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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Elora Paine Jue Abr 28, 2016 4:34 pm

Tras la conversación mantenida con su padre en la que éste se había comprometido a ayudarla a materializar su venganza, la bruja había vuelto al bosque cada dos días a llevarle algo de comer, a recoger hierbas y en definitiva a buscar una excusa para sentirse un poco más unida a la única persona que le quedaba en el mundo.

Esa mañana amaneció brumosa y fría, como no podía ser de otro modo en París, y Elora bajó la calle hacia el mercado, la señora Brisienne le había dado la mañana libre porque se había quedado hasta tarde elaborando cremas y pociones de última hora. Todo un detalle, vieja zorra maligna. Iba somnolienta y mataría por un bollo de canela, pero quería llegar al puesto de carne bien temprano a ver si pescaba algunas piezas del dia anterior a buen precio, que llevarle viandas a Leif también tenía un coste.

Repasó mentalmente la lista de ingredientes para la poción de enamoramiento compulsivo: clavo, canela, belladonna, hojas de roble, veneno de escorpión inactivado al calor, el corazón de un gallo, la pluma remera de una rapaz y seis o siete cosas más, que se molían y se mezclaban con el vino. Le faltaban todavía la pluma de rapaz y el escorpión. Bueno, era cuestión de un par de días que lo tuviese todo listo para realizar el ritual que debía hacerse en luna creciente.

Las calles del suburbio tenía ya trajín de gente a pesar de ser tan temprano, pero es que en los barrios obreros la gente necesitaba trabajar y comer. Se arrebujó en el chal de lana gris que tenía y decidió acortar por un atajo, enfilando por un callejón estrecho lleno de cajas de madera rotas, desperdicios y ratas del tamaño de gatos. Había una figura repantigada en el suelo, algun borracho seguramente, o un indigente quizás. Cuando pasó or su lado echó una mirada de reojo y se detuvo en seco con los ojos muy abiertos.

pa…padre?— Leif estaba allí tirado, inconsciente, entre basura y algun que otro vómito que quizás ni siquiera fuese suyo. Hedía como si al demonio lo hubieran arrastrado al barro con los cerdos. Se apresuró a agacharse y a darle palmaditas en la mejilla.

padre!!… Leif!!! despierta!! vamos…arriba!! venga, ayudame un poco que pesas mucho…— tiró de él hacia arriba pasando su brazo por encima de los hombros de la bruja, pero el condenado era un peso muerto. El pirata abrió un poco los ojos y farfulló alguna maldición, pero no la entendió.

sí, ya, ya…vamos a casa y allí te cagas en los muertos de todo el mundo, aquí se te van a comer las ratas.

Subir los 4 pisos hasta la buhardilla fue una verdadera odisea. Se tuvo que parar a descansar veinte veces, pero llegaron. Lo soltó en la cama y allí se cayó a plomo. Lo inspeccionó en busca de heridas o puñaladas por si ese era el motivo de su mal estado, pero estaba bien. Fue a por agua y jabón y aprovechó la inconsciencia de Leif para quitarle toda la ropa de la parte superior y las botas. Lo dejó solo en pantalones y lo lavó con el paño. No estaba muy sucio, seguramente se habría bañado hacía poco, lo que olía peor era la ropa, así que la lavó y la tendió en el hilo que colgaba entre su buhardilla y el edificio de enfrente. Cuando acabó de lavarlo a él, porque ni de coña iba a dejarlo dormir en su cama si estaba lleno de pulgas, lo arropó con la colcha y se sentó a su lado un rato observándolo.

Registró en sus retinas los ángulos de su quijada, afilados, como la suya. Edora tenía el rostro más redondo, en eso había salido a él, y en los ojos rasgados. Era un cabrón miserable, pero tenía que reconocer que era guapo, no con esa masculinidad angelical que tenía Gael, sino más bien con la ferocidad asalvajada de un depredador. La maldición que le había echado su madre desde luego estaba siendo una penitencia para el pirata, estaba pagando cada día y cada noche por lo que hizo.

