[Tema Cerrado] Boleto para uno, por favor [Privado]

Todo comenzaba a salir como él lo tenía planeado. La noche anterior había comprado un boleto para embarcarse a Europa, tenía decidido el volver luego de haber estado viviendo unos cuatro años en América. No tenía nada que le impidiera volver a París y buscar a su hijo ahora que se sentía capaz de enfrentarlo y contarle cara a cara que él se había convertido en vampiro. Lo único que le asustaba era el hecho de pensar que Andrè, su querido y único hijo, lo pudiera rechazar, espantarse y no querer verlo más, pero aquello era ponerse en el peor de los casos, o al menos eso creía.

Ahora se encontraba cerca del muelle, cargando dos maletas grandes, mirando para todos lados, pues sus sentidos le decían que lo vigilaban, y esperaba que aquel vigilante no fuera el mismo que él pensaba.
Había seguido su plan con sigilo, pues presentía que Alfred lo seguiría. Este chico, el cual había conocido cuando recién llegó a América, al parecer parecía un perro faldero que lo seguía para todos lados. De una u otra forma él se las arreglaba para perderle, pero siempre volvía. Igual cuando intentas deshacerte de una mascota molesta. Quizás tanta ‘dependencia’ se debía a que él lo había salvado a Alfred del ataque de un licántropo, pero no lo logró a hacer tan a tiempo pues el americano se convirtió en hombre lobo. Hasta el día de hoy había estado viviendo a su lado, y ayudándole cuando se convertía en bestia, pues lo encerraba encadenado en el sótano de la casa y las veces en que intentaba escapar de su lado, esperaba a irse cuando la última luna llena terminara. Lo mismo hacía esta vez y quizás ese era el gran ‘Talón de Aquiles’ en su plan.

-Sé que Alfred podría serme útil, él siempre atiende mis negocios de día, pero…no quiero tener un perro guardián siguiendo cada uno de mis pasos- Pensó, convenciéndose a sí mismo que ir solo en el viaje era lo mejor, pues era una batalla que debía enfrentar sin ayuda. Además, si en cuatro años, jamás le había contado a Alfred sobre su vida en Europa, menos lo vendría hacer ahora, o ¿no? – No creo que me haya seguido, cuando salí aún dormía inconsciente…- Y estaba seguro de aquel pensamiento pues aquello de cuidarle ya era casi rutinario. Antes de que la luna llena apareciera en su esplendor, lo llevaba hasta el sótano (el mismo que él usaba a veces para refugiarse del sol), le encadenaba con unos grilletes en la pared y luego se iba. A la mañana siguiente, lo iba a ver, siempre llevando una manta y ropa nueva, ya que después de cada transformación su cuerpo quedaba muy maltratado y sin ropa alguna.

Toda esta ‘buena acción’ la hacia en forma de paga para Alfred, ya que el rubio se ocupada de los negocios del vampiro cuando debían ser de día.

-El cachorro estará bien sin mi…es amistoso y encontrará a alguien…-Murmuró tomando su maleta y caminando hacia una fila, convenciéndose de que Alfred, ‘el cachorro’, estaría bien

A pesar de que ya habían pasado casi cuatro años de aquella fatídica noche de luna llena, Alfred aún no podía acostumbrarse a la transformación. Siempre pensaba que era todo, que esa noche no lo soportaría y acabaría muriendo, pero nunca era así, y siempre tenía la fuerza suficiente para ver el amanecer siguiente, aunque, claro, para levantarse siempre necesitaba ayuda de el fracés vampiro.

Nunca había pasado una Luna Llena sin él. Había sido rescatado y desde ese día nunca más se habían separado, por insistencia de él, primordialmente.

Pero últimamente había notado un patrón. Un patrón regular en el comportamiento del otro. Los primeros días posteriores a la luna llena, Jérôme se esforzaba por apartarlo de si, alejarle, perderle, y a veces se escondía tan bien que ni siquiera usando su super desarrollado olfato e instinto podía hallarle hasta luego de un par de días.

Sin embargo, mientras los días iban pasando y cada vez se iba acercando más aquella fase lunar, el vampiro iba teniendo menos intenciones de apartarle. Se quejaba menos de su presencia, hasta al nivel de que dos días antes de aquella noche, la primera, por lo tanto la peor, ni siquiera le apartaba de su vista.

No sabía la razón, pero tampoco le importaba realmente. Solo sabía que no podía permitirse ser alejado, aquellos días posteriores a la transformación o sino realmente podría perderle la pista y para siempre. Y eso no era algo que estuviese dispuesto a permitir.

Esa noche había sido especialmente mala. Todo el día se sintió débil, y cuando llegó el anochecer y el vampiro le indicó que saldría toda la noche, se dio cuenta de que no podía permitir eso. Lo presintió, le iba a dejar allí.

