa de mi universo, y te daré todo cuanto pidas... -Sus palabras cada vez tenían menos sentido, a medida que iba cayendo más y más en la excitación del momento. Sus ojos se habían oscurecido aún más. La sangre ajena lo llamaba. Por fin. ¡Por fin la tendría para sí!
Última edición por Rasmus A. Lillmåns el Jue Abr 12, 2018 10:27 pm, editado 2 veces
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/07/2013
Re: Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
-Sus besos... cuanto he anhelado sus besos - caviló, mientras toda su piel se erizaba ante el avance de aquellos besos que de castos e infantiles, fueron convirtiéndose en profundas huellas, tatuajes que se apoderaban de todo su ser. Suspiró en los labios del vampiro, al sentir como él tomaba su rostro para volver el beso en uno que jamás en su vida había imaginado podía existir. Mas no sintió miedo, o intentó alejarse de él, sus manos recorrieron el pecho de Rasmus, acariciando su fuerte cuello y copiando la forma en como él tomaba sus cabellos, jalando levemente de ellos.
La barba de su amado raspaba sus mejillas, sus labios, provocando que ella temblara, aunque no de miedo, sino de una sensación nueva y extraña. Suspiró, manteniendo sus orbes cerrados. protestando con un leve quejido cuando él dejó de besarle en la boca, para seguir recorriendo su cuello con besos, descendiendo por toda la piel que su vestido le permitía mostrar.
Con sus manos aún acariciando los cabellos de Rasmus, elevó suavemente su rostro, para contemplarle, fue entonces que le oyó gruñir, para luego desgarrar su vestido. Instintivamente gritó, pegando su cuerpo al lecho, mas la lengua y los besos del vampiro la fueron enloqueciendo. La mano del inmortal se había apoderado de uno de sus níveos pechos, el que apretaba y torturaba. Los pezones le dolían, sin saber el porqué elevó su pecho, intentando que la boca de Rasmus tomara el pezón y lo succionara. - amor... te amo - jimio, al instante en que él se colocaba entre sus piernas, abriéndolas para poder acceder a su sexo.
Dejó caer su cabeza hacia atrás, mientras enterraba sus dedos en los cabellos del vampiro, haciendo que Rasmus tomara con mas violencia sus pechos. - ¿Que deseo? - dijo con su voz ronca de placer, un placer que jamás experimentó y que la iba acercando a un abismo del que no podría regresar. - Deseo ser tuya toda la vida - dijo antes de gritar de placer al sentir los colmillos del vampiro arañar sus pechos. Elevó su pubis, buscando unirse a él, sin estar consciente de lo que se suponía debía pasar, pero su cuerpo reaccionaba a las caricias y besos de su amado, y ella solo deseaba entregarse en cuerpo y alma.
La barba de su amado raspaba sus mejillas, sus labios, provocando que ella temblara, aunque no de miedo, sino de una sensación nueva y extraña. Suspiró, manteniendo sus orbes cerrados. protestando con un leve quejido cuando él dejó de besarle en la boca, para seguir recorriendo su cuello con besos, descendiendo por toda la piel que su vestido le permitía mostrar.
Con sus manos aún acariciando los cabellos de Rasmus, elevó suavemente su rostro, para contemplarle, fue entonces que le oyó gruñir, para luego desgarrar su vestido. Instintivamente gritó, pegando su cuerpo al lecho, mas la lengua y los besos del vampiro la fueron enloqueciendo. La mano del inmortal se había apoderado de uno de sus níveos pechos, el que apretaba y torturaba. Los pezones le dolían, sin saber el porqué elevó su pecho, intentando que la boca de Rasmus tomara el pezón y lo succionara. - amor... te amo - jimio, al instante en que él se colocaba entre sus piernas, abriéndolas para poder acceder a su sexo.
Dejó caer su cabeza hacia atrás, mientras enterraba sus dedos en los cabellos del vampiro, haciendo que Rasmus tomara con mas violencia sus pechos. - ¿Que deseo? - dijo con su voz ronca de placer, un placer que jamás experimentó y que la iba acercando a un abismo del que no podría regresar. - Deseo ser tuya toda la vida - dijo antes de gritar de placer al sentir los colmillos del vampiro arañar sus pechos. Elevó su pubis, buscando unirse a él, sin estar consciente de lo que se suponía debía pasar, pero su cuerpo reaccionaba a las caricias y besos de su amado, y ella solo deseaba entregarse en cuerpo y alma.
