AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Open Wounds [privado]
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Open Wounds [privado]
¿Cuánto tiempo había transcurrido desde aquel momento en el que me marché de casa? Sin tan siquiera realizar un esfuerzo podía recordar cada detalle de ella, cada pintura que colgaba de sus paredes, cada alfombra que había escogido para los diferentes dormitorios, cada figura de porcelana que tras comprar me había apresurado a colocar en diversas mesas y estantes, y así me sucedía con todo lo que había dentro de ella. Quizás en otra etapa de mi vida la hubiese recordado a menudo pero en aquella en la que me encontraba la eliminé de mi mente, así como procuré eliminar de ella a mi hermano.
Las heridas de lo que consideraba la peor traición de mi vida no cerraban aún ni creía que cerrarían en un momento cercano por lo que en lugar de ahondar en ellas las borré, así como borré los pensamientos que me llevaran de vuelta a esa casa e inevitablemente me orillaran a dedicar un pensamiento nuevo a Gael. Pensar en él era despertar una serie de emociones con las que no quería lidiar y que por ende, guardaba en mi interior, hasta el momento en que volviesen a fluir. Inevitablemente cuando llegase ese día estas se desbordarían.
Seguí entonces con mi vida tan normalmente como pude haberlo hecho a pesar de que ahora todo era diferente. El haberme marchado de mi casa me había orillado a ver mi existir de otro modo. Ahora ya no veía el mundo como lo había hecho antes, antes de descubrir a mi hermano acabando con la vida de un vampiro. Antes de conocer a Erkki en aquel cabaret y descubrir gracias a él, que existían sucesos a nuestro alrededor que antes no me habría atrevido a contemplar ni siquiera en mis sueños más alocados. Ahora sabía que tanto él como otros con los que me había topado alguna vez, poseían la inmortalidad, y ese conocimiento me había cambiado, aunque aún no había llegado a percatarme hasta que punto.
Precisamente pensaba en aquellos extraordinarios seres cuando me mecía en la cama, siguiendo los movimientos con los que uno de mis clientes dejaba salir un último gemido antes de que ambos nos dejásemos caer sobre el colchón y mi cuerpo sudoroso finalmente pudiese relajarse. Algunos pensamientos con respecto a los inmortales jugaban cruzándose inevitablemente en mi mente, cuando repentinamente el escuchar un maullido logró distraerme de ellos.
-Vaya, no sabía que tenías un gato.- Observé al felino que se paseaba por encima de una librera antes de detenerse para sentarse sobre ella y proceder a lavar sus patas tras mirarme con aire displicente. Inevitablemente provocó que me acordara de Gato...
Me levanté y me acerqué al felino al que acaricié un instante antes de voltear y observar al hombre que me veía desde la cama. -Me parece que en cuanto me des mi paga iré a buscar algo mío.- Lo miré interesada cuando él me indicó con una mano que regresara. Al parecer aún tardaría algo de tiempo en marcharme.
Abandoné el lugar al cabo de un rato, ya ataviada apropiadamente, y salí a la calle. Hice señas a un cochero para que se acercase y le indiqué que me llevase a casa. Al detenernos frente a ella descendí decidida. Me acerqué a la entrada y la encontré con llave, por lo cual lancé una maldición. ¿Desde cuando Gael le echaba llave? Nunca en su vida lo había hecho. Procedí entonces a rodear la cerca y rasgando mi falda para poder alzar una pierna con libertad trepé por ella antes de cruzar hacia el otro lado y descender hacia el jardín.
Una vez allí me dirigí a la casa adonde, sorpresa, me encontré con que la puerta de enfrente estaba cerrada igualmente con llave, lo cual por supuesto no importaba ya que aún conservaba la mía. Aparte de que el hecho me indicaba que había llegado en un momento perfecto ya que su único habitante humano no estaba en la casa.
-¡Gato! ¡Gato!- Tan pronto quité el cerrojo de la puerta comencé a llamarlo, primero con impaciencia, luego con ansiedad. Subí las escaleras y le busqué en la planta alta tras no encontrarlo en la baja. Algo entonces se frotó suavemente contra mis piernas y lancé una carcajada cargada de la más exquisita felicidad. -¡Gato!- Me agaché para tomarlo en brazos y sonreí mientras lo acariciaba. -Me alegra tanto verte.-
Aún me encontraba haciéndole cariños y mimos cuando escuché el crujir característico de la puerta de enfrente. Rápídamente me alejé de la escalera y entré en mi habitación, desde donde espié detrás de la puerta. Gael acababa de llegar pero lo que llamó mi atención fue el notar que no lo hacía solo. Al parecer alguien más entraba en la casa con él. ¿Pero quién exactamente? Bajé la mirada y cruzándola con la de Gato le di a entender que debía mantenerse quieto.
Las heridas de lo que consideraba la peor traición de mi vida no cerraban aún ni creía que cerrarían en un momento cercano por lo que en lugar de ahondar en ellas las borré, así como borré los pensamientos que me llevaran de vuelta a esa casa e inevitablemente me orillaran a dedicar un pensamiento nuevo a Gael. Pensar en él era despertar una serie de emociones con las que no quería lidiar y que por ende, guardaba en mi interior, hasta el momento en que volviesen a fluir. Inevitablemente cuando llegase ese día estas se desbordarían.
Seguí entonces con mi vida tan normalmente como pude haberlo hecho a pesar de que ahora todo era diferente. El haberme marchado de mi casa me había orillado a ver mi existir de otro modo. Ahora ya no veía el mundo como lo había hecho antes, antes de descubrir a mi hermano acabando con la vida de un vampiro. Antes de conocer a Erkki en aquel cabaret y descubrir gracias a él, que existían sucesos a nuestro alrededor que antes no me habría atrevido a contemplar ni siquiera en mis sueños más alocados. Ahora sabía que tanto él como otros con los que me había topado alguna vez, poseían la inmortalidad, y ese conocimiento me había cambiado, aunque aún no había llegado a percatarme hasta que punto.
Precisamente pensaba en aquellos extraordinarios seres cuando me mecía en la cama, siguiendo los movimientos con los que uno de mis clientes dejaba salir un último gemido antes de que ambos nos dejásemos caer sobre el colchón y mi cuerpo sudoroso finalmente pudiese relajarse. Algunos pensamientos con respecto a los inmortales jugaban cruzándose inevitablemente en mi mente, cuando repentinamente el escuchar un maullido logró distraerme de ellos.
-Vaya, no sabía que tenías un gato.- Observé al felino que se paseaba por encima de una librera antes de detenerse para sentarse sobre ella y proceder a lavar sus patas tras mirarme con aire displicente. Inevitablemente provocó que me acordara de Gato...
Me levanté y me acerqué al felino al que acaricié un instante antes de voltear y observar al hombre que me veía desde la cama. -Me parece que en cuanto me des mi paga iré a buscar algo mío.- Lo miré interesada cuando él me indicó con una mano que regresara. Al parecer aún tardaría algo de tiempo en marcharme.
Abandoné el lugar al cabo de un rato, ya ataviada apropiadamente, y salí a la calle. Hice señas a un cochero para que se acercase y le indiqué que me llevase a casa. Al detenernos frente a ella descendí decidida. Me acerqué a la entrada y la encontré con llave, por lo cual lancé una maldición. ¿Desde cuando Gael le echaba llave? Nunca en su vida lo había hecho. Procedí entonces a rodear la cerca y rasgando mi falda para poder alzar una pierna con libertad trepé por ella antes de cruzar hacia el otro lado y descender hacia el jardín.
Una vez allí me dirigí a la casa adonde, sorpresa, me encontré con que la puerta de enfrente estaba cerrada igualmente con llave, lo cual por supuesto no importaba ya que aún conservaba la mía. Aparte de que el hecho me indicaba que había llegado en un momento perfecto ya que su único habitante humano no estaba en la casa.
-¡Gato! ¡Gato!- Tan pronto quité el cerrojo de la puerta comencé a llamarlo, primero con impaciencia, luego con ansiedad. Subí las escaleras y le busqué en la planta alta tras no encontrarlo en la baja. Algo entonces se frotó suavemente contra mis piernas y lancé una carcajada cargada de la más exquisita felicidad. -¡Gato!- Me agaché para tomarlo en brazos y sonreí mientras lo acariciaba. -Me alegra tanto verte.-
Aún me encontraba haciéndole cariños y mimos cuando escuché el crujir característico de la puerta de enfrente. Rápídamente me alejé de la escalera y entré en mi habitación, desde donde espié detrás de la puerta. Gael acababa de llegar pero lo que llamó mi atención fue el notar que no lo hacía solo. Al parecer alguien más entraba en la casa con él. ¿Pero quién exactamente? Bajé la mirada y cruzándola con la de Gato le di a entender que debía mantenerse quieto.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Open Wounds [privado]
Soy una sombra. Mis pasos susurran sobre los adoquines de la París durmiente mientras corro hacia el punto de encuentro. Hace tanto frío que observo el vaho de mi respiración y se me congela el rostro, pero pese a eso la adrenalina recorre mis venas en cascada, estoy llena de electricidad. Algunas noches de caza, cuando la situación se torna un tanto difícil, Gael y yo optamos por separarnos y encontrarnos en ciertos puntos de encuentro establecidos previamente. Nunca repetimos lugar y el que primero llegue debe esperar un máximo de media hora, si el otro no aparece lo acordado es encontrarse al día siguiente en su casa. A Gael no le gusta esta opción y, aunque a mi tampoco me agrade, es lo más sensato, no podemos permitir que nos capturen o asesinen a ambos. La idea es que al menos uno salga con vida de cualquiera de nuestra noches de cacería. Cruzo la calle sin mirar ya que por costumbre no suelen transitar carruajes a esta hora, cual es mi sorpresa cuando estoy a punto de ser atropellada. Estoy tan concentrada en llegar lo antes posible, tan desesperada por comprobar si Gael está bien, que ni siquiera he sentido la proximidad de los caballos y la cabina. El cochero no tiene tiempo de hacer que todo se detenga por lo que salto a un lado esperando caer de una pieza. Tan rápido como apareció, el vehículo desaparece calle abajo y yo me incorporo intentando recuperar el aliento, murmuro una sarta de palabrotas y apoyo mis manos sobre las rodillas tratando de tranquilizarme. Cuando alzo la vista Gael, con su pelo alborotado y las botas llenas de barro, está al final de la calle, probablemente haya visto lo ocurrido y esté preparando su sermón. Opto por correr hacia él y cuando paso por su lado le suelto un "te reto". Sé que no puede resistirse, por mínimo que sea dicho reto querrá ganar, aunque esto solo se trate de una carrera hasta su casa. Cuando salto la cerca de la entrada Gael ya está abriendo la puerta principal.
-No es justo, tienes las piernas más largas-le sonrío cuando mis pies tocan el suelo, mis palabras no son excusa, que Gael es más rápido que yo es un hecho totalmente comprobado. Suspiro al traspasar el umbral de la puerta, tras cerrarla por fin me siento a salvo. La noche de hoy ha sido un completo desastre, nosotros dos contra una licántropa, de haber tenido todo a nuestro favor podríamos haber acabado con ella. Si Gael hubiese estado en sus plenas facultades y yo hubiese dejado mi compasiva humanidad de lado esa loba no habría presenciado un nuevo amanecer. ¿Quién había tenido la culpa de que todo se tornase en nuestra contra? Yo, es simple, no fui capaz de acabar con ella. La condenada estaba embarazada, sus esfuerzos por disimularlo fueron vanos, al menos para mi, protegía su vientre incluso en sus momento de ataque. Gael la tenía presa, yo solo tenía que apretar el gatillo y la bala de plata atravesaría su corazón. No fui capaz. Me muerdo el labio mientras desato mis botas y las aparto a un lado, aun no hemos cruzado palabra desde que me gritó "¡dispara!"
-No hace falta que digas nada-digo en tono cansado ya que no tengo fuerzas para enfrentarme a su mirada, comienzo a subir las escaleras mientras desato mi corsé, está rasgado allí donde las garras de la loba me golpearon pero, por suerte, la cota de malla entre las capas de cuero hizo su función. Por lo general Gato debería estar entre mis pies en un intento suicida por llamar la atención, me pregunto si habrá salido a cazar y, en ese caso, si habrá tenido más suerte que yo. Escucho a mi espalda cómo va guardando las armas en la alacena bajo la escalera sin el cuidado o minucia de siempre, no parece preocupado en que alguien las pueda encontrar, ya no. Necesito que litros y litros de agua se lleven consigo la crueldad de esta noche, la luna llena y todos los malos pensamientos. Avanzo por el pasillo hasta la habitación de invitados, el rincón de esta casa que casi siento como mío, es entonces cuando una bola de pelo sale de una de las estancias y se acerca ronroneando hasta mi.
-¿Estás nostálgico esta noche, Gato?-lo tomo en brazos y lo acaricio. Ha la salido de la habitación de Adaline. Frunzo el ceño, antes de salir debí dejar la puerta mal cerrada. Cuando Gael me contó que su hermana había decidido irse de su hogar no quise hacer más preguntas, desde entonces cambio las flores del jarrón de su mesilla de noche para que, si alguna vez vuelve, encuentre un motivo por el que quedarse. Voy a cerrar la puerta cuando, en el último momento, decido que la dejaré así-Quizás esta noche te apetezca dormir aquí-dejo al animal en el suelo y lo observo mientras se adentra de nuevo en la habitación, cuando traspasa la puerta su mirada felina se alza en la dirección opuesta a donde estoy, de pronto, maulla.
Dos segundos es lo que tardo en sacar mi daga y entrar en la habitación, gato sale despavorido y tira el jarrón de la mesilla de noche al suelo. Un movimiento a mi derecha delata al intruso y sin contemplaciones atrapo a la sombra obligandola a caer al suelo en un golpe seco. La hoja afilada se posa sobre su cuello mientras mis rodillas oprimen sus brazos para que permanezca inmóvil. Recuerdo cómo reduje a Gael de esta forma en uno de nuestros entrenamientos, recuerdo la mirada que tuvo en ese momento, justo la misma que estoy observando ahora.
-¿Adaline?
-No es justo, tienes las piernas más largas-le sonrío cuando mis pies tocan el suelo, mis palabras no son excusa, que Gael es más rápido que yo es un hecho totalmente comprobado. Suspiro al traspasar el umbral de la puerta, tras cerrarla por fin me siento a salvo. La noche de hoy ha sido un completo desastre, nosotros dos contra una licántropa, de haber tenido todo a nuestro favor podríamos haber acabado con ella. Si Gael hubiese estado en sus plenas facultades y yo hubiese dejado mi compasiva humanidad de lado esa loba no habría presenciado un nuevo amanecer. ¿Quién había tenido la culpa de que todo se tornase en nuestra contra? Yo, es simple, no fui capaz de acabar con ella. La condenada estaba embarazada, sus esfuerzos por disimularlo fueron vanos, al menos para mi, protegía su vientre incluso en sus momento de ataque. Gael la tenía presa, yo solo tenía que apretar el gatillo y la bala de plata atravesaría su corazón. No fui capaz. Me muerdo el labio mientras desato mis botas y las aparto a un lado, aun no hemos cruzado palabra desde que me gritó "¡dispara!"
-No hace falta que digas nada-digo en tono cansado ya que no tengo fuerzas para enfrentarme a su mirada, comienzo a subir las escaleras mientras desato mi corsé, está rasgado allí donde las garras de la loba me golpearon pero, por suerte, la cota de malla entre las capas de cuero hizo su función. Por lo general Gato debería estar entre mis pies en un intento suicida por llamar la atención, me pregunto si habrá salido a cazar y, en ese caso, si habrá tenido más suerte que yo. Escucho a mi espalda cómo va guardando las armas en la alacena bajo la escalera sin el cuidado o minucia de siempre, no parece preocupado en que alguien las pueda encontrar, ya no. Necesito que litros y litros de agua se lleven consigo la crueldad de esta noche, la luna llena y todos los malos pensamientos. Avanzo por el pasillo hasta la habitación de invitados, el rincón de esta casa que casi siento como mío, es entonces cuando una bola de pelo sale de una de las estancias y se acerca ronroneando hasta mi.
-¿Estás nostálgico esta noche, Gato?-lo tomo en brazos y lo acaricio. Ha la salido de la habitación de Adaline. Frunzo el ceño, antes de salir debí dejar la puerta mal cerrada. Cuando Gael me contó que su hermana había decidido irse de su hogar no quise hacer más preguntas, desde entonces cambio las flores del jarrón de su mesilla de noche para que, si alguna vez vuelve, encuentre un motivo por el que quedarse. Voy a cerrar la puerta cuando, en el último momento, decido que la dejaré así-Quizás esta noche te apetezca dormir aquí-dejo al animal en el suelo y lo observo mientras se adentra de nuevo en la habitación, cuando traspasa la puerta su mirada felina se alza en la dirección opuesta a donde estoy, de pronto, maulla.
Dos segundos es lo que tardo en sacar mi daga y entrar en la habitación, gato sale despavorido y tira el jarrón de la mesilla de noche al suelo. Un movimiento a mi derecha delata al intruso y sin contemplaciones atrapo a la sombra obligandola a caer al suelo en un golpe seco. La hoja afilada se posa sobre su cuello mientras mis rodillas oprimen sus brazos para que permanezca inmóvil. Recuerdo cómo reduje a Gael de esta forma en uno de nuestros entrenamientos, recuerdo la mirada que tuvo en ese momento, justo la misma que estoy observando ahora.
-¿Adaline?
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
- Mensajes : 297
Fecha de inscripción : 01/01/2016
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Open Wounds [privado]
La veo a punto de ser atropellada por un carro. El atropello en inminente y ni siquiera me muevo de mi sitio, viendo todo a cámara lenta, hasta que ella se percata de lo que está a punto de ocurrir y se lanza a un lado, haciendo que el carro con caballos pase por su lado y se pierda al final de la calle. Evito reírme, estoy algo enfadado con ella por lo ocurrido en el bosque. Teníamos en nuestras manos a una licántropa, estábamos a punto de acabar con ella, solo quedaba que Jane le disparase la flecha de plata con la ballesta, pero no lo hizo. Aún tenía suficiente humanidad como para agarrarse el vientre delante de nosotros y delatarnos su punto débil. Un bebé. A Jane esto le había enternecido sobremanera y la había dejado escapar. Y lo peor era que yo me había dejado convencer por ella y había soltado el agarre que tenía sobre sus patas y la vi partir lejos, perdiéndose en la noche. Mascullo unas palabrotas al acordarme, es la última vez que me dejo llevar por lo que dice Jane. Hemos dejado suelta a una madre y a su engendro… Un engendro que se convertirá en lobo al nacer ¿No? Desconozco como es la reproducción de esos bichos, cuantos menos mejor.
Corre hasta mi posición y me susurra que me reta. Sonrío olvidándome levemente de lo sucedido en el bosque, no me puedo resistir a un reto y menos con ella. Tengo que ganar sea como sea. Comienzo a correr antes de que a ella le dé tiempo a reaccionar y llego antes que ella. Abro la puerta de casa cuando ella salta la valla. Le dedico una sonrisa de superioridad y entro en casa dejando que entre ella detrás de mí. Por fin en casa. Pese a que mis heridas están curadas al completo, aún se pueden ver las marcas del mordisco en mi cuello y aún tengo la venda que me puso Moira al volver a romperme la costilla para que soldase bien. Maldita vampiresa, casi la mato con mis propias manos cuando hizo eso. Vi todas las constelaciones posibles y aquellas que ni siquiera sé que existen. “No hace falta que digas nada” ¿Qué quiere que le diga? Seguramente ella lleve todo el camino machacándose a sí misma por lo que ha pasado esta noche con la licántropa, incluso puede que sueñe con ello, pero tampoco tenía pensado decirle nada, sabía que había hecho mal y con sus pensamientos ya tenía bastante castigo, no es plan de castigarla. Además, estoy cansado, la costilla me duele y todo es una mierda desde que Naitiri no está. Cojo todas las armas mientras veo como ella sube las escaleras quitándose el corsé apretado que lleva siempre para cazar. Lanzo las armas en la alacena, ya no las guardo en mi armario para que Adaline no las encuentre, tampoco está Adaline. ¿Dónde estará? Erlend aún no ha vuelto a contactar conmigo para mantenerme informado.