Su fuerza estaba volviendo, así que apenas la puerta de la casa se cerró él se sentó en la cama y metió sus pies en sus botas.

Cinco minutos después, aún sintiendo su cuerpo adolorido, ya se encontraba de persecución, con el sombrero puesto y dos pistolas en el cinto. El fusil no era necesario así que lo dejó en la casa junto con el resto de sus cosas, sin darse cuenta que misteriosamente todas las cosas del vampiro habían desaparecido.

Su olor estaba presente en el aire, aún cuando el olor a mar invadía todo y se impregnaba en las paredes de las casas. Siguió el rastro, con los ojos casi cerrados y la nariz alerta al igual que sus oídos.

El puerto. ¿Por qué se dirigía al puerto?

Fue silencioso, fue precavido, pero también fue rápido, pues sabía lo mucho más rápido que era Jérôme que él, así que cuando le alcanzó, cuando vio su espalda en el muelle envuelto en la oscuridad suspiró aliviado por no haberle perdido, para al instante perder la respiración.

Habían maletas en sus manos, y estaba en una fila. Sus ojos se movieron con rapidez y notó que el barco al que se montaba se veía listo para partir.

Se iba.

Tardó un segundo en decidirlo, y tres en alcanzarle, plantándose a su lado y preguntando con amistosidad - Entonces, ¿a dónde vamos? - le miró hacia el lado y le sonrió ampliamente, con una mirada acusadora y firme.

- No me dejarás atrás -

Se sentía impaciente, como siempre cada vez que 'escapaba', pero sobretodo esta vez, ya que estaba a un paso de dejar atrás al 'lobezno'. Pero todas sus ideas y planes se derrumbaron cuando escuchó aquella voz y ni siquiera quiso voltear a ver. -Bastante listo - Pensó y miró hacia el barco.

-No tengo la menor idea de donde irás tu, pero yo viajaré, y solo hay un boleto -Contestó con un tono de voz seco, con mala actitud, igual como cuando un perro vagabundo te sigue y le terminas gritando para que te deje en paz.

La fila avanzó y el también, aunque no fue mucho lo que ésta se movió -Vuelve a casa pulgoso, aún estás débil, ¿No?- Volteó a verle de reojo, y fue ahí cuando hizo el contacto que no quería. Miró a sus ojos, aquellos ojos que le dieron origen al sobrenombre de 'cachorro'. Esa mirada que parecía pedirle un 'No me dejes' y para colmo, lo ablandaba. Miró a la gente a su alrededor y salió de la fila hasta el último puesto, solo para darse un poco mas de tiempo.- Sígueme -Pidió caminando, aunque a su lado mas que delante de él.

-¿Por qué te empeñas en seguirme? Tengo vida privada...-Murmuró lo último y suspiro de forma lenta y honda. ¿Qué pasaría si él abandonaba a Alfred? ¿Alcanzaría a encontrar una forma de encerrarse a si mismo cuando la luna llena llegara? Aquellas preguntas siempre rondaban su cabeza a la hora de abandonarle, pero prefería silenciarlas. Aunque en éste momento luego de verle y volver a mirar una vez mas a sus ojos, sentía que era un acto de crueldad extrema el hacerlo, Por su parte, le seria fácil encontrar a alguien que le ayudara en sus negocios, pero y él? ¿Habría alguien capaz de ayudarle a él?

-No lo hay, al menos no en un corto plazo-

Sacó del bolsillo de su chaqueta otro boleto y se lo entregó, para luego pasarle una de las maletas - Algo me dijo que no iba a poder viajar solo...ponte en la fila y no digas nada vergonzoso-

Se sentía completamente herido. Comprendía los intentos de deshacerse de él al comienzo, porque un licántropo, alguien que se vuelve tan inestable tres noches al mes, no puede ser una buena compañía. Sin embargo, con el paso del tiempo comenzó a creer que era más una costumbre para Jérôme, porque le era útil. Le ayudaba con sus negocios e incluso le hacía sonreír a veces.

Pero esa vez era diferente. De verdad había intentado dejarle atrás. Si no le hubiese seguido luego no habría podido alcanzarle. ¿Cómo imaginar que se iba a ir en un barco? El mar era demasiado para él. Hubiese sido la despedida, una sin decirse ningún adiós.

Le miraba dolido, pero también terco. No se iría sin él. Aunque fuese a la fuerza, aunque tuviese que dispararle un tiro a uno de los otros pasajeros para robar su boleto, no se iría sin él - Yo iré a donde tú vayas. No es la primera vez que te digo que me aburro si no estás - fueron todas sus palabras, mientras avanzaba con él, sonriendo sin humor. Cada vez estaban más cerca del barco.

