AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The soul and the skin | +18 | Privado
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The soul and the skin | +18 | Privado
Recostado sobre la impersonal cama de la habitación trescientos cuatro del Hotel Des Arenes, Jacquin Toussaint observaba cómo se vestía el dueño de su costado más humano.
Sucedía que él no era hombre dado a sentimentalismos, no disfrutaba de crear vínculos amorosos con otros como el resto de los mortales hacía: su mayor placer se encontraba entre las hojas de su libreta de investigaciones, en su laboratorio mientras estudiaba el cuerpo de algún pobre desgraciado, en las aulas de la Académie cuando podía derramar de sus conocimientos dentro de la mente de otros… Sí, eso era el placer para él. Mas, cuando necesitaba conectarse con la otra parte de sí mismo, cuando ansiaba abrazar su costado más verdadero y puro, Jacquin buscaba a Fran.
¿De dónde surgían todos esos pensamientos y deseos? ¿En qué rincón permanecían mientras él vivía su vida intentando no pensar en ellos? ¿Por qué solo los sentía en presencia de aquel joven de sonrisa altanera?
Suspiró mientras veía cómo se movían los músculos de su espalda mientras él se inclinaba para recoger sus cosas. Sabía que luego tomaría el sobre de dinero que él le había dejado –como siempre- en la mesita de madera junto a la puerta y que luego se lo guardaría en uno de sus bolsillos.
Jamás le entregaría ese dinero en mano. ¡Que situación tan vulgar! ¡Que forma de rebajarlo y rebajarse! No, no lo haría. Que lo tomase mientras él giraba el rostro para no verlo porque le dolía saber que para pasar tiempo con él debía pagar. ¿Qué sucedería cuando alguien más ofreciera duplicar la suma? ¿Acaso lo perdería para siempre?
"No, eso jamás pasará", se dijo sabiendo que triplicaría cualquier oferta.
¿Qué era eso tan extraño? ¿Acaso el mero pensamiento despertaba sus celos? Se estaba volviendo loco, obsesivo.
-¿Volverás mañana? –le preguntó luego de suspirar y se sentó, apoyando la espalda en los almohadones gruesos.
No se había hospedado allí solo para encontrarse con él, en realidad necesitaba disponer de esos tres días –viernes, sábado y domingo- para entregarse a su investigación. Necesitaba estar a solas con sus pensamientos y en su casa no había paz. Su mujer era la persona más difícil de controlar sobre la tierra, sus dos pequeños hijos siempre se quejaban de algo, los sirvientes iban y venían… Todo eso lo desconcentraba y él necesitaba estar solo con su mente, con sus ideas, pues sabía que estaba cerca de hallar las respuestas que necesitaba.
No era la primera vez que lo hacía, de hecho solía acudir al hotel al menos dos veces al mes para encontrar esa paz temporal y siempre que lo hacía mandaba a llamar a François.
¿Por qué? ¿Por qué le daba solo a él ese poder para quebrar su tan ansiada tranquilidad? ¿Por qué él no lo valoraba?
Sabía que debía dejar de preguntarse al respecto y solo disfrutar de su compañía, de lo que compartían… Debía entregarse sin darle tantas vueltas a los mismos pensamientos, ¡pero qué difícil se le hacía! Después de todo era un científico, su vida giraba gracias a que él todo lo cuestionaba.
Sucedía que él no era hombre dado a sentimentalismos, no disfrutaba de crear vínculos amorosos con otros como el resto de los mortales hacía: su mayor placer se encontraba entre las hojas de su libreta de investigaciones, en su laboratorio mientras estudiaba el cuerpo de algún pobre desgraciado, en las aulas de la Académie cuando podía derramar de sus conocimientos dentro de la mente de otros… Sí, eso era el placer para él. Mas, cuando necesitaba conectarse con la otra parte de sí mismo, cuando ansiaba abrazar su costado más verdadero y puro, Jacquin buscaba a Fran.
¿De dónde surgían todos esos pensamientos y deseos? ¿En qué rincón permanecían mientras él vivía su vida intentando no pensar en ellos? ¿Por qué solo los sentía en presencia de aquel joven de sonrisa altanera?
Suspiró mientras veía cómo se movían los músculos de su espalda mientras él se inclinaba para recoger sus cosas. Sabía que luego tomaría el sobre de dinero que él le había dejado –como siempre- en la mesita de madera junto a la puerta y que luego se lo guardaría en uno de sus bolsillos.
Jamás le entregaría ese dinero en mano. ¡Que situación tan vulgar! ¡Que forma de rebajarlo y rebajarse! No, no lo haría. Que lo tomase mientras él giraba el rostro para no verlo porque le dolía saber que para pasar tiempo con él debía pagar. ¿Qué sucedería cuando alguien más ofreciera duplicar la suma? ¿Acaso lo perdería para siempre?
"No, eso jamás pasará", se dijo sabiendo que triplicaría cualquier oferta.
¿Qué era eso tan extraño? ¿Acaso el mero pensamiento despertaba sus celos? Se estaba volviendo loco, obsesivo.
-¿Volverás mañana? –le preguntó luego de suspirar y se sentó, apoyando la espalda en los almohadones gruesos.
No se había hospedado allí solo para encontrarse con él, en realidad necesitaba disponer de esos tres días –viernes, sábado y domingo- para entregarse a su investigación. Necesitaba estar a solas con sus pensamientos y en su casa no había paz. Su mujer era la persona más difícil de controlar sobre la tierra, sus dos pequeños hijos siempre se quejaban de algo, los sirvientes iban y venían… Todo eso lo desconcentraba y él necesitaba estar solo con su mente, con sus ideas, pues sabía que estaba cerca de hallar las respuestas que necesitaba.
No era la primera vez que lo hacía, de hecho solía acudir al hotel al menos dos veces al mes para encontrar esa paz temporal y siempre que lo hacía mandaba a llamar a François.
¿Por qué? ¿Por qué le daba solo a él ese poder para quebrar su tan ansiada tranquilidad? ¿Por qué él no lo valoraba?
Sabía que debía dejar de preguntarse al respecto y solo disfrutar de su compañía, de lo que compartían… Debía entregarse sin darle tantas vueltas a los mismos pensamientos, ¡pero qué difícil se le hacía! Después de todo era un científico, su vida giraba gracias a que él todo lo cuestionaba.
Última edición por Jacquin Toussaint el Lun Jun 12, 2017 11:04 am, editado 1 vez
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Sólo sexo y nada más. Sus visitas al hotel Des Arenes tomaban lugar únicamente bajo ciertos regímenes que no fuesen más allá del trato carnal. Porque a pesar de compartir la alcoba por varias horas François sabía delimitar sus acciones y tratos con los clientes. No era la primera vez que lo hacía, había aprendido bien durante el trascurso de los años a entregar su cuerpo a disposición del otro si era necesario para después concretar sus objetivos, solo si despertaba su interés. Aunque esto no era precisamente algo positivo, ya que si el rubio se llegaba a fijar en alguien no descansaba hasta tomar su vida y de ese modo saciar el instinto animal que poseía por matar. Minutos previos se había mantenido recostado a lado del hombre a quien veía por segunda ocasión en esa semana, algo poco común en sus amantes dado que la mayoría prefería mantener el perfil bajo para mantener comunicación.
François no se negó a la cita en cuanto leyó la misiva, la cantidad era generosa y como aditamento había algo en la fisonomía del hombre que despertaba su curiosidad. Desde que tenía uso de razón recordaba a la perfección un detalle en cada uno de los hombres con quienes había compartido su alcoba, incluso de Albert, el bastardo de su padre quien había abusado de él en más de una ocasión. Como una especie de anatema, ese sentimiento de rencor y odio hacia él no había desaparecido sin importar los asesinatos que hubiese cometido ni siquiera a pesar de los años, se sentía con esa necesidad de desahogar ese episodio aunado a la culpabilidad que le provocaba su orientación sexual que desataba un torbellino de interrogantes en su mente. Y sin embargo ahí estaba una vez más con el cuerpo ligeramente agitado y un semblante de confusión al no saber hacia dónde le dirigía su situación con aquel extraño.
Sin palabra alguna que mancillara el momento perfecto, el silencio tomó posesión en la escena y apenas se permitió suspirar. Sujetó su camisa de algodón y revistió su desnudez con ella dejando los botones semi abiertos, siguieron los pantaloncillos. Evitó voltear hacia Jacquin, siempre lo hacía. Porque estaba consciente que bajo esas circunstancias todo acto debía ser así, mediante un trato gregario. De reojo se dio cuenta que el sobre esperaba en la mesita de junto y después de calzarse dio un paso para tomar el dinero y largarse, no obstante la suave caricia de el susurro emitido por su acompañante le provocó un ligero escalofrío. Ante el mundo François reencarnaba el papel de un jovencito de mundo que se daba el lujo de gastar su dinero y tiempo con quien se le diera la gana, esa había sido la base de todo aquel argumento cuando vio por vez primera a Jacquin. Permanecer a su lado por días consecutivos desencadenaba en el hecho de dos posibles opciones. La primera y la más obvia era, el hecho de tener que construir una nueva red de mentiras para mantenerse en la misma línea. Y la segunda era la menos probable, la más peligrosa…
–No lo sé, yo… tengo un par de pendientes que terminar en Londrés ¿A qué viene todo esto?–
Susurró evitando el contacto visual.
François no se negó a la cita en cuanto leyó la misiva, la cantidad era generosa y como aditamento había algo en la fisonomía del hombre que despertaba su curiosidad. Desde que tenía uso de razón recordaba a la perfección un detalle en cada uno de los hombres con quienes había compartido su alcoba, incluso de Albert, el bastardo de su padre quien había abusado de él en más de una ocasión. Como una especie de anatema, ese sentimiento de rencor y odio hacia él no había desaparecido sin importar los asesinatos que hubiese cometido ni siquiera a pesar de los años, se sentía con esa necesidad de desahogar ese episodio aunado a la culpabilidad que le provocaba su orientación sexual que desataba un torbellino de interrogantes en su mente. Y sin embargo ahí estaba una vez más con el cuerpo ligeramente agitado y un semblante de confusión al no saber hacia dónde le dirigía su situación con aquel extraño.
Sin palabra alguna que mancillara el momento perfecto, el silencio tomó posesión en la escena y apenas se permitió suspirar. Sujetó su camisa de algodón y revistió su desnudez con ella dejando los botones semi abiertos, siguieron los pantaloncillos. Evitó voltear hacia Jacquin, siempre lo hacía. Porque estaba consciente que bajo esas circunstancias todo acto debía ser así, mediante un trato gregario. De reojo se dio cuenta que el sobre esperaba en la mesita de junto y después de calzarse dio un paso para tomar el dinero y largarse, no obstante la suave caricia de el susurro emitido por su acompañante le provocó un ligero escalofrío. Ante el mundo François reencarnaba el papel de un jovencito de mundo que se daba el lujo de gastar su dinero y tiempo con quien se le diera la gana, esa había sido la base de todo aquel argumento cuando vio por vez primera a Jacquin. Permanecer a su lado por días consecutivos desencadenaba en el hecho de dos posibles opciones. La primera y la más obvia era, el hecho de tener que construir una nueva red de mentiras para mantenerse en la misma línea. Y la segunda era la menos probable, la más peligrosa…
–No lo sé, yo… tengo un par de pendientes que terminar en Londrés ¿A qué viene todo esto?–
Susurró evitando el contacto visual.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Le pareció que estaba mintiendo, que simplemente no tenía deseos de volver la tarde próxima. Y estaba bien, era válido, aceptable por completo; él estaba en su derecho. Podía elegir a quien prestarle su servicio y a quién no, también el cuándo y el dónde… Debía respetarlo, sabiendo que mientras él solo lo buscaba a François, François debía frecuentar la compañía de otros hombres; seguramente tuviera gente a la que de verdad le unieran vínculos. Por eso debía callar, tener un poco de amor propio y no volver a proponerle algo que era evidente que el hombre no quería realizar. Ya, debía dejarlo estar. Pero no podía.