¿Qué le habría llevado hasta la ciudad? ¿estaría siguiéndola? esperaba que no estuviera siguiendo a Mauritz, él era asunto suyo por el momento, ya habría tiempo de matarlo. ¿Habría venido por alguna otra cosa? cuando despertase se lo preguntaría. Por lo pronto solo podía esperar a que regresase al mundo de los despiertos.

Retiró unos mechones que tenía pegados a la cara y peinó con los dedos la maraña que tenía por cabello. No sabía por qué pero le gustaba entonar alguna nana cuando velaba el sueño de alguien, y con voz queda la susurró.

https://www.youtube.com/watch?v=m2xnPSRSSzU
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Mensaje por Leif Paine Vie Abr 29, 2016 3:10 pm

El trato con Elora había removido demasiadas cosas en su cabeza, que en los últimos días era un hervidero de voces y sentimientos recientemente encontrados. Ya no lidiaba solamente con el sentirse obligado a proteger a alguien que era de su misma sangre; no, aquello empezaba a ser aceptado aunque no pronunciado. Para bien o para mal, Elora era su hija y no permitiría que alguien tratara de pisotearla jamás. No. El mayor problema de esos últimos días residía en el plan que tenían entre manos, en lo irónico que resultaba todo aquello.

La Fortuna era una hija de perra, de eso estaba seguro. Habían tenido que pasar todos aquellos años para que la realidad le explotara en la cara de la forma más cruel y retorcida de todas: convirtiéndole en verdugo de su propio reflejo. La voz de Edora en su cabeza se reía a carcajadas todas las noches, echándole en cara que ahora entendería al fin el pecado que cometió en el pasado. Empezaba a ser consciente del daño que ocasionó a Edora, pero se negaba a admitirlo. Seguía odiándola, pero no podía hacerlo con la misma intensidad de antes.

Necesitando -más que queriendo- acallar las voces, la culpa y el sentimentalismo que batallaban en su cabeza, empezó a beber más si cabe. Las botellas le duraban un suspiro, por lo que mientras aún se mantenía en pie se dejaba caer en la ciudad para instalarse en la taberna más oscura y mugrienta que hallara en los callejones. Se sentaba en la barra como si esperara encontrar algo de luz al fondo del vaso, solo interrumpido cuando se iniciaba alguna pelea en la que, aunque no fuera con él, no duda en unirse. Y usualmente no recordaba cómo salía de allí.

La noche anterior fue un desmadre. Alcohol, putas, pelea y más alcohol. Probablemente el dueño de la taberna lo sacara a rastrar para poder cerrar el negocio, abandonándole a su suerte entre la basura. Los edificios altos impidieron que el molesto sol de primera hora lo despertara y el alcohol en sangre era tan alto que ni un cañón explotando a su lado sería capaz de siquiera molestarle. Pero la voz de Elora... hundido en pesadillas con brujas y lobos buscando romperle el cuello, la voz de Elora resultó ser la luz que necesitó para salir de aquella oscuridad.

Desorientado, demasiado borracho todavía y con la boca más seca que la suela de un zapato fue incapaz de articular palabra alguna, coherente o no, pero conocía aquel olor y aquella voz, por lo que puso las pocas fuerzas de las que tenía consciencia para arrastrar los pies apoyado en ella. Tocar cama fue tocar el Cielo, volvió a quedar inconsciente cual pelele de trapo. La nana que Elora empezó a entonar se filtró en sueños trayéndole la paz que necesitaba. Los recuerdos, culpas y pesadillas fueron barridos por el océano, donde se encontró a sí mismo sobre un barco surcando de nuevo el horizonte.

Despertó poco a poco con un terrible dolor de cabeza y la lengua sabiéndole a rayos. Se fijó en la silueta sentada a su lado y se quedó viéndola hasta lograr enfocar, desviando enseguida la mirada con el ceño fruncido. Adiós respeto, su hija acababa de encontrarle en la peor situación posible. Poco le importaba lo que pensaran los demás, pero ella...

