AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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forêt [S.] prv.
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forêt [S.] prv.
El viento arrastraba la lluvia, creando un manto de color gris entre el Cazador y su victima... El juego estaba ganado para el atacante pero no había sido nada fácil, tenía el cuerpo rasgado y juraría que una de las costillas se había quebrado en su interior. La lluvia empapaba su camisa blanca manchada de rojo y marrón por haber sido arrastrado por el suelo unos cuantos metros. Sus nudillos en sangre viva, aferraban con fuerza el revolver, que cargado de balas de plata, esperaba ansioso ser disparado. Pero el joven no quería fallar, no podía permitirse gastar más de una bala y el tiempo estaba tan agitado, tan revuelto, que la poca visibilidad de la noche y la lluvia le daban apenas un 40% de probabilidad de acierto.
Los árboles se agitaban con fuerza creando un extrudiendo ensordecedor en el ambiente, junto con el sonido de los truenos que llegaban casi a la vez que la luz le permitía, por segundos, ver y calcular la distancia y escape. Varek con el brazo levemente elevado y flexionado respiraba de forma agitada, no tenía frío, no podía sentirlo pese a que daba su vida a que apenas llegaban a los 6 grados aquella noche. Su cuerpo emanaba calor, y el sudor se mezclaba con la sangre y el agua que resbalaba por su torso desnudo. El Licántropo, con enfado, gruñía sin perder de vista al Cazador, este en cambio, aprovechó esos segundos que le otorgaban la luz de un rayo para disparar y en el mismo instante que el trueno reventó al mezclar su aire caliente y expandirse a gran velocidad mezclándose con el aire frío para provocar ondas de choque que resonarían por todo el bosque el Lobo aulló de dolor, y cayó de bruces al suelo, muerto.
Las piernas de Varek quebraron y cayó de rodillas al suelo. Apoyó las manos sobre la hierba mojada y sintiendo, ahora sí, el frío del lugar respiró aliviado. Hacía tiempo que no mantenía una caza tan reñida y apenas podía mantenerse en pie. Con el revolver bajo la mano izquierda y la derecha hundidas en la hierba gritó de dolor para deshacerse de toda la adrenalina acumulada. Pero el muchacho no era de lamentaciones, y casi al segundo, ya estaba de nuevo de pie guardando la pistola en su pantalón y caminando con pie cansado hacía las afueras del bosque. Por fin el tiempo le había dado una tregua, no había lluvia, aunque seguía mojándose por culpa del viento que azotaba las hojas de los arboles provocando que las gotas cayesen como un suave manto de lluvia.
Los árboles se agitaban con fuerza creando un extrudiendo ensordecedor en el ambiente, junto con el sonido de los truenos que llegaban casi a la vez que la luz le permitía, por segundos, ver y calcular la distancia y escape. Varek con el brazo levemente elevado y flexionado respiraba de forma agitada, no tenía frío, no podía sentirlo pese a que daba su vida a que apenas llegaban a los 6 grados aquella noche. Su cuerpo emanaba calor, y el sudor se mezclaba con la sangre y el agua que resbalaba por su torso desnudo. El Licántropo, con enfado, gruñía sin perder de vista al Cazador, este en cambio, aprovechó esos segundos que le otorgaban la luz de un rayo para disparar y en el mismo instante que el trueno reventó al mezclar su aire caliente y expandirse a gran velocidad mezclándose con el aire frío para provocar ondas de choque que resonarían por todo el bosque el Lobo aulló de dolor, y cayó de bruces al suelo, muerto.
Las piernas de Varek quebraron y cayó de rodillas al suelo. Apoyó las manos sobre la hierba mojada y sintiendo, ahora sí, el frío del lugar respiró aliviado. Hacía tiempo que no mantenía una caza tan reñida y apenas podía mantenerse en pie. Con el revolver bajo la mano izquierda y la derecha hundidas en la hierba gritó de dolor para deshacerse de toda la adrenalina acumulada. Pero el muchacho no era de lamentaciones, y casi al segundo, ya estaba de nuevo de pie guardando la pistola en su pantalón y caminando con pie cansado hacía las afueras del bosque. Por fin el tiempo le había dado una tregua, no había lluvia, aunque seguía mojándose por culpa del viento que azotaba las hojas de los arboles provocando que las gotas cayesen como un suave manto de lluvia.
