Febril luna llena

Una ligera brisa, acompañada por minúsculas briznas de hierba que delimitaban su figura, recorría la superficie de aquél lago en mitad del bosque. Los árboles mecían sus hojas al compás que esa libertina brisa les marcaba, así como el agua parecía querer alcanzarla y hacerla suya con un leve oleaje. La luna llena, espejo luminoso del firmamento, observaba todo cuanto ocurría allí abajo. Un bosque, un lago y una figura humana bajo el agua, deslizándose bajo su superficie sin pudor y con gracilidad. Era una mujer, desnuda, que se bañaba en aquellas cristalinas aguas dejando que su cabello cobrase vida y que sus movimientos se mimetizasen con los del lago que la acogía. Sus ropas descansaban sobre una roca. No eran gran cosa. Un vestido ajustado que dejaría sus pechos al aire y cubriría el inicio de sus muslos para tapar mínimamente lo que muchos consideraban indecoroso mostrar. Una liga azul osuro, mismo color que el vestido, descansaba junto a éste. Como colofón una mantón ligero que usaba para cubrir lo que no cubría el vestido.

De pronto, sin prisa, comenzó a salir a la superficie. Primero una capa de pelo que cubría lo que parecía una cabeza. Dos dos orbes entre verdes y grisáceos observaban de forma penetrante entre la cascada de cabello. A continuación, salieron dos hombros acabados en un pequeño hoyuelo donde se encontraba su cuello, terso, suave. Poco a poco, con los primeros pasos para salir del agua, fueron apareciendo más piezas de aquél lujurioso rompecabezas. Primero dos senos prietos enmarcando dos aureolas geométricamente perfectas, al igual que sus centrados pezones, duros a causa del frescor del agua y de la noche. Su pelo, que caía pegado a su cuerpo, había respetado sus senos, como si no se sintiese digno de ocultar aquella belleza y tan solo los enmarcaba por la base, realzándolos. Dos pasos más y un vientre plano y ligeramente marcado emergió de las aguas. Se notaban unos abdominales trabajados y flexibles cuyas lineas guiaban a una oscura cueva de perdición placentera e infernal. Dicha cueva, como se vería un paso después, estaba coronada por un corte de pelo original. Se asemejaba a un tridente, dando la sensación de que la mujer misma había sido creada y sacada de aquellas aguas por el mismísimo Poseidón. Seguidamente, dos muslos torneados, y unas nalgas tersas y apretadas se mostraron al mundo. La mujer detuvo sus paso casi en la orilla y fijó su mirada en algún punto entre dos árboles que delimitaban la linde del bosque y el comienzo del lago.- Sal, ¿acaso tienes miedo de una mujer desnuda? -Había dejado un pie ligeramente adelantado que tan solo apoyaba los dedos en el fondo de la orilla, realzando su figura. Un leve contoneo, nacido de sus caderas, aumentaba la sensación de que se trataba de una ninfa. Era un movimiento de cadencia desmesuradamente lenta con el fin de que a la misma vez pareciese quieta y en movimiento.

Era de noche, como siempre. El cielo estaba despejado y la luna llena reinaba sobre un cielo cubierto de estrellas a modo de velas que tintileaban en la oscuridad total que lo llenaba todo, desde el horizonte a lo más alto.

Estaba cansada del bullicio, de las luces artificiales y el asfalto. De los edificios y de los caballos que recogían a las personas a sus casas después de haber pasado todo el día haciendo Dios sabe que. Si, había días que me daba cuenta de que todo giraba a mi alrededor, de que todo seguía adelante mientras yo dormía. Que había más vida y muchas de ella, aún siendo inmortal como era, me la perdía. Y que aunque quisiera, no podría tampoco ser participe en ella.

