Seguro que no es real {Esteban Valenzuela}

por **Kiara Zając** Miér Mar 23, 2016 10:55 pm

Los hermosos rayos del sol calientan a todos los seres humanos y no humanos, el cuerpo cubierto por la fina tela de una blanca sábana comienza a despertarse con los primeros rayos que se introducen de aquella ventana con vidrios de colores, tan radiante, tan diferente…la tela cae y un cuerpo casi perfecto se muestra a los ojos incultos, se estira su delgada y fina escultura femenina, esos cabellos largos oscuros y esa mirada inocente y perdida que bajo un vestido casual se guarda, las cuerdas se tiran de aquellas manos con uñas perfectas, uno a uno el cordel va mostrando más las curvas del pecado hasta dejarlo tan ceñido al figura que planea seducir.

Una cinta roja ata las delgadas hebras de la melena oscura en lo alto un lazo atado siendo movido por las pequeñas brisas del verano, una brisa calurosa que deja que cada gota de sudor baje por el centro de aquella espalda, aun con el vestido negro de luto de una no viuda, para ocultar la sofocación del sol.

Esos pequeños pies dan sus primeros pasos por las empedradas calles parisinas, en sus ojos una melancolía pero en sus rosáceos labios una sonrisa que se muestra impúdica a todos los caballeros que la saludan, sin prisas llega al jardín botánico un lugar que borra todo rastro de pecado en su rostro para tomar uno más serio, esa voz no se hace escuchar solo sus manos que al entrar van acariciando los pétalos de las flores, las rosas, los tulipanes hasta llegar a los bellos girasoles pero antes de siquiera darles un beso a las imponentes flores una doncella con una misiva para la joven frágil e inocente, pero eso solo en apariencia una manipulable apariencia

El sol en lo alto y uno de los cuidadores del jardín había faltado por enfermedad permitiendo que aquella dulce ave de cantos armoniosos de gorrión se encargara de los rosales y, aun cuando otros se quejaban de que la encargada se prestará para esos trabajos de sus delegados, con la sonrisa y sin palabra alguna los dejaba callados porque no saben el amor que le da cuidar las plantas, sentir su calidez y odio en sus raíces, el odio de depender de otros para ser las más hermosas.

Poco a poco las personas se van retirando del lugar y el ave solitaria emprende su viaje en cantos de melodías que entona desde su diafragma, son solo acordes sin letra alguna que expresa la emoción de encierro, dolor y pasión, sus finos dedos con aquellas uñas bien arregladas las va deslizando por cada pétalo , sus labios en tono naranja esbozan una sonrisa cálida dando paso al grácil tono aterciopelado de su voz —Y así van naciendo los pequeños milagros de condenas, sin saber que en sus colores la sangre llega— un poema de versos tétricos, o una melodía de rimas oscuras que muestran la luz de su alma, su verdadero ser que se oculta tras el frágil y cándida apariencia de muñeca de porcelana

por **Esteban Valenzuela** Jue Mar 24, 2016 10:21 pm

Jardín botánico || 10:00 || Caluroso

La luz se va colando por los grandes ventanales de la mansión del Duque Valenzuela, le despiertan los primeros rayos del sol, no sabe por qué se ha quedado dormido, si casi siempre se despierta antes de que el astro rey se encuentre en todo su esplendor. Se despereza mientras mueve sus piernas para despojarse de las pesadas sábanas, justo ahora le molestan, pero no hay prisa por levantarse, sólo evita volver a caer en los brazos de Morfeo, para que le entregue la tierra prometida, pues necesita comenzar el día, aunque ¿Para qué? No lo sabe, si tuviera algo realmente importante ya hubieran ido por él, le habrían despertado sin dudarlo. Terminó por desperezarse y se levantó para ir a tomar un baño, después de eso, su ropa ya estaba lista, así como una mesilla donde se encontraba fruta fresca picada, un poco de queso, pan, jugo y una copa de vino, a pesar de ser tan temprano Esteban siempre bebía un poco, antes de salir o hacer sus labores diarias.

Se deja la camisa abierta de los últimos botones, mientras se termina de arreglar, ha quedado bien para cualquier situación, menos algo estrictamente protocolario o militar. Al bajar las escaleras no encuentra a nadie, parece que le han dejado solo, así que se va, no avisa absolutamente nada, no hay motivos, lo que tenga que hacer hoy se pospondrá, seguramente, y no habrá problema, todo mundo le disculpa con tal de que les deje de entrar en el negocio, así que simplemente sigue su paso hacia donde sea.