Estaba débil, si, pero no lo suficiente como para caer desmayado. Estaba débil, y aún así el otro iba a dejarle allí tirado. Solo. Su pecho dolió un poco y su mirada perdió un resto de rabia para ser cambiada por decepción, por el sentimiento de traición que le invadía la mente.

Le siguió mientras pensaba en sus deseos. No quería dejarle ir. No tenía a nadie que le importase en el mundo vivo, y Jérôme había sido su única compañía durante cuatro años. ¿Era demasiado malo el querer seguir con él? ¿Demasiado egoísta?

Quizás si, pero aún de ese modo...

... y fue entonces cuando todo cambió. La incredulidad se vio en su rostro mientras parpadeaba lentamenta para luego coger aquel papel. Con letra pulcra indicaba "Destino: Francia". Observó la maleta que le tendía tomándola casi mecánicamente para luego mirarle a la cara, sin voz - ... ¿Puedo ir entonces? - se escuchaba casi tímido, incrédulo. Le parecía una mentira, una mala broma. Pero de verdad tenía el boleto, y era igual al de Jérôme.

La duda dejó paso a la alegría y una gran sonrisa se posó en sus labios, dándo un "Yihaaa!" sujetándose el sombrero y dándole un abrazo despreocupado al vampiro, mientras la fila avanzaba, para luego mirarle a la cara y seguir sonriendo - ¡Me llevas al viejo continente!! Siempre lo quise conocer. La familia de mi madre era francesa, aunque ella era americana... ¡conoceré mis raíces de cierta manera! - su júbilo se veía tan real, puro e inocente que incluso algunas personas cercanas se sonrieron.

Sus ojos claros se posaron en el rostro del mayor y finalmente tomó aire, para luego soltar en un suspiro, casi como una brisa - Gracias... -

¿Razones por las que compró un segundo boleto? Solo una simple corazonada. Algo le decía que debía hacerlo y lo hizo. En lo profundo, él deseaba hacer éste largo viaje acompañado, y su única compañía real era Alfred, al único al cual podría llegar a llamar 'Mejor amigo', aunque éste término estaba presente solo en su mente, no era algo que mencionaría al licántropo con soltura.
Aunque aquella corazonada había ido mas allá. Si bien una maleta estaba repleta con su ropa, en la otra, había un panorama similar, pero además había algo de ropa del rubio. La puso ahí por si se presentaba la situación en la que ahora estaba envuelto, también por si necesitaba pasar desapercibido y vestir algo que él no usaría y tal vez...tener algo que le recordará a aquel muchacho.

Le miró de reojo cuando escuchó la pregunta sobre poder ir. ¿No era eso casi adorable? Parecía un niño que no era capaz de concebir el regalo que le otorgaban. -Ahh no, te pase el pasaje para que te abaniques o bien hagas un avión de papel- Rodó los ojos pero sonrió, de una forma poco perceptible.

Pensó que él había dado el último paso, con esa respuesta algo apática y además su advertencia casi con un dedo acusador, pero vio aquel salto de alegría y luego ese inesperado abrazo que solo le descolocó y le avergonzó, mas al sentir las miradas del resto de los pasajeros que no tenía nada mas entretenido que mirarles a ellos.

Se dejó abrazar por un momento, escuchándole, y mirando hacia otro lado, alejándose de esa mirada fatal para él.- Te lo advertí! Nada vergonzoso!...y lo haces...-Reprochó y regaño, pero aún así no hacia nada para dejar de ser apresado por esos brazos- Ya...está bien pero, baja la voz, la gente está mirando todo el espectáculo-

La fila continuó avanzando y ya estaba muy pronto a entregar su pasaje y subir al barco. Se quedó callado aquellos minutos, de repente le preocupó la imagen que él proyectaba para Alfred. Le asustaba el pensar que el rubio se había vuelto dependiente de él, en parte, le recordaba al jovencito que ahora iría a encontrar al llegar a París, claro, no era lo mismo. Andrè es su hijo y Alfred, solo un compañero, pero ambos en algún momento habían dependido de él, como si fuera lo único que tenían en la vida. Y lamentablemente a uno le había abandonado y al otro pretendía hacerle lo mismo.- ¿Seré alguna clase de masoquista que le gusta alejarse de aquellos que me quieren?...si es que Alfred me quiere...-

-¿Estás decepcionado de mi, verdad?- Preguntó justo cuando pidieron su boleto, lo entrego, éste fue revisado y luego recibió un cordial saludo por parte del encargado, subiendo por fin al barco en compañía del americano. -Te iba a dejar solo, pero era algo obvio el que me seguirías. Pude haber llegado acá mas rápido, habría subido antes al barco y quizás no me habrías encontrado, pero ya estamos aquí y quiero hacer una pregunta...-Tomó una pausa y decidió mirarle a los ojos.

