AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Estimada ansia el volver a ver [Dimitri Lumiére]
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Estimada ansia el volver a ver [Dimitri Lumiére]
Estimado Lord Lumiére.
El propósito de esta humilde carta es la de invitarlo cortésmente a...
El propósito de esta humilde carta es la de invitarlo cortésmente a...
¡No! más que formalidades vanas e innecesarias se apoderaban de mi persona ante una simple escritura en donde la etiqueta no dudaba en aparecer para informarme del recuerdo olvidado a lo que debía su uso y la importancia de este.
Dimitri.
El ansia de verte nuevamente no se ha hecho esperar. Estas líneas servirían como una invitación a un nuevo encuentro, a otro momento...
El ansia de verte nuevamente no se ha hecho esperar. Estas líneas servirían como una invitación a un nuevo encuentro, a otro momento...
¿Donde se hallaba la gramática?, las ansias eran más que notorias y hasta una simple doncella podría darse cuenta que tan nombre se volvería pronto, o incluso ya podría ser el motivo de mis delirios, de los susurros en sueños, de una espera a la que apresuraba el fin.
No volví a escribir, la pluma blanca cayó a un lado de mi brazo al saber que un nuevo trazo de mi caligrafía pasaría a ser otro de los intentos inútiles a los que me había sumado hacia instantes. Era increíble el hecho de que escribir una simple carta se había convertido en una especie de tarea llena de dificultades, si no me equivoco (y no lo hacia precisamente) llevaba alrededor de cinco pergaminos escritos al comienzo; dos o tres líneas que no expresaban más que simpleza y carencia de emoción alguna, nada en particular a lo necesitaba decir. Un respiro cálido fluyo de mis labios cuando tome con delicadeza la pluma, sumergiendo la pequeña punta de metal en la tinta, enseguida aislé cualquier idea planeada de mi mente, dejando que fuera simplemente el nombre de Amelie el que redactara lo que necesitaba.
El anhelo puede insistirle a un ser humano sabiendo que este no podrá oírlo ¿pero será posible que este le hable a la mente inmortal y esta a su vez sea capaz de escuchar?. He comprobado esta extraña teoría, únicamente oigo su nombre y eso me indica que es la necesidad de verlo nuevamente. En la laguna, al caer el dios nocturno en la tierra.
Siempre suya.
A. L.
Siempre suya.
A. L.
Dos letras señalaron el remitente, como si el aroma que desprendía el papel no fuera suficiente indicación, y claro que lo era, por lo menos si para el hombre a quien destinaba aquel pergamino. El mensajero partió cuando la información le fue dada, no es necesario narrar con exactitud cómo pude encontrar la dirección, digamos que la facilidad aristocrática a veces es muy útil, solo esperaba que pudiera resultar a la perfección todo lo que había planificado.
Mis criados no molestaron esa tarde, siquiera podía oír ruidos en la casa, supuse que la extrañeza nublaría sus ojos al observar que su dueña no salía de la habitación desde lo que se suponía que eran las horas diurnas del comienzo del día. Simplemente mi habitación era la única salida a la espera que tenía que aguardar, no necesitaba respuesta para estar segura de que Dimitri Lumiére asistiría a la cita a la que lo había invitado, sin embargo cada hora me parecía eterna, incluso más que mis días por el recorrido de la inmortalidad. Buscaba incluso como ocuparme; ya había realizado varios dibujos en los lienzos que guardaba, el vino me parecía un recorrido simple en mi abdomen mientras observaba el gran reloj que reposaba en la pared, dos libros ya llevaba y el tiempo parecía no querer apurarse y pasar por alto lo que necesitaba, solo me quedaba la paciencia, la amada paciencia que me acogía en sus brazos y me ayudaba a pensar que nada mas podía hacer y que ella seria la responsable de acunarme mientras pasaba el tiempo.
El momento había llegado, finalmente mi deseo se había cumplido, el atardecer mostraba su fin y no necesite largas horas para cumplir la costumbre de las damas y arreglarme apropiadamente, pese a que este último adjetivo fue el que menos utilice. Cualquiera que fijara sus ojos en mi persona pudiera darse cuenta que no era la misma Amelie que, en los congresos y en los altos eventos de sociedad, se admiraba bajo un vestido de gala y un maquillaje radiante, un elaborado peinado y un calzado de excelencia, no, esta vez difería a todas, incluso a los encuentros que había llevado junto a Dimitri; mi cuerpo solo mantenía un largo vestido blanco de mangas iguales, con el detalle que dejaba mis hombros al descubierto haciendo que de esa forma mis bucles bronce se deslizaran por ellos cual cascada finalizada en mi espalda; mi rostro natural reflejaba paz y armonía, la sentida cada vez que el hueco vacio al lateral de mi pecho se acogía con el sentir tan cerca y a la vez lejano de Monsieur Lumiére. Emprendí el paso por los largos pasillos de mi castillo hacia el cochero que me esperaba dispuesto y ansioso ante una buena paga después de tantos días de desuso.
El paisaje mínimamente oscurecido y las plantas naturales y llenas de vida fueron una vista pobre a lo que me esperaba en el lago. Con una despedida cortes al hombre que me había trasladado me asegure que este se fuera con una fácil escusa ante mi comportamiento que, para mis criados, no era nada nuevo ni de poco esperar. Los pasos se dieron, calmos lentos ante el aroma salado y libre del agua cristalina, cubierta por el manto nocturno y los astros que me iluminaban en la soledad de la laguna, soledad que agradecí y que conllevaba a la perfección con el escenario que inspiro mi citación. No me aleje, no quería hacerlo pues dentro de mi iluminaba un rayo de esperanza que dictaba con fuerza que él me encontraría con un solo mirar, que lo llamaría a penas sus pies mostraran presencia, así que me ubique cerca de un árbol, uno grande y frondoso que brindaba la misteriosa sombra que de seguro se debía admirar mejor en los días soleados, en aquellos que no recordaba y que eran letales para seres como yo. Antes de poder sumirme en tormentos internos a los cuales, por mas murallas que creara, no podía escapar, alce mi vista hacia el astro mayor, hacia la luna llena que frente a mí se hallaba, esa que bañaba mi piel mamonea y que, junto al cauce del viento, movía mis cabellos con sosiego, haciéndome sentir hermosa, la más bella inmortal, solo a la espera del iris de los ojos oscuros de Dimitri que eran los únicos que podían confirmarme esa teoría, esa de una belleza maldita, pero a la vez divina, por lo menos para el.