Varek J. Lachance- Cazador Clase Alta
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Re: forêt [S.] prv.
Perdida en la espesura, camino con la seguridad de quien conoce el terreno que le rodea. Rodeada por un manto de niebla, me siento como un espíritu de la naturaleza. Mis pies, descalzos, apenas hacen ruido al caminar; la alfombra de hojas que cubre el terreno amortigua mi peso, protectora. Están resbaladizas, y no sólo por la niebla. Llueve. Aun así, resulta revitalizante; siempre disfruto de la sensación de la lluvia resbalando sobre mi rostro. Las frías gotas arrastran la suciedad de mis mejillas, con la suavidad de los besos de un amante de verano. Cala en mis burdas prendas de lana, que se pegan como una segunda piel sobre mi delgado cuerpo. Sin embargo, no es suficiente para apelmazar mis indomables cabellos. Los bucles, del color del fuego, revolotean a mi alrededor como una mata de vivas llamas. Entre los rizos hay ramitas entrelazadas, hojas que han ido anidando entre ellos al caminar por el bosque. Y ahí se quedarán, hasta que Dave o cualquiera de los huérfanos quiera detenerse en ellas. El único aderezo a mi vestimenta es una bolsa de paño sin teñir. Apoyada en mis caderas, está repleta de las hierbas que utilizo en las pócimas que fabrico. De tratarse de otra cosa, habría delegado en los niños. Pero la vida de muchos depende de mis ungüentos, de modo que no confío en nadie más que en mi misma para recogerlas.
Solitaria, son unos extraños sonidos los que me hacen detenerme. Parece una lucha, algo peligroso; me lo dicen mis instintos, y ellos nunca mienten. Silenciosa como una sombra, me oculto tras un árbol para observar la escena. Un cadáver es lo primero que entra en mi ámbito de visión. Tendido de bruces en el suelo, sólo un agujero abrasado evidencia que ha muerto. Sus cabellos son una maraña igual que la mía, y ocultan si se trataba de un hombre o una mujer. En cualquier caso, ya es indiferente. La muerte no hace distinciones entre nadie.
Unos metros más allá, otra figura humana aguarda, caída. Sus rodillas están manchadas con la tierra del suelo, casi fango tras la ininterrumpida capa de lluvia. Unos bucles de cabello oscuro enmarcan un rostro bello y varonil; está contraído por el dolor de las numerosas heridas que surcan su fuerte cuerpo. A su alrededor, un aura de colores cambiantes brilla tenuemente. Es sólo visible para mis ojos, y transmite más información de la que puedo procesar. Peligro. Dolor. Confusión. Frío. Todas entrelazadas, para formar una alerta que me impele a huir de él. O esconderme. O ambos.
Indecisa, permanezco oculta tras el árbol a la espera de que se marche. No puede quedarse para siempre allí, y por su estado físico, es evidente que acabará volviendo a algún lugar para sanarse.
Solitaria, son unos extraños sonidos los que me hacen detenerme. Parece una lucha, algo peligroso; me lo dicen mis instintos, y ellos nunca mienten. Silenciosa como una sombra, me oculto tras un árbol para observar la escena. Un cadáver es lo primero que entra en mi ámbito de visión. Tendido de bruces en el suelo, sólo un agujero abrasado evidencia que ha muerto. Sus cabellos son una maraña igual que la mía, y ocultan si se trataba de un hombre o una mujer. En cualquier caso, ya es indiferente. La muerte no hace distinciones entre nadie.
