Superado el primer encuentro [Privado Seth] [+18]

El reencuentro entre Seth y sus hermanos había sucedido sin más complicaciones que las ya acaecidas, al menos de momento. Entre risas y divertidas anécdotas contadas por unos y otros  las estrellas cubrieron  el rojizo cielo dando paso a una agradable e iluminada noche donde la dama blanca se hallaba casi en su plenitud. Conforme las botellas vacías de whisky y ron se fueron acumulando a un lado de la barra, el ambiente fue tornándose más distendido, al tiempo que yo intentaba mantenerme en silencio, sentada a un lado del sofá con la copa intacta todavía en mi mano, pasando lo más desapercibida posible. Solo el roce de los dedos de Seth entrelazados con los míos me hacía sentirme viva y segura, dedicándole tímidas sonrisas y algún que otro beso en el cuello cuando los demás estaban tan enfrascados en sus historias como para percatarse del amor que le profesaba.

Confirmándole de esta forma que estaba bien, que sabía que esto solo era un trance por el que deberíamos pasar y que no cambiaría por nada del mundo mi férrea idea de casarme con él. Lo amaba incondicionalmente, lo quería de tal forma que nada ni nadie sería capaz de hacerme pensar lo contrario. Ni siquiera el hecho de tener que ser confinada a las mazmorras. Y por ende sabía que él pensaba lo mismo; que su reacción por defenderme arrastraba todas las posibles dudas sobre sus preferencias si no conseguíamos convencer a su principe. Aquel lobo me amaba de la misma forma que yo lo amaba a él, dispuestos ambos a enfrentarnos  al mundo entero si era necesario con el fin de que aceptasen nuestro amor.

Mi amor no se separó en ningún momento de mi lado, tratando de alternar las conversaciones con los demás cazadores sin dejarme desatendida; dedicándome esas caricias que tanto necesitaba en un momento como aquel, y demostrándome con cada gesto el amor que me profesaba. Ese tan puro capaz de mover montañas con tan solo una dulce sonrisa.

Bien entrada la noche, Agarwaen repartió las habitaciones para los distintos cazadores, apuntando que al día siguiente podríamos ir a recoger nuestras pertenencias al hostal para instalarnos allí. Confundida con sus palabras, pues parecía que yo estaba incluida en sus planes, subí junto a Seth por la escalera hasta el piso superior, donde las alcobas se repartían a ambos lados del pasillo, ¿es que ya no iba a dormir en las mazmorras? Su príncipe nos seguía con la mirada, imagino que esperando que mi lobo no se estuviese equivocado conmigo. Le había dado la oportunidad de elegir donde encerrarme, y mi amor no había dudado en llevarme hasta su habitación. Con este gesto dejaba nuestros sentimientos bastantes claros, y  tras algunas palabras deseando buenas noches,  no tardamos en meternos en una de ellas.
Cuando escuché a Seth cerrar la puerta tras de mí, no pude evitar girarme con rapidez y lanzarme a sus brazos, hundiendo mi nariz en su cuello y rozando esa marca que lo hacía mío; esa que no sabía si se convertiría en su maldición después de haber presenciado lo sucedido.

-Lo siento, mi amor.- sollocé besando la calidez de su marca.- Siento que tengas que pasar todo esto por mí. Pero te quiero; te prometo que si no estuviese segura de lo mucho que te amo, no permitiría que pasases por este infierno al que yo te he empujado. Siento que estoy siendo demasiado egoísta por pedirte esto.

Busqué sus labios, esos que necesitaba volver a sentir sobre los míos. Lo necesitaba a él, porque solo con sus caricias, con sus palabras, era capaz de infundirme el valor que necesitaba para seguir haciendo frente a todas las batallas que nos quedaban por librar. Me deshice sin dificultad de las cuerdas que todavía cubrían mis muñecas, pero que en ningún momento me había apretado, y levanté su camisola por aquel lugar que se teñía de carmesí. Una pequeña herida provocada por la punta de la daga de Agarwaen se hallaba cerrada, dejando solo un rastro de sangre seca alrededor de esta. Gracias a dios solo había sido una advertencia, una señal de su príncipe que le indicaba quien llevaría las de perder si se enfrentaba a él.

