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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Valeria Cavey Jue Sep 29, 2016 3:39 am

Desde el trabajo encomendado, apenas se habían cruzado más de dos frases seguidas y visto fugazmente por los pasillos de la mansión Cavey. Llovía a cantaros y las ganas de salir fuera disminuyeron a medida que la intensidad con la que llovía apenas dejaba ver la calle, ni siquiera la entrada de la casa. Suspiró largamente, sus dedos martilleaban sin descanso el borde de la ventana. No escampaba y allí poco había que hacer. Todo en silencio, como si la casa estuviese vacía y ella la única en su interior.

Suspiró pesadamente, no podría salir a perderse entre las calles de Paris, entre copas y lugares en donde alguien de su clase no debería estar por su estatus pero ¿Acaso le importaba? Evadía su realidad, mezclándose con gente que no debía y terminaba en lugares con personas que apenas conocía de ese rato. Pero esa noche no, iba a ser más relajada… como las solía tener cuando su padre vivía. ¿Si lo echaba de menos? No, ni un segundo… se había marchado dejando paz y después gloria. La vida en la mansión Cavey no había cambiado desde que se marchó, ahora Haytham le pertenecía al igual que le daba… libertad. ¿Por qué? solo ella conocía la respuesta.

Caminaba sin rumbo, por los pasillos, recordando que la existencia de aquella joven…su hermana, sería la espina clavada que no podría quitarse jamás de la piel. Clavada hasta el hueso, su alma. Una luz, vislumbró al final del pasillo… era su despacho. SI no recordaba mal, Haytham no se encontraba en la casa, cumplía sus ordenes y peticiones… de localizar a esa hermana de la que no tenía constancia. Aceleró el paso, si habían vuelto a asaltar a su casa a robarle iba a ejercer ella de juez. No permitiría que absolutamente nadie entrase en su despacho, excepto… a quien se encontró dentro.

Haytham curiosamente, estaba allí, sentado como solía. Tras él, el gran ventanal de cristal el cual le ofrecía una imagen de lo más familiar como tentadora. Sonrió de medio lado, caminando despacio, sin apartar la mirada de la silueta del hombre. La tormenta no amainaba, al contrario… haz de luces le avisaban de que no solo caería agua, iría acompañada de ruido…truenos y relámpagos que le hicieron acelerar el paso hasta rodear la mesa del escritorio y quedar a su lado. Un gesto que solía hacer inconscientemente hacía mucho tiempo, cuando no era más que una niña.

Las tormentas le inquietaban, le ponían tan nerviosa que no controlaba sus actos. En silencio, se acercó despacio al hombre, colocándose a su lado y no dejar de observar el ventanal con sus orbes esmeralda. Podía soportarlo hasta que, una luz más potente, iluminó toda la casa. No le importó no quisiese, apartó a su mano derecha de la mesa un instante para tomar asiento sobre su regazo y abrazarse a su cuello, su mentó lo apoyó en uno de los hombros del hombro… y no dijo nada, se aferró a él con cierta fuerza para que no le soltase… un movimiento inusual en ella y necesitado porque sí, la valiente Valeria Cavey le inquietaba a sobremanera el ruido y la luz.

-Luego me puedes tirar por la ventana si quiere o yo a usted, pero no me suelte -se lo dijo de forma tan determinante, tan suave que rozó la voz de aquella niñez, aún así, buscó su mirada… para tranquilizarse, suspirando largamente y fruncir el ceño al tenerle tan cerca. Hacía mucho no estaban tan cerca, solo que esta vez…era diferente. ¿O no?
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Mensaje por Haytham Cross Jue Sep 29, 2016 11:36 am

Últimamente apenas pisaba la comodidad de aquel hogar, y aquello de repente le recordó a las largas temporadas que pasaba fuera con el Señor Cavey guardando sus espaldas y realizando aquellos pequeños “trabajos”, de los que no había quedar huello.
Él era bueno haciendo su trabajo, no había que negarlo, y alejarlo de aquello era como sacar un pez del agua. Quebrar un negocio, un chantaje, una desaparición, una amenaza… Todo solapado, usualmente le gustaba usar lo que llamaba “Dejar caer las cosas por su propio peso”, para ello hacía uso de la manipulación y astucia contra terceros. Había conseguido hacer desaparecer a personas sin tocarle ni un pelo, o incluso mediar palabras, ya otros se encargaban por malentendidos o la misma persona se encargaba de acabar con su propia vida.

Su plan estaba en marcha, Valeria quería quitar de su camino a su rival en cuanto a la herencia, y para Haytham era un oportunidad o último trabajo para conseguir lo que faltaba, aquella información que abriría las puertas de una mente dañada, su memoria y tal vez… Saber dónde se encontraba su esposa. Aun pensaba en era probable, que se hubiese vuelto a casar o similar, pero no le importaba, solo quería saber de ella y nada más. Iba a ser doloroso, porque aun sentía que la amaba con profundidad, pero cuando pensaba en ella, o al menos en su difuso recuerdo una ola de desesperación rasgaba su pecho, haciendo que sintiese incluso que el aire le faltaba.