-¿Siempre podré confiar en ti? ¿Eres fiel? ¿Eres leal? -Estiró su mano y le tomó de la barbilla para evitar que pudiera mirar hacia otro lado- ¿Sabes por qué me quedé contigo? Porque al ver esos ojos de cachorro que tienes, puedo saber tus sentimientos, o al menos intuirlos, eres alguien muy transparente para mi...por eso creo que te decepcione. Proyectas lo que tu eres, en este caso fiel, hacia los demás...hacia mi?- Le soltó y espero una respuesta, alguna que no fuera positiva, ya que él sabía que aquello, el abandonarle así como así, sin siquiera decir un adiós era prácticamente una traición. Aunque lo que le preocupada era el llegar a disculparse y crearle nuevas esperanzas al lobezno, esperanzas que se vería obligado a cumplir, solo para no ver esa expresión de tristeza en sus ojos.

Estaba tan contento por la situación que ni siquiera la broma pesada del vampiro era capaz de quitarle el humor. El pensar que el otro se había adelantado y había pensado en él al comprarle el pasaje era más de lo que esperaría de él. Era una sorpresa agradable, y por primera vez tenía alguna certeza (además de la autoconfianza destructiva) de que Jérôme no quería deshacerse de él realmente, y eso era... era algo que definitivamente merecía celebrarse.

Cuando perdió a toda su familia el pudor se fue con ellos, al parecer, porque luego de eso jamás le importaron los cuchicheos ni las miradas ajenas. Después de todo, en nada podían afectarle. No necesita la aprobación ajena.

Pero el francés no era así. Y eso es lo que le hacía divertido.

Aún abrazándolo se rió y le apretó más, demasiado feliz, no tanto por el pasaje, no tanto por conocer Francia (que dudaba fuese mejor que su país, sino, no hubiesen habido tantos franceses que se vinieran) ni por viajar, sino que por lo que significaba que el otro le ihubiese invitado. Le había invitado. Ahora no podría echarle, no podría decirle 'Nunca quise que vinieras conmigo'. Le había aceptado por fin. Y ese pensamiento le llenaba de orgullo.

Le soltó y, aún mirando con fascinación aquel pedazo de papel, avanzó a su lado, cada vez más cerca de aquel barco y de despedirse de tierra firme, cuando aquellas palabras le distrajeron.

- ¿Qué dices? - preguntó sorprendido y algo descolocado, mientras entregaba también su boleto, quedándose atrás y subiendo a paso raudo tras él, alcanzándole en la cubierta - ¿Por qué lo preguntas? - le observó extrañado, mientras le escuchaba, queriendo interrumpirle, pero esa mirada en sus ojos le silenció. Que hiciese sus preguntas, él haría luego sus refutaciones.

Al escucharle una pequeña sonrisa se posó en sus labios, sintiendo como le sujetaba el rostro por la barbilla, oyéndole en silencio, dejándole desahogar por completo, sintiéndose satisfecho por sus palabras, al menos en parte.

Cuando acabó él también guardó silencio, y se giró hacia el mar, mientras los últimos pasajeros subían y se escuchaban unas campanadas en la iglesia. Era las 10 de la noche. Suspiró un poco y luego le miró.

- Yo no creo en las casualidades, Jérôme... quizás no crea tanto en Dios como creía mi padre, sin embargo si pienso que hay cierto orden... un cierto destino y que todos tomamos decisiones que lo van forjando, pero que de alguna manera ya hay algo escrito... - las cuerdas se soltaron y poco a poco el barco comenzó a tomar impulso, alejándose de la orilla. Atrás iba quedando América.

Miró al vampiro mientras apoyaba la cadera en la barandilla y le sonrió - No sé si existe el para siempre, Jérôme, pero si existe el ahora. Y ahora, ahora mismo, no pienso abandonarte... - se encogió de hombros, negando con la cabeza, acercándosele un poco y dándole una palmadita en el hombro - Eres inmortal, amigo - habló muy bajo, cosa que el ruido del mar les cubriese de todo y solo pudiesen escucharse ambos - No deberías pensar en que pasará en el futuro o acabarás suicidándote... - le guiña el ojo un poco y luego deja su maleta en el suelo y se estira - Y no me decepcionaste en ningún momento, por el contrario, me sorprendiste agradablemente - le sonríe - Pensé que de verdad te querías deshacer de mi. Es un alivio saber que no - sonrió un poco, una sonrisa tímida y algo sincera que decía 'Gracias por no dejarme'.

