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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Yízo Sáb Oct 22, 2016 10:22 am

“-Busca hermosas conchas de mar, unas de bonitos colores para que hagan juego con mis ojos, jijijiji-”

El tono chillón de esa pretenciosa y detestable mujer había quedado grabado como si de fuego se tratara en la mente de Yízo. Claramente, una mujer que ya desde su nacimiento tenía más poder y dinero del que podría utilizar en toda su vida terminaba desarrollando ese tipo de carácter, de ninguna manera iba a mostrarse siquiera mínimamente considerada para con él.

“-Sí, Señorita, enseguida-” Había tenido que responder el esclavo con la cabeza agachada, teniendo sumo cuidado en que cada una de las sílabas que dejaba salir de su boca fueran lo más sumisas que pudiera, para luego marcharse sin darle la espalda ni por un segundo. Es así como se hablaba con una condesa, bueno, a menos que fueras alguien en esa maquiavélica sociedad, pero no era el caso de Yízo.

Habían ido con Oswald a la casa de verano de la Señorita Katherine Botherwood invitados por ella en persona. “Invitados” era un modo de decir, claramente era su Amo el que había sido convocado, Yízo solo llegaba por descarte allí, como si fuera parte del equipaje o algo similar. La Dama se había sentido muy atraída por los usuales encantos de su amigo, y había terminado por invitarlo a pasar el fin de semana.

Luego de algunas horas la condesa ya se mostraba mucho más relajada, reía y hacía chistes con Oswald que se salían por mucho de lo protocolarmente permitido. Sus comentarios y ademanes se volvían cada vez más atrevidos, pero claro, Yízo solo se quedaba en un rincón en silencio, su tarea era pasar desapercibido, nadie debía notarlo. Fue entonces que la dama tuvo tan maravillosa ocurrencia, el moreno no estaba prestando atención a la charla, pero creía recordar que lo de las conchas venía a colación de una historia o algo similar.

Así es como había terminado en la playa, en esa tarde ni muy fría, ni muy cálida, juntando restos de caracolas para poder cumplir con el capricho de una mujer de lo más desagradable. De todos modos, quizás así era mejor, al menos podía ver el hermoso mar, sentir el olor a la sal en el aire, y mantenerse alejado de la presencia de la condesa. Decidió que tardaría bastante más de lo necesario buscando esas conchas, de todos modos, seguramente estarían ocupados, quizás el que se había llevado la peor parte era Oswald en realidad.

-Esto sería mucho más sencillo si recordara de que color son sus ojos - No tenía manera de saberlo, no había levantado la vista mientras estaba en su presencia ¡El pedido era imposible de cumplir! Eso sí que era un problema....

Aún así continuó agachado revisando en la arena de esa playa apartada del mundo, ya se las ingeniaría luego para hacerle creer que combinaba con sus ojos o algo similar.
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Mensaje por Larissa Sáb Oct 22, 2016 12:07 pm

Había pasado ya una semana desde mi llegada a París, destino que no descartaba como definitivo si me aseguraba que los mercenarios contratados para darme caza por mi crimen me habían perdido la pista. El hecho de saber que Gerrit, un gran amigo desde hacía años, también se encontraba en la ciudad, me infundía fuerzas para establecer mi vida allí, sabiendo que podría contar con su protección, partiendo de cero y esperando que mi futuro fuese mejor que mi pasado, aunque ésto no sería nada complicado.

Aquella tarde de primavera era mi primer día de descanso en la taberna donde había encontrado trabajo sin problemas como mesera; un trabajo tedioso donde cada noche tenía que lidiar con ebrios caballeros cuyos modales se perdían al ritmo que sus bebidas se vaciaban, donde cada noche me las veía y me las deseaba para salir ilesa del local, y llegar sin sobresaltos hasta el hostal donde todavía me alojaba.

De modo que esa tarde pensaba disfrutarla como si mi vida dependiese de ello, trataría de recargarme de buenas vibraciones para poder enfrentarme a partir de la noche siguiente a una nueva semana de duro trabajo nocturno. Decidí pasear tranquilamente por la playa que sin duda estaría casi desierta; la temperatura todavía no invitaba a permanecer largos ratos frente a la brisa marina, lo cual me proporcionaría de un lugar paradisiaco donde poder disfrutar de la soledad que tanto deseaba; necesitaba perderme, necesitaba sentirme libre y olvidarme de todo aquello que me perseguía. Necesitaba solo por una tarde imaginar que podría ser feliz.

Apenas tardé una hora en llegar hasta tan dichoso lugar, donde me descalcé antes de emprender mi paseo por la orilla de la playa, que como bien había dicho estaba desierta, dejandome embriagar por el sonido de las olas y el olor al salitre que embotaban mis sentidos.
Avancé unos pasos risueña, casi cerrando los ojos para dejarme llevar por aquellas maravillosas sensaciones, cuando de pronto de percaté de un hombre a lo lejos que parecía buscar detenidamente algo en la arena.

Enarqué una ceja confundida por su presencia, y por lo ropajes que llevaba. Parecía un esclavo, al menos eso era lo que su aura me indicaba, aunque su ropa era elegante y refinada. Me acerqué con cautela hasta él, haciendo gala de esa forma felina que me caracterizaba, tratando de averiguar cualquier cosa que me diese ventaja sobre aquel humano que parecía haber perdido algo. Por unos segundos pensé que podría ser una trampa, que mi curiosidad gatuna al final siempre terminaba por meterme en líos, más que demonios, no podía estar siempre preocupada porque me atrapasen; quizás solo fuese un pobre hombre buscando una pertenencia perdida, y al que podría ofrecer mi ayuda.

-Buenas tardes, mi señor.- susurré a su espalda, tratando de no sobresaltarle en demasía, hecho que al parecer no fue posible. El hombre se dio la vuelta, preguntándose probablemente que hacía yo allí mientras clavaba sus oscuros ojos en los míos.- Mi nombre es Larissa, ¿puedo ayudarle a buscar aquello que se le ha perdido?

Me aventuré a dar un paso al frente, ofreciéndole mi mano a modo de saludo, y esperando no haber sido demasiado irrespetuosa por mi intromisión en su quehaceres.


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Mensaje por Yízo Miér Oct 26, 2016 10:40 am

Encontrar trozos de caracoles era sencillo, lo que era difícil era que estuvieran completos, por no decir que era casi imposible. Yízo removía la arena, en un comienzo con el pie, no le gustaba la idea de tener que ensuciarse las manos, pero luego de un rato se dio cuenta que de esa forma se pasaría el día entero allí, por lo que se agacho y comenzó a escarbar, lamentándose internamente. Sabía tres idiomas, podía leer y escribir a la perfección, conocía todas las reglas de etiqueta, los miembros de las familias más importantes de la corte, podía preparar un gran número de cócteles y bailaba bastante bien también... Y ahí lo tenían, haciendo pozos en la arena....

-Las ironías de la vida nunca se acaban... - Claramente el esclavo siquiera escuchó a la muchacha que se acercaba a su espalda, por lo que casi da un salto cuando la escuchó hablar tan cerca suyo. Se la quedó mirando unos segundos, pasmado, pero en seguida la parte más instintiva de su mente reaccionó y le ordenó que se agachara, mostrando respeto hacia esa muchacha - Lo siento mucho, Señorita, no la escuché llegar, mil perdones - No apartaba la vista del piso mientras le hablaba, haciendo lo posible porque la joven no se molestara.

Por lo poco que había visto, parecía ser más joven que él, de piel blanca, cabello claro y mirada felina, no había llegado a notar más detalles, ni hubiese estado bien que se quedara observándola más tiempo. El ofrecimiento de ayuda lo confundió un poco ¿Porque alguien iba a querer ayudar en algo a un esclavo? No le encontraba ningún sentido, pero sí algo le había enseñado la vida es que sí te ofrecían algo lo mejor era primero negarse amablemente.