-¿Dónde estoy? - articuló ronco, con voz áspera. - ¿Me has envenenado? - La paranoia sirvió de escudo a su verguenza mientras trataba de incorporarse, observando a su alrededor. Luego se miró a sí mismo, pasándose una mano por el torso. - ¿Me has bañado? - Frunció el ceño. - Deberías haberme dejado donde me encontraste. - Chasqueó la lengua, poniéndose en pie para caminar a trompicones por la estancia. Desorientado todavía, fue incapaz de buscar el baño, por lo que directamente se dirigió a la ventana y meó hacia la calle.
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Mensaje por Elora Paine Sáb Abr 30, 2016 4:48 pm

Elora chasqueó la lengua y puso los ojos en blanco.

Yo también te deseo buenos días, padre. Y los vecinos a los que les hayas meado encima…supogo que tambien te lo desean.— Desde luego Paine era de lo que no había. Podía entender su mala leche, su comportamiento desquiciado y autodestructivo, sus malas pulgas por estar condenado por los errores del pasado. Podía entender que se bebiese hasta el agua de los jarrones, y escupiese el sobrante en forma de veneno ofensivo. Pero que la acusara de envenenarlo le repateó el hígado. — Sí, padre te he envenenado para luego dejarte vivir y que me arranques la piel a tiras. Y para poder abandonar este mundo con una imagen más adecuada de ti, te he lavado. Sí, todo muy lógico.

Se levantó y se fue directa a su pequeña cocina, poniendo agua a calentar y vertiendo unas hojas de amapola y unas semillas de clavo en un vaso.—Te prepararé algo para el terrible dolor de cabeza que debes tener. No está bueno, pero te jodes. No haberte emborrachado así.— le dio la espalda a Leif y se puso a prepararle también un bollo relleno de conejo en salsa, que le había sobrado de la noche anterior y lo puso a calentar.— Pensaba dejarte allí tirado, pero serías carne de vampiro o de sus esbirros. ¿Sabías que suelen bajar al puerto? el otro día tuve el placer de conocer a uno. Muerto no me sirves de nada, recuerda que tenemos un trato.

Evidentemente no era verdad, no lo hacía por el interés, lo hacía porque era su padre y era incapaz de verlo en una situación vulnerable y no ayudarlo. Pero mantendría el juego de apariencias con él para que pudiera sentirse más cómodo con aquella situación. Terminó de calentar la comida y la puso en el plato, que llevó hasta la mesa, al igual que la infusión.


Paine hizo oídos sordos a sus comentarios mientras asomaba la cabeza por la ventana, queriendo comprobar si en efecto había "regado" a alguien. No fue el caso, aquella zona no parecía concurrida, de modo que pudo observar casi con orgullo cómo el charco se extendía calle abajo. Paseó en silencio por la habitación curioseando un poco, tocando y cogiendo aquello que llamaba su atención, en el fondo deseando conocer un poco más a su hija. - Los vampiros no me asustan. Que vengan si se atreven. - Gruñó sin levantar la cabeza de uno de sus cajones. En cuanto se encontró con algo de ropa interior de su hija lo cerró de inmediato tratando de borrar aquella imagen de su mente.
Terminado el barrido de curiosidad se fue a la cocina, apareciendo tras Elora con la cabeza por encima de la suya. - ¿Eso es para mí? - Dejando en claro que la pregunta era retórica, ni corto ni perezoso alargó el brazo para agarrar el bollo que tan bien olía. - ¡Diantres! - Se quemó los dedos, pero ni así lo soltó, hizo bailar la comida de una mano a otra hasta que se enfrió lo suficiente para poder hincarle el diente. Con la boca llena y el rugir de sus tripas más tranquilo, se sentó en el pequeño taburete del rincón para seguir comiendo mientras la observaba fijamente. - Hablando del trato - masculló con la boca medio llena, - debemos concretar cierto detalle. Concretamente, el día que me mandes a ese bastardo al bosque.



