Cazando vampiros por notre damme [libre] (0/3)

Me habían dado la alerta, había vampiros amenazando inocentes en la taberna junto al paseo del río y yo, Fran, llegué por el Sena con mi góndola. Remé como nunca. Los bíceps se me tensaban y mi cara reflejaba sudor y cansancio. Apretaba los dientes con rabia. No podía permitir más inocentes fallecidos. Remé. Más fuerte que nunca. Lo hice tan fuerte y rápido que la góndola incluso se levantó sobre su parte trasera. Sólo tenían que aguantar unos instantes. Allí estaba él. Allí estaba Fran el Cazavampiros. Con la góndola levantada y sin frenar me llevé por delante el muelle. Entré en el muelle haciendo equilibrios como si estuviera haciendo surf, el remo me ayudó a mantenerme de pie, lo hice de una manera tan profesional que todavía me dio tiempo a colocarme la gorra hacia atrás. La góndola estaba aparcada y sólo con unos rayonazos. Era hora de cazar.

-¡Es Fran el gondolero cazavampiros! – bramó uno de ellos. Ya era tarde. Ya no podía huir a ninguna parte. Ya estaba allí. Corrí a por él, remo en mano y le di un golpe en la boca, cayó al suelo, levanté el remo, que estaba afilado para que simulara una cuchilla y le corté la cabeza.

Dos lacayos más vinieron a por mí. Pasé el remo por detrás mía, cambiándolo de mano y asesté un golpe frontal, partiéndole la mandíbula a uno y, sobre la marcha, de la que caía por gravedad, tomé el remo con ambas manos, lo bajé con fuerza y aplasté la cabeza de otro. Ya iban tres. Vía libre para entrar.

-Seguro que la entrada está muy protegida. – dije. Miré hacia el tejado, había un balcón. Lancé el gancho, lo enganché en la barandilla y trepé por la pared. La ventana estaba abierta y entré. Había dos personas follando. Se asustaron al verme. – Tranquis vosotros seguir a lo vuestro que ya me piro. – dije y pasé de largo en la habitación.

Llegué a una especie de patio alto. Miré hacia abajo. Había muchos vampiros. Estaban atacando a una mujer.

-Eh puta, ya puedes decirnos dónde escondes el dinero. – gritó uno de ellos.

Salté furioso directamente desde el piso superior y caí en medio de los vampiros. – ¿Qué pasa chavales? – pregunté desafiante. - Así no es como se le habla a una señorita. – le dije al tipo, serio.
-¡Fran! ¿Qué haces aquí? Un simple gondolero no puede matarme. – exclamó sorprendido.
-Mira que brazo chaval. – contesté fardando de bíceps. – Todo a base de remo.

Y él y la multitud de vampiros comenzaron a abalanzarse sobre mí. Coloqué el remo en paralelo a mi cintura, lo tomé con una mano por su punto central y con la otra por un extremo, giré con fuerza el extremo y empezó a girar en forma de hélice. Le di tan fuerte que empezó a girar a 500 rpm. Gracias al efecto hélice pude deshacerme de la mayoría de los vampiros que se lanzaron a por mí, estampándolos contra las paredes.

Uno trató de hacerme un placaje, salté espalda con espalda. Él pasó por debajo y yo por encima. Le di con el remo en los testículos, emitió un grito gutural. El sonido espantó a los vampiros

-¿Cómo un hombre en camiseta sin mangas y en chanclas puede ser tan poderoso?
-Porque me entrené durante muchos años para serlo. – respondí sin vacilar. Enarqué mi espalda, me impulsé y salté. Patada giratoria. Mi “CROC” roja impactó en su cuello. Vi sus incisivos salir volando, pero aquello no era suficiente para matar a un chupasangres, así que le pegué un puñetazo en el abdomen y le partí cinco costillas. El resto de vampiros huyeron como cobardes. La gente de la taberna, impresionada, comenzó a corear mi nombre. ¡Fran! ¡Fran! ¡Fran! Di un vistazo al bar para comprobar que no había ninguno más y cuando me cercioré de esto, me acerqué a la damisela.

-Ya vale chavales, ya vale. - dije para calmar los ánimos.
-Oh mi héroe. – suspiró la mujer.
-Tranquila señora, es muy importante que me diga quién es el vampiro que la persigue.
-Su nombre es Josignacio Fernández “el aniquilador de Notre Dame”. Pero no puede ir a por él, es muy peligroso.
-Sí será una misión difícil para uno solo aunque soy casi indestructible va ser mejor que reclute a alguien.  – miré a todos los presentes del bar. – A ver chavales ¿alguien viene? – bramé para todo el local.