Edelweiss Babenberg [ID]

Datos

Nombre: Edelweiss
Edad: 12 años
Especie: Humana
Tipo de clase social o cargo: Clase Alta
Orientación sexual: Heterosexual
Lugar de Origen: Austria

Personalidad

La influencia de su tutor no es algo que pase desapercibido en su carácter, aún cuando se dijera que el temperamento de su difunta madre sea también un rasgo genético. Muestra siempre un halo secreto, misterioso, de eterna parsimonia. Quienes han tenido la oportunidad de verla, se atreverían a decir que su alma no pertenece al cuerpo de una niña de doce años; no sólo por sus contundentes respuestas, sino por como ha asimilado las pérdidas de su pasado, y el avance de su enfermedad, pues sus facciones no hacen más que delatarla.
Se dice que suele tentarse las especulaciones del espíritu. En ocasiones se la ve conversando con el aire incorpóreo, afirmando luego ella misma que se trata de su guardiana, quien presume ser una antigua Babenberg asesinada. Por otra parte, en lo que respectan sus relaciones, no acostumbra en lo absoluto a tener contacto con los de su edad. Al ser la última de su linaje, recibe extrema protección del vampiro que la cuida, viéndose en la obligación de negar incluso su existencia con el mundo. Aún así, no es algo que la inquieta. Los humanos son animales de reflejo condicionado, y ella no es la excepción. Se considera afortunada por todos los secretos que a tan temprana edad le han revelado, y constantemente cultiva su educación.
Es de naturaleza interiorizada, ya sea porque se inscribe en un rol marginal, independiente, o con cierto escepticismo hacia algunos tópicos. Aprecia la calma y la tranquilidad. Edelweiss oscila entre una personalidad de aspecto racional, cartesiano, y su contrario, místico, sentimental (rasgo que únicamente ha mostrado con Jaecar).

Historia

La honra se reflecta sobre la esperanza del fiel. Son ellos, los antiguos, quienes hoy luchan por salvaguardar los sacramentos de un linaje que saborea la hiel. ¿Pero quién explicaría la naturaleza de semejante hecho? Quienes aseguran ser testimonios de la cronología, de sus líderes rumorean felonía. La traición es siempre imprevisible, y por tanto astuta. Lisonjea para luego la sangre verter; aquella que alguna vez, con adúlteras lágrimas, juró proteger. "… dicere udi'mi: «Guarda come passi: va sì, che tu non calchi con le piante le teste de' fratei miseri lassi»" Quien por anatema en la Caína su cuello debía doblegar, guía en cambio a los lacayos de la luna en son de purgar.

La historia tiene como primer detonante la muerte de Cordelia. La Duquesa, como entonces era llamada, era líder — y, por sobretodas las cosas, madre — del linaje Babenberg. En defecto de sucesores varones, habría de perpetuar su legado a través de descendientes mujeres, dictándose que estas, luego de dar a luz a una hija, debían entregarse al vampirismo. Mas se llegó a hablar de la "elección de la muerte", que convenía la potestad de relegar dicha inmortalidad, a cambio de un inmediato exterminio. Y sin embargo, redundante fue siempre considerada. Ya que, ¿desde qué parámetro la coacción psíquica podía ser vista como tal? Fuera como fuera, la historia sólo se presta a suposiciones. Desde la muerte de la Duquesa, queda difuso el dictamen que habría continuado de no haberse desatado la guerra explayada a continuación.

Una bestia como adversaria pronto la aclama, obcecada por el ideal de poder sobre los bienes de la dama. Cordelia sería asesinada a manos de un Van Aldin, licántropo que una vez amó. De aquí en más una maldición ha rubricado a cualquiera que descienda de su sangre; queriendo cobrar a sus hijas, Cordelia y Hannah, el primer ultraje. Los nobles del linaje a ambas debían ocultar, críandolas así, con el único propósito de su estirpe conservar.
Llegado el momento de escoger al varón que a Cordelia debía inseminar, la joven, entre sus dos pretendientes, encontró preferencia en Jaecar. Estos eran hermanos, y entre ellos existía un enfrentamiento insano. Pero nunca nadie pudo sospechar, que del cólera, el hombre rechazado, su raza eligiera traicionar.
En venganza, formaría con el clan de aquel lobo una alianza.

Iniciada la expiación, las herederas caminos distintos tomarían. ¡Cruel presagio! Las hermanas nunca más los rostros se verían. Pasados los años, sin embargo, Hannah recibiría en su hogar un rostro casi olvidado. Este hombre traería consigo funestas primicias: Cordelia y su hija habrían de morir en manos de la inmundicia. El mensajero era aquel elegido para engendrar, en algún pasado, a la reciente difunta. Vestido de luto, Jaecar le revelaría además su traición a la nobleza, al confesar su matrimonio con la hija de la Duquesa. Mas en aquel entonces no quedaba nada más por hacer, sino a la vida que en el vientre de Hannah se formaba proteger. En memoria de la reciente pérdida, la niña recibiría el nombre de Cordelia. ¿Cuándo se darían cuenta que en el simple gesto de reminiscencia se anidaba siempre una blasfemia? Madre e hija teñirían su destino color bermejo, al ser de la misma enfermedad un espejo.

La tuberculosis podía connotarse como un padecimiento de consunción escabrosa; la continua tos, la espectoración de la sangre, no hacían más que aterrar a Jaecar, pues en ellas veía a su hija y esposa. Pero quien iba a decir, que la razón de sus muertes (o al menos la de Hannah) sería la súbita emboscada de los Van Aldin. Los lobos llegarían a alcanzar a la última hija directa de la Duquesa, más no a la menor, puesto por aquel hombre sería salvada de la condena. En ella vería su última esperanza, en ella vería a la niña que la acompañaría en sus futuras andanzas. Abrazaría a la pequeña y, como último gesto hacia sus padres, cremaría sus restos, jurando frente a la llama, hacia aquella amparo eterno.

Alejándose del dolor, y escondiéndose en el anonimato, la llevaría a tierras francesas, ocultándola como Edelweiss. Bajo su tutela, aprendería no sólo las disciplinas básicas, sino aquellas que servirían como defensa personal. Representando él ser, desde temprana edad, su figura paterna, crecería en estricto rigor, y no obstante, con increíble cariño, siendo algo extraño en Jaecar.

Datos Extras

• Sufre de tuberculosis.

• Guarda un profundo cariño a Jaecar, a quien ya reconoce como padre. Sin embargo, las cosas se complicarán cuando este comience a sentir algo romántico por ella.

• Aquella guardiana, en efecto, es el espíritu de una Babenberg asesinada. Su nombre es Moune, y a diferencia de lo que se podría creer, le tiene mucho aprecio. Le gusta sentirse acompañada por ella.

• De sobrevivir los siguientes años a la tuberculosis, piensa seguir el legado de su linaje. Engendrando a una hija, y luego convirtiéndose, finalmente, en inmortal.