-Si me traes los útiles necesarios, te lavaré y curaré la herida.- apunté buscando su mirada e intentando disimular la preocupación que me abatía por estar empujándolo al precipicio del mismísimo infierno.

Acaricié su cintura con suavidad, sonriéndole con dulzura para buscar de nuevo su boca; esa a la que amaba más que la luna que me dominaba. Seth era mucho más de lo que jamás había soñado, capaz de infundirme fuerza solo con un beso, con una sonrisa. Solo por él merecía la pena luchar, y aunque aquella noche parecía una veleta entre mis dudas y mis convicciones, si de algo estaba segura es de que sería incapaz de vivir sin él a mi lado.

El alcohol corrió durante toda la noche, al ritmo que nuestras preocupaciones y el buen ambiente fue aumentando.
En la nada había quedado el desencuentro con mi príncipe, incluso Nim y yo pudimos procesarnos frente a ellos algunas caricias y besos medio ocultas por nuestra posición, mas que sabia no habían pasado desapercibidas para el resto.
Entendía a Agarwaen, entendía que estuviera molesto, que no confiara en esos seres que desde que teníamos uso de razón habíamos destruido porque eran bestias.
Mas si a mi me habían dado una oportunidad ¿por que no a ella? Quizás no la habían educado desde niña para reprimir a la bestia, mas decía que me amaba, que por mi lo haría, y yo la creía,¿por que ellos no podían creer en mi?

Agarwaen repartió las habitaciones, y así fuimos tomando cada uno la nuestra, todos, sobre todo los hombres íbamos algo perjudicados por el alcohol, vi a Leonidas y a Menyara adentrarse entre besos y caricias en la misma.
Sentí envidia pues ellos podían permitirse lo que yo no, sus únicas fronteras eran las que ellos mismos se interponían, yo por ende tenia que luchar contra todo y todos y aun así estaba mas que dispuesto a hacerlo por desposarme con esa mujer que en dos días se había convertido en mi vida.

Una vez la puerta se cerró vi a Nim hundirse frente a mis ojos, sus manos lazaban mi ropa con desesperacio nen busca de la herida ya cerrada que me había echo mi príncipe, sus ojos se anegaban en lagrimas y la impotencia lo graba volverme loco.
-Te quiero, se paciente, puede que te parezcan mala gente, mas no he conocido nunca a nadie con tantos principios como ellos.

Hundí mi cabeza en su cuello, había bebido bastante y la habitación me daba vueltas, besé el moratón del mordisco que aun perduraba en ella.
Esa marca que nos convertía sin serlo en marido y mujer.
-Te deseo -susurré contra su piel antes de alzar el rostro para encontrar con voracidad sus labios.
Mis manos acunaron sus rostro, aun lleno de lagrimas, me esmeré en secarlas con mis dedos sin poder apartar mis vidriosos ojos de los ajenos.
-saldrá bien, solo ten paciencia, demostremosles que pueden confiar en nosotros, en ti, en lo nuestro.

Sus manos rodearon mi cintura orillándome a su cuerpo, devolviéndome con su calor toda ese valor que había perdido tras el primer desencuentro con su príncipe. No había sido consciente de cuanto había necesitado sus caricias hasta ahora, que sin pedírselas me las regalaba con dulzura. Aspiré con necesidad su olor, ese olor que me envolvía y que llenaba mi alma de esperanzas y de tranquilidad; ese que se había convertido en mi sino. Era mágico como un simple abrazo suyo podía acallar todos mis miedos, como sus palabras y su cercanía me eran suficientes para hacerme sentir capaz de ganar cualquier batalla.

- No me parecen mala gente, sino más bien todo lo contrario. Entiendo que su reacción ha sido producto del cariño que te profesan, y lo único que desean es protegerte. No me conocen, es normal que desconfíen de mí, y que quieran cuidar de que no te haga daño.- apunté buscando con mi mirada los ojos de mi amor, esos con los que iluminaba mi camino, por los que estaría dispuesta a aguantar todos los males del mundo. Acaricié su mejilla con la palma de mi mano, recorriendo cada facción del rostro del hombre del que estaba profundamente enamorada.

