AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Di no a las pieles #Beatrice
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Di no a las pieles #Beatrice
Recuerdo del primer mensaje :
Respiré hondo, la tierra estaba húmeda bajo mis descalzos pies, me había metido en lo más profundo del bosque, alejado del bullicio de la ciudad y había estado un rato recogiendo pequeñas bayas y frutos desde lo más alto de los árboles. Tenía una pequeña bolsa de tela con todo eso lleno de bayas. Miré mis pies e hice un mohín, estaba más sucio de lo normal y también estaba desnudo sobre el bosque. ¿Qué pasaba si venía alguien? ¿Donde había dejado mi ropa? Me acerqué al hueco del árbol en el cual siempre dejaba allí la ropa cuando me transformaba y para mi mala suerte vi que no estaba. Alguien o algún animal me lo había robado. Apreté los puños y le pegué un puñetazo al tronco del árbol, haciéndome así daño en la mano derecha. Ahora iba a tener que ir transformado por toda la calle... Menos mal que mis animales eran monos y pequeños ¿Que hubiese hecho otro cambiante que se transformaba en león? ¿O en tiburón? Nunca había conocido a ningún cambiante que fuese algún animal del agua, aunque sería divertido.
Saqué un pequeño cordón y lo dejé en el suelo al lado de la bolsa. Miré a mi alrededor una última vez para cerciorarme de que no había ninguna mirada indiscreta y me transformé en mapache. Palmeé las hojas secas que tenía en el suelo, ahora todo era mucho más grande que antes. Agarré el cordón que había dejado antes en el suelo, me senté sobre el culete y comencé a hacer un nudo alrededor de mi cuello con el cordón, así podría moverme sin molestias para trasladar la bolsa de tela, la cual pesaba bastante ahora mismo. No hice el nudo muy fuerte, no quería ahorcarme. Una vez estuve listo, comencé a caminar a cuatro patas sobre la tierra, esta se pegaba a mis manos y a mis pies, pero las almohadillas que tenía me hacían estar seco y el pelo me hacía no tener tanto frío como para tiritar.
Una sombra de repente ensombreció el día y alcé las orejas, en señal de alerta. Pude ver como la silueta de un águila venía hacía a mí. No tenía tiempo que perder. Comencé a correr como un loco, literalmente en el mundo salvaje o matabas o te mataban por lo que tenía que salir disparado como un rayo. Trepé al árbol más cercano y grueso que encontré y me quedé agazapado en una de las ramas más gordas. Esperé asustado a ver si el águila se marchaba o si decidía seguirme, pero se marchó, decidiendo probar suerte con otro mapache. Dejé que mi corazón volviese a su ritmo cardíaco normal y bajé, ya me quedaba poco para llegar a la civilización, concretamente a la zona comercial, hoy era fin de semana, así que estaría lleno de gente haciendo sus compras, distraída y quizás, alguno hoy perdiese la cartera.
Enfilé la calle peatonal y me quedé escondido al lado de un seto que había, desde el cual solo asomaba la pequeña cabeza en busca de la víctima de hoy.
Saqué un pequeño cordón y lo dejé en el suelo al lado de la bolsa. Miré a mi alrededor una última vez para cerciorarme de que no había ninguna mirada indiscreta y me transformé en mapache. Palmeé las hojas secas que tenía en el suelo, ahora todo era mucho más grande que antes. Agarré el cordón que había dejado antes en el suelo, me senté sobre el culete y comencé a hacer un nudo alrededor de mi cuello con el cordón, así podría moverme sin molestias para trasladar la bolsa de tela, la cual pesaba bastante ahora mismo. No hice el nudo muy fuerte, no quería ahorcarme. Una vez estuve listo, comencé a caminar a cuatro patas sobre la tierra, esta se pegaba a mis manos y a mis pies, pero las almohadillas que tenía me hacían estar seco y el pelo me hacía no tener tanto frío como para tiritar.
