I don't have a romantic bone in my body ~ Valeria (+18)

por **Erik Von Kleinmann** Mar Sep 20, 2016 3:23 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Una noche cualquiera, por un lugar cualquiera, el Conde se encuentra dando un paseo por las callejuelas de París. Necesita despejar la mente, tranquilidad, si desea que su insomnio se esfume antes de las tantas de la madrugada.

Y ahí está, caminando sin rumbo alguno, disfrutando de la soledad que aquellas horas reinaba en aquellas calles. Le gustan las calles solitarias. Es más, si está ahí, es porque espera no encontrarse con nadie. Simplemente quiere vagar por las calles hasta cansarse lo suficiente, física y mentalmente, como para llegar a notar indicios de sueño.

Todavía está acostumbrándose a los cambios que parece estar teniendo su cuerpo. No es fácil. Aunque el insomnio lo sufre desde hace años, se incrementa ligeramente desde que es esclavo de sangre. Siente cosas que antes no sentía y le gusta, cada vez más.

por **Erik Von Kleinmann** Sáb Oct 22, 2016 8:39 am

A la vista está que el ego de la desconocida es realmente parecido al del Conde. El ego y el orgullo. Ambos igual de testarudos. Como dos gotas de agua en aquel sentido. Y a él no le importa, no al menos después de aquel encuentro. Sus músculos están completamente relajados y se encuentra de buen humor, por lo que en esos momentos pasa de cualquier tipo de tensión. En otra situación, tal vez le molestaría que una mujer tuviera tantos aires de superioridad, pero ahora... Ahora simplemente le es indiferente.

Ambos repetirían sin problemas, eso estaba claro. Pero el orgullo de él evitaría que ocurriese aquella noche. Y el orgullo de ella evitaría que ocurriese cualquier otra noche. Irónico, ¿verdad? Fuera como fuese, ambos dormirían igual de bien cuando el día llegase a su fin... tanto si repetían como si no. Tanto si se volvían a encontrar como si no. Ni amor a primera vista, ni nada parecido. Simplemente atracción a primera vista. Nada de nombres, ni sentimentalismos.

Cuando ella le atrapa entre su cuerpo y la pared, se deja hacer, conteniendo las ganas de abalanzarse contra los labios ajenos. Se ha prometido a sí mismo que no va a ocurrir nada más con ella aquella noche, y lo piensa cumplir. Obviamente, le cuesta, pues ella le provoca. Pero consigue no calentarse... o al menos no lo suficiente como para que no hubiera vuelta atrás.

- ¿Excusa para otro encuentro? Por favor... - no puede evitar reírse, como si ella le hubiera contado el mejor chiste del mundo. Cuando ella se separa y le da la espalda, él la observa, por supuesto. Sigue los movimientos de la mujer, aún estando los dos desnudos. Y le gusta lo que ve, sin duda. Tiene un trasero que le quitaría el aliento a cualquiera. Pero procura no fijarse demasiado y centrarse en vestirse él también.

Lo dicho, el Conde se centra en recoger sus ropajes del suelo y ponérselos. Algunas prendas están rasgadas y rotas, pero no le importa. A aquellas horas no le va a ver nadie. Finalmente, tras escucharla hablar, vuelve a mirarla, una vez ha conseguido ponerse todas sus prendas. ¿Que si iba con ella?

- No me gusta complacer los deseos de una mujer. Y sé que deseáis que os acompañe a beber whisky, aguardiente o cualquier otro licor... Sé que deseáis que después del trago os vuelva a poseer como hace unos minutos. Podéis negarlo si queréis, no me importa, pues lo sé igualmente - deja de tutearla, volviendo a los tratamientos de cortesía a los que está acostumbrado, queriendo tal vez mostrar indiferencia. Al fin y al cabo, ella no deja de ser una desconocida. ¿Cuándo un desconocido deja de ser un conocido? Duda que la diferencia se base en el nombre de la persona -Por tanto, como no me gustaría complacer vuestros deseos, no os acompañaré. Lo siento - se disculpa, mostrando una falsa culpabilidad para, segundos después, sonreír de forma divertida y arrogante a la vez. Su sonrisa preferida. La sonrisa que le caracteriza - Nos veremos en otra ocasión, mademoiselle. O no. Lo dejaremos a elección del destino - se despide finalmente y desaparece del callejón por el extremo contrario, procurando que los caminos de ambos no vuelvan a cruzarse... Al menos aquella noche.

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