AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The monster at the end of this book [Ariyne]
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The monster at the end of this book [Ariyne]
Perlados hilillos de sangre tiznaban el filo de la espada del cazador. Bastien, con mano firme, empuñaba su arma al aire, recorriendo el espacio en el que se encontraba con la mirada; sus irises aguamarina se deslizaban sobre la maleza expectantes a cualquier movimiento. Una grande luna llena adornaba el despejado cielo. Noches como aquella, cuando el astro madre de los lobos se encontraba en el apogeo de su esplendor, anclada sobre el negruzco manto que los hombre llaman noche, sin nube alguna que opacase su belleza, eran las más peligrosas. Velada reservada únicamente para los más codiciosos y experimentados cazadores que osaran iniciar cruzada bajo la progenitora de aquellas desagradables bestias.
En aquel momento el cazador no tenía propósito claro o presa en especial, se encontraba sólo. Aquella noche fue el vicio quien lo sedujo a intercambiar la comodidad de sus cobijas por su más improvisado atuendo de caza; tres pistolas yacían ocultas entre su cinturón, un par de dagas entre sus botas y en su mano derecha blandía la espada. La batalla era para Bastien el mayor deleite de su profesión pues la sangre, que aún tibia se deslizaba sobre la plateada hoja, apaciguaba ligeramente la impotencia que le generaba el no poder encontrar al perpetrador del atroz acto que le arrancó su humanidad. Para entonces ya había causado más de una herida de gravedad en el cuerpo de la bestia que se encontraba acechando, más ninguna herida serviría de no atravesar su corazón.
A pesar de encontrarse en su forma más salvaje, el intelecto de la criatura sorprendió ligeramente a Bastien, pues no le fue difícil comprender que la bestia compraba tiempo para sanar las heridas mientras se escabullía entre el follaje de los árboles a su alrededor. Soltó una risa prepotente, no estaba dispuesto a dar semejante ventaja al desagradable ser.
—Vamos, inmundo animal —gruñó con fuerza y disgusto tras dejar caer el arma con la que se asía— ¡Ven acá!
Tal y como Argent lo predijo, unos segundos bastaron para que el licántropo abandonara su resguardo y se lanzara en su dirección, armado de punzantes garras y colmillos, dispuesto desgarrar hasta el último pedazo de carne del hombre cuyo oficio era matarlo. Por su parte, el cazador, no tuvo mucho tiempo para pensar con claridad la mejor opción, sin embargo, conocía que no disfrutaría de la caza si hacía de ella una tarea sencilla.
De sus botas, el cazador sacó las dagas de plata y las lanzó con fuerza hacía la Bestia, no contaba con una perfecta puntería como la de su hija, pero el tiro fue lo suficientemente bueno como para dar en una de las patas del lobo. Inmediatamente, Bastien tomó el revólver cercano a la mano con la que era más diestro y apretó el gatillo reiteradas veces, sin embargo, no fue consiente de dar en el blanco pues tan pronto como apuntó el arma, la criatura se desvaneció frente a sus ojos, utilizando lo que él reconoció como la más útil y detestable de las habilidades que la licantropía llevaba consigo, el mimetismo.
Como si se tratase de alguna clase de fantasma, una fuerza invisible tomó impulso sobre sus hombros, haciéndole perder el equilibrio y caer de cara contra el suelo. La Bestia había saltado por encima de su cuerpo y según el craqueo de hojas y ramas, el cazador supuso que esta se había internado nuevamente en la espesura del bosque. Sin meditarlo una sola vez, el cazador se arrastró con celeridad hacia la robusta y ensangrentada espada, de la que se había desechó anteriormente con la pretensión de atraer a criatura hacia sí mismo. Una vez fue capaz de agarrar el arma, se apresuró bravío entre la maleza, negándose la posibilidad de haber perdido el rastro a su presa.
Evidentemente había subestimado a la bestia.
Un poderoso aullido, cuyo epicentro pareció generarse tras su espalda, le aturdió por completo. Sin deshacerse de la espada, el cazador llevó las manos hasta sus oídos, apartando brevemente el estrepitoso rugido que amenazaba con romperle los tímpanos. El hombre rotó sobre sí mismo dándole a la cara a la bestia, cuya gruesa silueta se desvanecía entre las curvas de una menuda y bella mujer, una que conocía bastante bien. Sorprendido Bastien frunció el ceño y achicó los ojos apreciando el rostro de la señorita, ignorando por completo la desnudez que procedía a la transformación; para entonces el bramido había convertido en un agudo y femenino alarido de dolor, provocado por la extracción de las dagas que hasta aquel instante se mantuvieron clavadas en sus muslos.
— Ariyne… — Susurró entre dientes estupefacto.
Habían pasado algunas semanas desde la última vez que había visto a la revoltosa castaña. No la conocía muy bien, de hecho, no la conocía para nada. Desde el primer instante en que sus ojos se percataron de la existencia de la mujer, se limitó a apreciar su belleza desde lejos, pues fue su razón social lo que, en un principio, le permitió codearse con la familia que acogía a la señorita. Sin embargo, ya una vez había intervenido en su beneficio, por supuesto, desconociendo absolutamente la clase de naturaleza que ocultaba tras aquel inocente rostro. Su encuentro final había sido en un callejón de una peligrosa calle en París, atestada de seres sobrenaturales, donde el cazador, ignorante de su condición, creyó haberle salvado de un vampiro que parecía amenazar su integridad.
Argent no se caracterizaba por ser un hombre al que le importara un bledo el bienestar ajeno, por el contrario, de tratarse de cualquier otra persona, le habría abandonado a su suerte. No obstante, ¿cómo podría él desamparar a la portadora de un rostro tan similar al de quien alguna vez amó? hasta entonces su instinto, apático, atroz y carente de algún límite o emoción, había sido siempre exacto, pues como si tuviese la habilidad de distinguir auras, una mirada le bastaba al hombre para reconocer a los portadores de la maldición de la luna. Ariyne se coronaba como la excepción. Los sentimientos nublaban su juicio y aquello no había sucedido en un largo lapso de tiempo.
En aquel momento el cazador no tenía propósito claro o presa en especial, se encontraba sólo. Aquella noche fue el vicio quien lo sedujo a intercambiar la comodidad de sus cobijas por su más improvisado atuendo de caza; tres pistolas yacían ocultas entre su cinturón, un par de dagas entre sus botas y en su mano derecha blandía la espada. La batalla era para Bastien el mayor deleite de su profesión pues la sangre, que aún tibia se deslizaba sobre la plateada hoja, apaciguaba ligeramente la impotencia que le generaba el no poder encontrar al perpetrador del atroz acto que le arrancó su humanidad. Para entonces ya había causado más de una herida de gravedad en el cuerpo de la bestia que se encontraba acechando, más ninguna herida serviría de no atravesar su corazón.
A pesar de encontrarse en su forma más salvaje, el intelecto de la criatura sorprendió ligeramente a Bastien, pues no le fue difícil comprender que la bestia compraba tiempo para sanar las heridas mientras se escabullía entre el follaje de los árboles a su alrededor. Soltó una risa prepotente, no estaba dispuesto a dar semejante ventaja al desagradable ser.
—Vamos, inmundo animal —gruñó con fuerza y disgusto tras dejar caer el arma con la que se asía— ¡Ven acá!
Tal y como Argent lo predijo, unos segundos bastaron para que el licántropo abandonara su resguardo y se lanzara en su dirección, armado de punzantes garras y colmillos, dispuesto desgarrar hasta el último pedazo de carne del hombre cuyo oficio era matarlo. Por su parte, el cazador, no tuvo mucho tiempo para pensar con claridad la mejor opción, sin embargo, conocía que no disfrutaría de la caza si hacía de ella una tarea sencilla.
De sus botas, el cazador sacó las dagas de plata y las lanzó con fuerza hacía la Bestia, no contaba con una perfecta puntería como la de su hija, pero el tiro fue lo suficientemente bueno como para dar en una de las patas del lobo. Inmediatamente, Bastien tomó el revólver cercano a la mano con la que era más diestro y apretó el gatillo reiteradas veces, sin embargo, no fue consiente de dar en el blanco pues tan pronto como apuntó el arma, la criatura se desvaneció frente a sus ojos, utilizando lo que él reconoció como la más útil y detestable de las habilidades que la licantropía llevaba consigo, el mimetismo.
Como si se tratase de alguna clase de fantasma, una fuerza invisible tomó impulso sobre sus hombros, haciéndole perder el equilibrio y caer de cara contra el suelo. La Bestia había saltado por encima de su cuerpo y según el craqueo de hojas y ramas, el cazador supuso que esta se había internado nuevamente en la espesura del bosque. Sin meditarlo una sola vez, el cazador se arrastró con celeridad hacia la robusta y ensangrentada espada, de la que se había desechó anteriormente con la pretensión de atraer a criatura hacia sí mismo. Una vez fue capaz de agarrar el arma, se apresuró bravío entre la maleza, negándose la posibilidad de haber perdido el rastro a su presa.
Evidentemente había subestimado a la bestia.
Un poderoso aullido, cuyo epicentro pareció generarse tras su espalda, le aturdió por completo. Sin deshacerse de la espada, el cazador llevó las manos hasta sus oídos, apartando brevemente el estrepitoso rugido que amenazaba con romperle los tímpanos. El hombre rotó sobre sí mismo dándole a la cara a la bestia, cuya gruesa silueta se desvanecía entre las curvas de una menuda y bella mujer, una que conocía bastante bien. Sorprendido Bastien frunció el ceño y achicó los ojos apreciando el rostro de la señorita, ignorando por completo la desnudez que procedía a la transformación; para entonces el bramido había convertido en un agudo y femenino alarido de dolor, provocado por la extracción de las dagas que hasta aquel instante se mantuvieron clavadas en sus muslos.
— Ariyne… — Susurró entre dientes estupefacto.
Habían pasado algunas semanas desde la última vez que había visto a la revoltosa castaña. No la conocía muy bien, de hecho, no la conocía para nada. Desde el primer instante en que sus ojos se percataron de la existencia de la mujer, se limitó a apreciar su belleza desde lejos, pues fue su razón social lo que, en un principio, le permitió codearse con la familia que acogía a la señorita. Sin embargo, ya una vez había intervenido en su beneficio, por supuesto, desconociendo absolutamente la clase de naturaleza que ocultaba tras aquel inocente rostro. Su encuentro final había sido en un callejón de una peligrosa calle en París, atestada de seres sobrenaturales, donde el cazador, ignorante de su condición, creyó haberle salvado de un vampiro que parecía amenazar su integridad.
Argent no se caracterizaba por ser un hombre al que le importara un bledo el bienestar ajeno, por el contrario, de tratarse de cualquier otra persona, le habría abandonado a su suerte. No obstante, ¿cómo podría él desamparar a la portadora de un rostro tan similar al de quien alguna vez amó? hasta entonces su instinto, apático, atroz y carente de algún límite o emoción, había sido siempre exacto, pues como si tuviese la habilidad de distinguir auras, una mirada le bastaba al hombre para reconocer a los portadores de la maldición de la luna. Ariyne se coronaba como la excepción. Los sentimientos nublaban su juicio y aquello no había sucedido en un largo lapso de tiempo.
Última edición por Bastien Argent el Sáb Jul 15, 2017 8:35 am, editado 2 veces
Bastien Argent- Cazador/Realeza
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 27/07/2016
Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
Luna llena que abriría las puertas a mi bestia,que con naturalidad saldría para aullarla,dejando de lado toda racionalidad humana que me permitiría retenerme y no acabar con la vida de quien se cruzara en mi camino una vez mi cuerpo se recubierto de pelo;brazos,piernas y cada parte de mi,viéndose una feroz licántropo que no tendría remordimiento de lo que haría mientras el astro siguiera alumbrando esta tierra y el mundo cuando así marcase las horas en sus respectivos lugares.Misma maldición que pasa por el dolor y huesos que se desencajan por si solos para adaptarse a la nueva forma que toca,para mi suerte soy consciente del cambio que habrá por lo que realicé el mismo ritual de ir entre las sombras,apoyándome cada vez que podía,a espera que el dolor remitiera lo suficiente como para que en pasos humanos me diese tiempo a alcanzar los bosques,donde sabía que el porcentaje de una masacre disminuiría en un noventa por cien de posibilidades en los que también incluiría que pudieran seguir mi rastro y matarme cuando mas indefensa estuviese.
Tal como quise ocurrió,llegue a los bosques,me deshice de la ropa quedando completamente desnuda,haciendo fuerzas,un tira y afloja con mi ser para poder tener a lo que volver y no ir desnuda una vez volviese a mi forma humana una vez el astro decidiera que era turno pare el alba.Deje dichas ropas escondida bajo la zona que parecía mas abultado u eso creía,el dolor no me dejaba la posibilidad de fijarme en el resto como para elegir un lugar concreto.
Gruñidos mientras mi cuerpo cambia venciéndome hacia adelante,apoyando las manos que rápido dejaron paso a las garras y patas,lo mismo ocurrió con las piernas y los rasgos de mi cara que ya dejan de ser.Gruñí de nuevo con fuerza ojos que miran fieros,viéndose con fuerza el color ámbar de mis ojos,dispuesta a avanzar tal y como hice,sin tardar.Sintiendome libre,corriendo para atravesar los bosques de una punta a otras en busca de mínimo entretenimiento y porque no,carne sobre la que hincar el diente.Ese punto siempre resaltaba sobre los demás dones encadenados a la licantropía;adrenalina,fuerza y liberación de tensión que estos días el alcohol solo adormecía.
