Seguro en renta — Privado {Seth}

Había sido la noche más tensa de todas presto a la cacería de una manada pequeña de lobos, estaba conformada por tres adultos y dos jóvenes “no son gran reto” había pensado la mujer que trenzaba su cabello tras su escondite sobre aquel tejado en las afueras de la ciudad, parecía ser un trabajo sencillo y rentable lo suficiente para conseguirse un lugar “decente” para pasar la noche. Aquel cigarro entre sus labios le servía de distracción y relajación mientras alistaba cada una de sus armas con los seguros libres, de todas ellas, solo le faltaba la llegada de la noche.

Aquella cacería la mantuvo ocupada y en apuros tanto y dilemas, incluso con el apoyo de la oscuridad no le fue suficiente para sortearse el salir ilesa, por ello su cuerpo era quien evidenciaba los traumas de la noche, las heridas y hematomas así como sus ropas que no eran las más adecuadas para una mujer. Buscando algún lugar para pasar al menos el día, con la paga miserable que recibió y los problemas que por ello se cargó al final, iba de hostal de mala muerte en hostal pero ni uno quería alquilarle una habitación, quizás era el hecho de que sea mujer y ande vestida como hombre. El cigarro se perdió entre sus dedos, el sudor y sangre corriendo por entre su frente, propia y ajena.


El cigarro se enciende así como el aroma del licor que se mezcla con la sangre se hace más fuerte, la taberna es el único lugar que la acoge pero no es lo suficiente para al menos quitarse todo lo de la noche pasada, necesitaba un lugar para esconderse por un tiempo hasta que se recupere y volver luego con fuerza a las andadas nocturnas de la cacería hasta juntar lo suficiente para comprar sus mayores debilidades, armas y su mayor secreto —Necesito un lugar donde quitarme todo esto de encima— el tabernero extiende un trago a la mujer al igual que un pedazo de papel arrugado y casi a punto de romperse; era una dirección.

Era aún muy temprano en la mañana y los parroquianos parisinos no la veían con buenos ojos, pero aun así siguió su instinto en acudir a esa dirección y probar suerte, si era una trama al menos podría contar con dos cargas de balas, y tres cuchillos lo que daría una buena pelea y se le toca usar los puños, esperaba que no porque iba cansada y solo quería un baño y cama. Al llegar a aquel barrió suelta un silbido por la estructura de las casas, el numero era más que evidente que se trataba de una broma, pero no haría mal al menos intentarlo.

Sacó un nuevo cigarro soltando el humo mientras tocaba la puerta, por el momento si era cierto que ahí daban hospedajes a gente como ella entonces no serviría mentir y mostrarse como una doncella —Espero que la maldita renta sea lo suficientemente accesible hasta que consiga más pasta— suelta una risilla junto a al humo del cigarro.

La sangre era notoria sobre sus ropas con por dentro de estas, aun con su mal estado el rostro de la cazadora no mostró ni un ápice de dolor con convalecencia, al contrario, ella tenía signos de aun poder seguir con la pelea aunque su realidad fuer otra. Debilidad era algo que se le estaba permitido mostrar a un cazador y menos a aquella mujer, por ello en su rostros e mostró una sonrisa al oír al anfitrión de aquel lugar dar un grito a quien se supondría tendría que ser el sirviente de aquella casona.

Se mantuvo por fuera aunque se recargó en el umbral de la puerta arrojando el cigarro sobre su hombre que cayó en la calzada. Sonrió con displicencia ante la petición, pero aun así cerró sus ojos cuando el ceño se frunció, porque algo no estaba bien su nuca picaba incesantemente golpeando su sentido de seguridad, pero por el momento lo mandó al diablo. Ingresó al lugar pidiendo permiso; se podía oler a un hogar y eso le daba nauseas realmente pero más que nada fue el grito que la molestó. Miró hacia el joven que venía para informar su trabajo pero antes de poder siquiera decir algo la cazadora lo miró y le sonrió molesta —No necesitas traer el agua aun, pero mantenla caliente, porque primero tendré que hablar algo con este señor— señaló a quien le había abierto la puerta con toda la mala educación que le caracterizaba.