Unos metros más allá, otra figura humana aguarda, caída. Sus rodillas están manchadas con la tierra del suelo, casi fango tras la ininterrumpida capa de lluvia. Unos bucles de cabello oscuro enmarcan un rostro bello y varonil; está contraído por el dolor de las numerosas heridas que surcan su fuerte cuerpo. A su alrededor, un aura de colores cambiantes brilla tenuemente. Es sólo visible para mis ojos, y transmite más información de la que puedo procesar. Peligro. Dolor. Confusión. Frío. Todas entrelazadas, para formar una alerta que me impele a huir de él. O esconderme. O ambos.
Indecisa, permanezco oculta tras el árbol a la espera de que se marche. No puede quedarse para siempre allí, y por su estado físico, es evidente que acabará volviendo a algún lugar para sanarse.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Re: forêt [S.] prv.
Varek camina unos pasos hasta detenerse para alzar su cabeza hacía el cielo. Cierra los ojos y disfruta de las gotas de lluvia sanadora golpeando su rostro. No hay nada mejor que agua cuando te arde cada centímetro de tu cuerpo. Sus pasos son pesados y cortos, lentos, pero sus instintos vuelven a estar al 100%, y sobre todo su olfato. Y ese olor dulce de una mujer es inconfundible. No era un vampiresa, por lo cual sólo hay una puta opción, una hechicera. Una de esas manipuladoras ha salido a buscar ingredientes.
Varek frena en medio de los árboles y se gira sobre sus pies - ¿Donde estáis, mademoiselle? - pregunta escuchando su voz resonar en el eco del profundo bosque. Indiferente, saca el revolver y mira su cargador - Tenéis suerte, vais a ganar este encuentro - le confiesa, esbozando una pequeña sonrisa y guardando de nuevo el arma. Sólo esperaba que lo que hiciera con él no le dejara más agotado de lo que ya estaba. Pues sabía el gran poder que aquellas bestias poseían. Había llegado a clavarse una daga a el mismo en una de sus ilusiones.
Varek se quita las botas, y las deja bien colocadas sobre las hojas. Se cruza de brazos expectante - ¿Vais a quedaros escondida? No me iré sin ver vuestra cara, mademoiselle - le explica Varek. Le gusta saber quienes son, y tenerlas controladas. Desde Rosalie no se fía de nada ni nadie.
Varek frena en medio de los árboles y se gira sobre sus pies - ¿Donde estáis, mademoiselle? - pregunta escuchando su voz resonar en el eco del profundo bosque. Indiferente, saca el revolver y mira su cargador - Tenéis suerte, vais a ganar este encuentro - le confiesa, esbozando una pequeña sonrisa y guardando de nuevo el arma. Sólo esperaba que lo que hiciera con él no le dejara más agotado de lo que ya estaba. Pues sabía el gran poder que aquellas bestias poseían. Había llegado a clavarse una daga a el mismo en una de sus ilusiones.
Varek se quita las botas, y las deja bien colocadas sobre las hojas. Se cruza de brazos expectante - ¿Vais a quedaros escondida? No me iré sin ver vuestra cara, mademoiselle - le explica Varek. Le gusta saber quienes son, y tenerlas controladas. Desde Rosalie no se fía de nada ni nadie.
Varek J. Lachance- Cazador Clase Alta
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Re: forêt [S.] prv.
Pero él me encuentra igual. Todavía oculta tras el árbol, pego mi rostro a la corteza mientras pienso cómo reaccionar. Por el arma que porta en su mano, es evidente cuál es su condición; un cazador, o tal vez un inquisidor. Un cosquilleo recorre la escarificación de mi hombro, recuerdo de unos tiempos que es mejor olvidar. Es peligroso, un asesino cargado de intolerancia. El cuerpo que yace sin vida sobre las hojas es toda la confirmación que necesito. Y podría ser mi muerte, si consigue traspasar mis defensas. Mis sienes palpitan con fuerza, alteradas mis pulsaciones por la tensión del momento. Sea cual sea mi decisión, debo reaccionar ya... porque estoy convencida de que, por más que el desconocido se esté haciendo el indefenso, guarda un as en la manga para acabar conmigo a la menor oportunidad.