Pensamientos que se volvían lúgubres en aquella noche lluviosa. Llevaba pocos minutos sentado en el despacho, la chaqueta mojada aun en el perchero goteaba mojando el suelo; papeles desordenados y notas, tenía tanto por hacer. Estaba demasiado cansado, tanto que sin darse cuenta se había quedado dormido. El sonido de la lluvia y la tenue luz le relajaban, y la tormenta al parecer no iba a sacarlo del sueño.

Una pequeña cabezadita, interrumpida por unos cuidadosos pasos. Haytham dio un leve sobresalto e hizo que se sentase más correctamente en el cómodo asiento.

-Mmm… ¿Señorita? -Carraspeo aun adormilado mientras se frotaba los ojos. Estaba verdaderamente agotado. “¿Con qué vendría a atormentarlo, ahora?” Pensó, el mismo cansancio le hacía estar de malhumor, y después de lo sucedido con Naitiri, estaba más arisco de la cuenta.

Un relámpago iluminó la sala, no se había dado cuenta que la lluvia se había tornado en tormenta.

Ella no dijo nada, simplemente colocó su diminuto cuerpo sobre el suyo y se abrazó a él. Ciertamente comparado con ella, o más bien con cualquier persona, Haytham era un hombre grande, una mole por así decirlo.

Por un segundo la pudo recordar como aquella niña de apenas 10 años, a la que a veces le traía algún que otro detalle de muchos de sus viajes junto a su padre. Sabía que de pequeña le daban miedo las tormentas, pero desconocía que aun arrastrase aquel miedo.
Ciertamente había sido amable con ella y la tenía en cierta estima, la vio crecer, pero en algún momento de aquel camino ella creció, se alejó todo lo que pudo, o más la alejaron para que fuese educada como una señorita tal y como correspondía, y luego había regresado como una total desconocida para él, y más desconocida le parecía después de la muerte de su padre. Una desconocida cruel y caprichosa que ahora la dejaba estar sobre su regazo.
Por un instante quiso pensar mal y creer que tenía ocultas intenciones.

-Al parecer hay cosas que no cambian… -Le dispuso uno de sus enormes brazos alrededor de su cuerpo. Por un momento deseo que la niña que fue, siguiese allí y rompiese con toda aquella locura.
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Mensaje por Valeria Cavey Vie Sep 30, 2016 10:43 am

La tormenta no amainaba y el ruido de la tormenta la inquietó aún más. No buscaba otra cosa que refugio y ¿quién mejor que él para ello? seguro pensaba que quería torturarlo o atormentarle como solía hacer pero… se equivoca. Solo quería sentir la presencia de alguien en su vida solitaria. Muchos hombres y cada uno de ellos podía ofrecerle placer, lujuria y caprichos. Él lejos de eso, la figura del señor Cross para Valeria era mucho más paternal, cercana… una persona que le había visto crecer y convertirse justo en lo que era ahora.

Conocía de él lo suficiente para saber a ciencia cierta que su presencia entre sus brazos, su regazo… no era bien recibida, menos aclamaba. Lo sabía y aún así, necesitó acercarse y refugiarse allí, en aquellos brazos que pese a desgracia del propio hombre… no le habían soltado nunca. Un rehén a merced de los Cavey ¿para siempre?. Cumplía a rajatabla cada orden de su padre, no darle información y tras su muerte pudo conocer el porqué de sus palabras. El pasado de Haytham no era un camino de rosas, si no de caminos tortuosos, atormentados que solo indagar en ello le llevaría al borde del abismo.

-Haytham -murmuró a media voz, justo como lo llamaba cuando apenas era una niña, aferrándose a su pecho , ocultando su rostro avergonzado. Los demonios y las sombras también acechaban a la joven Cavey. La vida le había hecho ser de esa manera, a veces, anhelaba ciertas cosas que no podía permitir regresasen para hacerla vulnerable, débil. Se convirtió en alguien fuerte, en esa persona que su padre deseó con todo su ser y ahora sin embargo no era nada en el regazo de aquel hombre que tantos tormentos le había creado ella misma -No tienen porqué cambiar aunque el tiempo pase, algunas cosas perduran -tragó saliva, suspirando tranquila al notar el abrazo, a su modo, de aquel hombre enorme con alma atormentada y alma perdida.

