AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ficha de Jeanne de Gauche
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Ficha de Jeanne de Gauche
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Jeanne de Gauche▲EDAD▲
26 años aparentes, 52 años reales▲ESPECIE▲
Licántropo▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
-▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase social alta▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Homosexual▲LUGAR DE ORIGEN▲
Poitiers (Francia)▲HABILIDADES/PODERES▲
Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
→ Atributos: Garras afiladas, dentadura afiliada, rasgos lobunos (en su forma transformada) y longevidad.
Transformación: Habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa. Cuando el licántropo está en su forma transformada aumenta un 50% su potencia física.
→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento; si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros licántropos cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida y su característico olor.
→ Adherencia: Capacidad para pegarse a las paredes. Esta habilidad le permite trepar grandes edificios.
→ Bloqueo mental: Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.
→ Visión compartida y visión remota: Habilidad de poder ver a través de los ojos de los demás o en otros casos, hacer que los demás puedan ver lo que estamos viendo en ese momento. Esta habilidad funciona únicamente cuando se toca a la persona.
→ Atributos: Garras afiladas, dentadura afiliada, rasgos lobunos (en su forma transformada) y longevidad.
Transformación: Habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa. Cuando el licántropo está en su forma transformada aumenta un 50% su potencia física.
→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento; si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros licántropos cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida y su característico olor.
→ Adherencia: Capacidad para pegarse a las paredes. Esta habilidad le permite trepar grandes edificios.
→ Bloqueo mental: Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.
→ Visión compartida y visión remota: Habilidad de poder ver a través de los ojos de los demás o en otros casos, hacer que los demás puedan ver lo que estamos viendo en ese momento. Esta habilidad funciona únicamente cuando se toca a la persona.
Como todos los seres de este planeta, forjamos nuestra personalidad y actos según las vivencias que nos han ido marcando durante nuestra vida, algunos fijándose a nosotros mientras que otros siendo volubles. Para Jeanne de Gauche no iba a ser menos, por lo que se la puede describir como un ser muy reservado que aunque podrá compartir sus ideales, evita dar detalles sobre su vida personal pues para ella cuanto menos sepan en menos puntos débiles podrán atacarte. Esto hace que conocerla sea un arduo trabajo y requiera de paciencia, pero una vez se ha traspasado esa barrera, se abre a esa persona completamente y tiene su amistad y cariño de por vida, a no ser que la traicionen.
Por lo acaecido de pequeña, lleva consigo un profundo sentimiento de culpa, que no deja descansar su alma herida, temiendo encariñarse de los demás seres para evitar sufrir y también evitar el hacerles daño por ser lo que es.
Tiene un sentido de la lealtad y honestidad elevado, es clara y siempre va de cara por lo que se puede confiar en ella plenamente y no deja pasar ningún acto de injusticia. Esto sumado a que es muy temeraria, provoca que se vea en situaciones peliagudas, con el riesgo de haber visto la muerte de muy cerca.
Es una persona, que aunque la vida le haya tratado muy mal, es amable y siempre tiene una sonrisa para con quienes la tratan con respeto, y por el contrario es violenta con quienes no son respetuosos. Como Rousseau, cree que los seres conscientes son bondadosos por naturaleza, y quien no lo es, es porque así lo ha escogido y de no cambiar a mejor no merece la vida.
Al descubrir lo que le sucede al llegar la luna llena intenta siempre escaparse lejos de la ciudad para evitar dañar a quien no debiera, pues no logra controlarse en estado licántropo y actúa por puro instinto animal y con una violencia descomunal.
Por lo acaecido de pequeña, lleva consigo un profundo sentimiento de culpa, que no deja descansar su alma herida, temiendo encariñarse de los demás seres para evitar sufrir y también evitar el hacerles daño por ser lo que es.
