La víctima galante (Privado)

Le habían prohibido salir sin acompañante de la caravana después del último incidente. Era cierto que no tenía tantas fuerzas pues nunca había sido de los que entrenaba su cuerpo para proteger físicamente el hogar, y sabía que a veces estaba en desventaja tanto por ese tema como por el número de contrincantes a los que llegaba a enfrentarse pero se le hacía un poco exagerado que ahora tuviera que llevar a alguien más cuando buscaba estar solo. Aunque le quedaba un mal sabor en la boca al saber que estaba yendo en contra de las palabras de su madre, eso le implicaría más problemas.

El bullicio matutino de las calles de Paris le proporcionaron un escenario más seductor y atrayente, y sus pensamientos fueron a esconderse mientras iba buscando a sus primeras víctimas. Dos mujeres más adelante fueron las elegidas, jóvenes enjoyadas y con aspecto de pertenecer a la clase alta, y al alcanzarlas saludó con un floreo del sombrero viejo que poseía mientras les sonreía.

̶ Mis queridas damas, permitir que les lea las palmas y hable de la dicha que tendrán en sus vidas ̶  dijo galante. Sus ojos se movían rápidos por los cuerpos de las mujeres, buscando aquellas joyas fáciles de remover.

Cuando ellas aceptaron, se puso a trabajar sin retraso. La primera mujer tenía un futuro bastante amargo y trágico, pero eso nunca vendía bien por lo que sus palabras fueron alegres y vivaces. La siguiente señorita tenía una buena vida por delante y así se lo dijo. Ambas estaban radiantes de emoción cuando su siguiente parte del plan fue ejecutada.

̶ Adorada dama, puedo ver aquí que has encontrado ya al amor de su vida y que planean unir lazos tan pronto como se pueda. Ese plan se verá afectado por los planes te su querida amiga, aquí a nuestro lado, pues ella venía a informarle de su plan de unirse en matrimonio con el amor de su vida ̶ dijo misterioso, usando una expresión facial severa. ̶ Temo decirles, señoritas, que ambas se han comprometido con el mismo hombre y la prueba es el mismo anillo que portan en sus dedos ̶

No hubo necesidad de más, la pelea entre ellas comenzó sin complicaciones y él logro  su cometido. Varios brazaletes pasaron a ser de su posesión mientras fingía detener la pelea, y cuando estuvo satisfecho, se marchó de ahí con su recompensa, encontrando a su siguiente víctima, un hombre galante.

̶  Distinguido caballero ¿le gustaría conocer su futuro? ̶

Los días cálidos le invitaban siempre a salir a dar una vuelta y dedicar el tiempo libre a recorrer París, familiarizándose más con sus calles. Los primeros meses en la ciudad francesa fueron difíciles, solía quedarse encerrado obsesionado con la idea de que alguien pudiera descubrir su secreto y perder la oportunidad de enseñar en una escuela de verdad. Con el tiempo acabó por no usar la hechicería, así no tendría que sufrir de tanta ansiedad por ir borrando cada rastro de magia que pudiera dejar. Ahora, unos años después, la usaba tan poco que a veces temía olvidar lo que era. El único vínculo eran sus premoniciones, de las cuales no podía escapar.

Otra cosa que le hacía tan humano y normal como los demás era que iba a la iglesia todas las semanas. Esperaba el momento en que menos gente hubiera, pudiendo así encontrar algo de paz sentado en la soledad de sus bancos. Decía su oración en silencio, le daba gracias al Señor por la suerte que tenían él y su familia, y regresaba a las calles con el corazón más ligero. Que la Iglesia hubiera perseguido a su familia en el pasado por ser hechiceros no significaba que hubieran dejado de ser creyentes. Eckhardt, cargando el pecado de la homosexualidad, sentía la necesidad de limpiarse cada semana.

Acababa de salir de la catedral y bajaba con tranquilidad por las calles. Libro en mano, por si encontraba un banco tranquilo, y con el abrigo abierto, lucía una sutil sonrisa de serenidad mientras observaba los aparadores ante los cuales pasaba. Estaba mirándose su reloj de bolsillo cuando una voz le distrajo. Alzando la cabeza, dirigió amablemente una sonrisa al hombre ante él y negó con cortesía.

-Suena tentador, pero prefiero no saberlo. No quisiera sentirme condicionado por sus palabras. - Sintió curiosidad por si se trataba de un hechicero que, como él, intentaba pasar desapercibido -aunque con esos ropajes y ofreciendo sus servicios al público lo dudaba- o se trataba de otro charlatán. - Aunque... tal vez pudiera decirme algo que no preocupara mi consciencia. Algo pequeño.

No pretendía ponerle a prueba, pero en los años que llevaba en París no tenía amigos de verdad. Conocidos muchos, de la escuela y vecinos, gente con quien podía salir a cenar o hablar de trabajo, pero no con quien ser uno mismo. Y a falta de una sociedad donde se reunieran los hechiceros, encuentros de aquel tipo eran la mejor oportunidad por conocer a más.