Sus labios recorrieron la marca que todavía portaba en mi cuello, esa que junto a la que él llevaba, unían nuestros destinos en un solo; unas marcas que habían enlazado nuestras vidas mucho antes de que de nuestros labios surgiesen esas palabras de compromiso. Tomó mi boca con necesidad, de una forma en la que no habíamos podido demostrar en presencia de los demás cuanto nos deseábamos, demostrándome mientras nuestras lenguas se acariciaban el amor que me profesaba.

-Seth, tu príncipe ya confía en ti; por eso te ha dejado subirme a la habitación contigo en lugar de obligarte a dejarme confinada en las mazmorras. Aunque me sienta un tanto abatida por todo lo sucedido, sé que ese gesto ha sido un importante paso, y que ahora solo tenemos que demostrarle lo mucho que nos queremos. Es cuestión de hacerle ver que nuestro amor no es pasajero, sino que de verdad somos dos almas gemelas que se han encontrado y que desean permanecer juntas.- susurré junto a sus labios, esbozando un dulce sonrisa tras haber dejado las lágrimas atrás. Iba recuperando poco a poco mi visión positiva de todo; esa que desde que había conocido a Seth se había hecho patente, y que por miedo a perder lo que más amaba, de vez en cuando desaparecía.

Incliné levemente la cabeza para rozar mi mejilla con sus manos que todavía sobre mi rostro habían sido capaces de, con sus tibias caricias, secar todas mis lágrimas. Nuestras cómplices miradas se buscaron de nuevo, y aunque era tarde y los dos estábamos cansados, parecía que ninguno quisiese perder ni un segundo de la compañía del otro; como si estuviésemos pidiendo a los dioses que detuviesen el tiempo, y poder alargar ese momento para poder disfrutar a solas de nuestro amor.

-Deberíamos acostarnos a descansar. Ha sido un día complicado y lleno de emociones intensas.- apunté con dulzura rodeando con mi dedo índice la herida infligida por Agarwaen, sabiendo que al despertar posiblemente hubiese sanado en su mayor parte.- Además, anoche no es que durmiésemos mucho, y la falta de sueño se hace notable en los hombres.

Sonreí con picardía al conmemorar esa noche pasada que había sucedido entre besos y caricias; una noche en la que me había entregado en varias ocasiones a mi amor, y en la que Seth me había hecho suya un sin fin de veces. Sin duda, una magnífica noche digna de ser repetida en algún momento.

Nim volvía ha hacer gala de su buen humor, al menos del optimismo que me namoró de ella. De esas afiladas palabras que hoy se trasformaban en ánimos infundados hacia nuestra relación. Esa en la que creía firmemente y que estaba empecinada en demostrar que podía con todo.

Yo sabia que habían cosas de mi isla que se le escapaban, quizás porque yo había vivido allí, siendo medio cazador, medio lobo. Sin llegar a ser nunca aceptado.
Me acomodé en le lecho mientras aquella mujer de piel caramelo se apoderaba de mi pecho.
Podía sentir sus caricias suaves recorriendo la herida mientras me animaba a descansar de una noche que había tenido grandes encuentros, peligrosos enfrentamientos y de la que por suerte todos habíamos salido ilesos.

Mis labios buscaron los suyos con tenacidad, los dos habíamos bebido y la verdad la modorra se iba apoderando de mi cuerpo, quizás porque el día había sido demasiado movido.
La búsqueda hasta dar con Agarwaen muy intensa y la fiesta de bienvenida demasiado extraña para nosotros, que de cierto modo permanecimos a un lado la mayor parte de esta.

Entendía a mis amigos, entendía a Nim, mas ahora mismo, no quería pensar ni en unos, ni en la otra, solo en mi.
Acaricié su cintura despacio, dejándome llevar por la suavidad de su piel.
-Y si antes de dormirnos -bromeé tirando de ella entre risas hasta subirla sobre mi -te deseo, te deseo muchísimo.

Estaba agotado, borracho y sediento de ella, así que no veía nada de malo por esta vez, dejarme hacer..simplemente sentirla, su calor, sus labios y sus jadeos golpeando mi boca una y otra vez.
Hundí mis ojos ámbar en los suyos esperando que la pasión diera paso al incendio que sentía cuando sus labios me buscaron colisionando fervientes contra los míos...