Tras guardar las armas ahí, cierro la puertecita con el pestillo que tiene fuera para que no sea abierto tan fácilmente. Miro mis botas, llenas de barro por el bosque húmedo de esta noche y me las quito, quedándome en calcetines. Quito también mi ropa de la parte de arriba de mi cuerpo, quiero ver cómo está la herida de la costilla y cerciorarme de que la licántropa no me ha hecho heridas nuevas. Miro tras la venda, abriéndola un poco. El color es horrible. Está de un tono morado, amarillento y verde, hago una mueca, más vale que se cure bien si no, pienso buscar a Moira hasta el más recóndito infierno para acabar con ella. Lo último que me falta es quedarme lisiado gracias a una vampiresa que se creía curandera. Cuánto echaba de menos a Elora. Toco el colgante de Mordekai y lo abro, mirando con fascinación al pequeño botón naranja que hay dentro. Necesito uno para Jane. Justo en ese momento, un golpe sordo se oye en la habitación de Adaline, que está situado encima de la sala de estar. Cae un poco de polvo de la lámpara de la sala, confirmando que efectivamente, el ruido proviene de la habitación de mi hermana. ¿Qué diablos hace Jane ahí? Porque doy por hecho que es ella…
Coloco rápidamente una camiseta sobre mi torso desnudo y echo a correr por las escaleras como alma que lleva el diablo, igual es Erlend que ha descubierto donde vivo y ha entrado a investigar. Aprieto la mandíbula y Gato pasa despavorido entre mis piernas, perdiéndose en las escaleras. Sujeto a Mordekai con una de mis manos cuando abro la puerta de la habitación y veo a Jane encima del cuerpo de alguien. ― ¡Jane! ¿Qué cojo…? ― Las palabras se me atascan en la garganta al ver que la persona que está debajo del cuerpo de Jane es mi hermana. ¿Qué hace aquí? ¿A qué ha venido? Mierda, ahora me va a preguntar por Jane. Me acerco a Jane, la estiro por debajo de los brazos, por los sobacos y la levanto en el aire, poniéndola a mi lado. Mantengo mi mirada en mi hermana a quien ni siquiera ayudo a levantarse, ya lo está haciendo ella misma. Me cruzo de brazos en esos momentos, estoy comenzando a tener un calor abrasador por esta situación, noto como un sudor recorre mi nuca, cayendo por mi espalda. ― ¿A qué has venido Adaline? ¿Vas a volver? ¿Me vas a perdonar? ― Lo último no tenía pensado preguntarle, pero quería con toda mi alma que lo hiciese. Quizás las cosas en vez de ir a peor, estaban comenzando a mejorar… Aunque por la cara que estaba poniendo, me indicaba que estaba completamente equivocado.
Corre hasta mi posición y me susurra que me reta. Sonrío olvidándome levemente de lo sucedido en el bosque, no me puedo resistir a un reto y menos con ella. Tengo que ganar sea como sea. Comienzo a correr antes de que a ella le dé tiempo a reaccionar y llego antes que ella. Abro la puerta de casa cuando ella salta la valla. Le dedico una sonrisa de superioridad y entro en casa dejando que entre ella detrás de mí. Por fin en casa. Pese a que mis heridas están curadas al completo, aún se pueden ver las marcas del mordisco en mi cuello y aún tengo la venda que me puso Moira al volver a romperme la costilla para que soldase bien. Maldita vampiresa, casi la mato con mis propias manos cuando hizo eso. Vi todas las constelaciones posibles y aquellas que ni siquiera sé que existen. “No hace falta que digas nada” ¿Qué quiere que le diga? Seguramente ella lleve todo el camino machacándose a sí misma por lo que ha pasado esta noche con la licántropa, incluso puede que sueñe con ello, pero tampoco tenía pensado decirle nada, sabía que había hecho mal y con sus pensamientos ya tenía bastante castigo, no es plan de castigarla. Además, estoy cansado, la costilla me duele y todo es una mierda desde que Naitiri no está. Cojo todas las armas mientras veo como ella sube las escaleras quitándose el corsé apretado que lleva siempre para cazar. Lanzo las armas en la alacena, ya no las guardo en mi armario para que Adaline no las encuentre, tampoco está Adaline. ¿Dónde estará? Erlend aún no ha vuelto a contactar conmigo para mantenerme informado.
Tras guardar las armas ahí, cierro la puertecita con el pestillo que tiene fuera para que no sea abierto tan fácilmente. Miro mis botas, llenas de barro por el bosque húmedo de esta noche y me las quito, quedándome en calcetines. Quito también mi ropa de la parte de arriba de mi cuerpo, quiero ver cómo está la herida de la costilla y cerciorarme de que la licántropa no me ha hecho heridas nuevas. Miro tras la venda, abriéndola un poco. El color es horrible. Está de un tono morado, amarillento y verde, hago una mueca, más vale que se cure bien si no, pienso buscar a Moira hasta el más recóndito infierno para acabar con ella. Lo último que me falta es quedarme lisiado gracias a una vampiresa que se creía curandera. Cuánto echaba de menos a Elora. Toco el colgante de Mordekai y lo abro, mirando con fascinación al pequeño botón naranja que hay dentro. Necesito uno para Jane. Justo en ese momento, un golpe sordo se oye en la habitación de Adaline, que está situado encima de la sala de estar. Cae un poco de polvo de la lámpara de la sala, confirmando que efectivamente, el ruido proviene de la habitación de mi hermana. ¿Qué diablos hace Jane ahí? Porque doy por hecho que es ella…
Coloco rápidamente una camiseta sobre mi torso desnudo y echo a correr por las escaleras como alma que lleva el diablo, igual es Erlend que ha descubierto donde vivo y ha entrado a investigar. Aprieto la mandíbula y Gato pasa despavorido entre mis piernas, perdiéndose en las escaleras. Sujeto a Mordekai con una de mis manos cuando abro la puerta de la habitación y veo a Jane encima del cuerpo de alguien. ― ¡Jane! ¿Qué cojo…? ― Las palabras se me atascan en la garganta al ver que la persona que está debajo del cuerpo de Jane es mi hermana. ¿Qué hace aquí? ¿A qué ha venido? Mierda, ahora me va a preguntar por Jane. Me acerco a Jane, la estiro por debajo de los brazos, por los sobacos y la levanto en el aire, poniéndola a mi lado. Mantengo mi mirada en mi hermana a quien ni siquiera ayudo a levantarse, ya lo está haciendo ella misma. Me cruzo de brazos en esos momentos, estoy comenzando a tener un calor abrasador por esta situación, noto como un sudor recorre mi nuca, cayendo por mi espalda. ― ¿A qué has venido Adaline? ¿Vas a volver? ¿Me vas a perdonar? ― Lo último no tenía pensado preguntarle, pero quería con toda mi alma que lo hiciese. Quizás las cosas en vez de ir a peor, estaban comenzando a mejorar… Aunque por la cara que estaba poniendo, me indicaba que estaba completamente equivocado.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 23/12/2015
Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Open Wounds [privado]
Continuaba escuchando con los oídos muy atentos pero en realidad a ellos no llegaba nada revelador. Estaba segura de que había escuchado con claridad los pasos de más de una persona y una voz que se dirigía a Gael. El sonido que viajaba hasta la planta alta no lo hacía de la mejor manera y sonó un tanto amortiguado pero aún así pude distinguir el género del acompañante. Se trataba de una mujer, descubrimiento que no dejó de sorprenderme. Mi hermano nunca había traído a una joven a la casa en mi presencia, asunto nada extraño teniendo en cuenta que nunca nos cruzábamos cuando ambos estábamos en ella, y a pesar de que me había jurado aquel día en el restaurante que no habían mujeres en su vida, la verdad es que no me la había creído. Seguro, había sido grandioso imaginar que yo era la única pero al final Gael era un hombre joven y bastante apuesto por lo que lo raro hubiera sido que no llamase la atención de las féminas.
De todas maneras no estaba de ánimos para hacer especulaciones respecto a quien andaba en la planta baja con él o a qué hacían juntos a estas horas de la noche. Yo había venido a la casa que él me había dejado claro que ya no era la mía por una sola razón y no me iba a desviar de esta. Precisamente a eso iba con el afán de marcharme lo antes posible (y seguramente iba a tener que hacerlo por la ventana) cuando a Gato se le ocurrió saltar repentinamente de mis manos. -¡Tsssk!- le regañé a punto de salir de la habitación detrás de él pero repentinamente escuché con claridad a alguien subiendo las escaleras. Rayos. Volví a colocarme detrás de la puerta, no me apetecía ser descubierta.
Esperaba que fuera quien fuese pasase rápidamente por el pasillo y se desviase. Me mantuve en completo silencio un par de minutos tras los cuales Gato regresó a mi lado con un maullido. Sonreí al verlo y me agaché para alzarlo cuando inesperadamente alguien entró y me lanzó al suelo. -¡Au! ¡Demonios!- exclamé al dar de lleno contra la madera y percatarme de que alguien me inmovilizaba colocando sus rodillas encima de mis brazos. ¿Qué diablos? Por un momento ni siquiera reaccioné, nada más sentí como un objeto punzante tocaba mi cuello por lo que estaba a punto de patear con fuerza a quien intentaba someterme ya que no era la primera vez que a alguien se le ocurría inmovilizarme y colocarse encima mío con fines, digamos, nada santurrones. No en valde había tenido que lidiar con borrachos y sádicos cuando algunas noches mis encuentros con clientes habían tomado un giro bastante oscuro.
Me retorcí a punto de golpear antes de que mi mirada se entrecruzara con los ojos marrones de una joven de cabello castaño que parecía tener aproximadamente mi edad y que respiraba tan agitadamente como yo; aunque lo que me llamó la atención fue la expresión en esos ojos, como si repentinamente me reconociese de alguna forma aunque estaba segura de no haberla visto antes.
Fue justo entonces cuando alguien la alzó en vilo retirándola de encima mio. Tan pronto me vi libre me levanté con rapidez, notando en seguida que quien había entrado era Gael. Apreté los labios ante su aparición. Maldición. ¿Qué no podían haberse ido a hacer arrumacos a algún lado en lugar de andar pendientes de lo que sucedía en mi habitación? Aunque ahora que lo pensaba, la chica había actuado como si estuviese protegiendo su casa o algo por el estilo. -La misma.- le respondí a ella, sacudiéndome el polvo del vestido.-Aunque no tengo la menor idea de como lo sabes o de por qué defiendes la casa con tanta vehemencia.- indiqué, señalando con el dedo su daga y sin dejar de sentir curiosidad por su presencia. Al parecer esta no era la primera vez que pisaba la casa pues la había escuchado hablando con Gato.
Lentamente desvié mi mirada de ella hacia Gael y presioné los labios al oírlo. Me acribillaba a preguntas. Preguntas que no deseaba responderle. ¿Por qué había ido a la casa? Pues era asunto mío. ¿Qué si iba a volver? Lo miré estupefacta. ¿Tan pronto se había olvidado de las últimas palabras que me dirigió antes de que me marchase? Porque yo las recordaba con demasiada claridad, y aunque me estuviera debatiendo internamente ante ceder al impulso de abrazarlo me percataba inmediatamente de que no podía hacerlo de ninguna manera. El recuerdo de padre y sus excusas en el cementerio regresaban a mi memoria, al igual que sus mentiras, atenazándome el corazón y recordándome la razón por la que las cosas entre nosotros ya nunca podrían ser iguales.
-Según recuerdo esta no es mi casa por lo que no podría volver a la misma y ya no soy una Lutz por lo que no entiendo por qué me diriges la palabra.- ¿De verdad creía que había vuelto para quedarme? ¿Qué es lo que pensaba? ¿Que unos cuantos días bastaban para hacerme olvidar? -Puedes ignorar que estoy aquí ya que pronto me marcharé. Tendrás mucho que hacer, como atender a tu novia por ejemplo.- La verdad es que Gael podía hablar de perdón pero no me parecía que estuviera demasiado extasiado por verme y si había de ser sincera, tampoco creía que me necesitase, por lo que esperaba que no prolongáramos la conversación, ya había sido bastante desafortunado que se percatase de que estaba en la casa.
De todas maneras no estaba de ánimos para hacer especulaciones respecto a quien andaba en la planta baja con él o a qué hacían juntos a estas horas de la noche. Yo había venido a la casa que él me había dejado claro que ya no era la mía por una sola razón y no me iba a desviar de esta. Precisamente a eso iba con el afán de marcharme lo antes posible (y seguramente iba a tener que hacerlo por la ventana) cuando a Gato se le ocurrió saltar repentinamente de mis manos. -¡Tsssk!- le regañé a punto de salir de la habitación detrás de él pero repentinamente escuché con claridad a alguien subiendo las escaleras. Rayos. Volví a colocarme detrás de la puerta, no me apetecía ser descubierta.
Esperaba que fuera quien fuese pasase rápidamente por el pasillo y se desviase. Me mantuve en completo silencio un par de minutos tras los cuales Gato regresó a mi lado con un maullido. Sonreí al verlo y me agaché para alzarlo cuando inesperadamente alguien entró y me lanzó al suelo. -¡Au! ¡Demonios!- exclamé al dar de lleno contra la madera y percatarme de que alguien me inmovilizaba colocando sus rodillas encima de mis brazos. ¿Qué diablos? Por un momento ni siquiera reaccioné, nada más sentí como un objeto punzante tocaba mi cuello por lo que estaba a punto de patear con fuerza a quien intentaba someterme ya que no era la primera vez que a alguien se le ocurría inmovilizarme y colocarse encima mío con fines, digamos, nada santurrones. No en valde había tenido que lidiar con borrachos y sádicos cuando algunas noches mis encuentros con clientes habían tomado un giro bastante oscuro.
Me retorcí a punto de golpear antes de que mi mirada se entrecruzara con los ojos marrones de una joven de cabello castaño que parecía tener aproximadamente mi edad y que respiraba tan agitadamente como yo; aunque lo que me llamó la atención fue la expresión en esos ojos, como si repentinamente me reconociese de alguna forma aunque estaba segura de no haberla visto antes.
Fue justo entonces cuando alguien la alzó en vilo retirándola de encima mio. Tan pronto me vi libre me levanté con rapidez, notando en seguida que quien había entrado era Gael. Apreté los labios ante su aparición. Maldición. ¿Qué no podían haberse ido a hacer arrumacos a algún lado en lugar de andar pendientes de lo que sucedía en mi habitación? Aunque ahora que lo pensaba, la chica había actuado como si estuviese protegiendo su casa o algo por el estilo. -La misma.- le respondí a ella, sacudiéndome el polvo del vestido.-Aunque no tengo la menor idea de como lo sabes o de por qué defiendes la casa con tanta vehemencia.- indiqué, señalando con el dedo su daga y sin dejar de sentir curiosidad por su presencia. Al parecer esta no era la primera vez que pisaba la casa pues la había escuchado hablando con Gato.
Lentamente desvié mi mirada de ella hacia Gael y presioné los labios al oírlo. Me acribillaba a preguntas. Preguntas que no deseaba responderle. ¿Por qué había ido a la casa? Pues era asunto mío. ¿Qué si iba a volver? Lo miré estupefacta. ¿Tan pronto se había olvidado de las últimas palabras que me dirigió antes de que me marchase? Porque yo las recordaba con demasiada claridad, y aunque me estuviera debatiendo internamente ante ceder al impulso de abrazarlo me percataba inmediatamente de que no podía hacerlo de ninguna manera. El recuerdo de padre y sus excusas en el cementerio regresaban a mi memoria, al igual que sus mentiras, atenazándome el corazón y recordándome la razón por la que las cosas entre nosotros ya nunca podrían ser iguales.
-Según recuerdo esta no es mi casa por lo que no podría volver a la misma y ya no soy una Lutz por lo que no entiendo por qué me diriges la palabra.- ¿De verdad creía que había vuelto para quedarme? ¿Qué es lo que pensaba? ¿Que unos cuantos días bastaban para hacerme olvidar? -Puedes ignorar que estoy aquí ya que pronto me marcharé. Tendrás mucho que hacer, como atender a tu novia por ejemplo.- La verdad es que Gael podía hablar de perdón pero no me parecía que estuviera demasiado extasiado por verme y si había de ser sincera, tampoco creía que me necesitase, por lo que esperaba que no prolongáramos la conversación, ya había sido bastante desafortunado que se percatase de que estaba en la casa.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Open Wounds [privado]
La mirada leonada de Adaline se clava en la mía y la presión de mi agarre disminuye. Me he precipitado, lo sé, pero estas son las consecuencias de permanecer siempre alerta, de dormir siempre con un monstruo debajo de la cama. De entre todos los seres que podría imaginar ella es lo último que esperaba encontrarme, aunque esta sea su habitación, aunque esta sea su casa. Apenas puedo pronunciar palabra ya que ambas estamos bastante alteradas, decido mantener la opresión un poco más mientras examino su rostro como quien descubre una nueva pintura.. Es curiosa la simplicidad de sus rasgos y lo familiares que me resultan, si no fuese por esa mueca malhumorada podría decir sin dudar que Adaline es preciosa. Pero es la ira contenida que percibo en su mirada lo que cubre con un manto desdeñoso toda su belleza. Antes de que la situación se nos vaya de las manos Gael me alza y aparta de ella. Miro a Gael un instante buscando en él cualquier atisbo de enfado o remordimiento, pero solo encuentro unos ojos inexpresivos. Adaline se sacude la prenda más con enfado que con esmero y yo solo puedo pensar en que he estropeado su bonito vestido gasa y seda. Frunzo el ceño aún llena de sorpresa ante sus palabras. ¿Que cómo sé quién es ella? ¿No es obvio?
-Del mismo modo en que yo no logro comprender porqué te comportas como una intrusa-alzo una ceja en su dirección, mi tono no admite réplica. Sé que ella no conocía de mi existencia hasta entonces y es un hecho que tanto su hermano como yo habíamos tratado en alguna ocasión, debíamos mantener la discreción en todo momento para no dañar la percepción que Adaline tenía del mundo ya que Gael jamás le había confesado la realidad. Lo que ocurrió entre ellos permanece en blanco para mi, solo sé que el secreto más oscuro de Gael ha salido a la luz y que ella tomó la decisión de marcharse, lo que sea que se hayan dicho les pertenece a ellos. Me cruzo de brazos procurando controlar la postura defensiva, no quiero ser una amenaza. La tensión entre ambos es tan real que casi podría prenderle fuego, cruzan miradas cargadas de palabras no dichas y, de pronto, me siento como una extraña. Yo ni siquiera debería estar aquí. Solo puedo escuchar y mirar lo que transcurre entre ellos en este momento, hay mil significados en todo lo que dice Adaline, resentimiento, traición, rabia, indignación… Es una muñeca de porcelana rota. Algo en mi interior me dice que el mismo mazo los hizo pedazos a los dos. Miro a Gael de reojo esperando cualquier cosa, jamás lo he visto en una situación así y tengo que morderme el labio para permanecer quieta y no rozar mi mano con la suya en un intento vano por transmitirle algo de fuerza. Él no es el mismo desde que Adaline se marchó, y es algo que difícilmente admitirá. Al escuchar lo siguiente mis ojos vuelven a posarse en ella, ¿Novios? ¿Tiene ojos en la cara? Venimos de cazar, de jugarnos la vida, no tenemos pinta de haber salido a pasear por el parque a la luz de la luna. Pongo los ojos en blanco y reprimo lo que tengo que decir, si abro la boca y hago aún más acto de presencia quizás empeore aún más la situación-Será mejor que me vaya-murmuro, lo más sensato es que Gael y su hermana se queden a solas. Gato ha vuelto más tranquilo y ronronea a mis pies, lo tomo en brazos sin apartar la mirada de Adaline.
Algo en ella no termina de encajar, su hermano no es el único que guarda secretos. Aún guardo en mi memoria aquel momento borroso, de desconcierto, cuando tomé prestado uno de los abrigos de la joven que tengo ante mí para volver a casa una noche de tormenta. Por inercia metí mis manos en los bolsillos y descubrí un papel meticulosamente doblado, la tinta a pluma describía el nombre del receptor. No debería haberlo leído pero la curiosidad pudo más que la culpa. Adaline tiene un admirador secreto, un amante, quien sabe, y hay muchos detalles que lo confirman, como los perfumes de categoría en su tocador, las telas de seda y organza dentro de su armario, tan delicadas como caras, el vestido que lleva puesto ahora hecho jirones y, como no, el hecho de que rara vez está en casa a altas horas de la noche. Cosas que una joven de clase media como nosotras jamás podría permitirse. Los miro a ambos y permanezco un segundo más observando a Gael, finalmente me dispongo a dar pasos hacia la salida de la habitación.