Pero nada empezó como antes pensé y cuanto mas me sentía en libertad,alguien supo donde asoma mi hocico y decidió seguirme y yo valiente,sin miedo me enfrente a aquél que me siguió,enzarzándonos en un enfrentamiento donde él era mucho hábil con sus armas que yo con mi fuerza,mis colmillos y mis zarpas, hasta el punto de herirme en uno de los intentos por mi parte y que la finta no era suficiente con apartarme de aquellas dagas que lanzo y que inevitable alcanza la pata derecha trasera en una de las veces que me lanzace a su cuerpo para morderle con tal fuerza como para desmembrarlo.Es entonces cuando decidí retirarme por instinto entre la arboleda para coger aliento y fuerzas,como también darle tiempo a que cicatrizaran las heridas que me había propinado con anterioridad.
Pude oir sus gritos que en mi parte humana entendería pero que ahora solo es ruido que se alza por encima de la producida por la naturaleza.Cuando parecía haber recuperado la mayoría de mis fuerzas que aseguraba un ataqué certero,salí.No obedecí su voz,si no a mis propias ganas que poco se alejaban de darle muerte al cazador que quiere darme la propia.Me avalancé sobre él y antes de que alzara mis patas delanteras par saltar sobre él,uno de los dos cuchillos que lanzó hacia mi,me alcanzo la pata trasera-derecha,que me desequilibra un poco,mas eso no fue suficiente como para derribarme aunque si pudo oir mi gruñido por el dolor al alcanzarme con su arma.Para mi suerte contaba con la habilidad de mimetismo,que me permitía camuflarme con mi entorno y confundir al contrario que no sabría a donde dirigía mis pasos la próxima vez y que instintivamente usé cuando oí tres de sus cuatros disparos que no llegaron alcanzarme,si no,tendría el fin que no busqué a propósito como si podrían ser los otros métodos.
Ahí no acabó todo,volví a atacar aun estando coja por la herida que no me doy tiempo a arrancarla el causante de ella,gruñidos que él oye cuando yo ya di el salto suficientemente medido como para no solo impulsarrme,si no empujarle hacia adelante,último movimiento, intento final antes de ir hacia los arbustos,buscando un lugar donde dejarme vencer,sin ser consciente de que si me encontraba podía morir esa misma noche,para asegurarme por ese instinto fui y usé otro recurso natura,aullido,que tanto para humanos como los de mi especie podría a impactarles de tal manera que podría reventarle los tímpanos y dejarlos sordos para siempre.También diré que aquel aullido sonó por escasos minutos,debilitándose como también lo hacia mi forma,dolorida volví a mi apariencia humana muy lentamente,viendo por el rabillo del ojo como el cazador más cerca que nunca me observa,esta vez no era para atacarme si no para auxiliarme entre alaridos de dolor que me había causado tanto cuando se clavaron como ahora cuando puedo retirármelas una vez se detuvo la transformación.Quedando desnuda frente a él,ojos clavados en los ajenos,frunciendo el ceño al ver de quien se trataba,el mismo que de la última vez.
-..¿Bastian?-Dije fingiendo duda pues soy de las que se queda con la cara de mis posibles enemigos,tal y como ocurrió con mi amigo-enemigo,Gael, uno por el cambio de las líneas de su aura y en otro por como se movía.Tan solo bastan minutos en aquél callejón para observarle como se movía y defendía de aquellos amigos del cobarde de la taberna al que partí la nariz,yo también me moví pero disimule mi fuerza con la que les golpeaba,recibiendo también pero no tantas como podría recibir un humano común.La ventaja de ser yo,Katherine,es que la parte de lucha y manejo de ella había despertado junto a todas aquellas imágenes de un pasado,ahora roto.
Me encogí dolorida y con la mano arrastré el cuchillo a sus pies-¡guárdatelas!..-Dije tras un gruñido a la que le siguieron muecas de dolor,llévandome la mano a la herida que cicatriza muy lento a consecuencia de el material del que estaban hechos.
-Ahora no puedo disimular..¿verdad?-Dije sin apartar la mirada aun viéndose el halo grueso que aun no se desvanece como lo hizo mi forma y lineal sonrisa en mis labios;-Necesito..vestirme-Dije aclarando la voz aunque igual podía verse mi enfado.Me lleve el brazo a cubrirme los senos y con la otra mano que se había manchado de sangre,se la ofrezco.
Tal como quise ocurrió,llegue a los bosques,me deshice de la ropa quedando completamente desnuda,haciendo fuerzas,un tira y afloja con mi ser para poder tener a lo que volver y no ir desnuda una vez volviese a mi forma humana una vez el astro decidiera que era turno pare el alba.Deje dichas ropas escondida bajo la zona que parecía mas abultado u eso creía,el dolor no me dejaba la posibilidad de fijarme en el resto como para elegir un lugar concreto.
Gruñidos mientras mi cuerpo cambia venciéndome hacia adelante,apoyando las manos que rápido dejaron paso a las garras y patas,lo mismo ocurrió con las piernas y los rasgos de mi cara que ya dejan de ser.Gruñí de nuevo con fuerza ojos que miran fieros,viéndose con fuerza el color ámbar de mis ojos,dispuesta a avanzar tal y como hice,sin tardar.Sintiendome libre,corriendo para atravesar los bosques de una punta a otras en busca de mínimo entretenimiento y porque no,carne sobre la que hincar el diente.Ese punto siempre resaltaba sobre los demás dones encadenados a la licantropía;adrenalina,fuerza y liberación de tensión que estos días el alcohol solo adormecía.
Pero nada empezó como antes pensé y cuanto mas me sentía en libertad,alguien supo donde asoma mi hocico y decidió seguirme y yo valiente,sin miedo me enfrente a aquél que me siguió,enzarzándonos en un enfrentamiento donde él era mucho hábil con sus armas que yo con mi fuerza,mis colmillos y mis zarpas, hasta el punto de herirme en uno de los intentos por mi parte y que la finta no era suficiente con apartarme de aquellas dagas que lanzo y que inevitable alcanza la pata derecha trasera en una de las veces que me lanzace a su cuerpo para morderle con tal fuerza como para desmembrarlo.Es entonces cuando decidí retirarme por instinto entre la arboleda para coger aliento y fuerzas,como también darle tiempo a que cicatrizaran las heridas que me había propinado con anterioridad.
Pude oir sus gritos que en mi parte humana entendería pero que ahora solo es ruido que se alza por encima de la producida por la naturaleza.Cuando parecía haber recuperado la mayoría de mis fuerzas que aseguraba un ataqué certero,salí.No obedecí su voz,si no a mis propias ganas que poco se alejaban de darle muerte al cazador que quiere darme la propia.Me avalancé sobre él y antes de que alzara mis patas delanteras par saltar sobre él,uno de los dos cuchillos que lanzó hacia mi,me alcanzo la pata trasera-derecha,que me desequilibra un poco,mas eso no fue suficiente como para derribarme aunque si pudo oir mi gruñido por el dolor al alcanzarme con su arma.Para mi suerte contaba con la habilidad de mimetismo,que me permitía camuflarme con mi entorno y confundir al contrario que no sabría a donde dirigía mis pasos la próxima vez y que instintivamente usé cuando oí tres de sus cuatros disparos que no llegaron alcanzarme,si no,tendría el fin que no busqué a propósito como si podrían ser los otros métodos.
Ahí no acabó todo,volví a atacar aun estando coja por la herida que no me doy tiempo a arrancarla el causante de ella,gruñidos que él oye cuando yo ya di el salto suficientemente medido como para no solo impulsarrme,si no empujarle hacia adelante,último movimiento, intento final antes de ir hacia los arbustos,buscando un lugar donde dejarme vencer,sin ser consciente de que si me encontraba podía morir esa misma noche,para asegurarme por ese instinto fui y usé otro recurso natura,aullido,que tanto para humanos como los de mi especie podría a impactarles de tal manera que podría reventarle los tímpanos y dejarlos sordos para siempre.También diré que aquel aullido sonó por escasos minutos,debilitándose como también lo hacia mi forma,dolorida volví a mi apariencia humana muy lentamente,viendo por el rabillo del ojo como el cazador más cerca que nunca me observa,esta vez no era para atacarme si no para auxiliarme entre alaridos de dolor que me había causado tanto cuando se clavaron como ahora cuando puedo retirármelas una vez se detuvo la transformación.Quedando desnuda frente a él,ojos clavados en los ajenos,frunciendo el ceño al ver de quien se trataba,el mismo que de la última vez.
-..¿Bastian?-Dije fingiendo duda pues soy de las que se queda con la cara de mis posibles enemigos,tal y como ocurrió con mi amigo-enemigo,Gael, uno por el cambio de las líneas de su aura y en otro por como se movía.Tan solo bastan minutos en aquél callejón para observarle como se movía y defendía de aquellos amigos del cobarde de la taberna al que partí la nariz,yo también me moví pero disimule mi fuerza con la que les golpeaba,recibiendo también pero no tantas como podría recibir un humano común.La ventaja de ser yo,Katherine,es que la parte de lucha y manejo de ella había despertado junto a todas aquellas imágenes de un pasado,ahora roto.
Me encogí dolorida y con la mano arrastré el cuchillo a sus pies-¡guárdatelas!..-Dije tras un gruñido a la que le siguieron muecas de dolor,llévandome la mano a la herida que cicatriza muy lento a consecuencia de el material del que estaban hechos.
-Ahora no puedo disimular..¿verdad?-Dije sin apartar la mirada aun viéndose el halo grueso que aun no se desvanece como lo hizo mi forma y lineal sonrisa en mis labios;-Necesito..vestirme-Dije aclarando la voz aunque igual podía verse mi enfado.Me lleve el brazo a cubrirme los senos y con la otra mano que se había manchado de sangre,se la ofrezco.
Ariyne- Licántropo Clase Alta
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
Bastien era muy pequeño cuando comenzaron a serle inculcados los estatutos de la caza, por los cuales el linaje Argent se rigió desde tiempos ancestrales. Gracias a sus padres el ahora hombre conocía el arte de la caza a la perfección, era experto en armas e incluso invertía gran parte de su fortuna tanto en la mejora de las mismas como en la creación de nuevos equipos y suministros que facilitaran las cruzadas; había aprendido a luchar y defenderse con sus propias manos, a manejar su espada con la gracia de un guerrero y a disparar su revolver firme y certero, a pesar de no siempre dar en el blanco; por último, el cazador también alimentó sus conocimientos acerca de las criaturas que rondaban la noche, guiadas por la luna y la penumbra. El hombre se encargó de estudiar de cerca su comportamiento, su fisionomía, sus fortalezas y debilidades, afinando el olfato para encontrar aquellas bestias entre la multitud de seres que habitaba la capital Francesa.
Gracias a todas las lecciones que recibió de su familia, el hombre se convirtió en buen guerrero, sin embargo, era el desprecio con el que cargaba un sentimiento que se instruyó él mismo; el código de los Argent, indicaba que la caza debía ser el medio por el cual los descendientes de aquella línea y todos quienes deseasen unirse a ella, debían proteger a aquellos que no pudiesen protegerse a sí mismos, no obstante, bien conocía Bastien que los motivos de su corazón estaban en conflicto con su obligación. Su pretexto era la pérdida, sus motivaciones, el odio y la venganza y su cruzada, era la simple necesidad de matar.
De los ojos de la mujer, Bastien desvió la mirada hacía un lado, atravesando con ella la frondosidad de los árboles a su alrededor, como si allí se encontrase algo más interesante que el cuerpo desnudo de su interlocutora. Presurosamente y de mala gana, el hombre se quitó la cazadora y una vez ella se acercó extendiéndole la mano, se limitó a entregarle el abrigo aún sin dignarse a observarle.
— Cúbrase con ella, Aryine— soló tajante tras captar con el rabillo del ojo que a pesar de haberle recibido la prenda aún no disponía uso de ella.
Estaba al tanto de la vileza de su propio ser y bien conocía él que no era ese tipo de bestia. No había mirado la corporeidad de la señorita con intenciones depravadas, era su rostro lo que le atraía, pues jamás lujuria cruzaría su mirada cuando se tratase de aquello que le recordaba lo único y más sagrado que tuvo en la vida, sus hijas, al menos las que ya no pertenecían a este mundo.
Estaba molesto, molesto con la naturaleza de Aryine, pero aún más molesto consigo mismo y, su incapacidad de haber reconocido los patrones en su comportamiento que pudieron informarle de la desagradable criatura que se camuflaba tras aquel angelical rostro. No pudo evitar soltar un bufido, que finalmente se asemejó más a una corta y ronca carcajada de ironía, la maldición no era la licantropía en sí, era el tener que lidiar con ella, corrompiendo todo lo que remotamente le interesaba.
Vaya carga con la que debía vivir.
— Quién diría que detrás de ese rostro se oculta tan… — De soslayo el hombre observó a su presa, quien ya había cubierto su desnudez con la cazadora que le prestó; mientras tanto, buscaba las palabras más adecuadas para finalizar la indagación — desafortunada sorpresa.
Bastien se inclinó y levantó la daga que incrustó en el muslo de Aryine y que ella misma se había encargado de devolverle. Posteriormente, la guardó junto a su compañera, quedando armado sólo con la espada que aún goteaba la tibia sangre de la licana. El cazador podía sentir el peso de la mirada que le dirigía su acompañante, pero ni siquiera aquello logró que este se la devolviera, pues ahora se dedicaba a quitar manchas carmesí de su arma con las mangas de su camisola.
— Debería huir o invocar nuevamente a su bestia — Se encogió de hombros, relajando su fruncido ceño. Ambas opciones eran viables — Es mi deber matarla pero no tengo ánimos de asesinar a una mujer desnuda y ciertamente preferiría ver su otra cara al hacerlo.
De los dos rostros que poseía aquella mujer, el que daba la cara en aquel momento era el más peligroso… al menos para Bastien.
