AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El vínculo de la luna [Olivia]
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El vínculo de la luna [Olivia]
Necesitaba un tiempo fuera, alejarse de la manada, aclarar sus pensamientos y sobre todo, decidir si es que era una buena idea poner en peligro la relación que hasta en ese momento llevaba con Dacian, todo para ver si progresaban respecto a ellos y lo que sentían el uno por el otro. Si bien la relación como había sido hasta antes del beso de semanas atrás no podría recuperarse nunca, al menos hasta el momento no tenían aún que preocuparse mucho por lo que aconteciera entre ellos y el cómo eso afectaría a los demás, por eso es que Roxanne necesitaba tiempo a solas, para meditar que era lo más prudente hacer ya que si se dejaba llevar únicamente por sus sentimientos, todo lo construido hasta aquel punto con respecto a la manada se iría al demonio y eso, por más maravillosa que pudiera ser la vida al lado de Dacian, era algo que no podía aceptar.
Sin dar mayores explicaciones a su líder y al resto del grupo, Roxanne se embarco en un viaje en solitario, decidida a no regresar hasta que en su mente existiera una manera clara sobre como proceder. La loba de hecho tenía previsto regresar dentro de pocos días, después de todo ¿Qué tan complicado podía ser tomar una decisión entre la mente y el corazón?
Transcurridos cuatro días lejos de la manada y sentada a la orilla de un riachuelo, fue finalmente el momento en que Roxanne se dio cuenta de que tomar una decisión sería toda una odisea. Por un lado estaba la felicidad al lado de Dacian, esa con la que siempre soñó y por el otro, la estabilidad entera de la manada. Dacian era su salvador, la alejo del yugo de su padre y le mostro una manera diferente de vivir, sin embargo, la manada era su familia. Todos y cada uno de los miembros la querían a su estilo y la cuidaban, así que sencillamente no podía tirar todo eso en saco roto.
Un suspiro salió de sus labios al tiempo que se recostaba en el pasto, sus pensamientos iban y venían respecto a la resolución que debía tomar pero el relajante aroma del bosque y el arrullador sonido del agua correr, sin mencionar el agotamiento de los días sin dormir muy bien, llevaron a la licántropo a caer en la inconsciencia a un nivel tan profundo que le fue imposible darse cuenta de que su sitió de descanso era una zona perteneciente a otra manada de licántropos. Fue de hecho el que su cuerpo fuera sacudido de un lado a otro lo que la hizo lentamente abrir los ojos, solo para darse cuenta de que ya no se encontraba sola.
– No soy una amenaza – fue lo primero que se le vino a la mente decir, mientras aún se mantenía recostada, esperando que su pequeña excursión no resultara ser la última.
Sin dar mayores explicaciones a su líder y al resto del grupo, Roxanne se embarco en un viaje en solitario, decidida a no regresar hasta que en su mente existiera una manera clara sobre como proceder. La loba de hecho tenía previsto regresar dentro de pocos días, después de todo ¿Qué tan complicado podía ser tomar una decisión entre la mente y el corazón?
Transcurridos cuatro días lejos de la manada y sentada a la orilla de un riachuelo, fue finalmente el momento en que Roxanne se dio cuenta de que tomar una decisión sería toda una odisea. Por un lado estaba la felicidad al lado de Dacian, esa con la que siempre soñó y por el otro, la estabilidad entera de la manada. Dacian era su salvador, la alejo del yugo de su padre y le mostro una manera diferente de vivir, sin embargo, la manada era su familia. Todos y cada uno de los miembros la querían a su estilo y la cuidaban, así que sencillamente no podía tirar todo eso en saco roto.
Un suspiro salió de sus labios al tiempo que se recostaba en el pasto, sus pensamientos iban y venían respecto a la resolución que debía tomar pero el relajante aroma del bosque y el arrullador sonido del agua correr, sin mencionar el agotamiento de los días sin dormir muy bien, llevaron a la licántropo a caer en la inconsciencia a un nivel tan profundo que le fue imposible darse cuenta de que su sitió de descanso era una zona perteneciente a otra manada de licántropos. Fue de hecho el que su cuerpo fuera sacudido de un lado a otro lo que la hizo lentamente abrir los ojos, solo para darse cuenta de que ya no se encontraba sola.
– No soy una amenaza – fue lo primero que se le vino a la mente decir, mientras aún se mantenía recostada, esperando que su pequeña excursión no resultara ser la última.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 79
Fecha de inscripción : 23/08/2013
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Re: El vínculo de la luna [Olivia]
La elogiaban a un extremo que le era asfixiante. Tener que ser centro de atención de todo el clan Van Aldin no era algo que Olivia disfrutara; para ella resultaba una carga pesada, que se estaba haciendo difícil de llevar. Las responsabilidades eran cada vez mayores, y quizás eso había espantado a los dos herederos de su tío, por lo que, como era de suponerse, él se fijó en ella como su legítima representante. Pero lo cierto era que Olivia se parecía cada vez más a su padre, incluso, hasta en su manera de pensar. Sin embargo, prefería callar, guardarse sus objeciones y continuar con un teatro que tal vez terminaría acabando con ella lentamente.
