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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Dastan B. Dittmar Mar Mayo 03, 2016 8:12 pm

El canto de las aves que anuncian la llegada de una mañana donde los mortales pueden iniciar sus actividades sin el temor de ser atacados por algún ser de las tinieblas que merodee por las calles, para esa hora todos los demonios se refugian en sus hogares a oscuras aguardando en el silencio perpetuo de la somnolencia porque la noche cubra de nuevo la tierra y puedan salir a atormentar a aquellas almas que se crucen por su camino. Pero hay rumores de ciertos seres que no atacan para matar al contrario ayudan a lo que se consideraría “el alimento”, filántropo o patético es una cuestión divida por conceptos y filosofías diferentes.

Cuando la noche llega cada día, tocando las puertas del cielo lento pero seguro, muy seguro de querer levantar a su hijos de su eterno descanso diurno, aquellos cuerpos fríos que entre sábanas de sedas en habitaciones oscuras dormitan, o en ataúdes en los sótanos de sus casas o simplemente ocultos por ahí en la oscuridad de sus mansiones, mansiones como aquella que alejada de toda la ciudad una hermosa casa de verano que parece abandonada y donde los cuervos rondan, es el lugar perfecto donde habita un ser que solo en las noches se lo logra ver, un ser que no busca matar a todos al contrario se sirve de ciertas personas con quienes mantiene una relación contractual de “negocio”, dar y recibir, ese el mayor negocio de un ser da la noche, de un vampiro y más para uno como Dastan que es director del hospital general de Paris, un hombre así no puede andar dejando cadáveres de inocentes a menos que sean escorias sociales, pero inocentes jamás.

Pero aquel hombre guarda un secreto, uno que trata de mantener alejado de aquella mujer que lo espera día tras día, noche tras noche en la villa principal de los Dittmar, una mujer a la que ama y a la vez hace daño ocultando su secreto. Cuando regresa a la ciudad opta por evitar pasar por casa así no discute con ella, algo que se ha vuelto una rutina cada noche que llega con el aroma del jabón o el perfume de alguna dama que le ha dado su sangre, pero eso no le puede decir ella, aunque en su realidad jamás le ha sido infiel. Traga en seco al dirigirse y meterse de lleno en su trabajo, al menos así olvidará hasta la madrugada el mal sabor que le deja su traición.

Las enfermeras siempre buscan atender al doctor, pero ni una es tomada en serio o mirada más allá de su oficio, siempre tratadas con respeto e indiferencia; aunque siempre alguna termina haciendo las cosas difíciles, como aquella que en la oficina del director esperaba sin ropa a que este cruzara la puerta para pedirle otro tipo de atenciones.

Dastan trata de alejar de la mujer cubriéndole con su chaqueta y con la sonrisa amable de un hombre respetuoso que toma aquello como un mal entendido, y que espera que no salga de las paredes de la oficina. Aunque eso es mucho pedir para alguien como él.

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Mensaje por Opal Dittmar Miér Mayo 04, 2016 10:36 am

Minuto tras minuto, hora tras hora éstas iban avanzando inexorablemente haciendo que, de nuevo, el que había resultado un largo día de trabajo, llegara a su fin, marcando el final de mi jornada laboral. Me sentía completamente agotada, cansada tanto física como mentalmente, siendo éste el resultado que realmente había querido lograr al ampliar las horas y el tiempo que me pasaba sumida en mi trabajo. Ésta había la única medida, aunque fuera de carácter temporal, que se me había ocurrido para mantener mi mente alejada de todo aquello que, cada vez que pasaba por mi mente, me consumía de forma inevitable. Muchas habían sido las veces que me había lamentado mentalmente el desatino de la mudanza de Inglaterra a París, hecho que, momentos después, no podía hacer mas que reprocharme a mi misma mientras me recordaba que los problemas, estando ahí, hubieran aparecido tarde o temprano y el haber mantenido durante mas tiempo una relación idílica solo lo hubiera empeorado todo. Dejando escapar un suspiro pensativo, mi mirada se clavó por un momento en la enorme cantidad de informes que reposaban sobre la mesa de mi despacho antes de que ésta se desviara en dirección a la ventana en dónde, claramente, se veía que ya había anochecido... de nuevo.