Invitado- Invitado
Re: Estimada ansia el volver a ver [Dimitri Lumiére]
Volví a mirar la nota plegada sobre el tocador antiguo de Diane mientras me quitaba los gemelos y los colocaba sobre él. Poco tiempo hacía que la había releído, aunque ciertamente a la primera se me habían quedado grabadas a fuego cada una de las palabras que mi bella pieza de luna había deslizado en pluma entintada sobre el papel. A.L, había firmado. Mi preciosa Amelie.
De la misma manera, me quité la corbata del cuello y la dejé sobre el taburete del tocador. No pude evitar acariciar con suavidad el relieve de la robusta madera, y por supuesto, el hundimiento que formaban las letras D.L. Diane Lumière, mi queridísima hermana. Maldije entre dientes al hombre que tan infeliz la hizo y volví a ocupar mi atención en la nota que permanecía doblada, ocultando su contenido a mis ojos.
El chaleco azul de terciopelo permaneció abrochado, pero no lo hizo la chaqueta del traje negro. Me miré por última vez al espejo del vestidor y comprobé que todo estaba a la perfección. Iría sin ataduras, pero no por ello dejaría de ofrecer mi mejor imagen a mi preciosa Amelie.
Salí de la habitación con tranquilidad, consciente de que probablemente ella aún no estuviese allí. Antes de salir por la puerta del hall, tomé entre mis manos una pequeña cajita y la guardé en el bolsillo interior de mi chaqueta. Esperaba que le gustase. Había pedido hacerlo sólo para ella aquella misma tarde. El tiempo corría, pero cuando había dinero de por medio, cualquiera era capaz de realizar un trabajo en el tiempo exigido. Y los joyeros, en aquellos tiempos, más todavía.
Decidí que el coche de caballos me llevaría hasta el límite de la ciudad con los exteriores, pero yo caminaría hasta llegar a la laguna parisina. Y así fue. La noche era preciosa, aunque era consciente de que pronto comenzaría a llover. Por eso mismo me había sorprendido que Amelie me citase en aquel lugar, pudiendo haber venido a mi mansión o habernos quedado en cualquier otro lugar. Sin embargo, si así lo había querido, tendría algún motivo para ello. Quizá la noche era demasiado preciosa como para desaprovecharla, o quizá simplemente le apetecía tomar un poco el aire después de un largo día encerrado en una habitación sin ventanas.
Recordé sus aposentos entonces, y no pude evitar sonreír. Su hospitalidad había sido maravillosa la última vez que nos habíamos visto, y había conseguido crear en mí sentimientos de esperanza que jamás habría logrado conseguir sin su ayuda. Hoy por hoy, aquella situación seguía igual, pero mis ánimos eran mucho mejores que en la otra ocasión.
Cuando bajé del coche y despedí al chófer, olisqueé el ambiente tímidamente en busca de cualquier rastro de ella. Enseguida me llegó el olor de su cabello mezclado con su propio olor, el más puro olor a veneno dulce.
-Lamento haberos hecho esperar, mi querida Amelie -dije en cuanto llegué junto a ella. La visión de su cabello al viento y sus hombros desnudos me recordaron la sed que ascendía como la espuma. Estaba más bella que nunca, aunque sabía que la próxima vez que la viera estaría aún mejor, y así sucesivamente. Siempre mejor que ayer, pero peor que mañana. Con ella, funcionaba así.
-Espero que sepáis perdonar mi leve retraso. -dije acercándome a ella y contemplando sus facciones marcadas y acariciando su suave piel con los dedos. Rocé sus hombros con suavidad, esperando a su reacción- Ansiaba veros de nuevo, querida -dije subiendo los dedos por su cuello, acariciendo el hueco entre su cuello y su mentón.
De la misma manera, me quité la corbata del cuello y la dejé sobre el taburete del tocador. No pude evitar acariciar con suavidad el relieve de la robusta madera, y por supuesto, el hundimiento que formaban las letras D.L. Diane Lumière, mi queridísima hermana. Maldije entre dientes al hombre que tan infeliz la hizo y volví a ocupar mi atención en la nota que permanecía doblada, ocultando su contenido a mis ojos.
El chaleco azul de terciopelo permaneció abrochado, pero no lo hizo la chaqueta del traje negro. Me miré por última vez al espejo del vestidor y comprobé que todo estaba a la perfección. Iría sin ataduras, pero no por ello dejaría de ofrecer mi mejor imagen a mi preciosa Amelie.
Salí de la habitación con tranquilidad, consciente de que probablemente ella aún no estuviese allí. Antes de salir por la puerta del hall, tomé entre mis manos una pequeña cajita y la guardé en el bolsillo interior de mi chaqueta. Esperaba que le gustase. Había pedido hacerlo sólo para ella aquella misma tarde. El tiempo corría, pero cuando había dinero de por medio, cualquiera era capaz de realizar un trabajo en el tiempo exigido. Y los joyeros, en aquellos tiempos, más todavía.
Decidí que el coche de caballos me llevaría hasta el límite de la ciudad con los exteriores, pero yo caminaría hasta llegar a la laguna parisina. Y así fue. La noche era preciosa, aunque era consciente de que pronto comenzaría a llover. Por eso mismo me había sorprendido que Amelie me citase en aquel lugar, pudiendo haber venido a mi mansión o habernos quedado en cualquier otro lugar. Sin embargo, si así lo había querido, tendría algún motivo para ello. Quizá la noche era demasiado preciosa como para desaprovecharla, o quizá simplemente le apetecía tomar un poco el aire después de un largo día encerrado en una habitación sin ventanas.
Recordé sus aposentos entonces, y no pude evitar sonreír. Su hospitalidad había sido maravillosa la última vez que nos habíamos visto, y había conseguido crear en mí sentimientos de esperanza que jamás habría logrado conseguir sin su ayuda. Hoy por hoy, aquella situación seguía igual, pero mis ánimos eran mucho mejores que en la otra ocasión.
Cuando bajé del coche y despedí al chófer, olisqueé el ambiente tímidamente en busca de cualquier rastro de ella. Enseguida me llegó el olor de su cabello mezclado con su propio olor, el más puro olor a veneno dulce.
