AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
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Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Entré en la habitación destrozada, esa en la que la ira y la rabia había sido liberada por el despropósito de mi futura esposa.
Una parte de mi seguía muy molesto, otra necesitaba simplemente por una noche dejarse llevar, reencontrarse de un modo distinto con aquella mujer que me cautivo hace ya meses en aquel baile.
Esa a la que tomé de tantas formas distintas, la reina de mi infierno y que hoy no sabia bien en que punto del abismo nos encontrábamos ambos.
Tomé uno de los mejores trajes y me vestí despacio, sabia que nos veríamos en el lujoso hotel, fingiríamos ser dos completos desconocidos y porque no, quizás ese juego refrescara en nosotros los instintos que por mi parte no se habían perdido, la deseaba de todas las maneras posibles, simplemente algo nos había alejado, algo nos había echo perdernos y por mas que tiraba atrás la mente buscando exactamente cual fue ese detonante, ese “click” no lo encontré.
El sombrero fue lo último que coloque, mientras recolocaba las solapas del traje frente al espejo, estaba preparado para empezar el juego.
Deseaba no solo mover los peones, si no el alfil, la torre, esperaba que esa noche nuestro encuentro acabara en un jaque mate en toda regla, uno que no olvidáramos ninguno.
Tome mi montura y puse rumbo hacia aquel hotel que seria testigo de la salvación de mi inminente enlace o por ende de la perdición de este.
Los distintos aromas de las calles decoradas con motivos florales para posiblemente rendir algun tipo de culto cristiano a la llegada de la primavera invadía mis fosas nasales evocando antiguos recuerdos de mi niñez, de otros tiempos, de otros lugares, de cuando mi vida todavía era mortal.
Entre pensamientos distintos, unos agradables otros llenos de ora, tristeza y desasosiego logre llegar frente a las puertas de aquel inmenso hotel donde sin duda mi futura esposa ya debía haberse registrado y si mal no intuía debía estar tomando una copa en el restaurante de aquel hermoso lugar lleno de lujos caros, de gente ataviada de sus mejores galas y de conversaciones banales, aburridas como todos esos tipos de sombrero de copa.
No tarde en percibir la presencia de ella, Celine, así que camine con paso firme hasta alcanzar su posición en la barra. Bebía un whisky Irlandes lentamente, ajena a todas las miradas que suscitaba.
-¿Puedo sentarme? -susurré a sus espaldas, mas tomando el asiento sin esperar respuesta.
-Tomare lo mismo, por favor -pedí al camarero -pero que sea doble.
Nuestros ojos se encontraron, mas los míos bajaron rápido hasta sus labios, allí donde el cristal se fundía con su boca.
No detuve ahí mi lasciva mirada, que bajo hasta sus pechos, alzados en demasía por aquel vestido rojo de corseé apretado que sin duda elevaba con premura mi hombría.
No tarde en recibir mi copa, licor que saboreé despacio sin parar de analizar cada curva de vértigo de esa mujer que tenia en frente.
-Mi nombre es Joe, Joe Black y si os soy sincero el vuestro no me importa, pues antes de que acabe la noche jadeareis el mio frente a todos los presentes.
Una parte de mi seguía muy molesto, otra necesitaba simplemente por una noche dejarse llevar, reencontrarse de un modo distinto con aquella mujer que me cautivo hace ya meses en aquel baile.
Esa a la que tomé de tantas formas distintas, la reina de mi infierno y que hoy no sabia bien en que punto del abismo nos encontrábamos ambos.
Tomé uno de los mejores trajes y me vestí despacio, sabia que nos veríamos en el lujoso hotel, fingiríamos ser dos completos desconocidos y porque no, quizás ese juego refrescara en nosotros los instintos que por mi parte no se habían perdido, la deseaba de todas las maneras posibles, simplemente algo nos había alejado, algo nos había echo perdernos y por mas que tiraba atrás la mente buscando exactamente cual fue ese detonante, ese “click” no lo encontré.
El sombrero fue lo último que coloque, mientras recolocaba las solapas del traje frente al espejo, estaba preparado para empezar el juego.
Deseaba no solo mover los peones, si no el alfil, la torre, esperaba que esa noche nuestro encuentro acabara en un jaque mate en toda regla, uno que no olvidáramos ninguno.
Tome mi montura y puse rumbo hacia aquel hotel que seria testigo de la salvación de mi inminente enlace o por ende de la perdición de este.
Los distintos aromas de las calles decoradas con motivos florales para posiblemente rendir algun tipo de culto cristiano a la llegada de la primavera invadía mis fosas nasales evocando antiguos recuerdos de mi niñez, de otros tiempos, de otros lugares, de cuando mi vida todavía era mortal.
Entre pensamientos distintos, unos agradables otros llenos de ora, tristeza y desasosiego logre llegar frente a las puertas de aquel inmenso hotel donde sin duda mi futura esposa ya debía haberse registrado y si mal no intuía debía estar tomando una copa en el restaurante de aquel hermoso lugar lleno de lujos caros, de gente ataviada de sus mejores galas y de conversaciones banales, aburridas como todos esos tipos de sombrero de copa.
No tarde en percibir la presencia de ella, Celine, así que camine con paso firme hasta alcanzar su posición en la barra. Bebía un whisky Irlandes lentamente, ajena a todas las miradas que suscitaba.
-¿Puedo sentarme? -susurré a sus espaldas, mas tomando el asiento sin esperar respuesta.
-Tomare lo mismo, por favor -pedí al camarero -pero que sea doble.
Nuestros ojos se encontraron, mas los míos bajaron rápido hasta sus labios, allí donde el cristal se fundía con su boca.
No detuve ahí mi lasciva mirada, que bajo hasta sus pechos, alzados en demasía por aquel vestido rojo de corseé apretado que sin duda elevaba con premura mi hombría.
No tarde en recibir mi copa, licor que saboreé despacio sin parar de analizar cada curva de vértigo de esa mujer que tenia en frente.
-Mi nombre es Joe, Joe Black y si os soy sincero el vuestro no me importa, pues antes de que acabe la noche jadeareis el mio frente a todos los presentes.
Última edición por Joe Black el Jue Oct 06, 2016 3:08 pm, editado 1 vez
Joe Black- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 348
Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Había salido antes que él de nuestra casa, aquella que había sido escenario de reproches y peleas y que esperaba que pronto, sólo fuera el escenario de nuestros arranques de pasión, de nuestras complicidades y, si había peleas, que fueran por ver quién deseaba más a quién o los piques que ambos nos dábamos al principio, retando al otro e incendiando la llama que nos sostenía.
Habíamos discutido y peleado infinidad de veces y aquella noche, horas antes, había huido de su lado buscando normalidad, pensando que aquello era lo que necesitaba para volver a ser la de siempre, la mujer en la que él se había fijado, la mujer que le había hecho perder la cordura. Aquello no había dado resultado y ahora, allí sentada en la barra del restaurante del hotel, ataviada con aquel vestido rojo que hacía que todos los hombres posaran sobre mi sus ojos, volvía a darme cuenta de que no era normalidad lo que necesitaba, le necesitaba a él. Las conversaciones "humanas" eran insulsas, las vivencias tres cuartas partes de lo mismo y, ese mundo que hasta ahora había sido el mío, me parecía carente de chispa sin sus juegos, sin sus comentarios mordaces o sus pinceladas sobre asuntos sobrenaturales. No pasó mucho tiempo hasta que sentí aquel cosquilleo en mi nuca.
No tenía sus dones, pero desde que habíamos yacido juntos la primera vez, cada vez que él estaba cerca, mi nuca se estremecía, anhelando el contacto de sus labios sobre mi cuello. Con la copa entre mis labios, giré mi rostro contemplándole, contemplando sus andares rebosantes de seguridad y fanfarronería, sus ojos azules que se volvían del rojo de mi vestido cuando se posaban sobre mi cuerpo, su voz ronca, profunda y masculina que me preguntaba algo para, acto seguido, hacerlo sin mi consentimiento.
Mis labios se torcieron en una sonrisa sensual al escuchar sus palabras; palabras llenas de provocación, de intenciones ocultas que quedaban descubiertas ante mis ojos. Acerequé con lentitud mis labios a su mejilla para besarla con lentitud, para inundar con mi aroma sus fosas nasales y todo su cuerpo -Encantada Joe Black... aunque temo que si que tendréis que aprenderos mi nombre...-
Mis palabras eran susurros en su oreja, susurros lentos que tan solo trataban de alargar aquel instante que sabía sería en cierto modo, una placentera tortura para él. Aparté mi cuerpo del suyo para acabar así el contenido de mi vaso ante su atenta mirada. -Vuestros ojos os delatan monsieur, me deseáis y si yo gimo vuestro nombre puedo aseguraros que vos gemiréis el mío sin tregua, hasta que el alba nos alcance y tengamos que correr las cortinas-
Sonreí de nuevo, pegando mi cuerpo al suyo de nuevo para saborear mi victoria en sus labios que sabían a whisky igual que los míos -Cèline Dampierre, no lo olvidaréis porque no pararéis de repetirlo...Y ya estaba tomando un whisky doble Joe Black, así que estais bebiendo exactamente lo mismo que yo me temo-
Habíamos discutido y peleado infinidad de veces y aquella noche, horas antes, había huido de su lado buscando normalidad, pensando que aquello era lo que necesitaba para volver a ser la de siempre, la mujer en la que él se había fijado, la mujer que le había hecho perder la cordura. Aquello no había dado resultado y ahora, allí sentada en la barra del restaurante del hotel, ataviada con aquel vestido rojo que hacía que todos los hombres posaran sobre mi sus ojos, volvía a darme cuenta de que no era normalidad lo que necesitaba, le necesitaba a él. Las conversaciones "humanas" eran insulsas, las vivencias tres cuartas partes de lo mismo y, ese mundo que hasta ahora había sido el mío, me parecía carente de chispa sin sus juegos, sin sus comentarios mordaces o sus pinceladas sobre asuntos sobrenaturales. No pasó mucho tiempo hasta que sentí aquel cosquilleo en mi nuca.
No tenía sus dones, pero desde que habíamos yacido juntos la primera vez, cada vez que él estaba cerca, mi nuca se estremecía, anhelando el contacto de sus labios sobre mi cuello. Con la copa entre mis labios, giré mi rostro contemplándole, contemplando sus andares rebosantes de seguridad y fanfarronería, sus ojos azules que se volvían del rojo de mi vestido cuando se posaban sobre mi cuerpo, su voz ronca, profunda y masculina que me preguntaba algo para, acto seguido, hacerlo sin mi consentimiento.