Inspirando con profundidad, cierro mis párpados para concentrarme en un conjuro. No tardo mucho en encontrar la fuente de mi poder, palpitando en mi mente como un ente luminoso y desconocido. Envolviéndome en su calidez, dejo que un cosquilleo me recorra cada centímetro del cuerpo. Y cambio; mis cabellos se tornan de un acaramelado tono castaño, casi liso en comparación con el mío. Las pecas se borran de mi piel, que es ahora tan blanca y suave como la nieve. Mis ojos también cambian; ya no son del color de la miel, sino de un verde azulado. La ilusión alcanza incluso al olfato, que elimina el almizcle que me es propio para cambiarlo por una ligera fragancia a rosas. A ojos del extraño, ahora soy la mujer que más ocupa sus pensamientos; espero que sea suficiente para confundirlo, el primer paso de mi plan para escapar de este claro.
Alisándome las arrugas invisibles del vestido, salgo de mi escondite tras el grueso árbol. Sé que el hombre sospechará de mi, así que no cometo el error de acercarme mucho. Sólo unos pasos en su dirección, componiendo una expresión de tristeza más que ensayada, como si estuviera preocupada por el estado de sus heridas.
- ¿Porqué? - Le digo, haciendo referencia al licántropo muerto. Sólo la práctica evita que me sobresalte por mi timbre de voz; es mucho más aterciopelado que el mío, casi como una caricia. Completamente desconocido.
Inspirando con profundidad, cierro mis párpados para concentrarme en un conjuro. No tardo mucho en encontrar la fuente de mi poder, palpitando en mi mente como un ente luminoso y desconocido. Envolviéndome en su calidez, dejo que un cosquilleo me recorra cada centímetro del cuerpo. Y cambio; mis cabellos se tornan de un acaramelado tono castaño, casi liso en comparación con el mío. Las pecas se borran de mi piel, que es ahora tan blanca y suave como la nieve. Mis ojos también cambian; ya no son del color de la miel, sino de un verde azulado. La ilusión alcanza incluso al olfato, que elimina el almizcle que me es propio para cambiarlo por una ligera fragancia a rosas. A ojos del extraño, ahora soy la mujer que más ocupa sus pensamientos; espero que sea suficiente para confundirlo, el primer paso de mi plan para escapar de este claro.
Alisándome las arrugas invisibles del vestido, salgo de mi escondite tras el grueso árbol. Sé que el hombre sospechará de mi, así que no cometo el error de acercarme mucho. Sólo unos pasos en su dirección, componiendo una expresión de tristeza más que ensayada, como si estuviera preocupada por el estado de sus heridas.
- ¿Porqué? - Le digo, haciendo referencia al licántropo muerto. Sólo la práctica evita que me sobresalte por mi timbre de voz; es mucho más aterciopelado que el mío, casi como una caricia. Completamente desconocido.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Re: forêt [S.] prv.
Varek se gira sobre si mismo cuando escucha el crujir de una rama al ser pisada. Su corazón deja de latir por unos segundos, y la sangre se le hiela. Tiene delante a Rosalie. Por un momento se deja acunar por la ilusión que la hechicera le ha regalado. Su confidente hacía años estaba delante de él, más bonita que nunca, con su piel delicada y sus pies descalzos. Su aroma le embriagaba haciendo dudar de si todo aquello era real o no. Apretó el puño izquierdo sin apartarlo de su costado y dio un paso hacía ella.
El aroma que había percibido hacía minutos no era el de Rosalie. Rosalie sabía que Varek era cazador, y jamás le sorprendería ver un cuerpo al lado de él. ¿Qué iba a rebatirle a estas alturas?.. Para más inri, llevaban demasiados años sin encontrarse para que le hablase con tanta naturalidad y confianza. Pero Varek quiso seguir su juego, y simulando sorpresa se paró frente a ella.