Gracias a todas las lecciones que recibió de su familia, el hombre se convirtió en buen guerrero, sin embargo, era el desprecio con el que cargaba un sentimiento que se instruyó él mismo; el código de los Argent, indicaba que la caza debía ser el medio por el cual los descendientes de aquella línea y todos quienes deseasen unirse a ella, debían proteger a aquellos que no pudiesen protegerse a sí mismos, no obstante, bien conocía Bastien que los motivos de su corazón estaban en conflicto con su obligación. Su pretexto era la pérdida, sus motivaciones, el odio y la venganza y su cruzada, era la simple necesidad de matar.
De los ojos de la mujer, Bastien desvió la mirada hacía un lado, atravesando con ella la frondosidad de los árboles a su alrededor, como si allí se encontrase algo más interesante que el cuerpo desnudo de su interlocutora. Presurosamente y de mala gana, el hombre se quitó la cazadora y una vez ella se acercó extendiéndole la mano, se limitó a entregarle el abrigo aún sin dignarse a observarle.
— Cúbrase con ella, Aryine— soló tajante tras captar con el rabillo del ojo que a pesar de haberle recibido la prenda aún no disponía uso de ella.
Estaba al tanto de la vileza de su propio ser y bien conocía él que no era ese tipo de bestia. No había mirado la corporeidad de la señorita con intenciones depravadas, era su rostro lo que le atraía, pues jamás lujuria cruzaría su mirada cuando se tratase de aquello que le recordaba lo único y más sagrado que tuvo en la vida, sus hijas, al menos las que ya no pertenecían a este mundo.
Estaba molesto, molesto con la naturaleza de Aryine, pero aún más molesto consigo mismo y, su incapacidad de haber reconocido los patrones en su comportamiento que pudieron informarle de la desagradable criatura que se camuflaba tras aquel angelical rostro. No pudo evitar soltar un bufido, que finalmente se asemejó más a una corta y ronca carcajada de ironía, la maldición no era la licantropía en sí, era el tener que lidiar con ella, corrompiendo todo lo que remotamente le interesaba.
Vaya carga con la que debía vivir.
— Quién diría que detrás de ese rostro se oculta tan… — De soslayo el hombre observó a su presa, quien ya había cubierto su desnudez con la cazadora que le prestó; mientras tanto, buscaba las palabras más adecuadas para finalizar la indagación — desafortunada sorpresa.
Bastien se inclinó y levantó la daga que incrustó en el muslo de Aryine y que ella misma se había encargado de devolverle. Posteriormente, la guardó junto a su compañera, quedando armado sólo con la espada que aún goteaba la tibia sangre de la licana. El cazador podía sentir el peso de la mirada que le dirigía su acompañante, pero ni siquiera aquello logró que este se la devolviera, pues ahora se dedicaba a quitar manchas carmesí de su arma con las mangas de su camisola.
— Debería huir o invocar nuevamente a su bestia — Se encogió de hombros, relajando su fruncido ceño. Ambas opciones eran viables — Es mi deber matarla pero no tengo ánimos de asesinar a una mujer desnuda y ciertamente preferiría ver su otra cara al hacerlo.
De los dos rostros que poseía aquella mujer, el que daba la cara en aquel momento era el más peligroso… al menos para Bastien.
Última edición por Bastien Argent el Sáb Jul 15, 2017 8:35 am, editado 1 vez
Bastien Argent- Cazador/Realeza
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
Segui con la mirada al contrario,con la mano aun levantada para que me ayudase a ponerme de pie e ir hacia el escondite donde guarde todo aquello que me pertenece.Pero creo que no me explique bien u mi gesto era confuso,no lo sé,pero a mis palabras reaccionó ofreciéndome su chaqueta,parecía que le daba vergüenza mirarme,al contrario que a mi.Cogí la chaquea de su mano de mala gana e incluso un gruñido se escapó ante su actitud,¿no tenía suficiente con haberme herido?,-..Mírame-,esperé que hablase más o hiciese caso a mi “orden” y solo obtuve silencio tras su queja en una risa que no entendí esta vez.
-..¿Tan…?-Dije cogiendo esa palabra de frase inacabada,empujando de alguna manera a que terminase la frase.Ojos entrecerrados y labios que desdibujan la sonrisa mas o menos visible.Colocándome la chaqueta,pasando un brazo y otro,por segundos mi senos al aire hasta que con mis manos junte los extremos paralelos y me crucé de brazos,aun con la mirada fija en el,en esta ocasión tanto el color y la forma de mis ojos había vuelto a su estado natural,ahora era tan humana como él.
De manera inconsciente movia aquella pierna mal herida,de nuevo un alarido que no puedo callar por el dolor que me causa la herida,es bastante molesto la reacción corporal ante esta material en específico y que sin quererlo me recordó a una de mis muertes e inicio todo esto.Ahora era yo quien soltaba esa medio risa irónica ante la forma de finalizar su frase-..¿desafortunada?-Dije,intentando levantarme por mi cuenta,ya que al parecer salvo quejarse por esta bonita sorpresa,no iba a ayudarme.Pero me volví a caer,sentándome en el suelo después de intentar apoyar la pierna herida.
-..¡Joder!-Dije por lo bajo,quedando por lo alto la indicación del cazador,el gruñido que desaprobaba tal comentario fue mucho mas grave,sin importarme que eso alertara a los enemigos que pudieran estar cerca.
-..¿así no puedes matarme?-Hice una pausa,viendo como a pesar de estar hablándome,él estaba absorto con el fin de limpiar mi sangre de su hoja,-..¡¿No te parece suficiente así?,mas débil!-Dije manteniendo ese tono de voz que conlleva mi enfado,golpeando la hoja para que resbalara de su mano,machándome más de mi sangre,-..¡Mírame!-Dije, dejándome llevar por el impulso que junto a la licantropía alzaban mucho más mi carácter,alcanzando de nuevo ese color ámbar en los ojos.
-..Estas no son maneras de preguntar,¿estas bien?,¿te ayudo a levantarte?-Dije con el ceño fruncido,tratando de calmar esa respiración antrecortada,intentando mantener la bestia dentro de mi para no causar desastre mayor,entre otras cosas porque al estar herida se reducía mi movilidad en el ataque,sino,no estaríamos aquí,hablando.Suspiré aun con la mirada puesta en él,-..Dime..¿prefieres mi otra forma para no despertar remordimiento u culpa por saber a quien matas?-.
Ariyne- Licántropo Clase Alta
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
El concepto que Bastien mantenía sobre los licántropos era bastante general, ante sus ojos, toda criatura cuyo poder descendiera de la luna no era merecedor de ningún tipo de clemencia, y el universo, a pesar de ser una noción cuyo verdadero significado no comprendía por completo, parecía no ser lo suficientemente grande no como para concebir la idea de tener que compartirlo con tales bestias; la extinción de los hijos de la luna era la única solución.
Si bien el desprecio que ardía en las entrañas del cazador se extendía a otros seres sobrenaturales: hijos de la noche, portadores de magia y cambiaformas, no era sólo el hecho de que había sido instruido para asesinar y disfrutar de ello lo que ampliaba día a día el odio hacía aquellos que corrompieron su humanidad, era la obstinación a la derrota. Bastien lo había perdido todo en las garras de un monstruo como el que se ocultaba tras el rostro la bella joven que le exigía una respuesta. Eran licanos quienes le despojado de todo cuanto amó, esposa, sus hijas, todas ellas, pues la única que le quedaba encerraba un secreto igual de repudiable y aun así, después de trece años, a pesar de haber ejecutado miles de aquella estirpe, seguía perdiendo ante ellos. ¿La prueba? Aryine seguía viva.
Bastien se negó a mirarla a pesar de sus feroces insistencias, estaba seguro que ella desconocía que su rostro humano era su arma más poderosa, más peligrosa que sus garras y más mortal que sus fauces. Era imprescindible que la mujer se mantuviese ignorante a la amenaza de su propio ser. Sin embargo, asimilando acertadamente que la única razón por la que la bestia de Aryine permanecía calma, eran las profundas, y evidentemente dolorosas heridas que le había causado con afiladas hojas de plata, el cazador conocía que si bien que en el momento entre ambos no existía más que un tenso cruce palabras y una incómoda evasión de miradas, era una situación que en cualquier instante podría transcender a una nueva y sangrienta batalla.
Mientras no fuera la bestia quien diese pelea, era él quien estaba en desventaja.
Al no haber ofrecido ninguna respuesta a la mujer, de un golpe, Bastien vio su espada caer ante sus pies. Él no se dignaba a verle el rostro aún, no obstante, supo que de hacerlo solo se enfrentaría a una mueca de enfado, pues por lo bajo, entre sus frases, el hombre podía escuchar como breves gruñidos se formulaban sutilmente como palabras inteligibles. En cualquier otra ocasión, él hubiese considerado aquel acto motivo suficiente como para decapitar metódico y sin piedad a su oponente, pero aquella noche no fue así, pues su reacción se limitó a un irritado bufido.
Cruzado de brazos, el cazador esperó a que la joven terminara su dicción y acto seguido, levantó su espada por segunda vez, con la excepción de que entonces el zafiro de sus irises se ancló sereno en los de ella, una actitud bastante atípica para un hombre como él.
Sin pronunciar palabra, se inclinó a la altura de la joven y a pesar de sus protestas e intentos para zafarse de su agarre, el hombre la levantó, alzándola de forma que sus rostros quedaron el uno frente al otro, a escasos centímetros de distancia, suficientemente corta como para contrariar ligeramente al cazador. Era la primera vez en toda su existencia en la que había sostenido un acercamiento pasivo con alguien de aquella naturaleza y, ansioso por librarse de aquel sentimiento de inquietud que le abordaba al apreciar con semejante precisión las facciones de Aryine, Bastien se limitó a acercarla al tronco de un árbol para que se mantuviese en pie.
Tan pronto como la joven se sostuvo, en dos zancadas, impuso tanta longitud entre ambos como le fue posible.
El hombre se armó de valor y continuó mirándola frente a frente, imprimiendo en sus ojos un falso brillo de desafío, no podía dejarle saber aquello que le hacía sentir. Estaba hipnotizado por su mirada, era verdad, más la lógica que residía aún en él, le obligaba a detestarla. Ella lo convertía en todo lo que más despreciaba, le hacía débil e incapaz de matar.
Ningún lobo merecía vivir, fueran hombres, mujeres, ancianos o incluso los escasos niños que sobrevivían a la maldición. El castigo de aquel crimen era la muerte ¿Era justo que Aryine se librara de ella sólo por parecerse brutalmente a uno de los pocos seres que sería incapaz de dañar?
— ¿Puede luchar o cuánto tiempo voy a tener que esperar? — dijo finalmente, rompiendo, como un cristal, el silencio en el que se habían sumido tras su “gentil” acto de ayudarle a ponerse en pie — Ya se lo dije Aryine, asesino Bestias, no mujeres y no necesariamente porque sienta remordimiento — La miró de arriba abajo, su forma humana era tan pura y semejaba ser tan frágil que entendió por qué nunca vio indicios de la criatura que ocultaba, pues ciertamente no los había. Sólo entonces, endureció su aspecto y pronunció tan arrogante como pudo — No la puedo dejar vivir y no tengo toda la noche, no sé cómo le llegó la idea de que puede interesarme en lo más remoto su bienestar.
Si bien el desprecio que ardía en las entrañas del cazador se extendía a otros seres sobrenaturales: hijos de la noche, portadores de magia y cambiaformas, no era sólo el hecho de que había sido instruido para asesinar y disfrutar de ello lo que ampliaba día a día el odio hacía aquellos que corrompieron su humanidad, era la obstinación a la derrota. Bastien lo había perdido todo en las garras de un monstruo como el que se ocultaba tras el rostro la bella joven que le exigía una respuesta. Eran licanos quienes le despojado de todo cuanto amó, esposa, sus hijas, todas ellas, pues la única que le quedaba encerraba un secreto igual de repudiable y aun así, después de trece años, a pesar de haber ejecutado miles de aquella estirpe, seguía perdiendo ante ellos. ¿La prueba? Aryine seguía viva.
Bastien se negó a mirarla a pesar de sus feroces insistencias, estaba seguro que ella desconocía que su rostro humano era su arma más poderosa, más peligrosa que sus garras y más mortal que sus fauces. Era imprescindible que la mujer se mantuviese ignorante a la amenaza de su propio ser. Sin embargo, asimilando acertadamente que la única razón por la que la bestia de Aryine permanecía calma, eran las profundas, y evidentemente dolorosas heridas que le había causado con afiladas hojas de plata, el cazador conocía que si bien que en el momento entre ambos no existía más que un tenso cruce palabras y una incómoda evasión de miradas, era una situación que en cualquier instante podría transcender a una nueva y sangrienta batalla.
Mientras no fuera la bestia quien diese pelea, era él quien estaba en desventaja.
Al no haber ofrecido ninguna respuesta a la mujer, de un golpe, Bastien vio su espada caer ante sus pies. Él no se dignaba a verle el rostro aún, no obstante, supo que de hacerlo solo se enfrentaría a una mueca de enfado, pues por lo bajo, entre sus frases, el hombre podía escuchar como breves gruñidos se formulaban sutilmente como palabras inteligibles. En cualquier otra ocasión, él hubiese considerado aquel acto motivo suficiente como para decapitar metódico y sin piedad a su oponente, pero aquella noche no fue así, pues su reacción se limitó a un irritado bufido.
Cruzado de brazos, el cazador esperó a que la joven terminara su dicción y acto seguido, levantó su espada por segunda vez, con la excepción de que entonces el zafiro de sus irises se ancló sereno en los de ella, una actitud bastante atípica para un hombre como él.