Mis labios se torcieron en una sonrisa sensual al escuchar sus palabras; palabras llenas de provocación, de intenciones ocultas que quedaban descubiertas ante mis ojos. Acerequé con lentitud mis labios a su mejilla para besarla con lentitud, para inundar con mi aroma sus fosas nasales y todo su cuerpo -Encantada Joe Black... aunque temo que si que tendréis que aprenderos mi nombre...-
Mis palabras eran susurros en su oreja, susurros lentos que tan solo trataban de alargar aquel instante que sabía sería en cierto modo, una placentera tortura para él. Aparté mi cuerpo del suyo para acabar así el contenido de mi vaso ante su atenta mirada. -Vuestros ojos os delatan monsieur, me deseáis y si yo gimo vuestro nombre puedo aseguraros que vos gemiréis el mío sin tregua, hasta que el alba nos alcance y tengamos que correr las cortinas-
Sonreí de nuevo, pegando mi cuerpo al suyo de nuevo para saborear mi victoria en sus labios que sabían a whisky igual que los míos -Cèline Dampierre, no lo olvidaréis porque no pararéis de repetirlo...Y ya estaba tomando un whisky doble Joe Black, así que estais bebiendo exactamente lo mismo que yo me temo-
Cèline Dampierre- Humano Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 19/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Sus labio acariciaban mi oreja con palabras llenas de desafíos, llenas de promesas de una noche como las que hacia tiempo no albergaba nuestro lecho y sin duda mis ojos me delataban, pues la deseaba de un modo irracional.
Atrás quedaba su intento de infidelidad, atrás quedaban nuestras broncas, nuestras gestas de orgullo que se esparcían dejando marcas en nuestra piel y en nuestra alma.
Hoy dos desconocidos en una noche, con alcohol corriendo ente nuestros labios todo era mas fácil, sin reproches, solo ella, yo y el deseo.
-Celine -susurré contra sus labios como si fuera la primera vez que lo hacia -¿quiere otra copa? -pregunte arrastrando las palabras contra el filo de su boca para de seguido apartarme y de un trago acabar mi vaso frente a sus ojos.
Con un sencillo gesto pedí al camarero que repletara de nuevo ambas para volver a hundir mis ojos en los ajenos
-¿Que hace alguien como vos, sola, en un lugar como este? -pregunté tomando asiento en el taburete contiguo.
Mi mano aferró el borde de su asiento para pegarla mas a mi, metida entre mis piernas, nuestros cuerpos se rozaban con cada gesto.
Mi mano voló rauda hasta posarse en su caliente rodilla, mientras mis dedos juguetones ascendían por su muslo lentamente.
-Estas caliente -musité casi con un jadeo entreabriendo mis labios contra los suyos -quizás mis ojos me delaten y a vos lo haga la humedad de vuestro sexo.
Sonreí de medio lado cuando sus ojos bailaron hasta mi entrepierna que del mismo modo, se veía abultada mostrándole mis ganas.
-¿Tenéis habitación mi señora?
Mis labios se posaron en su cuello acariciando su piel despacio, recorrí su yugular arrastrando mis colmillos sin sajar su piel ascendiendo hasta el lóbulo de su oreja, que mordí con suavidad, tirando ligeramente de el con la respiración entrecortada pro las ganas.
-Señorita, estoy deseando follármela -aseguré sin tapujos
Mi mano aparto sus bragas ,allí delante de todo el mundo, mas con la discreción que nos daba la posición y la penumbra del restaurante.
Jadeé contra su oído la sentir el calor que envolvía a mis dedos, como su vagina se baria despacio para mi, mojándose a mi paso.
-No pararé hasta que te oiga gemir mi nombre
Pronto empecé a mover lentamente mis dedos, observando su rostro, que con los labios entreabiertos dejaba salir el aire ronco, su boca me buscaba, mas yo solo quería verla gozar, verla disfrutar, verla completamente excitada por y para mi.
-disimula- susurré sin dejar de mover mis dedos que poco a poco iban tomando un ritmo mas rápido.
Atrás quedaba su intento de infidelidad, atrás quedaban nuestras broncas, nuestras gestas de orgullo que se esparcían dejando marcas en nuestra piel y en nuestra alma.
Hoy dos desconocidos en una noche, con alcohol corriendo ente nuestros labios todo era mas fácil, sin reproches, solo ella, yo y el deseo.
-Celine -susurré contra sus labios como si fuera la primera vez que lo hacia -¿quiere otra copa? -pregunte arrastrando las palabras contra el filo de su boca para de seguido apartarme y de un trago acabar mi vaso frente a sus ojos.
Con un sencillo gesto pedí al camarero que repletara de nuevo ambas para volver a hundir mis ojos en los ajenos
-¿Que hace alguien como vos, sola, en un lugar como este? -pregunté tomando asiento en el taburete contiguo.
Mi mano aferró el borde de su asiento para pegarla mas a mi, metida entre mis piernas, nuestros cuerpos se rozaban con cada gesto.
Mi mano voló rauda hasta posarse en su caliente rodilla, mientras mis dedos juguetones ascendían por su muslo lentamente.
-Estas caliente -musité casi con un jadeo entreabriendo mis labios contra los suyos -quizás mis ojos me delaten y a vos lo haga la humedad de vuestro sexo.
Sonreí de medio lado cuando sus ojos bailaron hasta mi entrepierna que del mismo modo, se veía abultada mostrándole mis ganas.
-¿Tenéis habitación mi señora?
Mis labios se posaron en su cuello acariciando su piel despacio, recorrí su yugular arrastrando mis colmillos sin sajar su piel ascendiendo hasta el lóbulo de su oreja, que mordí con suavidad, tirando ligeramente de el con la respiración entrecortada pro las ganas.
-Señorita, estoy deseando follármela -aseguré sin tapujos
Mi mano aparto sus bragas ,allí delante de todo el mundo, mas con la discreción que nos daba la posición y la penumbra del restaurante.
Jadeé contra su oído la sentir el calor que envolvía a mis dedos, como su vagina se baria despacio para mi, mojándose a mi paso.
-No pararé hasta que te oiga gemir mi nombre
Pronto empecé a mover lentamente mis dedos, observando su rostro, que con los labios entreabiertos dejaba salir el aire ronco, su boca me buscaba, mas yo solo quería verla gozar, verla disfrutar, verla completamente excitada por y para mi.
-disimula- susurré sin dejar de mover mis dedos que poco a poco iban tomando un ritmo mas rápido.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 348
Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Las preguntas se agolpaban frente a sus labios como las flores se agolpaban en mi invernadero cada mañana. Apenas me daba tiempo a responder a ellas, a entrar y perderme en su juego de ser de nuevo dos desconocidos que sienten un deseo irrefrenable el uno por el otro. Mis labios no podían contestarle pues sus manos fueron más violentas que sus agudas palabras y pronto me dejaron sin habla.
De nuevo piel con piel, el uno frente al otro y sus manos explorando bajo mi abultada falda mis piernas, mis muslos y... por fin, mi entrepierna. De entre mis labios escapó un leve jadeo. El simple roce de sus manos con mi sexo me excitaba, mojaba mi ropa interior y elevaba la temperatura de mi cuerpo varios grados haciendo que mis venas se inflamaran ante su contacto.
Mis labios pedían besarle, coger su rostro con mis manos y sentarme sobre sus piernas, cabalgarle allí mismo si era preciso y gemir su nombre, más los suyos me pedían calma, disimulo. Quería jugar, quería contemplarme luchando por no gemir delante de todos, eso le excitaba, lo sabía. ¿Quería volver a jugar? Jugaríamos, pero quizá el que acabara perdido sería él y no yo.
-Está bien... juguemos Joe Black- mi respuesta no era más que un simple susurro entrecortado a causa del placer. Cerré mis ojos sintiendo como sus dedos exploraban hasta el último rincón de mi sexo, cada vez más hondo, cada vez más rápido. Cerré mis ojos y abrí mis piernas haciéndoselo más fácil; cerré mis ojos y también mis manos, una alrededor de su muslo, clavándole las uñas y la otra, en torno al vaso de cristal ahora ya vacío.
Sus dedos eran ágiles y violentos tal y como él era y mi piel y mi cuerpo reaccionaban tensándose, arqueándose y reprimiendo su nombre en mis labios que sólo dejaba escapar retazos de jadeos por el placer que él me estaba brindando. El clímax se aproximaba y dudaba que pudiera contener los gemidos mucho tiempo más si sus dedos seguían moviéndose con tal intensidad, pero sabía también que si gemía él habría ganado y yo sería ahora su presa y él el cazador; me gustaba darle satisfacciones, pero esta era muy fácil, demasiado jugosa para él.
Mordí mis labios, sabía que aquel era el momento del éxtasis y, en lugar de gemir y jadear su nombre apreté el vaso de cristal con fuerza, cada vez más por cada gemido que hubiera soltado y así, cuando mis piernas temblaban por el orgasmo que estaba teniendo, mi mano rompió el vaso de cristal cortando así la fina piel de mis dedos que rodeaban aquel vaso.
Su expresión, hasta ahora estoica y divertida, cambió por completo al oler mi sangre. Esa que él ansiaba probar desde el primer instante en que clavó sus colmillos sobre mis pechos para después salir yo huyendo... Sus ojos se volvieron rojos y sus dedos se detuvieron. Aquella era mi oportunidad para asestarle el jaque mate, para tenerle de nuevo rendido a mis pies.
Con una sonrisa sensual me levanté del taburete y pegué mi cuerpo al suyo, sintiendo su hombría en alza contra mis caderas; Sus ojos se debatían entre mirar a los míos o mirar el hilo de sangre que caía por mis manos amenazando mezclarse con el color carmesí de mi vestido. Así, así era como le quería, pendiente de mi y de mis actos y, por eso, aproveché aquella oportunidad para deslizar mis dedos por sus labios, permitiéndole saborear tan sólo un poco de mi sangre, un acto inocente que bien podría pasar por el de un prometido tratando de frenar la pequeña hemorragia de su amada pero que, en realidad era un acto de lujuria por mi parte, un acto que esperaba desatara sus instintos más bajos.
-Habitación 307- fue cuanto escapó de entre mis labios para, acto seguido, salir del restaurante dejándole con mi sangre en sus labios y mi olor en el aire.
Todo estaba listo, una habitación con champagne, fresas y nata para jugar y una gran cama que guardaba varias sorpresas que, seguramente, él ni siquiera imaginaba. Sonreí satisfecha y me deshice del sugerente vestido para esperarle tumbada en la cama con un corsé de encaje rojo que, se ajustaba a mi cuerpo y le dejaba ver la piel a través de él. Ahora, sólo quedaba esperar y ver cuán ansioso estaba por tomarme en función de cuánto tardara en subir a aquella habitación que sería testigo de nuestra reconciliación, nuestra lujuria y el infierno del que él me había prometido ser su reina.
