AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Fascinación - Privado
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Fascinación - Privado
Envuelto por el intenso aroma de los puros habanos, me sumo a las carcajadas generales ante las anécdotas de Garrett. El joven, ataviado con una elegante levita a la última moda, está explicando una de nuestras numerosas aventuras en los bajos fondos. Sabe la fascinación que ejerce la miseria sobre quien jamás ha tenido que preocuparse por su siguiente comida, y lo está aprovechando para ganarse a su público de un modo tan carismático como hábil. Se nota que es abogado; sabe aprovechar las pausas para transmitir incluso con sus gestos, y meterse a su público en el bolsillo con la facilidad que le otorga la práctica de su oficio.
Una nueva oleada de risas corea su siguiente comentario, resonando en las tapizadas paredes rematadas en pan de oro. Nos encontramos en una de las frecuentes fiestas que se celebran en el Palais Royal, organizada por Su Majestad el rey para la crêmme de la crêmme de la sociedad parisina. La comida ha corrido tan abundante como el alcohol, e incluso han contratado a una de las orquestas de moda toca para que toque desde el palco. El lujo no ha tardado demasiado en dar lugar al desenfreno; primero en los bailes populares, y después, en los pequeños salones para damas y caballeros. Y es que estos eventos son, además de una buena manera de distraerse, un momento ideal para cerrar negocios importantes; puedes tantear a los posibles socios de una manera discreta y jovial, para después visitarlos con la excusa de continuar conversaciones previas en sus propios despachos.
Sin embargo, hoy no está siendo un buen día para los negocios; la frecuencia con la que se celebran las fiestas en París supone que es prácticamente imposible acudir a todas ellas, y en la de hoy carecen las últimas personalidades que han llamado mi atención. Es una velada dedicada al ocio y al vino; y el segundo ha hecho mella ya en mi resistencia, tornándome más abierto y más propenso a la risa.
Una vez acabada la historia de mi amigo, me dirijo al balcón con los temblorosos pasos de un borracho. Necesito que la fresca brisa nocturna me despeje un poco la mente, o acabaré haciendo el ridículo frente a los reputados caballeros parisinos. Sin embargo, ni una brizna se agita bajo el escaso viento del verano; sólo el titileo de las luces de la ciudad perturba la paz de la noche, tan perfecta como un detallado cuadro de Caravaggio.
Una nueva oleada de risas corea su siguiente comentario, resonando en las tapizadas paredes rematadas en pan de oro. Nos encontramos en una de las frecuentes fiestas que se celebran en el Palais Royal, organizada por Su Majestad el rey para la crêmme de la crêmme de la sociedad parisina. La comida ha corrido tan abundante como el alcohol, e incluso han contratado a una de las orquestas de moda toca para que toque desde el palco. El lujo no ha tardado demasiado en dar lugar al desenfreno; primero en los bailes populares, y después, en los pequeños salones para damas y caballeros. Y es que estos eventos son, además de una buena manera de distraerse, un momento ideal para cerrar negocios importantes; puedes tantear a los posibles socios de una manera discreta y jovial, para después visitarlos con la excusa de continuar conversaciones previas en sus propios despachos.
Sin embargo, hoy no está siendo un buen día para los negocios; la frecuencia con la que se celebran las fiestas en París supone que es prácticamente imposible acudir a todas ellas, y en la de hoy carecen las últimas personalidades que han llamado mi atención. Es una velada dedicada al ocio y al vino; y el segundo ha hecho mella ya en mi resistencia, tornándome más abierto y más propenso a la risa.
Una vez acabada la historia de mi amigo, me dirijo al balcón con los temblorosos pasos de un borracho. Necesito que la fresca brisa nocturna me despeje un poco la mente, o acabaré haciendo el ridículo frente a los reputados caballeros parisinos. Sin embargo, ni una brizna se agita bajo el escaso viento del verano; sólo el titileo de las luces de la ciudad perturba la paz de la noche, tan perfecta como un detallado cuadro de Caravaggio.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Fascinación - Privado
Otra fiesta más a la que tenía que asistir… Bien podría considerarse divertido o distendido pero no para mí, estaba allí por trabajo, aunque realmente el tener o no un trabajo me lo tomaba como Hobby. Tras tantos años vividos, una ya no sabía qué hacer y, pese a que me presenté con intención de ser la presidenta del banco, me conformé con el puesto vacante, aunque sabía que no tardaría en ser ascendida o eso me olía; un momento ¿Los vampiros huelen? Espera… si… creo que eso es mi perfume, vale, continuando… la cuestión era que mi trabajo era, entre otras, asistir a todas las fiestas posibles de alto renombre, sumándole además la gestión de personal, pero para eso tenía otros subordinados que efectuaban muy bien su trabajo.
Guardar los ahorros de los mortales (entre otros) era ardua tarea, especialmente en lo orientado a su conservación y allí me encontraba yo; en una de las tantas fiestas que su majestad brindaba. Lo bueno de ser la gerente de relaciones públicas (a quien le gustase, claro) era que toda la clase alta de la ciudad te conocía, así que era muy fácil “tropezar” sin querer en cualquier conversación interesante y aprovechar para enterarse de todo cuanto estén explicando. El dinero no se multiplica de la nada.
Aparté levemente la falda de mi vestido burdeos de estilo inglés hacía un lado; envidiaba la facilidad con la que los hombres podían vestir en comparación a nosotras y… el corsé, ¡ay el corsé!, de no estar muerta ya me habría matado él. La conversación en la que me encontraba empezaba a resultarme poco interesante, así que fingí necesitar algo de aire y me aparté hacía la balconada para que mi excusa resultase convincente. Con suerte, fuera, caería en otra fuente interesante de información.
Cogí una copa de vino que llevé a mis perlados labios color carmesí, el color del zumo me recordaba a la sangre, de hecho, hubiese preferido una buena copa sangrienta aunque por suerte para los allí presentes, iba bien servida.
Allí fuera no corría ni una pizca de aire pero aquello no me molesto en absoluto, si lo hizo el hecho de solo encontrarme una sola persona… de haberlo sabido no me hubiese ni dignado a dar un paso hacía allí, pero ya lo había hecho, así que me contonee hasta la baranda y me quedé mirando al hombre que allí se encontraba. Me sonaba bastante pero no era capaz de ubicarle en mis pensamientos… ¿Banquero? No, lo conocería seguro, ¿Empresario? No…
- Esperaba sentir algo de brisa aquí fuera – Sonreí ligeramente mirando la nada… Acto seguido me llevé la copa a la boca. Me gustaba mirar a la gente a los ojos, así que me acerqué – Alessia Debordeaux – tendí la mano para que me la besase. Si había sido invitado a aquella fiesta es que era alguien mínimamente importante en la sociedad parisina y si no lo conocía, aquel era un buen momento, aunque intente no mirarle hasta el último momento, no quería ser descarada. – Gerente de relaciones públicas y recursos humanos del Banco de Francia. – Si, la tradición de aquellos lugares, nombre y títulos… o en mi caso, puesto.
Guardar los ahorros de los mortales (entre otros) era ardua tarea, especialmente en lo orientado a su conservación y allí me encontraba yo; en una de las tantas fiestas que su majestad brindaba. Lo bueno de ser la gerente de relaciones públicas (a quien le gustase, claro) era que toda la clase alta de la ciudad te conocía, así que era muy fácil “tropezar” sin querer en cualquier conversación interesante y aprovechar para enterarse de todo cuanto estén explicando. El dinero no se multiplica de la nada.