Sin pronunciar palabra, se inclinó a la altura de la joven y a pesar de sus protestas e intentos para zafarse de su agarre, el hombre la levantó, alzándola de forma que sus rostros quedaron el uno frente al otro, a escasos centímetros de distancia, suficientemente corta como para contrariar ligeramente al cazador. Era la primera vez en toda su existencia en la que había sostenido un acercamiento pasivo con alguien de aquella naturaleza y, ansioso por librarse de aquel sentimiento de inquietud que le abordaba al apreciar con semejante precisión las facciones de Aryine, Bastien se limitó a acercarla al tronco de un árbol para que se mantuviese en pie.
Tan pronto como la joven se sostuvo, en dos zancadas, impuso tanta longitud entre ambos como le fue posible.
El hombre se armó de valor y continuó mirándola frente a frente, imprimiendo en sus ojos un falso brillo de desafío, no podía dejarle saber aquello que le hacía sentir. Estaba hipnotizado por su mirada, era verdad, más la lógica que residía aún en él, le obligaba a detestarla. Ella lo convertía en todo lo que más despreciaba, le hacía débil e incapaz de matar.
Ningún lobo merecía vivir, fueran hombres, mujeres, ancianos o incluso los escasos niños que sobrevivían a la maldición. El castigo de aquel crimen era la muerte ¿Era justo que Aryine se librara de ella sólo por parecerse brutalmente a uno de los pocos seres que sería incapaz de dañar?
— ¿Puede luchar o cuánto tiempo voy a tener que esperar? — dijo finalmente, rompiendo, como un cristal, el silencio en el que se habían sumido tras su “gentil” acto de ayudarle a ponerse en pie — Ya se lo dije Aryine, asesino Bestias, no mujeres y no necesariamente porque sienta remordimiento — La miró de arriba abajo, su forma humana era tan pura y semejaba ser tan frágil que entendió por qué nunca vio indicios de la criatura que ocultaba, pues ciertamente no los había. Sólo entonces, endureció su aspecto y pronunció tan arrogante como pudo — No la puedo dejar vivir y no tengo toda la noche, no sé cómo le llegó la idea de que puede interesarme en lo más remoto su bienestar.
Última edición por Bastien Argent el Sáb Jul 15, 2017 8:36 am, editado 1 vez
Bastien Argent- Cazador/Realeza
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
Ojos fieros que mantenían el color característico de la mayoría de los lupinos,ceño fruncido que acompañaban mis gruñidos,altos y bajos,entremezclándose por el dolor que me provocaban aquellas heridas.Necesitaba salir de allí,vestirme,curarme e incluso recuperarme lo suficiente como para como él quería,enfrentarme,el hombre y la bestia,de manera que no sintiera el remordimiento,como los tendría yo en su lugar,si supiera el aspecto humano del contrario.
Un nuevo bufido escucho escapar de sus labios,suspire con pesadez mientras me llevaba la mano a la herida,manchándome de mi propia sangre que, lento no dejaba de salir-..¿quiere que me desangre?-Dije,dejando la boca entre abierta cuando en ese instante,su mirada se cruzó con la mía mientras volvía a alzar esa maldita espada,un azul que por instante me recordó los mares navegados para llegar a Paris,impresionantes aguas,si.
Después de un largo silencio,almenos para mi,decidió ayudarme a levantarme con tal tranquilidad que ahora no quería que me levantara del suelo,ya lo había intentado una vez y me caí,si recuperaba algo de mi fuerza volvería intentarlo.Mi mosqueo era tal que me quejé ante la formas que me cogía,queriendo escapar de su intento.Ojos de un mas claro ámbar,muevo para ver las facciones de su cara,aun mas cerca que aquella otra vez que me libró de esos cobardes,trague saliva,dejándome por fin ayudar.
Apenas podía mantener el equilibrio por lo que su agarre fue una útil muleta para avanzar,por segundos apartaba la mirada de este,esperando a que dijera algo,que pronunciara más de lo que sus gestos pudieran decir por si solos,sin embargo,se limitó a dejarme apoyada en uno de los árboles después de un par de zancadas-..¡¿Esta es tu idea ayudarme y llevarme?!-Respondí tras seguirle con la su retroceso,fruncí el ceño. Chasquee la lengua y moví la mano para de algún modo golpear el aire,sin apartar la mirada de este,solapando su pregunta con la que busca desafiarme como lo hacía su mirada azul.
-.Claaaaro-Dije alargando la vocal,enlazándola con la continuación que pretendía,-..ahora os refugiáis en esa excusa-Dije tragando saliva,dando un pequeño salto para poder agarrarme bien al tronco,por un instante apoye la pierna herida y pudo oírse como me quejaba de nuevo,¿a caso sabía que dolor me estaba causando su intento de cacería?,no,claro que no,solo veía como me miraba de arriba abajo sin pronunciar palabra, mimando su espada.
Estaba dispuesta a irme aunque fuera cojeando y con esta sola prenda como abrigo para llegar allí,al inicio de los bosques,-.Iré yo sola,tal vez otro se adelante y…-Dije,recortando mis palabras,gruñendo ante la actitud que de nuevo muestra al pronunciarse,-..por que quien realmente no siente remordimiento,remataría su hazaña,aun teniendo ante si su forma mas vulnerable-Dije antes de darme la vuelta-Quien mata lo hace sin miramiento alguno..-Dije cambiando las palabras,aunque parte de ella insistía en lo mismo, -.Escondeis algo,vuestro aura algo revela,aunque se solapan para hacerme la idea del que..-Dije antes de intentar avanzar por mi cuentas.Nuevas quejas cuando apoyaba esa pierna, desequilibrada por ello,ya que él no parecía querer llevarme allí donde quería.Mirada al frente,dispuesta a llegar con o su ayuda,aunque…
-...Necesito tú ayuda-Dije recostándome en el siguente árbol,al que llego por los pelos,apoyándome para no caerme al suelo.No era asidua a pedir ayuda nadie, así ocurría que me metía en mas problemas de los que debería, me gustaba solucionar u llegar a lo que quería por mi cuenta.
Un nuevo bufido escucho escapar de sus labios,suspire con pesadez mientras me llevaba la mano a la herida,manchándome de mi propia sangre que, lento no dejaba de salir-..¿quiere que me desangre?-Dije,dejando la boca entre abierta cuando en ese instante,su mirada se cruzó con la mía mientras volvía a alzar esa maldita espada,un azul que por instante me recordó los mares navegados para llegar a Paris,impresionantes aguas,si.
Después de un largo silencio,almenos para mi,decidió ayudarme a levantarme con tal tranquilidad que ahora no quería que me levantara del suelo,ya lo había intentado una vez y me caí,si recuperaba algo de mi fuerza volvería intentarlo.Mi mosqueo era tal que me quejé ante la formas que me cogía,queriendo escapar de su intento.Ojos de un mas claro ámbar,muevo para ver las facciones de su cara,aun mas cerca que aquella otra vez que me libró de esos cobardes,trague saliva,dejándome por fin ayudar.
Apenas podía mantener el equilibrio por lo que su agarre fue una útil muleta para avanzar,por segundos apartaba la mirada de este,esperando a que dijera algo,que pronunciara más de lo que sus gestos pudieran decir por si solos,sin embargo,se limitó a dejarme apoyada en uno de los árboles después de un par de zancadas-..¡¿Esta es tu idea ayudarme y llevarme?!-Respondí tras seguirle con la su retroceso,fruncí el ceño. Chasquee la lengua y moví la mano para de algún modo golpear el aire,sin apartar la mirada de este,solapando su pregunta con la que busca desafiarme como lo hacía su mirada azul.
-.Claaaaro-Dije alargando la vocal,enlazándola con la continuación que pretendía,-..ahora os refugiáis en esa excusa-Dije tragando saliva,dando un pequeño salto para poder agarrarme bien al tronco,por un instante apoye la pierna herida y pudo oírse como me quejaba de nuevo,¿a caso sabía que dolor me estaba causando su intento de cacería?,no,claro que no,solo veía como me miraba de arriba abajo sin pronunciar palabra, mimando su espada.
Estaba dispuesta a irme aunque fuera cojeando y con esta sola prenda como abrigo para llegar allí,al inicio de los bosques,-.Iré yo sola,tal vez otro se adelante y…-Dije,recortando mis palabras,gruñendo ante la actitud que de nuevo muestra al pronunciarse,-..por que quien realmente no siente remordimiento,remataría su hazaña,aun teniendo ante si su forma mas vulnerable-Dije antes de darme la vuelta-Quien mata lo hace sin miramiento alguno..-Dije cambiando las palabras,aunque parte de ella insistía en lo mismo, -.Escondeis algo,vuestro aura algo revela,aunque se solapan para hacerme la idea del que..-Dije antes de intentar avanzar por mi cuentas.Nuevas quejas cuando apoyaba esa pierna, desequilibrada por ello,ya que él no parecía querer llevarme allí donde quería.Mirada al frente,dispuesta a llegar con o su ayuda,aunque…
-...Necesito tú ayuda-Dije recostándome en el siguente árbol,al que llego por los pelos,apoyándome para no caerme al suelo.No era asidua a pedir ayuda nadie, así ocurría que me metía en mas problemas de los que debería, me gustaba solucionar u llegar a lo que quería por mi cuenta.
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
El dolor que refulgía en la Mirada de Aryine despertó en Bastien una emoción que desconoció por muchos años. Empatía. No sentía vergüenza por haber clavado su daga en el muslo de la licana, pues entendía que según lo dictaba la naturaleza de un cazador, su proceder había sido correcto; mucho menos sintió lástima, era justo decir que para remover algo en su interior, era imprescindible que aquella señorita tuviese un valor superior tan pobre sentimiento. La compasión tenía su lugar junto a la clemencia y en ninguna de ellas el cazador tenía práctica, sin embargo, era cierto que la impetuosa doncella hablaba demasiado como para poder ignorarla y el opaco y cansino semblante con el que ella cargaba, le incitó a imaginar cuál hubiese sido el aspecto de su pequeña Arabella cuando agonizaba entre las garras del lobo feroz.
En el libro de Aryine, él era el monstruo al voltear la página.
En lo corrido de la velada, el cazador se había permitido oír de Aryine palabras que no hubiese condonado si quiera en su sucesora. Él contaba los segundos y a pesar de las desafiantes palabras que fluían sin filtro de su interlocutora, allí seguía ella, aún con vida, incluso, a pesar de haberle tentado a asesinarla. Ella tenía razón en todo cuanto su dicción sugería, al momento de empuñar su espada fue débil y si bien ocultaba sus razones, no lo había hecho correctamente. De alguna u otra forma se lo había dejado saber.
— Cuando su estado mejore no pienso escatimar en tanta cortesía.
Una vez la joven intentó infructuosamente valerse por sí misma, hastiado ante su propio sentimentalismo, Bastien puso los ojos en blanco, guardó la espada en su tahalí y se aproximó a ella sin precaución, levantándole entre sus brazos una vez se encontró a su lado. A pesar de verse fiera y peligrosa en la forma que le había obsequiado la luna, la mujer que llevaba a cargo pesaba tanto como una pluma, así que ligero y en completo silencio, el cazador caminó entre la maleza cargado con quien debía ser su presa. Ella continuaba reclamándole, despotricando de sus actos y su persona, afirmando cuestiones que él no sentía ánimos objetar y que seguramente no tendría idea de cómo hacerlo.
Prontamente, cazador y presa encontraron salida del bosque. Era demasiado tarde cómo para abandonar a la castaña en manos de cualquier otra desgraciado que intentase hacerse cargo de ella, y si era cierto que él estaba tanto del lugar donde residía, dejarle en su hogar con una herida abierta en la pierna y sin alguna explicación razonable que la sustentara, no tendría impacto positivo en la impecable reputación que se esforzaba por mantener en la alta sociedad.
La buena noticia era que no se encontraban lejos de su propia casa. Un lugar que él catalogó como sagrado y que nunca imaginó profanar con la presencia de un ser como el que Aryine ocultaba tras sus delicadas facciones.
Desde la noche del asesinato de su familia en Estrasburgo las puertas de la mansión Argent siempre estuvieron custodiadas. El cazador aprendió la lección en la más cruel de las formas y ninguna criatura de la noche cruzaría el umbral de su hogar sin dar pelea. Al menos así había sido hasta aquel momento. Bastien, cargado con Aryine en sus brazos, ingresó por la puerta principal como cualquier otra noche después de la caza; ninguno de los cazadores de turno que protegían la entrada se atrevería a cuestionarlo.
El cazador caminó hasta la sala de estar y allí descargó a la licana en un fino y acolchado sofá. Una vez sus brazos quedaron libres, los sacudió y extendió para evitar calambres. Aún el silencio y sin prestar mucha atención a su acompañante, se dio media vuelta y abandonó la habitación. Si bien había herido a la mujer más de lo que en un principio creyó, en cuestión de un par de días las lesiones que le había causado con sus dagas sanarían por completo. Si la hoja con la que rasgó la piel de Aryine no fuese de plata, seguramente los hechos hubiesen sucedido en una forma muy diferente.
Cuando el cazador volvió a la estancia donde se encontraba su inesperada invitada, le encontró intentando huir sin éxito alguno. Bastien se mofó por lo bajo, con media sonrisa arrogante cincelada en sus labios.
— Creí que había solicitado mi ayuda —sus miradas se cruzaron por un instante, la de la licana era fulminante— Tome asiento — Ordenó
En sus manos el cazador sostenía una botella de alcohol, vendas y un vestido. Él negó brevemente con la cabeza, lamentando las decisiones que había tomado hasta aquel instante, para finalmente acercarse a ella. Tosco, el hombre entregó el vestido a la mujer y acto seguido se puso en cuclillas para quedar a la altura de su pierna maltrecha. Rápidamente, el hombre desenroscó la tapa del envase y vertió el contenido sobre los profundos cortes; el alarido de dolor que la mujer soltó corroboró que ella carecía de resistencia al dolor. Bastien le cubrió la boca con la mano, acallando el quejido con eficacia, no deseaba despertar sospecha en Amara y mucho menos en alguna casa vecina.