Allí me encontraba, perdida por los caminos y la oscuridad que rodeaba la gran ciudad. Transitando por la arena y haciendo que mis zapatos se tornen color marrón grisaceo. Nada que no se pudiera quitar rápidamente con un paño ligeramente húmedo. Aún así, esa sensación, esa "suciedad". Sería demasiado para cualquier dama de un estatus medio-alto de la gran urbe. Yo, simplemente disfrutaba de la soledad, abrazada a izquierdas y  derechas por un manto de arboles que ocultaban más cosas detrás de ellos.

No tenía claro cuanto había andado, ni siquiera donde estaba. Más aún: no sabía ni como volver a la ciudad. Los sonidos de la misma hacía tiempo atrás que habían sido tragados por el sonido de la naturaleza libre: los insectos, algún que otro pájaro... incluso el chirriar de los murcielagos buscando alguna presa con sus ojos ciegos. Tampoco es que me importara mucho. No obstante, decidí parar un momento a tomar un descanso y dejar que el sonido de mis pasos no esturbiara los demás.

Me metí un poco entre los árboles, remangando mi falda azul lisa, con un escote palabra de honor que ajustaba mis pechos y los mantenía en su lugar, donde debían estar. Y, cuando lo consideré oportuno, cerré los ojos y dejé escapar un aire ficticio.

El sonido del agua llegó a mis oídos. Pero no era de agua que corre, era más bien de agua que es removida por algún cuerpo. Por suerte, la luna iluminaba todo con su luz y pude ver una figura salir de la misma. Una mujer, una dama que se encontraba completamente desnuda y  que portaba una figura que podría hacer enloquecer a un varón con sólo mirarla. Una medusa, que seguramente fuera bella por fuera y veneno por dentro.

Debí de hacer algún ruido, pues esta se percató de mi presencia y me instó a salir del lugar en el que me encontraba. No tenía miedo. Era humana. Cada poro de su piel así lo demostraba. Caminé hasta que la luz ilumbró mi rostro y, posteriormente, mi cuerpo. Sonreí aunque no tuviera demasiadas ganas, separando ligeramente los labios sin llegar a descubrir mis prominentes colmillos.

- No temo a vuestra presencia - le dije - Me encontraba parada, escuchando los sonidos de la naturaleza cuando me he percatado de que estabais aquí - seguí diciendo - No era mi intención importunaros mademoiselle - aunque mis ropas podrían decir que era de quizás una clase más alta, el polvo había hecho su trabajo ensuciándola y podría pasar por una campesina que va vestida para la iglesia o algo similar - ¿No temeis que puedan haceros algo a tan altas horas de la noche en un lugar tan oscuro?

Aquellas palabras habían salido de su boca casi sin pensar. En su mente las había recitado como en una obra teatral. Ahora ya no estaba segura de si había escuchado algún sonido, visto alguna sombra o si, simplemente, el azar había hecho que aquella mujer que salía de las sombras estuviese allí en ese preciso instante. A pesar de ello, ya había empezado el juego y ahora solo quedaba continuar con él.

Ladeó la cabeza mirando fijamente a aquella figura, escuchando sus palabras y meciéndose al son que la brisa y el leve vaivén del lago le imponían. Sonrió, mostrando unos dientes blancos y perfectos antes de responder.- No me importunáis ni temo tal cosa. Respeto la oscuridad y respeto a las criaturas que por ella se deslizan, al igual que espero ser respetada por ellas. -Elevó los brazos lentamente, en un estiramiento, como si acabase de despertar. Sus índices acariciaron sus propios costados mientras ascendían, rodearon sus senos y su cuello. Sus mejillas se estremecieron cuando pasó los dedos por ellas a la vez que inspiraba hasta finalizar con los brazos en alto, unidos por esos dedos que tan largo recorrido habían realizado sin despegarse de su cuerpo. Aquello la hacía arquear la espalda ligeramente hacia adelante, estilizando su figura. Los dejó caer de nuevo en un lento y amplio arco.- La oscuridad ofrece refugio a quien la acepta. -Comentó al aire más que a su nueva acompañante. La brisa meció la punta de su melena que comenzaba a secarse y permitía que se elevase sin mucha resistencia.