-Del mismo modo en que yo no logro comprender porqué te comportas como una intrusa-alzo una ceja en su dirección, mi tono no admite réplica. Sé que ella no conocía de mi existencia hasta entonces y es un hecho que tanto su hermano como yo habíamos tratado en alguna ocasión, debíamos mantener la discreción en todo momento para no dañar la percepción que Adaline tenía del mundo ya que Gael jamás le había confesado la realidad. Lo que ocurrió entre ellos permanece en blanco para mi, solo sé que el secreto más oscuro de Gael ha salido a la luz y que ella tomó la decisión de marcharse, lo que sea que se hayan dicho les pertenece a ellos. Me cruzo de brazos procurando controlar la postura defensiva, no quiero ser una amenaza. La tensión entre ambos es tan real que casi podría prenderle fuego, cruzan miradas cargadas de palabras no dichas y, de pronto, me siento como una extraña. Yo ni siquiera debería estar aquí. Solo puedo escuchar y mirar lo que transcurre entre ellos en este momento, hay mil significados en todo lo que dice Adaline, resentimiento, traición, rabia, indignación… Es una muñeca de porcelana rota. Algo en mi interior me dice que el mismo mazo los hizo pedazos a los dos. Miro a Gael de reojo esperando cualquier cosa, jamás lo he visto en una situación así y tengo que morderme el labio para permanecer quieta y no rozar mi mano con la suya en un intento vano por transmitirle algo de fuerza. Él no es el mismo desde que Adaline se marchó, y es algo que difícilmente admitirá. Al escuchar lo siguiente mis ojos vuelven a posarse en ella, ¿Novios? ¿Tiene ojos en la cara? Venimos de cazar, de jugarnos la vida, no tenemos pinta de haber salido a pasear por el parque a la luz de la luna. Pongo los ojos en blanco y reprimo lo que tengo que decir, si abro la boca y hago aún más acto de presencia quizás empeore aún más la situación-Será mejor que me vaya-murmuro, lo más sensato es que Gael y su hermana se queden a solas. Gato ha vuelto más tranquilo y ronronea a mis pies, lo tomo en brazos sin apartar la mirada de Adaline.
Algo en ella no termina de encajar, su hermano no es el único que guarda secretos. Aún guardo en mi memoria aquel momento borroso, de desconcierto, cuando tomé prestado uno de los abrigos de la joven que tengo ante mí para volver a casa una noche de tormenta. Por inercia metí mis manos en los bolsillos y descubrí un papel meticulosamente doblado, la tinta a pluma describía el nombre del receptor. No debería haberlo leído pero la curiosidad pudo más que la culpa. Adaline tiene un admirador secreto, un amante, quien sabe, y hay muchos detalles que lo confirman, como los perfumes de categoría en su tocador, las telas de seda y organza dentro de su armario, tan delicadas como caras, el vestido que lleva puesto ahora hecho jirones y, como no, el hecho de que rara vez está en casa a altas horas de la noche. Cosas que una joven de clase media como nosotras jamás podría permitirse. Los miro a ambos y permanezco un segundo más observando a Gael, finalmente me dispongo a dar pasos hacia la salida de la habitación.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Open Wounds [privado]
Adaline se sacude el polvo que se ha quedado adherido en su vestido y le responde a Jane de unas maneras que no proceden. ¿Es tonta o qué le pasa? Si se supone que es mi amiga claro que va a saber quién es mi hermana, me gusta o al menos solía hablar de ella a menudo con mis pocas amistades, no entiendo porque ahora tiene que dudar o preguntar por qué Jane sabe quién es ella. ¿Y porqué defiende la casa con tanto ahinco? Porque es una cazadora, como yo y porque le he contado que ella se había marchado hace un tiempo. Ruedo los ojos, el tono de voz de mi hermana me acababa de cabrear. ¿Qué pensaba hacer? ¿Cómo había entrado? Aunque eso era lo que menos me preocupa. Lo que ahora mismo me preocupa es con qué objetivo ha venido aquí. Su mirada se aleja de la de Jane y se posan en mis ojos, analizando todas y cada una de las preguntas que han salido de mis labios sin poder evitarlo. Veo como aprieta los labios y se decide a hablar. Las palabras que dice están a punto de provocar que suelte una carcajada que seguramente se escuche en el barrio vecino, pero me contengo. ¿Está de broma no? No puede haberme dicho lo que acaba de decir enserio. Miro a Jane de reojo y vuelvo a escuchar hablar a Adaline. ¿Novios? Pongo los ojos en blanco y miro directo a mi hermana, es hora de hablar. ― Primero. Si esta no es tu casa márchate de aquí antes de que llame a la policía o te eche de nuevo. Segundo. Aunque no seas una Lutz puedo hablarte si me da la gana. Y tercero, ella no es mi novia. Soy su maestro. ― Digo maestro por no decir compañero, amigo… Maestro deja más palpable que la estoy entrenando para ser una buena cazadora.
Sujeto el brazo de Jane con fuerza mientras no dejo de mirar a mi hermana. No quiero que se vaya, es mejor que esté conmigo, soy mejor si estoy con ella. Tampoco quiero volver a pelear con mi hermana y si peleamos, da lo mismo que Jane se quede o que se baje al salón, los gritos y los jarrones rotos se escuchan desde allí abajo así que… Gato vuelve a la habitación y se enrosca en los pies de Jane bastante más relajado tras el susto que se ha pegado por el “ataque” de Jane sobre Ada. Suelto el brazo de Jane con una suave caricia y cruzo los brazos. ―No te vayas Jane. Quédate. ― Cojo aire y miro disimuladamente hacía la ventana detrás de Adaline en busca de Erlend, no quiero que sepa donde vivo, es mejor cubrirse las espaldas, aunque aún no sé si la ha encontrado. ¿A qué has venido? ¿No te llevaste toda la ropa el día en el que te fuiste? ¿Por qué has tenido que venir cuando yo no estaba, y parecer una auténtica ladrona? Te creía más inteligente, hermana. ¿Dónde has estado viviendo? ― Tengo más preguntas que hacerle, pero con esas de momento le vale, poco a poco.
Paso el peso de mi cuerpo de un pie a otro, estoy incómodo en esta habitación, así que será mejor que bajemos al salón para que hablemos los tres con calma. ―Vamos al salón. Allí al menos nos podemos sentar los tres. ― Miro a Jane cuando me doy la vuelta y le acaricio la cara. ―¿Quieres cambiarte? Ve a hacerlo, luego lo haré yo. ― Sé que estamos sucios y llenos de barro por la pelea en el bosque. Uno de los dos se cambiará y luego lo hará el otro, no pienso dejar a Adaline sola para que coja Dios sabe qué y se marche sin tener la oportunidad de hablar. Miro de nuevo a mi hermana y le hago una seña para que baje al salón. No tiene oportunidad de huir, estoy hasta tentado de cerrar las puertas con llave, pero no lo hago, somos más rápidos que ella, ese vestido debe ser incomodísimo para salir corriendo. Ha perdido.
Sujeto el brazo de Jane con fuerza mientras no dejo de mirar a mi hermana. No quiero que se vaya, es mejor que esté conmigo, soy mejor si estoy con ella. Tampoco quiero volver a pelear con mi hermana y si peleamos, da lo mismo que Jane se quede o que se baje al salón, los gritos y los jarrones rotos se escuchan desde allí abajo así que… Gato vuelve a la habitación y se enrosca en los pies de Jane bastante más relajado tras el susto que se ha pegado por el “ataque” de Jane sobre Ada. Suelto el brazo de Jane con una suave caricia y cruzo los brazos. ―No te vayas Jane. Quédate. ― Cojo aire y miro disimuladamente hacía la ventana detrás de Adaline en busca de Erlend, no quiero que sepa donde vivo, es mejor cubrirse las espaldas, aunque aún no sé si la ha encontrado. ¿A qué has venido? ¿No te llevaste toda la ropa el día en el que te fuiste? ¿Por qué has tenido que venir cuando yo no estaba, y parecer una auténtica ladrona? Te creía más inteligente, hermana. ¿Dónde has estado viviendo? ― Tengo más preguntas que hacerle, pero con esas de momento le vale, poco a poco.
Paso el peso de mi cuerpo de un pie a otro, estoy incómodo en esta habitación, así que será mejor que bajemos al salón para que hablemos los tres con calma. ―Vamos al salón. Allí al menos nos podemos sentar los tres. ― Miro a Jane cuando me doy la vuelta y le acaricio la cara. ―¿Quieres cambiarte? Ve a hacerlo, luego lo haré yo. ― Sé que estamos sucios y llenos de barro por la pelea en el bosque. Uno de los dos se cambiará y luego lo hará el otro, no pienso dejar a Adaline sola para que coja Dios sabe qué y se marche sin tener la oportunidad de hablar. Miro de nuevo a mi hermana y le hago una seña para que baje al salón. No tiene oportunidad de huir, estoy hasta tentado de cerrar las puertas con llave, pero no lo hago, somos más rápidos que ella, ese vestido debe ser incomodísimo para salir corriendo. Ha perdido.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Open Wounds [privado]
Lo primero que noté fue la actitud de la chica, parada a escasos pasos mios se había dado por vencida en cuanto Gael la alejó de mi. Eso me indicó rápidamente que esos dos se conocían bien. ¿Desde hace rato? Seguramente. No desarrollas ese tipo de intercambios y actitudes de la noche a la mañana. Me divirtió de forma sombría que se mostrasen sorprendidos por mis preguntas. Acaso yo sabía que Gael tenía una amiga a la que dejaba entrar a mitad de la noche. Una tan cercana que bastaba con que él diese una leve indicación para que ella dejase de molestarme. Y para volverlo más humorísticamente oscuro, daban por sentado que ella debía saber quien era yo cuando yo no tenía la menor idea de quien era ella, por la simple razón de que mi hermano jamás la había mencionado.
Otro más de sus secretos como el de padre, como el de sus actividades nocturnas. Todo eran secretos con Gael, secretos y mentiras. Ya ni siquiera me sorprendía. Dediqué un segundo a la joven, que bajo la luz de la lámpara me miraba con sus ojos rasgados, con un tono bastante acusatorio en la única frase que me dirigió. Alcé una ceja ante sus provocadoras palabras. -Hasta donde sé la única intrusa acá vendrías a ser tú, al menos en mi habitación.-
¿Se suponía que debía decir más? No tenía nada en contra de ella, ni siquiera le hubiese replicado de no haberse lanzado a la primera a acusarme de esa forma en frente de mi hermano. Y por otro lado Gael, que me había preguntado si venía a quedarme ahora me lanzaba dardos sin tregua alguna al dirigirse a mi, como si quisiera abrirme las heridas y regodearse al inyectarles sal.
Por unos segundos ni siquiera reaccioné, lo observé completamente dolida por su fría y odiosa actitud. Se comportaba como si el ultrajado fuera él cuando sabíamos perfectamente que era él quien había derrumbado mi confianza y bailado sobre sus restos esparcidos, y aún lo seguía haciendo en la habitación.
Me crucé de brazos sin amilanarme un ápice. Quizás la chica a la que tenía enfrente y a la que llamaba su alumna sentía admiración y respecto por él. Quizás mañana él se aprovecharía de eso y le estrangularía cada soplo de vida, haciéndole añicos el corazón. ¿Me importaba?
Mi mirada se paseó por él antes de alzar mi mano y colocar un mechón de desordenado cabello detrás de mi oreja intentando recomponerme. -No tenemos nada de que hablar. No dejas de contradecirte, utilizando todo el veneno del que eres capaz al repetirme que ya no soy una más de tu familia. Anda, llama a la policia, acúsame de allanamiento de morada. Prefiero pasar la noche detrás de unos barrotes antes que pasar más tiempo bajo tu mismo techo.-
Mi voz era fría, había perdido todo deseo de gritarle. Gritarle hubiese indicado hasta cierto punto que su actitud me importaba y eso le hubiese dado a él la ventaja. No se percataba de que me había aniquilado en el momento en que me había dado la espalda en la sala antes de decirme que no podría volver. Tampoco se percataba de que mi alma había muerto en parte ese día, cuando salí de la casa y atravesé el jardín. Esa parte ya no iba a resucitar y aunque en mi memoria mis recuerdos me indicasen que él era mi hermano, mi mente me indicaba que ya no lo era.
-No soy yo quien ya no soy una Lutz, eres tú quien dejó de ser mi hermano la otra noche.- dije en voz alta. Mi corazón estaba herido, mi orgullo intacto y mi voluntad enceguecida por su traición, pero al mismo tiempo me sentía derrotada y vacía. -La razón por la que vine no tiene nada que ver contigo, y el hecho de que contrario a lo usual regresases temprano para encontrarme no es más que un evento desafortunado del cual podemos olvidarnos en cuanto me marche.-
Avancé hasta la puerta y me detuve en el marco sin voltear a mirarlo. -Para no ser tu novia, has tratado a la chica de forma especial. Tengo ojos y me he percatado de la forma en que le has tocado. Quizás para ti de forma tan natural que ni siquiera has notado tu propio lenguaje corporal. Ojalá no destruyas la manera en que te responde y en que te mira, basta unos segundos para darse cuenta.-
Dicho eso avancé unos pasos. Me iba. Gael ya no ejercía influencia alguna sobre mi. Yo no vivía en su casa, ni tampoco era su alumna. -Ya no somos nada tú y yo.- Las palabras salieron de mi garganta en voz baja pero viajaron con claridad a través de la distancia entre ambos, afirmando lo que para mi estaba más que claro, por más que doliese y por más que me dejase sangrando por dentro. Los dados estaban echados y no había marcha atrás. Ni siquiera le odiaba, si acaso me odiaba a mi misma, porque sabía perfectamente en el fondo, que el apartarle tenía que ver mucho conmigo misma y con la certeza que guardaba de que marcharme de la casa había sido lo mejor para los dos.
Otro más de sus secretos como el de padre, como el de sus actividades nocturnas. Todo eran secretos con Gael, secretos y mentiras. Ya ni siquiera me sorprendía. Dediqué un segundo a la joven, que bajo la luz de la lámpara me miraba con sus ojos rasgados, con un tono bastante acusatorio en la única frase que me dirigió. Alcé una ceja ante sus provocadoras palabras. -Hasta donde sé la única intrusa acá vendrías a ser tú, al menos en mi habitación.-
¿Se suponía que debía decir más? No tenía nada en contra de ella, ni siquiera le hubiese replicado de no haberse lanzado a la primera a acusarme de esa forma en frente de mi hermano. Y por otro lado Gael, que me había preguntado si venía a quedarme ahora me lanzaba dardos sin tregua alguna al dirigirse a mi, como si quisiera abrirme las heridas y regodearse al inyectarles sal.
Por unos segundos ni siquiera reaccioné, lo observé completamente dolida por su fría y odiosa actitud. Se comportaba como si el ultrajado fuera él cuando sabíamos perfectamente que era él quien había derrumbado mi confianza y bailado sobre sus restos esparcidos, y aún lo seguía haciendo en la habitación.
Me crucé de brazos sin amilanarme un ápice. Quizás la chica a la que tenía enfrente y a la que llamaba su alumna sentía admiración y respecto por él. Quizás mañana él se aprovecharía de eso y le estrangularía cada soplo de vida, haciéndole añicos el corazón. ¿Me importaba?
Mi mirada se paseó por él antes de alzar mi mano y colocar un mechón de desordenado cabello detrás de mi oreja intentando recomponerme. -No tenemos nada de que hablar. No dejas de contradecirte, utilizando todo el veneno del que eres capaz al repetirme que ya no soy una más de tu familia. Anda, llama a la policia, acúsame de allanamiento de morada. Prefiero pasar la noche detrás de unos barrotes antes que pasar más tiempo bajo tu mismo techo.-
Mi voz era fría, había perdido todo deseo de gritarle. Gritarle hubiese indicado hasta cierto punto que su actitud me importaba y eso le hubiese dado a él la ventaja. No se percataba de que me había aniquilado en el momento en que me había dado la espalda en la sala antes de decirme que no podría volver. Tampoco se percataba de que mi alma había muerto en parte ese día, cuando salí de la casa y atravesé el jardín. Esa parte ya no iba a resucitar y aunque en mi memoria mis recuerdos me indicasen que él era mi hermano, mi mente me indicaba que ya no lo era.
-No soy yo quien ya no soy una Lutz, eres tú quien dejó de ser mi hermano la otra noche.- dije en voz alta. Mi corazón estaba herido, mi orgullo intacto y mi voluntad enceguecida por su traición, pero al mismo tiempo me sentía derrotada y vacía. -La razón por la que vine no tiene nada que ver contigo, y el hecho de que contrario a lo usual regresases temprano para encontrarme no es más que un evento desafortunado del cual podemos olvidarnos en cuanto me marche.-
Avancé hasta la puerta y me detuve en el marco sin voltear a mirarlo. -Para no ser tu novia, has tratado a la chica de forma especial. Tengo ojos y me he percatado de la forma en que le has tocado. Quizás para ti de forma tan natural que ni siquiera has notado tu propio lenguaje corporal. Ojalá no destruyas la manera en que te responde y en que te mira, basta unos segundos para darse cuenta.-
Dicho eso avancé unos pasos. Me iba. Gael ya no ejercía influencia alguna sobre mi. Yo no vivía en su casa, ni tampoco era su alumna. -Ya no somos nada tú y yo.- Las palabras salieron de mi garganta en voz baja pero viajaron con claridad a través de la distancia entre ambos, afirmando lo que para mi estaba más que claro, por más que doliese y por más que me dejase sangrando por dentro. Los dados estaban echados y no había marcha atrás. Ni siquiera le odiaba, si acaso me odiaba a mi misma, porque sabía perfectamente en el fondo, que el apartarle tenía que ver mucho conmigo misma y con la certeza que guardaba de que marcharme de la casa había sido lo mejor para los dos.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Open Wounds [privado]
No llego a comprender el resentimiento y rencor en sus voces. De estar mi hermano vivo esos sentimientos no cabrían en mi pecho, daría lo que fuera por compartir una tarde con él en la que fue nuestra pequeña biblioteca, nuestro santuario. Gael y Adaline discuten entre las cuatro paredes que los vio nacer mientras yo me pregunto qué habrá sido de mi hogar una vez desapareció el nombre de mi familia. No lo comprendo, de verdad que no. Sé que en ellos la herida está abierta pero, como todas, cicatrizan. No vuelvo a dirigirle la palabra a Ada, tampoco a él a pesar de que me pide o casi suplica que me quede. Lo veo en su mirada, en la necesidad de mantenerse cuerdo. Me cruzo de brazos a tres pasos por detrás de él casi como una sombra para evitar decir cualquier cosa de la que pueda arrepentirme, ¿qué podría hacer para calmar a las fieras? Nada. Son tan distintos y a la vez tan idénticos, arden con el mismo fuego. Asiento cuando Gael parece marcar una tregua y aún sintiendo el tacto de su mano en mi brazo lo miro a los ojos un instante solo para comprobar de que esta seguro, quizás no sea lo mejor dejarlos solos a pesar de que es eso lo que me pide el cuerpo, estoy incómoda, extraña, y jamás me había sentido así en esta casa. Poso mis ojos una última vez en Adaline y me asombra su aparente tranquilidad, mantiene el porte de las damas sin corazón y, aunque lo intente, sé tan bien como ella que está rota. Todas las pérdidas nos dejan rotos. Recojo las flores del suelo entre los cristales del jarrón que cayó en nuestro forcejeo y me voy.