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Re: Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
Una vez la piel turgente y pálida del pecho femenino estuvo bajo el control de sus gélidos labios, comenzó su juego de mordisquear y succionar, una y otra vez, repetidamente, generando con cada nuevo roce un estremecimiento nuevo por parte de la joven, que se retorcía, presa del placer y el nerviosismo debajo de su cuerpo. Verla así, con aquel tentador rubor cubriéndole las mejillas y extendiéndose rápidamente por el resto de su fisionomía, casi le hizo perder el control por completo. Eso se tradujo en un suspiro, y luego en un gruñido, que finalizó con la mordida, esta vez más fuerte de lo normal, en uno de los rosados pezones. El gritito que salió de la garganta de Emilia tuvo un impacto directo en la presión ejercida por su miembro contra la ropa. Las capas de tela estorbaban. Necesitaba sentirla, piel con piel, lo necesitaba casi tanto como precisaba de la sangre para poder sobrevivir. Pero no quería apresurarse. Quería saborear cada momento. A pesar de que aquella sería la primera de muchas noches juntos (puesto que ya era SUYA, y eso no iba a cambiar), sabía que se arrepentiría si no memorizaba cada nuevo gesto, cada nueva palabra. Los inicios siempre marcan el desarrollo posterior de las cosas. Y si lo que les esperaba era una eternidad juntos, ¿qué mejor que iniciarla de la forma más perfecta posible? Se esforzaría por ello.
El corazón de la fémina latía apresuradamente, lo notaba palpitar contra su propio pecho, y esa fue la pista que necesitaba para proseguir con su viaje exploratorio por el cuerpo ajeno. Estaba lista. Lo deseaba de la misma forma en que él lo hacía. Aunque de forma involuntaria, parecía que la joven buscaba, ansiaba, la unión entre ambos que estaba por producirse. Mientras la mano izquierda del vampiro se quedó enredada en los cabellos colorados, su diestra comenzó a descender lentamente, recorriendo el torso, el lateral, y finalmente la cadera de la muchacha. Disfrutó viendo como su simple roce la hacía estremecerse. Mientras su boca seguía ocupada con los senos de la joven, su mano, veloz y firme en sus movimientos, se deshizo de la ropa que ocultaba la parte inferior del cuerpo de su amada. La repentina desnudez le resultó vergonzosa, sin duda, pero provocó que el vampiro se relamiera a causa de la expectación. La excitación que la muchacha sentía se traducía no solamente en la rapidez con la que se bombeaba su sangre, sino también en el aroma que todo su ser desprendía. Un olor embriagador, que lo incitaba a continuar con sus atenciones.
Y así lo hizo. La mano que hasta entonces se aferraba a la cabellera cobriza, ahora se deslizó hasta sus propios labios. Incorporándose un poco, para quedar cara a cara con la joven, y sin dejar de mirarla a los ojos, humedeció sus dedos dejando así claras sus intenciones. Quería que ella lo supiese, que anticipase lo que iba a hacer, para así no pillarla desprevenida y provocar que se asustase. Tenía que ser cuidadoso. A pesar de que no tenía intenciones de dejarla marchar nunca, no podía permitirse el lujo de perder el afecto que se había ganado. Cuando finalmente dejó que sus dedos se acercaran a las partes más íntimas de la mujer a la que amaba, volvió a fundir los labios de ambos en un beso, que se hizo más profundo a medida que su índice y corazón se hundieron, lentamente, con infinita delicadeza, en la calidez del interior de aquel cuerpo que estaba a punto de convertirse en uno con el suyo. Por unos instantes, hizo sus movimientos casi inexistentes, dejando que la joven se acostumbrase así a la invasión, pero después continuó moviendo su mano, despacio, describiendo pequeños círculos, mientras se deslizaba de dentro afuera, cada roce provocando un suspiro que él acallaba con sus besos.
- Dime qué sientes, descríbeme cada sensación. Quiero encontrar la mejor forma para hacerte perder la cordura. -La mano que hasta entonces sujetaba a la muchacha por la cadera, ahora pasó a desabrochar nerviosamente sus pantalones. La presión era demasiado incómoda a aquellas alturas. Mientras exploraba la virtud de la fémina, no pudo evitar presionar su erecta virilidad por encima de las prendas que aún lo cubrían. Quería deleitarse con aquella calidez, con el néctar de aquella flor inexplorada. ¡El deseo lo haría enloquecer!