Tiene un sentido de la lealtad y honestidad elevado, es clara y siempre va de cara por lo que se puede confiar en ella plenamente y no deja pasar ningún acto de injusticia. Esto sumado a que es muy temeraria, provoca que se vea en situaciones peliagudas, con el riesgo de haber visto la muerte de muy cerca.
Es una persona, que aunque la vida le haya tratado muy mal, es amable y siempre tiene una sonrisa para con quienes la tratan con respeto, y por el contrario es violenta con quienes no son respetuosos. Como Rousseau, cree que los seres conscientes son bondadosos por naturaleza, y quien no lo es, es porque así lo ha escogido y de no cambiar a mejor no merece la vida.
Al descubrir lo que le sucede al llegar la luna llena intenta siempre escaparse lejos de la ciudad para evitar dañar a quien no debiera, pues no logra controlarse en estado licántropo y actúa por puro instinto animal y con una violencia descomunal.
Poitiers, 1820.
Nos hallamos en un hogar tierno y familiar, con varias generaciones bajo el mismo techo, abuelos contando sus batallas durante la revolución francesa, críos y crías correteando por los pasillos y Jeanne es una de ellas.
Tiene 12 años y es una niña feliz, siente alegría por estar rodeada de tantas hermanas y primos, de tanto amor por parte de su padre y de su madre, de su familia.
Un sábado por la noche, mientras los adultos estaban en el salón bebiendo del mejor vino de la región, recordando tiempos pasados, y los críos estaban ya acostados, soñando las historias más tiernas, Jeanne decidió saltar por su ventana en dirección al río, donde tantas otras veces había jugado junto a sus hermanas, para explorar la fauna nocturna que por allí habitaba, escuchar los grillos y las ranas, tumbarse en la orilla y observar la Vía Láctea. Además había luna llena, y el reflejo de ésta en el agua se veía preciosa.
Un crujir de ramas la sacó del ensueño, cuando se giró una bestia descomunal le saltó encima, arañándole la cara y mordiéndola en el brazo, el monstruo que tenía sobre ella se la quedó mirando mostrando sus afilados dientes, aulló y emprendió la huida bosque adentro.
Jeanne aterrorizada y herida volvió a casa sin parar de correr, trepó el árbol que daba a su ventana lo más rápido posible y entró por ella. Le dieron igual sus heridas, sólo quería que llegara el nuevo día, así que se metió en su cama, se tapó hasta la cabeza con las sábanas y lloró hasta quedarse dormida. Esa noche tuvo sueños muy extraños.
Cuando el sol salía por el este, Jeanne abrió sus ojos, tenía frío y estaba mareada, no estaba en su cálida cama sino en el patio trasero de su casa, desnuda y con el cuerpo y la boca ensangrentada, pero esa sangre no era suya.
En ese momento le embargó el pánico, algo terrible había pasado. Salió disparada hacia su casa y al entrar se quedó petrificada.
Sangre por todas partes, cuerpos sin vida y muecas de terror en sus pálidas caras. Toda su familia yacía muerta. Jeanne se acercó a su madre y se desplomó junto a ella, la llamó y la sacudió para ver si despertaba, pero no hubo respuesta, entonces la abrazó y lloró, lloró hasta secarse de lágrimas.
La policía dictaminó que aquella atrocidad había sido obra de un asesino en serie que tenía la región atemorizada, el mismo modus operandi en todos los casos.
Pero Jeanne sabía que eso era falso. No recordaba cómo podía haber sucedido pero tenía la certeza de que quien había asesinado a toda su familia era ella, con sus propias manos.
Jeanne enterró ese oscuro secreto en el fondo de su ser. Ya nada volvería a ser como antes, algo dentro de ella también murió ese mismo día y ya nunca más volvería a ser aquella cría alegre.
Los siguientes 6 años los pasó en un internado de renombre en Poitiers, al haber heredado la fortuna de toda su familia las autoridades optaron por esa opción, allí recibiría la educación que alguien de su posición merece.
