Melancholy were the sounds on a winter's night. - Privado.

por **Rianne Coleridge** Mar Jul 26, 2016 4:25 am

Habían pasado exactamente 7 meses desde que él la había dejado escapar en la cima de la montaña. No es como si ella estuviera contando los días o algo parecido, al contrario, sólo tuvo la oportunidad de escuchar en qué mes estaban y recordó aquella fecha tan trágica. Desde entonces había encontrado un nuevo trabajo y ahora se dedicaba a asear habitaciones que no eran la suya y caer rendida sobre su propia cama al llegar la noche. Una de las ventajas de trabajar ahí era que por un lado contaba con un techo y comida seguros, y por otro podía moverme por entremedio de la gente sin que nadie reparara en ella. Aquel anonimato le servía, había estado mucho tiempo sintiendo cómo alguien le respiraba sobre la nuca siguiéndole los pasos y lo peor es que sabía que probablemente todo era parte de su imaginación. Si él la hubiese encontrado, ella ya estaría muerta.

Lo que más la complicaba actualmente eran los días libres. Cada domingo sagradamente debía salir del hostal o correría el riesgo de que sus jefes creyeran que estaba trabajando de más y que luego les cobraría esas horas. No es como si quien administrara ese lugar tuviera mucha consideración con sus empleados, la figura superior nunca se veía y a su cargo tenía a un hombre que se hacía el listo pero en realidad era fácilmente engañable y altamente estúpido. Rianne prefería evitar tener que arriesgarse a que alguien pronunciara su nombre en voz alta o pudiera despedirla, los inquisidores tenían ojos en todos lados y entre los pobres siempre habían traidores dispuestos a lo que fuera con tal de conseguir algo de dinero, incluso si eso significaba entregar a una mujer inocente –más o menos inocente- a manos de quien esperaba desmembrarla.

Aún así se vistió de mujer decente y cubrió su cabeza como si se dirigiera a la misa dominical, tenía incluso las manos cubiertas por un par de guantes baratos que se había comprado con la paga de la semana anterior. El miedo de Rianne a que el inquisidor la encontrara comenzaba a ser ridículo y también un poco contradictorio. Quería verlo, quería que él reconociera a la mujer que le había salvado la vida y también que su corazón se acelerara tal como lo hacía el de ella sólo con recordar los breves momentos que pasaron juntos. Lo quería y eso estaba claro, pero también tenía terror de que una vez que sus ojos se cruzaran, aquello se transformara nuevamente en una guerra y todas las ideas fantasiosas y algo románticas que suele recrear en su cabeza mientras limpia, se fueran al fondo del océano.

Comenzó a caminar por la sombra apenas se adentró en la parte céntrica de la ciudad, ahí donde está siempre repleto de personas de todas clases sociales y donde podría esconderse hasta que fuera hora de volver a su reciente hogar. Tenía que hacer algunas compras, aprovechar el mercado del domingo y también buscar un nuevo libro que le permitiera conciliar el sueño cada noche. Últimamente le costaba dormir y las constantes pesadillas siempre eran un presagio de que estaba inquieta y que tanto su corazón como su mente no se encontraban en paz. Rianne tenía ganas de volver a casa, a su real casa, tenía ganas de sentir la tierra de sus ancestros en los pies y ver con sus propios ojos cuánto había cambiado todo. El dolor en su pecho se acrecentó y se recostó contra los ladrillos fríos de una casa cuando una mano le agarró el brazo, quien lo estaba haciendo no sabía a quién se enfrentaba ni tampoco qué movimiento hacer a continuación, porque se quedó ahí, sin moverse, esperando tal vez que fuera ella quien diera el siguiente paso.