T w i l i g t h ► Demian

por **Euphemia Young** Dom Dic 11, 2016 1:04 am

Aquella mañana, Euphemia había salido de casa muy temprano porque su padre le anunció que ese día en especial, tendría que dar varias vueltas. Su padre luego de una noche de copas en uno de los bares había logrado vender varios canastos a diferentes personas, así que iba a dar muchas vueltas para poder entregar los pedidos y luego vender en la zona de siempre en la zona comercial. Era quizá la primera vez que andaba a prisa por las calles, de un lugar a otro, ¡Y es que para la tarde sus pies dolían horrores! Pero para suerte de la panadería, había logrado concretar todos los pedidos, así que luego de su descanso de quince minutos, salió a las calles a vender sus panes. Era como si aquel día fuese de la buena suerte, ¿Sería que luego de muchos días Euphemia se había levantado con el pie derecho?

La primera canasta se vendió muy rápido, quizá le llevó solo unas horas y tuvo que dar una segunda vuelta, pues no lograba encontrar a sus hermanos entre las calles. Conociendo lo "Romeos" que estos eran, no había dudado ni un poco en sospechar que estaban coqueteando con alguna jovencita de por ahí, y mira que no sería la primera vez. Cuando menos lo pensó, las calles comenzaban a desocuparse y con ello el sol comenzaba a esconderse, así que al mismo tiempo comenzaba a ser un poco frío, ¿Sería porque el invierno se acercaba? Y mientras esperaba a que sus hermanos se asomaran para irse a casa juntos, se apoyó en la pared de uno de los comercios, dejando que al final, un pequeño suspiro abandonara sus labios. Se quedó ahí un poco más de media hora, sentía que de pronto todo el cansancio se estaba esparciendo por su cuerpo y sentía ligeramente torpe las piernas.

No demoró mucho en caer en cuenta que, en efecto, sus hermanos habían tomado otro camino para ir a casa, así que lentamente se apartó de la pared y comenzó a caminar por las calles, las cuales estaban mas solas que antes. Al andar, silenciosa y cansada, pudo escuchar un poco de revoloteo atrás de ella y se limitó a observar sobre sus hombros de que se trataba, encontrándose entonces con tres hombres, claramente ebrios, bromeando entre ellos. Doblo una esquina, no era el camino que tomaba a casa, pero la presencia de aquellos hombres la intimidaba un poco, aunque para si mala fortuna, los tres hombres se habían ido por el mismo camino. Y fue así, como mientras se hacia a un lado para que ellos se adelantaran, se encontró con la mala fortuna de que estos se detuvieran junto a ella- Oye niña, ¿Que traes ahí? -Habló uno de ellos, señalando el pequeño costal que colgaba de su cintura, donde traía las ganancias del pan de ese día- ¿No quieres ayudar a estos hombres honrados con unas monedas para una bebida? -Habló de nuevo. En el momento en el que la joven quiso seguir caminando, aquel mismo hombre la tomó con fuerza y le arrancó el costal- ¡Suelteme! -Le lanzó un fuerte golpe en el rostro, pero como reacción de este fue empujarla con cierta fuerza que hizo, en su momento, con las piernas cansadas, que cayera al suelo- Ahí es donde debes estar. -Y con eso, los tres hombres comenzaron a andar, cantando victoria- Maldita sea. -Susurró la muchacha suavemente, tratando de colocarse de pie para ir tras ellos, ¡No podía dejar que se salieran con la suya!- ¡Ustedes, imbéciles! -Gritó, captando la atención. La verdad, y es que aunque lo había hecho sin pensar, no podía dejar que se llevaran el dinero, mucho menos porque eso era lo único que tenía para poder ayudar a su madre. Miro hacia atrás, en busca de un poco de ayuda, pero no había nadie más ahí que ella y esos tres rufianes.