Isaura Blackraven

De espíritu libre y romántico, Isaura es una joven soñadora, entusiasta y de una gran imaginación, que la lleva a horizontes amplios y alejados de cualquier realidad o ficción. Su gran capacidad de entendimiento y raciocino la ayudan a comprender complicadas situaciones y actualidades, aunque no concibe las crueldades, corrupciones y perversiones a las que se someten los seres, ni mucho menos, que alguien se atreva a reprimir a los demás o los considere inferiores. Sin embargo, su lado altruista, sólo se muestra con aquellos desprotegidos, rasgo heredado de su madre, pero, ha recibido de su padre, una altanería y soberbia con los de su misma clase, mostrándose siempre reticente y cautelosa en el ambiente social.

La instrucción que ha recibido desde pequeña, abrió su mente y la convirtió en una pensadora constante. Que no se aventura a las pasiones que pueden despertarse en su interior, ya que prefiera vivirlas en su fantasía, y que actúa racionalmente. Es bastante recata y tímida, por momentos, sumisa, pero dentro de ella se esconde una leona que brama por salir y gritar al mundo que desea liberarse de la prisión a la que las costumbres –para ella, malas, aunque las respeta- y expectativas puestas en ella, la obligan a encerrarse y recluirse en una joven que aparenta una entera felicidad y angelical sonrisa.

Su esencia es pura e inocente. A pesar de su valentía y amplio conocimiento del entorno, su gran capacidad para sumergirse en la ensoñación y vivir en su mundo por tiempo indeterminado, la vuelven frágil y vulnerable. Testaruda, no escucha razones cuando se lo propone, y puede ignorar completamente a las personas o a las situaciones, si éstas no logran llenar el vacío que siente de manera constante, lo que la lleva a aventurarse y a meterse en problemas, buscando lo que llene ese espacio repleto de nada, y que no sabe por qué está allí.

Respetuosa, comprensiva, contradictoria, paciente e impaciente. Adora buscar el por qué en todo lo que dice y lo que hace, y cuando no encuentra la respuesta, se vuelve insistente hasta lograrlo. Jamás deja por la mitad algo que ha emprendido, y jura llevarlo hasta las últimas consecuencias, aunque deje su vida en el intento; sin embargo, sus grandes búsquedas de “porqués” jamás han sobrepasado el espacio de su hogar, intentando resolver problemas amorosos o económicos de plebeyos, empleados; y averiguar la razón de las peleas entre sus padres, cuando ellos estaban vivos.

A pesar de su inseguridad, muestra confianza y convicción en su andar y en sus decires. Sin embargo, le cuesta mucho asumir sus sentimientos y emociones, prefiere ocultarlas, lo que la vuelve una muchacha más bien solitaria, que por momentos, roza la ingenuidad sobre algunas cuestiones que podrían llegar a ser más que obvias.

El haber recibido el título de duquesa, la sumergió en cuestiones de las cuáles no poseía conocimiento alguno, y tuvo la necesidad de crear alrededor suya una coraza más, la de una jovencita aparentemente frívola, interesada en cuestiones políticas, que simula tener ambiciones e intenta llevarse el mundo por delante, poseyendo la inteligencia para que el mundo no lo haga con ella. Se volvió poco dócil y sumergida en una profunda tristeza, melancolía y aislamiento, que según su compleja psiquis, la ayuda a mantenerse fuerte ante aquellos que quieren doblegar su voluntad.

Hace diecinueve años, un lluvioso treinta y uno de Julio, en Cornwall, Inglaterra, nacía la segunda y última hija del matrimonio Blackraven, una aristocrática y tradicional familia de ese sector de Gran Bretaña.

Roger, un comerciante de origen inglés, hijo ilegítimo del Duque de Germeraux, y nombrado Conde de Stoneville por el Rey Jorge III, con turbios negocios relacionados al comercio de esclavos, la piratería y demás retorcidas maneras de conseguir una amplia fortuna, contrajo matrimonio con Elizabeth Hemsworth, una joven de la alta alcurnia inglesa, de la cual se enamoró profundamente. Fruto de esa unión, nacieron sus dos hijos, Alexander e Isaura.

La pequeña niña, vivió en la burbuja de cristal creada por sus padres para protegerla del mundo, durante los primeros años de su vida, donde fue malcriada, mimada y venerada por los habitantes de la gran mansión. Su dulzura, frescura y carácter dócil y angelical, provocaron que se volviera la preferida de empleados y familiares sin distinción.