El cuerpo se adelantó a su mente, obligándolo a ponerse en pie –desnudo como estaba- y a caminar hacia él, hacia François. En silencio lo observó y notó que su acompañante evitaba su mirada. Anhelaba decirle que quería que volviera la tarde siguiente porque deseaba saber más de él, porque quería hablarle y que él le hablase. No buscaba solo compartir un rato de placer físico, sino conocer en una simple tarde qué cosas ocupaban su mente, qué lo apasionaba… Pero no iba a hacerlo –no rogaría-, se desconocía sintiendo deseos de aquel tipo, Jacquin era reservado y respetaba a quien quisiera serlo, aunque François… Bueno, ya era momento de aceptar que todo era diferente con él.
-Todo esto viene porque quiero volver a hacer uso de tus servicios –le respondió-, ¿por qué más podría ser? –se pasó una mano por el cabello, aunque en realidad quería acariciar el cabello de él, y rió ligeramente para enmascarar su verdad-. ¿Viajarás? ¿Justo mañana? ¿Mañana por la tarde precisamente? ¡Vaya, que coincidencia! –exclamó con voz fingida-. No me mientas –le pidió y se acercó un poco más, sin tocarlo todavía-. Dime que no puedes porque tienes a otro… acompañante –tardó un poco en encontrar el calificativo adecuado- con quien encontrarte, o dime simplemente que no quieres venir y ya, lo entenderé, pero no me mientas –rogó porque valoraba la sinceridad, aunque no hiciera uso de ella siempre.
“¿Por qué quiero volver a verle si todavía no se ha marchado? ¿Por qué me ha dolido su respuesta? ¿Por qué me obsesiona tanto?”
Apoyó su espalda contra la puerta de la habitación –acomodándose entre la salida y François-, la madera estaba realmente fría y su piel comenzó a erizarse debido al contacto. Jacquin cruzó los brazos sobre su pecho y lo miró, estudiándolo. Tal vez en sus facciones, en el arqueo varonil de sus cejas, en el puente de su nariz, en la textura de su piel, en sus labios finos… tal vez en su mirada esquiva, pudiera hallar la respuesta a sus preguntas.
El cuerpo se adelantó a su mente, obligándolo a ponerse en pie –desnudo como estaba- y a caminar hacia él, hacia François. En silencio lo observó y notó que su acompañante evitaba su mirada. Anhelaba decirle que quería que volviera la tarde siguiente porque deseaba saber más de él, porque quería hablarle y que él le hablase. No buscaba solo compartir un rato de placer físico, sino conocer en una simple tarde qué cosas ocupaban su mente, qué lo apasionaba… Pero no iba a hacerlo –no rogaría-, se desconocía sintiendo deseos de aquel tipo, Jacquin era reservado y respetaba a quien quisiera serlo, aunque François… Bueno, ya era momento de aceptar que todo era diferente con él.
-Todo esto viene porque quiero volver a hacer uso de tus servicios –le respondió-, ¿por qué más podría ser? –se pasó una mano por el cabello, aunque en realidad quería acariciar el cabello de él, y rió ligeramente para enmascarar su verdad-. ¿Viajarás? ¿Justo mañana? ¿Mañana por la tarde precisamente? ¡Vaya, que coincidencia! –exclamó con voz fingida-. No me mientas –le pidió y se acercó un poco más, sin tocarlo todavía-. Dime que no puedes porque tienes a otro… acompañante –tardó un poco en encontrar el calificativo adecuado- con quien encontrarte, o dime simplemente que no quieres venir y ya, lo entenderé, pero no me mientas –rogó porque valoraba la sinceridad, aunque no hiciera uso de ella siempre.
“¿Por qué quiero volver a verle si todavía no se ha marchado? ¿Por qué me ha dolido su respuesta? ¿Por qué me obsesiona tanto?”
Apoyó su espalda contra la puerta de la habitación –acomodándose entre la salida y François-, la madera estaba realmente fría y su piel comenzó a erizarse debido al contacto. Jacquin cruzó los brazos sobre su pecho y lo miró, estudiándolo. Tal vez en sus facciones, en el arqueo varonil de sus cejas, en el puente de su nariz, en la textura de su piel, en sus labios finos… tal vez en su mirada esquiva, pudiera hallar la respuesta a sus preguntas.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Miles de cosas cruzaron por su mente. Mantuvo los ojos abajo no por vergüenza o porque no tuviese el valor suficiente para sostener la mirada de Jacquin, sino porque se sentía por primera vez invadido, agredido y derrotado. Los movimientos ajenos le tomaron desprevenido y al encararle se topó contra el cuerpo desnudo de su amante, contra esa seguridad apabullante a la que François secretamente temía. Pero acaso ¿El rubio realmente temía a la reacción extraña de Jacquin? O era que quizás estaba intentando refutar sus sentimientos propios y a la posibilidad de corresponder de cierto modo a ese trato. No estaba seguro y no quería descubrirlo, al menos…no por ahora. Irguió su anatomía ligeramente y le vio romper la brecha entre ellos. Escuchó con atención sus argumentos, esa tonalidad suave pero que seguramente doblaba la voluntad de cualquiera, el rubio no quería ser uno más que cediera ante tal encanto. No podía.
–Con que es eso realmente– susurró y suspiró para cuidar no desmoronarse ante ese intento por construir una nueva mascara, una que no había hecho falta utilizar.
El dinero de ese hombre no le daba ningún derecho a escrutarle de ese modo o de cuestionar su decisión de querer compartir con él un par de horas más. ¿Quién demonios se creía? Analizó con detenimiento la situación, lo más que pudo antes de dar una respuesta y cometer una estupidez. Era cierto, no tenía a donde ir, no había viaje o lujos que esperaran por él. Después de cerrar la puerta y tomar el sobre volvería a recluirse en aquel mundo cruel donde había crecido, rodeado de miseria y humillación. Sintió la respiración del hombre un poco más cerca y la violencia de sus preguntas estrellarse contra su fachada ¿Qué necesitaba escuchar? ¿A que estaba jugando ahora? ¿Celos? No. No había cabida cuando las reglas se habían establecido lo más claro posible desde un inicio. ¿Por qué entonces? ¿Por qué demonios le insistía de esa manera cuando François no podía darle más que tiempo?
Jacquin parecía ser un hombre noble, de principios que solo buscaba compañía de vez en cuando porque era el único modo de satisfacer un lado oculto y por unos segundos el rubio se vio reflejado en el intento ajeno por hallar la verdad. Porque bajo el disfraz se hallaba un joven con demasiado rencor y remordimiento. Bajó la guardia momentáneamente para poder responder.
–La verdad es que no hay viaje alguno o mejor dicho, no por ahora– abrió los brazos con desgano en señal de derrota –Debo regresar es cierto, pero eso puede esperar–
Se descalzó y dejó que la camisa cayera sobre el suelo alfombrado para avanzar solo con los pantalones cubriéndole hacia donde Jacquin se hallaba ahora, recargado contra la puerta obstruyendo la salida. Cuando se vio de frente a él, acarició la mejilla ajena y aproximó sus labios hacia el cuello, su diestra rozó con sutileza el miembro del hombre apenas haciendo contacto. No estaba seguro de lo que hacía, le miró directamente y comprendió que ambos se hallaban en una posición similar, un par de horas y ambos continuarían su camino, antes que François se obsesionara con la idea de ir a buscarlo para asesinarle después.
–Con que es eso realmente– susurró y suspiró para cuidar no desmoronarse ante ese intento por construir una nueva mascara, una que no había hecho falta utilizar.
El dinero de ese hombre no le daba ningún derecho a escrutarle de ese modo o de cuestionar su decisión de querer compartir con él un par de horas más. ¿Quién demonios se creía? Analizó con detenimiento la situación, lo más que pudo antes de dar una respuesta y cometer una estupidez. Era cierto, no tenía a donde ir, no había viaje o lujos que esperaran por él. Después de cerrar la puerta y tomar el sobre volvería a recluirse en aquel mundo cruel donde había crecido, rodeado de miseria y humillación. Sintió la respiración del hombre un poco más cerca y la violencia de sus preguntas estrellarse contra su fachada ¿Qué necesitaba escuchar? ¿A que estaba jugando ahora? ¿Celos? No. No había cabida cuando las reglas se habían establecido lo más claro posible desde un inicio. ¿Por qué entonces? ¿Por qué demonios le insistía de esa manera cuando François no podía darle más que tiempo?
Jacquin parecía ser un hombre noble, de principios que solo buscaba compañía de vez en cuando porque era el único modo de satisfacer un lado oculto y por unos segundos el rubio se vio reflejado en el intento ajeno por hallar la verdad. Porque bajo el disfraz se hallaba un joven con demasiado rencor y remordimiento. Bajó la guardia momentáneamente para poder responder.
–La verdad es que no hay viaje alguno o mejor dicho, no por ahora– abrió los brazos con desgano en señal de derrota –Debo regresar es cierto, pero eso puede esperar–
Se descalzó y dejó que la camisa cayera sobre el suelo alfombrado para avanzar solo con los pantalones cubriéndole hacia donde Jacquin se hallaba ahora, recargado contra la puerta obstruyendo la salida. Cuando se vio de frente a él, acarició la mejilla ajena y aproximó sus labios hacia el cuello, su diestra rozó con sutileza el miembro del hombre apenas haciendo contacto. No estaba seguro de lo que hacía, le miró directamente y comprendió que ambos se hallaban en una posición similar, un par de horas y ambos continuarían su camino, antes que François se obsesionara con la idea de ir a buscarlo para asesinarle después.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: The soul and the skin | +18 | Privado
¿Por qué sus facciones se endurecían de esa forma? ¿A qué le temía? ¿A él? No, no podía temerle a Jacquin pues nunca le había dado motivos… ¿Qué le ocurría a ese hombre? Quería descubrirlo, torturarlo a mordiscos hasta que François le abriese su corazón para decirle la verdad de lo que le sucedía.
No había querido sonar duro, tampoco demandante, pero al parecer él así había tomado sus palabras. Lo supo por su gesto. Finalmente se rindió y le confesó la verdad. Por un lado se enorgullecía de su capacidad detectora de falsedades, pero por el otro le intrigaban los motivos de él, ¿por qué mentir? No había necesidad… La inseguridad volvió a Jacquin, ¡cómo le molestaba sentirse inestable!
-No debes mentirme, a ti no te hace falta conmigo. Cualquiera sea la verdad yo la aceptaré –le aseguró y estiró su mano para apoyarla en la tibieza de su cuello-, pero las mentiras… me cuesta mucho lidiar con ellas, François.
No eran nada. Ni siquiera amigos. Solo un cliente y su servidor que habían vivido algunos encuentros ya… Sin embargo crecía en el interior de Jacquin el deseo de compartir tiempo con aquel hombre pues asumido tenía ya que era su debilidad, que necesitaba conocerlo en profundidad o moriría intentando imaginar quien era en verdad, de dónde había salido y cuál era su historia. Deseaba que hubiera más confianza entre ellos pero a la vez lo temía; podía ser un arma de dos filos para él.
