Skin Crawl [Privado Nish]

por **Lucifer Morningstar** Vie Oct 14, 2016 11:48 am

Estaba cansado de recorrer la miseria que caracterizaba aquella ciudad. La desesperación humana que en el pasado le alimentaba ahora empezaba a consumirle. Había vuelto a tener pesadillas durante sus destierros diurnos, imágenes oscuras y virulentas de una vida tan antigua que apenas si la recordaba. No quería regresar a aquellos tiempos. Decidió pues cortar su estrecha relación con la decadencia para visitar lugares igual de pecaminosos pero más alegres. Como los burdeles.

El burdel era la casa del demonio por excelencia. Compartía con cualquier otro lugar esa misma espiral de desesperación que impulsaba al individuo a la auto destrucción, pero la lujuria se encargaba de enmascarar el suicidio del alma con la emoción del deseo. El orgasmo, la pequeña muerte, era como la débil llama de una vela a punto de consumirse, otorgaba luz por un breve lapso de tiempo permitiendo a los hombres creer que aún quedaba esperanza en sus decadentes vidas. No eran necesarios los susurros al oído, bastaba con observar y absorber las enseñanzas de la supervivencia por la que luchaba el ser humano. Y, por qué negarlo, disfrutar de la lascivia que dominaba a cada uno de ellos.

Se adentró por el pasillo mimetizado con las sombras, deslizándose en la mente de aquellos con cuyos ojos se encontraba para borrar cualquier rastro de su presencia en el lugar. Saberse observado limitaba la libertad y no quería eso, su intención era ser observador de los actos cometidos cuando no hay un juicio pendiente sobre sus cabezas. Paseó por aquel círculo lujurioso hasta dar con algo que le entretuviera lo suficiente para quedarse. Así fue como encontró a aquel joven de mirada adulta. Tomó asiento en un rincón, con las manos cruzadas sobre el báculo de su bastón y la mirada clavada en el baile horizontal que acontecía entre aquellas paredes.

por **Nish Grimm** Miér Oct 19, 2016 8:42 am

Cuando empiezas a vivir demasiado y al verte reflejado en el espejo sigues conservando la losanía de una juventud ya pasada, no puedes si no alegrarte y festejar con bombo y platino por todo lo alto, la oportunidad que a muchos es negada. ¡La fuente de la eterna juventud! ¿Cuántos alquimistas habían perecido ya, sin lograr encontrar el punto exacto? Se contaban por docenas. En cambio él, había nacido con esta particularidad que nunca pidió, que si bien no entendió en un principio, ahora la consideraba una fortuna incomparable. Más que todo el oro del mundo. Se sentía tocado por Dios, y si bien no era el único en el universo, era uno de los "elegidos"

Esa noche celebraba un año más de vida, un año más de juventud, rodeado de vino lentejuelas y mujerzuelas, que caían rendidas a sus pies debido al alcohol, a sus caricias non santas y los versos ligeros que susurraba a oídos mucho menos educados que el suyo. Rimas baratas que inventaba copa tras copa, pero que alegraban los corazones libertinos de aquellas almas en desgracia, que no sabían hacer otra cosa más que ofrecer su cuerpo a cambio de algunas monedas. ¡Cuán patética podía ser la vida! En cambio la suya era envidiable y deseada. Era deseado, y correspondido, aunque poco le importaran aquel trío de mujeres que se colgaban de su espalda y cuello, manchándole los labios y el rostro de carmín.

Por ser cliente distinguido del burdel, se le otorgaban ciertos privilegios, que de vez en vez cobraba a un alto precio. El dinero, lo lograba todo, por supuesto. Asi entonces podía hacer uso de todas y cada una de ellas - y ellos- cuantas veces quisiera. Sin embargo, no deseaba fornicar aquella noche, simplemente divertirse, bailar y tratar de inundar los sentidos con absenta, su bebida preferida.

-En un momento vengo, no te vayas de aquí precioso. - tiró de su labio y se alejó arreglándose el escote de aquel vestido barato. Una de las tantas rameras con quien bailaba, iría a atender a otro cliente. No se inmutó. Fue en busca de otra copa mientras buscaba algo más con quien entretenerse. Encontrándose a su regreso con una mirada, misma que saludó con la copa, mientras degustaba una aceituna. Al parecer un nuevo y futuro cliente que no había pasado desapercibido por un nutrido grupo de mujeres que cuchicheaban entre sí. Lamentable, o afortunadamente para ellas, se trataba de un ser de la noche, su aura lo dejaba a descubierto. Tal vez terminaran sin una gota de sangre, abandonadas en un pestilente callejón y nadie haría nada al respecto.

El también lo miraba con curiosidad, porque en cuanto a eternidad y juventud se refería, el extraño se llevaba las palmas. Una especie de envidia le invadió.

por **Lucifer Morningstar** Lun Oct 24, 2016 8:19 am

Se sintió brevemente privado del aliento que no necesitaba para existir cuando clavó la mirada en tan bien parecido joven. El aura mística y adulta rodeándole no enturbiaba la ambigua belleza que robaba el sentido a las fugaces damiselas danzando a su alrededor. La virilidad esculpida sobre arcilla femenina provocó en Lucifer una agitación desconocida, un impulso parecido al que debió sentir Eva al conocer a la serpiente. El joven que tenía delante evocaba imágenes de ángeles precipitándose al fuego eterno a través de sus ojos y no había nada más atractivo para él que un ser divino corrompido por la lujuria, su pecado favorito. De ser poeta habría dedicado mil sonetos a su nombre, que tan adecuadamente rimaba con deseo* y que había sustraído con alevosía de las frágiles mentes de sus concubinas.

