TODOS PIERDEN LA FE EN ALGUN MOMENTO

por **Konstantín D. Lyovin** Lun Dic 05, 2016 10:45 pm

Esta es una noche sin luna ni nubes en el cielo, invadida por el frío de la época y sin testigos, la mayoría de la gente sensata ha regresado temprano a casa o se encuentra bajo techo, refugiados. Los que no, son los vagabundos o mujeres (y hombres disfrazados de tal), que pululan entre los callejones sin limitarse a ningún barrio en específico. Por otro lado, existen los entes malignos, oriundos de la noche y para los que no hay instante más cómodo que la misma, silenciosa y cautivadora, dulce cómplice acogedora y que otorga todas las condiciones para actuar al abrigo de las sombras.

Efectivamente, el más joven de los Väyrynen lleva sus pasos bajo el manto de oscuridad, que difícilmente se ve disminuida por las pobres farolas de las calles, buscando la presencia de una señorita a quien ha visto durante esta tarde y que ha encajado con su modelo mental, uno que ha imaginado adecuado para su plan. La ha seguido, furtivamente, espiando sus palabras y acciones, analizando el momento indicado para actuar.

Justamente, ahora mismo la tiene a la vista, allá a lo lejos, atravesando la plaza que se muestra solitario, muy en contraste con lo que suele suceder durante el día, y regala su toque tétrico al paisaje.

Nunca cambia la expresión seria mientras acecha a la chica, a quien también vigila y, por supuesto, sin dejarse ver, en honor al maestro de las sombras que es. Por tanto, cuando ella corre como huyendo, lo atribuye a cualquier otro ente que osara interrumpir y de quien se hará cargo más tarde, por mero placer y capricho.

De sombra en sombra es capaz de alcanzarla mientras ella hace lo suyo con una flor del camino. Nada importante, por ahora, ni peligroso ni interesante, mucho menos teniendo en cuenta el destino que le espera. No emite ruido alguno cuando se inclina por sobre el cuerpo de la chica, a su espalda, bloqueando la poca luz que llega a ambos, haciendo que el brote no brille más. Cuando la chica se levanta, no hace falta más que adelantar la palma cubierta por una fina capa de bruma oscura, y cubrirle nariz y boca, atrapándola en un abrazo agresivo con la fuerza que caracteriza a aquellos venidos del infierno, para impedirle cualquier movimiento en intento de huida.

- Buenas noches- susurra a su oído.

Habiendo neutralizado cualquier habilidad de la que su raza pudiera ser capaz, simplemente resta continuar con la presión ejercida hasta que la falta de oxígeno actúe por sí misma y deje de alimentar a un cerebro que, inevitablemente, colapsará, y su cuerpo no será más que una carga cálida y dispuesta.