Lo que odiaba en verdad era saber que François se iría, que abandonaría aquella habitación, pero que seguiría instalado en su mente, que el recuerdo de lo que acababan de compartir seguiría flotando allí y no le permitiría concentrarse en sus investigaciones, en sus ecuaciones… al final de cuentas para eso había ido al Hotel Des Arenes en realidad, para tener paz, para estar a solas con su mente. Pero François todo lo invadía y Jacquin a él se aferraba. Ya no le importaba perder todo un fin de semana de trabajo, porque ahora tenía ante sí una obsesión mayor.
Cuando François se acercó a él, Jacquin lo recibió pegándose a él y acariciando su espalda. Quería que se quedase, de verdad lo quería, pero aunque podía volver a pagarle la misma cifra –o duplicarla incluso- lo que más deseaba era que el hombre desease pasar lo que quedaba del día con él sin necesidad del estímulo económico.
-¿Quieres quedarte, Fran? –le preguntó con un susurro mientras dirigía su mano al pantalón de él-. ¿Quisieras pasar un rato más en mi compañía? –invitó, ilusionado como si fuese un adolescente ante el primer estúpido e iluso amor.
No había querido sonar duro, tampoco demandante, pero al parecer él así había tomado sus palabras. Lo supo por su gesto. Finalmente se rindió y le confesó la verdad. Por un lado se enorgullecía de su capacidad detectora de falsedades, pero por el otro le intrigaban los motivos de él, ¿por qué mentir? No había necesidad… La inseguridad volvió a Jacquin, ¡cómo le molestaba sentirse inestable!
-No debes mentirme, a ti no te hace falta conmigo. Cualquiera sea la verdad yo la aceptaré –le aseguró y estiró su mano para apoyarla en la tibieza de su cuello-, pero las mentiras… me cuesta mucho lidiar con ellas, François.
No eran nada. Ni siquiera amigos. Solo un cliente y su servidor que habían vivido algunos encuentros ya… Sin embargo crecía en el interior de Jacquin el deseo de compartir tiempo con aquel hombre pues asumido tenía ya que era su debilidad, que necesitaba conocerlo en profundidad o moriría intentando imaginar quien era en verdad, de dónde había salido y cuál era su historia. Deseaba que hubiera más confianza entre ellos pero a la vez lo temía; podía ser un arma de dos filos para él.
Lo que odiaba en verdad era saber que François se iría, que abandonaría aquella habitación, pero que seguiría instalado en su mente, que el recuerdo de lo que acababan de compartir seguiría flotando allí y no le permitiría concentrarse en sus investigaciones, en sus ecuaciones… al final de cuentas para eso había ido al Hotel Des Arenes en realidad, para tener paz, para estar a solas con su mente. Pero François todo lo invadía y Jacquin a él se aferraba. Ya no le importaba perder todo un fin de semana de trabajo, porque ahora tenía ante sí una obsesión mayor.
Cuando François se acercó a él, Jacquin lo recibió pegándose a él y acariciando su espalda. Quería que se quedase, de verdad lo quería, pero aunque podía volver a pagarle la misma cifra –o duplicarla incluso- lo que más deseaba era que el hombre desease pasar lo que quedaba del día con él sin necesidad del estímulo económico.
-¿Quieres quedarte, Fran? –le preguntó con un susurro mientras dirigía su mano al pantalón de él-. ¿Quisieras pasar un rato más en mi compañía? –invitó, ilusionado como si fuese un adolescente ante el primer estúpido e iluso amor.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Aguardó impaciente la reacción ajena. Y aunque apenas habían transcurrido un par de minutos después de haberse entregado mutuamente las horas parecían detenerse cuando sus cuerpos hacían contacto una vez más. François poseía una experiencia en el trato con hombres menores, mayores, profesionistas, ladrones, asesinos. Se había habituado a corresponder el más mínimo de los caprichos para ganarse su confianza y posteriormente dar rienda suelta a sus instintos más viscerales. Sintió el tibio roce de los dedos de Jacquin en su cuello y de manera mecánica los vellos de sus brazos se erizaron al contacto, no importaba cuantas veces se vieran había algo magnético en la mirada de su amante que le atraía a pesar de intentar ser frío con él.
Como si todo dejara de existir desde el momento que ambos cerraban la puerta y se entregaban al simple deseo que sus labios, su piel y sus sentidos pedían gritos ser saciados. La única condición bajo la cual François seguía aceptando verle era porque en su mente sombría el plan de asesinarle ya estaba casi concluido. Por lo regular no había obstáculo mayúsculo que se le atravesara en su ideales, no obstante la insistencia de aquel sujeto estaba empezando a significar un problema.
–Debe ser que, hasta ahora no había hecho falta el quedarme mucho más tiempo– le miró y dedicó el resto su oración sin perder el contacto visual –No supe cómo reaccionar–
Jugó un papel pasivo, como un chiquillo al que se le puede atrapar con un par de palabras.
La mano que se situaba debajo subió lentamente por el abdomen de Jacquin hasta situarse en su pecho, pudo sentir como los latidos ajenos seguían un ritmo constante. Un impulso por aproximar sus labios a los del hombre le invadió repentinamente, empero, aguardó a que él mantuviera las reglas del juego, porque así de ese modo, el francés había conseguido muchas otras cosas anteriormente. Dejó que su imaginación volara y se permitió vivir en la fantasía de que pronto François sería quien le arrebatara la vida, pero para que eso sucediera debía ceder y ser alguien que no había falta hecho ser durante mucho tiempo. Se dejó atrapar por las caricias de Jacquin y cuando sintió su mano rozarle un ligero gemido escapó de sus labios. Reposó su rostro a lado de su igual y susurró apenas audible en su oído.
–Me quedaré contigo, no necesitas retribuir el tiempo porque en este momento en verdad quiero hacerlo–
Besó suavemente el cuello de Jacquin brindando pequeños mordiscos de vez en cuando. Qué ironía pensar que ambos eran tan solo dos hombres solitarios que cedían al placer carnal porque no existía dentro de los cánones de la sociedad manera de que pudieran librar esas batallas internas de otro modo.
Como si todo dejara de existir desde el momento que ambos cerraban la puerta y se entregaban al simple deseo que sus labios, su piel y sus sentidos pedían gritos ser saciados. La única condición bajo la cual François seguía aceptando verle era porque en su mente sombría el plan de asesinarle ya estaba casi concluido. Por lo regular no había obstáculo mayúsculo que se le atravesara en su ideales, no obstante la insistencia de aquel sujeto estaba empezando a significar un problema.
–Debe ser que, hasta ahora no había hecho falta el quedarme mucho más tiempo– le miró y dedicó el resto su oración sin perder el contacto visual –No supe cómo reaccionar–
Jugó un papel pasivo, como un chiquillo al que se le puede atrapar con un par de palabras.
La mano que se situaba debajo subió lentamente por el abdomen de Jacquin hasta situarse en su pecho, pudo sentir como los latidos ajenos seguían un ritmo constante. Un impulso por aproximar sus labios a los del hombre le invadió repentinamente, empero, aguardó a que él mantuviera las reglas del juego, porque así de ese modo, el francés había conseguido muchas otras cosas anteriormente. Dejó que su imaginación volara y se permitió vivir en la fantasía de que pronto François sería quien le arrebatara la vida, pero para que eso sucediera debía ceder y ser alguien que no había falta hecho ser durante mucho tiempo. Se dejó atrapar por las caricias de Jacquin y cuando sintió su mano rozarle un ligero gemido escapó de sus labios. Reposó su rostro a lado de su igual y susurró apenas audible en su oído.
–Me quedaré contigo, no necesitas retribuir el tiempo porque en este momento en verdad quiero hacerlo–
Besó suavemente el cuello de Jacquin brindando pequeños mordiscos de vez en cuando. Qué ironía pensar que ambos eran tan solo dos hombres solitarios que cedían al placer carnal porque no existía dentro de los cánones de la sociedad manera de que pudieran librar esas batallas internas de otro modo.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
François, su frío y distante François, utilizó una definición que dejó a Jacquin meditando… Hacer falta. ¿Qué era en verdad hacer falta? ¿Sentir la falta de algo o de alguien? No le hacía falta él, pues lo tenía allí tan cerca… piel con piel. No lo necesitaba su cuerpo, pues ya había sido saciado hacía muy poco. Simplemente quería estar con François, pero aún más: deseaba que el hombre quisiera también estar con él. Esa era la gran diferencia, no lo quería porque le hiciese falta, lo quería porque tenía la posibilidad de elegirlo y lo hacía.
Podía comparar aquello con lo que presumía que podía sentir una mujer embarazada que espera para poder abrazar a su hijo. No lo necesita, pues lo tiene todo el tiempo junto a ella, dentro de ella, pero ansía con locura poder tenerlo en los brazos. Eso le pasaba a él, Fran no se había ido, estaba allí con él tan cerca… pero aún así necesitaba abrazarlo.
-No me hace falta que te quedes, pero deseo tanto que quieras quedarte… Deseo más que lo quieras a que lo hagas –le explicó, sintiéndose el hombre más idiota de la ciudad.
Y cuando él le dijo que quería quedarse, que no lo hacía por el dinero que pudiera darle sino porque en verdad deseaba hacerlo, todo en Jacquin cambió. Sintió que al fin había logrado pasar una alta barrera, o que una muralla había caído, y ahora, con las caricias de Fran, él tenía su premio.
Cerró los ojos para disfrutar de los mordiscos del hombre en su cuello, de la presión que ejercían los dedos de su amante en él, de su aliento que le humedecía la piel… Sentía como cambiaba su propia respiración, como su piel se erizaba y tensaba mientras su miembro volvía a endurecerse.
-¿Por qué no me canso de ti? –le preguntó, exponiéndose realmente, como si François pudiera darle alguna respuesta creíble.
Se miraron durante algunos segundos hasta que, cansado del juego seductor y necesitado de sus besos, Jacquin lo abrazó pegándolo a su cuerpo. Sus pieles se unieron y sus respiraciones se acompasaron como si fuesen solo una, mientras Jacquin clavaba sus dedos en la nuca de él y se acercaba a su boca.
-Hemos elegido bien –le aseguró, pensando que si todo hubiera seguido su curso probablemente François se encontraría en esos momentos en las calles y él sumergido en sus investigaciones. Pero ambos habían elegido quedarse y seguir adelante.
Lo besó, primero con suavidad y luego con fiereza. Invadió la boca de él con su lengua, jugando e incitando. Quería saber qué estaba pensando él, en verdad que sí, pero no podía concentrarse en ello en esos momentos. Ya nada importaba.
Podía comparar aquello con lo que presumía que podía sentir una mujer embarazada que espera para poder abrazar a su hijo. No lo necesita, pues lo tiene todo el tiempo junto a ella, dentro de ella, pero ansía con locura poder tenerlo en los brazos. Eso le pasaba a él, Fran no se había ido, estaba allí con él tan cerca… pero aún así necesitaba abrazarlo.
-No me hace falta que te quedes, pero deseo tanto que quieras quedarte… Deseo más que lo quieras a que lo hagas –le explicó, sintiéndose el hombre más idiota de la ciudad.
Y cuando él le dijo que quería quedarse, que no lo hacía por el dinero que pudiera darle sino porque en verdad deseaba hacerlo, todo en Jacquin cambió. Sintió que al fin había logrado pasar una alta barrera, o que una muralla había caído, y ahora, con las caricias de Fran, él tenía su premio.
Cerró los ojos para disfrutar de los mordiscos del hombre en su cuello, de la presión que ejercían los dedos de su amante en él, de su aliento que le humedecía la piel… Sentía como cambiaba su propia respiración, como su piel se erizaba y tensaba mientras su miembro volvía a endurecerse.
-¿Por qué no me canso de ti? –le preguntó, exponiéndose realmente, como si François pudiera darle alguna respuesta creíble.
