AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Liberación {Valeria}
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Liberación {Valeria}
Al final le había mandado una carta a Valeria, estar encerrada en casa no le sentaba bien, su madre, de luto aun, aunque ya mucho mejor, seguía sin superar la muerte de su esposo, y, en ocasiones, la escuchaba llorar por las noches. Bea lo entendí, era ella quien había recibido la noticia, era ella la que había identificado el cuerpo, su madre, ese día, había perdido un marido, pero ella había perdido un padre y seguía en busca de la bestia que había acabado con la vida del señor Delteria. Pero con todo, necesitaba refrescar su mente ese año había sido duro.
Su padre muerto, ella lejos de su madre, y, para colmo de los males, Bethlem... nunca habría pensado, al conocerlo, que todo iría tan rápido, se había enamorado en un suspiro, esa noche en el teatro había sido mágica, y las que la habían seguido no se habían quedado atrás, su relación parecía haber sido sacada de una de esas novelas románticas que había leído de joven, sabiendo que jamás viviría algo así, ahora que lo había hecho, comprendía que la historia era preciosa, el corazón se aceleraba y los ojos se llenaban de luz, pero en cuanto la cosa se torcía, era más doloroso que cualquier matrimonio pactado.
Mientras miraba por la ventana de su cómodo carromato, de colore negro y de interior dorado, que aturullaba los sentidos, de camino a casa de Valeria con su bolsa a su lado, por la cabeza le rondaban las imágenes del tiempo pasado con el compositor, si, sin duda un matrimonio arreglado dolía menos, no se mezclaban sentimientos, solo intereses, no podía romperte el corazón alguien por quien no sentías nada.
Desde su vuelta había empezado a plantearse la posibilidad de pedirle a su madre que le buscase esposo, no le importaba que fuera quien fuera, le daría igual que se fuera de burdeles y agradecería con locura que no quisiera tocarla, le daría igual todo mientras ella pudiera dedicarse a sus negocios, sus lecturas, sus pinturas y sus sueños, aunque en estos siguiera apareciendo cierto compositor de la toscana que le había roto el corazón a trozos.
Debía ser muy idiota, aun pensaba en él, y algo le decía que pensaría en él toda su vida. Bueno, acabar como una soltera adinerada no era, tampoco, mal negocio, podría ser quien quisiera, cuando quisiera, tal vez sería solitario, no lo negaba, pero más soledad sentiría si se unía a alguien que no amaba. Los libros, sin duda, habían afectado a su sentido, pues cualquier dama que se preciara sabía que no podía elegir, pero ella no era cualquier dama, ella era la propietaria de la empresa de comercio de arte más famosa de la última década, y debía mantener esa fama.
Llegó finalmente, frente a una casa blanca y pulcra con un pequeño jardín, allí todas las casas se parecían mucho, y, si la distinguió de las demás, no fue más que por el número del buzón. Llamó al timbre y esperó a que el mayordomo le abriera, desmontada de la calesa. Hizo que el conductor se marchase, no quería a nadie de casa cerca en ese momento. Todos habían notado el ligero cambio en la actitud de su señorita, su alegría se había visto parcialmente empañada y aunque seguía siendo tan cariñosa y amable con todos como lo había sido siempre, notaban cierta lejanía en sus actos, no era de extrañar, pues su cabeza y parte de su corazón se habían quedado lejos, en Venecia, con cierto compositor idiota.
Por eso estaba allí, había enviado un correo a su vieja amiga contándole los sucesos, y esta la había invitado a su casa, Bea esperaba que no fuera a darle un sermón, en ese momento necesitaba, simplemente, relajar su mente.
Su padre muerto, ella lejos de su madre, y, para colmo de los males, Bethlem... nunca habría pensado, al conocerlo, que todo iría tan rápido, se había enamorado en un suspiro, esa noche en el teatro había sido mágica, y las que la habían seguido no se habían quedado atrás, su relación parecía haber sido sacada de una de esas novelas románticas que había leído de joven, sabiendo que jamás viviría algo así, ahora que lo había hecho, comprendía que la historia era preciosa, el corazón se aceleraba y los ojos se llenaban de luz, pero en cuanto la cosa se torcía, era más doloroso que cualquier matrimonio pactado.
Mientras miraba por la ventana de su cómodo carromato, de colore negro y de interior dorado, que aturullaba los sentidos, de camino a casa de Valeria con su bolsa a su lado, por la cabeza le rondaban las imágenes del tiempo pasado con el compositor, si, sin duda un matrimonio arreglado dolía menos, no se mezclaban sentimientos, solo intereses, no podía romperte el corazón alguien por quien no sentías nada.
Desde su vuelta había empezado a plantearse la posibilidad de pedirle a su madre que le buscase esposo, no le importaba que fuera quien fuera, le daría igual que se fuera de burdeles y agradecería con locura que no quisiera tocarla, le daría igual todo mientras ella pudiera dedicarse a sus negocios, sus lecturas, sus pinturas y sus sueños, aunque en estos siguiera apareciendo cierto compositor de la toscana que le había roto el corazón a trozos.
Debía ser muy idiota, aun pensaba en él, y algo le decía que pensaría en él toda su vida. Bueno, acabar como una soltera adinerada no era, tampoco, mal negocio, podría ser quien quisiera, cuando quisiera, tal vez sería solitario, no lo negaba, pero más soledad sentiría si se unía a alguien que no amaba. Los libros, sin duda, habían afectado a su sentido, pues cualquier dama que se preciara sabía que no podía elegir, pero ella no era cualquier dama, ella era la propietaria de la empresa de comercio de arte más famosa de la última década, y debía mantener esa fama.
Llegó finalmente, frente a una casa blanca y pulcra con un pequeño jardín, allí todas las casas se parecían mucho, y, si la distinguió de las demás, no fue más que por el número del buzón. Llamó al timbre y esperó a que el mayordomo le abriera, desmontada de la calesa. Hizo que el conductor se marchase, no quería a nadie de casa cerca en ese momento. Todos habían notado el ligero cambio en la actitud de su señorita, su alegría se había visto parcialmente empañada y aunque seguía siendo tan cariñosa y amable con todos como lo había sido siempre, notaban cierta lejanía en sus actos, no era de extrañar, pues su cabeza y parte de su corazón se habían quedado lejos, en Venecia, con cierto compositor idiota.
Por eso estaba allí, había enviado un correo a su vieja amiga contándole los sucesos, y esta la había invitado a su casa, Bea esperaba que no fuera a darle un sermón, en ese momento necesitaba, simplemente, relajar su mente.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/04/2015
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Re: Liberación {Valeria}
El ser la anfitriona de la casa le ocupaba casi todo el tiempo, era agotador…tanto que terminaba dándole trabajo al señor Cross, los temas de contabilidad y demás, lo más aburrido. Ella se encargaba más del personal, una casa como aquella constaba de un servicio amplio y esperaba que eficaz. Odiaba el hecho de tener que comprobar por sí misma si las cosas se llevaban a cabo como deberían. Estar detrás de los inútiles de sus criados le llevaban los demonios y no solo eso, tener ella que encargarse de ciertas cosas… encargos, y demás cuando no era su trabajo. Se suponía que era la dueña de la casa pero hasta que el nuevo servicio no se acostumbrase…debía estar encima.
Esa mañana, al menos, le habían dejado desayunar tranquila. El señor Cross había salido fuera y le llevaría todo el día. A primera hora, llegó el correo. Incontables cartas, reuniones, eventos, fiestas. Descartó lo que no le interesaba, directa a la papelera. Qué pereza, a la mayoría de esas familias no las soportaba. Una carta, captó toda su atención. Sus orbes esmeralda, se entrecerraron de lo más curiosas. ¿Una carta de Beatrice? Qué extraño, si no recordaba mal… se fue hace mucho.
Se conocían desde niñas, dos pequeñas alegres que jugaban juntas en aquellas reuniones pesadas. Dos niñas que se contaban sus secretos, sueños y aspiraciones. Hacía años que no la veía… ¿la reconocería? Al menos, aún la recordaba. Sonrió de medio lado, quizás una sonrisa que hacía años no afloraba en su rostro, esa que el señor Cross recordaba y creía perdida. Bajó un instante la mirada, ocultando su rostro, deslizando la carta por la mesa… ¿quería visitarla? ¿Por qué no? quizás, se encontraba a una Valeria distinta o ella… una Beatrice que no reconocía, solo había una manera de saberlo.
El día de la visita, había propuesto una clase de repostería para ambas. Acompañadas de una de las mejores reposteras de Paris. Un pasatiempo que a Valeria alegraba, entretenía y así no gastaba su mal humor, ese que tanto le precedía. Una mujer de mediana edad, recibió a la joven, dejándole paso hasta el hall. La casa Cavey apenas había cambiado ante sus ojos, seguía igual, con ese olor característico a madera de roble. Valeria, se encontraba preparando todo al detalle, no faltaba de nada en la mesa larga. Fruta variada, diferentes chocolates, todo lo necesario para pasar una buena velada y disfrutar de una buena merienda, hecha por ellas mismas.
Los tacones de la joven Cavey, resonaron en toda la estancia a medida que bajaba la escalera. Su mano, se deslizaba suavemente por la madera hasta llegar al último escalón. La buscó con la mirada y al encontrarla, sonrió de medio lado, dedicándole una leve reverencia. Era extraño, hacía mucho no se veían y con muchas amigas no es que contase.
-Beatrice, querida. Te esperaba ¡cuánto tiempo! ¿cómo estuviste? Siento lo de tu padre, el mío falleció hace unos meses… ahora me encargo de todo -tomó su mano apretándola con cierto aprecio, poco más se acercó -Ya no llevamos lazos ni vestidos manchados -rió por lo bajo, haciéndole un gesto para que le siguiese -He hecho preparar una visita especial, como sé que te gustaban los dulces, ¿qué mejor que hacerlos nosotras?. No estoy acostumbrada, hace años no piso la cocina si no es para quejarme o casos especiales… -chasqueó la lengua, negando con la cabeza -Cuéntame, qué es de tu vida. -una Valeria altanera, distante pero cercana al mismo tiempo, una persona que no estaba acostumbrada a tratar con viejos amigos, pues pocos le quedaron de entonces.
Esa mañana, al menos, le habían dejado desayunar tranquila. El señor Cross había salido fuera y le llevaría todo el día. A primera hora, llegó el correo. Incontables cartas, reuniones, eventos, fiestas. Descartó lo que no le interesaba, directa a la papelera. Qué pereza, a la mayoría de esas familias no las soportaba. Una carta, captó toda su atención. Sus orbes esmeralda, se entrecerraron de lo más curiosas. ¿Una carta de Beatrice? Qué extraño, si no recordaba mal… se fue hace mucho.
Se conocían desde niñas, dos pequeñas alegres que jugaban juntas en aquellas reuniones pesadas. Dos niñas que se contaban sus secretos, sueños y aspiraciones. Hacía años que no la veía… ¿la reconocería? Al menos, aún la recordaba. Sonrió de medio lado, quizás una sonrisa que hacía años no afloraba en su rostro, esa que el señor Cross recordaba y creía perdida. Bajó un instante la mirada, ocultando su rostro, deslizando la carta por la mesa… ¿quería visitarla? ¿Por qué no? quizás, se encontraba a una Valeria distinta o ella… una Beatrice que no reconocía, solo había una manera de saberlo.
El día de la visita, había propuesto una clase de repostería para ambas. Acompañadas de una de las mejores reposteras de Paris. Un pasatiempo que a Valeria alegraba, entretenía y así no gastaba su mal humor, ese que tanto le precedía. Una mujer de mediana edad, recibió a la joven, dejándole paso hasta el hall. La casa Cavey apenas había cambiado ante sus ojos, seguía igual, con ese olor característico a madera de roble. Valeria, se encontraba preparando todo al detalle, no faltaba de nada en la mesa larga. Fruta variada, diferentes chocolates, todo lo necesario para pasar una buena velada y disfrutar de una buena merienda, hecha por ellas mismas.
Los tacones de la joven Cavey, resonaron en toda la estancia a medida que bajaba la escalera. Su mano, se deslizaba suavemente por la madera hasta llegar al último escalón. La buscó con la mirada y al encontrarla, sonrió de medio lado, dedicándole una leve reverencia. Era extraño, hacía mucho no se veían y con muchas amigas no es que contase.