-Mi nombre designado es Tomas, Señorita, para servirle en lo que necesite - Se presentó educadamente Yízo. Cuando estaba con desconocidos solía decir el nombre cristiano que su Amo le había dado cuando era pequeño, a las personas en general no les gustaba que los esclavos se presentaran con nombres de sus tierras - Oh, no Señorita, no he perdido nada, yo solo estaba cumpliendo con una tarea que se me ordenó - Le explicó continuando con la mirada fija en la arena - La Señorita Katherine Botherwood me envió a buscar unas conchas que hicieran juego con el color de sus ojos, por eso vine a esta playa alejada - Sí habían pocas personas había más posibilidad de encontrarlas enteras, pero además es que no era buena idea estar entre extraños

- No se preocupe, Señorita, una dama como usted no debe realizar tareas tan ingratas, ni rebajarse a ayudar a un simple esclavo como yo. En verdad, es usted muy amable siquiera por pensar en hacerlo - Ese tipo de respuestas llenas de elogios solían servir para que las personas lo dejaran tranquilo y no quedar como un maleducado que rechazaba ayuda.

Prácticamente nadie se ofrecía a ayudarlo nunca, pero con las nuevas tendencias e ideales de los filósofos y los grandes pensadores, algunas personas se mostraban mínimamente más amable con las personas como Yízo. Pero por lo general no tenían verdaderas intenciones de darle una mano, por lo que socialmente se esperaba que el esclavo rechazara amablemente todo tipo de ayuda, así el idealista se marchaba muy conforme consigo mismo por haber sido tan caritativo.

-Me apresurare en buscar lo que se me ordeno y me marcharé de aquí, Señorita, así puede disfrutar del mar.
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Mensaje por Larissa Vie Oct 28, 2016 4:16 am

Enarqué una ceja confundida cuando después de mirarme atónito durante unos segundos, aquel joven hombre de piel morena clavó su mirada en la arena  antes de pedirme disculpas. ¿No debería ser yo quien me disculpase por haberle sobresaltado e interrumpido su tranquilidad? Solía pasarme a menudo que las personas no se percataban de mi presencia hasta que no estaba suficientemente cerca, e imagino que se debería a ese sigilo felino que definía mi naturaleza.

Me acerqué un paso más, poniéndome prácticamente a su altura al tiempo que escuchaba su presentación. Fue entonces cuando comprendí el por qué de su sumisión; el por qué era incapaz de mirarme y seguía agachado en la arena. Aquel hombre era el esclavo de alguien, y al parecer pensaba que yo sería una cortesana, porque me hablaba de una forma que no me correspondía.

Hasta que descubrí que era una cambiante y mis padres me vendieron al primer mercader que se interesó por mí, jamás me había planteado lo horrible que era la vida de un esclavo. Me habían costado innumerables latigazos aprender a obedecer, a encontrar la sumisión que mi amo deseaba; una sumisión que jamás fue real, y quizás muestra de ello fue mi ataque que acabó con su miserable vida.

-¿Cuál es su verdadero nombre?- pregunté mientras me agachaba y ponía a su altura. Para mí solo éramos dos personas que se habían encontrado en la playa, y que tal vez tenían más cosas en común de lo que parecían.-No llevo mucho tiempo en París, y  desconozco como son los ojos de la Señorita Katherine Botherwood, pero si me los describe, quizás pueda ayudarle a encontrar las conchas que busca. – apunté dibujando una dulce sonrisa  en mi rostro, que se fue borrando al percatarme de que Thomas seguía observando  la templada arena en lugar de mirarme a los ojos.

-No me es ingrato ayudarle, ni sois un simple esclavo. Sois una persona con los mismos derechos que cualquier otra, con los mismos que yo.- trataba de no ser muy seca respecto a este tema, pero es que me cabreaba sobremanera que algunos humanos hubiesen llegado a la depravación de someter a otros de su especie por el simple hecho de ser diferentes. ¿Debería decirle que yo también había sido una esclava durante unos años? Demasiado pronto para dar esa información, y más cuando podían estar buscándome por el crimen de mi amo. Quizás más adelante, cuando nos conociésemos un poco más; si es que conseguía que dejase de mirar la arena.- Tal vez si me deja que le ayude pueda terminar antes su tarea, y disfrutar de un paseo por la orilla del mar conmigo.

Lo reconozco, me estaba volviendo una descarada, pero es que encontrar un hombre que no tratase de aprovecharse de mi juventud o de que estuviese sola, era como encontrar un ángel caído del cielo. Era un hecho tan insólito en el que me sentía incapaz de no aprovecharlo. ¿Estaría siendo una ilusa buscando una amistad en alguien quien quizás solo deseaba alejarse de mí?

-No se sienta un extraño conmigo, tenemos más cosas en común de lo que pueda pensar. Tampoco yo soy una cortesana, sino más bien todo lo contrario. Soy una mesonera que disfruta de su tarde de descanso. – afirmé en un susurro esperando que esta confesión le infundase  ánimos para levantar la vista del suelo.- Además, tendría que ser yo quien le pidiese disculpas por haberme inmiscuido en sus labores, ¿no cree?


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Mensaje por Yízo Lun Oct 31, 2016 6:31 am

Al parecer se había cruzado con uno de esos nuevos idealistas que abogaban por la igualdad en los derechos de todas las personas, más allá de su raza, creencia o condición social, Yízo conocía del asunto porque había leído a varios reconocidos autores que trataban ese tema. Pero no podía evitar ser realista, la sociedad se encontraba a años luz de aceptar ese tipo de ideologías y al final el movimiento se reducía a un puñado de fanáticos sin mucha influencia.

Sin embargo, la muchacha parecía hablar con sinceridad, así que el esclavo no veía motivo alguno para ser descortés. Si quería ayudarlo, pues que lo ayude, a lo mucho lo que podría pasar es que se aburriera rápidamente y pusiera alguna bonita excusa para irse.

-Mi nombre de nacimiento es Yízo, Señorita – Respondió de inmediato, entendiendo la pregunta de la joven como una orden – Bueno… Si debo serle sincero, Señorita, yo tampoco estoy seguro de eso – Hizo una mueca porque no le gustaba admitir que había cometido un error – No tengo permitido mirar a los ojos a mis amos, podría ser considerado una muestra de desafío o falta de educación así que… - Estaba casi seguro que la Señorita Botherwood lo había hecho adrede, quizás para pasar más tiempo a solas con Oswald.

Al ponerse la muchacha a su misma altura la regla dictaría que se agachara aún más, pero eso significaría el tener que directamente acostarse en la arena, y no quería arruinar su traje, además, la mujer parecía estar haciendo muchos esfuerzos para que no la tratara como a alguien de mayor categoría. Finalmente, Yízo resolvió mirar a la joven a los ojos, era una bella visión así que no podía quejarse.

-No solo se ofrece a ayudarme sino que además me promete la posibilidad de pasear junto a usted en la playa, en verdad es una Señorita muy amable ¿Me permitiría saber cuál es el motivo de tanta complacencia? – Le sonrió con amabilidad, derribar los muros de la desconfianza era difícil, pero estaban solos en esa inmensa playa, Larissa había manifestado ya varias veces su deseo de ayudar y por más que buscara dobles intenciones Yízo no encontraba donde podía estar la trampa en todo eso – Dice usted que es solo una mesonera, pero eso solo ya le otorga mucha más categoría de la que yo podré tener en toda mi vida. Por esto mismo no tiene usted que disculparse por absolutamente nada – Bajó la mirada pero esta vez no para rebajarse ante ella, sino para continuar con la búsqueda – En cualquier caso, su increíble amabilidad me ha convencido.

Desenterró una pieza que parecía prometedora, pero cuando terminó de sacarla resulto estar rota, por lo que la descarto y continuo charlando.

-Pecando de ser indiscreto, le diré que no es necesario que se tome esta tarea muy en serio, La Señorita Katherine no tiene ningún interés en estas cosas, podría comprar un cargamento entero de conchas marina que provengan de los rincones más exóticos del mundo si así lo deseara – Dejó escapar un suspiro de resignación – Ella solo deseaba darme alguna tarea sin sentido que me mantuviera lejos de mi amo durante un buen rato – Se estaba arriesgando con esa confesión, si Larissa cambiaba de parecer y le comentaba a alguien lo que había dicho estaría en graves problemas.
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Mensaje por Larissa Mar Nov 01, 2016 5:12 pm

Por fin aquel hombre parecía dispuesto a entablar una agradable conversación conmigo, lejos de sentirse intimidado por mi presencia. No entendía muy bien porque se sentía tan reticente por mi cortesía, porque se sentía receloso por el simple hecho de que quisiese ayudarlo. Aunque yo mejor que nadie debía comprender cuál era el trato que se les daba a los esclavos, como debíamos andar con pies de plomo si no queríamos terminar fustigados por el látigo de nuestros amos, aunque también era cierto que en ningún momento había un tono de maldad en mi voz cuando me dirigía a él, sino más bien todo lo contrario.