De nuevo piel con piel, el uno frente al otro y sus manos explorando bajo mi abultada falda mis piernas, mis muslos y... por fin, mi entrepierna. De entre mis labios escapó un leve jadeo. El simple roce de sus manos con mi sexo me excitaba, mojaba mi ropa interior y elevaba la temperatura de mi cuerpo varios grados haciendo que mis venas se inflamaran ante su contacto.
Mis labios pedían besarle, coger su rostro con mis manos y sentarme sobre sus piernas, cabalgarle allí mismo si era preciso y gemir su nombre, más los suyos me pedían calma, disimulo. Quería jugar, quería contemplarme luchando por no gemir delante de todos, eso le excitaba, lo sabía. ¿Quería volver a jugar? Jugaríamos, pero quizá el que acabara perdido sería él y no yo.
-Está bien... juguemos Joe Black- mi respuesta no era más que un simple susurro entrecortado a causa del placer. Cerré mis ojos sintiendo como sus dedos exploraban hasta el último rincón de mi sexo, cada vez más hondo, cada vez más rápido. Cerré mis ojos y abrí mis piernas haciéndoselo más fácil; cerré mis ojos y también mis manos, una alrededor de su muslo, clavándole las uñas y la otra, en torno al vaso de cristal ahora ya vacío.
Sus dedos eran ágiles y violentos tal y como él era y mi piel y mi cuerpo reaccionaban tensándose, arqueándose y reprimiendo su nombre en mis labios que sólo dejaba escapar retazos de jadeos por el placer que él me estaba brindando. El clímax se aproximaba y dudaba que pudiera contener los gemidos mucho tiempo más si sus dedos seguían moviéndose con tal intensidad, pero sabía también que si gemía él habría ganado y yo sería ahora su presa y él el cazador; me gustaba darle satisfacciones, pero esta era muy fácil, demasiado jugosa para él.
Mordí mis labios, sabía que aquel era el momento del éxtasis y, en lugar de gemir y jadear su nombre apreté el vaso de cristal con fuerza, cada vez más por cada gemido que hubiera soltado y así, cuando mis piernas temblaban por el orgasmo que estaba teniendo, mi mano rompió el vaso de cristal cortando así la fina piel de mis dedos que rodeaban aquel vaso.
Su expresión, hasta ahora estoica y divertida, cambió por completo al oler mi sangre. Esa que él ansiaba probar desde el primer instante en que clavó sus colmillos sobre mis pechos para después salir yo huyendo... Sus ojos se volvieron rojos y sus dedos se detuvieron. Aquella era mi oportunidad para asestarle el jaque mate, para tenerle de nuevo rendido a mis pies.
Con una sonrisa sensual me levanté del taburete y pegué mi cuerpo al suyo, sintiendo su hombría en alza contra mis caderas; Sus ojos se debatían entre mirar a los míos o mirar el hilo de sangre que caía por mis manos amenazando mezclarse con el color carmesí de mi vestido. Así, así era como le quería, pendiente de mi y de mis actos y, por eso, aproveché aquella oportunidad para deslizar mis dedos por sus labios, permitiéndole saborear tan sólo un poco de mi sangre, un acto inocente que bien podría pasar por el de un prometido tratando de frenar la pequeña hemorragia de su amada pero que, en realidad era un acto de lujuria por mi parte, un acto que esperaba desatara sus instintos más bajos.
-Habitación 307- fue cuanto escapó de entre mis labios para, acto seguido, salir del restaurante dejándole con mi sangre en sus labios y mi olor en el aire.
Todo estaba listo, una habitación con champagne, fresas y nata para jugar y una gran cama que guardaba varias sorpresas que, seguramente, él ni siquiera imaginaba. Sonreí satisfecha y me deshice del sugerente vestido para esperarle tumbada en la cama con un corsé de encaje rojo que, se ajustaba a mi cuerpo y le dejaba ver la piel a través de él. Ahora, sólo quedaba esperar y ver cuán ansioso estaba por tomarme en función de cuánto tardara en subir a aquella habitación que sería testigo de nuestra reconciliación, nuestra lujuria y el infierno del que él me había prometido ser su reina.
Cèline Dampierre- Humano Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 19/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Mis labios se entreabrieron dejando pasar el aire ronco entre ellos, aquella mujer que cálida se revolvía contra mis dedos empapandolos de ella me estaba volviendo loco.
Supongo que esa era la parte que siempre me gusto de ella, esa que no confesé por miedo a perderla, a que me hiciera daño si bajaba las defensas que los siglos me habían enseñado a imponer frente al amor.
Mas hoy, hoy después de todo lo sucedido me estaba dando cuenta de que la quería a ella y no a otra, que realmente cuando sentí que la perdía la rabia había echo mella en mi interior, que no fue por mi orgullo de hombre, por mantener intacta mi hombría.
Era otra cosa, era saber que nunca volvería a ser mía, que su piel ya no me abrigaría por el día, que su sonrisa incesante no acariciaría mis oídos cuando la retase, que sus ojos pardos no volverían a hundirse jamas en los míos y que sus caricias serian de otro y no mías.
No lo reconocería, aunque me muriera ahora mismo por susurrar aquella verdad a su oído, sin embargo guarde silencio, viendo como se debatía entre gemir o del mismo modo mantener sus labios mudos.
Estaba excitada, y el fruto de esa excitación resbalaba por mis dedos estaba ardiendo de deseo, pero yo tampoco pensaba perder esa batalla de titanes que ahora mi prometida y yo librábamos frente a aquella barra.
Sus paredes acunaron mis dedos, golpeándolos repetidas veces dándome un placer inigualable, mi falo duro como una piedra ansiaba colarse entre sus piernas y entonces algo desvió mi atencion.
Algo que bien conocía, la vitae de esa mujer que ansiaba desde que la conocía, esa que me embriagaba con tan solo probarla.
Jadeé cuando su mano acaparo mis labios para sobre ellos dejar tan solo una gota que me supo a nada y a todo.
Un numero de habitación y una promesa fue todo lo que quedo en el ambiente mientras con descaro se alejaba de este desconocido que pronto se convertiría en su marido.
Pagué la consumición de ambos dirigiendo mis pasos escaleras arriba con premura, ansioso de que me reviviera.
Ella sabia que lo necesitaba, sabia que esa gota de sangre había marcado la diferencia, y mis ojos rojos como las mismas llamas del infierno pronto le demostrarían que no se equivocaba.
Golpeé la puerta con la respiración entrecortada, aun paladeando la sangre de mis labios que una y otra vez relamía como si quedara algo.
Así ella la abrió y yo colisione ardiente contra su cuerpo, necesitado de una boca que presione ocn mis labios entrando rudamente en su boca.
Lengua que húmeda acaricio la suya jadeante.
-Necesito mas -gruñí contra ella. Bien sabíamos ambos a lo que me refería, mas sangre, mas de su sexo, mas de todo lo que en las ultimas semanas ella me había negado y yo creía mio por derecho.
Su cuerpo impacto contra la misma puerta cuando esta fue cerrada.
Gruñí contra su boca sin dejar de paladear aquel sabor a alcohol, a fruta madura.
-Quiero follarte esposa mía, recuperar estas semanas que han sido un infierno son poder hundirme entre tus piernas.
Mis dedos se enredaron en su pelo dejando que mi lengua lamiera sus labios, estaba descontrolado, ella lo sabia, yo lo sabia y la cordura hoy no tenia cabida frente a estos dos extraños.
Mi virilidad impacto contra su vientre, mientras mis manos tomaban sus nalgas para hacerla trepar hasta mi cintura.
-Os deseo señora Black
Supongo que esa era la parte que siempre me gusto de ella, esa que no confesé por miedo a perderla, a que me hiciera daño si bajaba las defensas que los siglos me habían enseñado a imponer frente al amor.
Mas hoy, hoy después de todo lo sucedido me estaba dando cuenta de que la quería a ella y no a otra, que realmente cuando sentí que la perdía la rabia había echo mella en mi interior, que no fue por mi orgullo de hombre, por mantener intacta mi hombría.
Era otra cosa, era saber que nunca volvería a ser mía, que su piel ya no me abrigaría por el día, que su sonrisa incesante no acariciaría mis oídos cuando la retase, que sus ojos pardos no volverían a hundirse jamas en los míos y que sus caricias serian de otro y no mías.
No lo reconocería, aunque me muriera ahora mismo por susurrar aquella verdad a su oído, sin embargo guarde silencio, viendo como se debatía entre gemir o del mismo modo mantener sus labios mudos.
Estaba excitada, y el fruto de esa excitación resbalaba por mis dedos estaba ardiendo de deseo, pero yo tampoco pensaba perder esa batalla de titanes que ahora mi prometida y yo librábamos frente a aquella barra.
Sus paredes acunaron mis dedos, golpeándolos repetidas veces dándome un placer inigualable, mi falo duro como una piedra ansiaba colarse entre sus piernas y entonces algo desvió mi atencion.
Algo que bien conocía, la vitae de esa mujer que ansiaba desde que la conocía, esa que me embriagaba con tan solo probarla.
Jadeé cuando su mano acaparo mis labios para sobre ellos dejar tan solo una gota que me supo a nada y a todo.
Un numero de habitación y una promesa fue todo lo que quedo en el ambiente mientras con descaro se alejaba de este desconocido que pronto se convertiría en su marido.
Pagué la consumición de ambos dirigiendo mis pasos escaleras arriba con premura, ansioso de que me reviviera.
Ella sabia que lo necesitaba, sabia que esa gota de sangre había marcado la diferencia, y mis ojos rojos como las mismas llamas del infierno pronto le demostrarían que no se equivocaba.
Golpeé la puerta con la respiración entrecortada, aun paladeando la sangre de mis labios que una y otra vez relamía como si quedara algo.
Así ella la abrió y yo colisione ardiente contra su cuerpo, necesitado de una boca que presione ocn mis labios entrando rudamente en su boca.
Lengua que húmeda acaricio la suya jadeante.
-Necesito mas -gruñí contra ella. Bien sabíamos ambos a lo que me refería, mas sangre, mas de su sexo, mas de todo lo que en las ultimas semanas ella me había negado y yo creía mio por derecho.
Su cuerpo impacto contra la misma puerta cuando esta fue cerrada.
Gruñí contra su boca sin dejar de paladear aquel sabor a alcohol, a fruta madura.