Las cálidas manos de Seth acariciaban mi cintura con suavidad, recorriendo cada centímetro de ésta cuya piel se erizaba con el roce de su tacto, mientras nuestros pasos se dirigían inconscientemente hacia el lecho, ese que nos invitaba a tumbarnos y dar rienda suelta a la pasión contenida durante tantas horas. Nuestras lenguas colisionaban como el mar embravecido contras las rocas, ese que movido por la corriente retrocedía para retornar el mismo camino. Un camino hacia sus labios, unos labios sedientos de más, anhelantes del calor del otro, necesitados de ese amor que la noche anterior nos habíamos profesado sin condiciones, y que en esos momentos quedaba relegado a la intimidad de nuestra habitación.

Mi amor se recostó en la cama tras deshacerse de la camisola sacándola por su cabeza, quedándose solo con los pantalones puestos y dejando al descubierto ese pecho que tanto deseaba y con el que me deleitaba al acariciar. Sus preciosos ojos fueron tornándose ámbar con cada uno de los besos que nuestros labios saboreaban, con cada una de las caricias que mis manos le regalaban y que conseguían encender su piel casi tanto como su entrepierna. Con un suave gesto me colocó a horcajadas sobre él, susurrándome unas palabras que estaban más que demostradas con su mirada, y con una petición implícita en ellas. Un deseo que cumpliría con creces, y que debido al efecto desinhibido del alcohol que empezaba a hacer mella en mí, se me ocurrían mil y una formas de sorprender a aquel lobo que me había robado el corazón.

Con una pícara sonrisa, y con un afán juguetón mientras me mordía el labio, fui desatando lentamente los lazos de mi corsé que pronto quedaron sueltos ante la atenta mirada de Seth, que parecía seguir cada uno de mis movimientos como quien espera impaciente poder disfrutar de su regalo de navidad. Me deshice del corsé, sacando antes uno de los lazos de este, y cruzando mi mirada con la suya, que permanecía expectante a mis sensuales gestos cuya objetivo era conservar viva esa llama que nos mantenía ardientes de deseo, me acerqué de nuevo hasta su boca, entremezclando nuestros ajetreados alientos que predecían como terminaría la noche en aquella alcoba donde de nuevo volvíamos a ser solamente Seth y Nim; donde volvíamos a estar solos como la noche anterior en el hostal.

Busqué sus labios con los míos, encendiendo todavía más nuestros cuerpos, empujándolo con suavidad hacia atrás al tiempo que nuestras lenguas danzaban de nuevo en su particular baile, para dejarlo totalmente tendido sobre ese lecho que sería testigo de nuestra pasión. Me separé con suavidad de sus labios, bajando por su mandíbula, dejando a mi paso un camino de besos y pequeños mordiscos que descendieron por su cuello. Notaba su respiración entrecortarse cuando mis pechos desnudos rozaron su pecho, sintiendo como mis pezones se endurecían por el calor que emanaba, y cuando más tarde acariciaron su abdomen al yo continuar con ese ardiente camino trazado hacia la parte inferior de su anatomía, un sonido ronco similar a un gruñido salió de su garganta.
Gateé sobre su cuerpo hacia atrás, descendiendo el roce de mis labios sobre su cuerpo hasta llegar a la cintura, a esa parte que separa el ombligo del pubis, todavía tapado por su pantalón. Me apoyé con cuidado sobre sus piernas, dejando mis pechos sobre sus muslos al tiempo que mis labios mordisqueaban el borde de su pantalón.

-¿Me dejarías jugar contigo si te vendase los ojos?- pregunté en un susurro enseñándole la cinta de mi corsé que todavía portaba en la mano, mientras mi mirada cargada de ardiente deseo se clavaba en la suya. Mordí con suavidad y por encima del pantalón su entrepierna, esa que estaba más que preparada para mí, pero para quien yo tenía otros planes.- Te prometo que no te arrepentirás, y que cuando haya terminado contigo dormirás como un bebé.

