Crawl || Garrus

Me quema la piel.

Las hojas secas bajo mi cuerpo crujen al mínimo movimiento. Desde mi posición, tumbada boca arriba hacia el cielo, las copas de los árboles parecen inmensas y alzar la mano hacia ellas solo me hace sentir más pequeña. Hoy ha sido uno de esos días que tanto esfuerzo me lleva borrar de mi mente. La mañana ha sido de lo más tediosa y la presencia de la institutriz hizo que el tiempo pasara perezoso ante mis ojos, como siempre que ella está presente nadie osó interrumpir en la estancia, ni siquiera para acatar órdenes. Los días de "cambio" ningún sonido debe estar por encima de las pisadas de la institutriz, nada ni nadie puede inmiscuirse en las lecciones privadas, yo no debo hablar sin que previamente se me haya dado permiso. Cuatro eternas horas en las que he sido forzada a utilizar mis poderes, una tortura sin precedentes.
Me arden las yemas de los dedos y siento mi cuerpo dentro del vestido acalorado y tembloroso, procuro controlar mi respiración pero cada bocanada de aire se clava en mis costillas. El dolor es tan intenso que solo deseo hundirme en la tierra y no volver a salir. Debería estar acostumbrada a sensación de desgarro, me digo, ya deberían ser más fáciles de apalcar los espamos y punzadas en el pecho, no es la primera que ocurre y está claro que no será la última. Tengo que aprender a sobreponerme y encontrar la manera de convertir la torura en un momento pasajero, aunque hasta la fecha todas las pociones y hunguentos que he probado no han servido para nada. Nada me salva del sufrimiento. Usar mi poder significa dolor.

Dejo que las nubes flujan sobre mis pestañas hasta que consigo cerrar los ojos y calmar mis latidos, debo estar muy lejos de los jardines privados y eso me trasmite cierta paz. Después de cada visita de la institutriz huyo de las miradas de mis escoltas y propuro tener mi espacio, todas las sesiones me dejan expuesta y agotada, enérgica y a punto de explotar, todo mi ser se contradice y solo puedo tranquilizarme si consigo mi tan ansiada soledad. Pasan severos minutos cuando el color aparece detrás de mis párpados, como gotas en un bálsamo, siento la presencia dibujándose cerca de mi. El sonido de las pisadas se hace notar incluso antes de lo que esperaba y cuando por fin me decido a abrir los ojos descubro una figura felina a escasos metros de donde estoy. Una pantera hecha de sombras. Tal y como estoy probablemente sea la presa más alzancable sobre la faz de la tierra y, sin embargo, no parece haber percatado mi presencia. No aparto la mirada del animal, la fuerza en su presencia crea obvias sospechas de su naturaleza sobrenatural, solo nesito que nuestras miradas se crucen para salir de dudas. Siento las hojas acariciar mi mejilla y la húmeda tierra rozar mis dedos y manchar mi vestido, siento las pisadas del animal retumbar bajo mi a través del suelo, sus movimientos sus sigilosos y extrañamente torpes por momentos, su actitud es defensiva. Si me descubriese quizás será capaz de atacarme y, sin embargo, no temo. Mírame, pienso, sé lo que eres. Solo cuando se escucha movimiento a lo lejos me decido a incorporarme de forma pausada, mi vestimenta esrá hecha un desastre y mis manos sucias, pero me concentro en lo que tenga que venir y, antes de descubrir el rostro de las figuras que se aproximan, vuelvo a posar mis ojos en los del animal, la pantera parece fuera de sí, debatiéndose entre luchar o salir corriendo. Algo me hace dudar de que pueda hacer ambas cosas.

Sentirme en contacto con la naturaleza era una de las cosas que más lograban tranquilizarme, esa y tocar el violín… algo que me hacía viajar a un pasado donde era feliz, donde podía pasar tiempo con mí madre y disfrutar de una vida normal. Una vida que fue arrebatada cuando yo todavía era un niño y que llevó a la condenación de mí familia. Ni siquiera, después de tanto tiempo, sé por qué fui el único que pudo escapar de aquel destino cuando yo era el causante de todo lo que sucedió… quizás debió de ser así, quizás yo debía de vivir llevando el recuerdo de mí familia por siempre, quizás así es como debían de ser las cosas. O al menos eso me había enseñado Merwyn hacía muchos años. Uno no podía cambiar el destino.

