Dead Letters [Selene]

por **Alrik Ragnvald** Lun Mayo 30, 2016 3:32 pm

Salía muy poco a la vista de la ciudad de París. Prefería estar encerrado en la mansión leyendo un libro, tocando un poco de piano tal vez. De vez en cuando, salía a por un paseo a escuchar música en vivo de las orquestas al aire libre, así como también, las presentaciones que se hacían en el Palacio Royal o los teatros. Venir al Cabaret se me ocurrió de una idea que en sitios como este, lo social también abunda... pero entre diferentes clases de personas. La peste de una sociedad clacista no me agradaba mucho... dividirse de acuerdo al dinero que entra en los bolsillos era simplemente absurdo, más tanto había en la historia que los humanos simplemente no conocían... Había vivido bastante tiempo como para darme el privilegio de conocer más a la Raza Humana, que cualquier estudioso.

Y es que en mis años mortíferos nunca había visto una raza tan imperfecta, tan falsa hacia sí mismos, tan decadente y superficial. ¿Cuáles eran las Verdades de los humanos? Pues, la Verdad también es imperfecta dentro de este mundo, varía, cambia y nadie puede tomarla como posesión. Entré entonces al Cabaret observando cautelosamente a las personas, mi sed había sido saciada de antemano, y entonces el percibir sus aromas era simple pasatiempo. Las féminas bailaban y servían a los grupos de personas con cierta teatralidad, sus maquillajes intensos en rostros tan débiles de carne... y otra vez aquello, sonrisas falsas, caricias falsas... aquel mundo que gira en torno al dinero....

Me ubiqué en un asiento de terciopelo rojo en una esquina bastante lejana, difícilmente podía alguien visualizarme a menos que forzara su vista. Una camarera se acercó hasta mi mesa, ofreciéndome esos brebajes de los cuáles hace mucho tiempo había perdido el gusto, y poco recordaba de su sabor, mi boca olía a sangre eternamente... a sangre. Negué ligeramente con mi cabeza y una mano, rechazando el servicio. Me observó un tanto intrigada, y luego un hombre pasó cerca de ella tomándola por la cintura y se la llevó a hablarle al oído... La Mujer sonreía, y yo dejé de preocuparme de tener que darle explicaciones a la humana desconocida.

Observé a mi alrededor, nuevamente y percibí cerca de mí otros de mi especie me preocupaba el que pudiese llamarles la atención a esas criaturas, más que a los humanos que inundaban el lugar. Un presentador se posó en el escenario frente a todos los presente, unas bailarinas iban a interpretar un baile de teatro muy vulgar, que para los presentes era parecido ir a un teatro de comedias. Las vestimentas provocadoras, insinuantes de las damas llamaban la clara atención de todos, las figuras de unas mujeres con futuro incierto y yo ya comenzaba a preguntarme, por qué había entrado a ese lugar, si poco me entretenía esta forma de vida...

Al acercar mis manos a mi abrigo, sentí la presencia de un bulto entre mis mis bolsillos laterales... Ah, por supuesto eran las Cartas que siempre llevaba conmigo, unas cartas de un remitente desconocido... que hace años habían llegado a mi puerta, y me declaraban "Amor Eterno". Nunca supe de quién eran esos escritos que lograron llegar hasta mis manos y quedarse en mis bolsillos. Ni mi sentido del olfato, ni mis dotes podrían descubrir de quien eran ya que, estaban escritas en un papel particular el cual se les perfumó en un químico que no reconocía de ninguna persona. Eran 3 cartas distintas, y las guardé debido a que me cautivaron en cierto modo... ¿Que criatura podría amar a una persona de ese modo en que salía escrito todo aquello? Simplemente, me había impresionado.

Mis pensamientos se vieron perturbados debido a la escasez del silencio en el lugar, y el aroma a sangre enferma cerca mío... sangre enferma, debido a que este ser tenía una especie de aroma a enfermedad crónica, pero podría ser cualquier cosa... incluso hasta podría simplemente, estar alucinando entre la realidad y la ficción de una Sociedad Enferma.

-Vaya aroma...- pronuncié ligeramente, al aire sin poder reconocer aun a la persona que traía aquel sello.

por **Selene** Mar Mayo 31, 2016 5:58 am

Demasiada luz.
Demasiado ruido.
Demasiada gente.

No era placentero para Selene aquel lugar, que se le antojaba de los peores a los que había tenido que ir. Para más inri, ni siquiera estaba ocupando su puesto, es decir, que no tenía que haber sido ella la que estuviera allí plantada. Esas misiones, por lo general, no se le asignaban a un soldado. A un espía, quizá. Pero no a un soldado. Los soldados estaban en el terreno de caza, donde abunda la acción y las ansias de sangre por asesinar. A los soldados aquellas misiones de vigilancia les asfixiaban. Y Selene, como un buen soldado más, se sentía medio ahogada allí parada sin hacer nada. Observando, mas por obligación y no por gusto, a todo lo que la rodeaba.

Si por lo menos la vigilancia tuviera algún sentido…

Pensó. Si tuviera la promesa de un buen desenlace, de una buena presa a la que encontrar y dar su merecido. No era el caso, sin embargo, de aquella noche. Y es que su ‘misión’ era la de escoltar a uno de los altos cargos, procurando que no le sucediera nada. Al parecer, su identidad era algo más conocida que la de los peones de la inquisición y, claro, hacer enemigos para ellos era bastante habitual. Y que conozcan tu nombre y tu cara.. mal asunto. Los guardaespaldas, por tanto, eran su única solución cuándo quería salir con algo de libertad. Habían elegido a Selene por su alto porcentaje de éxito en sus misiones y su alta capacidad de obedecer. Cero por ciento de rebeldía y cien por cien de discreción. Muy raro en los de su especie, convirtiéndola en un bien muy valioso.

Cuándo vió que su ‘objetivo’ se le acercaba puso el cuerpo en tensión. - Descansa, soldado - Ante la orden, se destensó y apoyó su espalda contra la pared. - Mira, esta situación es tan desagradable para mi como para ti. Ni a mi me gusta tener a un perro faldero siguiéndome ni a ti tener que seguirme como una niñera - Ella no asintió porque sería una falta de respeto admitir que le desagradaba cumplir sus órdenes, pero su cara (habitualmente indiferente) representaba en este caso bastante bien su desagrado. - Así que, vamos a intentar tener la noche en paz. Yo me iré con una de estas adorables señoritas a uno de los cuartos que hay en la planta superior y tú puedes hacer lo que te plazca menos seguirme - Ante la contraorden, casi estuvo a punto de rechistar, pero él alzó una mano y la silenció - Sí, sé cuales són tus órdenes pero todavía soy capaz de protegerme entre cuatro paredes así que no, no quiero tener a nadie mirando; gracias ¿Entendido? - Antes de dejarla hablar, recalcó. - Y, por si hay alguna duda, es una orden soldado - Ella, pues, asintió y le observó marcharse en la dirección que le había indicado.

Ella, por su parte, se mezcló entre el gentío dispuesta a encontrar algo con lo que entretenerse.

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