Se había instalado en París por un tiempo. Lo hizo con la única idea de poder descansar de tanta presión, de sentirse ligeramente libre. Los Van Aldin, a pesar de ser un grupo de licántropos, tenía un sistema organizado, como un linaje aristocrático común; tenían leyes muy rigurosas, y actuaban con absoluta inteligencia. Ni siquiera se referían a los líderes como “Alfas”; aquel término les resultaba bastante despectivo y siempre había sido así. Tenían costumbres bien arraigadas y lograron acabar casi con la totalidad de sus enemigos. Sin duda, era una estirpe poderosa y bien respetada tanto en Austria, como en otros países cercanos. Sin embargo, tanto honor no convencía del todo a quien tanto admiraban.
Apenas recordaba a sus padres. Cuando ocurrió el incidente con los cazadores, era tan sólo una niña; luego fue criada por su tío en Austria y su vida se transformó en otra cosa diferente a lo que su progenitor hubiera querido para ella. A veces se lamentaba de tan hostil destino, pues, aunque no lo había pasado mal, algunas cosas en la familia Van Aldin le resultaban algo infantiles. Quería cambiar esos ideales, pero sabía que eso no podía hacerlo; no era capaz de cambiar los pensamientos tan bien formados de sus congéneres.
Fue a parar nuevamente al bosque, deleitándose con el sonido de la naturaleza, apaciguando la ansiedad de su espíritu. Holanda le resultaba distante, como un sueño que no se termina de recordar al despertarse; apenas era un recuerdo efímero, sin forma alguna. ¿Tendría que seguir con un enfrentamiento absurdo? Y no sólo eso, también debía aceptar un compromiso que, bien sabía, no era apropiado. Es más, para ella, ningún compromiso era apropiado. Nadie había sido capaz de ganarse su corazón; ahí sólo tenía espacio para la memoria de sus padres. Y no cambiaría en mucho tiempo. Olivia iba volviéndose una persona mucho más solitaria, apartada del mundo, alguien que no quería mayor contacto con otros. Al menos contaba con la compañía de Odín, aquel lobo blanco que la seguía a todas partes, quien ahora resultaba ser mejor amigo que cualquier miembro de su familia.
Cuando Olivia se percató de la ausencia de Odín, ya habían transcurrido varios minutos; el animal se detuvo a escasos metros de ella, para señalarle algo, o mejor dicho, a alguien. Realmente no se esperaba que algo así ocurriera, pero, para no levantar demasiadas sospechas, se acercó lentamente. La joven ya se había escudado y continuaba distraídamente recostada en el suelo. También era una lycan, su aura la delataba. Olivia se quedó quieta un momento y luego se relajó al notar que Odín parecía tranquilo, dándole a entender que todo estaba bien.
—No te preocupes, tampoco veníamos con intenciones de cazar. Sólo tomábamos un paseo —respondió, mientras rascaba las orejas del lobo—. Lamento la interrupción.
Se había instalado en París por un tiempo. Lo hizo con la única idea de poder descansar de tanta presión, de sentirse ligeramente libre. Los Van Aldin, a pesar de ser un grupo de licántropos, tenía un sistema organizado, como un linaje aristocrático común; tenían leyes muy rigurosas, y actuaban con absoluta inteligencia. Ni siquiera se referían a los líderes como “Alfas”; aquel término les resultaba bastante despectivo y siempre había sido así. Tenían costumbres bien arraigadas y lograron acabar casi con la totalidad de sus enemigos. Sin duda, era una estirpe poderosa y bien respetada tanto en Austria, como en otros países cercanos. Sin embargo, tanto honor no convencía del todo a quien tanto admiraban.
Apenas recordaba a sus padres. Cuando ocurrió el incidente con los cazadores, era tan sólo una niña; luego fue criada por su tío en Austria y su vida se transformó en otra cosa diferente a lo que su progenitor hubiera querido para ella. A veces se lamentaba de tan hostil destino, pues, aunque no lo había pasado mal, algunas cosas en la familia Van Aldin le resultaban algo infantiles. Quería cambiar esos ideales, pero sabía que eso no podía hacerlo; no era capaz de cambiar los pensamientos tan bien formados de sus congéneres.