No sabe donde está, tampoco es que le importe demasiado, camina sin rumbo, escuchando a lo lejos, aunque no demasiado, una voz que capta su atención, es como de esas voces que se escuchan y te quedas prendado, en el caso de Esteban resultaba que era demasiado curioso, no temía que fuera a sucederle algo, ya estaba "curado de espanto". Observó a la fémina de figura delicada, tan delicada como encantadora, por otro lado a pesar de tener un rostro angelical, su cuerpo era una invitación a pecar, era como una mezcla extraña, una combinación que se le hacía por demás interesante, sobre todo con aquella sonrisa que se dibujaba en sus labios. -Debo decir que tiene una voz encantadora, señorita.- Menciona con parsimonia, mientras se acerca, para lograr hacerse visible a los ojos ajenos.

por **Kiara Zając** Vie Mar 25, 2016 8:05 pm

Un pequeño canto abandona en sonidos que mueren en la garganta como los finos dedos que mecen los pétalos de aquellas flores junto a la tierra donde se esconden sus uñas esos ojos se pierden en el color cálido con el aroma que arrojan en agradecimiento por aquellos cuidado personales envolviendo a la pequeña ave que se deja atrapar sin deseos de escapar, la fragancia floral provoca la sonrisa más cálida que posee, una de aquellas que podría seducir a las propias plantas y flores del lugar y quizás por ello el perfume se vuelve más fuerte.

Pero sus melodías se ven irrumpidos con las palabras de un hombre que logran un ligero respingo del cuerpo y alma del ave que busca los ojos de aquel que ha ingresado a sus dominios a interrumpirle y avergonzarla con el tono rojo en sus mejillas, más al verle solo le sonríe junto a la onomatopeya de guardar silencio en aquel lugar, que es como su templo de fragancias —Muchas gracias mi señor, aunque mejores voces tienen los cantantes de las óperas y teatros, más mis oyentes solo agradecen la voz que solo ellas pueden oír con las notas en versos más bellos y dulces— . La suave sonrisa queda impregnada en sus labios, así como su figura que regresa a atender a las rosas de aquel jardín.

Con el germinar de su labor, limpia aquellas manos angelicales para tomar su vestido ceñido en una reverencia delicada y perfecta, cuanta perfección en aquella ave peregrina, su sonrisa es una ápice en calidez y dulzura —¿Puedo hacer algo por usted, mi señor?— musita leve cual susurro al viento, caminando por el jardín directo a donde los rosales crecen bellos y coloridos, la glorieta y la fuente que las adorna en aquella parte, junto a una fuente que rodea las flores, unas banquetas adornadas con arcos de rosas y enredaderas, hierbas y flores —Si necesita algo, lo que sea, no dude en llamarme, mi señor, con placer lo atenderé— cierra aquellos ojos claros dejándose caer en la invitación de los perfumes de las rosas y lirios que percibe delicadamente entre aquellos botones, sus dedos recorren los pétalos con la suavidad de la tierna amante y la lentitud de quien adora hacerlo.

La suave mirada de aquellos ojos cristalinos se encuentra por momentos con los ojos oscuros del hombre, una mirada que luego se esquiva o se oculta tras las largas pestañas que se redirigen aquel mirar a las flores que sonríen cuando tienen cercan a aquella avecilla.

por **Esteban Valenzuela** Vie Mar 25, 2016 9:50 pm

Jardín botánico || 10:00 || Caluroso

-Pues estoy seguro de que la belleza de su voz opacaría a cualquiera, señorita, espero que no se sienta ofendida por mi atrevimiento, pero no creo que usted tenga que envidiar nada de aquellos, si se lo propusiera podría estar en cualquiera de esos lugares, dejando que todos admiráramos la belleza de su voz y por supuesto de esos ojos.- La galantería a veces es algo que Esteban no puede evitar, sobre todo con aquellos juegos de la mujer, que parece que con sólo parpadear ya se encuentra coqueteando, lo lleva en la sangre, el Duque siempre ha pensado que las mujeres si saben utilizar cada una de sus cualidades pueden ser una arma bastante grande, creando un caos de los que los hombres serían presas sin dudarlo, sobre todo si la prisión era aquél cuerpo que invitaba a perderse entre el ceñido vestido que acentuaba cada una de sus curvas, haciendo que el varón no pudiera quitar la mirada de la mujer.

-¿Hacer algo por mí? En realidad sólo he venido aquí por alguna causalidad del destino, no es que tuviera planeado estar rodeado por tanta belleza junta, y menos ser el receptor de tan finas atenciones.- Le muestra apenas una sonrisa mientras los dedos del Duque siguen los de la fémina sobre aquella rosa que recibía sus atenciones, aunque parecían ser simples roces, esta parecía que le agradecía a ella que fuera quien le cuidara.