Hacía tiempo que no lo veía, en realidad casi medio año, que no había visitado a aquel hechicero que me acogió cuando yo no tenía sitio a dónde huir siendo un niño, donde no tenía nada más que mí ropa y aquel violín que durante años me había acompañado en soledad. Un gran hechicero, y un gran sabio del cuál había aprendido muchas cosas. Él me crió y me enseñó todo aquello que ahora sabía, sus enseñanzas fueron muy productivas y aunque nada tenía que ver con la magia… me gustaba sentir y aprender todo ese conocimiento y sabiduría que él poseía. También me ayudó a controlar las transformaciones, a crecer en mí interior ya que él veía las cosas de forma muy diferente a las demás personas. Lo consideraba un gran y afamado hechicero, un erudito, y un hombre paciente e incluso algo bonachón del cual de alguna forma me sentía ligado a él… no por nada me había pasado muchos años a su lado, en cierta forma hasta velando por él aunque sabía que no le hacía ninguna falta.

Su despedida, abrupta e interrumpida, fue algo doloroso para mí y aunque siempre quise volver a verlo sabía en el fondo que todavía no debía de hacerlo, no mientras me estuvieran buscando y persiguiendo como lo estaban haciendo en aquel momento. Me había pasado la mayor parte de mí vida huyendo, escondido junto a aquel hechicero que había hecho tanto por mí… pero siempre sabían como dar conmigo. Muchos años fueron los que pasé con aquel hombre y cuando ya pensaba que no podrían encontrarme… ahí estaban de nuevo, acechándome. Aquello me hizo marcharme, como tuve que hacer antaño de mí familia, y partir para poder seguir con vida y encontrar un lugar donde poder vivir. Hecho que había acontecido a lo que estaba pasando en aquel momento.

De nuevo me encontraba huyendo de aquellas personas que durante todo aquel tiempo me estaban buscando, sabía de su peligro al igual que todo lo que acontecía en el mundo pero sin embargo, la Inquisición, era el mayor de mis problemas. Sabía que tenía a todo tipo de “miembros” trabajando para ellos, pasando desde simples humanos a cazadores e incluso hechiceros… todo ser trabajaba bajo sus órdenes y, aquella vez, habían mandado una partida para atraparme definitivamente. Ser un cambiante me confería la posibilidad de ver las auras de todos aquellos que se encontraban cerca, y gracias a Merwyn, había aprendido a ver y diferenciar cuales eran cada una. Sabía que había un cazador en aquel grupo, un humano… y un hechicero. No podía entender cómo podían estar bajo sus servicios, pero aquella partida tenía una orden de búsqueda y partida con mí nombre, y yo no quería dejar que me llevaran preso.

Sabía lo que pensaban que era, sabía que querían acabar con mí vida porque era una abominación, un hijo del demonio que vagaba entre los humanos y desde que supieron en donde vivía lo que era siempre habían querido quemarme en la hoguera… algo que, por el momento, no pensaba dejar que ocurriera. El humano en sí no me preocupaba demasiado, pero el cazador y el hechicero ya eran harina de otro costal y podrían darme bastante dificultades a la hora de darles esquinazo, jamás había querido matar a ningún humano, ni a cualquier otra especie, y ellos me estaban obligando a hacerlo si con ello mantenía mí vida intacta.

Aquello era como el juego del gato y el ratón en el que yo era un ratón perseguido por tres gatos que, a través del bosque, intentaban perseguirme y cogerme. El hechicero casi lo había logrado en un momento y reamente temí que pudieran cogerme… pero en forma de animal yo era mucho más rápido que ellos tres juntos. Mientras iba corriendo pude notar cómo mí cuerpo iba cambiando, cómo la ropa que llevaba se hacía jirones para dejar paso al cambio de ser humano a llegar a ser convertirme en un animal… en una pantera negra. Lanzo un rugido que se hace eco por el bosque y sigo corriendo esta vez como una pantera, con la velocidad que ello implica.