Tras unos escasos minutos y dando por terminado mi trabajo, recogí la pila de informes terminados y me dirigí sin pensarlo dos veces en dirección al despacho de mi marido. A pesar de todos mis esfuerzos de mantener la calma, la compostura y una expresión tranquila que no mostrara el cómo me sentía realmente, la escena que me recibió en el momento en que abrí la puerta no era precisamente algo que me resultara grato de ver. El color de mis mejillas desapareció completamente y mis dedos se aferraron con fuerza a las carpetas que sostenía mientras mi mirada iba de mi marido a la enfermera desnuda, vestida simplemente con la chaqueta de él. Tomando una respiración profunda, intenté ignorar el dolor que taladraba mi corazón ante dicha imagen y lo que ésta significaba realmente. Haciendo acopio de la poca fuerza de voluntad que había podido reunir, caminé con firmeza en dirección hacia el escritorio que permanecía tan ordenado como siempre y dejé sobre éste los informes antes de girarme hacia él, ignorándola a ella y a su sonrisa de suficiencia y superioridad.

Aquí tiene todos los informes de hoy del ala de psicología doctor Dittmar —dije con un tono frío y distante que apenas reconocí como propio— si no tiene nada que objetar, me retiro y no le hago perder mas tiempo. —Le dediqué una última mirada; triste y atormentada, dejándole ver por unos escasos momentos la verdadera profundidad del daño que me había inflingido antes de volver a levantar las murallas y disponerme a marcharme. Sí, me moría de ganas de gritarle, de arremeter en su contra, de reprochárselo todo, de exigir explicaciones y a la vez que deseara que todo tuviera una explicación mas allá de lo que era obvio y saltaba a la vista: esta era la prueba de sus infidelidades. Si, me apetecía llorar largamente y dejar escapar todo el dolor que sentía hasta que no me quedaran lágrimas que derramar, pero me negaba en hacerlo en su presencia, en presencia de nadie; no iba a mostrarme frágil y vulnerable ante nadie, nunca había permitido que nadie me viera de esa guisa y no sería ahora que éso sucediera. Tal vez hubiera roto y pisoteado mi corazón a su antojo y las veces que hubiera querido, pero de ninguna manera iba a arrebatarme mi dignidad y era por esta que prefería retirarme y alejarme de él en vez de sucumbir a mis emociones y montar un escándalo en un lugar público cómo lo era el hospital en dónde trabajábamos.
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Mensaje por Dastan B. Dittmar Vie Jun 03, 2016 9:34 pm

Las tormentas que se avecinan son las más catastróficas, sobre todo cuando se tornan por descuidos tomando una manera silenciosa; la destrucción que auguran cuando están en calma son las peores, son tan letales que pueden llegar a matar a quien se ponga por su paso, una muerte que podría ser el fin o comienzo de un cataclismo que desate pasiones y dolores. Un tornado, un tornado cuyo centro está calmado pero que es esa calma la que debe tenerse cuidado, ese silencio agónico que es el que realmente mataría a los incautos que se atrevan a adentrarse sin tomar las precauciones. Es toda una gran tormenta y lo primero que se muestra son los rayos y truenos que comienzan a dar inicio a lo temido.

Era momento de decir adiós a la noche calmada, la duración de ese momento fue solo de segundos pero para aquel doctor parecían horas desde que divisó el cuerpo de quien interrumpió aquel incomodo momento, aquella mujer que era su corazón, su todo. Sus ojos no daban crédito y sus manos sobre los brazos de la enfermara se retiraron automáticamente, su mente trataba de indicar que todo era un mal entendido, pero sabía que su esposa no le creería, porque había visto una escena comprometedora; una pelea, eso era lo que se podía sentir y oler con cualquier palabra que se dijeran ambos, por eso el silencio y le profesionalismo fue lo único que salió a flote entre los tres integrantes de aquella penosa muestra de vergüenza.

La enfermera viendo la actitud del matrimonio salió a prisas pidiendo disculpas al director, quien solo sonrió con unas palabras de cuidado a la salud de ella por como estaba vestida, miró los papeles que le habían traído y antes de que se retire su amada esposa, la detuvo con las mismas palabras que había casi usado con la intrusa, la sonrisa en su rostro era evidente mientras miraba uno de los documentos, con su habilidad le era más fácil leer tantos expedientes en menos de tiempo, aunque también el uso de estas las restringía pero, en este caso, lo había hecho por el hecho de no dejar salir a su pareja.

Uno de los informes estaba incompleto con la ficha del paciente en cuanto al tratamiento a seguir, lo sacó extendiendo a la doctora, una eminente psicóloga y directora del departamento de psiquiatría –Doctora Dittmar, aquí falta indicar el tratamiento a seguir que lleva con el paciente, parece que estuviera pero no está detallado. Algunas cosas no son lo que parece– susurra entregándole la hoja. En toda su vida y no vida jamás había estado tan nervioso, pero las cosas en su matrimonio no iban bien como esperaba pero todo era gracias a sus secretos que lo comían cada vez que veía a su esposa dormir, cada que la admiraba y deseaba poder tocarla como el amoroso esposo que era, mostrarle que jamás le ha sido infiel y que jamás lo hará, pero eso es imposible.