Fue a parar nuevamente al bosque, deleitándose con el sonido de la naturaleza, apaciguando la ansiedad de su espíritu. Holanda le resultaba distante, como un sueño que no se termina de recordar al despertarse; apenas era un recuerdo efímero, sin forma alguna. ¿Tendría que seguir con un enfrentamiento absurdo? Y no sólo eso, también debía aceptar un compromiso que, bien sabía, no era apropiado. Es más, para ella, ningún compromiso era apropiado. Nadie había sido capaz de ganarse su corazón; ahí sólo tenía espacio para la memoria de sus padres. Y no cambiaría en mucho tiempo. Olivia iba volviéndose una persona mucho más solitaria, apartada del mundo, alguien que no quería mayor contacto con otros. Al menos contaba con la compañía de Odín, aquel lobo blanco que la seguía a todas partes, quien ahora resultaba ser mejor amigo que cualquier miembro de su familia.
Cuando Olivia se percató de la ausencia de Odín, ya habían transcurrido varios minutos; el animal se detuvo a escasos metros de ella, para señalarle algo, o mejor dicho, a alguien. Realmente no se esperaba que algo así ocurriera, pero, para no levantar demasiadas sospechas, se acercó lentamente. La joven ya se había escudado y continuaba distraídamente recostada en el suelo. También era una lycan, su aura la delataba. Olivia se quedó quieta un momento y luego se relajó al notar que Odín parecía tranquilo, dándole a entender que todo estaba bien.
—No te preocupes, tampoco veníamos con intenciones de cazar. Sólo tomábamos un paseo —respondió, mientras rascaba las orejas del lobo—. Lamento la interrupción.
Olivia Van Aldin- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 11/08/2016
Localización : París, Francia
Re: El vínculo de la luna [Olivia]
Tumbada de espaldas en el pasto, completamente inmóvil y con sus ojos que iban de la figura del lobo a la mujer que se encontraba al lado del mismo, Roxanne no podía evitar reprenderse a si misma, molesta por lo idiota que estaba siendo. Aimerich, quien fuera duramente entrenada por su padre para ser no solo una buena esposa en su manada sino también una fiel y feroz guerrera estaba indefensa en aquellos momentos, a merced de la mujer y el lobo. Un resoplido de frustración, dirigido a ella y no a sus nuevos acompañantes fue la manera en que se dijo a si misma que estaba exponiéndose de manera absurda a posible peligros, todo por no poder tomar una resolución que en otro momento resultaría sumamente sencilla. Era una ingenua por dejarse afectar tanto por Dacian, eso lo había sabido siempre, pero ahora que podía estar viviendo sus últimos momentos, descubría realmente las consecuencias de eso.
La licántropo esperaba realmente un trato hostil, palabras burdas y quizás hasta una pelea, ya que estaba invadiendo una zona que pertenecía a una manada diferente; para su sorpresa, nada de lo que creyó que pasaría, sucedió. La voz de la mujer le aseguro que no tenía nada de que preocuparse y de manera instantánea, Roxanne se tranquilizó. Quizás no fuera buena idea bajar la guardia tan velozmente, porque, ¿Quién le aseguraba que las tranquilas e inofensivas palabras de la mujer no eran solo una cortina de humo? Nada. Aun así, algo dentro de la Aimerich la llevaba a confiar en las palabras ajenas a tal grado que se sentó de manera lenta y despreocupada.
– La que lamenta haber entrado en una zona que no debía soy yo. La verdad es que no detecte ningún olor de lobos aunque puede que eso se debiera al cansancio – observó a la muchacha – y no lo digo a manera de excusarme por mi descuido, sino porque es la verdad, llevó varios días sin dormir de manera decente y no pensaba claramente, además que me encontraba tan agotada que he caído rendida antes de darme cuenta – admitió avergonzada antes de incorporarse del todo y sonreír ligeramente – ahora estoy en deuda contigo y tu lobo por no atacarme.
La licántropo esperaba realmente un trato hostil, palabras burdas y quizás hasta una pelea, ya que estaba invadiendo una zona que pertenecía a una manada diferente; para su sorpresa, nada de lo que creyó que pasaría, sucedió. La voz de la mujer le aseguro que no tenía nada de que preocuparse y de manera instantánea, Roxanne se tranquilizó. Quizás no fuera buena idea bajar la guardia tan velozmente, porque, ¿Quién le aseguraba que las tranquilas e inofensivas palabras de la mujer no eran solo una cortina de humo? Nada. Aun así, algo dentro de la Aimerich la llevaba a confiar en las palabras ajenas a tal grado que se sentó de manera lenta y despreocupada.
– La que lamenta haber entrado en una zona que no debía soy yo. La verdad es que no detecte ningún olor de lobos aunque puede que eso se debiera al cansancio – observó a la muchacha – y no lo digo a manera de excusarme por mi descuido, sino porque es la verdad, llevó varios días sin dormir de manera decente y no pensaba claramente, además que me encontraba tan agotada que he caído rendida antes de darme cuenta – admitió avergonzada antes de incorporarse del todo y sonreír ligeramente – ahora estoy en deuda contigo y tu lobo por no atacarme.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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