Nuestras cómplices miradas se mantuvieron embelesadas con la ajena, confesándose que no solo era el deseo lo que nos unía sino algo mucho más puro y espiritual. Algo que no todo el mundo conseguía hallar en toda su vida, y que nosotros habíamos encontrado en el otro en apenas dos días. Me sentía dichosa a su lado, era feliz con Seth, y nada ni nadie podría estropear lo que sentía por ese lobo testarudo; ese lobo por quien estaría dispuesta a luchar hasta el fin de mis días de la forma que fuese.

Alli tumbado, con mi preciosa prometida encima, dispuesto a disfrutar de todos y cada uno de los placeres que esa diosa griega me ofrecía, cerré los ojos dejando que su aliento me embriagara, mas incluso de l oque el alcohol ya lo había hecho.
Entonces, sus caderas tomaron un delicado rumbo, ese que me indicaba que no solo cabalgaría sobre mi, si no que tenia ganas de jugar, ganas de mucho mas de lo que yo había soñado para esa noche.

La cinta de su corseé resbalo en sus manso mientras este caía dejando a la vista aquellos turgentes senos, que me hicieron gruñir antes de elevar el torso para tomarlos.
Devoré su piel entre jadeos, mas que dispuesto a tomar partido en esta guerra de egos, en la que la excitación de ambos quedaba patente a cada gesto.

Su mano se posos en mi pecho tumbandome de nuevo, mientras con picardia me preguntaba si estaba dispuesto a jugar a un juego, uno que me llevaría la placer mas absoluto, y la verdad, estaba dispuesto a bajar al mismo Tártaro, si con eso la poseía esa noche, en la que mi excitación aumentaba al ritmo de sus caderas.
Jadeé contemplando sus labios mientras mi respiración entrecortada hacia el resto.
-juguemos.

La afirmación de Seth en la que aceptaba que jugásemos juntos a aquello que mi endiablada mente tuviese pensado para nosotros, dibujó en mí una tímida sonrisa al saber que el placer de mi amado estaría aquella noche en mis manos. Gateé de nuevo sobre su cuerpo, acercándome a sus labios y tomándolos entre los míos como si la vida me fuese en ello, saboreando la dulzura de su aliento y de su lengua que de nuevo se enredaba con la mía. Sus manos tomaron mi cintura con suavidad, abrasándome con esas caricias que ascendían hasta mis pechos donde mis endurecidos pezones las esperaban con deseo; momento en el que me separé de mi lobo, y con sonrisa ladina me levanté de la cama con un ligero salto.

-Necesito ir a buscar una cosa abajo para nuestro juego, pero te prometo que no tardaré.- expliqué divertida ante la expresión confundida de Seth, que no parecía muy conforme con que tapase mi cuerpo con su camisola que estaba tendida en el suelo.

Jamás había hecho lo que tenía en mente, pues Seth era el único hombre que había tocado mi piel, el único que había besado mis labios, al único que había dejado hacerme suya no solo en el plano físico sino también en el espiritual. Solo él había conseguido llegarme hasta un lugar tan profundo del corazón, como para estar dispuesta a entregarle mi alma.
Aunque no por ello, no había escuchado a mi hermana o a otras hembras de la manada contar sus actos más perversos con otros lobos; historias con las que yo había hecho muecas, historias que me parecían asquerosas y que ahora imaginándomelas con Seth me parecían lo más excitante que podría sucederme. Todo con él tomaba un cariz distinto, lo más simple se convertía en mágico, lo más sencillo en excitante, y una suave caricia en la chispa que despertaba mis instintos más primarios.

-Intenta no dormirte.- bromeé cuando poniéndome de nuevo a horcajadas sobre él le cubrí los ojos con la cinta de raso de mi corsé que todavía guardaba en la mano, para tras un suave beso separarme de él y caminar rauda hacia la puerta.- Espero que tengas paciencia, es la primera vez que hago esto.

Y como alma que lleva el diablo, bajé las escaleras de puntillas, con ese sigilo que me caracterizaba, hasta llegar a la cocina donde encontré lo que necesitaría para llevar a cabo un plan que esperaba que no me llevase al ridículo más espantoso. ¿Desde cuándo a mí me preocupaba tanto lo que pensasen los demás? Desde que es Seth a quien quieres satisfacer, me contesté a mí misma. Cierto, no quería defraudarle de ningún modo, y fastidiarla en aquello me preocupaba.