-Lamento haberos hecho esperar, mi querida Amelie -dije en cuanto llegué junto a ella. La visión de su cabello al viento y sus hombros desnudos me recordaron la sed que ascendía como la espuma. Estaba más bella que nunca, aunque sabía que la próxima vez que la viera estaría aún mejor, y así sucesivamente. Siempre mejor que ayer, pero peor que mañana. Con ella, funcionaba así.
-Espero que sepáis perdonar mi leve retraso. -dije acercándome a ella y contemplando sus facciones marcadas y acariciando su suave piel con los dedos. Rocé sus hombros con suavidad, esperando a su reacción- Ansiaba veros de nuevo, querida -dije subiendo los dedos por su cuello, acariciendo el hueco entre su cuello y su mentón.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Estimada ansia el volver a ver [Dimitri Lumiére]
La paz, la armonía, todo se reflejaba por completo como uno solo, la unión entre los astros y el manto era más envidiable que hasta la misma joya forjada para la corona, valía mas que la mujer más bella entre las mortales, más que el caballero de la más alta sociedad, incluso más que una buena noche bajo sabanas de seda o un buen baile de sociedad donde se admiraba con afinco cada tramo de las riquezas ajenas. No cambiaria ese instante por ningún otro y menos aun cuando mis ojos disfrutaban con vehemencia el espectáculo que se daba pie ante mí, como una obra desgarradora y apasionante solo hecha para mi persona teniendo como fin la distracción personal y una benévola admiración. El iris de mis ojos, claros por la sed saciada, se despejaban con las nubes del cielo nocturno que se acumulaban llenas de cristalinas gotas que no tardarían en caer, o por lo menos eso hacían pensar a los mortales que descansaban bajo su cuidado, presos de la curiosidad ante una noche y el plácido sueño de la misma, lástima que no compartía ese mismo aspecto con ellos, el sueño era algo que había olvidado, al contrario compartía el sentimiento de un simulacro diurno bajo la diosa plateada que me cortejaba como su fiel amiga, los instantes donde se delataban mis deseos y me esforzaba por cumplirlos antes de que los primeros rayos del sol apareciesen y así tuviera que quedarme presa, en mi hogar, bajo los tapices de colores pastel. En cambio ahora el ansia era presente, la espera de una noche perfecta, conversaciones, contactos, roces y calidez junto a mi estimado Dimitri, el único vidente del que disfrutaba compañía, el único tan igual pero a la vez tan distinto, tan cerca pero tan lejos, totalmente adictivo.
La violencia del viento se torno más calmada, acostumbrándose a la presencia del demonio con rostro de ángel que posaba sus pies en el pasto húmedo terrenal, las ondas aun se movían, deslizándose por mis hombros desnudos hasta rozar con la corteza del tronco del que tomaba como apoyo. El tiempo pasaba lento y por un momento agradecí ese gesto que tardaba mas el correr de las horas y hacia mas placida la espera de aquel inmortal de cabellos dorados a quien tanto ansiaba, recordé los intentos de cartas por enésima vez y reí para mis adentro, una doncella enamorada era la única comparación coherente que le hallaba, solo que las diferencias eran evidentes, mi corazón no latía, al contrario un hueco profundo y oscuro suplantaba la vida latiente, mis mejillas no se sonrojaban con un roce de labios y lo más importante era que la relación entre Monsieur Lumiére y yo era cambiante; mejores amigos, confidentes, amantes y compañeros, era distinto y sin embargo se había tornado como un toxico para mi, uno que, presa del masoquismo, disfrutaba intensamente.
De momento lo sentí, era conocido para mí, a pesar de los pocos encuentros que habíamos mantenido su recuerdo perduraba grabado en mi mente con tinta imborrable, fue por ello que el aroma fresco como la menta se fundió en mi olfato y en cada espacio de mi cuerpo, llenándolo, complementándolo. Sabía que vendría, oí sus pasos lejanos y cada vez más cerca, sin embargo no me moví ni inmute mis facciones que a pesar de ello mostraron una leve curvatura en mis labios carnosos. Su voz fue la tonada musical más perfecta para mis oídos, llena de armonías cuando se pronuncio ante mí para dar muestra de su llegada y de su intención de captar mi atención. Su tacto no se hizo esperar, fue como el domador de la fiera y el fuego que se alojaba en mi interior y que crecía con cada tacto suyo. Rozo mis hombros desnudos por lo que entrecerré mis ojos para disfrutarlo, para sentirlo más cerca de lo que ya se hallaba, para saber que su presencia no era un espejismo sino la más pura verdad, ¡Oh agradecida fortuna!, cuando te admiro por este presente, por esta luz inmortal en una oscuridad eterna. Me desnudaba interiormente ante cada caricia que me daba, mi cuerpo cedía y mis reacciones como mujer no se hacían esperar, sus dedos repasaron mi clavícula, abandonando mi cuello que extraño una vez más su suavidad, ladee mas esa área como si en un susurro pidiera más de lo que se me daba, por ello un suspiro sosegado de placer y ternura no dudo en salir de mis labios ante esa mínima caricia -Y yo mentiría con el solo decir que únicamente te he extrañado Dimitri, te necesitaba, no sabes cuánto. Mis ojos se abrieron con lentitud aun manteniéndome en esa posición, dejando mi voz como un susurro descendido dos octavas, fijándome en la luna que irradiaba aquellas dos figuras hermosas, aquellas dos formaciones semejantes al mármol -¿Cómo es posible que hayas logrado tenerme así? ¿Tan débil y a tu merced con tu sola presencia. Estaba ante él como mi ser emanaba, como Amelie, como la simple Amelie, lejos de la aristocracia y los secretos, como la mujer que el había conocido una noche de huida en un hotel -Lamento recibirte con una interrogante, pero en nuestros encuentros los parámetros comunes sobran. Una mirada dice más que una palabra, y una caricia demuestra más que un gesto furtivo.
