AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Heartless
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Heartless
Había ido a París con la idea de asistir a un entierro. En cambio, asistió a una fiesta.
Al menos por un rato, Alissa quería olvidar que estaba enferma, por eso insistió en que, a pesar de su condición, la familia llevara a cabo la celebración por el nacimiento del primer hijo varón de Ada, la menor de los Von Auffenberg.
—La vida equilibra, Franz. Yo me iré pronto, pero mira, un heredero ha llegado a nuestra familia, por fin —le había dicho ella, quien había enviudado sin que le hubiera sobrevivido ni un solo varón. La historia de los padres de Franz se repetía en dos de sus hermanas, tal vez no en las tres porque Katja ni siquiera había estado casada; por mucho tiempo, se pensó que era una maldición, pero ahora había una luz de esperanza… en medio de la sombra de la muerte que sobrevolaba a Alissa—. ¿Cómo no vamos a celebrarlo?
Fue así que se dispuso en la residencia Von Auffenberg de París una fiesta en honor al recién nacido. Todos estaban allí, y Alissa, quien aún tenía fuerzas para estar fuera de la cama (aunque no por mucho tiempo), aprovechó para hablar un poco con todos, en parte para desmentir el rumor que corría por las calles parisinas respecto a su mal estado de salud, en parte y a la vez, para despedirse porque, como Franz podía ver, estaba convencida de que era la última vez que los veía. Y, no obstante, no dejaba de sonreír.
A él le costaba más simular que todo estaba bien. Sus sonrisas eran falsas; sus apretones de manos, débiles. Él también tenía que hablar, sino con todos, por lo menos con todos aquellos que le preguntaban por sus viajes, un tema del que no podía escapar. Algo tenía que decir. Y es que hacía años que Franz Von Auffenberg no pisaba la ciudad de París. El problema era que no quería contar en qué había ocupado el tiempo: muchas cosas eran indecibles. Además, ¿qué les importaba? Si contenía la rudeza era porque el protocolo era más fuerte que el mal humor, aun en momentos de crisis como el que estaba atravesando, en secreto, la familia austríaca. Pero de todos modos era evasivo y de pocas palabras, amables, apropiadas, sí, pero escasas.
Alissa lo rescató cuando, siempre con extrema educación, interrumpió una de sus charlas para pedirle que también la rescatara: se sentía aturdida dentro la enorme mansión, el bullicio le hacía doler la cabeza y quería que su hermano mayor la acompañara a dar un pequeño paseo por el jardín. «No, a mis aposentos no, Franz. Estoy allí prácticamente las veinticuatro horas del día. Necesito aire fresco», le dijo, pues la primera reacción de él fue tratar de conducirla hacia el dormitorio, si tan mal se sentía. Después, supo que lo que Alissa quería en realidad era despedirse de él también, por las cosas que empezó a decir una vez que estuvieron —aparentemente solos— en las afueras de la casona: que lo quería mucho, que lo había echado de menos, que cuidara de los padres de ambos y de sus sobrinos, sobre todo de sus propias niñas, que habían quedado con la familia del padre cuando éste murió.
—Basta, Alissa —la regañó Franz cuando no pudo escuchar más.
Caminaban lentamente, tomados del brazo, por un sendero de piedra rodeado de rosas. Al pasar, Alissa suspiró y las rozó con la punta de los dedos, como diciéndole adiós a ellas también. Respiró profundo la brisa de la noche y espetó más claramente que nunca, para que lo entendiera de una vez:
—Me voy a morir, Franz.
—No.
—Sí —respondió ella—. Así lo siento. Y lo tengo asumido. Eres tú quien… —Una violencia tos le impidió concluir la oración. Franz la tomó de la cintura con una mano mientras con la otra sostenía la mano libre de ella, como si temiera que perdiera el equilibrio en cualquier momento. No ocurrió, aunque Alissa se sujetó fuertemente de él, como si tuviera el mismo temor—. Lo siento, lo siento… Estoy bien. Creo que tienes razón, debería ir a mi habitación.
En ese momento, salió de la casa su otra hermana, Katja, preguntando qué estaba ocurriendo. Rápidamente, Franz le ordenó que llevara a Alissa al dormitorio. Fue entonces que se quedó ahí solo, a la intemperie, mirando primero cómo sus dos hermanas desaparecían dentro de la mansión, suspirando después, con pena y furor. Se apoyó en la columna de un arco cubierto por enredaderas y murmuró un par de insultos en alemán. Tal vez en el fondo sí tenía corazón. Y ese era el problema.
Al menos por un rato, Alissa quería olvidar que estaba enferma, por eso insistió en que, a pesar de su condición, la familia llevara a cabo la celebración por el nacimiento del primer hijo varón de Ada, la menor de los Von Auffenberg.