— Estoy al tanto de que usted sanará pronto — masculló mientras apretaba una vendas en la extremidad inferior de Aryine — Y esto que estoy haciendo es una simple formalidad, ambos sabemos que no lo necesita.
Una vez el cazador terminó su tarea, se apartó con celeridad de Aryine procurando apartar la vista de ella.
— El vestido, por otra parte, creo que le sentará bien… mejor que mi cazadora, al menos. —Se cruzó de brazos dejándose caer sobre la pared a su lado — Mi hija no lo va a extrañar así que es suyo. úselo, quémelo, bótelo, lo que quiera, pero no se moleste en devolverlo. — Prosiguió sintiendo el peso de la mirada de Aryine— Voy a estar en la segunda planta, puede irse cuando le plazca, huir… o puede buscarme para que terminemos lo que dejamos pendiente.
Una vez terminó su discurso Bastien se giró sobre sus pies dispuesto a abandonar a la licana a su suerte. Ya había traspasado todos sus límites pero no estaba dispuesto a permanecer fuera de ellos.
En el libro de Aryine, él era el monstruo al voltear la página.
En lo corrido de la velada, el cazador se había permitido oír de Aryine palabras que no hubiese condonado si quiera en su sucesora. Él contaba los segundos y a pesar de las desafiantes palabras que fluían sin filtro de su interlocutora, allí seguía ella, aún con vida, incluso, a pesar de haberle tentado a asesinarla. Ella tenía razón en todo cuanto su dicción sugería, al momento de empuñar su espada fue débil y si bien ocultaba sus razones, no lo había hecho correctamente. De alguna u otra forma se lo había dejado saber.
— Cuando su estado mejore no pienso escatimar en tanta cortesía.
Una vez la joven intentó infructuosamente valerse por sí misma, hastiado ante su propio sentimentalismo, Bastien puso los ojos en blanco, guardó la espada en su tahalí y se aproximó a ella sin precaución, levantándole entre sus brazos una vez se encontró a su lado. A pesar de verse fiera y peligrosa en la forma que le había obsequiado la luna, la mujer que llevaba a cargo pesaba tanto como una pluma, así que ligero y en completo silencio, el cazador caminó entre la maleza cargado con quien debía ser su presa. Ella continuaba reclamándole, despotricando de sus actos y su persona, afirmando cuestiones que él no sentía ánimos objetar y que seguramente no tendría idea de cómo hacerlo.
Prontamente, cazador y presa encontraron salida del bosque. Era demasiado tarde cómo para abandonar a la castaña en manos de cualquier otra desgraciado que intentase hacerse cargo de ella, y si era cierto que él estaba tanto del lugar donde residía, dejarle en su hogar con una herida abierta en la pierna y sin alguna explicación razonable que la sustentara, no tendría impacto positivo en la impecable reputación que se esforzaba por mantener en la alta sociedad.
La buena noticia era que no se encontraban lejos de su propia casa. Un lugar que él catalogó como sagrado y que nunca imaginó profanar con la presencia de un ser como el que Aryine ocultaba tras sus delicadas facciones.
Desde la noche del asesinato de su familia en Estrasburgo las puertas de la mansión Argent siempre estuvieron custodiadas. El cazador aprendió la lección en la más cruel de las formas y ninguna criatura de la noche cruzaría el umbral de su hogar sin dar pelea. Al menos así había sido hasta aquel momento. Bastien, cargado con Aryine en sus brazos, ingresó por la puerta principal como cualquier otra noche después de la caza; ninguno de los cazadores de turno que protegían la entrada se atrevería a cuestionarlo.
El cazador caminó hasta la sala de estar y allí descargó a la licana en un fino y acolchado sofá. Una vez sus brazos quedaron libres, los sacudió y extendió para evitar calambres. Aún el silencio y sin prestar mucha atención a su acompañante, se dio media vuelta y abandonó la habitación. Si bien había herido a la mujer más de lo que en un principio creyó, en cuestión de un par de días las lesiones que le había causado con sus dagas sanarían por completo. Si la hoja con la que rasgó la piel de Aryine no fuese de plata, seguramente los hechos hubiesen sucedido en una forma muy diferente.
Cuando el cazador volvió a la estancia donde se encontraba su inesperada invitada, le encontró intentando huir sin éxito alguno. Bastien se mofó por lo bajo, con media sonrisa arrogante cincelada en sus labios.
— Creí que había solicitado mi ayuda —sus miradas se cruzaron por un instante, la de la licana era fulminante— Tome asiento — Ordenó
En sus manos el cazador sostenía una botella de alcohol, vendas y un vestido. Él negó brevemente con la cabeza, lamentando las decisiones que había tomado hasta aquel instante, para finalmente acercarse a ella. Tosco, el hombre entregó el vestido a la mujer y acto seguido se puso en cuclillas para quedar a la altura de su pierna maltrecha. Rápidamente, el hombre desenroscó la tapa del envase y vertió el contenido sobre los profundos cortes; el alarido de dolor que la mujer soltó corroboró que ella carecía de resistencia al dolor. Bastien le cubrió la boca con la mano, acallando el quejido con eficacia, no deseaba despertar sospecha en Amara y mucho menos en alguna casa vecina.
— Estoy al tanto de que usted sanará pronto — masculló mientras apretaba una vendas en la extremidad inferior de Aryine — Y esto que estoy haciendo es una simple formalidad, ambos sabemos que no lo necesita.
Una vez el cazador terminó su tarea, se apartó con celeridad de Aryine procurando apartar la vista de ella.
— El vestido, por otra parte, creo que le sentará bien… mejor que mi cazadora, al menos. —Se cruzó de brazos dejándose caer sobre la pared a su lado — Mi hija no lo va a extrañar así que es suyo. úselo, quémelo, bótelo, lo que quiera, pero no se moleste en devolverlo. — Prosiguió sintiendo el peso de la mirada de Aryine— Voy a estar en la segunda planta, puede irse cuando le plazca, huir… o puede buscarme para que terminemos lo que dejamos pendiente.
Una vez terminó su discurso Bastien se giró sobre sus pies dispuesto a abandonar a la licana a su suerte. Ya había traspasado todos sus límites pero no estaba dispuesto a permanecer fuera de ellos.
Bastien Argent- Cazador/Realeza
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
Volví a quejarme,una respuesta que era de esperar de un cazador,reiterando que sus actos abordaban la cortesía y que de no haberme transformado en la humana que tenía frente a sus ojos,ya estaría muerta por,¿cuál era él número esta vez?,casi estaba perdiendo miedo a la muerte,hasta dudaba que esta realizara su función,si no,ya hubiese intervenido para detener este círculo vicioso donde todo era diferente hasta que los recuerdos vuelven,solo que esta vez si ocurría,sería aun mas dolorosos que cualquier puñalada o muerte por muy diferente que fuera.
Dispuesta a irme después de sentirme ignorada,mientras seguía con la labor de limpiar,¿enserio?,le di la espalda y di el primer paso hacia adelante sin separarme demasiado de aquél tronco tosco que me mantenía de pie,aplastando bajo los pies descalzos las ramas y hojas secas que habían caído por el movimiento del tiempo y el posible revoloteo de las aves y animales que pudieran rondar en estos bosques.
Me quede quieta después de oir tras de mi unos pasos,que en efecto,después de girar la cara vi como el cazador por fin decidió pausar su costa tarea y ayudarme a salir de aquí,para al menos llegar a casa de la forma mas segura de lo que sería si hubiese ido sola.Lo que no me esperaba fueron las formas,estaba muy jodida y esta vez no me opuse a que me cogiera de esa manera donde acabe entre su brazos,mis brazos rodeando su cuello para no caerme mientras él me rodeaba por la cintura con una de sus manos y la otra sontenían mis piernas.
Seguí hablándole por el camino,recalcando entre otras cosas aquello de quien mata lo hace sin ningún tipo de remordimientos,también deje ver entre mis palabras que la cobardía se escondía tras parches y parches de una imagen que supongo debía guardar,como yo en su momento,solo que él era totalmente consciente y aun así no creo que lo admitiera.
-o es cupabilidad..lo que ocul..tas-Termine de hablar,mirándole en todo momento esos ojos color mar,mirando al frente poco después,detectando mi propio rastro,estábamos cerca de la salida,unos cuantos pasos más y lograríamos alejarnos del peligro,mas él llevaba a cuestas uno de ellos,yo.
Tensa seguía abrazándome a su cuello,viendo al final una luz mas clara que el lugar mas escondido en estos bosques donde no penetra,me comí el dolor y apenas me quejaba en el trayecto,distrayendo mi mente con otra cosa,aunque claro está que no siempre podía omitirlos-es.. por aqui-Dije,viendo como sus pies dejaban de pisar tierra resonado los granos bajos su botas sobre el empedrado.Desviandose del camino que hasta nuevo aviso no indicaría que doblara a la derecha o la izquierda.No me gustaba nada como estaban yendo las cosas, mas porque ¿y si me llevara a campo enemigo y terminarse aquél asunto?.
En otras circunstancias no me arrepentiría de lo que dije,pero es lo que tiene ser impulsiva a la vez que bocazas,a lo hecho pecho y si debía ser iba a defenderme aunque fuera a pata coja,lo haré.Pero al contrario de lo que imagine,sus pasos nos llevaron una amplia verja que rodeaba una enorme mansión que por orientarme un poco al mirar a nuestro alrededor mas o menos,creo se encontraba en la misma línea de viviendas,lo que me lleva a preguntarme el porque no dejaría que me buscara las formas de auxiliarme en vez de traerme hasta aquí.Soy fuerte pero perder sangre no hace bien,ni siquiera los inmortales,por lo que me apoye en su pecho mientras escuchaba por lo bajo el cuchicheo de dos,no vi sus caras y tampoco lo pretendía,solo me deje llevar.
Un par de escalones,un gran portón abriéndose y mas pasos sobre madera hacia no se donde.Apenas veo los detalles del lugar,el olor es nuevo,pero no me desorienta,puedo oir su respiración y el latido tranquilo de su corazón al estar mi oreja muy cerca de este,haga lo que esté a punto de hacerme,parece que no lo detecto,como ocurrió con su aura entremezclada.
Abri aun mas lo ojos,tome aire en una bocanada,mirando,acomodandome mejor para apoyar bien la espalda en su respaldo,mirando a esa chimenea apagada y en lo alto dos espadas cruzadas a mitad de la hoja,con adorno a dos dedos de distancia de la empuñadura,mismo que por encima estaba tallado en madera,posiblemente un escudo familiar como lo tendría alguien de la realeza u escuderos vinculados a la misma.
Pero por muy acogedora que me pareciese el lugar,tenia que salir de aquí,a prisa, no me fiaba en absoluto de lo que pudiera ocurrir después,¿y si volviese con un arma,una mas letal?,en este momento las ideas rozaban el delirio,nada bueno podría venir de un cazador que de primer momento quiso matarme y eso hice.Me levante,mordiéndome la lengua por el dolor que esa puñetera herida me estaba causando,pero tenía que aguantarme,salir de aquí por la primera puerta de salida.Recorrí la estancia a la mitad,dejando algunas gotas que resbalan hasta el tobillo.
Intento fallido al mirar frente a mi,coencidiendo en el momento que bajaba la cabeza para mirar el estado de la herida.Lentamente levante la mirada ante la voz conocida del cazador,gruñí molesta sin apartar la mirada que si de poder matar,él ya estaría en el suelo,-..faen,Fuck…(joder, en Noruego y galés)-Me queje y aun así acabe por ceder,tenia razón,así lo dije antes de venir hacia aqui.
Reparo en mirar en lo que llevaba en las manos,entre ellos una prenda de vestir,enarque una ceja,recordando que atrás deje mis ropas,no tenía mayor valor,así que en parte no me preocupaba,aunque ello atrajese a enemigos,ya que lo realmente con valor,estaba a buen recaudo en un lugar que solo conozco yo,en esa casa que ahora me pertenecía.Cogi el vestido que me entrego y me tape aquello que al ponerse este de cunclillas pudiese ver,para que no le diera reparo mirarme,si es que lo hacía.
Atenta a todo movimiento,desde el desenrosco del tapón hasta ese instante que vuelca y vierte su contenido en la herda.Gruñido fortísimo,tanto que sentí como rascaba mi garganta-¡ten mas cuidadoo!-Dije,ojos fieros que por instantes se veía el halo ámbar,las uñas que crecen por su cuenta,se clavan en el asiento,respiración agitada por el momento que siento contra mi boca,al este taparme la boca para callarme.
Me calme en lo posible,viendo como pasaba a vendarme la herida,asentí confirmar aquello de la sanación-pronto sí,pero no tan rápido como me gustaría,no gracias a ese material que arrojaste hacia mi…-Suspire,chasquido de lengua al mover la extremidad inferior una vez me hubo soltado.Seguí mirando y escuchándole,asintiendo mientras recolocaba el vestido para asegurarme que no se veía demasiado.
No me dejo sola de nuevo,¿creía que intentaría huir otra vez?,que no le quepa duda,iba hacerlo,pero primero me recuperaría un poco, si algo se torcia,tendría en cuenta aquellas armas,para ser sangre y no polvo lo que acumularía.Deje que acabara de hablar,entre tanto le abnalizaba,a él y ese aura que aún es confuso,-¿tu hija?…-Dije,después de verle desaparecer por el lado del sofá,desde donde me asome para ver que dirección tomaba.Y como a lo largo de este tiempo “compartido”,solo escuchaba sus pasos alejarse,ni una respuesta.