Podía escuchar detrás de mí los gritos de los que me persiguen, improperios mayormente, al darse cuenta de que voy poniendo distancia poco a poco y que no les va a ser fácil atraparme. Las pisadas resuenan y se entremezclan con los ruidos propios del bosque que me indican, gracias a uno de mis poderes, por dónde va el enemigo. En un sitio como aquel comunicarse con los animales es de mucha ayuda y ahora están agitados por lo que está pasando en el lugar, inquietos tras tanto movimiento. Los animales son demasiado inteligentes, más incluso que algunas personas.

Mí respiración es agitada y puedo oír mí propio corazón latiendo con fuerza en mí pecho, mis patas pisan con firmeza el suelo y es como si volara sobre la tierra haciendo zigzags entre los árboles para no estar en el rango de su visión. Podía sentir la tierra, húmeda por el rocío de la escarcha, bajo mis zarpas y todos los olores concentrarse con mayor intensidad. De la nada un ruido demasiado fuerte, como un pitido ensordecedor se escucha por todo el bosque y hace que lance un pequeño gruñido, es demasiado fuerte e incluso ha dispersado a los pocos animales que hay por alrededor. Se produce un segundo ruido y por último un tercero. Siento un escozor en uno de mis costados y la sangre inunda mí olfato… y sé lo que significa.

Me han dado. Uno de ellos había disparado y una de las veces había acertado en mí cuerpo… pero no por ello dejo de seguir corriendo, debía de poner tanta distancia como fuera posible. El olor de la pólvora utilizada se mezcla con el plomo y la sangre, un grito de victoria se alza al haberme dado y yo gruño notando que la herida me duele y me escuece con cada movimiento. Mí visión se nubla por unos segundos y sabía que, si no sucedía un milagro, tendría que parar a recomponer el aliento. Tras unos segundos mis pisadas me llevan a un pequeño claro del bosque, y supe que huir había dejado de ser una opción.

Mí respiración es errática y mí corazón bombea con demasiada rapidez, podía sentir incluso caer de la herida y eso me hizo moverme con sigilo, como la pantera que era, hasta colocarme en una posición donde pudiera observar bien el lugar y voltearme hacia donde venían y gruñir con fuerza, pero preparado para la acción si era necesario. Ni siquiera me percaté de que no estaba solo en aquel lugar, sino que había alguien más allí. Reparo por primera vez en la figura de una joven recostada en el suelo, con sólo mirar su aura sé que estoy en la presencia de una hechicera y no sabía si eso me aliviaba, o podía ser perjudicial para mí. Por un momento nuestras miradas se cruzan, una felina, la otra humana… y sin apenas decir nada, fue como si ambos nos entendiéramos a la perfección. Ella sabía lo que yo era y viceversa, y sin embargo en sus ojos no había ningún tipo de rastro de temor, o de odio o rencor hacia lo que yo era y representaba… quizás curiosidad.

Las pisadas se hacen más sonoras y sin saber por qué di unos pasos hacia aquella joven que ya se estaba levantando, la sangre seguía cayendo de la herida abierta y me adelanté poniéndome en posición de ataque, no quería que nadie tuviera que sufrir más de lo que ya lo había hecho mí familia por mí, pero no tenía forma de decirle a aquella joven que se marchara, así que si se centraban en mí podía darle algo de margen. La miré, una última vez antes de que aquellos hombres salieran, como si con mí mirada pudiera transmitirle un lamento que no podía decir con mí voz, antes de que todo comenzara.

