Mil provocaciones bajo la luna creciente traen sus consecuencias [Arely][+18]

Como una noche en la que solo habíamos ido a beber un trago a la taberna se había trasformado en esto, lo desconocía. Aquella noche la loba beta de mi manda estaba especialmente revuelta, no se si guiada por la inminente cercanía de la luna llena que mañana coronaria el firmamento, o porque del mismo modo mañana emprendería la búsqueda de mi prometida, por la que había empezado hacia unas semanas mi viaje hacia París.
Fuere de un modo u otro, aquella noche se perfilaba frente a nosotros como el mayor error de nuestras vidas.


Nuestros cuerpos pagados uno al otro se buscaban con descaro, cada caricia, cada movimiento de una hacia el otro era una provocación a la lujuria, al desenfreno y a olvidar incluso quienes eramos.
El deseo había nublado mi juicio, aquella mujer me había provocado con sus labios, sus ojos, y ahora con cada movimiento de caderas que en círculos estimulaba mi falo queriendo mas, mucho mas de mi.
No pensé, solo actué alzándola con mis manos por sus nalgas para pegar así nuestros cincelados cuerpos.
Jadeé contra su boca que hacia bailar su lengua introduciéndose sin descanso en la mía, y buscando con mi mano el filo de la pared que tras nosotros daba sustento a su cuerpo. Sin dejar de dar cuartada a aquel arranque desmedido me cole entre la oscura clandestinidad de un callejón trasero que sin duda nos daría la intimidad necesaria.
Mis manos arrancaron sus ropas, prenda a prenda, dejándolas caer al suelo. Mis dientes se arrastraban por su mandíbula, saboreando su piel, gruñendo contra su cuello, lamiéndolo con deseo.
Mis manos se apoderaron de sus senos ahora desnudos, acariciándolos con brusquedad para después llevar sus pezones a mi boca una y otra vez.
Estaba perdido en su cuerpo, quizás mañana, o en unas horas me arrepintiera de esto, pero ahora, ahora follármela era todo cuanto ansiaba. Esa loba me había llevado al borde de la locura, de la lujuria, porque eso era lo que ella quería y en mi pecho se había instaurado un extraño sentimiento, de odio por no estar haciendo lo correcto, porque era mi medio hermana, pero a su vez de pasión desmesurada que era incapaz de frenarla, porque la luna me guiaba por el camino de la bestia y la razón había quedado relegada en el interior de esa taberna de la que jamas debí moverme.
Con brusquedad lleve mi mano contra su sexo, trazando círculos contra su clítoris,  sintiendo como se humedecía a mi paso, sonreí contra el filo de su boca, consciente de que eso era lo que quería, lo que durante toda la noche había buscado y lo que tendría sin lugar a dudas.
Hundí dos de mis dedos en ella, mojada, caliente, atrapados entre las palpitantes paredes de su vagina. Gimió de placer casi flojeandole las piernas, acalle con mis labios cada uno de sus gemidos mientras mi mano se sacudía primero lenta y luego rápida, muy rápidamente en su interior.