Poco después de haber pasado unos minutos de su ausencia,pasé a vestirme con el harapo prestado de su hija,no me paré a opinar,solo lo hizo para no verme vestida únicamente con su chasqueta,misma que cogí,una vez ate los cordoncillos para tapar el escote que se dibujaba de forma natural.Descalza y aun quejándome por lo bajo,decidí ir a buscarlo.Yendo hacia el umbral de la puerta,mirar a los lados y subir por las escaleras que tenía al frente-segunda planta…-me repetí,ayudándome al deslizar la mano por el pasa manos,detectando ese aroma que guardaba similitud a Bastien,sería fácil encontrarlo para hablar o simplemente darle las gracias si se cerraba en banda por aquello que quería preguntarle.
(...)
Al llegar allí,vi la puerta entreabierta y empuje para terminar de abrirla de par en par y entre lo mas silenciosa que pude,aunque algunas tablas del suelo no me lo puso fácil,-¿quien es ella?,¿quien es tu hija?-Dije,avanzando un par de pasos, acompañándome la cojera,viéndole de espaldas a mi,-¿porque no quieres que te lo devuelva,te ha decepcionado con sus actos,ha huido.. a..?-Dije,suspirando con pesadez-¿siempre deja hablando solos a sus invitados u respondereis alguna vez?-Dije,dejando ver mi interés por saber de su respuesta al tiempo que una pizca de impaciencia.
Ariyne- Licántropo Clase Alta
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
Todo en aquella velada estaba desequilibrado. Eran sus execrables decisiones y su anormal forma de proceder, la razones por las que una punzada de inquietud acogió su cuerpo logrando, por primera vez, hacerle dudar de sus propias convicciones. Trece años en el pasado, la maldición se aprovechó de su ausencia para cruzar el umbral de su hogar y llevarse consigo su posesión más valiosa, contrariamente, esa noche, él mismo le abría las puertas, irrespetando su propia estirpe, los preceptos con los que fue criado, la memoria de su familia y por qué no, a su hija, la jovencilla cuyo corazón aún palpitaba como un doloroso recordatorio del día en el que él perdió el suyo.
Una vez abandonó a su invitada en la soledad de la sala de estar, el cazador subió las escaleras sin mirar atrás. Cadenciosamente, cuidando sus pisadas y equilibrando su andar de forma que la madera no rechinase con el peso de su cuerpo; una vez se encontró frente a la puerta de su habitación, resopló aliviado e ingresó en ella. Sobre su mesa de noche, Bastien colocó la botella de alcohol y las vendas que restaron de su pobre intento de curación a la herida de Aryine.
Una vez vio sus manos libres, encendió dos velas y prosiguió a descargar sobre su cama las armas que portaba y cuando no resguardó sobre su corporeidad más que el tahalí que contenía su espada, el hombre se acercó a la ventana y permaneció allí por algunos minutos, estático, enredado en el dilema que él mismo había construido. Quería olvidar los hechos que habían acontecido aquella caza, abrir la botella de su más fino whisky y borrar de su mente, trago a trago, la existencia de la licana; sin embargo, no era prudente pues, cualquier hombre diestro en su mismo oficio conocería lo importante de encontrarse un paso delante de su presa. Tarde o temprano tendría que enfrentarle, asesinarle y vivir con la idea de que su alma se marcaría con una extraña variante de culpa.
Desenfundó el arma, y observó su opaco y distorsionado relejo sobre ella. La presencia de Aryine en su hogar le intranquilizaba, mas era no saber cuál había sido la decisión de la joven aquello que más le molestaba. Si quería asegurarse de la determinación de su invitada tendría que irle a buscar, ciertamente, nada le fastidiaba más que haber otorgado semejante control y tan indiscreta libertad a una criatura como ella, empero, la cuestión que más le repugnaba, era precisamente, el sentimiento de protección que aquel angelical rostro encendió en él.
Enojado, agarró la filosa hoja con fuerza y pronto sintió resbalar sobre su piel grandes gotas de sangre que eventualmente golpearon el cuero de sus zapatos. Bastien había soportado suficiente dolor, físico y mental, durante lo que llevaba vida, como para quejarse por una pequeña cortada, no obstante, el metal se hundía en su piel cada vez más y pronto la lacerante sensación le obligó a lanzar el arma tan lejos de él como le fue posible.
Justo cuando el hierro de la espada chocó con la madera del piso en la habitación, el chirrido de la puerta al abrirse disfrazó el golpe. Desde el reflejo del cristal, Bastien observó la silueta de la mujer abrirse paso desde la penumbra hacía el espacio iluminado por la tenue luz que producían velas, de forma en que acariciaba ligera sus finas facciones. El hombre apretó los puños, como un vano intento de contener el fluir de la sangre, cuyo ferroso y peculiar aroma, muy seguramente, no tardaría en abrirse paso a través de los sentidos de Aryine.
Cómo siempre ella, con sus frecuentes indagaciones, insistía en arrancar palabras de su boca, confidencias que él prefería no compartir con nadie, mucho menos con una criatura de semejante estirpe. Bastien siempre fue muy reservado con sus asuntos personales, su vida privada era una cuestión reservada para los escasos momentos de reflexión que se obsequiaba a sí mismo, en los que alimentaba su ira, su locura y su sed de venganza. Si decidía dirigir palabra a la jovencilla, tendría que su discurso con cuidado pues no estaba dispuesto a facilitar demasiada información a quien por naturaleza debía ser su enemiga.
— Hace usted muchas preguntas y comienza a molestarme — masculla al fin cruzándose de brazos, justo después de notar como su interlocutora comenzaba a exasperarse ante su carencia de discurso — Mi hija no ha huido, tampoco me ha decepcionado, ella duerme en la habitación contigua esta —Afirma cortante, receloso de su propia dicción; de sus tres hijas, sólo una seguía con vida— ¿Qué clase de padre sería si después de enseñarle a despreciar y asesinar criaturas de la luna, me encuentra relacionándome tan gentilmente con una de ellas?
El cazador se dio media vuelta, esta vez observando de frente a la mujer, quien ahora vestía con gracia la prenda que había tomado del guardarropa de Amara y que, aun así, persistía en cubrirse con su cazadora.
— Todo lo que ha pasado esta noche, Aryine, quiero que permanezca en secreto, no hay razón para que mi hija o alguien más sepa de ello — Continuó, acercándose a pequeños pasos en dirección a la mujer — En cuanto al vestido… ya tiene demasiados, el que usted lleva puesto no le hará falta
Se detuvo finalmente a no menos de medio metro de ella, alzando brevemente su mentón, buscando una postura imponente, inquebrantable, algo digno del monstruo que en realidad era.
— Estoy seguro que no ha venido a ponerle fin a nuestra batalla, pero debe saber que algún día tendré que asesinarla — Recorrió a la mujer de cabeza a pies y en ellos ancló la mirada— mientras tanto… ¿Debería ir a buscarle un par de zapatos para que pueda partir?
Una vez abandonó a su invitada en la soledad de la sala de estar, el cazador subió las escaleras sin mirar atrás. Cadenciosamente, cuidando sus pisadas y equilibrando su andar de forma que la madera no rechinase con el peso de su cuerpo; una vez se encontró frente a la puerta de su habitación, resopló aliviado e ingresó en ella. Sobre su mesa de noche, Bastien colocó la botella de alcohol y las vendas que restaron de su pobre intento de curación a la herida de Aryine.
Una vez vio sus manos libres, encendió dos velas y prosiguió a descargar sobre su cama las armas que portaba y cuando no resguardó sobre su corporeidad más que el tahalí que contenía su espada, el hombre se acercó a la ventana y permaneció allí por algunos minutos, estático, enredado en el dilema que él mismo había construido. Quería olvidar los hechos que habían acontecido aquella caza, abrir la botella de su más fino whisky y borrar de su mente, trago a trago, la existencia de la licana; sin embargo, no era prudente pues, cualquier hombre diestro en su mismo oficio conocería lo importante de encontrarse un paso delante de su presa. Tarde o temprano tendría que enfrentarle, asesinarle y vivir con la idea de que su alma se marcaría con una extraña variante de culpa.
Desenfundó el arma, y observó su opaco y distorsionado relejo sobre ella. La presencia de Aryine en su hogar le intranquilizaba, mas era no saber cuál había sido la decisión de la joven aquello que más le molestaba. Si quería asegurarse de la determinación de su invitada tendría que irle a buscar, ciertamente, nada le fastidiaba más que haber otorgado semejante control y tan indiscreta libertad a una criatura como ella, empero, la cuestión que más le repugnaba, era precisamente, el sentimiento de protección que aquel angelical rostro encendió en él.
Enojado, agarró la filosa hoja con fuerza y pronto sintió resbalar sobre su piel grandes gotas de sangre que eventualmente golpearon el cuero de sus zapatos. Bastien había soportado suficiente dolor, físico y mental, durante lo que llevaba vida, como para quejarse por una pequeña cortada, no obstante, el metal se hundía en su piel cada vez más y pronto la lacerante sensación le obligó a lanzar el arma tan lejos de él como le fue posible.
Justo cuando el hierro de la espada chocó con la madera del piso en la habitación, el chirrido de la puerta al abrirse disfrazó el golpe. Desde el reflejo del cristal, Bastien observó la silueta de la mujer abrirse paso desde la penumbra hacía el espacio iluminado por la tenue luz que producían velas, de forma en que acariciaba ligera sus finas facciones. El hombre apretó los puños, como un vano intento de contener el fluir de la sangre, cuyo ferroso y peculiar aroma, muy seguramente, no tardaría en abrirse paso a través de los sentidos de Aryine.
Cómo siempre ella, con sus frecuentes indagaciones, insistía en arrancar palabras de su boca, confidencias que él prefería no compartir con nadie, mucho menos con una criatura de semejante estirpe. Bastien siempre fue muy reservado con sus asuntos personales, su vida privada era una cuestión reservada para los escasos momentos de reflexión que se obsequiaba a sí mismo, en los que alimentaba su ira, su locura y su sed de venganza. Si decidía dirigir palabra a la jovencilla, tendría que su discurso con cuidado pues no estaba dispuesto a facilitar demasiada información a quien por naturaleza debía ser su enemiga.
— Hace usted muchas preguntas y comienza a molestarme — masculla al fin cruzándose de brazos, justo después de notar como su interlocutora comenzaba a exasperarse ante su carencia de discurso — Mi hija no ha huido, tampoco me ha decepcionado, ella duerme en la habitación contigua esta —Afirma cortante, receloso de su propia dicción; de sus tres hijas, sólo una seguía con vida— ¿Qué clase de padre sería si después de enseñarle a despreciar y asesinar criaturas de la luna, me encuentra relacionándome tan gentilmente con una de ellas?
El cazador se dio media vuelta, esta vez observando de frente a la mujer, quien ahora vestía con gracia la prenda que había tomado del guardarropa de Amara y que, aun así, persistía en cubrirse con su cazadora.
— Todo lo que ha pasado esta noche, Aryine, quiero que permanezca en secreto, no hay razón para que mi hija o alguien más sepa de ello — Continuó, acercándose a pequeños pasos en dirección a la mujer — En cuanto al vestido… ya tiene demasiados, el que usted lleva puesto no le hará falta
Se detuvo finalmente a no menos de medio metro de ella, alzando brevemente su mentón, buscando una postura imponente, inquebrantable, algo digno del monstruo que en realidad era.
— Estoy seguro que no ha venido a ponerle fin a nuestra batalla, pero debe saber que algún día tendré que asesinarla — Recorrió a la mujer de cabeza a pies y en ellos ancló la mirada— mientras tanto… ¿Debería ir a buscarle un par de zapatos para que pueda partir?
Bastien Argent- Cazador/Realeza
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
Mismo instante donde el chirrido de esa vieja puerta me delata,pude oler algo más allá que el aroma común con fragancia añadida,sangre,mire de reojo como la empuñadura de la espada rebota en la madera,dando tope con la pata de la cama.Olor intenso que inconsciente me hace fruncir el ceño ante la situación,pensado “Está loco,¿Qué pretende hiriéndose a si mismo?”.Miré su reflejo al igual que hacia él conmigo,habiendo un silencio entre nosotros,sin ruido que quedara por encima,ni siquiera de ese olor férreo que se intensifica cuanto mas respiro,esperando una respuesta a las preguntas que después pronuncie para romper esta extraño suceso,donde seguí sus movimientos con la mirada.Apreté la chaqueta contra mi,cogiéndome bajo ella las muñecas y avanzando hacia él,esperando así que por fin se diera la vuelta y se dignara a mirarme a la cara y no solo al reflejo acentuado por la luz de las velas de aquella espaciosa habitación.
Tan pronto como lo pensé,pude oir su voz haciendo lo que quería y sin embargo,el tono de ella seguía manteniendo la distancia que con su gesto para traerme hacia aquí lo contradecían,no es que no lo entienda,puesto que yo era su enemiga;que descalza caminaba delante de sus narices,”profanando” aquello que ningún imortal o peculiaridades que no portaba alguien humano,hubiese cruzado el umbra de esta enorme caserona.Y si así ocurría,no saldrían vivos de allí,como debió ocurrirme a mi en aquél bosque y que sin embargo desconozco,su aura era un popurrí,pero los que ahora se marcaba parte de la personalidad que no oculta en ningún momento,como tampoco el hecho de la incomodidad que le provocaban mis preguntas.Fruncí el ceño,mientras seguía avanzando,solo un paso más,antes de mover mis ojales hacia el lado que indico con un sutil gesto,no pude evitar que de mi boca se escapase una queja ante su pregunta cuyo contenía su parte de verdad.