Despacio giró su cuerpo para encarar a la luna y dar la espalda a la mujer, alzando el rostro a aquél orbe brillante. En su mente veía el vestido azul de la mujer, el mismo color que su liga, que bajo aquella luz plateada parecía cobrar vida. Se quedó unos segundo en silencio, observando a la luna.- Es extraño como cambian las cosas según la luz que nos ilumine. -Se refería al día y la noche, la luz y la sombra.- Las cosas nunca son lo que parecen. -Comentó con una leve sonrisilla antes de girar el rostro hacia la mujer, ligeramente ladeada pues todavía le ofrecía la espalda.- ¿No creéis?

A veces, la raza humana denotaba tanta inocencia que casi daba pena arrebatarles la sangre de un modo tan cruel y despiadado. Las palabras de aquella mujer, más allá de la hermosura de su figura a la luz de la luna, denotaban que vivía quizás en un mundo paralelo, uno en el que no hay maldad. Uno en el que la justicia prevalecía y el equilibrio siempre era perfecto.

- Espero que, realmente, esas figuras que os topeis en la oscuridad de la noche, envuelta en el abrazo de la misma. Tengan la misma consideración que vosotros pensais que tendrán - hice una leve pausa y continué - ¿Acaso pensais que el mundo es justo para aquellos que son buenos?¿Acaso la maldad sólo ataca a aquellos que han hecho mal con anterioridad? - di un paso hacias delante y salí al claro, donde la luz me iluminaba por completo. Mi piel resplandecía y mis mejillas tenían un color ligeramente rosado, atractivo y atrayente, como siempre - ¿Cuántas primaveras habéis contemplado? Deberiaís cambiar esa mentalidad si deseais contemplar muchas más.

Realizó su ritual de atracción. Acarició su piel evocando algo así como si fuera otra persona la que le tocaba. Intentando hacerme sentir esa sensación a mi, intentando que mi mirada se perdiera en las curvaturas de su cuerpo y en la perfección de sus senos. Lo hice, no puedo negarlo. Admiré su figura y su belleza de mujer así como lo habría hecho cuando lo único que pasaría por mi cabeza sería desgustar el nectar caliente que manara de su sexo. Pero sólo era reminiscencia de un pensamiento humano que ya quedaba lejos.

Sus palabras llegaron a mi y no tardé en darle respuesta como era mi forma de ser.

- Las cosas son iguales de día y de noche, sólo cambia el matiz con el que se ve - luego, en respuesta a su afirmación - ¿Acaso debo yo temer de este encuentro? - le contesté con una fingida preocupación - ¿Acaso vos no sois lo que aparentais ser?

Una leve risilla escapó de los labios de Calipso, como si no fuese ella sino el propio lago quien la incitase a reír por ella. Las preguntas de la mujer que acababa de aparecer le hacían recordar que precisamente ella no podía calificarse como buena... y posiblemente su forma de pensar distaba mucho de lo que se consideraba justicia. Si todo fuese como aquella mujer preguntaba, denotando que creía que ella, Calipso, pensaba de tal forma, hacía tiempo que tendría que estar muerta... y no precisamente de forma apacible y sin dolor, tal vez aun seguiría viva pero tras largos años de sufrimiento. Quien sabe, quizás fuese así pero ella estaba gozando su vida aun así.- Las suficientes si se saben aprovechar. -Respondió.- Más de veinte, menos de treinta. -Se mordió el labio inferior.- O al menos eso espero aparentar. ¿Cuántas primaveras creéis que he sufrido? -Preguntó oscureciendo un poco el cariz de la conversación.

Le gustó ver como los ojos de aquella mujer, que brillaba de una forma extraña, hipnótica incluso, recorrían su figura. Calipso tan solo lo hacía como un juego, en ese preciso momento no lo había hecho intentando seducir a nadie, sino porque aquellos movimientos la hacían sentir bien, relajada, una con lo que la rodeaba. Posiblemente fuese su megalomanía la que actuaba o tal vez realmente aquello le trajese paz, aunque sentía lo mismo cuando extirpaba lentamente los intestinos a algún pobre infeliz. La mente es extraña, ¿no es así?