-Beatrice, querida. Te esperaba ¡cuánto tiempo! ¿cómo estuviste? Siento lo de tu padre, el mío falleció hace unos meses… ahora me encargo de todo -tomó su mano apretándola con cierto aprecio, poco más se acercó -Ya no llevamos lazos ni vestidos manchados -rió por lo bajo, haciéndole un gesto para que le siguiese -He hecho preparar una visita especial, como sé que te gustaban los dulces, ¿qué mejor que hacerlos nosotras?. No estoy acostumbrada, hace años no piso la cocina si no es para quejarme o casos especiales… -chasqueó la lengua, negando con la cabeza -Cuéntame, qué es de tu vida. -una Valeria altanera, distante pero cercana al mismo tiempo, una persona que no estaba acostumbrada a tratar con viejos amigos, pues pocos le quedaron de entonces.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
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Re: Liberación {Valeria}
La hicieron pasar al hall de la casa para esperar a Valeria, hacía no mucho que su padre había fallecido, como había pasado con el suyo, y en su carta le había mandado, también sus condolencias. A medida que pasaban los segundos, Beatrice se iba poniendo más y más nerviosa, hacía años que no veía a Valeria.
Había estado tan absorta en sus estudios que la vida social la había dejado relegada a un plano muy diferente al usual para la gente de su estatus, sobretodo tras el secuestro que sufrió al inicio de su adolescencia, que la había vuelto temerosa y algo retraída. Con Bethlem había vuelto a abrir los ojos y sus horizontes se habían extendido nuevamente, pero tras la separación que habían tenido, en la que no había querido, siquiera, oír lo que él tenía que decirle, su silencio había vuelto, aunque de un modo diferente al anterior.
Llevaba tantos años encerrada e si misma que, tras lo sucedido, quería vivir más, salir más, ser ella incluso aunque eso no estuviera bien visto, y el primer paso para ello era recuperar viejas amistades. La primera que se le había venido a la cabeza era Valeria, de niñas, los viajes que había hecho a París con sus padres y la correspondencia que habían estado intercambiándose las había unido mucho, cuando llegó a París, para quedarse, quedó con ella un par de veces, pero intentar aprender lo necesario para dirigir la empresa de compra/venta de arte de su padre la había acabado por absorber sobremanera.
Alzó la vista al escuchar el repiqueteo tranquilo de unos tacones bajando las escaleras que tenía a su frente y sonrió, incluso de niñas, a Valeria le habían gustado las grandes entradas, siempre deseaba estar perfecta, llamar la atención más que nadie, al contrario que a Beatrice, que prefería quedarse en segundo plano para no necesitar falsas sonrisas o ademanes, en cierta forma, admiraba a Valeria, no le costaba fingir, nunca le había costado, ella era incapaz.
- Valeria.- dijo acercándose a su vez, sonriente, para tomarle la mano que ella había cogido al encontrarse en el centro de la estancia.- Demasiado.- respondió ante la exclamación de que hacía mucho que no se veían.- Lo escuché desde Italia, me lo dijo mi madre, siento mucho no haber estado aquí.- dijo con sinceridad antes de cambiar de tema y seguir a la chica con una ligera risilla ante la mención de los vestidos. Cuando se veían siempre acababan manchadas de barro hasta las cejas, o, en el caso de Beatrice, de chocolate.-Gracias, no era necesario, pero me alegro de que aun te acuerdes.- le sonrió agradeciendo el detalle de la cocina.- Y creo que me alegre de ser uno de esos, "casos especiales"- rió.- aunque no esperes gran cosa, mis dotes culinarias no pasan de saber hacer huevos duros.- siguió con una risa suave, sin faltar a la verdad.-mi vida...- las imagenes de los últimos dos años se avalanzaron sobre su cabeza como cascadas de fuego que la quemaban por dentro, pero logró mantener la compostura y la serenidad a pesar del suspiró que se le escapó de los labios.- vaya, ha sido complicada, en un año he tenido que aprender cinco de estudios artísticos y financieros, ahora que mi padre no está soy quien debe llevar su empresa y... poco más en realidad, sigo tocando el violín, en lugar del piano, siempre fui muy poco dada a seguir el orden, y parece que sigo igual.- rió un poco mientras se adentraban en la cocina.- ¿Y tu? ¿Cómo te ha ido todo?- preguntó intentando cambiar de tema.
Aun no se sentía lista para hablar de Bethlem, y por mucho que le hubiera dolido lo que habían pasado entre ellos no iba a comentar nada de los seres sobrenaturales, no quería atemorizar a su amiga, si, llegado el momento, fuera necesario, se lo diría, pero mientras pudiera protegerla de esas cosas, lo haría.
Sabía que le costaría sacar la sonrisa autentica de Valeria, su educación había sido algo diferente, en casa de Beatrice, su padre era frío, ordenado y firme, pero su madre siempre había ofrecido un contrapunto dulce que había favorecido la personalidad extraña de la dama desde bien niña, además, a pesar de todo, su padre le había consentido ciertos caprichos, por su instrumento de música, sin duda esa unión de la sociedad fría y calculadora, un padre duro pero que la quería por sobretodo, y una madre cariñosa y firme, habían fomentado que Beatrice fuera algo rebelde, pero sabían que era difícil no caer ante los encantos de ese punto extravagante de la chica, por lo qeu la habían dejado hacer con libertad.
En cambio, a Valeria la habían educado con dureza, recordaba las miradas del padre de la joven cuando las cogía haciendo demasiado alboroto, no le preocupaba tener que esforzarse, recuperaría la amistad de la chica, volverían a ser niñas, aunque fuera un poco.
Había estado tan absorta en sus estudios que la vida social la había dejado relegada a un plano muy diferente al usual para la gente de su estatus, sobretodo tras el secuestro que sufrió al inicio de su adolescencia, que la había vuelto temerosa y algo retraída. Con Bethlem había vuelto a abrir los ojos y sus horizontes se habían extendido nuevamente, pero tras la separación que habían tenido, en la que no había querido, siquiera, oír lo que él tenía que decirle, su silencio había vuelto, aunque de un modo diferente al anterior.
Llevaba tantos años encerrada e si misma que, tras lo sucedido, quería vivir más, salir más, ser ella incluso aunque eso no estuviera bien visto, y el primer paso para ello era recuperar viejas amistades. La primera que se le había venido a la cabeza era Valeria, de niñas, los viajes que había hecho a París con sus padres y la correspondencia que habían estado intercambiándose las había unido mucho, cuando llegó a París, para quedarse, quedó con ella un par de veces, pero intentar aprender lo necesario para dirigir la empresa de compra/venta de arte de su padre la había acabado por absorber sobremanera.
Alzó la vista al escuchar el repiqueteo tranquilo de unos tacones bajando las escaleras que tenía a su frente y sonrió, incluso de niñas, a Valeria le habían gustado las grandes entradas, siempre deseaba estar perfecta, llamar la atención más que nadie, al contrario que a Beatrice, que prefería quedarse en segundo plano para no necesitar falsas sonrisas o ademanes, en cierta forma, admiraba a Valeria, no le costaba fingir, nunca le había costado, ella era incapaz.
- Valeria.- dijo acercándose a su vez, sonriente, para tomarle la mano que ella había cogido al encontrarse en el centro de la estancia.- Demasiado.- respondió ante la exclamación de que hacía mucho que no se veían.- Lo escuché desde Italia, me lo dijo mi madre, siento mucho no haber estado aquí.- dijo con sinceridad antes de cambiar de tema y seguir a la chica con una ligera risilla ante la mención de los vestidos. Cuando se veían siempre acababan manchadas de barro hasta las cejas, o, en el caso de Beatrice, de chocolate.-Gracias, no era necesario, pero me alegro de que aun te acuerdes.- le sonrió agradeciendo el detalle de la cocina.- Y creo que me alegre de ser uno de esos, "casos especiales"- rió.- aunque no esperes gran cosa, mis dotes culinarias no pasan de saber hacer huevos duros.- siguió con una risa suave, sin faltar a la verdad.-mi vida...- las imagenes de los últimos dos años se avalanzaron sobre su cabeza como cascadas de fuego que la quemaban por dentro, pero logró mantener la compostura y la serenidad a pesar del suspiró que se le escapó de los labios.- vaya, ha sido complicada, en un año he tenido que aprender cinco de estudios artísticos y financieros, ahora que mi padre no está soy quien debe llevar su empresa y... poco más en realidad, sigo tocando el violín, en lugar del piano, siempre fui muy poco dada a seguir el orden, y parece que sigo igual.- rió un poco mientras se adentraban en la cocina.- ¿Y tu? ¿Cómo te ha ido todo?- preguntó intentando cambiar de tema.
Aun no se sentía lista para hablar de Bethlem, y por mucho que le hubiera dolido lo que habían pasado entre ellos no iba a comentar nada de los seres sobrenaturales, no quería atemorizar a su amiga, si, llegado el momento, fuera necesario, se lo diría, pero mientras pudiera protegerla de esas cosas, lo haría.
Sabía que le costaría sacar la sonrisa autentica de Valeria, su educación había sido algo diferente, en casa de Beatrice, su padre era frío, ordenado y firme, pero su madre siempre había ofrecido un contrapunto dulce que había favorecido la personalidad extraña de la dama desde bien niña, además, a pesar de todo, su padre le había consentido ciertos caprichos, por su instrumento de música, sin duda esa unión de la sociedad fría y calculadora, un padre duro pero que la quería por sobretodo, y una madre cariñosa y firme, habían fomentado que Beatrice fuera algo rebelde, pero sabían que era difícil no caer ante los encantos de ese punto extravagante de la chica, por lo qeu la habían dejado hacer con libertad.
En cambio, a Valeria la habían educado con dureza, recordaba las miradas del padre de la joven cuando las cogía haciendo demasiado alboroto, no le preocupaba tener que esforzarse, recuperaría la amistad de la chica, volverían a ser niñas, aunque fuera un poco.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Liberación {Valeria}
No, no estaba acostumbrada a recibir visitas de personas tan cercanas. Al menos, desde que era la señora y ama de la casa Cavey. Su padre, en boca siempre de la aristocracia francesa y no solo de esta ciudad, sus fiestas daban que hablar a las afueras de Paris. No iba a desbancar sus honores, daría de que hablar más incluso, quedar por encima de su propio padre ¿acaso alguien lo dudaba? Por supuesto que no, no iba a permitir que las malas lenguas le juzgasen y la tachasen de no poder con el legado Cavey por ser mujer.
El encuentro, fue como muchos otros. Ambas habían crecido y como no, la presencia de Valeria daba ese toque de luz. Sonrió al oír su nombre, con paso elegante y distinguido. Vaya, mucho más alta de lo que pensaba. Negó con la cabeza, examinándola con sus orbes esmeralda, esa mirada que podía llegar a intimidar a cualquiera… ahora simplemente estaba observándola a conciencia mientras hablaba. No perdió detalle alguno de sus objetos, del sentido de cada palabra que salía de los labios de la muchacha.
-No te preocupes, fue de repente… ya descansa en paz.-fue cortante con el tema, no quería darle vueltas. Se distrajo un momento al oír demasiada información de la que era su amiga… estudios y música, lo de siempre, como toda chica de clase alta. Fingió una sonrisa, como si prestase toda la atención del mundo y aceleró el paso , observando despreocupada cada ingrediente -Yo… bueno, soy la propietaria de una perfumería en el centro de Paris. Esencias y perfumes , deberías pasarte te gustará. Ahí encontrarás tu esencia si aún no la tienes -sonrió de medio lado y hundió sus dedos en los piñones expuestos en un bol, arrancándole un suspiro de lo más agradable… parecía la relajaba.
Se quedó unos minutos en silencio, sopesando la respuesta que darle aquella joven. Sus educaciones no fueron las mismas en absoluto, su casa siempre estaba rodeada de normas y de gente vigilando y aún así era. Miró de reojo hacia la puerta, creyó ver de reojo al señor Cross pero falsa alarma. Sus ojos brillaron con cierto brillo y su joven acompañante pudo darse cuenta.
-La verdad casi todo está horneado, solo tenemos que adornar. Y dime… ¿cuánto tiempo te quedarás en Paris? Podemos asistir a fiestas juntas, siempre suelo ir sola o con el señor Cross. ¿Te acuerdas de él? aún sigue aquí viviendo, ahora me sirve a mi -soltó de golpe los piñones en el bol y soltó un suspiro… -¿Qué ocurre? -entrecerró sus orbes esmeralda, ladeando la cabeza y saber que… algo ocurría, de eso no se había olvidado -Cuando te quedas callada sé que es porque o piensas en algo o …algo te aflige ¿qué pasa por esa cabecita? Puedes contármelo, no diré nada…tampoco es que te conozcan mucha gente en Paris
Valeria no cambiaba, seguía tan segura de sí misma. Tomó un trozo de bizcocho y comenzó a untarlo en chocolate, probando antes este… introduciendo uno de sus dedos y llevárselo a los labios. ¿Dos chicas distintas? ¿o se parecían realmente?