-Quiero follarte esposa mía, recuperar estas semanas que han sido un infierno son poder hundirme entre tus piernas.
Mis dedos se enredaron en su pelo dejando que mi lengua lamiera sus labios, estaba descontrolado, ella lo sabia, yo lo sabia y la cordura hoy no tenia cabida frente a estos dos extraños.
Mi virilidad impacto contra su vientre, mientras mis manos tomaban sus nalgas para hacerla trepar hasta mi cintura.
-Os deseo señora Black
Joe Black- Vampiro Clase Alta
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Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Su cuerpo impactó contra el mío empujándolo con violencia contra la puerta de aquella habitación que hoy sería testigo de nuestros más bajos placeres, de la necesidad imperiosa de sentirnos el uno del otro, de ser posesión del otro y de nadie más. Mis ojos se cerraron por un instante, rememorando los resquicios de aquel placer que sus manos me habían brindado momentos atrás y que ahora, con aquel golpe sordo contra la madera, volvían de pronto a mi cuerpo, apoderándose de él y haciendo que mi ropa interior se mojara de nuevo.
Presa de la violencia del momento abrí su impoluta camisa, haciendo saltar los botones de nácar que ahora golpeaban el suelo de madera creando una excitante melodía que se entremezclaba con nuestras agitadas respiraciones y nuestros jadeos. Mis dedos corrieron al encuentro de su pecho, encerrándose sobre el fino cordón de oro que antes me pertenecía y que ahora él portaba.
Las palabras que él había pronunciado semanas atrás resonaban en mi mente cuanto más cerca estábamos, eran música para mis oídos y serían también ahora su misma perdición hecha deseo, hecha acto. -Llámame romántica mon amour...- dije imitando su tono y sus palabras con una traviesa sonrisa pintada en los labios. -Dijiste que no sería de un modo tan frío como tomarías por primera vez mi vitae carmesí mas... hoy has calentado nuestra noche y soy yo quien te dice que no te dejaré tomar mi cuerpo hasta que no hayas tomado mi sangre, hasta que no hayas saciado tu anhelo más profundo desde que me conociste... Sé que lo deseas, sé que te excita y sé también que deseo ver como necesitas mi sangre y su sabor férreo en tu boca para luego devorar la mía-
Tiré con suavidad de la cadena, tensándola y provocando así que su cuerpo quedara junto al mío, sin aire que nos separara, sólo él y yo. Sonreí, besé sus labios con lentitud como si estuviera disfrutando del dulce sabor de una fruta madura y, únicamente después, susurré de nuevo contra ellos sintiendo como mi aliento se entremezclaba con el aire que escapaba de entre sus jadeos- -Si quieres follarme Joe Black, tendrás que comerme antes y hacerme disfrutar de ser tu cena, o si no me temo que en la cama te esperan juegos a los que tú no estas acostumbrado-
Aquella era la invitación que él necesitaba para tomarme y ser al fin suya en todos y cada uno de los sentidos imaginables, su amante, su prometida y ahora también quien le alimentaba. La puerta estaba abierta y ahora él quien debía decidir si cruzarla y mostrarme todas y cada una de sus facetas para que yo pudiera amarlas, o quedarse en la entrada y no arreglar todos nuestros miedos, nuestros problemas de comunicación. -¿Y bien?¿Qué harás?
Presa de la violencia del momento abrí su impoluta camisa, haciendo saltar los botones de nácar que ahora golpeaban el suelo de madera creando una excitante melodía que se entremezclaba con nuestras agitadas respiraciones y nuestros jadeos. Mis dedos corrieron al encuentro de su pecho, encerrándose sobre el fino cordón de oro que antes me pertenecía y que ahora él portaba.
Las palabras que él había pronunciado semanas atrás resonaban en mi mente cuanto más cerca estábamos, eran música para mis oídos y serían también ahora su misma perdición hecha deseo, hecha acto. -Llámame romántica mon amour...- dije imitando su tono y sus palabras con una traviesa sonrisa pintada en los labios. -Dijiste que no sería de un modo tan frío como tomarías por primera vez mi vitae carmesí mas... hoy has calentado nuestra noche y soy yo quien te dice que no te dejaré tomar mi cuerpo hasta que no hayas tomado mi sangre, hasta que no hayas saciado tu anhelo más profundo desde que me conociste... Sé que lo deseas, sé que te excita y sé también que deseo ver como necesitas mi sangre y su sabor férreo en tu boca para luego devorar la mía-
Tiré con suavidad de la cadena, tensándola y provocando así que su cuerpo quedara junto al mío, sin aire que nos separara, sólo él y yo. Sonreí, besé sus labios con lentitud como si estuviera disfrutando del dulce sabor de una fruta madura y, únicamente después, susurré de nuevo contra ellos sintiendo como mi aliento se entremezclaba con el aire que escapaba de entre sus jadeos- -Si quieres follarme Joe Black, tendrás que comerme antes y hacerme disfrutar de ser tu cena, o si no me temo que en la cama te esperan juegos a los que tú no estas acostumbrado-
Aquella era la invitación que él necesitaba para tomarme y ser al fin suya en todos y cada uno de los sentidos imaginables, su amante, su prometida y ahora también quien le alimentaba. La puerta estaba abierta y ahora él quien debía decidir si cruzarla y mostrarme todas y cada una de sus facetas para que yo pudiera amarlas, o quedarse en la entrada y no arreglar todos nuestros miedos, nuestros problemas de comunicación. -¿Y bien?¿Qué harás?
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Aquella impetuosa mujer, que me provocaba mil sensaciones y una, esa que jadeaba contra mi boca manteniéndome preso por aquel cordón de oro que ahora tenso arremolinaba nuestros cuerpos en uno.
Como si leyera mi pensamiento hablo contra mi boca.
Estaba sediento, no solo de su piel, no solo del sabor maduro de su boca si no de la sangre, que fluía por sus venas, esa que su corazón impulsaba por todo su cuerpo logrando excitarme de un modo in imaginario.
Gruñí cuando sus soeces palabras impactaron contra mi boca, labios que reclame solo para mi, hasta morderlos con mis colmillos completamente fuera de mi.
Sentí ese sabor metálico, ese que anhelaba mientras saboreaba contra su lengua esa esencia de mi mujer, enredándome de forma salvaje a ella.
Mi mano, rauda se deshizo del corseé mientras los jadeos inundaban esa cámara, tras el corseé vino la falda y pronto el lienzo blanco de mi esposa quedo frente a mi retratado por el mejor pintor de todos los tiempos.
Ella era la mujer mas excitante del mundo ,esa que ansiaba de un modo tal que me hacia perder la cordura, el juicio.
Posé mi mano en su pecho empujándola con suavidad, quería follármela, quería comérmela, quería devorarla y llenar el lienzo de carmesí sobre el lecho.
Un último empujón cuando sus piernas impactaron en el borde la la cama la forzó a caer. Sus ojos me devoraban oscurecidos por el deseo y chocando con mis orbes rojos como el fuego.
Caí de rodillas en la cama tomando sus rodillas con mis manos para forzar a abrir sus piernas.
Una picara sonrisa fue todo lo que encontró antes de hundir mi boca en su sexo. Sentí como se empapaba contra ella, como sus rodillas se abrían exigiéndome mas, deseando que mi lengua la recorriera y así lo hizo.
La introduje por su raja hasta alcanzar el botón que me pertenecía por derecho y que lamí sin descanso mientras la dama aferraba mi pelo incrustandome mas, jadeando gimiendo, lo necesitaba y yo también.
Alcé en ese momento mi boca para llevar mis colmillos a la cara interna de su muslo, allí mordí con fuerza para dejar que la sangre me recorriera.
Gemí contra su piel por aquella exquisita condena, sintiendo como me llenaba de ella.
Aflojé el mordisco, mas no lo cerré, deje que la sangre siguiera fluyendo antes de volver a saquear su coño que ahora se empapaba con la misma sangre que me daba sustento.
Estaba tan excitado que mi virilidad pugnaba con violencia para ser liberado del pantalón.
-No puedo mas, quiero follarte -rugí contra su entrepierna volviendo a apoderarme de su esencia.
Como si leyera mi pensamiento hablo contra mi boca.
Estaba sediento, no solo de su piel, no solo del sabor maduro de su boca si no de la sangre, que fluía por sus venas, esa que su corazón impulsaba por todo su cuerpo logrando excitarme de un modo in imaginario.
Gruñí cuando sus soeces palabras impactaron contra mi boca, labios que reclame solo para mi, hasta morderlos con mis colmillos completamente fuera de mi.
Sentí ese sabor metálico, ese que anhelaba mientras saboreaba contra su lengua esa esencia de mi mujer, enredándome de forma salvaje a ella.
Mi mano, rauda se deshizo del corseé mientras los jadeos inundaban esa cámara, tras el corseé vino la falda y pronto el lienzo blanco de mi esposa quedo frente a mi retratado por el mejor pintor de todos los tiempos.
Ella era la mujer mas excitante del mundo ,esa que ansiaba de un modo tal que me hacia perder la cordura, el juicio.
Posé mi mano en su pecho empujándola con suavidad, quería follármela, quería comérmela, quería devorarla y llenar el lienzo de carmesí sobre el lecho.
Un último empujón cuando sus piernas impactaron en el borde la la cama la forzó a caer. Sus ojos me devoraban oscurecidos por el deseo y chocando con mis orbes rojos como el fuego.
Caí de rodillas en la cama tomando sus rodillas con mis manos para forzar a abrir sus piernas.
Una picara sonrisa fue todo lo que encontró antes de hundir mi boca en su sexo. Sentí como se empapaba contra ella, como sus rodillas se abrían exigiéndome mas, deseando que mi lengua la recorriera y así lo hizo.
La introduje por su raja hasta alcanzar el botón que me pertenecía por derecho y que lamí sin descanso mientras la dama aferraba mi pelo incrustandome mas, jadeando gimiendo, lo necesitaba y yo también.
Alcé en ese momento mi boca para llevar mis colmillos a la cara interna de su muslo, allí mordí con fuerza para dejar que la sangre me recorriera.
Gemí contra su piel por aquella exquisita condena, sintiendo como me llenaba de ella.
Aflojé el mordisco, mas no lo cerré, deje que la sangre siguiera fluyendo antes de volver a saquear su coño que ahora se empapaba con la misma sangre que me daba sustento.
Estaba tan excitado que mi virilidad pugnaba con violencia para ser liberado del pantalón.