El viento desordenaba su pulcro peinado, incluso aquel mechón rebelde que siempre caía sobre su frente, pero no hacía intento de arreglar nada pues estaba mas interesado en escuchar lo que el rubio le decía. Hablar sobre el destino, aquello que decía era algo parecido a lo que él mismo pensaba- Entonces, ¿Estaba escrito que estarías a mi lado? Nunca fallaba en la hora de regreso a casa, y fuiste el único que me dejó pasar a su casa...-

Se puso a su lado, apoyando su cadera en la barandilla también mientras cruzaba sus brazos, mirando aquella agradable sonrisa que Alfred siempre le otorgaba, embelesado en ella se sorprendió al escuchar sus palabras- ¿De verdad? No había conocido una persona que quisiera estar tanto a mi lado...bueno, si conocí una, pero eres distinto a él...- Arregló su cabello y le sonrió por cortesía, correspondiendo la sonrisa del otro- Me alegra saber que no te decepcioné, pensándolo bien, no es que quisiera deshacerme de ti, solo no quería involucrarte en mis asuntos -Estiró su brazo y lo apoyó en el hombro del rubio, mirándole a los ojos- Hay muchas cosas que debo solucionar por mi parte pero...si me preocupaba el dejarte a tu suerte, seguiré cuidando de ti mientras encuentras a alguien...algún día te hartarás de mi, por mientras puedes seguir atendiendo mis negocios.-

Estiró su mano hacia los cabellos del otros, ordenándolos un poco como manía al verlos tan desordenados por el viento- Creo que ahora si debería comenzar a ser sincero con usted...Monsieur Brooks, pero antes, vamos hacía nuestros camarotes, debo dejarte en la cubierta de tercera...-Bromeó tomando la maleta del otro- Es mentira, ambos vamos a primera sígueme-

Comenzó a caminar en dirección a una entrada cargando ambas maletas y buscando por donde debía estar su habitación. No fue mucho lo que les llevó para encontrarla. Aunque era una sola habitación con dos camas. Cuando estuvieron dentro de ésta dejó las maletas en un lado, se quitó su abrigo y arregló su cabello que había sido desordenado por el viento- Cuando estemos establecidos en París, te encargarás de averiguar sobre mi hijo...su nombre es Andrè Leroy, aún debe estar viviendo en la vieja mansión junto a su madre, o sea, mi esposa.-

Si debía ser sincero, solo debía serlo, sin pensarlo mucho, aunque aquello había sido bastante repentino. Se quitó la chaqueta que también traía puesta, dejándola con cuidado en el respaldo de una silla.- Ahora que tendremos una relación mas cercana, digamos, estamos viajando juntos y llevamos años de conocernos, creo que debes saber sobre mi vida anterior y el motivo de mi viaje- Finalizó y tomó asiento en la silla.

El licántropo solo se rió un poco ante lo que el vampiro decía. Que bello sería poder pensar que todo era tan simple. Un destino que les movía a todos, que le había juntado con el otro y que había hecho que ese hombre lobo se cruzase por su camino.

Realmente no sabía si era así, sin embargo le gustaría poder creerlo - No sé de quién estás hablando, sin embargo yo no he dicho que quiera estar taaaaanto a tu lado - le sacó la lengua, sonriendo mientras el aire marino le revolvía los cabellos bajo el sombrero.

Solo pudo mirarlo en silencio ante sus palabras para luego negar un poco quitándose el sombrero. La verdad es que él agradecía la preocupación del otro por si mismo, sin embargo no podía evitar sentirse inútil y querer demostrarle que no era tan débil como creía. Él podría cuidarse solo si quería. Eso no significaba que no quisiese su compañía - Solo hablas tonterías... - le restó importancia con la mano mientras sus cabellos eran ordenados, mirándole a los ojos, intentando leerle, para luego sonreír, quitándole de vuelta su maleta y echándosela sobre el hombro de manera despreocupada - Ah, más te valía que ambos estuviesemos en primera, sino hubieses tenido que aguantarme metido en tu cama durante todo este viaje.... a todo esto ¿Cuánto nos demoraremos a Europa? - preguntó el americano mientras buscaban la habitación.

Sus dos cejas se elevaron al ver que era una habitación con dos camas, pero luego asoció a que las habitaciones individuales debían haber sido ridículamente costosas, sobre todo considerando que era más seguro para ambos estar juntos, así que simplemente se dejó caer en una de sus camas, la cercana al ojo de buey, mirando el mar. Estaba pensando en que debería ver como tapar eso cuando la voz del vampiro le borró todo pensamiento, dejándole vacío - ¿Qué? - jadeó con sorpresa mirándole a la cara. ¿De qué estaba hablando? ¿Un hijo? - ¿¡Tienes un hijo!? - casi chilló de la sorpresa poniéndose de pie viéndole quitarse la chaqueta, esperando una explicación. ¡Se la merecía!.