Elora se sentó a su lado empujando la taza de infusión hacia él a modo de insistencia, y ella le dio un trago antes, para que viera que no lo iba a envenenar. — todavía no lo sé, porque fui la otra noche a seducirlo, pero no vino al puerto. Luego me atacó un vampiro… en realidad tres, pero una cazadora me ayudó. Hice un tipo de magia que no sabía que podía hacer, y casi maté a uno de esos desgraciados. Pero bueno, la cuestión es que Mauritz no está en París, quizás haya ido a algun lado de negocios. Tendremos paciencia, cuando regrese estaré sobradamente preparada y no habrá fallo alguno en nuestro plan.


Agarró la taza oliendo su interior, arrugando la nariz cuando el hedor subió por su tabique. Masculló una maldición pirata entre dientes y, sin rechistar, se lo bebió de un trago esperando que en efecto le quitara el dolor de cabeza. - Diantres zagala, esto sabe a rayos. - Abrió y cerró la boca cual perro acabando de tragar mientras se ponía en pie para buscar algo que le quitara ese sabor, pero no llegó a hacerlo. Las palabras de Elora le dejaron estático en medio de la cocina, tan solo volteando para verla a la cara. Un manto de cabreo e incredulidad cubría la verdadera preocupación que volvió a nacer dentro de él. - Estás más loca que la fulana de tu madre, ¿cómo se te ocurre ir por esas zonas de noche y sola? ¡Tú misma clamas a gritos que te vuelvan a violar! - Le dio un puñetazo de pura frustración a la pared, haciendo saltar partes de piedra que cayeron a sus pies. - Sigo dudando que seas mi hija con esa estupidez continua... — Se pasó una mano por el rostro buscando calmarse, no era hombre de montar escenas y mucho menos por un maldito sentimentalismo. Se puso en búsqueda nuevamente de algo que le quitara la caricia amarga de la lengua mientras volvía al tema principal. - No puede ocurrir durante la luna llena.

Elora dio un respingo cuando pegó el puñetazo y se desmoronó u trozo de pared. Ya lo había visto cabreado antes pero ahora estaba encerrado allí y podía destrozarle la buhardilla. Como no era plan de que abriese los tarros de fetos de cabra en vinagre, o de ojos de rata embalsamados, se levantó y sacó del hornillo una torta de miel, algo dura, pero que al menos le serviría de postre. Rezaba para que la belladona le calmase el dolor porque si se ponía más agresivo peligraba seriamente su casa.— Vale, nada de luna llena.—Dejó la torta a su vista por si era eso lo que estaba buscando y se volvio a sentar.— siempre he deambulado por los suburbios y tengo ayuda espectral, pero no contaba con los vampiros. Menos mal que apareció esa mujer.— “Esa mujer” sonaba muy impersonal para lo que habían compartido, pero de momento no quería darle más datos a Paine.


La torta sirvió, nada más entrar en su campo visual relajó los humos para volver a sentarse, acercándosela para inspeccionarla mientras escuchaba. Que hablara de una mujer no le causó el menor interés, hubiera sido distinto si se hubiera tratado de un hombre. Él era uno, sabía de lo que hablaba. - No siempre vas a tener a alguien que te salve el trasero, zagala, deja de ponerte en riesgo, no eres una cría. - Dio la primera mordida que, aunque resultó demasiado seca para su aún áspera lengua, el sabor era bueno. - La próxima luna llena es dentro de unos días, puedes mandármelo pasados dos. Oh y ni se te ocurra pasarte por el bosque para entonces, ¿me oyes? - Se detuvo de comer para mirarla fija y seriamente. - No soy el único que pierde el control por ahí, ¿entendido?