-Tenéis un nombre muy original, y si me permitís mi atrevimiento, mucho más bonito que Thomas.- respondí con una sonrisa empezando junto a él a escarbar en la arena sin saber bien que buscaba exactamente.- Pues entonces será más fácil terminar nuestra labor aquí y disfrutar de los últimos rayos solares que quedan, ¿no cree? Nos bastará con encontrar conchas que estén enteras, después podrá decirle a la Señorita Katherine que tiene un tono de ojos tan espectacular que todos los colores se reflejan en él.

Escuché sus incrédulas palabras sobre mi ofrecimiento, ese que le invitaba a pasear conmigo por la playa cuando su encargo hubiese concluido; tal vez fuese una locura que dos personas que no se conocían disfrutasen de un gesto tan íntimo juntos, más siempre había una primera vez entre dos desconocidos que luego podían volverse inseparables. Lo miré confusa antes de responder, buscando su mirada con la mía. ¿Acaso estaba actuando mal con él?

-Siento si le he ofendido en algo, Señor Yizo, pero le aseguro que no hay más motivo que poder disfrutar de una amena conversación con usted. Hace poco que he llegado a París y lo cierto es que no conozco a nadie; solo esperaba poder socializar con vos.- susurré desconcertada por haber molestado al pobre hombre, que hasta mi llegada gozaba de la más absoluta tranquilidad.- Antes de ser mesonera, fui esclava, mi señor. Durante largos años fui la esclava de un mercader, a quien fui entregada de manos de mis padres. Tras su trágica muerte, huí hasta París, pero como bien sabrá, vos que sois como yo, jamás seré totalmente libre. Tal vez por eso entienda mejor que nadie su reticencia a hablar con desconocidos, más si  le sirve de algo, no hay dobles intenciones en mis palabras.

Era la única persona a la que le había confesado el motivo de mi verdadera huida, solo él me había inspirado la suficiente confianza  como para no temer a hablar de mi vida; aunque no le había confesado la parte más importante. No le había dicho  quien había sido la responsable de la muerte de mi amo, quien se había transformado en un animal salvaje y lo había desgarrado hasta desangrarlo. Esto era algo que jamás podría contar a nadie, que moriría conmigo. Aunque, ¿quién iba a creerse que yo era capaz de convertirme en tigresa?

-Entonces lo siento por su amo, sin duda esa mujer es una persona de armas tomar.- bromeé mientras reía divertida tras escuchar la explicación del por qué le habían mandado tan endemoniada tarea. Encontré una concha  de color azulado que afortunadamente estaba entera y se la tendí.- ¿Ésta nos sirve?


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Mensaje por Yízo Miér Nov 02, 2016 9:48 am

El comentario de Larissa le arrancó a Yízo una risa, “tiene un tono de ojos tan espectacular que todos los colores se reflejan en él”, era un excelente comentario, ni a él se le hubiese ocurrido uno mejor. El hombre pensó entonces que quizás como mesonera en más de una oportunidad había tenido que hacerle elogios a los clientes con el simple objetivo de que se sintiera a gusto y desembolsara más dinero, no hubiese sido nada extraño. En resumidas cuentas, la chica sabía lo que era el tener que tratar con ese tipo de gente soberbia.

-Hablarme sin más motivo que el querer charlar… - Dijo como si estuviera meditando el asunto – En verdad me resulta extraño, si. No es su culpa, Señorita, pero en esta sociedad en la que vivimos las personas no suelen acercarse a mi sin tener alguna mala intención o queriendo sacar provecho de alguna manera – Se encogió de hombros, como si lo que estuviera diciendo fuera algo evidente

Así que había sido una esclava, con que de eso se trataba, la situación tenía mucho más sentido ahora para Yízo. Solo el comprar y vender esclavos negros estaba permitido por la ley, cualquier otro estaba dentro del marco de la ilegalidad y era severamente castigado. Se quedo mirando a Larissa durante unos segundos, entre sorprendido y apenado por la situación que había vivido la muchacha, era una señorita de muy buen ver así que solo se le ocurría que podría haber sido vendida como un tipo de esclava…

-En verdad lo lamento, me comporte muy brusco con usted… - En su tono de voz reflejaba un sincero arrepentimiento – Dejeme intentarlo de nuevo – Limpio la arena de sus manos pasándolas por el pantalón y luego extendió hacia la mujer, a modo de saludo – Un placer conocerla, Señorita Larissa, y gracias por ofrecerse a ayudarme.

Le sumo al saludo una sonrisa amigable, ahora se sentí un poco más relajado, podía entender que alguien buscara compañía en otra persona similar en algún sentido ¿No era acaso lo que hacían todos independientemente de su clase social?

-Oh, sin duda tengo mucha pena por el pobre Señor Oswald, seguramente tendré que escuchar sus lamentaciones durante todo el camino de regreso a casa – Rió junto con Larissa divertido – Pero así como yo desempeño mi labor sin queja alguna, él tiene que cumplir su parte, es así de sencillo, cada uno tiene un papel que cumplir – Tomo la concha que le ofrecía la mujer y la miró con atención – Es muy bonita, la guardare – La puso en el bolsillo de su chaqueta y continuo buscando

– Nosotros también somos nuevos en Paris, por cierto, aunque no es la primera vez que venimos, si es la primera vez que pretendemos quedarnos aquí de forma definitiva – Sacó otra pieza y la limpió con el agua de mar para verla mejor - ¿Eligió esta ciudad por algo en particular, Señorita Larissa?
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Mensaje por Larissa Jue Nov 03, 2016 1:07 pm

Yizo parecía estar sopesando mis sinceras intenciones con respecto al paseo propuesto y la veracidad de esa parte de mi vida que deseaba poder olvidar algún día, aunque bien sabía que esto sería imposible, pues los recuerdos de mi sometimiento acudirían una y otra vez en forma de pesadillas. Demasiados años atemorizada por mi amo como para poder olvidarlos en apenas unos meses.

-El placer es mío, Señor Yizo; y no tiene porqué darme las gracias, es agradable compartir mi tiempo con un amigo. - contesté con una sincera sonrisa dibujada en mis labios al tiempo que alargaba mi mano para estrecharla con la suya.- Entiendo su reticencia y desconfianza hacia los desconocidos. Yo misma soy incapaz de entablar conversación con muchos de los clientes que vienen a la taberna, sabiendo que las intenciones de la mayoría de ellos no son sinceras ni correctas. Lo cierto es que he pasado la mayor parte de mi vida escondiéndome de quien soy, ocultando al resto de personas mi verdadera naturaleza. Más al verle desde lejos, algo en vos anuló esa desconfianza, y aquí me tiene, buscando conchas con usted.

Sería complicado explicarle que era su aura en tonos claros lo que me inspiraba tranquilidad y confianza. ¿Cómo no descubrirme si hablaba de auras de colores? Era de agradecer que los cambiantes tuviésemos un sexto sentido para esas cosas, más teníamos que andarnos con cuidado a la hora de justificarnos si no queríamos tendernos una emboscada a nosotros mismos.

Lo cierto es que en la taberna no solía hablar en demasía con la clientela; hecho extraño en mí, pues siempre me había gustado parlotear de cualquier tema. Desde que mis padres me entregaron al mercader, mi alegre carácter se había ido transformando hasta quedar solo una Larissa introvertida y tímida; guiada por el instinto de supervivencia, que en la mayoría de los casos la instaba a permanecer en silencio.

-Desde luego que hay veces que la vida de los nobles es demasiado dura comparada con la nuestra.- bromeé ante su comentario con respecto a su amo y esa Señora que parecía querer exprimirlo hasta la última gota. Reí junto a él, animada por verlo más relajado a mi lado mientras seguíamos en nuestra búsqueda de conchas multicolores.