Sus dedos se deslizaron hasta rozar la mejilla de Salamlie - Lo siento - murmuró de forma suave y dulce. Con delicadeza y lentitud rodeó el cuerpo de la hechicera y la alzó con agilidad hasta pegar su espalda contra un árbol. Su mano se deslizó hasta el rostro de esta y lo apretó levemente, marcando sus labios. Varek no pestañeaba, mantenía el contacto visual constante. La mano izquierda abandonó su rostro, mientras sus labios acercándose a los de ella, para pararse en su cuello y esbozando una sonrisa. Comenzó a apretarlo, llevando después la mano derecha en ayuda.
Varek no se lamentaba, no pedía perdón y menos dejaría viva a una hechicera. Fuese quien fuese.
El aroma que había percibido hacía minutos no era el de Rosalie. Rosalie sabía que Varek era cazador, y jamás le sorprendería ver un cuerpo al lado de él. ¿Qué iba a rebatirle a estas alturas?.. Para más inri, llevaban demasiados años sin encontrarse para que le hablase con tanta naturalidad y confianza. Pero Varek quiso seguir su juego, y simulando sorpresa se paró frente a ella.
Sus dedos se deslizaron hasta rozar la mejilla de Salamlie - Lo siento - murmuró de forma suave y dulce. Con delicadeza y lentitud rodeó el cuerpo de la hechicera y la alzó con agilidad hasta pegar su espalda contra un árbol. Su mano se deslizó hasta el rostro de esta y lo apretó levemente, marcando sus labios. Varek no pestañeaba, mantenía el contacto visual constante. La mano izquierda abandonó su rostro, mientras sus labios acercándose a los de ella, para pararse en su cuello y esbozando una sonrisa. Comenzó a apretarlo, llevando después la mano derecha en ayuda.
Varek no se lamentaba, no pedía perdón y menos dejaría viva a una hechicera. Fuese quien fuese.
Varek J. Lachance- Cazador Clase Alta
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Re: forêt [S.] prv.
El hombre se acerca a mi con lentitud, igual que haría con un animal temeroso y salvaje. El fantasma de un recuerdo brilla en su mirada, pero se desvanece tan rápido que podría incluso habérmelo imaginado. Con la mano extendida en mi dirección, acaricia mi mejilla dulcemente... y a una velocidad tan rápida que no logro captarlo con la vista, sujeta mi cuello con la mano libre hasta alzarme un par de centímetros sobre el suelo. Sus dedos se cierran sobre mi garganta, fuertes, mortales. Impiden que el aire circule en mi interior, haciendo que mis pulmones ardan con desesperación. Mis pies descalzos se agitan en el aire, buscando un soporte en el que apoyarse, pero el cazador los ha inmovilizado al estrellar mi cuerpo contra el árbol. Nuestros rostros están tan cerca que noto su cálido aliento contra mi piel. Sus ojos son ahora dos pozos azules a poca distancia de los míos, que empiezan a recuperar su color natural al desvanecerse mi hechizo. Lo mismo sucede con el resto de mi físico; progresivamente, los cabellos rojizos aparecen entre los bucles castaños, y las pecas alfombran de nuevo una piel más curtida por el sol que la de la dama anterior. Los harapos son los últimos en aparecer, sustituyendo las sedas y joyas.
Un par de puntos brillantes empiezan a nublar mi visión, afectada por la falta de oxigeno. Desesperada, intento acceder a mi magia, pero estoy tan nerviosa que no encuentro nada en mi interior. Buscando ganar algo de tiempo para concentrarme, sujeto al cazador por los cabellos para quitármelo de encima. Él no cesa en su presa; de hecho, aprieta más fuerte, provocándome un dolor casi comparable al de la hoguera. Mis uñas resbalan por su piel, dejándole surcos sangrantes en el cuero cabelludo. Y es entonces, cuando mi cuerpo se siente a punto de morir, cuando la magia acude en mi rescate.