El corazón de la fémina latía apresuradamente, lo notaba palpitar contra su propio pecho, y esa fue la pista que necesitaba para proseguir con su viaje exploratorio por el cuerpo ajeno. Estaba lista. Lo deseaba de la misma forma en que él lo hacía. Aunque de forma involuntaria, parecía que la joven buscaba, ansiaba, la unión entre ambos que estaba por producirse. Mientras la mano izquierda del vampiro se quedó enredada en los cabellos colorados, su diestra comenzó a descender lentamente, recorriendo el torso, el lateral, y finalmente la cadera de la muchacha. Disfrutó viendo como su simple roce la hacía estremecerse. Mientras su boca seguía ocupada con los senos de la joven, su mano, veloz y firme en sus movimientos, se deshizo de la ropa que ocultaba la parte inferior del cuerpo de su amada. La repentina desnudez le resultó vergonzosa, sin duda, pero provocó que el vampiro se relamiera a causa de la expectación. La excitación que la muchacha sentía se traducía no solamente en la rapidez con la que se bombeaba su sangre, sino también en el aroma que todo su ser desprendía. Un olor embriagador, que lo incitaba a continuar con sus atenciones.
Y así lo hizo. La mano que hasta entonces se aferraba a la cabellera cobriza, ahora se deslizó hasta sus propios labios. Incorporándose un poco, para quedar cara a cara con la joven, y sin dejar de mirarla a los ojos, humedeció sus dedos dejando así claras sus intenciones. Quería que ella lo supiese, que anticipase lo que iba a hacer, para así no pillarla desprevenida y provocar que se asustase. Tenía que ser cuidadoso. A pesar de que no tenía intenciones de dejarla marchar nunca, no podía permitirse el lujo de perder el afecto que se había ganado. Cuando finalmente dejó que sus dedos se acercaran a las partes más íntimas de la mujer a la que amaba, volvió a fundir los labios de ambos en un beso, que se hizo más profundo a medida que su índice y corazón se hundieron, lentamente, con infinita delicadeza, en la calidez del interior de aquel cuerpo que estaba a punto de convertirse en uno con el suyo. Por unos instantes, hizo sus movimientos casi inexistentes, dejando que la joven se acostumbrase así a la invasión, pero después continuó moviendo su mano, despacio, describiendo pequeños círculos, mientras se deslizaba de dentro afuera, cada roce provocando un suspiro que él acallaba con sus besos.
- Dime qué sientes, descríbeme cada sensación. Quiero encontrar la mejor forma para hacerte perder la cordura. -La mano que hasta entonces sujetaba a la muchacha por la cadera, ahora pasó a desabrochar nerviosamente sus pantalones. La presión era demasiado incómoda a aquellas alturas. Mientras exploraba la virtud de la fémina, no pudo evitar presionar su erecta virilidad por encima de las prendas que aún lo cubrían. Quería deleitarse con aquella calidez, con el néctar de aquella flor inexplorada. ¡El deseo lo haría enloquecer!
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Re: Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
Los ojos de Emilia se abrieron, deseosos de encontrar la mirada penetrante y misteriosa de su amado. Rasmus, se había convertido en su principio y su final. Nada mas importaba que estar a su lado, sentir sus caricias, oís sus palabras, y su risa cristalina, que le emocionaban hasta las lagrimas. Nadie podría entender el alma de aquella joven que había decidido ser una con el vampiro. Porque deseaba devolverle en parte, aunque mas no fuera, todo el amor y la pasión que ella recibía de su amado.
Cuando su mirada encontró la ajena, una sonrisa se dibujó en sus labios, y un te amo se escapo de su garganta, tras un gemido, al sentir como él acariciaba sus piernas para luego llevar su mano al centro del cuerpo de la bruja y hundir sus dedos en ella, para ir acostumbrándola al momento en que se unieran. Cada uno de los movimientos eran acompañados de besos que la embragaban, como si él fuese un vino que la embriagaría cada vez mas. Suspiró en los labios de Rasmus, y le mordió uno de sus labios, para luego susurrarle en el oído - Siento que me derrito, que necesito que me abraces, quiero sujetar mis piernas a tu cadera, y abrazarte con locura, para no dejarte ir jamás - sabía que sus palabras no debían tener sentido, pero, sus pensamientos no podían ser lógicos, puesto que el placer que la embargaba nublaba su mente.