Con el tiempo Jeanne fue descubriendo que sus sentidos se habían agudizado, que tenía una fuerza sobrenatural para su edad y que a diferencia de sus compañeras ella siempre restaba igual físicamente, como si no envejeciera. Oh, pero las noches de luna llena… las noches de luna llena descubrió la faceta que más odiaba de ella, un ser violento y descontrolado, capaz de dañar a quien más amaba, para ello cuando sabía que esas noches llegaban, se las apañaba para escapar lo más lejos posible de la civilización, no quería herir a nadie, aunque ello le costaran castigos físicos y severos por parte de las institutrices.
Éstas la daban por un caso perdido, siempre callada, solitaria y con ese punto de rebeldía que tanto las sacaba de quicio. Además de ser una niña tan temperamental y con tanto carácter, cualquier injusticia cometida hacia ella o cualquier compañera terminaba en una batalla, a pesar de ello ni las oprimidas la querían cerca, es posible que la cicatriz que cruzaba su cara tuviera culpa de ello.
Al cumplir la mayoría de edad Jeanne se mudó a París, un lugar donde nadie la conocía y donde al fin podría vivir en libertad y en completa soledad.
Una vez allí, y a pesar de haber recibido una herencia que le resolvía la vida, decidió ocupar su tiempo y su turbada mente trabajando en diversos oficios, su objetivo era pasar de uno a otro y aprender de cada uno de ellos, ser una aprendiz de todo lo que pudiera.
Siempre había sido una época difícil para las mujeres y durante el París del siglo XIX no hubo ninguna excepción, pero eso a Jeanne no le asustaba. Feminista de corazón, creía en la igualdad y en la libertad de ser, y por ello se fue forjando una reputación en la ciudad. Tenía a muchos detractores que la querían muerta por sus ideales y formas de actuar, pero también a varias personas que compartían los mismos valores que ella. No iba a dejar que nadie la limitara ni la sometiera. Ni quedarse sola ni morir la asustaba si por ello defendía una justa causa como es la libertad.
Una noche, mientras volvía a casa oyó gritos de socorro. Acudió de inmediato al origen de éstos y vio como dos vampiros intentaban abusar de una chica, sin pensárselo se abalanzó sobre ellos con furia. Éstos tenían mucho más brío que ella, pero la rabia puede más que la fuerza. Murieron de una estocada en el corazón.
Jeanne se acercó a la chica, le sonrió dulcemente y le tendió la mano, y ella, temblorosa, la aceptó. Su nombre era Simone y era una mujer loba también. Desde aquella noche se hicieron inseparables, Jeanne volvió a sentir lo que era el amor, el amor fraternal.
Simone le enseñó a Jeanne las cosas más dulces de la vida, como cuando era pequeña, ensanchando su corazón con ternura y alegría.
Pero la vida azotó de nuevo a Jeanne, porque cuatro años más tarde, una soleada tarde de primavera mientras paseaban por la orilla del río Sena, una cambiaformas con forma de ratón asesinó a Simone dándole una dentellada de plata en la yugular. Fue una muerte lenta donde se desangró hasta morir. Jeanne no se separó de ella hasta que su bella alma no abandonó su cuerpo. La cambiaformas huyó nada más morderla, así que nunca pudo vengarla y es algo que siempre le pesó a Jeanne.
Su corazón gravemente herido se cerró de nuevo, y decidió emprender otro camino en su vida. Dar caza a todo ser que cometiera injusticia contra otro ser. Fuera de la raza o de la clase social que fuera y sin compasión alguna.
La gente de París empezó a temerla, pasó de ser respetada por sus ideales a serlo por temor. Dada su cicatriz que cruzaba la cara recibió el apodo de “nez cassé” y los parisinos temían nombrarla por si aparecía, sobre todo las noches de luna llena donde se decía que llegaba a provocar masacres.