-Iba a salir , como siempre pero… ya ves porqué… no lo hice -lentamente, separó su rostro del cuerpo ajeno, como si esta vez fuese ella quien quisiera evitarlo… no atormentarle -No te ha ocurrido alguna vez…que… me refiero a…¿has visto mejor no destapar la caja por lo que pueda salir? -una pregunta sin sentido que esas orbes esmeralda… transmitieron a su hombre de confianza, inquietud… -Sé que crees que esto tiene algo oculto, que quiero cualquier cosa de ti pero con que no me dejes sola esta noche… puedes tomarlo o dejarlo, al fin y al cabo será una tortura para ti ¿no? -sus manos se deslizaron por su pecho hasta acariciar con uno de sus dedos índice su mejilla, enterrarlo en su barba de varios días como antaño…lo que le arrancó una sonrisa.

No parecía jugar, quería olvidar lo que ocurría fuera, solo una noche normal…como esas dos personas que se encontraron en el pasado y que a ambas…su vida cambiaría para siempre.

-No quiero tu mal, Haytham aunque lo pienses. Armarse a sí misma una buena armadura a todo tu cuerpo, creo que es la mejor opción cuando no tienes otra. Tú me lo enseñaste, ser fuerte no solo es física también mental… soy buena aprendiz, me lo enseñó el mejor maestro -apartó el dedo, apoyando la espalda en el escritorio sin abandonar su regazo, mirándolo con curiosidad , como la ventana tras de sí… le iluminaba como una sombra más en su vida.
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Mensaje por Haytham Cross Dom Oct 02, 2016 4:20 pm

Parecía como si la tormenta para nada lo afectase, para él las adversidades del cielo no eran nada, es más parecía relajarle, al igual que el balanceo de estar en un barco. Entre los pocos recuerdos que le quedaban, recordaba haber navegado demasiado.

Su otra mano se poso, esta estaba vendada, debía de ser la penumbra de la noche la que hacía denotar pocos detalles, pero Haytham tenía los nudillos hinchados y arañados, además de algún que otro corte en la cara. Su cansancio se debía en parte, a la intensidad de aquella noche en particular.

Aun se sentía cansado y seguía luchando por no dormirse, a pesar de tener a Valeria encima, su pequeño cuerpo, su agradable perfume, su leve calor sobre él, era reconfortante, como lo había sido dormirla entre sus brazos cuando solo era una niña; con aquella respiración quieta y otra vez su rostro ocultándose en su cuerpo.

-Señorita, el problema es que usted ha hecho que ya cambien con sus denigrantes acciones. -Comentó en un susurro. -Y ya no hay vuelta atrás… Pero ya que estamos finjamos por una noche que nada ha ocurrido, solo esta noche.

Al parecer no era consciente de lo que había hecho en él, o más bien había cambiado. Por lo que le pareció un acto humillante y denigrante, había abierto cierta caja que creía cerrada para siempre desde el accidente, ahora había pasado de verla como una niña a una mujer; no había deseado disfrutar de aquel acto, es más se había esforzado en hacerlo lo más desagradable y traumático posible, que poco había servido; pero había admitido que una pequeña parte de él, oscura y excéntrica le había gustado, y eso hacía sentirse avergonzado de sí mismo.


-Sabe usted que por mi parte tiene una caja que deseo destapar, y después de todos los consejos que su padre me dio, sigo deseando hacerlo…

Sintió su mano deslizarse por aquella barba crecida de pocos días, en ese sentido era un poco descuidado. Con su mano la detuvo, y entrelazo sus dedos con los de ella dejándolo así.
Su contacto le hizo sentir un escalofrío, era reacio al contacto humano, arisco, una coraza creada desde el trauma del accidente, ya que se le hacía hiriente.


-Por lo que veo le enseñe bien. -Suspiró, y recordó que hacía unas noches ella se había puesto como una furia al descubrir a Naitiri en su habitación, ¿Estaría bien tras todo aquello? ¿Habría conseguido hacerse con ella? Valeria le había prometido un castigo, uno que nunca llego a ver, pero aún se sentía a la defensiva a la espera de éste mismo. Pero aquella noche pareció olvidarlo y solo se preocupar de estar y dejar atrás aquel vago recuerdo.
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Mensaje por Valeria Cavey Lun Oct 03, 2016 8:46 am

“Denigrantes acciones”, mejor imposible definir sus actos. Lo sabía perfectamente bien, sus acciones le habían llevado a trazar una larga línea entre ambos, se distanciaron hacía mucho y aún así…seguían teniendo aquella relación más cercana en determinadas ocasiones. Él aunque viese el trabajar para ella como una desgracia, una parte de él seguía protegiéndola, ofreciéndole su hombro como lo hizo en el pasado y eso nadie, iba a cambiarlo nunca.

Solo esa noche tendría para abandonar aquel vestido pesado que era su egocentrismo, una de esas caras que él conocía a la perfección y que como él definía era “degradante”. Y en sus brazos, el verdadero reflejo de quien fue en el pasado, se iluminaba ante él de forma casual, como si tan solo hubiese surgido sin más. Estaba muy cansada, ser esa joven que no perdía ni un solo asalto, su forma de comportarse que dejaba mucho que desear. Ahora necesitaba ese momento, ese instante en el que él la volvía a atrapar entre sus brazos y sentirse, esa niña… quizás ambos necesitaban ese momento.