–No la toqué, es más ni siquiera sentí nada, a menos que sea contigo– sus pensamientos lo llevaron a soltar aquello que tenía guardado y que era mejor no tocar a menos que estuvieran en casa, pero sabía que sería imposible por su turno de doctor y director del hospital que lo llevaría hasta la madrugada, momento en el que solo podría contemplar sin tocar de lejos aquello que ama.
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Mensaje por Opal Dittmar Vie Jun 10, 2016 11:20 pm

Los segundos pasaban a cámara lenta a pesar de que mi determinación de marcharme y dejar atrás ese despacho a pesar de que sabia bien que, por mucho que lo deseara, esta noche me iba a resultar realmente complicado, por no decir imposible, el conciliar el sueño, no cuando la imagen de él con la amante de turno se había quedado grabada a fuego en mi mente. Dejando escapar la respiración, la cual ni siquiera me había percatado que me encontraba conteniendo, antes de que me volviera a girarme para mirarle a pesar de que ni esbocé una sonrisa ni busqué su mirada como solía hacerlo cuando nuestro matrimonio no se encontraba en plena crisis. Siendo sincera conmigo misma; una parte de mi había anhelado que me parara, que intentara convencerme de que la escena que había presenciado y que me perseguiría por bastante tiempo, a la vez que no deseaba tener que tratar con él hasta que me hubiera enfriado lo suficiente evitando de esa manera la probabilidad de que, llegado el caso, me dejara llevar por mis emociones y que estas estallaran en el lugar menos adecuado. Cerré los ojos y tomé una respiración profunda; ¿a quién quería engañar? No importaba el tiempo que dejara pasar desde ahora, o lo mucho que intentara enfriarme, en el momento en que el tema volviera a salir a la superficie éste tendría las mismas posibilidades de estallar como las tenía ahora mismo, con la única diferencia de que cómo mas tiempo dejara pasar, peor podría volverse.

Los segundos pasaron, dando paso a que un denso silencio reinara entre ambos por lo que se asemejaba a una eternidad antes de que mis ojos volvieran a abrirse y le mirara sin mirarle realmente. Sin decir nada, mis pasos se acercaron hasta que estuve a la suficiente distancia para coger la hoja que me tendía y evité cautelosamente cualquier roce, aunque fuera mínimo, con su mano. De hacerlo, estaba segura que, por mucho que éste fuera mínimo, la aparente calma y serenidad se iban a romper en mil pedazos y me iba a derrumbar por completo. Aún en silencio, mi mirada recorrió el papel sobre mi mas que reconocible letra, agradeciendo mentalmente la pequeña distracción del dolor que escocía y palpitaba en mi corazón. —El paciente no está respondiendo bien al tratamiento actual, es por ello que la información al respecto es limitada. A pesar de que se espera que el paciente reaccione bien al nuevo tratamiento, siempre es mejor ver los resultados antes de que éstos se reflejen sobre el papel —mi voz sonó fría, distinta y carente de cualquier emoción a pesar de que éstas se encontraban formando un furioso remolino en mi interior, haciendo que ni yo misma fuera capaz de reconocer mi propia voz—. Algunas cosas no son lo que parecen... —musité en voz baja para mi misma, en un tono apenas audible, repitiendo las palabras que el mismo había dicho en referencia al informe pero que a mi se me antojaba que ocultaba un segundo significado oculto.

Mordiéndome el labio por un momento y dejando finalmente a un lado eso y el informe del paciente, mi mirada finalmente le buscó, mientras mis ojos empezaban a brillar peligrosamente— ¿No la tocaste o no sentiste nada? —cuestioné con mi voz aún fría y distante y que tenía la molesta cualidad de ser una arma de doble filo, puesto que esta, le doliera o no a él, tenía la capacidad de herirme a mi también— puesto que la segunda implica la anulación de la primera y la primera niega la segunda. —Negué con la cabeza y me crucé de brazos, abrazándome a mi misma, antes de que mi mirada se alejara de él— ¿Crees que no me doy cuenta? —inquirí tras que otro largo silencio se instalara entre ambos— ¿Crees que no me doy cuenta de cómo te miran, de los cuchicheos que siempre se desatan? —negué de nuevo, sin mirarle— durante bastante tiempo quise confiar en ti e hice cómo que no me daba cuenta, miré hacia otro lado e hice oídos sordos, a pesar de que me resultaba bastante molesto —el tono frío se desvaneció, dejando paso a un tono cansado, agotado.