Aquel beso apasionado fue tornándose más vigoroso, y lo que en principio comenzaron como caricias empezaron a ser movimientos desesperados por conseguir más del otro. Mis manos apretaban con fuerza su musculada espalda, mientras todavía el lobo me mantenía en pie asiéndome por las nalgas.
Me desinhibí por completo, olvidé mis pudores y mi inexperiencia, y me dejé llevar por aquel lobo al que llevaba años amando en silencio.
Sin ser consciente y dejándome llevar por mi instintos más básicos, mi cuerpo empezó a contonearse buscando el miembro de él, buscando su roce para estimularnos a ambos, mientras con lujuria y desenfreno devoraba su boca sin un ápice de compasión, tratando de saciar mi ganas de él.
Con solo unos pasos, y sin dar tregua a nuestro arranque de pasión, Damon nos trasladó a ambos a un pequeño callejón oscuro anexo a la fachada de la taberna. Sin duda, un lugar mucho más íntimo para seguir con nuestra explosión de locura desmedida. Apenas la luz de la farola iluminaba la entrada al callejón, y el resto sólo era oscuridad. Una oscuridad que nos ofrecería un refugio para consumir nuestra lujuria sin miradas indiscretas.
Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza mientras Damon me desnudaba con rápidez, tirando mi ropa al suelo y continuando con sus caricias a lo largo de mi cuerpo, que se humedeció en el mismo instante en que sus colmillos y su lengua comenzaron a recorrer mi cuello, y su sendas manos se hicieron dueñas de mis pechos.
Eché la cabeza hacia atrás al sentir como me descontrolaba; jamás había aceptado a que me tocase ningún hombre antes, y esta situación me sobrepasa con creces.
Eché mis manos a los endurecidos brazos de Damon, para sujetarme con fuerza, pues pensé que en cualquier momento mis piernas empezarían a flaquear. Gruñí junto a su oreja en pleno momento de lujuria, mientras él, experto en aquello, lamía mi cuello sin compasión.
Hizo suyos mis pezones, metiéndoselos en la boca y arañándome con cuidado con sus colmillos. Mis manos comenzaron a volar por su cuerpo.
Ansiaba con verlo desnudo, y poder hacer mío cada centímetro de él. Le quité la capa y la camisola sin dificultad, más cuando me disponía ha quitarle los pantalones, Damon colocó su mano sobre mi humedecido sexo, haciendo círculos sobre mi clítoris con maestría. Un grito ahogado salió de mi garganta al sentir aquello. Nunca habría pensado que aquello pudiese ser mejor que aullar a la luz de la luna mientras corría libre por los bosques....pero sin lugar a dudas, era infinitamente mejor.
Introdujo dos dedos en mi vagina, y mis gemidos se hicieron tan latentes, que mi alfa tuvo que apaciguarlos con sus besos, mientras sus dedos se movían en mi interior llevándome al más profundo placer hasta ahora conocido. Mi cuerpo se arqueaba hacia atrás con sus movimientos; mi sexo seguía lubricando sin cesar, mojando el interior de mis piernas por completo.
Cuando conseguí controlar mis gritos, y sintiendo mis pupilas dilatadas por aquella pasión, continué quitándole el pantalón, que cayó al suelo; dejando su considerable falo endurecido delante mío. Me relamí los labios ante tal apetitosa imagen, y me arrodillé ante él, cogiéndole con firmeza e introduciéndolo en mi boca. Sacaba su pene para jugar con mi lengua, que lo saboreaba sin compasión, para luego metermelo de nuevo en la boca y chupar con fuerza..sintiendo como Damon respondía ahora él con gemidos a mi poca experiencia.
Mi necesidad estaba al límite; por una parte sentía miedo por lo que estábamos haciendo, por mi virginidad..por todo; pero estaba segura de que era lo que más deseaba...había llegado el momento..
Me levanté de nuevo, y esta vez, sin pedir permiso, mis labios se juntaron a los suyos, entreabriendo la boca para entrelazar nuestras lenguas. Mi cuerpo quería más, y se acercó al suyo, dejando nuestros sexos juntos; dispuestos ambos a continuar con aquel juego delirante.

Tomo mi falo entre sus labios, lamiéndolo con deseo una y otra vez, esta vez fueron mis gemidos convertidos en gruñidos los que necesitaba ser silenciados por la beta de mi manada.
Estaba al borde de la locura cuando se alzo tomando mi boca con avidez, llenándola de su lengua que se enredaba salvaje con la mía en una danza mortal donde nuestros cuerpos acompasaban cada movimiento excitándose uno al otro.
La gire con violencia contra la pared enladrillada de aquel callejón en penumbra, sus manos se posaron en esta mientras su boca entreabierta jadeaba mirando hacia mi.
Tome mi polla con firmeza aproximandola a su humedecido sexo deslizando la punta por su exterior mojandola a su paso.
Un gruñido de ambos fue la respuesta de introducirme de golpe en ella empezando a embestirla una y otra vez mientras mis manos posadas en sus caderas se hundían en su piel atrayendola a mi con mas y mas fuerza.
Sus ojos ámbar me buscaban, salvajes como la misma luna que nos alumbraba, gimiendo frente a mis gruñidos jadeantes.
Estaba tan caliente que quemaba y tan sumamente dilatada que mojaba mi falo cuando la empotraba con intensidad rozando sus pechos contra la pared en cada brusco movimiento de nuestros cuerpos.
Solo me detuve un ligero instante para colmar de besos su espalda arrastrando mis dientes por ella hasta llegar a su cuello que mordí con pasión volviendo a comenzar a empotrarla contra la pared una y otra vez, cada vez mas rápido.
Mi erección se revolvía vibrante entre las paredes de su vagina que la atrapaba con fuerza, con cada movimiento.
Estaba a punto de explotar, la empotre contra la pared, haciendo que nuestros cuerpos revotaran contra esta que nos acogía con virulencia.
Jadeábamos al unisono, gruñendo, mordiéndonos, lamiendo nuestras lenguas, apunto de corrernos juntos.
Senti como mi polla se sacudía en su interior, dejándome ir en su interior, cerré los ojos esta vez siendo yo quien buscaba apoyo en aquella enladrillada pared y pegando así mis cuerpo al ajeno aun sumido en su interior.
Olor a sangre, sabia de sobra lo que eso significaba, acababa de desvirgar a la hembra beta de mi manda.
Rodeé extenuado con mi brazo su cintura al sentir como sus piernas se tambaleaban entre las mías.
-¿Estas bien? -susurré en su oído aun con la respiración entrecortada y los ojos ámbar.