La violencia del viento se torno más calmada, acostumbrándose a la presencia del demonio con rostro de ángel que posaba sus pies en el pasto húmedo terrenal, las ondas aun se movían, deslizándose por mis hombros desnudos hasta rozar con la corteza del tronco del que tomaba como apoyo. El tiempo pasaba lento y por un momento agradecí ese gesto que tardaba mas el correr de las horas y hacia mas placida la espera de aquel inmortal de cabellos dorados a quien tanto ansiaba, recordé los intentos de cartas por enésima vez y reí para mis adentro, una doncella enamorada era la única comparación coherente que le hallaba, solo que las diferencias eran evidentes, mi corazón no latía, al contrario un hueco profundo y oscuro suplantaba la vida latiente, mis mejillas no se sonrojaban con un roce de labios y lo más importante era que la relación entre Monsieur Lumiére y yo era cambiante; mejores amigos, confidentes, amantes y compañeros, era distinto y sin embargo se había tornado como un toxico para mi, uno que, presa del masoquismo, disfrutaba intensamente.
De momento lo sentí, era conocido para mí, a pesar de los pocos encuentros que habíamos mantenido su recuerdo perduraba grabado en mi mente con tinta imborrable, fue por ello que el aroma fresco como la menta se fundió en mi olfato y en cada espacio de mi cuerpo, llenándolo, complementándolo. Sabía que vendría, oí sus pasos lejanos y cada vez más cerca, sin embargo no me moví ni inmute mis facciones que a pesar de ello mostraron una leve curvatura en mis labios carnosos. Su voz fue la tonada musical más perfecta para mis oídos, llena de armonías cuando se pronuncio ante mí para dar muestra de su llegada y de su intención de captar mi atención. Su tacto no se hizo esperar, fue como el domador de la fiera y el fuego que se alojaba en mi interior y que crecía con cada tacto suyo. Rozo mis hombros desnudos por lo que entrecerré mis ojos para disfrutarlo, para sentirlo más cerca de lo que ya se hallaba, para saber que su presencia no era un espejismo sino la más pura verdad, ¡Oh agradecida fortuna!, cuando te admiro por este presente, por esta luz inmortal en una oscuridad eterna. Me desnudaba interiormente ante cada caricia que me daba, mi cuerpo cedía y mis reacciones como mujer no se hacían esperar, sus dedos repasaron mi clavícula, abandonando mi cuello que extraño una vez más su suavidad, ladee mas esa área como si en un susurro pidiera más de lo que se me daba, por ello un suspiro sosegado de placer y ternura no dudo en salir de mis labios ante esa mínima caricia -Y yo mentiría con el solo decir que únicamente te he extrañado Dimitri, te necesitaba, no sabes cuánto. Mis ojos se abrieron con lentitud aun manteniéndome en esa posición, dejando mi voz como un susurro descendido dos octavas, fijándome en la luna que irradiaba aquellas dos figuras hermosas, aquellas dos formaciones semejantes al mármol -¿Cómo es posible que hayas logrado tenerme así? ¿Tan débil y a tu merced con tu sola presencia. Estaba ante él como mi ser emanaba, como Amelie, como la simple Amelie, lejos de la aristocracia y los secretos, como la mujer que el había conocido una noche de huida en un hotel -Lamento recibirte con una interrogante, pero en nuestros encuentros los parámetros comunes sobran. Una mirada dice más que una palabra, y una caricia demuestra más que un gesto furtivo.
Invitado- Invitado
Re: Estimada ansia el volver a ver [Dimitri Lumiére]
Cada gesto, cada mirada furtiva y cada pobre reacción de su cuerpo, de su dulce mirada y su suave voz eran para mí más que toda la sangre derramada por todas mis vícitmas. El precio de Amelie era impagable, ininmaginable y sobre todo, inalcanzable. Lo conocía muy bien, y conocía aún mejor la sensación de creerse merecedor de sus ojos de plata.
Aquella noche no había nada que pudiese estropear la bendita visión que mis pupilas me proporcionaban. Ella era tal cual se mostraba, aunque jamás la había visto tan bella, y nunca volvería a verla tampoco de ese modo. Como siempre, las palabras entre nosotros sobraban, pero no por ello dejábamos de mostrar la voz que nos unía a la eternidad; y la suya provocó en mí un débil escalofrío.
-No era mi intención, sin embargo, Amelie. -dije con una pícara sonrisa, acabando todo contacto anterior entre nosotros- Pero mentiría si dijera que eso no me hace el ser más feliz y dichoso que ahora mismo pueda existir. -ladeé mi rostro y observé la luna, aún creciente. Faltaba poco para la luna llena, y sin embargo, las noches parecían ser bañadas por el fulgor único de la plata del cielo.
Me pareció innecesario comenzar con preguntas, y tampoco conocer más de lo que ya sabía sobre su estatus, su residencia o su mera existencia, pero no pude evitar cuestionarme acerca del motivo de nuestro encuentro.
-Amelie, tampoco yo quiero recibiros de esa manera, pero permitidme que haga una pregunta, una simple cuestión. -sus labios se entrecortaban con fragilidad, y sin embargo, mostraban el aspecto más seguro y sobrio que había visto jamás. Parecían de piedra, pero el tacto era suave y acariciante, como pude comprobar alzando una mano y posando un dedo sobre sus comisuras.- ¿Por qué aquí? ¿De nuevo queríais alejaros de la ciudad? -la pregunta era bana, pero me pareció un buen comienzo. Con ella, sobraba pensar cada palabra, pero tampoco quería parecer burdo y superficial, a pesar de que mi condición inmortal apuntaba justamente en la otra dirección. Sin embargo, en cierto modo ella me conocía como nadie, y por tanto las explicaciones que pudiese darle se perderían entre soplos de aire en el vendabal que azotaba suavemente nuestros cuerpos.
Deseaba decirle que la última vez que la ví me ayudó sobremanera. Que aún no había encontrado aquello que me haría completo, pero sin embargo, podía vivr con ello. Deseaba hablarle de mí, de mi vida en los últimos días, del tiempo que separaba nuestros encuentros, pero tan sólo podía observarla en silencio desde el lugar que me correspondía, siempre a su lado, siempre con ella. Con mi pieza de luna. Desearía componer para ella; y sin duda lo haría, antes o después. No corría prisa, pero necesitab plasmar lo que veía cuando la tenía cerca, lo que sentía y lo que para mí significaba. Necesitaba escribir música acerca de su cabello, de sus ojos plateados y de su estructura segura y sin embargo, a veces tan frágil y mercedaria.
Aguardé en silencio a que sus ojos se fijasen en mí.