-Tal vez si se quedan definitivamente podamos encontrarnos otra vez.- propuse con timidez sin dejar de mirar la arena que pasaba entre mis dedos. Sería fantástico tener un amigo con el que compartir nuestros ratos libres, aunque sabía por experiencia que los esclavos no solíamos gozar de éstos. ¿Necesitaría su amo una doncella para llevarle la casa si se quedaban allí a vivir? Negué con la cabeza dándome cuenta de que estaba alzando un castillo de naipes en el aire.- Lo cierto es que París no era un destino prefijado; llegué aquí por causalidad, y su ambiente me enamoró. Además, creo que es una de las ciudades donde más desapercibida pasaría. No quiero que me encuentren, señor Yizo.

El miedo se reflejó en mis ojos, el desasosiego de ser perseguida me abrumaba cada vez que recordaba el motivo de estar en aquella ciudad; la razón por la que había huido de mi hogar para no volver, aunque si bien es cierto, hacía mucho tiempo que no sentía tener un hogar como tal.

-¿Puedo preguntarle cuanto tiempo lleva con el Señor Oswald? Parece que le tenga aprecio- apunté buscando su mirada con la mía después de haber recuperado la entereza.


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Mensaje por Yízo Vie Nov 04, 2016 7:20 am

Para Yízo el motivo que anulo la desconfianza en Larissa era bastante evidente, no era necesario tener una vista demasiado aguda para darse cuenta cual era su color de piel, y por lo tanto que era un esclavo. Seguramente a ojos de la mujer no había tanto que temer de alguien así, y ciertamente estaba en lo correcto, socialmente hablando el esclavo siquiera estaba en la categoría de humano, por lo que recibían castigos muchos más severos que el resto.

-Ocultarse es una reacción muy normal, dada sus circunstancias. Me parece que fue la opción más sensata para poder sobrevivir y conservar su cordura ¿No es cierto? Por supuesto que hablo sin conocer los detalles, pero verdaderamente los estados de esclavitud no varían mucho entre sí –Aunque si se imaginaba un par de situaciones que eran especificas de la servidumbre con los Murdock.

La situación le resultaba muy particular ¿Esa señorita estaba diciendo que tenía interés en verlo de nuevo? ¿Acababa de llamarlo amigo? En veintiséis años de vida nunca le había pasado que alguien le dijera cosas así, o que demostrara algún interés que no tuviera relación con que les sirva el té. Yízo no sabía muy bien como debía sentirse, pero todas sus experiencias de vida le decían que a toda experiencia agradable solo podía seguir algo muy desagradable.

-No creo que nos movamos de Paris en largo tiempo, Señorita Larissa, sería muy agradable que nuestros caminos vuelvan a cruzarse – Le dijo con sinceridad, aún se sentía reticente a dejarse llevar por su sentir, pero la muchacha se veía tan indefensa – Pero debe tener cuidado, no estaría bien visto que una jovencita se paseara muy seguido con un hombre, sea o no un esclavo. Lamentaría enormemente que por mi culpa no pudiera luego encontrar un buen marido.

En líneas generales, las mujeres solteras no tenían permitido el encontrarse con caballeros, no a menos que estuviera acompañada de algún familiar o una sirvienta que sirviera de vigilante. Yízo no solía tener problemas de ese tipo porque no mantenía relaciones sociales, su único acercamiento con las mujeres era como lacayo.

-Estoy con el Señor Murdock desde que nací, mis padres eran esclavos y sirvieron a la misma familia hasta que fallecieron, por lo que mi destino estaba prefijado desde antes de llegar a este mundo – Explicaba la situación con mucha calma, no parecía preocuparle en lo más mínimo ni lo contaba como si se tratara de una tragedia – Tenemos edades parecidas con el Señor Oswald, por lo que me designaron como su esclavo personal desde que éramos pequeños – Sostenía la mirada de Larissa mientras hablaba, sus ojos no reflejaban ni miedo, ni tristeza – Creo que con estas tenemos suficientes – Abrió la mano donde tenía ya varias conchas distintas - ¿La oferta del paseo aún sigue en pie?

Se levanto y sacudió la arena de su ropa, enprolijando su ya de por si impecable imagen. Luego de meditarlo unos segundos extendió el brazo, ofreciéndolo para que Larissa se agarre de él.

-Estamos solos en esta playa, así que no debe preocuparse de que la vean en mi compañía – Ni había peligro de que se generaran rumores por realizar una acción tan escandalosa.
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Mensaje por Larissa Sáb Nov 05, 2016 7:02 pm

Traté de discernir si tras las palabras de Yizo había algún tipo de mensaje subliminal, pues a pesar de haber sido yo quien había confesado mi reticencia a mostrarme tal y como era, no me refería precisamente por el hecho de ser una esclava; parecía como si hubiese llegado a la conclusión de que algo escondía en las razones de mi huida.

Más pensé con calma, era imposible que aquel joven con el que apenas llevaba unos minutos hablando pudiese saber de mi naturaleza, no cuando ni siquiera mis padres se habían percatado de ésta hasta que yo misma la descubrí, e inocente como era entonces, esperé de ellos una comprensión que no encontré.

-Para mí sería un placer volver a contar con su compañía. -contesté cuando Yizo pareció mostrar agrado ante nuestro siguiente encuentro. Nuestra conversación fluía ahora de un modo más natural, como si las palabras ya no estuviesen medidas por lo que era o no era lo correcto. - Y no se preocupe por lo que puedan decir los demás. A mí no me importa que me vean pasear con vos, siempre y cuando no le acarreé algún problema con su amo el hacerlo.- no me había planteado si encontrarse conmigo podría ser tomado por una ofensa para éste.- Espero no encontrar marido, señor Yizo, ni bueno ni malo. No me gustaría tener que volver a depender jamás de nadie, y después de todo lo que he pasado los últimos años, no creo que confíe en nadie lo suficiente como para entregarle mi corazón.

Era cierto que no albergaba la idea de encontrar a un hombre y formar una familia, al menos de momento. Nadie me había llenado de tal forma como para tener sentimiento especial alguno hacia esa persona, y dudaba que alguna vez lo encontrase. Empezaba a pensar que había algo en mí que no funcionaba correctamente, pues muchas de las muchachas de mi edad ya estaban casadas o prometidas.

Escuché como Yizo hablaba con tranquilidad de su amo, al que parecía tener en consideración, o esa era la sensación que a mí me daba. También era verdad que haber nacido como esclavo seguramente tenía cierta ventaja a la hora de hacerse a la idea de como sería tu vida desde siempre, aunque no por ello dejaba de ser un destino duro y difícil de sobrellevar.

-Por supuesto que sigue en pie la oferta; no piense que se va a librar de mí con tanta facilidad.- contesté divertida al ver que habíamos terminado la ardua tarea de buscar conchas. Tenía ya las rodillas adormecidas de haber permanecido tanto tiempo en cuclillas.- Pensaba que no me lo iba a pedir nunca.- añadí bromeando al tiempo que sacudía mi falda de arena, y desprendía de mis manos los granos de la misma que se habían quedado pegados durante la búsqueda.

-Al final voy a pensar que sois vos quien no queréis que os vean conmigo.-  añadí guiñándole un ojo cuando tras ofrecerme su brazo para pasear, tomé éste depositando mi mano sobre él. No me preocupaba con si me veían con él del brazo. Para mí había sido un regalo encontrar a un hombre como Yizo en mi camino, y quien me dijese lo contrario no solo tendría que enfrentarse a mí, sino a una tigresa con muy poca paciencia.- ¿Deseáis que vayamos hacia esa pequeña cala?- pregunté mientras apuntaba con mi dedo un lugar apartado y que parecía propio de una isla paradisíaca.- ¿Estáis casado, mi señor?- hasta yo misma me sorprendí que aquella pregunta saliese de mis labios, aunque tampoco sería de extrañar que lo estuviese. Tal vez por ello le preocupaba tanto que nos pudiesen ver juntos, ¿no?


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Mensaje por Yízo Lun Nov 07, 2016 11:00 am

Era bastante sencillo saber cómo se lo tomaría Oswald, se conocían desde hace demasiados años como para que resultara obvio, seguramente si lo descubriera lo miraría socarrón, levantando una ceja de esa forma tan molesta que a Yízo irritaba tanto, como si hubiese agarrado a su esclavo justo en medio de algo interesante. Y luego sacaría el tema en los momentos más incómodos y de las formas más indiscretas.