—La vida equilibra, Franz. Yo me iré pronto, pero mira, un heredero ha llegado a nuestra familia, por fin —le había dicho ella, quien había enviudado sin que le hubiera sobrevivido ni un solo varón. La historia de los padres de Franz se repetía en dos de sus hermanas, tal vez no en las tres porque Katja ni siquiera había estado casada; por mucho tiempo, se pensó que era una maldición, pero ahora había una luz de esperanza… en medio de la sombra de la muerte que sobrevolaba a Alissa—. ¿Cómo no vamos a celebrarlo?
Fue así que se dispuso en la residencia Von Auffenberg de París una fiesta en honor al recién nacido. Todos estaban allí, y Alissa, quien aún tenía fuerzas para estar fuera de la cama (aunque no por mucho tiempo), aprovechó para hablar un poco con todos, en parte para desmentir el rumor que corría por las calles parisinas respecto a su mal estado de salud, en parte y a la vez, para despedirse porque, como Franz podía ver, estaba convencida de que era la última vez que los veía. Y, no obstante, no dejaba de sonreír.
A él le costaba más simular que todo estaba bien. Sus sonrisas eran falsas; sus apretones de manos, débiles. Él también tenía que hablar, sino con todos, por lo menos con todos aquellos que le preguntaban por sus viajes, un tema del que no podía escapar. Algo tenía que decir. Y es que hacía años que Franz Von Auffenberg no pisaba la ciudad de París. El problema era que no quería contar en qué había ocupado el tiempo: muchas cosas eran indecibles. Además, ¿qué les importaba? Si contenía la rudeza era porque el protocolo era más fuerte que el mal humor, aun en momentos de crisis como el que estaba atravesando, en secreto, la familia austríaca. Pero de todos modos era evasivo y de pocas palabras, amables, apropiadas, sí, pero escasas.
Alissa lo rescató cuando, siempre con extrema educación, interrumpió una de sus charlas para pedirle que también la rescatara: se sentía aturdida dentro la enorme mansión, el bullicio le hacía doler la cabeza y quería que su hermano mayor la acompañara a dar un pequeño paseo por el jardín. «No, a mis aposentos no, Franz. Estoy allí prácticamente las veinticuatro horas del día. Necesito aire fresco», le dijo, pues la primera reacción de él fue tratar de conducirla hacia el dormitorio, si tan mal se sentía. Después, supo que lo que Alissa quería en realidad era despedirse de él también, por las cosas que empezó a decir una vez que estuvieron —aparentemente solos— en las afueras de la casona: que lo quería mucho, que lo había echado de menos, que cuidara de los padres de ambos y de sus sobrinos, sobre todo de sus propias niñas, que habían quedado con la familia del padre cuando éste murió.
—Basta, Alissa —la regañó Franz cuando no pudo escuchar más.
Caminaban lentamente, tomados del brazo, por un sendero de piedra rodeado de rosas. Al pasar, Alissa suspiró y las rozó con la punta de los dedos, como diciéndole adiós a ellas también. Respiró profundo la brisa de la noche y espetó más claramente que nunca, para que lo entendiera de una vez:
—Me voy a morir, Franz.
—No.
—Sí —respondió ella—. Así lo siento. Y lo tengo asumido. Eres tú quien… —Una violencia tos le impidió concluir la oración. Franz la tomó de la cintura con una mano mientras con la otra sostenía la mano libre de ella, como si temiera que perdiera el equilibrio en cualquier momento. No ocurrió, aunque Alissa se sujetó fuertemente de él, como si tuviera el mismo temor—. Lo siento, lo siento… Estoy bien. Creo que tienes razón, debería ir a mi habitación.
En ese momento, salió de la casa su otra hermana, Katja, preguntando qué estaba ocurriendo. Rápidamente, Franz le ordenó que llevara a Alissa al dormitorio. Fue entonces que se quedó ahí solo, a la intemperie, mirando primero cómo sus dos hermanas desaparecían dentro de la mansión, suspirando después, con pena y furor. Se apoyó en la columna de un arco cubierto por enredaderas y murmuró un par de insultos en alemán. Tal vez en el fondo sí tenía corazón. Y ese era el problema.
Última edición por Franz Von Auffenberg el Sáb Oct 22, 2016 11:03 pm, editado 3 veces
Franz Von Auffenberg- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/08/2016
Re: Heartless
El secreto
Muy de madrugada, la pesada compañía de Mignola transportó en jaulas aseguradas a la jauría entera de mastines. Desde la casa de campo hasta el palacio en París en donde vivirían en el patio trasero, en la zona de los esclavos aunque claro, los enormes perros tendrían mejor calidad de vida. Tal gasto se llevó a cabo solamente para complacer a la pequeña Marie, quien dormía plácidamente en su cama de reina mientras el corazón le decía que sus cachorros estaban en camino. En efecto, al abrir los ojos pasado el mediodía, encontró a toda la jauría alrededor de su cama, atentos con las orejas bien dispuestas y las colas ondeantes para saludarla.