Aquella noche no había nada que pudiese estropear la bendita visión que mis pupilas me proporcionaban. Ella era tal cual se mostraba, aunque jamás la había visto tan bella, y nunca volvería a verla tampoco de ese modo. Como siempre, las palabras entre nosotros sobraban, pero no por ello dejábamos de mostrar la voz que nos unía a la eternidad; y la suya provocó en mí un débil escalofrío.
-No era mi intención, sin embargo, Amelie. -dije con una pícara sonrisa, acabando todo contacto anterior entre nosotros- Pero mentiría si dijera que eso no me hace el ser más feliz y dichoso que ahora mismo pueda existir. -ladeé mi rostro y observé la luna, aún creciente. Faltaba poco para la luna llena, y sin embargo, las noches parecían ser bañadas por el fulgor único de la plata del cielo.
Me pareció innecesario comenzar con preguntas, y tampoco conocer más de lo que ya sabía sobre su estatus, su residencia o su mera existencia, pero no pude evitar cuestionarme acerca del motivo de nuestro encuentro.
-Amelie, tampoco yo quiero recibiros de esa manera, pero permitidme que haga una pregunta, una simple cuestión. -sus labios se entrecortaban con fragilidad, y sin embargo, mostraban el aspecto más seguro y sobrio que había visto jamás. Parecían de piedra, pero el tacto era suave y acariciante, como pude comprobar alzando una mano y posando un dedo sobre sus comisuras.- ¿Por qué aquí? ¿De nuevo queríais alejaros de la ciudad? -la pregunta era bana, pero me pareció un buen comienzo. Con ella, sobraba pensar cada palabra, pero tampoco quería parecer burdo y superficial, a pesar de que mi condición inmortal apuntaba justamente en la otra dirección. Sin embargo, en cierto modo ella me conocía como nadie, y por tanto las explicaciones que pudiese darle se perderían entre soplos de aire en el vendabal que azotaba suavemente nuestros cuerpos.
Deseaba decirle que la última vez que la ví me ayudó sobremanera. Que aún no había encontrado aquello que me haría completo, pero sin embargo, podía vivr con ello. Deseaba hablarle de mí, de mi vida en los últimos días, del tiempo que separaba nuestros encuentros, pero tan sólo podía observarla en silencio desde el lugar que me correspondía, siempre a su lado, siempre con ella. Con mi pieza de luna. Desearía componer para ella; y sin duda lo haría, antes o después. No corría prisa, pero necesitab plasmar lo que veía cuando la tenía cerca, lo que sentía y lo que para mí significaba. Necesitaba escribir música acerca de su cabello, de sus ojos plateados y de su estructura segura y sin embargo, a veces tan frágil y mercedaria.
Aguardé en silencio a que sus ojos se fijasen en mí.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Estimada ansia el volver a ver [Dimitri Lumiére]
Mi piel reclamo ante el solo romper del contacto que había mantenido sobre mí, era increíble el solo hecho de que mi piel, bañada por la calidez de su tacto, volviera a ser fría y tersa al separarse de mí la suavidad de las yemas de sus dedos. Sin embargo, volviendo a la coherencia que nos implicaba, supe que tampoco podría estar brindándome esa clase de satisfacciones durante el absoluto correr de las horas y que, de alguna manera, el se preguntaría el porqué de mi extraña citación siendo el mismo Dimitri el que recurría a mi persona así yo me hallara presa del ansia de verlo. Esa era la duda ¿como podría explicarle un motivo? tan solo con un hilo de palabra coherente y musical, era tan simple como que no podía hacerlo, por más que buscara mas y mas oraciones que intentara hallar en la marejada de pensamientos que implicaba mi mente, no podría. Prefería entonces ameritarlo a aquel termino que el había utilizado, la noche estrellada y vigorosa en la que se había adentrado en las paredes de mi hogar, un momento inolvidable que me marcaba por el sosiego de su tacto y me rasgaba por la mención de su partida, algo que marcaria fin en cualquier momento, así nos viésemos hasta en el callejón mas oscuro, los rayos solares y la luminosidad del día estaría presente, imponente y belicosa irrumpiendo cada uno de nuestros encuentros.
El era feliz, y sabia que no podía enterarse de cuanto yo lo era. Si esa palabra abarcaba en toda su amplitud a lo que yo sentía en su totalidad cuando él me acompañaba; el recorrido vital y armónico en mi cuerpo, las sonrisas sinceras, los suspiros furtivos...si era cierto, entonces estaría encantada en poder decir que era plenamente feliz, así fuera únicamente en la presencia de Dimitri, así fuera para él, solo para él. Mi mirar reposaba en la paz, en la calma cristalina de la laguna cuyos movimientos pasaban inadvertidos ante nuestros ojos por la misma paz de la noche que la cubría como escenario y que nos acunaba en sus brazos presos de una extraña forma de tranquilidad, olvidando cualquier rastro que quedara de prisas y hasta miedo, entonces oí su pregunta y eso hizo que despidiera de momento la fijeza del iris plateado de mis ojos para dirigirme a mi querido Lord, para volver a ver y admirar (puesto que nunca me cansaba de hacerlo), sus simétricas facciones.
Voltee con calma, sintiendo como las hebras sedosas se topaban con el torso cubierto de la fina ropa de Dimitri, mis ojos, nuestro mirar, se encontró nuevamente después de días de extrañeza y ansias se recobrar su unión. Permanecía igual, o eso pensarían los ojos mortales puesto que para mi cada día era más hermoso que otro, cada vez que lo veía había cambiado aunque su posesor fuera el mismo nombre, podía incluso doler el tocar de sus mejillas, de su piel fría pero cálida a mi amoldado tacto -Si, podría ameritárselo a ello, no quiero estar cerca de los murales de Paris, de la vida urbana a la que pienso que podría irrumpir un momento de paz como este, no quería estar rodeada de otros, no por miedo, no temo, pero si en busca de algo más que un simple lugar, algo que se asemeje mas a la verdadera Amelie, no a la que viste por primera vez en el hotel, a la dama de sociedad hermosa y brillante, no, solo a la doncella inmortal que a pesar de los daños y la maldad abundante sigue pura ante los ojos que verdaderamente la conocen. Finalice mientras una de mis manos se dirigía al lateral de su rostro, deslizándose por su mentón fuerte y luego por la comisura de sus labios, armónicamente llegando a tocar incluso el inicio de sus pómulos, sonreí con inocencia, entreabriendo mínimamente mis labios ante ese gesto -Ojos como los tuyos. Rompí tal contacto con lentitud y sin brusquedad, deslizando mis manos en un retorno quizás tortuoso para mi, pasando mis dedos por el contorno de su cuello hasta finalizar y separarse de su clavícula, dándome cuenta de que próximamente podía repetir cualquier semejante y que aun las horas no podría apresurar mis pasos -Pero no quiero agobiarte con mis liricas absurdas ¿que son de tus días?, tanto que preguntarte y de seguro tantas respuestas ¿puedo confirmar tu mejoría desde la última vez que te vi?, quiero saber tanto de ti, de lo que haces, de lo que piensas, creo que de momento hubiera sido perfecto un ambiente aristocrático con mesas amplias y de cristal y asientos cómodos, pero como veras no era precisamente la parte metódica de mi la que quería mostrarte, Dimitri.