Aparté levemente la falda de mi vestido burdeos de estilo inglés hacía un lado; envidiaba la facilidad con la que los hombres podían vestir en comparación a nosotras y… el corsé, ¡ay el corsé!, de no estar muerta ya me habría matado él. La conversación en la que me encontraba empezaba a resultarme poco interesante, así que fingí necesitar algo de aire y me aparté hacía la balconada para que mi excusa resultase convincente. Con suerte, fuera, caería en otra fuente interesante de información.
Cogí una copa de vino que llevé a mis perlados labios color carmesí, el color del zumo me recordaba a la sangre, de hecho, hubiese preferido una buena copa sangrienta aunque por suerte para los allí presentes, iba bien servida.
Allí fuera no corría ni una pizca de aire pero aquello no me molesto en absoluto, si lo hizo el hecho de solo encontrarme una sola persona… de haberlo sabido no me hubiese ni dignado a dar un paso hacía allí, pero ya lo había hecho, así que me contonee hasta la baranda y me quedé mirando al hombre que allí se encontraba. Me sonaba bastante pero no era capaz de ubicarle en mis pensamientos… ¿Banquero? No, lo conocería seguro, ¿Empresario? No…
- Esperaba sentir algo de brisa aquí fuera – Sonreí ligeramente mirando la nada… Acto seguido me llevé la copa a la boca. Me gustaba mirar a la gente a los ojos, así que me acerqué – Alessia Debordeaux – tendí la mano para que me la besase. Si había sido invitado a aquella fiesta es que era alguien mínimamente importante en la sociedad parisina y si no lo conocía, aquel era un buen momento, aunque intente no mirarle hasta el último momento, no quería ser descarada. – Gerente de relaciones públicas y recursos humanos del Banco de Francia. – Si, la tradición de aquellos lugares, nombre y títulos… o en mi caso, puesto.
Alessia Debordeaux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/10/2016
Re: Fascinación - Privado
Una voz aguda y melódica perturba la paz de la noche, iniciando una conversación cortés que no sé si estoy lo suficientemente sobrio como para mantener. Nervioso, paso mis manos por mi levita para ganar tiempo para pensar; no esperaba que nadie saliese al balcón en esos momentos, en los que buscaba perderme en la quietud del exterior hasta haber recuperado la compostura. Con la mirada perdida en el horizonte, decido devolverle un par de frases por educación antes de volver al salón de caballeros. Sin embargo, la determinación de evitarla se desvanece tan pronto me aparto de la balconada para mirar a la dama.
Frente a mi se encuentra la criatura más exquisita que he conocido hasta el momento. De cuerpo esbelto y facciones delicadas, la joven es tan hermosa que durante unos instantes casi me olvido de respirar. Una espesa mata de cabello rojizo cae en tirabuzones hasta la curva de sus pechos, abundantes incluso con la presión del corsé de su vestido. Su piel, tan pálida como el mármol, parece relucir bajo la luz de las estrellas con un fulgor tenue y sobrenatural. Ni siquiera la reina y sus damas, sometidas a constantes sangrías, son capaces de alcanzar semejante perfección en el color de sus rostros. Sus enormes ojos claros le dan al conjunto cierta dosis de inocencia, que se contradice con la profundidad que me transmiten tan pronto nuestras miradas se encuentran por primera vez. Y es que, después de haber pasado tantos años tratando con el resto de personas, soy capaz de advertir cuál es el brillo que emite una mirada cargada de inteligencia. Los ojos de la desconocida parecen desprender una sabiduría infinita, efecto que no tarda en contrarrestar con la frescura y picaresca de su blanca sonrisa.
- Mademoiselle Debordeaux, un placer - Le digo a la mujer, inclinándome para tomar su mano con infinita delicadeza. Sus dedos están fríos al tacto, pero aun así, deposito un ligero beso sobre su dorso - Mi nombre es Jean Lachance, abogado y enlace de las plantaciones Lachance con los negocios del Viejo Mundo.
Una vez hechas las presentaciones, suelto la mano de la doncella y retrocedo un paso para dejarle su espacio. Ello me cuesta toda la fuerza de voluntad que soy capaz de reunir; y es que su aroma, tan intenso y embriagador como el de una dama de noche, me invita a acercarme a ella y a besarla en sus carnosos labios rojizos. Resistiendo la tentación, la escucho atentamente cuando me cuenta cuál es su profesión. No me sorprende que el Banco de Francia emplee a una mujer para sus asuntos externos. Lo importante para ellos, más que la propia ética, es ganar dinero con los negocios. Por ello, si la pelirroja es capaz de aportar al negocio algo más que una cara bonita, resulta un fantástico enlace para enviarla a tratar con mercaderes y herederos.
- Casualmente, desde que estoy en Francia que frecuento con bastante habitualidad la sede de su Banco.- Le explico a la mujer, sacándome un puro de la levita y encendiéndolo con rapidez - Las transacciones entre las Indias y Europa requieren de una gran cantidad de letras de cambio, y son sus compañeros quienes me las descuentan y me guardan la moneda en sus dependencias. Es una lástima que no coincidiéramos con anterioridad, mademoiselle Debordeaux; no habría desperdiciado la oportunidad de invitarla a tomar algo en algún lugar respetado de la urbe. Aunque parece ser que Su Majestad me ha ofrecido, inconscientemente, la oportunidad de hacerlo. ¿Le gusta bailar?
Frente a mi se encuentra la criatura más exquisita que he conocido hasta el momento. De cuerpo esbelto y facciones delicadas, la joven es tan hermosa que durante unos instantes casi me olvido de respirar. Una espesa mata de cabello rojizo cae en tirabuzones hasta la curva de sus pechos, abundantes incluso con la presión del corsé de su vestido. Su piel, tan pálida como el mármol, parece relucir bajo la luz de las estrellas con un fulgor tenue y sobrenatural. Ni siquiera la reina y sus damas, sometidas a constantes sangrías, son capaces de alcanzar semejante perfección en el color de sus rostros. Sus enormes ojos claros le dan al conjunto cierta dosis de inocencia, que se contradice con la profundidad que me transmiten tan pronto nuestras miradas se encuentran por primera vez. Y es que, después de haber pasado tantos años tratando con el resto de personas, soy capaz de advertir cuál es el brillo que emite una mirada cargada de inteligencia. Los ojos de la desconocida parecen desprender una sabiduría infinita, efecto que no tarda en contrarrestar con la frescura y picaresca de su blanca sonrisa.
- Mademoiselle Debordeaux, un placer - Le digo a la mujer, inclinándome para tomar su mano con infinita delicadeza. Sus dedos están fríos al tacto, pero aun así, deposito un ligero beso sobre su dorso - Mi nombre es Jean Lachance, abogado y enlace de las plantaciones Lachance con los negocios del Viejo Mundo.
Una vez hechas las presentaciones, suelto la mano de la doncella y retrocedo un paso para dejarle su espacio. Ello me cuesta toda la fuerza de voluntad que soy capaz de reunir; y es que su aroma, tan intenso y embriagador como el de una dama de noche, me invita a acercarme a ella y a besarla en sus carnosos labios rojizos. Resistiendo la tentación, la escucho atentamente cuando me cuenta cuál es su profesión. No me sorprende que el Banco de Francia emplee a una mujer para sus asuntos externos. Lo importante para ellos, más que la propia ética, es ganar dinero con los negocios. Por ello, si la pelirroja es capaz de aportar al negocio algo más que una cara bonita, resulta un fantástico enlace para enviarla a tratar con mercaderes y herederos.