Cuando salgo de la habitación Gato decide también que ha tenido suficiente y me sigue en dirección al aseo aunque antes dejo las flores en la estantería del pasillo. Permito que Gato que entre conmigo ya que he descubierto que le agrada el vapor y la calidez de mis baños. Sin mirarme al espejo si quiera para evitar encontrare con mi reflejo, comienzo a asearme. El agua arrastra toda la suciedad y parte de un pesar que no es solo mío. ¿Será Gael consciente del dolor que tiene presa a su hermana? Me quedo mas tiempo del que requiere dentro de la bañera ya que no quiero salir y encontrarme con ellos de nuevo, no tengo energía ni las palabras suficientes para hacerles entrar en razón. En otras circunstancias encontrarme donde estoy habría sido de muy mala educación, una señorita tiene que mostrar cortesía y no desaparecer de las reuniones así como así, y mucho menos para darse un baño, pero me repito que no estoy en mi cara, que no están teniendo una reunión y mucho menos debo involucrarme. Gato se sienta al borde de la bañera y casi parece tentado a sumergirse conmigo. Pasan más de quince minutos cuando salgo del aseo con una nube de vapor a mi espalda, el pelaje del animal está húmedo y se enreda en mis piernas para secarse hasta que casi me hace caer. He dejado la ropa sucia dentro de la cesta pero las dagas y las botas vienen conmigo, no estoy dispuesta a dejar que Ada pueda toparse con ninguna de mis pertenencias, al menos las importantes. ¿Deberíamos comenzar a esconder las armas de nuevo? Suspiro y seco mi cabello mientras avanzo por el pasillo vestida con unos pantalones sencillos y una blusa de algodón, como he decidido que no quiero cruzarme con ellos, voy en dirección a la habitación de Gael. Jamás he entrado o siquiera pensado que pueda adentrarme sin más pero en este momento es el refugio más seguro en el que puedo estar. La habitación huele a él y pronto mis músculos comienzan a relajarse, dejo mis cosas a un lado y camino hacia la ventana que está abierta mientras las cortinas vuelan levemente con la corriente. Gato se sube veloz sobre el armario y se queda ahí observando mi aventura en el santuario de su amo, pese a que es la estancia más amplia de la casa es bastante más sencilla de lo que cabría esperar, no hay demasiadas cosas que hablen de él salvo un par de libros sobre su mesilla, alguna pintura en la pared y la cama deshecha, sonrío preguntándome cómo sería dormir en ella. Me siento en el diván bajo la ventana y contemplo el patio trasero, la tenue luz de la luna menguante ilumina los rosales y el columpio atado al árbol, el jardín parece más grande de noche, reconozco las baldosas y las figuras de porcelana desteñidas, las hojas amontonadas y la silueta de la sombra que permanece apoyada en el tronco. Todo mi cuerpo se tensa y aunque lucho contra la rigidez y el nerviosismo, me obligo a seguir actuando como si no lo hubiera visto, permanece oculto detrás del árbol y es que he tenido que mirar dos veces para darme cuenta. Sigo secando mi cabello y al momento me estiro de forma felina para levantarme y desaparecer hacia el interior de la habitación, fuera de su mirada. Lo siguiente que ve el intruso es una daga volando hacia él desde la ventana. Tengo que sujetarme para no caer debido al impulso que he utilizado para lanzarla, ésta se clava en el dorso de su mano, lo único visible. El alarido de dolor se hace hueco entre el silencio de la noche.
-¡Gael!-grito entonces, esperando que se encuentre en la cocina o el salón para que así pueda adelantarse. Con la única daga que me queda, ya que salvo éstas dos las demás las dejé en la alacena al llegar, me aferro al alféizar de la ventana y me cuelgo hasta topar con las enredaderas-¡Gael al jardín!-apenas me fijo a donde de sujeto, solo quiero bajar lo antes posible y tocar con mis pies el suelo. Una rápida mirada hacia el intruso me indica que aún está luchando por arrancar la daga de su mano, se ha clavado tan profundo en el tronco a través de su piel que le está costando escapar. Calculo mal, pero me dejo caer hasta el suelo y el impacto hace que un calambre suba por mis pies descalzos hasta mi cadera. Sin tiempo a más, comienzo a correr hacia el árbol y contemplo al intruso, sus ojos relucen carmesí bajo el reflejo de la luna y su gesto está marcado por la rabia y el dolor, un siseo desesperado y amenazante se escapa de sus labios. Necesito acorralarlo hasta que Gael aparezca pero, en el mismo instante en el que llego hasta él a tira de su mano y desgarra su muñeca para zafarse del agarre y, pese a que podría huir, se deja llevar por la ira y se lanza sobre mi. Pongo los brazos delante para evitar que sus colmillos rocen la piel desnuda de mi cuello, vestida como estoy con tan solo la fina tela de mis ropas le será más fácil morderme, con mi vestimenta de caza y el cuero al menos solemos ponérselo más difícil a los vampiros. Sus uñas desgarran la tela y hacen cortes que de momento creo superficiales en mi piel.
-¡Gael!-vuelvo a gritar, esta vez tan alto que ya no me importan los vecinos, el dolor y la presión comienzan a abatirme. El vampiro es un neófito y está claro por la forma en la que arremete contra mi, sin pensar, sin tregua, la sed de sangre lo posee y, si está aquí por algún cometido, debe haberlo olvidado. Jadea entre palabras sin orden y yo no lo escucho, solo puedo pensar en cómo quitármelo de encima, intento golpearlo con la rodilla para crear más distancia entre nosotros, por todos los medios intento aguantar, pero la sangre que emana de su muñeca hace que nuestro contacto resbale y reste firmeza a mi resistencia contra él. No he soltado la daga y aunque no puedo atacar ésta le hace cortes cada vez que se acerca y, como no parece notarlo, pronto siento su aliento sobre mi cuello y la sombra de sus colmillos casi a punto de atravesar mi piel. Pese a todo, solo quiero pensar en que antes de salir haya puesto a salvo a Adaline.
Cuando salgo de la habitación Gato decide también que ha tenido suficiente y me sigue en dirección al aseo aunque antes dejo las flores en la estantería del pasillo. Permito que Gato que entre conmigo ya que he descubierto que le agrada el vapor y la calidez de mis baños. Sin mirarme al espejo si quiera para evitar encontrare con mi reflejo, comienzo a asearme. El agua arrastra toda la suciedad y parte de un pesar que no es solo mío. ¿Será Gael consciente del dolor que tiene presa a su hermana? Me quedo mas tiempo del que requiere dentro de la bañera ya que no quiero salir y encontrarme con ellos de nuevo, no tengo energía ni las palabras suficientes para hacerles entrar en razón. En otras circunstancias encontrarme donde estoy habría sido de muy mala educación, una señorita tiene que mostrar cortesía y no desaparecer de las reuniones así como así, y mucho menos para darse un baño, pero me repito que no estoy en mi cara, que no están teniendo una reunión y mucho menos debo involucrarme. Gato se sienta al borde de la bañera y casi parece tentado a sumergirse conmigo. Pasan más de quince minutos cuando salgo del aseo con una nube de vapor a mi espalda, el pelaje del animal está húmedo y se enreda en mis piernas para secarse hasta que casi me hace caer. He dejado la ropa sucia dentro de la cesta pero las dagas y las botas vienen conmigo, no estoy dispuesta a dejar que Ada pueda toparse con ninguna de mis pertenencias, al menos las importantes. ¿Deberíamos comenzar a esconder las armas de nuevo? Suspiro y seco mi cabello mientras avanzo por el pasillo vestida con unos pantalones sencillos y una blusa de algodón, como he decidido que no quiero cruzarme con ellos, voy en dirección a la habitación de Gael. Jamás he entrado o siquiera pensado que pueda adentrarme sin más pero en este momento es el refugio más seguro en el que puedo estar. La habitación huele a él y pronto mis músculos comienzan a relajarse, dejo mis cosas a un lado y camino hacia la ventana que está abierta mientras las cortinas vuelan levemente con la corriente. Gato se sube veloz sobre el armario y se queda ahí observando mi aventura en el santuario de su amo, pese a que es la estancia más amplia de la casa es bastante más sencilla de lo que cabría esperar, no hay demasiadas cosas que hablen de él salvo un par de libros sobre su mesilla, alguna pintura en la pared y la cama deshecha, sonrío preguntándome cómo sería dormir en ella. Me siento en el diván bajo la ventana y contemplo el patio trasero, la tenue luz de la luna menguante ilumina los rosales y el columpio atado al árbol, el jardín parece más grande de noche, reconozco las baldosas y las figuras de porcelana desteñidas, las hojas amontonadas y la silueta de la sombra que permanece apoyada en el tronco. Todo mi cuerpo se tensa y aunque lucho contra la rigidez y el nerviosismo, me obligo a seguir actuando como si no lo hubiera visto, permanece oculto detrás del árbol y es que he tenido que mirar dos veces para darme cuenta. Sigo secando mi cabello y al momento me estiro de forma felina para levantarme y desaparecer hacia el interior de la habitación, fuera de su mirada. Lo siguiente que ve el intruso es una daga volando hacia él desde la ventana. Tengo que sujetarme para no caer debido al impulso que he utilizado para lanzarla, ésta se clava en el dorso de su mano, lo único visible. El alarido de dolor se hace hueco entre el silencio de la noche.
-¡Gael!-grito entonces, esperando que se encuentre en la cocina o el salón para que así pueda adelantarse. Con la única daga que me queda, ya que salvo éstas dos las demás las dejé en la alacena al llegar, me aferro al alféizar de la ventana y me cuelgo hasta topar con las enredaderas-¡Gael al jardín!-apenas me fijo a donde de sujeto, solo quiero bajar lo antes posible y tocar con mis pies el suelo. Una rápida mirada hacia el intruso me indica que aún está luchando por arrancar la daga de su mano, se ha clavado tan profundo en el tronco a través de su piel que le está costando escapar. Calculo mal, pero me dejo caer hasta el suelo y el impacto hace que un calambre suba por mis pies descalzos hasta mi cadera. Sin tiempo a más, comienzo a correr hacia el árbol y contemplo al intruso, sus ojos relucen carmesí bajo el reflejo de la luna y su gesto está marcado por la rabia y el dolor, un siseo desesperado y amenazante se escapa de sus labios. Necesito acorralarlo hasta que Gael aparezca pero, en el mismo instante en el que llego hasta él a tira de su mano y desgarra su muñeca para zafarse del agarre y, pese a que podría huir, se deja llevar por la ira y se lanza sobre mi. Pongo los brazos delante para evitar que sus colmillos rocen la piel desnuda de mi cuello, vestida como estoy con tan solo la fina tela de mis ropas le será más fácil morderme, con mi vestimenta de caza y el cuero al menos solemos ponérselo más difícil a los vampiros. Sus uñas desgarran la tela y hacen cortes que de momento creo superficiales en mi piel.
-¡Gael!-vuelvo a gritar, esta vez tan alto que ya no me importan los vecinos, el dolor y la presión comienzan a abatirme. El vampiro es un neófito y está claro por la forma en la que arremete contra mi, sin pensar, sin tregua, la sed de sangre lo posee y, si está aquí por algún cometido, debe haberlo olvidado. Jadea entre palabras sin orden y yo no lo escucho, solo puedo pensar en cómo quitármelo de encima, intento golpearlo con la rodilla para crear más distancia entre nosotros, por todos los medios intento aguantar, pero la sangre que emana de su muñeca hace que nuestro contacto resbale y reste firmeza a mi resistencia contra él. No he soltado la daga y aunque no puedo atacar ésta le hace cortes cada vez que se acerca y, como no parece notarlo, pronto siento su aliento sobre mi cuello y la sombra de sus colmillos casi a punto de atravesar mi piel. Pese a todo, solo quiero pensar en que antes de salir haya puesto a salvo a Adaline.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Open Wounds [privado]
No puedo dejar que la rabia se apodere de mi cuerpo en estos momentos, estoy teniendo muchos sentimientos dentro de mí, tantos que los demonios están despertando, esperando expectantes a ver qué es lo que sucede a continuación entre mi hermana y yo. Por una parte quiero que se quede y hablar las cosas, que me cuente que es lo que ha estado haciendo estas semanas, que planes de futuro tiene, si quiere volver, si se quiere marchar… Y por como me está hablando sé que se quiere marchar. Lo que le hice aún está reciente en su corazón, las palabras que nos dijimos aquel día fueron demasiado para ambos, palabras que jamás pensé que sería capaz de decir a mi hermana. Pero la situación así lo había requerido, se me había ido de las manos, no pude llegar a entender como no se ponía en mi piel y trataba de entenderme, de comprender que todo fue por su bienestar, pero ahora mismo todo daba igual.
Jane acepta quedarse, pero se queda ahí quieta, a mi lado, estática, como un mero espectador. Ella no es la intrusa en esta habitación como le ataca mi hermana, ahora mismo Jane tiene más derecho en esta casa que Adaline. Estoy tentado en recriminarle que hable así a Jane, pero me quedo callado, veo como se coloca el mechón de pelo detrás de su oreja y comienza a hablar. Sus palabras me duelen, ella es tan víbora como yo, ambos nos envenenaríamos ahora mismo si nos mordiésemos la lengua. ― ¿No quieres hablar? Está bien, daré esto por terminado en cuanto me cuentes que estabas haciendo aquí. No me sirven excusas de que venías a por ropa. Dime la verdad Adaline. ¿Problemas en la perfumería? ¿Con tu nuevo casero? Estoy cansado ya de todo esto, la verdad. ― Dejo escapar un suspiro y veo a Jane salir de la habitación con Gato entre sus piernas para poder darse un baño.
Las palabras me atraviesan como auténticos puñales, ella también sabe como herirme. Todo estaba claro, mi hermana para mí estaba muerta y enterrada, al igual que yo lo estaba para ella. Aprieto la mandíbula y sigo escuchando sus palabras, me aparto cuando se acerca a la puerta de la habitación y me giro para mirarla. ¿Destruir a Jane? Nunca la destruiría, es lo único que me queda. La miro duramente y dejo escapar un suspiro. Esta batalla la ha ganado ella. Veo como baja por las escaleras y decido dejarla marchar, pero oigo un grito que viene desde el jardín. Es Jane. Y ese grito significan problemas. ―¡Ada! ― Tengo que esconderla como sea, ella no sabe defenderse, es una presa de lo más fácil. Bajo corriendo las escaleras y la atrapo a punto de abrir la puerta de la entrada. ―Hazme caso una última vez. Escóndete, cállate y no salgas hasta que yo te lo diga. ― ¿Dónde la puedo esconder? Solo se me ocurre un lugar. La arrastro hasta la alacena, donde están todas las armas y la meto dentro, dándole una de las pistolas que hay ahí. ―Si ves que se arranca la puerta y un vampiro quiere comerte dispárale, intenta darle porfavor. ― Esto es una auténtica locura. Agarro un par de dagas, flechas y mi ballesta y cierro la puerta con el pestillo que hay por fuera, así Adaline no podrá escapar de allí y ponerse en peligro.
Salgo disparado desde el pasillo hasta el jardín y lo que me encuentro me hace recordar a la primera vez en el que me encontré con Jane, solo que ahora nuestros papeles están invertidos. Cargo la ballesta lo más rápido que puedo y hago que una flecha impacte en la espalda del vampiro. ―¿Jane? ― Pregunto para que el vampiro se aparte de ella y preste más atención a su atacante en vez de a su víctima, si no se defiende de mí, no podrá beber de Jane. Me acerco y le doy con la bota en el costado, quitándolo de encima de ella. Miro por unos segundos el cuerpo de Jane, en busca de mordiscos, pero solo compruebo que tiene arañazos y la blusa rota a la altura del pecho. Desvío la mirada de ahí y veo al vampiro neófito intentando quitarse la flecha de la espalda, sin éxito. ―¿Quién te envía? ― Espero que me responda y que no sea Erlend el nombre que salga de su boca, tenemos un pacto y espero que lo siga cumpliendo por su bien. Me acerco a él y lo acorralo entre el árbol y mi ballesta, si aprieto el gatillo morirá. ―Responde. ― El neófito gruñe, la flecha de la espalda se le ha clavado más profundo y le está doliendo, pero seguro que le duele mucho más el olor de la sangre de Jane y no poder disfrutarla. ―Jane acércate. Mira, si dices quien te envía, te dejaré beber de ella. ― Presiono con más fuerza la ballesta contra su corazón, un mínimo movimiento y todo habrá acabado para él, pero sé que esta oferta de mentira para él va a ser como el santo Grial.
Jane acepta quedarse, pero se queda ahí quieta, a mi lado, estática, como un mero espectador. Ella no es la intrusa en esta habitación como le ataca mi hermana, ahora mismo Jane tiene más derecho en esta casa que Adaline. Estoy tentado en recriminarle que hable así a Jane, pero me quedo callado, veo como se coloca el mechón de pelo detrás de su oreja y comienza a hablar. Sus palabras me duelen, ella es tan víbora como yo, ambos nos envenenaríamos ahora mismo si nos mordiésemos la lengua. ― ¿No quieres hablar? Está bien, daré esto por terminado en cuanto me cuentes que estabas haciendo aquí. No me sirven excusas de que venías a por ropa. Dime la verdad Adaline. ¿Problemas en la perfumería? ¿Con tu nuevo casero? Estoy cansado ya de todo esto, la verdad. ― Dejo escapar un suspiro y veo a Jane salir de la habitación con Gato entre sus piernas para poder darse un baño.
Las palabras me atraviesan como auténticos puñales, ella también sabe como herirme. Todo estaba claro, mi hermana para mí estaba muerta y enterrada, al igual que yo lo estaba para ella. Aprieto la mandíbula y sigo escuchando sus palabras, me aparto cuando se acerca a la puerta de la habitación y me giro para mirarla. ¿Destruir a Jane? Nunca la destruiría, es lo único que me queda. La miro duramente y dejo escapar un suspiro. Esta batalla la ha ganado ella. Veo como baja por las escaleras y decido dejarla marchar, pero oigo un grito que viene desde el jardín. Es Jane. Y ese grito significan problemas. ―¡Ada! ― Tengo que esconderla como sea, ella no sabe defenderse, es una presa de lo más fácil. Bajo corriendo las escaleras y la atrapo a punto de abrir la puerta de la entrada. ―Hazme caso una última vez. Escóndete, cállate y no salgas hasta que yo te lo diga. ― ¿Dónde la puedo esconder? Solo se me ocurre un lugar. La arrastro hasta la alacena, donde están todas las armas y la meto dentro, dándole una de las pistolas que hay ahí. ―Si ves que se arranca la puerta y un vampiro quiere comerte dispárale, intenta darle porfavor. ― Esto es una auténtica locura. Agarro un par de dagas, flechas y mi ballesta y cierro la puerta con el pestillo que hay por fuera, así Adaline no podrá escapar de allí y ponerse en peligro.
Salgo disparado desde el pasillo hasta el jardín y lo que me encuentro me hace recordar a la primera vez en el que me encontré con Jane, solo que ahora nuestros papeles están invertidos. Cargo la ballesta lo más rápido que puedo y hago que una flecha impacte en la espalda del vampiro. ―¿Jane? ― Pregunto para que el vampiro se aparte de ella y preste más atención a su atacante en vez de a su víctima, si no se defiende de mí, no podrá beber de Jane. Me acerco y le doy con la bota en el costado, quitándolo de encima de ella. Miro por unos segundos el cuerpo de Jane, en busca de mordiscos, pero solo compruebo que tiene arañazos y la blusa rota a la altura del pecho. Desvío la mirada de ahí y veo al vampiro neófito intentando quitarse la flecha de la espalda, sin éxito. ―¿Quién te envía? ― Espero que me responda y que no sea Erlend el nombre que salga de su boca, tenemos un pacto y espero que lo siga cumpliendo por su bien. Me acerco a él y lo acorralo entre el árbol y mi ballesta, si aprieto el gatillo morirá. ―Responde. ― El neófito gruñe, la flecha de la espalda se le ha clavado más profundo y le está doliendo, pero seguro que le duele mucho más el olor de la sangre de Jane y no poder disfrutarla. ―Jane acércate. Mira, si dices quien te envía, te dejaré beber de ella. ― Presiono con más fuerza la ballesta contra su corazón, un mínimo movimiento y todo habrá acabado para él, pero sé que esta oferta de mentira para él va a ser como el santo Grial.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Localización : Detrás de ti
Re: Open Wounds [privado]
Cansada, así es como me sentía, cansada de volver al mismo tema, con una sensación de derrota demasiado grande, como si estuviera de pie en el borde de un precipicio y con cada palabra de mi hermano me hundiese más. Y no era que le culpase de todo a él, porque a pesar de todo lo que había pasado, no dejaba de percatarme de que también yo le había mentido.
Su pregunta llegó de improviso, justo como si me leyese la mente. Noté perfectamente que ya no me creía lo de la perfumería, pero qué se suponía que le dijera. ¿Que era igual que madre? O peor quizás... ella nos mantuvo a nosotros, yo no mantenía a nadie, pero por Dios que de alguna manera quise conectar con ella, lograr recordarla, comprender lo que ella sentía y luego me perdí... Y ahora ese camino había quedado trazado para mi de forma tal que ya no habría nunca marcha atrás. ¿Iba a arrastrar entonces a Gael a mi vergüenza? Prefería morirme antes que eso. No creía que pudiera verme con más desdén que ahora, pero al menos, el nombre familiar seguiría intacto y él no tendría que lidiar con la ignominia y la vergüenza de conocer la verdad sobre mi.