Las sombras no tardan en aparecer. Pese a que la pantera se sitúa frente a mi, en un inesperado intento por defenderme, nos superan en número. Solo un simple vistazo me basta para percibir que se tratan de dos humanos y un sobrenatural, quizás el más preocupante de todos por tratarse de un brujo. Su aura no engaña, somos tan simples de percatar. Los tres portan armas blancas y visten capas de la inquisición. Oh, perfecto, lo que me faltaba para completar el día. Solo tengo dos opciones, ser la damisela en apuros o enfrentarme a ellos, y ninguna de las dos me complace lo más mínimo. El brujo no tardará en desvelar mi identidad sobrenatural. Se miran entre ellos y toman posición de ataque mientras comienzan a rodearnos.

-Será mejor que se aparte, mademoiselle, no quisiéramos que esa bestia le causase mal alguno-el brujo, como era de esperar, es el primero en hablar, su tono pasivo y tranquilo nada tiene que ver con la situación. Sus ojos se posan en los míos en advertencia silenciosa.

-Caballeros, me temo que las bestias parecéis vosotros-comento suavemente, haciendo un gesto de desagrado hacia las armas-¿Qué ha podido hacer este pobre animal para que le estéis dando caza?

-Lamento la franqueza pero no es de vuestra incumbencia-el cazador para ansioso por proceder, casi diría que poco le importa que yo pueda salir herida si empezace la lucha. Mi mirada se posa en la pantera, su tamaño es un tanto más grande de lo normal y su respiración agita los cansados músculos, de su cosado la sangre emana y mancha la tierra a sus pies.

-Vaya-murmuro, casi avergonzada por haberme interpuesto entre ellos y su presa. Mis pupilas se dilatan-Mátelo, pues

Y al instante el cazador aprieta el gatillo y la flecha corta el aire hasta impactar en el pecho del brujo, que cae de bruces sobre el suelo. Espero que el cazador tenga buena puntería porque lo que menos me conviene ahora es enfrentarme al sobrenatural, quién sabe los poderes que posee y lo experimentado que pueda ser. Por lo pronto, no parece moverse.

-¡Maldita bruja!-la repugnancia que viste la voz del humano es insufrible. Me apunta con su daga y está a escasos metros de nosotros-¡Sois una abobinación, un hereje contra el Señor y arderéis en el infierno! ¡Asquerosa impura, te merec...-el alarido que sale de su garganta cuando la flecha impacta en su muslo rompe la tranquilidad del bosque. Me doy cuenta de que mantengo el aire en mis pulmones tanto como dura el desgarro en su voz. Me queman las manos y, pese al poco uso que estoy haciendo de mis poderes, siento que el cuerpo me va a estallar, la angustia de estar ahogándome comienza desde mi pecho hasta la punta de mis dedos.

El cazador mantiene la mirada perdida, aunque no sé cuánto tiempo más podré mantener el encanto sobre él, el otro, por su parte, se arrastra como puede para alejarse de nosotros mientras sus improperios se alzan a través de los árboles. Pese al dolor que comienzo a sentir en las extremidades mi rostro se mantiene impertérrito. Miro a la pantera, al ser que hay en el animal.

-O lo haces tú, o lo hago yo.

Todo termina cuando la panera se desploma. Como si nada hubiera ocurrido ignoro por completo los cuerpos inertes sobre la húmeda tierra, el olor a sangre se dispera en el aire como humo. A mis pies el animal parece haber perdido la consciencia y, de no haber nada, muy pronto también perderá la vida. Es extraño observar un cuerpo animal con alma humana. Inspiro profundamente para tomar un poco de fuerza, pese a no haber utilizado por completo mis habilidades me siento agotada, llevaba tanto tiempo sin realizar una dominación que ha resultado más agotador de lo que esperaba. Un último vistazo al cielo y me pongo manos a la obra, susurro el hechizo correcto entre susurros y recuerdo la primera vez que lo hice. Hacer levitar objetos y seres era más complicado cuando solo eras una niña de seis años frustrada porque no podía hacer volar una pluma. Aparto el pensamiento de mi mente, evito recordar la sonrisa paciente de mi madre animándome a intentarlo otra vez.