- Casualmente, desde que estoy en Francia que frecuento con bastante habitualidad la sede de su Banco.- Le explico a la mujer, sacándome un puro de la levita y encendiéndolo con rapidez - Las transacciones entre las Indias y Europa requieren de una gran cantidad de letras de cambio, y son sus compañeros quienes me las descuentan y me guardan la moneda en sus dependencias. Es una lástima que no coincidiéramos con anterioridad, mademoiselle Debordeaux; no habría desperdiciado la oportunidad de invitarla a tomar algo en algún lugar respetado de la urbe. Aunque parece ser que Su Majestad me ha ofrecido, inconscientemente, la oportunidad de hacerlo. ¿Le gusta bailar?
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/10/2016
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Re: Fascinación - Privado
Lachance. Lachance… Yo había escuchado ese nombre con anterioridad aunque quien sabe si quizás me acordase de alguna de mis otras vidas. El problema de la vida eterna era que una ya no sabía bien, bien cuanta gente recordar y en qué momento. Debí admitir no obstante que si bien no sentí nada al principio, al cruzar nuestras miradas, su luz me llamó la atención.
Aquel hombre trasmitía mucho más de lo que a simple vista podía apreciarse. Tal vez aquella noche no sería tan aburrida como se me antojaba y con suerte podría generar nuevos contactos de interés para el banco. El hombre se llevo un puro a la boca, no acababa de entender que le veían aquellos mortales al tabaco… tal vez, el no poder disfrutar de algunos placeres mundanos, impedían que entendiese porque tanto les gustaba respirar humo. En mi defensa diré, que cuando yo vivía, el tabaco no existía, era totalmente desconocido de manera que al no haber podido disfrutar de él en su momento, no era capaz de imaginarme que tan bien podía llegar a producir. Lo bueno era que pese a no poderlo disfrutar, tampoco me molestaba.
Realicé una caída de ojos ante los comentarios de Lachance. Si bien, algo había en sus palabras, en su tono de voz que hacía que necesitase escucharlo más. – No encontrará lugar mejor donde sus ahorros estén más seguros que con nosotros… - Sonreí amablemente – Piense que yo soy el tesoro. – dije de forma divertida- Y aquí sigo.
Algo más animada, ajuste mi tono por otro más sugerente. Tal vez, aquella noche, pudiese irme a casa con una buena copa. Dejé caer mi mano para que pudiese ser cogido – Gusta bailar siempre y cuando sea la persona indicada. ¿Lo es?– Coqueteé volviéndome a llevar la copa de vino a los labios, dejándola vacía junto al alfeizar de la balconada.
No era famosa por bailar mucho. No lo hacía mal, la practica me había llevado a tener gran gracilidad, pero… No me gustaba parecer tan fácil como para bailar con el primero que se me cruzase, aunque en aquella ocasión podía hacer una excepción. - ¿Así que su familia tiene plantaciones? Vaya, que interesante – Interesante, porque no tenía ni idea de que era aquello que les llamaba tanto la atención y porque por otra parte así era mi trabajo. Para mi sería muy fácil una mirada y que necesitase financiar nuevos territorios, pero aquello no me parecía divertido… no sería un Hobby entonces y mucho menos si mis planes eran otros.
Aquel hombre trasmitía mucho más de lo que a simple vista podía apreciarse. Tal vez aquella noche no sería tan aburrida como se me antojaba y con suerte podría generar nuevos contactos de interés para el banco. El hombre se llevo un puro a la boca, no acababa de entender que le veían aquellos mortales al tabaco… tal vez, el no poder disfrutar de algunos placeres mundanos, impedían que entendiese porque tanto les gustaba respirar humo. En mi defensa diré, que cuando yo vivía, el tabaco no existía, era totalmente desconocido de manera que al no haber podido disfrutar de él en su momento, no era capaz de imaginarme que tan bien podía llegar a producir. Lo bueno era que pese a no poderlo disfrutar, tampoco me molestaba.
Realicé una caída de ojos ante los comentarios de Lachance. Si bien, algo había en sus palabras, en su tono de voz que hacía que necesitase escucharlo más. – No encontrará lugar mejor donde sus ahorros estén más seguros que con nosotros… - Sonreí amablemente – Piense que yo soy el tesoro. – dije de forma divertida- Y aquí sigo.
Algo más animada, ajuste mi tono por otro más sugerente. Tal vez, aquella noche, pudiese irme a casa con una buena copa. Dejé caer mi mano para que pudiese ser cogido – Gusta bailar siempre y cuando sea la persona indicada. ¿Lo es?– Coqueteé volviéndome a llevar la copa de vino a los labios, dejándola vacía junto al alfeizar de la balconada.
No era famosa por bailar mucho. No lo hacía mal, la practica me había llevado a tener gran gracilidad, pero… No me gustaba parecer tan fácil como para bailar con el primero que se me cruzase, aunque en aquella ocasión podía hacer una excepción. - ¿Así que su familia tiene plantaciones? Vaya, que interesante – Interesante, porque no tenía ni idea de que era aquello que les llamaba tanto la atención y porque por otra parte así era mi trabajo. Para mi sería muy fácil una mirada y que necesitase financiar nuevos territorios, pero aquello no me parecía divertido… no sería un Hobby entonces y mucho menos si mis planes eran otros.
Alessia Debordeaux- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 21/10/2016
Re: Fascinación - Privado
La mujer es una maestra del coqueteo. Sus gestos están medidos al milímetro; una sensual caída de pestañas mientras sonríe con calidez, una mirada antes de darle un sorbito a su copa de vino. Su mano, pálida como el mármol, reposando con delicadeza sobre la ornamentada barandilla. Mi corazón palpita con fuerza ante su cercanía, pero consigo mantener la compostura. No sería la primera vez que interpreto mal las señales de una mujer, y no me apetece acabar la velada con su mano tatuada en mi mejilla.
- No estoy seguro de estar a su altura, madame Debordeaux. No soy mal bailarín, pero tampoco soy tan ágil como mi hermano - Le respondo, arrepintiéndome de haber metido a Varek en la conversación. Por primera vez en mucho tiempo, me alegro de su ausencia en la fiesta de hoy. Y es que las mujeres suelen preferirlo a él antes que a mi, cambiando sus favores de una manera tan volátil como el viento. En un intento por corregir mi error, le ofrezco mi brazo con caballerosidad antes de añadir - ¿Me concede este baile, mademoiselle?
Lanzo los restos del puro al suelo mientras lo digo, dedicándole una media sonrisa a la dama. La satisfacción burbujea en mi pecho con fuerza, haciéndome sentir como si estuviera flotando. La velada no hace más que mejorar, y lo mejor será la cara que pondrán mis conocidos cuando me vean bailando con semejante criatura. Haciéndole un gesto a Alessia para que pase, sostengo abierta la acristalada puerta con la mano libre - Las damas primero.
Entramos en el interior del palacio elegantemente, en dirección a la pista de baile. La temperatura es más cálida aquí, cargada por el aroma de los puros que fuman los invitados. La música, que apenas resultaba audible desde el balcón, resuena ahora con fuerza en los abovedados techos. Ahoga el sonido de las conversaciones, obligándome a subir la voz para responder a la anterior pregunta de Alessia.
- Sí, mi familia cultiva índigo y azúcar en Luisiana y tabaco en Cuba - Aprovecho para acercarme más a ella, con la excusa de que es la única manera de hacerle llegar mi voz - Es un buen negocio, pero su magnitud implica necesariamente tener a alguien de confianza, tanto en Francia como en las Indias. Por eso me trasladé a París, y debo decirle que sólo por haberla conocido ya ha valido la pena.