Ni siquiera tenazas ardientes lograrían que ahora le confesase la verdad. -Vine por algo mío, es importante para mi.- fue todo lo que respondí, y no le mentía. Necesitaba lo que había venido a buscar o no me habría aventurado a regresar a la casa adonde ahora me sentía ajena, como una intrusa.
Bajé las escaleras dispuesta a marcharme de una vez. No volteé a verlo, tan solo apreté los dientes e intenté por todos los medios contener unas lágrimas que me negaba a derramar en frente de él. Era mejor que me creyera muerta, que esta fuera de una vez la despedida.
Atravesé el pasillo hacia la puerta principal y justo escuché un grito. La voz de su amiga que le llamaba desde el jardín. Algo estaba sucediendo por lo que mi primer impulso fue alcanzar el pomo, pero un tirón por parte de mi hermano me lo impidió. -Gael, no, espera.- La chica necesitaba ayuda y pronto pero me vi arrastrada hacia la alacena con una orden que emitieron sus labios. Ni siquiera esperó a que respondiera, solo me encerró en el pequeño cuarto después de colocar un arma en mi mano.
-No, ¡no me dejes acá!- Si algo malo estaba por ocurrir lo mínimo que deseaba era ayudar, estar con mi hermano. Hacer algo maldita sea. Traté de abrir la puerta pero me encontré con que la había sellado con llave. El silencio era sepulcral mientras los minutos transcurrían llenándome de desesperación. Recordé entonces a madre y las palabras que me había dirigido aquel día en que teniendo once años estábamos a solas. -Es un revólver Ada. Es peligroso, no quiero que creas lo contrario pero padre se ha ido y a veces Gael no está con nosotras. Debes aprender a usarlo en caso de que alguna vez llegues a necesitarlo.- Madre me había enseñado a disparar.
Volví al presente y me negué a esperar un segundo más. ¡Al diablo! Alcé el revolver y sosteniéndolo con ambas manos apunté hacia el picaporte de la puerta y disparé. El cerrojo cedió y empujé la puerta para correr hacia el jardín. Una mirada al frente me bastó para percatarme de lo que estaba sucediendo. La chica se encontraba en el suelo y mi hermano tenía acorralado a alguien contra un árbol mientras le apuntaba con la ballesta.
Mi mirada se fijó entonces en el vampiro. Bajo los rayos plateados de la luna su rostro se veía aún más pálido de lo que se habría visto bajo la luz de un par de candelabros. Se debatía, intentando zafarse pero se detuvo en cuanto Gael ejerció más presión contra su pecho. No me acerqué, simplemente fui testigo de la escena. Sabía lo que iba a suceder a continuación. Sabía lo que se cruzaba por la mente de mi hermano. Tenía la misma expresión que había visto en su rostro aquella noche en que le vi matar a un sobrenatural en el callejón.
Mi mirada se paseó de él hacia la figura atrapada contra el árbol. Era muy joven, demasiado en verdad. Calculé que no tendría más de los veinte, al menos en apariencia física, y vi algo más. Vi miedo en sus ojos y eso me hizo creer que tenía la misma edad que aparentaba. -Nadie me envió, solo tengo hambre.- fue lo que respondió y sus colmillos sobresalieron en su boca. Movió las manos como si a pesar de la ballesta pretendiese acercarse a la chica y luego me miró a mi, directamente a los ojos.
-Gael...- fue todo lo que emitió mi voz, mientras mi mirada se paseaba desde la punta de la flecha hacia el pecho del sobrenatural. -¿Qué vas a hacer con él?- Hace poco tiempo ese ser era tan solo un chico y ahora alguien le había convertido. Quizás ahora fuese un depredador letal, quizás su sed de sangre le convertiría en un asesino o quizás podría aprender a controlarla y llegar a ser alguien como Erkki. No había manera de saberlo aún y nunca lo sabríamos si mi hermano tiraba del gatillo de esa ballesta...
Su pregunta llegó de improviso, justo como si me leyese la mente. Noté perfectamente que ya no me creía lo de la perfumería, pero qué se suponía que le dijera. ¿Que era igual que madre? O peor quizás... ella nos mantuvo a nosotros, yo no mantenía a nadie, pero por Dios que de alguna manera quise conectar con ella, lograr recordarla, comprender lo que ella sentía y luego me perdí... Y ahora ese camino había quedado trazado para mi de forma tal que ya no habría nunca marcha atrás. ¿Iba a arrastrar entonces a Gael a mi vergüenza? Prefería morirme antes que eso. No creía que pudiera verme con más desdén que ahora, pero al menos, el nombre familiar seguiría intacto y él no tendría que lidiar con la ignominia y la vergüenza de conocer la verdad sobre mi.
Ni siquiera tenazas ardientes lograrían que ahora le confesase la verdad. -Vine por algo mío, es importante para mi.- fue todo lo que respondí, y no le mentía. Necesitaba lo que había venido a buscar o no me habría aventurado a regresar a la casa adonde ahora me sentía ajena, como una intrusa.
Bajé las escaleras dispuesta a marcharme de una vez. No volteé a verlo, tan solo apreté los dientes e intenté por todos los medios contener unas lágrimas que me negaba a derramar en frente de él. Era mejor que me creyera muerta, que esta fuera de una vez la despedida.
Atravesé el pasillo hacia la puerta principal y justo escuché un grito. La voz de su amiga que le llamaba desde el jardín. Algo estaba sucediendo por lo que mi primer impulso fue alcanzar el pomo, pero un tirón por parte de mi hermano me lo impidió. -Gael, no, espera.- La chica necesitaba ayuda y pronto pero me vi arrastrada hacia la alacena con una orden que emitieron sus labios. Ni siquiera esperó a que respondiera, solo me encerró en el pequeño cuarto después de colocar un arma en mi mano.
-No, ¡no me dejes acá!- Si algo malo estaba por ocurrir lo mínimo que deseaba era ayudar, estar con mi hermano. Hacer algo maldita sea. Traté de abrir la puerta pero me encontré con que la había sellado con llave. El silencio era sepulcral mientras los minutos transcurrían llenándome de desesperación. Recordé entonces a madre y las palabras que me había dirigido aquel día en que teniendo once años estábamos a solas. -Es un revólver Ada. Es peligroso, no quiero que creas lo contrario pero padre se ha ido y a veces Gael no está con nosotras. Debes aprender a usarlo en caso de que alguna vez llegues a necesitarlo.- Madre me había enseñado a disparar.
Volví al presente y me negué a esperar un segundo más. ¡Al diablo! Alcé el revolver y sosteniéndolo con ambas manos apunté hacia el picaporte de la puerta y disparé. El cerrojo cedió y empujé la puerta para correr hacia el jardín. Una mirada al frente me bastó para percatarme de lo que estaba sucediendo. La chica se encontraba en el suelo y mi hermano tenía acorralado a alguien contra un árbol mientras le apuntaba con la ballesta.
Mi mirada se fijó entonces en el vampiro. Bajo los rayos plateados de la luna su rostro se veía aún más pálido de lo que se habría visto bajo la luz de un par de candelabros. Se debatía, intentando zafarse pero se detuvo en cuanto Gael ejerció más presión contra su pecho. No me acerqué, simplemente fui testigo de la escena. Sabía lo que iba a suceder a continuación. Sabía lo que se cruzaba por la mente de mi hermano. Tenía la misma expresión que había visto en su rostro aquella noche en que le vi matar a un sobrenatural en el callejón.
Mi mirada se paseó de él hacia la figura atrapada contra el árbol. Era muy joven, demasiado en verdad. Calculé que no tendría más de los veinte, al menos en apariencia física, y vi algo más. Vi miedo en sus ojos y eso me hizo creer que tenía la misma edad que aparentaba. -Nadie me envió, solo tengo hambre.- fue lo que respondió y sus colmillos sobresalieron en su boca. Movió las manos como si a pesar de la ballesta pretendiese acercarse a la chica y luego me miró a mi, directamente a los ojos.
-Gael...- fue todo lo que emitió mi voz, mientras mi mirada se paseaba desde la punta de la flecha hacia el pecho del sobrenatural. -¿Qué vas a hacer con él?- Hace poco tiempo ese ser era tan solo un chico y ahora alguien le había convertido. Quizás ahora fuese un depredador letal, quizás su sed de sangre le convertiría en un asesino o quizás podría aprender a controlarla y llegar a ser alguien como Erkki. No había manera de saberlo aún y nunca lo sabríamos si mi hermano tiraba del gatillo de esa ballesta...
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Open Wounds [privado]
Gael aparece justo cuando los colmillos del ser están a punto de atravesar mi piel, si la flecha hubiese hecho acto de presencia segundos mas tarde yo ya estaría agonizando. No soy capaz de apartarlo de mi así que Gael me lo quita de encima, siento mi cuerpo temblar bajo la presión y la adrenalina, siento que me falta el aire y obligo a mis pulmones a reaccionar mientras mis ojos se posan en el manto de la noche. La luna parece mirarnos despiadada desde su posición. Tan solo me permito unos segundos de tregua para después ponerme en pie mientras me paso una mano por mi cuello hasta las clavículas, me observo y descubro que la blusa está echa jirones y mas de la piel que me gustaría queda al descubierto. Por otro lado, me asombra comprobar lo poco que me importa este hecho en estas circunstancias. Mis pies descalzos se mueven por inercia cuando Gael pronuncia mi nombre, pretende usarme como cebo para sacar algún tipo de información al vampiro pero algo en el fondo me dice que nada bueno sacaremos de él. Solo quiere sangre, solo desea desgarrarme. Intento ver más allá de sus ojos y encontrar al muchacho que debió de ser en su día, ¿cuánto queda de nosotros mismos cuando lo perdemos todo? Gael crea distancia entre el neófito y yo, no parece llevar mucho tiempo con esta condición y me pregunto qué lo habrá traído hasta aquí. Solo tiene hambre, dice, y sus brazos se extienden cuan largos son para atraparme. Antes incluso de escuchar la voz de Adaline sé que está tras de mi y, aunque no me giro para comprobarlo, casi puedo visualizarla con su vestido fuera de lugar, su enmascarada fragilidad y los mismos ojos de su hermano. Nada para a los Luzt. El vampiro jadea y gime ante la insistencia de Gael pero nada es más fuerte que la sed de sangre, si tan solo con dejar que me mordiese pudiese convertirlo en el que era antes, le daría mi sangre. Si tan solo pudiera revertir el efecto... Los hombros de Gael se tensan ante la presencia de Adaline y si se distrae todo podría volverse en nuestra contra, al mínimo atisbo de duda el neófito acabaría con nosotros en menos de lo que tarda un latido.
La pregunta de Ada me atraviesa. ¿No es obvio lo que viene a continuación? Me duele pensar en ello, me duele haber aceptado que, en algunos casos, no hay punto intermedio. No tenemos en nuestras manos la solución ni las respuestas, solo la muerte frente a nuestros ojos y una maldición que nos perseguirá por siempre. Antes de que ninguno de los dos pueda pronunciar palabra aparto la mano de Gael del gatillo y es mi dedo el que lo presiona haciendo que la flecha atraviese el corazón inhumano del vampiro. La punta de madera se clava en él y su expresión desesperada y hambrienta se congela, al igual que nosotros. Dedico un momento de silencio al cuerpo inerte que tengo ante mi y, cuando la ballesta se separa de su pecho lo sujeto para que no caiga de golpe a la tierra húmeda del jardín. Mi cuerpo se mancha de carmesí y solo puedo pensar en las veces que me he sentido culpable por mancillar la sangre ajena. Lo dejo tendido con el rostro en dirección contraria a nosotros y me incorporo mientras atravieso a Gael con la mirada. Sé que me dirá algo por haberme precipitado pero, ¿era mejor dejar que su hermana observase cómo él acaba con la vida de otro? Conozco cómo Adaline descubrió la identidad de cazador de Gael y tengo claro que no sería agradable revivirlo, solo sería echar sal a las heridas.
-Tenéis que poner fin a esto-digo de pronto, la primera sorprendida soy yo. No quiero involucrarme, tan solo quiero marcharme a mi casa, meterme entre las sábanas de mi cama y llorar-Vuestras diferencias no son más grandes que lo que os une. No comprendo cómo podéis seguir con vuestras vidas, cómo podéis siquiera ataros los zapatos sintiendo tanto rencor-cruzo los brazos frente al pecho para cubrir los arañazos y mi piel desnuda, aún con el pelo goteando y mis manos manchadas de sangre. Me giro entonces hacia ambos para saber al menos qué cruza por sus cabezas cuando los miro a los ojos, son tan, tan parecidos. Casi me haría sonreír el hecho de que sean tan testarudos. Observo a Ada y de no ser por su expresión su belleza podría dolerme-Gael se juega la vida cada noche para proteger almas como la tuya, lo he visto caer y levantarse por una causa que está lejos de ser saldada. Ha estado a punto de morir entre mis brazos y aún así sigue aquí, por ti. Eres lo único que le queda-mis palabras son todo menos un reproche, casi parecen una súplica por hacerle entender a Ada lo que Gael no es capaz de expresar. Me sujeto tan fuerte los brazos que me clavo las uñas porque, aunque no quiera, siento el dolor de ambos como el mío propio, los recuerdos no dejan de pasar por mi mente. Desvío la vista y la poso en él, el sus orbes azules y atormentadas, solo necesita un abrazo-Debes dejar ir a la niña y aceptar que Adaline es capaz de atravesar todas las murallas a su paso, confía en ella, maldita sea. Sois hermanos, sois Luzt, podéis con todo. Nada va a cambiar el pasado ¡Nada!-me miro los pies descalzos, la hierba se cuela entre mis dedos. He matado al vampiro para evitar que Gael cargue con ello frente a su hermana y ahora mis manos están sucias una vez más-Si pudiese elegir-digo dirigiéndome a ambos-elegiría poder pedirle perdón a mi hermano todas las veces que hicieran falta, la diferencia entre vosotros y yo es que mi hermano esta muerto.
Comienzo a caminar hacia la casa a paso pesado y, cuando me cruzo con Adaline ni siquiera puedo mirarla a los ojos, no tengo más que decir o hacer con ellos. Me identifico con ella y sus ganas por saber la verdad sobre el mundo que la rodea, por ser libre y capaz, por ser mujer, joven e independiente, por tener secretos, de esos que todos siempre intentamos ocultar con nuestras vidas. Me identifico con Gael por querer proteger lo que ama, por hacer de padre, hermano y guía, por tener secretos como su hermana. ¿Comprenden que no pueden vivir así? ¿Comprenden que solo se tienen el uno al otro? Me cubro aún más mientras avanzo hacia la puerta trasera, la que da a la cocina, y daría lo que fuera por poder aparecer en mi hogar nada más cruzar el umbral para encontrarme a Alfred preparándome leche con miel para las noches de pesadillas.
La pregunta de Ada me atraviesa. ¿No es obvio lo que viene a continuación? Me duele pensar en ello, me duele haber aceptado que, en algunos casos, no hay punto intermedio. No tenemos en nuestras manos la solución ni las respuestas, solo la muerte frente a nuestros ojos y una maldición que nos perseguirá por siempre. Antes de que ninguno de los dos pueda pronunciar palabra aparto la mano de Gael del gatillo y es mi dedo el que lo presiona haciendo que la flecha atraviese el corazón inhumano del vampiro. La punta de madera se clava en él y su expresión desesperada y hambrienta se congela, al igual que nosotros. Dedico un momento de silencio al cuerpo inerte que tengo ante mi y, cuando la ballesta se separa de su pecho lo sujeto para que no caiga de golpe a la tierra húmeda del jardín. Mi cuerpo se mancha de carmesí y solo puedo pensar en las veces que me he sentido culpable por mancillar la sangre ajena. Lo dejo tendido con el rostro en dirección contraria a nosotros y me incorporo mientras atravieso a Gael con la mirada. Sé que me dirá algo por haberme precipitado pero, ¿era mejor dejar que su hermana observase cómo él acaba con la vida de otro? Conozco cómo Adaline descubrió la identidad de cazador de Gael y tengo claro que no sería agradable revivirlo, solo sería echar sal a las heridas.
-Tenéis que poner fin a esto-digo de pronto, la primera sorprendida soy yo. No quiero involucrarme, tan solo quiero marcharme a mi casa, meterme entre las sábanas de mi cama y llorar-Vuestras diferencias no son más grandes que lo que os une. No comprendo cómo podéis seguir con vuestras vidas, cómo podéis siquiera ataros los zapatos sintiendo tanto rencor-cruzo los brazos frente al pecho para cubrir los arañazos y mi piel desnuda, aún con el pelo goteando y mis manos manchadas de sangre. Me giro entonces hacia ambos para saber al menos qué cruza por sus cabezas cuando los miro a los ojos, son tan, tan parecidos. Casi me haría sonreír el hecho de que sean tan testarudos. Observo a Ada y de no ser por su expresión su belleza podría dolerme-Gael se juega la vida cada noche para proteger almas como la tuya, lo he visto caer y levantarse por una causa que está lejos de ser saldada. Ha estado a punto de morir entre mis brazos y aún así sigue aquí, por ti. Eres lo único que le queda-mis palabras son todo menos un reproche, casi parecen una súplica por hacerle entender a Ada lo que Gael no es capaz de expresar. Me sujeto tan fuerte los brazos que me clavo las uñas porque, aunque no quiera, siento el dolor de ambos como el mío propio, los recuerdos no dejan de pasar por mi mente. Desvío la vista y la poso en él, el sus orbes azules y atormentadas, solo necesita un abrazo-Debes dejar ir a la niña y aceptar que Adaline es capaz de atravesar todas las murallas a su paso, confía en ella, maldita sea. Sois hermanos, sois Luzt, podéis con todo. Nada va a cambiar el pasado ¡Nada!-me miro los pies descalzos, la hierba se cuela entre mis dedos. He matado al vampiro para evitar que Gael cargue con ello frente a su hermana y ahora mis manos están sucias una vez más-Si pudiese elegir-digo dirigiéndome a ambos-elegiría poder pedirle perdón a mi hermano todas las veces que hicieran falta, la diferencia entre vosotros y yo es que mi hermano esta muerto.
Comienzo a caminar hacia la casa a paso pesado y, cuando me cruzo con Adaline ni siquiera puedo mirarla a los ojos, no tengo más que decir o hacer con ellos. Me identifico con ella y sus ganas por saber la verdad sobre el mundo que la rodea, por ser libre y capaz, por ser mujer, joven e independiente, por tener secretos, de esos que todos siempre intentamos ocultar con nuestras vidas. Me identifico con Gael por querer proteger lo que ama, por hacer de padre, hermano y guía, por tener secretos como su hermana. ¿Comprenden que no pueden vivir así? ¿Comprenden que solo se tienen el uno al otro? Me cubro aún más mientras avanzo hacia la puerta trasera, la que da a la cocina, y daría lo que fuera por poder aparecer en mi hogar nada más cruzar el umbral para encontrarme a Alfred preparándome leche con miel para las noches de pesadillas.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/01/2016
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Re: Open Wounds [privado]
Hace mucho que no me enfrento a un neófito, sé la fuerza que tienen, la sed de sangre… Puede quitarme de en medio con un simple manotazo, pero al parecer, es la primera vez que se enfrenta a unos cazadores, porque está aquí quieto como un conejo asustado, mirando por encima de mi hombro, deseoso por hundir sus colmillos sobre la suave y delicada piel de Jane. La flecha de la ballesta le hace demasiada presión, si su piel no fuese dura como la piedra hace mucho que estaría sangrando. La voz de mi hermana aparece detrás de mi espalda y cierro los ojos, tengo que seguir aquí, al pie del cañón para que esto no se convierta en una masacre. No le contesto, cuando quiero darme cuenta tengo a Jane a mi lado, apartando mi dedo del gatillo y colocando el suyo en su lugar. Me aparto antes de que lo apriete y veo como el cuerpo inerte del neófito cae al suelo. Sé que a Adaline no le gusta esto, pero es lo que somos. En este mundo salvaje o matas o te matan. No hay puntos intermedios. Aún no quiero girarme para ver a una Adaline con los ojos fuera de sus órbitas, es la segunda vez que ve el cadáver de un vampiro y aún tengo grabado en mi mente su cara la primera vez que vio uno. Jane clava su mirada en la mía y veo como su blusa de color blanco se ha vuelto roja y también algunas partes desnudas de su piel. Debe de volver a ducharse.