Quise confiar en ti, pero ya no puedo mas. Realmente me gustaría poder creer en tus palabras, pero ya no puedo hacerlo. Aunque, por un momento creyera en que esta noche no ha pasado nada en este despacho, eso no quita el sinfín de olores de distintos perfumes que he llegado a percibir en tus prendas a pesar de que no dijera nada en ese momento. —Mi mirada se fijó en un punto del escritorio aún evitando mirarle— lamento no ser la clase de esposa que es capaz de darse cuenta de esas cosas y dejarlas pasar, tras escusar o disculpar esos pequeños detalles —mi voz se tornó amarga por un momento— y lo siento, pero no voy a seguir consintiendo eso, Dastan, de ser así quizás lo mejor sería que nuestros caminos se separasen —me mordí el labio, con tanta fuerza que éste acabó sangrando de la misma manera en que lo estaba haciendo mi corazón ante mis últimas palabras. Me dolía y dañaba el tener que pensar en ello, el pensar que eso llegara a tener lugar, mi corazón se negaba a aceptarlo pero sabía bien que tampoco podía seguir así puesto que sabía que de seguir, de aferrarme al amor que sentía por mi marido, a pesar de su traición, no serían los pedazos de mi corazón lo que recogería si no las cenizas haciendo que fuera imposible recuperarme de ello.
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Mensaje por Dastan B. Dittmar Dom Ago 07, 2016 5:12 pm

Vendavales, fueron los que se desataron en aquel espacio reducido, una batalla campal como las que mencionan los textos antiguos, el enfrentamiento entre la luz y la oscuridad. Una fila hoja de espada estaba cortando todo lo que en ese lugar se encontraba, incluso con aquel demonio parado con la mirada perdida entre la oscuridad, sus ojos cerrados, y aquella apariencia de derrota, ¿Dónde quedó el león de Persia? Ahí estaba frenándose para no salir y acabar con el gran amor de su vida, por eso es que se mostraba de aquella manera, aun con el clamor de la batalla no podía resistirse mucho y al final, al final terminaría por participar en ella de la peor manera.

Dagas, que se incrustaban en su cuerpo con suma violencia desagarrando lo poco que tenía que ofrecer a la muerte; sus dientes se apretaron ante un pensamiento por las palabras dejadas en el aire “Confié en ti” Esas palabras lo dejaron aún más acabado, cansado no físicamente pero si emocionalmente y ahí es donde sus pensamientos se perdieron.

¿Puede un ser de la noche tener emociones como un mortal más?

El recuerdo de cuando la conoció por primera vez, el sonido de su sonrisa e incluso aquellos sonrojos que se marcaban en su rostro y piel, todo eso vino como una ola a golpearlo en el corazón que no latía y que ahora se lo estaban arrancando de la manera más violenta. Soltó el sonido de una sonrisilla ante los recuerdos y su realidad; pasó por su frente la palma abierta de su mano llevando los cabellos hacia atrás un gesto que siempre así cuando iba a terminar algo que no quería comenzar, o mejor dicho, cerrar un camino en el que no quería cruzar.

Suspiró profundamente mirando a la mujer con la cabeza –No siento nada por otras mujeres y por lo tanto no las toco, no toca a otras mujeres porque no siento nada por ellas, porque no hay mujer para mí que la que me espera en mi hogar y que aun con mis obligaciones sigue a mi lado– en silencio había escuchado cada una de las palabras de la mujer y antes de que ella refutase alguna de sus palabras alzó la mano pidiendo un segundo, aun con el silencio que reinaba entre ellos, uno muy agónico en donde aquel hombre podía escuchar todo incluso los latidos del corazón y venas de su esposa –Aun cuando al parecer ella no confía más en mi por los chismes que oyen en los pasillos, no voy negarlos porque no se cuáles sean, solo sé que algunas enfermeras y doctoras de aquí se me han acercado con otras intenciones y siempre terminan siendo rechazadas, eso ha llevado a que esparzan rumores, eh ahí donde el aroma de dichas damas se impregna en mis ropas, más ¿tocar? ¿Besar? ¿Hacer el amor? Solo lo haría con una mujer aunque ya ni eso deje ella que haga, no importa, son cosas que no necesito de otras–