El encuentro, fue como muchos otros. Ambas habían crecido y como no, la presencia de Valeria daba ese toque de luz. Sonrió al oír su nombre, con paso elegante y distinguido. Vaya, mucho más alta de lo que pensaba. Negó con la cabeza, examinándola con sus orbes esmeralda, esa mirada que podía llegar a intimidar a cualquiera… ahora simplemente estaba observándola a conciencia mientras hablaba. No perdió detalle alguno de sus objetos, del sentido de cada palabra que salía de los labios de la muchacha.
-No te preocupes, fue de repente… ya descansa en paz.-fue cortante con el tema, no quería darle vueltas. Se distrajo un momento al oír demasiada información de la que era su amiga… estudios y música, lo de siempre, como toda chica de clase alta. Fingió una sonrisa, como si prestase toda la atención del mundo y aceleró el paso , observando despreocupada cada ingrediente -Yo… bueno, soy la propietaria de una perfumería en el centro de Paris. Esencias y perfumes , deberías pasarte te gustará. Ahí encontrarás tu esencia si aún no la tienes -sonrió de medio lado y hundió sus dedos en los piñones expuestos en un bol, arrancándole un suspiro de lo más agradable… parecía la relajaba.
Se quedó unos minutos en silencio, sopesando la respuesta que darle aquella joven. Sus educaciones no fueron las mismas en absoluto, su casa siempre estaba rodeada de normas y de gente vigilando y aún así era. Miró de reojo hacia la puerta, creyó ver de reojo al señor Cross pero falsa alarma. Sus ojos brillaron con cierto brillo y su joven acompañante pudo darse cuenta.
-La verdad casi todo está horneado, solo tenemos que adornar. Y dime… ¿cuánto tiempo te quedarás en Paris? Podemos asistir a fiestas juntas, siempre suelo ir sola o con el señor Cross. ¿Te acuerdas de él? aún sigue aquí viviendo, ahora me sirve a mi -soltó de golpe los piñones en el bol y soltó un suspiro… -¿Qué ocurre? -entrecerró sus orbes esmeralda, ladeando la cabeza y saber que… algo ocurría, de eso no se había olvidado -Cuando te quedas callada sé que es porque o piensas en algo o …algo te aflige ¿qué pasa por esa cabecita? Puedes contármelo, no diré nada…tampoco es que te conozcan mucha gente en Paris
Valeria no cambiaba, seguía tan segura de sí misma. Tomó un trozo de bizcocho y comenzó a untarlo en chocolate, probando antes este… introduciendo uno de sus dedos y llevárselo a los labios. ¿Dos chicas distintas? ¿o se parecían realmente?
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Liberación {Valeria}
Se adentraron en la cocina y se colocaron unos delantales, que había ya preparados, a Bea le alivió saber que no tendrían nada que hornear, porque realmente se le daba mal la cocina, todas las señoritas podían presumir de saber alga sobre los fogones, ella era a penas capaz de hacer huevos con bacon y un té, ni se planteaba ser capaz de hornear ni una sola galleta comestible.
Sonrió al oír lo de la perfumería, era muy propio de Valeria hacer algo así, siempre había sido tan coqueta que no le sorprendería que hubiera abierto toda una factoría de productos de estética. Bea comenzó a mezclar la crema de chocolate con leche para hacerla más suave, esperando que el aroma a chocolate negro se volviera más dulce y su color más claro.
- Me encantaría ir.- respondió con calma batiendo aun la crema.
Lo cierto es que Bea ya sabía bien el olor que mejor le quedaba, era un aroma a mar, a brisa, a arena y a sal, a sol y risas, sobre la piel, un día de verano rebozada en arena y playa, una toalla azul para sentarse y el agua que caía de su pelo resbalando por la espalda. Un olor fresco. O, en su defecto, el de una tarde de primavera sentada en el parque, tomando un gelatto de chocolate y vainilla, con el sol y la brisa moviendo las hojas, esos eran sus aromas, lo aromas que había descubierto en Italia, junto a Bethlem, y que había perdido de sopetón.
- Me quedo ya para vivir, he de dirigir la empresa de mi padre, así que, a no ser que deba partir de viaje, estaré aquí.- afirmó con una ligera sonrisa.- Si, le recuerdo, me alegra saber que sigue por aquí.- afirmó con sinceridad, para, al instante quedarse, nuevamente, en silencio.
Cogió una de las galletas de olor a canela y miel, y la sumergió hasta la mitad en al chocolate fundido que acababa de batir. La crema había quedado espesa y con un delicioso olor dulce. No pudo resistirlo y metió la galleta en la boca con una ligera sonrisa, que se difuminó en cuanto recordó otro día de cocina. Cuando intentó aprender a hacer pasta casera y había acabado, sin saber cocinar, pero con la piel llena de harina y besos.
Poco tardó Valeria en reconocer que algo le pasaba a la joven inglesa, resonó un golpe en un bol cuando los piñones saltaron de la mano de la chica que, con cansancio, preguntó por qué le sucedía. Beatrice ensanchó los ojos, sorprendida, ¿tanto se le notaba que le sucedía algo? Nadie hasta el momento lo había visto, aunque, por supuesto, Valeria no era “nadie” precisamente. Si intentaba animarla, decirle que su nombre no era reconocido era lo último que debería haber hecho, pero estaba claro que la personalidad de la chica poco o nada había cambiado desde que eran niñas, pues seguía sintiéndose el centro del mundo. Al final, Beatrice soltó una risa incrédula y algo divertida y, cogiendo un poco de harina, se la lanzó a Valeria sobre el delantal.
- ¿Cómo que poco conocida? Somos los mayores tratantes de arte de París.- fingió, claramente, estar ofendida, iba a coger algo más de harina, pero, entonces, apolló mal el pie y resbaló tirándose por encima todo el contenido del bol, que quedó tumbado y, milagrosamente, encima de la mesa, sin embargo Beatrice, sentada en el suelo y cubierta de la harina de repostería se miró y comenzó a reír antes de levantarse.- esto debe ser justicia cósmica por haberte manchado el mandil.- dijo aun riendo mientras intentaba quitarse el polvo de encima, para, pasado un rato, mientras aun estaba en ello, suspirar.- Conocí a un joven.- comentó con sonrisa triste alzando la mirada de su vestido para mirar a Valeria.
Sonrió al oír lo de la perfumería, era muy propio de Valeria hacer algo así, siempre había sido tan coqueta que no le sorprendería que hubiera abierto toda una factoría de productos de estética. Bea comenzó a mezclar la crema de chocolate con leche para hacerla más suave, esperando que el aroma a chocolate negro se volviera más dulce y su color más claro.
- Me encantaría ir.- respondió con calma batiendo aun la crema.
Lo cierto es que Bea ya sabía bien el olor que mejor le quedaba, era un aroma a mar, a brisa, a arena y a sal, a sol y risas, sobre la piel, un día de verano rebozada en arena y playa, una toalla azul para sentarse y el agua que caía de su pelo resbalando por la espalda. Un olor fresco. O, en su defecto, el de una tarde de primavera sentada en el parque, tomando un gelatto de chocolate y vainilla, con el sol y la brisa moviendo las hojas, esos eran sus aromas, lo aromas que había descubierto en Italia, junto a Bethlem, y que había perdido de sopetón.
- Me quedo ya para vivir, he de dirigir la empresa de mi padre, así que, a no ser que deba partir de viaje, estaré aquí.- afirmó con una ligera sonrisa.- Si, le recuerdo, me alegra saber que sigue por aquí.- afirmó con sinceridad, para, al instante quedarse, nuevamente, en silencio.
Cogió una de las galletas de olor a canela y miel, y la sumergió hasta la mitad en al chocolate fundido que acababa de batir. La crema había quedado espesa y con un delicioso olor dulce. No pudo resistirlo y metió la galleta en la boca con una ligera sonrisa, que se difuminó en cuanto recordó otro día de cocina. Cuando intentó aprender a hacer pasta casera y había acabado, sin saber cocinar, pero con la piel llena de harina y besos.
Poco tardó Valeria en reconocer que algo le pasaba a la joven inglesa, resonó un golpe en un bol cuando los piñones saltaron de la mano de la chica que, con cansancio, preguntó por qué le sucedía. Beatrice ensanchó los ojos, sorprendida, ¿tanto se le notaba que le sucedía algo? Nadie hasta el momento lo había visto, aunque, por supuesto, Valeria no era “nadie” precisamente. Si intentaba animarla, decirle que su nombre no era reconocido era lo último que debería haber hecho, pero estaba claro que la personalidad de la chica poco o nada había cambiado desde que eran niñas, pues seguía sintiéndose el centro del mundo. Al final, Beatrice soltó una risa incrédula y algo divertida y, cogiendo un poco de harina, se la lanzó a Valeria sobre el delantal.
- ¿Cómo que poco conocida? Somos los mayores tratantes de arte de París.- fingió, claramente, estar ofendida, iba a coger algo más de harina, pero, entonces, apolló mal el pie y resbaló tirándose por encima todo el contenido del bol, que quedó tumbado y, milagrosamente, encima de la mesa, sin embargo Beatrice, sentada en el suelo y cubierta de la harina de repostería se miró y comenzó a reír antes de levantarse.- esto debe ser justicia cósmica por haberte manchado el mandil.- dijo aun riendo mientras intentaba quitarse el polvo de encima, para, pasado un rato, mientras aun estaba en ello, suspirar.- Conocí a un joven.- comentó con sonrisa triste alzando la mirada de su vestido para mirar a Valeria.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Liberación {Valeria}
Los productos e ingredientes preparados apenas eran para ser adornados, el hecho de tener que estar cerca de un horno o los fogones… simplemente se negaba. Demasiado calor y no un ambiente en donde esperar y atender a una visita después de no verse durante años. Sonrió complacida con que deseaba ir a su tienda, la verdad es que no le importaría acompañarla, no solía llevar a nadie de su parte a la tienda pero este caso , era diferente.
-Puedo acompañarte , así salimos una tarde y quien sabe… me enseñes otros lugares que disfrutar. -tomó un bizcocho blanco y lo empapó en chocolate del mismo color, blanco cremoso…le encantaba ese sabor y más si mezclado con pequeños trozos de chocolate negro, amargo. Se percató de su silencio, uno incómodo que no le gustó demasiado…algo ocurría, pasaron años pero Beatrice no se quedaba callada, siempre fue una niña que hablaba sin parar y muy sociable… el tiempo quizás la había cambiado así que, fue la propia anfitriona quien rompió el silencio.
-Se me da bien buscar la fragancia de cada persona. Puedo ayudarte. Recuerdo que te gustaba mucho el mar, los días de primavera, el rocío de la mañana. Lo recuerdo porque a mí me encantaba quedarme en la cama y terminar levantándome a las mil de la madrugada -sonrió, buscando la mirada ajena y compartir un recuerdo, al menos el silencio desaparecería…odiaba demasiado los silencios-
La observaba, cada gesto y detalle de sus movimientos. Había cambiado y ella sin embargo, para pesar sobre todo de Haytham también. El porqué no era tan complicado, aunque su madrastra intentaba encontrar sobre todo el porqué en su comportamiento. Un ambiente duro en la que predominaba la disciplina, le había llevado ser como era. Alguien orgullosa, imponente, fuerte que no se dejaba pisotear por nadie. Era joven y con solo una persona, se comportaba de ese modo más “vulnerable” si se podía llamar de alguna manera.
Se agachó para ver si se había hecho daño, parpadeando por su torpeza. En eso sí que no había cambiado. Lo que no esperó fue que le manchase. Enseguida se sacudió para apartar la harina de su persona, visiblemente molesta… siempre debía estar impoluta y aunque la clase aquella no iba ayudar mucho solo esperaba incidentes como ese. Aún así, con la mano de harina, se la ofreció en silencio, no sonreía pero tampoco hizo falta, sus orbes esmeralda le observaban de manera divertida.