Se miraron durante algunos segundos hasta que, cansado del juego seductor y necesitado de sus besos, Jacquin lo abrazó pegándolo a su cuerpo. Sus pieles se unieron y sus respiraciones se acompasaron como si fuesen solo una, mientras Jacquin clavaba sus dedos en la nuca de él y se acercaba a su boca.
-Hemos elegido bien –le aseguró, pensando que si todo hubiera seguido su curso probablemente François se encontraría en esos momentos en las calles y él sumergido en sus investigaciones. Pero ambos habían elegido quedarse y seguir adelante.
Lo besó, primero con suavidad y luego con fiereza. Invadió la boca de él con su lengua, jugando e incitando. Quería saber qué estaba pensando él, en verdad que sí, pero no podía concentrarse en ello en esos momentos. Ya nada importaba.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
François era demasiado metódico. Resultaba terrible la forma en la cual a veces llegaba a imaginar el momento previo a tomar la vida de sus amantes. La forma en la cual analizaba sus movimientos, su paráfrasis e incluso uno que otro detalle en su manera de comportarse. El resto, sus vidas, su oficio, sus miedos no importaban para nada y quedaban en segundo plano, porque al inglés nunca le importaba conocerles más allá, sabía que si lo hacía le sería aún más difícil terminar con ellos. En el fondo probablemente nunca había deseado ser un asesino, pero había encausado su tragedia personal hacia el arte y hacia la muerte. ¿Qué era entonces aquello que estaba ocurriendo en aquella habitación?
Un monstruo incluso como él sería capaz de hallar un poco de solaz si hallaba sombra bajo la cobija de un árbol, como las aves que reposan de vez en cuando bajo la fortaleza de los robles aguardando el momento de echar a andar el vuelo nuevamente. No había sido consciente de aquello hasta que se sintió atrapado entre los brazos de Jacquin. Un hombre por demás atractivo y con mucha solvencia que no le vendría nada mal si tomaba la determinación de acabar con él llegado el momento. Cuando le escuchó hablar una vez más, sintió un ligero escalofrío recorrer su piel. Aquel sujeto realmente deseaba traspasar aquella barrera que el prostituto había edificado a base de sus miedos y su rencor hacia el mundo ¿Qué demonios estaba intentando? ¿Qué era lo que esperaba de un hombre como François?
–Si he decidido quedarme es porque realmente he aprendido a disfrutar de tu compañía, quizás en un inicio no supe explicarlo porque –Sonrió sin dejar de acariciarle –Soy demasiado cobarde para asumir el hecho de que podría ser alguien diferente contigo–
Y esa fue quizás la frase más honesta que podía haber dicho durante toda su estancia en aquellas cuatro paredes.
Se despojó de la ropa que minutos previos había intentado colocar sobre su desnudez para quedar a la par y fue tan solo llamado por el instinto de saciar esa sed de placer o por el hecho de desviar aquella conversación que poco a poco se tornaba hacia un terreno mucho más peligroso que el del plano sexual, puesto que las relaciones interpersonales nunca habían sido el punto fuerte del rubio.
–No lo sé, no digas más– objetó para que Jacquin no insistiera en indagar más sobre aquella situación.
Sobrevino un oleaje de caricias y besos húmedos que los conducían nuevamente a un rumbo desconocido. El único lenguaje mediante el cual se comunicaban de manera recíproca desde la primera vez que sus miradas se cruzaron. Correspondió a la muestra de afecta tierna y salvaje que Jacquin le demostraba y después besó su cuello.
–Veamos entonces a que nos conduce nuestra decisión–
Susurró mientras besaba el pecho amplio de su amante, sus manos se aferraban a su espalda y de vez en cuando dejaba que su lengua tomara el control de la situación, bajó eventualmente pasando su diestra por el torso y cuando su boca se topó con aquel miembro nuevamente erecto cerró los ojos para brindarle un poco más de placer.
Un monstruo incluso como él sería capaz de hallar un poco de solaz si hallaba sombra bajo la cobija de un árbol, como las aves que reposan de vez en cuando bajo la fortaleza de los robles aguardando el momento de echar a andar el vuelo nuevamente. No había sido consciente de aquello hasta que se sintió atrapado entre los brazos de Jacquin. Un hombre por demás atractivo y con mucha solvencia que no le vendría nada mal si tomaba la determinación de acabar con él llegado el momento. Cuando le escuchó hablar una vez más, sintió un ligero escalofrío recorrer su piel. Aquel sujeto realmente deseaba traspasar aquella barrera que el prostituto había edificado a base de sus miedos y su rencor hacia el mundo ¿Qué demonios estaba intentando? ¿Qué era lo que esperaba de un hombre como François?
–Si he decidido quedarme es porque realmente he aprendido a disfrutar de tu compañía, quizás en un inicio no supe explicarlo porque –Sonrió sin dejar de acariciarle –Soy demasiado cobarde para asumir el hecho de que podría ser alguien diferente contigo–
Y esa fue quizás la frase más honesta que podía haber dicho durante toda su estancia en aquellas cuatro paredes.
Se despojó de la ropa que minutos previos había intentado colocar sobre su desnudez para quedar a la par y fue tan solo llamado por el instinto de saciar esa sed de placer o por el hecho de desviar aquella conversación que poco a poco se tornaba hacia un terreno mucho más peligroso que el del plano sexual, puesto que las relaciones interpersonales nunca habían sido el punto fuerte del rubio.
–No lo sé, no digas más– objetó para que Jacquin no insistiera en indagar más sobre aquella situación.
Sobrevino un oleaje de caricias y besos húmedos que los conducían nuevamente a un rumbo desconocido. El único lenguaje mediante el cual se comunicaban de manera recíproca desde la primera vez que sus miradas se cruzaron. Correspondió a la muestra de afecta tierna y salvaje que Jacquin le demostraba y después besó su cuello.
–Veamos entonces a que nos conduce nuestra decisión–
Susurró mientras besaba el pecho amplio de su amante, sus manos se aferraban a su espalda y de vez en cuando dejaba que su lengua tomara el control de la situación, bajó eventualmente pasando su diestra por el torso y cuando su boca se topó con aquel miembro nuevamente erecto cerró los ojos para brindarle un poco más de placer.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Quería entregarse al placer, quería dejar de pensar y solo gozar. ¡Pero qué difícil era! Tal vez por eso le costaba tanto a él aquello de relacionarse afectivamente –y sexualmente- con otros, porque la cabeza de Jacquin nunca se detenía y siempre estaba muy por encima del placer de su cuerpo.
Una frase de su acompañante resonaba con poder dentro suyo y no dejaba de repetírsela: Soy demasiado cobarde para asumir el hecho de que podría ser alguien diferente contigo. ¿Qué había querido decir Fran con eso? No podía preguntarle, no en esos momentos en los que él descendía sobre su cuerpo –sin escatimar sus besos y caricias- y le robaba el aliento con sus labios sobre su falo erguido y palpitante… ¿Cobarde? Jacquin lo veía como alguien superior que vivía con valentía sus decisiones, en verdad le admiraba aquello.
“Eres valiente, no lo sabes, pero lo eres”, quiso decirle para reconfortarlo porque le había parecido que Fran había expresado aquello con cierto pensar.
Como se había impuesto no arruinar con más palabras aquel momento, Jacquin calló y se limitó a acariciar su mejilla que se llenaba con él. Le buscó la mirada y descubrió que pocas veces había contemplado una imagen más sensual que aquella en la que François se llenaba la boca con su pene y lo miraba con sus pestañas perfectas elevadas. No pudo más que temblar de euforia y excitación y recargó su peso contra la fría puerta en la que seguía apoyado. Cerró los ojos para disfrutar a solas de aquello –en su mundo privado y oscuro-, luchando para que el cuerpo, por primera vez, le ganase a la mente, para encontrar deleite en el placer de la carne… pero otro pensamiento lo asaltó: ¿A qué se refería François con eso de ser alguien diferente con él? ¿Acaso esperaba algo más de aquellos encuentros? ¿Comenzaba a verlo como algo más que un cliente frecuente? No pudo evitar imaginarse a sí mismo compartiendo largas charlas con él, haciéndolo parte de sus investigaciones –no porque creyera que al joven le interesase la ciencia, sino porque ansiaba hacerlo parte de su gran pasión, aunque solo fuese como oyente-, se vio a sí mismo enseñándole con dedicación sus descubrimientos y no pudo reprimir un gemido de placer que acabó escapando de entre sus labios que no se hallaban lo suficientemente cerrados.
Volvió a apretar su palma contra la mejilla de él para sentirse a sí mismo entrando en François, que lo manipulaba con audacia y experiencia, volvió a verlo y cuando sus ojos se encontraron Jacquin sintió su cuerpo vibrar anunciando que el desenlace comenzaba.
-¡Detente, François! –le rogó, alarmado ante la inminencia del final-. No estallaré en tu boca…
Porque dentro de la amoralidad que compartían, tenía que haber cierto decoro también.
Una frase de su acompañante resonaba con poder dentro suyo y no dejaba de repetírsela: Soy demasiado cobarde para asumir el hecho de que podría ser alguien diferente contigo. ¿Qué había querido decir Fran con eso? No podía preguntarle, no en esos momentos en los que él descendía sobre su cuerpo –sin escatimar sus besos y caricias- y le robaba el aliento con sus labios sobre su falo erguido y palpitante… ¿Cobarde? Jacquin lo veía como alguien superior que vivía con valentía sus decisiones, en verdad le admiraba aquello.
“Eres valiente, no lo sabes, pero lo eres”, quiso decirle para reconfortarlo porque le había parecido que Fran había expresado aquello con cierto pensar.
Como se había impuesto no arruinar con más palabras aquel momento, Jacquin calló y se limitó a acariciar su mejilla que se llenaba con él. Le buscó la mirada y descubrió que pocas veces había contemplado una imagen más sensual que aquella en la que François se llenaba la boca con su pene y lo miraba con sus pestañas perfectas elevadas. No pudo más que temblar de euforia y excitación y recargó su peso contra la fría puerta en la que seguía apoyado. Cerró los ojos para disfrutar a solas de aquello –en su mundo privado y oscuro-, luchando para que el cuerpo, por primera vez, le ganase a la mente, para encontrar deleite en el placer de la carne… pero otro pensamiento lo asaltó: ¿A qué se refería François con eso de ser alguien diferente con él? ¿Acaso esperaba algo más de aquellos encuentros? ¿Comenzaba a verlo como algo más que un cliente frecuente? No pudo evitar imaginarse a sí mismo compartiendo largas charlas con él, haciéndolo parte de sus investigaciones –no porque creyera que al joven le interesase la ciencia, sino porque ansiaba hacerlo parte de su gran pasión, aunque solo fuese como oyente-, se vio a sí mismo enseñándole con dedicación sus descubrimientos y no pudo reprimir un gemido de placer que acabó escapando de entre sus labios que no se hallaban lo suficientemente cerrados.
Volvió a apretar su palma contra la mejilla de él para sentirse a sí mismo entrando en François, que lo manipulaba con audacia y experiencia, volvió a verlo y cuando sus ojos se encontraron Jacquin sintió su cuerpo vibrar anunciando que el desenlace comenzaba.