-Lo sé. Siempre te animé a ello, conocieses tu verdadera identidad porque no veía justo que te negasen eso pero como ya te dije la verdad, no siempre es lo que deseamos oír, descubrir... -su tono cada vez era más bajo, no siempre era tan sincera pero por sus ojos esmeralda, le avisaba que era mejor dejarlo estar… no seguir queriendo seguir adelante ¿por eso su comportamiento era así de frío con él? quién sabe, Valeria seguía siendo un misterio no solo para él mismo, si no para aquellos todos que la conocían -Sabrás la verdad a su debido tiempo, recuerda despacio y no te obligues a ello, no te hará bien y no puedo prescindir de ti… siendo vulnerable -medio sonrió, bajando un instante la mirada , quiso que sonase determinante pero con aquel tono más suave… fue imposible.

No pasó desapercibido el vendaje de su mano, ni el hecho de que entrelazase los dedos con los suyos. Buscó su mirada , sorprendida, aturdida por ese gesto. Hacía años que no se acercaba tanto de esa manera, ni un simple roce oportuno si no era ella quien lo reclamaba y ahora, sin esperarlo… obtuvo aquello. La mano libre, la deslizó por sus marcas en el rostro, signos de lucha al igual que su mano vendada. Su índice acarició una de los cortes del rostro, con mimo y cuidado, no se atrevía a preguntarle…porque seguramente ella tuviese que ver y no, odiaba verle herido, afectado y él pudo apreciar su preocupación por su persona cuando se mordió ligeramente con los dientes el labio inferior.

-Haytham… -negó cerrando los ojos por el impacto de un nuevo relámpago, su frente, buscó como punto de apoyo la frente ajena… apretando con cierta fuerza su mano entrelazada y dejar su mano apoyada en su mejilla magullada. ¿Cómo se sintió? Segura, protegida pero también… atraída por su calor, su olor fresco a hierba recién cortado y a brisa marina. Sus labios se entreabrieron, rozando su nariz con la de ella y respirar de su boca, tentada al máximo a dejarse llevar y no por simple necesidad o egoísmo.

Sus labios sonrosados, buscaron beber aún más cerca, No pensaba en obligarlo, ni siquiera esperaba nada con aquel gesto, solo…quería mantener el máximo tiempo posible aquel contacto. Y lejos de apartarse, rozó sus labios, como en un descuido… tanteándolos, probarlos con deleite, despacio y sin prisa como si realmente fuera la primera vez. Fuese su primer beso, el primero de ambos. Susurró una vez más su nombre, antes de atreverse a buscar sus labios, no pensó simplemente actúo y solo con haberle probado aquel momento… le bastó para darse cuenta de ciertas cosas. Y el relámpago, quedó en el olvido para dar paso a un señor trueno, que la inquietó, apartándose de su boca, soltando su mano para quedar abrazada a su cuello.

Le costó asimilar lo que acababa de hacer, se preparaba para aquella expresión que no deseaba ver, ni palabras que no necesitaba escuchar así que su impulso fue, soltarlo de golpe y levantarse de su asiento, de cara a la ventana. Apenas le había dicho nada, cruzado palabra y eso era no solo extraño, habían tenido un acercamiento que quizás Haytham no deseaba… lo volvía a torturar.

-Sí, me enseñaste bien -dejó la frase a puntos suspensivos pero esta vez la acabó -Por eso, me parezco a ti en muchos aspectos y no acepto que nadie, se acerque lo suficiente ni me importe… de ahí mis denigrantes acciones - tragó saliva, aún podía apreciar aquel sabor a mar salada pero dulce. Volvía a esquivarle cuando aquella noche le obligó a hacerla suya. ¿Por qué? Hizo ademán de volver a su habitación… había vuelto a comportarse como esa niña que deseaba y no al mismo tiempo fuese para él.
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Mensaje por Haytham Cross Mar Oct 04, 2016 6:06 am

-Puede que fueses la única… Pero por lo que veo cambiaste de idea en cuanto te regalaron las riendas, o más bien cuando las tomaste a la fuerza. -Haytham no era estúpido para nada, con aquellas palabras le insinuó que ponía en duda que su padre hubiese muerto por causas naturales, algo sospecho, pero no hizo nada por evitarlo, la esperanza por recuperar lo que era suyo por otras manos, deshacerse de las cadenas le movían. Para luego ser todo decepcionante. -Son demasiados años, y creo que la espera me ha hecho más débil para entender “mi verdad”. Un collar con que supisteis controlar al “perro”.