-Beatrice… tan torpe como siempre y tan despistada. -cuando estuvo en pie, la miró de reojo con una sonrisa de lo más divertida -Un chico que no está en Paris… ¿o sí? Bueno, puedes contármelo si lo deseas no le voy a ir con el cuento a nadie… más que nada pensarán que me lo invento o qué se yo-sonrió de medio lado y le ofreció que cogiese unos cacahuetes y un poco de caramelo líquido para sus galletas -Yo conozco demasiados hombres y ninguno lo suficiente interesante como para que me quite el sueño y esté pensando como boba todo el día -aún así miró de reojo hacia la puerta, volvió a intentar averiguar si Haytham se marchaba o no -¿Quieres que vayamos ahora? llévate lo que quieras de la mesa para el camino. Te gustará mi tienda…así salgo de estas cuatro paredes y me digas por fin, quién ese misterioso jovencito. Venga vamos..espera -se acercó a la joven para sacudirle la ropa, el pelo…. Aún así quedaban restos pero sería suficiente -Anda vamos que no me has contado nada -
-Puedo acompañarte , así salimos una tarde y quien sabe… me enseñes otros lugares que disfrutar. -tomó un bizcocho blanco y lo empapó en chocolate del mismo color, blanco cremoso…le encantaba ese sabor y más si mezclado con pequeños trozos de chocolate negro, amargo. Se percató de su silencio, uno incómodo que no le gustó demasiado…algo ocurría, pasaron años pero Beatrice no se quedaba callada, siempre fue una niña que hablaba sin parar y muy sociable… el tiempo quizás la había cambiado así que, fue la propia anfitriona quien rompió el silencio.
-Se me da bien buscar la fragancia de cada persona. Puedo ayudarte. Recuerdo que te gustaba mucho el mar, los días de primavera, el rocío de la mañana. Lo recuerdo porque a mí me encantaba quedarme en la cama y terminar levantándome a las mil de la madrugada -sonrió, buscando la mirada ajena y compartir un recuerdo, al menos el silencio desaparecería…odiaba demasiado los silencios-
La observaba, cada gesto y detalle de sus movimientos. Había cambiado y ella sin embargo, para pesar sobre todo de Haytham también. El porqué no era tan complicado, aunque su madrastra intentaba encontrar sobre todo el porqué en su comportamiento. Un ambiente duro en la que predominaba la disciplina, le había llevado ser como era. Alguien orgullosa, imponente, fuerte que no se dejaba pisotear por nadie. Era joven y con solo una persona, se comportaba de ese modo más “vulnerable” si se podía llamar de alguna manera.
Se agachó para ver si se había hecho daño, parpadeando por su torpeza. En eso sí que no había cambiado. Lo que no esperó fue que le manchase. Enseguida se sacudió para apartar la harina de su persona, visiblemente molesta… siempre debía estar impoluta y aunque la clase aquella no iba ayudar mucho solo esperaba incidentes como ese. Aún así, con la mano de harina, se la ofreció en silencio, no sonreía pero tampoco hizo falta, sus orbes esmeralda le observaban de manera divertida.
-Beatrice… tan torpe como siempre y tan despistada. -cuando estuvo en pie, la miró de reojo con una sonrisa de lo más divertida -Un chico que no está en Paris… ¿o sí? Bueno, puedes contármelo si lo deseas no le voy a ir con el cuento a nadie… más que nada pensarán que me lo invento o qué se yo-sonrió de medio lado y le ofreció que cogiese unos cacahuetes y un poco de caramelo líquido para sus galletas -Yo conozco demasiados hombres y ninguno lo suficiente interesante como para que me quite el sueño y esté pensando como boba todo el día -aún así miró de reojo hacia la puerta, volvió a intentar averiguar si Haytham se marchaba o no -¿Quieres que vayamos ahora? llévate lo que quieras de la mesa para el camino. Te gustará mi tienda…así salgo de estas cuatro paredes y me digas por fin, quién ese misterioso jovencito. Venga vamos..espera -se acercó a la joven para sacudirle la ropa, el pelo…. Aún así quedaban restos pero sería suficiente -Anda vamos que no me has contado nada -
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Liberación {Valeria}
Beatrice disipó sus penas sobre Bethlem de la cabeza y sonrió, si, le apetecía salir con su amiga, pasar una tarde de chicas bien podía ser de compras, con un buen té o montando a caballo, aunque esto último no fuera su especialidad, incluso, tal vez, simplemente leyendo un libro una junto a la otra, cualquier cosa le valía con tal de olvidarse de todo durante un tiempo.
Sonrió ante los recuerdos de su amiga, era cierto, ambas eran como el día y la noche, Valeria adoraba la vida nocturan, la luna y las estrellas, Beatrice siempre había pensado que eso era porque la hacía sentir que ella era el sol, Beatrice, en cambio, prefería madrugar, iniciar pronto el día y acabarlo, también, pronto. Curiosamente, era al contrario que su personalidad, pues Valeria era inflamable y llamenado, como un sol y ella era pacífica como la luna llena.
- Me encantaría ir a la perfumería.- sonrió intentando quitarse el polvo de encima después de que la chica la hubiera ayudado a levantarse, y le estuviera limpiando como si fuera una niña.
No obstante, la mención de "El hombre" volvió a hundirla un poco, siguió quitandose toda la harina de encima y, tras coger una galleta para comer antes de salir, siguió a Valeria hacia la puerta para comenzar a caminar tras bajar la calzada, un carromato las esperaba ya en la puerta, a eso llamaba ella eficiencia y lo demás eran tonterías.
El cochero las ayudó a subir y, cuando ya llevaban la mitad del camino, Beatrice suspiró y se decidió a hablar, miró a Valeria y sonrió con un leve sonrojo y un asomo de tristeza, por desgracia, no era una bonita historia de amor con final feliz.
- Veras.... Hace al rededor de año y medio, algo menos, conocí a un joven en el teatro, él... era diferente, era un compositor que trabajaba para varios nobles y... nos enamoramos, nos enamoramos locamente, hasta el punto de que poco o nada me importaba la clase social a la que pertenecía o su trabajo.- comenzó a contar.- incluso llegamos a pasar una noche juntos, pero no hicimos nada.- prometió angustiada porque Valeria la malinterpretara.- pero entonces, murió mi padre, y tuve que irme a Venecia.- su mente voló al día en el que se fue con el tren, tocando la melodía que él le había escrito, y notó un pinchazo en el corazón.- El día que me iba, él apareció en la estación, quería verme antes de que me marchase, y prometió que vendría a por mi a Venecia.- su cara se volvió más triste en una pausa.- lo hizo, y cuando llegó lo hizo a lo grande, se coló en un baile de gala en el que estaba para sacarme de allí a rastras, fue...- suspiró.- fue perfecto, parecía sacado de una novel romántica. Pero hace dos semanas, cuando estabamos planeando si volver o no a París, lo encontré con otra mujer, estaban besandose en plena calle y...- suspiró entristecida mientras las lágrimas pugnaban por salir de sus ojos, negó con la cabeza y volvió a soltar aire, no podía ponerse así, debía sacarlo de su cabeza.- bueno, decidí volver.
No siguió hablando, se negaba a aceptar que era tan idiota como para seguir esperando a que el joven volviera a por ella. Miró por la ventana de la calesa, era una idiota, después de lo visto, ni siquiera había sido capaz de volver a tocar su violín, temía a la música, le traía demasiados recuerdos, demasiadas sensaciones, y llevaba ya días sin llorar, logrando no soltar una sola lágrima, no quería volver a llorar, no por él.
Sonrió ante los recuerdos de su amiga, era cierto, ambas eran como el día y la noche, Valeria adoraba la vida nocturan, la luna y las estrellas, Beatrice siempre había pensado que eso era porque la hacía sentir que ella era el sol, Beatrice, en cambio, prefería madrugar, iniciar pronto el día y acabarlo, también, pronto. Curiosamente, era al contrario que su personalidad, pues Valeria era inflamable y llamenado, como un sol y ella era pacífica como la luna llena.
- Me encantaría ir a la perfumería.- sonrió intentando quitarse el polvo de encima después de que la chica la hubiera ayudado a levantarse, y le estuviera limpiando como si fuera una niña.
No obstante, la mención de "El hombre" volvió a hundirla un poco, siguió quitandose toda la harina de encima y, tras coger una galleta para comer antes de salir, siguió a Valeria hacia la puerta para comenzar a caminar tras bajar la calzada, un carromato las esperaba ya en la puerta, a eso llamaba ella eficiencia y lo demás eran tonterías.
El cochero las ayudó a subir y, cuando ya llevaban la mitad del camino, Beatrice suspiró y se decidió a hablar, miró a Valeria y sonrió con un leve sonrojo y un asomo de tristeza, por desgracia, no era una bonita historia de amor con final feliz.
- Veras.... Hace al rededor de año y medio, algo menos, conocí a un joven en el teatro, él... era diferente, era un compositor que trabajaba para varios nobles y... nos enamoramos, nos enamoramos locamente, hasta el punto de que poco o nada me importaba la clase social a la que pertenecía o su trabajo.- comenzó a contar.- incluso llegamos a pasar una noche juntos, pero no hicimos nada.- prometió angustiada porque Valeria la malinterpretara.- pero entonces, murió mi padre, y tuve que irme a Venecia.- su mente voló al día en el que se fue con el tren, tocando la melodía que él le había escrito, y notó un pinchazo en el corazón.- El día que me iba, él apareció en la estación, quería verme antes de que me marchase, y prometió que vendría a por mi a Venecia.- su cara se volvió más triste en una pausa.- lo hizo, y cuando llegó lo hizo a lo grande, se coló en un baile de gala en el que estaba para sacarme de allí a rastras, fue...- suspiró.- fue perfecto, parecía sacado de una novel romántica. Pero hace dos semanas, cuando estabamos planeando si volver o no a París, lo encontré con otra mujer, estaban besandose en plena calle y...- suspiró entristecida mientras las lágrimas pugnaban por salir de sus ojos, negó con la cabeza y volvió a soltar aire, no podía ponerse así, debía sacarlo de su cabeza.- bueno, decidí volver.
No siguió hablando, se negaba a aceptar que era tan idiota como para seguir esperando a que el joven volviera a por ella. Miró por la ventana de la calesa, era una idiota, después de lo visto, ni siquiera había sido capaz de volver a tocar su violín, temía a la música, le traía demasiados recuerdos, demasiadas sensaciones, y llevaba ya días sin llorar, logrando no soltar una sola lágrima, no quería volver a llorar, no por él.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Liberación {Valeria}
El plan de ir a la perfumería se había vuelto primordial para ese reencuentro. La verdad, le agradaba que visitase aquel lugar al que tantas horas había dedicado, una dedicación que tenía para otras pocas cosas. Una vez en el carruaje, observó por la pequeña ventana de cristal, adornada con un elegante visillo color borgoña y filos dorados. Le gustaba esa mezcla, su propio dormitorio adornado con similares colores. Comenzaba a hacer frío, el verano iba quedando atrás, un verano más aunque para Valería hubiese supuesto un gran cambio en su vida.
Se acomodó en el asiento, dejando escapar un suspiro. Frente a ella, se encontraba su amiga de la infancia la cual, parecía que algo no solo le preocupase… le rondase por la cabeza, atormentándola. No era de preguntar, la verdad lo que le ocurriese a las demás personas le traía sin cuidado pero esta vez, tuvo que hacerlo, más que nada… mera preocupación. No le importaba nada más que sí misma, sus motivos tenía. En esta sociedad si no te preocupabas por tu propio pellejo… ¿quién iba a hacerlo? dejó escapar un nuevo suspiro despreocupado, apartándose el cabello rubio hacia un lado, mirando por la ventana ahora empañada… sopesando sus palabras.
El amor. Le hablaba de amor cuando ella no conocía tal cosa y eso, le supuso un deje de envidia. Envidia a lo desconocido pues ¿qué iba a saber Valeria lo que era el amor? Y no el propio, amar a alguien ajeno… sea tu perdición, tu punto flaco y débil, vulnerabilidad…eso significaba para ella el amor. Un estado de ánimo que no comprendía básicamente porque no entendía qué aportaba a tu vida. Cerró los ojos un instante, pareció que la ignoraba pero la realidad fue otra muy diferente en cuanto sus labios comenzaron a hablar.
-No puedo entenderte porque no me he enamorado nunca. Pero viéndote… se me quitan las ganas de hacerlo y no te lo tomes a mal -acababa de tener muy poco tacto…-Disculpa, estos temas no se me dan muy bien, supongo que nadie me habla de ellos porque piensa que no tengo empatía y llevan razón. Verte tan afectada… comprende que no desee tal cosa pero tampoco puedo decir nunca, la vida me ha enseñado muchas cosas… y quien sabe ¿tenía que dar alguna especie de consejo? No sabía cual así que pensó largamente…lo que tenía que decir.