Aún antes de escuchar la negativa por parte del hombre frente a él, se había percatado que no valía la pena hacer el esfuerzo de quitarle algo de encima. Vestimenta simple, libro en la mano, el reloj no parecía poseer un valor monetario importante; usar sus poderes con él parecía una pérdida de tiempo y un agotamiento innecesario. La clarividencia debía pagarse, sino de nada funcionaba.

Sus palabras le causaron cierta gracia, eran pocos los aventurados a seguir un camino que no conocían y eso le provocó cierta simpatía por aquel hombre. La incertidumbre era parte de su vida y mantenía un respeto por todos aquellos que decidían disfrutar el final sin conocerlo. Pero tampoco le sorprendía que pidiera eso, tenía la teoría de que sin importar qué tan escépticos pudieran ser las personas con los de su clase, todos deseaban conocer aquello que les liberaría o arruinaría.

̶ Algo pequeño, entonces ̶  

Si bien ya había planeado marcharse y no robarle nada, se dijo que un trabajo realizado por la buena fe le traería igual de beneficios que las joyas que ya ocultaba en sus bolsillos.

Tomó la mano de su, ahora, cliente y la observó detenidamente. Su pasado era curioso, su futuro incierto. Frunció un poco el ceño, la lectura de las palmas no solía serle complicada, eran pocos los que poseían tantas posibilidades. En su vida había encontrado que solo los seres que se encontraban en contacto con lo sobrenatural podían mostrarse así. Levantó el rostro para analizar ahora a su cliente y se dijo que debía de estar equivocado, o el otro ocultaba algo mucho más grande.

̶ Me gustaría leerte las cartas ̶ comentó sin estar muy consciente de que hablaba en voz alta. ̶ Tu secreto... ̶ soltó su mano y dejo salir una risita, si no se percataba de que comenzaba a hablar, no diría solo algo pequeño. ̶ Ten cuidado, al parecer tus alumnos planean una rebelión. No deberías ser tan duro en los exámenes ̶  dijo al final, sintiendo ahora más curiosidad por aquel hombre.

No supo si fue el otro quien soltó su mano o él la apartó como si acabara de quemarle la palma. "Tu secreto..." ¿Era posible que hubiera descubierto lo que era? La única forma es que fuera como él, pero no notaba ningún poder inusual sobresaliendo. Había adivinado que era profesor, sí, pero no le transmitía la misma vibración de cuando estaba con su familia o los amigos del gremio. En su rostro se reflejó una mezcla de confusión y miedo que le hizo balbucear mientras trataba de forzar una sonrisa generosa.

-Es cierto, soy profesor. ¿Lo sabía ya o realmente se pueden leer esas cosas? - Se miró la palma de la mano como si no supiera nada del tema. - O tal vez me ha traicionado mi aspecto? - Sonrió. Se miraban mutuamente a los ojos y tuvo la sensación que ambos sabían lo que ocultaba el otro, pero ninguno daba el paso para decirlo o, mejor aún, dejar de fingir. - Gracias por el aviso, supongo que uno solo desea que sus enseñanzas den buenos frutos.

Ansiaba saber qué ocultaba aquel moreno de ojos místicos, pero no quería quedar al descubierto sin la seguridad de encontrarse ante un "amigo". - Dijo que quería leerme las cartas, siento curiosidad. ¿Tiene tiempo ahora o debo concertar una cita? Mi horario no es muy flexible debido a las clases, pero siento curiosidad por los detalles de esa rebelión. - Bromeó con una amplia sonrisa, tranquilizándose. Después de todo, en caso de que ante él tuviera a un humano normal y corriente, en el hipotético caso que supiera lo que era, no había empezado a señalarle al grito de "bruja", quería saber más.

Pudo notar el nuevo cambio de actitud por parte del otro y no era del todo injustificado. Había sido él quien mencionara algo tan profundo y oculto como un secreto, a pesar de no saber con certeza de qué se trataba. Suponía que era un humano y era un payo, eso le reducía las posibilidades de ser mágico, pero ¿por qué no mantenía esa esencia característica?  Para él no era posible leer el aura de los demás pero siempre había rastros de algo.

̶ Leí que tendrías una pequeña desgracia pronto ̶ comenzó explicando pero pensando en que no había elegido las mejores palabras, pues había leído más que eso. ̶ Tu aspecto te ha traicionado hasta cierto punto ̶ de nuevo, palabras que dejaban en claro que sabía más allá de lo que debía. ̶ No perteneces a la sociedad alta, tu vestimenta es muy sencilla. El reloj se encuentra desgastado, así como ese libro ̶ dijo con intención de desviar la plática a algo más inocente, eso que podría saber cualquiera si le prestaba poca atención. Pero en sus ojos podía leer que ambos se engañaban.