Visto lo visto, en eso lo iba a obedecer.— entiendo. Nada de visitas en luna llena. ¿Hay algo que pueda hacer para que…? hum… como decirlo…¿hacerte la luna llena más llevadera?.— Tendría que buscar información sobre eso, debía existir alguna forma de revertir la maldición, o de al menos hacer que la bestia que dominaba a su padre se durmiese y lo dejase en paz, dandole una tregua al menos.— No me va a dar tiempo de seducirlo y quedarme con todo en unos días, tendremos que ser pacientes, padre. He averiguado que su fábrica textil está en el mejor momento y están ganando mucho dinero. ¿Te imaginas? una casa enorme, criados, comer caliente todos los días…Voy a disfrutarlo mucho cuando lo consiga, y el dia que me canse voy a obligar a su fantasma a ver cómo me lo gasto en alcohol, putas para tí o lo que me de la real gana.

Alzó la mirada de la torta, con la boca llena de esta, para clavarla en Elora mientras balbuceaba. Sus ojos y ceño se tensaron en el lapso de un segundo ante el sentimiento contradictorio que siempre despertaba en él su hija. A punto estuvo de escupir la comida para alzar su orgullo bien alto y no permitir que Elora lo debilitara con aquel comportamiento sentimentalista, pero se limitó a tragar y bajar la mirada seria. - Olvídalo. Estoy seguro que tu madre no dejó cabos sueltos. - Terminada la tarta, estiró del mantel un hilo que colgaba para usarlo con los dientes, buscando sacar un trozo de carne que llevaba rato metido tras el colmillo. - Aléjate del alcohol si no quieres perderlo todo en un día. - La miró con cierta prepotencia, pues no dejaba de verla como una niña pequeña. - ¿Tienes seguro que ese tipo querrá volver a verte? ¿Que tendrás oportunidad de... lo que sea que me contaras que ibas a hacerle?

Elora esbozó una sonrisa siniestra.— Sí, lo estoy. No sé mucho de curaciones, no tengo el don de ver el futuro ni esos poderes tan vistosos. Sé de muertos, de fantasmas, de espíritus. Tengo encantados a varios de ellos, de los que viven en su casa, y le susurran cosas en sueños. Querrá volver a verme, seguro. Y cuando beba la poción ya no podrá mirar a otra, y su voluntad será mía. Me paso mucho tiempo en la biblioteca leyendo los libros ocultos y prohibidos. Quizás sea lento, pero la venganza se sirve fría. No me importa esperar si el resultado es ése.— Sacó la camisa de Paine del hilo de tender y comenzó a plancharla tras llenar la plancha de hierro con brasas candentes.— ¿Qué opinarías de mí si a partir de ahora en vez de los hombres me gustasen las mujeres?.— lo soltó así como quien charla de lo bonita que se ha quedado la tarde.

Se le contagió el sadismo de aquella sonrisa al escuchar lo oscura que podía llegar a ser. No podía definir si aquello lo sacó de él o de la malnacida de su madre, pero estaba claro que lo llevaba en la sangre. Detalle que, a parte de gustarle, le tranquilizaba un poco. Al menos no era tan ingenua como esperaba. Sin embargo, su rostro se ensombreció al hablar de venganzas y apartó la mirada a la ventana. - Hablas como si fueras tu madre... - susurró, retomando enseguida la palabra para no escuchar réplica alguna sobre aquello. - ¿Las mujeres? - La miró de reojo con una ceja arqueada. - ¿Te gustan las mujeres? Mmm... - permaneció callado unos segundos pensando en aquella posibilidad. - No tengo nada que opinar. - Mentira, le tranquilizaba mucho más, pero no lo diría en voz alta.

No lo sé, creo que también me gustan. Mejor, porque de todas formas no pensaba pedirte permiso para salir con nadie.— Evidentemente su madre se había cobrado su venganza, y quizás Paine estaba reviviendo en sus carnes la historia 22 años después. — Mi madre te maldijo y se vengó de ti. A mi no me has hecho nada, gracias a ti estoy en este mundo, su venganza no es la mia, y el hecho de que me ayudes a resarcir los agravios es muy importante para mi. ¿Sabes qué? que estoy orgullosa de mi padre, es el más fuerte que hay. No, lo digo en serio. Llevas 22 años tratando de autodestruirte y no lo has conseguido, eso es que eres el más fuerte. Así que mi causa tendrá éxito.— Lo miró con gesto satisfecho.