-No sé, Beatrice. Hay muchos motivos para que ese hombre acabase en otros brazos, quizás para olvidarte, porque quiso en ese momento o simplemente…porque no merezca la pena pero dar las cosas por sentadas creo que es lo menos sensato. Aclarar y poner las cartas sobre la mesa es lo que yo haría. Si no te intereso, tú te lo pierdes… y hazme caso, nadie merece tus lagrimas si no son de alegría, así que alza el vestido que nos bajamos… estoy segura que otra persona coserá la herida aún abierta de tu corazón
Esperó a que el cochero le abriese la puerta y esperó que primero ella saliese para hacerlo ella en último lugar, una manía desde pequeña. La fachada era simplemente impresionante, decorada con letras enormes, tonos dorados y plateados, un enorme escaparate donde se disponían los frascos que vendían en la tienda. Dentro, un sinfín de botecitos con aromas, dispuestos para que las mujeres los oliesen y pudiesen hacer su propia fragancia.
-Giuseppe tiene el mejor olfato de toda Paris, puede ayudarte pero si tienes la idea clara puedes servirte tú misma. Te regalaré un frasco y no es nada, el segundo ya te espero a vendértelo yo misma -bromeó con una breve sonrisa antes de entrar en la tienda… la campanilla avisaba de que entraban nuevos clientes.
Se acomodó en el asiento, dejando escapar un suspiro. Frente a ella, se encontraba su amiga de la infancia la cual, parecía que algo no solo le preocupase… le rondase por la cabeza, atormentándola. No era de preguntar, la verdad lo que le ocurriese a las demás personas le traía sin cuidado pero esta vez, tuvo que hacerlo, más que nada… mera preocupación. No le importaba nada más que sí misma, sus motivos tenía. En esta sociedad si no te preocupabas por tu propio pellejo… ¿quién iba a hacerlo? dejó escapar un nuevo suspiro despreocupado, apartándose el cabello rubio hacia un lado, mirando por la ventana ahora empañada… sopesando sus palabras.
El amor. Le hablaba de amor cuando ella no conocía tal cosa y eso, le supuso un deje de envidia. Envidia a lo desconocido pues ¿qué iba a saber Valeria lo que era el amor? Y no el propio, amar a alguien ajeno… sea tu perdición, tu punto flaco y débil, vulnerabilidad…eso significaba para ella el amor. Un estado de ánimo que no comprendía básicamente porque no entendía qué aportaba a tu vida. Cerró los ojos un instante, pareció que la ignoraba pero la realidad fue otra muy diferente en cuanto sus labios comenzaron a hablar.
-No puedo entenderte porque no me he enamorado nunca. Pero viéndote… se me quitan las ganas de hacerlo y no te lo tomes a mal -acababa de tener muy poco tacto…-Disculpa, estos temas no se me dan muy bien, supongo que nadie me habla de ellos porque piensa que no tengo empatía y llevan razón. Verte tan afectada… comprende que no desee tal cosa pero tampoco puedo decir nunca, la vida me ha enseñado muchas cosas… y quien sabe ¿tenía que dar alguna especie de consejo? No sabía cual así que pensó largamente…lo que tenía que decir.
-No sé, Beatrice. Hay muchos motivos para que ese hombre acabase en otros brazos, quizás para olvidarte, porque quiso en ese momento o simplemente…porque no merezca la pena pero dar las cosas por sentadas creo que es lo menos sensato. Aclarar y poner las cartas sobre la mesa es lo que yo haría. Si no te intereso, tú te lo pierdes… y hazme caso, nadie merece tus lagrimas si no son de alegría, así que alza el vestido que nos bajamos… estoy segura que otra persona coserá la herida aún abierta de tu corazón
Esperó a que el cochero le abriese la puerta y esperó que primero ella saliese para hacerlo ella en último lugar, una manía desde pequeña. La fachada era simplemente impresionante, decorada con letras enormes, tonos dorados y plateados, un enorme escaparate donde se disponían los frascos que vendían en la tienda. Dentro, un sinfín de botecitos con aromas, dispuestos para que las mujeres los oliesen y pudiesen hacer su propia fragancia.
-Giuseppe tiene el mejor olfato de toda Paris, puede ayudarte pero si tienes la idea clara puedes servirte tú misma. Te regalaré un frasco y no es nada, el segundo ya te espero a vendértelo yo misma -bromeó con una breve sonrisa antes de entrar en la tienda… la campanilla avisaba de que entraban nuevos clientes.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Liberación {Valeria}
Lo sabía, era complicado, y no esperaba consejos, solo comprensión, pero lo que recibió fue mejor, fue una verdad abofeteada en la cara, se le habían quitado las ganas de enamorarse. Beatrice aguantó hasta que la joven acabó la charla, tan seria como intentaba ser, pero no pudo evitar estallar en carcajadas. Rió durante unos momentos hasta que le dolió la tripa, si, probablemente escuchándola hablar nadie querría enamorarse. No cuando un amor acababa así.
Se repuso y siguió la charla nuevamente, si, debería aclarar la situación, pero ella había dejado un canal abierto, era Bethlem quien no se había acercado a ella para hablar cuando sabía a la perfección sus dudas, lo que había visto y la razón de su partida, sabía donde estaba, podía acudir a ella o mandarle una carta para que ella acudiera a él, peor no, había querido, no aun, al menos, y no sabía a que esperaba.
Bajó del carruaje cuando pararon sin comentar nada más, debía reflexionar antes de volver a abrir la boca, después de todo, Valeria tenía razón, si él no daba el paso, tal vez tuviera que darlo ella, pero ni siquiera sabía donde estaba, por lo que debería buscarlo, setía que pronto iba a empezar una cruzada personal, una más en realidad, para buscar, al igual que en la primera, a un asesino, pero esta vez no el de su padre, si no a aquel que la había apuñalado en el corazón dejando durante semanas un cuerpo sin vida.
- Valeria- comentó antes de entrar a la tienda.- puede que no sepas de estas cosas o no tengas empatía o tacto, pero hay veces que es bueno que la verdad te de un tortazo. Gracias.- sonrió antes de adentrarse en la tienda.- Bien, vayamos a buscar a Giuseppe, creo que necesito consejos, me he cansado de la lavanda.- sonrió entrando en la impresionante tienda.
Era un lugar ricamente decorado con tonos dorados, dos pisos repletos de frascos de cristal y flores impregnaban el sitio y a quien entraba de un aroma refrescante y revitalizante, las ventanas abiertas y la altura de los techos lograba un ambiente fresco y, a pesar de la mezcla de esencias, no era agobiante. Un par de personas atendían a dos clientas que parecían encantadas.
- Señorita Valeria.- llamó la voz de un hombre saliendo de detrás de una puerta que cerró a sus espaldas, probablemente era donde se fabricaban los perfumes.
Se repuso y siguió la charla nuevamente, si, debería aclarar la situación, pero ella había dejado un canal abierto, era Bethlem quien no se había acercado a ella para hablar cuando sabía a la perfección sus dudas, lo que había visto y la razón de su partida, sabía donde estaba, podía acudir a ella o mandarle una carta para que ella acudiera a él, peor no, había querido, no aun, al menos, y no sabía a que esperaba.
Bajó del carruaje cuando pararon sin comentar nada más, debía reflexionar antes de volver a abrir la boca, después de todo, Valeria tenía razón, si él no daba el paso, tal vez tuviera que darlo ella, pero ni siquiera sabía donde estaba, por lo que debería buscarlo, setía que pronto iba a empezar una cruzada personal, una más en realidad, para buscar, al igual que en la primera, a un asesino, pero esta vez no el de su padre, si no a aquel que la había apuñalado en el corazón dejando durante semanas un cuerpo sin vida.
- Valeria- comentó antes de entrar a la tienda.- puede que no sepas de estas cosas o no tengas empatía o tacto, pero hay veces que es bueno que la verdad te de un tortazo. Gracias.- sonrió antes de adentrarse en la tienda.- Bien, vayamos a buscar a Giuseppe, creo que necesito consejos, me he cansado de la lavanda.- sonrió entrando en la impresionante tienda.
Era un lugar ricamente decorado con tonos dorados, dos pisos repletos de frascos de cristal y flores impregnaban el sitio y a quien entraba de un aroma refrescante y revitalizante, las ventanas abiertas y la altura de los techos lograba un ambiente fresco y, a pesar de la mezcla de esencias, no era agobiante. Un par de personas atendían a dos clientas que parecían encantadas.
- Señorita Valeria.- llamó la voz de un hombre saliendo de detrás de una puerta que cerró a sus espaldas, probablemente era donde se fabricaban los perfumes.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Liberación {Valeria}
Sobre amor no podía ser una buena consejera. ¿Ella? Ella que solo se amaba a sí misma. Al final tendría que ser la propia Beatrice quien le aconsejase, en algún momento de su vida si llegase a ocurrir algo insólito como era el hecho de “enamorarse”. Valeria no es que no creyese en el amor, aún no conocía esos síntomas y quien sabe si ya estuviese enamorada. De todas formas, no dejaba que esa parte vulnerable, ganase en absoluto. Se mantenía entera, fría y distante, consiguiendo de los hombros placer, deseo y poco más ¿para qué querría otra cosa?
-Es un tortazo invisible pero un tortazo. La verdad no entiendo porque el acordarse tanto de las cosas. Vive el momento , si te gusta alguien, disfruta de él… no es tan difícil, además, en Paris encontrarás hombres que seguro caigan a tus pies, si no al tiempo… sé de estas cosas -cuando entraron en la tienda, una mirada fugaz a las personas que se encontraban comprando y otra a cómo se encontraba la tienda. Siempre que iba, hacía temblar a más de una tendera pero el hecho de que esta vez fuese acompañada era distinto.
-Giuseppe, saca los aromas frescos. Lo de tonalidad verde. Seguro te gustará… prefieres la mañana, y hay sobre todo una esencia que me recuerda al rocío que deja la madrugada -esperó paciente a que sacaran las pequeñas muestras y Valeria, señaló una línea para que probase las distintas aromas -Puedes mezclarlos, toma ese pequeño cartón, deja gotas sobre él y así podrás hacerlo con más precisión. Me llevaré de mi preparado especial ya que estoy aquí, se me agotará pronto y me pone de muy mal carácter cuando eso pasa
Sus exquisitos movimientos, la elegancia con la que se movía por los distintos lugares de la tienda, dejándole espacio para que ella pudiese apreciar los olores y así poder ayudar a otra mujeres. No fue cuando se quedó la tienda vacía que se acercó a la pequeña Beatrice.
-¿Y bien? si ya has elegido, puedes elegir el recipiente y en una media hora…podemos recogerlo. Podemos tomar un té antes, necesito relajarme un poco… tanto olor me cansa…. ¿no trajiste las galletas? -esperó su afirmación para ir a la cafetería de fuera. En ella, el pastel de zanahoria y de nata era de los más famosos -Creo que pediré dos porciones de cada, tienes mucho aún que conocer de Paris…
Parecían esas dos niñas, esas dos que fueron en el pasado pero con una esencia muy diferente…
-Es un tortazo invisible pero un tortazo. La verdad no entiendo porque el acordarse tanto de las cosas. Vive el momento , si te gusta alguien, disfruta de él… no es tan difícil, además, en Paris encontrarás hombres que seguro caigan a tus pies, si no al tiempo… sé de estas cosas -cuando entraron en la tienda, una mirada fugaz a las personas que se encontraban comprando y otra a cómo se encontraba la tienda. Siempre que iba, hacía temblar a más de una tendera pero el hecho de que esta vez fuese acompañada era distinto.
-Giuseppe, saca los aromas frescos. Lo de tonalidad verde. Seguro te gustará… prefieres la mañana, y hay sobre todo una esencia que me recuerda al rocío que deja la madrugada -esperó paciente a que sacaran las pequeñas muestras y Valeria, señaló una línea para que probase las distintas aromas -Puedes mezclarlos, toma ese pequeño cartón, deja gotas sobre él y así podrás hacerlo con más precisión. Me llevaré de mi preparado especial ya que estoy aquí, se me agotará pronto y me pone de muy mal carácter cuando eso pasa
Sus exquisitos movimientos, la elegancia con la que se movía por los distintos lugares de la tienda, dejándole espacio para que ella pudiese apreciar los olores y así poder ayudar a otra mujeres. No fue cuando se quedó la tienda vacía que se acercó a la pequeña Beatrice.