̶ ¿Estás dispuesto a que conozca tu secreto? ̶ preguntó algo extrañado por eso. Sus cambios le desconcertaban pues ahora parecía tranquilo con que alguien llegara a conocer aquello que hacía unos instantes temía revelar. ̶ Lo siento, payo, no puedo leer ahora las cartas. No estaba preparado para este encuentro y no las he traído. Y tampoco concreto citas, me encuentro en el circo gitano cada fin de mes ̶ no estaba del todo seguro de si sería buena idea reencontrarse con aquel hombre pero no podía evitar sentir curiosidad. Los humanos corrientes le aburrían pero él parecía tener más de un secreto. ̶ Pero si gustas, puedo leerte ahora las hojas del té. Aunque eso ya viene con un costo ̶

Empezó sonriendo, frunciendo un poco los labios alegando - no sé si quiera ver venir esa desgracia... no quiero andar con temor por la vida. - Con más del que sentía, se ahorró. Era un hombre observador, de eso no cabía duda, le había calado de pies a cabeza con su aspecto; no se necesitaba tener poder alguno para verlo más que la astucia del buen observador. El podía hacer lo mismo, pero no lo dijo puesto que el moreno ante él clamaba a gritos al elenco perteneciente. - Me ha descubierto, aunque mi posición social no es algo que oculte. - Si fue intencional o no dejar ver entre líneas que eran otras cosas las que ocultaba, no lo sabía ni él, le salió sin siquiera pensar en ello.

Su sonrisa se aflojó un poco ante aquella pregunta directa, mas no perdió el semblante sereno. - Si comparto o no mi secreto es algo que decidiré tras ser testigo de sus habilidades. Lo que me ha dicho hasta ahora no es algo tan difícil de adivinar si se observa bien o se conoce al sujeto con anterioridad. Pero siento curiosidad. - Dejó de mirarle para buscar por el callejón hasta dar con una tetería modesta donde, esperaba, no pusieran trabas por la presencia, ahora podía asegurarlo por ese "payo", del gitano. - Le invito a una taza de té caliente, que con este frío nos irá bien a ambos, y de paso me lee las hojas. Por supuesto, le pagaré, no debe preocuparse por eso.

Se encaminó con él al local, un sitio pequeño donde nadie pareció interesarse por la presencia de dos varones. La clientela habitual parecían ser mujeres, y aunque la mesera pareció arrugar la nariz ante su acompañante moreno, les atendió con la cortesía característica de París.

Sonrió divertido, aquel hombre era gracioso. Asintió estando de acuerdo en que su posición social no podía ser un secreto. Había visto en incontables ocasiones que entre más alto era el rango que poseían, más se enjoyaban para demostrarlo. Si no fuera así, ¿cómo podría llegar a encontrar a sus víctimas potenciales? Pero aún así estaba consciente que lo que había dicho podía ser solo debido a la buena observación que tenía, como él lo resaltaba.

̶ Existen los escépticos ̶ dijo encogiéndose de hombros. ̶ Pero ellos son los más entretenidos ̶ agregó mientras se preparaba para utilizar de nuevo sus poderes. A pesar de ya saber algo sobre el otro, le parecía bastante interesante seguir sabiendo más sobre él, aún sentía curiosidad por saber aquellos secretos que guardaba con tanto recelo ante un desconocido. Pero sobre todo, deseaba saber quién era y por qué parecía tener un futuro tan incierto, siendo que parecía un humano normal.

Siguió con tranquilidad a aquel hombre hasta el local, sin importarle que su presencia pudiera incomodarle a cualquiera ahí presente. Le iban a pagar e iba a conocer más sobre el misterioso hombre, así que nada podía detenerlo ahora. Ni se fijo en la mujer que les atendía ni en sus gestos, estaba acostumbrado a aquellos momentos incómodos para ellos, pero sí hizo el pedido exacto del té que necesitaban para eso.

̶ Bueno, como lo importante es saber sobre la rebelión de su clase, mientras se toma el té, piense en ello ̶ pidió algo divertido por sus propias palabras. ̶ No se termine el té, deje un poco de agua y procure no tomar ninguna hoja. Es necesario que se concentre sobre el tema para que la lectura salga más acertada ̶ explicó con tranquilidad. ̶ ¿Qué enseña? ̶ preguntó haciendo solo la plática en lo que se terminaba el té.

Estando allí sentados, en la intimidad que la ténue luz les ofrecía y con la cercanía predispuesta por una pequeña mesa, pudo leer mejor al hombre sentado ante él. Su aura brillaba como un farolillo en medio del bosque y su color le transmitió alivio y serenidad. No era un mal hombre, sus tonos eran suaves, y de lo que ahora sí estaba seguro era de que poseía cierto vínculo con la hechicería. Recordó cuando era joven y conoció a un niño gitano, desde entonces no se había cruzado con ningún otro, no al menos de forma consciente, por lo que estos seguían siendo un misterio para él. ¿Hasta qué punto eran poderosos?

Más relajado y con la taza caliente entre sus manos, le dedicó una sonrisa que transmitía la paz que sentía en ese momento. Y es que, aunque estuviera precipitándose, se sentía animado por haberle conocido.

-No tengo quejas de mis alumnos, son todos buenos chicos. De vez en cuando alguno se desvía del camino, pero nada que una buena charla conciliadora no pueda arreglar. Así que siento curiosidad por saber qué va a ocurrir o qué van a hacer. - Por mucho que el gitano se lo hubiera pedido, y por mucho que estuvieran hablando de ello, no estaba concentrado en aquel tema. Dudaba que la lectura de las hojas funcionara, pues su mente estaba dispersa, más focalizada tal vez en el deseo de deshacerse de una vez de aquella soledad que le atenazaba.