Entonces, Jane explota. Quiere dejarnos claro su opinión acerca de la relación que tenemos en estos momentos mi hermana y yo. Y tiene todo el derecho del mundo a decirla, soy yo quien la ha metido en medio cuando le he pedido que se quedase en la habitación conmigo. Las palabras que le dedica a mi hermana me hacen acordarme de aquella noche, aquella noche en la que caí y que si no fuese por Jane, estaría más muerto que un enfermo de peste. Y sí, tiene razón también al decir que Adaline es lo único que me queda. Lo único que me une a mi familia, es quien hace que los recuerdos cobren vida y sobre todo me hace recordar día y noche que mi familia un día existió y que había amor en ellos, hasta que todo terminó. Mi hermana se queda rumiando las palabras que le ha dedicado Jane y esta, se gira para mirarme de nuevo, directamente a mis ojos, intentando atravesarme con los suyos, como hace siempre que quiere decirme algo importante. Sus palabras me llegan a lo más profundo de mi interior y desvió mi mirada de Jane hasta Adaline. Tiene razón, ya es una mujer, yo a su edad ya estaba cazando monstruos, seguro que ella también puede enfrentarse a los suyos propios. Dejo escapar un suspiro, Jane tiene mucho menos que yo. Se lo arrebataron todo, uno a uno. Veo como se marcha hacía dentro y desisto en seguirla, debe de tener su intimidad en estos momentos, recomponerse y ponerse al calor del fuego para olvidarse que esta noche ha vuelto a matar manchándose las manos y rezar para que no tenga pesadillas.
Miro de reojo el cadáver inerte del neófito y decido dejarlo para luego, no creo que los vecinos a estas horas estén cotilleando a través de las cortinas. Doy unos pasos hasta mi hermana y me fundo con ella en un abrazo. Abrazo que necesito como el aire para respirar. ¿Cuánto hace que no la tocaba? Demasiado tiempo. Huelo su pelo, que huele al mismo champú de siempre. Suspiro y me separo para poder mirarla. ―Pérdoname por haberte ocultado la verdad sobre la muerte de padre y sobre verdaderamente a lo que me dedico y por todas las cosas horribles que te he dicho. Siempre serás una Lutz hagas lo que hagas, Adaline. He sido un idiota, pero tengo demasiado miedo a perderte. ― Cojo aire para poder seguir diciéndole todo lo que quiero. ―Te quiero y siempre te voy a querer. Si quieres seguir a partir de ahora tu camino en solitario está bien, lo aceptaré, pero recuerda que yo siempre voy a estar aquí por y para ti. ― Me aparto un poco más y me quedo mirándola. Debe de emprender su propia vida y disfrutarla. Si lo hace lejos de aquí incluso mejor, por si algún vampiro o licántropo algún día descubre donde vivo. Si vivo yo solo ella no correrá riesgo alguno. Miro de nuevo al cadáver y después a Adaline y me quedo expectante por lo que tenga que decirme, por saber si me perdona todo lo malo que tengo, todo el daño que le he hecho con las mentiras.
Entonces, Jane explota. Quiere dejarnos claro su opinión acerca de la relación que tenemos en estos momentos mi hermana y yo. Y tiene todo el derecho del mundo a decirla, soy yo quien la ha metido en medio cuando le he pedido que se quedase en la habitación conmigo. Las palabras que le dedica a mi hermana me hacen acordarme de aquella noche, aquella noche en la que caí y que si no fuese por Jane, estaría más muerto que un enfermo de peste. Y sí, tiene razón también al decir que Adaline es lo único que me queda. Lo único que me une a mi familia, es quien hace que los recuerdos cobren vida y sobre todo me hace recordar día y noche que mi familia un día existió y que había amor en ellos, hasta que todo terminó. Mi hermana se queda rumiando las palabras que le ha dedicado Jane y esta, se gira para mirarme de nuevo, directamente a mis ojos, intentando atravesarme con los suyos, como hace siempre que quiere decirme algo importante. Sus palabras me llegan a lo más profundo de mi interior y desvió mi mirada de Jane hasta Adaline. Tiene razón, ya es una mujer, yo a su edad ya estaba cazando monstruos, seguro que ella también puede enfrentarse a los suyos propios. Dejo escapar un suspiro, Jane tiene mucho menos que yo. Se lo arrebataron todo, uno a uno. Veo como se marcha hacía dentro y desisto en seguirla, debe de tener su intimidad en estos momentos, recomponerse y ponerse al calor del fuego para olvidarse que esta noche ha vuelto a matar manchándose las manos y rezar para que no tenga pesadillas.
Miro de reojo el cadáver inerte del neófito y decido dejarlo para luego, no creo que los vecinos a estas horas estén cotilleando a través de las cortinas. Doy unos pasos hasta mi hermana y me fundo con ella en un abrazo. Abrazo que necesito como el aire para respirar. ¿Cuánto hace que no la tocaba? Demasiado tiempo. Huelo su pelo, que huele al mismo champú de siempre. Suspiro y me separo para poder mirarla. ―Pérdoname por haberte ocultado la verdad sobre la muerte de padre y sobre verdaderamente a lo que me dedico y por todas las cosas horribles que te he dicho. Siempre serás una Lutz hagas lo que hagas, Adaline. He sido un idiota, pero tengo demasiado miedo a perderte. ― Cojo aire para poder seguir diciéndole todo lo que quiero. ―Te quiero y siempre te voy a querer. Si quieres seguir a partir de ahora tu camino en solitario está bien, lo aceptaré, pero recuerda que yo siempre voy a estar aquí por y para ti. ― Me aparto un poco más y me quedo mirándola. Debe de emprender su propia vida y disfrutarla. Si lo hace lejos de aquí incluso mejor, por si algún vampiro o licántropo algún día descubre donde vivo. Si vivo yo solo ella no correrá riesgo alguno. Miro de nuevo al cadáver y después a Adaline y me quedo expectante por lo que tenga que decirme, por saber si me perdona todo lo malo que tengo, todo el daño que le he hecho con las mentiras.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Open Wounds [privado]
Segundos, eso fue todo lo que tomó, aunque de alguna forma me pareció un momento muchísimo más largo, ese, en el cual vi como Jane se movía para apartar a mi hermano y con un simple movimiento de sus dedos disparaba la flecha contra el pecho del vampiro. Es extraño, pero de algún modo creí sentir el dolor del sobrenatural cuando su rostro adornado por su bella juventud y por aquella piel pálida que competía con la superficie de la luna quedó paralizado. Y no fue un cuadro hermoso, sino grotesco, porque en su último suspiro había intentado alcanzar a Jane, hambriento, peligroso como un depredador que no piensa en otra cosa más que en su presa y ahora yacía como un muñeco de trapo sobre el suelo, con una visible mueca que quedaba sellada en él, desfigurando un rostro que otrora fuera apuesto.
Dejé caer el revólver al suelo, sintiendo un vacío enorme, un hueco en el pecho al pensar en aquel ser a quien le fue otorgada la vida eterna, aquella capacidad de vencer a la muerte y de convertirse para siempre en un caminante de este mundo. Era hermoso si, pero de una forma oscura, y ya nunca saciaría su sed de sangre, nunca pasaría de ser un neófito. Me pregunté si sus padres aún le lloraban, si habría simplemente desaparecido una noche de su casa para no volver jamás.
Lo contemplé sobre el verde pasto y luego desvié mi mirada hacia Jane, que de pie bajo los rayos lunares no era más que una joven como yo, hermosa si, pero letal. Me pregunté que le habría orillado a ser cazadora, que tristes secretos debía guardar su corazón para tornarla en partidaria de la muerte y cazar a sobrenaturales. Su rostro de piel blanca contrastaba con la roja sangre que la cubría. Reparé entonces en los arañazos sobre su piel, clara evidencia de que el vampiro se le había lanzado encima y al subir mi mirada hacia su rostro la mantuve sobre sus ojos azules que repentinamente me mostraban tristeza.
La escuché hablar palabras que no esperaba oír, tornándose de repente en intermediaria entre Gael y yo. Le escuché decir que había estado con mi hermano cuando este había caído y se había levantado, y aquello me produjo un frió helado que me congeló el corazón. Escuché la última parte en la cual su voz quebrada hablaba de lo que haría si su hermano aún estuviera vivo y la seguí con la mirada cuando camino de vuelta hacia la casa. Pasó a un lado mio sin verme y no supe que decirle.
Apenas había dejado de verla cuando repentinamente Gael en un par de zancadas se acercó a mi y me estrechó entre sus brazos. Estaban tibios a pesar de que el viento tenue a nuestro alrededor era frío, o así lo sentía yo. ¿No habían sido sus brazos siempre tibios? Recordé que si, lo recordé a él llevándome sobre sus hombros, tomándome de la mano mientras caminábamos por el parque, posando su mano sobre mi frente para sentir mi temperatura cuando estaba enferma.
Alcé mis brazos y lo estreché entre los míos, dejando a un lado finalmente mi actitud distante, olvidándome de mi empeño de herirlo para provocar que se alejara de mi, que me odiara. Lo miré, enlazando mis ojos con aquellos tan familiares y escuché cada palabra que me dirigió, palabras que necesitaba oír desde que me fui de la casa con el corazón hecho añicos. Alcé una mano y toqué su mejilla con profunda emoción reflejada en mi rostro. -Te pareces tanto a padre de más de una manera... si madre estuviera viva y pudiera verte diría lo mismo. No solo te asemejas en el físico, eres fuerte, eres tenaz, eres un sobreviviente.-
Lo contemplé un momento intentando encontrar las palabras que quería decirle. -También te quiero, siempre te querré, como no habría de hacerlo, eres mi hermano, eres mi padre. Se me desgarró el corazón cuando me fui de la casa y no supe más de ti.- Se me quebraba la voz al confesárselo y sonreí tristemente al mirarlo. Lo quería pero no quería que fuera cazador, no quería que cayera y mucho menos no quería no estar con él para ayudarle a levantarse cuando lo hacía. -Dame tiempo...- susurré, intentando hacerme a la idea de lo que hacía, intentando comprender el por qué quería seguir ese camino. -Lo necesito, debo asimilar mucho.- Quise que me comprendiera pero lo que quería añadir clavaba espinas en mi alma. -Y hay otra razón por la que quiero estar sola, quizás más adelante encuentre la manera de decirtela.-
Me incliné hacia él y retuve mis labios en un cálido beso sobre su mejilla antes de mirarlo otra vez. -Nos volveremos a ver, te buscaré, pero por favor por ahora no me busques. Concéntrate en mantenerte en pie, no quiero que caigas, no sé que haría si lo hicieras.-
Deshice el abrazo despacio y desvié mi mirada hacia la casa. -Se ve que es una chica fuerte, cuida de ella y deja que ella cuide de ti. Ya veo que se apoyan el uno al otro y eso me dará consuelo estos días. Dile que... dile que a pesar de lo sucedido me agradó conocerle y que en el futuro me gustaría que los tres nos reuniéramos en mejores circunstancias.- Presioné sus manos y ahondé en sus ojos una última vez antes de dejarlas ir renuentemente.-Hasta pronto...-
Di la media vuelta y comencé a alejarme, con pesadumbre reflejada en mi rostro, una que no quería que él viera. Aceleré los pasos mientras caminaba sobre la acera, la noche se tornaba helada por lo que hundí mis manos en el bolsillo de mi abrigo, tanteando en el la razón por la que regresé a casa. Sostuve la pequeña caja entre mis dedos, aquella que contenía el anillo familiar que me había regalado madre, cuando me había dicho que debía guardarlo como un tesoro hasta que llegara el día en que me desposara, y aunque sabía que nunca uniría mi vida a nadie, aunque estaba segura de que tal cosa jamás se llevaría a cabo, sentí la presencia de mi madre de una forma casi tangible junto a mi mientras me internaba por las calles de París. -He recuperado el anillo mamá...-
Dejé caer el revólver al suelo, sintiendo un vacío enorme, un hueco en el pecho al pensar en aquel ser a quien le fue otorgada la vida eterna, aquella capacidad de vencer a la muerte y de convertirse para siempre en un caminante de este mundo. Era hermoso si, pero de una forma oscura, y ya nunca saciaría su sed de sangre, nunca pasaría de ser un neófito. Me pregunté si sus padres aún le lloraban, si habría simplemente desaparecido una noche de su casa para no volver jamás.
Lo contemplé sobre el verde pasto y luego desvié mi mirada hacia Jane, que de pie bajo los rayos lunares no era más que una joven como yo, hermosa si, pero letal. Me pregunté que le habría orillado a ser cazadora, que tristes secretos debía guardar su corazón para tornarla en partidaria de la muerte y cazar a sobrenaturales. Su rostro de piel blanca contrastaba con la roja sangre que la cubría. Reparé entonces en los arañazos sobre su piel, clara evidencia de que el vampiro se le había lanzado encima y al subir mi mirada hacia su rostro la mantuve sobre sus ojos azules que repentinamente me mostraban tristeza.
La escuché hablar palabras que no esperaba oír, tornándose de repente en intermediaria entre Gael y yo. Le escuché decir que había estado con mi hermano cuando este había caído y se había levantado, y aquello me produjo un frió helado que me congeló el corazón. Escuché la última parte en la cual su voz quebrada hablaba de lo que haría si su hermano aún estuviera vivo y la seguí con la mirada cuando camino de vuelta hacia la casa. Pasó a un lado mio sin verme y no supe que decirle.
Apenas había dejado de verla cuando repentinamente Gael en un par de zancadas se acercó a mi y me estrechó entre sus brazos. Estaban tibios a pesar de que el viento tenue a nuestro alrededor era frío, o así lo sentía yo. ¿No habían sido sus brazos siempre tibios? Recordé que si, lo recordé a él llevándome sobre sus hombros, tomándome de la mano mientras caminábamos por el parque, posando su mano sobre mi frente para sentir mi temperatura cuando estaba enferma.
Alcé mis brazos y lo estreché entre los míos, dejando a un lado finalmente mi actitud distante, olvidándome de mi empeño de herirlo para provocar que se alejara de mi, que me odiara. Lo miré, enlazando mis ojos con aquellos tan familiares y escuché cada palabra que me dirigió, palabras que necesitaba oír desde que me fui de la casa con el corazón hecho añicos. Alcé una mano y toqué su mejilla con profunda emoción reflejada en mi rostro. -Te pareces tanto a padre de más de una manera... si madre estuviera viva y pudiera verte diría lo mismo. No solo te asemejas en el físico, eres fuerte, eres tenaz, eres un sobreviviente.-
Lo contemplé un momento intentando encontrar las palabras que quería decirle. -También te quiero, siempre te querré, como no habría de hacerlo, eres mi hermano, eres mi padre. Se me desgarró el corazón cuando me fui de la casa y no supe más de ti.- Se me quebraba la voz al confesárselo y sonreí tristemente al mirarlo. Lo quería pero no quería que fuera cazador, no quería que cayera y mucho menos no quería no estar con él para ayudarle a levantarse cuando lo hacía. -Dame tiempo...- susurré, intentando hacerme a la idea de lo que hacía, intentando comprender el por qué quería seguir ese camino. -Lo necesito, debo asimilar mucho.- Quise que me comprendiera pero lo que quería añadir clavaba espinas en mi alma. -Y hay otra razón por la que quiero estar sola, quizás más adelante encuentre la manera de decirtela.-
Me incliné hacia él y retuve mis labios en un cálido beso sobre su mejilla antes de mirarlo otra vez. -Nos volveremos a ver, te buscaré, pero por favor por ahora no me busques. Concéntrate en mantenerte en pie, no quiero que caigas, no sé que haría si lo hicieras.-
Deshice el abrazo despacio y desvié mi mirada hacia la casa. -Se ve que es una chica fuerte, cuida de ella y deja que ella cuide de ti. Ya veo que se apoyan el uno al otro y eso me dará consuelo estos días. Dile que... dile que a pesar de lo sucedido me agradó conocerle y que en el futuro me gustaría que los tres nos reuniéramos en mejores circunstancias.- Presioné sus manos y ahondé en sus ojos una última vez antes de dejarlas ir renuentemente.-Hasta pronto...-
Di la media vuelta y comencé a alejarme, con pesadumbre reflejada en mi rostro, una que no quería que él viera. Aceleré los pasos mientras caminaba sobre la acera, la noche se tornaba helada por lo que hundí mis manos en el bolsillo de mi abrigo, tanteando en el la razón por la que regresé a casa. Sostuve la pequeña caja entre mis dedos, aquella que contenía el anillo familiar que me había regalado madre, cuando me había dicho que debía guardarlo como un tesoro hasta que llegara el día en que me desposara, y aunque sabía que nunca uniría mi vida a nadie, aunque estaba segura de que tal cosa jamás se llevaría a cabo, sentí la presencia de mi madre de una forma casi tangible junto a mi mientras me internaba por las calles de París. -He recuperado el anillo mamá...-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Open Wounds [privado]
Me miro las manos y no las reconozco, por un momento al entrar en la casa mi vista se nubló y tuve que aferrarme al marco de la puerta para no caer. Siento el pecho vacío a pesar de que no puedo controlar la rapidez de mis latidos, jamás pensé que podría cruzarme con Adaline de esta manera o que de mis labios saldrían semejantes palabras. Hacía mucho tiempo que no me detenía a pensar en lo mucho que necesito a mi hermano y las veces que evito pensar en él. Mi reflejo es un borrón cansado y manchado de sangre, tengo gotas carmesí en las mejillas y ojeras bajo los ojos, si pudiera me tumbaría sobre las lozas del aseo y fingiría que no ha ocurrido nada, sin embargo vuelvo a meterme en la bañera que había dejado preparada para Gael y me sumerjo entera. El agua caliente me escuece en las heridas y pronto el agua se tiñe de rojo. Me quedo así durante varios minutos, con la vista perdida y la expresión vacía. La imagen se me antoja como una metáfora de lo que siempre he sido, de lo que siempre estará en mi camino: la sangre. Cuando creo que me siento más tranquila termino de asearme y una vez seca descubro que los arañazos sobre mis clavículas y canalillo no son tan graves como esperaba, a lo sumo en un par de días estarán casi cicatrizadas pero lo peor será esconderlas de tía Lena. Aún con algunas gotas deslizándose por mi cuerpo y cabello me pongo mi propia bata de cambio y me encamino hacia la habitación de invitados, desde que sé que Adaline puede entrar de nuevo a su antojo y a saber quién sabe cuantas veces lo habrá hecho sin nosotros saber nada, no me siento cómoda. Ella tiene razón, soy una intrusa. Y mirándolo con detenimiento nada de lo que hago aquí es correcto, se supone que soy una dama, una señorita con modales y la cual no debe salir de casa después del toque de queda y jamás sola, jamás. Incluso siendo cazadora eso no me excusa de la lógica. En otra época ni se me habría pasado por la cabeza tomar un baño en casa ajena y dormir en el hogar de un hombre aunque fuesen en habitaciones separadas. Lo que ocurre cuando Gael y yo estamos juntos no entiende de formalismos ni cortesías. Frunzo el ceño mientras vuelvo a vestirme, esta vez con mis pantalines de caza y una blusa holgada. Debería irme. No sé cómo están yendo las cosas entre ellos después de mi estúpido discurso, no debí interponerme y si bien espero que haya servido para algo, siento que hice mal. ¿Cómo reaccionaría yo si una total desconocida me da sermones de vida?
Al observar la habitación iluminada de forma tenue por las velas me doy cuenta de que hay mucho de mi aquí, varios libros, mudas de ropa, mis propias sábanas... Algo no está bien, no sé en qué momento todo esto se volvió natural para nosotros, no comprendo en qué momento la persona con la que me crucé en el callejón se volvió vital para mi. Pese al cansancio y la falta de sueño siento que esta no es la mejor noche para quedarme, Gael necesita estar solo y pensar, encontrar un poco de paz dentro de su propia soledad. Guardo una bufanda y una de mis dagas en la bolsa de cuero, abro la puerta y comienzo a bajar al piso inferior para poder ponerme mis botas ya que aunque estén llenas de barro son el único calzado que tengo aquí. Lo primero que hago al llegar al recibidor es ponerme el abrigo pese a que aún estoy descalza, siento frío en todo el cuerpo, una sensación extraña en realidad. Cuando me giro veo a Gael recorriéndo el pasillo pero Adaline no está con él. Me muerdo el labio sin saber por un instante qué decir ya que la culpabilidad me puede, si ella se ha ido y todo ha acabado en desastre por mis palabras...