-¿Y bien? si ya has elegido, puedes elegir el recipiente y en una media hora…podemos recogerlo. Podemos tomar un té antes, necesito relajarme un poco… tanto olor me cansa…. ¿no trajiste las galletas? -esperó su afirmación para ir a la cafetería de fuera. En ella, el pastel de zanahoria y de nata era de los más famosos -Creo que pediré dos porciones de cada, tienes mucho aún que conocer de Paris…
Parecían esas dos niñas, esas dos que fueron en el pasado pero con una esencia muy diferente…
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Liberación {Valeria}
Los aromas entre mezclados la relajaban y aturullabana a la par mientras Valeria ordenaba al hombre que se había acercado que sacase las esencias más frescas, si, sin duda eso pegaba con Bea, no le iban los aromas profundos como las rosas, ni los que mareaban como los de la fruta de la pasión, ella era más bien como melocotón o azahar, no parecía haber secretos ni enigmas, sencilla, humilde, simple.
Usualmente esa era la descripción que más le gustaba a la gente ofrecer de ella, no era como Valeria, un misterio con patas que hacía temblar el suelo, no era un huracán ni un incendio, era más bien un lago manso en una mañana de verano o un paseo por entre naranjos en un día de primavera. Pero como expresaba eso sin sonar ridícula, ella ni siquiera sabía decir hola sin quedar en ridículo, mucho menos decir el tipo de fragancia que quería.
Valeria, además, la dejó sola. Sonrió nerviosa al amanerado hombre que la guió hasta un mostrador y, tras sacar unos viales repletos de líquidos de colores suaves, comenzó a ofrecérselos. Con un cuentagotas comenzó a mezclar las esencias que más le gustaban en un cartón, como había dicho su amiga, había una que olía a mañanas frescas de lluvia, a hierva mojada y a sol. Usó esa como base para, sobre ella, poner una con olor a mar y otra a melocotón y a fresia.
Quedó una fragancia suave, dulce y refrescante que le llenó la nariz por sobre las demás. Fue cuando llegó Valeria a su lado que Giussepe se las llevó para rellenar un bonito frasco de cristal liso y tapa de plateada para mezclar las fragancias. Salieron de la tienda hacia una cafetería, pastel de zanahoria, no lo había probado nunca, las zanahorias eran, probablemente, la única verdura que no le gustaba, pero no perdía nada por probar.
Sacó las galletas bañadas en chocolate y se las pasó con una sonrisa antes de pedir un té verde Earl grey, de aroma suave y sabor fresco, más que el negro, al menos.
- Entonces... Valeria, nunca te has enamorado pero... ¿Atracción? Eso si debes haberlo sentido alguna vez, ¿no?- Preguntó de mejor humor, sintiendo que empezaba a recuperar una amistad perdida.
Efectivamente, eran como día y no, las dos caras diferentes de una misma moneda, pero posiblemente por eso se llevasen tan bien. El sol y la luna, pero la noche y el día, al final, siempre se encontraban, siempre tenían algo en común, y aunque nunca fueran a volver a su infancia, al final parecía que la confianza, por los años, no había llegado a perderse. Dos aromas con matices diferentes, pero con algo en común.
Usualmente esa era la descripción que más le gustaba a la gente ofrecer de ella, no era como Valeria, un misterio con patas que hacía temblar el suelo, no era un huracán ni un incendio, era más bien un lago manso en una mañana de verano o un paseo por entre naranjos en un día de primavera. Pero como expresaba eso sin sonar ridícula, ella ni siquiera sabía decir hola sin quedar en ridículo, mucho menos decir el tipo de fragancia que quería.
Valeria, además, la dejó sola. Sonrió nerviosa al amanerado hombre que la guió hasta un mostrador y, tras sacar unos viales repletos de líquidos de colores suaves, comenzó a ofrecérselos. Con un cuentagotas comenzó a mezclar las esencias que más le gustaban en un cartón, como había dicho su amiga, había una que olía a mañanas frescas de lluvia, a hierva mojada y a sol. Usó esa como base para, sobre ella, poner una con olor a mar y otra a melocotón y a fresia.
Quedó una fragancia suave, dulce y refrescante que le llenó la nariz por sobre las demás. Fue cuando llegó Valeria a su lado que Giussepe se las llevó para rellenar un bonito frasco de cristal liso y tapa de plateada para mezclar las fragancias. Salieron de la tienda hacia una cafetería, pastel de zanahoria, no lo había probado nunca, las zanahorias eran, probablemente, la única verdura que no le gustaba, pero no perdía nada por probar.
Sacó las galletas bañadas en chocolate y se las pasó con una sonrisa antes de pedir un té verde Earl grey, de aroma suave y sabor fresco, más que el negro, al menos.
- Entonces... Valeria, nunca te has enamorado pero... ¿Atracción? Eso si debes haberlo sentido alguna vez, ¿no?- Preguntó de mejor humor, sintiendo que empezaba a recuperar una amistad perdida.
Efectivamente, eran como día y no, las dos caras diferentes de una misma moneda, pero posiblemente por eso se llevasen tan bien. El sol y la luna, pero la noche y el día, al final, siempre se encontraban, siempre tenían algo en común, y aunque nunca fueran a volver a su infancia, al final parecía que la confianza, por los años, no había llegado a perderse. Dos aromas con matices diferentes, pero con algo en común.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Liberación {Valeria}
Ir a su tienda le ponía de excelente buen humor. Se notaba la manera de desenvolverse entre las personas que deseaban un perfume y ella, ponía especial interés en conocer el aroma de todas aquellas mujeres que buscaban su esencia. Un trabajo que le agradaba y le caracterizaba, quizás… la única manera de descubrir lo bueno de las personas. Ella sin embargo, aunque tuviese ese “don” no terminaba de conocer del todo a las personas aunque ¿quién lo hacía?
El perfume de Beatrice, fue el último que se realizó. En el bote que ella eligió, esperaron a que lo preparasen, así mientras Valeria se dirigía a algunos empleados y demás. El suyo, en un bote redondo, transparente en el que se podía apreciar el elixir morado…su aroma de violetas. Había sido una buena tarde, jamás pensó en imaginar que terminarían las dos en la perfumería y menos…alargando aquel té a aquella cafetería que tanto le gustaba la rubia.
-No pongas cara de alarma, está ríquisima, no sabe a zanahoria. Si te gusta, puedes llevarte una porción..o mejor, podemos venir a probar las tartas del día. Todos los días hacen una diferente… las galletas no están tan buenas, prefiero las que hace mi cocinera y veo que a ti también -
Ella pidió un café solo, echándole solo una cucharada de azúcar. Lo demasiado dulce le empalagaba y así contra restaba el sabor amargo con el dulce del pastel de zanahoria. Dejó escapar un suspiro, mirando de reojo a los presentes de forma distraída. La pregunta de la joven, le hizo gracia la verdad es que en eso le había pillado. Podía no estar enamorada pero estaba claro que alguien le atraía.
-Supongo que sí, si con atracción te refieres a que solo con tenerle cerca necesito tenerlo aún más y hacerle cualquier cosa que no haría una dama… sí -suspiró largamente dejando escapar un suspiro, sonriendo contra su taza de café - Hay alguien sí, no lo has visto por la casa porque seguramente esté por el patio…o fuera con sus asuntos, creo que busca algo importante en Paris…algo de lo que no tengo ni idea -recordó los momentos con Hoör y rió por lo bajo -Es raro, es mi inquilino… una mala anfitriona que anda coqueteando pensarás pero fue desde el primer segundo, ya sabes… esa atracción que no te hace pensar en otra cosa nada más que… bueno, no eres una ingenua…sabes a lo que me refiero. Te habrás entregado al placer ¿no Beatrice?
Ella y su manera de guiar la conversación. Se echó a reír, no , no era conversación de señoritas pero Beatrice había empezado.
-Y a ti ¿qué? hace semanas estás en Paris ¿hay alguien? Sabes que a mí no puedes mentirme… -
El perfume de Beatrice, fue el último que se realizó. En el bote que ella eligió, esperaron a que lo preparasen, así mientras Valeria se dirigía a algunos empleados y demás. El suyo, en un bote redondo, transparente en el que se podía apreciar el elixir morado…su aroma de violetas. Había sido una buena tarde, jamás pensó en imaginar que terminarían las dos en la perfumería y menos…alargando aquel té a aquella cafetería que tanto le gustaba la rubia.
-No pongas cara de alarma, está ríquisima, no sabe a zanahoria. Si te gusta, puedes llevarte una porción..o mejor, podemos venir a probar las tartas del día. Todos los días hacen una diferente… las galletas no están tan buenas, prefiero las que hace mi cocinera y veo que a ti también -
Ella pidió un café solo, echándole solo una cucharada de azúcar. Lo demasiado dulce le empalagaba y así contra restaba el sabor amargo con el dulce del pastel de zanahoria. Dejó escapar un suspiro, mirando de reojo a los presentes de forma distraída. La pregunta de la joven, le hizo gracia la verdad es que en eso le había pillado. Podía no estar enamorada pero estaba claro que alguien le atraía.
-Supongo que sí, si con atracción te refieres a que solo con tenerle cerca necesito tenerlo aún más y hacerle cualquier cosa que no haría una dama… sí -suspiró largamente dejando escapar un suspiro, sonriendo contra su taza de café - Hay alguien sí, no lo has visto por la casa porque seguramente esté por el patio…o fuera con sus asuntos, creo que busca algo importante en Paris…algo de lo que no tengo ni idea -recordó los momentos con Hoör y rió por lo bajo -Es raro, es mi inquilino… una mala anfitriona que anda coqueteando pensarás pero fue desde el primer segundo, ya sabes… esa atracción que no te hace pensar en otra cosa nada más que… bueno, no eres una ingenua…sabes a lo que me refiero. Te habrás entregado al placer ¿no Beatrice?
Ella y su manera de guiar la conversación. Se echó a reír, no , no era conversación de señoritas pero Beatrice había empezado.
-Y a ti ¿qué? hace semanas estás en Paris ¿hay alguien? Sabes que a mí no puedes mentirme… -
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Liberación {Valeria}
Sonrió ante la salida de Valeria, si ella le decía que estaba rica, tendría que fiarse, aunque la zanahoria le daba repelús, solo verla, con ese color naranja tan raro, ya le daba grima, y el sabor no ayudaba a mejorar la sensación de angustia, pero suponía que con el azúcar y el relleno que llevase el pastel solucionaría eso.
Cuando se sentaron en una pequeña mesa redonda con cómodas sillas blancas y mantel de cuadros llegó raudo un camarero a tomarles nota. Usualmente adoraba el dulce, le encantaba, realmente, era su sabor favorito. Pero el ambiente de la perfumería la había atolondrado un poco, los aromas la tenían un poco mareada, y prefirió algo más fuerte, que la despertara y la despejase. Necesitaba un aroma lo bastante potente como para despejarle la nariz. Por eso pidió un té negro.
Su pregunta hizo que, por fin, Valeria sonriera. Y su respuesta que Bea riera. Sabía lo que era eso, lo sabía demasiado bien, en Italia había llegado a pasar días enteros sin salir de la cama en ausencia de su tía, envuelta por los fuertes brazos de Bethlem con sábanas enredadas, pelo desordenado y marcas de besos repartidas por el cuerpo. Había pasado noches encendidas y días de fuego, lunas de sangre y días de incendio.
Era algo que quería guardar para ella, había perdido su virtud, ya no era una damisela. Pero no se arrepentía de ello. El compositor había sido muy importante para ella, había sido una parte esencial de su vida, una pieza esencial de su puzzle, la había ayudado a superar la muerte de su padre, a soportar la distancia de su familia, a abrir los ojos a un mundo que podía ser hermoso si sabías mirar con los ojos del alma, a disfrutar de la música como de un amante, y a saber que un amante era más que eso. Había aprendido a disfrutar los momentos, las experiencias, a descubrir amigos en desconocidos, y amores en las flores. A que él, no era solo su compañero de cama, era un compañero de vida. Y aunque su destino se había acabado por separar, aunque el corazón aun le sangraba, no podía sentirse triste o arrepentida.
Había amado, había amado con toda su fuerza, con toda su alma y su corazón, había abierto mente, cuerpo y espíritu, se había mostrado desnuda en todos los sentidos de la palabra, y había sido correspondida. Tal vez se había equivocado al juzgar, tal vez no debía haber salido huyendo, debería disculparse, pero su idea no había cambiado, entre ellos había terminado todo, tal vez podrían mantener una amistad, pero el amor, no, no podía seguir amándolo aunque su corazón le dijera lo contrario, porque sabía que si había dudado una vez, nada le impediría volver a hacerlo, y que si las dudas asaltan el corazón es el inicio de un amor que se acaba.