La miró con los párpados caídos en expresión de resignado hastío, mordiéndose la lengua para no decir nada. Tenía razón, no había motivos para pedirle permiso, él no había aceptado en ningún momento su rol de padre en aquella ecuación. El breve momento de paz que la comida y la poción contra la resaca le hicieron disfrutar se evaporó en el maldito momento que a Elora no se le ocurrió nada mejor que soltar aquella perorata sinsentido. Se puso en pie tan rápido que el taburete cayó hacia atrás, y suerte tuvo la mesa de no romperse en pedazos cuando soltó la rabia con un manotazo sobre esta, haciendo saltar platos y demás. - ¡¡Cállate!! Tú no sabes nada, zagala, es mejor que mantengas esa boca cerrada. - Siseó con los ojos oscuros, el cabello enmarañado cayendo sobre su rostro. Se acercó para quitarle de las manos la camisa, quedando arrugada en el mismo momento que la asfixió entre sus dedos. - Si vuelves a encontrarme en la calle tirado, pasa de largo. - Masculló ronco antes de dirigirse hacia la puerta.

Elora le mantuvo la mirada, desafiante, con un NO gigante escrito en ella. Pero lo dejó irse, Paine era como el viento cambiante. Tan pronto era brisa como galerna. Era un salvaje y jamás podría cambiar su esencia. Tampoco lo pretendía. Sabía que bajo la capa de agresividad, de odio o de resentimiento, lo que había era miedo a ser débil, miedo a quererla, y una incompetencia emocional de manual de psicología. Por eso mismo su relación era así; Ella se acercaba, él la toleraba y cuando se sentía atrapado salía por patas hecho un basilisco. Seguirían así. Lo había tenido en casa por una horas, lo había cuidado y ahora el pirata necesitaba volver a las andadas y digerir lo que le había dicho.Sin moverse de la silla se despidió de él.— que tengas buena luna, padre, regresa cuando quieras.
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Mensaje por Elora Paine Miér Mayo 11, 2016 4:25 pm

Delphine de Buisson, la madre de Mauritz, el prometido de Elora, era una vieja señorona de familia de clase media que había venido a más cuando se casó con el padre de Mauritz, el difunto André, dueño de la fábrica de textiles que les había procurado la riqueza que ahora disfrutaban.

Era una mujer de nariz grande y ojos penetrantes, con todo el pelo blanco peinado muy estirado hacia atrás. En su juventud había sabido jugar sus cartas muy bien, porque no era ni la más bella ni la más rica de las muchachas del círculo social que frecuentaba el empresario que empezaba a convertirse en nuevo rico, y sin embargo lo había cazado.

Delphine estaba preocupada por la fortuna familiar y por su hijo que había decidido casarse con una chica de los suburbios, con pinta de prostituta y cazafortunas, y no atendía a razones. Aquello ya se pasaba de castaño oscuro, así que tendría que tomar cartas en el asunto y quitársela de en medio.

Había dicho a su hijo que se iba a jugar a las cartas en una velada nocturna con otras señoras de su posición, pero en realidad acudió a una taberna de mala muerte cerca de los últimos muelles de carga. Había quedado con un tal Ambros Steinlich, oficialmente un contrabandista de poca monta que trapicheaba de noche en el puerto, extraoficialmente un vampiro venido a menos, apartado de los círculos del poder por su inclinación a los negocios sucios y a las prácticas “peligrosas” que podían descubrir la inmensa mascarada bajo la que vivían los sobrenaturales.

Negoció con Ambros la “desaparición” de su nuera por el módico precio de un vial de sangre de nosferatu. No era algo fácil de conseguir pero la vieja señora tenía buenos contactos y mucho dinero. La bruja tenía que recoger una planta específica esa noche, porque había cortarla en luna menguante para que la poción de doblegar voluntades funcionase bien. Se vistió con sus ropas viejas para no levantar sospechas, se echó el chal por encima y caminó hacia las afueras de la ciudad, sin percatarse que una sombra la seguía a cierta distancia.