No me preocupa recorrer el bosque acompañada del suave levitar del cuerpo de la pantera a escasos centímetros del suelo, no al menos de momento. No son pocas las veces en las que los sirvientes y guardas destinados a mi cuidado y protección me han visto desaparecer durante horas entre los árboles. Siempre y cuando esté antes de las siete en mis aposentos, siempre que no me aleje demasiado, que no huya, que no sea libre. Una vez llegamos a la linde del bosque me aseguro de que la pantera sigue respirando y dejo que respose gentilmente sobre la hierba. Necesito llegar a la mansión lo antes posible porque solo así podré curar sus heridas.

Una vez llego a la puerta trasera, que permanece entreabierta, ordeno a dos de mis guardas de confianza que se hagan cargo de transportar al animal herido hasta la enfermería. ¿Qué porqué tenemos enfermería en la Mansión Devonshire? No tengo ni idea, es uno de los muchos secretos que mantiene mi no tan adorado esposo y su dichosa familia. La enfermería tiene una luz tenue y aroma pulcro, las únicas dos camillas tienen sábanas limpias tan blancas que resultan incómodas a la vista. No tardo en preparar los ungüentos necesarios para las curas de la pantera, todas las hierbas de mi propia colección privada. Espero paciente hasta que la puerta se abre y los guardas cruzan el umbral cargando no con el animal, si no con un hombre.

Lo último que recordaba era haber estado peleando en el bosque contra aquellos que me habían estado persiguiendo, la sangre que podía oler sin necesidad de hacer mucho esfuerzo derramándose de aquella herida que habían conseguido hacerme, y que hacía que cada movimiento y cada respiración fuera costosa y dolorosa. Pero aún con la poca fuerza que me quedaba debía de intentar derribar a aquellos que me habían perseguido, al final había resultado que la mujer me había ayudado contra aquellos miembros de la Inquisición aún cuando incluso no tenía por qué haberlo hecho, se podría haber largado y dejarme a mí suerte… suerte que, seguramente, se hubiera acabado de no ayudarme. Consiguió encargarse del que más problemas podría darnos y gracias a sus poderes los otros dos cayeron rápido, para mí suerte, fui yo quien les dio esa muerte que tanto habían proclamado desde que habían ido a por mí.

No me gustaba demasiado matar a nadie, me había acostumbrado gracias al hechicero que me había acogido, a no solucionar las cosas por el medio de la violencia… pero con aquellos hombres las palabras eran vanas. No querían otra cosa sino que cazar y matar, a pesar de trabajar par la Iglesia que predicaba todo lo contrario… ellos representaban esa parte oscura que no daban a conocer. Tras comprobar que todos habían quedado muertos y que aquella partida de caza no volvería, sabía que en un tiempo volverían a mandar a otra y no pararían hasta darme caza.

Mí vista entonces se posó en la joven mujer que ahora permanecía quieta observándome mientras sentía que las fuerzas me abandonaban lentamente. La vista se me nubló poco a poco y al final caí rendido contra la hierba del bosque, mirando a la joven una última vez antes de que todo se volviera negro y perdiera la consciencia por el último esfuerzo que había hecho y la pérdida de sangre. No fui consciente de mucho a mí alrededor, ni de lo que pasaba, tan sólo podía escuchar palabras que provenían como si estuvieran muy lejanas para escucharlas con claridad, parecía como si estuviera flotando ya que no podía sentir nada a mí alrededor.

Sin recuperar la consciencia noté un olor totalmente diferente de donde nos habíamos encontrado en el bosque, había más personas entorno a mí porque podía escuchar el latir de los corazones… pero no mucho más. Por un breve momento conseguí recuperar la consciencia y un olor a limpio inundó mis sentidos, mis ojos se abrieron durante un breve par de segundos, los suficientes como para saber que ya no estábamos en el bosque y que habíamos cambiado de lugar, para luego ver de nuevo a la joven que estaba cerca de mí observándome. Y caí de nuevo en la oscuridad.