El era feliz, y sabia que no podía enterarse de cuanto yo lo era. Si esa palabra abarcaba en toda su amplitud a lo que yo sentía en su totalidad cuando él me acompañaba; el recorrido vital y armónico en mi cuerpo, las sonrisas sinceras, los suspiros furtivos...si era cierto, entonces estaría encantada en poder decir que era plenamente feliz, así fuera únicamente en la presencia de Dimitri, así fuera para él, solo para él. Mi mirar reposaba en la paz, en la calma cristalina de la laguna cuyos movimientos pasaban inadvertidos ante nuestros ojos por la misma paz de la noche que la cubría como escenario y que nos acunaba en sus brazos presos de una extraña forma de tranquilidad, olvidando cualquier rastro que quedara de prisas y hasta miedo, entonces oí su pregunta y eso hizo que despidiera de momento la fijeza del iris plateado de mis ojos para dirigirme a mi querido Lord, para volver a ver y admirar (puesto que nunca me cansaba de hacerlo), sus simétricas facciones.
Voltee con calma, sintiendo como las hebras sedosas se topaban con el torso cubierto de la fina ropa de Dimitri, mis ojos, nuestro mirar, se encontró nuevamente después de días de extrañeza y ansias se recobrar su unión. Permanecía igual, o eso pensarían los ojos mortales puesto que para mi cada día era más hermoso que otro, cada vez que lo veía había cambiado aunque su posesor fuera el mismo nombre, podía incluso doler el tocar de sus mejillas, de su piel fría pero cálida a mi amoldado tacto -Si, podría ameritárselo a ello, no quiero estar cerca de los murales de Paris, de la vida urbana a la que pienso que podría irrumpir un momento de paz como este, no quería estar rodeada de otros, no por miedo, no temo, pero si en busca de algo más que un simple lugar, algo que se asemeje mas a la verdadera Amelie, no a la que viste por primera vez en el hotel, a la dama de sociedad hermosa y brillante, no, solo a la doncella inmortal que a pesar de los daños y la maldad abundante sigue pura ante los ojos que verdaderamente la conocen. Finalice mientras una de mis manos se dirigía al lateral de su rostro, deslizándose por su mentón fuerte y luego por la comisura de sus labios, armónicamente llegando a tocar incluso el inicio de sus pómulos, sonreí con inocencia, entreabriendo mínimamente mis labios ante ese gesto -Ojos como los tuyos. Rompí tal contacto con lentitud y sin brusquedad, deslizando mis manos en un retorno quizás tortuoso para mi, pasando mis dedos por el contorno de su cuello hasta finalizar y separarse de su clavícula, dándome cuenta de que próximamente podía repetir cualquier semejante y que aun las horas no podría apresurar mis pasos -Pero no quiero agobiarte con mis liricas absurdas ¿que son de tus días?, tanto que preguntarte y de seguro tantas respuestas ¿puedo confirmar tu mejoría desde la última vez que te vi?, quiero saber tanto de ti, de lo que haces, de lo que piensas, creo que de momento hubiera sido perfecto un ambiente aristocrático con mesas amplias y de cristal y asientos cómodos, pero como veras no era precisamente la parte metódica de mi la que quería mostrarte, Dimitri.
Invitado- Invitado
Re: Estimada ansia el volver a ver [Dimitri Lumiére]
Las palabras entre sus labios sonaban con total naturalidad, sin ningún tipo de obligación por parte de los formalismos, y mucho menos sonaban artificiales. Era ella, al natural, completamente libre de cualquier presión. Se mostraba hoy ante mí como la mujer que en realidad era, completamente al desnudo y sin ninguna cadena que la obligara a ser de una u otra manera. Era pura Amelie, lejos de lo que había conocido hasta ahora.
-En realidad, lo que ví aquella noche en el hotel me gustó bastante, querida. Pero también me encantará conoceros tal cual sois. Debo deciros que cada visita que nos reencuentra es una nueva oportunidad para ser sabedor de una más de vuestras cualidades, que al parecer son infinitas.
Recorrí su cuello con mis ojos, y no pude evitar sentir de nuevo aquel calor que pocas veces podía sentir un inmortal. Su mirada perdida en mis pupilas me hacía saberme merecedor de sus pensamientos, y eso era algo que no pasaba por alto.
-De cualquier modo, Amelie, si habéis elegido este lugar, sea la razón que sea, no me importa venir hasta aquí si lo que hay al final de todo sois vos, mi preciosa y dulce pieza de luna.
Relajé los músculos y me acerqué a ella un poco más, aunque nunca era suficiente. Sus preguntas me parecieron idóneas, yo también deseaba saber de ella, de sus días en la aristocracia y de sus pasiones.
-Ciertamente estoy mejor, no puedo negaros que me ayudó muchísimo encontrarme con vos. Tenía una imperiosa necesidad de veros aquel día, en el cual me cegaba la sed de sangre. Vos misma vísteis cómo me encontraba... -miré a sus ojos, disfrutando de su contacto suave y sutil.- Estoy mucho mejor, más recuperado, o al menos más entero. Sin embargo, también debo deciros que aún no he encontrado aquel piano que tantos golpes da a mi cordura. Pero creo que he avanzado un poco en su búsqueda.
Esperé unos segundos mientras sentía la brisa nocturna en el rostro inmortal.