-Le haré saber cuando pueda hacer algo por mí, señorita, por el momento me encuentro perfectamente bien.- Menciona afable, aunque quitar la mirada de la mujer le cuesta un poco de trabajo, se obliga a hacerlo, no quiere incomodarla, no debe ser ella quien reciba el descargue del Duque, pues al no saber que hacer aquél día, había decidido caminar, sin rumbo fijo, pero ella no debería ser quien recibiera el aburrimiento de este, no era quien, no tenía nada porque hacerlo, ni siquiera es que tuviera que lidiar con un idiota aburrido que debía guardar las formas cada que algo saliera mal.

por **Kiara Zając** Lun Abr 04, 2016 12:53 am

La dulce sonrisa que desprende junto al aroma de perfume que las rosas expiden, son el paso de la dama que con el silencio y dirección de las pequeñas brisas el ave se acerca al caballero, su cabeza se ladea y un gesto muy educado y sutil en reverencia genera en ella el tono carmesí en sus mejillas, suave casi imperceptible como el rocío de la mañana que despierta al engalanado jardín. Su mirada asciende y desciende en tiempos contados, en una clara invitación a que se pierda por los pliegues de los rosales en varios tonos y fragancias

Pequeña ave que susurra las más melodiosas palabras en su tono más leve, cual secreto, —Como muestra de agradecimiento por sus palabras, mi señor, permítame mostrarle la belleza de este lugar, seguro que hará que su mañana sea aún mejor, es todo lo que su humilde servidora podrá hacer por usted, por el momento— . La sonrisa que acompaña a la mirada sincera que se clava en la mirada del caballero frente a ella.

Sutileza y elegancia que se desborda con la mano que se extiende con la invitación dejada con sus palabras, tal como la brisa que hace danzar los capullos florecientes y las hojas que rodean aquel bello jardín; que más parece arrancado de un sueño onírico e irreal —No se preocupe, mi señor, estoy aquí para servir a los visitantes, aunque si le soy sincera mi señor, no suelo dar este tipo de atenciones, los girasoles se resienten luego conmigo así que me asfixio en otras tareas, tal como se deleitó momentos atrás, con suaves notas en melodías que acompaña a otras notas no tan agradables— pequeña sonrisa traviesa que deja escapar con sus pasos se que se mueven grácilmente por aquel sendero lleno de verde vida y colores llamativos, los rosales y jardineras, los árboles con su bellezas estivales, tal como la mirada de aquella pequeña ave.

por **Esteban Valenzuela** Dom Abr 17, 2016 12:47 pm

Jardín botánico || 10:00 || Caluroso

Escucha a la mujer mientras se deleita con las vistas de aquél jardín que parece cuidado con las mejores manos que podrían llegar a existir en París, tal vez sea así, pero no lo dirá, al menos no de momento, muestra una sonrisa de lado, para terminar por asentir, no es que vaya a dejar pasar una invitación como la que la mujer le está haciendo en ese momento. No es muy afecto a las flores, ni nada de aquello, pero puede que se relaje, en casa cuando las cosas le agobian termina por ir al viñedo y empezar a recolectar él mismo las uvas, nadie puede creerlo, pero es lo que más le calma en esos instantes mientras que la cabeza le da mil vueltas.

-Yo no tengo ningún problema en tener a una guía tan hermosa como usted, yo creo que las flores deben de tenerle envidia.- La voz del Duque sale con sinceridad, mientras que extendía su brazo para que la mujer le tomara. -¿Cuáles son sus flores favoritas, señorita?- Le cuestiona mientras comienzan con aquél andar, no sabe ni qué hará, ni a donde van, simplemente da pasos esperando que ella sea quien dirija aquél paseo, que parece por lo menos invitarlo a relajarse.

-Pues canta precioso, debo decir que eso fue lo que más llamó mi atención, ni siquiera la belleza del lugar se comparan a sus melodías.- Seguían aquellos halagos hacia la mujer de mirada clara y cabellos oscuros, Esteban no prestaba atención a su alrededor, al menos no de momento o de forma consciente. -¿Siempre hace lo mismo?- No es que pretendiera estar parado ahí todos los días a todas horas, pero un poco de plática no le venía más a nadie.

por **Kiara Zając** Miér Mayo 04, 2016 8:10 pm

Las preguntas que caballero formulaba con la seguridad y ambigüedad resultaba en el ave solo una sonrisa que la oculta con el dorso de su zurda dejando que la diestra se envuelva elegantemente alrededor del brazo complaciente dejando que su cabeza repose un poco sobre los músculos sobre el cual aquella melena negra comenzaba a descansar y moverse con total habitualidad contra él descansando pero dejando que su alma de avecilla cantonara vuele lentamente envolviéndose en la fuerza y colonia varonil, soñando con los vuelos en los cielos matutinos a los cuales tiene prohibido alzar el vuelo.