Sus actos llamaron la atención de un grupo clandestino de hombres y mujeres lobo que se hacían llamar “Douce vengeance” que se dedicaba a ajusticiar a los criminales de París. A Jeanne le gustaba ir por solitario para no crear lazo con ninguna persona y así no dañar a nadie, pero se dio cuenta de que la unión hacía la fuerza y se unió a ellos para dotar a su ciudad de una justicia que no existía.
Aunque ella no compartió detalle alguno de su vida pasada ni actual con ellos, con el paso de los años se convirtieron en su familia, hasta que una fatídica noche de camino a dar caza a un clan de vampiros que se dedicaban a asesinar huérfanos para beber de su joven sangre, tras terminar el trabajo algunos de ellos se fueron a beber a la taberna más cercana y tras cerrarla, varios que iban bebidos más de la cuenta al cruzarse con una vampira, comenzaron a increparla y se propusieron terminar con una lacra como lo era su raza, unos chupasangres que asesinaban críos, una generalización que no le gustó ni a ella ni a Jeanne. Ésta última no dudó y se abalanzó sobre sus compañeros para detener sus viles actos, con tan mala suerte que al ser mayoría la agarraron mientras le hacían ver como Fergus, el líder de la “Douce vengeance” que medía más de dos metros y era sin duda el ser más fuerte que había visto Jeanne, le propinaba una paliza a la vampira. Jeanne con lágrimas de rabia en los ojos gritaba que la dejaran en paz e intentó zafarse de ellos sin suerte alguna. La vampira se defendió como pudo y a pesar de ser más ágil que Fergus, los golpes que éste le propinaba pudieron con ella. Se desplomó contra el suelo. Entonces soltaron a Jeanne y se marcharon entre risas, algunos aprovecharon y patearon a la vampira. Fergus se paró al lado de Jeanne y le dijo “Estás fuera, si te volvemos a ver, tú y quien vaya contigo sufrirá la peor de las torturas jamás imaginadas, suplicarás que te matemos y créeme que lo haremos”. Todos desaparecieron. Jeanne se acercó a la vampira, la creía muerta, todos la creían, pero aún respiraba, aliviada la recogió y se la llevó rápidamente a su casa, la curó y cuidó de ella durante semanas. Tan sólo se separó de ella cuando hubo noche de luna llena para evitar dañarla, y cada noche le leía un fragmento de algún libro. No sabía si algún día despertaría. Una noche mientras le leía un pasaje de Romeo y Julieta, despertó. Emmeline, que así se llamaba, la reconoció y sonrió tiernamente, Jeanne le devolvió la sonrisa. Le quitó el libro de las manos y le hizo ademán de que se acercara a ella, Jeanne obedeció, entonces posó sus manos en el rostro de la licántropo y juntaron sus labios en un profundo y dulce beso, sellando así su amor para la eternidad.
Amor que fue eterno sólo en sus almas, porque al cabo de un año descubrieron el paradero de ambas y mientras Jeanne estaba fuera, Fergus y los demás hombres lobo derrivaron la puerta de su casa y sacaron a Emmeline a rastras a la calle y a plena luz del día para que muriera abrasada bajo el Sol.
Jeanne que al conocer a Emmeline le había prometido dejar la vida de justiciera pues con cada muerte no hacía más que aportar rencor a su alma, retomó sus andanzas pero esta vez para perseguir y matar a cada uno de los licántropos que participaron aquella noche en el ataque hacia Emmeline, el amor de su vida.
Y hasta a día de hoy la venganza sigue en pie y no descansará hasta darles caza a todos, en especial a Fergus.
Nos hallamos en un hogar tierno y familiar, con varias generaciones bajo el mismo techo, abuelos contando sus batallas durante la revolución francesa, críos y crías correteando por los pasillos y Jeanne es una de ellas.