-Sin embargo, sí he tenido noticias de mi maestro. Aquel del que os hablé; el mismo que me obsequió con el instrumento maldito. Él me envió una carta, en un sobre lacrado sin ningún tipo de referencia al lugar del que proviene. Es una carta extensa, sin duda, y no es poco de lo que me habla. No obstante, pese a que dice echarme muchísimo de menos y acordarse de mí a cada nota que toca, no me habla de su paradero. -cerré los ojos un instante y los abrí con fuerza, deseoso de ver aquel rostro angelical que había perdido por segundos- Pero no quiero hablaros sólo de mí. No hoy. Ya hablamos demasiado de mí la última vez que nos vimos, y me temo que no tengo más fuerzas para tratar aquel tema. Ya se solucionará alguna vez, no puede quedarse así eternamente, y menos cuando los sujetos que lo forman somos inmortales.
Cerré mis brazos a su alrededor, y la atraje con suavidad hacia mí. Su olor a mujer y a aristocracia, a clase alta y a belleza, me recordaron a otras veces que había yacido en su lecho, preso de su hipnosis celestial.-¿Qué habéis hecho vos todo este tiempo? También yo necesito que me habléis de cuanto os acontece, querida. Me encanta oiros hablar, y de sobra lo sabéis.
-En realidad, lo que ví aquella noche en el hotel me gustó bastante, querida. Pero también me encantará conoceros tal cual sois. Debo deciros que cada visita que nos reencuentra es una nueva oportunidad para ser sabedor de una más de vuestras cualidades, que al parecer son infinitas.
Recorrí su cuello con mis ojos, y no pude evitar sentir de nuevo aquel calor que pocas veces podía sentir un inmortal. Su mirada perdida en mis pupilas me hacía saberme merecedor de sus pensamientos, y eso era algo que no pasaba por alto.
-De cualquier modo, Amelie, si habéis elegido este lugar, sea la razón que sea, no me importa venir hasta aquí si lo que hay al final de todo sois vos, mi preciosa y dulce pieza de luna.
Relajé los músculos y me acerqué a ella un poco más, aunque nunca era suficiente. Sus preguntas me parecieron idóneas, yo también deseaba saber de ella, de sus días en la aristocracia y de sus pasiones.
-Ciertamente estoy mejor, no puedo negaros que me ayudó muchísimo encontrarme con vos. Tenía una imperiosa necesidad de veros aquel día, en el cual me cegaba la sed de sangre. Vos misma vísteis cómo me encontraba... -miré a sus ojos, disfrutando de su contacto suave y sutil.- Estoy mucho mejor, más recuperado, o al menos más entero. Sin embargo, también debo deciros que aún no he encontrado aquel piano que tantos golpes da a mi cordura. Pero creo que he avanzado un poco en su búsqueda.
Esperé unos segundos mientras sentía la brisa nocturna en el rostro inmortal.
-Sin embargo, sí he tenido noticias de mi maestro. Aquel del que os hablé; el mismo que me obsequió con el instrumento maldito. Él me envió una carta, en un sobre lacrado sin ningún tipo de referencia al lugar del que proviene. Es una carta extensa, sin duda, y no es poco de lo que me habla. No obstante, pese a que dice echarme muchísimo de menos y acordarse de mí a cada nota que toca, no me habla de su paradero. -cerré los ojos un instante y los abrí con fuerza, deseoso de ver aquel rostro angelical que había perdido por segundos- Pero no quiero hablaros sólo de mí. No hoy. Ya hablamos demasiado de mí la última vez que nos vimos, y me temo que no tengo más fuerzas para tratar aquel tema. Ya se solucionará alguna vez, no puede quedarse así eternamente, y menos cuando los sujetos que lo forman somos inmortales.
Cerré mis brazos a su alrededor, y la atraje con suavidad hacia mí. Su olor a mujer y a aristocracia, a clase alta y a belleza, me recordaron a otras veces que había yacido en su lecho, preso de su hipnosis celestial.-¿Qué habéis hecho vos todo este tiempo? También yo necesito que me habléis de cuanto os acontece, querida. Me encanta oiros hablar, y de sobra lo sabéis.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Estimada ansia el volver a ver [Dimitri Lumiére]
Si el ser inmortal no colaborara lo suficiente para mí de seguro seria una mente humana incapaz de resguardar por un segundo los recuerdos que recorren con constancia la vida misma. Incluso podía olvidar rostros, tactos, palabras...nada se guardaría en el cajón de oro que implicaba la mentalidad humana por el simple hecho de que los mismos le restaban importancia a cada suceso, se creían superiores que el mismo destino sin saber que existía, antes de su nacer, durante su paso por el vivir y luego de que se hallaran fétidos bajo tierra. Mi odio se disminuía, el rencor era casi inexistente cuando me hallaba con Dimitri, tanto que podía olvidar todo el mundo superior y alejarme en los confines de un punto definido junto a él, junto a su figura imponente y pacífica, junto a su tacto cálido y amoldado a cada parte de mi ser, junto a su voz juvenil y hermosa que con cada silaba me demostraba admiración y un cariño indiscutible y a la vez complejo del cual nunca me había detenido a pensar, o quizás si, quizás podría haber cruzado por mi mente el hecho de que comúnmente fuera así con otras damas o quienes no tanto pertenecían a ese rango, que sus palabras fueran las mismas que con otras féminas, que yo no fuera la irradiada Amelie. No, sabía que nada de aquello era cierto, sabía que era única para él, de la forma que fuese pero lo era puesto que ere rayo mítico en sus ojos solo podía verlo cuando estaba conmigo, cuando su mirar se encontraba con el iris de mis ojos grises, cuando nuestras presencias se unían, separadas por una distancia innecesaria.
Por todo ello la imagen volvió a mi mente, la dama deslumbrante del hotel, la que portaba un largo vestido de etiqueta y brillo carmín en sus labios carnosos y sugerentes, un ajustado corsé amoldaba su figura y la hacía más provocativa para los ojos que la mirasen, para recalcar que no era una figura cualquiera, que no era una mujer común, que era una dama, completa y para los ojos que la conociesen, de vida eterna. Irónicamente reí al darme cuenta de la situación actual, no era ni la mínima parte de la mujer extravagante que el había conocido, de la apasionada y seductora, ahora solo era una dama de la noche, vestida con la sencillez a flor de piel y de desnuda personalidad ante el conocido mirar de Dimitri.