No sabía cómo, pero de repente sentía como aquella tranquilidad y tedio estaban poco a poco alterándose con aquel intercambio de palabras.
La tormenta olvidada junto con los miedos al parecer, los miedos a ser mudos, ya que ambos confesaban pensamientos, unos más amargos que otros.

Ella más que nadie parecía sido el único miembro de aquella familia, con el que sintió Haytham la posibilidad de que lo hubiese como un ser capaz de sentir, y no un simple “golem” o “autómata” al que dar órdenes que le llevasen a hacer horrendas acciones que nunca se imaginaba que haría con aquella renovada conciencia después del accidente, conciencia que pronto se vería mancillada, volviéndole de piedra y sin sentir.

Ni una pizca de la vida prometida en diez años, ni nada que arrojase luz. Parecía más bien que ya en el crespúsculo de su vida, el señor Cavey se arrepintiese y quisiera, de un modo demasiado tardío, remediar el error, animándole a crear una nueva vida. Cosa que Haytham considero ya como algo perdido y tarde, ya que no conocía más vida que esa. Se había vuelto un ser arisco y antisocial, un esclavo adherido a la sombra de un dueño.

Caricias consideradas, en la piel hiriente y tormenta olvidada. Los miedos parecían disiparse, entre lo que le parecieron palabras amables por aquella niña inexperta de la vida, al fin y al cabo… Una inconsciente e inocente en ciertos aspectos, porque ni ella sabía que su familia había labrado una bomba a punto de estallar.

Él se quedó muy quieto, poco a poco, su cuerpo se vio en tensión y su respiración alterada por la acción de los labios ajenos que le parecieron… ¿Dulces? Saboreo con los suyos también en instito y disfrute. Una ola de vergüenza en su interior, al sentirse contradicho por la atracción física y lo que le pareció gentileza. No quería sentir aquello, y más por lo que fue una niña, era como traicionar a su propia razón y cordura. Una pequeña tortura, que no supo si era real o era otro modo de torturarle en su crudeza infantil.

Para Haytham un impulso para rogar por un pedazo de esperanza. Sabía cómo le miraba desde hacía años, todo se vio confirmado la noche del funeral donde se había visto usado como un trozo de carne, sabía lo que ella quería y se volvería a degradar a aquello si solo le regalaba un pedazo para reparar parte de aquella destrucción.

Dejo sus palabras al aire, ambos eran producto de la misma figura paterna, ambos similares con sus características y peculiaridades.

Haytham no la dejo marcharse, es más se adelantó a sus acciones cerrando de un portazo la puerta. Una de sus manos grandes la tomó por fuerza por el brazo y de un tirón la hizo girarse a su frente, no dejándole escapatoria.

-Un perro que mendiga por un pedazo de carne… -Sus dedos dolorosamente le habían tomado por la barbilla para que ella le mirase aquellos ojos verdes, fríos y duros.

Allí donde sus palabras quedaron, sus labios besaron los ajenos de un modo rudo y con brutalidad. Arrastrada hacia la mesa del escritorio, todo objeto quedaba en desorden y caída ruidosa. Un impulso sexual entendido por señales contradictorias, y pensando que era deseo de su ama para agradadarla, pero que por su parte lo iba a hacer desagradable.
La Roca con su enorme cuerpo la encerraba contra la madera, mientras sus manos brutas dejaban marcas a su paso, en caricias poco delicadas, y jirones rotos de tela que dejaban paso a parte de la desnudez de la menuda Valeria.

Manos que acariciaban sexo ajeno buscando humedad e inmediatez, le excitaba su dominación y su miedo, mientras su boca con avidez mordía la piel que luego sus labios trataban con relativa dulzura. Retenida por el cuello, sus dedos apretaban sintiendo que arrebataban el aire, con su fuerza, sintiendo la vida delicada y su capacidad para arrebatársela. ¿Y por qué no? ¿Qué iba a perder? Podía convertir todo aquello en un accidente, y buscar las piezas de su memoria en aquella casa escondidas.

Las caricias entre sus muslos continuaron, sintiendo que el cuerpo de la fémina respondía como debía, dentro de lo que cabía él aun recordaba cómo funcionaba el cuerpo de una mujer y como llevarlo al mismo orgasmo.
Fue a desabrocharse los propios pantalones cuando la conciencia punzante, y la ola de vergüenza y humillación le ataco.

Las ataduras se soltaron, y silenciosas lágrimas brotaron en los ojos del bruto. Su cuerpo se dejó caer sobre el de la joven, y sus gimoteos encerraron su rostro en el cuello de la rubia.