Una sombra de repente ensombreció el día y alcé las orejas, en señal de alerta. Pude ver como la silueta de un águila venía hacía a mí. No tenía tiempo que perder. Comencé a correr como un loco, literalmente en el mundo salvaje o matabas o te mataban por lo que tenía que salir disparado como un rayo. Trepé al árbol más cercano y grueso que encontré y me quedé agazapado en una de las ramas más gordas. Esperé asustado a ver si el águila se marchaba o si decidía seguirme, pero se marchó, decidiendo probar suerte con otro mapache. Dejé que mi corazón volviese a su ritmo cardíaco normal y bajé, ya me quedaba poco para llegar a la civilización, concretamente a la zona comercial, hoy era fin de semana, así que estaría lleno de gente haciendo sus compras, distraída y quizás, alguno hoy perdiese la cartera.
Enfilé la calle peatonal y me quedé escondido al lado de un seto que había, desde el cual solo asomaba la pequeña cabeza en busca de la víctima de hoy.
Nahuel- Cambiante Clase Baja
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Re: Di no a las pieles #Beatrice
Beat rice me miró y sonrió al verme, ni siquiera se movió del lugar en el que estaba tumbada, había cogido la postura adecuada y por su cara, se veía muy relajada. Así que no había sucedido nada extraño durante la noche, ni me había transformado en humano, ni nada por lo que, volví a entrar entre las cálidas sábanas cuando me invitó. Me hice un hueco entre sus brazos, se estaba muy caliente aquí dentro, quizás incluso demasiado, entre su fiebre, y el calor concentrado, andaríamos en casi los treinta grados, pero… Sabía que si salía ahora de aquí, iba a arrepentirme más tarde, cuando mis sudaderas no me tapasen los suficiente y comenzase a tiritar de frío. Quería creer que si acumulaba calor en mi diminuto cuerpo, lo tendría para después.
Unos pasos se escucharon por el pasillo y la cara de Beat rice abandonó su calma y se convirtió en unos gestos de pánico. ¿Qué le pasaba? ¿Era un fantasma? ¿Ladrones? Esperaba que no fuesen unos ladrones. No quería tener competencia y salir a defender algo que otro día iba a robar. Me insistió que me escondiese entre las sábanas, le obedecí aunque le enseñé los dientes, dejé ver mis pequeños colmillos, indicándole que podía defenderla y defenderme si fuese necesario. No era un “cobardica” Aunque si era un perro, no le iba a morder, esos animales podían transmitirme enfermedades.
Me estaba ahogando aquí tapado. El calor aumentó por momentos y no podía moverme, si me movía se vería desde fuera una bola moverse y este escondite quedaría inútil. Comencé a respirar muy poco y despacio, estaba acabando el oxígeno y eso podía suponer un problema, Beat rice se había olvidado de que los mapaches necesitaban oxígeno para vivir, porque estaba cerrando las sábanas como si su vida o la mía en este caso, dependiera de ello… Y al final iba a conseguir que me asfixiase. La puerta se abrió y levanté un poco más las orejas, intentando escuchar bajo los kilos de las sábanas. El olor a comida caliente llenó la habitación y moví la cola de forma involuntaria. Se me hizo la boca agua solo de oler el queso.
La voz dulce de una señora comenzó a hablar con la chica. Beatrice. Se llamaba Beatrice y no Beat rice… Había leído mal su nombre en aquellos documentos. Continué respirando poquito a poquito, hasta que no pude más. Tenía que salir de aquí fuera como fuese. Comencé a moverme e intentar escapar por donde estaba Beatrice, pero la señorita estaba aplastando las sábanas con los brazos y me impedía hacerlo, así que me giré y salí por el lateral contrario al que venía la voz, si me había escondido era por algo. Respiré mejor una vez que salí de allí abajo y me escondí debajo de la cama, esperando que la señora, de la cual solo podía verle los pies, era una señora de servicio de esas que solía ver en el mercado. Me quedé agazapado, y con la cabeza y el cuerpo apoyada en el suelo. Hasta que una bola de polvo se posó en mi nariz, y me hizo estornudar.
Unos pasos se escucharon por el pasillo y la cara de Beat rice abandonó su calma y se convirtió en unos gestos de pánico. ¿Qué le pasaba? ¿Era un fantasma? ¿Ladrones? Esperaba que no fuesen unos ladrones. No quería tener competencia y salir a defender algo que otro día iba a robar. Me insistió que me escondiese entre las sábanas, le obedecí aunque le enseñé los dientes, dejé ver mis pequeños colmillos, indicándole que podía defenderla y defenderme si fuese necesario. No era un “cobardica” Aunque si era un perro, no le iba a morder, esos animales podían transmitirme enfermedades.