-¡Detente, François! –le rogó, alarmado ante la inminencia del final-. No estallaré en tu boca…
Porque dentro de la amoralidad que compartían, tenía que haber cierto decoro también.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Había experimentado esa sensación más de una vez. Había sentido las manos de otros hombres recorrer su piel lozana y sentir sus labios siendo desgarrados por la intensidad de muchos otros besos. No obstante nada de ello se comparaba con la primera vez que experimentó tales sensaciones, nadie tenía porque saber que aquella experiencia fue bajo la tutela aquel monstruo que se hacía llamar su padre. Era por tal motivo que quizás daba igual las veces que aquel ritual se repetía una y otra vez, en algún punto perdió el temor, perdió el recato y la vergüenza de saber que esas prácticas eran condenadas por la iglesia y por la sociedad, pero ¿Dónde estaban las normas cuando fue violado una y otra vez por Albert? ¿Dónde estaba aquel Dios misericordioso cuando su madre fue asesinada frente a sus ojos cuando tan solo era un niño? La vida había perdido sentido alguno para el joven rubio quien no daba tregua al momento de satisfacer el falo palpitante de Jacquin.
Fuera de la alcoba, François era tan solo un residente más de la capital, un desconocido que regalaba sonrisas a quien le parecía interesante y traía muerte a quien causaba una obsesión. ¿Qué papel tendría aquel hombre de aquí en adelante? Sumergido en el vaivén y la excitación que el sexo le producía en ese punto, hizo un esfuerzo infrahumano por detenerse y no terminar en ese instante. Cuando Jacquin se lo pidió solo pudo levantar la mirada y sonreír. Era una sonrisa que no aparecía en el rostro del joven a menudo, fugaz como una cometa que se pierde en el horizonte amplio e incierto y lastimero como la nostalgia que acarreaba a cuestas.
–¿Y porque no hacerlo?–
Susurró mientras con su diestra daba tenues caricias al miembro ajeno y con la otra empezaba a despertar al propio. Sin embargo se puso de pie y abrazó a Jacquin.
–No sé si te has dado cuenta que estamos jugando con fuego, es muy difícil detenerse ahora ¿Qué esperas de mi Jacquin? Sé que no estás buscando solo placer, sé que eres un hombre solitario, porque pasas horas enteras encerrado en este lugar. Me decías que no toleras las mentiras, supongo que en ese aspecto somos similares– tomó la mano del hombre para conducirla hacia su pecho –¿Qué es esto? Ni yo mismo puedo explicarlo–
En un momento de locura como lo era aquel acto carnal, una centella de lucidez apareció en los ojos de Francois cuando se perdía en los orbes de Jacquin. Como un chiquillo que necesitaba de una lección para comprender sus sentimientos, para aceptar su propia naturaleza salvaje que era condenada por todo mundo.
–Si no es solo placer dime ¿Qué es? De lo contrario no sé porque me pediste que me detuviera–
Para el rubio significaba una pérdida de tiempo el sentirse abrumado por enigmas como ese, el amor no tenía cabida en su lecho ni algún otro sentimiento rosa, pero demandaba en ese momento que aquel hombre explicara entonces hacia donde conllevaba aquellas visitas frecuentes. Tenía derecho a saberlo o al menos eso pensó en ese instante.
Fuera de la alcoba, François era tan solo un residente más de la capital, un desconocido que regalaba sonrisas a quien le parecía interesante y traía muerte a quien causaba una obsesión. ¿Qué papel tendría aquel hombre de aquí en adelante? Sumergido en el vaivén y la excitación que el sexo le producía en ese punto, hizo un esfuerzo infrahumano por detenerse y no terminar en ese instante. Cuando Jacquin se lo pidió solo pudo levantar la mirada y sonreír. Era una sonrisa que no aparecía en el rostro del joven a menudo, fugaz como una cometa que se pierde en el horizonte amplio e incierto y lastimero como la nostalgia que acarreaba a cuestas.
–¿Y porque no hacerlo?–
Susurró mientras con su diestra daba tenues caricias al miembro ajeno y con la otra empezaba a despertar al propio. Sin embargo se puso de pie y abrazó a Jacquin.
–No sé si te has dado cuenta que estamos jugando con fuego, es muy difícil detenerse ahora ¿Qué esperas de mi Jacquin? Sé que no estás buscando solo placer, sé que eres un hombre solitario, porque pasas horas enteras encerrado en este lugar. Me decías que no toleras las mentiras, supongo que en ese aspecto somos similares– tomó la mano del hombre para conducirla hacia su pecho –¿Qué es esto? Ni yo mismo puedo explicarlo–
En un momento de locura como lo era aquel acto carnal, una centella de lucidez apareció en los ojos de Francois cuando se perdía en los orbes de Jacquin. Como un chiquillo que necesitaba de una lección para comprender sus sentimientos, para aceptar su propia naturaleza salvaje que era condenada por todo mundo.
–Si no es solo placer dime ¿Qué es? De lo contrario no sé porque me pediste que me detuviera–
Para el rubio significaba una pérdida de tiempo el sentirse abrumado por enigmas como ese, el amor no tenía cabida en su lecho ni algún otro sentimiento rosa, pero demandaba en ese momento que aquel hombre explicara entonces hacia donde conllevaba aquellas visitas frecuentes. Tenía derecho a saberlo o al menos eso pensó en ese instante.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
¿Cómo podía explicarlo? ¿De qué forma podía decírselo sin sonar estúpido ni comprometido por demás con eso que compartían? No quería exponerse, sensato como era –y como siempre sería- Jacquin quería preservarse, pero le costaba encontrar el límite cuando estaba con François, cuando la excitación aún le recorría el cuerpo. Pero necesitaba hacerlo pues sabía muy poco de lo que sucedía en el interior de su amante.
Era difícil de explicar, por eso eligió callar. Guardarse esa respuesta rápida y sincera que su boca hubiese largado sin más si no fuese porque los labios del hombre se encargaron de entretenerla. La verdad era que no estallaría jamás en la boca de François porque él no era para Jacquin una puta. No lo haría como jamás lo haría en la boca de su esposa. A ese nivel de respeto y consideración lo elevaba. Tenía un valor especial en su vida, era quien le hacía sentir lo que nadie más podía.
-Tal vez te parezca difícil de creer, pero hay cosas en las que soy algo estructurado –le explicó, esperando que eso bastase. Pero no, no fue suficiente para ninguno de los dos, por lo que Jacquin continuó-: Hay límites que todavía no he cruzado y no quiero que te sientas usado por mí. Tú no estás aquí ahora para darme placer, tu presencia y compañía ya me lo da y de una forma mucho más valiosa que la física, François.
Se dejó acariciar y correspondió lo mejor que sabía. Claro que nunca sería suficiente, no para aquel hombre tan experimentado.
-No sé qué es esto –le dijo, con la sinceridad que sentía deberle-, pero sí sé qué quiero que sea.
Y él insistió, se lo preguntó una vez más y Jacquin no tuvo más remedio que buscar rápidamente las palabras más adecuadas. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que estar pensando en frases correctas o incorrectas cuando lo único que quería hacer era acariciarle, saber que él también podía ser artífice del placer de su amante?
-Quise respetarte –le dijo y bajó la mirada, pues resultaba vergonzoso decir algo así frente a un hombre que dedicaba su vida a cumplir fantasías ajenas-. Que te pague no quiere decir que desee ser egoísta, me gustaría saber que todo lo que haces aquí es porque lo deseas y no sólo porque intuyes que es lo que yo quiero.
No quería saber lo que él estaba pensando luego de sus palabras entreveradas, pues de seguro lo creía un estúpido. Por eso, Jacquin se acercó a su boca y besó con renovada pasión al causante de su fugaz locura mientras acariciaba con fuerza su cuero cabelludo.
Era difícil de explicar, por eso eligió callar. Guardarse esa respuesta rápida y sincera que su boca hubiese largado sin más si no fuese porque los labios del hombre se encargaron de entretenerla. La verdad era que no estallaría jamás en la boca de François porque él no era para Jacquin una puta. No lo haría como jamás lo haría en la boca de su esposa. A ese nivel de respeto y consideración lo elevaba. Tenía un valor especial en su vida, era quien le hacía sentir lo que nadie más podía.
-Tal vez te parezca difícil de creer, pero hay cosas en las que soy algo estructurado –le explicó, esperando que eso bastase. Pero no, no fue suficiente para ninguno de los dos, por lo que Jacquin continuó-: Hay límites que todavía no he cruzado y no quiero que te sientas usado por mí. Tú no estás aquí ahora para darme placer, tu presencia y compañía ya me lo da y de una forma mucho más valiosa que la física, François.
Se dejó acariciar y correspondió lo mejor que sabía. Claro que nunca sería suficiente, no para aquel hombre tan experimentado.
-No sé qué es esto –le dijo, con la sinceridad que sentía deberle-, pero sí sé qué quiero que sea.
Y él insistió, se lo preguntó una vez más y Jacquin no tuvo más remedio que buscar rápidamente las palabras más adecuadas. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que estar pensando en frases correctas o incorrectas cuando lo único que quería hacer era acariciarle, saber que él también podía ser artífice del placer de su amante?
-Quise respetarte –le dijo y bajó la mirada, pues resultaba vergonzoso decir algo así frente a un hombre que dedicaba su vida a cumplir fantasías ajenas-. Que te pague no quiere decir que desee ser egoísta, me gustaría saber que todo lo que haces aquí es porque lo deseas y no sólo porque intuyes que es lo que yo quiero.
No quería saber lo que él estaba pensando luego de sus palabras entreveradas, pues de seguro lo creía un estúpido. Por eso, Jacquin se acercó a su boca y besó con renovada pasión al causante de su fugaz locura mientras acariciaba con fuerza su cuero cabelludo.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Nunca había sentido un gozo más placentero que el de asesinar. Ni siquiera el acto carnal le llenaba de satisfacción como lo era el sentir un cuerpo tibio después de exhalar su último aliento. Una sensación similar era la que en ese momento estaba experimentando, algo extraño tomado en cuenta que el rubio jamás se había permitido arañar siquiera el concepto de conocer a alguien más. Había demasiadas heridas que aun laceraban, demasiados recuerdos de odio y rencor hacia el bastardo de su progenitor con quien aunque sonara vergonzoso había encontrado su inclinación hacia su mismo género. Cada amante le recordaba de cierto modo a Albert. El olor, las palabras, e incluso los golpes que de vez en cuando se estrellaban de lleno sobre sus mejillas o su cuerpo. Y quizás era demasiado cobarde para aceptarlo, quizás solo el mostrarse duro y frio era un mecanismo de defensa que había levantado a su alrededor para que nadie le viera en semejante estado de vulnerabilidad.
Respondió a los besos feroces una vez más no sin antes escuchar con cautela aquella confesión del hombre. Propuestas había tenido más de una de hombres asquerosamente ricos y atractivos incluso. Afamados políticos, hombres de alto status que hallaban en las cuatro paredes del burdel la forma perfecta de saciar sus deseos más reprimidos. Jacquin de cierto modo estaba fuera de ese nivel, no por el hecho de que no fuese adinerado o atractivo. Sino porque en más de cuatro o cinco citas que habían tenido un par de meses atrás el hombre seguía siendo un completo misterio. Y si tuvo el coraje ahí justo enfrente de él, de confesar que estaba dispuesto a arriesgar de cierto modo algo suyo para apostar por algo con el cortesano necesitaba ser parcial entonces. Y eso conllevaba al hecho de abrir las puertas de un pasado que seguía siendo tortuoso.
No dejaba de resultarle sorpresivo el hecho de que hasta cierto punto Jacquin tenía ese auto control. Nunca, desde la primera vez que probó sus labios y sus miradas se ahogaban una dentro de la otra, recibió palabras ofensivas o una mirada de repudio. De este modo François sentía cierta deuda con él, porque hasta el asesino o el hombre más desdichado tenía aún una esperanza de ser alguien distinto. Le costaba trabajo aceptar eso, pero le costaba aún más trabajo separar los labios suyos de los ajenos. Acarició la mejilla del hombre y con su desnudez aún expuesta se sentó sobre el borde de la cama.