Un instintivo campo de fuerza surge de mi interior, empujando al asesino a un par de metros de mi. El alivio llega tan pronto el oxígeno alcanza mis pulmones, doloridos y ardientes por la privación de los minutos anteriores. Tosiendo violentamente, utilizo el árbol como apoyo para levantarme. Después, extiendo una mano en dirección al cazador para contraatacarle con magia. Una brillante bola de fuego brota de mi palma, rugiendo mientras se dirige en dirección al cazador. Es una ilusión que acabo de crear en su mente; afecta a sus sentidos, de modo que para él es tan real que el más mínimo roce le produciría un agónico dolor. Dos llamas más siguen a la primera, por si el cazador busca esquivarla hacia derecha o izquierda.
Respiro profundamente una vez más, intentando ignorar el ardiente dolor que provoca cada inhalación en mi garganta. Ahora viene lo más difícil; evitar que salga en mi busca, que me haga escoger entre morir o matar. No soporto sesgar vidas ajenas. He visto a demasiadas personas morir en balde desde que nací, y toda muerte me resulta innecesaria. Pero si llegase el momento de escoger, no tardaría demasiado en decidir acabar con su vida. Concentrándome una vez más, cierro los ojos para acceder a la fuente de mi poder. El aire parece espesarse a mi alrededor, tan cálido como las llamas que he lanzado hacia el moreno instantes atrás. Cuando separo los párpados de nuevo hay dos Salamandras más junto a mi. Son ilusiones exactamente iguales a mi, al menos, para lo que el cazador respecta. De tocarlas, notaría un cuerpo humano que en nada se diferenciaría del mío. Porque sus sentidos han caído bajo mi influjo, y mientras que para los demás estaría agitando las manos en el aire, su tacto le diría que hay algo real bajo las yemas de sus dedos. Lo mismo sucede con su aspecto, su voz e incluso su aroma; la única diferencia entre ellas y yo es la inteligencia, pero saben qué es lo que han de hacer.
Intercambiando una última mirada conmigo, echan a correr en la misma dirección. Y yo salgo tras ellas, perdiéndome entre la espesura con la esperanza de que el cazador se confunda respecto cuál es la real tan pronto como tomemos caminos separados.
Un par de puntos brillantes empiezan a nublar mi visión, afectada por la falta de oxigeno. Desesperada, intento acceder a mi magia, pero estoy tan nerviosa que no encuentro nada en mi interior. Buscando ganar algo de tiempo para concentrarme, sujeto al cazador por los cabellos para quitármelo de encima. Él no cesa en su presa; de hecho, aprieta más fuerte, provocándome un dolor casi comparable al de la hoguera. Mis uñas resbalan por su piel, dejándole surcos sangrantes en el cuero cabelludo. Y es entonces, cuando mi cuerpo se siente a punto de morir, cuando la magia acude en mi rescate.
Un instintivo campo de fuerza surge de mi interior, empujando al asesino a un par de metros de mi. El alivio llega tan pronto el oxígeno alcanza mis pulmones, doloridos y ardientes por la privación de los minutos anteriores. Tosiendo violentamente, utilizo el árbol como apoyo para levantarme. Después, extiendo una mano en dirección al cazador para contraatacarle con magia. Una brillante bola de fuego brota de mi palma, rugiendo mientras se dirige en dirección al cazador. Es una ilusión que acabo de crear en su mente; afecta a sus sentidos, de modo que para él es tan real que el más mínimo roce le produciría un agónico dolor. Dos llamas más siguen a la primera, por si el cazador busca esquivarla hacia derecha o izquierda.
Respiro profundamente una vez más, intentando ignorar el ardiente dolor que provoca cada inhalación en mi garganta. Ahora viene lo más difícil; evitar que salga en mi busca, que me haga escoger entre morir o matar. No soporto sesgar vidas ajenas. He visto a demasiadas personas morir en balde desde que nací, y toda muerte me resulta innecesaria. Pero si llegase el momento de escoger, no tardaría demasiado en decidir acabar con su vida. Concentrándome una vez más, cierro los ojos para acceder a la fuente de mi poder. El aire parece espesarse a mi alrededor, tan cálido como las llamas que he lanzado hacia el moreno instantes atrás. Cuando separo los párpados de nuevo hay dos Salamandras más junto a mi. Son ilusiones exactamente iguales a mi, al menos, para lo que el cazador respecta. De tocarlas, notaría un cuerpo humano que en nada se diferenciaría del mío. Porque sus sentidos han caído bajo mi influjo, y mientras que para los demás estaría agitando las manos en el aire, su tacto le diría que hay algo real bajo las yemas de sus dedos. Lo mismo sucede con su aspecto, su voz e incluso su aroma; la única diferencia entre ellas y yo es la inteligencia, pero saben qué es lo que han de hacer.