Cuando él se colocó entre sus piernas, Emilia, le escudriño con la mirada, no era tonta, sabía en parte lo que debía pasar, deseaba sentir a su amado, unirse a él, su cuerpo totalmente excitado, deseaba por fin unirse con Rasmús. Por eso, cuando él se desabrochó el pantalón, liberando su miembro, ella movió sus piernas, abriéndose aún mas, y de esa manera ayudarle, él en su impulso, hizo que su miembro la acariciara, lo que provocó que ella gimiera, elevara su pelvis y con sus brazos se aferrara al cuello del vampiro. Sus largas piernas se cerraron al rededor de la cadera del inmortal y con voz ronca le suplicó por que la tomara.
Cuando su mirada encontró la ajena, una sonrisa se dibujó en sus labios, y un te amo se escapo de su garganta, tras un gemido, al sentir como él acariciaba sus piernas para luego llevar su mano al centro del cuerpo de la bruja y hundir sus dedos en ella, para ir acostumbrándola al momento en que se unieran. Cada uno de los movimientos eran acompañados de besos que la embragaban, como si él fuese un vino que la embriagaría cada vez mas. Suspiró en los labios de Rasmus, y le mordió uno de sus labios, para luego susurrarle en el oído - Siento que me derrito, que necesito que me abraces, quiero sujetar mis piernas a tu cadera, y abrazarte con locura, para no dejarte ir jamás - sabía que sus palabras no debían tener sentido, pero, sus pensamientos no podían ser lógicos, puesto que el placer que la embargaba nublaba su mente.
Cuando él se colocó entre sus piernas, Emilia, le escudriño con la mirada, no era tonta, sabía en parte lo que debía pasar, deseaba sentir a su amado, unirse a él, su cuerpo totalmente excitado, deseaba por fin unirse con Rasmús. Por eso, cuando él se desabrochó el pantalón, liberando su miembro, ella movió sus piernas, abriéndose aún mas, y de esa manera ayudarle, él en su impulso, hizo que su miembro la acariciara, lo que provocó que ella gimiera, elevara su pelvis y con sus brazos se aferrara al cuello del vampiro. Sus largas piernas se cerraron al rededor de la cadera del inmortal y con voz ronca le suplicó por que la tomara.
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Re: Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
A pesar de que el inicio había sido lo bastante pausado, lo bastante delicado como para permitirle a la fémina que se tranquilizara, cuando su erección quedó finalmente libre, no pudo evitar que la expresión de anhelo en el rostro de Emilia, así como sus palabras, lo excitaran hasta el extremo de hacerle impacientar. Por un lado, sabía que debía controlarse. Un acto como aquel, cuando se llevaba a cabo con humanos, podía ser mucho más arriesgado de lo que se pensaba. El cuerpo de aquella joven que se abría y se estremecía con cada uno de sus roces, no resistiría su pasión en el caso de que perdiera la cordura. Tenía demasiada fuerza, y podía llegar a ser demasiado violento. También estaba el hecho de que podía acabar perdiendo el control y acabar mordiéndola. Y eso sí que sería un desastre. ¡Ah! ¡¿Qué podía hacer?! Por un lado, la situación en sí misma invitaba a olvidarse de las inhibiciones, y por otro, el deseo que poco a poco se fue adueñando de los cuerpos de ambos lo hacía ser más consciente que nunca de las diferencias entre los dos. Ella emanaba calor, él frío. ¿Cómo sería la fusión de ambas naturalezas? Quería saberlo, necesitaba sentirlo. Y lo necesitaba YA.
Tomándola por las caderas, tiró de ella un poco hacia abajo, acercándola de sensualmente hasta su propia virilidad. La entrada a la joven, húmeda y rosada, había comenzado a convulsionarse de forma más reiterada en cuanto sustituyó el roce de sus dedos por el de su miembro. Casi parecía que su cuerpo lo estaba invitando, que esperaba el momento en el que su hundiera en ella. Casi no podía creerlo, se llevaría la virtud de un ser tan majestuoso como Emilia, y era ella misma la que lo estaba invitando a ello. Moviendo sus caderas con suavidad, dejó que el rozamiento de su pelvis con la ajena se hiciera más y más insistente, arrancando gemidos de los labios ajenos de forma incesante. El corazón de la muchacha no podía ir más deprisa, y pronto, hermosas perlas de sudor comenzaron a cubrir su pálido cuerpo.