Me estaba ahogando aquí tapado. El calor aumentó por momentos y no podía moverme, si me movía se vería desde fuera una bola moverse y este escondite quedaría inútil. Comencé a respirar muy poco y despacio, estaba acabando el oxígeno y eso podía suponer un problema, Beat rice se había olvidado de que los mapaches necesitaban oxígeno para vivir, porque estaba cerrando las sábanas como si su vida o la mía en este caso, dependiera de ello… Y al final iba a conseguir que me asfixiase. La puerta se abrió y levanté un poco más las orejas, intentando escuchar bajo los kilos de las sábanas. El olor a comida caliente llenó la habitación y moví la cola de forma involuntaria. Se me hizo la boca agua solo de oler el queso.
La voz dulce de una señora comenzó a hablar con la chica. Beatrice. Se llamaba Beatrice y no Beat rice… Había leído mal su nombre en aquellos documentos. Continué respirando poquito a poquito, hasta que no pude más. Tenía que salir de aquí fuera como fuese. Comencé a moverme e intentar escapar por donde estaba Beatrice, pero la señorita estaba aplastando las sábanas con los brazos y me impedía hacerlo, así que me giré y salí por el lateral contrario al que venía la voz, si me había escondido era por algo. Respiré mejor una vez que salí de allí abajo y me escondí debajo de la cama, esperando que la señora, de la cual solo podía verle los pies, era una señora de servicio de esas que solía ver en el mercado. Me quedé agazapado, y con la cabeza y el cuerpo apoyada en el suelo. Hasta que una bola de polvo se posó en mi nariz, y me hizo estornudar.
Nahuel- Cambiante Clase Baja
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Re: Di no a las pieles #Beatrice
Mientras la mujer hablaba notó al pequeño mapache removerse, debía estar pasando mucha calor, estaba deseando que la mujer se fuera y simplemente asentía para ver si así, sus pocas ganas de hablar la convencían para marcharse. Sin embargo los segundos pasaban y la amable mujer, parecía negarse a irse, preocupada por su niña.
La señora Marie la había cuidado desde niña, prácticamente la había criado ella, y se preocupaba tanto que a Bea le daba la impresión que era más su madre que su propia madre, que probablemente estaba, en ese instante, tomando el sol en algún lugar de la toscana. Pero no podía culparla, su madre había pasado un año horrible, el peor de su vida, al igual que ella, sin embargo, Beatrice había salido a flote, la habían vuelto a hundir, y había vuelto a reflotar, sola.
Su madre no había sido educada para ello, era una mujer de su casa, madre y esposa amantísima, organizaba el hogar, tejía, leia y daba presencia en sociedad. Ella, en cambio, había visto desde niña que debía ser fuerte, desde su secuestro supo que no debía esperar un abrazo, que como muhco le darían una sonrisa de aprobación, y que lo que más necesitaba era aprender a levantarse por su propia cuenta.
Dentro de la cama, el animalillo parecía removerse, ¿estaría bien? Esperaba que así fuera, pero cuando notó que pasaba por debajo de sus rodillas dobladas y salía por el lado contrario, lo supo, no había sido así, sin embargo, la mujer finalmente se levantó y salió del cuarto dandole un beso en la frente.
Cuando la puerta se cerró, Bea dio un suspiro y se hundió en la cama para, en seguida, dejarse caer hacia un lado y mirar al mapache, que se encontraba acurrucado. Se mordió los labios, preocupada y cortó un trozo del sandwich de queso.
- Hey, Brave, perdona.- murmuró mostrandole la comida para que subiera con ella.- ¿estás bien?- le preguntó como si fuera a responderle.
La señora Marie la había cuidado desde niña, prácticamente la había criado ella, y se preocupaba tanto que a Bea le daba la impresión que era más su madre que su propia madre, que probablemente estaba, en ese instante, tomando el sol en algún lugar de la toscana. Pero no podía culparla, su madre había pasado un año horrible, el peor de su vida, al igual que ella, sin embargo, Beatrice había salido a flote, la habían vuelto a hundir, y había vuelto a reflotar, sola.
Su madre no había sido educada para ello, era una mujer de su casa, madre y esposa amantísima, organizaba el hogar, tejía, leia y daba presencia en sociedad. Ella, en cambio, había visto desde niña que debía ser fuerte, desde su secuestro supo que no debía esperar un abrazo, que como muhco le darían una sonrisa de aprobación, y que lo que más necesitaba era aprender a levantarse por su propia cuenta.
