AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Oswald F. Murdock
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Oswald F. Murdock
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Oswald Fitzroy Murdock▲EDAD▲
24 años▲ESPECIE▲
Humano - Hechicero▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase Alta▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Bisexual▲LUGAR DE ORIGEN▲
Mayfair, Ciudad de Westminster, Reino Unido▲HABILIDADES/PODERES▲
Hechicería, Percepción del aura, Encandilamiento, Creación de Ilusiones, ApatíaOswald es alguien temperamental por naturaleza, aunque debido al entorno en el que ha crecido ha debido desarrollar una importante fuerza de voluntad para lograr controlarse. Por tanto, tiende a actuar de manera hipócrita, ocultando sus verdaderos pensamientos detrás de una sonrisa agasajadora.
Echa de menos la comodidad en la que vivía, lo cual, sumado a una educación despreocupada, le lleva a ser algo derrochador. Se centra bastante en los detalles, siempre queriendo presentarse adecuadamente. Sabe que la clase pudiente es quisquillosa y que tanto un mínimo error puede echar a perder una larga negociación como un pequeño acierto ser la clave para su triunfo.
No es alguien muy creyente en Dios, ya que su familia, aunque conservara las apariencias, rechazaba la fe cristiana. Sin embargo, una parte de sí es incapaz de rechazar esta faceta de pleno y muestra predisposición a creer. Y dicha parte, entra en conflicto con su sexualidad, ya que, si bien siente atracción por las mujeres, también por los hombres, lo cual es un problema para él, habiéndose educado en una sociedad que rechaza tal inclinación. Por tanto, no termina de aceptarla más allá que para desempeñar su “trabajo”.
Respecto a sus poderes, siente una contradicción interna. Por un lado, sabe que son una tentación y que pueden llevarle justo a donde su familia quería que estuviera; por otro, son un recurso al que es incapaz de acudir de vez en cuando. Pero rechaza utilizar los medios de su familia para aumentar el alcance de su don, consciente de que eso le convertiría en una persona pérfida. Pero esa posibilidad de hacer el mal le coloca en una visión relativista de la vida y le sirve para justificarse las pequeñas maldades que hace tanto para sobrevivir como para intentar mantener el nivel de vida con el que nació y al que, de todas maneras, nunca renunció.
Echa de menos la comodidad en la que vivía, lo cual, sumado a una educación despreocupada, le lleva a ser algo derrochador. Se centra bastante en los detalles, siempre queriendo presentarse adecuadamente. Sabe que la clase pudiente es quisquillosa y que tanto un mínimo error puede echar a perder una larga negociación como un pequeño acierto ser la clave para su triunfo.
No es alguien muy creyente en Dios, ya que su familia, aunque conservara las apariencias, rechazaba la fe cristiana. Sin embargo, una parte de sí es incapaz de rechazar esta faceta de pleno y muestra predisposición a creer. Y dicha parte, entra en conflicto con su sexualidad, ya que, si bien siente atracción por las mujeres, también por los hombres, lo cual es un problema para él, habiéndose educado en una sociedad que rechaza tal inclinación. Por tanto, no termina de aceptarla más allá que para desempeñar su “trabajo”.
Respecto a sus poderes, siente una contradicción interna. Por un lado, sabe que son una tentación y que pueden llevarle justo a donde su familia quería que estuviera; por otro, son un recurso al que es incapaz de acudir de vez en cuando. Pero rechaza utilizar los medios de su familia para aumentar el alcance de su don, consciente de que eso le convertiría en una persona pérfida. Pero esa posibilidad de hacer el mal le coloca en una visión relativista de la vida y le sirve para justificarse las pequeñas maldades que hace tanto para sobrevivir como para intentar mantener el nivel de vida con el que nació y al que, de todas maneras, nunca renunció.
Aquel veintitrés de abril de 1797, Oswald Fitzroy Murdock dejaba las costas británicas, cruzando el Canal de la Mancha para dirigirse al continente. Según sus intenciones, aquel sería un viaje de no retorno. Mientras la marea mecía la barcaza y el viento alborotaba su pelo, sus pensamientos no podían apartarse del fuerte sonido de la puerta de la residencia familiar cerrándose. La discusión precedente, que había durado un par de horas, había desembocado en aquella decisión. Algunos le habían intentado disuadir, aunque sin demasiada resolución, pero la sentencia de su padre, “si no quiere ser uno de los nuestros, es mejor que se vaya”, había acallado cualquier réplica. Y no, Oswald no quería ser uno de los suyos, no con lo que implicaba.