Tiene 12 años y es una niña feliz, siente alegría por estar rodeada de tantas hermanas y primos, de tanto amor por parte de su padre y de su madre, de su familia.
Un sábado por la noche, mientras los adultos estaban en el salón bebiendo del mejor vino de la región, recordando tiempos pasados, y los críos estaban ya acostados, soñando las historias más tiernas, Jeanne decidió saltar por su ventana en dirección al río, donde tantas otras veces había jugado junto a sus hermanas, para explorar la fauna nocturna que por allí habitaba, escuchar los grillos y las ranas, tumbarse en la orilla y observar la Vía Láctea. Además había luna llena, y el reflejo de ésta en el agua se veía preciosa.
Un crujir de ramas la sacó del ensueño, cuando se giró una bestia descomunal le saltó encima, arañándole la cara y mordiéndola en el brazo, el monstruo que tenía sobre ella se la quedó mirando mostrando sus afilados dientes, aulló y emprendió la huida bosque adentro.
Jeanne aterrorizada y herida volvió a casa sin parar de correr, trepó el árbol que daba a su ventana lo más rápido posible y entró por ella. Le dieron igual sus heridas, sólo quería que llegara el nuevo día, así que se metió en su cama, se tapó hasta la cabeza con las sábanas y lloró hasta quedarse dormida. Esa noche tuvo sueños muy extraños.
Cuando el sol salía por el este, Jeanne abrió sus ojos, tenía frío y estaba mareada, no estaba en su cálida cama sino en el patio trasero de su casa, desnuda y con el cuerpo y la boca ensangrentada, pero esa sangre no era suya.
En ese momento le embargó el pánico, algo terrible había pasado. Salió disparada hacia su casa y al entrar se quedó petrificada.
Sangre por todas partes, cuerpos sin vida y muecas de terror en sus pálidas caras. Toda su familia yacía muerta. Jeanne se acercó a su madre y se desplomó junto a ella, la llamó y la sacudió para ver si despertaba, pero no hubo respuesta, entonces la abrazó y lloró, lloró hasta secarse de lágrimas.
La policía dictaminó que aquella atrocidad había sido obra de un asesino en serie que tenía la región atemorizada, el mismo modus operandi en todos los casos.
Pero Jeanne sabía que eso era falso. No recordaba cómo podía haber sucedido pero tenía la certeza de que quien había asesinado a toda su familia era ella, con sus propias manos.
Jeanne enterró ese oscuro secreto en el fondo de su ser. Ya nada volvería a ser como antes, algo dentro de ella también murió ese mismo día y ya nunca más volvería a ser aquella cría alegre.
Los siguientes 6 años los pasó en un internado de renombre en Poitiers, al haber heredado la fortuna de toda su familia las autoridades optaron por esa opción, allí recibiría la educación que alguien de su posición merece.
Con el tiempo Jeanne fue descubriendo que sus sentidos se habían agudizado, que tenía una fuerza sobrenatural para su edad y que a diferencia de sus compañeras ella siempre restaba igual físicamente, como si no envejeciera. Oh, pero las noches de luna llena… las noches de luna llena descubrió la faceta que más odiaba de ella, un ser violento y descontrolado, capaz de dañar a quien más amaba, para ello cuando sabía que esas noches llegaban, se las apañaba para escapar lo más lejos posible de la civilización, no quería herir a nadie, aunque ello le costaran castigos físicos y severos por parte de las institutrices.
Éstas la daban por un caso perdido, siempre callada, solitaria y con ese punto de rebeldía que tanto las sacaba de quicio. Además de ser una niña tan temperamental y con tanto carácter, cualquier injusticia cometida hacia ella o cualquier compañera terminaba en una batalla, a pesar de ello ni las oprimidas la querían cerca, es posible que la cicatriz que cruzaba su cara tuviera culpa de ello.
Al cumplir la mayoría de edad Jeanne se mudó a París, un lugar donde nadie la conocía y donde al fin podría vivir en libertad y en completa soledad.