Alzose entonces de su privilegiada posición como mero observador para cruzar el silencio y presentarse ante él, descubriendo su presencia a las miradas menos prudentes que seguían siendo víctimas de la belleza arrolladora del joven Grimm. Queriendo evadirse del murmullo confuso que levantó su reciente aparición lanzó una rápida mirada a las mujeres agolpadas en la puerta, deslizándose en la mente de la más débil para obligarla a cerrar la puerta y obtener la intimidad anhelada.

Su atención estaba ahora totalmente centrada en el protagonista de sus recientes fantasías. - Permita que me presente, sir Grimm, mi nombre es Lucifer Morningstar... - Una sonrisa le danzó en la comisura cuando besó su mano sin poder escapar de la cárcel mental en la que se convirtieron sus ojos, de una profunda tristeza. Tal vez fuera aquel detalle lo que más llamara la atención, pues ¿qué tristeza sentiría un hombre que tenía tanto a sus pies? - Me preguntaba cómo es que no le he visto antes en la ciudad... estoy seguro que su persona no pasaría desapercibida a mi buen ojo de habernos cruzado anteriormente...

*Nish - Wish (deseo)

por **Nish Grimm** Mar Nov 08, 2016 11:57 am

No pasaron más allá de algunos minutos, cuando el hombre abandonó el sitio estratégico en el que se encontraba, acercando sus pasos hacia mí. Por mi parte no me inmuté, le vi venir de buen agrado, ya que tenía un porte envidiable al igual que su estatura. Un aristócrata sin duda, la clase de personas que me gustaría conocer y descubrir sus secretos, aunque se tratara de un Vampiro. Anteriormente habia tenido algunos altercados no muy agradables, pero siempre estaba abierto a dar nuevas oportunidades.

Descaradamente tomó mi mano y un depositó un beso en el dorso, presentándose con el nombre de Lucifer; esto me hizo sonreír de manera malévola. ¡Pero claro que tenía que llamarse así! No habría esperado menos de su persona. Me habría sentido decepcionado - no sabría el por qué - si acaso se hubiera presentado como un simple "James" por el contrario, aquel nombre le sentaba como anillo al dedo.

Por otro lado, conocía mi apellido, que tampoco me pareció demasiado sorprendente, los vampiros eran todos unos pillos adorables y seductores en su mayoría. Nos ahorraríamos varios puntos en las presentaciones. Yo seguiría disfrutando de su gallardía y palabras aduladoras tanto como me fuera posible. Me gustaba causar tal impresión en damas y caballeros atractivos.

-Monsieur Lucifer - dije casi en un susurro-Comparto el mismo sentimiento con usted. De haberle visto anteriormente... -bajé la mirada discretamente hacia su mano, misma que sujetaba un bastón. Después volví a encontrarme con sus ojos, mismos que irradiaban una gran fuerza e ímpetu. -De haberle visto con anterioridad por las calles Parisinas, le habría hecho partícipe de muchas... Muchas invitaciones a las fiestas que suelo organizar para la alta sociedad de la ciudad. Me disculpo por mi falta de atención. Aunque he de admitir que usted carga con algo de culpa- Di un par de sorbos a mi bebida-. Si acaso su persona acabara de arribar, sería entendible el por qué nuestros caminos jamás se hayan cruzado, de lo contrario... Hemos dejado pasar valioso tiempo, aunque el tiempo es relativo, si me comprende-. Alcé una ceja, cómplice de su mirada.

Las mujeres de la vida galante, observaban con envidia la escena. Podía "olfatear" los celos recorriendo aquella habitación inundada con perfumes baratos. Ya sea pir mi parte, o por la suya, pero les sentía derrotadas aquella noche. Un par de clientes potenciables se escaparían de entre sus piernas, tal vez.

por **Lucifer Morningstar** Lun Nov 14, 2016 7:21 am

Sonrió con la vanidad propia del que tiene el mundo a sus pies ante la mirada indiscreta del más joven hacia su persona. Le atrajo el descaro, la confianza que emanaba de seguro acostumbrado a ser agasajado, pues su belleza no pasaría inadvertida ni al más ciego de los tuertos. Hombres y mujeres, se preguntó cuántos habrían caído rendidos a sus pies; si las paredes hablaran se encerraría en su alcoba escuchando cada historia que quisieran compartir.

-Culpemos entonces al tiempo, monsieur, que ha jugado con nosotros, pues no nací aquí ni mucho menos, mas llevo recorriendo estas calles desde que las hermosas cortesanas que frecuentan esta casa exhalaron su primer aliento - soltó su mano lentamente, manteniendo la sonrisa. Podría haberle hablado de destinos y azares como habría hecho con cualquier otro individuo, mas sería una falta de respeto hacia el joven Grimm hablarle de algo en lo que no creía; aquel hombre no era merecedor de sus mentiras, no cuando en sus ojos podía ver que la experiencia doblaba la edad. - Habría aceptado todas y cada una de esas invitaciones, pero como bien dice, monsieur, el tiempo es relativo para aquellos que no sufren la decadencia existencial de una vida perecedera. Ya habrá tiempo de disfrutar de su cortesía...

Rompió el contacto visual en contra de sus deseos para acercarse a la mesa donde estaban servidas las bebidas, jugando con sus dedos cual patas de araña hasta dar con el vino negro que se sirvió en copa en silencio. Pasadas las presentaciones solo aguardaban las dudas, una de ellas en concreto, que no tardó en exponer para hacer partícipe al joven. - Permítame la indiscreción, monsieur... pero me preguntaba por qué alguien que aparentemente tiene todo cuanto desea en esta vida recurre a la casa del pecado en busca de compañía... - comentó mirándole nuevamente de frente, apoyado en la mesa que descansaba ahora a su espalda. Se llevó la copa a los labios probando primero su aroma antes de tomar un trago que satisficiera su paladar.

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