Los Murdock era una acomodada familia burguesa, residente en el barrio de Mayfair, en Westminster, a donde se habían mudado tras haber logrado éxito en los negocios. Por aquellos últimos años, poseían varias fábricas en las cercanías de Londres y un par más repartidas por el resto del país. Pero aquel éxito no había venido de la providencia y ni siquiera del duro trabajo de una persona corriente. No, su ascenso social había venido de la mano de habilidades prohibidas al gran público. Su estirpe venía practicando la hechicería desde hacía más tiempo del que podían recordar, habiendo sido brujos de pueblo, vagabundos sanadores y llegando a preservar su legado en secreto cuando la religión empezó a atacar con fuerza a los practicantes de la magia. Pero hacía al menos un siglo que su don se había visto corrompido, quizás por un pacto, quizás por un descubrimiento. El caso era que habían dado con una fórmula que les permitía hacer más que pequeñas curas o ligeras manipulaciones, que les permitía ser hechiceros de verdad, de esos que pueden marcar su curso en la historia. Pero tal poder tenía un precio, un precio que cualquier Murdock debía aceptar: su don estaba alimentado gracias a robarle la vitalidad a otras personas. Tras un ritual de vinculación, las víctimas empezaban a sentirse débiles para, al cabo de un tiempo ser víctimas de enfermedades y eventos desafortunados que terminarían irremediablemente en su muerte. Y ese era el secreto de la familia, el que les había hecho un hueco dentro de la élite de la ciudad y el país más poderoso del momento.
Pero Oswald, pese a la educación que había recibido, no estaba dispuesto a aceptar esos términos, marcando así una distancia insalvable con el resto de sus familiares. Por tanto, había decidido que debía alejarse, haciendo su maleta apresuradamente y aceptando la compañía de Yízo, uno de los esclavos de su familia, con el cual se había criado y con el cual compartía un vínculo de amistad, compañía que se haría vital en los meses siguientes.
Tres años después, la pareja llegaba a París para continuar con el desempeño que habían tomado como profesión: engañar a inversores, señoras con dinero para despilfarrar, crédulos necesitados de alguien que les timase… en definitiva, cualquiera que les presentase una oportunidad para estafarles. Y ya empezaban a estar cortos de dinero, así que era hora de ponerse manos a la obra.
Los Murdock era una acomodada familia burguesa, residente en el barrio de Mayfair, en Westminster, a donde se habían mudado tras haber logrado éxito en los negocios. Por aquellos últimos años, poseían varias fábricas en las cercanías de Londres y un par más repartidas por el resto del país. Pero aquel éxito no había venido de la providencia y ni siquiera del duro trabajo de una persona corriente. No, su ascenso social había venido de la mano de habilidades prohibidas al gran público. Su estirpe venía practicando la hechicería desde hacía más tiempo del que podían recordar, habiendo sido brujos de pueblo, vagabundos sanadores y llegando a preservar su legado en secreto cuando la religión empezó a atacar con fuerza a los practicantes de la magia. Pero hacía al menos un siglo que su don se había visto corrompido, quizás por un pacto, quizás por un descubrimiento. El caso era que habían dado con una fórmula que les permitía hacer más que pequeñas curas o ligeras manipulaciones, que les permitía ser hechiceros de verdad, de esos que pueden marcar su curso en la historia. Pero tal poder tenía un precio, un precio que cualquier Murdock debía aceptar: su don estaba alimentado gracias a robarle la vitalidad a otras personas. Tras un ritual de vinculación, las víctimas empezaban a sentirse débiles para, al cabo de un tiempo ser víctimas de enfermedades y eventos desafortunados que terminarían irremediablemente en su muerte. Y ese era el secreto de la familia, el que les había hecho un hueco dentro de la élite de la ciudad y el país más poderoso del momento.
Pero Oswald, pese a la educación que había recibido, no estaba dispuesto a aceptar esos términos, marcando así una distancia insalvable con el resto de sus familiares. Por tanto, había decidido que debía alejarse, haciendo su maleta apresuradamente y aceptando la compañía de Yízo, uno de los esclavos de su familia, con el cual se había criado y con el cual compartía un vínculo de amistad, compañía que se haría vital en los meses siguientes.
Tres años después, la pareja llegaba a París para continuar con el desempeño que habían tomado como profesión: engañar a inversores, señoras con dinero para despilfarrar, crédulos necesitados de alguien que les timase… en definitiva, cualquiera que les presentase una oportunidad para estafarles. Y ya empezaban a estar cortos de dinero, así que era hora de ponerse manos a la obra.
Escribe aquí los datos extra de tu personaje, todo lo que no hayas mencionado anteriormente.
Oswald F. Murdock- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 25/08/2016
Re: Oswald F. Murdock
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
¡ENHORABUENA! YA ERES PARTE DE VICTORIAN VAMPIRES Y TE DAMOS LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.
ANTES DE HACER CUALQUIER OTRA COSA, TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE CÓMO MANEJAMOS TODO EN ESTE SITIO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES; ESTAMOS PARA SERVIRTE.
¡QUE TE DIVIERTAS!
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