Su mirar intuyo picardía y sonreí levemente ante sus palabras, aquel hombre con una sola oración podía agraciarme si lo deseaba. Se acerco hacia mi si era posible aumentar la cercanía era su pieza de luna y el solo saberme suya, por cualquier termino que se usara, me era suficiente para que mis pies permanecieran adictivos a la tierra húmeda sin querer alejarme de él y sin poder manejar mi propia voluntad, ahora, una vez más me daba cuenta del poder que ese hombre podía tener sobre mí. Hablo de él como esperaba, sin duda me alegraba que hubiera mejorado y que yo formara parte de ese proceso, aun así podía ver en su mirar que el objeto misterioso y eterno seguiría apareciendo en sus sueños y en cada faceta de su vida hasta que quizás algún día algo poderoso le hiciera olvidarlo o seria tal que acabaría su recorrido aparentemente sin límites de tiempo, pero como el decía ¨seres inmortales¨, la duda estaba si la soledad y monotonía influirían en ello, en que ese curso seguiría siendo así.
Me tomo en sus brazos y una vez más me encontré cara a cara con su aroma, con su efluvio masculino y perfecto. Una de mis manos se apoyo en su fuerte pecho, deslizándose con cuidado a medida que oía su interrogante, eran tantas las cosas que podía contarle y aun así el tiempo me parecía tan corto, tan atrayente y tan peligroso a su vez -Oh Dimitri, el correr de las horas se me hacer eterno presa de mi soledad y por lo mismo son tantas cosas que podría narrarte. Me acune en su pecho como si en el me sintiera protegida, llena de vida con solo estar a su lado -La política sigue su curso, violenta pero aun así puede llevarse, mis días son constantes y algunas veces metódicos, las obras de teatro que tanto deseo ver, la música que me apasiona, los...asesinatos que he disminuido sorprendentemente, créelo o no solo un joven asustado ha pasado por mis ojos. Narre como si fuera un consuelo y como si fuera una historia decadente estando a su lado de tan magistral figura -El ansia de verte aumenta con cada día y aun así no oso en interrumpirte, tu también debes de tener tu mundo, alejado o no del mío. Si, su vida, su correr del día, sus conocidos, amigos y...no me limite a mas, no sería posesiva con él, no demostraría lo que las mujeres comunes suelen mostrar ante los ojos masculinos -No mostrare pesimismo, basta decir que me alegro que te encuentres bien, mas aun de que estés aquí. Me conoces de sobra, al pie de la letra, por ello me importa saber de tu vida, de seguro es de mas interés que la mía presa de la soledad, una que hasta me ha hecho pensar en cambiar de lugar. Sin saber que habían parámetros que definitivamente me ataban a Paris, uno de ellos, el, Dimitri Lumiére.
Por todo ello la imagen volvió a mi mente, la dama deslumbrante del hotel, la que portaba un largo vestido de etiqueta y brillo carmín en sus labios carnosos y sugerentes, un ajustado corsé amoldaba su figura y la hacía más provocativa para los ojos que la mirasen, para recalcar que no era una figura cualquiera, que no era una mujer común, que era una dama, completa y para los ojos que la conociesen, de vida eterna. Irónicamente reí al darme cuenta de la situación actual, no era ni la mínima parte de la mujer extravagante que el había conocido, de la apasionada y seductora, ahora solo era una dama de la noche, vestida con la sencillez a flor de piel y de desnuda personalidad ante el conocido mirar de Dimitri.
Su mirar intuyo picardía y sonreí levemente ante sus palabras, aquel hombre con una sola oración podía agraciarme si lo deseaba. Se acerco hacia mi si era posible aumentar la cercanía era su pieza de luna y el solo saberme suya, por cualquier termino que se usara, me era suficiente para que mis pies permanecieran adictivos a la tierra húmeda sin querer alejarme de él y sin poder manejar mi propia voluntad, ahora, una vez más me daba cuenta del poder que ese hombre podía tener sobre mí. Hablo de él como esperaba, sin duda me alegraba que hubiera mejorado y que yo formara parte de ese proceso, aun así podía ver en su mirar que el objeto misterioso y eterno seguiría apareciendo en sus sueños y en cada faceta de su vida hasta que quizás algún día algo poderoso le hiciera olvidarlo o seria tal que acabaría su recorrido aparentemente sin límites de tiempo, pero como el decía ¨seres inmortales¨, la duda estaba si la soledad y monotonía influirían en ello, en que ese curso seguiría siendo así.
Me tomo en sus brazos y una vez más me encontré cara a cara con su aroma, con su efluvio masculino y perfecto. Una de mis manos se apoyo en su fuerte pecho, deslizándose con cuidado a medida que oía su interrogante, eran tantas las cosas que podía contarle y aun así el tiempo me parecía tan corto, tan atrayente y tan peligroso a su vez -Oh Dimitri, el correr de las horas se me hacer eterno presa de mi soledad y por lo mismo son tantas cosas que podría narrarte. Me acune en su pecho como si en el me sintiera protegida, llena de vida con solo estar a su lado -La política sigue su curso, violenta pero aun así puede llevarse, mis días son constantes y algunas veces metódicos, las obras de teatro que tanto deseo ver, la música que me apasiona, los...asesinatos que he disminuido sorprendentemente, créelo o no solo un joven asustado ha pasado por mis ojos. Narre como si fuera un consuelo y como si fuera una historia decadente estando a su lado de tan magistral figura -El ansia de verte aumenta con cada día y aun así no oso en interrumpirte, tu también debes de tener tu mundo, alejado o no del mío. Si, su vida, su correr del día, sus conocidos, amigos y...no me limite a mas, no sería posesiva con él, no demostraría lo que las mujeres comunes suelen mostrar ante los ojos masculinos -No mostrare pesimismo, basta decir que me alegro que te encuentres bien, mas aun de que estés aquí. Me conoces de sobra, al pie de la letra, por ello me importa saber de tu vida, de seguro es de mas interés que la mía presa de la soledad, una que hasta me ha hecho pensar en cambiar de lugar. Sin saber que habían parámetros que definitivamente me ataban a Paris, uno de ellos, el, Dimitri Lumiére.
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