El líder de casi ciento cincuenta libras llamado Papillon y pelaje tan negro como la noche, yacía a su lado, en posición de guardia, observándola dormir. El gritito de felicidad de Marie al verlos los alertó y comenzaron a caminar hacia la cama pero no subieron, esperaron ansiosos porque la pequeñísima pelirroja, cuyo cabello rojizo óxido le rodeaba todo el cuerpo por el largo y la abundancia, quedó aún suspendido entre ella y la cama. La olfatearon, la lamieron algunos y ella gustosa se tiró al suelo para recibir y dar los mimos. Era como si esas bestias cuya dieta incluía a veces humanos, negros para ser exactos, se volvieran mansos corderos a su lado.
Las señoritas encargadas de Marie pegaron también un grito, aunque no propiamente de felicidad sino de susto, de pavor. Los perros les gruñeron pero las dejaron en paz después de recibir la orden de la voz tierna e infantil de su ama. Ese día acudiría a una pequeña celebración por el nacimiento de algún niño al que ella no le daba importancia, pero al parecer, su padre sí. Así que tomó un baño de esencias mientras le untaban en el cabello aceites de aromas delicados y naturales para conservar el color rojizo y que el verde de su nacimiento se atenuara. Después del baño y entre juegos con sus animales, la vistieron y peinaron, colocándole un tocado de rosas pálidas entre las larguísimas hebras entrelazadas. Cuando la dejaron medio lista, Marie parecía una de sus incontables muñecas de porcelana.
Sus hermanos también estuvieron listos bastante rato antes, comieron en los jardínes y jugaron el resto de la tarde hasta que fue tiempo de ajuarearla. Un vestido de finísimas telas en color blanco, guantes del mismo color y los zapatos pequeñísimos de raso terminaron de hacerla lucir como una visión angelical, nada más lejos de la realidad, pensarían sus sirvientes. Cordelia fue quien le encendió las mejillas con ligeros pellizquitos mientras la niña se retorcía para escapar de sus manos, chillando que no quería ir a la fiesta, que quería seguir jugando en casa con sus perros y sus hermanos, pero no podía ser.
A la hora pactada y en dos carruajes enormes, todos los Mignola partieron hacia la residencia donde se celebraría la vida. Marie por supuesto, no prestó atención a nadie y como si lo supiera con certeza, escapó en cuanto pudo para ir al jardín en dónde se perdió por un buen rato, admirando las flores del lugar. Recitó un par de sonetos hasta que sonrió con cierta malicia y en el momento exacto, se dio la vuelta para sorprender a quien quería sorprenderla. Era él… Philippe. — Creí que no llegarías nunca — dijo mientras él se acercaba y la tomaba por diminuta cintura para acercarla a su cuerpo con brusquedad y pasión. Marie se enrojeció por completo y libró la intensa mirada del hombre para agachar el rostro, apenada por tales muestras de una pasión que no llegaría a comprender jamás y que la dejaban totalmente indefensa. Philippe la tomó por el mentón y le dio un beso suave en los labios, haciendo que su estómago se encogiera y apretara los puños contra su pecho, justo por las insignias de sus logros en el ejército. - Perdóname mi amor, tuve que escaparme… Te extraño cada día más, no puedo esperar para hablar con tu padre y que seas mía.
Marie se separó de él como pudo después de recobrar las fuerzas y escondió el rostro en una de sus manos enfundada en los guantes de seda. — Por favor, no digas esas cosas… me apenan mucho, yo… — suspiró y se mordió el labio inferior, volteó a verlo de nuevo y le sonrió. — ¿Te gusta mi vestido? — preguntó de forma pueril mientras extendía la falda de éste para lucirlo mejor. En respuesta, Philppe se abalanzó sobre ella para abrazarla de nuevo, provocando una serie de risitas y grititos femeninos, mientras intentaba liberarse de sus fuertes brazos sin quererlo en verdad. El pequeño escándalo de la niña comenzó a hacerse más audible, aunque les importó muy poco a ambos, estaban solos… ¿no?....
Última edición por Marie Claire Mignola el Dom Oct 23, 2016 12:32 am, editado 1 vez
Marie Claire Mignola- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/07/2016
Re: Heartless
Apretó fuertemente los dientes y, de la pura frustración, le dio un puñetazo a la columna contra la que aún tenía la frente recargada. Los huesos de la mano crujieron de inmediato contra el duro material con el que estaba conformado el arco. Si no se rompió los nudillos en ese mismísimo instante, fue porque la tupida planta que envolvía la columna amortiguó un poco el impacto; pero le quedaron colorados y, como su expresión lo reveló, también adoloridos. Al acallar sus gruñidos de rabia y dolor, escuchó unas risillas, unos grititos y, prestando mayor atención, percibió el particular murmullo de las hojas cuando hay movimiento entre la vegetación.
Frunció el ceño: ¿qué diablos?... Alzó el rostro para mirar alrededor. Era difícil ubicar con la vista de dónde provenía el ruido entre tanta oscuridad, pero el ruido mismo lo guió por el sendero de piedra por el que comenzó a transitar con sigilo en dirección a unos arbustos frondosos. ¿Por qué seguía? No era como si no supiera lo que iba a encontrar. Lo que escuchaba era bastante claro. Tal vez nada más quería ver quiénes eran los inmorales que se atrevían a hacer esas cosas en la residencia Von Auffenberg.