-Oh, no diga eso, Señorita Larissa, el mundo está lleno de muchachos muy amables y dignos de su confianza. Sería una pena que tan bella flor se marchitara sin haber conocido el regocijo de vivir una amor pleno – Respondió absolutamente convencido – Se que es un tema que no me compete, pero es muy joven como para darse por vencida. Además ¿Qué otra cosa podría hacer sino es casarse? – No estaba diciendo nada raro, todas las mujeres se casaban y las que no lo hacían eran mal vistas en la sociedad, se las consideraba solteronas empedernidas o se comenzaban a correr rumores del porque podría ser que no aceptara tener esposo.

Larissa comenzaba a mostrarse más suelta, se movía y respondía con una confianza y soltura que al hombre le costaba saber cómo tomarse, su parte más instintiva parecía gritarle que se aleje, pero su parte más racional le decía que era un tonto y que tenía que disfrutar de que al menos por una vez lo trataban como a un igual.

-Jajaja, quien se negara a pasear con usted sería un tonto, Señorita Larissa, o como mínimo un necio, y no me considero ninguno de los dos – Negó con la cabeza mientras empezaban a caminar – Solo digo que la reputación de una Dama lo es todo, yo en cambio no tengo de qué preocuparme- Que refrescante era esa muchacha, como un soplo de primavera luego de un largo invierno – Me parece bien, caminemos hacia allí, aunque sin demasiado apuro.

La pregunta de Larissa lo tomo por sorpresa ¿Sería que provenía de algún lugar donde eso estaba permitido? No se explicaba de que otra manera podría parecerle que eso era posible, sin contar con que le sería físicamente imposible lograr algo como eso.

-¿Casado? ¿Yo? Oh, no Señorita, eso es imposible – Le parecía hasta graciosa la posibilidad, aunque no quería reírse para que la joven no creyera que se estaba burlando – No sé cómo son los esclavos de donde viene usted, pero aquí eso es impensable. Los esclavos no somos ciudadanos, por lo que no podemos casarnos, es como decir si un perro o un gato contrajeron matrimonio. Por otro lado, si deseara mantener relación con alguna otra esclava serían mis amos quienes así lo decidirían, y dependiendo si ellos quisieran podríamos tener hijos o no – Se encogió de hombros e hizo una mueca de resignación – De cualquier manera en mi caso ya es tarde, mis amos decidieron desde que nací que no me dedicaría a ninguna otra cosa que no fuera el servir al Señor Murdock.

A medida que pasaban las horas el mar iba subiendo, por lo que Yízo camino un poco más hacia el centro de la playa para asegurarse de que no se mojarían sus calzados. Todo alrededor continuaba igual de tranquilo, y suponía que eso seguiría siendo así durante horas, ya que la playa en la que estaban era privada.
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Mensaje por Larissa Mar Nov 08, 2016 1:12 pm

El joven Yízo parecía realmente preocupado por mi reputación en aquella ciudad en la que no permanecería demasiado tiempo; no porque no me atrajese la idea de quedarme allí a vivir, sino porque quedarme en el mismo lugar durante una larga temporada implicaría que aquellos que me buscaban pudiesen dar con mi rastro y apresarme. Solo Dios sabría que me ocurriría entonces, pues el mejor castigo que se me antojaba era la muerte.

Además, después de saber de mi condición supe que mi vida no sería la misma que la de cualquier otra muchacha joven de mi edad, con unos sueños y ambiciones que iban poco más lejos que encontrar marido y desposarse. Yo siempre estaría relegada a la servidumbre, a ser la mascota de algún hechicero o comerciante que se creerían con más derechos que yo por el simple hecho de que se fuese diferente.

-No se preocupe Señor Yízo, con marido o sin el seguro que estaré bien. No me importaría encontrar ese amor algún día, más hoy por hoy, no es algo que entre en mis planes. Al menos hasta que encuentre un lugar definitivo donde quedarme.- contesté con una dulce sonrisa, preguntándome porque le extrañaba tanto que no desease casarme.- Quizás sea una mujer extraña, pero creo que es innecesario desposarse por el simple hecho de lo que pensarán los demás. Una mujer puede ser tan independiente como un hombre, mantenerse por sí misma durante toda su vida, y solo casarse si así se lo dicta el corazón.- hice una pausa pensando sobre mis palabras. Lo cierto es que jamás había creído en los cuentos de hadas, ni en príncipes que buscaban a sus princesas; tal vez porque choqué con el muro de la realidad demasiado pronto, y eso me hizo poner los pies en el suelo.- Como habrá podido comprobar, me importa más bien poco lo que los demás puedan pensar de mí. Actúo por instinto y siguiendo las normas de mi propio corazón, esas que me hacen sentir bien conmigo misma.

Comenzamos nuestro paseo hasta la cala indicada, caminando pausadamente como si tuviésemos todo el tiempo del mundo para llegar hasta allí. La brisa marina azuzaba mi cabello y embriaga mis sentidos con ese olor a sal, con la sensación de quemazón en mi piel provocada también por los vespertinos rayos de sol.

Escuché con atención la respuesta a mi pregunta, mirándolo atónita mientras iba atando cabos y buscando una relación entre lo que me decía sutilmente y la cruda realidad. No entendía como era posible que pudiesen hacerle aquella atrocidad a un ser humano, como podían creerse dioses y actuar como tal. Debería haber sido Yízo quien decidiese si quería o no tener mujer e hijos, y no unos desgraciados que lo habían tratado como a un animal.

Sentí como mi respiración se ajetreaba por la impotencia que sentía al escuchar sus palabras, como si poco le importase que hubiesen marcado de esa forma su sino. Una presión en el pecho fue la señal inequívoca de que debía calmarme, que aunque ya controlaba mis transformaciones, subidas de adrenalina como aquella podían jugarme una mala pasada, y terminar convertida en una tigresa junto a Yízo.

-Pero aunque no pueda tener hijos, siempre podría enamorarse de una mujer y casarse, ¿no?- pregunté contrariada por un hecho tan dramático como no poder elegir como vivir nuestra vida. Esta era una cuestión que me había planteado alguna vez, pues no solo era el hecho de depender de un hombre lo que me echaba para atrás, sino la posibilidad de tener hijos. ¿Y si salían como yo? ¿Y si sus destinos estaban prefijados mucho antes de nacer? Sabía que en mi caso tener descendencia tampoco sería una opción.

Me detuve por un momento al llegar a la pequeña cala,y me agaché para soltar mis zapatos, sujetándolos después con la mano que permanecía libre. Era bastante complicado caminar por la arena con tacón, y más cuando era en forma felina como más me gustaba pasear.

-¿Y si nos bañamos? No hay nadie que pueda vernos, y puede ser divertido.- pregunté con una mirada jocosa en mi rostro; retándolo a infringir todas y cada una de las normas de esa sociedad que estaba empecinada en someternos de todas las formas posibles. Me mordí el labio inferior divertida al ver su expresión de estupefacción, dejando los zapatos de nuevo en la arena, soltándome el corsé y quedándome solamente con una camisola.- ¿Qué es lo peor que nos puede pasar? ¿Qué pillemos una pulmonía?


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Mensaje por Yízo Miér Nov 09, 2016 6:41 am

Sin duda la muchacha tenía pensamientos muy liberales, tal vez había leído a alguno de esos nuevos autores revolucionarios, si era una amante de la lectura tendrían muchos temas en común de los cuales hablar, a Yízo le encantaba hablar sobre literatura. Era sumamente curioso que una mujer se mostrara tan libre de preconceptos y abierta a otras posibilidades que no sean el matrimonio y la maternidad.

-Ya veo – Dijo el esclavo mientras escuchaba los motivos de Larissa – Es cierto que técnicamente no debería necesitar permisos de nadie, aunque lo cierto es que sin un marido aún no tiene la posibilidad de votar, tener una propiedad a su nombre, ni ningún cargo público – Enumero, aunque se detuvo porque no deseaba ser pesimista – “La mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos y que la Ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y los Ciudadanos deben contribuir, personalmente o por medio de sus representantes, a su formación.” – Recito el esclavo – Yo también conozco los escritos de la Señorita Olympe de Gouges – Le sonrió con complicidad.