Una vez allí, y a pesar de haber recibido una herencia que le resolvía la vida, decidió ocupar su tiempo y su turbada mente trabajando en diversos oficios, su objetivo era pasar de uno a otro y aprender de cada uno de ellos, ser una aprendiz de todo lo que pudiera.
Siempre había sido una época difícil para las mujeres y durante el París del siglo XIX no hubo ninguna excepción, pero eso a Jeanne no le asustaba. Feminista de corazón, creía en la igualdad y en la libertad de ser, y por ello se fue forjando una reputación en la ciudad. Tenía a muchos detractores que la querían muerta por sus ideales y formas de actuar, pero también a varias personas que compartían los mismos valores que ella. No iba a dejar que nadie la limitara ni la sometiera. Ni quedarse sola ni morir la asustaba si por ello defendía una justa causa como es la libertad.
Una noche, mientras volvía a casa oyó gritos de socorro. Acudió de inmediato al origen de éstos y vio como dos vampiros intentaban abusar de una chica, sin pensárselo se abalanzó sobre ellos con furia. Éstos tenían mucho más brío que ella, pero la rabia puede más que la fuerza. Murieron de una estocada en el corazón.
Jeanne se acercó a la chica, le sonrió dulcemente y le tendió la mano, y ella, temblorosa, la aceptó. Su nombre era Simone y era una mujer loba también. Desde aquella noche se hicieron inseparables, Jeanne volvió a sentir lo que era el amor, el amor fraternal.
Simone le enseñó a Jeanne las cosas más dulces de la vida, como cuando era pequeña, ensanchando su corazón con ternura y alegría.
Pero la vida azotó de nuevo a Jeanne, porque cuatro años más tarde, una soleada tarde de primavera mientras paseaban por la orilla del río Sena, una cambiaformas con forma de ratón asesinó a Simone dándole una dentellada de plata en la yugular. Fue una muerte lenta donde se desangró hasta morir. Jeanne no se separó de ella hasta que su bella alma no abandonó su cuerpo. La cambiaformas huyó nada más morderla, así que nunca pudo vengarla y es algo que siempre le pesó a Jeanne.
Su corazón gravemente herido se cerró de nuevo, y decidió emprender otro camino en su vida. Dar caza a todo ser que cometiera injusticia contra otro ser. Fuera de la raza o de la clase social que fuera y sin compasión alguna.
La gente de París empezó a temerla, pasó de ser respetada por sus ideales a serlo por temor. Dada su cicatriz que cruzaba la cara recibió el apodo de “nez cassé” y los parisinos temían nombrarla por si aparecía, sobre todo las noches de luna llena donde se decía que llegaba a provocar masacres.
Sus actos llamaron la atención de un grupo clandestino de hombres y mujeres lobo que se hacían llamar “Douce vengeance” que se dedicaba a ajusticiar a los criminales de París. A Jeanne le gustaba ir por solitario para no crear lazo con ninguna persona y así no dañar a nadie, pero se dio cuenta de que la unión hacía la fuerza y se unió a ellos para dotar a su ciudad de una justicia que no existía.