Toma asiento girando la silla para que su esposa no viera su reacción, realmente él no daba crédito a lo que estaba escuchando, su mandíbula se tensó completamente y sus dedos tronaban de ira, aquel león de Persia estaba despertando –Las cosas no son lo que parece, eh– y la calma se trasformó en la tempestad –Y yo pensé que se honraría los votos, pero me equivoqué– chasquea la lengua girando la silla para ver a la mujer con una mirada en la que no alberga nada, ni una gota de esperanza y donde la ira comienza a emerger –Si es lo que quiere, Doctora Dittmar así será, aunque vaya en contra de mis deseos no puedo obligar a nadie a confiar en mi– palabra que incluso lo lastima a él por no poder decir la verdad a su esposa –Siempre te he complacido en todo, siempre he cumplido tus deseos, cada uno de ellos– la mano cae con fuerza a aquel escritorio creando un estruendo y la amenaza de romperse –Y ahora me sales con ¿caminos diferentes?, que tengo que hacer para que creas que no hay otra mujer en mi mundo que no seas tú, pero aunque lo haga no estarás satisfecha porque siempre pensaras que te engaño revolcando con cualquier prostituta de esta ciudad–.

Camina directo hasta estar frente a su esposa, trata de controla sus propias habilidades para no desembocar la guerra, arroja el papel que tiene en la mano así como el resto creando un caos en su oficina –¿caminos separados? Diga con todas sus letras lo que quieres Opal Dittmar, si tanto lo deseas te lo concederé, pero dilo con todas sus letras– la toma de la cintura apegando el cuerpo de ella al de él y sin pedirle permiso un bestial y pasional beso la envuelve, reclama los labios de ella como si fueran la vida, no, es como si fueran, porque lo son. Asi como la zurda sube hasta los cabellos de ella para evitar que se aleje aunque al final ello no apaciguaría la furia de los dos.

Una furia por los secretos y engaños que viven.

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Mensaje por Opal Dittmar Miér Sep 07, 2016 3:13 am

Sus palabras, como afilados alfileres, se clavaron en mi mente empezando a sembrar la duda a la certeza que había tenido al respecto de su infidelidad, al hecho de que hubiera creído en ello debido a la procesión de pistas e indicios que había ido encontrando a medida que pasaba el tiempo. Si mi corazón ya dolía, sus palabras y sus acciones solo hacían que éste escociera aún mas; que el dolor que sentía en éste fuera mucho mas intenso haciendo que permaneciera quieta, como clavada en el lugar siendo incapaz de moverme ni siquiera un mísero milímetro. Pero fue su mirada, completamente desesperanzada antes de que todo pareciera estallar en llamas la que hizo que el dolor que sentía aumentara aún mas; que mi corazón se encogiera y que apenas percibiera que había abandonado su sitio tras la mesa del escritorio para acercarse a dónde me encontraba, sin dejarme tiempo a poder apartarme y mantener una distancia, una distancia que necesitaba para no terminar de caerme en pedazos. Tal y como había creído momentos atrás, el sentir el contacto de su brazo rodeándome y acercándome a él confirmaba con vehemencia el hecho de que no hacía falta mas allá del más mínimo roce o contacto para que perdiera la poca serenidad que pudiera quedarme; mis piernas se sintieron sin fuerza alguna, haciéndome creer que si me llegaba a soltar no serían capaces de sostenerme y haciendo que instintivamente me aferrara a su camisa a la vez que sentía como sus labios tomaban posesión de los míos.

Mi mente pareció olvidar por un momento la situación en la que me encontraba, olvidando el hecho de que me encontraba pasando por uno de los peores momentos de mi vida y haciendo que, sin pensar lo mas mínimo, terminara por corresponderle al beso olvidando todo lo demás. Pero el olvido no pudo durar mucho, desvaneciéndose en el momento en el momento en que nuestros labios se separaron. Lágrimas no derramadas cristalizaron en mis ojos mientras éstos buscaban los suyos haciendo que negara ligeramente con la cabeza, aún sintiéndome demasiado frágil cómo para sentirme capaz de soltarme de sus prendas y alejarme tal y cómo mi sentido de preservación empezaba a gritarme de nuevo que hiciera. —¿Quién dice que sea eso lo que deseo realmente? —mi voz sonó frágil, casi rota mientras forzaba a las palabras a salir de entre mis labios— no, ni es lo que deseo ni es lo que quiero; pero parece ser la única manera en que no nos sigamos dañando mutuamente y eso, eso es algo que tampoco quiero y es precisamente lo que estamos haciendo. —Negué de nuevo mientras finalmente las lágrimas empezaban a recorrer mis mejillas de forma silenciosa— ni me gusta verte así ni estoy dispuesta a seguir sufriendo en silencio —un suspiro de pesar se escapó de entre mis labios.