Alzó una ceja al escuchar la respuesta de la mujer y asintió, apartando la mirada de la suya y dando un par de pasos hacia el interior del lago, sus ojos posados en la luna.- Veo que pensamos del mismo modo. ¿Temer? -Volvió a estirarse con los brazos en alto y las manos entrelazadas.- Temed lo mismo que os temo yo. -Bajó los brazos despacio, todavía dándole la espalda y sin dejar de mirar la luna. Un suspiro.- Nada ni nadie es lo que aparenta ser. -Se giró nuevamente para ahora quedar de frente, ofreciéndole una generosa vista de su ser.- ¿Qué aparento para ti? -Preguntó curiosa y juguetona.

Parecía que aquello se convertiría en una ronda de preguntas que sustituiría una ronda siguiente y así una y otra vez, es una conversación típica de alguien que no quiere dar más información que la que se puede sacar a través de lo que se ve. Aunque sea en la penumbra. Sugiere una incognita de nuevo, su edad. No obstante lo deja al juego de adivinación, a mi experiencia y conocimiento a través de todas las personas que he ido viendo a lo largo de mi vida y de mi no-vida. Una cosa si tenía clara: Tenía muchas menos primaveras que yo y seguramente también viviera muchas menos. Claro estaba, eso no podía decírselo y tendría que buscar un medio para salir de aquella situación lo mejor posible.

- Tampoco es relevante, ni siquiera importante, con el dato que me habeis dado es más que suficiente además de que: sólo era una pregunta poco más que retórica - le contesté - Entiendo entonces, por lo que decís, que habéis sabido aprovecharlas de buena manera y gozais de la libertad de andaros con menos cuidado pues ya lo habéis vivido todo ¿Es eso cierto? - pregunté buscando algún resquicio más que me permitiera saber de su vida. Aunque, por la ligereza con la que mostraba su cuerpo y sus atributos podría hacerme una idea de su dedicación. Las damas de bien no se bañan desnudas en los lagos por la noche.

Se movía, se contoneaba, disfrutaba siendo observada de aquel modo por mi parte. Se sentía deseada. Pero los deseos fueran dispares en función de quien fuera el observador y quien el observado. Era una diva, una musa a la luz de la Luna acariciada por la leve marea de un agua estancada durante años.

- No os temo. Más allá de las apariencias todos somos sangre, huesos y carne. Todos somos matería que se malea, que crece, que se transforma y que se destruye - caminé hacía ella saliéndo del refugio de las sombras y mostrando mi piel más pálida a la luz del astro que brillaba con fuerza en el cielo. Mis pasos eran lentos, marcados y sugerentes, mi mirada entrecerrada y mis palabras suaves, hipnóticas - No os temo, pero a veces muchas personas me temen. Me alegro que este no sea el caso... - había cubierto la mayoría de distancia y apenas nos separaba un metro cuando, con mi lengua, humedecí mis labios mostrando un afilado colmillo. Quizás no hubiera la suficiente luz como para que lo viera pero tampoco me preocupé en ocultarlo - ¿Un corderito? - la contesté a su última pregunta mientras con mi fría piel acariciaba uno de sus brazos y buscaba su mirada ahora más de cerca.

Una hoja, una sola en la linde del bosque que rodeaba aquél lago desierto, a excepción de las dos mujeres, se separó de sus orígenes, de la rama que la había visto crecer. Su caída libre tan solo duró medio segundo antes de que esa ligera brisilla que recorría el lago incansable, a veces intermitente, la recogiese en su seno. Acto seguido, ambas, brisa y hoja, danzaron alrededor de aquellas mujeres en conversación superflua pues ninguna daba información más allá de lo que callaban y a su vez cierto desdén flotaba en sendas direcciones. Finalmente, la hoja flotó entre ellas, acarició un hombro de Catalina y el vientre de Calipso antes de descansar sobre la superficie del lago y alejarse de ellas.