Sin embargo, cuando estaba llegando, debieron oír sus pasos en las piedras del sendero o tal vez el roce accidental de sus ropas contra una de las plantas que lo bordeaban, porque antes de que pudiera ver la escena que se desarrollaba detrás de las plantas, hubo un silencio y, después, una huida. Cuando dio la vuelta por el arbusto, sólo encontró allí a Marie Claire Mignola, lo cual no era un detalle menor. De todas las muchachas que habían asistido a la fiesta, su ex cuñada era la que menos hubiera esperado encontrar en aquella situación.
—Señorita Mignola —la nombró, mirándola con cierta sorpresa—. ¿Qué hace usted aquí? —preguntó lo obvio.
Frunció el ceño: ¿qué diablos?... Alzó el rostro para mirar alrededor. Era difícil ubicar con la vista de dónde provenía el ruido entre tanta oscuridad, pero el ruido mismo lo guió por el sendero de piedra por el que comenzó a transitar con sigilo en dirección a unos arbustos frondosos. ¿Por qué seguía? No era como si no supiera lo que iba a encontrar. Lo que escuchaba era bastante claro. Tal vez nada más quería ver quiénes eran los inmorales que se atrevían a hacer esas cosas en la residencia Von Auffenberg.
Sin embargo, cuando estaba llegando, debieron oír sus pasos en las piedras del sendero o tal vez el roce accidental de sus ropas contra una de las plantas que lo bordeaban, porque antes de que pudiera ver la escena que se desarrollaba detrás de las plantas, hubo un silencio y, después, una huida. Cuando dio la vuelta por el arbusto, sólo encontró allí a Marie Claire Mignola, lo cual no era un detalle menor. De todas las muchachas que habían asistido a la fiesta, su ex cuñada era la que menos hubiera esperado encontrar en aquella situación.
—Señorita Mignola —la nombró, mirándola con cierta sorpresa—. ¿Qué hace usted aquí? —preguntó lo obvio.
Franz Von Auffenberg- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/08/2016
Re: Heartless
...Fate
Y sobre su pequeño escándalo, el ruido de la otra presencia se alzó alertando a los jóvenes amantes, provocando la pronta ausencia del que más desventajas tenía. Marie, medio despeinada y con las mejillas y labios ardiendo, se encontró de frente con la imponente figura de alguien a quien esperaba desde hacía años, pero que, eclipsado por el amor juvenil del que había escapado, ya no representaba tanto júbilo en su corazón.
Al contrario, lo miró con cierto recelo y haciendo la debida reverencia, graciosa y grácil como se esperaba en su persona, buscó la manera de también salir de ahí sin dar ninguna explicación, después de todo, si había escuchado algo e iba a decirle a su padre, podría meterla en problemas serios. — Monsieur Von Auffenberg — dijo, con mala entonación porque siempre siempre se le habá dificultado el nombre del que fuera el prometido de su hermana. Se levantó y colocando ambas manos juntas sobre su vientre, le sonrió de forma encantadora, casi coqueta, como siempre lo hacía con la gente de su clase. — Estaba admirando las flores, ¿no cree que son hermosas?
Se dispuso a dar un par de pasos hacia él, para encaminarse directo a la residencia en donde se perdería de vista y bailaría seguramente, intentando pasar una velada tranquila, a pesar de los temores de su corazón. — ¿Y usted? La noche es preciosa, ¿a que sí? Apuesto que también salió para admirarla… — volteó a verle entonces y el largo de su vestido hizo el sonido tenue del arrastre en la piedra del camino rodeado de flores que perfumaban el ambiente. — ¿Volverá? — preguntó un tanto cínica, ofreciéndole su compañía para el regreso a la residencia, queriendo ganar ventaja para que la escena que acababa de presenciar, se quedara solamente entre ellos tres.
Marie Claire Mignola- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/07/2016
Re: Heartless
No era idiota. A él no lo engañaba y pretendió hacérselo saber con una mirada por demás incrédula, hasta un poco sarcástica, cuando ella inventó aquella excusa. Arqueó una ceja; tal vez en otra ocasión hubiera confiado en esas palabras, después de todo, las flores del jardín de los Von Auffenberg eran realmente llamativas, más las especies que abrían sus pétalos de noche, y más para las jovencitas como Marie, tan pendientes de esas cosas; pero no podía obviar lo que había escuchado y, de hecho, revisó un poco, con disimulo, alrededor del arbusto.