-..la misma clase de padre que podría replantearse su,¿Cómo decirlo?,oficio…-Dije,soltando la mano que sujetaba la muñeca-..o tal vez dar ejemplo a su querida hija de lo que no debe permitir…-Dije,enarcando una ceja,viendo al darse este la vuelta,como su mejilla aun sangra,gota que se desliza por una marca trazada de la anterior y que sigo con la mirada hasta que el golpe seco da en sus botas-..¿es alguna clase de castigo?…-Interrumpí por un segundo,haciendo un gesto con la cabeza,suave,indicando la herida.
Volví a quejarme con diminuto gruñido,como no;-..¿No cree que es demasiado tarde para eso?…-Dije,pues oí algo al otro lado de esta pared de madera,nose si por quien indicaba antes, pudiéndose despertarse o uno de esos guardianes que estaban en la puerta,no lo sé.
No retrocedí en su avance,mientras me mantenía en silencio,estirando el brazo para devolver su chaquea y que no avanzara ni un paso más hacia mi.Observe la postura que tomaba ante mi,por segundos aparte la mirada hacia la dirección contraria y hacia el suelo,viendo aquella espada que el mismo tiró,volviendo la vista a él poco después.
-..Y si…-Trague saliva-..es por todo lo contrario,¿y si solo quiere deshacerse de ello porque realmente le recuerda a alguien?…-Dije mirándole a los ojos de ese bonito color mar,mismos de Escocia,mismos de París,mismos de Irlanda y otras que...
La dilatación de sus pupilas podrían ser una señal de que había dado con esa pieza clava y que hiciera clic en esa extraña mente.Sonreí de forma involuntaria por aferrarme a esa idea de acierto,entrelazándose con aquellas palabras que marcaban un destino,mi destino según él,según aquellos como él.
-..¿Por qué tanta prisa por que me vaya?…-Gire la cara al oir de nuevo ese ruido,en el otro lado de la habitación-..debería devolverle el favor…¿no?-Dije mirándole de soslayo.Trague saliva nuevamente y avance para alzar la mano que le entrego la chaqueta-..Y si por un momento deja de fingir que no sientes nada,ni siquiera dolor…-toque su mejilla herida con la punta de los dedos-..luego puede irse a buscarme esos zapatos o simplemente iré descalza…-Dije,intentando cortar esta tensión-..pero respóndame a algo más,vuestra hija,¿sigue vuestro oficio?,cazadores-Tome aire-..os parecéis tanto a él…-Dije,apartando los dedos de su piel-..a mi padre…-añadí sin apartar la mirada,frunciendo el ceño,solo recordarlo me ponía de mal humor.Aprete la mas manos en un puño.
Ariyne- Licántropo Clase Alta
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
Como una estatua, el cazador permaneció firme, inmóvil, severo, siempre con la mirada anclada en la invitada que nunca pensó ocuparía espacio en su hogar, limitando su cuerpo a los movimientos involuntarios que residían en su humanidad. Incluso aunque la presencia de la licana en la estancia se tratase de una situación que, tarde o temprano, terminaría, si contaba con suerte, situación similar nunca llegaría a repetirse, no mientras se empeñara en resistir los sentimientos que, justo en aquel instante, le nublaban el juicio.
¿Qué clase de castigo divino se ocultaba tras aquel celestial rostro? La imagen de tan precioso ser cómo lo fue su hija yacía en las facciones de una mujer que cargaba con la más terrible de las maldiciones, la misma que le había arrebatado su felicidad, su familia y de paso la cordura. Ariyne era sólo una de las tantas desagradables bestias que habitaban París, pero por algún motivo que permanecía difuso en su conciencia, el cazador impartía gran esfuerzo en rebatir sus instintos.
Sus irises se desplazaron al son de los pasos de Ariyne, quien cadenciosa, se acercó hasta él con aire engrandecido, extendiendo en su mano la cazadora con la que cubrió su cuerpo y que parecía ya no necesitar. Era evidente que ambos discrepaban en diversos asuntos, comenzando por su naturaleza misma, sin embargo, concordaban en una cuestión pues, incluso a pesar de la cercanía a la que los reducía el espacio de la habitación, ninguno semejaba mantener intención de dañar al otro, al menos no por aquella noche; aquel encuentro, se sintetizaba en una sutil batalla verbal, una especie de duelo en el que el cazador no mantenía ventaja.
El silencio fue la forma más confiable que Bastien encontró para ocultar la vasta desventaja en la que se encontraba. Soltó un gruñido por lo bajo, exasperado a causa de su propia reacción, de la forma en la que su cuerpo se inmutaba con cada centímetro que la jovencilla se acercaba, casi como si le temiera. No existía ser de estirpe semejante que se hubiese atrevido a imponer tan corta distancia relación a su posición, ya no, pero, de nuevo, Ariyne no era cualquier mujer.
— Se equivoca — limitó sus palabras, desplazando su brazo para recibir la cazadora que la licana insistía en entregar.
Ante su reacción, la mujer dio un paso al frente, llevando sus finas manos hasta el rostro de Bastien, indagándose a sí misma y sacando conclusiones propias. Por un instante el hombre olvidó su profesión, su pasado, el odio y los preceptos con los que había sido criado, permitiéndose sentir el cálido tacto de las yemas de los dedos de Ariyne sobre su piel, un toque prácticamente etéreo. Apretó los parpados, acogido por la entrañable sensación, efecto que desconocía de años atrás.
Obstinado rebuscó en su mente la forma correcta de manejar la situación, evocando la fuerza que necesitaba para apartar la caricia de su mejilla; sin embargo, una vez encontró disposición de rechazar tal contacto, fue demasiado tarde, pues, cuando alzó su mano con intención de mostrarse inquebrantable, la joven le detuvo, procediendo a curar la herida que se había infligido a sí mismo un par de minutos atrás.
— No pretendo Ariyne — masculló sin emoción alguna en la voz, observando cómo la licana rociaba la herida con alcohol. La carne le escoció, pero el hombre mantuvo austera su expresión — Realmente no siento nada.
Bastien alzó nuevamente la mirada hacia el rostro de su interlocutora, aflojando levemente su rígido temple.
— No estoy avergonzado de enseñarle a mi hija cómo enfrentar las bestias que le dejaron sin madre y hermanas, de mostrarle cómo dejar de ser la víctima, cómo acoger su linaje — Prosiguió, mientras la joven comenzaba a vendarle— Para los hombres como yo, para sobrevivir… es necesario convertirnos en monstruos, así como ustedes, hijos de la luna, se transforman con el alza de su astro madre
Repentinamente, brusco, el cazador apartó la mano y anudó el vendaje por sí mismo; la venda se teñía del rojo vivo de su sangre, pero poco cuidado le prestó. De su antebrazo, donde sostenía aún su cazadora, el hombre la tomó y posteriormente, la extendió sobre los hombros de su invitada. No supo leer con exactitud la expresión de la joven, pero de tener que adivinar, sorpresa fue su primera suposición.
— Por eso quiero que se vaya, no me quiero convertir en el monstruo al final de su historia, Aryine — admitió, dando un paso atrás — Pero si llego a convencerme a mí mismo, por extraño que suene, a ninguno de los dos nos va a gustar.
¿Qué clase de castigo divino se ocultaba tras aquel celestial rostro? La imagen de tan precioso ser cómo lo fue su hija yacía en las facciones de una mujer que cargaba con la más terrible de las maldiciones, la misma que le había arrebatado su felicidad, su familia y de paso la cordura. Ariyne era sólo una de las tantas desagradables bestias que habitaban París, pero por algún motivo que permanecía difuso en su conciencia, el cazador impartía gran esfuerzo en rebatir sus instintos.
Sus irises se desplazaron al son de los pasos de Ariyne, quien cadenciosa, se acercó hasta él con aire engrandecido, extendiendo en su mano la cazadora con la que cubrió su cuerpo y que parecía ya no necesitar. Era evidente que ambos discrepaban en diversos asuntos, comenzando por su naturaleza misma, sin embargo, concordaban en una cuestión pues, incluso a pesar de la cercanía a la que los reducía el espacio de la habitación, ninguno semejaba mantener intención de dañar al otro, al menos no por aquella noche; aquel encuentro, se sintetizaba en una sutil batalla verbal, una especie de duelo en el que el cazador no mantenía ventaja.
El silencio fue la forma más confiable que Bastien encontró para ocultar la vasta desventaja en la que se encontraba. Soltó un gruñido por lo bajo, exasperado a causa de su propia reacción, de la forma en la que su cuerpo se inmutaba con cada centímetro que la jovencilla se acercaba, casi como si le temiera. No existía ser de estirpe semejante que se hubiese atrevido a imponer tan corta distancia relación a su posición, ya no, pero, de nuevo, Ariyne no era cualquier mujer.
— Se equivoca — limitó sus palabras, desplazando su brazo para recibir la cazadora que la licana insistía en entregar.
Ante su reacción, la mujer dio un paso al frente, llevando sus finas manos hasta el rostro de Bastien, indagándose a sí misma y sacando conclusiones propias. Por un instante el hombre olvidó su profesión, su pasado, el odio y los preceptos con los que había sido criado, permitiéndose sentir el cálido tacto de las yemas de los dedos de Ariyne sobre su piel, un toque prácticamente etéreo. Apretó los parpados, acogido por la entrañable sensación, efecto que desconocía de años atrás.
Obstinado rebuscó en su mente la forma correcta de manejar la situación, evocando la fuerza que necesitaba para apartar la caricia de su mejilla; sin embargo, una vez encontró disposición de rechazar tal contacto, fue demasiado tarde, pues, cuando alzó su mano con intención de mostrarse inquebrantable, la joven le detuvo, procediendo a curar la herida que se había infligido a sí mismo un par de minutos atrás.
— No pretendo Ariyne — masculló sin emoción alguna en la voz, observando cómo la licana rociaba la herida con alcohol. La carne le escoció, pero el hombre mantuvo austera su expresión — Realmente no siento nada.
Bastien alzó nuevamente la mirada hacia el rostro de su interlocutora, aflojando levemente su rígido temple.
— No estoy avergonzado de enseñarle a mi hija cómo enfrentar las bestias que le dejaron sin madre y hermanas, de mostrarle cómo dejar de ser la víctima, cómo acoger su linaje — Prosiguió, mientras la joven comenzaba a vendarle— Para los hombres como yo, para sobrevivir… es necesario convertirnos en monstruos, así como ustedes, hijos de la luna, se transforman con el alza de su astro madre
Repentinamente, brusco, el cazador apartó la mano y anudó el vendaje por sí mismo; la venda se teñía del rojo vivo de su sangre, pero poco cuidado le prestó. De su antebrazo, donde sostenía aún su cazadora, el hombre la tomó y posteriormente, la extendió sobre los hombros de su invitada. No supo leer con exactitud la expresión de la joven, pero de tener que adivinar, sorpresa fue su primera suposición.
— Por eso quiero que se vaya, no me quiero convertir en el monstruo al final de su historia, Aryine — admitió, dando un paso atrás — Pero si llego a convencerme a mí mismo, por extraño que suene, a ninguno de los dos nos va a gustar.
Bastien Argent- Cazador/Realeza
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
Por un instante y antes de apartar mi mano de su rostro por el peor recuerdo, observe como cerraba los ojos y disfrutaba del tacto y aunque en otro momento me hubiese costado reconocerlo,también lo hice, más allá del daño que me causo;este efímero recuerdo se remonta mi niñez,cuando existía mayor complicidad entre ambos,antes del revuelo entre especies,acabando en la separación de dos que se amaban mas allá de lo que eran.
Deshice el apretón de mis manos,relajándome,escuchando las breves palabras del cazador,yo, mientras tanto alcanzaba el alcohol y las vendas que tenían en un pequeño botiquín situado en una de las estanterías,a la vista de cualquiera.Cogiendo el agua transparente que en contacto con la piel llega a escocer un poco,pude saberlo porque lo había sentido en mi piel y ahora lo veía en el suave gesto de su cara,a pesar de negar poco después de que no sentía nada,-Hace unos segundos,vuestro gesto discrepaba de lo que tus labios dejaban escapar-Dije,en lo que alzaba la mirada,coencidiendo en el gesto en el que él alzaba la mirada hacia mi.
Seguí escuchámdolo en lo que dejaba el tarro y pasaba a vendar,que a posteriori y así cubrir su herida,fueron un par de vueltas dadas para colocarla una encima de otra,aunque no sirvieron de mucho ante el gesto con el que me aparta,cayéndose el pequeño rollito que quedaba por extender,terminando este por hacerlo por su cuenta,con tan poco cuidado que esta se impregnarse de sangre,se queda pegada a su mejilla.Fruncí el ceño,observando,relajando después de saber el causante de esa coraza y tal vez,el origen de su oficio.
-Te entiendo,Bastian-Dije muy segura,sin apartar la mirada de este,-Todo sea por proteger,enseñar a protegerse y mantener a raya a aquellas malas bestias como yo-trague saliva,en lo que le quitaba la venda desatando su nudo,despegándo esta de la herida,con un pequeño tirón y añadí,-..pero incluso de esa manera,solo conseguirás alimentar el odio por todo,aunque mas bien diría la sed de venganza por aquellos que os arrebató a tu familia,¿esa es la forma de mantener el apellido en tu familia?..¿no crees que eso acabará covirtiéndose en un monstruo?-Dije,moridiéndome el labio,la última pregunta pude habérmela ahorrado y sin embargo ahí lo dejé caer.
Mismo instante en el que volvía arroparme con la chaqueta que ya le había devuelto,fruncí ligeramente el ceño y poco después deje escapar ese gesto de sorpresa-¿Por qué hace esto?-Dije,dando el paso que él había deshecho-..ponerse tal coraza-Dije,negando,quien era yo para decir aquello.Alguien que a día de hoy es poseedora de una coraza mayor.