Calipso se sentía relajada, disfrutaba de la soledad aunque un juego de palabras inocente y a su vez peligroso mejoraba una situación de simple desconexión. Sonrió a las palabras de la mujer, cada vez mostrándose más altiva y segura de si misma, superior al resto de las cosas a pesar de que buscase, con sus palabras, enviar mensajes contrarios. Éstas ocultaban esa superioridad queriendo hacer ver que eran las palabras de su interlocutora las que mostraban ese desprecio por la otra persona cuando el deje de soberbia jugaba un papel importante en la única mujer vestida del lugar, algo que no escapaba a Calipso, había jugado muchas veces a ser la presa cuando realmente era la cazadora y veía en los actos de la mujer ese mismo juego.

- Una visión un tanto pobre esa de pensar que ya se ha vivido todo. -La luna seguía iluminando su cuerpo, realzando las sombras así como los brillos. Cada vez se notaba más en sus actos, sus miradas y su forma de dirigirse a Calipso que la mujer no la trataba como una igual, incluso ya no solo de la misma clase, algo con lo que Calipso jugaba, pues a pesar de sus orígenes, que la gente la tratase como clase baja le permitía juegos nuevos, sino como si ella no fuese más que un despojo. Quizás solo fuesen cosas suyas, quizás estuviese buscando una forma de odiar a esa mujer que le quitaba la paz para poder teñir de rojo aquél lago y tener una excusa, a pesar de no necesitarla.

Un destello en la comisura de los labios de la joven incrementó el interés de Calipso, si aquello no era un simple destello las cosas iban a mejorar. Tampoco le hizo mucho caso a su mente divagante. Sus ojos se deslizaron por la figura de la morena oculta bajo el vestido azul pero completamente visible para los ojos expertos de Calipso. Tal vez sería mejor jugar con ella antes de decidir su destino. En ese momento una pregunta y un contacto piel contra piel. El tacto era frío. ¿Puede que más de lo que debería ser normal? Sus orbes color miel se clavaron en ese punto de caricia suave y siniestra. Notaba algo, que la observaban. Seguramente la mujer buscaba su mirada como tantos otros hacía buscando un mayor contacto con ella, una debilidad, una forma de que una cortesana se encandilara de ellos y tal vez les cobrase menos. Tal vez fuese esa la intención de la mujer, tal vez no. Pero no le interesaba entrar aún en ese juego de miradas penetrantes y conversaciones mudas. Dejó en el aire una suave sonrisa y volvió a darle la espalda internándose despacio en el lago, contoneando las caderas y pisando con seguridad a pesar de que el nivel del agua se elevaba poco a poco por sus piernas.- Los corderitos son miedosos y no se fían de los desconocidos. Aun no se vuestro nombre y os veo disfrazada de azul. Creo que no estamos en igualdad de condiciones y... de pequeña me enseñaron a jugar sin superioridad ni inferioridad. La verdadera naturaleza de las cosas se encuentra en las pequeñas cosas, en lo que consiguen extraer de si mismas cuando no tienen nada a lo que aferrarse, cuando solo su mente y su cuerpo las defienden del resto.

La respuesta no terminaba de satisfacer la curiosidad o más bien lo que esperaba recibir de una exposición tan amplia. De nuevo palabras vacías y carentes de más información que la básica, que aquella que las propias letras unidas eran incapaces de ocultar. Mis ojos miraban los de mi acompañante intentando encontrar algún resquicio de pensamiento en ellos, alguna muestra de aquello que tanto se esforzaba en ocultar, en tapar a ojos vistos. Dado que, su cuerpo parecía no molestarse demasiado en hacerlo.