–Vamos Jacquin, no es algo a lo que esté acostumbrado. Porque aunque lo quieras manejar de ese modo ambos sabemos lo que soy, pero sólo quiero que sepas que en esta ocasión no estoy aquí solo por la remuneración– suspiró –Si te contara una historia, te aterrarías seguramente. Digamos la de un chiquillo de 10 años siendo violado una y otra vez por su padrastro u otros hombres o mirando con terror como la cabeza de su madre rodaba por el suelo de un asqueroso burdel mientras él tenía que tragarse las lágrimas de terror y desesperación. Son esa clase de historias Jacquin que no todas las personas quisieran escuchar– rió ligeramente cínico y apartó su mirada de la de su amante, porque no deseaba jugar el papel de víctima, no ahora.
Respondió a los besos feroces una vez más no sin antes escuchar con cautela aquella confesión del hombre. Propuestas había tenido más de una de hombres asquerosamente ricos y atractivos incluso. Afamados políticos, hombres de alto status que hallaban en las cuatro paredes del burdel la forma perfecta de saciar sus deseos más reprimidos. Jacquin de cierto modo estaba fuera de ese nivel, no por el hecho de que no fuese adinerado o atractivo. Sino porque en más de cuatro o cinco citas que habían tenido un par de meses atrás el hombre seguía siendo un completo misterio. Y si tuvo el coraje ahí justo enfrente de él, de confesar que estaba dispuesto a arriesgar de cierto modo algo suyo para apostar por algo con el cortesano necesitaba ser parcial entonces. Y eso conllevaba al hecho de abrir las puertas de un pasado que seguía siendo tortuoso.
No dejaba de resultarle sorpresivo el hecho de que hasta cierto punto Jacquin tenía ese auto control. Nunca, desde la primera vez que probó sus labios y sus miradas se ahogaban una dentro de la otra, recibió palabras ofensivas o una mirada de repudio. De este modo François sentía cierta deuda con él, porque hasta el asesino o el hombre más desdichado tenía aún una esperanza de ser alguien distinto. Le costaba trabajo aceptar eso, pero le costaba aún más trabajo separar los labios suyos de los ajenos. Acarició la mejilla del hombre y con su desnudez aún expuesta se sentó sobre el borde de la cama.
–Vamos Jacquin, no es algo a lo que esté acostumbrado. Porque aunque lo quieras manejar de ese modo ambos sabemos lo que soy, pero sólo quiero que sepas que en esta ocasión no estoy aquí solo por la remuneración– suspiró –Si te contara una historia, te aterrarías seguramente. Digamos la de un chiquillo de 10 años siendo violado una y otra vez por su padrastro u otros hombres o mirando con terror como la cabeza de su madre rodaba por el suelo de un asqueroso burdel mientras él tenía que tragarse las lágrimas de terror y desesperación. Son esa clase de historias Jacquin que no todas las personas quisieran escuchar– rió ligeramente cínico y apartó su mirada de la de su amante, porque no deseaba jugar el papel de víctima, no ahora.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Pocas cosas disfrutaba tanto Jacquin como los misterios. Que se le diera un puñado de interrogantes y con eso él ya sería feliz. Descubrir, rebelar, poner bajo la luz… todos conceptos que no le eran ajenos, sino todo lo contrario. Y, a la vista estaba que, además de atraerle físicamente, sexualmente, François le atraía por el misterio que lo envolvía. ¿Cómo hacía para pasar de un plano al otro en cuestión de minutos? Sí que era extraño, aunque él preferiría denominarlo como fascinante, porque eso era lo que le provocaba: fascinación.
-Claro que sé bien lo que eres –le aseguró, y se guardó de decirle que preferiría que ya no trabajase, que él podría darle dinero, que no necesitaba alquilarle a otros su cuerpo para conseguirlo. Se guardó de decirle que le gustaría cuidarlo-, así nos conocimos, gracias a eso que eres estamos aquí, juntos. No me avergüenza saber, o decir, que… que quiero a otro hombre, y que él trabaja con su cuerpo. Eso es lo que haces, pero no es lo que eres. Tu trabajo no te define. Yo soy científico, pero cuando llego a casa, para mis hijos simplemente soy papi, sin importar lo que haga cuando ellos no me ven –le explicó, con un ejemplo que tal vez no fuese de lo más atinado en un momento y lugar así-. Lo que quiero decir es que lo que hagas no cambia lo que pienso de ti, Fran. Nada de lo que hayas hecho podrá hacer que te quiera menos. –Lo dijo, casi sin detenerse a pensar, todo un logro para Toussaint, lo dijo con el corazón en la mano, apelando a toda la sinceridad de la que era capaz.
Admirando el misterio viviente que tenía frente a sí, Jacquin se movió para ir a sentarse en la cama. No lo hizo junto a él, pues entendió que el hombre necesitaba su espacio, sino que se acomodó en el centro, contra el respaldo, con las piernas recogidas y un almohadón –de esos blancos que estaban por todos lados- cubriendo parte de su desnudez. Y oyó su historia…
Oyó su historia que decía mucho y a la vez nada, que parecía querer confiar, pero acababa por no hacerlo. Jacquin se conmovió, pero oyó lo que él tenía para decir en silencio, sin interrumpirle, pero con cientos de preguntas saltando una detrás de la otra en su cabeza. ¿Era él ese niño? ¿En verdad era la cabeza de su madre la que había rodado? ¿Qué le habían hecho? ¿A qué lo habían expuesto? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Qué cosas había tenido que presenciar?
-¿Quieres contarme? –le preguntó en susurros y se movió, pero no lo tocó, supuso que él así lo preferiría-. ¿Necesitas hablar sobre todo aquello? ¿En verdad te hará bien recordar? Porque si lo hará, si de alguna forma hablar te sanará, adelante, habla conmigo, Fran –le pidió-. Pero no si eso te dañará, si el recuerdo de todo lo que el François del pasado vivió te lastimará, entonces mejor intenta apartar todos esos pensamientos. No los necesitamos ahora, no aquí. –Una vez más sintió deseos de acariciarlo, de abrazarlo, pero nuevamente se privó de eso, algo en la voz de su amante le había dicho que ya no era el que gozaba junto a él hacía solo unos minutos.
-Claro que sé bien lo que eres –le aseguró, y se guardó de decirle que preferiría que ya no trabajase, que él podría darle dinero, que no necesitaba alquilarle a otros su cuerpo para conseguirlo. Se guardó de decirle que le gustaría cuidarlo-, así nos conocimos, gracias a eso que eres estamos aquí, juntos. No me avergüenza saber, o decir, que… que quiero a otro hombre, y que él trabaja con su cuerpo. Eso es lo que haces, pero no es lo que eres. Tu trabajo no te define. Yo soy científico, pero cuando llego a casa, para mis hijos simplemente soy papi, sin importar lo que haga cuando ellos no me ven –le explicó, con un ejemplo que tal vez no fuese de lo más atinado en un momento y lugar así-. Lo que quiero decir es que lo que hagas no cambia lo que pienso de ti, Fran. Nada de lo que hayas hecho podrá hacer que te quiera menos. –Lo dijo, casi sin detenerse a pensar, todo un logro para Toussaint, lo dijo con el corazón en la mano, apelando a toda la sinceridad de la que era capaz.
Admirando el misterio viviente que tenía frente a sí, Jacquin se movió para ir a sentarse en la cama. No lo hizo junto a él, pues entendió que el hombre necesitaba su espacio, sino que se acomodó en el centro, contra el respaldo, con las piernas recogidas y un almohadón –de esos blancos que estaban por todos lados- cubriendo parte de su desnudez. Y oyó su historia…
Oyó su historia que decía mucho y a la vez nada, que parecía querer confiar, pero acababa por no hacerlo. Jacquin se conmovió, pero oyó lo que él tenía para decir en silencio, sin interrumpirle, pero con cientos de preguntas saltando una detrás de la otra en su cabeza. ¿Era él ese niño? ¿En verdad era la cabeza de su madre la que había rodado? ¿Qué le habían hecho? ¿A qué lo habían expuesto? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Qué cosas había tenido que presenciar?
-¿Quieres contarme? –le preguntó en susurros y se movió, pero no lo tocó, supuso que él así lo preferiría-. ¿Necesitas hablar sobre todo aquello? ¿En verdad te hará bien recordar? Porque si lo hará, si de alguna forma hablar te sanará, adelante, habla conmigo, Fran –le pidió-. Pero no si eso te dañará, si el recuerdo de todo lo que el François del pasado vivió te lastimará, entonces mejor intenta apartar todos esos pensamientos. No los necesitamos ahora, no aquí. –Una vez más sintió deseos de acariciarlo, de abrazarlo, pero nuevamente se privó de eso, algo en la voz de su amante le había dicho que ya no era el que gozaba junto a él hacía solo unos minutos.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
François era solitario por naturaleza. No podía estar en el mismo sitio más de una vez porque siempre tendía a recordar cada una de sus experiencias vividas. Era un poco masoquista quizás, ya que cada acto sexual se resumía a uno solo, el primero, cuando su padre abusó de él repetidas veces. Fuera de ese trago amargo solo con Jacquin había pasado más de una noche. Después de haber soltado aquella confesión a medias esperaba que aquel hombre le asaltara con más preguntas. No estaba tratando con alguien común, eso lo descifró desde el primer instante en el cual sus miradas se cruzaron. Era simplemente que antes no había necesidad de quedarse más tiempo de lo estipulado. Para François, un asesino en serie todo debía tener un orden. De ese modo se había librado de morir o de ser apresado, pero sin embargo le sorprendía la capacidad de Jacquin para descifrarle y eso solo le motivaba a dos cosas, acabar con su vida o simplemente rendirse a ese juego de caricias y miradas que de vez en cuando desembocaban en besos apasionados.
Por unos instantes olvidó que aquel hombre era casado, que tenía hijos y esposa. Una figura eminente probablemente en la sociedad gala. ¿Qué los hacía distintos entonces? Si ambos buscaban la manera de saciar aquellos deseos reprimidos. Abiertamente Jacquin no se declaraba homosexual quizás, pero el rubio estaba muy lejos aún de aceptar su condición y no fue consciente de ello hasta que le escuchó pronunciar aquellas palabras. Estaba siendo acribillado de la forma más sutil al saber que el hasta entonces desconocido empezaba a sentir algo por él. ¿Acaso el joven inglés estaba listo para eso? Después de pasar noches en brazos de muchos hombres ¿Estaba realmente seguro que eso era lo que necesitaba? Evitó mirarle a los ojos porque a pesar de la fachada dura que mostraba, en su interior Francois seguía siendo ese chiquillo asustadizo de los relatos, inexperto en el ámbito del afecto. Quería decirle que se fuera, que huyera antes que esas confesiones terminaran por romper su careta de frío y homicida. Pero se contuvo, como nunca lo había hecho con nadie.
Rió antes de volver a hablar, nervioso e incómodo por primera vez.
–Si te preguntas si aquel niño era yo, estas en lo cierto Jacquin. Mi niñez se remonta a una serie de episodios de dolor y odio, eso es todo lo que tengo y es todo lo que soy ahora. Nada más que un joven que busca saciar sus ansias de matar, que desahoga sus miedos e inseguridad en el mar del sexo y lo que conlleva a los actos carnales con personas del mismo sexo–
Si lo asesinaba o no después dependería de la reacción ajena, no reparó como bien se lo había hecho saber Jacquin en el dolor, porque un paso más al vacío era poco comparado con lo que ya había dejado atrás.
–No soy un hombre de bien Jacquin, no soy una persona que sepa dar afecto, mucho menos amar, detrás de cada relato hay un crimen una mancha ensangrentada en la cual la mayor parte del tiempo soy el protagonista–
Giró su cuerpo para encararle, por primera vez le miró con plena sinceridad.