Por tiempo intenté ignorar la sensación de que me evitabas, intenté creer que era solo casualidad que nuestros horarios nunca coincidieran, ignorar el hecho de que apenas te viera, olvidar las largas y solitarias noches, sola, en nuestra cama, no pensar en la sucesión de cenas cuyo única compañía era la del silencio solo roto por el sonido de los cubiertos, acallar una y otra vez la sensación de que te importaba mucho mas el trabajo que yo para no ser capaz de buscar tiempo para pasarlo conmigo, —un nuevo suspiro lleno de pesar mientras el recuerdo de esos momentos pasaba por mi mente— ya no puedo evitar el sentimiento de que hay un alto y denso muro que inevitablemente nos separa y ya no se de que manera tirarlo abajo —el reflejo del dolor y la resignación brilló en mis ojos por unos breves instantes— no puedo seguir así, no cuando parece que no vamos en la misma dirección, no cuando parece que no queremos las mismas cosas, no cuando yo quiero formar una familia y tu pareces no querer oír nada sobre niños —soltando un nuevo suspiro, agaché la mirada, fijándola en mis manos que aún seguían aferradas a su ropa y no parecían querer soltarse en un momento próximo.
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Mensaje por Dastan B. Dittmar Lun Sep 12, 2016 8:04 pm

Silencio, eco del vacío que se pierde en las palabras que se han colgado en el ambiente como cuchillas filosas que van atacando a todos clavándose con desdén en los muertos corazones, en el corazón inexistente de aquel que observa con asombro a aquella mujer de cabellos dorados, El silencio se sentía tan frío, tan vacío y doloroso que solo aumentaba la ira visceral que en su interior se estaba arremolinanado; podía sentir por su garganta subir aquel fuego con el deseo de acabar con todo el maldito lugar solo para acabar con las mentiras y con él mismo, la bestia de Persia había despertado completamente y eso era peligroso.

La mandíbula se tensa así como el crujir de aquellos dientes que están a punto de soltar un rugido fuerte, pero, pero todo se interrumpido por una fría ráfaga que se instaura en aquel despacho. Ojos que no dan crédito a lo que están presenciando, sus pupilas dilatas atraídas por aquella mirada cristalina que muestra el deseo que muere en silencio de las lágrimas que se iban materializando; quedó congelado, su cuerpo no respondía así como su mente que se perdió en aquella imagen clavándose en su interior carcomiéndolo y rompiéndolo por dentro. En su rostro se dibujó la sorpresa de ello así como lo desorientado que estaba, realmente asustado por ello.

Había descubierto algo agradable y a la vez desagradable. Se llevó la diestra a la boca cubriendo ese deseo, dando la espalda a la mujer trató de alejarse un momento de ella para tomar esa calma que necesitaba o de lo contrario se arrepentiría, su ropa aún tenía las marcas de los dedos de ella y en su mente se repetía la palabra prohibida para los de su especie.

¿Por qué lloró? ¿Fue por mi causa? Demonios, se veía tan bella con esas lágrimas que no quiero que llore nuevamente pero a la vez quiero hacerla llorar mientras la beso o clavo mis colmillos en ella, maldición quiero apearla a mi cuerpo con tanta fuerza, arrancarle la ropa y hacerla mía aquí mismo pero eso le haría llorar más y eso me excitaría y me haría sentir mal a la vez, que me está pasando, si fuera un humano no habría problema pero no lo soy y aun así estoy siendo egoísta con ella

Buscó la calma y tomó todo el acopio en fuerza que necesitaba para ocultar su naturaleza de aquella mujer, las palabras no tenían sentido en él, pero sabía que debía decirle algo y aunque las repasaba una y otra vez a todas ellas las encontró hirientes; soltó un fuerte suspiro frotándose el puente de la nariz, como signo de cansancio o malestar, el sabía que al final de la noche se terminaría arrepintiendo de todo, paso de largo por el costado de la mujer acariciándole la cabeza y siguió hasta el enorme ventanal, miraba por esta a la calle con una sonrisa de doctor que ponía cuando hacia su trabajo –Somos médicos solo que de diferentes ramas y horarios, mi debes está con los pacientes antes que conmigo mismo, siempre que quiero volver a casa algo ha pasado en la administración o con algún paciente, ya que no solo hago las tares de un directos sino también de un médico, y así termino durmiendo aquí para estar cuando me necesiten, generalmente tengo los turnos nocturnos y por la mañana voy a descansar pero cuando regreso tu no estás así que para evitarte malos momentos me retiro a otros lugares a descansar porque siempre huelo a hospital o a sangre– no todo aquello resulta ser una mentira, porque cuando sale del hospital casi al amanecer aun cuando sabe lo peligroso que es pasa por enfrente de su casa mirándola desde la ventana de su habitación con los deseos de un esposo