-No voy a irme de aquí,esa herida se vuelto a abrir y esta vez me dejará que le cure como corresponde y no admito un no como respuesta..-Añadí en lo que volvía a quitarme la chaqueta y la dejaba caer en el respaldo de la silla-¿O vuestra hija saldrá de su habitación para curarlo,descubriendo a la bestia invitada?...-Dije en lo que pasaba por su lado para coger el bote de alcohol y con venda restante que quedaba,la humedecí de ello para volver a acercarme,dando toquecitos pequeños sobre la porción abierta de su arañazo.
-Quéjese,quéjese al menos del escozor…¡joder!-exigí a Bastian-…sois igual de cerrado que mi padre,sentir no os hace más débil,¿de ahí sacas toda esta fuerza vuestra?..¿de reprimir,de convencerte de que no sientes?..¿de que nada te importa?-pregunté,clavando la mirada en la ajena-Dime…cuéntame como ocurrió todo..¿por que nos odia?...¿su oficio sería el mismo si su familia estuviese aquí..?..viva-Dije,siendo consciente en parte,de que estaba echando sal a viejas heridas.[/color]
Deshice el apretón de mis manos,relajándome,escuchando las breves palabras del cazador,yo, mientras tanto alcanzaba el alcohol y las vendas que tenían en un pequeño botiquín situado en una de las estanterías,a la vista de cualquiera.Cogiendo el agua transparente que en contacto con la piel llega a escocer un poco,pude saberlo porque lo había sentido en mi piel y ahora lo veía en el suave gesto de su cara,a pesar de negar poco después de que no sentía nada,-Hace unos segundos,vuestro gesto discrepaba de lo que tus labios dejaban escapar-Dije,en lo que alzaba la mirada,coencidiendo en el gesto en el que él alzaba la mirada hacia mi.
Seguí escuchámdolo en lo que dejaba el tarro y pasaba a vendar,que a posteriori y así cubrir su herida,fueron un par de vueltas dadas para colocarla una encima de otra,aunque no sirvieron de mucho ante el gesto con el que me aparta,cayéndose el pequeño rollito que quedaba por extender,terminando este por hacerlo por su cuenta,con tan poco cuidado que esta se impregnarse de sangre,se queda pegada a su mejilla.Fruncí el ceño,observando,relajando después de saber el causante de esa coraza y tal vez,el origen de su oficio.
-Te entiendo,Bastian-Dije muy segura,sin apartar la mirada de este,-Todo sea por proteger,enseñar a protegerse y mantener a raya a aquellas malas bestias como yo-trague saliva,en lo que le quitaba la venda desatando su nudo,despegándo esta de la herida,con un pequeño tirón y añadí,-..pero incluso de esa manera,solo conseguirás alimentar el odio por todo,aunque mas bien diría la sed de venganza por aquellos que os arrebató a tu familia,¿esa es la forma de mantener el apellido en tu familia?..¿no crees que eso acabará covirtiéndose en un monstruo?-Dije,moridiéndome el labio,la última pregunta pude habérmela ahorrado y sin embargo ahí lo dejé caer.
Mismo instante en el que volvía arroparme con la chaqueta que ya le había devuelto,fruncí ligeramente el ceño y poco después deje escapar ese gesto de sorpresa-¿Por qué hace esto?-Dije,dando el paso que él había deshecho-..ponerse tal coraza-Dije,negando,quien era yo para decir aquello.Alguien que a día de hoy es poseedora de una coraza mayor.
-No voy a irme de aquí,esa herida se vuelto a abrir y esta vez me dejará que le cure como corresponde y no admito un no como respuesta..-Añadí en lo que volvía a quitarme la chaqueta y la dejaba caer en el respaldo de la silla-¿O vuestra hija saldrá de su habitación para curarlo,descubriendo a la bestia invitada?...-Dije en lo que pasaba por su lado para coger el bote de alcohol y con venda restante que quedaba,la humedecí de ello para volver a acercarme,dando toquecitos pequeños sobre la porción abierta de su arañazo.
-Quéjese,quéjese al menos del escozor…¡joder!-exigí a Bastian-…sois igual de cerrado que mi padre,sentir no os hace más débil,¿de ahí sacas toda esta fuerza vuestra?..¿de reprimir,de convencerte de que no sientes?..¿de que nada te importa?-pregunté,clavando la mirada en la ajena-Dime…cuéntame como ocurrió todo..¿por que nos odia?...¿su oficio sería el mismo si su familia estuviese aquí..?..viva-Dije,siendo consciente en parte,de que estaba echando sal a viejas heridas.[/color]
Última edición por Ariyne el Jue Ago 10, 2017 12:26 pm, editado 2 veces
Ariyne- Licántropo Clase Alta
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Re: The monster at the end of this book [Ariyne]
Era la tercera vez que la joven loba se negaba a abandonar su hogar, incluso a pesar de que ya se lo había pedido con anterioridad y con una cortesía realmente impropia de él ¿Desde cuándo Bastien Argent pedía las cosas? Ni siquiera él mismo podía rememorar la última vez que se había tomado la molestia de entrar en razón o formalidades, mucho menos tratando con una de las bestias que con tanto fervor cazaba. Estaba impresionado y no de la mejor manera. Ceder su carácter a emociones ficticias provocadas por alguna patética noción de nostalgia comenzaba a tornarse en una real molestia.
Irritado el hombre puso en blanco los ojos y se dio media vuelta volviendo la mirada hacia la ventana, implorando paciencia a la primera deidad que le escuchase. Quizá si jugaba a ignorar su presencia ella pronto lo vería como el caso perdido que era y se largaría sin protestar, pero era ella una mujer terca, más terca que él mismo y siendo aquello una realización propia ya era mucho decir. Su paciencia se agotaba minuto a minuto y sólo le restaba lo suficiente para lidiar con un problema de los dos que insistían en salirse de su control.
Aryine seguía allí en pie, justo detrás de él, intentando hacerle entrar en razón, preguntándole el porqué de su fachada, sin embargo, Bastien continuaba haciéndose oídos sordos, pretendiendo ser el único ser en la habitación, perdiendo su mirada en la plena oscuridad de la noche cruzado de brazos, intentando darle a entender a su interlocutora mediante sus gestos que no estaba dispuesto a condescender a sus palabras.
A través del reflejo que se formaba en la ventana, el hombre observó a la licana retirar la cazadora con la que le había cubierto los hombros, prosiguiendo a acomodarla en el espaldar de la silla. No se pudo contener más. Salido de casillas, librándose de la calma que tanto trabajo se había tomado en reunir, se dio media vuelta con la furia palpitándole en la sien y de un fuerte manotazo hizo volar de la cama el alcohol y las gasas que restaban, dejando un rastro de sangre fresca sobre el cubrelecho. Afortunadamente, su espada continuaba botada en algún rincón de la habitación lejos de él o del arrebato hubiese hecho algún acto que luego, quizá, habría lamentado.
De todos los males que había cometido en su vida de ninguno se arrepentía y sin embargo, el solo hecho de pensar en lastimarla le hizo sentir una pizca de culpa. Detestaba la influencia que ella tenía sobre él, pero detestaba más haberlo permitido, cuando la salida más sencilla hubiera sido abandonarle a su suerte en el bosque.
— ¡Maldita sea, Ariyne! — Espetó con fuerza — Esto es lo que soy ¿Por qué no lo entiende?
La hija de la luna gruñó disgustada y para Bastien aquello ya era una pequeña victoria, una señal de que estaba alcanzando su tope y de alguna forma u otra pronto cruzaría la puerta a sus espaldas sin ánimo de volver a poner un pie siquiera en el umbral; con ella se llevaría el vivo recuerdo de aquello que alguna vez amó y las emociones, que inaguantables, no le permitían razonar con lógica fría.
Grande fue su sorpresa cuando en vez de atacarle o lanzarle algún improperio, la castaña se limitó a regalarle una breve mirada de desaprobación, inhalar un poco de aire tratando de evocar tenacidad e inclinarse a recoger el desastre que él había hecho.
— No es necesario que lo haga.
Pero ella no le escuchó y continuó su tarea hasta acomodar los elementos caídos de nuevo sobre la cama. Resolló por lo bajo. No había forma de mitigar su tozudez, pues de nuevo se alzaba frente suyo con mirada severa, extendiendo su mano con el fin de que él hiciera lo mismo con la suya. Bastien hizo caso omiso pero Ariyne, persistente, le agarró firme del antebrazo y comenzó a limpiar la herida sin pedir consentimiento alguno.
Apretando la mandíbula, más impaciente que resignado, el cazador evadió cualquier contacto visual mientras los nudillos de la extremidad que le quedaba libre daban suaves golpecitos sobre su frente. Debido a la fuerza que había impreso en la materialización de su furia, de la cortadura había comenzado a brotar más del vital líquido carmesí.
Por su parte, la joven licana aprovechaba la oportunidad para sermonearle, comparándole con su propio padre, haciendo de sus pensamientos un embrollo mayor, empero, optó por no tomar con seriedad sus palabras pues para él, ella misma era prueba tangible de que las emociones sí le tornaban débil.
Las preguntas que le hacía comenzaban a redondear terreno delicado. Bastien se mordió la lengua, ya había tolerado suficiente. Dejó escapar el aire que había retenido y entonces deslizó sus ojos airados hacia ella.
— Responderé sus preguntas con una condición —Sus palabras parecían haber captado la atención de Aryine — Cuando termine se irá sin reprochar y si tenemos la desgracia de encontrarnos de nuevo, me enfrentará como si fuera su peor enemigo.
Irritado el hombre puso en blanco los ojos y se dio media vuelta volviendo la mirada hacia la ventana, implorando paciencia a la primera deidad que le escuchase. Quizá si jugaba a ignorar su presencia ella pronto lo vería como el caso perdido que era y se largaría sin protestar, pero era ella una mujer terca, más terca que él mismo y siendo aquello una realización propia ya era mucho decir. Su paciencia se agotaba minuto a minuto y sólo le restaba lo suficiente para lidiar con un problema de los dos que insistían en salirse de su control.
Aryine seguía allí en pie, justo detrás de él, intentando hacerle entrar en razón, preguntándole el porqué de su fachada, sin embargo, Bastien continuaba haciéndose oídos sordos, pretendiendo ser el único ser en la habitación, perdiendo su mirada en la plena oscuridad de la noche cruzado de brazos, intentando darle a entender a su interlocutora mediante sus gestos que no estaba dispuesto a condescender a sus palabras.
A través del reflejo que se formaba en la ventana, el hombre observó a la licana retirar la cazadora con la que le había cubierto los hombros, prosiguiendo a acomodarla en el espaldar de la silla. No se pudo contener más. Salido de casillas, librándose de la calma que tanto trabajo se había tomado en reunir, se dio media vuelta con la furia palpitándole en la sien y de un fuerte manotazo hizo volar de la cama el alcohol y las gasas que restaban, dejando un rastro de sangre fresca sobre el cubrelecho. Afortunadamente, su espada continuaba botada en algún rincón de la habitación lejos de él o del arrebato hubiese hecho algún acto que luego, quizá, habría lamentado.
De todos los males que había cometido en su vida de ninguno se arrepentía y sin embargo, el solo hecho de pensar en lastimarla le hizo sentir una pizca de culpa. Detestaba la influencia que ella tenía sobre él, pero detestaba más haberlo permitido, cuando la salida más sencilla hubiera sido abandonarle a su suerte en el bosque.
— ¡Maldita sea, Ariyne! — Espetó con fuerza — Esto es lo que soy ¿Por qué no lo entiende?
La hija de la luna gruñó disgustada y para Bastien aquello ya era una pequeña victoria, una señal de que estaba alcanzando su tope y de alguna forma u otra pronto cruzaría la puerta a sus espaldas sin ánimo de volver a poner un pie siquiera en el umbral; con ella se llevaría el vivo recuerdo de aquello que alguna vez amó y las emociones, que inaguantables, no le permitían razonar con lógica fría.
Grande fue su sorpresa cuando en vez de atacarle o lanzarle algún improperio, la castaña se limitó a regalarle una breve mirada de desaprobación, inhalar un poco de aire tratando de evocar tenacidad e inclinarse a recoger el desastre que él había hecho.
— No es necesario que lo haga.
Pero ella no le escuchó y continuó su tarea hasta acomodar los elementos caídos de nuevo sobre la cama. Resolló por lo bajo. No había forma de mitigar su tozudez, pues de nuevo se alzaba frente suyo con mirada severa, extendiendo su mano con el fin de que él hiciera lo mismo con la suya. Bastien hizo caso omiso pero Ariyne, persistente, le agarró firme del antebrazo y comenzó a limpiar la herida sin pedir consentimiento alguno.
Apretando la mandíbula, más impaciente que resignado, el cazador evadió cualquier contacto visual mientras los nudillos de la extremidad que le quedaba libre daban suaves golpecitos sobre su frente. Debido a la fuerza que había impreso en la materialización de su furia, de la cortadura había comenzado a brotar más del vital líquido carmesí.
Por su parte, la joven licana aprovechaba la oportunidad para sermonearle, comparándole con su propio padre, haciendo de sus pensamientos un embrollo mayor, empero, optó por no tomar con seriedad sus palabras pues para él, ella misma era prueba tangible de que las emociones sí le tornaban débil.
Las preguntas que le hacía comenzaban a redondear terreno delicado. Bastien se mordió la lengua, ya había tolerado suficiente. Dejó escapar el aire que había retenido y entonces deslizó sus ojos airados hacia ella.
— Responderé sus preguntas con una condición —Sus palabras parecían haber captado la atención de Aryine — Cuando termine se irá sin reprochar y si tenemos la desgracia de encontrarnos de nuevo, me enfrentará como si fuera su peor enemigo.
Bastien Argent- Cazador/Realeza
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