-Soy profesor de matemática. Los números siempre me han gustado, explican muchas cosas de la vida. - Bebía a sorbos pequeños y no soltaba la taza de sus manos para calentarla, observando a ratos los ojos de su interlocutor, a ratos las hojas flotando en el té. - Pero llevo poco tiempo en ello. Antes enseñaba otras materias... cuando vivía en Alemania. Usted debe haber viajado mucho con su caravana ¿no es así?

Cuando se acabó el té, dejando un dedo de líquido en el fondo, deslizó con suavidad la taza por la mesa acercándosela al moreno.

Guardo silencio después de su pregunta, se dedicaba ahora solo a ver a aquel hombre frente a su persona. La duda sobre qué tipo de sangre corría por sus venas le corroía la mente. Estaba seguro de que no era un hombre común, su sonrisa y su actitud podía engañar a cualquiera, pero él llevaba bastantes años leyendo el futuro de los demás, y las líneas en su palma no mentían.

Devolvió la sonrisa que el contrario le regalaba y se dijo que había encontrado a alguien bastante entretenido. Y no solo eso, era bastante guapo, simple y refinado. Le gustaban ese tipo de hombres, los que no parecían mantenerse aferrados al dinero, aquellos que se mantenían felices con la sencillez de la vida. Y ahí estaba, hablando de su trabajo y de los chicos que guiaba, con tanta simpleza que lo hacía interesante.

̶ Se acerca la feria, seguro que desean saltarse alguna clase para ir ̶ dijo con simpleza mientras se encogía de hombros y tomaba un poco del té que había olvidado.  ̶ Y seguro que de todos los profesores, usted es el más relajado ̶  

Sus ojos se mantenían fijos en los su acompañante, pensando en que era gracioso ver que parecía un niño pequeño con esa actitud, aunque muchos clientes hacían lo mismo. No era complicado leer las hojas, al menos para él que llevaba desde chico haciéndolo, pero siempre se preguntaba si ellos buscaban el significado verdadero en ellas o querían las mentiras que, en su mayoría, daba.

̶ He viajado durante 23 años de mi vida, los 6 restantes he vivido aquí ̶ comentó asintiendo, sin darle mucha importancia a ese hecho en su vida pues era normal en él. Esta vez tomó la taza y vació el contenido en una servilleta. Después guardo silencio durante unos segundos, viendo con atención lo que quedaba en el recipiente. Esa lectura daba otro tipo de información pero también podía notar la diferencia entre un hombre común y el hombre frente a él. ̶ Estas bendecido por la buena fortuna ̶ comenzó aun con aspecto serio. ̶ Tendrás un incidente pero no será algo grave y podrás sobrellevarlo. Pero tendrás que enfrentarte a decisiones complicadas en un futuro, tus emociones te impiden ver que tu salud y tu felicidad están en juego si sigues manteniendo una farsa. Y una vez que logres aclarar todas las dudas que te invaden, podrás encontrar lo que buscas. Compartirás tu futuro con alguien ̶

Sonrió asintiendo. - Me ha calado de nuevo. No soy amigo ni del ruido ni del caos, me gusta mantener la calma y tomarme las cosas con paciencia. El estrés no permite disfrutar de la vida. - Pidió a la camarera que les trajera alguna cosa para comer y otra ronda de té, el sitio no era de sus favoritos pero la compañía le era grata, quería retrasar un poco más el momento de la despedida, aunque fueran a verse en otra ocasión.

No le molestaba sentirse observado, después de todo se paraba todos los días ante diversos alumnos para dar la materia. La rutina de tener a menudo ojos clavados en él le dio el temple de mantenerse impasivo cuando sucedía fuera del aula. Aún así, el escrutinio bajo el cual estaba siendo sometido por el gitano le mantenía un tanto intranquilo, demostrándolo solo por el continuo jugueteo de sus dedos con la cucharita del té. Se preguntaba qué estaría pensando, aunque nada malo pues el color de su aura no habia cambiado. ¿Sabría ya lo que era o solo eran teorías lo que rondaba su cabeza?

-Siendo sincero, le envidio un poco... Lo más lejos que he ido ha sido de Alemania a París. A veces sueño con dejarlo todo y recorrer mundo... pero pienso en mi ideal de futuro y ya no tengo edad para cumplir dichos caprichos. - Observó sus manos en la disposición del té, viniéndole a la memoria recuerdos de su abuela. Los dedos del gitano eran más oscuros y finos, sin las arrugas de la edad, pero se movían con la misma misticidad.

Su expresión se alivió con una sonrisa contenida, mirándole. Todo cuanto acababa de decirle importaba, pero tal vez lo que más le marcó fue el consejo sobre destapar quién era en realidad. - Creo que la fortuna dejaría de sonreírme si se descompone esa farsa... pero gracias por el aviso. Me preocupa ese incidente del que habla, pero si me asegura que saldré liviano, no le daré más vueltas. - La idea de tener un futuro al lado de alguien le gustó, era lo que más deseaba: poder compartir la vida.