Aun sonriendo dio un sorbo del té que le habían traído casi al instante y miró a Valeria, tal vez era hora de contar ciertas cosas, tal vez era momento de dejar que sus heridas dejaran de supurar y, por fin, sanasen, y no había mejor modo de hacerlo que con una buena amiga.
- Me he entregado al placer, al gozo, al descoque y a todo lo que te puedas imaginar.- Susurró con una risa.- Venecia fue mi Sodóma y Gomorra.- siguió con un murmurllo.- El joven que me rompió el corazón... Fue divertido, mucho, más de lo que debería.- confesó pícara.- Pero desde que estoy aquí, nada, casi parece que vuelva a ser casta- bromeó.- Pero no me cambies de tema, ¿quién es ese que te tiene con fiebre?- se acercó a ella para preguntar, no deberían hablar de ese tipo de temas, las damas no hablaban de esas cosas, y menos en lugares públicos, pero parecía que ellas, notando de nuevo la confianza de la infancia, habían perdido todo lo de damas y eran simples niñas que hablaban de cualquier cosa sin temor, compartiendo secretos y confidencias.
Cuando se sentaron en una pequeña mesa redonda con cómodas sillas blancas y mantel de cuadros llegó raudo un camarero a tomarles nota. Usualmente adoraba el dulce, le encantaba, realmente, era su sabor favorito. Pero el ambiente de la perfumería la había atolondrado un poco, los aromas la tenían un poco mareada, y prefirió algo más fuerte, que la despertara y la despejase. Necesitaba un aroma lo bastante potente como para despejarle la nariz. Por eso pidió un té negro.
Su pregunta hizo que, por fin, Valeria sonriera. Y su respuesta que Bea riera. Sabía lo que era eso, lo sabía demasiado bien, en Italia había llegado a pasar días enteros sin salir de la cama en ausencia de su tía, envuelta por los fuertes brazos de Bethlem con sábanas enredadas, pelo desordenado y marcas de besos repartidas por el cuerpo. Había pasado noches encendidas y días de fuego, lunas de sangre y días de incendio.
Era algo que quería guardar para ella, había perdido su virtud, ya no era una damisela. Pero no se arrepentía de ello. El compositor había sido muy importante para ella, había sido una parte esencial de su vida, una pieza esencial de su puzzle, la había ayudado a superar la muerte de su padre, a soportar la distancia de su familia, a abrir los ojos a un mundo que podía ser hermoso si sabías mirar con los ojos del alma, a disfrutar de la música como de un amante, y a saber que un amante era más que eso. Había aprendido a disfrutar los momentos, las experiencias, a descubrir amigos en desconocidos, y amores en las flores. A que él, no era solo su compañero de cama, era un compañero de vida. Y aunque su destino se había acabado por separar, aunque el corazón aun le sangraba, no podía sentirse triste o arrepentida.
Había amado, había amado con toda su fuerza, con toda su alma y su corazón, había abierto mente, cuerpo y espíritu, se había mostrado desnuda en todos los sentidos de la palabra, y había sido correspondida. Tal vez se había equivocado al juzgar, tal vez no debía haber salido huyendo, debería disculparse, pero su idea no había cambiado, entre ellos había terminado todo, tal vez podrían mantener una amistad, pero el amor, no, no podía seguir amándolo aunque su corazón le dijera lo contrario, porque sabía que si había dudado una vez, nada le impediría volver a hacerlo, y que si las dudas asaltan el corazón es el inicio de un amor que se acaba.
Aun sonriendo dio un sorbo del té que le habían traído casi al instante y miró a Valeria, tal vez era hora de contar ciertas cosas, tal vez era momento de dejar que sus heridas dejaran de supurar y, por fin, sanasen, y no había mejor modo de hacerlo que con una buena amiga.
- Me he entregado al placer, al gozo, al descoque y a todo lo que te puedas imaginar.- Susurró con una risa.- Venecia fue mi Sodóma y Gomorra.- siguió con un murmurllo.- El joven que me rompió el corazón... Fue divertido, mucho, más de lo que debería.- confesó pícara.- Pero desde que estoy aquí, nada, casi parece que vuelva a ser casta- bromeó.- Pero no me cambies de tema, ¿quién es ese que te tiene con fiebre?- se acercó a ella para preguntar, no deberían hablar de ese tipo de temas, las damas no hablaban de esas cosas, y menos en lugares públicos, pero parecía que ellas, notando de nuevo la confianza de la infancia, habían perdido todo lo de damas y eran simples niñas que hablaban de cualquier cosa sin temor, compartiendo secretos y confidencias.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Liberación {Valeria}
Al igual que Beatrice, Valeria odió toda su vida aquella verdura, la dichosa zanahoria que le obligaban a comer continuamente y que finalmente…le había seducido en forma de tarta. El relleno y la cobertura daban ese toque perfecto, delicioso al paladar que hacía que te olvidases a qué sabía en realidad la verdura anaranjada.
Necesitaba relajarse, demasiadas visitas de repente. El acoger no solo a su inquilino, también a aquella señorita amiga de éste. Suspiró largamente, en algo pensaba pero sería muy complicado admitir o contar nada de su persona ¿a Valeria preocuparle algo? en absoluto, antes lo negaría mil veces. Desde que probó por primera vez aquella tarta, se hizo adicta a ella, un amante del que no podía desprenderse. El único a su parecer. Pues ningún hombre aún le llevaba de cabeza, o eso creía… pues se engañaba a sí misma. ¿Qué ibas a esperar de una joven de apenas veinte años, alguien que tuvo que afrontar muchos obstáculos en la vida y salir a flote, ser quien era ahora… por sus vivencias, errores y aciertos.
¿Ella había amado alguna vez? ¿Qué era Haytham en su vida? Siempre, lo consideró como un fantasma al que ayudar recuperar su alma, imposible enamorarse de alguien que no era él mismo. Y de Hoör ¿qué era para ella? solo de imaginarlo, se ponía tan nerviosa… incapaz de centrarse en sus pensamientos pues no sabía lo que era el amor, nadie se lo había hecho experimentar ni sentir nunca y Beatrice, sí que lo había experimentado.
Oyó cada una de sus palabras, llevándose la bebida a los labios, mirándola atentamente. No perdió detalle de ninguna palabra, por primera vez después de mucho tiempo..eran sinceras con la otra ¿sería Beatrice la única con la que podía hablar de ciertas cosas? sonrió, dejando la taza en la mesa. Le agradaba oír la forma en la que era capaz de hacerte sentir alguien pero descartaba que a ella le pudiese ocurrir algo parecido.
-Todo a su tiempo, dicen que Paris es la ciudad del amor…aunque no creo que sea un ejemplo para ti, Beatrice -hizo una pausa, dejando escapar un suspiro por su pregunta, solo se encogió de hombros…si ella fue sincera… Valeria no sería menos -Es mi inquilino, ya te dije, pero… no ha pasado nada. Quiero decir, no hemos consumado nada, solo ha habido caricias, miradas furtivas y besos prometedores -partió un trozo de su tarta, su sonrisa permanecía pero no podía mirarla a los ojos -Y está Haytham… -apenas fue un susurro, frunciendo ligeramente el ceño -Le obligué… a hacerlo por puro egoísmo. Él sigue viéndome como una niña y creía que después de que ocurriese algo cambiaría pero no ha sido así. No puedo estar cerca suya, siento que mi presencia no solo le incomode…le asquee y con razón, no esperas que alguien te asalte y te pida que le hagas cualquier cosa a cambio de devolverle lo suyo
Estaba muy enfadada consigo misma, sus ojos verdes buscaron los ajenos , estaba tan perdida… que sola no podría encontrar el camino.
-No sé qué pensarás de mí pero era la única manera de tenerle por primera y última vez…de todas formas, con el señor Cannif…mi inquilino …le evado y no entiendo porqué. No sé si es porque no quiero que sea importante, si deseo alejarle de todo… para no sentir nada, no exponerle al peligro o me estoy volviendo neurótica… seguramente pienses que estoy loca-suspiró negando con la cabeza, quería saber algo y ella…podía descifrarlo -¿Qué se siente cuando amas? -su voz sonó más como la de esa niña que fue en el pasado.
Necesitaba relajarse, demasiadas visitas de repente. El acoger no solo a su inquilino, también a aquella señorita amiga de éste. Suspiró largamente, en algo pensaba pero sería muy complicado admitir o contar nada de su persona ¿a Valeria preocuparle algo? en absoluto, antes lo negaría mil veces. Desde que probó por primera vez aquella tarta, se hizo adicta a ella, un amante del que no podía desprenderse. El único a su parecer. Pues ningún hombre aún le llevaba de cabeza, o eso creía… pues se engañaba a sí misma. ¿Qué ibas a esperar de una joven de apenas veinte años, alguien que tuvo que afrontar muchos obstáculos en la vida y salir a flote, ser quien era ahora… por sus vivencias, errores y aciertos.
¿Ella había amado alguna vez? ¿Qué era Haytham en su vida? Siempre, lo consideró como un fantasma al que ayudar recuperar su alma, imposible enamorarse de alguien que no era él mismo. Y de Hoör ¿qué era para ella? solo de imaginarlo, se ponía tan nerviosa… incapaz de centrarse en sus pensamientos pues no sabía lo que era el amor, nadie se lo había hecho experimentar ni sentir nunca y Beatrice, sí que lo había experimentado.
Oyó cada una de sus palabras, llevándose la bebida a los labios, mirándola atentamente. No perdió detalle de ninguna palabra, por primera vez después de mucho tiempo..eran sinceras con la otra ¿sería Beatrice la única con la que podía hablar de ciertas cosas? sonrió, dejando la taza en la mesa. Le agradaba oír la forma en la que era capaz de hacerte sentir alguien pero descartaba que a ella le pudiese ocurrir algo parecido.
-Todo a su tiempo, dicen que Paris es la ciudad del amor…aunque no creo que sea un ejemplo para ti, Beatrice -hizo una pausa, dejando escapar un suspiro por su pregunta, solo se encogió de hombros…si ella fue sincera… Valeria no sería menos -Es mi inquilino, ya te dije, pero… no ha pasado nada. Quiero decir, no hemos consumado nada, solo ha habido caricias, miradas furtivas y besos prometedores -partió un trozo de su tarta, su sonrisa permanecía pero no podía mirarla a los ojos -Y está Haytham… -apenas fue un susurro, frunciendo ligeramente el ceño -Le obligué… a hacerlo por puro egoísmo. Él sigue viéndome como una niña y creía que después de que ocurriese algo cambiaría pero no ha sido así. No puedo estar cerca suya, siento que mi presencia no solo le incomode…le asquee y con razón, no esperas que alguien te asalte y te pida que le hagas cualquier cosa a cambio de devolverle lo suyo
Estaba muy enfadada consigo misma, sus ojos verdes buscaron los ajenos , estaba tan perdida… que sola no podría encontrar el camino.
-No sé qué pensarás de mí pero era la única manera de tenerle por primera y última vez…de todas formas, con el señor Cannif…mi inquilino …le evado y no entiendo porqué. No sé si es porque no quiero que sea importante, si deseo alejarle de todo… para no sentir nada, no exponerle al peligro o me estoy volviendo neurótica… seguramente pienses que estoy loca-suspiró negando con la cabeza, quería saber algo y ella…podía descifrarlo -¿Qué se siente cuando amas? -su voz sonó más como la de esa niña que fue en el pasado.
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Re: Liberación {Valeria}
La chica rió, ciudad del amor... bueno, ciertamente, se había enamorado en París, aunque no del modo convencional en el que parecen hacerlo usualmente las parejas, no había habido helados, ni paseos por el Sena, no habían olido las flores de los campos Eliseos ni caminado de la mano por la Torre Eifel, no habían subido a contemplar París desde las alturas ni se habían detenido frente a cafeterías adornadas con manteles de tonos pastel.
No, el romance que ella había vivido había sido veloz, salvaje, como un mar en tormenta, un Huracán que pasaba, arrasaba con todo lo que estaba a su alcance y se esfumaba en el cielo como si nunca hubiera existido. Sonrió, aun le dolía, pero se sabía afortunada, no todas las muchachas podían presumir de haber tenido un romance de novela romántica, y ella que lo había tenido, quería guardárselo para si.