La lujuria desatada no prolongó mucho más el encuentro de nuestras bocas, y Damon con fuerza me dio la vuelta, dejándome mirando a la pared oscura de aquel callejón, mientras él se acercaba hacia mi culo con su pene endurecido.
Apoyé las manos en la pared sabiendo que nuestro encuentro no había terminado; aquella locura no había hecho más que empezar.
Giré la cabeza jadeando, mostrando mis pupilas dilatadas y ardientes; demostrándole que estaba más que preparada para que me penetrase.
Damon humedeció la punta de su miembro con mi más que mojado sexo, que vibraba y se estimulaba ante el roce de su piel. Cumpliendo al fin mi deseo de tenerlo dentro, hundió su falo en mí con fuerza; con una pasión desmedida que consiguió estremecer todo mi cuerpo.
Mis gruñidos y los suyos se escuchaban al unisono, mientras una mezcla de placer y dolor notaba en mi interior. Aquella era mi primera vez; la única vez que había tenido sexo con nadie. Siempre había esperado que fuese de otra manera, aunque la persona con la que me lo había imaginado estaba ahora tras de mí, asiándome de las caderas para poder hacer más penetrantes sus embestidas.
Jadeé de placer, grité y me dejé llevar por aquel lobo más experimentado que hacía que tocase el cielo con las manos.
El dolor pasó con sus continuas arremetidas; ya solo el placer mientras me penetraba era el que se había hecho con el control de mi cuerpo. Ahora deseaba más; más fuerza, más placer...un reguero de besos recorrió mi espalda hasta llegar a mi cuello.
Un mordisco comenzó a desatar en mí una lujuria salvaje, la cercanía del clímax estaba cercana, y sus movimientos se fueron haciendo más rápidos mientras yo jadeaba a punto de explotar.
Y exploté; explotamos los dos corriéndonos juntos; alcanzando el clímax como tantas veces había imaginado pero no había querido comprobar.
Damon se apoyó en mi espalda, mientras yo trataba de seguir en pie. Estaba exhausta, y además, también estaba sangrando. Mis rodillas comenzaron a flojear, mientras él cogía mi cintura con fuerza.
Suspiré; me avergonzaba que Damon supiese que acababa de perder la virginidad;y además, sentía congoja por el posible enfado del macho alfa hacía mí después de lo sucedido.
- ¿Estás bien?- me susurró al oído, todavía desde atrás.
Asentí con la cabeza. No me atrevía ni a girarme.
Ahora me sentía estúpida, allí desnuda, sangrando...
¿Cómo sería capaz de mirarlo ahora a la cara?
No había tenido en cuenta las consecuencias hasta ahora; aunque no me arrepentía; había sido lo mejor que me había pasado en mi vida.