La camarera llegó con unas galletas y la siguiente ronda de té, disponiéndolo todo sobre la mesa. Estuvo en silencio un rato, mirando de vez en cuando alrededor, hasta que cogió aire y se inclinó hacia adelante. - ¿Puedo serle sincero? ...Ambos sabemos de qué farsa está hablando, ¿cierto?

Asintió compartiendo aquel pensamiento, había visto en incontables ocasiones a hombres agotados de la vida debido al estrés al que se sometían de forma cotidiana. Para él, todo eso era innecesario, no llevaba un vida llena de lujos y podía sufrir de golpes y malas vistas, pero nada de eso se comparaba con saber que tenía una familia, un hogar y comida. Muchos hombres tenían eso pero parecían no desearlo.

-Si gustas puedo llevarte a donde quieras, payo. Nunca se esta demasiado grande para cumplir caprichos - dijo mientras se encogía de hombros. A él ya le parecía un poco monótona su vida ahí, siempre los mismos rostros, las mujeres con sus joyas, los hombres con sus galanterías. La presión de la ciudad. Anhelaba el camino, los bosques, la lluvia, perderse y vivir de la naturaleza.

Había deja de ver la taza para observar de nuevo las reacciones de su interlocutor y una sonrisa volvió a formarse en sus labios, quitando aquella repentina seriedad en él. No se había equivocado al pensar en que aquel hombre se tomaba la vida de forma simple y tranquila, podría estar ocultando secretos pero no parecía guiar sus acciones por ellos. Al menos daba la sensación de mantener un equilibrio mientras no pensará en ellos. - No, es una persona bendecida, lo dicen las hojas y su palma. Aunque deshaga la farsa, seguirá teniendo la fortuna a su lado. Su vida... es una vida común -explicó sin tener una mejor palabra para referirse a eso.

De nuevo dejó de lado el té pero no pudo contener las ganas de comer aquellas galletas, al fin y al cabo no tenía siempre la oportunidad de probarlas. También guardo silencio pero ahora veía de nuevo la taza, había guardado algunos detalles, como siempre hacía, pero de alguna forma sentía mucha curiosidad por el otro. ¿Por qué no podía percibir el poder en él? Conocía a algunos hechiceros que podían ocultar su esencia pero él ni siquiera intentaba ocultarlo, en el sentido estricto de la palabra. Era como si hubiera decidido perder los poderes para llevar su vida normal. - No deberías contarle tu secreto a un gitano - dijo sonriendo ahora más divertido. Parecía ahora que ese hombre quería revelar su secreto para poder seguir hablando. - No es necesario que me digas nada, sé lo que eres, aunque no entiendo por qué no lo pareces -

No añadió nada a su oferta de acompañarle en futuros viajes. No es que no se fiara, pero tampoco se lanzaba a la aventura sin antes poner los pies en la tierra y meditar debidamente la situación. No habló mucho más después de Dragomir, se limitó a pagar la cuenta para invitarle a salir fuera y dar un paseo. Con las manos en los bolsillos y el libro sujeto entre el brazo y el torso, miraba al frente de forma relajada, con pasos tranquilos demostrando que ni tenía prisa, ni se dirigía a algún lugar en particular.

-Siento esta abrupta salida de la tetería, sentía que todos los ojos estaban sobre nosotros. - Le miró de reojo con una sonrisa culpable. - Realmente quiero contarte mi secreto, precisamente porque ya sabes de qué se trata. Verás, no es que me sienta asfixiado callándolo, más bien siento que tal vez tú puedas comprender mi situación... o tal vez dar algo de luz en ello. - Le sonrió amplio, transparente, volviendo la mirada al frente. Había empezado a tutearle para demostrarle que sentía confianza con él. Lo cual era extraño teniendo en cuenta que acababan de conocerse.

-Soy un hechicero... - Suspiró, no fue tan grave después de todo decirlo en voz alta, aunque un acto reflejo le hizo recorrer con los ojos asegurándose que nadie más le escuchó. - Sé que puede parecer incomprensible que lo oculte, pero he crecido con la idea de que estamos perseguidos. La gente nos utiliza para sus propios fines, como en tu caso sería la lectura del porvenir, en mi caso es para medicinas o pociones embrujadas... pero a la hora de la verdad nos señalan con el dedo y nos alejan de sus círculos.

La tarde estaba tranquila, se escuchaba de lejos el ruido de la gente dando un último paseo por el mercado antes de que recogieran bártulos y todos regresaran a sus casas bajo el manto de la noche. Era consciente que pronto despertarían las bestias oscuras que habitaban la noche, pero nunca tuvo miedo de estas, no como para correr a encerrarse al caer el sol.

-Me gusta enseñar, me gusta ser profesor... pero soy realista. Si supieran lo que en verdad soy harían piña para sacarme de la escuela. Cualquier otro puede enseñar matemáticas, no me necesitan, si me conservan es porque los alumnos me aprecian, pero temo que eso podría cambiar si conocieran mi naturaleza.

Terminó todos aquellos alimentos y bebidas que el otro tan amablemente le había invitado mientras la plática iba sin rumbo, después le siguió fuera del local, sintiéndose libre de toda mirada despectiva dirigida a su persona. Sus pasos se acoplaron a los de su acompañante y se mantuvo en silencio. Aún era bastante temprano y podría conseguir más víctimas pero de alguna forma prefería estar ahí, platicando con aquel hombre a robando joyas. Se las arreglaría después para llevar más dinero a casa.

-Iba dirigidos a mí, no debe preocuparse por nada. Lo más probable era que pensaran que le estaba estafando y obligando- dijo mientras se encogía de hombros. No era la primera vez que le acusaban de algo así. Pero le dejo hablar de nuevo, sonriendo por aquellas palabras y por la sonrisa. Realmente era un hombre bastante guapo y bastante confiado, al parecer.

Su confesión no le sorprendió, pues era cierto que él ya imaginaba que por la sangre de su compañero corría un poder que le diferenciaba de los humanos normales. Pero volvió a sonreír al notar la ligera paranoia que demostraba el otro, a pesar de parecer ya más relajado que antes. Igual no dijo nada aún, no tenía nada que agregar a aquella confirmación de sospechas. Asintió comprendiendo el punto que expresaba ahora, había conocido a varios hechiceros que se escondían en los bosques por ser perseguidos por aquellos clientes inconformes.

-Es cierto que hay que ser precavidos ante a quién le revelamos nuestros poderes pero también creo que es debido a que no necesitas vivir de posiciones y medicinas el que lo ocultes de más- comentó feliz de que al menos el otro ya se sintiera mejor por haber hablado sobre eso. Él estaba acostumbrado a los secretos y a la relación con hechiceros. -A algunos, como en mi caso, no nos queda más remedio que utilizar nuestro poderes para obtener algo a cambio. Tú siendo profesor puedes darte el lujo de no demostrarlos- se encogió de hombros. No lo juzgaba por mantener oculto su poder, entendía sus razones y si el otro estaba tranquilo con sus acciones, no había nada qué hacer. -Puede que sea mejor mantenerlo oculto a los académicos y a los alumnos, puede que algunos de ellos entiendan la naturaleza de tu ser pero como dices, te arriesgas a perder algo que de verdad te gusta-

Observa que la tarde comienza a desvanecerse y a refrescar. La calle se nota bastante más vacía que hacía un rato pero aquello no le preocupa.

-Ese secreto ya lo sabía y me alegro de que te hagas deshecho de él. Pero no era ese secreto del que hablaba cuando dije que deberías tener tus sentimientos en claro- soltó sin querer importunar al otro, al menos no demasiado, aunque tampoco esperaba saberlo.

El gitano le atraía. No era solamente por su físico, pues sin duda era muy atractivo, con cierto misterio y profundidad en la mirada que llamaba a voces la pasión; era más bien por la seguridad que tenía en sí mismo. No le importaban las habladurías, que lo miraran o ser rechazado por la sociedad, cosas que a Eckhardt le incomodaban. Dragomir era el caballo salvaje y él, el domado. Eckhardt podía parecer tener mucha seguridad cuando hablaba, pero siempre medía bien sus palabras, sobretodo como profesor, intentando evitar decir algo que pudiera delatar lo que era o lo que amaba.

Le miró de reojo, sintiéndose en efecto algo juzgado. Sin embargo lo comprendía, el gitano tenía razón. De estar muriéndose de hambre no ocultaría lo que era, sino que lo utilizaría en pos de sobrevivir. - Tienes razón... Aún con las desgracias familiares de anteriores generaciones, yo he tenido suerte. No puedo quejarme, de hecho no lo hago, aunque haya tenido que esconder ciertas cosas siempre he seguido el camino que he querido.

Pensó en qué debería hacer, si dar por finalizado el paseo y volver a casa, o quedarse un rato más. Estaba anocheciendo y, si hacía caso a los rumores, podía ser peligroso quedarse allí. No logró llegar a una conclusión porque las palabras del gitano cuando volvió a hablar le dejaron totalmente anonadado. Le miró con sorpresa y algo de vergüenza, el rostro ligeramente coloreado al ver en su mirada que sabía algo más, algo por lo que Eckhardt luchaba inclusive más por esconder que lo de ser hechicero.

-¿Qué...? - Bajó ligeramente la cabeza y barrió con los ojos el paisaje alrededor. - ¿Qué tanto puedes saber leyendo mis manos o el té...? - Fue más bien una pregunta retórica, un pensamiento en voz alta. - En efecto... - carraspeó, - en efecto hay algo que oculto incluso más que ser hechicero... Pero mis sentimientos son claros, sé lo que me gusta e incluso, bueno, lo he... probado - no era capaz de mantenerle la mirada, Dragomir penetraba con sus ojos negros - ...pero es algo que oculto hasta de mi familia. - Calló abruptamente dirigiendo la mirada atrás de Dragomir.