En ningún momento dio explicaciones de por qué estaba él allí, sino que la dejó suponer lo que quisiera y, aceptando la invitación, se giró hacia ella para acompañarla en el camino de vuelta a la mansión, a sabiendas de que no había nada más que hacer allí, aunque de todos modos miró hacia atrás por encima de su hombro, como buscando aún al fugitivo que intuía que todavía debía andar por ahí. Podría no haber dicho nada al respecto, quedarse totalmente fuera del caso y olvidarlo; no era como si no tuviera asuntos más importantes —y ciertamente, más propios— de los que ocuparse. Pero incluso sabiendo que no le incumbía, o tal vez pensando que sí porque después de todo se trataba del jardín de su familia, acabó por preguntar:
—Ahora dígame la verdad, señorita Mignola, ¿con quién estaba usted admirando las flores? —remarcó lo último con cierto cinismo, mirándola con una sonrisa mientras la escoltaba del brazo por el mismo sendero por el que él había venido.
En ningún momento dio explicaciones de por qué estaba él allí, sino que la dejó suponer lo que quisiera y, aceptando la invitación, se giró hacia ella para acompañarla en el camino de vuelta a la mansión, a sabiendas de que no había nada más que hacer allí, aunque de todos modos miró hacia atrás por encima de su hombro, como buscando aún al fugitivo que intuía que todavía debía andar por ahí. Podría no haber dicho nada al respecto, quedarse totalmente fuera del caso y olvidarlo; no era como si no tuviera asuntos más importantes —y ciertamente, más propios— de los que ocuparse. Pero incluso sabiendo que no le incumbía, o tal vez pensando que sí porque después de todo se trataba del jardín de su familia, acabó por preguntar:
—Ahora dígame la verdad, señorita Mignola, ¿con quién estaba usted admirando las flores? —remarcó lo último con cierto cinismo, mirándola con una sonrisa mientras la escoltaba del brazo por el mismo sendero por el que él había venido.
Última edición por Franz Von Auffenberg el Dom Nov 13, 2016 12:28 am, editado 2 veces
Franz Von Auffenberg- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/08/2016
Re: Heartless
...Fate
Lo tomó del brazo una vez él se acercó. Aunque lo hacía con cierto disimulo, no escapaba a la mirada de Marie el hecho de que insistía en buscar a quien la acompañaba en el ejercicio nocturno de mirar flores. Marie simplemente le devolvió la sonrisa con una picardía bastante impropia y aprovechando la -enorme- diferencia de estaturas, ocultó el rosto y en la otra mano enguantada y exquisita. — Pasaré por alto sus palabras Monsieur Von Auffenberg, en nombre del lazo familiar que un día estuvimos a punto de tener. No es mi intención ocasionar un problema entre nuestras familias debido a su errónea perspicacia…
Marie podía ser exquisita, pequeña, frágil, casi inofensiva y mustia para las personas que la llegaban a conocer, pero lo cierto es que, era muy inteligente. Esperó que sus palabras le bastaran a Monsieur Von Auffenberg para que no insistieron y así permaneció en silencio hasta llegar a la entrada de la Mansión; las miradas de los demás se posaron en ellos pues no iban acompañados de ningún chaperón y eso causó los murmullos malintencionados de algunas invitadas, que tenían la mirada puesta en Franz y en su familia.
— Gracias, Monsieur — dijo Marie, y se retiró después de hacer una graciosa reverencia. A tiempo justo llegaron para ocupar sus lugares en el banquete donde la jovencita se sentó a un lado de su padre, orgulloso de ella y de su comportamiento desenvuelto y respetuoso… A propósito, durante toda la cena, buscó la plática de otros y sus risitas se alzaban por encima del volumen permitido, sobretodo cuando algún caballero la halagaba, jugando así un poco con el anfitrión, deseando que aún sospechara de cualquiera de los invitados.
La coquetería natural de la niña fue más que evidente, al día siguiente era un hecho de que todos hablarían de su desfachatez, incrementando más los rumores de su comportamiento dentro de casa, más por su padre, quien la miraba embelesado y no le ponía un alto, ni siquiera cuando lanzó un gritito, mezcla de indignación y diversión cuando un comentario algo picante le fue dedicado. Volteó a ver a Franz, alzando una ceja, ofendida o al menos pretendiendo que lo estaba. Igual Mignola, quien dejó la copa de vino de forma violenta, para terminar con la escena que ella misma había provocado.
Marie Claire Mignola- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/07/2016
Re: Heartless
—¿Errónea? —repitió con una sonrisa irónica—. En nombre del lazo familiar que un día estuvimos a punto de tener, señorita Mignola, no me tome por idiota —le respondió con una suavidad que contrastaba con la brusquedad natural de la palabra «idiota».
Alterado como estaba por la enfermedad de su hermana y lo que interpretó como una despedida (interrumpida por uno de los tantos malestares que padecía Alissa), no tenía ganas de andar con el filtro de la formalidad y la buena educación en la boca y bastante había aguantado ya dentro de la mansión, donde había estado acumulando estrés por el hecho de tener que fingir que todo estaba bien y socializar cuando no quería hacerlo.