Minutos más tarde, y cuando la joven temblorosa finalmente dijo las palabras mágicas, finalmente se introdujo en ella con una rápida y profunda embestida. Acalló el aullido de dolor con un beso que buscaba relajarla, y continuó besándola durante un tiempo, mientras ella sollozaba, sin moverse ni un ápice. Dejó que se acostumbrara a su forma, a la longitud y rigidez de su falo, antes de moverse, lentamente, sin dejar de mordisquear sus labios. Sabía que al principio sería doloroso, pero no dejaría que fuese dolor lo único que sintiera. Mientras se movía en su interior, infinitamente despacio, con una mano masajeó uno de sus senos, mientras con la otra describía pequeños círculos en su henchido clítoris, lo cual la relajó notablemente. - Tranquila, no iré más deprisa hasta que te acostumbres... -Para ser honestos, ese ritmo tan pausado le resultaba tremendamente incómodo. Cada fibra de su ser le gritaba que embistiera, una y otra vez, con todas sus fuerzas. Cada vez sentía su miembro más y más erecto, hasta el punto que era hasta doloroso. La fricción era tremenda, algo normal teniendo en cuenta la estrechez de Emilia. Pero no podía, no debía. Ahora ya era suya. Tendría todo el tiempo del mundo para ser más feroz.
Tomándola por las caderas, tiró de ella un poco hacia abajo, acercándola de sensualmente hasta su propia virilidad. La entrada a la joven, húmeda y rosada, había comenzado a convulsionarse de forma más reiterada en cuanto sustituyó el roce de sus dedos por el de su miembro. Casi parecía que su cuerpo lo estaba invitando, que esperaba el momento en el que su hundiera en ella. Casi no podía creerlo, se llevaría la virtud de un ser tan majestuoso como Emilia, y era ella misma la que lo estaba invitando a ello. Moviendo sus caderas con suavidad, dejó que el rozamiento de su pelvis con la ajena se hiciera más y más insistente, arrancando gemidos de los labios ajenos de forma incesante. El corazón de la muchacha no podía ir más deprisa, y pronto, hermosas perlas de sudor comenzaron a cubrir su pálido cuerpo.
Minutos más tarde, y cuando la joven temblorosa finalmente dijo las palabras mágicas, finalmente se introdujo en ella con una rápida y profunda embestida. Acalló el aullido de dolor con un beso que buscaba relajarla, y continuó besándola durante un tiempo, mientras ella sollozaba, sin moverse ni un ápice. Dejó que se acostumbrara a su forma, a la longitud y rigidez de su falo, antes de moverse, lentamente, sin dejar de mordisquear sus labios. Sabía que al principio sería doloroso, pero no dejaría que fuese dolor lo único que sintiera. Mientras se movía en su interior, infinitamente despacio, con una mano masajeó uno de sus senos, mientras con la otra describía pequeños círculos en su henchido clítoris, lo cual la relajó notablemente. - Tranquila, no iré más deprisa hasta que te acostumbres... -Para ser honestos, ese ritmo tan pausado le resultaba tremendamente incómodo. Cada fibra de su ser le gritaba que embistiera, una y otra vez, con todas sus fuerzas. Cada vez sentía su miembro más y más erecto, hasta el punto que era hasta doloroso. La fricción era tremenda, algo normal teniendo en cuenta la estrechez de Emilia. Pero no podía, no debía. Ahora ya era suya. Tendría todo el tiempo del mundo para ser más feroz.
Última edición por Rasmus A. Lillmåns el Vie Oct 19, 2018 7:31 pm, editado 1 vez
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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Re: Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
Su mirada se perdió en los bellos orbes del vampiro, sus manos se deslizaron del cuello a los cabellos masculinos, que libres cubrían el rostro de su amado y parte de su propio cuerpo. Le sonrió con timidez, expectante al sentir las manos que la acomodaban, acercándola al miembro masculino, para que él pudiera tomarla finalmente.
Rasmus la tomó en un rápido movimiento, que provocó dolor, pero que gracias a los besos, caricias y movimientos suaves, fueron apaciguando aquella primera sensación. Con la primera embestida, él había tomado sus labios acallando así sus gritos, que al principio fueron de dolor, pero al paso de los segundos, se fueron convirtiendo en gemidos de placer. Su cuerpo ardía, mientras la fría piel de Rasmus, le erizaba los vellos de su cuerpo. Mas a pesar de aquello, no perdía esa sensación de estarse consumiendo lentamente, gotas de sudor corrían por su piel, empapando también la piel del vampiro.