La canción que había estado sonando acaba, marcando el fin de la movida danza. Los bailarines se separan entre risas, jadeando por el esfuerzo. Algunos se marchan a tomar un refrigerio, pero la mayoría se prepara para una nueva ronda más tranquila que la anterior. Tendiendo mi mano hacia la hermosa mujer, le dedico una deslumbrante sonrisa de dientes blancos. Los músicos de la galería acaban de empezar una melodía más lenta, más dulce. Invita a la cercanía, una excusa perfecta para intimar más con la Debordeaux que no pienso desaprovechar. - Cuénteme algo más sobre su vida - Empiezo, entrelazando los dedos con los suyos mientras apoyo la zurda en su cintura - Su apellido es francés; ¿nació usted en París?
- No estoy seguro de estar a su altura, madame Debordeaux. No soy mal bailarín, pero tampoco soy tan ágil como mi hermano - Le respondo, arrepintiéndome de haber metido a Varek en la conversación. Por primera vez en mucho tiempo, me alegro de su ausencia en la fiesta de hoy. Y es que las mujeres suelen preferirlo a él antes que a mi, cambiando sus favores de una manera tan volátil como el viento. En un intento por corregir mi error, le ofrezco mi brazo con caballerosidad antes de añadir - ¿Me concede este baile, mademoiselle?
Lanzo los restos del puro al suelo mientras lo digo, dedicándole una media sonrisa a la dama. La satisfacción burbujea en mi pecho con fuerza, haciéndome sentir como si estuviera flotando. La velada no hace más que mejorar, y lo mejor será la cara que pondrán mis conocidos cuando me vean bailando con semejante criatura. Haciéndole un gesto a Alessia para que pase, sostengo abierta la acristalada puerta con la mano libre - Las damas primero.
Entramos en el interior del palacio elegantemente, en dirección a la pista de baile. La temperatura es más cálida aquí, cargada por el aroma de los puros que fuman los invitados. La música, que apenas resultaba audible desde el balcón, resuena ahora con fuerza en los abovedados techos. Ahoga el sonido de las conversaciones, obligándome a subir la voz para responder a la anterior pregunta de Alessia.
- Sí, mi familia cultiva índigo y azúcar en Luisiana y tabaco en Cuba - Aprovecho para acercarme más a ella, con la excusa de que es la única manera de hacerle llegar mi voz - Es un buen negocio, pero su magnitud implica necesariamente tener a alguien de confianza, tanto en Francia como en las Indias. Por eso me trasladé a París, y debo decirle que sólo por haberla conocido ya ha valido la pena.
La canción que había estado sonando acaba, marcando el fin de la movida danza. Los bailarines se separan entre risas, jadeando por el esfuerzo. Algunos se marchan a tomar un refrigerio, pero la mayoría se prepara para una nueva ronda más tranquila que la anterior. Tendiendo mi mano hacia la hermosa mujer, le dedico una deslumbrante sonrisa de dientes blancos. Los músicos de la galería acaban de empezar una melodía más lenta, más dulce. Invita a la cercanía, una excusa perfecta para intimar más con la Debordeaux que no pienso desaprovechar. - Cuénteme algo más sobre su vida - Empiezo, entrelazando los dedos con los suyos mientras apoyo la zurda en su cintura - Su apellido es francés; ¿nació usted en París?
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/10/2016
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Re: Fascinación - Privado
Sonreí de forma picara – ¿Si no es tan buen bailarín para que me invita? - y acto seguido me agarré de su brazo tal y como marcaba el protocolo. Si, iba a bailar con él… Algo había en su mirada que no dejaba de llamarme la atención y sabía que esa curiosidad que en mi se había generado solo se sosegaba indagando información.
Entramos dentro del palacio, allí el ambiente se notaba cargado, menos mal que lo mío ya no era respirar porque de serlo, bien seguro que me hubiese ahogado cual roca cayendo al fondo marino. Si, bueno… las rocas no se ahogan y yo… tampoco. – Negocios transatlánticos de gran volumen entiendo ¿No? Espero que pregunte por mí la próxima vez que tenga que venir al banco. – Dije de forma seductora. Me deje llevar. Baje la mirada fingiendo vergüenza y timidez al escuchar que había valido la pena por conocerme. Obviamente si algo me había dado la inmortalidad era una autoestima que rozaba las nubes. – Que exagerado sois, no soy para tanto, creedme. No podéis verme bien entre tanto humo. Distorsiona. – Y aproveché aquello para pegar durante unos instantes mi brazo al suyo y separarme después.
Sí, no era para tanto… No tenía corazón y tenía una extraña manía de beber sangre. Tocaba bailar e iba a ser un baile lento, interesante poderlo analizar así, por el momento no parecía ser timidez, colocó su mano en mi cintura con total decisión. – Bueno, no soy parisina, nací en Bordeaux y de ahí viene mi nombre. Es una ciudad preciosa, no tanto como París, pero nadie puede negar que su vía principal es preciosa. – Mis pasos iban acompasados al ritmo, dejándome llevar por aquel hombre que debía pensar tal vez que estaba llevándose una buena presa cuando yo era la depredadora. – ¿He de entender entonces que sois americano? – Dije levantando una ceja y entregirando la cabeza de forma dulce – No suelen venir a Europa si no es más que para negocios, negocios y más negocios. – Resoplé de forma divertida, solté un leve gemido agudo a modo de risa y me pegué un tanto más a él, aquello realmente era divertido.
Entramos dentro del palacio, allí el ambiente se notaba cargado, menos mal que lo mío ya no era respirar porque de serlo, bien seguro que me hubiese ahogado cual roca cayendo al fondo marino. Si, bueno… las rocas no se ahogan y yo… tampoco. – Negocios transatlánticos de gran volumen entiendo ¿No? Espero que pregunte por mí la próxima vez que tenga que venir al banco. – Dije de forma seductora. Me deje llevar. Baje la mirada fingiendo vergüenza y timidez al escuchar que había valido la pena por conocerme. Obviamente si algo me había dado la inmortalidad era una autoestima que rozaba las nubes. – Que exagerado sois, no soy para tanto, creedme. No podéis verme bien entre tanto humo. Distorsiona. – Y aproveché aquello para pegar durante unos instantes mi brazo al suyo y separarme después.
Sí, no era para tanto… No tenía corazón y tenía una extraña manía de beber sangre. Tocaba bailar e iba a ser un baile lento, interesante poderlo analizar así, por el momento no parecía ser timidez, colocó su mano en mi cintura con total decisión. – Bueno, no soy parisina, nací en Bordeaux y de ahí viene mi nombre. Es una ciudad preciosa, no tanto como París, pero nadie puede negar que su vía principal es preciosa. – Mis pasos iban acompasados al ritmo, dejándome llevar por aquel hombre que debía pensar tal vez que estaba llevándose una buena presa cuando yo era la depredadora. – ¿He de entender entonces que sois americano? – Dije levantando una ceja y entregirando la cabeza de forma dulce – No suelen venir a Europa si no es más que para negocios, negocios y más negocios. – Resoplé de forma divertida, solté un leve gemido agudo a modo de risa y me pegué un tanto más a él, aquello realmente era divertido.
Alessia Debordeaux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/10/2016
Re: Fascinación - Privado
Alessia me está volviendo loco. Entremezcla conversación inteligente con pequeños gestos destinados a confundirme: una mirada con mayor intensidad de lo habitual, su brazo rozándome el cuerpo al bailar. Un mohín de sus afresados labios carnosos y sensuales, acompañado por un comentario sarcástico. Resulta complicado pensar tan cerca de ella, y con razón. Y es que, durante mis 31 años de vida, no me había cruzado jamás con ninguna mujer que reuniese sus características. De no ser por la cordura que todos mis años en ejercicio me han proporcionado, le pediría que se casara conmigo aquí y ahora. Pero nadie puede ser tan perfecto; tiene que tener algo malo. La cosa está en averiguar el qué.