Con ceño fruncido e intentando ocultar una sonrisa, que no lograba disimular, miró a su amiga, estaba confusa, y nadie se confunde tanto si no se mezclan los sentimientos de por medio. Suspiró mostrando un gesto suave, Valeria estaba enamorada, probablementetenía el corazón dividido, pero si ella no se había dado cuenta, era porque aun no se sentía lista para ello, y no era Bea quien debía presionar, el corazón avanza a su propio ritmo.
- ¿Haytham? Como... ¿el señor Cross?- Preguntó con los ojos abiertos como platos, bajando el volumen de su voz. Cierto que de pequeña ella había sentido cierta admiración por el hombre pero... vaya, Valería había llegado más allá.- Pero... Valeria, ¿el señor Cross no está casado?- preguntó preocupada y el segundo nombre no hizo más que sorprenderla, nuevamente.- ¿Caniff? ¿Hoör Caniff?- París era un pañuelo. Dio un mordisco a la tarta de zanahoria, sorprendiéndose de lo delicioso que le resultaba el sabor y otro tras este para, seguidamente, beber de su té y recostarse, con un suspiro, en la silla.- Valeria... parece muy complicado todo.- cualquier otra persona se habría lanzado a juzgar, pero Bea sabía lo que era sufrir miradas y mentiras, y nunca había sido de las que lanzan juicios porque no se creía nadie para hacerlo, y si los tenía, los guardaba para si.- ¿crees que pueda ayudarte en algo?- le preguntó con sinceridad, antes de juzgar a su amiga, prefería prestarle un hombro para llorar o sobre el que sostenerse.
No, el romance que ella había vivido había sido veloz, salvaje, como un mar en tormenta, un Huracán que pasaba, arrasaba con todo lo que estaba a su alcance y se esfumaba en el cielo como si nunca hubiera existido. Sonrió, aun le dolía, pero se sabía afortunada, no todas las muchachas podían presumir de haber tenido un romance de novela romántica, y ella que lo había tenido, quería guardárselo para si.
Con ceño fruncido e intentando ocultar una sonrisa, que no lograba disimular, miró a su amiga, estaba confusa, y nadie se confunde tanto si no se mezclan los sentimientos de por medio. Suspiró mostrando un gesto suave, Valeria estaba enamorada, probablementetenía el corazón dividido, pero si ella no se había dado cuenta, era porque aun no se sentía lista para ello, y no era Bea quien debía presionar, el corazón avanza a su propio ritmo.
- ¿Haytham? Como... ¿el señor Cross?- Preguntó con los ojos abiertos como platos, bajando el volumen de su voz. Cierto que de pequeña ella había sentido cierta admiración por el hombre pero... vaya, Valería había llegado más allá.- Pero... Valeria, ¿el señor Cross no está casado?- preguntó preocupada y el segundo nombre no hizo más que sorprenderla, nuevamente.- ¿Caniff? ¿Hoör Caniff?- París era un pañuelo. Dio un mordisco a la tarta de zanahoria, sorprendiéndose de lo delicioso que le resultaba el sabor y otro tras este para, seguidamente, beber de su té y recostarse, con un suspiro, en la silla.- Valeria... parece muy complicado todo.- cualquier otra persona se habría lanzado a juzgar, pero Bea sabía lo que era sufrir miradas y mentiras, y nunca había sido de las que lanzan juicios porque no se creía nadie para hacerlo, y si los tenía, los guardaba para si.- ¿crees que pueda ayudarte en algo?- le preguntó con sinceridad, antes de juzgar a su amiga, prefería prestarle un hombro para llorar o sobre el que sostenerse.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Liberación {Valeria}
Realmente, dudaba que en algún momento de su vida, hubiese sentido amor. Ni cariño, ni aprecio… pues educada a que solo se importase, a sí misma…era mas que suficiente. Haytham Cross, aquel hombre que desde su llegada, se volvió clave en su familia… un eslabón perdido que no encontraba su sitio. Su padre, le dio esa oportunidad…no sin antes pagarlo con creces, ser la marioneta que deseó para manejarlo a su antojo.
Frunció ligeramente el ceño, ya sabía que podía estar casado pero ¿y qué?. De todos modos, para Haytham Cross, era una niña caprichosa que quería lo que no podía tener…esa era la imagen para el hombre. Se equivocaba, seguía siendo esa niña que él conoció en su día… solo que debía ponerse esa otra máscara. Y luego estaba Hoör, eran curiosos esos encuentros en los que cada vez, surgían cosas diferentes. Con ningún otro quiso más tiempo para conocerse, experimentar y no pasar directamente a la acción.
-Lo está. Sí, el señor Cross está casado -dejó escapar un suspiro, realmente no sabía qué sentía por ese hombre. Le tenía como de su familia, quizás como su figura paternal pero no hacías ciertas cosas … con alguien a quien supuestamente lo mirabas con esos ojos. O fue solo ese momento y ya está. Con Hoör, él era su dolor de cabeza… cuando aparecía todo era muy distinto, no sabía tampoco que le hacía sentir ese hombre -Complicado o no, todo está así… no creo que ninguno me vea con “planes de futuro” o cosas de esas, yo tampoco… no lo sé -
No sabía qué decirle, ella misma era un desastre. Una chica que no tenía ni idea de qué significaba la palabra amor. ¿Y si quería a alguno? Si le llegase a importar demasiado, tendría muchos problemas…así que fue sincera, no iba a andarse con rodeos.
-Evitaré sentir para no tener que lamentarme después. ¿Si me puedes ayudar? No lo sé, no sé si quiera saber si estoy enamorada de alguno de los dos. Soy incapaz de verlo. Haytham es Haytham pero Hoör es diferente -bajó la voz, terminando su trozo de tarta y saborearlo… al menos le tendría ocupada…. Unos instantes.
-Quiero dejar de sentir esto… no paro de pensar en ciertas cosas. En si… nos encontramos, ocurra y se acabe la magia. Ya sabes a quién me refiero, porque… aunque suene increíble… no hemos hecho nada. No quise que pasase, quería…experimentar por una vez qué es que te miren a los ojos y ver…..qué eres, significas, para esa persona… vale, sonó cursi pero… es algo que no voy a tener nunca. Da igual que Haytham esté casado, seguirá siendo mi mano derecha de todas formas pero Hoör… se cansará, se marchará porque tendrá que irse y… será cuando tenga que volver a ponerme esa otra máscara
Frunció ligeramente el ceño, ya sabía que podía estar casado pero ¿y qué?. De todos modos, para Haytham Cross, era una niña caprichosa que quería lo que no podía tener…esa era la imagen para el hombre. Se equivocaba, seguía siendo esa niña que él conoció en su día… solo que debía ponerse esa otra máscara. Y luego estaba Hoör, eran curiosos esos encuentros en los que cada vez, surgían cosas diferentes. Con ningún otro quiso más tiempo para conocerse, experimentar y no pasar directamente a la acción.
-Lo está. Sí, el señor Cross está casado -dejó escapar un suspiro, realmente no sabía qué sentía por ese hombre. Le tenía como de su familia, quizás como su figura paternal pero no hacías ciertas cosas … con alguien a quien supuestamente lo mirabas con esos ojos. O fue solo ese momento y ya está. Con Hoör, él era su dolor de cabeza… cuando aparecía todo era muy distinto, no sabía tampoco que le hacía sentir ese hombre -Complicado o no, todo está así… no creo que ninguno me vea con “planes de futuro” o cosas de esas, yo tampoco… no lo sé -
No sabía qué decirle, ella misma era un desastre. Una chica que no tenía ni idea de qué significaba la palabra amor. ¿Y si quería a alguno? Si le llegase a importar demasiado, tendría muchos problemas…así que fue sincera, no iba a andarse con rodeos.
-Evitaré sentir para no tener que lamentarme después. ¿Si me puedes ayudar? No lo sé, no sé si quiera saber si estoy enamorada de alguno de los dos. Soy incapaz de verlo. Haytham es Haytham pero Hoör es diferente -bajó la voz, terminando su trozo de tarta y saborearlo… al menos le tendría ocupada…. Unos instantes.
-Quiero dejar de sentir esto… no paro de pensar en ciertas cosas. En si… nos encontramos, ocurra y se acabe la magia. Ya sabes a quién me refiero, porque… aunque suene increíble… no hemos hecho nada. No quise que pasase, quería…experimentar por una vez qué es que te miren a los ojos y ver…..qué eres, significas, para esa persona… vale, sonó cursi pero… es algo que no voy a tener nunca. Da igual que Haytham esté casado, seguirá siendo mi mano derecha de todas formas pero Hoör… se cansará, se marchará porque tendrá que irse y… será cuando tenga que volver a ponerme esa otra máscara
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Liberación {Valeria}
Valeria estaba metiéndose en camisa de once varas, se sentía atraída por un hombre casado. Pero aun así parecía que no entendía del todo lo que sentía. Beatrice suspiró y puso la mano en su frente, su amiga iba a sufrir, lo veía venir, sus dudas, harían que sufriera, y cuando se aclarase, cuando eligiera, sufriría más.
Evitar sentir, decía, pero era imposible, sentir era inevitable, ya fuera amor, odio, apatía miedo, no importaba, sentir, se sentía, fuera del modo que fuera, no era algo controlable. Podía fingirse que no se sentía, pero lo cierto era que, quisieras o no, estaba ahí, estaba en las acciones, en las miradas y en el corazón.
- No puedes dejar de sentir, Valeria.- musitó alzando la mirada hacia su amiga.- no te preocupes, se lo que quieres decir, pero no puedes evitar tener sentimientos, querer que te miren a los ojos, que te demuestren que te merecen o que tu quieras merecer a alguien, que tengas miedo de que todo pase, demuestra que tienes sentimientos. Lo único que puedes hacer es intentar controlarlos.
El reloj de la iglesia sonó con fuerza, Notre Dame advertía de la hora, era momento de alzarse y volver a casa, porque la noche se acercaba y era mejor estar en casa cuando los seres que paseaban de noche salían a vivir. La noche asustaba. Esa sería luna llena, no habría vampiros por los alrededores, era la hora de los licántropos, noche de lobos.
- Vamos, tenemos que recoger los perfumes.- sonrió dejando el dinero sobre la mesa.- y si necesitas cualquier cosa, mi puerta siempre está abierta, si te hace falta, tómatelo como un refugio.- La invitó echándose por encima un chal, comenzando a notar el frío.
Valeria iba a sufrir, lo sabía, y como amiga, por mucho que quisiera evitarlo, sabía que no podía, pero si podía ser un apoyo, su fuerza, un lugar seguro al que ir cuando no se sintiera bien o necesitara despejarse, era lo único que podía hacer. Hacía mucho tiempo que no se veían, pero amistad era amistad, eso era algo que Bea tenía claro, y no dejaría nunca a una amiga en un mal momento.
Evitar sentir, decía, pero era imposible, sentir era inevitable, ya fuera amor, odio, apatía miedo, no importaba, sentir, se sentía, fuera del modo que fuera, no era algo controlable. Podía fingirse que no se sentía, pero lo cierto era que, quisieras o no, estaba ahí, estaba en las acciones, en las miradas y en el corazón.
- No puedes dejar de sentir, Valeria.- musitó alzando la mirada hacia su amiga.- no te preocupes, se lo que quieres decir, pero no puedes evitar tener sentimientos, querer que te miren a los ojos, que te demuestren que te merecen o que tu quieras merecer a alguien, que tengas miedo de que todo pase, demuestra que tienes sentimientos. Lo único que puedes hacer es intentar controlarlos.
El reloj de la iglesia sonó con fuerza, Notre Dame advertía de la hora, era momento de alzarse y volver a casa, porque la noche se acercaba y era mejor estar en casa cuando los seres que paseaban de noche salían a vivir. La noche asustaba. Esa sería luna llena, no habría vampiros por los alrededores, era la hora de los licántropos, noche de lobos.
- Vamos, tenemos que recoger los perfumes.- sonrió dejando el dinero sobre la mesa.- y si necesitas cualquier cosa, mi puerta siempre está abierta, si te hace falta, tómatelo como un refugio.- La invitó echándose por encima un chal, comenzando a notar el frío.
Valeria iba a sufrir, lo sabía, y como amiga, por mucho que quisiera evitarlo, sabía que no podía, pero si podía ser un apoyo, su fuerza, un lugar seguro al que ir cuando no se sintiera bien o necesitara despejarse, era lo único que podía hacer. Hacía mucho tiempo que no se veían, pero amistad era amistad, eso era algo que Bea tenía claro, y no dejaría nunca a una amiga en un mal momento.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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