-No puedo mas, quiero follarte -rugí contra su entrepierna volviendo a apoderarme de su esencia.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Mi cuerpo desnudo y cayendo ante él, postrado en la cama. Piel blanca como la porcelana ardiente, candente bajo sus manos y la suya, del mismo blanco que la mía fría como un témpano de hielo, hielo que quemaba mi piel con cada roce llevándome al mismo infierno de la mano de sus labios. Había aceptado mi propuesta y, por fin, iba a cumplir su promesa de hacerme la reina de su infierno, lo que no esperaba o eso suponía eran las sorpresas que yo le tenía reservadas para esa noche, para que aquella noche fuera inolvidable, no solo por nuestra reconciliación sino por deshacernos de todas las barreras que se alzaban o se habían alzado alguna vez ante nuestros cuerpos, ante nuestras almas.
Allí estaba, su boca violenta recorriendo mi cuerpo sin dejarse un sólo pliegue sin besar, sin morder sin saborear y cada beso y cada caricia me hacía estremecer de placer entre sus manos y sus labios. Ahogué un sordo gemido al sentir sus colmillos perforando mi inmaculada piel para ahora teñirla de carmesí. Era una sensación extraña y nueva, un dolor punzante anestesiado por el profundo placer que me causaban sus labios bebiendo de mi, sus manos apretando mis muslos ansiando más, cada parte de mi ser que yo le brindara y cuando dirigió su boca manchada con mi férrea sangre a mi entrepierna mis manos se aferraron con fuerza a su pelo, tirando de él con violencia y empujándolo hacia mi, ansiando que con su boca recorriera lo que en otras ocasiones había recorrido con su miembro haciéndome enloquecer.
"-No puedo más, quiero follarte" Su voz era ronca, presa de la necesidad y el deseo de hacerme suya, pero sus intenciones eran bien claras. Alcé mi cuerpo para ver su rostro, rostro con ojos rojos y labios manchados de mi propia sangre. Sonreí de medio lado ¿Quería jugar? los juegos no habían hecho nada más que empezar.
Una sonrisa traviesa se dibujó en mis labios y con el fino tacón de mi zapato empujé su torso apartando su cuerpo del mío para levantarme del lecho. Tomé entre mis manos la tela de la camisa abierta que aún llevaba puesta y la rasgué haciendo una fina tira que deposité en la herida que él me había hecho. -La noche es larga Joe... Me has convertido en la reina de tu infierno y ahora tú sufrirás el fuego eterno...-
Aquella noche y nuestro juego de fingirnos desconocidos había excitado y desatado todos mis sentidos e instintos. Sus ojos recorrían mi cuerpo con curiosidad y excitación por lo desconocido a partes iguales. Caminé con lentitud hasta coger algo de la mesilla de noche y de nuevo caminé hasta él, quedándome a su espalda. De nuevo, su rostro se giró buscándome y yo lo giré con cierta violencia. -No vas a ver... pero te aseguro que lo vas a disfrutar-
Reí con suavidad deslizando un pañuelo de seda ante sus ojos para, a continuación vendarlos con suavidad y caminar frente a él. Cuando se nos privaba del sentido de la vista, las sensaciones se magnificaban y, en su caso, que ya las tenía exacerbadas, suponía que aquello supondría una explosión mayor de placer para él. Me coloqué de rodillas frente a él y acerqué mi agitada respiración a su cuello -Puedes olerme... puedes oirme... puedes tocarme y puedes sentirme...- uno a uno fui depositando un reguero de suaves y lentos besos por su cuello hasta su mandíbula y hasta el lóbulo de su oreja que mordí con lentitud provocando que de sus labios escapara un jadeo inesperado -Pero al no verme, no podrás intuir cuál será mi próximo movimiento... dónde te besaré... o donde te morderé-
Mis dedos se deslizaron hasta mi muslo herido recogiendo los restos de mi sangre para, a continuación, pasarla por sus labios entreabiertos y provocando que su piel se erizara. -Juguemos Joe Black... saciate de mi y memoriza cada curva de mi cuerpo, cada olor, cada sabor... porque de ahora en adelante no desearás a otra... y me encargaré de que sólo yo ocupe tus pensamientos, tus sueños y tu lecho cada noche, cada día... Saciate de mi porque pienso pasar toda la eternidad entre tus brazos mon amour...-
Allí estaba, su boca violenta recorriendo mi cuerpo sin dejarse un sólo pliegue sin besar, sin morder sin saborear y cada beso y cada caricia me hacía estremecer de placer entre sus manos y sus labios. Ahogué un sordo gemido al sentir sus colmillos perforando mi inmaculada piel para ahora teñirla de carmesí. Era una sensación extraña y nueva, un dolor punzante anestesiado por el profundo placer que me causaban sus labios bebiendo de mi, sus manos apretando mis muslos ansiando más, cada parte de mi ser que yo le brindara y cuando dirigió su boca manchada con mi férrea sangre a mi entrepierna mis manos se aferraron con fuerza a su pelo, tirando de él con violencia y empujándolo hacia mi, ansiando que con su boca recorriera lo que en otras ocasiones había recorrido con su miembro haciéndome enloquecer.
"-No puedo más, quiero follarte" Su voz era ronca, presa de la necesidad y el deseo de hacerme suya, pero sus intenciones eran bien claras. Alcé mi cuerpo para ver su rostro, rostro con ojos rojos y labios manchados de mi propia sangre. Sonreí de medio lado ¿Quería jugar? los juegos no habían hecho nada más que empezar.
Una sonrisa traviesa se dibujó en mis labios y con el fino tacón de mi zapato empujé su torso apartando su cuerpo del mío para levantarme del lecho. Tomé entre mis manos la tela de la camisa abierta que aún llevaba puesta y la rasgué haciendo una fina tira que deposité en la herida que él me había hecho. -La noche es larga Joe... Me has convertido en la reina de tu infierno y ahora tú sufrirás el fuego eterno...-
Aquella noche y nuestro juego de fingirnos desconocidos había excitado y desatado todos mis sentidos e instintos. Sus ojos recorrían mi cuerpo con curiosidad y excitación por lo desconocido a partes iguales. Caminé con lentitud hasta coger algo de la mesilla de noche y de nuevo caminé hasta él, quedándome a su espalda. De nuevo, su rostro se giró buscándome y yo lo giré con cierta violencia. -No vas a ver... pero te aseguro que lo vas a disfrutar-
Reí con suavidad deslizando un pañuelo de seda ante sus ojos para, a continuación vendarlos con suavidad y caminar frente a él. Cuando se nos privaba del sentido de la vista, las sensaciones se magnificaban y, en su caso, que ya las tenía exacerbadas, suponía que aquello supondría una explosión mayor de placer para él. Me coloqué de rodillas frente a él y acerqué mi agitada respiración a su cuello -Puedes olerme... puedes oirme... puedes tocarme y puedes sentirme...- uno a uno fui depositando un reguero de suaves y lentos besos por su cuello hasta su mandíbula y hasta el lóbulo de su oreja que mordí con lentitud provocando que de sus labios escapara un jadeo inesperado -Pero al no verme, no podrás intuir cuál será mi próximo movimiento... dónde te besaré... o donde te morderé-
Mis dedos se deslizaron hasta mi muslo herido recogiendo los restos de mi sangre para, a continuación, pasarla por sus labios entreabiertos y provocando que su piel se erizara. -Juguemos Joe Black... saciate de mi y memoriza cada curva de mi cuerpo, cada olor, cada sabor... porque de ahora en adelante no desearás a otra... y me encargaré de que sólo yo ocupe tus pensamientos, tus sueños y tu lecho cada noche, cada día... Saciate de mi porque pienso pasar toda la eternidad entre tus brazos mon amour...-
Cèline Dampierre- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Aquel juego, ese en el que dos desconocidos se encuentran y se dejan llevar por las irremediables pasiones que despiertan uno en el otro, había logrado que entre ella y yo saltará esa chispa perdida, esa que a ella la había llevado a una fiesta y a mi a un callejón oscuro.
No diré que no deseé a esa cazadora, porque mentiría, quizás lo hice porque mi futura esposa no me daba lo que quería, mas ahora mi mente solo estaba centrada en ella, en la reina de mi infierno, esa que me había perjurado haberme sido fiel y yo, yo la creía porque de un modo u otro, la amaba.
Jadeé cuando empujó mi cuerpo con el tacón, ese que se hundió en mi pecho para apartarme de ella.
Su sonrisa me nublo el juicio, picara, constante, provocadora, y yo, allí estaba anhelando no solo su cuerpo, si no su sangre.
Vi como tapaba con un trozo de mi camisa la pequeña herida de su muslo y no pude evitar hacer un mohin frente a sus ojos.
-¿quiero mas? -susurré cuando esta se acerco a ponerme un pañuelo que bien sabia me privaría de uno de mis sentidos.
Era un vampiro, mi olfato, mi gusto, mi tacto, todo estaba tremendamente desarrollado y yo, yo la deseaba sacudiéndose sobre mi polla.
Un empujón me lanzó contra el lecho, y como si leyera el pensamiento subió sobre mi a horcajadas, tentándome de nuevo con un sutil pero excitante balanceo de caderas.
Sonreí cuando sus palabras golpearon mi cuello, estaba ansioso, ella lo sabia y eso hacia el juego infinitamente mas peligroso.
De nuevo mi prometida logro hacerme gemir, esta vez llevando su sangre contra mi boca.
Labios que se abrieron desesperados frente a aquel suculento manjar, ese que solo ella poseía y a mi me enloquecía.
-Te deseo -gruñí buscando su boca sin éxito, pues ahora decidida se encaminaba hacia otra cosa, un reguero de besos marco el descenso, hacia mi virilidad acompañado de mis bruscos jadeos.
-me estas volviendo loco -susurré cuando sentí como se apropiaba de cada resquicio de mi piel con esos labios que estaban cincelados para pecar.
Me deje hacer cuando sentí que mi pantalón se aflojaba para liberar mi falo, ese que completamente endurecido quedaba frente a sus labios.
Podía sentir su aliento calentándolo, una tortura pues deseaba que lo lamiera, que se lo metiera entero en la boca, mas por el contrario, parecía esperar a sacarme fuera de mi.
Busque con mi mano su pelo a tientas, necesitado.
-Por favor -pocas veces pedía yo algo de ese modo, mas estaba sinceramente excitandome en demasía.
-hazlo -gruñí exigiendo mi premio.
No diré que no deseé a esa cazadora, porque mentiría, quizás lo hice porque mi futura esposa no me daba lo que quería, mas ahora mi mente solo estaba centrada en ella, en la reina de mi infierno, esa que me había perjurado haberme sido fiel y yo, yo la creía porque de un modo u otro, la amaba.
Jadeé cuando empujó mi cuerpo con el tacón, ese que se hundió en mi pecho para apartarme de ella.