- No se preocupe, preguntaré. Así podría invitarla a comer conmigo durante su pausa, si usted quiere. Tengo conocidos en los mejores restaurantes de París; podríamos entrar al mismísimo Grând sin concertar hora previa. - Le digo a la dama, haciéndola girar sin previo aviso sobre sí misma. Admirado por su gracilidad, vuelvo a tomarla de la cintura tan pronto sus esbeltas piernas dejan de girar bajo el vestido - En cuanto a su pregunta, sí, soy americano. Los Lachance de ultramar descendemos de una de las familias nobles más antiguas de París, pero nuestra rama francesa se extinguió por línea masculina. Así que supongo que eso nos hace americanos por partida doble.
Continuamos bailando durante un par de minutos más, tras los cuales la orquesta se detiene para hacer una pausa. Los músicos bajan del estrado entre los aplausos del público, a los que me sumo mientras lamento que mi momento con la pelirroja haya acabado tan pronto. Por el rabillo del ojo, veo cómo uno de los violinistas se escabuye con rapidez. Ha desaparecido tras uno de los tapices como por arte de magia... pero la magia no existe, y las casualidades, tampoco.
- Discúlpeme unos minutos, madame - Le digo a Alessia, tomando sus fríos dedos blancos para depositar un beso en ellos - Creo que he visto a un conocido. Enseguida vuelvo.
Dedicándole una deslumbrante sonrisa, camino en dirección al pasillo para buscar unas escaleras. Estoy seguro de que ese era el tercer hijo de Mondê, mi rival en la abogacía; y si tiene asuntos que atender tan importantes como para arriesgarse públicamente a ser descubierto, sin duda son de mi incumbencia.
- No se preocupe, preguntaré. Así podría invitarla a comer conmigo durante su pausa, si usted quiere. Tengo conocidos en los mejores restaurantes de París; podríamos entrar al mismísimo Grând sin concertar hora previa. - Le digo a la dama, haciéndola girar sin previo aviso sobre sí misma. Admirado por su gracilidad, vuelvo a tomarla de la cintura tan pronto sus esbeltas piernas dejan de girar bajo el vestido - En cuanto a su pregunta, sí, soy americano. Los Lachance de ultramar descendemos de una de las familias nobles más antiguas de París, pero nuestra rama francesa se extinguió por línea masculina. Así que supongo que eso nos hace americanos por partida doble.
Continuamos bailando durante un par de minutos más, tras los cuales la orquesta se detiene para hacer una pausa. Los músicos bajan del estrado entre los aplausos del público, a los que me sumo mientras lamento que mi momento con la pelirroja haya acabado tan pronto. Por el rabillo del ojo, veo cómo uno de los violinistas se escabuye con rapidez. Ha desaparecido tras uno de los tapices como por arte de magia... pero la magia no existe, y las casualidades, tampoco.
- Discúlpeme unos minutos, madame - Le digo a Alessia, tomando sus fríos dedos blancos para depositar un beso en ellos - Creo que he visto a un conocido. Enseguida vuelvo.
Dedicándole una deslumbrante sonrisa, camino en dirección al pasillo para buscar unas escaleras. Estoy seguro de que ese era el tercer hijo de Mondê, mi rival en la abogacía; y si tiene asuntos que atender tan importantes como para arriesgarse públicamente a ser descubierto, sin duda son de mi incumbencia.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Fascinación - Privado
Noté como el estómago emitía pequeños cosquilleos ante aquel giro por sorpresa. Hacía mucho tiempo que había dejado de ser una frágil copa de cristal para convertirme en una rosa, una rosa repleta de espinas que allí estaba, dando vueltas cual grácil pétalo meciéndose ante la suave brisa del viento de una tarde de verano. – Así que americano eh… - Dije arrastrando las silabas de forma aterciopelada para mostrar especial interés. Hasta la fecha no había estado para nada más que no fueran negocios con un americano pero decían de ellos que estaban hechos de otra pasta, como los españoles o italianos… Nada que ver con los suavones de los franceses, los rígidos alemanes o los descarados ingleses, tenían sangre en las venas y eso me gustaba… si, sangre – Eso me gusta.
Me dejaba llevar por la música. A decir verdad estaba disfrutando el momento y pocas veces me permitía disfrutar de aquella forma. Aquel hombre tenía algo que no sabía explicar del todo pero necesitaba hincarle el diente aquella noche, quería su sangre.
Me dejó con la palabra en la boca. Para cuando me quise dar cuenta, prácticamente se había escabullido. De no ser por mis poderes me hubiese costado localizarlo, pero me dirigí con todo el sigilo que me era posible hacía su posición.
Me lo encontré en los pasillos, parecía pendiente de algo. – No veo aquí a nadie – Me acerqué sensualmente hacía él hablándole a la oreja desde sus espaldas – Y mucho menos conocidos… - Sonreí entusiasmada – Estas buscando a alguien ¿verdad? – Dije en apenas un susurro a la par que señalaba con la mirada una de las puertas – Ahí… - Era la única en la que sentía el calor de la sangre.
Me dejaba llevar por la música. A decir verdad estaba disfrutando el momento y pocas veces me permitía disfrutar de aquella forma. Aquel hombre tenía algo que no sabía explicar del todo pero necesitaba hincarle el diente aquella noche, quería su sangre.
Me dejó con la palabra en la boca. Para cuando me quise dar cuenta, prácticamente se había escabullido. De no ser por mis poderes me hubiese costado localizarlo, pero me dirigí con todo el sigilo que me era posible hacía su posición.
Me lo encontré en los pasillos, parecía pendiente de algo. – No veo aquí a nadie – Me acerqué sensualmente hacía él hablándole a la oreja desde sus espaldas – Y mucho menos conocidos… - Sonreí entusiasmada – Estas buscando a alguien ¿verdad? – Dije en apenas un susurro a la par que señalaba con la mirada una de las puertas – Ahí… - Era la única en la que sentía el calor de la sangre.
Alessia Debordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Fascinación - Privado
Doy un respingo al escuchar la voz de Alessia en mi oído. No la he visto seguirme, y eso que el pasillo está casi desierto. ¿Cómo lo habrá hecho? - Mademoiselle, no sé si es sensato que me siga - Le digo, con el corazón todavía acelerado por el sobresalto. Mi voz es apenas un susurro, para evitar delatarnos a quien pueda estar escuchando. La discrección es vital en estos asuntos - Tiene usted razón, no le he sido del todo sincero. No he venido a este pasillo a saludar a nadie. Aun así, hay algo de verdad en lo que le he dicho, y es que he visto al hijo de un rival escabullirse desde el palco. Puede que sean imaginaciones mías, pero el instinto me dice que hay algo extraño en todo esto. En la Corte no existen las casualidades.
Tan pronto como termino de hablar ya estoy arrepintiéndome de lo que he dicho. Parpadeo varias veces con rapidez, sorprendido, confuso. ¿Se puede saber qué me pasa con esta mujer? ¡Si acabo de conocerla! ¿Por qué le estoy hablando sobre intrigas personales? Nervioso, me paso una mano por los rizados cabellos, recogidos con un lazo de terciopelo a la altura de la nuca. Ya es demasiado tarde para desdecirme; si la muchacha quiere marcharse, lo hará sin que esté en mi mano evitarlo.