Con ver el gesto que se iba dibujando en el rostro de Larissa resultaba evidente que no estaba al tanto de la falta de derechos de los esclavos en esa parte del mundo. Yízo se guardo otros detalles para no incomodarla, si le interesaba el tema podría ir enterándose a medida que se prolongara su estadía en París.

-Jaja, claramente nadie puede mandar sobre mi corazón, eso sería imposible. Pero el casamiento es un privilegio reservado para los ciudadanos, por lo que no está dentro de mis posibilidades – Le dio unas palmaditas en la mano que reposaba aún sobre el brazo del esclavo, intentando calmarla – No debe preocuparse, Señorita Larissa, la situación no es tan terrible como parece. Hay también buenas personas en el mundo, como Oswald, como usted, que pueden dar calidez a una existencia solitaria como la mía o la de cualquier otro esclavo.

Vio como la muchacha se quitaba los zapatos y le pareció inusual, aunque tenía sentido considerando la personalidad que venía demostrando tener. El hombre mantuvo su postura de seriedad y no hizo amague alguno de seguir el ejemplo, a pesar de que sin duda hubiese sido más sencillo caminar en la arena sin su calzado.

-¿Ba…ñarnos…? ¿Juntos…? – Cara de estupefacción era poco, Yízo no cabía en sí de la sorpresa, esto sobrepasaba con creces cualquier cosa que hubiese podido imaginar que diría – Esto no es correcto, Señorita Larissa – Pero sus replicas llegaban demasiado tarde, para su asombro la mujer pasaba rápidamente al acto, quitándose la mayor parte de sus prendas. Durante unos segundos se la quedo viendo, admirado por la belleza y gracia que demostraba en sus movimientos, pero pronto se dio la vuelta, avergonzado por la situación – Señorita, esto no está bien… Es decir, yo no puedo… Es decir, usted no puede… - Le daba la espalda a la muchacha e intentaba fijar la mirada en unos montículos de arena a la distancia, usando gran parte de su concentración en eso y no en el habla – Quiero decir, puede bañarse tranquila, Señorita Larissa, yo esperare aquí y prometo no mirar – Su nerviosismo era casi palpable, entrecruzaba los dedos en la espalda, inquieto.
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Mensaje por Larissa Sáb Nov 12, 2016 9:13 am

Yízo parecía aceptar de buen grado la situación en la que se encontraba, eso o que había aceptado después de un tiempo de rebeldía que su sino ya había sido marcado a fuego y que poco o nada podría hacer al respecto.Escuché sin interrumpir todas y cada una de sus palabras, asintiendo para darle a entender que sabía a lo que se refería, aunque no compartía muchas de ellas. Entendía su posición, entendía que desde su nacimiento había vivido como esclavo. El hecho de no conocer otra forma de vida conseguía que nos acostumbrásemos a la que teníamos, sin albergar la esperanza de otra vida mejor.

Por el contrario yo había nacido libre, con unas ilusiones y esperanzas muy distintas de las que ahora me rodeaban. Cierto era que siempre había sido un tanto distinta al resto de damas que me rodeaban, que mis sueños eran viajar y conocer mundo; tal vez mantenerme independiente la mayor parte de mi vida y solo casarme si encontraba a esa persona que se me llenase el alma y que conquistase mi corazón. Mientras otras se dedicaban a tomar el té en aburridas reuniones, yo salía al bosque a correr descalza por la arena o bañarme en un lago cercano. Imagino que  esa parte salvaje que años atrás había dado la cara, había estado desde siempre latente en mí.

Quizás entre encuentro fuese interesante para los dos. Yízo podría mostrarme un poco de su visión del mundo, ese donde debíamos aceptar el lugar que la sociedad no había asignado. Y yo podría mostrarle como sentirse un poco más libre, como aprovechar esos pocos minutos que tenía a solas para infringir un poco esas normas que lo sometían.

No pude evitar sonreír cuando observé como su gesto se tensaba al quitarme el corsé y la falda, que dejé doblados junto a los zapatos en la fría arena. lejos de la marea que iba subiendo poco a poco. Aún no quedándome en ropa interior, mi nuevo amigo parecía nervioso, y eso que todavía portaba la camisola y unas calzas que solía llevar debajo de la falda para protegerme del frío.
Una risilla divertida salió de mis labios al ver como Yízo se giraba y trataba de excusarse por mi comportamiento. ¿Es que nunca hacía locuras e intentaba pasárselo bien?

-Dejad de preocuparos por lo que está bien o no.- contesté poniéndome frente a él, con una sonrisa inocente dibujada en mis labios.- No estamos haciendo nada malo, y no iba a desnudarme delante de vos, así que podéis volver a respirar tranquilo. Imagínese que solo somos dos amigos dándose un baño en la playa, ¿por qué está mal? ¿Es que acaso tampoco puede bañarse cuando le plazca?- pregunté dudando si tal vez la razón era que se lo habían prohibido. Aunque como bien decía, no había nadie más en la playa que pudiese vernos, y por la hora que era me parecía impensable que apareciese nadie más.- Deje de preocuparse por lo que piensen los demás, ahora estamos solos. Yo no le juzgaré nunca, pero me gustaría que hiciese lo que realmente le apetece, sin pensar en lo que dirán.- añadí sin mucha esperanza de hacerlo cambiar de opinión.-No sería tan divertido bañarme sola como si lo hago con vos, solo como amigos.

Mis intenciones no iban más allá de un simple baño acompañada por un nuevo amigo. Unos minutos de distensión en nuestras sumisas vidas, donde por una vez fuésemos nosotros quien tomase el control de nuestros propios deseos en lugar de obedecer los caprichos de otro.


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Mensaje por Yízo Lun Nov 14, 2016 8:32 am

La risa de Larissa llegó a los oídos del esclavo como si se tratara de la tentadora invitación de algún tipo de ser feérico, Yízo cerró los ojos intentando evitar de alguna manera que la incitación fuera más atrayente. Las mujeres de esa época solían resaltar la belleza a través de la prudencia, el decoro y los buenos modales, el esclavo no estaba preparado para que una dama se mostrara tan directa.

-No se trata solo de lo que está bien, o mal – Dijo intentando explicarse, pero entonces la mujer se puso frente a él y volvió a distraerlo – No pediría permiso para bañarme, no. Pero en general debería esperar a terminar con todas mis tareas diarias para hacerlo, así que… ¡Ese no es el punto! – Levantó la vista hacia el cielo para evitar distraerse – Señorita Larissa, no es solo cuestión de si alguien nos ve… Ains …

Suspiró resignado y molesto consigo mismo porque no podía darse a entender. Bajó finalmente la mirada y apoyó las manos en sus hombros, para mantener la vista fija en sus ojos.

– Su cuerpo le pertenece, es hermoso, y debe hacerlo valer como corresponde. No debe mostrárselo a un hombre que apenas conoce como yo – Remarcó la palabra “hombre” intentando de que así entendiera su posición – O un medio hombre más bien – Ya que en líneas generales ninguna mujer le daría la categoría de ser humano, desnudarse frente a Yízo no tenía mayores consecuencias que desnudarse frente al perro de la casa. Pero Larissa era diferente, ella le había dado la categoría de humano ¿O no? – Para mi respetarla incluye el tener consideración tanto en su persona como en su cuerpo ¿Lo comprende?

Larissa parecía salida de alguna obra de Sir Lawrence Alma-Tadema, o Rossetti, voluptuosa pero delicada, provocativa en su inocencia, rodeada de un halo de salvaje libertad. Yízo esperaba que entendiera sus palabras no como un rechazo, sino como una muestra de respeto, pero tenían perspectivas tan diferentes sobre la vida que no estaba seguro de si lograrían comprenderse.

-Si lo desea puedo acompañarla desde la orilla, quizás mojarme los pies, pero no me quitaré más que eso – Se agacho y comenzó a desatar sus zapatos, concentrarse en cualquier cosa le servía para no pensar en que tenía frente a él a una muchacha en paños menores – Tiene usted un modo muy particular de demostrar su amistad, Señorita Larissa. Por su bien le recomiendo que no realice este tipo de prácticas en Paris, los hombres vulgares son de los que más abundan.