La dulce sonrisa que se muestra junto a las pequeñas caricias que sutilmente realiza con aquellos largos dedos bien cuidados que se dejan ver con la mirada cándida, —No siempre canto, mi señor, algunas ocasiones solo dejo salir unas palabras de pasión para que mis amantes fugaces se sientan mejor y puedan mostrarme sus mejores rostros y perfumes— . Sonríe abiertamente soltando el brazo ajeno caminando frente a él entrando a uno de los laberintos con árboles y rosales.

Suave melodía que deja escapar mientras camina lentamente agitando el perfume florar —Mis flores son los soles que crecen en la tierra, aquellos girasoles que siempre están alegres y con matices de libertad aunque también se marchitan lentamente cuando lo fugaz se hace eterno— ladea la cabeza mirando con esa sonrisa etérea —Y dígame, mi señor, ¿cuál son sus flores favoritas señor? Dígame que flor va floreciendo en su corazón, mi señor— sus dedos acarician la pared de entrada de aquel laberinto invitándolo con su mano.

por **Esteban Valenzuela** Sáb Jun 04, 2016 10:14 pm

Jardín botánico || 10:00 || Caluroso

Ella parecía tener la primavera en el interior mientras caminaba tan abiertamente en aquél lugar, Esteban no era nadie para intentar limitar que pensara que estar entre aquellas flores era lo mejor que le podía pasar, tal vez tenía razón, tal vez vivir de ese modo era lo mejor, sin atormentarse con la realidad que salía a la luz fuera de aquél lugar que parecía perfumado con la esencia femenina, todo giraba alrededor de la mujer de cabellos negros y ojos azules, pero quizá sólo era que el Duque quería huir y se perdía en la locura de los demás para no afrontar la propia.

-¿Mi flor? Me temo, señorita, que hasta el momento ninguna flor me ha conquistado, no pongo demasiada atención a ese tipo de cosas, debo decir que ha sido su voz la que me ha mantenido en este lugar, así que si la decepciona mi respuesta, expreso mis más sentidas disculpas, pues a diferencia de usted las flores no me atraen, si tuviera que escoger algo, lo haría de forma descuidada, así que usted, siendo la experta en el tema, ¿Cree que a alguien como yo le quede alguna flor?- Pregunta con cierta duda, mientras que sigue los pasos de la mujer, observando cada uno de sus detalles, como es que se dibuja con aquellas ropas, dejando que el viento meza sus cabello, no se preocupa por nada, sólo porque aquél lugar siga lleno de vida y de colores, tal vez sea de los oficios más sinceros, negó con la cabeza, tal vez a veces la edad ya le pesa.

-Parece que usted es el sol de este lugar, pues las flores se giran sólo para verla y no sólo las flores.- Muestra una leve sonrisa, caminando siempre cerca de la mujer, mirando a su alrededor, mientras se perdían en aquél laberinto colorido y perfumado.

por **Kiara Zając** Sáb Jun 04, 2016 11:58 pm

Suave sonrisa que se perfila en aquellos rosáceos labios con una seguridad que refleja en sus dedos al tomar la falda de su vestido con delicadeza para una reverencia mostrar, una con completo agradecimiento por las palabras recibidas. Su mirada se alza al cielo con una de sus delicadas manos sosteniendo sus cabellos para evitar que vuelen más de lo debido, lento y casi imperceptible sus dedos toman el listón que anudaba aquellas hebras oscuras soltando uno a uno en una pequeña marea que solo provoca una risilla en la joven.

Camina de regreso al caballero frente a ella dejando que sus dedos pasen por el cabello masculino —Siempre hay una flor para nosotros solo no nos damos cuenta de ello porque la buscamos con los ojos pero no con el corazón, debe cerrar los ojos y pensar en algo que le atraiga o lleve recuerdos que solo lo harían feliz. No se encierre y evite tener el contacto con las flores o aves, son buenas para ayudar en los problemas— aleja aquella mano intrusa sonriéndole —A usted le quedarían perfecto las hortensias, las aprecian de una forma pero son erróneas, porque son más bellas de lo que se piensa—

El pequeño canto de una ave se queda junto aquel laberinto verde donde la mirada de la joven se posa sin borrar la sonrisa de su rostro —Quuizás sea porque mis manos siempre están sobre ellas, atendiéndolas, cuidándolas y sabiendo lo que necesitan sin que me lo digan. O quizás es porque mis manos están en la tierra de los árboles quienes me llenan de energía para mis bellas rosas— mira sobre su hombro dando unos pasos adentrándose al laberinto en el jardín —¿Quiere probarlo? Si gana al salir de este jardín le diré un secreto mi señor, pero solo si gana— suelta una pequeña risilla perdiéndose lentamente.

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