Pero Alessia no se marcha. Esboza una maliciosa sonrisa de dientes blancos, mientras señala con su hermosa barbilla una de las puertas que flanquean el pasillo. Parece que ha visto entrar al músico en ella, aunque no me explico cómo; yo iba unos metros por delante y le había perdido la vista. Guiñándole el ojo con complicidad, camino un par de pasos hasta colocarme frente a la puerta. Ahora toca lo más complicado; escuchar sin que parezca demasiado evidente a ojos de los invitados. - Podría meterse usted en líos por ayudarme, mademoiselle Debordeaux. Mondê tiene muchos contactos, y la mayoría de ellos reciben una generosa cantidad de francos por prestarle sus servicios. No quisiera verla perjudicada por mi culpa.
Tan pronto como termino de hablar ya estoy arrepintiéndome de lo que he dicho. Parpadeo varias veces con rapidez, sorprendido, confuso. ¿Se puede saber qué me pasa con esta mujer? ¡Si acabo de conocerla! ¿Por qué le estoy hablando sobre intrigas personales? Nervioso, me paso una mano por los rizados cabellos, recogidos con un lazo de terciopelo a la altura de la nuca. Ya es demasiado tarde para desdecirme; si la muchacha quiere marcharse, lo hará sin que esté en mi mano evitarlo.
Pero Alessia no se marcha. Esboza una maliciosa sonrisa de dientes blancos, mientras señala con su hermosa barbilla una de las puertas que flanquean el pasillo. Parece que ha visto entrar al músico en ella, aunque no me explico cómo; yo iba unos metros por delante y le había perdido la vista. Guiñándole el ojo con complicidad, camino un par de pasos hasta colocarme frente a la puerta. Ahora toca lo más complicado; escuchar sin que parezca demasiado evidente a ojos de los invitados. - Podría meterse usted en líos por ayudarme, mademoiselle Debordeaux. Mondê tiene muchos contactos, y la mayoría de ellos reciben una generosa cantidad de francos por prestarle sus servicios. No quisiera verla perjudicada por mi culpa.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Fascinación - Privado
Podía notar como se le aceleraba el corazón, como el hecho de estar yo allí hacía ponerle nervioso y… me gustaba, simplemente me encantaba esa sensación que era capaz de generar en el resto de los mortales, pero especialmente en este.
- Pues de ser así, vamos a ver que puede ser, ¿no? – Dije arrastrando las palabras de forma aterciopelada mientras me deslizaba lentamente hacía la puerta, justo a su altura para hacer como que escuchaba algo que ya percibía con total facilidad. Aunque no estaba nerviosa, no podía negar que aquello me gustaba especialmente. – No temáis, represento al tesoro ¿No lo recuerda? Nadie será capaz de hacerme nada si no quiere quedarse con una cámara mágicamente vacía – Volví a sonreír pero esta vez de forma descaradamente sugerente – Aunque en una cámara vacía se pueden hacer muchas cosas.
Seguíamos allí, pendientes de todo cuanto podría estar pasando de cada palabra. Me pasé la lengua por los labios justo en el momento en el que la puerta se estaba empezando a abrir. Sin duda aquello en cualquier ocasión, hubiese significado problemas, pero no en aquel caso… sabía que siempre me quedaba un as en la manga, aunque mientras tanto prefería ver como se defendía aquel hombre.
Me puse justo detrás de Lachance, agarrándome fuertemente a su brazo, como si hubiéramos sido sorprendidos en un momento íntimo. Mi mirada se deslizaba de abajo arriba, nadie allí sabía lo cerca que podían estar de la muerte.
-Uy!
- Pues de ser así, vamos a ver que puede ser, ¿no? – Dije arrastrando las palabras de forma aterciopelada mientras me deslizaba lentamente hacía la puerta, justo a su altura para hacer como que escuchaba algo que ya percibía con total facilidad. Aunque no estaba nerviosa, no podía negar que aquello me gustaba especialmente. – No temáis, represento al tesoro ¿No lo recuerda? Nadie será capaz de hacerme nada si no quiere quedarse con una cámara mágicamente vacía – Volví a sonreír pero esta vez de forma descaradamente sugerente – Aunque en una cámara vacía se pueden hacer muchas cosas.
Seguíamos allí, pendientes de todo cuanto podría estar pasando de cada palabra. Me pasé la lengua por los labios justo en el momento en el que la puerta se estaba empezando a abrir. Sin duda aquello en cualquier ocasión, hubiese significado problemas, pero no en aquel caso… sabía que siempre me quedaba un as en la manga, aunque mientras tanto prefería ver como se defendía aquel hombre.
Me puse justo detrás de Lachance, agarrándome fuertemente a su brazo, como si hubiéramos sido sorprendidos en un momento íntimo. Mi mirada se deslizaba de abajo arriba, nadie allí sabía lo cerca que podían estar de la muerte.
-Uy!
Alessia Debordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Fascinación - Privado
Definitivamente, su comentario sobre la cámara ha sido una directa. Atónito, observo el bello rostro de la pelirroja sin saber cómo reaccionar. La conspiración de mi rival pierde el interés en comparación con una mujer como Alessia, y la oportunidad de intimar con ella en profundidad. Puede que en una ocasión distinta, le hubiera sugerido buscar un lugar más íntimo para continuar con nuestra conversación. Sin embargo, el maldito hijo de Mondê me quita la oportunidad de hacerlo. Concluidas sus conversaciones, abre la puerta para unirse de nuevo al resto de visitantes. Su rostro muestra una expresión preocupada, que se ve sustituida por la sorpresa al percatarse de nuestra presencia junto a él. - ¡Tú! - Gruñe, sus ojos abiertos como platos. Sus manos se lanzan en dirección a mi cuello, sujetándome por las solapas. Se produce un pequeño forcejeo entre ambos, del que resulta ganador el músico. Con un brusco golpe, me empuja hacia el interior de la habitación en la que se encontraba. Y yo caigo sobre el suelo, notando el sabor de la sangre en mi boca al morderme la lengua en la caída.
- ¿Quién es este, Mondê? - Dice una voz masculina, desconocida para mi. Mareado, escupo una flema sanguinolienta. Algo duro me golpea en la cabeza antes de que pueda incorporarme, haciendo que mi cráneo estalle en una ola de dolor y fuego. - Nos ha visto, estúpido, y la mujer pelirroja también. No podemos dejarlos marchar.
- Pero su señoría, ¡es Lachance! ¡su hermano es Varek, el cazador! - Tumbado en el frío suelo de madera, las voces parecen llegar hasta mi amortiguadas, lejanas. Discuten entre ellas sobre los pros y los contras de dejarme con vida, aunque en estos momentos podrían hacer conmigo lo que quisieran. No esperaba violencia física, y tampoco podría haberme defendido con éxito. No tengo armas, y a diferencia de lo que sucede con Varek, no estoy entrenado en el combate sin armas. - ¿Está usted seguro?
- Segurísimo. - Dice el hombre con dureza - Hazlo ya, antes de que reaccione y llamemos más la atención.
- ¿Quién es este, Mondê? - Dice una voz masculina, desconocida para mi. Mareado, escupo una flema sanguinolienta. Algo duro me golpea en la cabeza antes de que pueda incorporarme, haciendo que mi cráneo estalle en una ola de dolor y fuego. - Nos ha visto, estúpido, y la mujer pelirroja también. No podemos dejarlos marchar.