Intercambiando una última mirada conmigo, echan a correr en la misma dirección. Y yo salgo tras ellas, perdiéndome entre la espesura con la esperanza de que el cazador se confunda respecto cuál es la real tan pronto como tomemos caminos separados.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Re: forêt [S.] prv.
No hacía falta ser un as para saber que aquello provocaría que las defensas de la mujer bajasen dejando ver quien se escondía realmente bajo el rostro inocente de Rosalie. La sorpresa vino cuando Varek reconoció a la mujer. La había visto vagabundear por Paris, y la asociaba a uno de esos grupos de niños que solían, muchos, robar en el mercado..Por uno segundos Varek trató de descifrar la edad temprana de la muchacha y después advertirla que todo aquello estaba pasando por ser poco precavida y estúpida. Pero ¿Quien era él? si su fin era acabar con personas como ella? para él era un punto a su favor el que ella saliera por el bosque y se dejase ver.
Los dedos de Salamandra se entrelazan en el cabello azabache de Varek, agarrándolo con fuerza. Por unos segundos el cazador se incomoda, pero como toda acción, pronto llega la reacción y el gesto sólo provoca que el muchacho apriete con más fuerza el cuello de la hechicera.
Cuando parece que va a desfallecer el cuerpo de Varek sale despedido unos metros, golpeando con la tierra húmeda. El cazador se queda unos segundos tendido en el suelo, tratando de recuperar la respiración perdida por el gran golpe de la caída. Nada más levantarse es recibido por una ¿bola de fuego? Varek dubitativo esquiva la primera y la segunda, pero la tercera le golpea provocandole calor y dolor, viendo o creyendo ver como su chaqueta se ha chamuscado.
El cazador alza la mirada comenzando a cabrearse, pero como le confesó al principio, esta noche no moriría nadie. Ahora se encuentra con tres muchachas exactamente iguales, y cómo si Varek fuese el lobo que quiere a los tres cerditos, las tres salen corriendo en diferentes direcciones. Un sonrisa se dibuja en el rostro del cazador y masculla un hasta luego más para él que para ella. Ha conseguido lo que quería y ya es hora de seguir el camino a casa.
Los dedos de Salamandra se entrelazan en el cabello azabache de Varek, agarrándolo con fuerza. Por unos segundos el cazador se incomoda, pero como toda acción, pronto llega la reacción y el gesto sólo provoca que el muchacho apriete con más fuerza el cuello de la hechicera.
Cuando parece que va a desfallecer el cuerpo de Varek sale despedido unos metros, golpeando con la tierra húmeda. El cazador se queda unos segundos tendido en el suelo, tratando de recuperar la respiración perdida por el gran golpe de la caída. Nada más levantarse es recibido por una ¿bola de fuego? Varek dubitativo esquiva la primera y la segunda, pero la tercera le golpea provocandole calor y dolor, viendo o creyendo ver como su chaqueta se ha chamuscado.
El cazador alza la mirada comenzando a cabrearse, pero como le confesó al principio, esta noche no moriría nadie. Ahora se encuentra con tres muchachas exactamente iguales, y cómo si Varek fuese el lobo que quiere a los tres cerditos, las tres salen corriendo en diferentes direcciones. Un sonrisa se dibuja en el rostro del cazador y masculla un hasta luego más para él que para ella. Ha conseguido lo que quería y ya es hora de seguir el camino a casa.
Varek J. Lachance- Cazador Clase Alta
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Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
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Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour