Ricordi, ricordi. [Ofelia K. Von Drago]

Los días se habían vuelto más eternos que las noches, los rayos de sol parecían negarse a ocultarse aquellos días, volviendo más larga mi tortura.
¿Qué podía hacer un vampiro como yo encerrado durante tantas horas en el frío sótano de un sanatorio? ¿Qué podía hacer cuando dormir era mi mayor temor? Ni siquiera pintar podía acallar ya aquel tormento que me acompañaba desde haber visto a Flavio morir en mis brazos. Y más tarde, cómo había muerto.
Dormir significaría dar rienda suelta a mi mente para recordarme las visiones, e igual pasaba con la pintura. ¿Qué podía hacer ya? Nada, quedarme en silencio, oyendo las goteras de aquel frío sótano, escuchando la voz de mi mente torturándome dolorosamente.
Ni siquiera sentía ganas de alimentarme, lo hacía lo justo y necesario para no acabar realmente mal. ¿Acaso no estás mal ya?, cierto, ¿no lo estaba ya?
Las noches eran mi única salvación, las noches y su silencio. Ese silencio que tanto necesitaba escuchar. Qué paradoja, ¿acaso el silencio podía escucharse? ¿Y disfrutarse?

Aquella noche decidí intentarlo de nuevo, intentar que el pasado no me venciera la batalla una vez más. Pero me sonaba tan imposible, me daba tanto el miedo el tener que enfrentarme al mundo sabiendo que mi mundo ya estaba roto. Me había vuelto un maldito cobarde, un bastardo incapaz de enfrentarse a su propio dolor.

¿Qué esperabas de alguien como tú? ¿Una valentía acérrima y que jamás te abandonase? ¿Quién va a querer estar como un bastardo como tú? Con un monstruo.

-Cállate....- murmuré caminando por las calles sin rumbo alguno. -Nunca podrás entender qué se siente...
Me callé antes de continuar la frase. "Entender qué se siente cuando falta alguien a quien amas" ¿Realmente me importaba tanto Flavio? ¿No estaría perdiendo definitivamente la cordura?

Un movimiento entre las sombras. Un suspiro amargo, dolido. La sutileza de la dama, era tal que parecía invisible en la obscura noche. Solo la luz de la luna iluminaba su pálido rostro, haciéndola parecer más fantasmagórica de lo que en realidad ya era. Sus cabellos rojos caían como pequeños bucles y se mecían con la brisa nocturna. Hacía tiempo que no cazaba. Y esa noche, había sentido la necesidad de hacerlo. ¿Necesidad? Más bien deseo. Esa irrefrenable ansia de sangre que brotaba en ella cuando no podía enjaular más el monstruo que llevaba dentro. Supuso que la noche no ayudaba mucho en su desesperado intento por parecer normal. La noche, arraigaba en ella los más profundos y espantosos sentimientos. Y por casualidad, una triste casualidad, la noche, era lo que mas disfrutaba. Llámenlo también ironía. Llámenlo como quieran, pero que mas daba si la disfrutaba o no, cuando el aroma a muerte la perseguía con cada paso que daba. Ese aroma dulzón que tanto conocía. Ese aroma que ahora, estaba impregnado en todo su ser.

Sus pasos eran lentos, parsimoniosos. ¿Qué podía apurarla a ella? La eterna jovencita. No había nada que alterase su semblante. No existía persona que pudiese provocar en ella el más lejano ápice de amor. Aun así, buscaba sentirlo. Buscaba acariciar el filo de la daga del amor. Lo quería, y al vez lo repudiaba. Amar significaba tarde o temprano, salir herida, sentirse desdichada, y eso era lo último que quería.
Despejó de su cabeza esos pensamientos inoportunos. Sus ojos, recorrían la desolada calle que transitaba, hasta que la calma se vio interrumpida por unos pesados pasos. Un hombre se aproximaba, y a juzgar por lo que sus instintos le decían, se trataba de alguien como ella. Un condenado. Un maldito. Un vampiro.
Cuando estuvieron cerca, Ofelia paró su caminar y dejó caer sus manos frente a ella, entrelazándolas en una intrincada pero delicada formación. Sabía quien era, pero ningún pensamiento cruzó su cabeza. Solo se quedó de pie, observando, hasta que decidió que era momento de hablar.

-Lo veo y no lo creo..¿Acaso el mundo de las sombras es tan diminuto como para encontrarme justamente con vos? Ha pasado tiempo, verdad Eric? – Su voz, sonaba tan melodiosa, angelical, que era tenebroso asociarla con los sentimientos que emanaba. La voz podría ser hermosa, pero las palabras cordiales, eran solo un hábil disfraz de los verdaderos pensamientos de la vampiresa. Sus dichos, debían escucharse, leerse entre líneas. Nunca decían lo que en realidad, estaba diciendo.

Sentía mis pasos arrastrándose por aquellas frías y silenciosas calles. ¿Qué iba a hacer aquella noche? ¿Perderme una vez más en mis recuerdos? ¿Buscar alguna forma de olvidar mis penas?
Ni siquiera pintando podía dejar de sentir aquel dolor. Todo era Flavio.
Suspiré perdiendo la mirada en los callejones cuando sentí una presencia. La presencia de un vampiro.
Alcé la mirada para toparme con la figura de una mujer. Su sola mirada hizo que apartase la mirada con molestia, bufé. Era lo último que me faltaba.
Eché la mirada al cielo en un gesto estúpido intentando recriminar a Dios sus ganas de fastidiarme. Volví entonces la mirada a aquella vampiresa que ya conocía de una noche donde ambos nos habíamos fijado en una misma presa. Resoplé poniendo los ojos en blanco y la vista se me clavó en su cabello.
Rojo, rojo fuego, sí, como el de ella.
Apreté los dientes al percatarme de aquel maldito detalle, recordando por un instante mi desdichada transformación y a la bastarda que me había condenado a aquella vida sin recuerdos. Una mano se posó en mi frente ante un leve mareo que la visión me produjo.

–Lo veo y no lo creo..¿Acaso el mundo de las sombras es tan diminuto como para encontrarme justamente con vos? Ha pasado tiempo, ¿verdad Eric?.- susurró su voz logrando una molestia mayor en mi mente.
Clavé mis ojos en los suyos de forma casi desafiante y maldije muy bajo en italiano.
-No esperes un cálido abrazo por mi parte.-

Una media sonrisa curvó sus delicados labios. Pero no era una sonrisa de complicidad, ni de sorpresa. Era una sonrisa de desafío. De que algo mayor se aproximaría. Algo más que un simple encuentro de dos antiguos rivales. Negó con la cabeza al escucharlo hablar en italiano. ¿Desde cuando la barrera del idioma había sido un problema para Ofelia? Nunca. Ella, experta en el arte de las culturas, las lenguas y escritos, sabía demasiados idiomas como para no entenderle a la perfección. Y es que su delicado sentido de la audición, también la ayudaba, ya que le permitía captar hasta la caída de un pequeño alfiler. Pero aun así, hizo caso omiso a las palabras del inmortal, y clavó sus ojos en los de el, correspondiéndole la mirada.

La sonrisa se borró de su rostro, y con lentitud, se acercó unos pasos más. La luz de la luna le permitió verlo más en detalle, y por supuesto, no había cambiado en nada. Quizás si, había una nueva expresión en su rostro. Algo que antes no había notado, o no había tenido el lujo de fijarse. Se podía leer en su semblante, un deje de ¿Tristeza? Si, eso parecía. Sorprendida por el descubrimiento, Ofelia lo observó con más detenimiento. Había pensado, que después de años y años de experiencia, uno aprendía a esconder los sentimientos que menos apreciábamos. Uno aprendía a disfrazar la tristeza con desdén. La rabia con la cordialidad, y las expresiones con una frialdad insuperable. Pero al parecer, no todos podían hacerlo, porque claramente, la vampiresa había notado lo que pasaba por la mente de Eric.

-Algo te aflige Eric..Espero no sea por mi presencia.. – Mintió, descaradamente. Saboreando las migajas de la mentira. Por su mente, pasaron los recuerdos de aquella noche de pelea. Una presa, un objetivo, y la sangre de por medio que transforma a cualquier condenado. Que muestra el lado oculto de las personas. – ¿Aun sigues con la ira de aquella noche? Por lo menos tenemos eso en común..- Musitó. Esperando o que se marchara, o que respondiese, cualquiera de las dos opciones le venía bien.

Lo último de lo que tenía ganas aquella noche era de soportar a alguien cuya presencia no era agradable para mí, y estaba claro que la de aquella vampiresa no entraba en la categoría de "agradable". Su maldita sonrisa me irritó en demasía, haciendo que suspirase al ver que no iba a librarme facilmente de ella. Lancé una fugaz al cielo maldiciendo a lo que quisiera que hubiera allí, Dios, Zeus, lo que fuera.
Un par de pasos la acercaron más a mí, y observó con detenimiento mi rostro, como si acabara de descubrir algo, ¿qué demonios pasaba? ¿Por qué me miraba así? ¿Tenía algo en la cara?
Fruncí el ceño molesto ante la intensidad de su mirada, ¿qué estaba buscando en mí? ¿esperaba algo de mí? Aparté la mirada con molestia, ni tenía las ganas ni las fuerzas de soportar todo aquello.
-Algo te aflige Eric... Espero no sea por mi presencia...– alcé una ceja ante su estúpida ironía, ¿pretendía ser graciosa? Ja-ja. – ¿Aun sigues con la ira de aquella noche? Por lo menos tenemos eso en común..- musitó aguardando mi respuesta.
Guardé las manos en mis bolsillos ignorando parcialmente sus palabras y caminé hacia ella hasta colocarme a su lado.
-Hoy puedes matar a quién quieras, no tengo ganas de aguantarte. Antes mordería a un pobre perrito que volver a aguantar tus insoportables gritos de niña malcriada.- susurré a su oído con una fría sonrisa, dando otro paso para quedar de espaldas a ella.
Necesitaba dejar de ver aquel maldito cabello rojo, aquel rojo fuego que tanto me recordaba a mi maldita creadora. Cerré los ojos un instante, recordando sus gritos y sus colmillos clavándose en mi cuello. Tuve la necesidad de acariciar la cicatriz de mi cuello que sus colmillos habían dejado, y suspiré al ver cuán débil podían volverme todas mis visiones.
-Largo.- murmuré con frialdad lanzando una mirada hacia ella, chocando de nuevo contra su pelo y a la vez, contra mis propios recuerdos.

Escuchó sus palabras. Eran frías, pero que le importaba a ella. Sintió su voz demasiado cerca para su gusto. Fue un susurro, pero que de delicado no tenia nada. Ni el mínimo ápice. A ella le complacía todo esto, le gustaba que los demás cayeran en las intrincadas redes de su telaraña. No lo admitía, pero le gustaba jugar. Sentir que poseía el poder de la situación. Era extraño. Le gustaba sentirse poderosa, pero siempre sabia mantenerse alejada del resto, como viviendo en su propio mundo. Una gruesa burbuja que pocas veces se rompía. Era como una muralla alta, esta la dividía de todo. Quedándose sola. Siempre, siempre en soledad. Por eso aprovechaba los momentos que tenía con los demás. Debía sacar algo de las conversaciones con el resto del mundo, aunque sea un poco de diversión. Algo que amenizase sus interminables ratos de lucubraciones.

-¿No dejarás que me divierta un poco siquiera? – Sus ojos azules, clavados en los de el, como pequeñas y penetrantes dagas. Su voz que se acercaba peligrosamente al oído de Eric y una proximidad atemorizante. ¿Qué podía salir de este encuentro? ¿Una lucha quizás? Ofelia lo dudaba. No creía que este inmortal fuese lo suficientemente orgulloso como para dar una lucha digna de las que ella quería. Suspiró, dejando que el aire escapase, fundiéndose en la nada misma. De pronto todo quedó sumido en un silencio extraño. Ambos rivales se analizaban como depredadores cazando a sus desdichadas presas. Ambos letales, mortíferos. Un movimiento, una mordida y cualquier humano podía despedirse de su delicada vida. Pero ellos no eran simples mundanos, por lo que un solo movimiento no serviría en nada para terminar con la inmortalidad. –Cobarde – Musitó en un remarcado francés, alejándose un poco. Sintiéndose ¿Decepcionada? Quizás, pero una mejor palabra era aburrida. Vamos..Debía buscar la manera de entretenerse. Una eternidad no era algo que pasase en un abrir y cerrar de ojos.


OFF: Perdón la poca inspiración T.T

Esperé que se moviera, esperaba que se largara de allí y me dejara con mis penas, con mis recuerdos y dolores. Pero no. ¿Por qué tenían que ser las mujeres tan obstinadas a veces?
-¿No dejarás que me divierta un poco siquiera? .- susurró cerca de mi oreja. Cerré los ojos con molestia, recordando por un momento como me había sentido al tener aquella visión con mi creadora, sintiendo que su frío aliento era el de ésta y que sus colmillos se clavarían en mi cuello en cualquier momento. Me recorrió un escalofrío que maldije con todas mis fuerzas y abrí los ojos para clavarlos en los suyos con frialdad, ¿realmente esperaba que no hiciera nada contra tanta provocación? –Cobarde.- continuó su voz en un refinado francés.
No. No lo había dicho. No me había llamado cobarde. Sí Eric, sí lo ha hecho. Vamos. Enfádate. ¿O es que realmente tiene razón?
Apreté los dientes caminando hacia ella, pues se había alejado unos pasos, y dirigí mi mano directamente a su cuello.
-¿De verdad crees que te voy a dejar ir así como si nada?.- otra vez mi voz sonaba más débil de lo que deseaba, pero qué podía hacer, si llevaba días sin alimentarme, sin sentir si quieras las ganas o la necesidad de tener que hacerlo. Por no hablar de lo que me producían los recuerdos con Flavio, que parecían estar instalados en mi mente de forma constante y dolorosa. Apreté con suavidad la mano que cernía su cuello y entrecerré los ojos para mirarla con frialdad, soltándola de un fuerte empujón.
-No tengo ni el tiempo ni las ganas de pelear con una bastarda como tú
Estaba seguro de que no iba a irse. No, claro que no, Dios me mandaba aquellos pequeños castigos que le debían resultar tan divertidos. Bufé sin dejar de apretar los dientes y esperé a que la vampiresa reaccionase, ¿iba a irse o no?
Otra vez el brillo de sus cabellos rojos a la luna me turbaron, logrando un cosquilleo molesto y doloroso en mi cuello. ¿Y si no se iba y tenía que enfrentarme a ella? ¿Sería capaz? ¿Haría mella en mí el recuerdo de mi creadora? O el recuerdo de Flavio y sus ojos verde mate clavados en los míos. ¿Podría pelear acaso con ella sin saberme en completa desventaja?

Off: Tranquila xP

La idea de abandonar el lugar e ignorar todo aquello abordó mi mente un segundo, pero mi mente me golpeó con la palabra "cobarde" resonando en cada rincón de mi cabeza, golpeando hasta el último rincón de mi cuerpo. No iba a ser capaz de huír, no debía hacerlo si no quería recibir un buen castigo por parte de mi mente, sabía que lo haría si me atrevía a escapar. Pero eran tan pocas las fuerzas que tenía, que temía un enfrentamiento contra ella. Cada vez eres más cobarde, más débil... más patético. No esperes recordar el amor de nadie
Apreté los dientes con fuerza, dejándome vencer por la ira que me producían mis propias palabras. Maldita bastarda, maldita desgracia me había tocado vivir.
-Habláis mucho, accionáis poco.- murmuró ella ante mis palabras. ¿De verdad esperaba que me enfrentara a ella porque sí? Todo el mundo me producía una aplastante indiferencia, y con las pocas fuerzas que tenía, las ganas de enfrentarme a alguien con quien había tenido un encuentro antes eran nulas.
Con la velocidad propia de los de nuestra raza, se colocó justo detrás de mí, y su frío aliento golpeó contra mi cuello.
–No dejéis que vuestra conciencia cegue vuestros deseos verdaderos. Si vuestro deseo es pelear, pelea. La violencia es nuestro hábitat natural Eric.- susurró, pero su voz se perdía en la ola de sensaciones que comenzaban a invadirme tras haber sentido su aliento tan cerca de mi cuello, tan cerca de aquella visibe marca de colmillos en mi cuello.
Cerré los ojos con fuerza cuando mi mente hizo una exacta reproducción del grito de mi creadora antes de morderme. La imagen del forcejeo acompañó al grito, y la sensación de impotencia, de dolor y de sentirme a las puertas de la muerte tomó todo mi ser logrando que me estremeciese un momento.
Vamos Eric, sácalo, saca al monstruo
Abrí los ojos para clavarlos en los de aquella vampiresa con frialdad. Lo había hecho, había logrado que recordase con total nitidez el doloroso momento de mi transformación. El poco control que podía tener sobre mi mente desapareció de forma inminente.
Házlo, bastardo. Ahora.
Girándome con rapidez mi mano se fue directa al cuello de la vampiresa para apretar con la máxima fuerza posible. En un par de veloces pasos golpeé su cuerpo contra la pared, logrando que ésta retemblase y se viese en parte desmoronada. Clavé mis ojos en los suyos mientras continuaba apretando más fuerte, y una fría media sonrisa se dibujó en los labios.

[Perdona la tardanza, no había visto tu respuesta =S!]

No bastaba mucho para su sacarlo de sus casillas. No eran necesarios insultos, ni palabras rudas. Con la pura verdad bastaba. Porque de los sutiles y bellos labios de Ofelia, no había salido mas que la pura y cruenta verdad. La violencia era su estado natural. Los dueños de la noche vivían rodeados de muerte. Sangre. Odio. ¿Por qué negarlo? De nada sirve vivir en un mundo irreal. Por mas que la inmortal cada tanto luchase contra su propio instinto, contra ese monstruo que ahora gruñía con recelo en su garganta, no había manera de apaciguarlo por completo. Eran lo que eran. No podía ser de otra manera. No hay vuelta atrás. Por eso no se alarmó cuando, envuelto en un halo de furia, Eric la empujó contra una pared que se volvió pedazos detrás de ella. Sus fuertes manos se clavaron con furia en la garganta de Ofelia, impidiéndole la entrada del innecesario aire. Provocándole un poco de dolor. Dolor que solo intensificaba las ansias de pelea. Pobre Eric. Había encontrado a la vampiresa en un muy mal día.

Posó sus delicadas manos sobre los hombros del vampiro, y sin mucho esfuerzo empujó hacia atrás. No había logrado que Eric la soltase, pero por lo menos, ya no estaba acorralada contra una pared. Pero no iba a dejar que le ganase, por supuesto que no. A pesar de lo incomodo que el largo vestido resultaba ser, se las ingenió para propinarle una dura patada contra el estomago. Ahora era el, quien chocaba contra el duro adoquín de la fría calle. Ahora era ella, la que se regodeaba en la situación. En este tipo de batallas, los papeles podían invertirse con gran facilidad. El ganador podía perder, así como también el perdedor podía ganar. Nadie sabe nunca como podría llegar a terminar algo así. Bueno, en realidad Ofelia sabía. Ella triunfaría. Como lo había hecho siempre.
-Débil..Débil..- Negó con la cabeza al compás que sus labios largaban las palabras – Aunque no niego que el primer intento fue bueno. –Una curvada sonrisa malvada apareció en su rostro. Un aire de grandeza cruzaba sus ojos, quizás ese era su talón de Aquiles.

Lo último que me apetecía en aquel estado era pelear, pero ella lo había provocado. No con sus palabras, ya que eran prácticamente indiferentes para mí, sino por sus actos. Mala suerte la suya por haber tocado mi mayor punto débil: el cuello y mis visiones.
Con aquel gesto estaba claro que me había ganado su ira y que me vería sumido en una pelea que habría preferido no batallar, pero había logrado que perdiera el control, había logrado que aquellas sensaciones de mi transformación renaciesen, con un dolor extra que parecía claramente derivado de todo lo relacionado con Flavio. No estaba para una pelea, no tenía fuerzas, llevaba días sin comer... pero no iba a dejarla ir sin un castigo.
Apretando aún su cuello, una fuerte patada golpeó mi vientre lanzándome un par de metros por los aires para darme de lleno con el suelo frío de las calles. Apreté los dientes mirando sus ojos, sí, tal y como temía estaba demasiado débil para resistir una pelea.

-Débil..Débil..- .- murmuró ella de pronto, negando con la cabeza. Lo había dicho. Me había llamado débil. Podía soportar que me lo llamase mi propia mente, podía soportar que me lo llamase yo mismo, pero no iba a permitir que una bastarda que no tenía ni idea de qué sentía o como era me dijese débil. – Aunque no niego que el primer intento fue bueno.

Ignoré la malvada y absura sonrisa que se dibujó en sus labios y me incorporé sacudiendo mi ropa. Continué sacudiéndola durante unos segundos, mientras comenzaba a reír con la mirada clavada en el suelo. ¿Se creía de verdad que me daba miedo? ¿Qué me imponía respeto? Bastarda ilusa. Alcé mi fría mirada para toparme con la suya directamente y caminar a paso lento y despreocupado hasta ella.
-¿De verdad te crees muy fuerte? ¿De verdad te crees tan importante? Tan... superior.- dije echándome reír ante esta última palabra para acercarme a su oído. -Eres patética solo por creerte tan bien tu propia mentira.-susurré con una fría sonrisa en los labios.
Tomé su cabello con fuerza, obligándola a estirar el cuello. Clavé mis ojos con frialdad en los suyos antes de morder su cuello con fuerza para alimentarme por un momento. Me separé rápidamente de su boca, escupiendo su sangre y limpiando mi boca con asco. Sonreí pues, mirándola con hostilidad.
-Demasiado dulce para mi gusto.- comencé ladeando la cabeza. -¡Parece que no has sido una chica tan mala como aparentas ser...!.- exclamé con clara ironía, burlándome de su estúpida maldad. A mi no me daba miedo, y no iba a dármelo por mucho que me recordase a mi creadora.
Caminé alejándome de ella un par de pasos, observándola con diversión, juntando las manos aguardando su reacción. Cerré los ojos divertido, disfrutando del silencio, hasta que un punzante dolor apareció en mi mente, obligándome a abrir los ojos.
Hazla sufrir, murmuró mi mente, logrando que apretase los dientes con rabia ante aquel punzante dolor y apretase una de mis manos. Me percaté, al alzar la mirada hasta Ofelia, que sin hacer absolutamente nada ella parecía estar sufriendo alguna clase de dolor. Acaba con ella, continuó mi mente en aquel cruel discurso. Cuando clavé la mirada en la vampiresa, la palabra sufre golpeó mi mente como un grito. ¿Qué era aquello? ¿Qué estaba pasando? ¿Estaba haciendo daño a aquella cretina sin ni siquiera tocarla? ¿Acaso yo podía hacer aquello?
Apreté los dientes apartando ligeramente la mirada, sin dejar de fijar mis pensamientos en Ofelia y su dolor. ¿Qué demonios era todo aquello?
-¿Quién es ahora débil, Ofelia?.- susurré con frialdad. -¿Te crees poderosa ahora?
Sentía una extraña sensación, como si pudiera controlar por un momento su pensamiento, distorsionarlo a mi antojo, jugar con cada una de sus ideas y volverlas un caos. ¡Aquello no podía ser cierto! ¡Yo no podía hacer aquello! ¿Desde cuando tenía aquel... poder? Porque aquello tenía que ser un poder... ¿lo era? ¿Cuando se había liberado? ¿Cómo? Y sobre todo: ¿por qué?
-No eres nadie.- murmuré de nuevo, cerrando los ojos con fuerza intentando concentrar todo las fuerzas que tuviera en aquello que parecía dañarla tanto.

De repente, todo se le había ido de las manos. Lo que pretendía ser una batalla simple, divertida, se había transformado en un juego peligroso. Todo había pasado demasiado rápido para ella, aunque en realidad, la situación no había tardado más que segundos. Eric se había acercado a su cuello, mordiéndola, ella no pudo más que luchar para soltarse, pero fue imposible. ¿Cómo se había atrevido a tocarla así? Nadie le había dado el derecho a usarla de esa manera. La furia se había apoderado de Ofelia. Ahora se había convertido en el fuego que tanto temía ser. Ahora todo era un caos en su mente. Una mezcla de vagos recuerdos y dolor..Mucho dolor. ¿Qué ocurría? ¿Por qué Eric la miraba de esa manera, entre triunfante y cruel? El dolor…el dolor era todo lo que había en su mente ahora. Se arrodilló en el suelo, incapaz de permanecer de pie por más tiempo.La palabra sufrimiento parecía grabada en su subconsciente, y el inmortal frente a ella era el culpable. Lo sabía. Lo había percibido..Sus ojos lo delataban. Seguramente, y a medida que el dolor calcinaba su cuerpo, se daba cuenta de que aquel bastardo estaba usando algún poder sobrenatural.

Pero no. No podía dejarse ganar por el. No podía permanecer en el suelo, como una estúpida presa esperando el golpe de gracia. Las palabras caían sobre ella como pequeñas dagas que se incrustaban en su espalda. No. No y no. Ella era más poderosa. Ella congelaba océanos enteros con su mirada. Era capaz de resistir y mucho mas. Por sus manos corría un río de sangre y mas que segura que podía acabar con el. Nadie la detendría. Porque su nombre era Ofelia y porque era una Heredera de la Noche .Cruenta y sanguinaria, como nadie había visto jamás…Si tan solo el dolor se esfumara y su cabeza dejase de ser un completo caos..Pero ¿Cómo? Impulsada por el deseo de venganza, volvió a pararse. Las manos que instintivamente habían rodeado su cabeza ahora se separaban con furia. Ok..Si el podía usar poderes, ella también. Le mostraría de lo que era capaz. Sería la titiritera y el una pobre marioneta.

Se acercó a grandes zancadas hacía el. Fulminándolo con la mirada. Necesitaba concentración, pero no sería posible en estas instancias. Una vez lo suficientemente cerca, se movió a gran velocidad alrededor de el, casi quebrándose por el dolor que Eric seguía infringiendo sobre ella. Quedó entonces otra vez detrás de el, como antes, antes de que esto se convirtiera en una batalla campal. – Quiero que estrelles vuestra cabeza contra aquella pared, una y otra vez..Entendido pequeña marioneta? – Sus palabras, ya no eran simples oraciones. Eran órdenes. Mandamientos que debían ser obedecidos. Aquel don llamado persuasión, podía ser excepcionalmente útil en una batalla, y ahora Ofelia lo comprobaría.

Ofelia comenzó entonces a intentar luchar contra todo aquello, acercándose a mí con paso lento y fulminándome con la mirada. La miré riendo fríamente, se creía tan ciegamente la idea de que era tan poderosa que me resultaba a cada instante más patética.
– Quiero que estrelles vuestra cabeza contra aquella pared, una y otra vez... ¿Entendido pequeña marioneta?– me eché a reír descaradamente ante sus palabras. ¿De verdad creía que iba a cumplir sus órdenes? Negué con la cabeza agarrando su cabello con fuerza.
No era capaz de pronunciar ninguna palabra, era casi imposible si no quería perder la concentración. Luché contra el propio dolor de mi cabeza para seguir dañándola dentro de su cabeza.
-Golpéate tú ahora.- sonreí friamente en voz baja. Y tomando su cabello con más fuerza, golpeé su cabeza contra una pared soltándola para separarme de ella.
Retrocedí un par de pasos atrás, echándome las manos a la cabeza agotado y dolorido. Me quemaba la cabeza, como cuando el sol chocaba contra mi piel. Un fuego parecía inundarme y agotar mis sentidos, atrofiándolos hasta obligarme a apoyarme en una pared y respirar de forma entrecortada. Todo aquello había empezado por su culpa, por su arrogancia y su estúpidez, y no pensaba dejarlo a medias aunque me agotase hasta un punto extremo.
Aguardé a que reaccionase, sintiendo el lejano olor de su sangre, tan dulce y asquerosa a mi paladar. Se creía tan mala y su sangre no dejaba de delatarla... pobre ingenua. Volví a reír de forma macabra al verla tan débil y vulnerable. Había sacado la peor parte de mí mismo, a aquel monstruo que en ocasiones nacía por las palabras de mi mente, otras, por mis recuerdos, o simplemente, por el dolor y las ganas de venganza.

¿Por qué?¿porque no servia su don contra el? Ella no era débil. No..Era fuerte, era una Heredera de la noche, Maldita sea. Entonces, ¿Por qué demonios, el parecía tener el control de la situación? Pensar que todo había empezado como un juego..y ahora..Ahora le costaba reconocer que iba perdiendo. Su orden no había funcionado, y en cambio, el la tomó por el cuello, golpeándole la cabeza contra una pared. Esta se vino abajo casi al instante, y a Ofelia se le cruzó por la mente porque los vecinos de ese callejón no salían a ver que ocurría. ¡Que estúpidas banalidades podían cruzarse por su mente incluso en momentos como ese! Respiró profundo, no una, sino dos veces. Trataba de analizar todo, y más aun en que momento todo había fallado. El..ya no hablaba. Solo pocas palabras, algo había en eso. Pero ¿Qué?

Entonces, al darse la vuelta para encararlo nuevamente, vio el dolor en sus ojos. El mismo que ella sentía en esos momentos. Ese dolor taladrante, espantoso, que dejaba sin aliento a quien lo estuviese sintiendo. Que hubiera matado al pobre infeliz que lo sintiese. Lastima. Ofelia ya estaba muerta, y el dolor no era nada comparado con los juegos que su mente solía jugar. No era nada. ¿O era todo? Contradicciones, contradicciones y más. No había tiempo para pensamientos absurdos. Su risa solo provocaba su enfado, y aunque en cierto modo, ella había empezado toda la pelea, ahora podía estar segura de que el, deseaba este juego tanto como la vampiresa. Aquí se habían dañado dos importantes egos. Y la lucha era pareja. Pero todo pasaba tan lapido que era difícil de adivinar. Todo cambiaba en menos de segundos.

Se abalanzó sobre el, ignorando, todo lo que pudo, ese dolor penetrante. Lo empotró contra un muro, de esos que aun quedaban de pie, tomándolo por el cuello. Ella era fuerte, por supuesto, y no dudó en levantarlo del suelo. Los pies del vampiro habían quedado en el aire, y Ofelia apretaba cada vez más y más fuerte el cuello del hombre. No sonreía, ni siquiera lo miraba con furia. Estaba seria, impenetrable. ¿Concentrándose? No. Pensando en que demonios podía hacer para terminar con esta situación. Sus ojos, se clavaron en los de el, y vio reflejado su propio rostro. Entonces, como una vil y cruenta serpiente, sus labios se despegaron para hablar – Sea lo que sea que estés haciendo...No funcionará.. – Siseó, con malicia, pero su tono de voz era monótono. Ahora, era su turno de probarle, era su turno de ver si el había sido un “niño malo”, como el propuso anteriormente. Lo bajó unos centímetros, para que el quedase a su altura, y sin previo aviso, clavó sus delicados y relucientes colmillos en su cuello. La sangre brotó, en menos de dos segundos, se separó bruscamente, y lanzó al hombre contra la pared detrás de ella. No dijo nada. Solo esperó su reacción, entre entretenida y curiosa.

Apoyé la cabeza en la pared cerrando los ojos intentando parar aquel fuego que me quemaba con tanta velocidad. Quise gritar, quise tirarme del pelo para pararlo, pero no iba a darme aquel lujo delante de aquella bastarda. Yo también podía ser un orgulloso, un cabezota que se negaba a dejarse vencer por el dolor, pues antes tenía que erradicar mi ira contra ella.
¿Pero qué era aquel fuego? ¿Acaso aquel poder afectaba a mi propia mente también? Abrí los ojos para no bajar la guardia ante aquella vampiresa y nuestros ojos se toparon de golpe.
Antes de que pudiera reaccionar, se abalanzó sobre mí, empotrándome contra el muro. Su mano se cirnió sobre mi cuello, apretándolo con fuerza, levantándome en el aire. Sus ojos se clavaron en los míos mientras intentaba forcejear con ella para lograr soltarme.
– Sea lo que sea que estés haciendo...No funcionará.. – siseó.
Intenté concentrarme de nuevo, infringirle aquel dolor que parecía detenerla y obligarla a parar, a que me soltara y me dejase... pero todo fue completamente diferente.
Todo fue demasiado rápido como para reaccionar. Sus colmillos se clavaron en mi cuello y todo se volvió oscuro al son de un grito desesperado de dolor.
Dejé de ver todo lo que había a mi alrededor, dejé de verla a ella, a su estúpida sonrisa maliciosa. Todo retrocedió hasta aquella habitación, los colmillos no eran los de Ofelia, sino los de mi creadora, y el fuego que me quemaba por dentro no era el producido por mi nuevo poder, era el fuego de la impotencia, el abrasador y lento fuego de la muerte.
Sentí mi espalda golpearse contra la pared, y caí al suelo como un juguete de trapo.
Comencé a temblar descontroladamente. El miedo. Otra vez el miedo. Otra vez el cúmulo de sentimientos entremezclándose. La muerte abriendo sus puertas para mi, como una madre abriendo los brazos para abrazar a su hijo. Tan cercana, directa, fría y dolorosa.
Alcé mis manos hasta mi pelo para tirar de él con fuerza, gritando descontroladamente mientras echaba la cabeza hacia atrás. La visión de mi propia transformación comenzó a repetirse una y otra vez en mi mente, cada vez de forma más desgarradora, aumentando mi ira cada vez más.
Mi peor presentimiento se había cumplido: había logrado despertar la visión en mi mente, repitiéndola de forma cruel. Había logrado que reviviese las sensaciones de aquella ocasión.
Hice un descomunal esfuerzo por ponerme en pie, lográndolo tras varios intentos, temblando cual hoja al viento en una noche de invierno.
Cerré los ojos llevándome ambas manos a las sienes, y abriéndolos para clavar mi mirada en la suya, me concentré por sacar de nuevo aquel nuevo poder.
Grité de dolor cuando logré concentrarme lo suficiente para hacerla sufrir lo mismo que yo, y la obligué a retorcerse de dolor hasta que cayó al suelo. Dejé de hacerlo cuando sus rodillas chocaron contra el suelo, y me tambaleé debilmente sufriendo su dolor en mis propias carnes.
Caminé con paso veloz hasta ella para golpear su estómago con una fuerte patada. Quería hacerla sufrir, quería hacerla sentir el dolor que me invadía, quería dejarla temblando tal y como yo lo estaba haciendo.
Otra fuerte patada y tomé su pelo para levantarla. La obligué a ponerse en pie y golpeé su cara apretando los puños con toda la fuerza posible.
Clavé de nuevo mi mirada en la suya, deseando poder quemar sus ojos con mi dolor. Deseando poder transmitir el dolor que estaba sufriendo a su mente.
Deseaba que se retorciera de dolor, que su mente se viera debastada como la mía.
Retrocedí un par de pasos llevándome la mano al cuello, sintiendo por fin el dolor en éste. Respiré agitado cubriendo la herida, notando como muy lentamente el tejido de la piel comenzaba a regenerarse.