- Pero su señoría, ¡es Lachance! ¡su hermano es Varek, el cazador! - Tumbado en el frío suelo de madera, las voces parecen llegar hasta mi amortiguadas, lejanas. Discuten entre ellas sobre los pros y los contras de dejarme con vida, aunque en estos momentos podrían hacer conmigo lo que quisieran. No esperaba violencia física, y tampoco podría haberme defendido con éxito. No tengo armas, y a diferencia de lo que sucede con Varek, no estoy entrenado en el combate sin armas. - ¿Está usted seguro?
- Segurísimo. - Dice el hombre con dureza - Hazlo ya, antes de que reaccione y llamemos más la atención.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Fascinación - Privado
La situación se había vuelto violenta y no me gustaba ni un pelo la sensación que estaba percibiendo y mucho menos aquellas auras. Já, quizás creía que se habían encontrado con una pareja cualquiera, pero no contaban con que yo no era precisamente una dama normal, no…
Me quedé atonía al ver como metían a Jean dentro de la habitación por la solapa. Entré detrás de él como si me hubiese visto obligada aunque mi yo interior estuviese riendo la cara de horror que debía tener dibujada debía de ser digna de la mejor de las intérpretes. – ¡No le haga daño! – Grite con voz lastimosa y de súplica esperando ver su reacción. Lo siguiente que recuerdo es el dulce olor de la sangre, el sabor en la punta de mi lengua… Lachance se habia mordido la lengua al caer y sangraba, en lo único que podía pensar en aquel momento era en mezclar sus labios con los míos y sorber.
Mis ojos empezaron a cambiar de color, mis rasgos dulces se tornaron tersos y serios, los colmillos hicieron acto de presencia y mis uñas ya no eran la clase de uña que una señorita normal llevaría. – Se olvidan de servidora! – Dije en un grito de rabia, la bestia que habitaba en mí se había desatado y ahora tenía una de las mesitas de té cogida a una mano y blandiéndola como si fuese un grácil garrote. Un sonido seco se escuchó en la habitación, quien quiera que fuese aquel hombre poco tenía que escribir en esta historia, su cuerpo cayo vulgarmente frente a mí con la cabeza abierta.
Me quede mirando al segundo individuo, acercándome lentamente, notaba como la sangre había salpicado mi cara, pero está no era dulce, no la deseaba, no era la sangre que me había hecho descontrolar. Sonreí de forma seductora, lo agarré por la cabeza levantándolo del suelo y lo estrellé contra la pared una y otra vez hasta que “perdió el conocimiento”.
Mis pasos ahora eran firmes y me dirigí a Lachance – No tengas miedo, cuando despiertes, pensaras que has tenido una agradable noche conmigo – Dije en un suave susurro sin evitar que mi bestia se abalanzase sobre él, besándolo en los labios, lamiéndole la herida para posteriormente dirigirme a su cuello y tomar de él uno de los tragos más apetecibles que había sido capaz de obtener.
Me quedé atonía al ver como metían a Jean dentro de la habitación por la solapa. Entré detrás de él como si me hubiese visto obligada aunque mi yo interior estuviese riendo la cara de horror que debía tener dibujada debía de ser digna de la mejor de las intérpretes. – ¡No le haga daño! – Grite con voz lastimosa y de súplica esperando ver su reacción. Lo siguiente que recuerdo es el dulce olor de la sangre, el sabor en la punta de mi lengua… Lachance se habia mordido la lengua al caer y sangraba, en lo único que podía pensar en aquel momento era en mezclar sus labios con los míos y sorber.
Mis ojos empezaron a cambiar de color, mis rasgos dulces se tornaron tersos y serios, los colmillos hicieron acto de presencia y mis uñas ya no eran la clase de uña que una señorita normal llevaría. – Se olvidan de servidora! – Dije en un grito de rabia, la bestia que habitaba en mí se había desatado y ahora tenía una de las mesitas de té cogida a una mano y blandiéndola como si fuese un grácil garrote. Un sonido seco se escuchó en la habitación, quien quiera que fuese aquel hombre poco tenía que escribir en esta historia, su cuerpo cayo vulgarmente frente a mí con la cabeza abierta.
Me quede mirando al segundo individuo, acercándome lentamente, notaba como la sangre había salpicado mi cara, pero está no era dulce, no la deseaba, no era la sangre que me había hecho descontrolar. Sonreí de forma seductora, lo agarré por la cabeza levantándolo del suelo y lo estrellé contra la pared una y otra vez hasta que “perdió el conocimiento”.
Mis pasos ahora eran firmes y me dirigí a Lachance – No tengas miedo, cuando despiertes, pensaras que has tenido una agradable noche conmigo – Dije en un suave susurro sin evitar que mi bestia se abalanzase sobre él, besándolo en los labios, lamiéndole la herida para posteriormente dirigirme a su cuello y tomar de él uno de los tragos más apetecibles que había sido capaz de obtener.
Alessia Debordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Fascinación - Privado
Mondê me coge del pelo, sus dedos entrelazándose entre mis rizos con violencia. Con un brusco tirón hace que alce la cabeza hacia él, dejando mi cuello completamente expuesto ante su daga. Dolorido, clavo mi mirada desafiante ante la suya. No moriré suplicando; lo haré aceptando mi destino, con la valentía propia de un caballero. Sin embargo, su hoja jamás llega a rajar mi garganta. Entre las nieblas del dolor, veo cómo algo aparta bruscamente al hombre de mi lado. Un borrón de cabellos pelirrojos, cuyo rostro está desencajado por una mueca inhumana.
Esto no puede estar pasando.
Atónito, observo cómo destroza la cabeza de mi agresor con una mesa. Ha sido todo tan rápido que no he podido ver la trayectoria de sus manos; sólo el golpe sordo con el que el hombre cae sobre el enmoquetado suelo, que no tarda en quedar cubierto por una húmeda mancha escarlata. El Juez no tarda mucho en correr su suerte; Alessia sesga su vida pocos minutos después, deleitándose en el brutal acto de estrellarlo repetidas veces contra la pared de la sala. Pronto, los bellísimos paneles de madera están cubiertos de sesos y hueso, un mural de sangre y vísceras que me hace palidecer, al borde del desmayo. Las piernas me fallan de pronto, desprovistas de fuerza tras el macabro espectáculo. No había llegado a incorporarme del todo, de modo que la caída no es demasiado dolorosa. Al ver que las piernas no me sostienen, me falta tiempo para gatear en dirección a la puerta. Sé que ella me alcanzará igual, pero ahora mismo soy incapaz de rendirme; sólo sé que tengo que huir como sea, o acabaré igual que el resto de los hombres de la sala.
Con una rapidez sobrehumana, Alessia se sitúa pronto junto a mi. Pese a la carnicería que acabo de presenciar, ni una gota de sangre mancha su piel. Permanece pálida, inmaculada, como la nieve virgen recién caída desde los cielos. Sin embargo, sus labios y prendas tienen el mismo color que la sangre; un escarlata intenso, que me aterroriza tanto como los colmillos que muestra cuando sonríe. Sea lo que sea, no es humana. Y yo soy el siguiente.
- Vade retro, Satanás. No te me acerques - Le digo, sacándome la cruz de oro que ocultaba bajo la levita. El colgante no hace más que ensanchar la sonrisa de Alessia, que no se detiene hasta quedar justo enfrente de mi. Con movimientos casi tiernos, carga con mi peso para ponerme en pie. Sus ojos se han tornado de un color rojizo inquietante, brillando con las vidas que acaba de ingerir. Reuniendo las últimas fuerzas que me restan, forcejeo débilmente para soltarme de su presa. Es inútil; sus manos se cierran como el hierro sobre mis hombros, impidiéndome escapar hacia el pasillo - No... - Murmuro, perdiéndome en su mirada. Ella acaricia mis cabellos con mimo, para después dejar al descubierto el inicio de mi garganta. Alessia entierra suavemente el rostro en mi cuello, besándome la clavícula con sus carnosos labios. Y antes de que sea consciente de lo que ocurre, algo afilado atraviesa la tierna piel de mi garganta, absorbiéndome la vida.