Escuchó un grupo de mercaderes acercándose en su dirección, cargados con los petates y carretillas de lo que sobró de la venta diaria. Preocupado de que oyeran la conversación, agarró a Dragomir del brazo y lo llevó con él a un lugar más apartado. El parque no quedaba lejos, solo tuvieron que recorrer un par de cruces de calles y adentrarse al disimulo que ofrecían los arbustos del lugar. Eligió una zona arbolada, lejos de las farolas de aceite, y finalmente le soltó el brazo como si acabara de darse cuenta de que aún lo sujetaba.

Le miró fijamente a los ojos, más seguro ahora que no había nadie alrededor. - ¿Cómo puedes saberlo? Ni yo que soy hechicero puedo leer el deseo de la gente, ¿cómo has podido saber lo que a mí... lo que a mí me gusta? - Estaba serio, pero él mismo se entorpecía al hablar por el rechazo que sentía hacia la palabra que lo describía perfectamente. Homosexual.

Asintió comprendiendo el punto de vista de su acompañante, sabía que él estaba bendecido, ya lo había comprobado, y sabía que no necesitaba de su magia para sobrevivir en aquel lugar. Suponía que era una de las ventajas de nacer en una familia con alto poder adquisitivo, además de educada e inteligentes. A pesar de no saber gran cosa del otro podía notarlo en él. Su porte, sus modales, sus hábitos, todo ello le demostraba que era un hombre que provenía de una gran familia. No se quejaba de su vida, pues sus padres les habían proporcionado todo, pero a veces sí se preguntaba qué se sentía vivir con más comodidades.

Se percató de la mirada de Eckhardt y también observo el cielo, preguntándose si no sería mejor terminar la plática. En parte no deseaba hacerlo, pues aquel hombre le comenzaba a agradar, pero tampoco era bueno que se mantuviera en la noche por mucho tiempo, podrían tener problemas. Estaba tan metido en su pensamiento que la pregunta del otro le tomó por sorpresa y tuvo que ladear ligeramente la cabeza. No tardo en entender lo qué le estaba intentando decir o al menos intento entenderlo, pues aquel "probado" le sonaba a bastantes cosas.

Mantuvo puesta su mirada en el otro, intentando descifrar más sobre él. Sí había leído su mano y el té pero parecía creer que lo sabía todo ya. Eso le causo una sonrisa divertida, era el primer hombre que conocía que parecía sentirse usurpado por una lectura. Debía aclararle, de nuevo, que no sabía todo de él y que al menos esos dos secretos los había intuido.

̶ Tranquilo payo, no puedo saberlo todo ̶ comenzó a decir, para intentar calmar aquellos nervios que parecían aflorar en su acompañante. Mas no pudo terminar de hablar porque ahora se sentía arrastrado por el lugar hasta aquel lugar tan apartado. Ahora ya podía comenzar a preocuparse por los peligros de la noche en aquel lugar.

Alzó ambas manos en señal de rendición, el tema se había vuelto bastante serio y no había sido su intención provocarle aquella aparente paranoia. Pero un segundo después sus facciones se volvieron serias.

̶ Te diré todo lo que he leído en ti ̶ comenzó y dejo salir un suspiro pesado. Él siempre decía la verdad, podía llegar a ocultar detalles pero era debido a que no los consideraba relevantes en la lectura. ̶ Te dije antes que no lo sabía con certeza y es la verdad, tus poderes me impiden hacer una lectura profunda y a ti te permite distintos futuros. Por así decirlo. ̶ se encogió de hombros, ese era un dato que no podía asegurar pero que había considerado en varias ocasiones. Todos los que tenían contacto con lo sobrenatural estaba predispuesto a tener una gama de futuros posibles. ̶ Poseías a alguien muy querido en el pasado, me atrevería a decir que por él elegiste la vida que llevas como profesor. Con tu familia te llevas bien pero no logras mantener una relación cercana debido a tu secreto. Sabía que eras alguien cercano a la magia debido a que tu futuro es incierto, existen más posibilidades para ti, y no te preocupes, todas terminan bien. ̶ había vuelto a tomar la mano de Eckhardt y pasaba su dedo indicé por sus líneas mientras hablaba. ̶ Sé que tienes otro secreto porque el mayor problema al que te enfrentaras, es a hacerlo público ̶ detuvo su dedo en un punto y alzo la mirada para ver al contrario. ̶ Y lo sé porque en todas las posibilidades que tienes, tendrás que enfrentarte a eso. Las emociones son claras; felicidad, agobio, tristeza, enfado y aceptación. Situaciones así solo ocurren cuando alguien mantiene un secreto del cual se avergüenza, pero yo no sé cuál es tu secreto. Así que respira ̶ dijo para tranquilizarlo y le sonrió de forma amable.

Le escuchó atentamente más tranquilo ahora que no sentía la inseguridad de poder ser descubierto por alguien más, alguien que amenazara su posición en el colegio. Dragomir le transmitía la misma calidez que sentía estando con su familia, pero se le sumaba la paz de poder ser él mismo sin nada que ocultar, sin verdades a medias para proteger quien era. O, más bien, lo que era. Porque llegado a esas alturas, tras mostrarse alterado y ansioso por creer que su condición sexual quedó expuesta, era evidente que Dragomir debía estar sospechando algo. Si así era, resultaba más agradable todavía el hecho de que no le juzgara y siguiera allí hablando con él sin pensar que era un desviado, un siervo del infierno... un sodomita.