Dentro de la cama, el animalillo parecía removerse, ¿estaría bien? Esperaba que así fuera, pero cuando notó que pasaba por debajo de sus rodillas dobladas y salía por el lado contrario, lo supo, no había sido así, sin embargo, la mujer finalmente se levantó y salió del cuarto dandole un beso en la frente.
Cuando la puerta se cerró, Bea dio un suspiro y se hundió en la cama para, en seguida, dejarse caer hacia un lado y mirar al mapache, que se encontraba acurrucado. Se mordió los labios, preocupada y cortó un trozo del sandwich de queso.
- Hey, Brave, perdona.- murmuró mostrandole la comida para que subiera con ella.- ¿estás bien?- le preguntó como si fuera a responderle.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Di no a las pieles #Beatrice
La señora sirvienta de la casa no dejaba de hablar y por suerte, no escuchó mi pequeño estornudo, o si lo hizo, no dijo nada. Estaba preocupada por Beatrice, se notaba un tanto de preocupación en su voz. Al final, pude notar como se acercaba hasta la cama, besaba a Beatrice y se marchaba. Me quedé todavía bajo la cama por precaución, no sabía si se había marchado para siempre o solamente para unos instantes, y no quería correr riesgos, una escoba podía suponer una gran arma letal contra mi pequeña cabeza.
Bea apareció boca acabo, seguro que si le estiraba del brazo, se caía al suelo. El olor a queso fundido me hizo salivar y salí de mi escondite. Subí a mi cama y me quedé sentado entre sus piernas, cogiendo la mitad del sandwich con mis manos y comiéndomelo despacio. Este queso estaba muy muy bueno. Antes de marcharme, me pasaría por la cocina a ver que podía pillar, esa sirvienta cocinaba muy bien.
La mitad del sandwich duró menos que un caramelo a un niño. Me sentía completamente lleno, incluso tenía un poco de dolor de barriga por lo lleno que estaba. Había comido más este día que en semanas. Quizás cuando ella volviese a dormir, iría a mi casa, les contaría a mis padres donde había estado y volvería, ella me había puesto nombre, cuando alguien ponía nombre a un animal era por que lo quería como mascota ¿no? Así que... Podría venir siempre que quisiera, era una fianza de que no iba a pasar más hambre.
Me quité las migas que habían caído de mi pelaje y también las que había en la cama. No quería ensuciarle la habitación y que estuviera incómodo. Levanté mi cabeza y la eché un poco hacía atrás, viéndola del revés. Era guapa hasta mirándola de esta forma. Me incorporé, poniendome sobre dos patas, me giré para mirarla y le di un pequeño abrazo a modo de agradecimiento. Era muy maja y muy buena con los animalitos salvajes.
Bea apareció boca acabo, seguro que si le estiraba del brazo, se caía al suelo. El olor a queso fundido me hizo salivar y salí de mi escondite. Subí a mi cama y me quedé sentado entre sus piernas, cogiendo la mitad del sandwich con mis manos y comiéndomelo despacio. Este queso estaba muy muy bueno. Antes de marcharme, me pasaría por la cocina a ver que podía pillar, esa sirvienta cocinaba muy bien.
La mitad del sandwich duró menos que un caramelo a un niño. Me sentía completamente lleno, incluso tenía un poco de dolor de barriga por lo lleno que estaba. Había comido más este día que en semanas. Quizás cuando ella volviese a dormir, iría a mi casa, les contaría a mis padres donde había estado y volvería, ella me había puesto nombre, cuando alguien ponía nombre a un animal era por que lo quería como mascota ¿no? Así que... Podría venir siempre que quisiera, era una fianza de que no iba a pasar más hambre.
Me quité las migas que habían caído de mi pelaje y también las que había en la cama. No quería ensuciarle la habitación y que estuviera incómodo. Levanté mi cabeza y la eché un poco hacía atrás, viéndola del revés. Era guapa hasta mirándola de esta forma. Me incorporé, poniendome sobre dos patas, me giré para mirarla y le di un pequeño abrazo a modo de agradecimiento. Era muy maja y muy buena con los animalitos salvajes.
Nahuel- Cambiante Clase Baja
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