Mientras se arremangaba el borde del pantalón para evitar que se le mojara no puedo evitar pensar que quizás estaba haciendo demasiado escándalo, que tal vez la muchacha lo veía solo como a un eunuco cualquiera del cual no tenía que preocuparse. Resultaba levemente decepcionante, aunque el esclavo concluyó que en todo caso la culpa era suya por hacerse falsas ilusiones, luego de veintiséis años ya debería haber aprendido como lo veían las personas.
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Mensaje por Larissa Mar Nov 15, 2016 4:08 pm

Enarqué una ceja confundida al ver como Yízo trataba de explicarse sin mucho tino, parecía nervioso en mi presencia, pero ¿por qué? Era cierto que me había despojado de alguna de mis prendas, pero seguía vestida ¿a qué se debía tanto pudor? Del lugar de donde yo venía nos bañamos en los lagos de esa forma, sin escandalizarnos por ver a un miembro del género opuesto con menos ropa de lo habitual. También era cierto que yo venía de un bosque, y ahora me encontraba en una gran ciudad, donde sin duda las apariencias y el saber estar brillaban por encima de todo lo demás.

Asentí cuando tras apoyar sus manos en mis hombros clavó su mirada en la mía. Parecía totalmente perdido, y tras sus palabras la que estaba perdida era yo.- Permítame que me disculpe por mi osadía, claro que lo entiendo.- mentía, ¿qué iba a entender? ¿acaso no estaba respetando mi cuerpo porque me viese en calzas y con una camisola? Tal vez debería quedarme desnuda para que comprendiese la diferencia; igual así, cuando me vistiese de nuevo entendería la desigualdad entre ir desnuda o con menos ropa.

Me mordí el labio pensativa; quizás el hecho de aparecer como mi madre me trajo al mundo cada vez que me convertía de mi forma animal a mi forma humana  hacía que mi desnudez fuese algo menos problemático para mí, pero sin duda para Yizo se estaba convirtiendo en algo traumático.-No se preocupe señor Yízo, podemos los dos quedarnos en la orilla mojándonos solo los pies. No deseo que se siga sintiéndose incómodo por mi culpa.- apunté pensando que si mojaba la ropa, ésta se me pegaría al cuerpo y podría ocasionar en mi nuevo amigo un síncope. Me senté frente a la orilla, estirando los pies que quedaban mojados por las olas cuando éstas rompían contra la arena.

Mientras, Yízo parecía entretenido en desatarse los cordones de su calzado, y por el modo en que movía las manos todavía estaba nervioso. Una sonrisa divertida se dibujó en mis labios cuando escuché su siguiente frase, esa en la que me recomendaba no actuar así delante de otros hombres.- Lo  crea o no, no suelo quitarme la ropa cuando hay hombres delante..casi nunca.- apunté con una risilla tímida al recordar como alguna vez me había desnudado con rapidez antes de transformarme en pantera para no destrozar la ropa. No sabía si el asombro de quien presenciaba aquello era por la transformación o porque de súbito me desnudase ante sus ojos.- Pero no debe preocuparse, señor Yízo, dudo mucho que ningún hombre trate de ponerme la encima, a no ser que quiera que se la arranque.

Busqué su mirada de forma inocente. Lo cierto es que era divertido cuando alguno desgraciado intentaba propasarse y terminaba en un callejón enfrentándose a una pantera o una tigresa. Tal vez cuando tuviese la bastante confianza con Yízo podría contarle la razón de mi naturaleza, y así se quedaría más tranquilo sabiendo que no podría pasarme nada.


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Mensaje por Yízo Vie Nov 18, 2016 6:23 am

El esclavo agradeció internamente el que la muchacha recuperada la cordura, sin duda la ropa mojada y pegada al cuerpo hubiese hecho escalar la incomodidad de Yízo hasta nuevos y asombrosos niveles. Empezaba a pensar que Larissa no solo no era de Paris, sino que además debía haberse criado en algún pequeño pueblo o aldea alejada de las grandes ciudades, parecía tener sentido, muchas familias del campo vendían a sus hijos a algún noble para que se desempeñaran como sirvientes, en parte porque necesitaban el dinero, pero además porque los hijos le sobraban.

-Debería sentirme halagado entonces de tener el honor de ser uno de esos pocos – Dijo Yízo mientras dejaba su calzado a una distancia segura para que no se moje y se acercaba a la orilla del mar – Atesorare esa hermosa imagen en mi mente por largo tiempo – Lo dijo con un leve tinte bromista, intentando alivianar un poco el ambiente que se había tensado tanto en los últimos segundos.

Dejo que sus pies se mojaran con el agua marina, no podía recordar cuando había sido la última vez que había podido hacer eso, por lo general si iba a la playa era con Oswald y alguna dama de turno que estuviera en ese momento. Al estar en público a los amigos no les quedaba más remedio que disimular, así que el esclavo se quedaba en la costa sosteniendo una sombrilla o sirviendo de perchero humano mientras las personas importantes disfrutaban del agua.

-¿Cómo se llama la aldea en la que creció, Señorita Larissa? ¿Queda cerca de Paris? – Ya tenía bastantes indicios como para suponer que la respuesta a la segunda pregunta era un No, pero de todas maneras lo más amable era preguntar – Siento una ligera curiosidad sobre donde queda ese sitio donde las muchachas se quitan la ropa para nadar con tanta naturalidad – Le sonrió continuando con la broma – Quizás convenza a Oswald de ir a pasar unos días allí.

Esperaba no haberse pasado con el chiste, era solo una pequeña muestra de cómo eran en realidad la personalidad de Yízo, pero era reticente a mostrar mucho de sí, no sin ir probando con mucho cuidado antes si en verdad se podía confiar en esa persona. Una larga lista de malas experiencias le habían enseñado que prácticamente nadie era de fiar, y cada error que cometiera lo pagaría con sangre.

La luz del sol daba con fuerza sobre sus cabezas, lo cual aplacaba un poco el frío de la brisa marina, el mismo viento que arremolinaba el pelo de la muchacha, dándole así cierto matiz salvaje que Yízo considero que le quedaba bastante bien.

-Tiene mucha confianza en su capacidad para defenderse, Señorita, eso es bastante poco común – La mayoría de las damas, ante el peligro, optaban por gritar pidiendo auxilio. Pero Larissa demostraba ser muy independiente y parecía tener la confianza suficiente como para poder sobrellevar cualquier situación sola.
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Mensaje por Larissa Vie Nov 18, 2016 6:05 pm

Yízo parecía algo más calmado desde que le había asegurado que no me bañaría en el mar, sino que me conformaría simplemente con mojarme los pies en la orilla. No puede evitar sonreír divertida cuando sentí que recuperaba de nuevo su buen humor y que esa tensión que se había creado entre nosotros por mi descabellada idea de tomar un baño parecía desvanecerse poco a poco.

-Sin duda será un buen recuerdo el que guarde de mí.- apunté de forma jocosa con una amplia sonrisa dibujada en el rostro. No me había equivocado con él cuando desde lejos lo observé. Tanto su aura como él mismo eran especiales; además de ser educado e inteligente sabía cómo hacer que no me sintiese incomoda después de los sucedido. Su broma me había resultado desenfadada y perspicaz, nada que ver con las burdas tonterías que decían los clientes de la taberna.

Observé de reojo la expresión de Yízo cuando situándose a mi lado introdujo sus pies en las frías aguas saladas. No sabría describir con exactitud que era lo que sentía; tal vez una mezcla de sorpresa y satisfacción a cantidades iguales. Aquel hombre necesitaba desprenderse más a menudo de las cadenas invisibles que portaba, y tal vez yo colocármelas de vez en cuando. Extraña combinación hacíamos los dos; dos polos opuestos con la esclavitud en común, pero con formas de pensar totalmente diferentes. Yo rebelde, él conformista; yo pensando que podría cambiar la forma de pensar de la humanidad, y el aceptando las leyes que nos eran impuestas.