Sonrió con cariño cuando habló, sin saberlo, de su abuelo. Era a quien más echaba de menos, desde sus charlas interminables sobre la vida o la hechicería, a los silencios cómplices cuando leían uno al lado del otro. - Eres bueno, todo eso es cierto... - susurró mirándole a los ojos con una sonrisa dulce. Cuando tomó su mano le dio un vuelco el corazón, no supo si por el contacto entre pieles o sus palabras. Gracias a Dios era un hombre hecho y derecho, así que ningún sonrojo delató su nerviosismo, pero sentía una conexión especial entre ellos que le agitaba. ¿Sería él al que siempre estuvo esperando?

Años atrás, cuando aún era un joven con mucho por ver y descubrir de la vida, su abuela le leyó el porvenir como hacían con todos en la familia al cumplir los 13 años. Nadie se lo tomaba muy en serio pues, como bien dijo Dragomir, no había predicción acertada para un brujo. Sin embargo Eckhardt, que siempre fue un bohemio romántico, nunca olvidó sus palabras: "encontrarás una persona con la que tendrás una conexión especial y única que no verás en nadie más, ese será tu futuro". Era consciente que se lo decía a todos, pues un día u otro se casaban, pero Eckhardt quiso darle el misticismo que merecía. En el que creía. Viendo a Dragomir a los ojos y sus manos unidas, quiso creer más que nunca en esas palabras.

Suspiró con cierta resignación, pero sin borrar la sonrisa afable de su rostro. - Tu aura es pura... aguarda cierta rebeldía, pero no encuentro maldad en ella. Sé que acabamos de conocernos y puedo parecerte extraño, pero quiero compartir contigo mi secreto aún a riesgo de no volver a verte. - Soltó su mano. - Pero no será hoy... Esta noche necesito tener la mente clara, mañana me espera una jauría de chicos al borde de la rebelión - rió, recordando la lectura de las hojas -. ¿Podemos encontrarnos otro día? Sería un placer volver a verte... Este sábado sería perfecto, si te va bien. - Su expresión lo decía todo, deseaba que aceptara. Sacó del bolsillo unas monedas que puso en su mano, cerrándole el puño. - Y acepta esto, por favor, como pago por la lectura. Ahora debo irme, ambos deberíamos, pues la noche ha caído y las calles se vuelven inseguras. Por favor, cuídate y ten cuidado. - Le estrechó la mano con una amplia sonrisa y dio un par de pasos hacia atrás antes de darse la vuelta y empezar a andar para salir del parque. Unos metros más adelantes volteó para verle una vez más, esperando ansioso el próximo encuentro.

Su mirada se había quedado puesta de nuevo en el otro, observándolo detenidamente. Algo en él le fascinaba y le llamaba la atención, tal vez podría ser aquella inocencia que demostraba en cada palabra o la honestidad que delataban sus facciones, era una atracción que le pedía que lo ayudara a liberarse de aquella presión a la que estaba sometido y por la cual parecía ahogarse lentamente. De alguna forma sentía la necesidad de saber su futuro por sus propios ojos que por lo que pudiera contarle una taza de té y la palma, quería estar a su lado cuando todos los acontecimientos de su vida sucedieran. Tal vez se debía a aquella fascinación suya por las vidas tranquilas, las que tenían un flujo como la del río, eran almas que vivían bendecidas y que le atraían.

Su sonrisa no se borró en ningún momento, aunque sí se agrando ligeramente cuando escucho eso que decía sobre su alma. No era la primera vez que le decían eso y seguro que no sería la última vez que alguien se lo comentara. Su alma era libre y las ataduras le causaban la rebeldía que veía en él. Sus ojos se dirigieron a sus manos cuando se soltaron y después lo miro con duda, aún creí que no era bueno que confiara tan pronto en él. No planeaba decir nada sobre el otro, ni revelar sus secretos pero aun así lo consideraba peligroso. La información era un arma de doble filo.

-Sí, el sábado estoy disponible- comento asintiendo, algo emocionado de poder volver ver de nuevo a ese hombre tan guapo y enigmático. Quería ver qué otras expresiones podía hacer. -No...espera...- dijo sin poder rechazar las monedas, si bien había sido con esa intención ahora no sentía correcto el aceptarlas. Pero al final solo agradeció y se las guardo en la bolsa. -Es verdad, es peligroso seguir fuera a esta hora- volvió a asentir y entonces le sonrió al otro. -Es más peligroso para ti que para mí- dijo a modo de despedida y entonces le vio marcharse.

Se quedo en su lugar y cuando vio que volteaba la mirada, le despidió con un movimiento de la mano. En ese momento se sintió, por primera vez, conectado con alguien. Luego dio media vuelta y se fue al campamento, ya lo vería el sábado.