- Sólo me remito a lo que parece que intentais transmitir - la respondí - Echariais mucho a perder de haber sido una respuesta afirmativa. Pues vuestra juventud aún parece que tiene mucho que dar, aún parece que su potencial no está del todo definido y que, seguramente, tengais muchas cosas por las cuales aún no habeis pasado y deseais conocer - añadí para completar su frase.

Quizás mi desden o más bien mi falta de ocultación al mostrar caracteristicas mías que se escapan de lo normal. Quizás mi tacto, mi mirada o como me movía al compás de las sombras hicieron que sus pasos se alejaran después de gozar de la satisfacción de sentirse observada por mi persona. ¿Deseo? Quizás. Aunque no sabría definir de que tipo. Creo que el sexual ya queda lejos de ser algo que siento a diario. Más bien se ha convertido en un hecho aislado del cual, a veces, tengo algún resquicio perdido que se le asemeja.

- Mi nombre es Catalina - la contesté mientras la observaba de nuevo internándose en las aguas del estanque - Y no tengo por oficio caminar desnuda por el bosque, no espereis que os acompañe en esos menesteres mademoiselle - añadí negando su proposición de acompañarla en tan gélidas aguas - Si ese es vuestre deseo, podéis gozar del líquido negro que envuelve vuestro cuerpo hasta la saciedad o hasta que el frio agarrote vuestros huesos y músculos y perezcais en lo que antes habíais gozado - la vida era cruel pero el frio no hacía la vista gorda con nadie, fuera quien fuera - Os permitiré disfrutar en soledad de vuestro baño y miraré los periodicos mañana para comprobar que no ocupais ninguna de las esquelas - terminé diciendo dando un par de pasos atrás mostrando lo que podía ser una marcha si nada lo impedía.

Calipso rió en su fuero interno. No le había salido bien la jugada, no vería ese cuerpo desnudo, pero tampoco le importaba pues tampoco esperaba tener compañía aquella noche. Respecto a las palabras que Catalina encogió los hombros. Parecía terminar la respuesta que Calipso le había dado, no iba a corregirla pero tampoco se podía decir que ella hubiese dicho aquellas palabras, por lo que dejó que la mujer fuese feliz con aquello. ¿Para qué molestarse en corregir o respaldar la opinión de alguien que tal vez no volviese a ver o que, como ella en muchas ocasiones, se hacía sus propias conjeturas sin importarle lo que dijesen los demás? Podía ser que, como ella misma, Catalina pudiese escuchar lo que las palabras no decían y ver lo que la gente ocultaba a simple vista.

Había recibido un nombre, pero no curiosidad por el suyo propio así que, en respuesta mantuvo el silencio, tan solo asintió ante lo que oía. Le gustaba aquél nombre. Tal vez en sus viajes a España lo tomase, o tal vez no. Mientras las palabras de la morena flotaban por el aire hasta sus oídos, Calipso prosiguió en su camino hacía las profundidades del lago. Es cierto que era de noche y no hacía calor precisamente pero ella provenía de tierras mucho más frías y ya era primavera por lo que el agua estaba casi perfecta para lo que recordaba de niña. Un recuerdo inundó su mente como un torrente. Aquella vez que su padre ahogó a un joven que le había hecho perder cierta cantidad de dinero por su ineptitud. Luego la llamó para explicarle los motivos de lo que acaba de suceder pero antes de aquello la mantuvo, para su sorpresa, bajo el agua durante casi dos minutos. Casi había perdido el conocimiento y pensaba que su padre la iba a matar presa de la ira, pero después vinieron las palabras, la lección y cierta base sobre la que se construiría la Calipso actual. Sonrió con aquél recuerdo, pensando en que estarían haciendo sus padres. Respiró hondo y se dejó caer en las aguas, flotando con la cabeza fuera.