La idea era la de ir hacia Saint Germaine, porque así de paso podía saludar a Leif si lo veía. Llevaba también un farolillo para cuando abandonase la ciudad y se adentrarse en el bosque. Caminó hacia una zona donde sabía que que crecía la flor de cera, una flor no muy abundante y que se abría de noche. Con el aceite que pudiera extraer de ella, confeccionaría una versión todavía más potente de la poción para doblegar voluntades, porque quería tener a Mauritz bajo su control y que arreglase los papeles cuanto antes. No quería pasar más tiempo del necesario a su lado.

La sombra se movía con rapidez, y no podía creer que pudiera tener tanta buena suerte, la incauta se adentraría en el bosque, la drenaría, la mataria y no tendría que cargar con el cuerpo, en la foresta era muy fácil esconderlo.




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Mensaje por Leif Paine Mar Mayo 24, 2016 4:28 pm

Un coro de voces se había alzado con los últimos rayos de sol del día, la melodía le llegaba tan pura como las voces que la entonaban traspasando las cristaleras de la catedral en la que yacía apoyado. Nuevamente borracho, nuevamente destruido. Viajando al pasado con el barco de los recuerdos se daba cuenta que no quedaba absolutamente nada de aquel pirata al que todos temían. No era ni una sombra de lo que en otrora fue. El Miserere Mei Deus penetró en su cabeza provocándole una desazón incomprensible. ¿Rogar a Dios para la redención? Su vida ya era un infierno, dudaba que encontrara uno peor una vez cayera muerto. Aún así...

-Cariño date prisa, pronto será de noche - una voz femenina pasó por su lado agarrando la mano de una niña de enormes ojos. Perdido en la nebulosa etílica del ron creyó ver a Elora reflejada en aquella criatura.

Elora. Su hija.

La noche. La luna.

Sabía qué noche era, no podía seguir más tiempo allí tirado. Se levantó medio trastabillando y apoyado en la pared se impulsó para empezar a andar, con pasos zigzagueantes pero rumbo fijo al bosque. Elora vivía en aquella ciudad, no podía concebir la idea de que lo encontrara durante la peor noche del mes. Tiró la botella casi vacía al suelo, haciéndola estallar en mil pedazos, cuando el campanario de la catedral dio la hora, sabiendo que quedaba bien poco para el cambio. Se adentró al bosque por la maleza, esquivando camino, y justo cuando alcanzaba el primer claro entre árboles, la luna llena se asomó tras las ramas y una fuerte palpitación dio comienzo a la pesadilla.

Sentía dolor cada vez. Un dolor que subía y subía en espiral destruyendo todo pensamiento e incluso identidad. Aquel dolor mutilaba todo pensamiento lógico y ni siquiera el alcohol lograba paliarlo un poco. Retorciéndose, con los músculos y huesos estirándose y contrayéndose para tomar una nueva forma, sentía su corazón latir tan fuerte que su último pensamiento siempre era que iba a explotarle.

Silencio.

El despertar de la bestia iba siempre acompañado de un fuerte aullido que asustaba cualquier otro animal que estuviera cerca. La bestia tenía hambre. Quería despedazar, morder, destripar... El odio en el corazón del hombre que residía en aquella bestia es quien alimentaba su salvajismo incontrolable. Inició la carrera con todos los sentidos despiertos analizando cada olor, sonido o rastro que encontrara en su camino hasta que daba con algo que pudiera saciar su apetito. El perfume de una dama impactó en sus fosas nasales haciéndole gruñir y cambiar el rumbo hacia ella.

Se relamió al ver a la anciana y, como siempre hacía, empezó a jugar con ella. La rodeó, impidiendo su huida e impulsando su temor, acorralándola, haciendo latir desbocado aquel corazón casi marchito. Y entonces saltó, de cara, arrojándola al suelo con la fuerza de sus patas delanteras. En el segundo que ella profería el que sería su último grito en vida, la bestia hundió las mandíbulas en su frágil cuello desgarrando tejido para probar finalmente su sangre. La cabeza quedó diseccionada del resto del cuerpo, pero no había satisfecho ni su hambre ni su instinto, así que siguió desmembrándola, comiéndosela. Brazos, piernas, incluso le abrió el estómago con las garras para hacerse con sus tripas.

Mas la orgía de sangre se vio interrumpida cuando, desvanecido el perfume de la dama, otro olor inundó sus sentidos. Un olor conocido, mas no reconocido. La bestia jamás lo había olido, pero el hombre que anidaba dentro sí. Afiló la mirada hasta dar con la figura que se escondía entre las sombras y, con el gruñido continuo en lo hondo de su garganta, avanzó lentamente hacia Elora.
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Resarciendo agravios. (Privado) Empty Re: Resarciendo agravios. (Privado)

Mensaje por Elora Paine Lun Mayo 30, 2016 3:05 am

Elora tenía que cortar aquellas flores mientras la luna estuviera en lo alto, o no surtiría efecto el hechizo. Se sentía inquieta, el bosque no era un lugar agradable de noche. Llevaba puestos los pendientes en los que tenía atados dos entes, así que decidió soltarlos, sólo por si acaso. Les encomendó la tarea de vigilar y alertarla si ocurría algo extraño. Encontró un matojo de aquella planta y se agachó a cortarla y guardarla en la bolsa, pero uno de los entes se puso en guardia. Le susurró a la bruja que había alguien más, una sombra oscura que la acechaba.

Elora empuñó el pequeño cuchillo que llevaba en la mano y trató de escrutar la oscuridad.

¿quién va? Sé que estás aquí...muéstrate.

El vampiro se hizo visible a la escasa luz de la luna que se filtraba entre la hojarasca. Era un tipo moreno, con el pelo mal cortado y los ojos muy juntos. Tenía pinta de ser un cuervo de despacho. Quizás fuera contable o secretario de poca monta, de esos que tenían ínfulas de señorito y se vestían por encima de sus posibilidades sin llegar a llenar la percha realmente.

El chupasangres sonreía de medio lado, mostrando los colmillos, caminando en círculos alrededor de la hechicera.

joder, mierda... mira, no quiero líos, mejor lárgate por donde has venido o tendré que freirte el cerebro.— el vampiro estalló en carcajdas.

pobre ilusa, sé quien eres. No te van a servir tus trucos de magia contra mí, estoy protegido con un conjuro antihechizos.

Elora frunció el ceño. Así que el vampiro no era un rondador nocturno casual, iba a por ella intencionadamente y se había pertrechado bien.

¿Por qué me sigues? quién me quiere muerta? mas que nada porque cuando acabe contigo me gustaría ir a decirle que la próxima vez me envíe a uno más guapo, porque eres tan feo, que sólo por eso mereces la muerte.Tsk.— chasqueó la lengua, lengua que la bruja tenía afilada y el vampiro frunció el ceño, esas provocaciones habían surtido efecto. Había una buena lista de gente que la podía querer muerta, empezando por Delphine, su suegra, o el mentor de Xaryne, o la vieja Brisienne a quien había dejado tirada con la tienda...ya lo averiguaría.

ya veremos si cuando te desgarre la yugular hablas tanto... lo mismo hasta me divierto un rato contigo antes de matarte del todo.

pfff...¿lo ves? te gusta follarte muertas. Eres raro y feo, no me extraña que te hicieras vampiro, como humano debías ser un completo perdedor.— estaba ganando tiempo para conjurar una abominación, pero desgraciadamente, para eso necesitaba su propia sangre y se había hecho un pequeño corte en la mano, lo cual, sin duda, iba a alterar aún más al vampiro.

El monstruo la olió y se tensó, sus ojos rojos brillaron en la oscuridad y se abalanzó sobre la bruja, que había empezado a hablar en una lengua extraña. La derribó y la hizo rodar por el suelo. Notó los colmillos hundirse en su hombro y gritó de dolor.
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