Le hombre les quedó mirando a los dos sin decir nada y antes que volviera a dar un grito posó sus manos en las caderas mirándole a los ojos a aquel hombre —Si tienen habitaciones en renta, quiero saber el coste, para saber si cuento o contaré con la pasta suficiente, así que antes de que pidas agua o algo deberías saber si tengo el dinero o de lo contrario podría abusar de tu hospitalidad y al final terminarías con una bala en la cabeza— sin tacto y sin educación previa, deja aquellas palabras mientras carga el peso de su cuerpo en su pierna izquierda, las heridas le estaban doliendo pero el licor evitaba que sintiera ello en su completa realidad.

Pegó un silbido cuando sus ojos se tornaron por aquella sala dándole la espalda que tenía llena de sangre suya y ajena —Además si quieres atender mis heridas deberías darme primero una habitación y para ello debes saber si soy de fiar o no, puede que sea una asesina y ahora venga a por tu cabeza niñato, eso es lo primero, por dios que les enseñan a los niños ahora — suelta un suspiro cansado, pero era terca y testaruda una cazadora que no daría su brazo a torcer y menos mostrase débil frente a alguien que despertaba su sentido de alerta. .

No había remedio y ella lo sabía perfectamente, incluso cuando sus ojos estban fulminando a los dos hombres con toda la rabia que podía sentir por tratar de obligarla a hacer lo que ellos querían, como detestaba esas situaciones, pero debía admitir, aunque no le gustaba que el tipo tenía algo de razón. En silencio quedó la habitación por unos momentos mientras observaba todo el lugar, una medida tan necesaria entre cazadores.

Se mantuvo de pie aun con el dolor en su espalda que ya comenzaba a latir así como las otras que tenía, se cruzó de brazos desafiando más en aquel silencio con la mirada al moreno pero no tuvo opción, chasqueó la lengua quitándose la blusa para dejarle las heridas expuestas en su espalda, hombro, clavícula y parte del pecho—Entonces hazlo rápido porque las balas están inquietas y no aseguro nada, incluso aunque tus armas sean rápidas, nunca sabes lo que puedes encontrar una vez que se inicie la contienda, aun cuando estés forrado en cuchillas no sabes qué puntos vitales podría tocar o que nervio esencial cortar en tu cuerpo para desarmarte y dejarte inservible para la pelea y para otras cosas más— sonrió de buena gana porque lo que más le gustaba era ese tipo de bromas, con tintes oscuros y con el sarcasmo, agarrando la botella de tajo para dar un gran trago de este. Le recorrió con los ojos alzando las cejas en un claro desafío de palabras que solo evocan un “intentémoslo” .

Tomó asiento frente al hombre limpiándose con el dorso los labios quitándose el resto del licor —Si no lo haces bien y me queda alguna otra marca más de las que tengo usaré tu cuerpo como un pequeño saco de práctica y tu estarás en silencio, y claro que mis niñas lastiman mucho— soltó una carcajada recogiéndose el cabello; realmente era una mujer que no tenía vergüenza en lo absoluto de cómo se presentaba o terminaba, incluso para ella era de lo más natural sin sonrojarse por mostrar su cuerpo en aquellas condiciones, lo único que si la enojaba era que alguien tocara una sola cicatriz, y para evitar mostrarla la camisa la dejó sobre su vientre bajo —Pues lamentablemente su príncipe no está y yo necesito ahora mismo tomar un baño y un poco de sueño recuperador, si no me atiendes tu quizás mañana en la mañana me haya ido y sin pagarles ¿no te crearía eso problemas?— enarca una ceja con algo de malicia en sus palabras pero más que nada como una broma, un tanto cierta —Y aunque me encantaría causar problemas de esa magnitud, no quiero tener a otro idiota tras mi trasero para cobrarse una deuda, no me gustan las deudas por eso prefiero todo tan claro— alza la botella tomando otros tres tragos largos y sin descanso.

Sonora carcajada dejó escapar la mujer al oír aquellas palabras como consecuencia de un acto suyo, uno que no tenía para nada que ver con lo que él hombre mencionaba y era por ello que se reía al punto de faltarle el aire, no era parte de ella dicha opción de pudor, al contrario no encontraba problema en mostrarse y ver, tan natural le era quizás por quien la entrenó y la hizo indiferente a esos sentidos “moralistas”. Su mano paseo por su vientre, la razón de ocultar aquello era otra una que solo representaba su ira por aquellos seres a los que daba caza insaciable.