En suma, esa elección de palabras relativamente impulsiva fue producto de un pequeño estallido que se permitió tener con Marie, en buena parte motivado por la molestia de saber que le estaba mintiendo en la cara. Buscando dejarle esto en claro, al separar sus caminos una vez de vuelta en la mansión, le dijo con una pequeña sonrisa, después de que ella lo saludara con una reverencia:
—Sé lo que oí. —Era una advertencia: «No me tomes por imbécil». Sin esperar respuesta, caminó hacia la mesa, donde su familia le tenía reservado un lugar cerca del extremo ocupado por su padre. A un lado de su asiento se encontraba su hermana Katja, quien lo recibió con una pregunta algo brusca, pero expresada en voz baja y con disimulo, pues era de mala educación secretear en la mesa, más en un idioma foráneo como lo era el alemán entre tantos franceses:
—¿Dónde estabas?
—¿Afuera? —contestó él, vacilando únicamente por el propio desconcierto ante aquella pregunta que no esperó, no de parte de ella—: Tú me viste. ¿Cómo está Alissa?
—Bien, en sus aposentos. ¿Qué hacías afuera, a solas con la señorita Mignola? —continuó ella.
—¿Qué?
Un carraspeo por parte del padre de ambos los interrumpió, no porque los hubiera escuchado, sino porque estaba a punto de decir unas palabras él mismo. Todos hicieron silencio para recibir algo así como una bienvenida a la residencia Von Auffenberg, Herr Von Auffenberg recordó los motivos de la celebración y hubo aplausos y felicitaciones. Luego empezaron a comer.
—Hablaremos después —dijo Katja, enojada, manejando los cubiertos sobre su propio plato, sin dirigirle la mirada de nuevo a su hermano, quien sintió la necesidad de probar más que nada el vino.
—No hay nada de qué hablar. Estás imaginando cosas —dijo Franz mientras bebía para mantener la calma, sobre todo cuando frente a él tenía a la muchacha con la que su hermana, como varios otros, lo habían visto entrar desde el patio trasero sin ningún otro acompañante. Sólo después de las preguntas de Katja se había dado cuenta de su error. Lo único que faltaba ahora era que pensaran que tenía algo con la hermana de su prometida fallecida, cuando en realidad casi la había atrapado a ella teniendo algo con alguna otra persona que no sabía quién era.
Marie se comportaba con excesiva extroversión. Sus risillas a menudo lo interrumpían mientras trataba de oír lo que le decía el hombre que estaba al otro lado de Katja; por último cuando su padre, al otro lado de él, le preguntó qué le pasaba, ¿tal vez estaba siendo demasiado notoria su molestia?
—Es sólo que me duele la cabeza. Creo que es el vino —dio la excusa perfecta, cruzando una mirada con Marie, en el momento en que el señor Mignola, por fin, pareció ponerle un límite. Entonces bajó la cabeza, escondiendo de todos una sonrisa casi burlesca que, no obstante, permitió que Marie viera.
Franz Von Auffenberg- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/08/2016
Re: Heartless
look at me...
Marie tomó su copa de vino, servido más por atención que por intención y dio un sorbo encontrando el sabor más que horrible, ese mismo malestar lo pasó a los demás invitados quienes comenzaron a presentar un malestar generalizado, el sabor del vino les provocó arcadas mientras Marie, con una ceja alzada en tono de victoria, miraba a Franz a quien también había dedicado aquel pequeño encantamiento. Una muestra mínima de su poder que quedó zanjado por la mirada de su padre. Pocos minutos después, desapareció la molestia dejando el ambiente caldeado y algo incómodo.
La jovencita se comportó como debía el resto de la cena, después el anfitrión dio paso a los invitados al gran salón de baile donde comenzaron a anotarse en los libros de baile de las damas, el cotillón fue el más celebrado y fue Marie la que recibió más invitaciones debido al morbo que despertaba tener a una dama tan joven, hermosa y con tan curiosa reputación. Con el primero que bailó fue con su padre que le sacaba bastante en altura, igual que los demás, era tan pequeña y grácil que parecía una muñeca finísima en los brazos de los caballeros que bailaban con ella, sonreía, conversaba, hacía las delicias de propios y extraños pero su mirada estuvo concentrada todo el tiempo en Franz, en su molestia, en su indignación.
Lo envolvió en ella misma, en su aroma el cual colmó la gran sala, en su risa que se encargó de enviar directamente a sus pensamientos los cuales convirtió en algo que él mismo no deseaba, »mírame...« susurró para él y sólo para él.
Marie Claire Mignola- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/07/2016
Re: Heartless
—Algo tiene este vino —reconoció Herr Von Auffenberg mirando la copa con extrañeza.
—¿Algo? —preguntó Franz, por un momento temiendo lo peor al evocar la muerte de Bianca por culpa de una bebida. Pero Herr Von Auffenberg parecía tranquilo. Y es que después de lo ocurrido con la prometida de Franz, varias familias reales y aristócratas habían decidido colocar o reforzar la barrera de los catadores: esclavos que eran obligados a arriesgar sus vidas probando con antelación todo alimento destinado a ser consumido por sus amos. Así que si el vino estaba en la mesa era porque ninguno de los catadores había manifestado síntomas después de beberlo.