No sabía cuánto tiempo había estado de esa forma hasta que volví a abrir los ojos de nuevo, lo que pude ver fue que todo estaba blanco, inmaculadamente blanco como si se tratara de un lugar donde curaban a la gente. El olor a limpio que había podido oler volvió a inundar mis fosas nasales, mezclado esta vez con unos ungüentos que pude reconocer algunos de los ingredientes que había utilizado. Cuando había estado con aquel hechicero había aprendido muchas cosas, algunas relacionadas con la magia aunque yo no pudiera aplicarlo, pero siempre había pensado que cuanto más sabías mejor era para uno mismo. Reconocía ciertas hierbas y especias y supe que aquella mujer, que también era hechicera, me había curado.

Sentí un tirón donde había tenido la herida al intentar incorporarme y me di cuenta de que la esencia de ella, así como su aura, estaba todavía en la estancia. Pude comprobar que seguía estando en forma de animal, había estado tan débil que no había podido volver a la forma humana. Gruñí levemente al intentar levantarme de donde me encontraba ante el tirón que me produjo, aquella mujer me había salvado y me había curado… ¿por qué? Era algo que no sabía. Nunca me había fiado de nadie, y sin embargo, los hechiceros tenían algo que a mi me hacía confiar un poco en ellos… quizás fuera por su aura, quizás porque nos sentíamos ligados de alguna forma a ellos… no lo sabía y dudaba que alguien pudiera saberlo.

Ella se dio cuenta de que me había despertado, había sido obvio por el gruñido que había soltado, así que cuando se acerco la miré a los ojos. No había rastro de miedo o temor en sus ojos, aunque sí algo de curiosidad, quizás porque sabia que con sus poderes no podría hacerle nada y mucho menos en el estado en que me encontraba. Una vez se acercó para comprobar la herida y alejada un poco como si estuviera buscando algo… fue cuando hice el cambio. Al pasar de animal a forma humana siempre aparecía desnudo y era algo con lo que no me importaba en absoluto, era parte de mí naturaleza. Pude ver la sorpresa en sus ojos al verme como el humano que era, y como el humano que ella había distinguido que era bajo la apariencia del animal, pero de esa forma no podía agradecerle lo que había hecho por mí.


-Gracias –fue lo único que pude decir, notaba la garganta seca y mí voz salió algo ronca y baja, pero al menos ya le había agradecido lo que había hecho- ¿Por qué? –Fue lo único que pude murmurar ya que todavía no tenía las fuerzas suficientes como para entablar una conversación.

Me aseguro de que las hierbas medicinales se mezclan hasta convertirse en una pasta, el olor es fuerte e impregna todo a nuestro alrededor. Me digo que la medicina covencional seguro debe ser más limpia y rápida, sin embargo, solo este aroma me trasmite la seguridad de su eficacia. Limpio algunas gotas de sudor con mi brazo, la temperatura dentro de la estacia es cálida en comparación con el húmedo exterior. Un gruñido me desvía de mi tarea, alzo la vista tras mi hombro y le doy una rápida mirada. Está claramente abatido y pese a que las vendas ya están sobre sus heridas si sigue moviendose así pronto se empaparán de sangre.

-Cambiante-digo sin más en una peculiar forma de saludo. Observo las marcas en su cuerpo, negras como la tinta en el agua, y aunque he intentado descifrarlas nada en ellas parece tener sentido-Llevas sobre tu cuerpo una maldición poderosa-comento casi por inercia, no necesito especificar para dejar claro a qué me refiero. En su rostro veo un pasado de incertidumbre, la desolación derramandose por sus pupilas-No siempre hay un porqué, en ocasiones simplemente existen las casualidades-me acerco a él con el recipiente donde reposa el plasto de hierbas y sin dar pie a respuesta o darle oportunidad de negarse comienzo a expandirlo sobre su torso. El verde tiñe su piel y pronto comienza a hacer su efecto-Purificante-comento, solo por si comienza a desconfiar.