-Deberia irme-sale de mis labios antes de que él pueda comentar nada-Ahora mismo solo estoy interponiéndome y estoy segura de que tienes muchas cosas que asimilar-me paso una mano por el pelo hasta llevar los mechones húmedos detrás de mis orejas-A veces no soy consciente de que tú también necesitas estar solo y que no todo gira entorno a la caza, tú hermana te necesita y ha sido egoísta por mi parte entrometerme-lo miro durante los segundos que dura su silencio, a éstas alturas aún no puedo adivinar qué cruza por su mente cuando tiene esa mirada-Solo quiero que estés bien- susurro, quizás un abrazo podría romper la fortaleza que se ha esforzado por mantener todo este tiempo en el que Ada ha estado ausente, así que me quedo donde estoy esperando una respuesta que parece no llegar.
Al observar la habitación iluminada de forma tenue por las velas me doy cuenta de que hay mucho de mi aquí, varios libros, mudas de ropa, mis propias sábanas... Algo no está bien, no sé en qué momento todo esto se volvió natural para nosotros, no comprendo en qué momento la persona con la que me crucé en el callejón se volvió vital para mi. Pese al cansancio y la falta de sueño siento que esta no es la mejor noche para quedarme, Gael necesita estar solo y pensar, encontrar un poco de paz dentro de su propia soledad. Guardo una bufanda y una de mis dagas en la bolsa de cuero, abro la puerta y comienzo a bajar al piso inferior para poder ponerme mis botas ya que aunque estén llenas de barro son el único calzado que tengo aquí. Lo primero que hago al llegar al recibidor es ponerme el abrigo pese a que aún estoy descalza, siento frío en todo el cuerpo, una sensación extraña en realidad. Cuando me giro veo a Gael recorriéndo el pasillo pero Adaline no está con él. Me muerdo el labio sin saber por un instante qué decir ya que la culpabilidad me puede, si ella se ha ido y todo ha acabado en desastre por mis palabras...
-Deberia irme-sale de mis labios antes de que él pueda comentar nada-Ahora mismo solo estoy interponiéndome y estoy segura de que tienes muchas cosas que asimilar-me paso una mano por el pelo hasta llevar los mechones húmedos detrás de mis orejas-A veces no soy consciente de que tú también necesitas estar solo y que no todo gira entorno a la caza, tú hermana te necesita y ha sido egoísta por mi parte entrometerme-lo miro durante los segundos que dura su silencio, a éstas alturas aún no puedo adivinar qué cruza por su mente cuando tiene esa mirada-Solo quiero que estés bien- susurro, quizás un abrazo podría romper la fortaleza que se ha esforzado por mantener todo este tiempo en el que Ada ha estado ausente, así que me quedo donde estoy esperando una respuesta que parece no llegar.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Open Wounds [privado]
Espero muchas reacciones de Adaline sobre mi abrazo, puede que no me lo devuelva, que me aparte de un maldito empujón o que me escupa a la cara con el rencor acumulado que lleva en su interior y está noche me ha dejado ver un poco de él. Han pasado muchos días desde que descubrió todo y se marchó de casa sin poder hablar con calma. Ella no ha intentando arreglar las cosas ni yo tampoco, ha tenido que ser Jane la que nos abra los ojos a ambos y nos enseñe lo estúpido que es nuestro comportamiento. Mis brazos la envuelven y también la envuelven mis palabras, las libero desde lo más profundo de mi ser en el último intento desesperado que tengo para poder rehacer nuestra relación y forjarla con lazos irrompibles. Ella me devuelve el abrazo y una amplia sonrisa se coloca en mi cara al notar su calidez. Cierro los ojos cuando pasa su mano por mi mejilla y escucho. Los recuerdos de padre acuden a mi mente, él también era rubio, alto y fuerte… Aunque no tanto como para enfrentarse a lo que acabó con su vida.
Vuelvo a abrir los ojos al escuchar sus te quiero, al notar como su voz lucha por no romperse y como trata de aceptarme tal y como soy, trata de entender mi mundo, un mundo que hace poco acaba de conocer y esta noche es la segunda en la que me ve como realmente soy, para ella, un asesino. A mí también se me desgarró algo por dentro cuando la vi marchar y no volver, por eso contraté los servicios de Erlend… Un remedio desesperado para un hombre desesperado. Mi mente comienza a bullir cuando escucho las últimas palabras y en mi cara aparecen arrugas asociadas a fruncir el ceño. ¿Qué estará tramando? La curiosidad se instala en mí, pero desisto en preguntar, yo me pasé años ocultándole la verdad, ella se merece tiempo para prepararse y contarme lo que quiera que sea que esté tramando o haciendo. —Está bien. No voy a preguntar y tampoco a buscarte. Te mereces tu tiempo, al igual que yo he tenido el mío. — Beso su frente en un gesto protector antes de que nuestros brazos se separen. —Por favor cuídate y ten cuidado. — Confío en ella y también en que estará bien, es una mujer fuerte que ha salido de una alacena a golpe de pistola… Sabe cuidarse.
Mi vista vuela hasta la casa por donde se ha perdido Jane. Escucho de nuevo a mi hermana y vuelvo a sonreír. Jane es increíble, hasta mi hermana lo sabe. —Se lo diré. — No digo nada más y la veo partir, Dios sabe a que lugares le llevarán sus pasos. Mis ojos la siguen hasta que la pierdo de vista y me vuelvo para mirar el cadáver del neófito. Jane ya ha tenido suficiente esta noche, por lo que tengo que hacerlo yo solo. Muevo el cadáver a un rincón que es un punto negro para las miradas, nadie podrá ver lo que está ocurriendo si es que se despiertan. Al lado del pequeño cobertizo, hay leña y unas cerillas… Chasqueo la lengua, el alcohol siempre es lo que más rápido y mejor arde. Abro la puerta del cobertizo y busco a oscuras alguna botella, la cual encuentro a la tercera oportunidad. Huelo para comprobar el líquido y me aparto, es una botella de vodka que a saber cuánto tiempo lleva ahí perdida. Derramo el líquido sobre el cadáver, y lanzo la cerilla para que este arda hasta convertirse en cenizas. Coloco mis manos en los bolsillos mientras el calor comienza a hacerme sudar. Jane me ha salvado muchas veces y hoy lo ha vuelto a hacer… Le debo demasiado, más de lo que ella misma se imagina. Algún día le devolveré todos y cada uno de los favores… Muerdo mi labio y me giro cuando el fuego termina, ya no hay restos del neófito, solo ceniza sobre la hierba.
Seco el sudor de mi frente con el brazo y veo a Jane en el recibidor con el abrigo puesto. No me deja hablar y comienza a hablar, como hace cuando está nerviosa o sabe que ha hecho algo mal. Por fin, termina de hablar y me dan ganas de poner los ojos en blanco, pero no lo hago. Me quedo serio mirándola, como si estuviese pensando algo que decir, aunque sé exactamente lo que decirle desde hace un rato, desde que ella ha dicho la palabra clave. Dejo escapar una leve sonrisa y clavo mis ojos azules en los suyos. —Lo único que se está interponiendo aquí es el aire entre tu cuerpo y el mío. — En un par de pasos mis brazos ya la envuelven en un abrazo y mis labios luchan por no terminar sobre los de ella, así que simplemente la beso en la mejilla. —Esta noche no quiero estar solo, no quiero que te vayas a dormir a tu casa. Quédate a dormir conmigo. — Le quito el abrigo y lo dejo en el suelo. —Estoy bien Jane. Has arreglado algo que parecía roto para siempre. Hemos hecho las paces gracias a ti… Y… — Me muerdo el labio sin dejar de mirarla un instante. —He comprendido que solo estoy bien cuando estoy contigo. — No sé cómo va a interpretar esas palabras, si por mi fuese, dormiría todas las noches con ella, esta casa ha vuelto a la vida desde que ella está aquí. Yo mismo he vuelto a vivir desde que ella apareció.
Vuelvo a abrir los ojos al escuchar sus te quiero, al notar como su voz lucha por no romperse y como trata de aceptarme tal y como soy, trata de entender mi mundo, un mundo que hace poco acaba de conocer y esta noche es la segunda en la que me ve como realmente soy, para ella, un asesino. A mí también se me desgarró algo por dentro cuando la vi marchar y no volver, por eso contraté los servicios de Erlend… Un remedio desesperado para un hombre desesperado. Mi mente comienza a bullir cuando escucho las últimas palabras y en mi cara aparecen arrugas asociadas a fruncir el ceño. ¿Qué estará tramando? La curiosidad se instala en mí, pero desisto en preguntar, yo me pasé años ocultándole la verdad, ella se merece tiempo para prepararse y contarme lo que quiera que sea que esté tramando o haciendo. —Está bien. No voy a preguntar y tampoco a buscarte. Te mereces tu tiempo, al igual que yo he tenido el mío. — Beso su frente en un gesto protector antes de que nuestros brazos se separen. —Por favor cuídate y ten cuidado. — Confío en ella y también en que estará bien, es una mujer fuerte que ha salido de una alacena a golpe de pistola… Sabe cuidarse.
Mi vista vuela hasta la casa por donde se ha perdido Jane. Escucho de nuevo a mi hermana y vuelvo a sonreír. Jane es increíble, hasta mi hermana lo sabe. —Se lo diré. — No digo nada más y la veo partir, Dios sabe a que lugares le llevarán sus pasos. Mis ojos la siguen hasta que la pierdo de vista y me vuelvo para mirar el cadáver del neófito. Jane ya ha tenido suficiente esta noche, por lo que tengo que hacerlo yo solo. Muevo el cadáver a un rincón que es un punto negro para las miradas, nadie podrá ver lo que está ocurriendo si es que se despiertan. Al lado del pequeño cobertizo, hay leña y unas cerillas… Chasqueo la lengua, el alcohol siempre es lo que más rápido y mejor arde. Abro la puerta del cobertizo y busco a oscuras alguna botella, la cual encuentro a la tercera oportunidad. Huelo para comprobar el líquido y me aparto, es una botella de vodka que a saber cuánto tiempo lleva ahí perdida. Derramo el líquido sobre el cadáver, y lanzo la cerilla para que este arda hasta convertirse en cenizas. Coloco mis manos en los bolsillos mientras el calor comienza a hacerme sudar. Jane me ha salvado muchas veces y hoy lo ha vuelto a hacer… Le debo demasiado, más de lo que ella misma se imagina. Algún día le devolveré todos y cada uno de los favores… Muerdo mi labio y me giro cuando el fuego termina, ya no hay restos del neófito, solo ceniza sobre la hierba.
Seco el sudor de mi frente con el brazo y veo a Jane en el recibidor con el abrigo puesto. No me deja hablar y comienza a hablar, como hace cuando está nerviosa o sabe que ha hecho algo mal. Por fin, termina de hablar y me dan ganas de poner los ojos en blanco, pero no lo hago. Me quedo serio mirándola, como si estuviese pensando algo que decir, aunque sé exactamente lo que decirle desde hace un rato, desde que ella ha dicho la palabra clave. Dejo escapar una leve sonrisa y clavo mis ojos azules en los suyos. —Lo único que se está interponiendo aquí es el aire entre tu cuerpo y el mío. — En un par de pasos mis brazos ya la envuelven en un abrazo y mis labios luchan por no terminar sobre los de ella, así que simplemente la beso en la mejilla. —Esta noche no quiero estar solo, no quiero que te vayas a dormir a tu casa. Quédate a dormir conmigo. — Le quito el abrigo y lo dejo en el suelo. —Estoy bien Jane. Has arreglado algo que parecía roto para siempre. Hemos hecho las paces gracias a ti… Y… — Me muerdo el labio sin dejar de mirarla un instante. —He comprendido que solo estoy bien cuando estoy contigo. — No sé cómo va a interpretar esas palabras, si por mi fuese, dormiría todas las noches con ella, esta casa ha vuelto a la vida desde que ella está aquí. Yo mismo he vuelto a vivir desde que ella apareció.
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Re: Open Wounds [privado]
Antes de que pueda decir o hacer nada los brazos de Gael rodean mi derrotado cuerpo y la sensación de estar cayendo al vacío desaparece. Me debato entre la incredulidad y el alivio, por un momento creí haber imaginado sus palabras pero el hecho de estar tan cerca de él no deja opción a duda. Hay un matiz distinto en su voz, una súplica pasiva, su cuerpo desprende ese calor que hasta ahora no habia podido catar y me pregunto cuántas veces habré deseado poder abrazarlo sin motivo. Hundo mi rostro en su cuello, mis labios rozan por un momento el borde de su clavícula y me obligo a no moverme, petrificada tal y como estoy por temor a que el rubor de mi rostro sea descubierto. Me ha pillado por sorpresa y no soporto verme en desventaja. Algunos escalofríos me sacuden y cuando mi abrigo cae a mis pies compruebo que no se trata del frío, necesito sentirme firme así que mis manos aferran su camisa. ¿Cómo pueden los demás decir semejantes palabras con tanta naturalidad? ¿Cómo pueden soltar una bomba como esa y esperar que el otro no se derrumbe? No sé cómo enfrentarme a esto, decenas de veces nuestros cuerpos han estado a centrímetos mientras cazabamos, cien veces hemos compartido momentos que entre una dama y un caballero estarían mal vistos, nuestra relación no entiende de modales o cortesía cuando entrenamos y, sin embargo, no encuentro la manera de mover ficha. Nadie me ha entrenado para esto, me digo, mientras mi respiración de agita.
-Me quedaré si es lo que deseas-murmuro contra el cuello de su camisa. No sería la primera vez que duermo en esta casa y tampoco es raro que nos hayamos dado las buenas noches o compartido madrugadas en vela. Pero es la primera vez que confiesa que se siente solo. Y eso me quema, me duele-Lo que he dicho...-escucho que dice Jane, mi nombre, como quien recita un poema, y eso me hace guardar silencio. No sé qué es lo que cruza por su mente en este momento o qué expresión debe tener su rostro pero no tengo el valor para mirarlo, menos después de sus últimas palabras.
Nos quedamos así largos minutos, bajo la poca luminosidad del recibidor y con gato ronroneando a nuestros pies. Siento mi pelo gotear aún por el rápido baño de hace un momento y sé que de no secarlo terminaré cogiendo un resfriado, pero no me importa, no necesito moverme si llevo el calor de Gael conmigo. ¿Cuándo empecé a echarlo de menos, a pensar en él antes de dormir? Es el sonido de la lluvia tamborileando en las ventanas lo que me saca de mis pensamientos, abro los ojos y me muevo un poco bajo sus brazos para escuchar mejor, me sorprende tanto que esté lloviendo que casi necesito ver para creer.
-Deberíamos movernos-no, en realidad no. Me separo lentamente casi sintiéndome culpable por romper la pequeña burbuja que hemos creado y lo miro entonces. ¿Debería dar respuesta a sus últimas palabras?-Encenderé la chimenea, comienza a hacer frío...-murmuro, y le hago un gesto para que me acompañe al salón, aunque no espero por él a que se mueva. Gato se adelanta y sube a la repisa desde donde observa todos mis movimientos deseoso de sentir el calor de la lumbre, el cual no tarda en aparecer. Me siento en el sofá de siempre, sobre uno de los brazos de éste hay varios libros cuyas lecturas he dejado a medias y la manta que suelo llevar puesta las noches que decidimos que estamos demasiado cansados para dormir. Hay demasiado de mi en esta casa y, aunque realmente no es lo que pienso, me he convertido en algo parecido a una intrusa-Ha sido una noche de locos, menuda manera de presentarme a tu hermana...¡la he atacado!-comento, una risa nerviosa se me escapa ya que todo parece un chiste, aunque aún no veo a Gael sé que me escucha. Gato parece decidir que la manta que llo puesta es más calentita y se acurruca en mis muslos-No creo que seas consciente de cuánto os parecéis, impulsivos y orgullos Lutz, hechos de fuego-sonrío levemente mientras pongo toda mi atención en el animal-¿Cómo haces para soportarlos, Gato, qué tienen de especial éstos dos?-el felino me con infinita paciencia. Cuando alzo la vista veo a Gael en el umbral de la puerta, si tan solo pudiera leer sus pensamientos durante un minuto quizás todas mis dudas desaparecerían-¿Qué piensas?-comento casi frustrada, evito pensar en su abrazo su aroma ya impregna mi ropa.
-Me quedaré si es lo que deseas-murmuro contra el cuello de su camisa. No sería la primera vez que duermo en esta casa y tampoco es raro que nos hayamos dado las buenas noches o compartido madrugadas en vela. Pero es la primera vez que confiesa que se siente solo. Y eso me quema, me duele-Lo que he dicho...-escucho que dice Jane, mi nombre, como quien recita un poema, y eso me hace guardar silencio. No sé qué es lo que cruza por su mente en este momento o qué expresión debe tener su rostro pero no tengo el valor para mirarlo, menos después de sus últimas palabras.
Nos quedamos así largos minutos, bajo la poca luminosidad del recibidor y con gato ronroneando a nuestros pies. Siento mi pelo gotear aún por el rápido baño de hace un momento y sé que de no secarlo terminaré cogiendo un resfriado, pero no me importa, no necesito moverme si llevo el calor de Gael conmigo. ¿Cuándo empecé a echarlo de menos, a pensar en él antes de dormir? Es el sonido de la lluvia tamborileando en las ventanas lo que me saca de mis pensamientos, abro los ojos y me muevo un poco bajo sus brazos para escuchar mejor, me sorprende tanto que esté lloviendo que casi necesito ver para creer.
-Deberíamos movernos-no, en realidad no. Me separo lentamente casi sintiéndome culpable por romper la pequeña burbuja que hemos creado y lo miro entonces. ¿Debería dar respuesta a sus últimas palabras?-Encenderé la chimenea, comienza a hacer frío...-murmuro, y le hago un gesto para que me acompañe al salón, aunque no espero por él a que se mueva. Gato se adelanta y sube a la repisa desde donde observa todos mis movimientos deseoso de sentir el calor de la lumbre, el cual no tarda en aparecer. Me siento en el sofá de siempre, sobre uno de los brazos de éste hay varios libros cuyas lecturas he dejado a medias y la manta que suelo llevar puesta las noches que decidimos que estamos demasiado cansados para dormir. Hay demasiado de mi en esta casa y, aunque realmente no es lo que pienso, me he convertido en algo parecido a una intrusa-Ha sido una noche de locos, menuda manera de presentarme a tu hermana...¡la he atacado!-comento, una risa nerviosa se me escapa ya que todo parece un chiste, aunque aún no veo a Gael sé que me escucha. Gato parece decidir que la manta que llo puesta es más calentita y se acurruca en mis muslos-No creo que seas consciente de cuánto os parecéis, impulsivos y orgullos Lutz, hechos de fuego-sonrío levemente mientras pongo toda mi atención en el animal-¿Cómo haces para soportarlos, Gato, qué tienen de especial éstos dos?-el felino me con infinita paciencia. Cuando alzo la vista veo a Gael en el umbral de la puerta, si tan solo pudiera leer sus pensamientos durante un minuto quizás todas mis dudas desaparecerían-¿Qué piensas?-comento casi frustrada, evito pensar en su abrazo su aroma ya impregna mi ropa.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Open Wounds [privado]
El saber que se queda me hace sentir un alivio que hace mucho tiempo que no siento. Hoy no dormiré solo, y es lo que quería. Hoy quiero dormir abrazado a su cuerpo, poder dormirme con el olor de su pelo húmedo por la ducha, ella me ha vuelto a salvar y ya va la segunda vez, si no es la tercera. ¿Quién es aquí el maestro y quien el aprendiz? Ella me ha enseñado más cosas que las que yo mismo le he enseñado a ella. Es la isla desierta para un náufrago. Aferro su cuerpo aún más entre mis brazos, por temor a que no sea real, pero lo es, puedo notar como se agarra con fuerza al cuello de mi camisa, como si tuviera temor a perder el equilibrio, como si el mismo suelo fuese a desaparecer. Va a hablar, pero un “Jane” escapa de mis labios y corto su frase. Cierro los ojos ¿Cuánto llevamos abrazados? Nunca nos habíamos dado un abrazo tan largo, ni siquiera habíamos estado tanto rato en silencio. Pero no es un silencio incómodo, seguro que se oye desde fuera como nuestra cabeza echa humo, perdidos en pensamientos que quizás son mejores que no sepamos.