Su sonrisa me nublo el juicio, picara, constante, provocadora, y yo, allí estaba anhelando no solo su cuerpo, si no su sangre.
Vi como tapaba con un trozo de mi camisa la pequeña herida de su muslo y no pude evitar hacer un mohin frente a sus ojos.
-¿quiero mas? -susurré cuando esta se acerco a ponerme un pañuelo que bien sabia me privaría de uno de mis sentidos.
Era un vampiro, mi olfato, mi gusto, mi tacto, todo estaba tremendamente desarrollado y yo, yo la deseaba sacudiéndose sobre mi polla.
Un empujón me lanzó contra el lecho, y como si leyera el pensamiento subió sobre mi a horcajadas, tentándome de nuevo con un sutil pero excitante balanceo de caderas.
Sonreí cuando sus palabras golpearon mi cuello, estaba ansioso, ella lo sabia y eso hacia el juego infinitamente mas peligroso.
De nuevo mi prometida logro hacerme gemir, esta vez llevando su sangre contra mi boca.
Labios que se abrieron desesperados frente a aquel suculento manjar, ese que solo ella poseía y a mi me enloquecía.
-Te deseo -gruñí buscando su boca sin éxito, pues ahora decidida se encaminaba hacia otra cosa, un reguero de besos marco el descenso, hacia mi virilidad acompañado de mis bruscos jadeos.
-me estas volviendo loco -susurré cuando sentí como se apropiaba de cada resquicio de mi piel con esos labios que estaban cincelados para pecar.
Me deje hacer cuando sentí que mi pantalón se aflojaba para liberar mi falo, ese que completamente endurecido quedaba frente a sus labios.
Podía sentir su aliento calentándolo, una tortura pues deseaba que lo lamiera, que se lo metiera entero en la boca, mas por el contrario, parecía esperar a sacarme fuera de mi.
Busque con mi mano su pelo a tientas, necesitado.
-Por favor -pocas veces pedía yo algo de ese modo, mas estaba sinceramente excitandome en demasía.
-hazlo -gruñí exigiendo mi premio.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Presa y cazador unidos de nuevo, presa y cazador perdidos sin remedio. Yo perdida en su mirada ahora oculta tras la seda, perdida en las caricias que sus manos brindaban a mi piel de porcelana; él, perdido entre mis besos sobre su gélida piel que parecía volver a la vida con cada contacto de mis labios sobre ella, perdido en todos sentimientos que él creía muertos y que ahora renacían en forma de rendición y súplica sobre mi piel.
Hazlo me suplicaba él con la voz entrecortada por el deseo y la necesidad de saberme suya de nuevo de una forma diferente. Yo, como respuesta continué con aquel lento reguero de besos por aquella piel que ya era casi una vieja conocida de mis labios. Sabía que me deseaba, que me necesitaba, y que estaba impaciente porque mis labios envolvieran su miembro o bien por introducirse hasta lo más hondo de mi ser, pero él parecía no haber entendido que ahora era yo el cazador, era yo quién marcaba los tiempos de nuestra sensual danza y, por tanto, sería yo quien decidiera cómo y cuando me rendiría a sus encantos. Cuanto yo deseaba era llevarle a la frontera entre la locura y la cordura, que mi nombre fuera lo único que sus labios pudieran pronunciar en días.
-Shh- dije posando mi dedo sobre sus labios mandándole callar -Cuando tú tomes el control harás conmigo lo que te plazca- dije deslizándome sobre su cuerpo hasta quedar frente a él, con nuestros alientos chocando y mis piernas a horcajadas de las suyas -pero ahora amor... Tú eres mi presa así que te recomiendo que te relajes... Me dejes hacer y disfrutes de esta experiencia sensorial-
Reí frente a sus labios, debía confesar que adoraba tenerle en ascuas y que él desconociera cuáles eran mis intenciones. Mis labios buscaron los suyos para que no pudiera emitir crítica o reproche alguno. Labios que se entreabrieron para recibir a los míos seguidos de unas manos que envolvían mi cuerpo desnudo para pegarlo al ajeno. Ahora podía sentir mi corazón desbocado latiendo contra su piel, un corazón que se aceleraba cada vez que estaba cerca, mi punto flaco,mi humanidad y su mayor conquista.
Y en medio de aquel beso y aquellas caricias ardientes, mis caderas, elevándose sobre las suyas, sin darle tregua y haciendo que su miembro se hundiera en mi interior de una sola vez, de golpe, sorprendiéndole a él, haciéndome gemir a mi de placer.
-¿Era esto lo que querías que hiciera?- dije con la voz ronca al tiempo que mis dedos jugueteaban con su piel, recorriéndola lentamente y mis caderas permanecían quietas permitiéndole así disfrutar de la sensación de saberme suya, de la calidez que mi interior le brindaba. Silencio, eso era lo que ahora había entre nosotros, un silencio para nada incómodo, un silencio lleno de miradas y de palabras no dichas, un silencio sólo roto por nuestras respiraciones agitadas, ansiosas de más.
Ahora, era su turno. Mis manos, que antes descansaban sobre su pecho cincelado, ascendieron hasta la venda de seda que cubría sus ojos, liberándole de ella y permitiéndole así verme postrada sobre él, permitiéndole tomar el control. Nuestras miradas se encontraron fuego y hielo y vuelta a empezar. Mordí mis labios, esperando esa explosión que sabía que ocurriría de un instante a otro. Y ahí estaba, su pecho elevándose, quedando ambos sentados, yo sobre sus piernas, su pecho junto al mío y sus labios buscando con desesperación mi cuello.
Ante aquel contacto, clavé mis uñas en su espalda, ansiando más, más de él y de su cuerpo. Clavé mis uñas en su espalda y rodee su cintura con mis muslos, pegándome a él y elevando lentamente mis caderas para de nuevo, hundir su miembro hasta lo más hondo de mi ser. -Hazme tuya... hazme enloquecer y tocar el cielo para bajar ambos a tu infierno-
Hazlo me suplicaba él con la voz entrecortada por el deseo y la necesidad de saberme suya de nuevo de una forma diferente. Yo, como respuesta continué con aquel lento reguero de besos por aquella piel que ya era casi una vieja conocida de mis labios. Sabía que me deseaba, que me necesitaba, y que estaba impaciente porque mis labios envolvieran su miembro o bien por introducirse hasta lo más hondo de mi ser, pero él parecía no haber entendido que ahora era yo el cazador, era yo quién marcaba los tiempos de nuestra sensual danza y, por tanto, sería yo quien decidiera cómo y cuando me rendiría a sus encantos. Cuanto yo deseaba era llevarle a la frontera entre la locura y la cordura, que mi nombre fuera lo único que sus labios pudieran pronunciar en días.
-Shh- dije posando mi dedo sobre sus labios mandándole callar -Cuando tú tomes el control harás conmigo lo que te plazca- dije deslizándome sobre su cuerpo hasta quedar frente a él, con nuestros alientos chocando y mis piernas a horcajadas de las suyas -pero ahora amor... Tú eres mi presa así que te recomiendo que te relajes... Me dejes hacer y disfrutes de esta experiencia sensorial-
Reí frente a sus labios, debía confesar que adoraba tenerle en ascuas y que él desconociera cuáles eran mis intenciones. Mis labios buscaron los suyos para que no pudiera emitir crítica o reproche alguno. Labios que se entreabrieron para recibir a los míos seguidos de unas manos que envolvían mi cuerpo desnudo para pegarlo al ajeno. Ahora podía sentir mi corazón desbocado latiendo contra su piel, un corazón que se aceleraba cada vez que estaba cerca, mi punto flaco,mi humanidad y su mayor conquista.
Y en medio de aquel beso y aquellas caricias ardientes, mis caderas, elevándose sobre las suyas, sin darle tregua y haciendo que su miembro se hundiera en mi interior de una sola vez, de golpe, sorprendiéndole a él, haciéndome gemir a mi de placer.
-¿Era esto lo que querías que hiciera?- dije con la voz ronca al tiempo que mis dedos jugueteaban con su piel, recorriéndola lentamente y mis caderas permanecían quietas permitiéndole así disfrutar de la sensación de saberme suya, de la calidez que mi interior le brindaba. Silencio, eso era lo que ahora había entre nosotros, un silencio para nada incómodo, un silencio lleno de miradas y de palabras no dichas, un silencio sólo roto por nuestras respiraciones agitadas, ansiosas de más.
Ahora, era su turno. Mis manos, que antes descansaban sobre su pecho cincelado, ascendieron hasta la venda de seda que cubría sus ojos, liberándole de ella y permitiéndole así verme postrada sobre él, permitiéndole tomar el control. Nuestras miradas se encontraron fuego y hielo y vuelta a empezar. Mordí mis labios, esperando esa explosión que sabía que ocurriría de un instante a otro. Y ahí estaba, su pecho elevándose, quedando ambos sentados, yo sobre sus piernas, su pecho junto al mío y sus labios buscando con desesperación mi cuello.
Ante aquel contacto, clavé mis uñas en su espalda, ansiando más, más de él y de su cuerpo. Clavé mis uñas en su espalda y rodee su cintura con mis muslos, pegándome a él y elevando lentamente mis caderas para de nuevo, hundir su miembro hasta lo más hondo de mi ser. -Hazme tuya... hazme enloquecer y tocar el cielo para bajar ambos a tu infierno-
Cèline Dampierre- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
De nuevo aquella mujer que se había convertido en mi propia inquisición me hacia alcanzar el cielo, rozándolo con los dedos y el infierno entre sus piernas.
Me hacia arder, me hacia enloquecer y por primera vez, lograba que mi corazón, ese que creía tan muerto como todo yo latiera necesitado de su calor.
Observé su precioso cuerpo en la cama, mientras tomaba de un cuenco de porcelana blanca, unas fresas tan rojas como la misma sangre que segundos antes había devorado de la cara interna de su muslo.
Sonreí de medio lado admirando esos labios que me moría por tomar una y otra vez mientras las copas de champang iban vaciándose entre nuestros labios.
-Cásate conmigo -sonreí hundiendo mis ojos en los desconcertados ojos de ella.
Esos que posiblemente pensaban que estaba mas borracho de l oque aparentaba, pues ambos ya estabas prometidos y nuestra boda fijada.
-cásate conmigo ahora...solos, tu, yo, un párroco.
No quiero esperar ni un minuto mas para convertirte en mi mujer, para que esta unión que yo siento sea bendecida por los dioses.
Llevé mi mano al pecho acariciando su colgante, ese que un día me entregó en el lago ,ese que representaba para ella su ingenuidad, su infancia y que para mi era un pedazo de la mujer que ansiaba en poseer por encima de todo.