-Mira en que me habéis convertido Valeria, tú y tu maldita familia. En un animal, un perro que es capaz de hacer cualquier cosa por un trozo de carne…-Tragó saliva encerrado en su propia degradación. -Creo que lo más fácil hubiese sido que me hubieseis dejado morir. Yo no tenía cura ni reparación, pero me forzasteis a tenerla, y luchar por unas migajas sin sentido, y ahora han pasado demasiados años y ahí están encerrados, forzados y a punto de estallar de golpe. -Sufría, demasiado y ahora más cuando desordenados volvían los recuerdos en tan frágil mente.  
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Mensaje por Valeria Cavey Sáb Oct 08, 2016 6:21 am

Qué ironía ¿tomar las riendas por la fuerza? Bien sabía ella misma que eso no era del todo cierto. ¿Cómo no tomarlas a la fuerza? Cuando ambos estaban presos en aquellas infinitas paredes de la casa Cavey. Él mejor que nadie, conocía la forma que tenía su padre de educarla. Largos castigos, sin comida, sin salir durante días, incluso a la fuerza. Valeria siempre fue una rebelde sin causa que terminó siendo castigada peor que algunos criados por haber hecho mal sus obligaciones. ¿De qué le acusaba? Era así porque le hicieron a imagen y semejanza de su propio padre. Haytham fue su obra maestra, un coloso guerrero fiel y leal… que con migajas se conformaba para realizar los peores y terribles trabajos.

Esa noche, era diferente. Ambos se encontraron en un punto de la casa, de forma inesperada. Los orbes esmeralda de la joven Valeria, se dulcificaron por los recuerdos de su niñez, el calor de los brazos ajenos que siempre la protegieron y esa mano que tomar cuando lo necesitase. Él era la única figura segura que había tenido en aquella casa, él… era Hayhtam Cross, el hombre de confianza de su padre que velaba por ella, el que jamás le haría daño. O eso creyó siempre, seguía creyendo y ahora más, al tenerlo frente a ella con esas orbes verdes como aquellos prados que no recordaba en su desquebrajada mente. La luz de la luna pudo dibujarlo como un espejismo, sus labios se le antojaron igual de dulces que él los de ella y sonrió, como esa niña que fue sin esperar que aquel momento se disiparía como los recuerdos.

Y tanta cercanía, le asustó como un cervatillo al ver una luz. Le dejó allí, en el despacho donde le recordaba sentado desde que tenía uso de razón. Por primera vez, no quiso nada de él. No atormentarle, solo se olvidase de todo y volviesen a ser los que fueron, compartiendo aquel momento que no se podría comparar con ningún otro. La sonrisa no había desaparecido de sus labios, caminaba hacia la puerta dispuesta a volver a su habitación, dormir con el recuerdo de aquel momento y recordarse a sí misma, porqué tenía que seguir con toda aquella tortura… para salvarlo de una muerte segura.

Se cerró la puerta y sus pasos se detuvieron de golpe sin entender nada, es más, él pudo darse cuenta que Valeria buscó su mirada sin comprender. Entrecerró los ojos, sin entender sus palabras o mejor, no queriendo imaginar a qué se refería. Susurró su nombre, advirtiéndole que se equivocaba, conocía esa mirada… esa nublada por la desesperación de un alma atormentada. Sus besos ya no eran dulces, si no el capricho de esa fingida señorita sin sentimientos que él conocía, esos besos querrían esa Valeria que lo atormentaba pero en este caso, le supieron amargos… dolorosos, como si los labios se desquebrajasen ante aquellos roces impetuosos.

Como aquella noche, la del funeral podría haberle obligado pero en este caso, se removió sintiendo la presión del cuerpo ajeno, inmovilizándola…como si aquel muro enorme que le perseguía durante toda su dura vida, cayese sobre ella, aplastándola sin poder evitarlo. Su nombre dicho tantas veces, como sus manos evitaban que la tocasen, apartarlo de ella. ¿Por qué? ¿Por qué su padre le convirtió en aquel monstruo que ahora se relevaba contra ella? dejó de luchar cuando sus enormes manos le tomaron del cuello, su respiración cada vez era más débil. Y sorprendentemente, imposible pero cierto, las lagrimas retenidas por años, descendieron por sus mejillas al comprobar cual sería su sino… el hecho de que él acabase con su vida. Susurró su nombre con el último aliento, mirándole con compasión, desesperación, rabia e impotencia.

Le importaba demasiado, tanto que el agarre, los moratones e incluso aquel agarre del cuello…fueron para ella caricias cuando comprobó que iba a obligarla. Hasta entonces, jamás le había mirado de esa forma, como esa niña que imploraba perdón, por todas las veces que ella misma fue la culpable de su castigo. Lo deseaba, era un hecho, siempre lo había deseado porque para Valeria nadie podía compararse a él, el único que jamás le dañaría pero…una vez más se equivocó. Odiando a su padre, en la tumba, con todo su ser. Él y no otro se lo habían arrebatado, su alma seguía perdida y desorientada, jamás podría recuperarlo por mucho que ella hiciese. Se preparó para lo peor, aquel castigo que terminaría por condenarles a ambos pero no llegó a tan siquiera sentirle.