Se dejó caer sentado en su cama y se revolvió los cabellos, tirando lejos su sombrero. ¿Cómo era eso posible? ¡¿Un niño?! - Dios mío, Jérôme... - se mordió los labios y acabó suspirando, resignándose a la información recibida y echándose los cabellos hacia atrás, mirándole - ¿Qué edad tiene? ¿Dijiste que se llama Andrè? ¡¿Por qué diablos no me habías hablado de él?! - le había hablado de su esposa, ¿cuál era la diferencia de agregarle la información de su hijo? Al menos no se hubiese sorprendido tanto ahora ni se sentiría tan pasado a llevar.

Su rostro se veía sereno, ni siquiera impactado por lo que dijo o por la reacción que tenía su compañero. Incluso se cruzó de piernas y miró hacia un lado cuando escuchó la pregunta y luego los posteriores reclamos. Aún así, aunque su rostro no reflejase algún sentimiento, por dentro si sentía algo extraño, culpabilidad quizás por no haber confiado la existencia de Andrè con anterioridad.

Se llevó una mano a la frente llevando hacia atrás su cabello, aquel que si fuera una frase sería un cliché ya que siempre se venía adelante y el movimiento en su mano era repetitivo tanto como un tic propio en él. Miró a los ojos al licántropo, pero le costó sostener la mirada por un momento. - Si, Andrè es su nombre y ya tiene 18 años, con respecto a la última pregunta...no sé si encuentre una respuesta.-

Descruzó sus piernas y se puso de pie, caminado con paso lento hacia el rubio mientras desabotonaba el cuello y mangas de su camisa. Terminó parándose en frente de él, mirándole hacia abajo. Estiró su mano y le tomó por el mentón, pasando el pulgar por los labios del rubio, para evitar que siguiera mordiéndolos.- Cuidado con eso...-Susurró y le soltó para sentarse a su lado.

-Creo que no te conté en un principio porque pensé que no duraríamos tanto tiempo juntos, luego ya no supe como contarlo- Levantó su mano queriendo posarla en el hombro del otro, aunque por un momento se le cruzó que Alfred le gruñiría y lo empujaría, pero aún así terminó dejando su mano en el hombro. - Yo te contaré toda la verdad para que al final me digas si ayudarás.- Le dio un ligero apretón a su hombro, no para provocar dolor, sino para darle una señal de "Necesito que me escuches y me entiendas".

Agachó la mirada y suspiró hondo, aún sin soltarle - Andrè es aquella persona que mencione y dije que quería estar tanto a mi lado. Fue duro tener que comenzar a alejarme de él luego de morir...y el hecho de convertirme en vampiro fue lo que me hizo comenzar a viajar y a distanciarme poco a poco- Le soltó y juntó sus manos entrelazando los dedos mientras los miraba- Haré algo mas corta la historia...necesitaba alejarme de Andrè, no porque no lo quisiera a mi lado, es que si seguía conmigo quizás no iba a poder controlar mis instintos, esperaba quizás 'madurar como vampiro' y regresar de alguna forma...todos esos años fingí seguir siendo un humano y finalmente un día solo dejé que pensaran que morí en un naufragio que hubo y me quedé en América, el resto ya lo conoces porque no pasó mucho tiempo hasta conocerte.-

Levantó su rostro para mirar a Alfred, su vista se veía un poco entristecida.- Ahora necesito que me ayudes cuando estemos en París, quizás para localizarlo, saber como está...debo analizar la situación antes de tomar la opción de decirle que no morí y que soy esta criatura.- Alzó su mano y volvió a tomarle del hombro, dándole un ligero apretón- Alfred, quiero saber si podré contar contigo en esto, puedes tomarlo como algo extra a lo que hago en luna llena y podría darte un sueldo...¿Me ayudarás, compañero? -Sonrió levemente de medio lado para amenizar la situación- Te llamo así, porque con tantos años juntos y haciendo este viaje, supongo que te has convertido en el compañero de éste vampiro...no podemos estar solos, es algo que va en nuestra naturaleza...claro que en este caso eres un compañero...amigo...¿Puedo contar contigo?-

El camarote se mecía ligeramente y Alfred sabía que si no fuese un lucano probablemente ya hubiese echado su cena fuera. Sin embargo ahora tenía las nauseas completamente dominadas.

Su mirada estaba clavada en el vampiro frente a él mientras que su mente estaba llena de preguntas. No podía comprender porque no le había explicado antes, porque no le había contado. No confiaba en él, era la única explicación.

Apoyó los codos en sus rodillas dejando caer la cabeza y se pasó la mano por los cabellos desordenándoselos, mordiendo más sus labios sintiendo aquella desagradable sensación de no conocer de nada a aquel hombre con el cual no había dudado ni un segundo en seguir hacia la lejana Europa.

Sintió aquellos dedos en su barbilla, levantando la mirada algo dolida para luego mover el rostro, sintiéndole sentarse a su lado.