Sorprendido, jadeo con una mezcla de sobresalto y placer. El dolor inicial ha desaparecido, para dar paso al éxtasis de compartir mi vida con la vampiresa. Como a cámara lenta, veo pasar ante mi las imágenes de mi vida; mi infancia en Luisiana, mi adolescencia sin Varek, la alegría de nuestro reencuentro. En un placentero ensueño, veo mi primera vez con hombres y mujeres; algunos de mis casos pasan también por mi memoria, siendo ahora también los recuerdos de Alessia. No me doy cuenta de cuando la inmortal se aparta de mi, ni tampoco de que está modificando mi memoria. A mi alrededor sólo se alza una espesa niebla, que mañana atribuiré a la borrachera... y el recuerdo del placer de la sangre ofrecida a Alessia.
Esto no puede estar pasando.
Atónito, observo cómo destroza la cabeza de mi agresor con una mesa. Ha sido todo tan rápido que no he podido ver la trayectoria de sus manos; sólo el golpe sordo con el que el hombre cae sobre el enmoquetado suelo, que no tarda en quedar cubierto por una húmeda mancha escarlata. El Juez no tarda mucho en correr su suerte; Alessia sesga su vida pocos minutos después, deleitándose en el brutal acto de estrellarlo repetidas veces contra la pared de la sala. Pronto, los bellísimos paneles de madera están cubiertos de sesos y hueso, un mural de sangre y vísceras que me hace palidecer, al borde del desmayo. Las piernas me fallan de pronto, desprovistas de fuerza tras el macabro espectáculo. No había llegado a incorporarme del todo, de modo que la caída no es demasiado dolorosa. Al ver que las piernas no me sostienen, me falta tiempo para gatear en dirección a la puerta. Sé que ella me alcanzará igual, pero ahora mismo soy incapaz de rendirme; sólo sé que tengo que huir como sea, o acabaré igual que el resto de los hombres de la sala.
Con una rapidez sobrehumana, Alessia se sitúa pronto junto a mi. Pese a la carnicería que acabo de presenciar, ni una gota de sangre mancha su piel. Permanece pálida, inmaculada, como la nieve virgen recién caída desde los cielos. Sin embargo, sus labios y prendas tienen el mismo color que la sangre; un escarlata intenso, que me aterroriza tanto como los colmillos que muestra cuando sonríe. Sea lo que sea, no es humana. Y yo soy el siguiente.
- Vade retro, Satanás. No te me acerques - Le digo, sacándome la cruz de oro que ocultaba bajo la levita. El colgante no hace más que ensanchar la sonrisa de Alessia, que no se detiene hasta quedar justo enfrente de mi. Con movimientos casi tiernos, carga con mi peso para ponerme en pie. Sus ojos se han tornado de un color rojizo inquietante, brillando con las vidas que acaba de ingerir. Reuniendo las últimas fuerzas que me restan, forcejeo débilmente para soltarme de su presa. Es inútil; sus manos se cierran como el hierro sobre mis hombros, impidiéndome escapar hacia el pasillo - No... - Murmuro, perdiéndome en su mirada. Ella acaricia mis cabellos con mimo, para después dejar al descubierto el inicio de mi garganta. Alessia entierra suavemente el rostro en mi cuello, besándome la clavícula con sus carnosos labios. Y antes de que sea consciente de lo que ocurre, algo afilado atraviesa la tierna piel de mi garganta, absorbiéndome la vida.
Sorprendido, jadeo con una mezcla de sobresalto y placer. El dolor inicial ha desaparecido, para dar paso al éxtasis de compartir mi vida con la vampiresa. Como a cámara lenta, veo pasar ante mi las imágenes de mi vida; mi infancia en Luisiana, mi adolescencia sin Varek, la alegría de nuestro reencuentro. En un placentero ensueño, veo mi primera vez con hombres y mujeres; algunos de mis casos pasan también por mi memoria, siendo ahora también los recuerdos de Alessia. No me doy cuenta de cuando la inmortal se aparta de mi, ni tampoco de que está modificando mi memoria. A mi alrededor sólo se alza una espesa niebla, que mañana atribuiré a la borrachera... y el recuerdo del placer de la sangre ofrecida a Alessia.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Fascinación - Privado
Mis ojos se iluminaban con el mismo color escarlata que la sangre, un destello iridiscente en ellos que no paro ni para evidenciar un puchero de chica compungida - ¿Vade retro? – Chasqué la lengua varias veces como haciendo ver que se había equivocado, obviamente aquel juguete del que antiguamente había considerado mi dios no despertaba en mi ningún rechazo de ningún tipo, solo avivaba mi sed de sangre, mi lívido – Después de lo de hoy solo desearas tenerme cerca…
El éxtasis y placer que aquella sangre en mis labios generaba no hacía más que perderme hasta el punto de prácticamente olvidar que debía parar a tiempo. Los recuerdos se habían abalanzado sobre mí, la edad media se me había antojada rara de repente, desconocida, pero no aquellos labios, no… Lachance se le parecía, tenía los mismos rasgos que Mauritz y al igual que el joven bodeguero, el abogado hacía en mí que cada parte de mi cuerpo se retorciese en placer y en ganas de más.
Paré antes de que fuese demasiado tarde, no sabría si podría controlarme en otras veces, pero a partir de aquel momento se había forjado un único vínculo entre él y yo, sabía que no tardaría en volver a verlo. Mis ojos se cruzaron con los suyos y lo bese de forma dulce, con total diferencia a lo que acababa de ocurrir esta vez el acto era pausado y a su vez me iba metiendo en su mente para modificarle la memoria… Unas risas, unas copas de más, la mano en mi trasero, encima de una mesa, más alcohol y un puro.
El cuerpo inerte de Lachance se desprendió sobre mí, inconsciente, volvería a despertarse en su cama a la mañana, con una fuerte resaca y recordando mi perfume y… como no, que había sido la mujer más impresionante que se le había plantado en la vida. ¿Tal vez quisiese visitarme en el banco?
El éxtasis y placer que aquella sangre en mis labios generaba no hacía más que perderme hasta el punto de prácticamente olvidar que debía parar a tiempo. Los recuerdos se habían abalanzado sobre mí, la edad media se me había antojada rara de repente, desconocida, pero no aquellos labios, no… Lachance se le parecía, tenía los mismos rasgos que Mauritz y al igual que el joven bodeguero, el abogado hacía en mí que cada parte de mi cuerpo se retorciese en placer y en ganas de más.
Paré antes de que fuese demasiado tarde, no sabría si podría controlarme en otras veces, pero a partir de aquel momento se había forjado un único vínculo entre él y yo, sabía que no tardaría en volver a verlo. Mis ojos se cruzaron con los suyos y lo bese de forma dulce, con total diferencia a lo que acababa de ocurrir esta vez el acto era pausado y a su vez me iba metiendo en su mente para modificarle la memoria… Unas risas, unas copas de más, la mano en mi trasero, encima de una mesa, más alcohol y un puro.
El cuerpo inerte de Lachance se desprendió sobre mí, inconsciente, volvería a despertarse en su cama a la mañana, con una fuerte resaca y recordando mi perfume y… como no, que había sido la mujer más impresionante que se le había plantado en la vida. ¿Tal vez quisiese visitarme en el banco?
Alessia Debordeaux- Vampiro Clase Alta
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