—Sí, no sé cómo explicarlo…
Franz olió el vino de su propia copa. No percibió nada raro, pero tampoco volvió a beber de él. Al menos nadie murió esa noche para cuando llegó la hora del baile. Hasta estaba animado el ambiente. Katja, quien hasta entonces lo había ignorado como siempre que estaba enfadada con él, en ese momento lo quiso sacar a bailar, pero él se rehusó alegando otra vez a un dolor de cabeza inexistente. Estaba de pie fuera de la pista de baile, contemplando a quienes la recorrían al ritmo de la música, pero sobre todo a Marie Claire Mignola, a quien no le podía sacar la mirada de encima, quisiera o no.
—Hace rato que estás así. Quizá deberías ir a tus aposentos, querido —propuso su hermana, tomándolo ligeramente del brazo para conducirlo hacia allá.
—No —respondió él, soltándose con delicadeza—. No aún. Con permiso —dijo y se adentró en la zona de baile, caminando directo y firme hacia Marie Claire, a quien solicitó de la mano del hombre con quien danzaba—: ¿Me permite esta pieza?
El hombre se la entregó y Franz la tomó por la cintura con una mano y de la mano con la otra, haciéndola retomar el baile porque eso era lo que se hacía en la pista, bailar. Mientras se desplazaban por ésta al ritmo de la música, Franz la miró profundamente a los ojos; entonces, le preguntó directamente, haciendo a un lado las formalidades:
—¿A qué estás jugando, Marie?
Franz Von Auffenberg- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/08/2016
Re: Heartless
can't breath
No sólo obedeció encarecidamente, sino que llevado por algo más que un encantamiento se aproximó a ella llenándola de un regocijo que sabía, tendría consecuencias. Podía sentir ahí tan lejana como estaba, la mirada de Cordelia reprendiéndola por esas pequeñas travesuras que tan divertida la mantuvieron esa noche, diversión a costa de Franz Von Auffenberg quien atravesaba la pista y a las felices parejas que bailaban para abordarla y pedir su mano a su compañero en turno. Marie hizo la reverencia debida y le ofreció la delicada extremidad la cual fue aferrada con fuerza, lo mismo que su diminuta cintura. Emitió un quejido ante la brusquedad y lo miró desde su altura visiblemente atribulada. — ¿A qué…? ¿A qué se refiere Monsieur?
Apoyó su mano libre en el pecho del caballero para empujarlo débilmente, sus mejillas, coloreadas desde antes por el esfuerzo del baile ahora estaban encendidas y una extraña emoción le recorrió las piernas hasta perderse en su bajo vientre. Tragó grueso e inclinó el rostro hacia un lado, buscando con la mirada a su padre o a cualquiera que pudiese interrumpir esa escena que escapaba a su poder. — Por favor, me está lastimando… — murmuró quedito ante el agarre de su cuerpo. Se mordió el labio inferior y alzó el rostro para encontrarse con la intensa mirada del autriaco. — Necesito aire… — dijo firme, empujándolo para separarse de él y poder caminar hacia alguno de los balcones. ¿Qué sucedía? Eso no lo había conjurado ella, escapaba a su comprensión y era aún más intenso que lo de aquel hombre con el que el mismo Franz la había descubierto jugando a la seducción…
Marie Claire Mignola- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/07/2016
Re: Heartless
—Realmente crees que soy estúpido, ¿verdad? —le respondió aún en medio del baile, pero no pudo explicar en ese momento a qué se refería porque Marie lo apartó, interrumpiendo la danza en medio de lo que pareció una pequeña crisis de nervios que él en el fondo disfrutó; disfrutó haberla puesto nerviosa—. No me extrañaría. Te crees tan superior a los demás... ¡Ven aquí! —la llamó cuando ella finalmente lo empujó lejos de su cuerpo.
Intentó tomarla del brazo para detenerla, pero ella fue más rápida y no fue capaz de atraparla. Sin embargo, aún podía seguirla. Buscando evitar que escapara de él, se abrió paso inmediatamente entre la multitud bailarina para ir detrás de ella, pidiendo permiso y perdón intercaladamente, conforme precisaba que se apartaran del camino o él mismo los chocaba cuando no lo hacían a tiempo, siempre con la mirada alta puesta en la cabellera cobriza que pretendía mezclarse entre las demás hasta confundirlo, hasta perderse de su vista.
Pero no ocurrió así. Aún a cierta distancia, la vio salir a uno de los balcones y fue todo lo que necesitó para encontrarla una vez superados los obstáculos del trecho que faltaba para alcanzarla. Salió al mismo balcón detrás de ella y, volteándola hacia él tras tomarla de la muñeca como si fuera a continuar la danza, recuperó ahí mismo la conversación de la que ella había huido.
—He visto la forma en que me miras, Marie —dijo, acorralándola contra la barandilla—. Y cómo quieres que te mire también… ¿O no es así? ¿No es eso lo que quieres? —le espetó, sabiendo que ella lo negaría todo—. Te lo preguntaré una vez más: ¿a qué estás jugando? ¿Qué es lo que buscas? —indagó, tratando de entender. Fuera lo que fuera, quería oírlo de sus propios labios… los cuales, al mirarlos, le recordaban mucho a los de Bianca.