–Dime ¿Serías capaz de estar con alguien así? Alguien que es incapaz de amar a las personas por miedo a ser descubierto como el monstruo que es. Soy un hombre roto Jacquin, no por elección pero es lo que soy y nadie ama las cosas rotas–
Por unos instantes olvidó que aquel hombre era casado, que tenía hijos y esposa. Una figura eminente probablemente en la sociedad gala. ¿Qué los hacía distintos entonces? Si ambos buscaban la manera de saciar aquellos deseos reprimidos. Abiertamente Jacquin no se declaraba homosexual quizás, pero el rubio estaba muy lejos aún de aceptar su condición y no fue consciente de ello hasta que le escuchó pronunciar aquellas palabras. Estaba siendo acribillado de la forma más sutil al saber que el hasta entonces desconocido empezaba a sentir algo por él. ¿Acaso el joven inglés estaba listo para eso? Después de pasar noches en brazos de muchos hombres ¿Estaba realmente seguro que eso era lo que necesitaba? Evitó mirarle a los ojos porque a pesar de la fachada dura que mostraba, en su interior Francois seguía siendo ese chiquillo asustadizo de los relatos, inexperto en el ámbito del afecto. Quería decirle que se fuera, que huyera antes que esas confesiones terminaran por romper su careta de frío y homicida. Pero se contuvo, como nunca lo había hecho con nadie.
Rió antes de volver a hablar, nervioso e incómodo por primera vez.
–Si te preguntas si aquel niño era yo, estas en lo cierto Jacquin. Mi niñez se remonta a una serie de episodios de dolor y odio, eso es todo lo que tengo y es todo lo que soy ahora. Nada más que un joven que busca saciar sus ansias de matar, que desahoga sus miedos e inseguridad en el mar del sexo y lo que conlleva a los actos carnales con personas del mismo sexo–
Si lo asesinaba o no después dependería de la reacción ajena, no reparó como bien se lo había hecho saber Jacquin en el dolor, porque un paso más al vacío era poco comparado con lo que ya había dejado atrás.
–No soy un hombre de bien Jacquin, no soy una persona que sepa dar afecto, mucho menos amar, detrás de cada relato hay un crimen una mancha ensangrentada en la cual la mayor parte del tiempo soy el protagonista–
Giró su cuerpo para encararle, por primera vez le miró con plena sinceridad.
–Dime ¿Serías capaz de estar con alguien así? Alguien que es incapaz de amar a las personas por miedo a ser descubierto como el monstruo que es. Soy un hombre roto Jacquin, no por elección pero es lo que soy y nadie ama las cosas rotas–
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Quería ayudarlo, aliviarlo, mitigar su pena, pero no había palabras que pudiesen con ese cometido. No había caricias que fuesen suficiente para borrar el horror, por mucho que lo besase con dulzura, nada haría que François olvidase y eso lo estaba matando, sentía dentro suyo la angustia de su amante. ¿Qué podía hacer entonces? ¿Solo oírlo con respetuoso silencio? ¿Bastaría eso acaso? No lo tenía claro, estaban en el área de los sentimientos donde todo era nuevo para él, donde no estaba siguiendo fórmulas ni ecuaciones que le asegurasen llegar a buen puerto. En cuánto a eso se refería, Jacquin siempre se había dejado llevar y François le había enseñado más cosas de las que supondría. Algún día se lo diría, cuando estuviesen en un mejor momento, quería que él lo supiera.
-No hables así de ti, te lo ruego –se desesperó al oír cómo Fran se autopercibía y describía, ¡estaba siendo tan injusto y cruel!-. A mí me has dado más de lo que imaginas, me has liberado… ¿Cuánto vale eso? ¡Es imposible saberlo! –le dijo, apasionado-. Pregúntale a cualquier esclavo cuánto daría por su libertad, a cualquier preso qué haría si le asegurasen que con eso volvería a ser libre… ¡Así estaba yo antes de conocerte! Esclavo era de cosas que no sabía que sentía, pero que me consumían, que me apagaban. Tú me has liberado, Fran, ¿no es eso suficiente para que puedas sentir orgullo de ti mismo? Eres especial.
Era lo más parecido a una confesión de amor que podía darle, al menos por el momento. Jacquin no era egoísta, entendía también que lo que necesitaba su amante era hablar, desahogar su dolor, y no oír pura palabrería, pero no era solo eso, cada frase de Jacquin era dicha con la desnudez total de su alma, no estaba escondiéndole nada y esperaba que él pudiese valorar eso, pues no era nada sencillo de mostrar.
No entendía a qué se refería, hablaba de crímenes y horrores, de sangre y asesinatos, pero Jacquin no lo entendía, simplemente no podía relacionar a su querido Fran con todo aquello… No podía ser cierto. ¿Qué cosas había vivido para llegar a considerarse un monstruo? Sí que estaba roto, pudo verlo con total claridad en su mirada cuando ambas se encontraron y, aunque se había impuesto no tocarlo para darle libertad, para no invadirlo, Jacquin ya no pudo aguantarlo y se acercó a él. Le acarició la mejilla y le dio un pequeño beso en los labios, a penas un toque casi casto.
-Quiero ayudarte, sólo dime cómo. ¿Cómo puedo demostrarte lo importante que eres para mí? ¿Qué si puedo amarte a pesar de lo que eres? Ya lo hago. A mí me gusta arreglar las cosas rotas, François.
-No hables así de ti, te lo ruego –se desesperó al oír cómo Fran se autopercibía y describía, ¡estaba siendo tan injusto y cruel!-. A mí me has dado más de lo que imaginas, me has liberado… ¿Cuánto vale eso? ¡Es imposible saberlo! –le dijo, apasionado-. Pregúntale a cualquier esclavo cuánto daría por su libertad, a cualquier preso qué haría si le asegurasen que con eso volvería a ser libre… ¡Así estaba yo antes de conocerte! Esclavo era de cosas que no sabía que sentía, pero que me consumían, que me apagaban. Tú me has liberado, Fran, ¿no es eso suficiente para que puedas sentir orgullo de ti mismo? Eres especial.
Era lo más parecido a una confesión de amor que podía darle, al menos por el momento. Jacquin no era egoísta, entendía también que lo que necesitaba su amante era hablar, desahogar su dolor, y no oír pura palabrería, pero no era solo eso, cada frase de Jacquin era dicha con la desnudez total de su alma, no estaba escondiéndole nada y esperaba que él pudiese valorar eso, pues no era nada sencillo de mostrar.
No entendía a qué se refería, hablaba de crímenes y horrores, de sangre y asesinatos, pero Jacquin no lo entendía, simplemente no podía relacionar a su querido Fran con todo aquello… No podía ser cierto. ¿Qué cosas había vivido para llegar a considerarse un monstruo? Sí que estaba roto, pudo verlo con total claridad en su mirada cuando ambas se encontraron y, aunque se había impuesto no tocarlo para darle libertad, para no invadirlo, Jacquin ya no pudo aguantarlo y se acercó a él. Le acarició la mejilla y le dio un pequeño beso en los labios, a penas un toque casi casto.
-Quiero ayudarte, sólo dime cómo. ¿Cómo puedo demostrarte lo importante que eres para mí? ¿Qué si puedo amarte a pesar de lo que eres? Ya lo hago. A mí me gusta arreglar las cosas rotas, François.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Era más que obvio que resultaba peligroso continuar con Jacquin, pero al mismo tiempo experimentaba una serie de sentimientos encontrados, curioso era ver que François, el asesino frío y amante glorioso pudiera perder la cabeza por un hombre como él, y sin querer estaba confesando su verdad por primera vez. Nunca vislumbró hacerlo y mucho menos con un hombre, pero no se trataba del género en ese entonces sino de la necesidad que nacía en el corazón dolido del rubio de ser escuchado. Con anterioridad había recibido besos, caricias y dinero de muchos otros pero no fue hasta ese momento frente a Jacquin que era recompensado con algo más valioso, el tiempo y una mirada de condescendencia que no había visto desde que su madre vivía. Toda su vida el joven inglés había caminado por una delgada línea de muerte, arriesgando siempre todo, apostando su vida en cada encuentro y en cada acto de muerte que precedía esas mismas tertulias. Por otra parte veía a su amante, ávido de comprenderle y extendiendo la mano como una cuerda salvavidas en su momento más oscuro.
Escuchó con detenimiento como Jacquin se lamentaba no poder ayudarle y entonces el rubio trató de comprenderle aunque le costaba trabajo aún ¿Qué era lo que veía en él para apostar todo en ese instante?
–Esto es lo que soy Jacquin, un conjunto de piezas rotas que dan como resultado un hombre solitario y que no es capaz de entender lo que dices, porque hablamos lenguajes distintos, porque nuestras vidas han sido forjadas en otros preceptos y solo cuando estamos juntos pareciera que hallamos algo de paz–
Pausó y fue testigo de la desesperación de Jacquin ¿Realmente ese hombre podría estar perdiendo la cabeza por él? François parpadeó perplejo ante esas palabras, era quizás lo más sincero que alguien pudo haberle dicho. Era lo más cercano a una muestra de amor y entonces cerró los ojos cuando sintió el roce tibio de los labios ajenos. El joven posó su mano sobre el pecho del hombre que le besaba con suavidad, nuevamente una sensación distinta a todo lo que describía su pasado. Fue como un primer beso, sin ápices de lujuria. No le tomó más de un minuto pensar que en algún momento él podría ser feliz a lado de alguien más, que toda esa senda de muerte podía parar y dar pie a un nuevo inicio, uno donde el pasado no fuese más que una referencia y no una constante que dirigiera su camino. Sin embargo había muchas cosas que aún debía saldar para que eso sucediera y era obvio que no quería involucrar a Jacquin en esa montaña de horrores. El joven acarició la mejilla de su oyente y sutilmente dirigió su índice hacia los labios, las miradas eran océanos estrellándose unas con las otras, no había un color que les distinguiera solo un sentimiento en común.
–¿En realidad quieres ayudarme Jacquin? Te pediré entonces que me des un par de días a solas es lo que necesito, hasta entonces no me busques por favor. Un futuro se construye a base de cosas positivas no de heridas abiertas y cicatrices. No quiero lastimarte Jacquin, no quiero que formes parte de esos horrores que me preceden, pero tampoco soy capaz de dejarte ir, porque en tan poco tiempo me haces creer que quizás alguien como yo, incluso un monstruo como yo puede ser capaz de amar y ser amado– suspiró sin dejar de verle y lanzó una frase natural una confesión que nacía del fondo de su alma dolida. –Quédate conmigo entonces, quédate no solo esta noche, sino muchos otras más ¿Harías eso por mí?–
Escuchó con detenimiento como Jacquin se lamentaba no poder ayudarle y entonces el rubio trató de comprenderle aunque le costaba trabajo aún ¿Qué era lo que veía en él para apostar todo en ese instante?