La palabra que lo lleva a cambiar su expresión a una fría es aquella con la que su esposa más anhela y él no le puede dar –¿Niños? ¿Acaso no estamos bien como ahora? O quizás debería decir ¿no estamos tan mal como para traer niños? Piénsalo bien Opal, traer a un niño a una familia que se esta destruyendo no es recomendable, el sufrirá y nosotros el doble, además ese niño no arreglaría nuestros problemas solo los empeoraría– los puños se aprietan con fuerza porque las palabras que quiere decir son otras

¿Niños? Claro que quiero, si pudiera de los daría no solo uno sino cuatro o cinco, aun cuando me muera de celos que los atiendas más a ellos que a mi, pero no puedo, no puedo darte eso y tampoco puedo decirte la verdad y eso me esta matando, me estás matando mi Amor

Suelta un suspiro con una mirada que solo muestra la frialdad con la que está hecha.

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Cuerda floja || Opal Dittmar  Empty Re: Cuerda floja || Opal Dittmar

Mensaje por Opal Dittmar Miér Oct 19, 2016 11:57 pm

Frialdad. Frialdad y un vacío cada vez mas extenso que prácticamente cubría todo lo que se encontraba a mi alrededor. Por un momento, mis manos se quedaron atrapando el aire en el lugar en dónde, momentos antes, se había encontrado la tela de la camisa de mi marido antes de que estas cayeran con pesadez a mis lados, flácidos, sin fuerza alguna para mantenerse levantados. El dolor reverberó en medio del gran vacío que sentía en el preciso momento en que él pasó por mi lado, en el momento en que noté sus dedos sobre mis cabellos en una caricia que mas que una caricia de cariño parecía una llena de condescendencia, cómo la que se le da a un niño pequeño y lloroso para intentar que éste se calme y deje de llorar. Motivo por el cual apenas era, a duras penas, capaz de oír sus palabras y comprenderlas en medio de la rojiza neblina de la furia y la molestia que, de nuevo, había reavivado su gesto. Las manos que, permanecían quietas a mis lados, se crisparon, aferrándose a la tela de mi falda, impidiendo que, de esta manera, pudiera llegar a clavarme las uñas en la palma en el momento en que éste finalmente habló de nuevo y sus palabras me zarandearon con fuerza.

A pesar de que mis ojos pudieran estar levemente rojizos por las lágrimas derramadas, éstas ya habían cesado y solo quedaban los surcos húmedos que habían creado a su paso. En silencio, me giré hacia dónde se encontraba él, sin mediar palabra y sin que la incredulidad creciente se mostrara junto a la furia y la molestia. De nuevo, mi mirada volvía a ser impasible, fría, una mirada que no mostraba el hecho de que, momentos antes, me había derrumbado. —Para mis oídos éso suena simplemente a una pobre escusa, una escusa que no se sostiene por si misma bajo ningún concepto. —Negué con la cabeza, con la decepción reflejada en mi mirada por unos momentos— una escusa que no es capaz ni siquiera de sostenerse por si misma, puesto que querer es poder. Si alguien realmente desea algo está en sus manos el poder conseguirlo igual que está en sus manos poder fracasar si no es capaz de mantener la determinación de conseguir algo. Pero si en vez de intentar que las cosas mejoren e impedir que vaya a peor prefieres optar por creer y dar por válidas tus propias escusas aunque éstas sean solo la forma de evadir y evitar los verdaderos problemas... que así sea.

Negué de nuevo mientras hacía que, la distancia que nos separaba se hiciera aún mayor de lo que ya era, cómo una metáfora de todo aquello que, poco a poco nos estaba alejando al dar unos pocos pasos hacia la puerta antes de volver a girar mi mirada decepcionada hacia él—. El tiempo no pasa en balde Dastan. Cómo doctor es algo que ya deberías saber, de la misma manera que deberías saber que con cada año que pasa el tiempo se me termina. Tengo ya veinticinco años, no me quedan ya muchos para que la maternidad se pueda convertir en un alto riesgo o que ésta pueda encontrarse fuera de mi alcance. —Negué con la cabeza, con la decepción reflejada en la mirada— por mucho que quiera, ahora mismo no soy capaz de reconocerte, de ver aquel hombre del que me enamoré —traicionera, una lágrima fugitiva se escapó de mis ojos y rodó por mi mejilla en silencio—. Pero supongo y deduzco por tus palabras que tan solo eres capaz de ver aquello que te interesa, sin pararte a pensar aquello que puedan sentir los demás —negué— nunca te he pedido nada, ni me he quejado de nada, pero no pienso ni desistir ni ceder en aquello que realmente anhelo —mi mirada reflejó por un momento la tristeza que sentía, apartando la mirada de dónde se encontraba él, intentando encontrar de nuevo un equilibrio.
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Cuerda floja || Opal Dittmar  Empty Re: Cuerda floja || Opal Dittmar