Noto como Gato se mete entre medio de nuestros pies mientras frota su peludo cuerpo por estos. Siempre le ha gustado Jane, desde el primer momento. Es un gato listo. Abro los ojos al mismo tiempo que ella comienza a moverse, casi tengo los brazos algo agarrotados por estar en la misma posición durante un tiempo. No ha respondido a mis palabras y tampoco quiero que lo haga, ya ha sido bastante sorprendente para mí mismo el confesarle que sin ella me siento solo. No quiero saber que se le cruza por la mente… Por primera vez, me da miedo lo que pueda estar pensando. Dice que va a encender la chimenea, que en la casa empieza a hacer frío. Si hace frío yo no lo siento. Gato la sigue hasta el sofá y yo me quedo quieto en el hall, regodeándome de los últimos restos del abrazo tan intenso que nos hemos dado.
La escucho reír justo cuando me agacho a coger su abrigo, lo cuelgo y me quedo mirándolo un poco. No desentona al lado del mío. Ella ya no desentona en esta casa, ni mucho menos en mi vida. Sonrío y me asomo a la puerta del salón. Me quedo mirando como habla con Gato, como si este pudiera entenderle. Alza la vista del animal peludo hasta la mía. Pregunta sobre lo que estoy pensando y camino hasta ella, quitándole espacio en el sofá y un trozo de manta. La miro de reojo un poco, mientras mis manos empiezan a fastidiar a Gato, cogiéndole de las patas traseras. —Estaba pensando en lo bien que queda tu abrigo en el perchero de la puerta. — Le digo con total seguridad y hago una leve mueca, evitando el romper a reír, porque lo que digo es cierto. Me gusta llegar a casa después de trabajar y que su abrigo esté ahí colgado.
Gato se gira en ese momento y decide que ya ha tenido suficiente fastidio por hoy. Se marcha a su cesta, donde suele pasar la mayor parte del tiempo y se acurruca, quedando en un duerme vela constante. Se moverá cuando Jane lo haga. Siempre duermen juntos. —Creo que le has caído bien, Jane. — Ahora no puedo evitar el reír y dejo escapar una carcajada. Una noche de auténticos locos. Me acurruco a su lado y mi cabeza queda perdida en su hombro. —Tu eres el viento. Por eso te llamo pajarito. — La miro un poco como puedo y paso mi brazo por su cintura, para que no se me quede dormido. El calor del fuego, la manta y su calor corporal hacen que la temperatura esté bien. Podría quedarme dormido en este instante, pero no quiero. No sin ella.
Noto como Gato se mete entre medio de nuestros pies mientras frota su peludo cuerpo por estos. Siempre le ha gustado Jane, desde el primer momento. Es un gato listo. Abro los ojos al mismo tiempo que ella comienza a moverse, casi tengo los brazos algo agarrotados por estar en la misma posición durante un tiempo. No ha respondido a mis palabras y tampoco quiero que lo haga, ya ha sido bastante sorprendente para mí mismo el confesarle que sin ella me siento solo. No quiero saber que se le cruza por la mente… Por primera vez, me da miedo lo que pueda estar pensando. Dice que va a encender la chimenea, que en la casa empieza a hacer frío. Si hace frío yo no lo siento. Gato la sigue hasta el sofá y yo me quedo quieto en el hall, regodeándome de los últimos restos del abrazo tan intenso que nos hemos dado.
La escucho reír justo cuando me agacho a coger su abrigo, lo cuelgo y me quedo mirándolo un poco. No desentona al lado del mío. Ella ya no desentona en esta casa, ni mucho menos en mi vida. Sonrío y me asomo a la puerta del salón. Me quedo mirando como habla con Gato, como si este pudiera entenderle. Alza la vista del animal peludo hasta la mía. Pregunta sobre lo que estoy pensando y camino hasta ella, quitándole espacio en el sofá y un trozo de manta. La miro de reojo un poco, mientras mis manos empiezan a fastidiar a Gato, cogiéndole de las patas traseras. —Estaba pensando en lo bien que queda tu abrigo en el perchero de la puerta. — Le digo con total seguridad y hago una leve mueca, evitando el romper a reír, porque lo que digo es cierto. Me gusta llegar a casa después de trabajar y que su abrigo esté ahí colgado.
Gato se gira en ese momento y decide que ya ha tenido suficiente fastidio por hoy. Se marcha a su cesta, donde suele pasar la mayor parte del tiempo y se acurruca, quedando en un duerme vela constante. Se moverá cuando Jane lo haga. Siempre duermen juntos. —Creo que le has caído bien, Jane. — Ahora no puedo evitar el reír y dejo escapar una carcajada. Una noche de auténticos locos. Me acurruco a su lado y mi cabeza queda perdida en su hombro. —Tu eres el viento. Por eso te llamo pajarito. — La miro un poco como puedo y paso mi brazo por su cintura, para que no se me quede dormido. El calor del fuego, la manta y su calor corporal hacen que la temperatura esté bien. Podría quedarme dormido en este instante, pero no quiero. No sin ella.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Open Wounds [privado]
Siento el pelaje de Gato bajo mis dedos y sus ronroneos reconfortar el ambiente. Escucho sus pasos y no levanto la vista aún cuando siento a Gael sentarse a mi lado, no sé porqué pero hay algo en sus ojos que me abruma, encuentro en su mirada un calor distinto, una intensidad a la que no creo que me acostumbre jamás. Su comentario hace que me muerda el labio porque simplemente no sé qué responder y está claro que él sabe qué clase de efecto tienen sus palabras en mi. Gato se escapa de mis caricias y al final mi mano acaba sobre una de las de Gael, sus nudillos ásperos por la caza y la frialdad de su piel me hace querer abrazarlo por horas. Cuando siento su brazo rodear mi cintura y su cabeza sobre mi hombro tomo su mano entre las mías y para infundirle algo de calor.
-Estás helado-la llevo a mis labios y beso sus dedos, al momento me doy cuenta de que normalmente suelo mantener bastante las distancias, pero desear tenerlo cerca es algo que necesito por inercia. Soy el viento, dice, como quien desvela un secreto por primera vez. Me recorre un escalofrío pero no puedo evitar sonreír, Gael tiene esa facilidad para decir lo que piensa, es impulsivo, intenso, siempre llega al límite sin importar las consecuencias. Somos tan distintos. Yo debo medir mis acciones a diario, tanto si soy la dama perfecta bajo el sol o la cazadora despiadada a partir de media noche. Suspiro sobre su piel y vuelvo a besar sus nudillos que por fin comienza a mantener el calor-¿Cómo puedes decirme cosas cómo esa y esperar que me mantenga de una pieza?-susurro sin más, aunque al momento me arrepiento. ¿Por qué ahora? Siento que me mira y giro el rostro para cruzarme con sus pestañas, jamás había tenido el azul de sus ojos tan cerca de los míos. Mi pecho va a estallar y es irónico sentir tanto ruido por dentro cuando la estancia permanece tan en calma, la chimenea murmura y las luces y sombras cruzan nuestros cuerpos, bajo la manta comienzo a sentir más calor del que en realidad hace y de uno de mis mechones se escapa una gota que va a parar a su mejilla. La simple visión de esto me cautiva y termino besándolo allí donde la gota se ha posado, manteniendo mis labios sobre su piel más tiempo del necesario. ¿Tendré el valor algún día de decirle que mi nombre no es el que susurran sus labios? ¿El valor para dar un paso más hacia él sin temor a perderlo? Me quedo quieta, casi sin respirar, como si así pudiese mantenerlo a mi lado y hacer de la noche eterna. Me siento al borde del abismo, estoy a punto de cruzar una línea que jamás debería haber sido dibujada-Gael-susurro, casi como una súplica, temerosa de haber hecho algo que pudiera incomodarlo, de comprometerlo, de haber sido ilusa e impulsiva. Necesito que ponga límites y que los ponga ahora. Somos entrenador y aprendiz, somos cazadores, solo eso. Solo eso, ¿verdad? Siento sus pestañas acariciar mi rostro y su respiración embriagando mis sentidos, mi mano se posa en su rostro en una suave caricia.
-Estás helado-la llevo a mis labios y beso sus dedos, al momento me doy cuenta de que normalmente suelo mantener bastante las distancias, pero desear tenerlo cerca es algo que necesito por inercia. Soy el viento, dice, como quien desvela un secreto por primera vez. Me recorre un escalofrío pero no puedo evitar sonreír, Gael tiene esa facilidad para decir lo que piensa, es impulsivo, intenso, siempre llega al límite sin importar las consecuencias. Somos tan distintos. Yo debo medir mis acciones a diario, tanto si soy la dama perfecta bajo el sol o la cazadora despiadada a partir de media noche. Suspiro sobre su piel y vuelvo a besar sus nudillos que por fin comienza a mantener el calor-¿Cómo puedes decirme cosas cómo esa y esperar que me mantenga de una pieza?-susurro sin más, aunque al momento me arrepiento. ¿Por qué ahora? Siento que me mira y giro el rostro para cruzarme con sus pestañas, jamás había tenido el azul de sus ojos tan cerca de los míos. Mi pecho va a estallar y es irónico sentir tanto ruido por dentro cuando la estancia permanece tan en calma, la chimenea murmura y las luces y sombras cruzan nuestros cuerpos, bajo la manta comienzo a sentir más calor del que en realidad hace y de uno de mis mechones se escapa una gota que va a parar a su mejilla. La simple visión de esto me cautiva y termino besándolo allí donde la gota se ha posado, manteniendo mis labios sobre su piel más tiempo del necesario. ¿Tendré el valor algún día de decirle que mi nombre no es el que susurran sus labios? ¿El valor para dar un paso más hacia él sin temor a perderlo? Me quedo quieta, casi sin respirar, como si así pudiese mantenerlo a mi lado y hacer de la noche eterna. Me siento al borde del abismo, estoy a punto de cruzar una línea que jamás debería haber sido dibujada-Gael-susurro, casi como una súplica, temerosa de haber hecho algo que pudiera incomodarlo, de comprometerlo, de haber sido ilusa e impulsiva. Necesito que ponga límites y que los ponga ahora. Somos entrenador y aprendiz, somos cazadores, solo eso. Solo eso, ¿verdad? Siento sus pestañas acariciar mi rostro y su respiración embriagando mis sentidos, mi mano se posa en su rostro en una suave caricia.
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Re: Open Wounds [privado]
Dejo que su mano coja la mía y me la apriete, dándome un calor que necesito. Hace frío esta noche pese a que están todas las ventanas cerradas y la chimenea encendida. Por dentro ya no tengo frío, mis sentimientos están calentándose poco a poco, como una especie de volcán que cualquier día y en cualquier momento va a estallar. Siempre pasa cuando está cerca. Cada vez quiero más y más. Aunque sé que no debería ser así. Hicimos unas líneas imaginarias entre nosotros la misma noche en que nos conocimos, yo su maestro y ella mi aprendiz. Pero las líneas están para saltarlas y eso es lo que hago sin poder evitarlo cuando estoy con ella. Ella también está comenzando a saltárselas. Empieza a darme besos en los dedos mientras mi cabeza sigue apoyada en su hombro y mi brazo la aprieta con fuerza por la cintura, por temor a que en cualquier momento, eche el vuelo alejándose de mí. Suspira contra mi piel y empieza a preguntar. Mi cabeza se mueve para mirarla. Demasiado cerca para ser lo correcto y demasiado lejos para ser lo que quiero.
Me quedo callado, trago saliva mientras me pierdo en sus ojos pardos. La sala de estar desaparece, la chimenea deja de dar su luz y mis ojos se cierran al notar la gota que se ha caído de su pelo mojado sobre mi mejilla. Noto sus labios donde ha caído la gota, y no puedo evitar una sonrisa. Esto está siendo muy distinto a lo que estamos acostumbrados. Mi cuerpo está peleando por dentro, una batalla por mantenerme quieto en el sitio y no caer sobre ella para decirle todo lo que estoy empezando a darme cuenta que siento. Deseo con todas mis fuerzas el poder decírselo, el poder besarla, enseñarle que mi París ya brilla con ella, que todo está bien si nosotros permanecemos juntos, pero sé que aún no es el momento. Sus labios siguen sobre mi mejilla y giro un poco la cara, para que nuestros labios estén a punto de tocarse, pero sin llegar a hacerlo. Abro los ojos cuando escucho mi nombre salir de sus labios, parpadeo un poco para poder mirarla, pero estamos tan cerca que ni siquiera la veo.
— Jane… — Susurro contra la comisura de sus labios mientras dejo la cara como está al notar su caricia. Mi mano se posa sobre la de ella y la aferro con más fuerza desde la cintura, haciendo que así nuestros cuerpos queden pegados. Ya no hay aire entre nosotros salvo por los milímetros que separan nuestros labios. Suelto su cintura pero quiero que siga igual de pegada a mí. Mi mano se coloca sobre su mejilla y suelto su mano para colocarla en su otra mejilla, teniendo así su cara a mi merced. Me separo un poco para poder verla bien, acaricio su rostro con los pulgares con cariño y la miro fijamente, aprendiéndome de memoria todas sus facciones, desde su frente hasta la barbilla. Me tomo mi tiempo en admirar sus ojos y sus labios. —Duerme conmigo hoy. — Le pido y sonrío mientras vuelvo a sujetarla por la cintura, ahora sí que temo que salga volando de aquí y me deje solo.
Me quedo callado, trago saliva mientras me pierdo en sus ojos pardos. La sala de estar desaparece, la chimenea deja de dar su luz y mis ojos se cierran al notar la gota que se ha caído de su pelo mojado sobre mi mejilla. Noto sus labios donde ha caído la gota, y no puedo evitar una sonrisa. Esto está siendo muy distinto a lo que estamos acostumbrados. Mi cuerpo está peleando por dentro, una batalla por mantenerme quieto en el sitio y no caer sobre ella para decirle todo lo que estoy empezando a darme cuenta que siento. Deseo con todas mis fuerzas el poder decírselo, el poder besarla, enseñarle que mi París ya brilla con ella, que todo está bien si nosotros permanecemos juntos, pero sé que aún no es el momento. Sus labios siguen sobre mi mejilla y giro un poco la cara, para que nuestros labios estén a punto de tocarse, pero sin llegar a hacerlo. Abro los ojos cuando escucho mi nombre salir de sus labios, parpadeo un poco para poder mirarla, pero estamos tan cerca que ni siquiera la veo.
— Jane… — Susurro contra la comisura de sus labios mientras dejo la cara como está al notar su caricia. Mi mano se posa sobre la de ella y la aferro con más fuerza desde la cintura, haciendo que así nuestros cuerpos queden pegados. Ya no hay aire entre nosotros salvo por los milímetros que separan nuestros labios. Suelto su cintura pero quiero que siga igual de pegada a mí. Mi mano se coloca sobre su mejilla y suelto su mano para colocarla en su otra mejilla, teniendo así su cara a mi merced. Me separo un poco para poder verla bien, acaricio su rostro con los pulgares con cariño y la miro fijamente, aprendiéndome de memoria todas sus facciones, desde su frente hasta la barbilla. Me tomo mi tiempo en admirar sus ojos y sus labios. —Duerme conmigo hoy. — Le pido y sonrío mientras vuelvo a sujetarla por la cintura, ahora sí que temo que salga volando de aquí y me deje solo.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Edad : 32
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Re: Open Wounds [privado]
Su cuerpo contra el mío.
Hace tanto calor que podríamos desprender llamas, mis labios aún rozando su mejilla y entonces su respiración contra mi cuello. Demasiado cerca. Debo estar temblando y aunque no quiero aceptar el porqué muy en el fondo conozco el motivo. Siempre he pensando en Gael como compañero, como mi maestro y gran amigo y quizás, solo quizás, me he negado cada día que el hecho mirarlo mas veces de las necesarias, el hecho de pensar en él antes de conciliar el sueño, era algo más que simple coincidencia. Me gustaría poder decir que jamás he imaginado sus labios rozando los míos.
Siento como intenta mantenerme junto a él , como si unirnos más fuera posible, la firmeza de su brazo rodea mi cintura y de pronto me siento pequeña, minúscula entre la fuerza de su cuerpo, susurra mi nombre y lo siento estallar en mis oídos. Hay un matiz distinto en su voz, tal vez él también lucha en su interior, quizás suplica un paso hacia delante, o puede que necesite retroceder. ¿Qué piensa? ¿Qué se esconde realmente detrás de sus ojos? Puede que la única que esconde algo sea yo. Sus manos ahora cálidas se posan en mi rostro y dejan suaves caricias sobre mis pómulos, si abro los ojos me encontraré con los suyos y sé que no estoy preparada para eso. Mil veces nuestras miradas se han cruzado de firma natural ya que cuando cazamos la única forma de comunicarnos es esa, incluso sin hacer nada en los momentos más cómplices siempre logramos saber qué piensa el otro con sólo mirarnos. ¿Por qué ahora me cuesta tanto? Intento controlar mi respiración, esa que rompe contra su rostro, y estoy tan segura de que me está observando que el solo hecho hace que me sonroje, toda seriedad y madurez se escapa de mi rostro porque sé que sólo parezco una niña ilusionada. Habla Astrid, me digo, di algo. Pero es él el que corta el silencio en el que hemos estado presos.
Duerme conmigo, dice, tan natural que dan ganas de dormir sobre sus palabras. Me vuelve a sujetar de la cintura en un ademán de abrazo y yo rodeo su cuello con ambos brazos. "Siempre que me aceptes" surruro, tan bajo que creo que no ha podido escucharlo. Que quedó así largo rato hasta que nuestra respiración parece acompañarse la una a la otra a ritmo meloso. Hay mil cosas que quisiera decirle y sin embargo sello mis labios mientras busco las instrucciones para corazones descobados. Acaricio su pelo y su nuca y así, recortados el uno en el otro, comienzo a quedarme dormida.
Hace tanto calor que podríamos desprender llamas, mis labios aún rozando su mejilla y entonces su respiración contra mi cuello. Demasiado cerca. Debo estar temblando y aunque no quiero aceptar el porqué muy en el fondo conozco el motivo. Siempre he pensando en Gael como compañero, como mi maestro y gran amigo y quizás, solo quizás, me he negado cada día que el hecho mirarlo mas veces de las necesarias, el hecho de pensar en él antes de conciliar el sueño, era algo más que simple coincidencia. Me gustaría poder decir que jamás he imaginado sus labios rozando los míos.
Siento como intenta mantenerme junto a él , como si unirnos más fuera posible, la firmeza de su brazo rodea mi cintura y de pronto me siento pequeña, minúscula entre la fuerza de su cuerpo, susurra mi nombre y lo siento estallar en mis oídos. Hay un matiz distinto en su voz, tal vez él también lucha en su interior, quizás suplica un paso hacia delante, o puede que necesite retroceder. ¿Qué piensa? ¿Qué se esconde realmente detrás de sus ojos? Puede que la única que esconde algo sea yo. Sus manos ahora cálidas se posan en mi rostro y dejan suaves caricias sobre mis pómulos, si abro los ojos me encontraré con los suyos y sé que no estoy preparada para eso. Mil veces nuestras miradas se han cruzado de firma natural ya que cuando cazamos la única forma de comunicarnos es esa, incluso sin hacer nada en los momentos más cómplices siempre logramos saber qué piensa el otro con sólo mirarnos. ¿Por qué ahora me cuesta tanto? Intento controlar mi respiración, esa que rompe contra su rostro, y estoy tan segura de que me está observando que el solo hecho hace que me sonroje, toda seriedad y madurez se escapa de mi rostro porque sé que sólo parezco una niña ilusionada. Habla Astrid, me digo, di algo. Pero es él el que corta el silencio en el que hemos estado presos.
Duerme conmigo, dice, tan natural que dan ganas de dormir sobre sus palabras. Me vuelve a sujetar de la cintura en un ademán de abrazo y yo rodeo su cuello con ambos brazos. "Siempre que me aceptes" surruro, tan bajo que creo que no ha podido escucharlo. Que quedó así largo rato hasta que nuestra respiración parece acompañarse la una a la otra a ritmo meloso. Hay mil cosas que quisiera decirle y sin embargo sello mis labios mientras busco las instrucciones para corazones descobados. Acaricio su pelo y su nuca y así, recortados el uno en el otro, comienzo a quedarme dormida.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/01/2016
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