Tanto su madre como su padre, eran personas de mentalidades abiertas, que no tardaron en instruirla no sólo en los oficios de la época, como bordado, y demás preparativos para ser una ama de casa, si no, aprendió a leer, escribir, tocar instrumentos y algo de matemática, pero siempre, mayormente interesada en la música y la literatura.

A la edad de diez años, su fuerte sentido de la percepción y de la sensibilidad, ya se había desarrollado lo suficiente como para comprender la desigualdad entre las clases y los problemas que los de menores recursos debían afrontar, y se convirtió en una especie de ángel, que ayudaba con algunas monedas a cuanta persona se le acercara a pedirle.

Cuando tenía doce y su hermano veinte, como consecuencia de una emboscada, Roger y Elizabeth fueron cruelmente asesinados frente a sus ojos. Ella logró salvar su vida, gracias a que permaneció escondida en el coche que los trasladaba; los delincuentes no tenían idea de su presencia, y marcharon, dejando los cuerpos tendidos del matrimonio y de los guardaespaldas y ayudantes que oficiaban de comitiva.

Alexander, incapaz de hacerse cargo de la crianza de una púber, afianzó lazos con su abuelo paterno, quien se llamaba de la misma manera, y acordaron que la pequeña Isaura, quien padecía un fuerte shock traumático, se trasladaría a la casa de Germeraux, a hacerle compañía al achacado Blackraven, quien la recibió gustoso.

La presencia de la muchacha en la casa, lo llenó de alegría, y contagió de esa misma armonía y felicidad a quienes trabajaban para él. Se mostró flexible a la hora de continuar con su educación y le facilitó clases de idiomas y la convirtió en su gran amiga, llevándola a eventos de toda índole, regodeándose de lo elegante, hermosa e inteligente que era su nieta.

Gracias a la asistencia a fiestas, fue cosechando candidatos, que mitad en broma, mitad realidad, le pedían su mano al anciano, que recibía miradas de reprobación de la adolescente, que veía su casamiento como algo lejano y quizá imposible. Le gustaba su vida en soledad o en compañía del abuelo. Pero, lamentablemente, a los dieciséis años, se le comunicó que se había pactado su compromiso con un muchacho poseedor de título nobiliario, de gran fortuna y que parecía encantado con la belleza y sensatez de Isaura, quien, en vez de gritar a los cuatro vientos su negativa, simuló una sonrisa y agachó su cabeza. Había jurado que el día que arreglaran su matrimonio, huiría lejos, sin embargo, no fue tanto su valor para cumplir tal promesa.

A los dieciocho años, un poco antes de que la fecha para su matrimonio llegara, la enfermedad del Duque, se acentuó y el deterioro de su salud fue acrecentándose. Claro que la unión nupcial se postergó, y aunque fuera egoísta, Isaura agradeció el desencadenamiento de hechos que sucedían para que ella no se convirtiera en esposa de ese hombre con el que a penas, había cruzado algunas palabras.

Un año se desvivió cuidando de Alexander, sufriendo su agonía, pasando hasta tres días sin dormir, e ingiriendo poca comida. Sumergida en una profunda tristeza, se daba cuenta que estaba perdiendo al único ser que había sido capaz de suplantar a sus padres, y no lo dejaba ir, rezaba y hacía promesas con tal de retenerlo, aunque fueron en vano.

En el testamento, se dejó en claro que Isaura obtendría el título de Duquesa de Germeraux, y que en sus manos quedaba una fortuna incalculable, y todo indicaba que una vez hechos los honores, debía contraer matrimonio con aquel hombre casi desconocido. Pero se excusó en que no se sentía preparada, y el joven, comprensivo a la fuerza, , aceptó que ella viajara a Francia para descansar y distraerse, y que a la vuelta, retomarían preparativos.

Al mes del fallecimiento, abandonó Inglaterra. Sabía de una de las tantas propiedades que su abuelo tenía en París, un castillo con una ubicación alejada del centro de la ciudad, con grandes jardines y lujos que asemejaban los de la realeza, era claro que el viejo tenía negocios muy parecidos a los de su padre, y que ésa era la naturaleza de la fortuna de los Blackraven.

Se instaló allí, llevando consigo a los empleados de mayor confianza, a sus perros, sus prendas, joyas y por supuesto, sus libros. La primera impresión que le dio, fue algo lúgubre, aunque, con el correr de los días, fue dándole su toque femenino y refinado, haciéndose de adornos y ornamentas de los mejores orfebres, arquitectos, escultores y pintores de Europa. Manumitió esclavos, que se convirtieron en sus empleados y protectores, sintiéndose más libre que nunca, alejada de todo y de todos, aunque, con las constantes cartas de su prometido, en las que le juraba amor eterno y aseguraba sus deseos de ir a hacerle compañía.