–Esto es lo que soy Jacquin, un conjunto de piezas rotas que dan como resultado un hombre solitario y que no es capaz de entender lo que dices, porque hablamos lenguajes distintos, porque nuestras vidas han sido forjadas en otros preceptos y solo cuando estamos juntos pareciera que hallamos algo de paz–
Pausó y fue testigo de la desesperación de Jacquin ¿Realmente ese hombre podría estar perdiendo la cabeza por él? François parpadeó perplejo ante esas palabras, era quizás lo más sincero que alguien pudo haberle dicho. Era lo más cercano a una muestra de amor y entonces cerró los ojos cuando sintió el roce tibio de los labios ajenos. El joven posó su mano sobre el pecho del hombre que le besaba con suavidad, nuevamente una sensación distinta a todo lo que describía su pasado. Fue como un primer beso, sin ápices de lujuria. No le tomó más de un minuto pensar que en algún momento él podría ser feliz a lado de alguien más, que toda esa senda de muerte podía parar y dar pie a un nuevo inicio, uno donde el pasado no fuese más que una referencia y no una constante que dirigiera su camino. Sin embargo había muchas cosas que aún debía saldar para que eso sucediera y era obvio que no quería involucrar a Jacquin en esa montaña de horrores. El joven acarició la mejilla de su oyente y sutilmente dirigió su índice hacia los labios, las miradas eran océanos estrellándose unas con las otras, no había un color que les distinguiera solo un sentimiento en común.
–¿En realidad quieres ayudarme Jacquin? Te pediré entonces que me des un par de días a solas es lo que necesito, hasta entonces no me busques por favor. Un futuro se construye a base de cosas positivas no de heridas abiertas y cicatrices. No quiero lastimarte Jacquin, no quiero que formes parte de esos horrores que me preceden, pero tampoco soy capaz de dejarte ir, porque en tan poco tiempo me haces creer que quizás alguien como yo, incluso un monstruo como yo puede ser capaz de amar y ser amado– suspiró sin dejar de verle y lanzó una frase natural una confesión que nacía del fondo de su alma dolida. –Quédate conmigo entonces, quédate no solo esta noche, sino muchos otras más ¿Harías eso por mí?–
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
A su manera, tan particular en verdad, François le confesaba que él le daba paz. Jacquin ya se conformaba con eso para saber que todas las palabras que le había dicho, que la forma tan desgarradora en la que le había mostrado su corazón, no habían sido en vano. Todos los sentimientos que expresó no habían caído en saco roto, sino que Fran había oído, había entendido y a su manera le devolvía aquello. Sí que le bastaba con ser su fuente de paz, no necesitaba más de momento, aunque sí se permitía fantasear con que un día el hombre le confesaba que no podía vivir sin sus encuentros.
-Claro que quiero ayudarte –le dijo y se acercó a él en la cama, quedando cerca pero sin que sus cuerpos llegasen a tocarse-. Pídeme lo que quieras, lo que sea que creas que podría ayudarte, y yo lo haré. ¿Qué necesitas?
Por ese muchacho, que tanto le había confesado, él haría lo que estuviese a su mano. Ahora reparaba en que no sabía quién era, aunque podía hacerse una idea de lo que había vivido… Pero claro que no estaba preparado para oír lo que él le pidió. ¿Qué se alejaran unos días? ¿Cómo se suponía que podría ayudarlo si estaban lejos? Jacquin suspiró y cerró los ojos, como si hubiera recibido una herida punzante en el abdomen. No quería, no quería alejarse de él ahora que lo sabía mal, frágil, dolido… Pero si era eso lo que él necesitaba lo haría, porque entendía que el respeto era uno de los mejores obsequios que se le podían dar a los seres queridos.
-Me dolerá, no puedo negártelo –dijo, tras abrir los ojos y buscar con desespero la mirada del joven-. Pero si necesitas estar unos días a solas no seré yo quien te importune, François. Haría muchas cosas por ti y esa es una, aunque no la que más me gusta, te confieso. Si quieres estar solo, adelante. Solo te pediré que me escribas cuando tengas un momento, porque la preocupación no me dejará dormir en las noches ni trabajar durante el día.
Y de pronto, Fran pareció cambiar de opinión. Algo en su rostro cambió y Jacquin no supo descifrar qué era lo que había ocurrido en él. A punto estaba de repetirle lo que ya le había confesado: que quería ser su compañero, quería que él le compartiese sus problemas, sus angustias. Quería poder hablarle de su pasión por la ciencia, aunque Fran no le entendiera. Quería tenerlo en su vida. Pero decidió callar todo eso, no tenía sentido repetirlo.
-Claro que me quedaré contigo, siempre que me necesites estaré para ti. Ven, por favor –le dijo extendiendo los brazos para ofrecerle un refugio.
-Claro que quiero ayudarte –le dijo y se acercó a él en la cama, quedando cerca pero sin que sus cuerpos llegasen a tocarse-. Pídeme lo que quieras, lo que sea que creas que podría ayudarte, y yo lo haré. ¿Qué necesitas?
Por ese muchacho, que tanto le había confesado, él haría lo que estuviese a su mano. Ahora reparaba en que no sabía quién era, aunque podía hacerse una idea de lo que había vivido… Pero claro que no estaba preparado para oír lo que él le pidió. ¿Qué se alejaran unos días? ¿Cómo se suponía que podría ayudarlo si estaban lejos? Jacquin suspiró y cerró los ojos, como si hubiera recibido una herida punzante en el abdomen. No quería, no quería alejarse de él ahora que lo sabía mal, frágil, dolido… Pero si era eso lo que él necesitaba lo haría, porque entendía que el respeto era uno de los mejores obsequios que se le podían dar a los seres queridos.
-Me dolerá, no puedo negártelo –dijo, tras abrir los ojos y buscar con desespero la mirada del joven-. Pero si necesitas estar unos días a solas no seré yo quien te importune, François. Haría muchas cosas por ti y esa es una, aunque no la que más me gusta, te confieso. Si quieres estar solo, adelante. Solo te pediré que me escribas cuando tengas un momento, porque la preocupación no me dejará dormir en las noches ni trabajar durante el día.
Y de pronto, Fran pareció cambiar de opinión. Algo en su rostro cambió y Jacquin no supo descifrar qué era lo que había ocurrido en él. A punto estaba de repetirle lo que ya le había confesado: que quería ser su compañero, quería que él le compartiese sus problemas, sus angustias. Quería poder hablarle de su pasión por la ciencia, aunque Fran no le entendiera. Quería tenerlo en su vida. Pero decidió callar todo eso, no tenía sentido repetirlo.
-Claro que me quedaré contigo, siempre que me necesites estaré para ti. Ven, por favor –le dijo extendiendo los brazos para ofrecerle un refugio.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Re: The soul and the skin | +18 | Privado
Para un hombre como lo era François el haber pronunciado aquellas palabras significaba haber cruzado sus propios límites. Pero resultaba imperativo hacerlo, como un grito desgarrador que nacía en su pecho y poco a poco emergía a través de su mirada perdida y meditabunda. Las ocasiones de sus encuentros siempre derivaban en un mismo circulo, sin embargo en ese espacio un cambio había surgido uno que ninguno de los dos esperaba quizás pero que contradictoriamente buscaban con desespero. El rubio no dijo nada más al respecto ya que estaba tratando de asimilar aún todo aquello que sentía, dado que era la primera vez que permitía por unos segundos a su corazón tomar control de la situación. Su mirada se quedó absorta, perdida en el oleaje espeso de la ajena, su sinceridad el único bote salvavidas en ese momento y mientras los minutos agonizaban en las manecillas del reloj, se convencía que aquella decisión resultaba ser la idónea para poder reacomodar su pasado.
De muchas veces que de su mano entregó la muerte a su otros tantos amantes, esta era la primera vez que no lo haría, porque realmente creyó que Jacquin era un excepción que valía la pena, dejando a un lado aquel artificio de la posición social, lo que en realidad anhelaba era un poco de paz, de vez en cuando poder caminar por las calles sin sentir esa necesidad de saciar su sed enterrando una daga en algún cuerpo o mancillándose las manos con sangre.
–Sé que es algo estúpido, ilógico, pero en algún momento sabrás porque es lo mejor por el momento–
Fue lo único que se atrevió a decir, después de todo era él el causante de esa separación momentánea.
Suspiró al verle en ese estado ¿Por qué repentinamente le importaba lo que Jacquin podía llegar a sentir con esa decisión? La empatía no era en realidad algo que el rubio supiese manejar pero parecía que un sentimiento nuevo podría emerger en él. Quiso responder enseguida que contara con ello, que haría en la medida de lo posible, el esfuerzo por mantenerse en comunicación, no obstante no era un soñador. Estaba consciente que para poder darse el lujo de hacerlo tenía que sanar, dejar que la luz de la mirada en Jacquin desvaneciera las sombras por completo y así disipar sus propias dudas.
–Solo puedo decirte que pronto tendrás noticias mías, quizás más rápido de lo que te imaginas–
Y entonces algo distinto ocurrió. La curva ligera en sus labios se tornó en una sonrisa cálida, una sonrisa pura.
Sonrió no por obligación, ese gesto era probablemente uno de los más generosos y honestos que tuviera el joven con Jacquin, quiso retener esa escena en su mente ya estaba por abandonarlo, aunque no tenía claro el lapso de tiempo quería conservar un recuerdo suyo durante el tiempo de su ausencia.
De manera mecánica se dejó abrazar por él y cerró los ojos, se sentía a salvo por primera vez, lejos de los demonios de su niñez y adolescencia, lejos de los gritos de su padre, lejos de la imagen de su madre siendo asesinada frente a la mirada atónita de un niño indefenso. Confió en que este podría ser el inicio de una nueva historia y solo volvió a mover su cuerpo para subir a los labios del hombre a quien estaba empezando a ver como algo más que solo un amante, le besó con suavidad y regresó a ese refugio del abrazo cálido confiado en que el monstruo en su interior pudiera hallar paz y se alejara con la noche venidera.
De muchas veces que de su mano entregó la muerte a su otros tantos amantes, esta era la primera vez que no lo haría, porque realmente creyó que Jacquin era un excepción que valía la pena, dejando a un lado aquel artificio de la posición social, lo que en realidad anhelaba era un poco de paz, de vez en cuando poder caminar por las calles sin sentir esa necesidad de saciar su sed enterrando una daga en algún cuerpo o mancillándose las manos con sangre.
–Sé que es algo estúpido, ilógico, pero en algún momento sabrás porque es lo mejor por el momento–
Fue lo único que se atrevió a decir, después de todo era él el causante de esa separación momentánea.
Suspiró al verle en ese estado ¿Por qué repentinamente le importaba lo que Jacquin podía llegar a sentir con esa decisión? La empatía no era en realidad algo que el rubio supiese manejar pero parecía que un sentimiento nuevo podría emerger en él. Quiso responder enseguida que contara con ello, que haría en la medida de lo posible, el esfuerzo por mantenerse en comunicación, no obstante no era un soñador. Estaba consciente que para poder darse el lujo de hacerlo tenía que sanar, dejar que la luz de la mirada en Jacquin desvaneciera las sombras por completo y así disipar sus propias dudas.
–Solo puedo decirte que pronto tendrás noticias mías, quizás más rápido de lo que te imaginas–
Y entonces algo distinto ocurrió. La curva ligera en sus labios se tornó en una sonrisa cálida, una sonrisa pura.
Sonrió no por obligación, ese gesto era probablemente uno de los más generosos y honestos que tuviera el joven con Jacquin, quiso retener esa escena en su mente ya estaba por abandonarlo, aunque no tenía claro el lapso de tiempo quería conservar un recuerdo suyo durante el tiempo de su ausencia.
De manera mecánica se dejó abrazar por él y cerró los ojos, se sentía a salvo por primera vez, lejos de los demonios de su niñez y adolescencia, lejos de los gritos de su padre, lejos de la imagen de su madre siendo asesinada frente a la mirada atónita de un niño indefenso. Confió en que este podría ser el inicio de una nueva historia y solo volvió a mover su cuerpo para subir a los labios del hombre a quien estaba empezando a ver como algo más que solo un amante, le besó con suavidad y regresó a ese refugio del abrazo cálido confiado en que el monstruo en su interior pudiera hallar paz y se alejara con la noche venidera.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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