Poco a poco nuestras respiraciones se acompasaron relajando nuestros cuerpos al unisono.
Acaricie con mis dedos su cintura desnuda mientras aun pegado a ella la sujetaba desde atrás.
Ella parecía incapaz de darse la vuelta, creo que porque en ese momento en que la adrenalina desapareció, se dio cuenta de que lo que acababa de pasar era el mayor error de su vida. Había ofrecido su virginidad a un lobo que mañana se prometería con otra, su alfa.
Bese su cuello tratando de infundirle ánimos, sintiéndome mal pues creía intuir su dolor, quizás debería haber controlado mis salvajes instintos, al menos eso le debía a ella.
-no te preocupes, no le contare esto a nadie, sabes lo discreto que soy para estos temas -apunte contra su cuello sin dejar de rozarlo ocn mis labios.
La voltee con suavidad buscando sus preciosos ojos miel y le dedique una picara sonrisa que sin duda quitaba hierro al asunto.
-Tampoco es tan raro que el macho alfa en épocas malas cubra a las lobas de la manda -bromeé guiñándole el ojo.
La verdad, ni siquiera sabia que decirle a esa mujer con la que había compartido juegos, risas, llantos, batallas, borracheras, no había una sola imagen de mi vida donde ella no fuera una de las protagonistas.
Acerque mis labios a los suyos envolviéndolos con suavidad de los míos, rozándolos muy despacio, acariciando nuestras lenguas con timidez primero y con ganas después.
Me separe para mirar sus ojos que de nuevo se tornaban ámbar frente a tan intimo contacto.
-vistámonos y volvamos antes de que nos echen de menos -susurré contra su boca consciente de que ese seria nuestro último beso.
Me separe de su piel sin poder dejar de sentir su olor en la mía y tome la ropa que esparcida por el suelo había sido testigo de tan intimo y prohibido encuentro.
Poco a poco las prendas volvieron a cubrir mi cuerpo y por desgracia también el cincelado cuerpo de mi acompañante que desnudo a la luz de la luna se me antojaba casi un sueño.
Me acerque a ella y pase mi brazo sobre su hombro como en tantas otras ocasiones había hecho, en un gesto de camaradería muy propio de mi clan y entre risas la guie hacia el exterior del callejón oscuro para volver a encontrarnos con el bullicio de una taberna que destilaba olor a alcohol por todos lados
-Ahora si me apetece una buena jarra de hidromiel -bromeé

Seguía incapaz de darme la vuelta, avergonzada por lo que acabada de suceder, y aún sin saber si con mis actos el lobo tomaría represalias contra mí. ;Aunque no solo era eso, el saber que mañana Damon se prometería con su loba alfa me destrozaba por dentro.
El lobo debió intuir mi dolor, pues en lugar de enfadarse, siguió con sus caricias y sus besos por mi espalda y mi cuello. Unas caricias que me reconfortaban y me hacían ver que nada había cambiado entre nosotros. O eso esperaba creer. ¿Sería capaz de seguir en la manada cuando se desposase? Ahora sabía a ciencia cierta que lo amaba; que el amor secreto que le había profesado tanto tiempo ya no era una quimera, ahora era una realidad.
Prometió guardar nuestro secreto, mientras me giraba para mirarme a los ojos. Unos ojos llenos de miedo, ya no solo por lo sucedido, sino por el futuro que me esperaba. Pero sus palabras, su voz, el tacto de sus manos que todavía rodeaban mi cintura me tranquilizaban.
Mis manos se posaron en sus brazos desnudos, fuertes y vigorosos; esos brazos con lo que hacía unos instantes me había hecho suya con pasión.
Entonces se acercó, primero rozando mis labios con suavidad y después uniendo nuestras lenguas en un baile que deseaba que no terminase jamás. Era consciente de que aquel sería nuestro último beso; era absurdo esperar otra cosa. ¿Qué creía que iba a pasar cuando desaté todos mis sentimientos reprimidos aquella noche? ¿Qué decidiese no cumplir su promesa y huyésemos juntos? Nuestro último beso, lento, delicado; saboreándonos el uno al otro conscientes de que no se volvería a repetir. Nuestros ojos se iban tornando ámbar con la intensidad que volvía a concentrarse entre nosotros. Damon tuvo más voluntad que yo, y consiguió separar sus labios de los míos, mientras susurraba  pegado a ellos que nos vistiéramos y volviesemos a la taberna, donde sin duda, nos estarían echando en falta.
- Claro, mejor volvamos dentro.- acerté a decir en un susurro mientras recogía mi ropa esparcida por el suelo y mirando de reojo lo veía a él vestirse.
Cuantas veces nos habríamos visto desnudos el uno al otro, después de una transformación, bañándonos en el lago...y jamás había podrido imaginar su cuerpo de esa manera; no como hasta esa noche en la que había sido mío.
Ya sin miedo, pero invadida por la nostalgia y la pena, nos encaminamos hacia la salida del callejón, donde despertaría de mi sueño junto a Damon para siempre.
- Ahora si me apetece una buena jarra de hidromiel.- bromeó a la entrada de la taberna, hasta donde habíamos andado con total tranquilidad mientras  el me había puesto su brazo sobre mi hombro y yo le había cogido de su cintura.
Un gesto tan cotidiano para nosotros, pero que a partir de ese momento a mí me recordaría a el roce de nuestros cuerpos desnudos de esta noche; eso sí, manteniéndolo en secreto, como había hecho tanto tiempo con mi amor por él.
- Me parece que como mínimo nos merecemos dos jarras.- continué su broma dándole un golpecito con la cadera; aunque por dentro solo quería marcharme corriendo y llorar.