Última edición por Franz Von Auffenberg el Lun Dic 12, 2016 2:05 am, editado 1 vez
Franz Von Auffenberg- Humano Clase Alta
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Re: Heartless
...
— ¡Deja de pensar en ella! — gritó, luchando por apartarle. No estaba acostumbrada a que manos masculinas la tocaran de esa forma, nadie lo hacía en realidad y además, la mirada de Franz la estremecía. Era como un fuego que la envolvía por completo y la incomodaba, pero más aún la sombra de su hermana ahí en esa escena pues no escapó de su atención el hecho de que Franz mirara sus labios los cuales apretó, como si quisiera alejarlos. — ¡Suéltame! Esto es por demás impropio, suélteme o grito por ayuda. ¡Ayuda!
Se comenzó a remolinear contra él y logró colocarse de espaldas a él, mirando el panorama del enorme jardín perfumado a jazmines y demás flores preciosas, pero a ella le faltaba el aliento, sintiendo detrás de su cuerpo el ajeno, empujando, presionando. Apretó los ojos y alzó la diestra para llevarla justo a la mejilla del austriaco la cual rasguñó con violencia, llevándose entre las finas uñas jirones de piel. Lo empujó entonces con la espalda y con muchísima dificultad, logró deshacerse del acorralamiento y huir unos metros de él, fingiendo -o tal vez no- que estaba asustada, ofendida.
— Haré como si esto jamás hubiese pasado, por su propio bien, Franz Von Auffenberg, pero no quiero que se vuelva a acercar a mí, jamás… ¡JAMÁS!
Marie Claire Mignola- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/07/2016
Re: Heartless
Sin ninguna razón en particular, actuando únicamente por impulso, trató de retenerla cuando ella se empezó a remover para huir de él una vez más. Y no dejó de hacerlo ni aun reconociendo que tenía razón: esto es por demás impropio. ¿Qué estás haciendo, Franz?
—¡Shhh! —Con la mano libre, le intentó cubrir la boca para que no gritara. No había necesidad de alarmar a los demás; tampoco le convenía que alguien viera aquella escena fácilmente malinterpretable. Pero Marie evitó que la callara de esa forma dándose la vuelta. La apretó contra la barandilla, en medio de un extraño forcejeo para voltearla de nuevo, para que no le diera la espalda, el cual culminó cuando ella lo empujó hacia atrás con la espalda misma, aprovechando para escabullirse, bajita y rápida como era.
Pudo haber intentado arrinconarla de nuevo, pero no lo hizo porque ni siquiera él sabía qué pretendía con todo esto. Estaba confundido, ¿qué le hacía aquella niña? Se pasó una mano por el rostro mientras ella le espetaba aquellas palabras que, para colmo, debía agradecer, porque estaba en lo cierto, si ella lo acusaba frente al señor Mignola el escándalo sería tan grande que él tendría que volver a viajar por el mundo… para salvar su cabeza. Comprendía también que no quisiera que se le acercara; él no movió un solo músculo para intentarlo.
—Lo siento, tienes razón —admitió entonces, con voz suave, aún cubriéndose el rostro con las manos, ¿avergonzado?—. Debo dejar de pensar en ella… —dijo respecto de Bianca, cayendo en la cuenta en ese momento de que todo lo que creía que tenía con Marie era debido al parecido físico que guardaba con su difunta prometida, con todo lo que eso implicaba—. Es sólo que este lugar... me trae tantos recuerdos...
Franz Von Auffenberg- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/08/2016
Re: Heartless
I’m not her...
Lo miró dolida en su vanidad. No actuaba de esa forma por su hechizo, sino por Bianca, su maldita hermana que seguía rondando no sólo en casa sino también en aquel lugar. Alzó el mentón infantil y se arregló el vestido que en plena lucha se había estropeado. — Si así trataba a mi hermana, me alegro de que muriera para no tener que soportarlo — espetó sin ninguna especie de consideración. Después, se encaminó con dignidad hacia el interior del palacio, ignorándolo por completo.
En el salón de baile, volvió con su padre y bailó un par de piezas más, ignorando en todo momento las miradas de Franz, concentrándose en sus demás pretendientes hasta que el cansancio la venció y cayó dormida en brazos de su padre quien la condujo hasta el carruaje que los llevaría a su propio hogar. No sin antes, pactar una visita de la familia Von Auffenberg a su casa de campo en donde seguramente, los aires tranquilos harían bastante bien a la enferma.
Esa noche y las que vinieron, Cordelia arreglaría que los sueños de aquel hombre estuvieran impregnados del perfume de la pequeña Marie, de su sonrisa, de su tibieza. La desearía tanto que no tendría paz ni regocijo alguno hasta que no volviera a verla… justo como su niña quería.
Marie Claire Mignola- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/07/2016
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