Estaba rota, rota en mil pedazos, como si acabase de recibir la peor paliza de su vida. Lo peor no fueron los golpes, lo peor fue…el comprobar que todo lo que había hecho no sirvió para nada. No se movió, tampoco podía. Solo se unió a aquellas lagrimas en silencio, mirando hacia el techo, sintiendo la respiración ajena… él seguía vivo, allí con ella pero su esencia se había evaporado. Haytham Cross ya no existía y no fue más que su culpa. Si habría actuado antes… sería libre, aunque con ello hubiese supuesto perderle.

Le dolía ¿el corazón? Imposible, ella carecía de eso y él acababa de romperlo en mil pedazos, como pequeños cristales que no se podrían pegar…irreparables. Susurró su nombre, la presión de su cuerpo le dejaba sin respiración como aquellas manos que casi acaban con su vida. No podría jamás perdonárselo a sí misma.

-Ahora no eres el único…-susurró a media voz, le dolía horrores todo el maldito cuerpo pero bendita presión, no había estado tan cerca de él desde aquella noche -No quería nada de esto, Haytham… no te pedí en silencio nada. Solo quería que olvidases por unos segundos y veo que lo hiciste -tragó saliva, intentando levantarse pero le dio igual, solo quería que aquello fuese una de sus pesadillas -Esa niña, creía de verdad que podía recomponer tus piezas pero lo que ha ocurrido es… que la has despedazado… ahora mis piezas nadie las va a poder unir nunca. -no podía dejar de llorar, como si su alma… se liberase en esas lágrimas, acababa de darse cuenta de que lo había perdido para siempre.
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Mensaje por Haytham Cross Mar Oct 11, 2016 3:55 am

"Bury all your secrets in my skin.
Come away with innocence, and leave me with my sins,"
("Entierra todos tus secretos en mi piel.
Márchate con tu inocencia, y déjame con mis pecados")







Lágrimas desdichadas que cubrían el cuello dolorido de la bella, y la silenciosa respiración que a veces se quebraba para tomar un largo sorbo de aire.

Había pasado tantos años encerrando sus muchos recuerdos, guardando su sentir e incluso su propia humanidad, se había convertido en un autómata carente de emoción; un hombre creado, no del barro, sino de pedazos destrozados de sí mismo.
Y es que ver el final de la jaula con su puerta abierta era de lo más tentador, una posibilidad esperanzadora que empezaba a quebrar su uso y razón, dejando atrás la mente fría y calculadora que era, a dejarse llevar por pasiones desenfrenadas y desatar la furia del animal atrapado y maltrato por ellos.

Ambos eran daños colaterales de una misma figura protectora, que, en su plan, tal vez por unirlos, había generado el desprecio y malentendidos; donde uno destruía al otro para luego sumarse en la más pura vergüenza y arrepentimiento. Sentimiento degradador que ahora Haytham experimentaba por haber perdido el control de aquel modo con ella.

Garganta que se calmaba con palabras ajenas, Haytham se había aferrado a su cuerpo delgado y magullado con su abrazo, ¿buscando acaso consuelo o perdón irreparable?

Un recuerdo recurrente, una pesadilla que había vuelto a su mente desquiciada, le torturaba noche tras noche. Habían pasado más de diez años y de golpe empezaba a recordar.
Veía sus manos destrozadas y los huesos de los dedos partidos, dolorosos y ensangrentados, no sé detenía con sus golpes en lo que se había convertido en una masa de carne salpicada de sangre y deformado, que había sido en algún momento el rostro de alguien. Una escena horrible, demente, y repugnante, pero origen de la venganza, cuando se veía desatado golpeando con salvajismo y saña, un cadáver que llevaba tiempo inerte.
El señor Cavey le había hablado de un asesinato, al parecer Haytham había matado a un hombre importante en toda Europa, y luego se había entregado a las autoridades sin resistencia, condenado a muerte, justo el momento de su ejecución había ocurrido el accidente donde el barco comenzó a arder sin explicación. Por ello de sus cicatrices de quemaduras y los rastros de balas de los fusiles del pelotón de ejecución. ¿Pero por qué matar a un hombre tan importante para arruinar su vida? Él recordaba una vida feliz antes de todo aquello, ¿defensa? ¿venganza? Ni idea, solo le sabía repugnante y traumática aquella escena.

Frente que busco la de ella, con ojos atrapados, el llanto se calmaba. Ojos verdes enrojecidos que miraron los ajenos arrepentido.