Cogí un cuenco de metal, e introduje varios trocitos de hielo de la cubitera que había enfriado el champagne de la fiesta y que todavía permanecían intactos. Subí los escalones de tres en tres, deseando llegar de nuevo junto a ese lobo que me había robado mi raciocinio, aunque sobre todo, ese que había robado mi corazón.

Observé a Seth tumbado sobre la cama, con los ojos vendados y atento al sonido de la puerta que se produjo cuando la cerré despacio. Se había recostado sobre el cabezal del lecho y quitado las botas en mi ausencia, hecho que me facilitaría una de las partes del juego que había ideado para nosotros. Tratando de no emitir ningún sonido y con una pícara sonrisa en mis labios, me acerqué hasta la cama dejando caer en el suelo las prendas de las que poco a poco me iba deshaciendo.

Coloqué el cuenco con los trocitos de hielo sobre el colchón, soltándome la falda y quedándome totalmente desnuda ante la mirada cubierta de un lobo cuyo cuerpo parecía tensarse por la excitación del momento. Con suavidad me subí a la cama, gateando por un lado hasta llegar a sus labios, que tomé con dulzura antes de separarme de nuevo. Ni una palabra salió de nuestros labios; necesitaba que se concentrase solo en sus sentidos y que se dejase llevar por las sensaciones. Esas sensaciones que lo confundían cuando de pronto dejaba de sentirme y se concentraba en adivinar que estaba haciendo.

No podía evitar que cada uno de sus gestos me derritiese por dentro, amaba a Seth en cada una de sus formas, adoraba a aquel hombre que ahora estaba a mi merced.
Cogí uno de los cubitos y me lo introduje en la boca. Necesitaba que supiese de que iba a tratar el juego antes de pasar el cubito por su piel desnuda, así que si más dilación atrapé de nuevo su boca con la mía, cruzando el precipicio de sus labios con mi lengua, ahora fría por el hielo que mantenía en la boca, y cuyo contraste con su cálida lengua le hizo dar un ligero respingo. Mis manos acariciaron su pecho con suavidad, marcándole sin saberlo cada uno de esos lugares que pensaba recorrer con el cubito; descendiendo con delicadeza hasta esa parte de su anatomía que haría mía aquella noche de todas las formas posibles.
Mientras nuestro beso seguía alargándose en el tiempo y sus manos querían hacerse dueñas de mi cuerpo, desabroché el botón de su pantalón, dejándome parte del trabajo hecho.

-Todavía no puedes tocarme.- susurré junto a sus labios, divertida por el mohín que hizo ante esta orden que sin duda le pareció cruel. Tras sacarme el cubito de la boca y dejándolo caer al suelo, mordí juguetona su labio inferior, dispuesta a continuar con la siguiente fase del juego. – Paciencia amor, después podrás hacer lo que quieras conmigo.

Tomé otro de los cubitos del recipiente, acercándolo a sus labios y humedeciéndolos con este; estimulando así la zona que yo después tomaría con mi boca. Deslicé con suavidad el cubito por su mandíbula, lamiendo después con mi cálida lengua el recorrido trazado por esté, consiguiendo que su piel se erizase por el contraste de temperatura que poco a poco iban descendiendo desde su cuello hasta tu pecho. Camino recorrido primero por un suave roce del cubito de hielo que luego era satisfecho por mi boca. Un sinuoso sendero que recorrió todo su pecho, bajando hasta su vientre donde me deleité en caricias al tiempo que iba deshaciéndome de aquel pantalón que pronto liberó a su endurecido miembro que sin duda había estado deseando mi llegada. Sus jadeos acompañaron todo el recorrido, incrementándose la gravedad de estos cuando el aliento de mi boca acarició su miembro.