Mensaje por Dastan B. Dittmar Sáb Nov 12, 2016 5:18 pm

Estruendo era lo que sus oídos percibían, una fuerte ruido de algo que se estaba quebrando, aunque su parecido fueran a más a los truenos de los cielos cuando está a punto de entrar a a una batalla colosal, y era ello que estaba ocurriendo en su oficina. Sus dientes castañeaban así como sus colmillos que estaban rugiendo, como el león bestial que era, por incrustarse en el cuello de la mujer arrancándole la vida mientras le gritaba todo aquello en la cara, mientras mostraba su verdadera esencia, pero él sabía que luego, luego de cometido el crimen él se arrepentiría completamente. Miró a la mujer a los ojos con una mirada triste, cansada, y hasta cierto punto decepcionado de ella, sus manos estaban cerrados en puños lastimando su palma, podía sentir la sangre correr entre sus manos pero las soportó.

Tomó una fuerte bocanada de aire, no era que lo necesitara, pero sabía muy bien por sus años en el mundo lo que los humanos necesitaban o harían en determinados momentos, presionó su puente nasal soltando un suspiro junto a una risilla melancólica –¡Qué extraño que usted hable de ello doctora Dittmar! Siendo usted la primera que se vale de excusas ajenas para ofrecer y pedir algo, como ha dicho si usted quisiera creer en mi lo haría pero no lo hace y ha preferido creer en otras personas sin evidencia alguna, solo porque alguien se acerca a mí me abraza o deja un beso que yo no deseo me he convertido en un esposo infiel y traicionero, por trabajar tanto soy considerado un ser vil que no se interesa en su esposa, porque no paso en casa por el trabajo soy considerado como un engañador, sus palabras no son más que el decálogo de una psiquiatra a todos sus pacientes, no es más que una hipócrita, pero está bien– se detienes en sus palabras antes de lastimar tanto a su amada joya del desierto como a él mismo –Por todos los dioses, que ellos en este momento me den la sabiduría para hacer lo correcto– toma asiento y antes de que su esposa diga algo la interrumpe con su mano y una sonrisa que muestra su tristeza.

Toma una de las hojas en blanco que tiene a la mano, al final de esta deja estampada su firma y su sello, luego la extiende a la mujer –Se perfectamente el tiempo que tienen los seres humanos “nadie mejor que yo para saberlo” y es por ello mismo que se que un niño no arregla todo, yo no puedo darte eso porque como lo ha manifestado usted mismo doctora, ya no soy el que usted conoció, soy alguien que se dedica a tocar a las enfermeras de este lugar, a otras mujeres en vez de su propia esposa, soy alguien que da unas penosas excusas, soy el único que solo ve por lo que le interesa son un egoísta que no ve nada más que mis propios deseos, es por eso que dejo a usted este documento firmado, haga con él su mayor deseo, lo ha manifestado antes ¿no? No me opondré a ello, si es lo que la hace feliz, aunque me duela, su felicidad y deseo de tener un niño que arregle su vida y matrimonio yo la apoyaré y le daré su libertad, ahora por favor retírese doctora, no quiero oir más de usted, porque ambos sabemos que lo que digamos nos lastimará, todo ha sido dicho, todo su oído ha salido contra mí, solo le daré algo para que me odie con mayor razón–

Antes de que la mujer se vaya en un instante está frente a ella dejándole una pequeña bofetada para luego su diestra posarse en la cintura y la zurda en los cabellos sujetándola con fuerza pegando su labios a los de ella en un beso tan pasional como demandante, separa las piernas de ella introduciendo la izquierda de él para sostener algo del cuerpo femenino momento en el que la suelta sonriéndole sin dejar la tristeza aun lado – Shab-e khub-i dâshte bâshi habibati, Laila Tiaba Za'oga– suelta a la mujer luego de susurrarle aquellas palabras en su lengua antigua como moderna, caminando directo a la puerta abandonando la oficina, como sus esperanzas .

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