-He perdido el control… Ya ni sé… -Solo susurro sobre los labios de ella, los rozó con los suyos y luego los poso sobre los de ella con la leve presión, un beso, confuso, extraño… -Tienes que castigarme, he desobedecido…

Alzó su cuerpo sobre el de ella, dejándole una pizca de espacio. Sus manos grandes se pasearon por los jirones de tela, tirando de ellos para poder tapar sus pequeños pechos ahora descubiertos, para tapar el rastro de la vergüenza, y luego se separó por completo.
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Mensaje por Valeria Cavey Vie Oct 14, 2016 5:57 am

En sí, no le culpaba. No podía hacerlo cuando él no era dueño de su destino. Su padre, lo manejó como un títere a su antojo, haciéndole a imagen y semejanza de sus propios intereses. Y ahí lo tenía. Actuó como debía, le enseñaron y ella quiso evitar a toda costa. Llegó tarde para muchas cosas, solo ella era consciente porque Haytham Cross era un fantasma creado por el señor Cavey. Un fantasma poderoso, un excelente guerrero para combatir a su lado. No vio más que eso y ante los ojos inocentes de una niña, la que fue… se vislumbraba aquella persona que en realidad fue y sería par Valeria Cavey.

Los golpes, las magulladuras, las palabras o las acciones… no significaban nada. No dolían tanto como darse cuenta de una realidad de la que tantas veces quiso huir. Ella nunca lo vería como un guerrero, si no como aquella persona perdida que un día lluvioso cruzó las puertas de su casa… como un reloj destrozado al cual le faltaban incontables piezas. Un puzzle en toda su totalidad que fue recolectando lo que le quisieron decir y él, no tuvo más que creer. Valeria fue espectadora única en verle luchar entre la vida y la muerte. Esas heridas profundas, las quemaduras le llevaron a pensar… a no imaginar tan siquiera que pudiese sobrevivir. Y ella, sin que él lo supiese, estuvo a su lado en su inconsciencia… animándole e incitándole a luchar, solo así podían unir esas piezas perdidas.

Él ni se imaginaba lo que Valeria perdió en el camino. No solo su pureza, ¿quién mejor que él para arrebatársela? Se fue haciendo a la idea de que cuando ocurriese, no sería agradable pero sería él y eso nadie lo cambiaría. Fue suya, por primera y última vez es a lo máximo que podía aspirar porque él, porque fuese quien fuese no le pertenecería nunca y eso dolía demasiado. Y el dolor lo convertía en frialdad, amoldarla a esa dama de hielo en la que tuvo que convertirse… para tener las agallas suficientes de ser fuerte y tener el valor suficiente para acabar con la vida del verdugo de los dos, de su propio padre. No debía enterarse jamás, y si ha de ser así…preferiría que la viese como una asesina sin escrúpulos.

La miraba a los ojos y ella solo podía ver aquel hombre roto que quiso recomponer. Cuánto odio a sí misma por no haberlo conseguido, ¿Acaso no se lo merecía? Claro que sí. Se detuvo antes de cruzar la línea, se arrepintió en el último segundo a pesar de aquel ataque violento y al menos, una parte de ella… suspiró por no haberle perdido del todo. Oír su voz , su afirmación con que se había equivocado le arrancó un maldito sollozo. Sollozo rabioso por haber perdido aquella guerra, por no tener de él nada… e infundirle el sentimiento del miedo.

Cerró los ojos al sentir la presión de sus labios, sintiendo como una vez más el muro invisible le aplastaba, acabando con todo. No podía engañarse a sí misma, fue un simple beso…uno tan tierno como aquellas orbes en las que tantas veces se había perdido. Valeria no estaba enfadada, de ser así su ira se hubiese extendido más allá de la casa Cavey. Se encontraba perdida, entre la mesa y el cuerpo ajeno…como si aquel reloj roto, ahora fuese ella.

Sus orbes verdes se cerraron con fuerza, evitando que no leyese en sus ojos algo que estaba segura no sabría interpretar. ¿Castigo? Despacio, entre quejidos, se incorporó de la mesa al suelo, apenas pudo tenerse en pie… teniendo que apoyarse en la superficie de madera.

-No voy a castigarte. Nunca lo he hecho. No soy mi padre pero parece ser que aún no te diste cuenta de ello. -apretó con fuerza los dientes, los labios para no gritar la verdad pero una vez más se calló, llevándolo dentro junto con su orgullo -No voy a castigarte -repitió con voz altanera, intentando no quebrarse y abandonar ella misma la estancia, a paso lento… no consiguiendo que aquellas malditas lagrimas le traicionasen -Aunque no hace falta que te castigue, lo que acababa de pasar es peor que cien latigazos para ti. Tener que besarme, acariciarme… hacerme tuya solo para conseguir algo, para contentarme…¿no ha sido un castigo? Sé que me detestas, te vuelve loco de rabia el hecho de pensar en que tienes que hacer ciertas cosas a esa niña… pero ya no lo soy. Soy lo suficientemente adulta para saber ciertas cosas y darme cuenta de otras, cosas que me has dejado claras. Buenas noches, Haytham… -tembló al llevar la mano al pomo… abandonar aquel momento de tortura.
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