Al tenerlo cerca consigue descifrar el color de sus ojos y me agrada comprobar que son verdes, verdes selva, verde nostálgicos. Mantengo el semblante serio mientras aplico el mejunge sobre su piel, procuro masajear las zonasdonde las marcas lamen su cuerpo y allí donde el negro lo tiñe siento el tacto arder. Curiosa reacción.

Mí cuerpo estaba agotado y cansado ahora con forma humana podía ver realmente las heridas que tenía y el estado en el que me encontraba… estaba hecho un desastre. Nada que no supiera antes de que cayera vencido por el cansancio y la pérdida de sangre en el bosque, la persecución había sido larga y extenuada, bastante agotadora, y si no hubiera sido por la hechicera que ahora me estaba cuidando y que se había girado para mirarme probablemente estaría muerto… o peor, encarcelado bajo los dominios de la Inquisición que a saber lo que harían conmigo antes de matarme. Podía notar la mirada de ella ahora fija sobre mí al haberse dado cuenta de que estaba despierto, estaba convencido de que no se habría asustado de verme al cambiar de forma puesto que en el bosque ya sabía lo que era.

Una pregunta lanzada al aire para saber por qué lo había hecho, no me conocía de nada, no sabía nada de mí y si aquellos hombres tendrían o no motivo alguno o razón para cazarme, quizás fuera peligroso pero quizás llevada por su intuición había actuado también para salvarme la vida… cosa que no olvidaría ni se quedaría en vano. Me llama por mí condición y eso me hace soltar una leve risa entre dientes, risa que hace que sisee al sentir el dolor punzante de la herida más grave que tenía en el cuerpo.

Mis ojos se fijan en los suyos y es entonces cuando enarco una ceja por sus palabras, ¿maldición? ¿De qué estaba hablando? Sabía que las marcas de mí cuerpo no eran normales, no hacía falta que nadie me lo dijera para que pudiera darme cuenta de ello… pero… ¿una maldición? Fruncí el ceño por ello pensando quién podría haberme puesto aquello y sobre todo cuándo. El hechicero con el que había estado viviendo no me había dicho nada respecto a las marcas, claro que estas habían empezado a aparecer después de que tuviera que alejarme de él porque me habían encontrado. Con el paso de los meses se iban haciendo un poco más notorias, ahora eran pequeñas y no tenían mucha importancia y relevancia… y no hallaba respuesta alguna mientras ella decía que era a veces cosa de la casualidad.

Miré lo que puso sobre mí cuerpo que comenzó a hacer efecto como si fuera un bálsamo sobre mí piel y cerré los ojos lanzando un profundo suspiro. Estaba agotado y necesitaba descansar, mí cuerpo me lo pedía y sabía que así debía de ser, pero no quería poner en peligro a nadie más porque me estuvieran buscando. Bastante había sido ya con que aquella hechicera hubiera sido testigo de la batalla y que ahora me estuviera cuidando y curando mis heridas. Abrí los ojos de nuevo para mirarla haciendo un movimiento de mí cabeza como asintiendo ante lo de purificante y mis ojos se quedaron fijos en los suyos, tal y como estaba haciendo ella. Uno era como la madre tierra, y otro como el azul del mar. Dispares, pero no por ello significaba que no fueran bellos. Le daba un aspecto más atrayente junto con esos labios carnosos que apenas habían pronunciado más de dos frases seguidas, con el pelo algo recogido dejando todo su rostro a la vista.


-Garrus –dije mientras respiraba de forma tranquila- Me llamo Garrus –afirmé para que no me llamara cambiante de nuevo, lo era, pero es como si yo la llamaba hechicera todo el rato- ¿A quién debo de agradecerle la ayuda y que me esté curando, señorita…? –Dejé que me respondiera para saber como se llamaba y volví a centrar mis ojos verdes en los suyos- Hablas… hablas de una maldición –me mordí el labio aguantando un pinchazo del costado donde tenía la herida- No sabía que estaba maldito… -había tocado una de mis marcas y el contacto había provocado que sintiera su piel allá por donde ella tocaba ardiendo, quemando… como si fuera una reacción- Qué sabes de ellas.