-Provengo del Valle de Öztal, en Austria. Pertenece al Tirol. Como comprovará he realizado un largo viaje, y estas tierras nada tienen que ver con mi aldea natal.- expliqué brevemente al preguntarme por el lugar de donde procedía. Estaba lo suficientemente lejos como para que no sospechara nada extraño, pues la noticia de la atroz muerte de mi amo no habría llegado tan lejos.- Necesitaba alejarme lo suficiente de allí como para que no consiguiesen encontrarme. Recuerde que mi amo murió y yo salí huyendo.- esperé que lo contado fuese suficiente información como para no sospechar nada extraño y que sin embargo su curiosidad se viese satisfecha.- Sin duda que el señor Oswald sentiría curiosidad de conocer un sitio como ese, aunque necesitaría varios días para verla saciada del todo.- aunque tal vez se llevaría algún que otro tortazo, pues las mujeres allí eran muy desconfiadas con los extranjeros.

Apoyé la cabeza sobre mis rodillas que formaban un triángulo con respecto al suelo, girando la cabeza y regalándole a Yízo la más encantadora de mis sonrisas. Sabía que por mi aspecto delicado daba la sensación de que pudiese romperme en cualquier momento, que cualquiera podría someterme a su antojo, pero la fuerza de la que gozaba me hacía sentirme fuerte y poderosa. Sabía que no era tan fácil doblegarme, no si la magia no se usaba en mi contra.

-Soy una mujer poco común.- bromeé, aunque bien era cierto que con respecto a otras damas poco tenía que ver.- Digamos que aprendí a defenderme siendo niña, y los únicos golpes que he soportado eran los de mi amo, hasta que….- hasta que me cansé y lo destrocé, pensé. Me encogí de hombros sin terminar la frase. Ya le había hablado de mi repentina libertad, y era mejor no darle más importancia al asunto. Decidí que lo mejor sería cambiar de tema- ¿Y vos? ¿De dónde sois? ¿Tenéis hermanos?- pregunté de carrerilla abrazándome las piernas y levantando la cabeza de nuevo para fijar mi mirada en la suya. ¿Habría sido de nuevo demasiado directa con mis preguntas?

Öztal:


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Mensaje por Yízo Miér Nov 23, 2016 10:39 am

El esclavo movía los dedos bajo el agua salada, disfrutando del contacto de la arena contra su piel, era bueno el tener esos pequeños momentos de distensión. En cualquier caso, Yízo sentía que le debía un agradecimiento a Larissa por eso, ya que a su manera muy particular, lo había convencido de que se relajara un poco.

-Con que Austria… - Murmuro el hombre mientras pensaba en el asunto – Nunca estuvimos allí, pero escuché que es hermoso, y sin duda bastante distinto a Francia – Le sonrió amistosamente – Tuvo suerte de poder escapar, Señorita Larissa, con irse a algún lugar donde nadie la conozca alcanza para que pueda empezar una nueva vida – Bajó la vista y comenzó a pasar una de sus manos por el agua también – Yo no podría hacer eso, vaya a donde vaya mi color de piel me delatara como esclavo… Y si tengo que tener un amo en todo caso prefiero que ese sea Oswald.

Yízo contemplo una nueva sonrisa de la muchacha y guardo esa imagen junto a las demás en su memoria, eso era algo digno de recordarse. Ya podía imaginarse regresando a casa esa noche y contándole lo sucedido a Oswald, por primera vez podría provocarle envidia ¡Y se aseguraría de que así fuera!

-Sí, los amos suelen hacer esas cosas – Su mirada se vació por un momento de sentimientos, recordando lo que habían sido sus años viviendo con el total de la familia Murdock, pero en seguida sacudió la cabeza y regreso al presente – Yo soy de Inglaterra – Volvió a sonreír como si el lapsus de hace un instante no hubiese sucedido – Allí nací y allí crecí, propiedad de la prestigiosa familia Murdock, todo un honor – Agregó cierto tono irónico a esa última oración – No, por lo general no dejan que los esclavos tengan hijos, hicieron una excepción conmigo porque mis padres habían demostrado tener muy buenas cualidades y a los Amos les pareció buena idea tener otro esclavo más con esas mismas características. Así que dejaron que mis padres se cruzaran para generarme a mí. A los pocos años ellos… fallecieron, se podría decir. Pero ya me tenían a mí para remplazarlos, así que fue una buena idea la del Amo Murdock.

Por lo general no se permitía a los esclavos reproducirse, el mantener vivo a un bebe era un gasto bastante abultado y ningún amo estaba dispuesto a gastar en ello. La familia Murdock tenía mucho dinero, pero no por eso lo andaban desperdiciando, simplemente habían previsto que necesitarían un nuevo sirviente en poco tiempo.

-En todo caso, eso significa que mis cualidades son valoradas, soy como mmm un pura sangre, jaja – Su risa amarga hizo eco por toda la desierta playa – Puedo ser vendido por una buena suma de dinero, delo por seguro – Agarró un puñado de arena y lo dejó escurrirse entre sus dedos mientras hablaba - ¿Cómo era su familia, Señorita Larissa? ¿Eran buenos con usted?
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Mensaje por Larissa Vie Nov 25, 2016 5:36 pm

No me percaté en que Yízo tenía razón en cuanto a su libertad, aunque él consiguiese escapar de su amo no llegaría muy lejos debido a su color de piel. Era muy triste que no pudiese tener la misma suerte que yo y poder albergar el deseo de poder ser libre en algún momento, aunque no parecía muy molesto con servir al señor Oswald. Tal vez era amable con él, dentro de que su relación fuese de amo y esclavo.

Al menos parecía estar relajándose a mi lado mientras conversábamos, atreviéndose incluso a mojarse las manos con la fría agua salina que llegaba hasta nuestros pies arrastrada por la marea. Sonreí recordando lo tenso que había estado en nuestro primer encuentro, cuando le había sorprendido recogiendo conchas afanosamente en la arena.

-Es terrible que hable de los esclavos como si se tratasen de animales a los que se puede cruzar al antojo de sus dueños. No es justo ninguno de ellos.- apunté horrorizada al escuchar la facilidad con la que mi amigo hablaba de sus orígenes. ¿Y qué había del amor? ¿Acaso dos esclavos no podían amarse y como fruto de ese amor tener un hijo?.- Siento mi atrevimiento al hablarle así, pero hay cosas que jamás comprenderé. Y cuando algo no lo entiendo, me niego a aceptarlo como válido.

Seguí escuchando con tristeza su visión sobre su persona. Probablemente el hecho de haber nacido como esclavo le impedía ver la vida de otro modo, pero yo me estaba revolviendo por dentro. ¿Cómo podía valorarse por dinero cuando era un hombre maravilloso? ¿Es que no valían otras cualidades de su persona aparte de su servidumbre? Y fue entonces cuando realizó una pregunta extremadamente complicada para mí; una que hubiese tratado de evitar contestar ante cualquiera, más Yízo estaba siendo sincero conmigo, abriéndome parte de su corazón, de modo que debería corresponderle del mismo modo.

-Es una historia complicada. Tuve una infancia feliz junto a mis padres, hasta que cumplí los trece años y tuvo lugar un horrible suceso.- hice una pausa, intentando hacerle entender que prefería no hablar de éste. ¿Cómo explicarle lo que había pasado sin delatarme?- Fue a partir de entonces cuando mis padres me repudiaron, me negaron su apellido y fui vendida al mercader que durante años ha sido mi amo.- miré mis manos melancólica; había pasado mucho tiempo, pero la traición sufrida por parte de mis padres seguía doliéndome en el alma. Yo les había pedido ayuda, les había confesado mi secreto y ellos...ellos me había vendido.- El día que me entregaron a mi amo fue la última vez que los vi. Y después de lo sucedido, dudo que vuelva a verlos de nuevo.

Sin duda ambos teníamos un pasado complicado. La esclavitud siempre marcaba a quien era sometido, y no solo de forma física, sino también psicológica. A eso yo le tenía que añadir la traición de mis padres, y el saber que desde ese momento estaría completamente sola.
- Y dígame, ¿normalmente tiene algún horario en el que puede disfrutarlo en soledad, dando paseos o usándolo como más le agrade?- pregunté curiosa de saber si podríamos vernos en otra ocasión.- Tal vez, si nuestro tiempo libre coincide de nuevo podríamos...no sé..volver a vernos.

Clavé mi mirada en la suya con timidez, dibujando una dulce sonrisa que le demostraba la mejor de mis intenciones de mantener esa amistad a lo largo del tiempo, siempre que nos fuese posible.


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