Esperé ansioso su respuesta esa que como el jugo de las fresas parecía escurrirse por sus labios.
Sonreí de medio lado divertido, casi podía leer lo que pensaba dentro de esa pequeña cabezita.
Que su padre la mataría, que no era lo propicio dado su estatus, que lo mejor era esperar a una boda como marcaban los cánones de la lata aristocracia.
Mas que importaba, una vez fuera mi mujer, nada ni nadie podría tocarla. Mía, palabra de tres letras que ansiaba por convertir en realidad.
Relamí mis labios agotando de ellos las burbujeantes gotas de champagne, esperando que los de mi prometida se abrieran para emitir un veredicto.
Me hacia arder, me hacia enloquecer y por primera vez, lograba que mi corazón, ese que creía tan muerto como todo yo latiera necesitado de su calor.
Observé su precioso cuerpo en la cama, mientras tomaba de un cuenco de porcelana blanca, unas fresas tan rojas como la misma sangre que segundos antes había devorado de la cara interna de su muslo.
Sonreí de medio lado admirando esos labios que me moría por tomar una y otra vez mientras las copas de champang iban vaciándose entre nuestros labios.
-Cásate conmigo -sonreí hundiendo mis ojos en los desconcertados ojos de ella.
Esos que posiblemente pensaban que estaba mas borracho de l oque aparentaba, pues ambos ya estabas prometidos y nuestra boda fijada.
-cásate conmigo ahora...solos, tu, yo, un párroco.
No quiero esperar ni un minuto mas para convertirte en mi mujer, para que esta unión que yo siento sea bendecida por los dioses.
Llevé mi mano al pecho acariciando su colgante, ese que un día me entregó en el lago ,ese que representaba para ella su ingenuidad, su infancia y que para mi era un pedazo de la mujer que ansiaba en poseer por encima de todo.
Esperé ansioso su respuesta esa que como el jugo de las fresas parecía escurrirse por sus labios.
Sonreí de medio lado divertido, casi podía leer lo que pensaba dentro de esa pequeña cabezita.
Que su padre la mataría, que no era lo propicio dado su estatus, que lo mejor era esperar a una boda como marcaban los cánones de la lata aristocracia.
Mas que importaba, una vez fuera mi mujer, nada ni nadie podría tocarla. Mía, palabra de tres letras que ansiaba por convertir en realidad.
Relamí mis labios agotando de ellos las burbujeantes gotas de champagne, esperando que los de mi prometida se abrieran para emitir un veredicto.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 348
Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
La pasión y el desenfreno de los momentos anteriores habían dado lugar a la calma sosegada y las sonrisas de uno frente al otro. Mi respiración agitada chocaba contra la suya y sus dedos, parecían no querer abandonar la prisión de mis cabellos, atrayéndome hacia él y sus labios que me buscaban cómplices entre las risas que ambos nos profesábamos como dos tontos quinceañeros. Era curioso como un simple y tonto juego nos había devuelto la chispa, como ahora no sólo no peleábamos sino que éramos capaces de disfrutar de la zozobra tanto como de la calma, de las risas y los silencios diciendo con miradas o gestos lo que nuestros labios callaban.
Mis dedos se dirigieron hacia las fresas que adornaban la mesilla de la cama y, con lentitud y los ojos cerrados, disfruté de aquel manjar que teñía de carmesí mis labios de porcelana. Manjar que se vio interrumpida por las palabras de aquel hombre que era mi cielo y mi infierno, mi premio y mi castigo. “Cásate conmigo” susurró frente a mis labios como un loco enamorado mientras sus dedos acariciaban aquel colgante que antes pendía de mi cuello. Estaba loco, loco de remate. El compromiso estaba fijado, los invitados avisados y sólo faltaba ultimar los detalles de la boda, hacer los trajes, decidir el menú, la iglesia… En realidad, faltaban muchas cosas, tantas que mi respiración comenzó a volverse de nuevo agitada sólo de pensarlo. Esa sensación de incertidumbre, agobio y pesar que él había borrado con sus caricias minutos atrás volvía ahora, de golpe, sin avisar, para anidar de nuevo en mi pecho y en mis ojos.
No… ahora que habíamos logrado ser de nuevo aquellos jóvenes de los primeros días, no estaba dispuesta a que las discusiones y la zozobra volvieran a nuestras vidas. Si el hacer las cosas bien era lo que nos había hundido, mandaría al infierno las normas y el decoro; los mandaría al infierno con tal de ser feliz a su lado.
-Estás loco Joe Black- dije entre risas. Mi cuerpo se pegó al suyo, buscando sus labios de nuevo con necesidad –Estás loco de remate, pero me encanta. Mandemos al cuerno a los invitados, las tediosas conversaciones de compromiso con unos y otros… Mandémoslo al infierno porque esta boda ha sido la causa y el detonante de nuestros problemas. Nos enamoramos de manera loca e imprudente, saltándonos todas las normas impuestas por esta sociedad, así que no veo por qué hemos de seguirlas para enterrar con ellas nuestro amor-
Quizá fuera un error, una locura, una imprudencia. Quizá ambos estábamos borrachos, ebrios el uno del otro, pero lo único que tenía claro en ese momento era que él nunca me había hablado con tanta franqueza, nunca había desnudado su alma ante mí con tanta facilidad como lo hacía con mi cuerpo… Nunca hasta ahora había expresado el firme deseo de ser suya para siempre, no como un deseo sexual y un reto cumplido, sino como algo más profundo.
Su mano enredada en aquel fino cordón de oro, y la mía buscando a su sustituto en mi pecho. –Casémonos- dije con absoluta certeza –Nunca he visto en tus ojos ese brillo que tienes ahora, nunca te he visto devorarme así con la mirada. No con lascivia sino, con algo más, con esa parte humana que te empeñas en enterrar en el fondo de tu alma y que a mi me encanta desenterrar entre risas y besos-
Deslicé con lentitud mi mano hasta el hueco en el que debería estar su corazón latiente, el hueco que él me había descubierto como punto flaco para matarle semanas atrás, un hueco al que yo había deseado acceder desesperadamente desde el minuto en que nuestros cuerpos se habían buscado como si nosotros fuéramos meros títeres movidos por el hilo del destino. Acaricié su pecho, con una sonrisa en los labios y los ojos brillantes de la emoción.
-Joe… yo…- tragué saliva temerosa de la reacción que provocarían en él mis palabras –Te… te quiero Joe Black… por mucho que nos gritemos, nos peleemos… eres con quien quiero yacer cada día y despertar con la caída del sol-
Mis mejillas tintadas por la vergüenza de aquella confesión y mi mirada rehuyendo la suya, pues si él se reía en ese instante de mi o no sentía lo mismo, no creía ser capaz de poder mirarle y enfrentarme a su mirada. Hacía tiempo que no temía a la muerte, ya sólo temía que él fuera incapaz de pronunciar esas dos palabras, ocho letras y un único destino.
Mis dedos se dirigieron hacia las fresas que adornaban la mesilla de la cama y, con lentitud y los ojos cerrados, disfruté de aquel manjar que teñía de carmesí mis labios de porcelana. Manjar que se vio interrumpida por las palabras de aquel hombre que era mi cielo y mi infierno, mi premio y mi castigo. “Cásate conmigo” susurró frente a mis labios como un loco enamorado mientras sus dedos acariciaban aquel colgante que antes pendía de mi cuello. Estaba loco, loco de remate. El compromiso estaba fijado, los invitados avisados y sólo faltaba ultimar los detalles de la boda, hacer los trajes, decidir el menú, la iglesia… En realidad, faltaban muchas cosas, tantas que mi respiración comenzó a volverse de nuevo agitada sólo de pensarlo. Esa sensación de incertidumbre, agobio y pesar que él había borrado con sus caricias minutos atrás volvía ahora, de golpe, sin avisar, para anidar de nuevo en mi pecho y en mis ojos.
No… ahora que habíamos logrado ser de nuevo aquellos jóvenes de los primeros días, no estaba dispuesta a que las discusiones y la zozobra volvieran a nuestras vidas. Si el hacer las cosas bien era lo que nos había hundido, mandaría al infierno las normas y el decoro; los mandaría al infierno con tal de ser feliz a su lado.
-Estás loco Joe Black- dije entre risas. Mi cuerpo se pegó al suyo, buscando sus labios de nuevo con necesidad –Estás loco de remate, pero me encanta. Mandemos al cuerno a los invitados, las tediosas conversaciones de compromiso con unos y otros… Mandémoslo al infierno porque esta boda ha sido la causa y el detonante de nuestros problemas. Nos enamoramos de manera loca e imprudente, saltándonos todas las normas impuestas por esta sociedad, así que no veo por qué hemos de seguirlas para enterrar con ellas nuestro amor-
Quizá fuera un error, una locura, una imprudencia. Quizá ambos estábamos borrachos, ebrios el uno del otro, pero lo único que tenía claro en ese momento era que él nunca me había hablado con tanta franqueza, nunca había desnudado su alma ante mí con tanta facilidad como lo hacía con mi cuerpo… Nunca hasta ahora había expresado el firme deseo de ser suya para siempre, no como un deseo sexual y un reto cumplido, sino como algo más profundo.
Su mano enredada en aquel fino cordón de oro, y la mía buscando a su sustituto en mi pecho. –Casémonos- dije con absoluta certeza –Nunca he visto en tus ojos ese brillo que tienes ahora, nunca te he visto devorarme así con la mirada. No con lascivia sino, con algo más, con esa parte humana que te empeñas en enterrar en el fondo de tu alma y que a mi me encanta desenterrar entre risas y besos-
Deslicé con lentitud mi mano hasta el hueco en el que debería estar su corazón latiente, el hueco que él me había descubierto como punto flaco para matarle semanas atrás, un hueco al que yo había deseado acceder desesperadamente desde el minuto en que nuestros cuerpos se habían buscado como si nosotros fuéramos meros títeres movidos por el hilo del destino. Acaricié su pecho, con una sonrisa en los labios y los ojos brillantes de la emoción.
-Joe… yo…- tragué saliva temerosa de la reacción que provocarían en él mis palabras –Te… te quiero Joe Black… por mucho que nos gritemos, nos peleemos… eres con quien quiero yacer cada día y despertar con la caída del sol-
Mis mejillas tintadas por la vergüenza de aquella confesión y mi mirada rehuyendo la suya, pues si él se reía en ese instante de mi o no sentía lo mismo, no creía ser capaz de poder mirarle y enfrentarme a su mirada. Hacía tiempo que no temía a la muerte, ya sólo temía que él fuera incapaz de pronunciar esas dos palabras, ocho letras y un único destino.