Observó como la mujer se alejaba. Estuvo tentada de dejarla marchar. Eran carácteres demasiado similares, demasiado ariscos y altivos, dentro de sus matices, pero algo pudo con ella; esa manía de tener la última palabra.- Me dejáis disfrutar pero sabéis que no podréis quitarme de vuestra mente. Interesante forma de actuar. ¿Toda esa frialdad es tan solo un muro que oculta un ardiente y apasionado corazón lleno de ternura y sentimentalismo? Nunca lo habría imaginado. -Y una sonrisa, que brilló blanca bajo la luna, rubricó aquellas palabras. Suponía que aquella mujer se marcharía, y que incluso lo haría dejando alguna perlita de su invención. Se recostó, dejando que su cuerpo flotase en el lago bocarriba, y esperó la reacción, o la ausencia de la misma, por parte de aquella hermosa mujer.

Aquel tira y afloja podía terminar en cualquier momento. Yo, había dado el primer paso para una salida del lugar si nada lo impedía y ella: aún seguía encerrada en el pensamiento de que dominaba la situación. Mientras eso no cambiara, no habría demasiado que hacer allí. Era un vampiro, un ser superior a cualquier humano y, aquella mujer, no iba a ser más que yo. No podría manejar la situación a su antojo, no la dejaría.

Pero tampoco quería matarla...

En la vida de un inmortal como yo, en situaciones parecidas sólo había dos opciones: Marcharse o acabar con su sufrimiento. También estaba la tercera opción que era la de ceder a las peticiones de la mujer sólo para conseguir algo más allá de lo banal. Pero para eso esa mujer debería tener algo que yo deseara.

No es que no deseara poseerla físicamente. Estaba muerta pero aún sabía valorar todo lo que mis ojos recibían desde fuera. Pero creo que la satisfacción mayor vendría en doblegar esa voluntad que parecía caracterizar a la mujer de pelo rubio. Se podría conseguir con miedo: Aunque presumiera de ser valiente y que no temía a nada de lo que se movía por la noche. Finalmente, todos los humanos se rinden ante la imagen de la muerte cuando esta se cierne sobre ellos.

Permanecí callada, a la espera de ver que tenía preparado para terminar aquella conversación, para dar por acabada aquella noche o pensar que quizás había esperanza en todo lo que habíamos iniciado y que, quizás, el bosque fuera testigo de algo más que un encuentro casual.

Pero sus palabras y su ego era más grande que la belleza que describía su figura sobresaliendo del agua a la luz de la Luna.

Cesé durante un instante mis pasos y me quedé mirándola sin tener muy claro por donde atacar, sin saber que actitud tomar ante una exposición tan presuntuosa.

Comencé chasqueando la lengua en signo de descontento.

- ¡Oh por favor!¡Ese ego acabará matándoos algún día! - le dije alterando un poco la exclamación para que realmente pareciera una sátira - ¿Qué no podré quitaros de mi cabeza? Lamentablemente, en vuestro caso, dejais poco trabajo a la imaginación. Se todo lo que teneis. ¿Acaso podeis decir lo mismo? - le dije abiertamente haciendo referencia a su desnudez completa dado que, parecía centrar toda la atención en su físico más allá de otras cosas que también importaban - Quien sabe si hay sentimientos apasionados y ternura dentro de mi. Dudo que, vuestra manera de actuar cale ni tan siquiera las primeras capas de mis sentimientos - añadí para terminar.

Una sonora carcajada rompió la quietud de aquella noche, tan solo alterada hasta ese momento por las voces veladas de las dos mujeres. En lugar de responder directamente, siguió riendo mientras recuperaba una posición de nado hasta hacer pie nuevamente y salir del lago. Perlas transparentes recorrían su cuerpo a la luz plateada de la luna, a pesar de que su cuerpo dejaba mostrar ligeros síntomas del frescor del ambiente, como una ligera piel de gallina, mejillas sonrosadas o pezones naturalmente marcados. Sin dirigir su mirada a la mujer se acercó a sus prendas y tomó el mantón colocándoselo sobre los hombros con el fin de secar la parte superior de su torso y usarlo como protección contra el frío. De pronto la risa y la sonrisa desaparecieron del rostro de Calipso.- ¿De verdad creéis que tan solo por ver un cuerpo desnudo conocéis lo que se esconde tras él? ¿La historia que esconde y todo lo que arrastra y soporta? Parece que vos misma os contradecís en vuestras propias palabras. -Y de pronto, como si esa oscuridad momentánea nunca hubiese sido parte de ella, volvió a sonreír, casi a soltar una carcajada.- No son vuestros sentimientos los que me podrían llegar a interesar. -Sus ojos recorrieron aquel cuerpo, cubierto por un hermoso vestido y negó.- Definitivamente vuestros sentimientos son lo último que me preocuparía. -Recolocó sus ropas sobre la roca para hacerse un poco más de sitio y se sentó en la misma, doblando ligeramente una rodilla y dejando la otra estirada.