Dolor y fuego. Esas dos palabras se habían grabado en su cuerpo y alma. Sentía el mundo desvanecerse bajo sus pies, y sabía que el también debía estar sufriendo lo mismo. El fuego cruzaba su mente. El fuego la abrazaba. El dolor la marcaba, la convertía en otra. Cayó de rodillas. Cayó y fue pateada por aquel bastardo. Y de nuevo otra vez. Pero eso no era comparado con el dolor que irradiaba de su alma..Si es que aun quedaba en pie. Y esta sería una pelea eterna. Nunca terminaría. ¿Cómo acabar con dos inmortales resentidos, cuyo único punto en común es el odio que se tienen mutuamente? Duraría hasta el final de los días. Porque se resguardarían en la obscuridad hasta que el sol se oculte y volverían a pelear. Eternidad, sangre y pelea. Muerte no, porque se igualaban en fuerza. Muerte no, porque eran condenados para siempre.

Los recuerdos la invadieron. Todo desde los que no quería recordar, hasta aquellos que día a día se esforzaba en traer a la superficie. Todo era un remolino y ella giraba y giraba sin parar. Se paró, colocándose las manos sobre el estomago abatido ya, de tanto golpe. Pero su caminar no empezó. Se quedó de pie, en el lugar, observando como el también sufría. Ambos estúpidos por empezar una batalla sin fin, de la cual ambos saldrían perdedores. Acomodó su cabellera cual fuego, porque esta se había maltratado desde el inicio de la pelea. Luego, de sus labios, salieron las palabras que se mezclaron con el viento. Palabras que parecían suaves, pero que como todo lo que ella decía o hacía, ocultaba mas de un significado. -..Y seguiremos luchando hasta el fin de los días.. – Dejó que una pequeña sonrisa se acomodara en su rostro. Sonrisa que no encajaba mucho en aquella situación, pero que le daba un aire de misterio a su persona.

-Estáis dispuesto a continuar?..Dos inmortales luchando toda una eternidad.. – Ni ganadores ni perdedores. Neutrales, un empate continuo, y palabras van palabras viene. Alguno de los dos tendría que retirarse alguna vez. ¿Cuál de los dos sería el ¿Valiente? ¿Honorable?¿Cobarde? En dejar el lugar y marcharse de una vez por todas?. Preguntas sin respuesta que solo acababan por confundir mas y mas. Preguntas y el dolor que aun la aquejaba, aunque ella también se esforzaba por impregnarlo de dolor. Ambos sufrían, ambos gritaban. Ambos se tenían demasiada confianza.

El cuello aún me dolía, aún con la herida prácticamente cerrada, dolía más que nunca. Quemaba, ardía haciéndome creer por momentos que mi cuerpo había abandonado aquel frío natural de los vampiros.
El pecho me dolía, como si mi corazón aún latiese y estuviese sufriendo un ataque. Quería dejarme caer allí mismo, volver al sótano del sanatorio y recuperarme de todo aquello, olvidarme de todos aquellos recuerdos que me agotaban y hacían perder el control.
Y ella seguía allí, dolorida, pero quieta, sin dar su brazo a torcer dispuesta a continuar peleando, ¿realmente alguien podía ser tan cabezota de continuar hasta el final? ¿De qué servía? ¿Lo hacía simplemente para alimentar su orgullo, para creerse realmente poderosa? Porque entonces, no podía comprender cual era la razón para todo aquello...
-..Y seguiremos luchando hasta el fin de los días.. – se atrevió a decir finalmente dejando que sus labios dibujaran una pequeña sonrisa. Suspiré cerrando los ojos, echando la cabeza hacia atrás vencido por el dolor de mis recuerdos. -Estáis dispuesto a continuar?..Dos inmortales luchando toda una eternidad.. –continuó
-No.- dije sin más. -No voy a dejar que alimentes tu orgullo con esta batalla... yo no necesito esto, ya me ha salido demasiado caro.- murmuré frotándome el cuello. -Llámame cobarde, pero lo cobarde sería seguir con esto sin un motivo... esto ya es demasiado estúpido.- finalicé negando con la cabeza. -No Ofelia, no continuaré con esto...
Cobarde, murmuró mi mente agotándome aún más. No, no lo hacía por cobardía, ya había sobrepasado el límite de dolor que podía soportar. Revivir de aquella forma mi transformación había sido demasiado para mí, demasiado doloroso, demasiado devastador.