Diamond Heart | Libre

por **Danielle Liebharts** Miér Dic 14, 2016 4:03 pm

Su vida había tomado un giro brusco desde que recibió la noticia de la muerte de sus padres. Todo aquello que había cimentado su fortaleza y seguridad apabullante se redujo a cenizas el día que ellos dejaron de existir en ese plano. No obstante se abría paso en el pantanoso laberinto de su soledad permitiéndose jugar con la idea de que algún día Andrew correspondería lo que ella hacía por él en su ausencia. La renombrada firma de negocios que su marido dirigía no daba tregua a un descanso, sin embargo, esa madrugada se permitió volar libre, lejos de la jaula de oro que le brindaba protección. Pidió al cochero le escoltara y una vez decidiera su destino, se le permitiera dar un paseo a solas.

Repentinamente a su mente llegaron algunas sugerencias de aquellos caballeros que le saludaban por las madrugadas, la biblioteca, el museo, incluso el enorme jardín botánico que de vez en cuando presentaba algunas exposiciones por las tardes. Decidió emprender su camino hacia este último, pues sabía que a estas horas del día se encontraría poco concurrido. Con pasos desganados se adentró poco a poco en sus engranes, aspiró el perfume que despedían algunos ejemplares ubicados detrás de enormes verjas de hierro y la variedad de matices que estos desplegaban, era un deleite a los ojos de cualquier mortal, suspiró e imaginó cuanto habría disfrutado realizar ese paseo del brazo de Andrew.

La concurrencia marchaba de un lado a otro, caballeros enfundados en vistosos trajes y sombreros de copa, las damas que presumían una sonrisa en sus labios cuando le ofrecían un saludo, cada detalle estaba bien definido en aquel sitio, la armonía, la belleza natural que sobresaltaba a cada paso que Danielle daba. Su mente seguía navegando sobre aguas turbias y lejanas, no estaba del todo consciente de sus movimientos, marchó con desgano durante un par de minutos hasta que finalmente decidió posar sus ojos sobre un arbusto con rosas. Sus dedos enguantados recorrieron esos tersos pétalos y arrancó con suavidad una de ellas, casi podía oír un zumbido, un bullicio.

Como si aquella pequeña metrópoli quisiera engullirle en sus fauces. Suspiró y repentinamente le asaltó el sonido de un par de pasos que se acercaban hacía ella, poco a poco volvió la mirada. No estaba acostumbrada a socializar en demasía, puesto que la mayor parte de las horas las dedicaba a atender pendientes que Andrew dejaba sobre el despacho, aun así, la francesa hizo uso de sus encantos naturales para serenar sus preocupaciones y miedos. Suspiró y girando con lentitud su menuda figura proyectaba una imagen atractiva, joven, azul en su totalidad por el atuendo, serena y con un porte exquisito, su cabellera se reducía a un discreto peinado vultuoso y el imponente vestido hacía juego con la tela de su parasol.

por **Nick Rhodes** Miér Ene 04, 2017 8:03 pm

El sol se había ocultado por completo. Fue la oportunidad idónea, para hacer presente su figura en cualquier parte que le apeteciese estar aquella noche. Le gustaba pasear y curiosear a esas horas, debido a que el día, daba paso a la noche. En el punto exacto, entre la luz y la oscuridad. Sediento estaba, en busca de alguna víctima en la que nadie reparase; que nadie diese un sólo franco por ella, y que al contrario, fuese el modo idóneo de deshacerse de algún alma vil, y oscura, que sólo representaba la peste negra para los ciudadanos parisinos.

Para su fortuna, París, estaba rebosante de personas en estado de desgracia: Ladrones, asesinos, golpeadores de mujeres, etc. Todo un cóctel de mal vivientes, a los cuáles echarles el guante. Por tal motivo, era su ciudad predilecta, había un vasto repertorio de historias en desgracia, las cuáles no le importaba conocer desde luego, más no le remordería la conciencia- si es que todavía existía alguna- al alimentarse de ellos, abandonando sus cuerpos posteriormente, en el arroyo inmundo de las callejuelas pestilentes de la ciudad.

Su "No vida" era fácil, mas no gratificante. A veces el aburrimiento, el poder, la sabiduría, era algo que había dejado de importar hacía algún tiempo atrás. El creerse superior a los demás, y que en un principio le produjo cierta actitud de conformismo, había pasado atrás. Ahora necesitaba encontrar un nuevo motivo, para darle sentido a su existir. Por más sencillo que éste fuere. Casi como un minúsculo grano de arena del desierto. No pedía mucho, más lo era todo, porque a pesar de las circunstancias, seguía siendo un rebelde, que no se conformaba con cualquier cosa.

¿Tarea difícil?

Todo era relativo. Para lo que algunos era blanco, para otros era negro. Así como la flor en la que mi vista se posaba. ¿Cuál de las dos era más hermosa? La mujer que contemplaba embelesada la diminuta flor, o ella misma... Y su cuello.

Mis pasos se escucharon lentos, pero firmes. A escasos centímetros de la rubia. Olía tan delicioso, que no me hubiese importado darle un mordisco delante de todos. Más esperé. No perdería detalle de todos sus movimientos. Absolutamente ninguno.

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