Cèline Dampierre- Humano Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 19/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
Su mirada por unos instantes parecía perdida, instantes que se me hicieron eternos hasta que de pronto su boca colisiono contra la mía forzando no solo que la tomara con ahincó mientras susurraba como podíamos mandar al mundo al cuerno mientras ella y yo nos recuperáramos. Mientras volviéramos a ser lo que sobre ese lecho hoy eramos dos desconocidos que se deseaban a muerte.
Surqué con mi lengua sus labios acallando sus temores, saqueando con mis manos el resto de su piel que como corrientes eléctricas parecía infundir vida a la mía.
¿Esto era el amor? Esa felicidad brutal que ahora me embargaba o quizás era el alcohol de mas que habíamos ingerido ambos.
No lo sabia, pero hoy lo veía todo con mayor nitidez que nunca..la amaba.
Su mano en mi pecho logro hacerme arder. Esa mano que parecía decirlo todo sin decir nada y que pronto fue un gesto acompañado de tímidas palabras. Esas que rehuyeron mis ojos y que yo por ende hubiera gritado al mundo entero lleno de jubilo pues esa misma noche ella, seria mía para siempre.
Tomé su mentón para llevar su mirada a la mía completamente enrojecida..la deseaba de un modo tal, que controlarme me costaba la misma vida.
-Celine, no se si es porque estoy borracho o embriagado por tu cuerpo o por ambas cosas a la vez, mas te quiero y no contemplo la idea de poderte perder.
Casémonos bajo el manto de estrellas de esta noche. Conviértete, no solo en el demonio de mi infierno, si no en la luz de mi vida.
Te necesito, puede que mas de lo que pensaba el día que le pedí a tu padre que oficiara esta boda. Puede que nunca repita esto por vergüenza. Para mi no es fácil expresar los sentimientos. Mi corazón lleva demasiado tiempo parado y todo esto me resulta nuevo.
Tenme paciencia Celine y no corras lejos de mi al primer desencuentro pues eso no solucionará jamas lo nuestro.
Mi boca impacto furibunda contra la suya, dejándome caer sobre el lecho con suavidad con ella debajo.
Su risa impacto en mis labios, y la mía corto su aliento antes de enredarse con su boca.
-Acabemos la botella y vayamos a por un vestido digno de esta noche en la que tus dioses y los míos se unirán para bendecir lo nuestro. Ya no volverá a existir un tu o un yo si no un nosotros..
Mi cuerpo con movimientos lentos volvió a apoderarse del suyo, jadeos inundaron de nuevo aquella habitación mientras nuestros ojos se hundían en los del otro.
Nuestras manos enlazadas acompañaban esa nueva sensación para mi, esa en la que no existían movimientos bruscos, si no lentos y sentidos.
Nuestros cuerpos se movían siendo uno, frenéticos por amarse, por entregarse completamente ebrios al del otro.
Así sellamos la promesa de una boda que se me anotaba perfecta.
Surqué con mi lengua sus labios acallando sus temores, saqueando con mis manos el resto de su piel que como corrientes eléctricas parecía infundir vida a la mía.
¿Esto era el amor? Esa felicidad brutal que ahora me embargaba o quizás era el alcohol de mas que habíamos ingerido ambos.
No lo sabia, pero hoy lo veía todo con mayor nitidez que nunca..la amaba.
Su mano en mi pecho logro hacerme arder. Esa mano que parecía decirlo todo sin decir nada y que pronto fue un gesto acompañado de tímidas palabras. Esas que rehuyeron mis ojos y que yo por ende hubiera gritado al mundo entero lleno de jubilo pues esa misma noche ella, seria mía para siempre.
Tomé su mentón para llevar su mirada a la mía completamente enrojecida..la deseaba de un modo tal, que controlarme me costaba la misma vida.
-Celine, no se si es porque estoy borracho o embriagado por tu cuerpo o por ambas cosas a la vez, mas te quiero y no contemplo la idea de poderte perder.
Casémonos bajo el manto de estrellas de esta noche. Conviértete, no solo en el demonio de mi infierno, si no en la luz de mi vida.
Te necesito, puede que mas de lo que pensaba el día que le pedí a tu padre que oficiara esta boda. Puede que nunca repita esto por vergüenza. Para mi no es fácil expresar los sentimientos. Mi corazón lleva demasiado tiempo parado y todo esto me resulta nuevo.
Tenme paciencia Celine y no corras lejos de mi al primer desencuentro pues eso no solucionará jamas lo nuestro.
Mi boca impacto furibunda contra la suya, dejándome caer sobre el lecho con suavidad con ella debajo.
Su risa impacto en mis labios, y la mía corto su aliento antes de enredarse con su boca.
-Acabemos la botella y vayamos a por un vestido digno de esta noche en la que tus dioses y los míos se unirán para bendecir lo nuestro. Ya no volverá a existir un tu o un yo si no un nosotros..
Mi cuerpo con movimientos lentos volvió a apoderarse del suyo, jadeos inundaron de nuevo aquella habitación mientras nuestros ojos se hundían en los del otro.
Nuestras manos enlazadas acompañaban esa nueva sensación para mi, esa en la que no existían movimientos bruscos, si no lentos y sentidos.
Nuestros cuerpos se movían siendo uno, frenéticos por amarse, por entregarse completamente ebrios al del otro.
Así sellamos la promesa de una boda que se me anotaba perfecta.
Joe Black- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 348
Fecha de inscripción : 16/06/2016
Re: Deux parfaits inconnus [Celine][+18]
La noche daba sus últimos coletazos y amenazaba con perder la batalla frente al sol naciente que se empeñaba en conquistar el cielo un día más. La noche parecía haber pasado en un suspiro, pese a que multitud de hechos habían ocurrido; Habíamos tenido tiempo para jugar, para volver a ser extraños, para amarnos y probarnos de manera desesperada y, por último, para mandar al infierno al mundo y abrir nuestros corazones el uno al otro.
La tempestad de sus ojos y sus manos había dado paso a la calma. La calma de sus dedos fríos sobre mi piel de porcelana, recorriéndola sin prisas, tratando de memorizar cada curva de mi cuerpo. La calma de mis labios susurrándole te quieros mientras él me hacía suya como nunca antes lo había hecho. La calma de sabernos uno por fin y saber que lo que nosotros habíamos unido no habría Dios, demonio, cielo o infierno que lo separara pues él era mío, yo era suya y siempre seríamos nuestros.
-No quiero que amanezca y tener que abandonar este lecho Joe...- susurré frente a sus labios mientras sus dedos se enredaban en mis cabellos de color castaño y sus labios se curvaban en una sonrisa que amenazaba con arrebatarme el sentido.
-Deseo volver el tiempo atrás hasta el instante justo en que me has pedido que sea tuya sin esperar un solo día más... Y luego avanzar, tan sólo un poco hasta el momento en el que han comenzado tus te quiero, al principio tímidos y escasos, y luego, a medida que me besabas y tomabas mi cuerpo, más lentos y más numerosos-
Nuevas risas, nuevos besos provocados por aquellas palabras y, de nuevo, los minutos pasando vertiginosamente por el reloj, acelerando el alba y el momento de nuestra separación. Mi cuerpo abandonó aquel refugio que había sido el lecho de plumas, para caminar hasta las ventanas de la habitación para correr las pesadas cortinas de terciopelo. Pasos lentos hasta el lecho y unas últimas caricias antes de que aquel hombre cayera rendido a los brazos de Morfeo.
-Descansa amor...- susurré frente a sus labios para, a continuación depositar en ellos un suave beso y contemplar por unos instantes su semblante, en paz, sereno, sin demonios por unos instantes. Él lo había dicho, me había convertido en la reina de su infierno, pero también deseaba que fuera la luz de su vida.
Luces y sombras... nuestras vidas parecían debatirse ahora entre estos dos opuestos; noche y día, maldad y bondad, odio y amor... Obstáculos que salvaríamos día a día, pero en los que ahora no deseaba pensar. Sólo podía pensar en sus besos, sus promesas, el inminente desayuno y qué vestido escogería para dejarle deslumbrado cuando me viera caminar hacia él en el altar. El resto de cosas podían esperar.
Cèline Black... sin duda sonaba bien.
La tempestad de sus ojos y sus manos había dado paso a la calma. La calma de sus dedos fríos sobre mi piel de porcelana, recorriéndola sin prisas, tratando de memorizar cada curva de mi cuerpo. La calma de mis labios susurrándole te quieros mientras él me hacía suya como nunca antes lo había hecho. La calma de sabernos uno por fin y saber que lo que nosotros habíamos unido no habría Dios, demonio, cielo o infierno que lo separara pues él era mío, yo era suya y siempre seríamos nuestros.
-No quiero que amanezca y tener que abandonar este lecho Joe...- susurré frente a sus labios mientras sus dedos se enredaban en mis cabellos de color castaño y sus labios se curvaban en una sonrisa que amenazaba con arrebatarme el sentido.
-Deseo volver el tiempo atrás hasta el instante justo en que me has pedido que sea tuya sin esperar un solo día más... Y luego avanzar, tan sólo un poco hasta el momento en el que han comenzado tus te quiero, al principio tímidos y escasos, y luego, a medida que me besabas y tomabas mi cuerpo, más lentos y más numerosos-
Nuevas risas, nuevos besos provocados por aquellas palabras y, de nuevo, los minutos pasando vertiginosamente por el reloj, acelerando el alba y el momento de nuestra separación. Mi cuerpo abandonó aquel refugio que había sido el lecho de plumas, para caminar hasta las ventanas de la habitación para correr las pesadas cortinas de terciopelo. Pasos lentos hasta el lecho y unas últimas caricias antes de que aquel hombre cayera rendido a los brazos de Morfeo.
-Descansa amor...- susurré frente a sus labios para, a continuación depositar en ellos un suave beso y contemplar por unos instantes su semblante, en paz, sereno, sin demonios por unos instantes. Él lo había dicho, me había convertido en la reina de su infierno, pero también deseaba que fuera la luz de su vida.
Luces y sombras... nuestras vidas parecían debatirse ahora entre estos dos opuestos; noche y día, maldad y bondad, odio y amor... Obstáculos que salvaríamos día a día, pero en los que ahora no deseaba pensar. Sólo podía pensar en sus besos, sus promesas, el inminente desayuno y qué vestido escogería para dejarle deslumbrado cuando me viera caminar hacia él en el altar. El resto de cosas podían esperar.
Cèline Black... sin duda sonaba bien.
Cèline Dampierre- Humano Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 19/06/2016
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