Las manos de su amante, se apoderaban de su pecho, torturando el pezón, mientras la otra acariciaba su clítoris. Emilia quería devolver esas caricias, pero no sabía como hacerlo. instintivamente, llevó sus manos de vuelta al cuello, para bajar por la espalda. Podía sentir el miembro en su interior, frío, pero rígido, moviéndose, dándole placer, mas, deseaba tenerlo entre sus manos, acariciarlo, con la misma intimidad que él había usado cuando beso y lamió su clítoris. así sus dedos encontraron la forma de llegar a su propia pelvis y de allí a los vellos que cubrían el vientre masculino, con timidez acarició la base del miembro, que se encontraba húmedo por su propio flujo. Ansiosa, buscó la mirada del inmortal, intentando deducir si aquello le daba tanto placer como el que ella estaba sintiendo. Mordiendo los labios de Rasmus, mirándole a los ojos, susurró - Te amo -.
Rasmus la tomó en un rápido movimiento, que provocó dolor, pero que gracias a los besos, caricias y movimientos suaves, fueron apaciguando aquella primera sensación. Con la primera embestida, él había tomado sus labios acallando así sus gritos, que al principio fueron de dolor, pero al paso de los segundos, se fueron convirtiendo en gemidos de placer. Su cuerpo ardía, mientras la fría piel de Rasmus, le erizaba los vellos de su cuerpo. Mas a pesar de aquello, no perdía esa sensación de estarse consumiendo lentamente, gotas de sudor corrían por su piel, empapando también la piel del vampiro.
Las manos de su amante, se apoderaban de su pecho, torturando el pezón, mientras la otra acariciaba su clítoris. Emilia quería devolver esas caricias, pero no sabía como hacerlo. instintivamente, llevó sus manos de vuelta al cuello, para bajar por la espalda. Podía sentir el miembro en su interior, frío, pero rígido, moviéndose, dándole placer, mas, deseaba tenerlo entre sus manos, acariciarlo, con la misma intimidad que él había usado cuando beso y lamió su clítoris. así sus dedos encontraron la forma de llegar a su propia pelvis y de allí a los vellos que cubrían el vientre masculino, con timidez acarició la base del miembro, que se encontraba húmedo por su propio flujo. Ansiosa, buscó la mirada del inmortal, intentando deducir si aquello le daba tanto placer como el que ella estaba sintiendo. Mordiendo los labios de Rasmus, mirándole a los ojos, susurró - Te amo -.
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Re: Ni el tiempo lograra apartarme de ti... +18 (Rasmús)
¿Dejaría de sorprenderlo alguna vez aquella mujer de cabellos rojizos que le había robado el corazón? ¿O quedaría por siempre a la merced de sus espontaneidades? Porque de ser así, no tenía muy claro si podría mantener la cordura por demasiado tiempo. No pudo evitar estremecerse de arriba abajo cuando la muchacha, aparentemente curiosa y ansiosa por explorar también su cuerpo, comenzó a acariciar la base del miembro que ahora los conectaba. Era extraño, volver a sentirse así, que la intimidad de aquel acto despertara en él sensaciones que nunca creyó posible que pudiera volver a experimentar. Un gruñido escapó de entre sus labios ante el contacto de sus dedos, suaves, delicados, y tentativos, rodeando la piel dolorosamente tirante de su virilidad. La miró a los ojos con intensidad, para luego volver a atrapar sus labios con fiereza, buscando, en cierto modo, tapar su nerviosismo con aquel acto. No sería capaz de reconocer que Emilia lo hacía sentir tan vulnerable. Tan humano. Más que nada porque no quería hacerse ilusiones al respecto: la bestia que seguía en su interior, no se marcharía jamás. Pero perderse en la ilusión de que nada más importaba, fuera de aquella habitación, de la unión de sus dos cuerpos y almas, resultaba demasiado tentador.