Con fuerza sujeto aquella tela contra su vientre cerrando los ojos, su espalda apenas reaccionaba a las puntadas que hacía el “entendido” en la materia, incluso en algunas ocasiones soltó un suspiro por no tener algo que beber para matar la espera —¿Qué es esa cosa del pudor? ¿Viene con armas y municiones gratis? Si es así te o compro de una— giró la cabeza mirando sobre su hombro el hacer de aquel con una ceja enarcada —Si lo hiciéramos en el sofá te pediría estar arriba ya que por obvias razones no puedo estar contra el mullido cojín, pero mejor contra la mesa así puedo arquearme lo suficiente para cuando alcance el clímax— ríe con aquella palabras tan típicas en sus bromas de doble sentido y de mal gusto para algunos. Realmente se estaba sintiendo algo cómoda, algo que no superaba la totalidad.

Giró la cabeza cuando terminó la tarea, a duras penas había sentido el dolor quizás por estar acostumbrada a ello, se puso de pie mirándole de frente mostrando su cuerpo como si nada pasara —Tienes razón, no estoy acostumbra a la ayuda y amabilidad, quizás porque en la profesión que se lleva no existe ello, además no creo en la bondad de los hombres pues siempre pedirán algo a cambio, lo sé mejor que nadie— sonrío pues un pequeño recuerdo de su estadía con su entrenador le vino a la mente, las veces en las que solía castigarla o premiarla por cada acción o petición que hacía hasta el punto de haberle engendrado aquella obsesión mal sana por la moda.

Negó con la cabeza colocándose la camisa sin cerrar, debía aceptar que el hombre tenía razón, los tragos no le hacían bien y aun así se dejaba llevar por ellos, además del hambre y el sueño que se cargaba era obvio que no encontraría nada en ningún otro lugar —Ey, que no soy una maldita princesa para que me lleves en brazos, aun puedo caminar amigo así que no te pases de vivo o te corto a ti las piernas para que sientas lo que es ser cargado— reía con naturalidad y diversión como nunca antes lo había hecho —Aceptaré la cama, luego huiré solo para que tengas problemas nada más, para luego ver tu linda cara arrugada y enojada por haber hecho un desastre en la habitación y luego molestarte por ello— guiña un ojo cómplice mientras camina tras de él siguiéndole, sus ojos iban por todo el lugar observándolo con detenimiento, algo tan innato de ella como cazadora y como mujer.

Una risa es poco para lo que dejó escapar en aquel momento después del comentario “sincero” de quien se lucía como un noble caballero; su piel tomó el color de rojo por la falta de oxígeno ante tal demostración de diversión, incluso una tos comenzó a formarse en su garganta, elevó sus manos a pedir el descanso a su agitado cuerpo que con cada contracción de su vientre la molestia de las heridas se hacía presente en aquel rosto. Soltó un gemido al calmar el ataque de risa, dio un golpe en la espalda del muchacho al rodar los ojos y dar un paso a su habitación, momentánea.

Un silbido soltó, no espero a estar sola para quitarse el resto de la ropa, al menos el pantalón solo quedó en aquella prenda que quedaba como un short en su cuerpo —Muy bonita, realmente esperaba que fuera un antro sucio ya que era atendido por hombres pero se ve que es más que decente— giró, vio al hombre con una ceja enarcada y su mirada lo recorrió de pies a cabeza de nuevo, soltó una sonrisa al verle acomodarse el pantalón; negó con la cabeza por el comentario anterior —Entre una mesa, un sofá, una pared, una cama, yo prefiero…— dirigió una leve mirada a la tan perfecta y arreglado lecho que había en la habitación a la que se dirigió

Tomó asiento sobre esta, arqueo un poco su espalda para sentir esos dolores en su cuerpo que hacía que no perdiera la consciencia por el licor ingerido, sus ojos se clavaron en los del moreno y nuevamente la sonrisa apareció, esa del comienzo de un juego —Prefiero un armario, por muchas opciones y una es precisamente el que se abran las heridas y pueda dejar otras más profundas en quien me acompañe en ese lugar, lástima que solo te va la mesa para algo tan aburrido, cuando quieras una verdadera diversión, búscame ya sabes que puerta tocar— soltó una carcajada —Por cierto, ya que te presentas tan servicial ¿Dónde puedo tomar un baño?, necesito sacarme el olor a sudor de la agitada noche antes de envolverme en estas sábanas, quizás hasta te pida ayuda a que laves mi espalda para no dañar tu perfecto trabajo— rodó los ojos y agitó su cabello hacia atrás dejándolo caer con naturalidad al mostrar su cuerpo sin vergüenza alguna.