¿Qué podía decir ante sus palabras? Se sentía herido e ignorante, pero una parte de él sabía que tenía razón. Aquella información debía ser tan delicada para el francés que era natural que no se la dijese a cualquiera. Okay, él no era cualquiera después de todo ese tiempo, peor se lo estaba contando ahora, ¿no? Suspiró y aceptó el apretón en el hombro, mirándole de lado, callado.

Andrè. El nombre se repetía en su cabeza y a cada momento le parecía más bonito y a la vez doloroso. ¿Jérôme habría escogido el nombre o lo habría hecho aquella esposa a la que nombraba casi con indiferencia? ¿Lo querría tanto como parecía? ¿Habría dolido tanto como decía? ¿Sería aquel niño la razón de los ojos tristes del vampiro de cuando le conoció?

Cuán dura era la vida de los seres como ellos. A él ya no le quedaba nadie cuando su vida cambio, pero ¿y la de Jérôme? Cuán duro debía haber sido para él el tener que alejarse, el tener que irse. ¿Habría sentido deseos de beber de él? La única solución que había encontrado había sido hacerse pasar por muerto. ¿Cuánto habría sufrido aquel niño por la pérdida de su padre?

Se llevó una mano a la frente y se quitó los cabellos de allí para luego devolverle la mirada, asintiendo ligeramente ante sus palabras, sintiendo el apretón y volviendo a mirarle a la cara. Parpadeó un poco al escucharle la palabra, separando los labios, pero sin saber bien que decir - ... si, supongo que en eso nos hemos convertido... - suspiró ligeramente y finalmente sonrió ligeramente, mirándole a los ojos - Claro que puedes contar conmigo, pero no sé que quieres que haga además de encontrarle. El resto tendrás que hacerlo tú, a menos que quieras que yo me acerque y me haga su amigo... lo cual no debe ser tan difícil, sabes lo insistente y carismático que soy - le guiñó el ojo pasando su brazo por los hombros del vampiro y pegando su frente a la del otro, mirándole.

- Confía en mi - pidió, bajito.

Sintió un vuelco en su pecho al tenerle tan cerca ¿Qué podía ser? ¡Espera un momento! No se podía cuestionar aquello si él lo sabía. Y claro que estaba seguro de porque sentía aquello. Su vinculo con Alfred iba mas allá de ser un compañero de viaje, de tener compasión por él o de ser amigos. Jèrôme se sentía atraído por el rubio, le gustaba y quizás algo mas. Y era un sentimiento que llevaba escondido, por la sencilla razón de que no quería llenar mas de problemas al norteamericano, pues involucrarse con él parecía solo traer desgracias.

Su prioridad en estos momentos era Andrè, pero quizás Alfred podría amenizar su vida, solo era cuestión de intentar y atreverse.

-Cuando lleguemos a París veremos que hay que hacer...-Pasó su brazo por la cintura del otro y acercó su rostro un poco mas. casi rozando sus narices mientras asentía- Confío en ti, por algo hemos estado juntos...solo...solo soy un testarudo que no es capaz de decir todo lo que piensa y lo que siente...-Susurró sobre sus labios. Ya no podía resistir mas, estaba solo a un paso de besarle y no veía resistencia por parte de Alfred. Debía hacerlo, tenía que hacerlo.- Aunque tenga un hijo y una esposa...lo único que tengo seguro es a ti...de alguna forma sabía que me ibas a seguir, por eso compré dos boletos...no te habría dejado solo sin decirte cosa alguna...yo...yo confío en ti.

Cerró sus ojos y pegó sus labios contra los del rubio para besarle. Su otra mano también se fue hasta la cintura de éste, abrazándole y atrayéndole hasta su cuerpo. Los fríos labios del vampiro rozaban con delicadeza los del licántropo y comenzaban a abrirse paso con ímpetu reclamándolos como suyos. Abrió su boca y su lengua salió con el deseo de recorrer la boca ajena, poder profundizar el beso que con cada segundo se hacía mas pasional por parte del vampiro, el cual por fin cumplía un deseo que llevaba escondido.

No solo escuchaba el sonido que producían ambos labios al moverse para seguir besándose, además oía suspiros que escapaban de las narices y bocas de ambos. Sentía el calor de Alfred en sus gruesos labios que para éste minuto debían estar rojos, llenos de sangre. También sentía como su barba de tres días raspaba la suave barbilla del rubio quien quizás haría algún comentario sobre eso, o tal vez ni siquiera sabría que comentarle después. Solo sabía que no quería terminar de besarle.

El americano apoyó más su frente contra la ajena mientras cerraba sus ojos y suspiraba suavemente. Quería ayudar a Jérôme. Quería estar para él cuando le necesitase, quería darle tan solo un poco de todo ese apoyo que el vampiro le brindaba a él, que le brindó durante todo ese tiempo.