En un movimiento rápido, rodeó el torso de la joven con una mano, colocando la otra bajo sus nalgas, para luego alzarla levemente de modo que ambos quedaron frente a frente, él sentado, y ella sobre él, en su regazo, las embestidas convirtiéndose en deliciosamente profundas con aquel cambio de ángulo. Acarició las mejillas sonrojadas de la muchacha con reverencia, observándola con tal cariño que casi se asemejaba a como los creyentes presencian una aparición. Y en cierta forma, así es como la veía. Su piel, siempre blanca, pálida y perfecta, ahora perlada en sudor y con un rubor que la hacía de lo más apetecible. Besó sus hombros con dulzura, para luego dejar que sus colmillos se pasearan también por la tersa piel que los recurría. Ah, las ansias eran tan grandes que le costaba apagarlas, pero con cada embestida, el placer que se iba instalando en su bajo vientre, que iba hinchiendo su persona en un nivel casi espiritual, lo hacían mantener la calma. Lo que lo consumía ahora no era la sed, no albergaba deseo alguno de dañarla. Lo que lo movía era lujuria, pura y dura, en todo su esplendor. Una lujuria que ella alimentaba cada vez que gemía, oh, tan dulcemente, o le susurraba al oído aquellas palabras que por tanto tiempo había soñado con volver a escuchar.
- Yo también a ti, pequeña. Eres mi mundo, el Sol que ilumina la oscuridad que recubre mi existencia inmortal. Te amo, Emilia, no sabes cuánto... -El ritmo de sus acometidas había alcanzado una fiereza considerable, pero ya no notaba en ella signo alguno que no fuese el de placer y gozo, lo cual lo llevó a seguir, buscando el tan ansiado alivio que le supondría derramar por fin, y por vez primera, su semilla en su inexplorado interior. Su propia respiración, innecesaria pero siempre presente, se hizo más y más pesada, feroces gruñidos se deslizaban por su garganta sin permiso. Se sentía como un animal, pero no en el sentido terrible de la palabra, sino más bien lo contrario. - Vamos, pequeña, déjate llevar conmigo... -Cambiando el ángulo una vez más, así como la profundidad de sus embestidas, tomó uno de sus pezones entre los labios, y comenzó a succionar incitándola, buscando acercarla también al clímax, una vez sintió el suyo acercarse peligrosamente.
En un movimiento rápido, rodeó el torso de la joven con una mano, colocando la otra bajo sus nalgas, para luego alzarla levemente de modo que ambos quedaron frente a frente, él sentado, y ella sobre él, en su regazo, las embestidas convirtiéndose en deliciosamente profundas con aquel cambio de ángulo. Acarició las mejillas sonrojadas de la muchacha con reverencia, observándola con tal cariño que casi se asemejaba a como los creyentes presencian una aparición. Y en cierta forma, así es como la veía. Su piel, siempre blanca, pálida y perfecta, ahora perlada en sudor y con un rubor que la hacía de lo más apetecible. Besó sus hombros con dulzura, para luego dejar que sus colmillos se pasearan también por la tersa piel que los recurría. Ah, las ansias eran tan grandes que le costaba apagarlas, pero con cada embestida, el placer que se iba instalando en su bajo vientre, que iba hinchiendo su persona en un nivel casi espiritual, lo hacían mantener la calma. Lo que lo consumía ahora no era la sed, no albergaba deseo alguno de dañarla. Lo que lo movía era lujuria, pura y dura, en todo su esplendor. Una lujuria que ella alimentaba cada vez que gemía, oh, tan dulcemente, o le susurraba al oído aquellas palabras que por tanto tiempo había soñado con volver a escuchar.
- Yo también a ti, pequeña. Eres mi mundo, el Sol que ilumina la oscuridad que recubre mi existencia inmortal. Te amo, Emilia, no sabes cuánto... -El ritmo de sus acometidas había alcanzado una fiereza considerable, pero ya no notaba en ella signo alguno que no fuese el de placer y gozo, lo cual lo llevó a seguir, buscando el tan ansiado alivio que le supondría derramar por fin, y por vez primera, su semilla en su inexplorado interior. Su propia respiración, innecesaria pero siempre presente, se hizo más y más pesada, feroces gruñidos se deslizaban por su garganta sin permiso. Se sentía como un animal, pero no en el sentido terrible de la palabra, sino más bien lo contrario. - Vamos, pequeña, déjate llevar conmigo... -Cambiando el ángulo una vez más, así como la profundidad de sus embestidas, tomó uno de sus pezones entre los labios, y comenzó a succionar incitándola, buscando acercarla también al clímax, una vez sintió el suyo acercarse peligrosamente.
Rasmus A. Lillmåns- Vampiro Clase Alta
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