Aunque ella no compartió detalle alguno de su vida pasada ni actual con ellos, con el paso de los años se convirtieron en su familia, hasta que una fatídica noche de camino a dar caza a un clan de vampiros que se dedicaban a asesinar huérfanos para beber de su joven sangre, tras terminar el trabajo algunos de ellos se fueron a beber a la taberna más cercana y tras cerrarla, varios que iban bebidos más de la cuenta al cruzarse con una vampira, comenzaron a increparla y se propusieron terminar con una lacra como lo era su raza, unos chupasangres que asesinaban críos, una generalización que no le gustó ni a ella ni a Jeanne. Ésta última no dudó y se abalanzó sobre sus compañeros para detener sus viles actos, con tan mala suerte que al ser mayoría la agarraron mientras le hacían ver como Fergus, el líder de la “Douce vengeance” que medía más de dos metros y era sin duda el ser más fuerte que había visto Jeanne, le propinaba una paliza a la vampira. Jeanne con lágrimas de rabia en los ojos gritaba que la dejaran en paz e intentó zafarse de ellos sin suerte alguna. La vampira se defendió como pudo y a pesar de ser más ágil que Fergus, los golpes que éste le propinaba pudieron con ella. Se desplomó contra el suelo. Entonces soltaron a Jeanne y se marcharon entre risas, algunos aprovecharon y patearon a la vampira. Fergus se paró al lado de Jeanne y le dijo “Estás fuera, si te volvemos a ver, tú y quien vaya contigo sufrirá la peor de las torturas jamás imaginadas, suplicarás que te matemos y créeme que lo haremos”. Todos desaparecieron. Jeanne se acercó a la vampira, la creía muerta, todos la creían, pero aún respiraba, aliviada la recogió y se la llevó rápidamente a su casa, la curó y cuidó de ella durante semanas. Tan sólo se separó de ella cuando hubo noche de luna llena para evitar dañarla, y cada noche le leía un fragmento de algún libro. No sabía si algún día despertaría. Una noche mientras le leía un pasaje de Romeo y Julieta, despertó. Emmeline, que así se llamaba, la reconoció y sonrió tiernamente, Jeanne le devolvió la sonrisa. Le quitó el libro de las manos y le hizo ademán de que se acercara a ella, Jeanne obedeció, entonces posó sus manos en el rostro de la licántropo y juntaron sus labios en un profundo y dulce beso, sellando así su amor para la eternidad.
Amor que fue eterno sólo en sus almas, porque al cabo de un año descubrieron el paradero de ambas y mientras Jeanne estaba fuera, Fergus y los demás hombres lobo derrivaron la puerta de su casa y sacaron a Emmeline a rastras a la calle y a plena luz del día para que muriera abrasada bajo el Sol.
Jeanne que al conocer a Emmeline le había prometido dejar la vida de justiciera pues con cada muerte no hacía más que aportar rencor a su alma, retomó sus andanzas pero esta vez para perseguir y matar a cada uno de los licántropos que participaron aquella noche en el ataque hacia Emmeline, el amor de su vida.
Y hasta a día de hoy la venganza sigue en pie y no descansará hasta darles caza a todos, en especial a Fergus.
No existe término medio para ella, el diálogo ante una injusticia es inexistente, sólo la muerte es factible.
Está en contra de las generalizaciones, a pesar de haber sufrido pérdidas importantes a manos de otras razas, no las prejuzga pues siempre ha pensado que cada ser es un mundo.
Tiene una cicatriz que le cruza la cara, a la altura de la nariz, lo que la hace presa de burlas y miradas de desprecio. Aunque parezca una persona fuerte de cara a la sociedad, en la intimidad es un ser vulnerable, con sus miedos e inquietudes.
Cuando las noches de luna llena pasa a estado licántropo, no es dueña de sus actos y puede cometer actos atroces de toparse con alguien, al ser guiada por su instinto animal.
Está en contra de las generalizaciones, a pesar de haber sufrido pérdidas importantes a manos de otras razas, no las prejuzga pues siempre ha pensado que cada ser es un mundo.
Tiene una cicatriz que le cruza la cara, a la altura de la nariz, lo que la hace presa de burlas y miradas de desprecio. Aunque parezca una persona fuerte de cara a la sociedad, en la intimidad es un ser vulnerable, con sus miedos e inquietudes.
Cuando las noches de luna llena pasa a estado licántropo, no es dueña de sus actos y puede cometer actos atroces de toparse con alguien, al ser guiada por su instinto animal.
Jeanne de Gauche- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 28/04/2016
Re: Ficha de Jeanne de Gauche
FICHA APROBADA
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