Suspiré nerviosa por lo que iba a hacer, esperando compensarle su larga espera mientras yo experimentaba con él cual conejillo de indias. Cogí su pene con mi mano libre, moviendo su piel con cuidado arriba y abajo varias veces hasta asegurarme de que su glande quedaba completamente humedecido. Fue entonces cuando sin más dilación me lo introduje en la boca, succionando y relamiendo esa parte de su cuerpo que había dejado para el final por ser la más anhelada. Un gemido ronco salió de su garganta y su cuerpo se arqueó cuando sintió como mi lengua jugueteaba con la punta de su miembro, y miré de reojo su expresión por si estaba haciendo algo mal, más pronto salí de dudas al observar orgullosa la cara de placer de aquel lobo que se había convertido en mi futuro. Me separé despacio, continuando con el masaje que mis manos le ofrecían, metiéndome de nuevo el cubito en la boca y usando ahora la otra mano para acariciar no solo su pene, sino la fina línea que unía su ombligo con su pubis y que a mí me parecía tan estimulante.

Mis caricias se fueron tornando más intensas al tiempo que el cubito se iba deshaciendo en mi boca y refrescando mi lengua, momento que creí idóneo para meterme de nuevo su polla en la boca y hacerle gemir de placer por esa combinación de texturas y de temperatura. Devoré su pene sin dilación, hambrienta de su sabor, de mi deseo, de él. Empapándome yo misma cuando escuchaba sus gemidos salir roncos de su garganta y su respiración entrecortarse al ritmo que mi boca le satisfacía con aquella felación, preludio del sexo más salvaje que vendría a continuación.

Acaricié mi clítoris asegurándome que estaría lista para él, cercionándome del estado de mi sexo para ser penetrada a continuación, y cuando sentí como entre jadeos su cuerpo se arqueaba de nuevo, saqué su pene de mi boca y sentándome a horcajadas sobre él, lo introduje con cuidado en mi cálida vagina que sin duda lo acogió entre sus paredes contrayéndose por el frío.

Comencé a cabalgar sobre él mientras me penetraba, mientras ahora era yo quien jadeaba y gemía por el placer que sentirlo tan dentro me proporcionaba. Busqué sus labios al tiempo que le quitaba esa venda de los ojos y hacía suya mi boca, entrelazando no solo nuestras lenguas, sino el sabor de su sexo, ese sabor que me enloquecía y me llevaba hasta la mismísima locura. Un sabor por el que había perdido la vergüenza y que me había hecho entregarme de esa forma que jamás hubiese imaginado. Tomé sus manos y las acerqué hasta mi cintura, con una sonrisa traviesa en mis labios.

-Si quieres ya puedes tocarme.- gemí frente a sus labios, mientras Seth comenzó a tomar el ritmo de sus embestidas.-Te amo, Seth.

Bastante embotado por el alcohol, me deje hacer completamente excitado, esa mujer sabia como arrastrarme al infierno para hacerme tocar el cielo.
El juego con el hielo resulto no solo prometedor cuando escapaba de sus labios si no brutal cuando fue ejecutado.

Así el juego termino, entre bruscos jadeos y cómplices miradas cayendo sobre el ardiente lecho.
Su cabeza busco mi pecho, ambos agotados, sonreímos dispuestos a dejar pasar la poca noche que quedaba en completo silencio.
Tenia demasiado sueño, mis ojos se me entrecerraban contra su pelo.
-Lo siento -susurre -estoy agotado.

Los primeros haces de luz entraron por el postigo de la cámara, una mueca de desagrado invadió mi rostro al sentirlos sobre mis ojos.
La resaca era horrible, recordaba partes de la noche, mas no todas. Nim se removió sobre mi pecho, algo que me hizo sonreír.
Me escabullí del lecho para ponerme en pie y recuperar mi ropa, la noche había sido “interesante” ahora faltaba evaluar las consecuencias a plena luz del día.

Tenia hambre, así que entorne mas la ventana, y me dispuse a bajar al comedor, donde esperaba no solo que me esperara un buen café, si no alguno de estos para contarme las historias de la noche.
Bajé escalaras abajo rascándome la nuca, mientras bostezaba con los ojos aun entrecerrados.
No había ni un alma despierta, solo un desastre en la cocina y en la casa en general, Lev se iba a alegrar.
Me preparé un café, tome asiento y lo moví con delicadeza sin parar de bostezar.

Fin