Todas esas lunas llenas, todas esas vigilias, y cada vez que le hizo un regalo como sin querer demostrarlo. Era cierto que él se encargaba de los negocios de día, pero jamás, jamás, podría pagar su enorme deuda de vida que tenía con el vampiro. Nunca.

Quería apoyarle, y más que nunca después de saber cuanto había pasado yéndose del lado de las personas que quería. O la persona que quería, daba igual. Quería ayudarle a reencontrarse con su hijo y no se detendría hasta hacerlo. Jérôme merecía ser feliz, quizás lo merecía más que nadie.

Asintió ante sus palabras y sintió como se acercaba más a él sintiendo sus mejillas calentarse un poco, pero no quería pensar en nada, solo quería quedarse así, cerca suyo. Juntos.

Sin embargo no pudo evitarlo. Sus ojos se abrieron. ¿Qué quería decir con eso? - ¿Lo que sientes? ¿Jérôme? - preguntó algo nervioso sintiendo el aliento ajeno contra el suyo, sin embargo no se podía alejar. Su corazón latía muy fuerte en su pecho y sus labios picaban. Él también lo deseaba. Lo deseaba tanto.

Su mirada casi se humedeció por sus palabras pero solo pudo cerrar los ojos y nunca supo si fue él el que al final se había rendido y caído en los labios ajenos o si había sido el vampiro.

Solo sabía que se estaban besando, por primera vez y, Dios, era lo mejor que le había pasado nunca. Sus manos se afirmaron de los hombros ajenos mientras que su estómago daba un vuelco pegándose ambos cuerpos más. Sus labios no tardaron en separarse para permitirle le entrada a su interior al mayor y allí si todo se puso mucho más caliente. Su temperatura corporal contrastaba tanto contra la frialdad del vampiro que no podía dejar de temblar, pero no se podía separar tampoco.

Lo quería, quería eso. Hace tanto que le miraba, hace tanto que le deseaba. Jérôme le estaba besando. O él le estaba besando a él, como fuese... se estaban besando.

Pero entonces algo hizo click en su mente. Se estaban besando. Y eso no estaba bien. ¡No estaba bien! Jérôme era un hombre, tenía esposa, un hijo. Y él era un hombre también. Ni siquiera tuvo que imaginarse a su padre, sabía que eso estaba mal. Era pecado, era completamente contra todo lo correcto.

Antes de poder reaccionar estaba separándose del beso, poniéndose de pie mientras se tapaba la boca con una mano. Su mirada clara atravesó la mirada ajena y pronto se alejó, abriendo la puerta del camarote y saliendo corriendo de allí.

No podía. Eso estaba mal.

Además... Jérôme estaba débil luego de contarle todas esas cosas... se debía haber sentido solo, y él se había aprovechado - Eres un estúpido - se insultó, controlando sus ganas de llorar.

Ese beso, tan esperado y tan anhelado por fin se lo estaba dando y para su felicidad era correspondido y estando ambos sentados sobre la cama, quizás esa noche terminaría en algo mas. Ya podía imaginarse besando cada centímetro de la piel suave de Alfred y quizás, solo quizás...probar su sangre.

Apenas los labios del menor se abrieron su lengua se adentró a aquella húmeda cavidad, recorriendola por completo, saboreando aquel beso. Sus manos recorrían la fuerte espalda del norteamericano, claro, ya le estaba conociendo con sus labios, ahora sus manos debían saber algo mas de aquella piel. Pero fue interrumpido cuando el beso se termino, de golpe abrió los ojos y quedó mirando la reacción que tenía el otro- ¿Qué sucedió? -Preguntó mirándole atónito. Algo debió haber hecho mal.

No recibió respuesta alguna, solo le vio irse tan rápido como un rayo. Arregló sus cabellos haciéndolos hacia atrás y agachando la cabeza. Aquella reacción...solo podía significar una cosa- Me rechazó...-Murmuró cabizbajo, sintiendo como toda aquella emoción se transformaba en una horrible sensación de nausea y mareo, como si la situación actual le provocara asco.

Se lanzó hacia atrás en la cama y cerró los ojos. Sentía rabia y decepción, pero entonces comprendió. No podía culpar a Alfred, quizás él solo era amable y todo lo que creyó algo mas que amistad solo fue confundido. El rubio había sido criado en una familia sumamente cristiana, era lógico que sus gustos no iban dirigidos ni a hombres ni vampiros.

Suspiró largamente y pasó sobre sus labios el antebrazo para luego taparse los ojos con éste mismo y en ese mismo lugar y momento prometió que al bajar de ese barco su única prioridad sería Andrè. Claro, a Alfred le seguiría ayudando, pero ya había entendido que ellos solo llegarían a ser amigos.- ...por que me rechazó...-Volvió a murmurar y decidió desconectarse de su alrededor un momento para descansar su mente luego de los sucedido.


[TEMA FINALIZADO]