Estuvo unos segundos así, como tomando el sol, con la única diferencia que lo único que había allí era la luna. Un mirlo nocturno se dejó oír a lo lejos y, como respondiendo a aquella señal, Calipso cerró los ojos en dirección a la luna.- Si tanto sabéis de mí, si tanto asco os doy al parecer, no se que hacéis todavía aquí. -Con una mano se acomodó el mantón sobre los hombros cubriendo así el cuello desde la mandíbula, los hombros y parte de su torso y espalda evitando así el frío en las partes más sensibles en ese momento.- Creo que ahora mismo ese mirlo sabe más de vos de lo que vos misma creéis saber del mundo que os rodea. -Finalmente se tumbó sobre la roca y suspiró.- Dudo que siquiera sepáis que hacéis aquí ni porque seguís "aguantándome". -Aquella última palabra la remarcó, dejando notar la ironía en aquello. Hasta el momento solo compartían palabras y se increpaban una a la otra casi desde el principio. Ella aun no había cambiado su idea de aquella noche, pero el motivo de que la otra mujer siguiese allí ante lo que ocurría continuaba sorprendiéndola, puesto que no parecía tener ninguna razón para seguir allí, sobre todo tras la amenaza de dejarla sola.

Una ráfaga de aire cortó el cielo nocturno a la vez que la quietud del lugar hacía mella en cada uno de los gestos que ambas mujeres marcaban en la oscuridad. Las palabras se sucedían sin otro sentido que el intentar mellar, que intentar quedar encima así como el aceite queda por encima del agua siempre que se intenta mezclar el uno con el otro.

Risa, risa... ¿Para eso había quedado?¿Para infundir risa en los humanos? Vaya porvenir para un vampiro de su estirpe, con su edad. Con el tiempo, hasta los humanos perdían el respeto a las pesadillas que a veces moran en sus sueños y en las que si son temidas.

Sus palabras acusatorias de contradicción me suenan igual proviniendo de su boca.

- Vos sois la que habeis hablado de que no voy a poder sacaros de mi mente. Lo único que he visto de vos es vuestro contorno desnuda a la luz de la Luna ¿Qué contradicción es la que hay en lo que he dicho entonces? - le pregunté pues no alcanzaba a entender cual había sido su lógica para formular lo que acababa de decir.

Su mirada recorriéndome hizo que aquella conversación se convierta de nuevo en algo futil y banal pues no había nada de mi que atrajera a esa mujer aparte que mi físico y realmente no estaba de humor.

- Ya veo, superfial me llaman - respondí de nuevo viendo la incoherencia en sus palabras que no eran acompañadas de actos acordes. Se contradecía todo el rato. Una y otra vez.

Contemplé su juego y su arte vistiéndose, jugando a llamar la atención. Era obvio que le encantaba ser el centro de la misma pero ciertamente no había mucho más que mirar aquella noche y quizás mi paciencia no estuviera lo suficientemente preparada para soportar mucho más las faltas de respeto de aquella joven.

- Teneis razón pues: No entiendo que hago todavía aquí - la respondí a todo lo que había expuesto - Que tengais buena noche mademoiselle - y sin más dilación. Me fuí de allí.